SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 número1Nuevos restos postcraneanos de Crocodylomorpha (Archosauria, Pseudosuchia) de la Formación Los Colorados (Triásico Tardío), provincia de La Rioja, Argentina índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

Compartir


Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales

versión On-line ISSN 1853-0400

Rev. Mus. Argent. Cienc. Nat. vol.24 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2022

http://dx.doi.org/10.22179/revmacn.24.757 

ZOOLOGÍA

Typupiscis lujanensis (Ameghino 1874), asignación a Ancistrus cirrhosus (Valenciennes 1836) y su contexto histórico: la rivalidad Ameghino-Burmeister y el inicio de la fotografía científica en el Plata

Typupiscis lujanensis (Ameghino 1874), assignment to Ancistrus cirrhosus (Valenciennes 1836), the Ameghino-Burmeister rivalry and the beginning of the scientific photography in the Plata

Marcelo J. Toledo1  * 

1 Instituto de Geociencias de Buenos Aires (IGEBA). Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN), Universidad de Buenos Aires, Av. Int. Cantillo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Resumen

En 1874, Florentino Ameghino (1853-1911) recolectó un extraño loricárido en las aguas del Río Luján, fundando una nueva especie. Lo denomina Typupiscis Lujanensis, hace tomar cuatro fotografías y lo presenta el mismo año al director del Museo Público Germán Burmeister, quien desestima el hallazgo al clasificarlo, erróneamente, como Hypostomus plecostomus. El análisis de tres de estas albúminas, junto a los testimonios sobre la morfología y etología de un ejemplar en cautiverio, permite determinar que los especímenes extraídos del Río Luján en 1874 y en 1884, pertenecen a Ancistrus cirrhosus, especie que ya había sido recolectada en el Plata por d’Orbigny en 1827 y descripta por Valenciennes en 1847. Las albúminas de Ancistrus por Annaratone, junto a las de restos de Panochtus encargadas por Burmeister hacia 1874 colocan a ambos entre los pioneros de la utilización de la fotografía en objetos de historia natural en Argentina.

Palabras clave: Ameghino; Hypostomus; Ancistrus; Luján; Burmeister; Foto albumina

Abstract

In 1874, Florentino Ameghino (1853-1911) collected a strange catfish in the Luján river, founding a new species. He named it Typupiscis Lujanensis, took four photographs and presented it to the director of the Public Museum, Germán Burmeister, who dismisses the finding by erroneously classifying it as Hypostomus plecostomus. The analysis of three of these albumen photographs, together with penecontemporaneous testimonies on the morphology and the ethology of a specimen in captivity, allow to determine that the specimens fished in the Luján river in 1874 and in 1884, belong to Ancistrus cirrhosus, a species that was already collected in the Río de la Plata by d’Orbigny in 1827 and described by Valenciennes in 1847. The Annaratone’s albumen of Ancistrus, together with those of Panochtus commissioned by Burmeister in 1874 place them among the pioneers of the use of photography in natural sciences in Argentina.

Key words: Ameghino; Hypostomus; Ancistrus; Luján; Burmeister; Albumen photography

INTRODUCCIÓN

Las tensiones y rivalidades entre Karl Hermann Konrad Burmeister (1807-1892) y Giovanni Battista Fiorino Giuseppe Ameghino (1853-1911) se inician entre 1870 y 1874 por diferencias en determinaciones taxonómicas de mamíferos fósiles y fundamentalmente, por la controversia sobre la existencia del “hombre fósil” pampeano en el valle del Luján. Estas diferencias tuvieron un origen natural dada la fuerte disimetría social y humana entre ambos personajes (Fernández, 2001: 23). Burmeister, autoridad científica internacional y director del Museo de Buenos Aires, veía con creciente desagrado y luego franco rechazo, como un simple maestro de provincia 46 años menor se permitía impertinentes observaciones sobre su obra, creaba nuevas especies y recreaba en Luján, con insistencia, las mismas polémicas sobre el “hombre antediluviano” que habían tenido lugar 20 años antes en Francia (Cohen & Hublin, 1989; Richard, 2008). Más tarde, en las décadas de 1880 y 1890, con un Ameghino aceptado entre pares y abocado a la descripción de las faunas terciarias de Paraná y de la Patagonia, las críticas con réplicas y contrarréplicas sobre la calidad de publicaciones y validez de nuevas especies van subiendo de tono hasta llegar a mutuas descalificaciones personales (e.g. Ameghino, 1892; Burmeister, 1891, 1892). Es insoslayable que el joven Ameghino anidaba en sí una innata pulsión epistémica en pos de comprender las expresiones de la historia natural que el espacio lujanense le ofrecía. Algunas anécdotas de infancia, relatadas por él mismo, ilustran una temprana curiosidad por las ciencias de la Tierra (Torcelli, 1913a). Hay cierta singularidad en su personalidad y actitud, relativizada y examinada con anacrónico desdén por el actual revisionismo, que lo lleva a sus 22 años a escribir a Paul Gervais (Ameghino, 1875), a criticar abiertamente la obra de Burmeister en Mercedes (Burmeister, 1891), a pedir una entrevista con este último para defender su derecho a cavar en el Luján (en Torcelli, 1935, Obras completas y Correspondencia científica; en adelante OC y CC, carta 6) y presentarle el “hombre fósil” de Frías, mas su rareza ictiológica. Muy probablemente Ameghino visita a Burmeister no tanto con la prudencia y humildad de quien consulta una autoridad científico-académica y ofrece un posible descubrimiento, sino con un impulso juvenil motivado por la búsqueda de reconocimiento y legitimación de hallazgos certificados a priori, por él mismo. Estos dos últimos eventos, la presentación del hombre fósil y el pez, tienen lugar en 1874 en una única o en dos reuniones independientes. Es bien conocida la reacción de rechazo y negación de la validez de estos hallazgos de parte de Burmeister, quien tenía una posición rígida al respecto rechazando toda posible evidencia arqueológica proveniente del dilluvium (Burmeister, 1875: 1-2; Ameghino, 1881: 387). Las consecuencias de aquel rechazo fueron que Ameghino, como confesara más tarde (OC y CC carta 133), herido en su amor propio, redobló esfuerzos en probar su tesis más importante: la coexistencia del hombre con la megafauna pampeana. El affaire del pez lujanense ocurrido en aquella reunión, o en alguna otra a principios de 1874, fue menor y accesorio a su preocupación científica principal y no tendrá ninguna influencia en el desarrollo de sus investigaciones (contra Podgorny, 2021b). Las fotografías del Typupiscis las olvidará Ameghino, sin más, en su archivo y luego quedarán sin identificar durante todo el siglo XX en colecciones privadas. En marzo de 2012, localicé dos de estas fotografías en el fondo comercial del marchand de libros y papeles antiguos A. Breitifeld-Grunhut, y se publicó una de ellas con una breve reseña (Toledo, 2017: 541), mientras que una tercera permanecía inédita en una colección particular y fue localizada en 2018 (Roberto Ferrari com. pers.; Podgorny, 2021a).

El objetivo de este trabajo es contextualizar las tres fotografías respecto al marco histórico y sus espacios, a la sociología de la ciencia y revisar las asignaciones taxonómicas. Para ello analizamos las circunstancias del hallazgo, los testimonios penecontemporáneos y las determinaciones fallidas tanto la de Burmeister como la inicial de Ameghino. Para esto último fue necesario también ahondar en la evolución nomenclatural de los Loricáridos de la cuenca del Paraná-Plata. Reseñamos los primeros pasos de la fotografía científica, donde ambos, junto a F. P. Moreno se revelan pioneros. Detallamos el contexto del espacio ameghiniano representado por los sectores del Río Luján donde se encuentra el pez, y sus célebres librerías porteñas “Del Glyptodón”, donde el Typupiscis será descripto en 1884, tras los vidrios de una pecera, por la fluida y atrapante prosa de Florencio de Basaldúa.

MATERIALES Y MÉTODOS

La determinación taxonómica de Ancistrus se realizó a partir del análisis de tres albúminas y la descripción de Florencio de Basaldúa (1897). Las albúminas de las vistas ventral y dorsal, de la colección personal del autor, fueron estudiadas de visu, fotografiadas (Nikon D800, objetivo: AF-S Nikkor 24-120 mm 1’4 GED, 7360 x 4912) y tratadas digitalmente en vista a optimizar contraste y definición de elementos morfológicos anatómicos diagnósticos con la aplicación CorelPhoto. La fotografía restante (vista lateral izquierda) fue facilitada para este estudio en formato digital en resolución 7842 x 5202, por Roberto Ferrari. Según las referencias de Torcelli (1913b: 36) debería existir una cuarta toma, la vista lateral derecha, aún no localizada. Los elementos morfológicos diagnósticos, tentáculos cutáneos en hocico y parte de la cabeza y odontodes operculares, fueron contrastados con los catálogos y la bibliografía sobre los tipos y distribución de Hypostominae de la Cuenca del Paraná-Plata. A partir de la determinación genérica de Ancistrus sp. se revisó retrospectiva y sistemáticamente la bibliografía histórica para poner en contexto las nomenclaturas taxonómicas utilizadas por Ameghino (1874, 1892), Burmeister (1891), Basaldúa (1897) y Torcelli (1913b). Se consultaron los tratados más relevantes de ictiología de los siglos XVI al XIX y los Anales de la Academia de Ciencia de Córdoba, del Museo Público de Buenos Aires y de la Sociedad Científica Argentina en www.biodiversitylibrary. org. La base de datos de la colecToledo: El “Typupiscis lujanensis” y la rivalidad Ameghino-Burmeister 3 ción ictiológica d’Orbigny del Museum National d’Histoire Naturelle de Paris (MNHN), incluida las fotografías de los ejemplares recolectados por este naturalista, se consultó en https://science.mnhn.fr/institution/mnhn/collection/ic. Las “Obras Completas y Correspondencia Científica” (OC y CC) de Ameghino (Torcelli, 1913-1935), se consultaron en la versión digital CD de la biblioteca Nacional de Maestros “Leopoldo Lugones”. Los planos del Museo Público se consultaron en mayo de 2011 en la biblioteca “Arq. Federico Ortiz” de la Manzana de las Luces. En mayo de 2012, se inspeccionó la planta alta de la Procuraduría jesuítica en compañía del arquitecto Jorge Bozzano. Una segunda inspección se realizó en junio de 2015. Para la localización de las propiedades de los Ameghino en Buenos Aires y Luján se utilizaron los mapas de “croquis de parcelas” sitos en www.buenosaires. gob.ar, los planos urbanos históricos de la Biblioteca Nacional, https://catalogo.bn.gov.ar/F, los mapas originales del “Mapa topográfico de Buenos Aires, Departamento Topográfico 1867”, “Plano topográfico de Sourdeaux” del Archivo y Biblioteca E. Zeballos (AyBEZ); y planos históricos catastrales de Luján del Archivo Histórico de Geodesia y catastro de la Provincia de Buenos Aires (AHGCPBA). Para la correlación de la antigua y nueva numeración de las calles de la ciudad de Buenos Aires se consultó el plano de Leguenne y Vergnory (AyBEZ).

Abreviaturas: AGN, Archivo General de la Nación Argentina; AHGCPBA, Archivo Histórico de Geodesia y catastro de la Provincia de Buenos Aires; AMACN, Archivo Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia; ANF, Archives Nationaux de France; AyBEZ, Archivo y Biblioteca Estanislao Zeballos; MNHN, Musée Nationale d’Histoire Naturelle de Paris; MNLP, Museo Nacional de la Plata; SCA, Sociedad Científica Argentina.

RESULTADOS

Typupiscis lujanensis un “eslabón perdido” en las toscas del Luján: hallazgo y presentación a Burmeister La primera mención a un hallazgo de “Typupiscis” en el Río Luján data de 1874 según las referencias de Florentino Ameghino (1892) y su hermano Carlos (OC y CC carta 149). Un segundo hallazgo es registrado por Carlos en 1884 y posiblemente corresponda con el ejemplar conservado vivo y descripto por Basaldúa (OC y CC carta 149; Torcelli, 1913b: 36). En los apartados siguientes analizamos la posible área de hallazgo, contextualizamos la visita al director del Museo Público y el origen de tensiones y querellas entre Burmeister y Ameghino.

El hallazgo del Typupiscis y el espacio ameghiniano: el Vado y Remanso de la Virgen, Luján 1874. Ameghino, a sus 21 años, atento a las curiosidades de historia natural, creyó haber hallado una nueva especie de pez y consideró que debía darla a conocer al mundo científico. En enero de 1874, Florentino recoge un siluriforme extraído por pescadores en el paraje conocido como “Remanso de la Virgen” en el Río Luján y lo bautiza Typupiscis lujanensis. Dicho remanso se encontraría adyacente al “Paso de la Virgen” entre el tajamar del molino y el puente de la calle Ituzaingó (Fig. 1).

Fig. 1 El espacio lujanense ameghiniano. A, Luján en 1866, área del Paso de la Virgen y casas de Ameghino (AHGCPBA). B, Vado de la Virgen. Vista desde la margen izquierda hacia el sur, en la margen derecha el molino de Bancalari, circa 1915. C, Detalle de la mensura de Differt de 1871 (AHGCPBA), del sector del río Luján entre el puente de la calle Ituzaingó y el tajamar del molino, posible ubicación del remanso de la Virgen. 

Respecto al sitio de recolección hay dos referencias dadas por Carlos Ameghino, la primera es una carta (OC y CC carta 149) donde le anuncia a su hermano Florentino la pesca de otro ejemplar en febrero de 1884. Conocedor de la importancia que tenía este nuevo hallazgo para Florentino, le escribe a la librería “El Glyptodon”:

“Hace algunos días saque del río un pez como aquel que encontraste ahora unos diez años y que llamaste Cypripiscis Lujanensis; y casualmente en el mismo punto en que se sacó aquel es en donde he pescado este” (OC y CC carta 149, vol 20, 25 de febrero 1884).

La segunda referencia se encuentra en los comentarios de Torcelli al relato de Basaldúa (Torcelli, 1913b: 36). Deducimos que por los hábitos de estos loricáridos (nocturnos y detritívoros bentónicos), habrían sido extraídos con red de arrastre, modalidad que también señala Valenciennes como peche a la seine (o senne) (Cuvier & Valenciennes, 1840) o sorprendidos en oquedades de las orillas.

Enero de 1874: en busca de reconocimiento y legitimación en la Manzana de las Luces. Entusiasmado con el hallazgo, acude al estudio fotográfico de su compatriota Pedro Annaratone en Mercedes y le hace tomar cuatro fotografías (Ameghino, 1874). Con el pez y las fotografías en mano, o solo con el extraño pez, acude al Museo Público a principios de 1874 y anuncia al director el hallazgo de su “pez tipo lujanense”. Burmeister se irrita, posiblemente porque el joven Ameghino lo visita con intenciones de imponer y legitimar su descubrimiento y lo clasifica erróneamente como Hypostomus plecostomus (Burmeister, 1891; III: 421). Ameghino le replica en 1892 a un Burmeister recientemente fallecido, donde menciona las fotografías del pez, que quedarán inéditas (Ameghino, 1892). Una primera mención de una posible visita de Ameghino a Burmeister aparece en una carta a los padres en febrero de 1872 (OC y CC carta 6). Ameghino, en ese momento con 19 años muestra cierta urgencia y determinación en reunirse con el director del museo, no explica los motivos y tampoco hay evidencias de que dicha entrevista se haya llevado a cabo. Probablemente y como lo testimonia la carta anterior (OC y CC carta 5) Ameghino se vio enredado en rencillas sobre prioridades sobre áreas de excavación en el verano de 1871-72, con los hermanos Bretón, quienes buscaban fósiles en sociedad comercial con Bonemment, y que habían sido proveedores oficiales de Burmeister (Toledo, 2017: 73, 2021a). Una visita en enero de 1874 al Museo (Fig. 2), con importantes consecuencias en las actividades científicas de Ameghino de sus próximos diez años, queda bien registrada por tres menciones del mismo Ameghino: claras referencias y detalles del encuentro con Burmeister se encuentran en una larga carta conciliatoria que escribe en enero de 1881 a Moreno en Paris (OC y CC carta 133), también en su reseña histórica sobre los descubrimientos del hombre fósil en su Antigüedad (Ameghino, 1881: 378-379) y finalmente lo menciona brevemente en la réplica post mortem a Burmeister (Ameghino, 1892: 441):

“Puesto que Burmeister atribuye tanta importancia a los huesos encontrados por Séguin, díjeme entonces, mostremos los fósiles humanos que hemos recogido […]. En el mes de enero de 1874 presentábame en el Museo, en el estudio del ilustrado sabio […]. Espúsele el motivo de mi visita y me contestó “No me inspiran mucha confianza tales descubrimientos, no creo en ellos, […] y para mi carecen de interés”. Pero por esto no me desalenté, propúseme, al contrario, buscar nuevos materiales para poder plantear con éxito el problema de la existencia del hombre fósil en la Pampa” (Ameghino, 1881: 378-379).

“Golpeaba a la puerta de de la ciencia… pidiendo únicamente a la ciencia que hiciera luz, y su representante me cerraba la puerta. […] la incredulidad e indiferencia que encontré hirieron mi amor propio, me obligaron a estudiar y buscar […] nuevos materiales” (enero de 1881, OC y CC carta 133).

“Afirma [Burmeister] que en 1869, le enseñé un pescado muy conocido (Hypostomus plecostomus) […]. Y la verdad es que fue recién en 1874 cuando yo le enseñé, no un Hypostomus plecostomus, según lo creyó él equivocadamente, sino un ejemplar del género Chaetostomus, cuyo género en aquella época, por cuanto yo sepa, no había sido señalado aún en el río de la Plata. […] existen de él fotografías que datan de aquella época. […]” (Ameghino, 1892: 441).

Fig. 2 Solar del Museo Público Nacional, Perú y Alsina, tras la iglesia de San Ignacio, Buenos Aires. A, Plano de la planta alta; en líneas de puntos, recorrido hacia a la oficina de Burmeister a través de la célebre escalera, corredores y sala del Megaterio (Plano del Museo y Universidad, solicitud n° 18760, de 1894, biblioteca de la Manzana de las Luces). B, Estado en 2015 de la sala de la procuraduría jesuítica donde se exponían los mamíferos pampeanos, al fondo a la izquierda, puerta del despacho de la dirección. C, Estado actual del espacio donde se ubicaba la oficina de dirección y su puerta de acceso recientemente remplazada por un anacrónico estilo jesuítico. D, Escalera “de Berg” inicio de la escalera en la planta baja luego de hall de la entrada de Perú 208 hacia el año 1900. E y F, Puertas con cristales grabados y mosaicos instalados por Berg en 1893. G, Sala del Museo luego de las reformas de Berg, notar mosaicos, bóveda blanqueada y travesaños para iluminación eléctrica, vista tomada hacia la esquina Perú y Alsina (corresponde con la vista actual de B). 

En 1870 y 1873 Ameghino había encontrado fósiles humanos en el arroyo Frías, cerca de Mercedes, descubrimiento que “creyó de una cierta importancia científica” y le urgía darlos a conocer (Ameghino, 1881: 378; Molle, 1993). Burmeister se quejaba vía los diarios porteños que un coleccionista y comerciante de fósiles francés, François Séguin (1812-1878) (Fig. 8A), no solo le había negado inspeccionar los fósiles del “hombre de Carcarañá”, sino que luego los lleva a Francia y los vende al Museum (Toledo, 2017: 499-503). Por ello Ameghino se sintió justificado, y tal vez obligado, a presentárselos al director del Museo Nacional abrigando la esperanza que ante la vista del material “indudablemente fósil” Burmeister se desplazaría para examinar y certificar el punto de hallazgo en las barrancas del arroyo Frías. Según su relato a Moreno, viaja a Buenos Aires “a fines de 1873 o principios de 1874”, mientras que en la Antigüedad precisa que fue en el “mes de enero” (Ameghino, 1881: 378). El director del Museo muestra un total desinterés y descalifica el hallazgo, escena que se volvió un leitmotiv de los biógrafos hagiográficos, como representación de los primeros “sufrimientos del sabio”. Ameghino mismo confiesa que se sintió herido en su amor propio y que ello lo indujo a prospectar aún más para probar “la historia antehistórica de los primeros hombres que habitaron las regiones del plata” (enero 7 de 1881, OC y CC carta 133). Burmeister por su lado en 1891 hace alusión a una primera y única visita en 1869 cuando Ameghino le habría presentado el pez (Burmeister, 1891: III: 421). Ameghino corrige esto, diciendo que fue en 1874 y aprovecha para tratar al director de desmemorioso, si bien omite mencionar que en ese año había creado un nuevo género y especie no justificados. Es extraño que Burmeister en 1891 no hiciera mención de los fósiles humanos de Frías, tema mucho más candente y comprometedor, que la pesca de un simple loricárido viviente. Probablemente Burmeister prefirió obviar el tema del hombre fósil ya que inmediatamente después de la visita de enero 1874 catedráticos como Giovanni Ramorino, profesor de la universidad, ratifican la validez del hallazgo (Camacho, 1971, Fernández, 1982; Toledo, 2009, 2016). En los relatos de Burmeister y Ameghino, ambos temas, pez y hombre fósil no se encuentra asociados en una misma visita, y, en los relatos tardíos de 1891 y 1892, Burmeister prefiere ignorar el haber examinado los fósiles humanos de Frías, mientras que Ameghino prefiere olvidar la presentación de su pez.

Es posible imaginar con bastante certeza el contexto espacial de una visita al Museo Nacional y la trayectoria hacia el escondido cubículo de Burmeister gracias a las descripciones y relatos descriptos por Holmberg (1878) y Martínez (1907). Ameghino debió, luego de subir la escalera, recorrer todo el corredor de la galería del primer piso, entrar a la sala de bóvedas jesuíticas, volver sobre sus pasos en el interior de la misma sorteando las tarimas y vidrieras con el megaterio y otros mamíferos fósiles pampeanos, un trayecto iniciático en U, para recién allí, a la izquierda encontrar el despacho del director (Fig. 2A, C). La famosa escalera del vestíbulo de Perú 208 hacia la galería del primer piso no pasó desapercibida. Arsenne Isabelle visita el museo en 1830 y la califica como una de las “maravillas” arquitectónicas de Buenos Aires (Isabelle, 1835). Por otro lado, dejaba en otros visitantes recuerdos menos agradables. Ward (1890) en su visita de 1889, antes de las reformas de Berg, la califica de “larga y cansadora escalera”. Aun se observa en la mampostería de la galería de la Procuraduría la traza de la misma (observación en mayo de 2011). Berg emprendió obras de mejoras en 1893, revistió la escalera en mármol, le agregó un descanso, instaló puertas con cristales grabados, reemplazó las baldosas coloniales con mosaicos e instaló cañerías de sanidad (Berg, 1894; en Ameghino, 1910) (Fig. 2D-G). Recordamos aquí estos espacios ya que la conservación, de lo que resta de ellos, no está garantizada por los actuales proyectos arquitectónicos. Hasta la fecha, solo los muros de lo que fue la Procuraduría y las actividades jesuíticas son considerados en la restauración y la futura temática museal. La memoria del Museo Público quedara así borrada en la transformación de este solar.

Crónica de la rivalidad édita Ameghino- Burmeister

El difícil carácter y los modos cortantes de Burmeister eran ya conocidos antes de su llegada a la Confederación Argentina. Inusual para los cánones de trato y tacto social de la época, F. von Güilich, cónsul de Prusia, no duda en prevenir al rector de la Universidad, José María Gutiérrez sobre la personalidad de Burmeister, “brusco, poco amable y egocéntrico”, aduciendo como causa su mala experiencia matrimonial (Auza, 1996: 138). Más tarde Ángel J. Carranza (1865), desde Toledo: El “Typupiscis lujanensis” y la rivalidad Ameghino-Burmeister 7 la Revista de Buenos Aires al hacer el análisis bibliográfico de los Anales, deja explícitamente aclarado que no aprecia al director del museo “por ciertos abusos”. Sin duda su tozudez, alineamiento estricto con el principio de autoridad, cierta arrogancia y actitud autosuficiente, sostenidos por su prestigioso pasado académico en Europa, habrían disparado roces con diferentes personalidades del Plata. Pero Ameghino logró irritarlo de por vida, con los comentarios contrarios que escuchara en la campiña mercedina, el affaire del hombre fósil y la pretendida nueva especie de pez. Posteriormente, la visibilidad obtenida en Europa, la publicación de Filogenia (Ameghino, 1884) y luego los “gruesos” volúmenes de la “Contribución” (Ameghino, 1889), alimentaron la animosidad mutua durante la década de 1880. La incomodidad y tensión siempre presentes desde aquella visita del 1874 se trasmuta ahora en acusaciones y descalificaciones directas, y, al ser publicadas, quedan a la vista de toda la comunidad científica nacional e internacional. En 1891, Burmeister decide dejar sentadas sus correcciones a diversas descripciones de fósiles y publica la última entrega de los “Anales del Museo Público” donde tiene en la mira la reciente publicación de la “Contribución de Ameghino (1889). Allí le dedica apartados especiales que denomina “apéndice crítico”, donde no escatima duras argumentaciones ad hominem contra este último. Escribe ocho de estos apéndices luego de cada revisión de grupos de mamíferos patagónicos y paranenses (Burmeister, 1891: 420, 432, 438, 448 y 484). Burmeister pierde su temple frente a la proliferación de nuevas especies publicadas por Ameghino, que atribuye, en su mayoría a simples variaciones morfológicas no específicas:

“El autor es infatigable para fundar nuevos géneros y nuevas especies”. (Burmeister, 1891: 439). “tiene una manía de molestar con nuevos nombres la ciencia” (Burmeister, 1891: 468). “cometiendo nuevos errores y haciendo nuevas especies, creciendo los dos en el suelo pútrido de sus obras, como los hongos en la basura, que es el verdadero terreno del nacimiento de éstos” (Burmeister, 1891: 471).

A los dos volúmenes de la “Contribución” le reserva los calificativos de “gruesa obra de mala ejecución”, plagada de errores y una “lástima” para la ciencia. Luego de revisar el género Nesodon descalifica la idoneidad de Ameghino a quien acusa de poseer la arrogancia del autodidacta. Ya en 1876 se había referido despectivamente a Auguste Bravard (1803-1861) (Fig. 15B) en términos parecidos, a quien también descalifica por autodidacta y por lo tanto inclinado a ideas extravagantes, como suponer que los limos pampeanos tenían un origen eólico, hipótesis aceptada en la actualidad. Burmeister no considera como un par a quien no hubiera frecuentado prestigiosos claustros universitarios y un ambiente social intelectualmente sofisticado:

“[Ameghino] nunca ha sido educado en una escuela científica, ya sea un colegio bueno ó la Universidad de Buenos Aires, porque ha llegado á este país de Génova con su familia á la edad de algunos años, y ha recibido su educación en la escuela municipal del pueblito campestre de Luján” […] “Autodidactas de su género son bien conocidos como arrogantes […]” (Burmeister, 1891: 421).

En el primer “Apéndice crítico” encontramos una alusión al tema principal que nos ocupa, el Typupiscis, donde Burmeister confunde el año del encuentro, lo clasifica erróneamente como Hypostomus plecostomus y declara haber sido la última vez que había visto personalmente a Florentino:

“Y la visita que me hizo en el año 1869, con un pescado bien conocido (Hypostomus plecostomus) como de nueva especie fue la única vez que estuve en contacto ulterior con su persona. Desde ese momento el señor Ameghino no ha cesado de ocuparse de mis obras para disminuir su valor, atacándome en sus publicaciones” (Burmeister, 1891: 421).

Remarca su “ignorancia exorbitante” y lo califica con el florido mote de “criticastro” por “su arrogancia de criticar autores meritorios, a los cuales él no debe colocarse como parecido, hablando de ellos sin el respeto del júnior” (Burmeister, 1891: 448). Es claro que para Burmeister el principio de autoridad le era tan importante o más que los argumentos en discusión:

“ […] [ Ameghino] construye de nuevo el ramo de la ciencia […] todo según sus caprichos y sus fantasías. Igual atrevimiento no ha existido jamás en la ciencia; cada sucesor júnior se ha fijado en sus antecesores como maestros, […] y por esta razón condeno la obra de Ameghino como innovación censurable y recusable” (Burmeister, 1891: 487).

En el último “Apéndice crítico” (Burmeister, 1891: 486) discurre sobre la controversia del “hombre fósil” donde observamos que se mantiene en la misma posición que en 1874, a pesar de haber sido publicadas la “Antigüedad” y “Contribución” de Ameghino (1881 y 1889). Así ratifica los conceptos con los cuales se alineará la Sociedad Científica Argentina, a través de Moreno Zeballos, Arata y Lista, para desautorizar a Ameghino en 1876 (Ameghino, 1881: 392-411):

“Todas estas noticias, […] sobre el hombre fósil... son vagas y aumentadas por la fantasía de los autores, yo no creo en ninguno de estos datos, dudosos para mi, y me contento con los pocos ejemplos serios de restos humanos en depósitos postcuaternarios o actuales” (Burmeister, 1891: 486).

En marzo de 1892, Ameghino replica a cada una de las “Noticias críticas” de Burmeister de modo que llegue a los oídos de todos los interesados, nacionales e internacionales, de las controversias patagónicas. Defiende sus nuevas atribuciones taxonómicas y no duda en denostar a Burmeister, quien muere el 2 de mayo, respecto a la proliferación y confusión de nombres de especies:

Jamais je n’aurais cru qu’un homme de science de sa taille et de ses antécédents pouvait descendre á des insultes personnelles aussi grossières […] sans réfléchir que les insultes ne sont pas des raisons scientifiques” (Ameghino, 1892: 437)

II n’a pas traité d’un seul genre, peut être même d’une seule espèce, sans tomber dans de graves erreurs, et la presque totalité des espèces et des genres qu’il a fondés étaient déjà connus et décrits avant lui” (Ameghino, 1892: 462).

Pero herido y dolido con las alusiones a su autodidaxia, pierde el temple y responde también con argumentos ad hominem incluyendo alusiones a la edad de Burmeister y a su idoneidad como paleontólogo (Ameghino, 1892: 462, 467; 1899, OC y CC pag. 1032). Es de destacar que no replica una alusión muy personal que le había hecho Burmeister: el haber nacido en Italia. Ameghino, a pesar de su carácter, calla. Ello es una evidencia más que el real lugar de nacimiento era conocido por varios de sus pares. Vignatti (1942) resumirá la personalidad de Burmeister, con el equilibrio que da el paso del tiempo y el ocaso de las pasiones, como un académico “desbordante de cultura clásica e invulnerablemente acorazado en su ortodoxia científica y religiosa”.

Primeras fotos científicas en el Río de la Plata: La Luna, el Megaterio y el Typupiscis

El daguerrotipo y las albúminas en Argentina. Con la popularización de la albúmina, que remplaza totalmente al daguerrotipo en la década de 1860 las vistas de exterior y objetos diversos se vulgarizan en la primera mitad de los años de 1870 (Radau, 1878). Burmeister y los jóvenes Ameghino y Moreno aplican esta nueva técnica para ilustrar objetos de historia natural y arqueológicos hacia 1874. De este modo, las albúminas del Typupiscis se encuentran entre las primeras fotografías con objetivo intencionalmente científico (Toledo, 2017: 542).

La fotografía se inicia con la invención de un método capaz de fijar la imagen invertida que se producía en una cámara oscura, simple cubículo con un orificio en uno de sus lados, más tarde mejorado con una lente en lugar de un simple orificio. Joseph Nicephore Niepce logra un resultado satisfactorio hacia 1827 al exponer una placa de cobre recubierta con una capa fotosensible. Denominó heliografía a este procedimiento ya que se experimentaba con vistas expuestas a la luz solar y así obtiene una primera, y célebre, imagen desde la ventana de su laboratorio que se considera la primera fotografía de la historia. Poco antes de morir, se asocia con el pintor Louis Jacques Mandé Daguerre, quien mejora el método de fijación. Obtiene el apoyo de François Arago, físico y astrónomo quien poseía importantes influencias políticas. Niepce y Daguerre habían firmado un contrato del cual se conocen solo dos copias una de ellas se encuentra en Argentina descubierta accidentalmente por Pedro N. Arata (1849-1922), químico, bibliófilo y fotógrafo argentino (Fig. 8), cuando compra viejos papeles de Arago (Ferrari & Medan, 2010). La intricada red de relaciones nos hace encontrar a Benjamin Gould, quien será director del observatorio de Córdoba, trabajando con Arago en Paris, a su vez Gould introduce a Sarmiento en Nueva York a la “fotografía celeste” en 1865 y así nace el proyecto del observatorio de Córdoba (Ferrari, 2001, 2021; Paolantonio & Minniti, 2008; Minniti & Paolantonio, 2009, 2013). Al morir Niepce, y caducado de hecho el contrato, el daguerrotipo se expande rápidamente en Francia primero y luego en todo el mundo (Cuarterolo, 1995; Ferrari, 1993, 1995, 2019). Sin embargo, los precipitados Toledo: El “Typupiscis lujanensis” y la rivalidad Ameghino-Burmeister 9 químicos tenían una fijación muy deficiente por lo que las imágenes que formaban se desvanecían con el tiempo, “la luz las crea y la luz las devora… Saturno devora sus propios hijos”, a decir de Arrufo (1865: 266); por lo que debían ser cubiertos por una placa de vidrio y protegidos en un estuche. En 1843, se establece el primer daguerrotipista en Buenos Aires, John Elliot, hacia 1848 Buenos Aires ya contaba con diez daguerrotipistas, todos extranjeros. El daguerrotipo se usó en la Argentina hasta 1860, pero su alto costo impidió su difusión (Cuarterolo, 1995). Durante la década de 1850 llegan numerosos daguerrotipistas, entre ellos otro Florentin, Amédée Jacques (1813-1865), educador liberal, normalien, que, tras roces con las autoridades de educación parisinas al apoyar los eventos de 1848, emigra a Uruguay en 1851 con una recomendación de Humboldt. Luego pasa a Entre Ríos donde se dedica al daguerrotipo y a la agrimensura. Desde 1864 es rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, inmortalizado en los relatos de Juvenilia (Cané, 1884).

La fijación química efectiva de las tomas seguía siendo un problema y las imágenes se deterioraban con el tiempo lo que obstaculizaba una utilización comercial de la fotografía. Finalmente, la manipulación de un negativo y un positivo con imágenes duraderas se logran gracias a la invención de Scott Archer de un negativo húmedo al colodión sobre una placa de vidrio. Desiré Blaquart-Evrard, descubrió en 1850 que este negativo podía reproducirse varias veces sobre positivos de papel cubiertos por una capa de clara de huevo (albúmina), bromuro de potasio y ácido acético que una vez seco se recubría con nitrato de plata, denominado por ello papel albuminado. Al poner en contacto la placa de vidrio del negativo al colodión sobre dicho papel y exponerlos al sol, este último tomaba y fijaba una imagen en positivo, proceso que podía repetirse con la misma placa y varios papeles albuminados. Esto permitirá una fijación duradera y así se popularizan las publicaciones con fotografías originales adheridas al papel de las páginas y con ello desaparece el daguerrotipo (Ferrari, 2019). La albúmina, dominó la fotografía en Argentina entre 1860 y 1900 (Cuarterolo, 1995, 2009; Alexander s/a; Alexander et al., 2002; Ferrari 2019: 76) y con este procedimiento fueron ejecutadas las imágenes de los fotógrafos Annaratone y Halitzky que analizamos en este trabajo. Un interesante testimonio local es la conferencia de un aficionado porteño que muestra que, ya hacia principios de los años 1860, la fijación en papel albuminado había alcanzado una difusión local considerable. El 20 de noviembre de 1864, en el Circulo Literario de Buenos Aires, Jaime Arrufo ofrece una disertación seguida de demostraciones técnicas sobre la fotografía (Arrufo, 1865). Abre con una revisión histórica y finalmente muestra a la audiencia la preparación del papel albuminado, y su “viraje y fijación”. Arrufo, visionario, adivina el futuro uso de la fotografía en varias disciplinas: “La fotografía parece un meteoro bajado del cielo, en ayuda de las artes y las ciencias”. En particular avizora el uso en el ambiente científico:

“El físico, el matemático, el artista […] todos tienen en ella el medio de representar sus productos para estudio […] “el mineralojista […] la fiel representación de los minerales objeto de su estudio” (Arrufo, 1865: 271).

Así, en nuestro medio desde 1855 aparecen libros ilustrados con retratos y, entre las décadas de 1860 y 1870, se vulgariza la utilización de fotografías de objetos con un objetivo técnico, utilitario. Los fotógrafos salen del atelier al exterior en carros-laboratorio, captan vistas urbanas, rurales, costumbristas y militares, dando lugar así la documentación gráfica. Entre 1840 a 1860 había llegado el daguerrotipo a la Argentina de la mano de fotógrafos de origen francés, alemán, norteamericano e inglés, pero con la inmigración masiva, desde 1870 la mayoría de los fotógrafos serán italianos (Alexander et al., 2002). Hacia 1869 casi todas las ciudades del interior poseían al menos un fotógrafo, solo en Buenos Aires el censo de ese año registra 122 (Ferrari, 2019).

Primeras imágenes de objetos de historia natural: Lóricas de Typupiscis y de Panochtus (1874). En 1873 se publica la primera fotografía científica argentina en la Revista Médico-Quirúrgica, es la imagen de un parásito, la triquina (Ferrari, 2019). En 1878 aparecerá la primera tesis doctoral, la de Emilio Coni, ilustrada con fotografías de patologías adheridas a las páginas (Ferrari, 1993: 161). En 1874, se publican en la revista alemana La Plata Monatsschrift las primeras fotos de la luna tomadas en el observatorio de Córdoba, dirigido por Benjamín Gould, por el fotógrafo enviado especialmente de Estados Unidos, Carl Schultz-Sellack (Ferrari, 1993: 160, 2001, 2021). El uso en arqueología lo inaugurará Ameghino en 1876 seguido por Moreno, Liberani y Hernández en 1877 (Fig. 4). Es decir que para 1874 cuando Ameghino le solicita a Annaratone inmortalizar para la ciencia a su Typupiscis, produce una de las primeras fotografías con intenciones de registro científico, intento al que dará continuidad en 1877 cuando publica en la imprenta de La Aspiración su “Antigüedades Indias de la Banda Oriental”. La primera mención a fotografías de fósiles la encontramos en el reporte del “progreso del año 1870” del Museo Público donde Burmeister hace tomar tres vistas de la pelvis de Megatherium, donados por los señores Lanata y Terrero y las envía, junto a un resumen, a la Sociedad Zoológica-Botánica de Viena que lamentablemente no las publica (Burmeister, 1870-1874, II: VI). Ese mismo año Burmeister hacia fotografiar tubos caudales de dos especies de Panochtus (Fig. 3B), recorta y pega artesanalmente las albúminas a un cuarto del tamaño real, en la lámina XVI (Burmeister, 1870-1874: 156). Gracias a un reclamo urgente de fondos de Burmeister al Ministro de Gobierno Antonio Malaver el 3 de marzo de 1871, constatamos que la realización de las copias de una lámina con fotografías tenía un alto costo:

“Tengo el honor de remitirle a Ud. la copia de una lámina fotografiada perteneciente a la entrega octava de los Anales del Museo Público. Me he visto obligado a dejar ejecutar esta lámina acá en Buenos Aires, lo que aumenta mucho el precio de ella, y por esta razón debo rogar del Sup. Gobierno abonarme los 2.000 pesos […] para pagar el fotógrafo que ha ejecutado la lámina” (AMACN, N° 317).

Fig. 3 A, “Imagen de la luna llena. Observatorio Nacional Argentino, Córdova 1873. Christiano Junior”. Biblioteca Nacional Digital de Chile http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/632/w3-article-316137.html. B, dos de las 5 albúminas encargadas por Burmeister, tubos caudales de Panochtus (Burmeister, 1874: 156, lámina XVI). C, Sello del fotógrafo Emilio Halitzky. 

Fig. 4 Exposición Universal de 1878, Paris. A, Albúminas de cráneos de la colección Moreno. B, Interior de la sala de arqueología y paleontología del pabellón argentino montado por F. Ameghino. En la pared izquierda las cincuenta albúminas de Moreno y en la pared derecha las albúminas de la colección Liberani, a ambos lados de la ventana central (ver C). C, Frente del pabellón de las Naciones Sudamericanas en la Rue des Nations, a la derecha del hall escalinata de entrada al “museo paleontológico” a cargo de F. Ameghino (foto Ladrey, Archive National de France). 

Las albúminas de Panochthus fueron realizadas por Emilio Halitzky, fotógrafo de origen húngaro, quien estuvo activo en Buenos Aires desde 1866, durante el auge de la carte de visite (Fig. 3C). Este formato, conocido como portrait cartede- visite, patentado por Disdéri en 1854, consistía en el montaje de retratos en albúmina sobre un cartón o tarjeta. El obsequio y venta de dichos retratos fue muy popular en la segunda mitad del siglo XIX. En 1885, Torcuato de Alvear, primer intendente de Buenos Aires, le encomienda a Halitzky la realización de un álbum con las renovaciones haussmanianas de la ciudad. Una de las últimas, la abertura del boulevard Diagonal Sur, cercenará la esquina del Museo Público y su puerta de acceso original sobre la calle Perú.

Queda por analizar si Ameghino estaba al tanto de esta nueva irrupción tecnológica, la fotografía, a través de las actividades de Halitzky, al servicio de Burmeister, o por su compatriota Annaratone, o acudió al gabinete de este ultimo de motu proprio (Toledo, 2017: 542; Simón, 2018: 22). Tampoco sabemos por qué Burmeister decide hacer tomas de fósiles cuando los gravados eran mucho más expresivos respecto a la textura y distribución de osteodermos, si bien una explicación podría ser los diferentes tiempos de producción, ya que las litografías las realizaba en Europa.

Hacia 1877, en representación del Museo Antropológico de Buenos Aires en la Exposición Universal de Paris de 1878 (Fig. 4) su director, Francisco Moreno, hace fotografiar 21 cráneos a escala mitad del natural, en norma frontal y lateral sumando 42 albúminas, más una fotografía de un disco de cobre de Aconquija y 7 fotografías de objetos líticos calchaquíes (Ameghino, 1878: 73; Podgorny, 2009: 151; Toledo, 2009: 106). Es decir que Moreno envía a Paris un total de 50 albúminas pegadas sobre cartulina blanca (Fig. 4A). En dicho catálogo Ameghino copia textualmente la noticia preparada por Moreno para su álbum:

Cet album représente plusieurs objets […] des collections formées dans mes excusions […] en 1873 a 77, […]. La commission Centrale pour l’Exposition de Paris de 1878 a fait photographier les objets mentionnés dans ce catalogue pour qu’ils figurent a l’exposition des sciences anthropologiques. diciembre 31, 1877. F.P. Moreno” (en Ameghino, 1878: 67).

El Profesor Inocencio Liberani presenta 31 albúminas, álbum que dona a la Societé Anthropologique de Paris, representando material arqueológico, planos, dibujos y panoramas de Santa María-Loma Rica (Catamarca) (Ameghino, 1878: 74, 1880: 500, 532). Al álbum de Moreno, Ameghino lo ubica en la pared izquierda del stand, bajo el título de “Colección Moreno”, frente al álbum de Liberani que instala de uno lado y otro de la ventana que daba a la Rue des Nations (Fig. 4B).

El envío de 50 fotografías de Moreno no es un simple muestrario para promover su flamante museo porteño, sino que es una forma de sentar un golpe final a los últimos resistentes a su modelo dual de “poblamiento antiguo” patagónico. Desde 1874 deseaba que la prestigiosa escuela antropológica de Broca, Quatrefages, y sus discípulos, entre ellos Topinard, aceptaran su idea de que una primera “raza tehuelche primitiva” dolicocéfala, autóctona, representada por los cráneos de los paraderos, luego fuera remplazada por otra “raza” braquicéfala pehuenche, agresiva e invasiva (Moreno, 1874 a,b, 1876, 1878, 1879, 1882, 1882b; Ameghino, 1880: 500; Quijada, 1998; Salgado et al., 2004; Farro, 2009: 64, 2011, 2012; Toledo, 2009: 550). El anuncio de una raza original extinguida dolicocéfala patagónica llega a Francia en un momento bisagra de las ciencias antropológicas: Entre 1862 y 1869 cristaliza la “conversión” de Paul Broca al constatarse la hipótesis de una “dolicocephalie arqueológique” inicial europea frente a la “brachicefalie ethnologique” de Retzius (Retzius, 1846; Broca, 1868; Blanckaert, 2010: 245, 1989). Moreno aplica estas nuevas ideas por primera vez en América de Sur, sin aventurar abiertamente aún su autoctonía; lo comunica a Broca hacia 1874 (Carta 10 junio 1875 MNHN), a quien llama “mi viejo consejero” (Moreno, 1882a: 191-192) y en 1875 a Quatrefagues (carta 10 junio 1875, MNHN). Moreno envía cinco cráneos (MNHN 6566-70) a Paris en octubre de 1874 a pedido de este último. En el intercambio epistolar entre Moreno y de Quatrefages ya se menciona la posibilidad de enviar fotografías de cráneos en 1874, es posible entonces que fotos de Moreno no conocidas también estuvieran entre las primeras sobre temas arqueológicos. El 1 de abril de 1879 Moreno aprovecha para anunciar la creación del Museo Antropológico de Buenos Aires y confiesa a de Quatrefages que no podía enviarle una copia personal del álbum de la Exposición ya que las cincuenta albúminas le habían costado 1000 francos, pero promete hacer copias en Europa a partir de los “clichés originales” (carta Moreno a de Quatrefages, 1 de abril de 1879, MNHN). Moreno considera triunfante su teoría de una raza inicial dolicocéfala, que había elaborado entre 1874 y 1880, lo que lo lleva, apoyado por la idea de tierras hoy sumergidas, a postular la autoctonía de todo el género humano en América del Sur (Moreno, 1882a,b) aún antes que Ameghino. Navarro Floria et al. (2004) en un revisionismo sesgado, llegan a proponer que Moreno forzó el registro óseo en pos de crear una historia argentina profunda, funcional a la construcción de la Nación. Sin embargo, los estudios de las tipologías craneanas no influyeron en la consolidación del aparato estatal (Farro, 2011: 101) y la correspondencia evidencia una motivación eminentemente científica. Podgorny (2005) y Farro (2009) se basan solo en los últimos envíos de cráneos y en correspondencia incompleta, para sugerir que Moreno se apropiaba de las ideas de Topinard, quien sin embargo reconocerá tácitamente la prioridad de Moreno (Topinard, 1876: 499). La alta frecuencia de tipos dolicocéfalos en el álbum de Moreno (fig. 4A) llevará al mismo Paul Broca a pensar si los orígenes más primitivos del hombre podrían estar en América (Broca, 1879). Las albúminas de Moreno no habían pasado desapercibidas: “ese álbum nos ha causado ya más de una sorpresa. Se busca el secreto de los orígenes humanos de este lado. Quién sabe si la luz no nos vendrá de América, por el contrario!” (Broca, en Moreno 1882b: 221). Así, las posteriores teorías antropogenéticas de Moreno y Ameghino, encuentran un primer apoyo e impulso en los círculos académicos franceses, antecedente que es comúnmente ignorado en el análisis de estas hipótesis autoctonistas.

Entre Mercedes y Suipacha, Don Pedro Annaratone (1841-?): Fotógrafo y boticario

Luego de la epidemia de cólera en el verano de 1868 Ameghino hace un paso fugaz por la escuela Normal de Buenos Aires para devenir, en julio 1869, ayudante en la escuela Elemental de Varones n° 1 de Mercedes gracias a apoyos clericales (Calzada 1926: 232, Udaondo 1939). Los casi ocho años de residencia en Mercedes le permiten relacionarse íntimamente con el mundillo genovés y otros inmigrantes, alguno de ellos comerciantes acaudalados, como Salomone y el francés Nogaró, que apoyan su lucha con la ciencia porteña y financian su viaje a Europa (OC y CC cartas 40 y 42). Otros, como el fotógrafo Annaratone y el periodista Mohr lo ayudan a ilustrar y publicar sus investigaciones (Toledo, 2016, 2021b).

Pedro Annaratone, según el censo de Buenos Aires de 1895, soltero, había nacido en Italia en 1841. Hacia 1877 se encuentra activo como fotógrafo en Mercedes con local en la calle 27 n° 122/124, y también ejercía como martillero (Gómez, 1986). Era miembro, junto a Ameghino, de la sociedad italiana “Reciproco Amore” de Mercedes, en la cual solo eran aceptados italianos (El Pueblo, 1917). Ameghino guardó un contacto estrecho con “Don Pedro” ya que consta que es uno de los primeros a quien envía correspondencia desde Paris al poco tiempo de su llegada (OC y CC cartas 40 y 42). Annaratone había contribuido con 1000 francos para cubrir los gastos de Ameghino durante su estancia en París (OC y CC carta 40). Ya vuelto Ameghino de Francia, Annaratone continuó interesándose en su producción científica, en junio de 1884 le pide un ejemplar de Filogenia y un ejemplar de la conferencia sobre sequías e inundaciones pampeanas (Fondo Ameghino-Salas FAS FLO 2 carta 19). En 1877 abre en Suipacha una botica en la esquina de las calles Belgrano y San Lorenzo que va a vender en 1880 (Cappucci, 2018; Testa Díaz, 1974a,b: 108). Encontramos en archivos registros de esta actividad ya que en diciembre de 1887 envió a Ameghino cajas de un medicamento llamado “El Pastor”, suponemos de su creación, para que las remitiera a la Exposición Industrial de 1888 de La Plata (FAS FLO 2 cartas n° 20-23, Grassi, 2011). Nunca dejó de formar parte del entramado de amistades y conocidos peninsulares que colaboraban con Florentino como lo muestra también una carta de mayo de 1888 en la cual Annaratone le hace parte de haber estado “cenando con José Larroque”, a quien había ido a visitar para ver sus colecciones de fósiles (OC y CC carta 527). Larroque le hace saber, vía Don Pedro, que pone a disposición de Ameghino su nueva colección, entre cuyos materiales le dice que “posee huesos del hombre fósil”. En Toledo: El “Typupiscis lujanensis” y la rivalidad Ameghino-Burmeister 13 octubre de 1888 Annaratone se mudó a Buenos Aires y le consultó a Ameghino sobre un posible puesto de trabajo en el Jardín Zoológico (FAS FLO 2 carta 24). Según la agenda personal de Ameghino (Fondo Ameghino-Rusconi) lo encontramos viviendo en Liniers 227 y según el censo de 1895 figura como industrial, con 54 años, en la sección 28 de Buenos Aires. Ameghino honró a Annaratone con el nombre de una especie de perezoso, Platyodon (Diodomus) annaratonei (Ameghino, 1881, 1889).

El legado de Don Pedro: Las albúminas del Typupiscis (1874) y de artefactos de la Banda Oriental (1877)

Torcelli, probablemente informado por Carlos Ameghino (Torcelli, 1913b: 36), reporta que Annaratone había tomado cuatro vistas del Typupiscis en 1874. La vista ventral y los antecedentes históricos los dimos a conocer previamente (Toledo, 2017: 541, 2021b: 180-181), respetando la determinación taxonómica de Casinos (2012: 138) y Berg (1895a: 275), que aquí actualizamos. La toma lateral izquierda, que se encuentra en la colección de Alberto Ferrari (com. pers.), fue publicada recientemente como un primer y original hallazgo de estas imágenes y, erróneamente asignada siguiendo a Burmeister, a Hypostomus plecostomus por Podgorny (2021a: 265; 2021b: 140-153). Las albúminas poseen el sello de Annaratone y la leyenda “Typupiscis Lujanensis Florentino Ameghino” escrito con pluma y tinta violeta en la parte inferior de la imagen (Figs. 5, 7). El grado de preservación del papel y cartulina y superficie de las imágenes es muy bueno no así las imágenes fotográficas en sí, que se encuentran desvaídas con pérdida considerable de contraste. En la página de título de “Noticias sobre Antigüedades Indias de la Banda Oriental” (1877), librillo impreso en la imprenta del diario mercedino “La Aspiración”, Ameghino destaca que su obra contiene “3 láminas fotográficas representando objetos de piedra” (Fig. 6A). “La Aspiración”, había sido fundado por Luis Alberto Mohr en 1875, quien le facilita la prensa de este diario entre 1875 y 1877 (Ameghino, 1876- 1886; Mohr, 1914; Toledo, 2016: 164). En sus “Noticias” presenta tres albúminas de 10 x 13,9 cm montadas en cartulinas de 11 x 14,5 cm de material arqueológico lítico adheridas con cola, sin dudas una por una, manualmente, en tres páginas impares (Fig. 6). Las tomas las realiza sobre un fondo claro de cartulina o papel, sobre el que escribe a pluma la referencia numérica de cada pieza. Esta numeración no se corresponde con el orden físico de los objetos en la lámina, desorden que anuncia la distribución caótica de los grabados de la Antigüedad (Toledo, 2009: 123, 2021c). La “Lámina Primera” con nueve artefactos líticos la ubica adherida en la página 16. La “Lámina Segunda” corresponde a la página 28, ilustra cinco artefactos líticos (n° 10-14). La “Lámina Tercera” se encuentra en la página 54 representa ocho bolas y un hacha con surco (n° 15-23) (Fig. 6B).

Un “pez que camina” en la librería del Once, 1884

Carlos Ameghino prospectaba desde principios de 1884 en las barrancas del Luján, entre el puente de la calle Ituzaingó y el tajamar de Bancalari (Fig. 1). Hacia el mes de febrero encuentra un ejemplar de “Typupiscis” en las oquedades de la tosca en este mismo paraje en el que se había pescado aquel de 1874. Podría suponerse que es este último ejemplar al que Florentino mantuvo vivo en una pecera en su primera librería “Del Glyptodon” o algún otro ejemplar capturado poco después ya que en el texto de Carlos se deduce que ningún otro había sido pescado entre enero 1874 y febrero de 1884. En cualquier caso, un ejemplar vivo viaja desde Luján al barrio del Once hacia 1884 y continúa su vida sobre el mostrador de la librería. Como estos loricáridos son longevos, podemos suponer que allí siguió un tiempo bajo el cuidado de Leontine, esposa de Ameghino, y de su hermano Juan durante la estadía cordobesa de Florentino. Tal vez nunca sepamos si sobrevivió una mudanza al mostrador de la segunda librería “Del Glyptodon”, menos aún, en 1886, a la librería platense “Rivadavia”. La presencia de un “Typupiscis” visible al público, dio lugar a una interesante anécdota con un cliente eventual, el señor Florencio de Basaldúa, relato que es reproducido in extenso en las Obras Completas (Torcelli, 1913: 36). El relato forma parte de una serie de conferencias ofrecida por Basaldúa en la Plata en 1897 (ver transcripción completa en Podgorny 2021b). Basaldúa no solo describe en detalle el pez, sino que nos ofrece una pintoresca postal del barrio del Once y del interior del local “Del Glyptodon” hacia 1884. Dado que “Ameghino librero” se amalgamó siempre en la memoria y mitos florentinianos al “Ameghino paleontólogo”, nos detenemos en caracterizar estos establecimientos, parte indisoluble del espacio Ameghiniano.

Fig. 5 Albúminas de Typupiscis lujanensis por Pedro Annaratone, Mercedes, 1874 (Dimensiones: cartulina 16,5 x 10,85 cm, albúmina 13,95 x 10 cm). A, vista ventral (colección del autor). B, Vista dorsal (colección del autor). C, Vista lateral izquierda (colección Roberto Ferrari). 

Fig. 6 A, Página de título de “Antigüedades indias” (Ameghino, 1876) de uno de los ejemplares que estuvo en venta en la librería “El Glyptodón” (Biblioteca del Museo Etnográfico Ambrosetti, Buenos Aires). B, Lámina III con albúmina de Annaratone pegada sobre la página 53. Notar sello de Annaratone y numeración a pluma por Ameghino. 

Fig. 7 Sellos comerciales y firma del fotógrafo mercedino Pedro Annaratone. 

Las librerías de Ameghino

Ameghino librero y autosuficiente es una imagen hoy popular y repetida una y otra vez en cada homenaje y texto hagiográfico. Con relatos forzados en distinto grado, la actividad de librero simboliza el sacrifico ofrendado para solventar sus investigaciones frente a un estado que “le daba la espalda”. Igualmente, los biógrafos proclives a una épica ameghiniana lograron victimizarlo con la también falsa, pero célebre “exoneración” a su cargo de director de la escuela mercedina. Devenido esto símbolo de la ingratitud pública luego de su “triunfo” en Europa, los documentos del Consejo Escolar de Mercedes testimonian sin embargo que Ameghino simplemente había renunciado de motu propio a su cargo antes de embarcarse hacia Marseille y se nombra en remplazo a Sofonías Krnénsek (Fondo Ameghino-Rusconi copia mecanografiada del Legajo 250, expediente 267). El inolvidable nombre con que bautiza las librerías porteñas, “Del/El Glyptodón” no falta en reseñas biográficas y recordatorios ameghinianos. Por testimonio del propio Ameghino sabemos que era una actividad en cual se embarcó por necesidad pecuniaria, cada vez que los proyectos que realmente le importaban fracasaban o se dilataban en el tiempo. Al volver de Paris sus esfuerzos se abocan a amalgamar su vocación científica con una actividad rentada, ello implicaba posicionarse en una institución científica más allá del radio de influencia de Burmeister y así, pasa casi un año entre fines de 1881 y junio de 1882 tras la creación de un museo nacional confabulando en una liga ad hoc, a espaldas de Burmeister, con el joven y ambicioso Francisco P. Moreno. El proyecto de un cargo de su especialidad cómodamente rentado fracasa “por envidia de algunos personajes altamente colocados” (OC y CC carta 261). La difícil situación económica a los pocos meses de su regreso a Buenos Aires entre fines de 1881 y mediados de 1883 es desesperante:

“En cuanto a mi, de salud estoy bien, pero trabajando penosamente, pues durante el año que perdí detrás del proyecto del Museo, gasté la poca plata que tenia y ahora la librería apenas y con mucho trabajo me da para comer.” (OC y CC carta 261, marzo 1883).

En 1889, en una carta al director de La Nación, confiesa que se vio obligado a empeñar su reloj para “poder comer” (OC y CC carta 581) y de la misma época data un borrador de carta a Larroque donde le explica sus penurias y pide un mayor período de gracia para una deuda (Fondo Ameghino-Salas FLO 2 carta 33). Poco se ha analizado el espíritu de entrepreneur Ameghino, que lo lleva a incorporar a su librería la fabricación de sellos de goma, actividad que había sido introducida en Buenos Aires recientemente, en 1875 por la casa Woodwell. Asimismo, años antes, en 1878, toma en exclusividad la patente de un proceso de blanqueador con permanganato de potasio junto a su amigo y dibujante Zacharias Bommert, derecho que pierde sin poder desarrollar en Buenos Aires (carta a Moreno OC y CC carta 416 y original de patente de 1878, fondo Torcelli-Fernández; Fernández, 2001; Toledo, 2017: 545, 2021a):

“En 1881/82, un fracaso en una empresa industrial, el empleo del permanganato de potasa como descolorante, aplicado a la industria […] me dejo en la calle sin un centavo” (OC y CC carta 416).

La librería “Del Glyptodon” I: Rivadavia 946 (1882-1887?). Vuelve de Paris el 18 septiembre 1881 y alquila con su mujer, Leontine Poirier, en Victoria 629 (hoy Hipólito Irigoyen 1594) hasta que se mudan al barrio del 11 de septiembre, o “del Once”, a fines de junio de 1882. Un barrio todavía muy convulsionado por la Exposición Continental Sud Americana inaugurada el 15 de marzo de 1882, que cierra el 15 de julio, a los pocos días de haberse mudado los Ameghino al Once. El barrio del 11 de septiembre le era familiar a Ameghino pues se dirigía frecuentemente a la Exposición ya que estaba a cargo de su stand. Allí exponía la nueva colección de fósiles hecha por Carlos y su colección “antropológica” del valle del Luján que había llevado a Europa, enriquecida ahora con piezas del paleolítico y neolítico francés más algunos restos del hombre de Carcarañá de Séguin que repatrió, sin autorización, del museo de Paris (Ameghino, 1882; Toledo, 2017: 501). El 19 de junio ofrece en la Exposición una conferencia sobre la Edad de Piedra y un homenaje a Darwin, desaparecido recientemente, allí conoce al entonces muy joven Ambrosetti, de 17 años y allí también hace público el robo “por amigos de lo ajeno” de material óseo de Cañada de Rocha (OC y CC carta 233). Aprovechando sus continuos desplazamientos por la avenida Rivadavia hacia la Exposición en los tramways a caballo de la Anglo-Argentina, visita una vetusta casa a seis cuadras de la plaza Miserere, en Rivadavia n° 946, vieja numeración, hoy n° 2190, entre Pasco y Rincón, donde decide instalarse a principios de julio de 1882. Sin perspectivas de empleo, frustrado el proyecto de Museo, el 6 de ese mes abre una librería en el local a la calle de su nueva casa:

“Como yo no tengo rentas y tengo que trabajar para vivir, me he buscado ocupación y he abierto en mi nuevo domicilio, Rivadavia 946, desde hace tres días, un negocio de librería: la Librería del Glyptodon” (carta a Juan Ameghino, 9 de julio de 1882, OC y CC carta 243).

A la descripción de Basaldúa, que transcribimos más adelante, se agregan las referencias de Mercante quien se ocupó de indagar entre antiguos clientes sobre el aspecto que tenía esta primera librería y nos revela coloridas viñetas de un local “gloriosamente sórdido” y “oscuro cuchitril”. Aquí nos rencontramos con Pedro Arata quien vivía en el barrio y sus hijos compraban útiles escolares en “El Glyptodon” (Marquez Miranda, 1951: 68). Allí vive con Leontine, que adivinamos entrelineas cuando Basaldúa relata que Ameghino consulta al interior del local con “alguien en francés” sobre las existencias de papel de esquela fino. En dicha trastienda termina Filogenia hacia diciembre de 1882 y recibe a Burmeister, interesado en inspeccionar los fósiles de dinosaurios enviados por Rhodes desde Fuerte Roca. Ameghino mismo nos deja algunos testimonios de esta época en el prólogo de Filogenia:

“viéndome en la obligación de procurarme el alimento cotidiano atendiendo un negocio de librería, escribo cada renglón de esta obra entre la venta de cuatro reales de plumas y un peso de papel” (Ameghino, 1884a: X).

Carlos permanecía en Luján sin empleo y le propone ser corredor de artículos de librería en la villa y pueblos vecinos, en esa carta también aprovecha nuevamente para exagerar su sacrificio:

“…por otra parte, si no se trabaja no se come. Ahora mismo cuando ya tengo fama de sabio y un renombre universal no me queda más remedio, con toda mi sabiduría, que recorrer la ciudad cinco o seis veces por día cargado con paquetes para no dejar ni un instante sin surtido a la librería, a fin de poder ganarme así la vida sin depender de nadie” (OC y CC carta 146).

En efecto, constatamos por una factura que uno de sus proveedores mayorista es la librería de Mendesky sita en Rivadavia 95 (Fig. 9C). El barrio del Once, así conocido por la plaza “11 de septiembre” en recuerdo de la separación del nuevo Estado de Buenos Aires de la Confederación en 1852, era sin duda la zona de la ciudad más conveniente para los Ameghino ya que se encontraba a pocas cuadras de la nueva estación terminal del Ferrocarril del Oeste, a 2:10 horas de tren a de su casa paterna, a 3:15 de Mercedes y sus relaciones de su época de maestro (Monjardin, 1988: 94). Desde 1857 la Estación del Parque, que se encontraba en el actual solar del teatro Colón, en enero de 1883 es trasladada al borde este de lo que fuera la cancha de carretas, o Corrales de Miserere (Fig. 9A). Por Rivadavia circulaban asiduamente tramways que recorrían las 23 cuadras que lo separaban del centro y la plaza de mayo. Por otro lado, era un barrio periférico, con costos accesibles y una actividad comercial e industrial floreciente, si bien heredada de su pasado mercantil como punto de concentración de frutos del país, era ahora impulsado por la nueva terminal del Ferrocarril que hacia 1883 ya tiene punta de rieles en el pueblo de 9 de Julio. La efervescente pero efímera presencia de la Exposición Continental mejoró también las expectativas de desarrollo del vecindario. Desde mediados de 1882 se ampliaba la estación del Once, que se inauguró a principios del año siguiente para levantar las vías del tramo Del Parque-Once ya que, tendido en 1857, el trayecto quedaba ahora en medio de zonas densamente urbanizadas a causa del fuerte flujo inmigratorio. Ya en 1877 la comisión de la Sociedad Científica Argentina que visita a talleres del ferrocarril (Moneta & Rosetti, 1877: 123) propone su mudanza por los “inconvenientes demasiado graves” del trayecto. (Fig. 9A 4). Exposición y nueva estación no dejan de ponerse de relieve en los avisos inmobiliarios de 1882:

“En la Exposición. Se vende un terreno, calle Cangallo al lado del numero 1535, […] queda a dos cuadras de la Exposición […] y donde van a construir la nueva estación del Once “ (La Nación, en Grassi 2011: 105).

Fig. 8 A, François Séguin en una escena alegórica a sus expediciones en la pampa, fuertemente armado, sostiene un pico y un maxilar inferior fósil de équido. Esta carte de visite data de 1866, justo antes de su partida a Francia (inédita, colección del autor). B, Pedro N. Arata en 1873, Carte de visite, “L. Bartoli y Cía. Fotógrafos. Plaza la Victoria, 78, Recova Nueva, Buenos Aires” (inédita, Fondo Zeballos, AyBEZ). 

Fig. 9 A, Vecindad del mercado y plaza 11 de septiembre o barrio del “Once” en el barrio de Balvanera hacia 1867 (plano de Buenos Aires del Departamento Topográfico, 1867, AyBEZ): 1, Rioja 55, solar de los Elorduigoitía; 2, Mercado/plaza “11 de Setiembre”; 3, Estación “11 de Setiembre” del Ferrocarril del Oeste (FCO); 4, Talleres del FCO; 5, Parroquia de Balvanera; 6, Mercado Rivadavia, Rivadavia 2349; 7, Teatro Doria, luego Marconi, Rivadavia 2314 (1026); 8, Librería “El Glyptodón” “I”, Rivadavia 2339; 9, Librería “El Glyptodón” “II”, Rivadavia 2190 (946). B, Sellos de la librería “El Glyptodón” “I” en la contratapa de un cuaderno escolar que allí vendía (Fondo Rusconi). C, factura de compra de artículos para abastecer “El Glyptodón” al mayorista Gustavo Mendesky del 27 de marzo de 1884 (Fondo Ameghino-Salas). D, avisos publicitarios de la librería “El Glyptodón” “II” en el diario La Vanguardia de 1897, notar aviso de “venta de folletos socialistas y La Vanguardia”. E, Frente del mercado Rivadavia sobre la avenida Rivadavia y Azcuénaga (AGN). F, Teatro Doria, frente al mercado, en Rivadavia al 2314 (2016 de la numeración antigua) (AGN). 

En esta librería es donde entra por azar Basaldúa, probablemente hacia el otoño de 1884, y relata el encuentro con el “Typupiscis” y con Ameghino. En octubre de 1884 (Acosta, 2015: 84) de la mano del por entonces senador Juárez Celman y gracias a los oficios de Adolfo Doering, Ameghino llega a la Academia de Ciencias de Córdoba como profesor de Zoología solo, dejando a una joven Leontina a cargo de la librería junto a su hermano Juan que había retornado de Fray Bentos. Así se inicia un intercambio epistolar entre ambos conyugues que nos revelan aspectos poco conocidos de Leontine Poirier y su gestión del negocio (Toledo, 2021a). Ameghino habría estado al frente de la librería hasta mediados de 1884, luego parte a Córdoba para regresar solamente en los periodos de receso universitario. Es posible entonces que el encuentro con Basaldúa haya tenido lugar en el otoño de 1884 luego del hallazgo de otro “Typupiscis” por Carlos y antes de su partida a Córdoba. Cuando Florentino y Leontine se mudan a La Plata a mediados de 1886, sabemos, gracias al testimonio del mismo Moreno, que Florentino aún se ocupaba personalmente de la librería porteña viajando desde La Plata dos días a la semana, permiso que le había conferido el mismo Moreno (carta de Moreno a Zeballos, febrero 4 de 1888, AyBEZ reg. 3247).

Durante 1887, Juan está alerta sobre la venta y remate de casas en las cercanías lo que muestra la determinación de los Ameghino a mudarse, probablemente en busca de mayor comodidad ya que luego de la muerte en enero de 1886 del padre, Antonio, la madre parte de Luján y vive en la librería porteña con Juan y Leontine. En abril de ese año Juan previene a Florentino sobre el remate de una propiedad “en la calle Rivadavia a media cuadra de donde vivíamos antes” (FAS FLO2 9). El 28 de octubre le comunica que la madre ha visitado la casa que Florentino ya había visto y que a ella le “gustaría” para mudarse (FAS FLO2 11). Estos intercambios denotan que Florentino, desde la muerte del padre, era quien evaluaba y tomaba la decisión final en temas administrativos de toda la familia. Es posible que esta propiedad corresponda a Rivadavia 2339, último domicilio “Del Glyptodón”, en ese caso, Juan y su madre se habrían mudado allí en noviembre-diciembre de 1887. Evidentemente, con los recientes cambios, las vecindades de Azcuénaga y Rivadavia constituían un barrio atractivo y conveniente para los Ameghino: en 1882 abre el gran mercado Rivadavia, con entrada principal en Rivadavia 2349, en 1883 como vimos, se inaugura la nueva estación, vía directa a Luján; los tramways comunicaban con el centro en pocos minutos y, tras el mercado, se encontraba la parroquia de Balvanera para doña Dina. La cercanía del teatro Doria concurrido por inmigrantes italianos (Márquez Miranda, 1951: 69) agregaba colorido y movimiento a aquellas cuadras fabriles y febriles. Respecto a los domicilios de los Ameghino en el Once, la correspondencia inédita analizada más los relatos de biógrafos como Mercante, Gonzalez Arrili y Rusconi dejan entrever la posibilidad de la existencia de un tercer domicilio además de los dos bien documentados de Rivadavia 946 y 2339, vieja y nueva numeración respectivamente. En 1887, la municipalidad de Buenos Aires decide enumerar las calles de la ciudad imponiendo cien números por cuadra, o “nueva numeración” remplazando la “vieja” numeración de cincuenta números por cuadra. Este cambio hace ubicar erróneamente a González Arrili (1954: 44) la primera librería con la numeración de la segunda.

Para esta época un joven periodista, Artemio Domínguez, relata un encuentro inesperado luego de que publicara una nota sobre Filogenia, al ver entrar a la redacción un conocido del barrio, el dueño de la librería “El Glyptodón”, Artemio relata:

“esto del Glyptodón era la intriga del barrio porque nadie sabía lo que quería decir Glyptodón y menos conocer la especie de colosal peludo que adornaba la enseña, pero el dueño era un hombre tan dulce, tan amable, tan simpático en su seriedad melancólica, que todos lo querían e instintivamente lo respetaban” (Domínguez, 1913).

Ameghino se presenta para agradecer la nota y el redactor sorprendido le pregunta: “¿Pero usted no es el Gliptodón?... Se me escapó decirle”. Artemio se sorprende al saber que “don Gliptodón” era el autor de Filogenia, asimismo queda impresionado por “tanta grandeza unida a tanta modestia” (Domínguez, 1913). Torcelli (1913: 50) relata algunos aspectos de Ameghino como administrador de su librería, la teneduría de su libro mayor y sus clientes habituales, maestras de escuela. Entre las últimas referencias contamos a Gerchunoff (1928) quien evoca recuerdos de infancia de la librería “donde adquirían barriletes y se familiarizaban con las doctrinas de Darwin”. Finalmente, también el testimonio de Ascencia, prima y esposa de Carlos quien asegura que la librería de Rivadavia 2339 era propiedad de Juan Ameghino hasta 1908 cuando al morir la madre la muda y la fusiona con la de La Plata (De Pedro, 1943).

La librería “El Glyptodón” II: Rivadavia 2339. Hacia principios de 1888 Juan Ameghino y su madre María Dina se mudan una cuadra y media más al oeste esta vez sobre el lado norte de la avenida Rivadavia, al 2339, “casi al lado” del mercado Rivadavia y frente al teatro Doria (9E, F). Mantienen el nombre “El Glyptodón” y el establecimiento queda a cargo de Juan quien en los 1890’s simpatiza con grupos socialistas, organiza mítines en la trastienda, ofrece La Vanguardia y otros “folletos socialistas” en su vidriera (Márquez Miranda, 1951: 73) (Fig. 9D). Jacinto Oddone, futuro dirigente socialista compraba allí el “diario rojo” y creemos que confunde a Juan con Florentino dando pie a una nueva apropiación novelesca de la trayectoria e imagen del autor de Filogenia por parte del socialismo, que ya lo había convertido en aprendiz de telegrafista ferroviario (Torcelli, 1913:190).

“Aúnque mi ingreso al Partido Socialista data del año 1897 desde tiempo antes conocía nuestro valiente órgano La Vanguardia. Semanalmente, en el trayecto a mi trabajo como aprendiz de tornero de madera, lo veía expuesto en la vidriera de la librería “EL GLYPTODON” que Florentino Ameghino tenia en la calle Rivadavia, frente al teatro Doria (hoy Marconi), y que el sabio colocaba allí ciertamente más con el fin de hacerlo entrar por los ojos del público, que por lo que importase la utilidad de su venta. En el interior de la librería, entre su cumulo de cráneos y huesos de toda especie y tamaño, de trozos de piedras y maderas desparramadas sobre el mostrador, dentro de los estantes y sobre el piso que llamaban la atención del transeúnte, que sonreía a pasar, ignorante del inmenso servicio que su dueño, con estos elementos, prestaría a la ciencia, el sabio atendía a su clientela y más de una vez tuve el honor insigne - que solo más tarde aprecié- de recibir de sus manos el ejemplar de nuestro periódico que compraba y leía, primeramente con curiosidad de muchacho, luego con interés, pues que presentaba como “defensor de la clase trabajadora a la que yo pertenecía” (Oddone, 1948: 37; en Buonuome, 2016: 7).

“La Vanguardia” de Juan B. Justo, existió una anterior fundada por E. Caamaño en 1879, comienza su tiraje en 1894 momento en que Ameghino ya se encontraba en La Plata, por ello es probable que Oddone podría haber confundido a Florentino con Juan, quien estaba realmente día a día atendiendo “El Glyptodón” y quien ofrecía “La Vanguardia” a la venta (Mercante, 1911). Este domicilio y local son vendidos luego de 1908, año de la muerte de María Dina y de Leontine, con lo que Juan se muda a La Plata y retoma la librería “Rivadavia” de Leontine hasta su muerte en 1932. Como analiza Buonuome (2016: 8) en este “relato de conversión”, Oddone se esfuerza por colocar al socialismo del lado de la ciencia y la razón, encarnadas por Ameghino, a quien lo quiere mostrar a su vez íntimamente ligado con la clase obrera.

Desde principios de 1886, Ameghino era cooptado por Moreno quien lo tienta con el puesto de subdirector del Museo de La Plata. Así en julio de 1886 se instala en La Plata con Leontine donde residirá hasta su muerte en 1911. Además de la clásica sección de librería y papelería, Leontine supervisaba una sección de mercería, sedas y puntillas. En 1902 cuando es nombrado director del museo de Buenos Aires inscribe la librería a nombre de su mujer (Fig. 10B). Algunos testimonios sobre este establecimiento son los de Arrieta (1935) quien describe en sus “Viñetas Platenses” a una Leontine librera y los avatares con sus pequeños clientes escolares, una “turba de infantiles parroquianos”, al decir de Basaldúa.

Fig. 10 A, Librería Rivadavia en 1901, esquina de 60 y 11 aún sin adoquinar (foto Scott, gentileza Sergio Vizcaíno). B, Membrete de factura de la librería luego de 1902 cuando queda a nombre de Leontina Ameghino, Juan Ameghino tacha el nombre del Leontine en la primera década del siglo XIX cuando usa este papel membretado como papel de cartas (Fondo Castellanos). 

Estas librerías fueron bases seguras y constantes de su sustento familiar y parte considerable del financiamiento de sus investigaciones, entre los interrumpidos periodos que recibió sueldos fijos mensuales (catedrático en la Universidad de Córdoba, subdirector del Museo de la Plata y director del Museo de Buenos Aires), mas entradas excepcionales como la venta de sus colecciones al museo de la Plata, subvenciones de la academia de Córdoba, subvenciones de Zittel y venta de calcos y restos de fororácidos al British Museum. Luego de analizar las actividades comerciales de Ameghino librero, Rusconi declama indignado:

“Después de todo esto que hablen los eternos detractores que hicieron y siguen algunos hacer figurar al sabio como un hombre dedicado a los negocios de los fósiles” […] “me refiero a esos que viven cómodamente sentados, rebuscando en la labor ajena sin importarles en lo más mínimo, el problema que implica la búsqueda de esas formas pétreas. Llegan al atrevimiento de verter ponzoña y cuando no el de buscarle minúsculos deslices para agigantarlos y así tener justificativos para operar a modo de magister, sorprendiendo a incautos” (Rusconi, 1965: 105, 111).

Los propósitos de Rusconi revisten hoy una llamativa vigencia frente a un cierto revisionismo reciente, necesario, pero que, con aspiraciones de renovación, sustentado más en la imaginación que en nuevos testimonios documentales, caen en oposición especular, igualmente exagerada y distante a los hechos, respecto a las hagiografías pasadas, a las que pretenden corregir.

Florencio de Basaldúa en “El Glyptodón” y la fallida compra del “Typupiscis” (1884)

Florencio de Basaldúa (1853 Bilbao-1932 Rawson) (Fig. 11A) personaje de una intensa actividad profesional y diplomática entre siglos, fue muy conocido en la sociedad porteña, particularmente en la comunidad vasca, por sus múltiples actividades, sin embargo, el paso del tiempo borró su imagen y recuerdo. Vida “apasionante y polifacética” (Salonia, 2008) estudió agrimensura en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires lo que lo llevó a recorrer varias provincias argentinas. Incursionó en disquisiciones sobre la Prehistoria (Basaldúa, 1907) y el origen de los vascos (Reggini, 2008), fue Gobernador del Chubut y cónsul en la India. El 21 de noviembre de 1906, 8 días después de que Estanislao Zeballos fuera nombrado en su tercer período como ministro de Relaciones Exteriores, y Basaldúa a su vez flamante cónsul en Calcuta, escribe al ministro para que le permitieran dirigirse a aquel lejano país vía Panamá y no vía Europa-Canal de Suez, trayecto que calcula de tres meses. Propone dirigirse a Panamá previo paso por el noreste argentino para estudiar restos arqueológicos, en “bien del país”, y confiesa que una vez en India proseguirá sus estudios arqueológicos e históricos de aquellas civilizaciones para terminar su libro con sus muy personales hipótesis sobre el origen de la “raza roja”, los vascos (carta s/n°, Fondo Zeballos, AyBEZ). Basaldúa tuvo participación directa en al menos dos temas ameghinianos, por un lado, su relato, uno de los temas centrales de este trabajo, fue decisivo para que no quede totalmente en el olvido el “Typupiscis”, y suple en parte, a pesar del estilo literario, la descripción del pez que Ameghino nunca publicó probablemente nunca llegó a escribir una línea al respecto. Su conferencia platense indujo a Torcelli a indagar algo más sobre ese extraño pez, repreguntar a Carlos sobre aquellos recuerdos de infancia y redactar un pie de página, abajo transcripto, rico en datos, recapitulando lo conocido hasta el momento sobre el pez lujanense. Por otro lado, Basaldúa (1899), tal vez por azar o por inconsciente atracción, una y otra vez se relaciona con la criptozoología criolla. Durante sus comisiones como agrimensor en Entre Ríos en 1876 los ayudantes le recuerdan la existencia de un gran pez que generaba remolinos para fagocitar botes enteros, luego en Misiones se cruza con relatos sobre un monstruo de grandes dimensiones, el Yaguaroy, que habitaba en las grandes profundidades de los remansos del Paraná y devoraba los seres que caían al río. Más tarde, hacia 1897, le refieren en Misiones la existencia del Mio- Cao, otro “monstruo” anfibio. Basaldúa no podía quedar fuera de algún enredo con el monstruo argentino más célebre, el Neomylodon, el Yemische o tigre del agua. En marzo de 1898 le escribe a Ameghino desde Posadas antes de embarcarse hacia Buenos Aires, Basaldúa se interesa a la geología de la Mesopotamia y aventura interpretaciones tan precisas como erradas, confunde las areniscas cretácicas subyacentes a los basaltos con arenas cuaternarias del Paraná, suponiéndolos así muy recientes (OC y CC carta 1298). A la vuelta de este viaje Basaldúa interioriza personalmente en La Plata a Ameghino sobre los “monstruos” fluviales, a cambio Ameghino le detalla el reciente descubrimiento del Neomylodon. Basaldúa, entusiasmado con las novedades patagónicas, escribe cartas al ministro de Obras Públicas provincial Adolfo Saldías (1849-1914), otro ex-alumno del “Colegio” bajo el rectorado de Florentin Amadeo Jacques, para promover una expedición argentina de caza de la fiera austral (Caras y Caretas del 13 de mayo de 1899 y 15 septiembre de 1900; Prichard, 1902). Los restos momificados en un grado de conservación excepcional encontrados en la cueva del Milodón habia despertado esperanzas de encontrar un ejemplar vivo en la Patagonia profunda (Martinicic, 1996). Su identidad zoológica pendulaba entre edentado y felino según sus restos o según las tradiciones indias o relatos de viajeros. Ameghino, que como bien diría Mayet (1911) “il résistait mal à l’entraînement de son imagination” y a su “fiebre de crear nuevas especies”, al decir de Burmeister, se precipito a nominar al nuevo animal misterioso a partir de solo un osteodermo de dudoso origen (Pérez et al., 2018), como Neomylodon listai (Ameghino, 1898c). La historia del Neomylodon se encuentra abundantemente documentada (ver Ameghino, 1898a; Basaldúa, 1899; Hauthal et al., 1899; Moreno, 1899; Nordenskiold, 1900; Gusinde, 1921; Smith-Woodward, 1900; Lehemann-Nitsche, 1902; Roth, 1902; Torcelli, 1935, OC y CC carta 711; Emperaire, 1954; Bird, 1993; Martinicic, 1996; Bell 2002; Pérez et al., 2018; entre otros), estudios posteriores permitieron acotar la edad de sus restos entre 15.000 y 16.000 años AP (Tonni et al., 2003, Toledo, 2009, 2017; Pérez et al., 2021).

Fig. 11 A, Florencio de Basaldúa en 1879 (modificado de Reggini, 2008). B, Dama de la nobleza china de la dinastía Qing, hacia fines del siglo XIX, notar que en su mano izquierda porta dos guarda-uñas metálicos (zhijiatao) en los dedos anular y menique (colección particular). Estos protectores de uñas simbolizaban buena salud y ausencia de trabajo manual, su aspecto de largas garras en gancho es comparado por Basaldúa con los odontodes operculares del género Ancistrus. 

Basaldúa, años antes de este episodio, había tenido un encuentro con otro extraño habitante de nuestros ríos, el pez lujanense. Un día a principios de 1884 sale del escritorio de su tío materno José Elordy (Juan José Elorduigoitia, 1841, Mungia-1910 Buenos Aires) en la calle Rioja 55 (Fig. 9A 1), en el barrio del Once a la busca de papel de esquela de calidad (según el Libro de movimiento de ganado de Luján (AyBEZ), del Censo Nacional de 1895 y el acta de casamiento de su hija María en 1901, vivía allí con su mujer e hijas). Baja por la avenida Rivadavia en busca de una librería y encuentra por azar, luego de caminar siete cuadras, la “del Glyptodón”. Entra. Basaldúa nos describe con vivacidad el Once, la librería, el encuentro con Ameghino y el Typupiscis, o “pez cocodrilo”:

“Desde la calle Rioja 55, en el Once de septiembre, me eché a andar en busca de una librería, asunto dificilillo en aquel barrio de trigos y harina, de maíz morocho y amarillo, de lino y cebadas, de cueros y lanas, garras y grasa y cuanto produce el país, que es mucho. Al fin, después de trotar una porción de cuadras, mirando muestrarios y letreros, recibiendo cientos de codazos de aquel hormiguero de transeúntes, oyendo hablar en todos los idiomas del mundo, desde el criollo más acriollado de los troperos, y el tano más sonoro de los hijos de Nápoles, el gargajiento alemán y el conciso inglés, una Babel, en fin llegué por la calle Rivadavia abajo, hasta el mercado de su nombre, y, en frente, ¡al fin! bajo un cuadro enorme representando un animal monstruoso, mis ojos leyeron este lema: Librería del Glyptodon. Y entré. Era una pieza de cinco metros de frente por unos tres de fondo, dividida en dos por un mostrador de pino, y llenas las paredes de estantes donde había algunos libros escolares, novelitas de Kock y de Gutiérrez, algunas pizarras y reglas, y cartabones de geometría; y en una vidriera adyacente a la puerta de entrada con frente a la calle algunos libros de los citados y lo que llamó grandemente mi atención varios tomos del sabio naturalista Ameghino, descoloridos por el sol, polvorientos, revelando ese conjunto característico de libros que no se venden... porque no se entienden. Este rápido examen lo hice mientras al ruido de mis palmadas se abría la puerta de comunicación con el interior de la casa, apareciendo en su dintel un hombre joven, de rubia y rala barba, blanco, grueso, con esa gordura linfática de las personas que hacen vida sedentaria, cubierto de cuello a pies con un gran delantal de lienzo blanco, que con amable entonación me dijo:

- ¿Qué desea, señor?

- Sobres y papel blanco, fino, para esquelas.

- No es muy fino el que tengo, el barrio no lo exige, pero voy a mostrárselo y usted verá si le conviene.

Y dirigiéndose, en francés, a otra persona que yo no divisaba, pidiéndole buscase el papel y sobres, desapareció en la habitación inmediata. Esta vez la puerta dejó un rendija entreabierta y pude ver que, bajo de una larga mesa formada por dos largas tablas de pino blanco, había una cantidad de huesos, lo mismo que contra la pared hasta la altura de un metro; y yo no sé por qué extraña asociación de ideas, entre la pobreza de la librería que no valía quinientos pesos, el largo mandil del dueño de casa, los huesos amontonados y el olor de carne aireada que llegaba desde el frontero Mercado Rivadavia…se me ocurrió que el dueño de casa era, más que librero, un honrado industrial que hacía grasas o aceite para máquinas de coser con médulas de «caracú». Como demorasen la busca del papel, dirigí la vista a mi derecha, hacia el único sitio que aún no había inspeccionado, y vi, dentro de un aquarium de cristal, adornado con piedrecillas brillantes y plantitas acuáticas, vi la cosa más rara que mis ojos vieran, vi... un pez que caminaba unas veces y nadaba otras. Medía unos veinte centímetros de largo, gran cabeza huesosa, largas aletas, grandes escamas en todo el cuerpo, y por todos lados espinas agudas, largas y fuertes; una especie de «vieja del agua» con «cuatro patas », armadas de largas y afiladas uñas, encorvadas, como las que usan los nobles de la corte de Corea, que, según se ve, deben ser muy animales, y algunos «dandys» que no les van en zaga, y con un aspecto, en fin, de pez yacaré rarísimo como que se llama Chaetostomos cirrhifer (1). Pensé que el animalito tenía gran importancia para el estudio de la zoología, y que era el lazo de unión entre los peces y los reptiles, algo así como una resurrección en pequeña escala de aquellos saurios gigantescos, Ictiosauros, Plesiosauros y Poekiloplerontes, o como el perdido Antropopyteco que, al decir de los naturalistas, es el anillo que falta en la cadena de los seres para unir el mono con su ilustre descendiente el Homo sapiens, u hombre, por mal nombre, y decidí comprarlo a toda costa. Naturalmente que pensé regalárselo al sabio argentino que tan admirado me tenía, para que él lo analizara y dedujera su valor científico, haciéndolo conocer al mundo entero. Estas imaginaciones trotaban en mi cerebro cuando la voz del dueño de casa me trajo a la realidad. No tengo más papel que este dijo, mostrándome unos pliegos y añadió, al ver que yo no oía sus palabras, absorto en la contemplación del raro pez

- Puede usted sacarlo del aquarium; es muy resistente a la asfixia, y en la mano podrá examinarlo a su placer.

- Lo que quiero es comprárselo: doy por él diez pesos ¿le conviene, verdad?

- No, señor; no deseo venderlo. Pues le daré a usted veinticinco pesos

- dije yo, creyendo deslumbrarlo con tanto dinero.

- No, señor; no deseo venderlo - repitió.

Le miré fijamente; permanecía serio, sereno, mientras a mí se me alborotaba la baskada, y un ligero temblor de todo el cuerpo, como los relámpagos en las nubes, presagiaba la tormenta de mis nervios, próxima a estallar. Hice un esfuerzo aún, pensé que un «comerciante» hacía bien en explotar el bolsillo de un cliente, máxime cuando se trataba de un ejemplar más raro que un cuadro de Murillo o de Van Dyck y de un amateur tan zonzo como yo; así que le dije, sonriéndole semi despreciativamente en sus narices:

-Muy bien, señor; no desea usted venderlo en veinticinco pesos porque desea cincuenta ¿verdad? Pues aquí los tiene usted, me llevo el pez.

- Perdone, señor, pero ni en veinticinco, ni en cincuenta, ni en…

- ¡Ah! exclamé colérico, con que ni en veinticinco ni en cincuenta ¿no? ¡Muy bien! ¡Es usted un «gringo» muy vivo! .Y echando mano al bolsillo saqué un billete de cien duros, y añadí con sorna:

- No vale su pez diez centavos para usted ni para mí, que somos un par de ignorantes, pero le pago mil veces su valor, ¡le doy cien duros! porque quiero regalárselo a un sabio, a un sabio, - repetí ahuecando enfáticamente la voz - que lo estudiará y servirá a la ciencia, mientras que…

- Perdone, señor,

- me interrumpió. - ¿Quiere usted regalárselo a un sabio? ¿Sí? Pues entonces no hay necesidad que desembolse usted ni cien pesos, ni un centavo: yo se lo cederé gratis. Pero, disimule mi curiosidad: ¿quiere usted regalárselo al doctor Burmeister?

- No, señor; quiero enviárselo a un joven a quien admiro por su sabiduría, al señor Florentino Ameghino, que... - Servidor de usted.

- ¡Cómo! ¡Usted es Ameghino!”

Torcelli agrega en pie de página:

“(1) La determinación de este curioso pescado del grupo de los Siluroideos locarnos es provisoria, pues aún no ha sido estudiado debidamente; el ejemplar que menciona el señor Basaldúa, fué encontrado el año 1884 por Carlos Ameghino y sacado de debajo de las aguas profundas del río de Luján, en el paraje conocido por Remanso de la Virgen, y se encontraba adherido a las paredes de una de las tantas cuevas formadas por la erosión de las aguas en la parte inferior de las barrancas de dicho río. Muchos años antes (en 1874) Florentino Ameghino había conseguido en el mismo paraje, en Luján, un ejemplar recién sacado por unos pescadores, y en vista de la extraña forma de este pescado y creyéndolo nuevo para la ciencia, lo bautizó con el nombre de Typupiscis lujánensis, haciendo sacar con el fotógrafo, señor Pedro Annaratone, cuatro vistas del mismo, observado de distintos lados. Dicho ejemplar era el mismo que menciona el doctor Burmeister en el tomo 3”, pág. 421 de los «Anales del Museo Nacional de Buenos Aires», dándolo como Hypostomus plecostomus, a lo que contestó Ameghino enmendándole su error como también el de la fecha, en su trabajo “Repliques aux critiques du Dr. Burmeister” en: Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, T. XII, pág. 441, año 1892” (en Torcelli, 1913, Tomo I: 34-38).

Mercante (1911: 101) nos da una versión muy deformada de este relato, quizás la escribe de memoria o por versiones orales más de diez años después de haberla referido Basaldúa, según la cual este último quería comprar una novela que había visto en la vidriera y al entrar ve fósiles extraños sobre el mostrador, y son esos restos óseos los que quiere comprar compulsivamente. Recientemente, Casinos (2012: 138) toma la versión reducida de la visita a la librería de la obra de Gabriel (1940: 46-48) y atribuye el pez a Chaetostomus cirrosus, probablemente siguiendo a Steindachner (1881) modernizando la determinación “Chaestomus cirrhifer” de Basaldúa. Este último, que lo calificó de “ pez cocodrilo”, de alguna forma consultó a algún especialista hacia 1897, al relatar su vista a la librería de 1884 y darle una asignación taxonómica precisa. Otros ensayistas (e.g.Podgorny, 2021b), con abordajes más creativos, lo suponen un “bagre acorazado”, siluriformes que no existen y que ni siquiera se confunden en los primeros tanteos clasificatorios de los jesuitas naturalistas, alineándose, sin mayor análisis taxonómico, como se alineara Moreno, Zeballos y Lista al dixit et dictatum de Burmeister: Hyposthomus plecostomus est, et animam nostra salvemus.

Luego de este tenso encuentro de final feliz, Basaldúa y Ameghino, además de vecinos del Once serán amigos de por vida, se apoyarán mutuamente, a través de sus conexiones e influencias. Por ejemplo, vemos que antes de partir a Madryn, en enero de 1902, Basaldúa habla con Bartolomé Mitre a quien convence de que Ameghino era el candidato ideal para remplazar a Berg en la dirección de el Museo (OC y CC carta 1833).

El Arrinolemur scalabrinii: un lemúrido devenido pez

No sería la última oportunidad en que Ameghino tendrá un encuentro con un pez problemático, esta vez fósil. Examinando la fauna terciaria de Paraná que su amigo Scalabrini le había enviado, identifica restos craneanos que confundió con un mamífero mioceno, lo cree descendiente directo y tardío de los lemúridos, cercano al Necrolemur, pero con caracteres “aberrantes”. No termina de liberarlo de la ganga que define un nuevo tipo de lemúrido, sin nariz, el Arrinolemur sacalabrinii (Ameghino, 1898b). Más tarde, al extraer todo el sedimento, queda aún más perplejo ante la morfología ósea de cráneo, sin “hocico”, o sea sin abertura nasal anterior, y con “mandíbulas reptilianas”. Le envía un manuscrito a Gaudry donde lo cree un mamífero, entre lemúrido y murciélago, pero aberrante, y reconoce que no sabe en qué orden de reptiles o mamíferos ubicarlo: “Pour le moment, cette pièce jette le trouble dans toutes mes conceptions (idées en el borrador) sur les grandes lignes de l’évolution de la classe des mammifères” (Fig. 12) (OC y CC carta 1317) (Ameghino, 1898d). En las notas preparatorias de su manuscrito este es el único párrafo que garabatea tres veces, dudando en la redacción ante la singularidad de este fósil, fuera de toda filogenia conocida (Fig. 12). Lo excluye de raíz misma del árbol de los homínidos y lo olvidará en sus síntesis posteriores. Recientemente en una revisión de detalle morfo- filogenética, Bogan et al. (2012) asignan este pez a Leporinus scalabrinii. De todos modos, Ameghino no necesitaba de este “lemúrido” problemático con “dientes de conejo” ya que tenía en su Eoceno patagónico suficientes primates como pretendientes a ancestros de sus “monitos erguidos”, sus “prosimios” Notopithecus, Adpithecus y sobretodo ya disponía de los restos de su Clenialites, devenido también, a su vez, marsupial microbiotherino (Reig 1955, Marshall et al., 1983, Simpson 1945, Goin et al., 2016). De allí que Natal de Barbieri, quien se obsesionaba por difundir la figura y obra de Ameghino en los círculos obreros de Avellaneda (fondo Torcelli AGN), describe pintorescamente al Clenialites, en una nota divulgativa del periódico anarquista “La Protesta” (febrero de 1915) con un dejo de lamarckismo ad hoc y popular, como un “monito que estaba aprendiendo a caminar erguido”.

Fig. 12 A, Cráneo de Arrinolemur en Ameghino (1898b). B, Párrafo del borrador del manuscrito original de Ameghino (Fondo Ameghino-Rusconi), que enviara a Gaudry para ser presentado a la Academie de Paris, donde observamos tres enmiendas para la frase en que Ameghino intenta expresar la singularidad, y sus implicancias, de este nuevo espécimen. 

Asignación de Typupiscis lujanensis (Ameghino, 1874) a Ancistrus cirrhosus (Valenciennes, 1836)

Las “viejas de agua” (Hypostomus commersoni) son muy comunes en la cuenca del Río Luján y afluentes del Río de La Plata (Fig. 17). Con hábitos nocturnos y de talla considerable eran frecuentemente extraídas por pescadores en las cercanías de la villa del mismo nombre. Sin embargo, el género Ancistrus de pequeñas dimensiones, detritívoro, también de hábitos nocturnos y habitante de oquedades en fondos no fangosos, es extraído con menor frecuencia o solo con redes de arrastre. Sin dudas no era común de ver y llamó la atención a un joven Florentino, naturalmente ávido de novedades zoológicas, ya que poseía extraños tentáculos en la cabeza y agudas proyecciones laterales, más parecidas a proto-miembros que a aletas. Con anterioridad al descubrimiento de las albúminas en 2012, solo disponíamos como criterios taxonómicos el testimonio de Basaldúa, de breves menciones en las réplicas y contra réplicas entre Burmeister y Ameghino (Burmeister, 1891; Ameghino, 1892) y las notas aclaratorias de Torcelli (Torcelli, 1913: 36). Basaldúa describe claramente el hábito bentónico y los odontodes evertibles, pero no los tentáculos y lo supone perteneciente a la especie “Chaestostomos cirrhifer”, sin ninguna referencia a las fuentes y criterios de determinación. Probablemente realizó una transcripción expeditiva e informal de la nomenclatura de Berg (1895b: 275). Burmeister lo había asignado taxativamente, pero erróneamente a Hypostomus plecostomus. En 1892, Ameghino le replica rectificando que no le había mostrado un ejemplar de Hypostomus sino un pez del género Chaetostoma y que, al menos, esa especie “aún no había sido señalado en en el río Luján”. Vemos así que Ameghino solo reconoce tardíamente el no haber descubierto una nueva especie, sino de haber simplemente señalado un posible primer registro de Chaetostoma para esta cuenca. Casinos (2012) supone al Typupiscis una especie del género Chaestostoma, endémicos del norte de Sudamérica, a pesar de haber sido extraído del Río Luján mismo y no existir en aquella época una actividad desarrollada de aficionados al acuarismo con intercambios continentales. Respecto a la determinación de Burmeister, no sabemos si su desdén y desinterés le impidió ver la presencia de odontodes y tentáculos, claramente visibles en las fotografías y/o si conocía las ilustraciones y descripciones de H. cirrhosus ya claramente definido por Valenciennes (1840: 511-514) en “Histoire Naturelle des Poissons” (Cuvier & Valenciennes, 1828-1849) y en el “Voyage” de d’Orbigny (Valenciennes, 1836, 1847). Sin embargo, luego de sus “Viajes por los estados del Plata” Burmeister tenía experiencia en la colección de varios géneros de peces agua dulce entre ellos siluriformes, “bagres” y “viejas de agua” en el río Paraná y cuerpos de agua de Tucumán, Mendoza (Burmeister, 1944, I: 310) y Santa Fe (Burmeister, 1944, II: 17). Describe seis especies nuevas (Koerber & Litz, 2008). También ya tenía una extraña experiencia con un pez de aguas abiertas, una lamprea, encontrada viva en la calle Méjico luego de una tormenta en septiembre de 1867, un pez “singular” para Berg (1893), puesto allí por una tromba o “caído del cielo” según los habitantes (Burmeister, 1868: XXXV; Auza, 1996) (Fig. 16B). Recogido por un vecino, fue puesto en alcohol, llevado al Museo y ofrecido, pago mediante de inaceptables 1000 pesos, a Burmeister, quien se contenta con esbozar un croquis y despachar al especulador y su pez (Berg, 1893: 4). Con solo una observación visual y el dibujo erra el género (Petromyzon macrostomus) asignación que será corregida por Berg (1893), como Geotria macrostoma, especie recientemente revisada por Riva Rossi et al. (2020).

Dadas las confusas asignaciones taxonómicas históricas del pez de Luján, a continuación, citamos someramente las características de los géneros, Chaetostoma y Ancistrus; y las especies, H. plecostomus y A. cirrhosus y las confrontamos con la descripción de Basaldúa, las albúminas de Annaratonne y las referencias bibliográficas sobre la tribu Ancistrini y en particular sobre el género Ancistrus en la región de interés.

Las características morfológicas y la distribución de registros actuales de este género permiten atribuir el ejemplar recolectado por Florentino en 1874, e igualmente el recolectado por su hermano Carlos en 1884, a la especie Ancistrus cirrhosus.

Los primeros registros históricos de loricáridos: de Linnaeus a d’Orbigny. El cuerpo acorazado y el aspecto primitivo de los loricáridos del género Hypostomus, en particular los que los españoles llamarían tempranamente “vieja”, llama la atención a los primeros exploradores y colonos de América del Sur. Su hábito de reposar en orillas de lagos y ríos y sorprender al caminante al irrumpir en nado de escape repentino, así como su resistencia a sobrevivir en cauces casi disecados y su mal aspecto, lo hacían fácilmente visible e identificable. Una de las primeras referencias a este grupo es la de André Thevet (1504-1592) cosmógrafo y coleccionista francés quien hace dos viajes a las Indias Occidentales y Australes, actual Guyana y noreste de Brasil, en 1550 y 1554 (Siwait-Dumotier, 2005). Compara la coraza de los loricáridos con la del armadillo, otra rareza americana, al describir al pez Tamouhata “armado de la cabeza a la cola como el pequeño animal terrestre llamado tatou” (Thevet, 1557-1558, en Siwait-Dumotier, 2005). Más al sur y casi veinte años antes, luego del combate de Corpus Christi en junio de 1536, sin duda la hambrienta soldadesca de Mendoza pescó “viejas”, entre otros peces, con las redes robadas a los nativos vencidos en las lagunas adyacentes al río donde muere el Capitán Pedro de Luján y se construye un presidio, a solo cuatro leguas de camino (4.800 m) de la ciudad de La Trinidad (Schmidl, 1567). El padre jesuita Francisco José Sánchez Labrador (1767) realiza detalladas observaciones sobre la historia natural del Paraguay durante su estadía en América desde su arribo en 1734 hasta la expulsión de la orden en 1767. En su “Paraguay natural” (1771- 1776) dedica la parte tercera al “libro de los peces”. En el capítulo cuarto de este libro describe someramente, en su apartado n° 73 a la Ynia como “un pez feo conocido de los españoles bajo en nombre de vieja”, que se “cría entre piedras y en cuevas que hace el agua” (Sanchez Labrador, 1767 [1968: 97]).

Las descripciones científicas y el inicio del imbroglio taxonómico de los loricáridos comienzan con ejemplares de las Indias Occidentales (Guyanas) enviados a los cabinets de curiosités del rey de Suecia y más tarde al Museo de Historia Natural de Paris. Los loricáridos abundan en los ríos de las Guayanas y Surinam (Vari et al., 2009), territorios surcados en los siglos XVI y XVII por las armadas y los colonos holandeses, ingleses y franceses. Estos peces fueron relacionados por los primeros observadores con el esturión euroasiático (Acipencer sp.) ya que poseen una morfología relativamente comparable, en particular la boca en posición ventral, barbillas y placas óseas a lo largo de los flacos y dorso. Por ello la primera denominación genérica fue de Acipencer indicus o “esturión de las Indias” (Linnaeus, 1754: 55), que luego Linnaeus en 1758 iba a identificar con el nuevo taxón Acipenser plecostomus. Esta amalgama con el esturión es aún utilizada hacia 1770, Commerson llamara “esturión acorazado del Río de La Plata” a la “Loricaria petite vieille” de Cuvier o Loricaria vetula de d’Orbigny (Cuvier & Valenciennes, 1840: 466). En 1754, Linnaeus describe un ejemplar, que denomina A. indicus, existente en la colección del rey Adolf Frederik, probablemente llevado a Suecia por el colector sueco Dahlberg que viaja a Surinam hacia 1746 (Boeseman, 1968: 10). El mismo año Grenovious (1754: 24) publica el término no binomial Plecostomus para el mismo género, que toma de Artidi, que ya lo había utilizado hacia 1735 (Boeseman, 1968: 5). Grenovious había recibido especímenes también del Surinam enviados por el gobernador. Ambos ejemplares provendrían entonces de los alrededores de Paramaribo, de la desembocadura del río Surinam y serian de la misma especie, Hypostomus plecostomus (Boeseman, 1968: 11; Mol et al., 2012). Más tarde, Linnaeus (1758: 238) adopta la denominación de Grenovious, Acipenser plecostomus, en su célebre obra “Sytema Naturae” punto de partida de la notación binomial lineana (Linnaeus, 1758: 238; Agassiz, 1833-43; Boeseman, 1968; Meunier et al., 2002). En 1766, este mismo autor (Linnaeus, 1766: 508) remplaza el término genérico Acipencer por Loricaria plecostomus. En 1803, La Cépède introduce el género Hyposthomus que es el finalmente aceptado como válido (La Cépède, 1803; Boeseman, 1968). Sin embargo, la ilustración que presenta pertenecería a un Hypostomus commersoni y no a la especie L. plecostomus ya que se habría basado en un dibujo de Philibert Commerson quien viaja en el navio l’Étoile con la expedición de circunvalación de Bouganville a Montevideo y Buenos Aires en 1766 (Boeseman, 1968: 7). Será Alcides Dessalines d’Orbigny el primero en hacer colecciones sistemáticas de fauna y flora en la parte austral de América del Sur, en Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Paraguay, Valparaíso y Patagonia. Lleva a Paris 166 especies de peces. El material recolectado por d’Orbigny va a ser descripto por Valenciennes (1836, 1840, 1847), incluidas diversas especies de “viejas”, entre ellas H. commersoni y los primeros ejemplares de Ancistrus cirrhosus (Valenciennes, 1836; Kner, 1854). La mayoría de los especímenes de peces colectados por d’Orbigny se encuentran hoy en el museo de Historia Natural de Paris (MNHN), conservados en alcohol o embalsamados, como el ejemplar de Hypostomus commersoni (Fig. 17B) y tres ejemplares de A. cirrhosus (000-4845, B-603 y A-9565 MNHN) (Fig. 18C) (Meunier et al., 2002). La colección de loricáridos neotropicales del MNHN será completada posteriormente con la colección de de Castelnau, fruto de su larga expedición entre 1843 y 1847 al sur de Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, el Amazonas y el Caribe, cuyos resultados serán publicados entre 1851 y 1858 (Bajon, 2005; Laissus, 2005) (Fig. 13).

Fig. 13 Gravados de los siglos XVI a XIX de esturión y Loricáridos con relevancia para la historia taxonómica. A, esturión, Acipenser ruthenicus (Linnaeus, 1754). B, Acipenser indicus (Linnaeus, 1754). C, Plecostomus (Grenovious, 1754). D, Loricaria plecostomus (Bloch, 1795). E, Hypostome guacari (La Cépède 1803). F, Chaetostoma loborhynchos (Tschudi, 1845). G, Hypostomus subcarinatus (de Castelnau 1855). H, Hypostomus aurentiacus (de Castelnau, 1855). I, Plecostomus carinatus. J, Chaetostomus annae. K, chaetostomus stanii. Notar en los grabados del género Chaestostoma la presencia de odontodes evertibles y ausencia de tentáculos cutáneos en el hocico. 

La familia Loricariidae (Gill, 1872) en la cuenca del Paraná-Plata. Los loricáridos son siluriformes neotropicales distribuidos entre América central y Argentina central. Comprende seis subfamilias: Lithogeninae, Neoplecostominae, Hypoptopomatinae, DelturiToledo: El “Typupiscis lujanensis” y la rivalidad Ameghino-Burmeister 29 nae, Loricariinae y Hypostominae (Armbruster, 2004; Reis et al., 2006). En Argentina habitan en la cuenca del Paraná-Plata, a excepción de la sufamilia Lithogeninae (Aquino, 1997). Se caracterizan por la ausencia de escamas y la presencia de placas óseas en forma de coraza (lórica) que recubren enteramente el cuerpo o al menos poseen más de dos hileras de placas laterales. Es característica la ubicación de la boca en posición ventral con labios muy desarrollados de forma de ventosa circular, el labio inferior se encuentra revertido, todas estas, adaptaciones a hábitos netamente bentónicos. Poseen barbillas maxilares relacionadas al disco bucal. Las placas óseas y aletas tienen espinas o excrecencias denominadas odontodes. Algunos géneros como Ancistrus tienen adaptación del aparato digestivo a la respiración aérea bajo estrés hipóxico (Armbruster, 1998). Son de hábito bentónico nocturno, prefiriendo, según las especies, ríos y arroyos de corriente rápida de fondo arenoso o rocoso con oquedades; algunos géneros habitan cuerpos lénticos de fondo fangoso. Pueden tener caracteres sexuales dimórficos como tentáculos en la cabeza los machos, o desarrollo diferenciado de las excrecencias óseas en la cabeza y aleta pectoral. Se denominan en Argentina con el nombre vulgar de “Viejas de Agua” que incluye numerosas géneros y especies (Ringuelet, 1967: 388; López & Miquelarena, 1991: 3). Esta familia ha sido dividida históricamente en diversas subfamilias, para una revisión de estos antecedentes ver López & Maquilarena (1991: 5-8), Armbruster (2004), Reis et al. (2006) y Koerber & Weber (2014). En particular las asignaciones taxonómicas del género Ancistrus a nivel subfamilia pueden ser confusas ya que, entre las clasificaciones del siglo XX, se los incluyó a todos en la subfamilia Ancistrinae (Isbrücker, 1979, 1980), o se repartieron entre las subfamilias Hypostominae y Chaestostominae (Howes, 1983), o se los atribuyo a la tribu Ancistrini (Armbruster, 2004) (Fig. 14).

Fig. 14 Taxonomía de los Loricáridos según Armbrustrer (2004) y Reis et al. (2006). 

El estudio de los loricáridos en la cuenca del Paraná-Plata de forma sistemática tiene sus inicios con la expedición de d’Orbigny en 1827, que los recolecta en las costas del río de la Plata en Buenos Aires y luego remonta el río Paraná hasta Corrientes. Los estudios locales se inician con Henry Weyemberg en Universidad de Córdoba que continúan Eduardo Holmberg, Fernand Lahille y Carlos Berg (López & Aquino, 1998).

El registro de siluriformes fósiles en pampa. Entre los registros más antiguos de loricáridos se encuentran los de la Formación Tremembé (Oligoceno-Mioceno) de Brasil (Malabarba & Lundberg, 2007) y los del Mioceno de La Venta en Colombia (Lundberg, 1997). Cione et al. (2005) reportan restos en el Mioceno de Punta Delgada, en Chubut, lo que permitió documentar el avance en Patagonia de taxones brasileños. Recientemente Bogan & Agnolin (2020) identifican restos del loricárido Acanthicus sp. en la Formación Ituzaingó del Mioceno superior de Entre Ríos. Ya que los restos óseos de mejor preservación de varios géneros de siluriformes son las espinas dorsales y pectorales, dada su alta densidad ósea (Fig. 17C), un gran número de ejemplares fósiles solo son conocidos por ellas. A su vez estas espinas poseen diferencias texturales importantes en su superficie que permiten la diferenciación de géneros y especies (Vallone et al., 2017; Bogan et al., 2008). Esta preservación diferencial produce un sesgo en el registro fósil y arqueológico de teleósteos, facilitando la mayor presencia relativa de restos de siluriformes sobre otros ordenes (Arratia & Cione, 1996; Acosta & Musali, 2002; Acosta et al., 2007). El registro fósil de siluriformes es escaso en la pampa, una primera mención, sin descripciones, se encuentra en el catálogo de Bravard para la “Formación Entrerriana” de Paraná, el Silurus agassizii (Fig. 15A). Luego Scalabrini (Ameghino, 1883a,b) menciona un ejemplar de “Loricaria” para la misma Formación. En el capítulo X de “La Antigüedad” dedicado a la fauna fósil del Pampeano, Ameghino nos dice:

“Yo he recogido huesos de peces pampeanos en los mismos depósitos lacustres [Lujánenses] que contienen las conchillas ya mencionadas. Estos restos pertenecen casi todos a la familia de los silurianos, tan comunes en las aguas dulces de nuestros ríos” (Ameghino, 1881: 263).

Fig. 15 A, «Catalogue des espèces d’animaux fossiles recueillies dans l’Amérique du Sud» de Auguste Bravard (Bibliothèque de la Société géologique de France, fond Bravard), notar registro de Silurus agassizii. B, Retrato inédito de Auguste Bravard (AyBEZ). 

Más adelante (Ameghino, 1881: 482) menciona la presencia de numerosos “huesos de diferentes especies de pescados de agua dulce” en su Paradero n° 2 de Luján, si bien no los adjudica a ninguna capa como hizo con otros fósiles y material arqueológico, probablemente parte de ellos son los mismos que exhibe en Paris según el catálogo de su colección con los números 5015, 5017 y 5018 que determina como “Os de poissson d’eau douce de la famille des siluridés” (Ameghino, 1878: 52), restos que “cede” a Cope (Ameghino, 1878: 263). Exhibe otros restos de “pescados de agua dulce” en la Exposición Continental de Buenos Aires de 1882 (Ameghino, 1882: 42), algunos de ellos los determinará más tarde (Ameghino, 1898: 242; Ameghino, 1904) como restos de Plecostomus commersoni (actualmente Hypostomus commersoni,Fig. 17) o “vieja de agua”. Los atribuye al “Piso Lujánense”, es decir a los depósitos del OIS 3 al OIS 2 de valle del Río Luján (Toledo, 2005, 2011, 2017). Este material se considera perdido y no ha sido descripto según Cione & López Arbarello (1995), pero los “cedidos” a Cope, deberían hallarse en las colecciones del American National History Museum (Osborn, 1903). Para depósitos recientes, Ameghino señala un género exótico para la cuenca media y superior del Río Luján, Trigonis sp. (pez raya), en el sitio arqueológico de Cañada de Rocha (Ameghino, 1880: 626, ítem n° 5016; Ameghino, 1878: 52); donde además señala el hallazgo de “innumerables” vertebras de siluriformes. Este sitio, al menos su componente principal, es posterior al siglo XIV (Toledo, 2009, 2010, 2021c.). Ameghino solo habla de “algunos huesos pertenecientes a una especie del género Trigonis, propio de agua salada” sin especificar si se refiere a la espina caudal, apreciada por cazadores recolectores para confeccionar diversos artefactos (Lopes et al., 2016) u otros restos óseos. Suponemos que se refiere al género trigon (Owen, 1860: 104; Ruppell, 1826: 50) (Fig. 16a) o trygon de otros autores, antiguo nombre genérico de los Dasyatidae, vocablo que aún subsiste incorporado al nombre de diferentes géneros de Myliobatiformes, como Potamotrygon , rayas de agua dulce de la cuenca del Paraná-Plata. Bogan et al. (2008) describen material asignado a Hypostomus, hallado por J. L. Ramírez del Museo de Salto de los cuales hemos determinado la posición estratigráfica y edad, en afloramientos del río Salto. Vallone et al. (2017) en afloramientos del río Salado de Santa Fe, registran también Hypostomus sp. para depósitos pleistocenos posteriores al OIS 5. Bogan & Agnolin (2019) reportan una espina pectoral del Mioceno superior de Chasicó. Recientemente, Brambilla et al. (2021) describen una espina pectoral de Pimelodus sp. que adjudicamos a depósitos fluviales del OIS 4 basal del río Carcarañá.

Fig. 16 A, Trigon lymma;Ruppell 1826. B, lamprea, Geotria macrostoma (Burmeister, 1868). 

Las diversas atribuciones genéricas del “Typupiscis”: Hypostomus, Chaestostoma y Ancistrus. El género Hypostomus

El nombre Hypostomus plecostomus ha sido frecuentemente utilizado para distintas especies del género Hypostomus y aún de la familia Hypostominae de América Central y del Sur y aparece indistintamente, y de forma inapropiada, en diversos tipos de informes y estudios recientes (Ferraris, 2007; Weber et al., 2012). Según este último autor hay dos razones principales que explican el uso inadecuado, y persistente en el tiempo, de este binomio géneroespecífico. Por un lado, los loricáridos tienen una larga historia de descripciones y tuvieron el privilegio de ser incluidos en la obra fundadora del sistema binario por Linnaeus en 1758. Por otro lado, este género comprende un gran número de especies, algunas aún no bien determinadas, con una distribución geográfica extensa. Durante el siglo XIX y principios del XX numerosos autores y tratados de referencia describieron diversas especies provocando innumerables sinonimias de Plecostomus mientras que ninguno de esos trabajos se basó en comparaciones con ejemplares tipo (Boeseman, 1968; Weber et al., 2012). El primer análisis integral sobre la identidad problemática de H. plecostomus fue emprendido por Boeseman (1968) confirmando la validez de H. plecostomus (Linnaeus, 1758) (Weber et al., 2012). H. plecostomus solo habita en aguas templado-cálidas entre 20 a 30 °C (Baensch & Riehl, 1985). Es una especie con importancia comercial ornamental en acuarios y son vendidos en estadios juveniles cuando son fácilmente confundibles con otras especies de loricáridos, más pequeñas en estado adulto y aptas para cautiverio (Hoover et al., 2014). Otras especies del mismo género muy común del Plata es Hypostomus commersoni. Según Valenciennes, Commerson lo había denominado “esturión de la Ensenada”, deja una lámina, pero sin descripciones y la cree similar al H. plecostomus de Grenovious, (Cuvier & Valenciennes, 1840: 496). Probablemente este fue el origen de las confusiones entre las actuales especies de H. commersoni y H. plecostomus ya que a veces solo se presentaba un dibujo sin descripciones y sin escalas. Por otro lado, los ejemplares juveniles de H. commersoni tienen un aspecto general muy cercano a H. plecostomus, sin embargo, es uno de los loricáridos de mayor tamaño y los adultos pueden alcanzar los 53 cm de longitud.

El género Chaestostoma . Tschudi (1845) creo el género Chaetostoma para nuevas especies de loricáridos de la cuenca del río Ucayali del Perú. Durante más de un siglo se abusó de este taxón para denominar especies que en realidad pertenecen a otros géneros de la subfamilia Hypostominae (Tschudi, 1845; Luján et al., 2015). Actualmente el género Chaetostoma comprende unas 47 especies distribuidas en la región andina de Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú y en cuencas del escudo de Guyana en Brasil, Venezuela y Guayanas. Comparte con el género Ancistrus la Tribu Ancistrini de la familia Hypostominae (sensu Luján & Armbruster, 2011; Vari et al., 2009), si bien persisten dificultades para las determinaciones taxonómicas de este grupo. Tienen en común con el género Ancistrus la presencia de odontodes evertibles, pero se diferencian por no poseen tentáculos cutáneos (Figs. 18, 19). El hocico a su vez no posee placas y la aleta dorsal posee ocho o más espinas en lugar de siete. Habitan ríos y arroyos de montaña con alta oxigenación (Ballen et al., 2016). Es importante señalar respecto al tema de este trabajo, es decir las asignaciónes de “Typupiscis” y las confusiones históricas, que Berg (1895a) utiliza el término genérico Chaetostoma para todos los Ancistrus, y siendo una publicación local, sin duda accesible y de referencia, la determinación como “una especie de Chaetostoma no conocida” que hace Ameghino en su replica de 1892 había sido correcta si la comparamos con la de Burmeister de 1891.

Fig. 17 A, Hypostomus commersoni Lamina 7 tomo 9 (d’Orbigny, 1847). B, H. Commersoni MNHN A-9444 (paralectotipo). C, Aleta y espina pectoral derecha con odontodes, H. commersoni (actual, Río Luján). 

Fig. 18 A, Ancistrus cirrhosus lבmina VII, fig. 3 (d›Orbigny, 1847). B, Ancistrus cirrhosus lבmina III, fig. 1 (Kner, 1854). C, lectotipo de Ancistrus cirrhosus MNHN B-0603, recolectado en 1829 en la cuenca del Plata, colección d’Orbigny, MNHN (foto Zawadzki C. 2004). 

El género Ancistrus. Este género se distribuye desde Panamá hasta los ríos afluentes a la Río de la Plata (López et al., 1987, 2003; Miquelarena et al., 1994; Provenzano et al., 2018) y es uno de los géneros con más especies de los loricáridos (Bifi & Ortega, 2020). Hasta el momento se conocen cuatro especies en Argentina, en la cuenca del Paraná-Plata: Ancistrus cirrhosus, Ancistrus taúnayi, Ancistrus piriformis y A. mullerae (Koerber & Weber, 2014; Mirande & Koerber, 2015; Casciotta et al., 2016).

Ancistrus cirrhosus (Valenciennes, 1836). En Argentina A. cirrhosus se ha registrado en la provincia Paraná-Platense (sensuArratia, 1997): Río de la Plata (Atalaya), Corrientes, Entre Ríos, Río Uruguay medio, Río Reconquista, afluentes del Río Luján; Cuenca del Río Paraná (d’Orbigny, 1847; Miquelarena et al., 1994; Ringuelet et al., 1964, 1967; Fisch-Muller, 2003; Di Marzio et al., 2003); y en Laguna Alsina (Miquelarena et al., 1994; Liotta, 2005). El registro actual más cercano al área de la ciudad de Luján corresponde al de Di Marzio et al. (2003) para el arroyo Las Flores afluente del Río Luján por la margen izquierda en las cercanías de la localidad de Manzanares.

SISTEMÁTICA

Siluriformes Grande, 1987

Loricariidae Gill, 1872

Hypostominae Boeseman, 1971

Ancistrini Isbrucker, 1980

Hypostomus cirrhosus Cuvier & Valenciennes, 1840: XV: 511. Valenciennes, 1847: lám. 7, fig. 3.

Ancistrus cirrhosusKner, 1854,VII: 272

Chaetostoma cirrhosumGunther, 1864: 247

Chaestostomus (ancistrus) cirrhosusSteindachner, 1882: 122

Chaetostoma cirrhosumBerg, 1895: IV, 275 Xenocara cirrhosa (Regan, 1904)

Etimología. El vocablo Ancistrus tiene origen en el vocablo griego “agkistron” que significa “anzuelo/gancho”, en referencia a la forma de los odontodes operculares. El nombre específico cirrhosus deriva del latín cirrus (“rizo de pelo”), en referencia los tentáculos cutáneos (Fig. 19). En Argentina Berg (1895a: 275) siguiendo a Gunther (1864) utiliza el término genérico Chaetostoma en lugar de Ancistrus para Ancistrus cirrhosus. Esta denominación es la que utiliza Basaldúa, por lo que podría decirse que la determinación taxonómica de Basaldúa, o su informante, en 1897, Chaetostomus cirrhifer, fue correcta, contrariamente a la de Burmeister H. plecostomus, teniendo en cuenta la evolución histórica de la nomenclatura. Casinos (2012: 138) al comentar la anécdota de Basaldúa, basado en la versión resumida de Gabriel (1940) supone que el ejemplar de Ameghino podría ser Chaestostomus cirrhosus, nombre genérico no usado en la actualidad, pero sin embargo nos aclara que el hábitat de esta especie es el norte de América del Sur hasta Panamá.

Antecedentes. Los primeros ejemplares fueron colectados por d’Orbigny hacia 1827 en las costas del río de la Plata en los alrededores de Buenos Aires y descriptos por Valenciennes (1836), d’Orbigny (1847) y Cuvier & Valenciennes (1840). d’Orbigny hace referencia en sus “Voyages” a múltiples excursiones de recolección al norte y sur de esta ciudad. Valenciennes lo llama Hypostomus cirrhosus en el listado que hace para los “Voyages” de d’Orbigny (Fig. 18) (Roule, 1933). En la “Historie Naturelle des Poissons” lo denomina informalmente “Hypostome a filets charnus” (Cuvier & Valenciennes, 1840: 511), y describe claramente la presencia de “paquetes de espinas ganchudas y entrantes atrás del “interoperculo”, en numero de once o doce” (Cuvier & Valenciennes, 1840: 512). Remarca que los ejemplares llevados al museo por d’Orbigny no exceden las cuatro pulgadas de longitud (~10 cm) frente a las veinte (~50 cm) del H. commersoni. La lectura de la descripción de Valenciennes deja en evidencia que consulta personalmente a d’Orbigny sobre todos los aspectos que este había podido observar de los ejemplares enviados a Paris. Así constatamos que d’Orbigny había recolectado ejemplares de Ancistrus en Buenos Aires y en Misiones, posiblemente de variedades diferentes. También deducimos que había estudiado y comparado numerosos ejemplares juveniles y adultos ya que le trasmite a Valenciennes observaciones como el desarrollo de los tentáculos en adultos, la coloración del cuerpo e importantes observaciones de hábitat y comportamiento. d’Orbigny observó que esta especie habita fondos con corrientes rápidas, se refugian bajo piedras o oquedades, a las cuales se adhieren con la boca succionadora y con las espinas “suboperculares”, las que también utilizan como defensa, sacándolas y abriéndolas en abanico al ser aprehendidos. Practican un nado rápido y a veces en posición dorsal (Cuvier & Valenciennes, 1840: 511-514). Todo ello implica para Ancistrus cirrhosus un hábitat en corrientes relativamente rápidas, fondos firmes a arenosos, no fangosos.

Morfología. A. cirrhosus se caracteriza por odontodes alargados y evertibles insertos en la región opercular y tentáculos dérmicos muy desarrollados en los machos (Fig. 19). La masa de tejido conectivo portadora de los odontodes espinosos o parche de odontodes se encuentran en una posición retraída, ventral cuando el opérculo se encuentra en aducción. Cuando los músculos operculares lo llevan a una posición de abducción este parche o grupo de odontodes se proyecta lateral y anteriormente (Miquelarena et al., 1994). Posee cuerpo deprimido y ancho. Los escudos espinosos no poseen carena. Hocico sin placas con tentáculos cutáneos en número muy variable. Cabeza de contorno redondeado con tentáculos en el borde anterior y lateral hasta el interopérculo. Tentáculos en forma de Y en el macho y más desarrollados que en las hembras. El interopérculo presenta espinas móviles (odontodes) de punta curva. Cuerpo negro con manchas blancas; aletas pectorales, ventrales y dorsal manchadas; hasta 14 cm de longitud. Generalmente poseen espinas pectorales o dorsales. Como las demás especies de la familia, las de este género tienen una boca en forma de ventosa en la parte inferior de la cabeza y la usan en conjunto con las aletas pectoral, pélvica y caudal, para interactuar en fondos consolidados. Los dientes en forma de peine de la zona inferior de la boca sirven para recolectar las algas verdes adheridas a superficies. Con la ayuda de la ventosa, que les sirve como ancla, en conjunto con los arcos de espinas de las aletas pectoral y pélvica son capaces de sostenerse contracorriente mientras exploran el substrato. Además, su gran aleta caudal se asocia con la locomoción rápida en distancias cortas. Son conocidos por su capacidad para oxigenarse directamente del aire por vía del aparato digestivo en condiciones de stress. Esto lo logran a través de un estómago ligeramente modificado (Ringuelet et al., 1964: 419).

Fig. 19 Arriba, Elementos morfológicos característicos del género Ancistrus observables en las fotografías de Annaratone del “Typupiscus”, comparados con grabados de Kner (1854): A, Vista ventral de Typupiscis. B, Vista ventral de Ancistrus dolichopterus (Kner 1854, lám. III, 1a). C, Vista lateral izquierda (invertida) de Typupiscis. D, Vista dorsal de Ancistrus dolichopterus (Kner 1854, lám. III, 1b). Observar tentáculos cutáneos y parches de odontodes o espinas operculares. Abajo, Comparación de elementos morfológicos de la tribu Ancistrini respecto a la tribu Hypostomini: E, Ancistrus gymnorhynchus Venezuela, modificado de Taphorn et al. (2010). F, Chaestostoma carrioni, modificado de Luján et al. (2015). G, Hypostomus boulengeri, modificado de Alonso et al. (2016). 

Los elementos diagnósticos del género Ancistrus en las fotografías de Annaratone y en el relato de Basaldúa

Del relato de Basaldúa se desprende que el ejemplar observado utiliza la boca, espinas y aleta caudal para desplazarse en el fondo. Los odontodes operculares, en forma de gancho bien visibles en abducción, posiblemente inducida al extraerlo de la pecera por Ameghino o Basaldúa mismo para observarlo mejor, son descriptos claramente por este último que lo asimila a “patas” y lo compara con los protectores de uñas, de metal, nácar y piedras preciosas, usados por las nobles orientales (Fig. 11B):

“vi, dentro de un aquarium de cristal, […] la cosa más rara que mis ojos vieran, vi... un pez que caminaba unas veces y nadaba otras. Medía unos veinte centímetros de largo, gran cabeza huesosa, largas aletas, grandes escamas en todo el cuerpo, y por todos lados espinas agudas, largas y fuertes; una especie de «vieja del agua» con «cuatro patas», armadas de largas y afiladas uñas, encorvadas […] que se llama Chaetostomos cirrhifer” (Basaldúa, 1897).

Si bien, no es una característica específica de Ancistrum, en otro pasaje del relato deducimos que Ameghino ya había constatado que estos ejemplares resistían mucho tiempo fuera del agua. A pesar de que las albúminas de Annaratone se encuentran algo desvaídas por el paso del tiempo constatamos que, en todas las vistas, una vez optimizado digitalmente el contraste, medios tonos, sombras y nitidez, es posible observar sin equívocos elementos morfológicos del género Ancistrus (Fig. 19). Los más característicos son tentáculos en hocico y parte anterior de la cabeza, y parche de espinas operculares o odontodes, en este caso retraídas. Otras características externas observables de la familia Hypostomoidea, son la boca ventral con labios circulares, las placas dérmicas, las espinas dorsales y pectorales y manchas cutáneas. Es importante señalar que Ameghino y Annaratone no colocaron ninguna referencia de escala y en la vista lateral y con una sola imagen disponible, esto podría inducir a confundirlo con un loricárido de mayor tamaño. En la vista lateral se observan espinas de la aleta dorsal fracturadas, tentáculos deshidratados y en otras vistas también hay fragmentos faltantes. Ello indica que Ameghino concurrió al estudio de Annaratone con el ejemplar ya disecado por algún medio y con signos de manipulación y deterioro.

DISCUSIÓN

El 1 de enero de 1875, un año después de la frustrante entrevista con Burmeister, Ameghino da comienzo a un registro de notas con clara vocación científica que tituló “Diario de un Naturalista”. Torcelli, en acuerdo con los hermanos de Florentino, solo publica algunos párrafos y hoy es desconocido el paradero del original. Las notas éditas solo se extienden hasta febrero de 1876. Estas líneas simples y que parecen haber sido un esbozo preparatorio para futuros escritos, han pasado desapercibidas para la mayoría de sus biógrafos si bien se encuentran publicadas desde 1914 (Torcelli, 1914: 41). En ellas vemos que, por imitación, convicción o una amalgama de todo ello a la vez, Ameghino intenta tempranamente estructurarse como un hombre de ciencia distante a ambiciones netamente comerciales como Séguin, Bonemment o Larroque. Es evidente que, con 21 años, cumplidos el 19 de septiembre de 1874, decide formalizar sus observaciones, fundamentalmente de hallazgos paleontológicos, en un diario, ya que el cumulo de descubrimientos y experiencias se incrementan considerablemente desde aquéllos primeros de 1869-1870 (Ameghino, 1881). Es de destacar que estas notas no son una mera enumeración de eventos y su cronología, sino que claramente Ameghino intenta sintetizar y dar un significado elaborado a observaciones dispersas, arriesgando hipótesis y esbozando modelos. Los hallazgos del arroyo Frías de 1870 y 1873 le confirmaron la coexistencia del hombre y la fauna fósil, pero la entrevista con Burmeister lo enfrentó crudamente a la necesidad de disponer de más hallazgos concluyentes y de contar con la aceptación de al menos alguna de las personalidades de los círculos académicos porteños. Con esto en mente Ameghino abandona el despacho del director del Museo, baja contrariado la célebre escalera, y a partir del otoño de 1874, olvida completamente su Typupiscis, y organiza y planifica sus próximas actividades: explorar sistemáticamente todas las barrancas del rio, entre Luján y Mercedes en busca de evidencias del hombre fósil, y dejar sentado por escrito ideas y hallazgos. Paralelamente sabe que necesita un aliado, en la Universidad o en la Sociedad Científica Argentina (SCA), que interceda como certificador y legitimizador de sus hallazgos y así, ganar visibilidad. Entre 1874 y 1877 cumple con sobrado éxito sus dos primeros objetivos identificando numerosos sitios con evidencias antrópicas asociados a megafauna (Ameghino, 1881), también redacta numerosos manuscritos, incluida una comunicación a Paul Gervais, dos memorias presentadas a la SCA e innumerables carillas sobre las formación Pampeana y el hombre “plioceno” (Calzada, 1926; Ameghino, 1876a,b). Consigue un sólido pero efímero apoyo en la figura del profesor Ramorino mientras que la SCA le presenta una silenciosa pero inquebrantable resistencia más una certificación de campo tan inapelable como errónea (Camacho, 1971; Fernández, 1982; Toledo, 2016). Libre de obstáculos y, al contrario, francamente alentado por paleontólogos y prehistoriadores europeos, principalmente franceses, materializa y documenta todas sus observaciones, ideas e hipótesis en “Los mamíferos fósiles de America del Sur “ (Gervais & Ameghino, 1880) y en “La Antigüedad del Hombre en el Plata” (Ameghino, 1880-1881). Esta última obra podemos considerarla sin dudas el fin exitoso de un ciclo iniciado en aquel cruce duro pero motivador con Burmeister, con o sin el Typupiscis como testigo. Teniendo en cuenta todos los antecedentes es evidente que lo realmente desvelaba a Ameghino era ser reconocido como descubridor del “hombre fósil” contemporáneo a la megafauna, mientras que su precipitada incursión en la ictiología del Plata quedó en el olvido, y sin absolutamente ninguna influencia en su futura carrera como geocientista. Su hombre fósil era, en su fuero íntimo, de edad pliocena, y en demostrarlo y reivindicar su orgullo herido concentraría su esfuerzo.

Todas estas actividades científicas y la dinámica de su vida privada se estructuraron en un eje geográfico bien definido y homogéneo en el tiempo. Podemos definir al espacio ameghiniano entre los años 1860 y 1884 como unidimensional, distribuido linealmente entre dos puntos extremos: las vecindades de la Plaza de Mayo (Museo, biblioteca, universidad, SCA, domicilio de la calle Victoria) y la plaza de Mercedes (escuelas, domicilio, amistades, barrancas del río); incluyendo dos nodos intermedios, uno la villa de Luján (casa paterna, barrancas del río) y otro el Once (terminal del FCO, domicilio y librerías). Todos estos puntos quedan unidos eficientemente desde 1864 por el ferrocarril y sus rieles Barlow en remplazo de las mensajerías a caballo.

Respecto a la fotografía científica en la Argentina, la fuerte impresión que le causó a Sarmiento la foto de la luna en la presentación en Nueva York dejó paso inmediatamente al estadista y visionario quien, frente a la proposición de realizar una sola toma celeste desde el sur de América, redobla la apuesta y organiza la instalación de un observatorio astronómico permanente (Minniti & Paolantonio, 2009, 2013). Así, en 1873 se obtienen las primeras imágenes en Córdoba inaugurando la foto científica en ciencias naturales en Argentina. Por otro lado, Burmeister parece haber sido el primero en obtener fotos de fósiles pampeanos e incluirlos en una publicación en 1874. Ameghino, no sabemos si inspirado por Burmeister o por Annaratone, entusiasmado con el descubrimiento del pez con tentáculos, se convierte en pionero de la fotografía de objetos de historia natural en 1874 y de artefactos arqueológicos en 1876. En las décadas anteriores, para fundamentar una nueva especie viviente o fósil, la antigüedad de un sitio arqueológico y sus artefactos; la reproducción de dibujos y grabados eran el único medio visual de comunicación. Es interesante observar como Burmeister y Ameghino describen, justifican nuevas especies y argumentan sus diferencias sin conocer los originales sino solo a través de grabados. Esto lo vemos también en el historial de descripciones y confusiones taxonómicas de los loricáridos donde, además, no era costumbre acompañar los dibujos con una escala gráfica y así se asimilaba un H. commersonni con un H. plecostomus ambos con una gran similitud morfológica, pero de notables diferencia en tamaño en ejemplares adultos. Ejemplos ilustrativos de la importancia de lo grafico más allá de su nivel artístico, son los intercambios críticos entre estos dos autores sobre la calidad y representatividad de la ilustración de la mandíbula del Oracanthus, la morfología de su dentición (Ameghino, 1884b, 1885; Burmeister, 1885), más las críticas a la calidad de las láminas de la Contribución (Ameghino, 1889). Por otro lado, cada autor elegía a su parecer el ángulo de dibujo sin una normalización que simplificara las comparaciones, así por ejemplo Burmeister y Ameghino intercambian críticas y defienden sus definiciones de géneros y especies uno, con una vista del lado labial de una mandíbula y el otro con una vista del lado lingual. Burmeister otorga extrema importancia a la calidad de las ilustraciones para sus Anales, y no duda en esperar meses para su producción, corrección e impresión en Europa. Sin embargo, la tímida incorporación de la fotografía parece ser más una muestra de urgencia, modernidad y voluntad de incorporar tecnologías novedosas y alternativas, que una mejora sustancial en la asertividad y optimización comunicacional de objetos de historia natural.

Para reconstruir la circunstancias y consecuencias del, o, de los encuentros entre Ameghino y Burmeister en 1874 contamos solo con versiones parciales del primero y escuetas y vagas del segundo. Hay confusiones de fechas y omisiones sobre los temas abordados de ambas partes, así Ameghino no menciona la presentación del pez en sus detalladas narraciones de la visita a Burmeister, centrándose en el tema del hombre fósil; mientras que a su vez Burmeister no menciona a este último. Podríamos especular que Burmeister no examina con detenimiento al pez que ya habría perdido lozanía con muchos de sus tentáculos deshidratados, deformados y sus odontodes operculares muy retraídos, y así lo considera una variedad de H. plecostomus. Muy diferente había sido su interés y actitud frentes a la lamprea de 1867 de la cual al menos se preocupa por hacer un esquema y lo compara con lo publicaciones europeas como los anuarios de los Proceedings of the Zoological Society. Por otro lado, la determinación expeditiva y errónea del Ancistrus llama la atención si tenemos en cuenta que Burmeister ya había incursionado con detenimiento en el estudio de peces de agua dulce autóctonos, incluidos siluriformes (Burmeister, 1944 [1861]). Sin embargo, es interesante constatar que, al menos en la denominación, confundió familia, géneros y especies con su Bagrus commersoni, donde mezcla caracteres de los bagres (Pilemoidea) como la presencia de bigotes, con morfologías de “viejas de agua” o loricáridos. Por otro lado, en su descripciones y comentarios de peces argentinos vemos que consulta regularmente, entre otros, las obras de Cuvier & Valenciennes (1840) y de d’Orbigny (1847) donde habia sido ampliamente descripto e ilustrado (Fig. 18). De todos modos, es muy probable que ni el ejemplar ni las fotos, en el caso que Ameghino llevara estas últimas, fueran observadas con detenimiento por Burmeister ya que la presencia de tentáculos y odontodes no le hubieran pasado desapercibidos.

Con la muerte del “Typupiscis” que viera Basaldúa en 1884 y, abandonadas entre papeles viejos las albúminas del aquel primer “Typupiscis” de 1874; desaparecieron para siempre, si es que alguna vez las hubo, las fantasías de ver en él un eslabón perdido y un aporte novedoso a la ciencia. En Paris o aún antes, una oportuna inspección de los tratados de zoología e ictiología, en particular la lámina X del “Voyage” de d’Orbigny (1847), confrontaron probablemente a Ameghino con su impetuosidad juvenil y la también errada y apresurada determinación de Burmeister, teniendo que rendirse sin más a la evidencia de que el primer “Typupiscis” ya lo había encontrado d’Orbigny en las toscas del río de la Plata hacia 1827, quien lo hace huésped, asignación lineanna mediante, del Jardin de Plantes desde 1836.

El Ancistrus Lujanense, albuminado por Annaratone, apenas auscultado por Burmeister, casi decomisado por Basaldúa; mirado a travers por Leontine, solo quedaría como un vital y anecdótico atractivo de su librería del Once. El “pez que camina”, junto al Arrinolemur, fue condenado al olvido y al silencio. Ambos, con originales y fantasiosos nombres genéricos, compartirán su destino en las oubliettes ameghinianas: uno por su oscura e imposible filogenia, el otro, por inocente usurpación de identidad.

CONCLUSIONES

El análisis de las fotografías de Annaratone, del relato de Basaldúa y de la evolución histórica del conocimiento de loricáridos en la cuenca del Paraná-Plata permite llegar a las siguientes conclusiones:

El espécimen recolectado por Ameghino en 1874 correspondía a una especie que ya había sido hallada por d’Orbigny hacia 1827 en el Paraná-Plata y descripta por Valenciennes (1836, 1840, 1847).

El ejemplar que Ameghino denomina “Typupiscis Lujanensis” (Ameghino, 1874) corresponde a Ancistrus cirrhosus (Kner, 1854) y fue expeditiva y erróneamente atribuido a Hypostomus plecostomus por Burmeister en 1892. La atribución genérica a Chaestostoma por Ameghino (1892) había sido correcta si se tiene en cuenta la nomenclatura posterior de Berg (1895a).

En algún momento Ameghino toma conocimiento que su “Typupiscis” ya había sido descripto y posteriormente no publicará ni mencionará nada más al respecto, con excepción de la obligada replica a Burmeister en 1892. La presentación de este pez a Burmeister y de los restos humanos de Frías están entre los primeros eventos que lo distancian de Ameghino y marcan el inicio de una animosidad mutua.

El rechazo de Burmeister a la creación de un nuevo taxón, el “Typupiscis”, no tuvo influencia alguna en su carrera posterior, en cambio el rechazo y negación de un “hombre fósil pampeano” si perturbo profundamente a Ameghino. Esto lo confiesa en más de una oportunidad y lo vemos reflejado en su trabajo de los siete años siguientes que culminan con el viaje a Paris y la publicación del segundo tomo de “La Antigüedad del Hombre en el Plata”.

Las albúminas del “Typupiscis” y de Panochtus se encuentran entre las primeras fotografías de objetos naturales conocidas en nuestro medio con intención de uso científico y, las albúminas del Panochtus (Burmeister, 1874) junto a los artefactos líticos de la Banda Oriental (Ameghino, 1877) son las primeras fotografías en publicaciones científicas de paleontología y arqueología.

Nota. Posteriormente a la finalización y envío de esta contribución, en junio de 2021, tomé conocimiento de un escrito de divulgación con referencia a una de las albúminas aquí tratadas (Podgorny, 2021b). Si, disponíamos de un trabajo inmediato anterior (Podgorny, 2021a) donde se reproducía una de las imágenes. Esto nos indujo a publicar el resto de las fotografías, su contexto y significación, junto a las notas preparatorias (“una visita al Museo”) de investigaciones in situ realizadas en 2012 sobre los relictos arquitectónicos del Museo Público en la Manzana de las Luces y su archivo. Si bien “Los argentinos vienen de los peces” pretende ser un ensayo literario de no-ficción, redactado según la autora luego de un rapto de “entusiasmo”, y agregamos, sin método científico, analizamos aquí brevemente y con el mismo registro de estilo, las referencias al “Typupiscis”.

En primer lugar, Podgorny cree haber descubierto por primera vez una de las albúminas, a la que supone la única “sobreviviente” y acusa soslayadamente, vía metáforas, a todos los biógrafos y paleontólogos de no haber reparado en ellas. Sin embargo, en 2017 presentamos una nota breve sobre las mismas, que adquirimos en 2012, incluida la reproducción de la vista ventral (ver “Una nueva especie para irritar al gran Burmeister”, Toledo, 2017: 541). No solo esta primera referencia a las albúminas de Annaratone no fue mencionada, sino que en el relato que aquí analizamos se presenta como un hallazgo original e inédito. La autora nos dice con alarmante autosuficiencia que “ni yo ni nadie” se había percatado del pez, de su historia y de su sesgada significación. Así imagina sin prueba alguna que ello constituyó la mismísima “piedra de toque” de la trayectoria de Ameghino, mientras que acusa a los “obsecuentes admiradores” y a las “obsesiones” de este último del enredo que le postergó la revelación de la “verdadera” esencia ameghiniana.

Así, el tema central del ensayo novelado, donde se amalgaman sin distinción datos bibliográficos con eventos libremente imaginados por la autora, versa en torno a una hipótesis que se pretende novedosa y definitiva: la trayectoria científica de Ameghino habría sido consecuencia del rechazo de Burmeister a la determinación como especie nueva del “Typupiscis Lujanensis”. Mostramos aquí que esta hipótesis no tiene ningún sustento en las fuentes directas e indirectas. La verdadera preocupación de Ameghino, explícitamente confesado en sus escritos, y demostrado por su actividad anterior y posterior a 1874, fue probar que el hombre “fósil” había coexistido con la megafauna (Ameghino, 1881: 377-379). Igualmente, las fuentes históricas permiten deducir sin ambigüedad que Ameghino en su juventud no perteneció a “redes” de comercialización de fósiles, sino que lo motivaba un genuino interés científico sobre la “formación pampeana” y su contenido arqueológico y paleontológico (OCyCC cartas n° 1-38). Respecto al otro tema central de este ensayo, la taxonomía del “Typupiscis”, la autora se contenta con aceptar que, “el viejo tenía razón” [sic], es decir comulga con la errónea y expeditiva determinación de Burmeister, Hypostomus plecostomus. Más allá de la deficiente asertividad taxonómica, Podgorny hace del “fango y del barro” lujanense un leitmotif en su relato contrafáctico, que asimila subliminalmente al barro seminal bíblico, mientras intenta iluminarnos deconstruyendo símbolos de la argentinidad. En consonancia con este embarramiento de cosas y seres, la autora amalgama repetidamente los términos “bagre” y “vieja de agua”; sin embargo, debemos destacar que ambos términos fueron bien diferenciados desde las primeras descripciones en el siglo XVI y nunca son confundidos ni por los aficionados, ni por los acuaristas, ni por, la mayoría, de los estudiosos. Por otro lado, la especie Ancistrus cirrhosus habita en fondos y oquedades firmes constituidos, en nuestro ámbito, por las toscas y sedimentos pampeanos compactos. Por ello la repetitiva referencia al barro y barrosidades del valle del Luján y las metáforas asociadas, no tienen ningún sustento ni histórico ni ambiental. Otra de las imprecisiones históricas es sugerir que restos del “Typupiscis” son llevados por Ameghino a Europa en 1878 mimetizado entre especímenes de loricáridos fósiles. La confusa y no concluyente revisión histórica de los loricáridos de la Parte Segunda de “Los Argentinos vienen de los peces no tiene ninguna relación con A. cirrhosus y, fundamentalmente, no hay ninguna referencia a un tema central: el descubrimiento y la descripción previa de esta especie viviente por d’Orbigny en las toscas del Río de la Plata. No sólo ninguna de las ilustraciones históricas de peces se corresponde con la especie A. cirrhosus, sino que también aparecen fotografías de especímenes de otras familias, sin identificar e inconexas con el texto, como la carpa asiática (Cyprinidae) y el bagre (Ariidae). En el mismo orden, las licencias literarias son llevadas por la autora hasta el límite de su razón de ser estéticas y creativas, hasta hacer suyos pasajes completos de varios autores, emulando a Walbaum (en Boeseman 1968: 6), entre ellos se destacan extensas traducciones literales de Boeseman (1968: 5-7) injertadas sin referencias. Creemos que no hay que ver en ello un intento de acumulación de letras de molde para que un ensayo tenga talla de ensayo, sino un recurso expeditivo para liberarse, sin resolverlo, del imbroglio taxonómico de los loricáridos, y así también “noyer le poisson” a los inadvertidos lectores.

Al referirse a la historia de la Virgen de Luján y a la del padre Torres y su megaterio, confunde la localidad del vado no oficial del camino real situado al noroeste de Pilar, con la localidad de Jáuregui que se encuentra a 31 km al suroeste. En el posfacio, en el afán de deconstruir al Ameghino hagiográfico y de desengañar por fin a todos los argentinos con desdén infatuado de reminiscencias torcellianas, atribuye, erróneamente, toda la creación ameghiniana al encuentro fortuito con el “Typupiscis” y al menos afortunado encuentro con Burmeister. Un juicio post-mortem a Ameghino, ya había sido iniciado por Alinovi (2010). Emulando esta idea, fue intentado nuevamente basado en un pot-pourri de fojas acronológicas, marcados estereotipos y omisiones, en fin, sin un debido proceso, en el audiovisual “El loco de los Huesos. Juicio a Florentino Ameghino” de E. Raspo & E. Cortés (2020). El alegato-sentencia que nos ocupa, con una fase de instrucción lábil y tendenciosa pero más severo aún, nos devuelve sans appel, un Ameghino ignorante, mentiroso, irascible, desertor y con el inconfesable y oscuro deseo de devenir marchand de fósiles pampeanos en su patria, Italia. Finalmente coincidimos literalmente con G. Politis, quien con entusiasmo prologa este ensayo, en el que los eventos y relatos, a nuestro entender forzados a hilvanarse tras peregrinas suposiciones, resultan de un temerario recorrido por la embarrada “banquina de la historia”, y que, agregamos, afortunadamente, “rara vez se transita”.

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a la Srta. M. Lucchetti (Archivo y Biblioteca E. Zeballos, Luján) por la eficiencia y dedicación en facilitar el hallazgo de documentación histórica inédita; al Sr. Roberto Ferrari por la bibliografía sobre la fotografía antigua y la imagen lateral del “Typupiscis”; al Lic. Mariano Bond por valiosas sugerencias de orden taxonómico e histórico, al Dr. Juan Buonuome por referencias en la prensa de la librería “del Glyptodón”, al Dr. Eduardo Vadell y al Dr. Ignacio García por una lectura crítica de una primera versión; a un revisor anónimo, quien contribuyó a una mejor presentación de la sistemática de los siluriformes, a los editores Dr. Agustín Martinelli y Dra. Mercedes Fernández por comentarios diversos que permitieron mejorar la presente contribución y, finalmente, a Anne Caroline La Cépède.

BIBLIOGRAFÍA

Acosta, A. & J. Musali. 2002. Ictioarqueología del sitio La Bellaca 2 (Pdo. de Tigre, Pcia. de Buenos Aires). Informe Preliminar. Intersecciones en Antropología 3: 3-16. [ Links ]

Acosta, A., J. Musali & J. Olub. 2007. Pautas relacionadas con el procesamiento y consumo de peces en sitios arqueológicos del humedal del Paraná inferior. En: C. Bayón, A. Pupio, M.I. González, N. Flegenheimer & M. Frère (eds), Arqueología en Las Pampas, Tomo II, pp. 567-590, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, Argentina. [ Links ]

Acosta, L.E. 2015. Historia de la Zoología en la Universidad de Córdoba: los primeros años (1872-1916). Revista de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 2(1): 75-95. [ Links ]

Agassiz, L. 1833-43. Recherches sur les Poissons Fossiles. Tome III, Placoides. Imprimerie de Petitpierre, Neuchatel, 383 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/item/23762. [ Links ]

Alexander, A. s/a. Fotógrafos Italianos. En: http://www.apellidositalianos.com.ar/historias-de-inmigrantes/fotógrafos-italianos.html. [ Links ]

Alexander, A., B. Bragoni & L. Priamo 2002. Un país en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noroeste. Christiano Junior, 1867-1883. Fundación Antorchas, Buenos Aires. [ Links ]

Alinovi, M. 2010. Historia universal de la infamia científica. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 206 pp. [ Links ]

Alonso, F., G.E. Terán, G. Aguilera & J.M. Mirande. 2016. First record of Hypostomus boulengeri (Siluriformes: 1 Loricariidae) from Río Bermejo Basin. Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales nueva serie 18(1): 85-88. [ Links ]

Ameghino, F. 1874. Typupiscis lujanesis. Tres albúminas por Pedro Annaratone. Mercedes, Colección Particular. [ Links ]

Ameghino, F. 1875. Nouveaux débris de l’homme et de son industrie, mêlés à des ossements d’animaux quaternaires, Recueillis auprès de Mercedes (République Argentine). Journal de Zoologie 4: 527-528. [ Links ]

Ameghino, F. 1876-1886. Álbum de recortes de Ameghino. En: Legajo Ameghino, Archivo y biblioteca Jorge M. Furt. Estancia Los Talas, Luján. [ Links ]

Ameghino, F. 1877. Noticias Sobre Antigüedades Indias en la Banda Oriental, con Tres Láminas Representado Objetos de Piedra de la Edad Neolítica. Imprenta de la Aspiración, Mercedes. [ Links ]

Ameghino, F. 1878. La section anthropologique et paléontologique de la République Argentine à l’Exposition Universelle. Catálogo. [ Links ]

Ameghino, F. 1880. La Antigüedad del Hombre en el Plata. Tomo primero. G. Masson y Igon Eds, Paris-Buenos Aires, 640 pp. [ Links ]

Ameghino, F. 1881. La Antigüedad del Hombre en el Plata. Tomo segundo. G. Masson y Igon Eds, Paris-Buenos Aires, 557 pp. [ Links ]

Ameghino, F. 1882. Catálogo. Exposición Continental de 1882. [ Links ]

Ameghino, F. 1883a. Sobre una colección de mamíferos fósiles del Piso Mesopotámico de la Formación Patagónica recogidos en las barrancas del Paraná por el Profesor Pedro Scalabrini. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba (República Argentina) 5: 101-116. [ Links ]

Ameghino, F. 1883b. Sobre una nueva colección de mamíferos fósiles recogidos por el Profesor Scalabrini en las barrancas del Paraná. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba (República Argentina) 5: 112-113. [ Links ]

Ameghino, F. 1884a. Filogenia. Principios de clasificación transformista basados sobre leyes naturales y proporciones matemáticas. Félix Lajouane, Buenos Aires, 393 pp. [ Links ]

Ameghino, F. 1884b. Oracanthus burmeisteri nuevo edentado extinguido de la República Argentina. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba (República Argentina) 7: 499-504. [ Links ]

Ameghino, F. 1885. Oracanthus y Coelodon géneros distintos de una nueva familia. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba (República Argentina) 8: 394-398. [ Links ]

Ameghino, F. 1889. Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina. Actas de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba (República Argentina) 6: 1-1028 y Atlas: 98 láms. [ Links ]

Ameghino, F. 1892. Répliques aux critiques du Dr. Burmeister sur quelques genres de mammifères fossiles de la République Argentine. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba (República Argentina) 12(4): 437-469. [ Links ]

Ameghino, F. 1898a. Sinopsis geológico-paleontológica de la Argentina. Segundo Censo Nacional de la República Argentina, Territorio, en: Torcelli(ed). Obras Completas y Correspondencia Científica 12: 710. [ Links ]

Ameghino, F. 1898b. Los Arrhinolemuroidea, un nuevo orden de mamíferos extinguidos. Comunicaciones del Museo Nacional de Buenos Aires 1: 146-151. [ Links ]

Ameghino, F. 1898c. Première notice sur le Neomylodon Listai, un représentant vivant des anciens Édentés Gravigrades fossiles de l’Argentine. La Plata, Argentina, 8 pp. [ Links ]

Ameghino, F. 1898d. Sur l’Arrhinolemur, mammifére aberrant du tertiare du Paraná. Comptes Rendus de l’Académie des Sciences 127: 395-396. [ Links ]

Ameghino, F. 1899. Sinopsis geológico-paleontológica de la Argentina. Suplemento. Adiciones y Correcciones. Imprenta La Libertad, La Plata, 13 pp. [ Links ]

Ameghino, F. 1904. Paleontología Argentina. Relaciones filogenéticas y geográficas. Anales del lnstituto de Ensenanza General 1: 11-84. [ Links ]

Ameghino, F. 1910. Informe elevado al señor ministro de justicia e instrucción pública, por el director del museo nacional de historia natural, sobre el desastroso estado actual. En: A. Torcelli (ed.), 1935. Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, Obras Póstumas y Truncas, 18: 439. Taller de impresiones oficiales, La Plata. [ Links ]

Aquino, A.E. 1997. Las especies de Hypoptomatinae (Pisces, Siluriformes, Loricariidae) en la Argentina. Revista de Ictiología 5(1/2): 5-21. [ Links ]

Armbruster, J.W. 1998. Phylogenetic relationships of the suckermouth armored catfishes of the Rhinelepis group (Loricariidae: Hypostominae). Copeia 1998(3): 620-636. [ Links ]

Armbruster, J.W. 2004: Phylogenetic relationships of the suckermouth armoured catfishes (Loricariidae) with emphasis on the Hypostominae and the Ancistrinae. Zoological Journal of the Linnean Society 141(1): 1-80. [ Links ]

Arratia, G. 1997. Brazilian and Austral freshwater fish faunas of South America. A contrast. En: H. Ulrich (ed.), Tropical biodiversity and systematics: Proceedings of the International Symposium on Biodiversity and Systematics in Tropical Ecosystems, pp. 179- 187, Zoologisches Forschungsinstitut and Museum Alexander Koening, Bonn. [ Links ]

Arratia, G., & A.L. Cione 1996. The fish fossil record of southern South America. Münchener Geowissenschaft Abhanlungen A 30: 9-72. [ Links ]

Arrieta, R.A. 1935. La ciudad del bosque: viñetas platenses. Universidad Nacional de la Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 178 pp. [ Links ]

Arrufo, J. 1865. Disertación sobre fotografía. La Revista de Buenos Aires VII(26): 262-274. [ Links ]

Auza, N.T. 1996. Germán Burmeister y la Sociedad Paleontológica, 1866-1868. Investigaciones y ensayos 46:137-155. [ Links ]

Baensch, H.A. & R. Riehl 1985. Aquarian atlas. Band 2. Mergus, Verlag für Natur-und Heimtierkunde GmbH, Melle, Alemania, 1216 pp. [ Links ]

Bajon, M.P. 2005. Une expedition méconnue en Amerique du Sud: la mission Castelnau 1843-1847. En: Y. Laissus (ed.), Les naturalistes français en Amérique du Sud XVI-XIX siècles, pp. 259-268, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, Paris, Francia. [ Links ]

Ballen, G.A., A. Urbano-Bonilla & J.A. Maldonado-Ocampo 2016. Description of a new species of the genus Chaetostoma from the Orinoco River drainage with comments on Chaetostoma milesi Fowler, 1941 (Siluriformes: Loricariidae). Zootaxa 4105(2): 181-197. [ Links ]

Basaldúa, F. 1897. Un sabio. Diario El Día, 29 de marzo 1897, La Plata, Argentina. [ Links ]

Basaldúa, F. 1899. Monstruos argentinos. Caras y Caretas, año II, n° 32, 13 de mayo 1899, Buenos Aires. [ Links ]

Basaldúa, F. 1907. Contribución al Estudio de la Prehistoria Universal. 4 conferencias dadas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en julio y agosto de 1906. Tipografía “La Baskonia”, Buenos Aires, Argentina, 88 pp. [ Links ]

Bell, C.M. 2002. Did elephants hang from trees? The giant sloths of South America. Geology Today 18: 2. [ Links ]

Berg, C. 1893. Geotria macrostoma (Burm.) Berg y Thalassophryne montevidensis (Berg): dos peces particulares. Anales del Museo de La Plata Sección Zoológica 1: 1-7. [ Links ]

Berg, C. 1894. Informe sobre el Museo Nacional correspondiente al año 1893. En: Ameghino, F. 1910. Informe elevado al señor ministro de justicia e instrucción pública, por el director del museo nacional de historia natural, sobre el desastroso estado actual. Anexos, comprobatorios y explicativos, Anexo 3. En: Torcelli, A. (ed) 1935. Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, Obras Póstumas y Truncas, 18: 462-464. Taller de impresiones oficiales, La Plata , Argentina. [ Links ]

Berg, C. 1895a. Enumeración sistemática y sinonímica de los peces de las costas Argentina y Uruguaya. Anales de Museo Nacional de Buenos Aires 4: 1-120. [ Links ]

Berg, C. 1895b. Sobre peces de agua dulce nuevos o poco conocidos de la República Argentina. Anales del Museo Nacional de Buenos Aires 4: 122-65. [ Links ]

Bifi, A.G. & H. Ortega. 2020. Redescription of Ancistrus greeni (Siluriformes: Loricariidae), and description of a new species from the río Madre de Dios basin, Peru. Neotropical Ichthyology 18(1): e190070. [ Links ]

Bird, J.B. 1993. Viajes y Arqueología en Chile Austral. Ediciones de la Universidad de Magallanes, Punta Arenas, Chile, 283 pp. [ Links ]

Blanckaert, C. 1989. L’indice céphalique et l’ethnogénie européenne: A. Retzius, P. Broca, F. Pruner-Bey (1840-1870). Bulletins et Mémoires de la Société d’Anthropologie de Paris 1(3): 165-202. [ Links ]

Blanckaert, C. 2010. De la race a l’évolution. Paul Broca et l’anthropologie française (1850-1900). L’Harmattan, Paris, Francia, 594 pp. [ Links ]

Bloch, M.E. 1795. Ichtyologie ou Histoire naturelle, générale et particulière des poissons: avec des figures enluminées, dessinées d’après nature. Chez l’auteur & chez François de la Garde, libraire , Berlin, XII+146 pp., láms. 181-216. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/95488. [ Links ]

Boeseman, M. 1968. The genus Hypostomus Lacepède, 1803, and its Surinam representatives (Siluriformes, loricariidae). Zoologische Verhandelingen 99: 1-89. [ Links ]

Boeseman, M. 1971. The comb-toothed Loricariinae of Surinam, with reflections on the phylogenetic tendencies within the family Loricariidae (Siluriformes, Siluroidei). Zoologische Verhandelingem, 116: 1-56. [ Links ]

Bogan, S., M.L. de los Reyes, M.J. Toledo & J.L. Ramirez. 2008. Registros fósiles de “viejas del agua’’ (Teleostei: Siluriformes) del Pleistoceno superior de la localidad de Salto, Buenos Aires, Argentina. Studia Geologica Salmaticense 44: 203-212. [ Links ]

Bogan, S., B. Sidlauskas, R. Vari & V. Agnolin. 2012. Arrhinolemur scalabrinii Ameghino, 1898, of the late Miocene - a taxonomic journey from the Mammalia to the Anostomidae (Ostariophysi: Characiformes). Neotropical Ichthyology 10: 3: 555-560. [ Links ]

Bogan, S. & F. Agnolin. 2019. Armored catfish (Siluriformes: Loricariidae) from the Miocene of southern Pampas and its palaeobiogeographical implications. Swiss Journal of Palaeontology 138(2): 325-330. [ Links ]

Bogan, S. & F. Agnolin. 2020. First fossil of the giant armored catfish Acanthicus (Siluriformes, Loricariidae) from the Late Miocene of Entre Ríos Province, Argentina. Zootaxa 4808(3): 571-581. [ Links ]

Brambilla, L., M.J. Toledo & D.A. Ibarra. 2021. First fossil record of Pseudoplatystoma corruscans (Siluriformes, Pimelodidae) from the late Pleistocene, Santa Fe, Argentina. Journal of South American Earth Sciences 105: 102987. [ Links ]

Broca, P. 1868. Les crânes des Eyzies et la théorie esthonienne. Bulletins et Mémoires de la Société d’Anthropologie de Paris 3(1): 454-514. [ Links ]

Broca, P. 1879. Instructions générales pour les recherches anthropologiques à faire sur le vivant. G. Masson, Paris, Francia, 25 pp. [ Links ]

Buonuome, J. 2016. Periodismo militante en la era de la información. La Vanguardia, el socialismo y los orígenes de la cultura de masas en la Argentina (1894- 1930). Tesis de Doctorado, Universidad de San Andrés, Argentina, 325 pp. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1868. Petromyzon macrostomus, descripcion de una nueva especie de pez. Actas de la Sociedad Paleontologica de Buenos Aires, sesion del 9 de octubre de 1868. Anales del Museo Público de Buenos Aires 1: 35-37. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1870-1874. Monografía de los Glyptodontes en el Museo Público. Anales del Museo Público de Buenos Aires, Argentina, Tomo 2, 412 pp. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1875. Los Caballos Fósiles de la Pampa Argentina. La Tribuna, Buenos Aires, Argentina, 88 pp. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1885. Berichtigung zu Coelodon. Sitzungsberichte der Koniglich Preussischen Akademie der Wissenschaften zu Berlin, Alemania, 573 pp. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1891. Continuación a las adiciones a1 examen crítico de los Mamíferos fósiles terciarios. Anales del Museo Nacional de Buenos Aires (1883- 1891) 1(3): 401-461. [ Links ]

Burmeister, C.H. 1944 [1861]. Viaje por los Estados del Plata, con referencia especial a la constitución física y al estado de la cultura de la República Argentina, realizado en los años 1857, 1858, 1859 y 1860 por el Dr. Hermann Burmeister. Mercur-Unión Germánica de la Argentina, Buenos Aires, Argentina, 568 pp. [ Links ]

Calzada, R. 1926. Cincuenta años de América. Notas autobiográficas. Obras completas T. IV, V. 1. Casa editora de Jesús Menéndez, Buenos Aires, Argentina, 494 pp. [ Links ]

Camacho, H.H. 1971. Las ciencias naturales en la Universidad de Buenos Aires. Estudio histórico. Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 150 pp. [ Links ]

Cané, M. 1884. Juvenilia. Karl Gerold, Viena, Austria, 145 pp. [ Links ]

Cappucci, J.T. 2018. Hablando de tiempos pasados. Suipacha, Argentina, 319 pp. [ Links ]

Caras y Caretas. 1899. Monstros Argentinos, 13 de mayo de 1899. Buenos Aires. [ Links ]

Caras y Caretas. 1900. En busca del Mylodon. 15 septiembre de 1900. Buenos Aires. [ Links ]

Carranza, A.J. 1865. El museo de Buenos Aires. La Revista de Buenos Aires 7(26): 521. [ Links ]

Casinos, A. 2012. Un evolucionista en el Plata. Florentino Ameghino. Fundación Azara, Buenos Aires, Argentina, 430 pp. [ Links ]

Casciotta, J.R., A.E. Almirón, L. Ciotek, P. Giorgis, O. Ríčan, P. Lubomír, K. Dragová, Y. Croci, M. Montes, J. Iwaszkiw & A. Puentes, 2016. Visibilizando lo invisible: un relevamiento de la diversidad de peces del Parque Nacional Iguazú, Misiones, Argentina. Historia Natural 6(2): 5-77. [ Links ]

Castelnau de, F. 1855. Expédition dans les parties centrales de l’Amérique du Sud: de río de Janeiro à Lima, et de Lima au Paraguay 1850-1859, P. Bertrand, Paris, 450 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/48609. [ Links ]

Cione, A.L., M.M. Azpelicueta, J.R. Casciotta, & M.T. Dozo. 2005. Tropical freshwater teleosts from Miocene beds of eastern Patagonia, southern Argentina. Geobios 38: 29-42. [ Links ]

Cione, A.L. & A. Lopez Arbarello. 1995. Los peces de agua dulce fósiles del área pampeana. Evolución biológica y climática de la región pampeana durante últimos cinco millones de años. Monografía del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid 12: 131-142. [ Links ]

Cohen, C. & J.J. Hublin 1989. Boucher de Perthes 1788- 1868. Les origines romantiques de la préhistoire. Berlin, Paris, Francia, 271 pp. [ Links ]

Cuarterolo, M.A. 1995. Los años del daguerrotipo. Primeras fotografías argentinas 1843-1870. Fundación Antorchas, Buenos Aires, Argentina, 107 pp. [ Links ]

Cuarterolo, M.A. 2009. Fotografía y teratología en América Latina. Una aproximación a la imagen del monstruo en la retratística de estudio del siglo XIX. A contracorriente 7 (1): 119-145. [ Links ]

Cuvier, M. & M.A. Valenciennes. 1828-1849. Histoire naturelle des poissons. Chez Pitois, Paris, Francia, 380 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/item/25926. [ Links ]

De Pedro, V. 1943. El Glyptodon, Paris y la Patagonia. A la gloria de Florentino contribuyeron sus hermanos Carlos y Juan. Revista Aquí Está 4: 24-25. [ Links ]

Di Marzio, W.D., M.D.C. Tortorelli & L.R. Freyre. 2003. Diversidad de peces en un arroyo de llanura. Limnetica 22(3-4): 71-76. [ Links ]

Domínguez, A. 1913. Como conocí a Ameghino. Caras y Caretas 16 (5): 777. [ Links ]

d’Orbigny, A.D. 1835-1847. Voyage dans l’Amérique méridionale: le Brésil, la république orientale de l’Uruguay, la République argentine, la Patagonie, la république du Chili, la république de Bolivia, la république du Pérou), exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1831,1832 et 1833. 9 vol., Pitois- Levrault & P. Bertrand, Paris-Strasbourg. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/110540. [ Links ]

El Pueblo (diario), 1917. La nacionalidad y la obra de Ameghino. Imprenta del diario “El Pueblo”, Buenos Aires, Argentina, 35 pp. [ Links ]

Emperaire, J. & A. Laming 1954. La grotte du Mylodon (Patagonie occidentale). Journal de la Société des Américanistes XLIII: 173-206. [ Links ]

Farro, M. 2009. La formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX. Prohistoria Ediciones, Rosario, Argentina, 234 pp. [ Links ]

Farro, M. 2011. Colecciones de cráneos, fotografías y manuscritos en el desarrollo de la antropología física y de la etnografía lingüística en la Argentina de fines del siglo XIX. En: M.M. Lopes & A. Heizer (eds): Colecionismos, práticas de campo e representações, pp. 93-104, EDUEPB, Universidad Estadual da Paraíba, Paraíba, Brasil. [ Links ]

Farro, M. 2012. Imágenes de cráneos, retratos antropológicos y tipologías raciales. Los usos de las primeras colecciones de fotografías del Museo de La Plata a fines del siglo XIX. En: T. Kelly & I. Podgorny (eds.), Los secretos de Barba Azul. Fantasías y realidades del Archivo Histórico del Museo de La Plata, pp. 69-95, Prohistoria Ediciones, Rosario, Argentina. [ Links ]

Fernández, G. 2001. Crónica de un conflicto académico. Agora philosophica. Revista marplatense de filosofía 3: 17-32. [ Links ]

Fernández, J. 1982. Historia de la Arqueología Argentina. Asociación Cuyana de Antropología, Mendoza, Argentina, 320 pp. [ Links ]

Ferrari, R.A. 1993. Bibliografía de publicaciones argentinas con fotografías montadas (incunables fotográficos): 1864-1900. Biblioteca Histórico-Científica, Buenos Aires, Argentina. [ Links ]

Ferrari, R.A. 1995. Los inicios de la fotografía científica y técnica en la Argentina, 1864-1900. 2° Congreso de Historia de la Fotografía 1: 159-163. [ Links ]

Ferrari, R.A. 2001. Carl Schultz-Sellack (1844-1879) y los orígenes de la fotografía astronómica en la Argentina. Saber y Tiempo 11: 71-101. [ Links ]

Ferrari, R.A. 2019. Publicaciones Argentinas con fotografías originales (1855- 1900). Una bibliografía razonada con apéndice latinoamericano. Ediciones en Foco, Buenos Aires, Argentina 90 pp. [ Links ]

Ferrari, R.A. 2021. La Plata Monatsschrift. Buenos Aires, 1873 - 1876. Presencia científica europea en la Argentina del siglo XIX. Ediciones en Foco, Buenos Aires, Argentina, 261 pp. [ Links ]

Ferrari, R.A. & D. Medan 2010. Redescubrimiento de la copia americana del contrato Niepce-Daguerre en la Biblioteca Arata de la Facultad de Agronomía. Editorial Facultad de Agronomía, UBA, Buenos Aires, Argentina, 73 pp. [ Links ]

Ferraris C.J. 2007. Checklist of catfishes, recent and fossil (Osteichthyes: Siluriformes), and a catalogue of siluriform primary types. Zootaxa 1418: 1-628. [ Links ]

Fisch-Muller S. 2003. Subfamily Ancistrinae (Armored catfishes). En: R.E. Reis, S.O. Kullander & C.J. Ferraris (eds). Check List of the Freshwater Fishes of South and Central America, pp. 373-400, Museu de Ciências e Tecnologia, Porto Alegre, Brasil. [ Links ]

Gabriel, J. 1940. El loco de los huesos. Vida, obra y drama del Continente Americano y de Florentino Ameghino. Imán, Buenos Aires, Argentina, 170 pp. [ Links ]

Gerchunoff, A. 1928. Alabanza del buen libro. La Nación, 12 de septiembre de 1928, Suplemento El Libro, Buenos Aires. [ Links ]

Gervais, H. & F. Ameghino. 1880. Los mamíferos fósiles de la América del Sur. Sabih y Igon, Paris, Francia, 225 pp. [ Links ]

Gill, T. 1872. Arrangement of the families of fishes, or classes Pisces, Marsipobranchii, and Leptocardii. Smithsonian Institution, Washington, 47 pp. [ Links ]

Goin, F.J., M.O. Woodburne, A.N. Zimicz, G.M. Martin & L. Chornogubsky 2016. Dispersal of Vertebrates from between the Americas, Antarctica, and Australia in the Late Cretaceous and Early Cenozoic, En: F.J. Goin, M.O. Woodburne, A.N. Zimicz, G.M. Martin & L. Chornogubsky (eds.), A brief history of South American Metatherians, pp.77-124, Springer, Dordrecht. [ Links ]

Gomez, J. 1986. La Fotografía en la Argentina. Su historia y evolución en el siglo XIX, 1840-1899. Buenos Aires, 180 pp. [ Links ]

Gonzalez Arrili, B. 1954. Vida de Ameghino. Castellvi, Santa Fe, Argentina, 132 pp. [ Links ]

Grande, L. 1987. Redescription of Hypsidoris farsonensis (Teleostei: Siluriformes), with a reassessment of its phylogenetic relationships. J. Vert. Paleontol. 7: 2454. [ Links ]

Grassi, J.C. 2011. Una historia del progreso argentino: crónicas ilustradas de las exposiciones y congresos, siglos XIX-XX. Ferias & Congresos, Buenos Aires, Argentina. [ Links ]

Gronovius, L.T. 1754. Museum Ichthyologicum, Sistens Piscium Indigenorum & Nonnullorum Exoticorum, 70 pp. [ Links ]

Gunther, 1864 (1859 -1868). Catalogue of the fishes in the British Museum London. Whelon & Wesley, British Museum (Natural History), Department of Zoology, 549 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/8809. [ Links ]

Gusinde, M. 1921. Estado actual de la Cueva del Mylodon. Ultima Esperanza Patagonia Austral. Revista Chilena de Historia Natural 25: 406-419. [ Links ]

Hauthal, R., S. Roth & R. Lehmann-Nitsche. 1899. Mamífero Misterioso de la Patagonia “Grypotherium domesticum”. Revista del Museo de La Plata IX. [ Links ]

Holmberg, E.L. 1878. Museo de Buenos Aires: Su Pasado- Su presente - Su porvenir. El Naturalista Argentino 1(2): 33-43. [ Links ]

Hoover, J.J., C.E. Murphy & K.J. Killgore, 2014. Ecological impacts of suckermouth catfishes (Loricariidae) in North America: A conceptual model. ANSRP Bulletin 14(1): 1-20. [ Links ]

Howes G.J. 1983. The cranial muscles of loricarioid catfishes, their homologies and value as taxonomic characters (Teleostei: Siluroidei). Bulletin of the British Museum (Natural History), Zoological Series 45: 309-345. [ Links ]

Isabelle, A. 1835. Voyage à Buenos-Ayres et à Porto-Alègre: par la Banda-Oriental, les missions d’Uruguay et la province de Rio-Grande-do-Sul (de 1830 à 1834). Suivi de considérations sur l’état du commerce français à l’extérieur, et principalement au Brésil et au río de la Plata, J. Morlent, Paris, Francia, 618 pp. [ Links ]

Isbrücker, I.J.H. 1979. Descriptions préliminaries de nouveaux taxa de la famille des Loricariidae, poissonschats cuirassés néotropicaux, avec un catalogue critique de la sous-famille nominale (Pisces, Siluriformes). Revue française d’Aquariologie Herpétologie 5(4): 86-117. [ Links ]

Isbrücker, I.J.H. 1980. Classification and catalogue of the mailed Loricariidae (Pisces, Siluriformes). Verslagen en Technische Gegevens, Universiteit van Amsterdam 22: 1-181. [ Links ]

Kner R. 1854. Die Hypostomiden. Zweite Hauptgruppe der Familie der Panzerfische (Loricata vel Goniodontes). Denkschr. Akad. Wiss., Math. Nat. Kl. 7: 251-286. [ Links ]

Koerber, S. & T. Litz 2008. On some overlooked taxa of freshwater fishes described from Argentina by Hermann Burmeister in 1861. Ichthyol. Contri. of Peces Criollos 7:1-15. [ Links ]

Koerber, S. & C. Weber. 2014. The Hypostominae (Siluriformes: Loricariidae) of Argentina. Ichthyological Contributions of Peces Criollos 29: 1-10. [ Links ]

La Cépède, B. 1803. Histoire naturelle, generale et particuliere, avec la description du Cabinet du roy. L’Imprimerie royale, 1749-1804, Paris, Francia, 324 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/62978. [ Links ]

Laissus, Y. 2005. Les naturalistes français en Amérique du Sud XVI-XIX siècles. Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, Paris. Francia, 341 pp. [ Links ]

Lehmann-Nitsche, R. 1902. La pretendida existencia actual del Grypotherium. Supersticiones araucanas referidas a la lutra y al tigre. Revista del Museo de La Plata 10: 269-281. [ Links ]

Linnaeus, C. 1754. Hans Maj:ts Adolf Frideriks vàr Allernàdigste Konungs Naturalie Samling Innehàllande Sällsynte och Främmande Djur, som Bevaras pà Kongl. Lust-slottet Ulriksdahl Beskrefne och Afritade Samt pà Nàdig Befallning Utgifne af Carl Linnaeus. Holmiae, XXX+ 96+7 pp. [ Links ]

Linnaeus, C. 1758. Systema Naturae Sive Regna Tria Naturae, Secundum Classes, Ordines, Genera, Species, cum Characteribus, Differentiis, Synonymis, Locis. Holmiae, II+824 pp. [ Links ]

Linnaeus, C. 1766. Systema Naturae Sive Regna Tria Naturae, Secundum Classes, Ordines, Genera, Species, cum Characteribus, Differentiis, Synonymis, Locis. Holmiae, 532 pp. [ Links ]

Liotta, J. R. 2005. Distribución geográfica de los peces de aguas continentales de la República Argentina. Pro- Biota, Serie Documentos 3, FCN y M, Universidad Nacional de La Plata, 653 pp. [ Links ]

Lopes, M.S., T.C Bertucci, L. Rapagnã, R.D. Tubino, C. Monteiro-Neto, A. Tomas et al. 2016. The path towards endangered species: Prehistoric fisheries in southeastern Brazil. PLoS ONE 11(6): e0154476. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0154476. [ Links ]

López, H.L. 2003: Aspectos históricos y estado del conocimiento de la ictiofaúna continental argentina. En: J. Cappato, N. Oldani & J. Petéan (eds.), Pesquerías continentales en América latina, pp. 63-76, Universidad Nacional del litoral, Santa Fe, Argentina. [ Links ]

López, H.L. & A.E. Aquino. 1998: Ictiología continental argentina: una aproximación histórica. Revista Museo 2(11): 77-82. [ Links ]

López, H.L., R.C. Menni & A.M. Miquelarena. 1987. Lista de los peces de agua dulce de la Argentina. Biología Acuática 12: 1-50. [ Links ]

López, H.L. & A.M. Miquelarena. 1991: Los Hypostominae (Pisces, Loricariidae) de Argentina. Profadu 40(2): 1-64. [ Links ]

López, H.L, A.M. Miquelarena & R.C. Menni. 2003. Lista comentada de los peces continentales de la Argentina. ProBiota - Serie Técnica y Didáctica 5: 1-85. [ Links ]

Luján, N.K. & J.W. Armbruster. 2011. Two new genera and species of Ancistrini (Siluriformes: Loricariidae) from the western Guiana Shield. Copeia (2): 216-225. [ Links ]

Luján, N.K., V. Meza-Vargas, V. Astudillo-Clavijo, R. Barriga-Salazar & H. López-Fernández. 2015. A multilocus molecular phylogeny for Chaetostoma clade genera and species with a review of Chaetostoma (Siluriformes: Loricariidae) from the Central Andes. Copeia 103(3): 664-701. [ Links ]

Lundberg, J. 1997. Fishes of the La Venta fauna: additional taxa, biotic and paleoenviromental implications. En: Kay, R.F., R.L. Madden, R.H. Cifelli & J.J. Flynn (eds.), Vertebrate paleontology in the Neotropics: The Miocene fauna of La Venta, pp. 67-91), Smithsonian Institution Press, Washington, EE.UU. [ Links ]

Malabarba, M.C & J.G. Lundberg. 2007. A fossil loricariid catfish (Siluriformes: Loricarioidea) from the Taubaté Basin, eastern Brazil. Neotrop. Ichthyol. 5(3): 263- 270. [ Links ]

Márquez Miranda, F. 1951. Ameghino. Una vida heroica. Nova, Buenos Aires, Argentina, 327 pp. [ Links ]

Marshall, L., R. Hoffstetter & R. Pascual. 1983. Mammals and stratigraphy: geochronology of the continental mammal-bearing Tertiary of South America. Palaeovertebrata, Mémoire Extraordinaire 1: 1-93. [ Links ]

Martinez, A.N. 1907. Musée d’Histoire Naturelle. En: Manuel du Voyageur (ed.), Baedeker de la République Argentine, pp. 242-249, López Robert, Barcelona, España. [ Links ]

Martinicic, M. 1996. La Cueva del Milodón (Ultima Esperanza, Patagonia chilena). Un siglo de descubrimientos y estudios referidos a la vida primitiva en el sur de America. Journal de la Société des Américanistes 82: 311-323. [ Links ]

Mayet, L. 1911. Questions anthropologiques d’actualité. Publications de la Société Linnéenne de Lyon 30(1): 153-167. [ Links ]

Mercante, V. 1911. Florentino Ameghino: Su vida y sus obras. Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines 9: 93-132. [ Links ]

Meunier, F.J., P. Béarez, P. Pruvost & M. Desoutter. 2002. Les poissons rapportés au Muséum par Alcide d’Orbigny: statut actuel et anecdotes. Comptes Rendus Palevol 1(7): 517-525. [ Links ]

Minniti, E.R., & S. Paolantonio. 2009. Córdoba estelar. Desde los sueños a la astrofísica. Historia del Observatorio Nacional Argentino. Observatorio Astronómico Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 700 pp. [ Links ]

Minniti, E.R., & S. Paolantonio. 2013. Córdoba Estelar. Historia del Observatorio Nacional Argentino. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 703 pp. [ Links ]

Miquelarena, A.M., H.L. López, A.E. Aquino & Z.J. Ageitos de Castellanos. 1994. Los Ancistrinae (Pisces: Loricariidae) de Argentina. En: Z.J. Ageitos de Castellanos (ed), Fauna de agua dulce de la República Argentina, pp. 3-49, Museo de La Plata, La Plata. [ Links ]

Mirande, J.M. & S. Koerber. 2015. Checklist of the Freshwater Fishes of Argentina. Ichthyological Contributions of Peces Criollos 36 (1): 1-68. [ Links ]

Mohr, L.A. 1914. Mis setenta años, 1844-1914: Autobiografía escrita a pedido de mis hijas Ana Clara y María Luisa, Buenos Aires, Argentina, 288 pp. [ Links ]

Mol, J.H., R.P. Vari, R. Covain, P. Willink & S. Fisch-Muller. 2012. Annotated checklist of the freshwater fishes of Suriname. Cybium 36: 263-292. [ Links ]

Molle, A.F. 1993. El maestro Florentino Ameghino en la escuela elemental de Mercedes (Bs. As.). Municipalidad de Luján, Junta municipal de estudios históricos, Luján, Argentina, 19 pp. [ Links ]

Moneta, P. & E. Rosetti 1877. Visita a los Talleres del Ferrocarril del Oeste por la Sociedad Científica Argentina. Anales de la Sociedad Científica Argentina 3: 122-131. [ Links ]

Monjardin, F. 1988. Vida cotidiana en el ayer de un pueblo bonaerense. Luján Retrospectivo. El Aljibe, Lujan 2: 1-326. [ Links ]

Moreno, F.P. 1874a. Cementerios y paraderos prehistóricos de la Patagonia, Anales de la Sociedad Científica Argentina 1(1): 2-13. [ Links ]

Moreno, F.P. 1874b. Description des Cimetières et Paraderos Préhistoriques de Patagonie. Revue d’Anthropologie 3: 72-90. [ Links ]

Moreno, F.P. 1876. Carta a Pedro Pico, presidente de la Sociedad Científica Argentina, Buenos Aires, 14 de septiembre de 1875. Anales de la Sociedad Científica Argentina. [ Links ]

Moreno, F.P. 1878. El estudio del hombre Sud-Americano. La Nación. Buenos Aires, Argentina, 30 pp. [ Links ]

Moreno, F.P. 1879 [1997]. Viaje a la Patagonia austral. El Elefante Blanco, Buenos Aires, Argentina, 460 pp. [ Links ]

Moreno, F.P. 1881. Antropología y arqueología. Importancia del estudio de estas ciencias en la República Argentina. Anales de la Sociedad Científica Argentina, 12: 160-173; 193- 207. [ Links ]

Moreno, F.P. 1882a. Patagonia. Resto de un antiguo continente hoy sumergido. Contribución al estudio de las colecciones del Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires. Conferencia pronunciada el 15 de julio de 1882 en la Sociedad Científica Argentina, Anales Sociedad Científica Argentina 14: 97-131. [ Links ]

Moreno, F.P. 1882b. El origen del hombre sud-americano. Razas y civilizaciones de este continente. Contribuciones al estudio de las colecciones del Museo Antropológico y Arqueológico (Conferencia pronunciada el 12 de octubre de 1882 en la Sociedad Científica Argentina)”, Anales de la Sociedad Científica Argentina 14: 182-223. [ Links ]

Moreno, F.P. 1899. On a portion of Mammalian Skin, named Neomylodon lista, from a Cavern near Consuelo Cove, Last Hope Inlet, Patagonia. Proceedings of the general meeting for scientific business of the Zoological Society of London 1: 144-156. [ Links ]

Navarro Floria, P., L. Salgado & P.F. Azar. 2004. La invención de los ancestros: el ‘patagón antiguo’ y la construcción discursiva de un pasado nacional remoto para la Argentina (1870-1915). Revista de Indias 64: 231. [ Links ]

Nordenskiold, E. 1900. Jakttagelser och fynd i Grottor vid Ultima Esperanza i sydvestra Patagonien. Kongliga Svenska Vetenskaps Akademiens Handligar 33(3): 1-24. [ Links ]

Oddone, J. 1948. La via crucis de La Vanguardia. La Vanguardia. A 1 año de su clausura, Comisión de Prensa del Partido Socialista 1: 1-37. [ Links ]

Osborn, H.F. 1903. The Cope pampean collection. Science 17: 157-158. [ Links ]

Owen, R. 1860. Palaeontology, or a systematic summary of extinct animals and their geological relations. Adam and Charles Black, Edimburgo, Escocia, 420+32 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/168965. [ Links ]

Paolantonio, S. & E.R. Minniti. 2008. Fotografías Cordobesas. Obra pionera de fotografía astronómica en Latinoamérica y el mundo. Revista Universo 54(55): 11-18. [ Links ]

Pérez, L.M., N. Toledo, F. Mari, I. Echeverría, E.P. Tonni & M.J. Toledo. 2021. Radiocarbon dates of fossil record assigned to mylodontids (Xenarthra-Folivora) found in Cueva del Milodón, Chile. Quaternary Science Reviews 251: 106695. [ Links ]

Pérez, L., N. Toledo, S. Vizcaíno & M.S. Bargo. 2018. Los restos tegumentarios de perezosos terrestres (Xenarthra, Folivora) de Última Esperanza (Chile). Cronología de los reportes, origen y ubicación actual. Publicación Electrónica de la Asociación Paleontológica Argentina 18(1): 1-21. [ Links ]

Podgorny, I. 2005. La derrota del genio. Cráneos y cerebros en la filogenia argentina. Saber y tiempo 5(20): 63-106. [ Links ]

Podgorny, I. 2009. El sendero del tiempo y de las causas accidentales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina, 1850-1910. Prohistoria Ediciones, Rosario, Argentina , 331 pp. [ Links ]

Podgorny, I. 2021a. Florentino Ameghino y Hermanos. Edhasa, Buenos Aires, Argentina, 346 pp. [ Links ]

Podgorny, I. 2021b. Los argentinos vienen de los peces. Ensayo de filogenia nacional. Beatriz Viterbo, Rosario, Argentina, 185 pp. [ Links ]

Prichard, H.H. 1902. Through the heart of Patagonia. William Heinemann, Londres, 346 pp. [ Links ]

Provenzano, F. & R. Barriga 2018. Species of Ancistrus (Siluriformes, Loricariidae) from Ecuador, with the description of a new species from the Amazon River Basin. Zootaxa 4527(2): 211-238 [ Links ]

Quijada, M. 1998. Ancestros, ciudadanos, piezas de museo Francisco P. Moreno y la articulación del indígena en la construcción nacional argentina (siglo XIX). Estudios interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 9(2): 21-46. [ Links ]

Radau, R. 1878. La photographie et ses applications scientifiques. Gauthier-Villars, Paris, Francia, 101 pp. [ Links ]

Raspo E. & E. Cortés. 2020. El loco de los Huesos. Juicio a Florentino Ameghino. Cortometraje, Canal Encuentro, Ministerio de Educación, Buenos Aires. https://www.youtube.com/watch?v=fzmADjpZ6PwLinks ]

Regan, C.T. 1904. A Monograph of the Fishes of the Family Loricariidæ. The Transactions of the Zoological Society of London 17(3): 191-350. [ Links ]

Reggini, H.C. 2008. Florencio de Basaldúa. Un vasco argentino. Estudios 22, Academia Nacional de la Educación, 254 pp. [ Links ]

Reig, O. 1955. Noticia preliminar sobre la presencia de microbiotherinos vivientes en la faúna sudamericana. Investigaciones zoologicas Chilenas 2(8): 121. [ Links ]

Reis, R.E., E.H. Pereira & J.W. Armbruster. 2006. Delturinae, a new loricariid catfish subfamily (Teleostei, Siluriformes), with revisions of Delturus and Hemipsilichthys. Zoological Journal of the Linnean Society 147(2): 277-299. [ Links ]

Retzius, A.A. 1846[1842]. Mémoire sur la forme du crane des habitants du Nord. Annales des sciences naturelles, 3 série, Zoologie 4: 133-171. [ Links ]

Richard, N. 2008. Inventer la préhistoire. Les débuts de l’archéologie préhistorique en France. Vuibert, Adapt- Snes, Paris, 235 pp. [ Links ]

Ringuelet, R.A., A.A. de Arámburu & R.H. de Arámburu. 1964. Peces de agua dulce nuevos para la fauna argentina. Physis 24(68): 365-371. [ Links ]

Ringuelet, R.A., A.A. de Arámburu & R.H. de Arámburu. 1967. Los peces argentinos de agua dulce. Comisión de Investigaciones Cientifícas de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 602 pp. [ Links ]

Riva-Rossi, C., D.A. Barrasso, C. Baker, A.P. Quiroga, C. Baigun & N.G. Basso. 2020. Revalidation of the Argentinian pouched lamprey Geotria macrostoma (Burmeister, 1868) with molecular and morphological evidence. PLoS ONE 15(5): e0233792. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0233792. [ Links ]

Roth, S. 1902. Nuevos restos de mamíferos de la Caverna Eberhardt en Ultima Esperanza. Revista del Museo de La Plata 11: 39-53. [ Links ]

Roule, L. 1933. Notice biographique sur Alcide Dessalines d’Orbigny. En: MNHN (ed.), Commémoration du voyage d’Alcide d’Orbigny en Amérique du Sud, 1826- 1833, Publ. Mus. Nat. Hist. Nat., pp. 7-13, Masson & Cie, Paris, Francia. [ Links ]

Ruppel, E. 1826. Atlas zu der Reise im nördlichen Afrika. Erste Abtheilung Zoologie. Frankfurt am Main, 141 pp. https://www.biodiversitylibrary.org/item/114235. [ Links ]

Rusconi, C. 1965. Carlos Ameghino, Rasgos de su Vida y su Obra. Revista del Museo de la Historia Natural de Mendoza 17: 1-162. [ Links ]

Salgado, L., P. Navarro Floria & P.F. Azar. 2004. Antiguos cráneos humanos de Patagonia: observaciones sobre el significado evolutivo del “índice-cefálico” en la literatura científica argentina (1870-1915). Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas 27(60): 769-790. [ Links ]

Salonia, A.F. 2008. Prólogo. En: H.C. Reggiani (ed.), Florencio de Basaldúa: un vasco argentino. Estudios 22, Academia Nacional de la Educación, 254 pp. [ Links ]

Sanchez Labrador, J. 1767 [1968]. Peces y aves del Paraguay natural. ProBiota: Serie Documentos, Compania General Fabril Editora S.A., Buenos Aires, 511 pp. [ Links ]

Schmidl, U. 2009 [1567]. Viaje al río de la Plata. Traducción de Lafone Quevedo, S. A., Editorial Claridad, Buenos Aires, Argentina, 319 pp. [ Links ]

Simón, C. 2018. Debates científicos y visuales: una aproximación a los procesos de producción de imágenes en las ciencias de la prehistoria rioplatense (1860- 1890). Caiana 13: 17-32. [ Links ]

Simpson, G.G. 1945. The Principles of classification and a classification of mammals. Bulletin of the American Museum of Natural History 85: 1-184. [ Links ]

Siwait-Dumotier, E. 2005. Les voyageurs naturalistes en Amerique au seizieme siecle: André Thevet (1504?- 1592). En: Y. Laissus (ed.), Les naturalistes français en Amérique du Sud XVI-XIX siècles. Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, pp. 25-41, Paris; Francia. [ Links ]

Smith-Woodward, A. 1900. On some remains Grypotherium (Neomylodon) listai and associated mammals from a cavern near Consuelo Cove, Last Hope Inlet, Patagonia. Proceedings of the Zoological Society of London 5: 64-79. [ Links ]

Steindachner, F. 1882. Beiträge zur Kenntniss der Flussfische Südamerika’s. II. Denkschriften der Kaiserlichen Akademie der Wissenschaften 43: 103-146. [ Links ]

Taphorn, D., J. Armbruster & D. Rodríguez Olarte. 2010. Ancistrus falconensis n. sp. and A. gymnorhynchus Kner (Siluriformes: Loricariidae) from central Venezuelan Caribbean coastal streams. Zootaxa 2345: 19-32. [ Links ]

Testa Díaz, A.M. 1974a. Apuntes para la historia del partido y ciudad de Suipacha. Ediciones Theoria, Biblioteca de Estudios Históricos, Buenos Aires, 163 pp. [ Links ]

Testa Díaz, A.M. 1974b. Reseña de comercios y afines. En: Apuntes para la historia del partido y ciudad de Suipacha , Buenos Aires, 163 pp. [ Links ]

Thevet A. 1557-1558. Les singularitez de la France Antartique, autrement nommée Amerique: & de plusieurs Terres & Illes decouvertes de notre temps. Maurice de la Porte, Paris, Francia, 459 pp. [ Links ]

Toledo, M.J. 2005. Secuencias Pleistocenas “Lujánenses” en su sección tipo: Primeras dataciones C14 e implicancias estratigráficas, arqueológicas e históricas, Luján-Jáuregui, provincia de Buenos Aires. Revista de la Asociación Geológica Argentina 60(2): 417-424. [ Links ]

Toledo, M.J. 2009. Géoarchéologie de la transition Pléistocène- Holocène dans le nord-est pampéen (Buenos Aires, Argentine). Révision historique, stratigraphique et taphonomique. Perspectives pour le premier peuplement. Tesis de Doctorado, Muséum National d’Histoire Naturelle, París, Francia, 589 pp. [ Links ]

Toledo, M.J. 2010. Geoarchaeology of the Pleistocene-Holocene transition in NE Pampas: Evidences of human arrival before 13.000 BP. Argentina. 3º Actas del Simposio Internacional El Hombre Temprano en América, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México D.F, 205-238. [ Links ]

Toledo, M.J. 2011. El legado Lujánense de Ameghino: revisión estratigráfica de los depósitos pleistocenosholocenos del valle del río Luján en su sección tipo. Registro paleoclimático en pampa de los estadios OIS 4 al OIS 1. Revista de la Asociación Geológica Argentina 68(1):121-167. [ Links ]

Toledo, M.J. 2016. Ameghino en contexto. Nuevos datos históricos y revisión geoarqueológica del sitio Arroyo Frías (1870-1874). Mercedes, provincia de Buenos Aires, Argentina. Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales, nueva serie 18(2): 147-183. [ Links ]

Toledo, M.J. 2017. Géoarchéologie de la transition Pléistocene- Holocéne dans le nord-est Pampéen, Buenos Aires, Argentine. BAR International Series 2880, Oxford, 617 pp. [ Links ]

Toledo, M.J. 2021a. Leontine Poirier de Ameghino, una semblanza a partir de su correspondencia. Diario El Nuevo Cronista , 1 de Marzo de 2021, Mercedes 1: 12. [ Links ]

Toledo, M.J. 2021b. Luján, l’Abbeville des pampas. Amateurs, traders, and scholars behind the search of the pampean fossil man (1865-1884). New Advances in the History of Archaeology, Archaeopress 1: 170-193. [ Links ]

Toledo, M.J. 2021c. A Geo-Archaeological and Chronological Reassessment of Ameghino’s Works and Collections of his “Paleolithic” Sites of the Luján Valley (1869-1884): An Unnoticed Early Report Documenting a Pleistocene Occupation of the Pampas, Argentina. En: T.J. George, S.R. Holen & K. A. Holen (eds.), New Discoveries in the American Paleolithic, Conference Proceedings, Sunbelt Publications Inc., San Diego, California, EEUU, 29−58. [ Links ]

Tonni, E.P., A.A Carlini, G.J. Scillato-Yane, A.J. Figini. 2003. Cronología radiocarbónica y condiciones climaticas en la “Cueva del Milodon” (sur de Chile) durante el Pleistoceno Tardío. Ameghiniana 40(4): 609-615. [ Links ]

Topinard, P. 1876. L’Anthropologie. París: Charles Reinwald, 15 rue des Saint Peres, Paris, 543 pp. [ Links ]

Torcelli, A.J. 1913-1936 (ed.): Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, 24 vol., Taller de impresiones oficiales, La Plata. [ Links ]

Torcelli, A.J. 1913a. Vida y Obras del sabio. En: Torcelli (ed.), Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino , v. 1., La Plata, Taller de impresiones oficiales, 391 pp. [ Links ]

Torcelli, A.J. 1913b. Extracto de una conferencia de Florencio de Basaldúa [1897]. Vida y Obras del sábio. En: Torcelli, (ed.), Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, 1: 34-38, Taller de impresiones oficiales, La Plata, Argentina. [ Links ]

Torcelli, A.J. 1914. Diario de un Naturalista. En: Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino . En: Torcelli (ed.), Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, 20: 2-41, Taller de impresiones oficiales, La Plata, Argentina. [ Links ]

Torcelli, A.J. 1935. Correspondencia científica. En: Torcelli (ed.), Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino . Taller de impresiones oficiales, La Plata . [ Links ]

Tschudi, J.J., von, 1845. Untersuchungen uber die Fauna Peruana, 1844-1846. St. Gallen: Scheitlin und Zollikofer, Switzerland. https://www.biodiversitylibrary.org/bibliography/60791. [ Links ]

Udaondo, E. 1939. Reseña histórica de la Villa de Luján. Tall. Gráf. San Pablo, Luján, 324 pp. [ Links ]

Valenciennes, A., 1836. Lámina 7. En: A.D. d’Orbigny (1835-1847) (ed), Voyage dans L’Amérique Méridionale (le Brésil, la République Orientale de l’Uruguay, la République Argentine, la Patagonie, la République du Chili, la République de Bolivia, la République du Pérou), exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1832 et 1833. Tiré à part n° 20, Imprimerie de Folliau, Levrault (ed), Strasbourg. https://www.biodiversitylibrary.org/item/193814#page/61. [ Links ]

Valenciennes, A. 1840. L’Hypostome à filets charnus. En: M. Cuvier & M.A. Valenciennes (eds.), Histoire Naturelle des Poissons, Tomo 15(19). Chez Pitois, Paris, Francia, pp. 511-514. https://www.biodiversitylibrary.org/item/25926Links ]

Valenciennes, A. 1847. Poissons. En: A.D. d’Orbigny (1835-1847) (ed), Voyage dans L’Amérique Méridionale (le Brésil, la République Orientale de l’Uruguay, la République Argentine, la Patagonie, la République du Chili, la République de Bolivia, la République du Pérou), exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1832 et 1833. Tomo 5(2), Chez P. Bertrand, Paris & Chez Lavrault, Strasbourg. https://www.biodiversitylibrary.org/item/193814Links ]

Vallone, E.R., R.I. Vezzosi & A.L. Cione. 2017. First fossil fish (Teleostei, Siluriformes) from the late Pleistocene of Santa Fe. Province, Argentina. Alcheringa 41(3): 369-377. https://doi.org/10.1080/03115518.2017.1288828. [ Links ]

Vari, R.P., S.C.J. Ferrari, C.A. Radosavl Jevi & V.A. Funk. 2009. Checklist of the freshwater fishes of the Guiana Shield. Bull. Biol. Soc. Wash. 17: 1-95. [ Links ]

Vignati, M.A. 1942. Homenaje a Florentino Ameghino, 19 septiembre 1942. Boletin de la Academia Nacional de la Historia 15: 197-209. [ Links ]

Ward, H.A. 1890. Los museos argentinos. Revista del Museo de La Plata 1: 145-151. [ Links ]

Weber, C., R. Covain & S. Fisch-Muller. 2012. Identity of Hypostomus plecostomus (Linnaeus, 1758), with an overview of Hypostomus species from the Guianas (Teleostei: Siluriformes: Loricariidae). Cybium 36(1): 195-227. [ Links ]

Received: June 14, 2021; Accepted: 22, 2022

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons