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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.24 no.41 Santiago del Estero jul. 2023  Epub 01-Jul-2023

 

Dossier

Estrategias campesinas de (re)existencia: la experiencia de Nuestras Granjas Unidas en la Pampa de Pocho, Córdoba, Argentina

Peasant strategies of (re)existence: the experience of “Nuestras Granjas Unidas” in Pampa de Pocho, Córdoba, Argentina

Estratégias camponesas de (re)existência: a experiência de “Nuestras Granjas Unidas” em Pampa de Pocho, Córdoba, Argentina

María de los Ángeles ORDOÑEZ* 

Guadalupe HUERTA** 

* Centro de Investigación en Periodismo y Comunicación, Secretará de Ciencia y Tecnología, Facultad de Ciencias de la Comunicación - Universidad Nacional de Córdoba (CIPECO, SeCyT, FCC, UNC). Correo: maria.ordonez@mi.unc.edu.ar

** Centro de Investigación y Estudios sobre Cultura y Sociedad, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba (CIECS, CONICET, FCS-UNC). Correo: guadalupehuertadelvalle@gmail.com

RESUMEN

La expansión del capital a partir del avance de la frontera del agronegocio sobre territorios que no estaban incorporados a este sistema de producción implica procesos de acumulación por despojo (Harvey, 2003) y desposesión (Ojeda, 2016). El arco noroeste de la provincia de Córdoba (Argentina) es un ejemplo de este proceso de avance (Decándido, 2019; Salizzi, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010). En este caso nos proponemos mirar una de las subregiones que conforman este sector provincial: la Pampa de Pocho. Por ello, procuramos realizar un análisis que posibilite un acercamiento a las transformaciones de las estructuras productivas de la subregión estudiada en los últimos 30 años a partir de datos estadísticos y de la revisión bibliográfica de antecedentes.

A partir de la experiencia del grupo de trabajo comunitario “Nuestras Granjas Unidas” (NGU) realizamos un análisis sobre las estrategias de resistencia y (re)existencia (Porto Gonçalves, 2009) que las familias del hábitat rural campesino ponen en juego en un contexto donde coexisten múltiples territorialidades atravesadas por tensiones, contradicciones y conflictividades. La organización abordada despliega múltiples estrategias para mejorar la posición desde la cual pueden incidir sobre la producción y reproducción del territorio y de sí mismos en tanto sujetos sociales.

Palabras clave: Fronteras Agrarias; Agronegocio; (Re) existencias campesinas; Ruralidad

ABSTRACT

The expansion of capital from the advance of the agribusiness frontier on territories that were not incorporated into this production system implies processes of accumulation by spoliation (Harvey, 2003) and dispossession (Ojeda, 2016). The northwestern arc of the province of Córdoba (Argentina) is an example of this advancement process (Decándido, 2019; Salizzi, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010). In this case we intend to look at one of the sub regions that make up this provincial sector: Pampa de Pocho. For this reason, we aim to carry out an analysis that enables an understanding of the transformations of the productive structures of the subregion studied in the last 30 years based on statistical data and a review of previous publications.

Based on the experience of the community work group "Nuestras Granjas Unidas" (NGU), we carried out an analysis of the strategies of resistance and (re) existence (Porto Gonçalves, 2009) that families of the peasant rural habitat put into play in a context where multiple territorialities coexist intersected by tensions, contradictions and conflicts. This organization deploys multiple strategies to improve the position from which they can influence the production and reproduction of the territory and of themselves as social subjects.

Keywords: Agrarian Frontiers; Agribusiness; Peasant (Re) existence; Rurality

RESUMO

A expansão do capital a partir do avanço da fronteira do agronegócio sobre territórios não incorporados a esse sistema produtivo implica processos de acumulação por despossessão (Harvey, 2003) e desapropriação (Ojeda, 2016). O arco noroeste da província de Córdoba (Argentina) é um exemplo desse processo de avanço (Decándido, 2019; Salizzi, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010). Neste caso pretendemos olhar para uma das sub-regiões que compõem este setor provincial: Pampa de Pocho. Por isso, procuramos realizar uma análise que permita uma abordagem das transformações das estruturas produtivas da sub-região estudada nos últimos 30 anos com base em dados estatísticos e na revisão dos antecedentes bibliográficos.

A partir da experiência do grupo de trabalho comunitário “Nuestras Granjas Unidas” (NGU), executamos uma análise das estratégias de resistência e (re) existência (Porto Gonçalves, 2009) que as famílias do habitat rural camponês colocam em jogo em um contexto onde coexistem múltiplas territorialidades atravessadas por tensões, contradições e conflitos. A organização abordada implanta múltiplas estratégias para melhorar a posição a partir da qual podem influenciar a produção e reprodução do território e de si mesmos como sujeitos sociais.

Palavras-chave: Fronteiras Agrárias; Agronegócio; (Re) existência Camponesa; Ruralidade

SUMARIO

Introducción. 1. Marco Metodológico. 2. Marco Teórico. Territorios rurales en disputa y estrategias de (re)existencia. 3. Acercamiento a la “Pampa de Pocho”. 4. Avance del agronegocio sobre la Pampa de Pocho. 5. Territorios en resistencia y (re)existencia: la experiencia de Nuestras Granjas Unidas. 5.1. Organización y Trabajo Comunitario. 5.2. Producción de saberes técnicos populares. 5.3. Vínculos de proximidad con otras organizaciones campesinas. 6. Conclusiones. 7. Bibliografía. 8. Documentos

*****

Introducción

Este escrito forma parte del cruce entre dos procesos de investigación en curso vinculados con la subregión norte de Traslasierra (Córdoba) denominada “Pampa de Pocho”. Uno de ellos es una tesis doctoral en Comunicación Social que busca reconocer cuáles son las disputas identitarias en las que participa el Movimiento de Trabajadores Excluidos, Rama Rural de Traslasierra en relación a transformaciones socio productivas del territorio rural local. El otro proceso, es una investigación doctoral en Estudios Sociales Agrarios que se propone estudiar las disputas y estrategias desplegadas por mujeres del hábitat rural campesino para el acceso, uso y control de los bienes comunes energéticos. El encuentro también se produce en la Red de Estudios sobre el Hábitat, desde donde se aporta a una construcción interdisciplinar e integral sobre el hábitat a partir de metodologías situadas, territorialidades múltiples y participativas.

En las últimas décadas, reconocemos una vasta literatura relacionada al avance de la frontera del agronegocio en el arco noroeste de la provincia de Córdoba (Decándido, 2019; Salizzi, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010;) y sus consecuentes transformaciones socio-territoriales producto del despojo y la aniquilación de las bases materiales sobre las que se lleva adelante la reproducción de la vida campesina. La modernidad capitalista en su afán por mantener la reproducción ampliada del capital pareciera no encontrar límites y corromper cada reducto de la geografía que se vive y habita, configurando una amenaza a la existencia y (re)existencia (Porto Gonçalves, 2009) de una multiplicidad de territorialidades que coexisten no exentas de tensiones y contradicciones. Analizaremos algunas transformaciones de las estructuras productivas a escala regional para ponerlas en diálogo con los cambios reconocidos a nivel local. Para ello recuperamos el análisis que Decándido (2019) realiza a partir de los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de 1988 y 2002 respecto al noroeste cordobés. Sumamos un análisis propio que recupera esos datos estadísticos sobre los departamentos San Alberto y Pocho, que conforman el territorio en estudio. No todos los antecedentes consultados tienen como objeto de estudio específico las transformaciones socioproductivas de la Pampa de Pocho, sin embargo, consideramos que esta revisión bibliográfica aporta un acercamiento a los cambios de las estructuras productivas por el avance del agronegocio en la región.

Éste recorrido se corresponde con la inquietud por comenzar a reconocer cuáles son las transformaciones del avance de la frontera del agronegocio y los impactos sobre las prácticas campesinas que se hacen presentes en el territorio en estudio. A partir de estos procesos nos preguntamos cuáles son las estrategias que despliegan sujetos campesinos organizados para la sostenibilidad de la vida; cómo resisten y re-existen estos sujetos frente a las desigualdades acarreadas por esas transformaciones. En este marco, describimos algunas estrategias colectivas que lleva adelante la organización de trabajo comunitaria “Nuestras Granjas Unidas” (NGU en adelante) formada por familias agricultoras y campesinas de la Pampa de Pocho. Frente a la conmoción que despierta esta virulencia nos proponemos visibilizar las estrategias, presentadas como invisibles frente al capital, que aglutinan esfuerzos para enfrentar el despojo, la injusticia distributiva y la insalubridad, en defensa de la vida en su conjunto.

1. Marco Metodológico

Pondremos en diálogo los sentidos construidos en investigaciones previas que consideramos como antecedentes de trabajo con NGU. Nos referimos a la tesis de especialización de Maggi (2015) en la cual analiza el proceso de construcción de una propuesta de transición a la agroecología con agricultores familiares de la Pampa de Pocho por parte del grupo NGU. En segundo lugar, recuperamos la tesis de maestría (Ordóñez, 2019) de una de las co-autoras del artículo, quien desarrolla una etnografía de NGU buscando reconocer las prácticas pedagógicas de la organización a partir del propio proceso de trabajo y organización del mismo. La autora también analiza estas prácticas en relación a las construcciones identitarias laborales comunitarias y las estrategias comunicativas que estos sujetos llevan adelante para poner en circulación en el espacio público auto narraciones identitarias.

Complementaremos el análisis de antecedentes con una mirada crítica sobre los procesos actuales que caracterizan a la organización a partir de la “observación participante” (Guber, 2004). Tanto la participación como la observación aportan perspectivas diferentes “pero esta diferencia no es tanta como para afirmar que mediante la participación se termina siendo uno más, o que por la observación se permanece afuera como un testigo neutral” (Guber, 2004: 110). Hacemos propia esta herramienta comprendiendo que ser parte de algunas de las tareas que lleva adelante la organización nos permite construir lazos de confianza y mirar los procesos locales desde una perspectiva diferente. Realizamos la observación y registro en el diario de campo de reuniones organizativas, jornadas de trabajo comunitario y encuentros con otros actores. Consideraremos para el análisis la Cartilla de presentación de la organización elaborada en el 2015, que se conforma por cuatro carillas, donde puede observarse el logotipo de NGU, la presentación, los objetivos y las actividades realizadas por el mismo.

En cuanto a las dimensiones de análisis hacemos foco sobre las estrategias colectivas que llevan adelante quienes conforman la organización para dar respuesta a problemáticas vinculadas a la reproducción de la vida en sentido amplio. Consideramos los mecanismos que implican; las problemáticas que buscan resolver; los actores con los que se relacionan y las características de esas relaciones; los objetivos a los que responden las estrategias.

2. Marco Teórico. Territorios Rurales en Disputa y Estrategias de (Re)existencia

Poner en relación las categorías de “espacio social” y “campo político” (Bourdieu, 2001; 2011) con la de “territorio” (Fernandes, 2005) ayuda a la comprensión del territorio como espacio de disputa donde se desarrollan luchas por transformar las relaciones de fuerza entre los actores que lo forman. Relacionar, sin homologar, la propuesta de estos autores permite comprender al territorio como espacio político producido y reproducido por relaciones de fuerza entre clases sociales que desarrollan estrategias en pos de establecer modelos de desarrollo y sociedad acorde a sus intereses.

Mançano Fernandes (2005) advierte que el concepto de “territorio” contiene elementos de la naturaleza y espacios producidos por las relaciones sociales. Por lo tanto, para el autor su existencia y su destrucción serán determinadas por las relaciones sociales que dan movimiento al espacio; el territorio es espacio de libertad y dominación, de expropiación y resistencia. Partimos de esta idea y junto al mencionado autor comprendemos que la estructura de la producción espacial y territorial está dada por medio de relaciones sociales de clases en disputa por modelos de desarrollo y sociedad “que causan impactos socioterritoriales y crean formas de resistencia, produciendo constantes conflictualidades” (Fernandes, 2009: 4). Así como el juego de relaciones sociales condiciona el espacio, esté a su vez condiciona las relaciones sociales (Moore, 2020).

El carácter multidimensional del territorio como totalidad (Fernandes, 2009) implica que los actores que lo componen despliegan diversas estrategias atendiendo a esa multiplicidad de dimensiones para mejorar sus posiciones, consolidarlas o subsistir. En esta dirección, la noción de política de Ranciére (2007) permite pensar que la conflictualidad en el territorio conlleva implícitamente la existencia de algo común, cuya distribución está en disputa. Bourdieu, al referirse al campo político explica que la forma desigual en la que los recursos se encuentran distribuidos son “a la vez determinantes del estado actual de un campo y también del cambio de esas relaciones de fuerza (…)” (2001: 5) y de las posibilidades de incidencia sobre las reglas de esa distribución que cada actor detenta. Las disputas en el territorio están atravesadas por las posiciones desiguales de actores que procuran incidir en la delimitación, formas de uso, control y apropiación del propio territorio y sus recursos. Tomaremos esta idea para pensar las estrategias campesinas que se llevan adelante en la Pampa de Pocho a los fines de incidir sobre la producción y reproducción del territorio y de los propios sujetos.

Este es un punto de partida central para abordar la problemática planteada, ya que estamos pensando en una disputa en términos distributivos. A partir del concepto de conflictos “ecológico distributivos” de Martínez Alier (2005; citado en Cáceres et al., 2010: 114) es posible reconocer que las estrategias de acumulación del capital vinculadas a modelos de desarrollo en los que se inscribe el agronegocio pone en juego a los propios ecosistemas, su potencial productivo y su capacidad de proveer servicios ecosistémicos. En definitiva, se trata de una disputa por la “apropiación de la riqueza, generada a partir de la transformación de capital natural en capital económico” (Martínez Alier, 2005; citado en Cáceres et al., 2010: 114). Desde nuestra mirada, los actores intervienen en la disputa en el ámbito de la política y la justicia social en términos de redistribución de recursos y de reconocimiento identitario (Fraser, 2006) de forma complementaria (Abatedaga y Ordóñez, 2016). En este sentido “los sujetos producen sus propios territorios y la destrucción de estos territorios significa el fin de esos sujetos. El despojo también destruye sujetos, identidades, grupos sociales y clases sociales” (Fernandes, 2009: 13). Los sujetos colectivos con quienes realizamos este proceso de investigación existen en tanto tales en relación al territorio rural que habitan, producen y reproducen; a sus relaciones sociales y configuraciones naturales. Esto no quiere decir que haya un tipo determinado y homogéneo de subjetividades, sino que es posible pensar las relaciones entre las disputas territoriales y la existencia (subsistencia) y re-existencia de ciertos sujetos. Acordamos con Cáceres et al. (2019) cuando afirman que no se trata de un conflicto meramente económico, sino que involucra las condiciones que posibilitan la reproducción de sujetos económicos, sociales y políticos. En relación al MST de Brasil, Caldart (2012) reconoce la lucha por la propia existencia y la construcción de sujetos sociales en la misma y afirma:

Los sin tierra pasan a ser sujetos sociales a medida que se construyen como una colectividad que trae para sí (lo que no quiere decir que se agota en sí) la lucha para garantizar su propia existencia social como trabajadores sin tierra, enfrentando a quienes, en esta sociedad, están destruyendo la posibilidad de esa existencia (Caldart, 2012: 37).

Junto a Mançano Fernandes (2009) tomamos como centro de la conflictividad territorial la disputa por los modelos de desarrollo que producen y reproducen exclusiones, subordinaciones y desigualdades en el territorio. En este caso nos referimos al avance del agronegocio como forma de expansión del capitalismo mediante la acumulación por despojo (Harvey, 2003). Incursionamos en algunos debates y discusiones ancladas en diversas tradiciones del marxismo crítico para comprender el despojo vivido a diario por los territorios rurales y campesinos. El sistema capitalista desde su génesis se asienta sobre la depredación de la naturaleza, los seres humanos y todo su mundo de vida, con el fin de mantener la reproducción ampliada del capital. Para ello, genera separaciones entre las personas y sus medios de producción y reproducción de la vida, dejando trabajadores libres y dispuestos a ser explotados, también transforma la naturaleza en un mero medio de producción y todos los procesos vivos, relaciones entre humanos y no humanos quedan subsumidos a lógicas mercantiles.

En dirección similar a Harvey (2003), Ojeda (2016) acuñó la idea de acumulación por desposesión. Para la autora la concepción de despojo va más allá de la pérdida de posesión de un bien o bienes, como: la tierra, el agua, el monte, la leña, la comida, etc. No solo se despojan bienes, sino un entramado de relaciones socioambientales del que hace parte. La posesión sólo es una de las relaciones que desempeña un papel fundamental en la configuración del uso, el acceso, el control y el significado mismo de los bienes de existencia necesarios para la vida humana y no humana. Entendida de esta forma, la categoría permite enfocarse en las articulaciones entre despojo, desigualdad y violencia en el entramado de relaciones sociales y de poder que lo producen. Es decir, las formas violentas que se inscriben y surcan la geografía, en un proceso de producción del espacio, que a su vez producen a los propios sujetos que lo habitan. Ojeda (2016), entiende al despojo como:

(...) un proceso violento de reconfiguración socioespacial, y en particular socioambiental, que limita la capacidad que tienen los individuos y las comunidades de decidir sobre sus medios de sustento y sus formas de vida. El despojo implica una transformación profunda de las relaciones entre humanos y no humanos que resulta en restricciones al acceso a los recursos. Este se traduce a menudo en la imposibilidad de decidir sobre el territorio, la vida misma y el propio cuerpo; el despojo está asociado a la pérdida de autonomía (: 34).

Siguiendo la perspectiva marxista, frente a la incesante voracidad del capital por subsumir todo lo que no se encuentra bajo las normas de producción de valor, en el noroeste de Córdoba, y en toda América Latina, se observa la (re)existencia de experiencias de lucha cotidiana en búsqueda de un margen de resguardo ante las políticas de despojo puestas en juego en aras de salvar la reproducción ampliada del capital. Estas experiencias logran poner en tensión el desigual acceso, uso y control colectivo de los medios de existencia necesarios para la reproducción de la vida en sentido amplio. Utilizamos la palabra re-existencia, tomando el concepto de Porto-Gonçalves (2009) de R-Existencia para señalar que no se trata solo de resistir a las violencias del sistema mundo capitalista colonial y patriarcal, sino que se resiste porque se existe, por lo tanto, r-existencia y no simplemente resistencia. ¡Existo, luego r-existo!, afirma el autor, para quien estas experiencias se inscriben espacial y temporalmente, donde las acciones, los cuerpos y los paisajes remiten a un espacio geografiado en un proceso histórico, es decir, no hace referencia a hechos o imágenes aisladas, sino que se anclan en proceso que se marca y graba en el espacio. Esta mirada del espacio abre la visión del tiempo a otras simultaneidades, es decir a múltiples temporalidades que conforman los territorios. Nos referimos al campesinado como actor que despliega estrategias multidimensionales que impactan en las relaciones de fuerza que ordenan y controlan los recursos que conforman el territorio común. Estas estrategias constituyen modos de habitar rurales campesinos donde la producción del espacio se compone de forma específica y, además, lo mantiene vigente (Vanoli y Mandrini, 2021).

Algunos rasgos de estas estrategias de resistencia y lucha por los bienes comunes, siguiendo a Composto y Navarro (2014), son la tendencia a democratizar la toma de decisiones, por medio de la deliberación colectiva y el consenso; el fuerte arraigo territorial, generalmente motorizados por el interés a la reapropiación comunitaria del territorio, como un lugar de resignificación y creación de nuevas relaciones sociales. Estas estrategias están centradas en la producción de lo común, como forma política que organiza y gestiona vínculos fértiles para sostener la vida humana y no humana, que no buscan en primera instancia la acumulación de capital. Así es que “lo común y su cuidado es producto de la actividad humana, del hacer concreto orientado al disfrute cualitativo y directo de la riqueza social” (Navarro, 2013: 165). Otra de las características de estas estrategias es que, si bien se acude a canales institucionales y a la gestión de recursos y políticas públicas estatales, se observa la acción directa de los sujetos colectivos, a veces de manera irruptiva, así como la articulación con otras organizaciones sociales y espacios de lucha a nivel local y regional.

3. Acercamiento a la “Pampa de Pocho”

Geográficamente la “Pampa de Pocho” está ubicada en el arco del noroeste de la provincia de Córdoba, por lo que forma parte de esta subregión que, a su vez, comprende el extremo sur de la ecorregión Chaco Seco1. Salizzi (2019) describe esta vasta región ecológica como una gran llanura sedimentaria con presencia de vegetación adaptada a condiciones de aridez, con predominio de bosque xerófilos caducifolios y grandes pastizales en zonas de menor altitud y propensas a inundaciones. Al interior, el arco del noroeste cordobés, se conforma por los departamentos de Cruz del Eje, Ischilín, Minas, Pocho, Punilla, Río Seco, San Alberto, San Javier, Sobremonte, Tulumba y comparten con las provincias vecinas de La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero las denominadas Salinas Grandes y Salinas de Ambargasta, que forman parte de la zona más árida de la provincia, región con gran presencia de vegetación leñosa y de altura media-baja, como el tala, mistol, chañar, algarrobo y espinillo (Vázquez, Miatello y Roqué, 1979; citado en Paz, 2016). Tell (2008) sostiene que desde la época colonial los frutos de estos árboles, como la algarroba, son recolectados y destinados al consumo de las personas y también al de los animales por su gran valor alimenticio, referencia que toma relevancia frente a la gran pérdida de bosque nativo. Montenegro (2020) afirma que a comienzos del siglo XX en Córdoba había 12 millones de hectáreas de bosque nativo y hacia el 2020 quedaba menos del 3% en buen estado de conservación (360 mil hectáreas). Estos datos no incluyen las hectáreas dañadas por los incendios, que ese año ya ascendía a 230 mil hectáreas. Esta es una de las transformaciones que vinculamos con los procesos de avance de la frontera agropecuaria en la zona.

A su alto grado de deforestación (pérdida de pastizales naturales y monte nativo) a escala regional, se le suma el empobrecimiento de la población y la fuerte migración de la población campesina a las localidades urbanizadas del sector. El noroeste es la región que presenta porcentajes elevados de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) en comparación a otras regiones de la provincia de Córdoba. De Grande y Salvia (2019) recuperan indicadores del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del 2010 y elaboran el mapa2 que contienen la Figura n°1 en donde el verde representa que existe menos del 7,5% de hogares con al menos una NBI; el amarillo señala que estos hogares representan entre el 7,5 y el 10% de la población; el naranja se corresponde con departamentos donde los hogares que cumplen esa característica se encuentra entre el 10 y 15%; por último, el rojo expresa departamentos donde los hogares con al menos una NBI representan el 15% o más. Al observar los colores, podremos ver que los departamentos que forman el arco noroeste de la provincia se encuentran pintados de rojo, naranja y amarillo en su mayoría.

Fuente: De Grande y Salvia (2019).

Figura N° 1. Mapa de Hogares con NBI por departamento, provincia de Córdoba. 

Particularmente, vemos que el departamento Pocho muestra los mayores porcentajes de hogares con al menos una NBI, pues de acuerdo a los datos comentados, el 24,8% de hogares presenta esta característica. Junto a Minas, son los únicos departamentos en toda la provincia donde estos hogares representan más del 22%. Cabe mencionar que el trabajo de campo realizado permitió identificar que muchas de las unidades domésticas de la Pampa de Pocho no cuentan con acceso a la red eléctrica y presentan grandes dificultades en el acceso al agua potable, a la obtención de leña, a centros de distribución de gas y combustibles; a lo que se suman los escasos medios de transporte público.

La Pampa de Pocho se ubica entre los 1000 y 1300 metros sobre el nivel del mar, por lo que se la conoce como una pampa de altura, rodeada completamente por diversos cordones de sierras, bordeando el oeste y suroeste encontramos las Sierras de Pocho Guasapampa, al este las Sierras Grandes Comechingones y al norte los Volcanes de Pocho (Maggi, 2015). Esta singular geografía está integrada por localidades pertenecientes a los departamentos de San Alberto y Pocho, a 150km de la capital provincial y su principal vía de acceso se da con la construcción del camino de las Altas Cumbres3 que conecta con la ruta provincial 15. Al respecto, Maggi (2015) describe que, a partir de dicho trazado, la región se vincula de forma directa con la capital de la provincia de Córdoba, accediendo así a la llamada “ruta de la soja”, que enlaza las zonas de producción de grano más importantes del país con los principales puertos para exportación. Hacia el Norte la ruta provincial 15 conecta la Pampa de Pocho con el departamento Minas y Cruz del Eje, otras zonas pertenecientes al arco noroeste.

Actualmente en la región conviven modos de habitar diversos y yuxtapuestos, uno de ellos se identifica con las grandes extensiones de sembradíos principalmente de maíz, alfalfa y soja y algunos campos dedicados a la ganadería intensiva, que configuran una estética propia del agronegocio, caracterizada por el disciplinamiento y geometrización de la naturaleza, confiriéndole al espacio una mera función instrumental (Bocco y Huerta, 2022). En el apartado que sigue daremos cuenta de algunas transformaciones en la estructura productiva de la región. Otro modo de habitar que emerge de forma dispersa y disruptiva se observa con la presencia de algunos “caseríos”, que se plasman en el espacio como figuras caóticas y desordenadas, estas coexisten de forma enmarañada y contradictoria con ese paisaje de líneas y cuadrados que configura el agronegocio en la región (Bocco y Huerta, 2022). El Grupo Interdisciplinario de Estudio sobre Hábitat refiere que el hábitat rural campesino de la región se compone por parajes rurales que presentan núcleos de viviendas aislados y separados entre sí a varios kilómetros, donde las funciones productivas, domésticas y socio-organizativas se llevan adelante en el mismo espacio predial (Mandrini et al., 2018). Estas unidades domésticas están integradas generalmente por familias extensas de origen campesino, en su mayoría, poseedoras de la propiedad de la tierra o con título de posesión, que desarrollan una economía de subsistencia diversificada de pequeña escala como producción porcina y derivados como embutidos, producción ovina, vacuna y derivados lácteos, producción avícola, arropes, artesanías, dulces, pequeñas chacras, huertas, etc.

4. Avance del agronegocio sobre la Pampa de Pocho

Entendemos que la globalización, como proceso de acumulación primitiva, ha asumido formas variables y diversas en su implementación de acuerdo a los territorios, configurándose una geografía del capital globalizado. Es por ello que nos proponemos mirar la reconfiguración espacial que el capital imprime a esta región y a su vez, las nuevas territorialidades y espacios que emergen en las resistencias. De esta manera la violencia y el despojo se constituyen como mecanismos intrínsecos al capitalismo (Composto y Navarro, 2014). Luxemburgo (1912) en la tesis central de la obra “La acumulación del capital” afirma que lejos de ser un momento histórico, lo que Marx llamó acumulación originaria persiste en la historia y geografía hasta la actualidad. Esto se debe a que el sistema capitalista sólo puede expandirse absorbiendo las áreas no capitalistas. Siguiendo a Federici (2015) vimos como la acumulación originaria en su desarrollo provoca la destrucción de las economías naturales y la separación de los productores de los medios de existencias al provocar la dependencia de ingresos monetarios a millones de personas. Con la globalización se desterritorializa el capital y se promueve la financiación de las actividades económicas, mediante la revolución tecnológica, lo que posibilita la acumulación originaria continúe de manera permanente.

Diversos/as autores (Decándido, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010) reconocen que, ante la necesidad de expansión del capitalismo, el agronegocio se introduce mediante la implementación de paquetes tecnológicos a zonas extrapampeanas, consideradas periféricas y menos productivas en contraste con la región pampeana. Específicamente, los antecedentes mencionados hacen referencia a este proceso de avance en el arco noroeste de la provincia de Córdoba, del que forma parte la “Pampa de Pocho”, territorio particular que nos interesa estudiar. Estos antecedentes combinan estudios que tienen como objeto las transformaciones socioproductivas y/o sus impactos en subregiones del arco noreste, como es el caso de Preda (2015), Salizi (2019) y Cáceres et al. (2010); y otras investigaciones que consideran estas transformaciones en relación al análisis de colectivos que intervienen en el contexto de avance del capital en sus territorios, este es el caso de Maggi (2015) y Decándido (2019). En todos los casos, se trata de aportes que permiten construir un panorama sobre las diversas transformaciones del avance del capital agrario en el noroeste de Córdoba. Realizada esta aclaración, cabe mencionar que las y los autores mencionados acuerdan en que esta expansión del capital hacia nuevos territorios se vio favorecida por diversos factores como la implementación de políticas neoliberales, el desarrollo tecnológico y la presión de las empresas multinacionales en un contexto de creciente financiarización del capital. Otro punto de acuerdo entre las/los autores es la mención de la década de los 90 como etapa bisagra para el avance de la frontera agrícola hacia zonas como el arco noroeste cordobés, cuyos territorios se caracterizaban por ser prioritariamente ganaderos y por estar históricamente habitados por formas de producción campesinas.

Estos procesos se ven favorecidos por la desinversión sistemática que el Estado llevó a cabo en la reproducción de la fuerza de trabajo, impulsando microemprendedores, pequeños productores agrícolas, etc. siendo estos los responsables de su propia inversión. Este proceso se profundizó con el avance del neoliberalismo, momento desde el cual varios países pasaron a un modelo de reforma agraria vía mercado de tierras y la política de desarrollo rural se encaminó a la conversión de los pequeños productores campesinos en pequeños “empresarios agrícolas”, a través de una pedagogía de la racionalidad empresarial (Devine y Ojeda, 2020: 9). El neoliberalismo implicó, tanto en lo productivo como reproductivo, que los trabajadores deban hacerse cargo de los costos de reproducción, ya que se ha reducido el papel y la inversión del Estado en materia de sanidad, educación, pensiones y transporte público, además de sufrir el aumento de los impuestos.

A partir de los antecedentes relevados reconocemos que el agronegocio introdujo cambios en la estructura socio productiva de la Pampa de Pocho (Maggi, 2015), en particular, y del arco noroeste en general (Decándido, 2019; Salizzi, 2019; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010). Detallaremos algunos de estos cambios a escala regional considerando la sistematización de los datos elaborada por Decándido (2019) a partir de las cifras del CNA de 1988 y 2002 sobre ciertas características de las Explotaciones Agropecuarias (EAP)4. Reconocemos en el arco noroeste la disminución de EAP; el aumento de la superficie explotada regionalmente, al igual que la superficie promedio de cada EAP. Las EAP menores a 25 ha. son las que más disminuyen (-44%), en contraposición a las que poseen más de 5.000 ha., que presentan mayores porcentajes de incremento (61,5%). Otro dato a considerar es la variación de la superficie con la que cada EAP cuenta de acuerdo a su tamaño: las más pequeñas pierden hectáreas y las más grandes suman tierra bajo su dominio (Decándido, 2019). Siguiendo a la autora podemos afirmar que la expansión del capital en el arco noroeste implicó la disminución de explotaciones agropecuarias (EAP) en general y el desarrollo creciente de grandes explotaciones sobre tierras ganadas a pequeñas y medianas unidades. De acuerdo a estos datos no puede hablarse de “una tendencia generalizada de ‘avance de la frontera agropecuaria’ bajo la forma de incorporación masiva de tierras anteriormente no explotadas” (Decándido, 2019: 83), pero sí de una concentración incipiente del uso de la tierra. En una región caracterizada por condiciones ecológicas menos favorables para el desarrollo de la agricultura la concentración de tierras adquiere un sentido particular, pues se requieren mayores extensiones que en la pampa húmeda para lograr niveles de rentabilidad aceptables.

Respecto a la zona de Traslasierra, Maggi (2015) observa un proceso similar al regional y sostiene que el ingreso al agronegocio provocó “la desaparición de muchos campesinos y agricultores familiares de la zona con un fuerte proceso de concentración de tierras” (: 7). Al analizar comparativamente los datos aportados por los CNA 1988 y 2002 en relación a los departamentos que conforman la Pampa de Pocho reconocemos que, al igual que se produjo a escala regional, en ambos departamentos hubo una disminución de EAP en porcentajes levemente mayores a los provinciales. En los dos departamentos la variación de la superficie explotada tuvo un comportamiento inverso del mencionado a nivel regional, tanto en Pocho (-32,07%) como en San Alberto (-13%) disminuyó en el periodo intercensal. Es decir, hay menos superficie destinada a la explotación agropecuaria en estas localidades. En San Alberto, la superficie promedio de las EAP también fue menor en 2002 (-7,79%) respecto a 1988, mientras que en Pocho aumentó (12,74%), aunque este incremento es 20 puntos menor que el registrado en la región noroeste (32,90%). Precisamos hacer mención a una particularidad del departamento San Alberto conformado por municipios y comunas que se han ido “urbanizando”5 y constituyéndose como centros turísticos, por lo que quizás sea necesario profundizar el análisis sobre otras formas de avance del capital que ponen en el centro el acceso y control de la tierra. Como ya señalamos al citar a Decándido (2019) podemos decir que, en estos departamentos, más que en la incorporación masiva de nueva superficie el proceso de cambio en este periodo está basado en un nuevo criterio de distribución caracterizado por la concentración y el avance de la frontera del agronegocio sobre otras formas de producción y reproducción de la vida en el territorio. Por ejemplo, en el departamento Pocho, según el CNA del 2002, 135 explotaciones de entre 25 y 100 hectáreas explotaban el 4,08% del total departamental; mientras que una sola EAP explota el 8,59% del total. En San Alberto las únicas que presentan una disminución de la superficie explotada en el periodo intercensal son las EAP menores a 25 has. y las que poseen mayores porcentajes de incremento son las superiores a 5000,1 has. De hecho, hasta el censo de 1988 no existían en estos departamentos explotaciones superiores a 5000 has. En la Figura n°2 observamos con claridad estas tendencias:

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CNA 1988 y 2002

Figura 2.  Comparación de la variación relativa de EAP según Superficie Explotada en los Dptos. Pocho y San Alberto (Córdoba, Argentina) 

Como dijimos antes, el avance del capital sobre los territorios no se produce en el vacío, sino que avanza (Salizzi, 2019) sobre otras formas de vida y de producción, por lo tanto, avanza a partir del despojo y la desposesión. En diálogo con estos fenómenos reconocemos la centralidad de los cambios en el control sobre el uso de los territorios (Decándido, 2019). Para comprender este panorama nuevamente partimos del análisis realizado por la autora, quien menciona que, entre 1988 y 2001 el total de superficie implantada aumentó en promedio un 130% por sobre los bosques y/o montes naturales, que disminuyeron un 17,3%; y las pasturas naturales, que también mermaron (-8,9%). También alude a los altos índices de incremento de superficies destinadas a oleaginosas en general y de soja en particular en la región noroeste de Córdoba, en comparación con otros tipos de cultivos como forrajeras o cereales para grano el contraste es impactante. En el caso de los departamentos Pocho y San Alberto las superficies destinada a oleaginosas incrementó en porcentajes superiores a los registrados a escala regional y provincial. Hacia el año 2002, en ambos departamentos la soja era la única oleaginosa cultivada, además hubo un incremento de la superficie destinada a cereales para grano, en Pocho fue mayor que en San Alberto, pero en ambos el porcentaje de variación es muy inferior al regional. Otra coincidencia entre los departamentos analizados es la dimensión de la superficie destinada a forrajeras, que disminuyó cerca del 20%. Estos datos, plasmados en la tabla n°1 nos permiten deducir que la agriculturización en esta región se inició particularmente a partir del cultivo de soja. A su vez, observamos que esta zona también es relevante para comprender el proceso de corrimiento de la frontera agrícola hacia el arco noroeste junto a los departamentos de Río Seco (Preda, 2015 y Decándido, 2019), Sobremonte y Tulumba (Salizzi, 2019).

Tabla 1 Comparación de la variación relativa de la superficie implantada por tipo de cultivo entre 1988 y 2002 a nivel multiescalar 

Escala Cereales para grano Forrajeras Oleaginosas Soja
Dpto. Pocho 37,18% -21,35% 7628,57% 7628,57%
Dpto. San Alberto 14,50% -23,21% 245000% 245000%
Región Noroeste 272 % 90 % 4319 % 4631%
Provincia de Córdoba 2,58% -36,17% 108,01% 148,60%

Fuente: elaboración propia en base a datos de los CNA 1988 y 2002.

Tal como señalamos antes, el avance del agronegocio se produce sobre otras formas de producción, modificando los ecosistemas y las relaciones sociales vinculadas a ellos en los territorios. La comprensión sobre el despojo que vimos antes con respecto a la disminución de unidades productivas pequeñas y el consecuente crecimiento y acumulación de las grandes explotaciones, se comprende en relación a los cambios en el uso de los suelos en pos de dicha acumulación. El proceso de cambio impacta tanto en lo económico, político, cultural y social, como también en lo ecológico y ambiental (Maggi, 2015), es decir, sobre la multiplicidad de dimensiones que construyen el territorio.

Todo ello se vincula al costo real de la producción capitalista y al acelerado desarrollo tecnológico que posibilitó la territorialización de capitales en lugares donde antes encontraba algún tipo de frontera. Estas amenazas se visualizan y agudizan en los territorios campesinos, en el avance del agronegocio, asociado al acaparamiento de tierras y la introducción de paquetes tecnológicos (como biotecnología y fuentes de energía alternativas). Aquí es central pensar el papel que desarrolla la tecnología en estas disputas. Giraldo (2018), se apoya en la concepción griega de término techne, que remite a la imaginación, la inteligencia y la iniciativa necesaria para crear e innovar, conocimiento eminentemente práctico que supone el desarrollo de una destreza de crear una serie de estrategias para modificar la naturaleza. Es así que la tecnología se desprende de su origen creativo, para mudar a simple repeticiones rutinarias de modos de hacer, orientado a cumplir con las condiciones de estandarización necesarios en un modelo de producción capitalista. “Bienes iguales deben venderse a precios iguales, lo cual solo es posible que funcione cuando se utilizan tecnologías iguales” (Giraldo, 2018: 172), que lleva a la creación de universales paquetes tecnológicos que responden a esta racionalidad económica de acumulación. Estos patrones de producción son incompatibles con los procesos de reproducción socio-ecológicas que requieren de la diversidad sistémica para la subsistencia y no la uniformidad que plasman los paisajes de monocultivos generados por el agronegocio. Los ritmos cíclicos propios de los modos de producción campesinas, desarrollados en estrecho vínculo con las horas de luz del sol, las estaciones y los cuidados de quienes habitan el lugar, chocan con la intensiva y monótona tecnología del agronegocio.

Los cambios mencionados hasta aquí se corresponden con la transición entre dos períodos del proceso de expansión de la agricultura moderna en la región noroeste, los cuales son caracterizados por Salizzi (2019) como “el impulso ganadero (1960-1990), que comprende un estadio previo al despliegue de la frontera agraria moderna” y “la transición mixta (1991-2001), que representa el inicio de la expansión territorial del modelo productivo de los agronegocios” (: 161). Siguiendo a Maggi (2015), reconocemos que a inicios del siglo XX la lógica de producción en la Pampa de Pocho era la campesina de autosustento con tierras de uso comunitario y presencia de estrategias de intercambio de producción y trabajo. La inmigración europea acarreó cambios en los modos de producción, lo que involucró transformaciones en la propiedad y uso de la tierra (alambrados) avanzando hacia modelos de posesión y explotación privada. De acuerdo al mencionado autor, este proceso involucró la aparición de nuevos actores en el campo, dentro de los cuales se encuentra un gran número de pequeñas propiedades familiares y, en menor proporción, propiedades medianas y grandes fundamentalmente ganaderas que realizaban cultivos extensivos de verano, como maíz, maní y girasol, incorporando maquinarias provenientes de la Pampa Húmeda. Maggi (2015) advierte:

(...) los menores rendimientos relativos de la región no permitían adquirir las tecnologías más modernas de cada época. Estas explotaciones contrataban mano de obra -campesinos y agricultores familiares de la pampa y las sierras-para el manejo del rodeo y las labores agrícolas estacionales como cosecha y siembra (: 6).

Junto a la cita anterior es posible reconocer que el desigual acceso a las tecnologías tiene implicancias para los diversos actores que conforman el hábitat rural, siendo un factor clave en el control y uso del territorio. Las transformaciones productivas demandan inversiones con las que no cuentan las familias campesinas que históricamente desarrollaron formas de producción diversificadas y sustentadas en dispositivos diferentes a los impuestos por el agronegocio. Estas tecnologías no están solo asociadas a la agricultura, sino también a la ganadería. En los dos primeros períodos del proceso de expansión de la agricultura moderna en la región noroeste planteados por Salizzi (2019) la producción ganadera tiene gran relevancia. Maggi describe que en los territorios extrapampeanos se impulsa el incremento de la carga ganadera, para el aumento de la escala, con el consecuente paquete tecnológico que incluye infraestructura como “alambrados de alta resistencia, boyeros eléctricos, maquinaria para la mezcla y elaboración de alimentos y silos para su conservación, bebederos, comederos, provisión constante de agua, etc.” (Maggi, 2015: 23). Preda afirma a su vez, que el uso de alambrados tiene un impacto perjudicial sobre las prácticas campesinas pues implica la reducción del área de pastoreo de los animales, así como genera conflictos con otros actores “quienes aducen deterioros en los cultivos por el pisoteo de las cabras- y los campesinos, a quienes les matan las cabras cuando estas traspasan el alambrado (Cáceres et. al., 2009; citado en Preda, 2015: 63). Cáceres et. al. (2010) sostienen que el cerramiento de campos es uno de los elementos más significativos en la modificación de explotaciones campesinas, pues implica cambios de todo el diseño productivo en relación al manejo que tradicionalmente se realizaba del ganado. La imposibilidad de pastoreo en tierras comunitarias se vincula con la dificultad de acceso a alimento y agua para los animales, pues los alambrados impiden el acceso a fuentes de agua disponibles. Observan que la disminución del número de animales es una consecuencia directa de la reducción en el acceso a tierras para el pastoreo y los conflictos con otros productores, debido a ello deben asignar más tiempo para la atención de los animales, lo que redunda en menor tiempo para realizar otras actividades laborales dentro o fuera del predio.

El tercer periodo de expansión de la agricultura moderna en la región noroeste es caracterizado por Salizzi (2019) como “la agriculturización del norte cordobés (2001-2015), que da cuenta del reemplazo de la ganadería extensiva por cultivos agrícolas (soja y maíz) y prácticas ganaderas intensivas” (: 161). Autores como Azcuy Ameguino y Fernandez (2019) plantean una mirada crítica sobre los resultados de los CNA correspondientes a los años 2008 y 2018. Aún se encuentra en proceso el análisis de datos que permitan complementar la mirada de los censos con otras bases de datos para lograr una comparación que incluya este periodo, es por ello que en esta oportunidad no incluimos datos referidos a los mismos. Sin embargo, al complementar el análisis estadístico con estudios de carácter cualitativo es posible señalar que se produjo un proceso de profundización de las tendencias marcadas en aquel periodo inicial durante los últimos 20 años. Específicamente en la Pampa de Pocho este proceso implicó impactos ambientales, productivos, culturales y sociales: aumento de escala; predominio del monocultivo y especialización; esquemas de precios sometidos al mercado internacional; incremento y naturalización de la utilización de agrotóxicos; mecanización de las tareas agropecuarias y reducción de la demanda de mano de obra (Maggi, 2015).

Llegamos así a caracterizar brevemente al periodo comprendido entre el 2001 y el 2015 como un nuevo “régimen social de acumulación” (Basualdo, 2007; citado en Becerra y Tomatis, 2015) de la posconvertibilidad neo-desarrollista y extractivista6 de acuerdo a la reconstrucción realizada por Ordóñez (2019). Para comprender las problemáticas relacionadas al sistema productivo es preciso hacer mención a los fuertes condicionamientos estructurales históricos, así como a los que son propios del patrón de acumulación dominante durante los años 90 al que ya hemos hecho alusión. Dentro del primer grupo, nuestro país se caracteriza por procesos de concentración y extranjerización de la economía; y una estructura económica desequilibrada entre el sector exportador primario y el industrial cuya productividad es menor y que requiere materias y bienes importados, elevando así sus precios en comparación con los internacionales (Becerra y Tomatis, 2015). Estos desequilibrios provocan “divergencia entre el desarrollo interno y la capacidad de generar divisas” (Diamand, 1973; citado en Becerra y Tomatis, 2015: 3) que tiene cada sector, la preeminencia del sector exportador primario en este punto genera una estructura económica dependiente del mismo.

El nuevo régimen social de acumulación al que nos referimos tiene dos etapas que presentan particularidades: 1) del 2003 al 2007, gobierno de Néstor Kirchner; 2) del 2008 al 2014, abarcando las dos presidencias de Cristina Fernández de Kirchner. Ambas coinciden en un régimen “asentado en un tipo de cambio devaluado que dota de competitividad a la producción local” (Becerra y Tomatis, 20015: 1). Además de la rápida difusión e implementación del paquete tecnológico en Argentina se profundizó el proceso de “sojización” a partir de la salida de la convertibilidad (Maggi, 2015; Azcuy Ameguino y Fernández, 2007). En base a esto, nuestro país se transformó en el principal exportador mundial de aceites y harina de soja, y en el tercer exportador de granos, después de Estados Unidos y Brasil (Maggi, 2015). En nuestro país, donde “perdura un capitalismo dependiente (Florestan Fernández, 2009), la soja y el maíz transgénicos son los principales commodities, es decir la mercadería agrícola padronizada, que han tomado un rol central en el esquema productivo” (Maggi, 2015: 18). En palabras de Azcuy Ameghino y Fernández (2007):

(...) con la caída de la convertibilidad y el paso a un tipo de cambio favorable al productor de transables, prosiguió la tendencia a la concentración económica, ampliándose aún más la escala de trabajo de las grandes empresas agropecuarias, en buena medida mediante el arrendamiento de campos, modalidad en la que cumplen un rol destacado los pools, fondos de inversión y fideicomisos (citado en Maggi, 2015: 20).

Acordamos con Svampa (2012) respecto al reconocimiento del Consenso de los Commodities como paradigma geopolítico del cual comenzó a formar parte nuestro país desde la primera década de los años 2000. La autora comprende que en América Latina se produce el paso del Consenso de Washington al Consenso de los commodities “basado en la exportación de bienes primarios a gran escala” (: 1). Aclara que la novedad, dentro de un nuevo modelo de acumulación, reside en la intensificación de “la expansión de proyectos tendientes al control, extracción y exportación de bienes naturales, sin mayor valor agregado” (Svampa, 2012: 1). Por lo tanto, la autora hace alusión a un “nuevo orden económico y político, sostenido por el boom de los precios internacionales de las materias primas y los bienes de consumo, demandados cada vez más por los países centrales y las potencias emergentes” (: 1). Este nuevo modelo puede comprenderse de la mano del desarrollo del capitalismo financiero que se desarrolló en América Latina de tal modo que el capital financiero controla la agricultura. Esto significó en Argentina la profundización de un modelo sustentado en el agronegocio por sobre modos de producción familiares y campesinos. Un claro ejemplo de la orientación política de este período lo constituye el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal (PEA) que implicaría que “territorios como la Pampa de Pocho deberán incorporarse en su totalidad al agronegocio, debiendo desaparecer el campesinado, los pequeños y medianos productores de la región, situación que generará conflictos de tierra, migración a zonas urbanas, despoblamiento del campo, etc.” (Maggi, 2015: 19). En este sentido, Svampa (2012) cuando señala que:

Desde el punto de vista de la lógica de acumulación, el nuevo Consenso de los commodities conlleva la profundización de una dinámica de desposesión (Harvey, 2004) o de despojo de tierras, recursos y territorios, al tiempo que genera nuevas formas de dependencia y dominación (: 17).

Azcuy Ameghino y Dougnac (2018) afirman que durante el período de gobierno kirchnerista no se propone la construcción de un “proyecto efectivamente alternativo al modelo dominante” sino que se desarrollan políticas públicas “subordinadas en última instancia a objetivos productivistas y fiscalistas (…)” por lo que se desarrollaron líneas de trabajo que “procuraron mejorar la situación de sectores campesinos y/o pueblos originarios (subsidios, alguna entrega de títulos de propiedad, estímulo de ferias y otras iniciativas de comercialización de la producción familiar no capitalizada, etcétera)” (2018: 136). En el 2014, último tramo del periodo de gobierno kirchnerista, a nivel nacional se creó la Secretaría de Agricultura Familiar dentro del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (Decreto 1030/2014), hoy devenida en Subsecretaría. El mismo año se sancionó la Ley 27.118 de Agricultura Familiar que establece, entre otros puntos, el Régimen de Reparación Histórica (Artículo 2) y la creación del Registro Nacional de Agricultura Familiar (RENAF) (Artículo 6). El RENAF es uno de los puntos que se implementó, sin embargo, esta Ley fue reglamentada este año y aún no cuenta con presupuesto asignado ni está siendo implementada en su totalidad. Esta legislación no reconoce los efectos negativos del agronegocio como modelo productivo en detrimento de los sujetos que dice reconocer y poner en valor. Propone políticas en términos de subordinación, otorgando al sector un carácter subsidiario respecto del mercado, por lo que postula una posible, y deseable, convivencia con el extractivismo (Ordóñez, 2019). De esta forma, no se visualizan apuestas a la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena como propuesta de producción alternativa al agronegocio, sino complementaria, capaz de compensar algunas de las graves consecuencias provocadas por el régimen de acumulación extractivista.

5. Territorios en resistencia y (re)existencia: la experiencia de Nuestras Granjas Unidas

Puntualmente en esta labor vamos a considerar la asociación NGU, una organización de familias vecinas localizadas en la Pampa de Pocho que se autodefinen como grupo de trabajo comunitario y cuentan con un proceso organizativo de once años. Desde sus orígenes, la unión de estas familias surge junto a un proceso de disputa de recursos estatales por el acceso a bienes e insumos necesarios para la sostenibilidad de la vida, y a partir de ello, se proponen una forma de trabajo comunitaria como forma de acción directa (Composto y Navarro, 2014) que va más allá de los recursos obtenidos. Desde entonces despliegan estrategias colectivas que apuntan a la lucha por el acceso, uso y control de los bienes comunes, así como por la redistribución de recursos estatales mediante la búsqueda de financiamiento para mejorar las condiciones de producción y reproducción de la vida en su territorio. Reforzando estas líneas, los miembros de NGU hacen mención a la importancia del grupo para la obtención de beneficios en términos materiales, principalmente vinculados a instituciones del Estado. Al consultar a las y los entrevistados por el objetivo del grupo, uno de ellos explica que, si bien éste no se encuentra explicitado, puede afirmarse que NGU tiene como objetivo “generar condiciones de vida digna (…) en el campo, para los integrantes del grupo y para los jóvenes (…) para que no se vayan del campo y se queden a vivir en la zona” (entrevista a Diego7, miembro de NGU). Objetivo que otros y otras integrantes mencionan como “ayudarse y trabajar juntos” (entrevista a Juan8, miembro de NGU); “solucionar problemas mediante mingas de trabajo” (entrevista a José9, miembro de NGU); “organización del grupo para realizar actividades que le sirvan a la gente desde necesidades bien concretas” (Entrevista a Marcos10, miembro de NGU).

Históricamente, todas y todos los integrantes de la organización viven de la fuerza de trabajo desempeñada en su propio predio. Llevan adelante como actividad central la ganadería menor (porcina, caprina y ovina), aunque mantienen una producción diversificada: avicultura (carne y huevos); horticultura; ganadería mayor (vacuna); siembra de pastura para alimentación del ganado; elaboración de chacinados, quesos, dulces y conservas; siendo la mayor parte de la producción empleada para el autoconsumo. La apropiación del ingreso es familiar, el mismo se obtiene por la venta de la propia producción, ya sea en ferias o de manera directa a consumidores o comercios de la zona; en ocasiones, se realizan trueques con otros productores y familias vecinas. Esta es su rama de actividad principal, pero se desempeñan en otros ámbitos, siendo la pluriactividad una de sus características. En este sentido, el proceso asociativo es paralelo al trabajo que cada familia desarrolla de forma intra-predial y de trabajo para terceros como asalariados/as o cuentapropistas dentro de las tareas rurales (alambrados, manejo de maquinarias para siembra y cosecha, fumigaciones, cargas y descargas de camiones, manejo de ganado, etc.) y en otros rubros como la albañilería, la gastronomía y el cuidado de adultos mayores.

Consideramos a la propia organización como una estrategia a partir de la cual las familias que conforman NGU ponen en juego prácticas de resistencia y (re)existencias frente al avance del agronegocio. Siguiendo a Bocco y Huerta (2022) comprendemos que:

Estas unidades de re-producción no sólo constituyen una unidad productiva y una forma de organización del trabajo, sino que representan una lógica de vida, que se basa en la valoración de la diversidad y la interdependencia. Es así como la diversificación productiva constituye una estrategia ecológica y socialmente más sostenible, que la de apuntar a una sola actividad o al monocultivo (Rivera Cusicanqui, 2018). Estas prácticas diversas y asociativas, dan cuenta de los saberes populares ancestrales co-construidos que emergen de formas de habitar mundos y generar conocimiento mediante una vinculación pragmática con el espacio que habitan (: 159)

A partir de esta experiencia se territorializan diversos modos de producción de espacios no centrados en la mera acumulación de capital, sino que plasman una gestión de la reproducción de la vida que (re)teje los vínculos interdependientes y ecodependientes, lo que permite cultivar cercanías y gestionar simultaneidades, sin aplacar la diversidad que los constituye. A continuación, profundizamos en alguna de estas estrategias que ponen en el centro la vida y el anhelo de permanecer en el lugar que habitan ancestralmente.

5.1. Organización y Trabajo Comunitario

Una de las estrategias centrales de NGU tiene que ver precisamente con la dinámica asociativa que llevan adelante las familias para el trabajo comunitario en medio de las amenazas drásticas de despojo. Esta dinámica se estructura en base a reuniones organizativas periódicas donde la palabra circula, permitiendo que todas y todos sin discriminar género y generación, puedan expresar lo que sienten, sus deseos y anhelos. A partir de allí, definen las actividades y acción colectiva a seguir. Según Gutiérrez (2017), este tipo de organizaciones colectivas procura habilitar la reapropiación de la palabra y la toma de decisiones colectivas, dislocando la capacidad de mando y amplificando múltiples capacidades sociales de intervención y decisión. Sin embargo, en NGU aún están presentes asimetrías vinculadas a las trayectorias y niveles educativos formales al que accedió cada integrante (Ordóñez, 2019). Acordamos con Ordóñez (2019) cuando reconoce las reuniones como espacios pedagógicos “donde se aprende a tomar la palabra, a valorar las miradas propias - que merecen ser dichas - y a escuchar las opiniones de los demás - que merecen ser escuchadas” (: 115).

De esta manera, se han ido delineando sus actividades o acciones que, según la descripción que realizan de sí mismos en su cartilla de presentación, pueden agruparse del siguiente modo: actividades técnico productivas; actividades relacionadas con infraestructura básica en el medio rural, respondiendo a la importancia de garantizar condiciones de vida dignas; actividades de formación, organización y gestión de recursos. Algunas de estas acciones son las siguientes: compras comunitarias; talleres de capacitación; viajes para conocer otras experiencias; charlas en las escuelas de la zona; talleres de elaboración de dulces, quesos y repostería; ferias; pasantías en las que reciben a estudiantes universitarios; reuniones con miembros de instituciones públicas del sector (INTA y SAF); acompañamiento de procesos de cuidados de salud-enfermedad; organización de festividades; encuentros informales. Siguiendo a Holloway (2011) sostenemos que el hacer es reiteradamente capturado y sometido a la lógica del capital, aquí observamos que el hacer está en disputa al ser gestionado por la comunidad con el fin de producir, apropiarse y reapropiarse de la riqueza material para mejorar las relaciones de fuerza que les permitan permanecer en el territorio.

De acuerdo a la descripción aportada por Ordóñez (2019) y a los espacios observados podemos reconocer que en las jornadas de trabajo comunitario se intercambia el trabajo sin la existencia de una remuneración económica, ya que se trabaja de forma rotativa en todas las familias. No hay un control de horarios ni cantidad de horas trabajadas por cada miembro, pero la participación (asistencia y aporte con trabajo) en las mismas es el parámetro desde el cual se mide el compromiso con el colectivo que tiene cada integrante. Las y los integrantes de NGU reconocen que las jornadas permiten encontrar soluciones a problemáticas y necesidades urgentes que no podrían afrontarse de forma individual, ya sea por los gastos en mano de obra o por la imposibilidad de acceder a financiación para proyectos desde el Estado sin el apoyo, la gestión y el reconocimiento del colectivo. Si bien puede estar presente cierta concepción utilitarista de la organización, creemos que en el discurso que prevalece prima la presencia de una cultura organizativa (Michi, 2010) que rompe con el individualismo, aprendiendo que una voz colectiva y organizada es más potente que una solitaria para alcanzar el objetivo común (Ordóñez, 2019). “Sabemos que juntos podemos lograr mejorar las condiciones de vida, no es lo mismo cuando uno trata de hacer las cosas sólo, entre todos vamos a llegar más lejos” (Entrevista a Daniel11, miembro de NGU).

Continuando con las jornadas, observamos que no todas son iguales, varían de acuerdo al tipo de trabajo que sea preciso realizar. Por lo que su duración puede ser de uno o más días, el tiempo necesario para finalizar la tarea propuesta. Generalmente se emplean los fines de semana dependiendo del trabajo extra e intra predial de las y los integrantes de NGU y de acuerdo a la estacionalidad de ciertas tareas. Podemos decir que las jornadas de trabajo comunitarias tienen cierta estructura común que bien describe José, miembro de NGU: “Nos juntamos bien temprano, se trabaja entre todos, se comparte un almuerzo, se charla de la jornada que se ha hecho, las falencias que pueden tener, las cosas en que se pueden mejorar y las necesidades de cada uno de los miembros del grupo” (Entrevista a José, miembro de NGU).

Esta estructura no es rígida, sino que va cambiando de acuerdo a la configuración de sus participantes y el propósito del mismo, como mencionamos anteriormente. Otro ejemplo de ello, son las pasantías con estudiantes de universidades nacionales, por lo que pueden agregarse momentos de presentación, de historicidad de NGU, algún recorrido por el campo en el que se trabaja, evaluación y reflexión final de la jornada. En otros casos, las jornadas son capacitaciones a cargo de técnicos del INTA u otras instituciones, miembros de otras organizaciones, movimientos sociales nacionales e internacionales; en donde la explicación teórica o técnica es acompañada con la práctica (cisternas de agua, bombas de soga, faenadores caseros, castración e inseminación, análisis del suelo, reproducción de microrganismos de montaña, bioinsumos, por nombrar algunos ejemplos).

El almuerzo es uno de los momentos centrales de todas las jornadas, suele estar a cargo de la o el anfitrión, aunque puede rotar de acuerdo al trabajo a realizar. Momento en que generalmente se encuentran las y los participantes juntas y juntos, se comparte el alimento elaborado mientras se socializan vivencias y narrativas identitarias. Espacio que da lugar a las reuniones del grupo, con la planificación de próximas jornadas, evalúan el desarrollo del trabajo. Es aquí principalmente, donde se generan debates para la construcción de acuerdos o decisiones del que participan todas y todos los miembros de la organización. Como mencionamos anteriormente, las resoluciones se toman por consenso, intentando contemplar las diferentes posturas y llegar a acuerdos.

Las reuniones son los espacios formales de comunicación y encuentro cara a cara que posee la organización. Esos espacios, según el relato de los entrevistados, han ido cambiando con el tiempo y en base a los momentos de la organización, las reuniones se utilizan para organizar viajes, talleres de capacitación, participar de invitaciones que se hacen al grupo y debatir respecto a los proyectos y gestiones a realizar; evaluación y planificación de nuevas actividades; construcción de conclusiones y puesta en común de opiniones; debates de cuestiones organizativas, descritas por los entrevistados como aspectos relacionados a la forma de organizarse y la pertenencia a organizaciones de segundo grado (como el MTE). Las reuniones son espacios no sólo de resolución de temáticas operativas, sino que involucran debates que construyen la propia organización, forma de participación en la misma y su relación con otros actores sociales. Por lo tanto, son espacios de autoorganización y construcción de lo colectivo o común.

Un aspecto a destacar es la utilización de la plataforma WhatsApp, como vía de comunicación mediante la cual resuelven ciertos debates que antes era necesario tratar en reunión. No reconocemos una mirada homogénea sobre esta aplicación dentro de NGU, hay quienes consideran que es perjudicial, porque tiende a reemplazar los encuentros cara a cara; otros y otras comprenden que es de utilidad para la comunicación interna, ya que agiliza algunas decisiones y la organización de jornadas de trabajo. En ambos casos el grupo de WhatsApp es un espacio de comunicación a considerar a la hora de pensar el funcionamiento de la organización en relación a la toma de decisiones y la construcción de otros lazos. El grupo virtual es empleado para los saludos de cumpleaños, avisos y envío de condolencias en casos de fallecimientos de familiares, chistes, envío de fotos de las jornadas de trabajo u otras actividades del grupo o de la zona. Es decir, se constituye como espacio de comunicación que aporta al sostenimiento del vínculo, de los lazos socio afectivos entre quienes forman parte de NGU.

Por último, de forma asociativa, en algunas ocasiones los miembros de esta organización han participado de ferias locales, a las que por lo general asisten algunos integrantes que venden los productos de las y los demás. La tarea de quien vende no es remunerada y los ingresos se dividen de acuerdo a quien haya elaborado el producto vendido. En algunas oportunidades se destina un porcentaje de las ventas a una caja de la organización, para contar con recursos del grupo. Recientemente, NGU ha definido la construcción de un fondo común, por lo que cada integrante debe hacer un aporte mensual, para luego definir en qué invertirlo (préstamos a los propios integrantes, viajes, arreglo de máquinas, ayudas económicas para afrontar tratamientos médicos, por ejemplo), existe un encargado de hacer el cobro y llevar registro de los ingresos y egresos. Consideramos que esta es otra estrategia vinculada a la organización que brinda mayor autonomía en el acceso, uso y control de este recurso, ya que las y los integrantes de NGU no podrían acceder a préstamos de dinero en el sistema bancario, al no contar con cierta formalización en sus ingresos.

Junto a Federici (2015) reconocemos que son claros los vestigios que va dejando en su andar este modelo dominante, que en su desarrollo no sólo depreda los recursos del planeta sino también los lazos de cooperación de las y los trabajadores. Uno de los impactos del avance del agronegocio que mencionamos tiene que ver con la pérdida de dispositivos comunitarios de control y uso del territorio, comprendemos que la organización implica una estrategia de recuperación de lo comunitario para la producción y reproducción de la vida. Una apropiación que no implica el retorno a los campos sin alambrar, sino nuevas formas de relacionamiento que tensionan aquellas impuestas por el capital. A partir de esta reconstrucción de la organización y el modo de trabajo comunitario que ejerce la asociación de familias vecinas, podemos advertir algunas formas particulares y heterogéneas que asumen las estrategias de (re)existencia ante el avance del agronegocio y que posibilita la reapropiación de la riqueza material y simbólica en la Pampa de Pocho. Estos modos de gestión de los lazos sociales por medio de la circulación de la palabra de todos sus miembros, el trabajo comunitario flexible y no mediado por el dinero sino por lazos afectivos y de reciprocidad, sumado a la búsqueda de consenso y toma de decisión colectiva sobre el accionar. En esas prácticas se recrea y regenera la red vincular al interior de la organización y con otros actores sociales. Consideramos que este espacio y tiempo compartido posibilita la construcción de lo colectivo o común, ensayando maneras renovadas de producción de este territorio, con la posibilidad de tensionar en términos distributivos los medios de existencia necesarios para la reproducción de la vida en el hábitat rural campesino.

5.2. Producción de saberes técnicos populares

Otra estrategia de la organización que deseamos resaltar es el reconocimiento de saberes técnicos populares que emergen en la organización. Al interior de NGU se reconoce que todos poseen algún conocimiento o alguna habilidad que aporta al trabajo del grupo, donde se pone en juego saberes técnicos, productivos y organizativos, que están asociados al saber hacer (Ordóñez, 2019). Estos saberes se relacionan con la albañilería, cría y manejo de animales, elaboración de productos de valor agregado, elaboración de alambrados, condiciones climáticas, usos de hierbas medicinales, trabajo de la tierra y producción de alimentos, apropiación de tecnologías, comercio, relación de la producción con las fases lunares, organización y dirección del trabajo, manejo de tiempos y materiales, por nombrar algunos. Estos saberes técnico populares no se vinculan con protocolos o normativas reglamentarias establecidas por organismos públicos o académicos, sino con la experiencia situada, el conocimiento de los recursos, las condiciones y dinámicas ecosistémicas del lugar. Un ejemplo son los saberes constructivos implementados en la producción de las viviendas, realiza con materiales de las zonas e idóneas frente a las condiciones climáticas (Mandrini, 2019); otro caso observado, son los saberes a lo largo de todo el circuito en la producción animal (Bocco y Huerta, 2022).

Acordamos con Ordóñez (2019) cuando plantea que hablamos de un saber que no es individual, se reconoce una fuerte convicción entre quienes forman NGU sobre la idea de que el hacer afianza al grupo y a cada uno de sus miembros; al mismo tiempo que involucra la organización colectiva del trabajo (división y coordinación de tareas) desde una perspectiva comunitaria. Recuperamos el planteo realizado por la autora, para quien es necesario ir más allá del “saber hacer con otros”, ya que esto no implicaría una particularidad en sí misma, sino una demanda más del modelo capitalista relacionado a procesos de división del trabajo y formas de coordinación. Por lo tanto, los espacios de trabajo como los que propone NGU son entendidos como instancias de “encuentro e intercambio” que denotan la potencia que tiene el poder social cuando se auto-organiza colectivamente en una arquitectura horizontal, donde los saberes circulan y permiten la construcción de nuevos conocimientos locales, ya que todas y todos sus integrantes son experimentadores y creadores de saberes situados. Esta gestión colectiva implica la puesta en práctica de una noción del trabajo comunitaria, no alienada, donde existe una idea sobre lo común que excede a la propiedad privada que cada miembro posee sobre la tierra o los medios de producción (Ordóñez, 2019). Lo común entendido como aquello que se comparte, de lo que se tiene parte es, por un lado, el propio colectivo; y por el otro, el trabajo que se realiza en conjunto para producir, apropiarse y reapropiarse de los bienes disponibles para la sostenibilidad de la vida. Un integrante de NGU, define este último punto de la siguiente forma: “uno se siente parte del trabajo del otro, de la producción de otro, entonces, se valora más también al otro” (Entrevista a Marcos, miembro de NGU).

El trabajo adquiere un sentido diferente, es comprendido por miembros de NGU en relación al compromiso y la ayuda mutua, reconociendo un interés colectivo por sobre el individual. En NGU podemos reconocer “una valoración del trabajo que rige el funcionamiento de la organización, pero este no es un trabajo alienado. Lejos de eso, la concepción del trabajo se corresponde con principios de solidaridad, compañerismo y construcción de valores” (Maggi, 2015: 32-33). “Lo comunitario” es pensado como un aprendizaje en sí mismo, lo que nos permite superar el mero saber hacer con otros por un saber hacer comunitariamente, que implica un aprendizaje posible gracias a la participación dentro de NGU (Ordóñez, 2019). A su vez, lo comunitario no se limita al trabajo, sino que se vincula a la construcción de otros lazos y relaciones sociales que involucran un compromiso afectivo. Las jornadas de trabajo son comprendidas como espacios de encuentro donde se comparte el trabajo, la comida, la charla y la compañía. El trabajo que realiza la organización está relacionado a la apropiación de diversas tecnologías y la puesta en común de saberes que permitan mejorar las condiciones de vida y facilitar el trabajo cotidiano. Por ejemplo, han implementado un proyecto, con financiamiento del Estado, que implica la construcción de cisternas de placa para la recolección de agua de lluvia. Dos integrantes de NGU se formaron para poder replicar la construcción en el propio territorio. A su vez, el grupo realiza en sus jornadas de trabajo para la construcción y mejoramiento tanto de viviendas como de infraestructura para la producción. Las jornadas de trabajo se constituyen como espacios donde los saberes se ponen en circulación para su reapropiación.

Otra experiencia de gran valor en cuanto a los saberes técnicos populares es el desarrollo de prácticas de transición hacia la agroecología (Maggi, 2015). Estas apuntan a la investigación y sistematización de saberes que las y los miembros portan, la revalorización de prácticas y saberes ancestrales, como también la producción de nuevos conocimientos contextualizados. Un ejemplo de ello, es la experimentación de bioinsumos que posibilitan reemplazar los agrotóxicos y el mantenimiento de una producción diversificada cuyo manejo busca el cuidado de la tierra y la biodiversidad. El cuidado del territorio está vinculado también a ensayar formas de producción que permitan un uso sustentable y equilibrado del espacio en el que se vive y trabaja; así como la producción de alimentos saludables y de calidad (Ordóñez, 2019). Estas son prácticas con capacidad de recuperar la autonomía y liberar las potencias sociales y ecológicas inhibidas y fragmentadas por las lógicas capitalistas (Giraldo, 2018)

Una mirada ampliada de la Agroecología involucra experiencias colectivas para desarrollar estrategias de transición (Maggi, 2015) superando “el nivel de la producción para introducirse en los procesos de circulación, transformando sus mecanismos de explotación social” y elaborando “propuestas de acción social colectivas que desvelen la lógica depredadora del modelo productivo agroindustrial hegemónico, para sustituirlo por otro que apunte hacia una agricultura socialmente más justa, económicamente viable y, ecológicamente apropiada (Sevilla Guzmán, 2000; citado en Maggi, 2015: 31). Maggi (2015) plantea que NGU desarrolla propuestas de transición hacia la Agroecología de acuerdo a la realidad regional y a “las posibilidades materiales y económicas del grupo” afrontando diferentes dificultades, entre las que pueden identificarse ciertos obstáculos para cambiar los sistemas de cultivos creados por programas comerciales estatales implementados durante las últimas décadas que han “premiado el monocultivo” creando una “desventaja competitiva para aquellos que usan rotación de cultivos” (Altieri, 1999; citado en Maggi, 2015: 32) - como es el caso de las propuestas agroecológicas y de la agricultura familiar.

Siguiendo a Giraldo (2018) comprendemos esta propuesta de transición como proceso de coevolución eco-cultural de interacción recíproca entre la cultura y la naturaleza, donde el entorno y el medio co-evolucionan conjuntamente con quienes lo habitan. De esta forma “la naturaleza se transforma con la cultura mediante la inscripción del hacer técnico, generando el inmenso patrimonio de diversidad biocultural que han co-emergido durante la última decena de milenios” (Giraldo, 2018: 156). Poblaciones, como las que habitan en la Pampa de Pocho, que históricamente han reproducido sus vidas imbricadas en un hacer constante en la tierra, el monte, los ríos, etc. desarrollan profundos conocimientos sobre sus ecosistemas y un acervo de saberes asociados a las posibilidades de cultivar, criar y pastorear de acuerdo con los contextos específicos del lugar. Asimismo, se constituyen como un aporte a la construcción de biodiversidad del planeta.

A partir del trabajo de campo se visualiza que varias de las políticas públicas que benefician a estas poblaciones, se desarrollan desde lógicas urbanocéntricas, como describe Cejas (2020) en su análisis sobre las políticas habitacionales en el hábitat rural: “las intervenciones estatales que, además de ignorar saberes constructivos vinculados a los materiales de la zona (por el contrario, denostando su uso) replica diseños propios de arquitecturas urbanas, basadas en modos de vida citadinos, que no contemplan los usos y funciones, propias de las prácticas campesinas” (: 19)

De igual modo que en las políticas habitacionales, para Bocco y Huerta (2022) las prácticas de producción y comercialización agropecuaria llevadas a cabo en el hábitat rural campesino también se encuentra bajo normativas regulacionistas propias del modelo agroalimentario global, que no condicen con los modos de producción y reproducción de la vida campesina, por el contrario, criminalizan y condenan los saberes que subyace de las mismas. Tal como afirma Coraggio (2004) “el trabajo autónomo y de reproducción ha tendido a descansar más en los saberes prácticos, al estar en general alienado del conocimiento científico” (: 161). El modelo del agronegocio sustentado en un paquete tecnológico implica otra forma de despojo en relación a los saberes vinculados a las prácticas históricas de las familias campesinas. Esto implica procesos de apropiación y concentración de conocimientos. Esta es una dimensión que nos interesa resaltar, ya que las prácticas de NGU involucran saberes en torno a lo productivo que buscan apropiarse de desarrollos tecnológicos y construir otros en relación a las propuestas agroecológicas basadas en el “saber hacer” del trabajo cotidiano. Recuperamos esta dimensión de lo cotidiano como parte de la circulación de saberes a partir del relato de Marta12, integrante de NGU quien señala las formas en que ella cree que otras mujeres han aprendido de ella:

“Especialmente las mujeres han aprendido mucho, mucho de mí (...) Me gusta, yo sé alambrar, sé barrenear, sé tirar línea, todas esas cosas que las chicas no es que piensen nomas que hay que cocinar, entonces lo ven en mí, que sí. El saber no ocupa lugar, les digo yo, entonces les digo vengan, aprendan. Yo sé manejar las máquinas, sé manejar tractor, sé manejar y ahí es como que ellas dicen sí, vamos, vamos que aprendemos, porque Marta lo hace, entonces ellas también lo pueden hacer. Eso me hace sentir bien, porque me gusta que sepan, que ellas sepan hacer las cosas. El otro día me decía “Marta queremos aprender a hacer tabletas, ¿sabe?”. Les digo, yo crié a mis hijos haciendo tabletas y pastelitos. Entonces les digo, ahí les paso la receta para que hagan tabletas y se ganen la vida haciendo tabletas. “¿Y usted por qué no lo hace?”. No, yo ya estoy vieja les digo, ya sigan ustedes haciendo tabletas. Si me hace falta si lo hago, les digo”. (Entrevista a Marta, miembro de NGU).

A partir de lo mencionado, comprendemos que la avanzada del capital agrario en la región no solo impone cambios en el uso del suelo, sino que implica formas de degradación de la vida humana y no humana que habitan el territorio, pues se vincula con las desigualdades en el acceso y control de los recursos y bienes de los que las poblaciones campesinas tradicionalmente se sirven para la producción y reproducción de la vida y de sí mismas. Esta degradación también impacta sobre las prácticas cotidianas y los saberes que se vinculan a ella, las formas en que estos circulan y los mecanismos para su valoración. Estos saberes son heredados y recreados colectivamente en estrecho vínculo con el entorno, sus formas de circulación apuntan a saberes condenados a reproducirse como un palimpsesto, con la presunción de ser atrasados, pobres, carentes, sucios y hasta nocivos de acuerdo a los parámetros del capital. Quizá sea interesante pensar formas de sistematización de esos saberes, una acción que no se observa en NGU hasta el momento, en tanto dispositivos que permitan acumular esos saberes y ponerlos en valor en pos de las estrategias de resistencia y re(existencia) de los sujetos que habitan el territorio.

Como mencionamos antes el desigual acceso a los recursos tecnológicos es un elemento central del avance del capital, por lo que comprendemos que la estrategia de producción y reproducción de saberes técnicos populares es una estrategia potente para la resistencia, pero no puede comprenderse de forma lineal. Pensamos en nuevos interrogantes en relación a las formas en que estos saberes se relacionan con otros, como el científico, y con las instituciones que los representan. NGU tiene experiencias de trabajo con instituciones como la Universidad Nacional de Córdoba, el CONICET y el INTA, con quienes se desarrollan actividades como gestión conjunta de proyectos, pasantías de estudiantes, charlas, difusión de la experiencia de NGU, talleres de formación sobre temáticas técnicas, trabajos de investigación, por mencionar algunos. Nos preguntamos sobre las asimetrías que pueden formar parte de estos procesos, así como sobre nuevas formas de apropiación del capital de los saberes populares. Por cuestiones de extensión no desarrollaremos en esta oportunidad, pero dejamos abiertas las inquietudes como un aspecto a profundizar que ayudan a evitar miradas romantizadoras de procesos complejos-.

5.3. Vínculos de proximidad con otras organizaciones campesinas

En su Cartilla de presentación, NGU menciona que uno de sus objetivos es “Relacionarnos con otros grupos y organizaciones de ésta y otras regiones para intercambiar experiencias”. Quienes integran la organización han participado de viajes con diferentes finalidades, ya sea para conocer experiencias de otras y otros productores y organizaciones (Río Cuarto, Conlara, Santa Fe); realizar capacitaciones y trabajos conjuntos con otras organizaciones de trabajadores y trabajadoras rurales o urbanos (Las Tapias, San José de la Dormida, Barrio Observatorio, Córdoba Capital); plenarios del MTE - Rama Rural nacionales (Corrientes, La Pampa, Neuquén) y provinciales (Camino a 60 cuadras, San José de la Dormida, Malvinas Argentinas); convocatorias del INTA (Villa Dolores, Cruz del Eje, Buenos Aires). Ordóñez (2019) considera que estos viajes adquieren un sentido de intercambio de saberes con otras familias agricultoras y campesinas que luego pueden trasladar a su territorio. La autora recupera la palabra de uno de los entrevistados, quien afirma que en los viajes pueden ver “otras formas de vivir, cosas que se pueden aplicar acá. Técnicas que son a lo mejor ancestrales, pero todavía están en vigencia” (Entrevista a José, miembro de NGU). Siguiendo a Ordóñez (2019) podemos decir que “los miembros de NGU asocian la idea de aprender con la de intercambiar, compartir lo que se sabe y recibir otros saberes a cambio” (: 122). Frente a la desvalorización y criminalización de los saberes de la forma de producción campesina, los intercambios de experiencias con otros actores que tienen similares problemáticas implican una estrategia de puesta en valor de los lazos y saberes entre campesinos/as.

Por un lado, a partir de las visitas a otros campos y al conocer otras formas de producción han podido construir aprendizajes que les permiten aplicarlas luego en su propio campo. En particular, los viajes que implican “capacitaciones para capacitadores” consisten en el aprendizaje de un conocimiento técnico particular. Los integrantes que participan de estas instancias se definen de forma colectiva, ya que asisten como representantes de NGU, por lo tanto, estos espacios involucran la responsabilidad de quienes asisten de volver al grupo y transmitir estos saberes. Ese saber circula luego por el grupo en las jornadas de trabajo donde se ponen en práctica. Este es el caso de la construcción de cisternas para almacenamiento de agua que mencionamos antes.

Por otra parte, en estos intercambios se establecen redes de cuidado y de lucha por el reconocimiento de sus derechos. Con mayor o menor grado de formalidad, estos vínculos de proximidad son parte de los mecanismos y estrategias de re-existencia de los sujetos colectivos, que brindan un rol de contención o resistencia de estos en el espacio (Kremer, 2016). A partir del análisis de las entrevistas, observamos que estos vínculos de proximidad se caracterizan por la cooperación y solidaridad entre ellos, brindando pertenencia, ayuda en el acceso a materialidades y servicios, capacitaciones, etc. De esta manera, la producción del espacio se da por la acción política de ese enmarañamiento entretejido de diversos actores que hacen el territorio en base a estos vínculos próximos, en cuanto a identidad y luchas compartidas; y distantes, en cuanto a su geografía. Con la cual se constituye una práctica cotidiana y política de creación de vínculos. Allí emergen subjetividades políticas, es decir, la conformación de sujetos socio-políticos que se conforman colectivamente, redes de proximidad con otros sujetos colectivos que se organizan y actúan en relación a algún asunto político que les afecta (Composto y Navarro, 2016).

La vida se sostiene con otras y otros y con el mundo que nos rodea y nos hace. Los seres humanos damos forma singular a nuestra socialización y al conjunto de relaciones de interdependencia que se tejen a nuestro alrededor. Esta capacidad de moldear la organización social dando forma, contenido y sentido a las relaciones de coproducción, lo comprendemos como la dimensión política que anida y posibilita particulares modos de reproducción de la vida (Linsalata, 2020). Esta forma de lo político situada en la Pampa de Pocho, ligada al cuidado y cultivo de la capacidad humana, permite la producción de lo común. En este darse forma con otros, se tejen vínculos regenerativos, concretos y fértiles entre la multiplicidad de riqueza contenida en el tejido de la vida, una multiplicidad de tramas asociativas, colaborativas que habilitan continua y constantemente la producción y el disfrute de una gran cantidad de bienes materiales e inmateriales de uso común (Linsalata, 2020; citado en Bocco y Huerta, 2022). Junto a estos intercambios y entrelazamientos es que se aprende a cultivar la cercanía, sin dejar de gestionar las diferencias que evitan la homogeneidad y brindan la posibilidad o la potencia para colocar un freno a los despojos y violencias que estas poblaciones y la naturaleza en su totalidad viven a diario por el avance de la acumulación del capital. Una vez más señalamos que el potencial comunitario de NGU en tanto prácticas de resistencia no está exento de contradicciones, pues el capital avanza sobre las entrañas de nuestras formas de vida. No hablamos de una experiencia llana, sino marcada por múltiples plegamientos y tensiones a partir de la intromisión del capital en todas las dimensiones de nuestras vidas. En esta oportunidad elegimos visibilizar las estrategias de resistencia y re(existencia) como parte del tejido complejo que se entrama en el hábitat rural campesino de la Pampa de Pocho.

6. Conclusiones

En el acercamiento a los impactos del avance del agronegocio sobre la Pampa de Pocho, observamos un territorio que comienza a ser incorporado dentro de este modelo de forma progresiva a partir de la década de los 90. Este proceso estuvo caracterizado por la disminución de explotaciones agropecuarias pequeñas y el crecimiento de las explotaciones que controlan mayores extensiones. Pudimos identificar un primer periodo (entre 1988 y 2002) en el que no se incrementa la superficie destinada a la producción agropecuaria, sino que se cambia la forma de distribución en pos de la concentración del uso de las tierras por grandes emprendimientos. Las transformaciones en este sentido dan pistas sobre el surgimiento de nuevos actores en la zona, ya que hasta el CNA de 1988 no existían en los departamentos estudiados EAP mayores a 5 mil hectáreas, su existencia es un fenómeno novedoso que se observa hacia el 2002. Otro aspecto central vinculado a este proceso es el incremento de superficie destinada al cultivo de soja, cuyo crecimiento es exponencial, siendo este cultivo uno de los bastiones del proceso de transformación socioproductiva. Los cambios en la forma de vida y producción campesina que introdujo el agronegocio en el territorio de la Pampa de Pocho se vieron profundizados en el periodo de agriculturización comprendido entre el 2001 y 2015, a partir del reemplazo de la ganadería extensiva por cultivos agrícolas como la soja y el maíz y prácticas ganaderas intensivas. El avance de la frontera agropecuaria bajo la forma del agronegocio se produce como una modalidad de reproducción del capital dentro de un régimen de acumulación basado en la exportación de commodities para el ingreso de divisas.

Las transformaciones acarreadas por este modelo imponen formas de despojo que impactan sobre la forma de vida y producción que caracterizaba al noroeste cordobés en diversas dimensiones: ecológicas, económicas, sociales, culturales, etc. Algunas de las imágenes de despojo que observamos en nuestra región de estudio se condensan en los paisajes de monocultivo, campos cerrados por alambrados, en la geometrización del paisaje, las grandes extensiones de campos desmontadas para el monocultivo y la presencia casi extraña de unidades domésticas campesinas caóticas en medio tanta planicie. También, en los envases de agrotóxicos que circulan en el espacio, los cierres de caminos, la falta de contención a las grandes ráfagas de viento, la erosión de la tierra con frecuentes momentos de grandes sequías e inundaciones, las constantes transformaciones de los itinerarios de circulación de los pobladores, las enfermedades producto de las fumigaciones, la extinción de algunos recursos necesarios para la existencia de estas poblaciones y muchas otras escenas cotidianas de la desposesión. La presión sobre los recursos ha llevado a un despojo paulatino de saberes y estrategias de supervivencia de pobladores locales, quienes dependen de estos espacios para la subsistencia.

Despojo y violencia son estrategias que han ido en aumento en los últimos años y tienden a profundizar para garantizar la reproducción del capital. Estos espacios amenazados por el agronegocio se territorializan ante el avance o aniquilación del espacio y tiempo de otros modos de reproducción de la vida que se tejen y se imbrican en este modelo hegemónico, permitiendo su existencia en una multiplicidad de contradicciones. En este contexto organizaciones como NGU despliegan prácticas de resistencias y (re)existencias campesinas como modo de estar y re-existir. Consideramos relevante el análisis en este momento a la re-existencia de estos grupos, porque nos alertan sobre la violencia que se comete no solo contra ellos, sino también contra la naturaleza y todo lo que habita el planeta.

NGU propone una forma colectiva de hacer frente a las dificultades cotidianas para el sostenimiento de la vida en sentido amplio. La organización se constituye como una estrategia en sí misma, es una herramienta que permite reconstruir lazos, recuperar formas de trabajo comunitarias y poner en valor diversos saberes que poseen las familias campesinas. Este proceso no está exento de tensiones y contradicciones, sin embargo, permite dar cuenta de una territorialidad colectiva que se opone a la lógica individualista del capital. El sostenimiento del trabajo comunitario es una forma de re-existencia de prácticas tradicionales, previas al modelo del agronegocio, y una forma de subsistencia ante las desigualdades acarreadas por este modelo para quienes permanecen en el territorio. Esas formas comunitarias se reinventan en un nuevo contexto, evocan prácticas históricas como el intercambio de trabajo y crean dispositivos comunitarios más allá de la tenencia de las tierras. Esta estrategia se relaciona con la vinculación de NGU con otras organizaciones, lo que implica la extensión del lazo hacia otros sujetos que están más allá del territorio, con quienes se comparten e intercambian experiencias.

La estrategia de producción y reproducción de saberes técnicos populares, así como la apropiación de tecnologías que permiten mejorar las condiciones de trabajo y de reproducción de la vida, toca un elemento central para la resistencia. El despojo de saberes y la desigualdad en el acceso al desarrollo tecnológico es mecanismo central de desposesión que caracteriza al avance del capital. Es por ello que comprendemos que la puesta en valor y sobre todo la circulación de los saberes populares constituyen una estrategia de gran relevancia con gran potencial. Surge la inquietud sobre qué dispositivos de sistematización y difusión de estos saberes son posibles para potenciar aún más el alcance, por ejemplo, de aquellos saberes vinculados a la transición hacia la agroecología desde la propia experiencia campesina. El análisis de reconfiguración histórica y espacial hace visible el carácter inacabado del avance del capital y las estrategias de lucha y resistencia que se han tejido en conjunto al avasallamiento del mismo. Donde la memoria el diálogo y el hacer compartido emerge como un dispositivo de resistencia y cohesión sobre las actuales estrategias de lucha en la defensa, el acceso, uso y control sobre los bienes comunes, que el capital busca acallar, negar, subvertir. Estas experiencias, aun con muchos inconvenientes, se constituyen como paisajes de vida y de esperanza que configuran nuevas territorialidades centradas en la reproducción de la vida toda, humana y no humana, en estrecho vínculo con la tierra, el territorio y la naturaleza.

Dos aspectos que no fueron trabajados en este escrito, pero que emergen con gran interés para futuras reflexiones. Se vinculan, por un lado, al trabajo de las mujeres rurales en las resistencias y re-existencias. Consideramos que los efectos de estos despojos (violencias, desigualdades y explotación) traen consecuencias particulares para las mujeres rurales y campesinas, quienes se ven más restringidas en los espacios cotidianos. De acuerdo a la división sexual del trabajo, son ellas que en última instancia sostienen la vida, se ocupan del mantenimiento y cuidado a sus familias a pesar del poco o nulo valor que estas prácticas tienen en el mercado. Nos interesa profundizar sobre las estrategias de resistencia y (re)existencia que se encuentran aún más invisibilizadas por encontrarse atravesada por la estructura de opresión patriarcal, además de capitalista y colonial. Por otro lado, germina de este escrito el deseo de un análisis más profundo sobre las tensiones y contradicciones a las que aludimos a lo largo del escrito, a la compleja y porosa vinculación entre las familias del hábitat rural campesino, los grandes productores del agronegocio y las promesas del avance del capital en el territorio. ¿Cómo se establece esta relación, en qué condiciones? ¿Cuáles son los silenciamientos y resistencias cotidianas que despliega NGU? Reconocemos que hay antecedentes útiles para el estudio de las resistencias cotidianas y del trabajo de las mujeres rurales que nos posibilitaron afinar la mirada en esta región poco estudiada.

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Notas

1Ecorregión Chaco Seco, ubicada en la región transfronteriza conocida como el “Gran Chaco” que se extiende en el norte de Argentina, sur de los llanos orientales de Bolivia, Región Occidental de Paraguay y una pequeña fracción del suroeste brasileño.

2Mapa interactivo. Poblaciones. Plataforma abierta de datos espaciales de población de la Argentina. Indicadores del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010. https://mapa.poblaciones.org/map/3701/#/@-32.259167,-64.198828,7z&r11901/l=3401!v1!a1!w0

3Camino de las Altas cumbres, sus obras comenzaron en 1965 con una traza menos sinuosa que la anterior y completamente asfaltada, obra que finalizó en 1988, con un total de tantos km. En 2019 su último tramo fue inaugurado y habilitado al tránsito.

4Unidad de organización de la producción que produce bienes agrícolas, pecuarios o forestales destinados al mercado; tiene una dirección ejercida por el productor que asume la gestión y los riesgos de la actividad productiva, con una superficie no menor a 500 m2, integrada por una o varias parcelas ubicadas dentro de los límites de una misma provincia; utiliza en todas las parcelas algunos de los mismos medios de producción de uso durable y parte de la misma mano de obra. (CNA, 2002).

5En San Alberto los Censos Nacionales de Hogares, Población y Viviendas dan cuenta del crecimiento de la población en un 29% entre 1991 y 2001; y del 14,2% entre 2001 y 2010. Hacia el 2001 las viviendas en áreas rurales dispersas representaban sólo el 21,30%, el restante corresponde a las viviendas en áreas urbanas y rurales agrupadas. La estructura poblacional de Pocho se encuentra en proceso de envejecimiento, con reducción de población a partir de los 20 años, lo cual habla de la migración a partir de la edad económicamente activa en busca de mejores oportunidades laborales en centros urbanos cercanos.

6“Patrón de acumulación basado en la sobre-explotación de recursos naturales, en gran parte, no renovables, así como en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como ‘improductivos’” (Svampa, 2012: 2)

7Diego tiene aproximadamente 40 años, es Ingeniero Agrónomo y trabaja como docente. Es el técnico que convocó una primera reunión para la conformación del grupo en el marco de su trabajo como parte de un programa provincial y de su militancia en aquel momento.

8Juan tiene cerca de 60 años, es productor familiar que forma parte de NGU desde su fundación. Volvió al campo después de algunos años de vivir en la ciudad para cuidar a un familiar y hacerse cargo de la producción. Cuando ese familiar falleció, decidió quedarse y desde entonces vive solo.

9José tiene cerca de 70 años, es albañil y además sostiene una producción diversificada junto a su familia. Se incorporaron a la organización luego de su creación, aproximadamente unos 2 años después de iniciado el grupo por la invitación de otro integrante. Es uno de los integrantes que participa más activamente de viajes e instancias de intercambio con otras organizaciones o actores.

10Marcos tiene cerca de 35 años, nació en Córdoba y se fue a vivir a Traslasierra cuando un familiar se enfermó. Su tarea era cuidarlo y atender el campo para sostener la producción familiar. Comenzó la carrera de agronomía en la UNC, donde participó de una organización estudiantil donde conoció a otro de los miembros de la organización. Forma parte de NGU desde sus inicios. Es uno de los integrantes más activo dentro de las organizaciones de segundo grado (MTE) de las que forma parte NGU, cumple tareas de representación del grupo en espacios del MTE y frente a otras organizaciones, así como de gestión de recursos con dicho movimiento.

11Daniel tiene cerca de 20 años, es hijo de otro integrante del grupo, participa del mismo desde que era adolescente, junto a su familia. Luego de terminar el secundario comenzó a tomar tareas de gestión y organización, vinculadas a la escritura de proyectos y a la participación en el MTE.

12Marta tiene 55 años aproximadamente, vive y trabaja en la Pampa de Pocho desde toda la vida. Es productora familiar con fuerte trabajo de comercialización, ha construido un circuito de venta y trueques que le permite comercializar lo que produce familiarmente. Es una de las integrantes que cuenta con una trayectoria en cuanto a la participación política y organizativa, pues ha formado diferentes grupos de productores para obtener algunas mejoras en la calidad de vida de los mismos.

Received: October 31, 2022; Revised: December 12, 2022; Accepted: February 22, 2023

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