SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número40"Apenas bicicleta teníamos": El proceso de organización del Movimiento Campesino de Formosa (MOCAFOR) en perspectiva históricaQUIRÓS, Julieta: 2011. El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos Aires (una antropología de la política vivida). Buenos Aires: Antropofagia. 296 pp índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.40 Buenos Aires dic. 2014

 

ARTÍCULOS

Las heridas de la memoria. Disputas patrimoniales en el Palacio de la Moneda, Chile1

Francisca Márquez* y Valentina Rozas Krause**

 

*Francisca Márquez, Antropóloga, Magíster en Desarrollo y Doctora en Sociología de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Académica e investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado. Correo electrónico: fmarquez@uahurtado.cl .

*Valentina Rozas Krause, Arquitecta y Magíster en Desarrollo Urbano de la P.Universidad Católica de Chile. Estudiante de doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad de California, Berkeley. Académica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile. Correo electrónico: vrozas@berkeley.edu

Fecha de recepción: junio de 2014. Fecha de aceptación: diciembre de 2014

 

Resumen

El Palacio de la Moneda, en tanto Monumento Histórico Nacional, constituye una de las piezas centrales en la construcción siempre inacabada de la República de Chile. Esta investigación, se pregunta por la disputa y actualización de esa verdad del pasado fundacional, del presente y el futuro posible de este Palacio de gobierno. ¿Cuáles son los significados históricos y políticos que el Estado y los ciudadanos otorgan a este monumento? ¿Cuáles son las disputas y acuerdos que se plasma en su forma material y simbólica? A partir de un enfoque metodológico de la antropología y la historia, las evidencias empíricas permiten señalar que aun cuando el significado histórico de su forma, ha sido una y otra vez reinventado, persisten en su materialidad y su significado, las heridas de la memoria. Tras el bombardeo sufrido el 11 de septiembre de 1973, el Palacio de la Moneda –una y otra vez remodelado y blanqueado– permanece sumido en la ruina de esa verdad histórica. La investigación concluye que, a pesar de los actos reparatorios, de las conmemoraciones simbólicas, de las marchas y movilizaciones en su frontis, el futuro sigue abierto a su reinvención.

Palabras claves: Memoria; Monumentos; Conmemoraciones; Dictadura; Patrimonio; Nación

The Wounds of Memory. Disputes over heritage in The Moneda Palace, Chile

Abstract

The Moneda Palace –as a National Historic Monument– is one of the key pieces among the eternally unfinished construction of the Republic of Chile. This paper looks into the struggles and the updating of that truth regarding the foundational past, present, and possible future of this government Palace. What historical and political meanings do the State and the citizens grant to this monument? What struggles and agreements are expressed in its material and symbolic form? Through an anthropological and historical methodological approach, empirical evidence shows that although the historical meaning of its form has been reinvented once and again, wounds of memory persist in the material being and social significance of this building. After the aerial bombing suffered on September 11, 1973, the Moneda Palace –repeatedly remodeled and figuratively "laundered"– remains submerged in the ruins of that historical truth. Research concludes that despite the events seeking reparation, acts of symbolic commemoration, numerous mass demonstrations and protests in its front yard, the future remains open for its continued reinvention.

Keywords:Memory; Monuments; Commemorations; Dictatorship; Heritage; Nation

As hérnias da memória. Disputas de herança o Palácio da Moneda 

Resumo

O Palacio de la Moneda [Moeda], sendo um Monumento Histórico Nacional, é uma das peças centrais na construção sempre inacabada da República do Chile. Esta pesquisa se questiona sobre a disputa e a atualização da verdade do passado fundador, do presente e do futuro possível deste palácio do governo. Quais são os significados históricos e políticos que o Estado e os cidadãos dão a este monumento? ¿Quais são as disputas e acordos que se plasmam na sua forma material e simbólica? As evidências históricas e etnográficas permitem assinalar que, ainda quando os significados históricos de sua forma  tem sido uma e outra vez reinventados, persistem em sua materialidade e em seu significado as feridas da memória. Depois do bombardeio sofrido em 11 de setembro de 1973, o Palacio de la Moneda –muitas vezes remodelado e branqueado– permanece subsumido na ruína dessa verdade histórica. A pesquisa conclui que, apesar dos atos reparatórios, das comemorações simbólicas, das passeatas e mobilizações realizadas na frente do prédio, o futuro continua aberto para uma nova reinvenção.

Palavras chave:Memória; Monumento; Comemorações; Ditadura; Herança; Nação

 

 

Introducción

Para poder determinar el límite a partir del cual lo pasado debe ser olvidado para no convertirse en el enterrador de lo presente, sería necesario conocer la fuerza plástica de cada humano, cada pueblo y cultura.
Me refiero a aquella fuerza de crecer de sí mismo y de manera propia, de transformar lo pasado y lo desconocido y de incorporarlo, de sanar las heridas, recuperar lo perdido y recomponer desde sí mismo las formas quebrantadas.
(Nietzsche, 2006 [1874]:19)

El Palacio de la Moneda, en tanto Monumento Histórico Nacional, constituye una de las piezas centrales en la construcción siempre inacabada de la Nación. Develar este proceso exige discutir analítica y empíricamente la forma material y simbólica que esta monumentalidad, histórica y nacional, adquiere en su emplazamiento territorial, en su arquitectura y estética, en sus usos y significaciones. En este sentido, el análisis de las transformaciones materiales del edificio tales como el diseño original, las demoliciones, remodelaciones y restauraciones, son estudiadas en cuanto son reflejo material de disputas y significados simbólicos. La presencia material del Palacio de la Moneda en pleno centro cívico de la ciudad, expresa no sólo su función actual, sino también las múltiples temporalidades que allí cohabitan. La materialidad contiene en este sentido, los pasados ausentes así como las tensiones con la forma presente (Runia, 2007).

Esta investigación se pregunta por la disputa y actualización de esa verdad del pasado fundacional, del presente y el futuro posible de este Palacio de Gobierno. ¿Cuáles son los significados históricos y políticos que el Estado y los ciudadanos otorgan hoy a esta forma monumental? ¿Cuáles son las disputas y acuerdos que hoy se plasma en su forma material y simbólica al interior de la ciudad? Las evidencias históricas y etnográficas, permiten señalar que aun cuando el significado histórico de su forma, ha sido una y otra vez reinventado, persisten en su materialidad y su significado, las heridas de la memoria, en el sentido de expresión del trauma colectivo tras su bombardeo sufrido el 11 de septiembre de 1973. Se plantea que el Palacio de la Moneda –una y otra vez remodelado, blanqueado, acicalado– continúa sumido en la búsqueda de un relato histórico que le permita sanar esas heridas. Como un fetiche imposible de tocar y palpar, el Palacio permanece ajeno a las marchas, conmemoraciones y reclamos de una ciudadanía que desde lejos, contenida por vallas y policías, le reclama su presencia.

Sabemos sin embargo, que el Palacio de la Moneda, por su condición de arte-facto, particular en su belleza, tamaño, estética y emplazamiento, como muchos otros monumentos, siempre arriesga devenir en provocación, y con ello el riesgo de no alcanzar la unanimidad en su sentido histórico (Baudrillard y Nouvel, 2007; Mukarovsky, 2011). Esta condición controversial del significado de la forma nos plantea el problema de su incorporación a una historia compartida. En este sentido, la Moneda, como todo edificio y monumento, puede ser siempre subvertido en su sentido original y primero.

 

De la investigación y el método

La investigación que sirve de base a este artículo se enmarca a medio camino entre la antropología urbana y política, pero con fuertes referencias a la historiografía y a la arquitectura. La investigación tiene como premisa que la Nación y sus monumentos constituyen espacios en permanente disputa a través de la escritura y reescritura de sus formas significadas. Haciéndose eco de las investigaciones de antropología urbana, la investigación observa con especial cuidado el emplazamiento de este monumento, sus usos y ocupaciones urbanas, así como el reordenamiento y condicionamiento que el eje cívico genera en términos de las expresiones políticas y conmemorativas de los ciudadanos. De allí que las entrevistas a los transeúntes del entorno y visitantes del palacio, la observación etnográfica de las conmemoraciones y el análisis de archivos, constituyan soportes empíricos centrales para las conclusiones de esta investigación.

En términos teóricos, la investigación también dialoga con una antropología política, en cuanto reflexiona sobre la relación entre el Estado Nación y las representaciones y marcas de la ciudadanía sobre la materialidad monumental. En los términos de Clifford Geertz (1999), diríamos que en el acto de patrimonialización y acicalamiento del Palacio, subyace también una "poética del poder". Poética sin embargo, que será una y otra vez contestada, subvertida o celebrada, por el ejercicio ciudadano sin el cual la vita activa no sería posible (Arendt, 2005).

En estos términos, podemos decir, que esta investigación es tributaria de ambas líneas disciplinares, de una antropología urbana y política. Pero en términos generales, se sitúa en la pregunta por la "condición urbana", entendida justamente como una estrategia política de recuperación del sentido de lo urbano (Mongin, 2006). El ejercicio de observar y preguntarse por el Palacio de la Moneda nos permite reconsiderar la dimensión política de la ciudad, su vínculo con la democracia y de las disputas por esa condición urbana. Una condición urbana en un sentido experiencial y corporal que se despliega en el espacio público para hacer posible las prácticas, movimientos, acciones, pensamientos, danzas y sueños. En estos términos, la condición urbana, no se inspira únicamente en la dimensión poética o escénica propia a la patrimonialización; ella también se inspira en la dimensión política de la participación, la deliberación, la ciudadanía. Son estas las dimensiones que otorgan a la ciudad su capacidad de acoger la experiencia política.

En esta perspectiva, solo cabe un enfoque metodológico cualitativo que se construye sobre dos soportes simultáneos: a) La narrativa patrimonial del Estado, conjunto de estructuras significativas ligadas a la orientación y al reconocimiento de la historia monumental; b) las narrativas "otras", entendidas como las expresiones conmemorativas, rituales y de movilización en las cuales el citadino apela a su reconocimiento como referente cultural y político en esta narrativa patrimonial (Prats, 1997; Choay, 2007). Esta investigación se ubica conceptual y metodológicamente en ambas dimensiones. Esto es, se indaga en la forma monumental a través de los procesos y relatos de monumentalización por parte del Estado; y también en la monumentalidad significada y disputada a través de narrativas y prácticas ciudadanas.

En la caracterización del desempeño de la forma monumental, se incorporan: i) la comprensión de los marcos institucionales estatales que ordenan y orientan las decisiones de instalación y reconocimiento de la forma monumental, a través de la sistematización de archivos del Consejo de Monumentos Nacionales; ii) la caracterización de los escenarios o puesta en escena de conmemoraciones y movilizaciones sociales en la que se despliega el relato disputado de la obra monumental, la memoria y el olvido. Para ello se realizó un trabajo de observación etnográfica y entrevistas en los entornos del Palacio durante las conmemoraciones, marchas y movilizaciones sociales realizadas durante un año (junio 2013 - junio 2014). Se aplicaron 963 entrevistas en el centro histórico de Santiago, y 50 entrevistas a transeúntes que transitaban en las inmediaciones del Palacio de La Moneda, durante días laborales y el día del Patrimonio del 2014. Las preguntas realizadas a transeúntes son: ¿qué sabe o conoce de este edificio? ¿Piensa que este edificio debiese ser conservado?¿Sabía que este lugar es Monumento Histórico Nacional (MHN)? ¿Por qué piensa o cree que ha sido declarado MHN?

En síntesis, en la búsqueda comprensiva de la monumentalidad del Palacio de La Moneda, se caracteriza tanto la forma en su materialidad como en su ideario a través de los distintos relatos y prácticas que la construyen históricamente (público estatal y ciudadano).

 

Del relato de origen y la forma fundacional

Los orígenes de las naciones, como de las narraciones, se pierden en los mitos del tiempo y alcanzan su horizonte sólo en el "ojo de la mente", nos señala Bhabha en la introducción a su libro Nación y Narración (2010). El relato sobre el Palacio de la Moneda, tal como atestiguan los archivos históricos y patrimoniales del Consejo Nacional de Monumentos, contiene desde sus inicios fundacionales, la idea de Nación como una idea histórica que acompaña a la naciente República. Una representación cuya compulsión cultural y formal reside en la unidad imposible, pero siempre deseada, de la Nación como fuerza simbólica. Ideario siempre contestado y provocado por la persistencia de discursos nacionalistas que buscan levantar la idea de Nación como una narrativa continua, homogénea, blanca y del progreso desarrollista. Como emblema de la República, el Palacio de la Moneda, es desde sus orígenes, un buen testimonio del siempre complejo ejercicio de narrar la Nación como un todo indisoluble.

El Palacio de la Moneda fue desde su origen un gran edificio blanco de 15 metros de altura que emergía sobre los techos de una ciudad de adobe (Baeza, 1981). Fue construido como Real Casa de Moneda por el arquitecto Joaquín Toesca (1752-1799) a fines del período colonial; fruto de la necesidad de la oligarquía criolla de contar con un lugar para acuñar monedas y de la voluntad del rey Carlos III de construir un edificio que representara "una imagen del Imperio español" (Guarda, 1997). Sin embargo, tras la independencia y bajo la presidencia de Manuel Bulnes Prieto en 1845, el emblema de autorepresentación de la corona es apropiado para la nueva República, transformándolo en la casa del poder ejecutivo y residencia presidencial. Para Santiago de fines de siglo XVIII, la Casa de Moneda aparece majestuosa e imponente, hecha para prevalecer.

Aunque las obras del Palacio comienzan en el entorno de la Plaza Mayor o Plaza de Armas, el edificio fue trasladado a su ubicación actual, a una manzana de la Cañada del río Mapocho, que luego se convertiría en la Alameda de las Delicias. La consolidación de esta Alameda como la principal arteria de la ciudad, terminó siendo tan poderosa, que la fachada original, orientada hacia el norte, se replica hacia el sur en 1929. Esto explica la condición simétrica y ambigua entre ambas fachadas, que compiten en su función de cara principal del Palacio de la Moneda. A comienzos del siglo XX, el viejo edificio emerge en el centro, como una reliquia del tiempo pasado, pero a su vez como un centro desde donde se irradia, a través de formas sencillas y severas, el sentido de estabilidad y mando (Bianchini, 2012).

 

Barrio Cívico y apertura soberana

La década del 30 marca un punto de inflexión en el Palacio de la Moneda. La idea de concentrar las dependencias del poder en el entorno de la casa de Gobierno, para reordenar el barrio cívico, es parte de las transformaciones para celebrar el Centenario de la Nación y el impulso modernizador del Estados chileno (Bianchini, 2012).

El proyecto toma fuerza a partir de los viajes a Chile del asesor urbanista austríaco Karl Brunner (1929-1934). Este proyecto contempla el contorno edificatorio del Palacio y el rediseño de los espacios públicos adyacentes, creando una "plaza cívica" al norte, que reemplaza la denominada Plaza Portales, y una nueva plaza hacia el sur, demoliendo la construcciones que existían entre la Moneda y la Alameda. En 1942, al norte se inaugura la Plaza de la Constitución, reforzada por la estatua de Diego Portales, estadista de la constitución de 1925; y al sur la Plaza de la Libertad, identificada por la estatua de Arturo Alessandri Palma, presidente del mismo período. El Palacio de la Moneda, queda entonces en una situación de equilibrio, ubicado simbólicamente entre la Libertad y la Constitución, como elemento representativo de la estabilidad política de la democracia chilena (Bianchini, 2012). A fines del período de construcción del Barrio Cívico, el Palacio de la Moneda se declara Monumento Histórico Nacional, en dos decretos sucesivos de 1946 y 1951.

La construcción de la nueva fachada hacia la Alameda permite abrir la circulación norte-sur entre los patios de la Moneda, y así cruzar y ocupar el corazón de la manzana. La "apertura" de la Moneda fue transformada en un recurso simbólico para expresar la transparencia de la democracia y el acceso de las clases populares. Tanto el Gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) como de Salvador Allende (1970-1973) hacen uso político de esta apertura, convocando a constituir la soberanía popular desde el interior del Palacio del Ejecutivo.

 

El bombardeo

El 11 de septiembre de 1973, el Palacio de la Moneda es bombardeado durante seis horas. Siete ataques aéreos consecutivos y 18 misiles de los Hawker Hunters ponen fin a la democracia chilena e instalan el golpe de Estado. El bombardeo deja solamente en pie los gruesos muros de ladrillo, pegados con cal y arena; a excepción del cuerpo sur, ocupado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, que tenía losas de concreto armado. La Moneda es dejada en ruinas y permanece deshabitada por casi una década, cercada por maderas que impiden el paso, pero que permiten su visión. Son las ruinas del sistema político que rigió hasta 1973 (Santana y Amoine, 2006). El edificio, permanece abandonado como símbolo de la destrucción del Gobierno de la Unidad Popular y el quiebre de la historia democrática. Se instala en el centro de la ciudad, a vista de quienes transitan cotidianamente por sus inmediaciones, el símbolo de la destrucción de la historia republicana. La Junta Militar instala su sede en el edificio de la UNCTAD III,2>rebautizado Diego Portales. En el relato de la dictadura la destrucción de la Moneda simboliza la salvación de la Nación. Desprovista de su histórico poder político, la Moneda en ruina simboliza el momento fundacional del régimen del general Pinochet y la violencia del terrorismo de Estado. A partir de ese momento, las operaciones de investidura de nuevos significados y relatos de la Nación, se sucederán en el tiempo.

 

Maqueta del Palacio de La Moneda en llamas, en el frontis del Estadio Nacional con objeto de la conmemoración de los 40 años del Golpe militar; Santiago, 2003.

Fuente: Laura González, Fondecyt n° 1120529, 2003.

 

Borrar y deshistorizar

Los trabajos de restauración, a cargo del Ministerio de Obras Públicas (MOP), tardarán casi siete años (1974-1981). La pérdida y quema de los 250 planos originales del arquitecto Toesca llevan a solicitar la ayuda del Gobierno español del General Franco, haciéndolo partícipe de esta etapa refundacional del Palacio y así "conferir a esta restauración un significado nacional" (CMN, 1974: 3). Los vínculos entre ambas dictaduras son estrechos, pero también actualizan los orígenes coloniales de dicho edificio. La propuesta de restauración que finalmente es seleccionada, propone la restitución del pabellón que existió hasta 1940, en un ejercicio de recuperar la "forma original" de su diseño, devolviendo "su manera propia al edificio en su interior" (Baeza, 1981:11).

El proyecto de restauración del Palacio La Moneda, inspirado en la Carta de Venecia,3 termina por relevar el origen colonial y el diseño original de Toesca, borrando la sucesión de transformaciones físicas hasta el año 1973. Es la operación limpieza de los rastros de historia sobre la materia, con el objeto de terminar definitivamente con la Unidad Popular y los símbolos que pudieran recordarla. Simultáneamente a la cruzada que busca "restablecer el alma nacional" amenazada por el socialismo, surge la idea de restaurar hitos del patrimonio cultural que, para el régimen militar, simbolizan la reconstrucción de la patria que ha sido degradada (Errázuriz, 2009).

Con especial cuidado se eliminan los recintos testigos de la muerte de Salvador Allende y la puerta de Morandé 80 (Hite, 2003), por donde habría salido el cuerpo sin vida del presidente. La puerta no era parte del diseño original de Toesca, sino una modificación que se introdujo durante el siglo XX para generar una entrada cotidiana para los presidentes. La valorización patrimonial de la dictadura elimina este vano por no ser parte del original. El ejercicio de olvido traspasa los muros del Palacio de la Moneda para invadir el barrio cívico y convertirlo en un barrio militar. La Llama de la Libertad y el Altar de la Patria, con los restos de Bernardo O’Higgins, observan al Palacio desde el otro lado de la Alameda, rematando así con la militarización del eje cívico.

En 1981 el Palacio de la Moneda es reinaugurado. La reconstrucción de la Moneda coincide con la reconstrucción de la patria, fomentada por el plebiscito de 1980 para la nueva constitución del Gobierno Militar. La transformación del General Augusto Pinochet, de jefe militar a gobernante civil, tiene su contraparte en el traslado de la sede del poder desde el edificio Diego Portales al Palacio de la Moneda.

 

Restaurar el poder simbólico

Pocos años después del término de la dictadura y vuelta a la democracia, en 1994, se emprenden nuevas tareas de restauración del Palacio de la Moneda. Entre 1998 y 1999 se presentan los antecedentes al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). Esta vez, se recupera el carácter histórico de la materialidad, su emplazamiento y unidad urbana. Ese mismo año de 1999, un informe advierte de la "deplorable imagen" del edificio debido a la "humedad emergente" y la "necesidad que el edificio presente una mejor imagen en el momento del traspaso de mando" (CMN, 1999:12). Como argumento se señala que la Moneda

constituye un emblema nacional cuya imagen forma parte de la memoria colectiva de la población […] el estilo neoclásico […] perdura y prevalece. Su condición de único Palacio reconocido como sede del Gobierno de la República, le exige y otorga una perdurabilidad y una estabilidad en términos de imagen que pocos edificios tienen (CMN, 1999:12).

La exigencia de conservación, como bien lo advierten los archivos, resalta el carácter simbólico del Palacio en tanto emblema de una memoria colectiva y una "comunidad imaginada"; aunque como veremos, los gobernantes enfrentarán serias dificultades para hacerse eco de las múltiples memorias que aun observan al Palacio con recelo y desde lejos.

 

Blanquear la memoria

El proyecto de fines de los 90 contempla, fiel a las raíces históricas del Palacio, restaurar el frontis de la Plaza de la Constitución, además de las cuatro fachadas del edificio. En este proceso, el Palacio recupera su color blanco original, para lo cual el arquitecto Toesca había empleado cal. En este proceso de blanqueamiento también se descubren huellas de balas incrustadas en los muros. La huella traumática es ahora objeto de una metamorfosis que la inviste de un nuevo sentido (Santander y Aimone, 2006). Los titulares de la prensa local anuncian el "nuevo look de la Moneda", "la prueba de la blancura" "¿De qué color sería la Moneda?", "nueva cara exhibe Palacio de la Moneda". El color albo lleva a algunos a comparar el Palacio de la Moneda con la Casa Blanca en Estados Unidos criticándose a la cultura chilena por ser imitativa y absorber los valores estéticos de la cultura norteamericana (El Mercurio, 26 de febrero de 2000).

Las reacciones de la calle, de acuerdo a los archivos del Consejo de Monumentos, van desde la asociación del color blanco al capitalismo como a la pureza del nuevo gobierno. Un pensionado, señala "me parece una ironía que [el presidente] Lagos asuma su primer Gobierno en esta casa porque él representa un sector contrario al capitalismo"; mientras que un empleado, señala: "Que Lagos gobierne en una casa blanca es como decir que vamos a recibir a un ángel, un santo". Y una dueña de casa, "me parece bien porque el blanco significa muchas cosas, pureza, limpieza […], ojalá sirva" (CMN, 2000:1). Según Miguel Laborde, historiador:

La nueva pintura me parece coherente con varios signos de la cultura chilena actual, que quiere romper con un pasado que no quiere integrar […] para partir de nuevo. Yo como historiador lo lamento – […] – pero como claridad la celebro porque hace falta luz en el centro. De todas formas, me parece que el revestimiento del Palacio era más lujoso (CMN, 2000:2).

 

Abrir las puertas del palacio

Durante el Gobierno socialista del presidente Ricardo Lagos (2000-2006) se da continuidad a estos gestos simbólicos con la reapertura del paso norte-sur por los patios del edificio; la apertura de la puerta de Morandé 80; la restauración del Salón Independencia, donde muere el presidente Allende; y la supresión del Altar de la Patria y la Llama de la Eterna Libertad, instalada por la dictadura en septiembre de 1977, frente al Palacio de la Moneda.

Sólo dos días después que asumiera la Presidencia de la República, el presidente Lagos dispone la reapertura de las puertas de la Moneda a la ciudadanía. Se retoma así, una tradición interrumpida en 1973. El año de su apertura, transitan por La Moneda 283125 personas. La Moneda puede volver a ser recorrida, observada, tocada y sentida como propia, reintegrando a lo cotidiano la escena del trauma.

Sin embargo, el gesto simbólico que mayor resonancia tiene en el ejercicio de restauración y recuperación del Palacio de Gobierno, es la reapertura de la puerta Morandé 80 en agosto del 2003 (CMN, 2004). La historia de este acceso se remite al Gobierno de Manuel Montt (1906-1910) quien ordena la apertura de una puerta hacia la calle que desde entonces será la puerta de los presidentes. Por esta puerta salen, décadas más tarde, los 21 hombres que acompañan al presidente Allende el día del bombardeo y el cuerpo del presidente tras suicidarse. Luego de ese día la puerta fue clausurada y borrada de la forma arquitectónica del Palacio. El día que el presidente Lagos la reabre, escribe "reabrimos esta puerta para que vuelvan a entrar las brisas de libertad que han hecho grande a nuestra patria". La tradición republicana es amarrada al trauma de 1973 (Santander y Aimone, 2006). El diario Mercurio a su vez, asocia este gesto con la declaratoria patrimonial del Estadio Nacional, en tanto síntoma de una tendencia de politización del gesto patrimonial (El Mercurio, 22 de agosto de 2003).

 

Bombardeo de poemas

Ciertamente el Palacio de La Moneda, requiere de gestos simbólicos claros para restaurar y reparar las profundas heridas de la memoria. Es en esta perspectiva que debe comprenderse el bombardeo de poemas sobre la Plaza de la Constitución, realizada por jóvenes poetas4 desde un helicóptero el 21 de marzo del 2001. En conmemoración reparatoria al bombardeo del Palacio de La Moneda en 1973, una muchedumbre se congrega para observar la lluvia de poemas. Desde el balcón sobre la entrada principal del Palacio, los poetas recitan: Gonzalo Rojas, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Ledo Ivo, Alberto Blanco y Rita Dove. Se recita para "allanar Chile y bombardear con poesía La Moneda", señala el presidente Ricardo Lagos en 2001. Acción bélica que transfigurada en acción poética o mitopraxis, se constituye en acto simbólico y reparatorio del quiebre del sistema democrático. Acto de limpieza simbólica del Palacio de Gobierno. "Como si para hacer estallar en pedazos el trauma de la herida, fuese preciso atacar los signos edificados. La palabra lanzada al aire, al cielo, recompone el tejido y los lugares del trauma social" (Mellado, 2007:2). Si el Palacio presidencial "había sido convertido por los militares en un sitio poblado de angustia; los poetas, al regarlo con poesía, lo convirtieron en un sitio reencontrado" (Jodorvsky, 2005:1).

Recuperar el salón blanco

El 11 de septiembre del 2008, la presidenta Bachelet (2006-2010) acompañada de las hijas de Salvador Allende, y dando continuidad a los gestos simbólicos iniciados por el Gobierno socialista anterior, abre el Salón Blanco donde se encontraba el despacho presidencial del fallecido presidente. Bachelet deposita claveles rojos frente a la placa recordatoria de Allende y señala:

Este espacio se transformará en un lugar de encuentro y de reflexión para los chilenos, en el futuro serán miles los escolares que seguramente visitarán y aprenderán aquí la lección histórica que nos dejó Allende y aquel puñado de hombres y mujeres leales y valientes que allí decidió resistir el embate artero de quienes no creían en la libertad (La Tercera, 12 de septiembre de 2008).

Actos simbólicos del presidente Lagos y Bachelet, que invisten de sentido para hacer frente a las marcas traumáticas de la dictadura sobre el Palacio de La Moneda. La Moneda, signo que representa el dolor y el trauma del quiebre democrático, es intervenida mediante su apertura, el color blanco y el bombardeo de poemas como gestos que remiten no solo al origen fundacional republicano,5 sino también, al ejercicio de sanación del trauma. El pasado cercano (dictatorial) y el pasado lejano (republicano) dialogan en esta producción de una materialidad resignificada (Santander y Aimone, 2006). La memoria herida busca ser reparada.

 

Monumento y conmemoración

Sabemos que la historia de la Nación puede ser ordenada y transmitida por cada cultura de formas y modos diversos. Pero también la cultura y sus artefactos pueden ser reordenados y resignificados por la historia de múltiples formas. En estos términos, todo programa histórico y fundacional construye y se vale de esquemas y artefactos de la cultura; pero también dichos artefactos culturales detonan a su vez, prácticas sociales que resignifican creativamente dicha historia (Sahlins, 2008). O como diría Subercaseaux (2014), frente a la memoria vestida o trasvestida de las décadas de la dictadura, una memoria desnuda se anuncia en la indagación y expresividad catártica de nuevas posibilidades a esa verdad primera.

En cada visita, paseo de domingo, en cada programa de restauración, en cada día del patrimonio, en cada graffiti y marcha conmemorativa o de protesta, la historia contenida en dicha monumentalidad se actualiza y se desnuda. Caminar por el espacio monumental, observarlo o detenerse a la sombra de sus muros es una forma de actualizar la historia contenida en esa materialidad (García Canclini, 1999).

Sabemos también – y así lo indica el análisis de los archivos de declaratorias patrimoniales - que la significación que los sujetos e instituciones otorgan a dicha monumentalidad no tiene por qué coincidir, cada uno puede reexaminar creativa e ideológicamente estas convenciones. Disputa siempre inacabada entre el relato histórico plasmado en la forma monumental y las prácticas que significan, moldean, reafirman o transforman dichas formas. Pero la mayor o menor perdurabilidad y vigencia del monumento en tanto símbolo y testimonio de un tiempo histórico, dependerá de su capacidad de reactualizarse a través de las prácticas de los actores. En cada acto de ocupación y uso de los monumentos históricos, los individuos someten estas categorías culturales e históricas a riesgos empírico, esto es, a la posibilidad de que a partir de las prácticas conmemorativas u otras, sus significados histórica y públicamente instituidos, se transformen(Sahlins, 1988).

En este des-encuentro entre personas y monumentos, los signos podrán ser reclamados y contestados por los poderes originales de su creación. La limpieza y blanqueamiento de los muros de la monumentalidad así lo indican. Ciertamente las formas institucionales de la monumentalidad y sus diferentes expresiones ordenan las prácticas en torno a ellas; las "formatean" e invitan a disposiciones y lenguajes específicos. El acto performativo que es la visita, la remodelación, la celebración o simplemente el abandono del monumento como ruina, crean también una relación significativa con esa historicidad.

Con ello, estamos afirmando que el monumento no solo contiene en sí temporalidades e historicidades diferentes. La fuerza del acontecimiento rememorado está en su posibilidad de ser interpretado y por ende, apropiado.Allí reside su eficacia histórica y simbólica específica. Sin embargo, sabemos que dicha realización interpretativa es siempre situacional, coyuntural, de acuerdo a la acción interesada de los agentes históricos. La fachada blanca del Palacio de La Moneda rodeado de vallas igualmente blancas, habla justamente de la transformación de dicha actualización interpretativa. Mientras la postal de fines del siglo XIX celebra la arquitectura de ese edificio y su "unidad estilística", la foto de comienzos del siglo XXI, muestra su fachada casi intocada, pura, idéntica a sí misma, como en el origen.

En estos términos, la noción de praxis como una sociología situacional del significado nos permite a través de la provocación de la monumentalidad, del bombardeo, comprender el trauma y el cambio. Mientras el acto de la violencia, marca la materialidad y su significado; veremos que los sucesivos ejercicios conmemorativos permiten un ejercicio de des-substancialización del hecho del quiebre, restándole al bombardeo (y al monumento) una suerte de materialidad simbólica per se. Como discurso performativo, producto y productor de identidades, rompe entonces la supuesta rigurosidad empírica del relato histórico. La investigación muestra sin embargo, que la herida de la memoria permanece aún profunda, y que a pesar de los actos reparatorios y de las conmemoraciones simbólicas, el Palacio permanece aún sumido en el quiebre provocado a su vocación original.

 

El palacio intocable

Hemos visto que a lo largo del período de transición a la democracia (1990 – 2010),el Palacio de La Moneda, sufre una serie de intervenciones simbólicas en busca de "exorcisar" el trauma histórico que significó su bombardeo en 1973. La Moneda restaurada en su materialidad y en su narrativa, comienza entonces a ser visitada, recorrida, palpada, recuperada. Ella es abierta a recorridos patrimoniales cotidianos que destacan por sobre todo su carácter de sede del poder ejecutivo.

El Palacio, sin embargo, no es sólo el símbolo del poder presidencial y republicano. El Palacio es también y sobre todo un icono, una imagen en llamas que todos han visto y conocen, aunque no se la nombre. La Moneda en llamas es parte de la memoria herida, de la verdad desnuda de Chile. Ícono reproducido en fotografías e imágenes que recorren el mundo y la sociedad.

De los casi mil entrevistados en el centro histórico de Santiago, lugar fundacional que concentra una gran cantidad de servicios e instituciones públicas, más del 60% de ellos están allí por razones como trámites o trabajo. Para todos estos transeúntes entrevistados, la casa del presidente o el Palacio del poder, emplazada frente al gran eje cívico y la Alameda, se impone por su sola presencia.

Y aunque más del 50% de los entrevistados dice conocer el edificio, ya sea por su fachada o su interior, un 55% sabe que corresponde a un Monumento Histórico Nacional y un 77% piensa que debe ser preservado por su alto valor histórico, nadie dice mucho más. Nada de historia, nada de épica, nada sobre su forma, su estilo o su belleza. Sólo la certeza que allí está el poder, lejano e intocable. Gran diferencia respecto a la Catedral o la Universidad de Chile, Monumentos Históricos Nacionales, donde los relatos se explayan y detienen con minuciosidad en la belleza de su forma arquitectónica, en el valor histórico y social y por sobre todo, en la importancia simbólica de su emplazamiento en el centro histórico de la ciudad.

Interrogados quienes caminan por las amplias veredas de La Moneda, las breves respuestas siempre se asemejan: "es la Moneda, es obvio"; "allí trabaja el presidente"; "ahí vive el presidente"; "es la Moneda donde está Piñi";6 "es La Moneda y venden la pomá"7(risas); "es el Palacio donde se manda Chile" (Entrevistas Fondecyt 1120529, 2013-2014).

Cercada por vallas que la resguardan, los transeúntes perciben al Palacio, distante e inalcanzable. A la Moneda, con su forma, blanca y difusa, emplazada en pleno eje cívico, nadie se acerca. Y aunque el relato apenas se la apropia, paradojalmente no hay manifestación ni conmemoración, que no tenga al Palacio como escenografía. Una escenografía contenida por vallas que resguardan e impiden que los cuerpos de las multitudes rompan y transgredan la perspectiva que otorga la lejanía del Palacio. Desde el punto de vista urbano, La Moneda sigue siendo una escena del trauma; su ubicación implica para los santiaguinos un permanente retorno al sitio del suceso y ser testigos (in)voluntarios, de las huellas de esa herida (Santander y Amoine, 2006). Frente a esa escena, el olvido y/o el silencio es una necesidad, como recuerda Nietzsche al comienzo de su conocido ensayo; pero también es una estrategia, porque la instrumentación de la memoria pasa esencialmente por la selección del recuerdo (Ricoeur,1999).

 

Vallas, marchas y conmemoraciones

Aun cuando en el período de transición a la democracia, se experimenta un proceso gradual de apertura cívica, política y cultural, las marcas de la dictadura en la memoria social permanecen. Parte del proceso de bombardeo, borradura y deshistorización del Palacio de la Moneda, está latente. Es el legado de un pasado traumático que marca la historia de Chile y sus instituciones de gobierno.

El año 1994, el recién asumido intendente de la Región Metropolitana, Fernando Castillo Velasco, renuncia por no estar dispuesto a prohibir una marcha del Partido Comunista por la Alameda pasando frente a La Moneda, con motivo de la conmemoración del 11 de septiembre. El presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle acepta sin mayor demora esta renuncia. Marchar por la Alameda, apostarse frente al Palacio de Gobierno, es aún percibido con temor, posibilidad de caos y desorden.

En el 2008, durante el Gobierno de la Presidenta Bachelet, la Asociación Nacional de Deudores Hipotecarios-Chile (ANDHA), opta por la estrategia de escalar los edificios públicos y en arriesgada maniobra, ser visibilizados en sus demandas. En su mayoría mujeres, las pobladoras, escalan las rejas de las ventanas de La Moneda y se lanzan a las fuentes de agua de la Plaza de la Libertad, irrumpiendo de manera inédita en la blanca soledad del Palacio. Dado el resguardo policial del perímetro del Palacio, este es un hecho aislado. A 24 años de inicio de la democracia, La Moneda permanece cercada en su blancura. Rodeado de vallas, el Palacio pareciera querer protegerse de la proximidad ciudadana.8

A pesar de las más de 30 conmemoraciones y marchas que anualmente desfilan por el eje de la Alameda, actual avenida Bernardo O´Higgins, la mayor parte de ellas no es autorizada9 a marchar frente al Palacio: Marcha por la libertad de los presos políticos mapuches de la Coordinadora Arauco Malleco; Por Venezuela y los Pueblos, ¡Chávez no se va!; Marcha Cumbre de Todos los Pueblos; Marcha por el asesinato de Juan Pablo Jiménez; Conmemoración del día del joven combatiente; Movilización nacional por la educación; Marcha por la despenalización de la marihuana; Marcha nacional por la Educación; Marcha nacional por la Educación; Paro Nacional CUT, entre muchas otras.

Sin embargo, aquellas pocas marchas que sí logran ser autorizadas por las autoridades de gobierno, se realizan sólo por la vereda sur, la más lejana al frontis del Palacio: Marcha no al exterminio Animal; Marcha nacional por la Educación; Conmemoración día internacional de la Mujer; Marcha del Día del Trabajador; Día del Patrimonio; Paro nacional por la Educación; Cicletada encapuchada y pacífica, entre otras. Y aun siendo marchas autorizadas, la Moneda nunca se abrirá, ella permanece cerrada y hermética tras sus vallas. Paradojalmente, tampoco la muchedumbre arriesga provocar la distancia, por el contrario, obediente y concentrada en su reclamo y en sus pancartas, se desplaza por las rutas que la policía celosamente resguarda, cuidando alejar a las multitudes del frontis del Palacio.

 

Palacio de La Moneda y vallas. Marcha de todas las marchas. 8 de mayo 2014

Fuente: Autor, 2014

 

Decíamos que en cada acto de ocupación y conmemoración, los individuos someten sus categorías culturales e históricas a riesgos empíricos. No obstante, el Palacio a pesar de los innumerables actos reparatorios, permanece intocado, lejano. Sabemos que la vigencia y legitimidad del monumento en tanto símbolo y testimonio de ese tiempo histórico, depende de su capacidad de reactualizarse a través de las prácticas que lo celebran y conmemoran. Compleja interacción entre el orden cultural instituido y los significados e idearios de los actores. En estos términos, cada marcha y conmemoración crean una relación significativa con esa historicidad monumental. De allí la importancia no sólo del emplazamiento del monumento, sino también de la forma y las circunstancias contingentes que posibilitan esos actos performativos. Irrupción que nos recuerda que el destino de todo monumento no es ser simplemente la proyección del orden existente. La fuerza del acontecimiento rememorado en cada uno de ellos, está en su posibilidad de ser interpretado, apropiado y subvertido.Allí reside su eficacia histórica y simbólica específica.

 

Marcha de todas las marchas, vereda sur frente a La Moneda. 8 de mayo 2014.

Fuente: Autor, 2014.

 

Si las metáforas y rituales entran en juego en esta celebración de la monumentalidad histórica, no es porque el corpus textual y testimonial carezca de "efectos de realidad". Por el contrario, estos "efectos de realidad" son los que habilitan un consenso simbólico común a partir del cual el disenso se torna eventualmente posible. ¿Podrían los cuerpos desnudos de la comunidad homosexual, encontrar un edificio más emblemático para su despliegue, que el Palacio de la Moneda, históricamente masculino en su representación de la República?10

 

Marcha del orgullo Gay, Frontis de La Moneda, Santiago, 2012.

Fuente: Rodolfo Fernández, 2012.

 

A modo de conclusión

Sin ignorar que la Nación se vale de gestores simbólicos, entendidos como aquellos agentes responsables de cuidar la monumentalidad histórica, pintar los muros de blanco y abrir puertas fue un gesto concreto que apostaba a la sanación e inclusión en una representación común del Palacio de la Moneda. Sin embargo, es evidente que el ejercicio de patrimonialización, sirve también como instrumento de gobernabilidad y a menudo permite enmascarar cuestiones problemáticas que aquejan a la Nación (Alonso González y Macías Vázquez, 2014). De allí que a pesar de la blancura de la Moneda, la memoria herida permanece aún en esa muchedumbre que marcha, pero no osa apropiársela, ni a través de gestos concretos ni a través de un relato que permita situarse de algún modo frente a la historia del Palacio.

Sabemos que las naciones, así como el ejercicio ciudadano, son el producto de experiencias e imaginarios sociales, que dejan huellas, a veces traumáticas, en las memorias y las prácticas colectivas de sus habitantes. Convendría preguntarse si este Palacio puede, por el solo hecho de haber sido tantas veces refaccionado y restaurado, dejar atrás las heridas del trauma. Las evidencias de su soledad y aislamiento por el gesto ciudadano siempre silencioso, hacen pensar que el Palacio como simple historia monumental está destinado a no adquirir nunca la veracidad plena (Ranciére, 2010). Porque como monumento, unifica y atenúa la heterogeneidad de los motivos y sentidos de esa historia, para presentar como ejemplar su effectus monumental (Nietzche, 1987). Es esta abstracción la que hace de la historia monumental una colección o serie de acontecimientos lejanos al sentir de las muchedumbres que indiferentes transitan por su entorno.

Lo que se celebra en el ejercicio patrimonializante que llena el frontis del Palacio de globos tricolores y multitudes de visitantes, es justamente esa serie de acontecimientos que invitan a la contemplación y celebración de la Historia monumental. Cuando ello ocurre, nos advierte Nietzche, es la propia Historia la que sufre perjuicios, porque enormes partes de ella se ven destinadas al olvido y al desprecio, mientras que como islas, sólo se destacan algunos hechos decorados.

 

Palacio de La Moneda, Día Conmemoración del Patrimonio, 2013.

Fuente: Cristián Ureta, Fondecyt 1120529, 2013

 

En este Palacio blanco y celosamente resguardado por sus autoridades, la historia se cuida como el objeto precioso del anticuario. Resguardo que a su vez se replica, en el gesto ciudadano que paradojalmente, insiste en marchar a prudente distancia del Palacio; sin reclamo, sin subversión, sin grito. Tal vez hasta que en algún momento, de tanto cruzar ese frontis, el amarre entre la historia y la memoria herida estalle y encuentre un futuro posible. Cuando el duelo no se resuelve, ello no sólo perjudica la capacidad de dar significado a los acontecimientos, también deja en situación de moratoria permanente (Marris, 1974). Porque la pérdida es amenaza​nte cuando el duelo no se resuelve y bien puede terminar por ​s​ocavar la estructura de significado ​de ​la que depende el aprendizaje y el quehacer de lo político.

Superar el duelo y el trauma de la memoria, no significa de modo alguno, borra las diferencias en esa representación de la historia y su monumentalidad. La representación de la Nación siempre se las tiene que ver con la imposible unidad de la Nación como fuerza simbólica. En esta representación, la coexistencia de discursos diversos, hacen de la representación un ejercicio ambiguo e inacabado. La idea de Nación es ambivalente, tanto por el lenguaje de aquellos que escriben y le dan forma en su materialidad, como por quienes la viven, conmemoran y padecen. Una ambivalencia que surge: por una parte, de las certezas de la historia para hablar de los "orígenes" de la Nación como signo de la modernidad y por otra, de la temporalidad cultural de la Nación inscrita en una realidad social siempre transitoria (Bhabha, 2010) y disputada.

En este sentido, sabemos que el espacio y el tiempo de la Nación moderna, están encarnados en la cultura narrativa de la materialidad monumental. Pero también sabemos, que en el ejercicio de instalación de la monumentalidad como verdad de la Nación y su historia, el duelo a menudo es borrado y negado. En la construcción del discurso de la Nación, y de su verdad histórica y monumental, hay más de una cara, hay más de una disputa y hay múltiples heridas y silencios que la subyacen. Porque la historia es por definición, historia en construcción, aun cuando las autoridades se esfuercen por monumentalizarla, la narrativa de la Nación no puede sino ser ambivalente y cambiante. Efecto de esta significación incompleta es la posibilidad de la negociación de los significados de la autoridad cultural y política. De allí entonces la posibilidad de una conciencia nacional, entendida ya no como un asunto de fronteras rígidas, entre los que están fuera y adentro del Palacio, sino como un "nosotros" que lo piensa, lo imagina y lo relata. El largo y doloroso itinerario de La Moneda, nos recuerda que "en cada una de estas ficciones fundacionales, los orígenes de las tradiciones nacionales resultan ser tanto actos de adhesión y establecimiento como momentos de repudio, desplazamiento, exclusión e impugnación cultural" (Bhabha, 200:16).

Lo cierto es que lapregunta por la Moneda, ha dejado de ser la recuperación y restauración del Palacio en su original verdad. El monumento en tanto "ilusión de eternidad" y legitimización de una identidad y un pasado común (Nora, 2009; Prats, 1997), se abre hoy hacia la reinvención de ese espacio político como espacio público para el ejercicio de una memoria ciudadana activa. Un espacio cuyas plazas sean el lugar del poder, pero también del conflicto y de la resistencia, de las protestas y de las movilizaciones sociales. Pero, sobre todo, el espacio de las reescrituras múltiples de esa historia monumental. Donde la conflictividad del espacio público no sea una situación específica, residual y lejana al Palacio, sino inherente a este espacio concebido para y por el ejercicio de las memorias ciudadanas. En un espacio fijado en su monumentalidad blanca y cercada, donde se mira, pero no se toca (Lacarrieu, 2000) no es posible trascender las fuerzas del antagonismo o la contradicción social. La historia pertenece a quien conserva y venera, pero también a quien contempla y reclama el lugar de donde se viene.

El hombre que aspira a lo grande, si es que necesita del pasado, se apodera de éste por medio de la Historia monumental.
Quien, por el contrario, anhela permanecer dentro de lo habitual y añejo, cuida del pasado a modo de un historicista anticuario y
sólo aquel que está oprimido por un malestar presente, y que desea desembarazarse de esa carga, siente necesidad de una historia crítica.
Es decir, de una Historia que juzga y condena.
(Nietzsche, 2006 [1874]: 39)

 

Notas

1 Este artículo presenta resultados de la investigación financiada por el Fondo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, Fondecyt n° 1120529, "Utopía(s), Idea y Forma en el Patrimonio de ciudades Latinoamericanas. Brasilia, Buenos Aires y Santiago"de la investigadora responsable Francisca Márquez, la coinvestigadora Valentina Rozas y los ayudantes de investigación Carolina Aguilera, Rodolfo Arriagada, Alexis Cortés y Cristián Ureta.

2 El 3 de abril de 1972 es inaugurado el edificio que funcionaría como sede de la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Finalizada ésta, el edificio fue traspasado al ministerio de Educación, que lo rebautizó como Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral. Después del  golpe militar de Pinochet y el bombardeo a La Moneda, fue adaptado como sede del Gobierno de la dictadura. El año 2010, el edificio recupera su nombre, y hoy el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, difunde creaciones artísticas de teatro, danza, música, artes.

3 También conocida como Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios, es una carta firmada en Venecia en 1964 con motivo del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos que establece criterios y principios para la conservación y restauración de edificios históricos.

4 Intervención de arte organizado por el Colectivo de jóvenes poetas chilenos Casa Grande.Después fueron bombardeados de poemas las ciudades de Dubrovnik, Guernica, Berlín y Londres.

5 Origen fundacional republicano y no colonial, como fue el vínculo que Pinochet intenta restaurar al pedir ayuda a España, a través del dictador Franco. Para Pinochet se trataba de recuperar esa forma colonial, como verdad histórica; para los gobiernos socialistas de Lagos y Bachelet, es la historia fundacional republicana y su devenir histórico.

6 Piñi: diminutivo despectivo para referirse al presidente Sebastián Piñera.

7 Te vendieron la pomá: dícese cuando a alguien lo engañan.

8 En la etnografía realizada en la Casa Rosada de Buenos Aires (Fondecyt nº 1120529), se observa que la presencia de las vallas es también una constante. Desde el segundo gobierno del presidente Carlos Saúl Menem (1995-1999), el Palacio de Gobierno de la República Argentina fue cercado con rejas altas para evitar la excesiva proximidad de las multitudes. A estas rejas sin embargo, se le agregaron también vallas móviles, que hacen de doble muro de contención. La gran diferencia con el Palacio de La Moneda, es que sobre dichas vallas, los rayados reclaman y recuerdan las consignas de los ciudadanos apostados frente a la casa de Gobierno: "A quien protegen estas vallas si los muertos son del pueblo". El entorno de la Casa Rosado no es en este sentido, aséptico y vacío, en él no sólo acampan los ex combatientes de las Malvinas, aguardan grupos de indígenas que esperan ser recibidos, y se congregan marchas y conmemoraciones diversas para quienes el Palacio de Gobierno, es el punto obligado. Una segunda gran diferencia con el Palacio de la Moneda de Chile, está en el relato de los transeúntes que circulan en sus inmediaciones. Las 300 respuestas entregadas por los argentinos, no sólo son tres o cuatro veces más extensas que las entregadas por los entrevistados chilenos; sino que hablan de un relato complejo en el que se entremezcla la historia de Argentina, las pugnas políticas y la centralidad de esa Casa de Gobierno en los grandes hitos sociales, políticos y urbanos de la Nación. Entre las entrevistas realizadas en las inmediaciones del Palacio de la Moneda en Santiago, no se obtuvo una sola entrevista con un relato de la extensión y densidad histórica obtenida entre los transeúntes del centro histórico de Buenos Aires.

9 Cabe señalar que en Chile, en caso de querer realizar marchas, manifestaciones, actividades deportivas u otras que se desarrollen en lugares públicos es necesario solicitar una autorización. Los organizadores de toda reunión o manifestación pública deben dar aviso, a lo menos con dos días hábiles de anticipación, al Intendente o Gobernador respectivo (Provincia de Santiago no posee Gobernación). Para lo cual deben presentar formulario de solicitud firmado, a través del cual se informa de los organizadores, el objetivo, donde se iniciará, cuál será su recorrido, dónde se hará uso de la palabra, qué oradores lo harán, y donde se disolverá la manifestación. En caso que la marcha se realice sin autorización, las fuerzas de Orden y Seguridad Pública pueden impedir o disolver cualquier manifestación que no haya sido avisada dentro del plazo fijado y cumplido los requisitos.

10 Como en la mayoría de las Repúblicas latinoamericanas, a más de 200 años de su creación, Chile tuvo su primera mandataria en 2006.

 

Bibliografía

1. ALONSO GONZÁLEZ, Pablo y MACÍAS VAZQUEZ, Alfredo. 2014. "Bombardeando patrimonio en el campo de tiro militar Teleno: de la sublimación de la naturaleza a la construcción social del patrimonio cultural".Arbor, Vol. 190 (766): a121. doi:10.3989/arbor.2014.766n2013.         [ Links ]

2. ANDERSON, Benedict. 2000. Comunidades imaginadas. Buenos Aires: FCE.         [ Links ]

3. ARENDT, Hanna. 2005.La condición humana. Madrid: Paidós Ibérica.         [ Links ]

4. BAEZA, Francisco. 1981. "Arquitectura y servicios públicos". Revista CA, Nro. 29: 2-11.         [ Links ]

5. BAUDRILLARD, Jean y NOUVEL, Jean. 2007. Los objetos singulares. Arquitectura y filosofía, Argentina: FCE.         [ Links ]

6. BHABHA, Homi K. (comp.). 2010. Nación y Narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales. Buenos Aires: Siglo XXI.         [ Links ]

7. BIANCHINI, María Chiara. 2012. Chile, memorias de la Moneda. La (re) construcción de un símbolo político, Madrid: Ediciones Universidad Autónoma de Madrid.         [ Links ]

8. CHOAY, Françoise. 2007. Alegoría del patrimonio. Barcelona: Gustavo Gili.         [ Links ]

9. GARCÍA CANCLINI, Néstor. 1999. "Los usos sociales del Patrimonio Cultural". En: E. Aguilar Criado (coord.) Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectiva de estudio. Granada: Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. pp. 16-33

10. GEERTZ, Clifford. 1999. Negara: El estado-teatro en el bali del siglo XIX. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

11. GUARDA, Gabriel. 1997. El arquitecto de la Moneda. Joaquín Toesca 1752-1799. Una imagen del Imperio español de América, Santiago: Universidad Católica de Chile.         [ Links ]

12. HITE, Katherine. 2003. "El monumento a Salvador Allende en el debate político chileno". En: E. Jelin y V. Langland (comp.). Monumentos, memoriales y marcas territoriales. Madrid y Buenos Aires: Siglo XXI.pp. 58-79.         [ Links ]

13. JODOROVSKY, Alejandro. 2008. Psicomagia Social. http://www.loscasagrande.org/wp/archive/ (10 de junio de 2014).         [ Links ]

14. LACARRIEU, Mónica. 2000. "Se mira y no se toca. El Patrimonio en las ciudades de fin de siglo". Cuadernos de Antropología Social, Nro. 11: 137-163.         [ Links ]

15. MARRIS, Peter 1974. Loss and Change. New York: Pantheon Books.         [ Links ]

16. MELLADO, Justo Pastor. 2007. Palabras de reparación. http://www.loscasagrande.org/wp/archive/ (10 de junio de 2014)        [ Links ]

17. MONGIN, Oliver. 2006. La Condición Urbana. La ciudad a la hora de la mundialización. Buenos Aires: Editorial Paidós.         [ Links ]

18. MUKAROVSKY, Jan. 2011. Función, norma y valor estético como hechos sociales. Buenos Aires: El Cuenco de Plata SRL.         [ Links ]

19. NIETZSCHE, Friedrich Wilhelm. [1874] 2006. Segunda consideración intempestiva: sobre la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida. Madrid: Libros del Zorzal.         [ Links ]

20. NORA, Pierre. 2009. Los Lugares de Memoria. Santiago: LOM.         [ Links ]

21. PRATS, Llorenç. 1997. Antropología y patrimonio. Barcelona: Ariel.         [ Links ]

22. RANCIERE, Jacques. 2010. El espectador emancipado. Buenos Aires: Bordes Manantial.         [ Links ]

23. RICOEUR, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Arrecife: Universidad Autónoma de Madrid.         [ Links ]

24. RUNIA, Eelco. "Burying the Dead, Creating the Past". History and Theory, Vol. 46 (3): 313-325. doi:10.1111/j.1468-2303.2007.00412.x        [ Links ]

25. SAHLINS, Marshall. 1988. Islas de Historia. La muerte del capitán Cook. Metáfora, antropología e historia. Barcelona: Gedisa.         [ Links ]

26. SANTANDER, Pedro y AIMONE, Enrique. 2006. "El Palacio de la Moneda. Del trauma de los Hawker Hunter a la terapia de los signos". Signo y pensamiento, Vol XXV (48): 185-194.         [ Links ]

 

Fuentes consultadas

CONSEJO MONUMENTOS NACIONALES 1974. Expediente 3, Palacio La Moneda. Santiago: CMN.

CONSEJO MONUMENTOS NACIONALES 1999. Expediente 12, Palacio La Moneda. Santiago: CMN.

CONSEJO MONUMENTOS NACIONALES 2000. Expediente 1, Palacio La Moneda. Santiago: CMN.

CONSEJO MONUMENTOS NACIONALES 2000. Expediente 2, Palacio La Moneda. Santiago: CMN.

CONSEJO MONUMENTOS NACIONALES 2004. Expediente 21, Palacio La Moneda. Santiago: CMN.

EL MERCURIO. 2003 Conmemoraciones: Se reabre la mítica puerta Morandé 80. En: Diario El Mercurio. Cuerpo C, 22.08: 6.

LA TERCERA. 2008. Presidenta Bachelet encabeza reapertura de Salón Blanco donde murió Salvador Allende. En: La Tercera. 12.09.2008. http://www.latercera.com/contenido/23_49837_9.shtml (2 de abril de 2014).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons