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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.42 Rosario dic. 2021

 

ARTÍCULOS

Transformaciones y continuidades agrarias en cinturones verdes. El caso de Guaymallén como la “zona del verdeo” de Mendoza, Argentina

Agrarian Continuities and Transformations in Greenbelts. The Case of Guaymallén as the “Verdeo Zone” of Mendoza, Argentina

 

Daniela Mathey y Mariana Pereyra

Daniela Mathey es investigadora en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Estación Experimental Agropecuaria, Mendoza, Argentina. E-mail: danielamathey@gmail.com

Mariana Pereyra es investigadora en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. E-mail: mpereyra@mendoza-conicet.gob.ar


resumen

Este trabajo aborda los principales procesos que explican la configuración de un territorio agrícola ubicado en el departamento Guaymallén, principal zona proveedora de hortalizas en fresco del Área Metropolitana de Mendoza, Argentina. El objetivo es analizar los principales atributos y percepciones de productores hortícolas sobre su continuidad en la actividad y transformaciones del territorio, con la finalidad de aportar elementos interpretativos sobre los procesos a los que estos intersticios agrícolas periurbanos y sus actores están sometidos. En base a una encuesta realizada en 2019, revisión documental y fuentes secundarias, los resultados muestran la relativa permanencia del territorio con perfil hortícola a partir de procesos de transformación agroalimentaria –crisis y “reconversión vitivinícola”– y demográfico-culturales, que implican creciente peso de familias y trabajadores de origen boliviano. Las amenazas percibidas por los productores responden a factores de índole económico –renta de la tierra– social –inseguridad– y productivo –contaminación, provisión de agua– atribuidos a la expansión urbana dispersa; económico-financieros –baja rentabilidad–; y demográficos, vinculados con la edad avanzada de los productores y la falta de continuidad generacional. Mientras tanto, la reciente aprobación de la zonificación municipal, que define parte del territorio bajo estudio como “reserva agroalimentaria”, plantea nuevos interrogantes acerca de la futura dinámica territorial.

palabras clave: Periurbano; Productores hortícolas; Urbanización; Transformaciones territoriales; Mendoza

summary

This study focuses mainly on processes that explain the territorial configuration of Guaymallén, a periurban district that is the main supplier of fresh vegetables of the Metropolitan Area of Mendoza, Argentina. The objective of this article is to analyze small scale farmer’s attributes and their perceptions both about their own continuity in horticultural sector and territorial transformations. The analysis approach is based on data obtained through an horticultural survey conducted in 2019, documentary review and secondary data. These results show a relative permanence of this periurban agricultural space related to both agrifood transformation processes in the wine industry and leading presence of Bolivian families and workers in the horticultural sector. Threats are perceived by farmers associated with urban sprawl in terms of economical (land rent), social (insecurity) and productive (pollution, water supply) factors; economical and financial reasons (low profitability); and demographic and cultural circumstances (farmers ageing and no intergenerational continuity). Finally, a recent municipal law defines this peri-urban agricultural area as “agrifood reserve” prompting new questions about its future.

keywords: Periurban areas; Small scale horticulture farming; Urban sprawl; Territorial transformations; Mendoza


Introducción

El objetivo de este artículo es analizar atributos y percepciones de productores hortícolas del departamento Guaymallén –principal proveedora de hortalizas en fresco del Área Metropolitana de Mendoza (AMM)–, con la finalidad de aportar elementos interpretativos sobre los procesos a los que estos intersticios agrícolas y sus actores están sometidos, en especial aquellos que den cuenta de su relativa permanencia o continuidad.
            El departamento responde a las características de territorios de borde o periurbano, los cuales se definen por dos criterios:
(...) un criterio espacial o territorial en intersticios urbanos y espacios periurbanos, y un criterio procesual en ámbitos con presencia, dominio y/o alternancia de tres procesos diferentes: uno de expansión del espacio urbano y/o residencial, otro de asiento de producciones primario-intensivas y otro de localización de grandes equipamientos y establecimientos industriales (Bozzano, 1995: 9).

            Como fenómeno mundial, se plantea la problemática de la expansión horizontal de las ciudades a tasas crecientes desde mediados del siglo XX, en un avance sobre suelos de aptitud agropecuaria y entornos rurales. Desde distintas perspectivas, estudios en diversos lugares del mundo han abordado los procesos sociales que reestructuran estos territorios, produjeron aportes a la definición y descripción de estas áreas de borde o frontera, interfase urbano-rural, periurbanas, rururbanas, ecotono urbano-rural, entre otras.1
            El interés aquí radica en las áreas de producción hortícola próximas a las ciudades, las cuales son definidas usualmente en la bibliografía como cinturón verde y/o espacios periurbanos. Así, por ejemplo, Barsky (2005) señala que en Argentina:
(...) se denomina “cinturón verde” al espacio periurbano conformado por una trama de quintas o huertas familiares –y otras de características más empresariales– que rodean a las grandes ciudades, cuya producción se destina especialmente a verduras de hoja y hortalizas de estación.

            Estos espacios se caracterizan por su heterogeneidad en cuanto a usos del suelo, actividades y actores. Además, se destacan por problemáticas ambientales y sociales vinculadas, tales como el uso de agroquímicos, la disponibilidad de agua y la disposición de efluentes industriales y residuos sólidos, complejas situaciones de tenencia de la tierra, mercados de trabajo e interculturalidad y alta vulnerabilidad económica y social. De este modo, se constituyen en campo de análisis para distintas especialidades (Barsky, 2005; Feito y Barsky, 2020, entre otros).
            Desde los estudios agrarios, existen numerosos antecedentes en el país que han abordado la construcción y dinámica de estos territorios, al analizar –entre múltiples aspectos– su inserción en procesos globales de transformación de los sistemas agroalimentarios, así como estructura agraria y tipos sociales, tenencia de la tierra, procesos de cambio tecnológico y productivo, mercados de trabajo y migraciones laborales, de origen europeo en un primer momento y, más recientemente, de países limítrofes, en especial de Bolivia (Ringuelet, 2000; García, 2011; Benencia, 1994; Benencia, 2012; Benencia y Quaranta, 2005, Ciarallo, 2014; Propersi, 2006, por citar solo algunos de ellos). Entre los estudios más recientes sobre producción hortícola en el cinturón verde del Oasis Norte de Mendoza se encuentran Van den Bosch (2020), Van den Bosch y Ruggeri (2014), Carballo Hiramatsu (2019) y Dalmasso y Mussetta (2020).
            La “permanencia –con modificaciones– de las actividades agrícolas” (Pintos, 1993: 387), especialmente hortícolas en áreas periurbanas o de interfase, es atribuida a diversos factores. Se destacan aquellos de índole económica –dada por la proximidad a la ciudad2, así como por el gradiente de rentas de la tierra, para explicar cambios en localización de actividades, o bien su extinción (Pintos, 1993; Bozzano, 1995)–, e incluyen decisiones político-administrativas o de gestión, tales como zonificaciones, parques agrícolas, etcétera. A su vez, influyen factores socioculturales que históricamente producen un patrón de ocupación en el territorio (Bozzano, 1995;  Benencia, 2005; Ringuelet, 2012; Archenti y Ringuelet, 2000).
            En un trabajo previo, se dio cuenta de la configuración del territorio agrícola de Guaymallén –ubicado en lo que sería el “primer cordón” del cinturón verde–, en el cual se observaban las distintas orientaciones productivas predominantes según el contexto sociohistórico y su creciente perfil hortícola (Mathey y Pereyra, 2020). Esto se vincula con la crisis y cambio del modelo tradicional vitivinícola –como parte de procesos globales, como la reestructuración de los sistemas agroalimentarios– y con procesos demográficos referidos tanto al envejecimiento y la falta de recambio generacional en productores vitícolas y hortícolas descapitalizados, como a la creciente presencia de migrantes de origen boliviano en la cadena hortícola. Esta configuración es similar a la referenciada en otras provincias.3
            El presente artículo se basa en el análisis de encuestas a productores hortícolas de la principal área productiva del departamento –un total de 28 casos: 12 en Los Corralitos, 16 en Kilómetro 8 y La Primavera– y en entrevistas a informantes calificados. Las entrevistas fueron realizadas en 2019 con el fin de dar cuenta de las características y trayectorias de las unidades, y de relevar percepciones sobre las transformaciones y proyecciones en torno a la actividad hortícola en el territorio. Se utilizan fuentes secundarias (CNA, CNPHyV, IDR, ProMendoza) y estudios locales para la descripción del área en cuestión, y para el planteo de las problemáticas y los procesos en los que se inscribe, dado que se trata de un estudio de caso único de carácter instrumental (Stake, 1994).
            Respecto del relevamiento por encuestas, el cuestionario incluía variables demográficas –edad, nacionalidad  del productor/a y sus antecesores, género–, estructura agraria y organización de la producción –tenencia de la tierra, mano de obra, superficie actual y cambios en los últimos 10 años,– así como perceptuales, sobre su continuidad en la actividad agrícola y transformaciones del territorio, tanto pasadas como futuras. La selección de productores se realizó, por un lado, a partir de contactos realizados por los informantes calificados –inspectores de asociaciones de riego y técnicos que trabajan en instituciones de desarrollo rural, conocedores de la zona– y, por otro lado, visitas espontáneas en zonas identificadas y seleccionadas previamente a partir de imágenes satelitales. También se utilizó la técnica de “bola de nieve”, donde los productores entrevistados señalaban a otros sujetos a ser encuestados de acuerdo con las características requeridas.4
            El caso aquí presentado implica una contribución al conocimiento sobre la producción hortícola en Mendoza –en este caso, de cinturón verde–, escasamente abordada en los estudios rurales locales. Al mismo tiempo, se inscribe en las líneas interpretativas que buscan dar cuenta de las transformaciones y continuidades agrarias en las áreas de borde de expansión de la ciudad. Estas áreas abarcan procesos relativos a la actividad productiva y a la estructura agraria, como así también contemplan aspectos demográficos, socioeconómicos y territoriales propios de zonas de periurbano o de expansión urbana en determinados contextos económicos y políticos.

1. La horticultura en Mendoza

La provincia de Mendoza se ubica en el centro oeste de la República Argentina, junto a la cordillera de Los Andes, que la recorre de norte a sur. Posee una superficie de 148.827 km2 y casi 2 millones de habitantes (1.738.929 personas, según el CNPHyV 2010). El territorio es principalmente desértico y su clima se caracteriza por ser de tipo continental, árido y semi árido, con precipitaciones que promedian los 200 mm anuales. Por ello, la población y principales actividades económicas se concentran en tierras irrigadas, de tipo oasis bajo riego. Estas tierras abarcan tan solo el 4,8% de la superficie total, según el último relevamiento por imágenes realizado por el Sistema de Información Ambiental Territorial (SIAT). Los principales oasis son: Oasis Norte (contiene el principal núcleo urbano donde se encuentra el Área Metropolitana de Mendoza)5, Oasis Este, Oasis Centro o Valle de Uco y Oasis Sur. La superficie restante se corresponde con paisaje de montaña y desierto, donde las principales actividades son la ganadería, la minería y el petróleo.
            La provincia ha ocupado tradicionalmente un importante lugar a nivel nacional como productora de hortalizas según superficie. A nivel provincial, la horticultura constituye la “tercera actividad agrícola según superficie en la provincia luego de vid y frutales, aunque es la primera por ocupación de mano de obra” (IDR, 2019: 5). Según el CNA 2018, la superficie hortícola era de 32.638,1 ha, dato acorde a la estimación del Instituto de Desarrollo Rural (IDR, 2019).
            Las denominadas hortalizas “pesadas” –ajo, papa, zapallo, tomate para industria, zanahoria y cebolla– poseen mayor volumen de producción y superficie, y las principales zonas de siembra son el Valle de Uco y la zona Centro, que concentran el 75% del total provincial (IDR, 2019: 5-6). Las hortalizas de hoja –lechuga, espinaca, acelga, entre otras–, crucíferas –brócoli, coliflor, repollo, etcétera– y hortalizas de flores, frutos y tallo –tomate, pimiento, espárrago, chaucha, arveja, choclo, por mencionar algunas– se agrupan bajo la denominación de hortalizas “livianas” o de cinturón verde. Esta definición alude a la especialización geográfica de estos cultivos, dada por las distancias con los mercados y la resistencia al transporte.
            En base a estas características, los ámbitos geográficos donde se desarrolla la horticultura pueden ser clasificados como: 1) cinturones verdes, ubicados en la cercanía de las grandes ciudades, donde priman unidades de pequeña escala basadas en mano de obra familiar, que se orientan a una diversidad de cultivos para consumo en fresco; 2) zonas hortícolas especializadas cuyos establecimientos presentan menor cantidad de especies, mano de obra asalariada y están ubicadas en zonas de menor valor de la tierra; y 3) áreas de horticultura extensiva, que se caracterizan por una mayor superficie para la producción de especies, destino industrial, mecanización y alta proporción de asalariados (Mundt, 1986 citado en Benencia, 1994; Barsky, 2005).
            El caso bajo estudio se ubica en el denominado cinturón verde del AMM, el cual comprende las áreas cultivadas bajo riego de Guaymallén, algunos distritos de Maipú –Fray Luis Beltrán, parte de Coquimbito, Rodeo del Medio, San Roque, General Ortega– y de Lavalle –Las Violetas, El Vergel– (Van den Bosch, 2020).6 Entre las principales transformaciones de la estructura socioproductiva que se dieron entre 1988 y 2008 resaltan: la reducción de la superficie cultivada y una mayor especialización en horticultura, la disminución de las explotaciones agropecuarias (EAP) y el aumento de la superficie media –lo que da cuenta de un proceso de concentración–, así como la persistencia de unidades de tipo familiar (Van den Bosch y Ruggeri, 2014; Van den Bosch y Bocco, 2016).
            Por otra parte, se registra, al igual que en otros sitios del país, un “corrimiento” o dinamismo espacial que se atribuye al avance de la urbanización. La particularidad de Mendoza es que ha implicado un avance de la frontera agrícola en los bordes de los oasis –suelos incultos– o fincas abandonadas.7 De hecho, Carballo Hiramatsu (2019) identifica geográficamente dos zonas en el cinturón verde respecto de tipos de cultivos y superficie promedio. A partir de la idea de Von Thünen de círculos concéntricos en torno a las ciudades, en función de distancias ideales según distintos sistemas productivos, el autor encuentra predominio de cultivos hortícolas diversificados hasta una distancia de 10 km aproximadamente a la ciudad de Mendoza, lo cual abarca los departamentos de Guaymallén, Las Heras y parte de Maipú. A partir de los 10 km, Carballo Hiramatsu (2019) identifica una segunda zona con presencia de cultivos hortícolas especializados –ajo, tomate, zapallo, melón y cebolla–, con destino agroindustrial, donde las características de las unidades son diferentes. Esto es comprobado por Dalmasso y Mussetta, quienes, tras tomar como estudio de caso el distrito de Fray Luis Beltrán en Maipú, señalan:
...un crecimiento de la superficie hortícola, combinada con un avance hacia cultivos industriales, y, sobre todo, sobre superficies previamente destinadas a la viticultura y fruticultura (...) se pudo constatar la existencia de un proceso de concentración productiva por doble vía: por anexión de fincas abandonadas y por avance sobre suelo inculto (2020: 83).

Respecto de los sujetos que los protagonizan, las autoras encuentran que son empresas locales del cinturón verde y de origen agrario que amplían su escala. Esta situación difiere de otros casos de relocalización por avance urbano en el país, donde existe una intensificación del uso de factores productivos, en muchas ocasiones bajo la forma de arrendamiento (por ejemplo, la “estrategia de acumulación flexible” señalada en Benencia, 1994).

2. Guaymallén: la “zona de verdeo” del cinturón verde de Mendoza

Guaymallén se sitúa en AMM, como parte del Oasis Norte de la provincia (Mapa 1). Es uno de los departamentos más pequeños de la provincia, con 164 km2, y, al mismo tiempo, el más poblado, con 283.803 habitantes. La mayor parte de esta población es urbana (93%), definida como aquella que habita en localidades de más de 2.000 habitantes, mientras que la población rural se clasifica principalmente como rural dispersa (17.284 habitantes) frente a 2.106 agrupada (CNPHyV, 2010).

Mapa 1. Ubicación de Guaymallén y de los distritos Los Corralitos, Kilómetro 8 y La Primavera
Fuente: elaborado por Lucía del Barrio para este trabajo, en base a datos cartográficos del Sistema de Información Ambiental Territorial de Mendoza (2021).

            Sin embargo, este departamento mantiene un perfil rural (PMOT, 2020a), cuya superficie agrícola se orienta al cultivo de hortalizas (41%), seguida de viñedos (24%), olivares (14%) y frutales (10%), según el CNA 2008. Si bien se ha caracterizado históricamente por su diversificación productiva, posee un creciente peso hortícola para consumo en fresco. Aporta el 19% de la superficie provincial de cultivos de cinturón verde (Van den Bosch y Bocco, 2016) –denominados “verdeo” por productores e informantes de la zona–, los cuales se destinan al mercado local y regional, y, en algunos casos, de exportación a otras provincias de Argentina. También es uno de los pocos departamentos que presenta producción especializada de tomate para consumo local en fresco y para exportación a diferentes países –Brasil y Paraguay–, la cual es llevada adelante por productores/as altamente capitalizados en unidades de mayor superficie. Si bien términos numéricos son pocos productores/as quienes realizan esta actividad, redunda en un aporte importante de ingresos a la provincia.8
            Además, en este departamento se han radicado algunas de las principales empresas agroindustriales de la provincia, tales como UNILEVER, La Terre –ex Industrias Matas–, Oeste Argentino, Argenfruit, entre otras. Por otro lado, aquí se localizan los dos principales mercados que proveen de hortalizas al AMM, el Mercado Cooperativo de Guaymallén y el Mercado Cooperativo Acceso Este, como así también industrias y servicios ligados a la producción agropecuaria de deshidratado/secadero, empacadoras y lavaderos de hortalizas para la comercialización en fresco con valor agregado (IV Gama). El área cuenta con buena accesibilidad, dada su cercanía a la ciudad de Mendoza y la conexión con dos rutas nacionales (RN7 y RN40).
            Respecto de las condiciones ambientales y climáticas, la principal zona productiva presenta características ideales para la agricultura: clima benigno –baja incidencia relativa de contingencias, como heladas y granizo–, suelos de alta aptitud y disponibilidad de agua superficial y subterránea de surgente, lo que garantiza una provisión hídrica adecuada (Van den Bosch y Ruggeri, 2014; PMOT, 2020a). No obstante, al igual que otras áreas del cinturón verde, se caracteriza por un proceso de desagrarización atribuido principalmente a la expansión urbana. En el período 1988-2008, los datos censales muestran una disminución de casi el 50% de las EAP y del 15% de la superficie cultivada, mientras que se registra un aumento de la superficie media que pasa de 3,08 ha a 5,04 ha (Tabla 1). Esta tendencia continúa, según los datos disponibles del CNA 2018, que indican la presencia de 571 EAP, es decir, una disminución de más del 30% de unidades respecto de 2008 y casi del 70% respecto de 1988. 

Tabla 1

2.1 El territorio agrícola de “reserva agroalimentaria”

            El territorio conformado por Los Corralitos (LC), Kilómetro 8 (K8) y La Primavera (LP) se mantiene como principal área agrícola. Concentra el 83,5% de las EAP y el 68% de la superficie implantada (CNA, 2008), aunque con diferente evolución. En LC se produce una importante disminución de las EAP (-53%) y de la superficie (-28%) entre 1988 y 2008, acorde con la tendencia departamental. Mientras tanto, en K8-LP –más alejadas del área metropolitana– la disminución es significativamente menor (-17% EAP y -1% superficie) (Tabla 1).
            La estructura agraria se caracteriza por el predominio de las EAP de pequeña escala, de orientación hortícola –de consumo en fresco–, con bajo nivel tecnológico y uso intensivo de la mano de obra, especialmente familiar. El CNA 2008 muestra que el 80% de las unidades tiene hasta 5 ha (Tabla 2) y, por estimaciones de un trabajo anterior, es posible observar que se concentran en el estrato hasta 2 ha (Tabla 3) (Mathey y Pereyra, 2019). Las unidades de menor tamaño son las que presentan, asimismo, mayor disminución intercensal.

Tabla 2

Tabla 3

            La peculiaridad de la zona busca ser preservada por el Plan de Ordenamiento Municipal, que identifica la expansión urbana difusa como “una amenaza a su sostenibilidad”  (PMOT, 2020b: 162). Los distritos bajo estudio forman parte del “Área de Interface Rural”9, que comprende dos subáreas. Por una parte, se delimita un “Área de interface Rural-Suelo no urbanizable” o “Zona Reserva Agroalimentaria”– donde se ubican Kilómetro 8 y La Primavera–, que “no prevé ocupación residencial ni infraestructuras o equipamientos asociados a la misma” (PMOT, 2020b: 87) y, por otra parte, un “Área de interface Rural-Suelo urbanizable SUe2 y SUe3” (residencial 2 y comercial 3) –que abarca un sector de Los Corralitos–, donde está previsto “el crecimiento y consolidación suburbana, en convivencia con relictos productivos, industria no nociva y almacenamiento” (PMOT, 2020b: 187).
            Esta reciente ordenanza de zonificación constituye un hito y también abre interrogantes acerca de la dinámica territorial, en función de otros antecedentes en el país, donde se documenta una distancia o contradicción entre el marco normativo y las transformaciones territoriales respecto de usos de suelo (Ringuelet, 2008) o la situación de la población que reside en esos espacios (Alegre, 2016), así como miradas críticas a la normativa de ordenamiento territorial de Mendoza. En este sentido, Mussetta et al. (2019) advierten una concepción de “la urbanización” vinculada con meros cambios en el uso del suelo –sin identificación de actores y relaciones de poder implícitas– en las políticas de ordenamiento territorial del AMM. Estos aspectos figuran fundamentalmente en la Ley Provincial de Ordenamiento Territorial y Usos del Suelo (Ley 8.051/2009) y en el Plan Provincial de Ordenamiento Territorial y Usos de Suelo (Ley 8.999/2017), los cuales son marcos para los planes de ordenamiento municipal, como el de Guaymallén aquí citado. Los autores plantean que:
….el desafío de la política de ordenamiento no reside en la creación de instrumentos para detener la urbanización como fuerza abstracta. El desafío es limitar el poder de los dueños de los capitales inmobiliarios sobre la determinación de los suelos del periurbano. Pero también intervenir sobre la desactivación, sobra [sic] la salida de los productores del sistema, el éxodo de la agricultura de los periurbanos. Y ello no se consigue sólo con políticas de uso de suelo (Mussetta et al., 2019: 171).

2.2 La expansión urbana

Según el Plan Municipal de Ordenamiento Territorial (PMOT), el área rural representa el 46% del territorio departamental que incluye uso agropecuario del suelo y núcleos consolidados y residencias dispersas. Allí se identifica que el proceso de crecimiento urbano (Mapa 2) resulta central para explicar los cambios en la estructura espacial y en la fisonomía del departamento, en particular del área rural. Se señala que el crecimiento urbano en los últimos años “avanza sin control, en grandes superficies y muchas veces especulativas (…) provocando gran impacto, tanto territorial como ambiental, al sector productivo con mayor calidad de suelos para la producción de alimentos de cercanía” (PMOT, 2020a: 155).
            El crecimiento urbano se debe tanto a “su emplazamiento contiguo a la capital provincial como [a] su dinámica interna” (PMOT, 2020a: 153), lo cual refiere a la expansión de usos urbanos en las cabeceras de algunos distritos (como es el caso de Los Corralitos), entre los que se destaca “el rol que ejerce la actividad residencial en su configuración espacial” (PMOT, 2020a: 157-158).

Mapa 2. Evolución de huella urbana del Departamento Guaymallén (1914-2018)
Fuente: Plan Municipal de Ordenamiento Municipal (PMOT, 2020a: 154).

            Entre los usos de tipo residencial –que representan un tercio de la superficie total del departamento–, predomina la modalidad abierta (74,5% de la superficie residencial), seguido de barrios privados (23,2%) y asentamientos informales (2,3%). Estos asentamientos se concentran en el noreste del departamento, donde se calcula que habitan 2.326 familias, lo que representa alrededor del 3,3% de la población (PMOT, 2020a: 159; 121).10 Ahora bien, más allá de ocupar el segundo lugar en cuanto a superficie, Guaymallén es uno de los departamentos con mayor expansión de urbanizaciones cerradas. En muchos casos, estas urbanizaciones se encuentran en tierras que, anteriormente, eran de uso agrícola. Bernabeu y Martín (2019) identifican 139 casos desde la década de 1990 a 2014, lo cual muestra que se trata del departamento con mayor cantidad de este tipo de urbanizaciones del AMM. En este sentido, los autores señalan que la expansión urbana sobre tierras agrícolas no se explica solo por un aspecto demográfico –crecimiento de la población–, sino también por la expansión de emprendimientos inmobiliarios destinados a clases medias y altas.
            Además del tipo residencial, los usos del suelo del departamento refieren a: comercio y servicios (estrechamente vinculado con la actividad residencial), agropecuario, industria (con preeminencia de emprendimientos de base agrícola en el sector rural), suelo vacante, equipamiento de mayor escala. Este último se define por el alcance –metropolitano, provincial, regional y/o internacional–, por las vías de acceso, el tipo de actividad que ofrece y cantidad de visitas, así como por la capacidad de estacionamiento. Entre, ellos se incluyen shoppings, terminal de ómnibus, universidad, hospital público infantil, hoteles, casino y centro cultural y espacios verdes (arbolado público y espacios públicos abiertos como plazas y plazoletas) (PMOT, 2020a: 153-179).

3. Los horticultores del territorio de “reserva agrícola” de Guaymallén y su visión sobre los procesos de transformación territorial

Los/as productores/as son en su mayoría de tipo familiar –con gestión directa de la finca y/o trabajo directo del productor, basado en trabajo familiar sin mano de obra asalariada permanente– y de pequeña escala –menos de 5 ha– bajo modalidad de propiedad y arriendo, en términos mayoritarios. Predominan productores varones (75%) y, respecto de la edad, hay mayor presencia de dos rangos etarios: 31 y 40 años (29%) y 61 años en adelante (29%).
Presentan una trayectoria familiar ligada a la actividad agrícola –segunda o tercera generación (46% y 43%, respectivamente)– y en su mayoría son de nacionalidad argentina (71%), seguidos de aquellos de nacionalidad boliviana (29%). Sin embargo, al indagar en la nacionalidad del antecesor/a, el peso cambia: la mayor parte son de origen boliviano (54%), seguido de argentino (27%) y europeo (19%), que incluye a los pioneros de la actividad agrícola de origen italiano y español, principalmente. Por lo tanto, al considerar productores/as de nacionalidad boliviana y aquellos casos cuyos antecesores/as son oriundos de ese país, resulta que casi 6 de cada 10 establecimientos del área de estudio tienen origen boliviano (Figura 1).

Figura 1. Composición de productores según nacionalidad propia y de antecesores
Fuente: elaboración propia en base a encuestas a productores hortícolas (2019).

            Los resultados complementan y ratifican las conclusiones de un trabajo anterior, donde se daba cuenta del creciente peso de familias y trabajadores de “origen boliviano” en detrimento de la participación de productores descendientes de inmigrantes europeos –calificados a sí mismos como “criollos”– en la configuración del territorio hortícola de Guaymallén (Mathey y Pereyra, 2020). Se utiliza la distinción entre los productores respecto de su origen –y términos expresados por los entrevistados– para dar cuenta de rasgos diferenciales, tales como la organización del trabajo.
            En este marco, estudios socioantropológicos muestran la centralidad de familias de migrantes de origen boliviano en la continuidad y restructuración de espacios hortícolas en cinturones verdes del país. Se destaca su presencia y/o predominio –como trabajadores/as, medieros/as, aparceros/as y/o productores/as–, su importancia creciente en los circuitos de comercialización y la forma de organización del trabajo basada en la maximización de la fuerza de trabajo del productor, su grupo familiar y el trabajo colectivo de base campesina (Ciarallo, 2014). Otras líneas de investigación apuntan a explicar la construcción de territorios hortícolas en base a redes o cadenas familiares; esto es, el establecimiento de vínculos sociales –fuertes o débiles– y su conexión con el lugar de origen, lo que se traduce en trayectorias laborales y migratorias, así como en las estrategias de estas familias (Benencia, 2005; Ciarallo y Trpin, 2015; Ringuelet, 2008; Martínez Espínola, 2018; Linardelli, 2021; Moreno y Trpin, 2020; entre otros) y en la consiguiente transformación del territorio en el que se asientan estos sectores. Esto ha dado lugar a la definición –en términos espaciales– de estas áreas como “archipiélago verde” o “archipiélago hortícola” (Le Gall y García, 2010), en lugar de utilizar imágenes de continuidad, como “cinturones” o “cordones” o “coronas”. A su vez, propició el análisis de estos territorios desde conceptos como “economía étnica”, “economía de enclave”, “economía de propiedad étnica” y “economía de control étnico” (Benencia, 2017: 205).
            Otro aspecto indagado remitió a las estrategias respecto de la escala de la unidad productiva en los últimos diez años. Se observa igual peso de situaciones de mantenimiento de la superficie (43%) y de expansión (43%) mediante arriendo, principalmente, y, en menor medida, casos de retracción (14%) por venta y/o alquiler. Se comprueba el mayor dinamismo de productores/as de origen boliviano a partir de la expansión de la superficie trabajada mediante arriendo (Tabla 4), lo cual es consistente con los resultados de tenencia de la tierra relevados (Figura 2). Por otra parte, los datos recabados son acordes con la descripción de informantes de la zona, quienes lo expresan como una “preferencia” de productores/as de origen boliviano por el alquiler de tierra en lugar de la mediería. A su vez, la información coincide con los cambios de estatus económico y social documentados en otros sitios, conocidos como proceso de movilidad social ascendente, o la denominada “escalera boliviana” de R. Benencia (1999).
            Esta posibilidad de expansión está asociada con la organización y la disponibilidad de mano de obra, lo cual se desprende, por ejemplo, de variables como la baja presencia relativa de trabajadores asalariados en comparación con los productores “criollos” (Tabla 5). Cabe destacar que en la muestra predomina la contratación de mano de obra temporal (86%), para tareas puntuales –como cosecha y preparación del suelo–, y solo se registraron 4 casos que declararon contar con trabajadores permanentes.

Tabla 4

Figura 2. Tenencia de la tierra según origen del productor (%)
Fuente: elaboración propia en base a encuestas a productores hortícolas (2019).

Tabla 5

            Los datos recabados son consistentes con los datos censales. Carballo Hiramatsu (2019) analiza la organización del trabajo con cultivos hortícolas en base al CNA 2008 y encuentra, a nivel provincial, que el 75% de las EAP de menor tamaño –hasta 5 ha– declara no contratar asalariados permanentes, porcentaje que disminuye a medida que aumenta la superficie manejada. Por otra parte, el autor señala que:
la presencia del trabajo del jefe de la explotación o de algún familiar o socio mantiene una fuerte presencia en todos los estratos, aún con una fuerte presencia de trabajo asalariado. En su mayoría en los casos en que el trabajo del jefe de la EAP o de algún familiar se combina con trabajo asalariado, los primeros se dedican a tareas de dirección y gestión de la EAP y en ocasiones al manejo de maquinaria (Carballo Hiramatsu, 2019: 91).

            Proyección como productores/as hortícolas

Respecto de su proyección a futuro, el 50% de los/as productores/as señalan que su establecimiento tendrá continuidad en manos de un familiar –principalmente hijo/a (70%)–, mientras que el resto se divide entre los que no lo saben (18%) y los que declararon una no continuidad intergeneracional (32%). En este último grupo, la mayor cantidad de casos corresponde a LC, lo que podría estar ligado a la mayor presión del avance urbano en la zona. Esto se condice con las conclusiones del estudio realizado por Guida Johnson, Sales y Esteves (2020) en distrito mencionado, en el cual se señala la fragmentación de este territorio debido a un proceso de crecimiento urbano carente de planificación territorial correlacionada con las características ambientales de la zona.
            Al incorporar al análisis la variable de la nacionalidad, los productores de origen boliviano tienen mayor cantidad de casos de “no continuidad”, o presentan dudas acerca de este aspecto, en comparación con el resto. Si bien es una muestra pequeña que no permite realizar conclusiones extensivas a la población, esto contrasta con las percepciones de “criollos” que aseguran que la permanencia de la actividad agrícola de la zona va de la mano de productores de origen boliviano (“paisanos”, según sus propias palabras). Este tema amerita mayor profundización en un futuro trabajo de campo.
Por otra parte, en el plano de las percepciones que los/as productores/as tienen sobre su situación futura en la producción, se observan respuestas opuestas en la muestra: el 39% visualiza una mejor posición y el 36% una peor situación, mientras que el 18% no imagina cambios y el restante 7% ns/nc.
            Las razones de las visiones optimistas refieren tanto a aspectos intangibles e inespecíficos, como “confianza” o “esperanza en el futuro”, y también a aspectos concretos y planificados en relación con una mayor producción –por aumento de productividad y/o aumento de superficie– y vinculados, a su vez, con expectativas sobre precios diferenciales en dos casos que realizan producción agroecológica. Como contracara, las dificultades expuestas pueden resumirse en la baja rentabilidad, lo cual es expresado por los productores en términos de bajos precios pagados por los productos y altos costos de producción (representan el 26% y el 53% de los problemas planteados, respectivamente). Respecto de esto último, se destacan las referencias a los costos de semillas y agroquímicos, mientras que en menor medida emergen los costos de alquiler de tierra, mano de obra y servicios, como la electricidad para pozo y el pago de derecho de agua. Puntualmente sobre el agua, dos casos señalan que no reciben la cantidad adecuada en función de los requerimientos de sus cultivos. También aparecen menciones, en menor cuantía, sobre inseguridad, contingencias climáticas, falta de acceso al crédito y poca disponibilidad de mano de obra.

            Principales procesos de transformación en el territorio

La expansión urbana sobre tierras agrícolas es señalada como la principal transformación de la zona en los últimos diez años (46%). En este sentido, opinan: “hay más casas”; “más barrios y menos fincas”; “se achicó el espacio productivo y hay muchas casas”; “la chacra11 se está perdiendo”; “mucha venta de tierra pequeña de productores”. Asociados a estas respuestas, se mencionan efectos positivos, tales como el asfaltado de calles y la incorporación de servicios (agua potable o alumbrado público, por ejemplo).
            No obstante, como efectos negativos en la actividad agrícola, se destaca el aumento de robo de la producción y vandalismo: “Sí, hay más inseguridad, me roban todo”; “me afecta, me roban, me sacan productos”; “se meten en las fincas”; “hay más gente, hay menos respeto, gente que no es de acá”; “no se puede vivir por la inseguridad”. También se alude a inconvenientes con la provisión de agua para riego (escasez y falta de mantenimiento de la red de riego: “los nuevos ocupantes no limpian los cauces”). Al respecto, cabe señalar la centralidad del recurso en la región, cuya distribución y uso está normado desde 1884 por la Ley de Aguas –aún vigente– y regulada por el Departamento General de Irrigación. Se basa en una infraestructura de reservorios de agua y una red de riego basada en canales, acequias e hijuelas, los cuales se han visto afectados por la expansión de la ciudad. Entre los principales problemas referenciados por entrevistados e informantes calificados se encuentran: pérdida de infraestructura de riego, mantenimiento deficitario de la red, menor cantidad de usuarios (lo que incrementa el costo per cápita del servicio), loteos que no respetan red de drenaje (y conllevan riesgo de aumento de salinidad), así como contaminación por actividades urbanas y residenciales, entre otros.12
            Las respuestas de los productores dan cuenta de diversas formas de urbanización que han tenido lugar en el departamento. Los protagonistas de estas urbanizaciones son grupos pauperizados –asentamientos informales “espontáneos” o barrios planificados por el Estado– que no tienen “elección” a la hora de decidir su residencia (Pintos, 1993). También es posible encontrar sectores de ingresos medios y altos –urbanizaciones cerradas y “segundas residencias”– a partir de una valorización del “medio natural” (Barsky, 2005). Es decir, la zona es reflejo de los denominados procesos de segmentación espacial y segmentación social descriptos en territorios periurbanos por autores como Pintos (1993) y Céliz (2021). En el caso del AMM, el fenómeno es analizado por Gudiño, Dalla Torre y Ghilardi (2014) y específicamente en Los Corralitos por Aguiló y Benedetto (2004).
            Por otra parte, el proceso de valorización económica del espacio se traduce en las respuestas de productores e informantes. La “valorización inmobiliaria progresiva y diferencial se comporta como uno de los mecanismos dinamizadores en la producción y comercialización de tierra urbana” (Pintos, 1993: 388). En este sentido, la autora señala la existencia de un doble juego –en pos de la obtención de ganancias extraordinarias– basado en la transmutación rentística por una parte, es decir, a partir de “convertir la tierra de uso agrícola –u otra actividad de tipo primaria intensiva– en tierra urbana, [lo cual] refleja la búsqueda y apropiación de mayores beneficios, toda vez que a este cambio físico-legal, se opera otro de carácter rentístico”(Pintos, 1993: 388). Por otra parte, se produce la “retención de la tierra a la espera del momento ‘adecuado’ para su colocación en el mercado”, lo cual es protagonizado por operadores inmobiliarios pero también es realizado por “propietarios rurales con actividades productivas en decadencia o apremiantes dificultades financieras”(Pintos, 1993: 389).
Este aspecto, que emergió en encuestas a productores, está presente en los discursos de  informantes y productores de la zona:
Si no mejoran los precios de la fruta y la verdura se va perdiendo todo porque a la gente no le alcanza (referente de Segunda Zona de Riego).

Mientras la municipalidad tenga esto de los lotes [prohibición municipal de fraccionar propiedades previo a aprobación del PMOT], se va a mantener, pero eso es como algo que está por explotar porque hay mucha gente que ya no aguanta más la finca, entonces la quiere lotear como hacían los otros, anteriormente a que estuviera esto (referente de Tercera Zona de Riego).

La urbanización para mí ha venido por una necesidad lógica de que te agarra a determinada edad, tus hijos ya no siguen con vos, entonces vos ya no podés… ¿y qué te sale más? Vendés, te comprás un departamento, una casa, tenés un alquiler, y te ajustás a vivir con lo poco y lo necesario, punto. Esa es la realidad de la gente (productor de La Primavera, 65 años).

            Estas afirmaciones ilustran la configuración de los espacios de borde, los cuales se caracterizan por una serie de gradientes de renta de la tierra que responden a lógicas de valorización urbana, industrial y agraria, lo que conlleva un equilibrio inestable entre estos usos (Venturini, Rodríguez y González Roura, 2019; González Maraschio, 2018). En este sentido, se entiende que “la distribución de usos del suelo se coordina a través de la renta, la cual mediatiza la producción de las configuraciones espaciales” (Harvey, 1982, citado en González Maraschio, 2018: 112).
            Por otra parte, se destaca en las respuestas de los productores el abandono de tierras agrícolas, es decir, tierras donde se han suspendido labores culturales y riego (“cada vez más fincas abandonadas, la gente no tiene capital para producir”; “abandono de fincas, se ha llenado de monte”). El abandono –al igual que la venta– es atribuido principalmente al envejecimiento y la falta de recambio generacional. Esta situación se da entre los/las productores/as “criollos” vitícolas u olivícolas, quienes desarrollan actividades cuya rentabilidad ha ido en retroceso. También se menciona como causa el aumento de la inseguridad, aspecto que ha sido también planteado en otros trabajos sobre la zona (Guida Johnson, Sales y Esteves, 2020; Aguiló y Benedetto, 2004). Puntualmente, entre los efectos del abandono de fincas, los productores señalan los riesgos de incendios (“quemas”) y la aparición de plagas (“las fincas abandonadas atraen animales dañinos que se comen nuestra producción”). Por otra parte, según referencian informantes técnicos, la suspensión de labores culturales y riego tiene consecuencias negativas en el suelo –salinización, revenimiento, etcétera– que dificultan la posibilidad de que estas tierras vuelvan a ser productivas.
            Con relación a la imagen futura de la zona, más de la mitad de los/las productores/as (61%) visualiza un proceso de avance urbano sostenido, vinculado con dos tendencias. Esto implicaría, por una parte, una continuidad respecto de la desaparición de fincas –venta y/o abandono– y del proceso de concentración de la producción: “lleno de barrios, la gente busca otra alternativa porque no anda bien el tema de la finca, no ganás nada”; “cada vez van a ir desapareciendo más los productores”; “los productores más grandes van a sobrevivir pero cada vez son más chicas las parcelas”; “poco y nada de chacra va a quedar, puras casas”. Por otra parte, se alude a la permanencia del área de perfil hortícola (11%) de los distritos K8-LP, asociada con una primacía de población boliviana: “Va a quedar una zona para hacer verdeo y va a avanzar la urbanización”; “va a seguir siendo el área productiva”; “paisanos van abarcando más terreno”.
            Estas miradas se corresponden con la ubicación de los/as productores/as en el área de estudio. En LC, se destaca el proceso de avance urbano y sus consecuencias, como la inseguridad, el crecimiento demográfico, entre otros.13 Por su parte, en K8-LP, se señala un avance de la urbanización, pero también se avizora una continuidad como zona productiva.

4. Conclusiones

El presente trabajo forma parte de las corrientes que abordan la complejidad de los territorios hortícolas situados en espacios de borde –periurbano o interfase rural urbana–, denominados también cinturones verdes o cordones hortícolas de las metrópolis. Una de las particularidades, en este caso, está dada por la condición climática de la provincia, que implica que las áreas con aptitud agrícola –disponibilidad de agua y suelo–, situadas en los oasis de riego, difícilmente puedan ser reemplazadas en términos espaciales, tal como sucede en otros sitios del país; fenómeno documentado como “corrimiento” de cinturones verdes.
            En este contexto, el territorio bajo estudio –de histórico perfil agrícola, con predominancia de cultivos hortícolas en la actualidad– registra una cierta permanencia de la superficie cultivada. A pesar de esto, también se observa una fuerte presión del avance urbano –urbanización dispersa de baja densidad–, especialmente en el área más cercana a la ciudad de Mendoza (distrito Los Corralitos).
            Entre los principales resultados alcanzados a partir de las encuestas realizadas a productores hortícolas, se pudo constatar la significativa presencia de población de origen boliviano, lo cual es consistente con otros estudios que demuestran el nexo entre territorios hortícolas y migración, tanto en su construcción como en su permanencia. No obstante, entre las problemáticas y amenazas para su continuidad, la falta de rentabilidad –expresada por los altos costos de insumos y los bajos precios de los productos– aparece como acuciante. Entre los productores “criollos” se adiciona a esto último la edad avanzada y falta de recambio generacional.
            Por otra parte, como principal proceso de transformación territorial reciente, los productores perciben el avance urbano a partir del uso residencial y las problemáticas asociadas, tales como la inseguridad –vandalismo y robo–, el impacto en infraestructura hídrica, entre otros. Sin embargo, también resaltan que eso conllevó algunas ventajas, servicios y “asfalto”. En segundo lugar, aparece el abandono de fincas de forma temporal y/o definitiva, lo que da lugar a nuevos “loteos”. Ambos procesos –urbanización y abandono– son identificados como tendencias que continuarán a futuro.
            En síntesis, a partir de este caso empírico son identificables los factores alusivos a las transformaciones y continuidades agrarias en áreas periurbanas. Como aspectos socioculturales, se destacan la presencia de varias generaciones de familias y trabajadores de origen boliviano con fuertes redes sociales, ancladas en lazos familiares y vecinales, así como una “forma de sociabilidad personalista y comunitaria” (Ringuelet, 2012). Entre los factores económicos, se destacan ventajas de ubicación espacial. En este aspecto, podemos señalar la cercanía al AMM –principal centro de consumo y de mercados de insumos y servicios– y a los dos principales mercados de comercialización de hortalizas de la provincia, como así también el denominado fenómeno de transmutación rentística, en el que se destacan agentes inmobiliarios en la radicación de barrios cerrados destinados a las clases media y alta. Por último, la reciente aprobación del Plan Municipal de Ordenamiento Territorial (Ordenanza N° 9169/2021), que define a gran parte del área bajo estudio como “reserva agrícola” –con prohibición de usos comerciales y residenciales–, agrega nuevos elementos de análisis sobre su configuración espacial a partir del devenir de la implementación de la normativa.

Referencias

1 Este trabajo se focaliza en la complejidad y las problemáticas que estos territorios asumen más allá de las particularidades de cada concepto. Numerosos trabajos abordan los orígenes y la diversidad de las nociones que dan cuenta de la expansión de las ciudades en Europa, Estados Unidos, América Latina (por ejemplo, Céliz, 2021; Venturini, Rodríguez y González Roura, 2019; Ávila Sánchez, 2015) y en Argentina (Feito y Barsky, 2020; Barsky, 2005, entre otros).

2 La ciudad se presenta con un doble rol: mercado demandante de productos así como mercado de insumos, de trabajo y de comercialización (Pintos, 1993; Archenti y Ringuelet, 2000).

3 Tal es el caso del Alto Valle de Río Negro que describe Ciarallo (2014). Se trata de una economía regional con características agroecológicas similares a las de Mendoza –valle irrigado de zonas áridas– y afectada por procesos de reestructuración productiva –frutas de carozo y pepita y vid, respectivamente– que derivó en diferentes situaciones de las pequeñas y medianas unidades productivas –reconversión, diversificación productiva, abandono, venta–, así como la migración de familias y trabajadores/as de origen boliviano.

4 La muestra que aquí se utiliza forma parte de un trabajo de mayor alcance, cuyo objetivo fue describir los principales perfiles de los productores frutihortícolas del área rural de Guaymallén. El trabajo mencionado fue desarrollado en el proyecto “Aportes para el ordenamiento territorial de las áreas rurales (cinturón verde) del municipio de Guaymallén” (Convenio entre INTA, INTI, INA y Municipalidad de Guaymallén). Si bien los datos obtenidos no tienen carácter probabilístico, la muestra incluyó al 10% de los productores estimados en 2019, lo que da cuenta de la heterogeneidad productiva existente (Mathey y Pereyra, 2019).

5 La cuenca del río Mendoza (Oasis Norte) es la de mayor desarrollo urbano. Concentra el 65% de la población provincial total, según datos del CNPHyV 2010, y gran parte de las industrias y servicios. En ese sentido, contribuye con un 63% del total de la economía provincial (Van den Bosch, Bres y Vila, 2018).

6 Cabe señalar que no hay una única definición de cinturón verde. El IDR define como “cinturón verde o zona centro” a Maipú, Guaymallén y Luján de Cuyo y como “zona norte” Lavalle y las Heras (IDR, 2019). Por otra parte, si bien el cinturón verde del AMM –y su manejo orientado a la preservación de funciones ambientales y productivas– está incluido específicamente en el Plan de Ordenamiento Territorial Provincial (Proyecto 5, Subprograma 1B), no está explicitado su alcance espacial (PMOT, 2017: 51; 76).

7 Los cambios de uso del suelo en el Oasis Norte de Mendoza –urbanización en áreas anteriormente cultivadas, abandono de tierras aptas para agricultura y expansión de la frontera agropecuaria sobre tierras ganadas al desierto– son comprobados por estudios basados en datos del Censo Nacional Agropecuario (Van den Bosch y Bocco, 2016; Van den Bosch, 2021) e  imágenes satelitales (Olmedo, Navarro Canafoglia y Pérez, 2016; Rojas et al., 2020).

8 Los últimos datos disponibles (11/2020) muestran ingresos de USD 1.871.570 por tomates frescos o refrigerados (ProMendoza, 2021). Los productores de tomate en fresco de la provincia se encuentran ubicados mayormente en Guaymallén y Las Heras, según referencia un informante técnico del sector.

9 El PMOT fue promulgado por el Concejo Deliberante el 04/02/2021 (Ordenanza N° 9169/2021). Define como Área de interface Rural (AIR), al “…polígono que forma parte del cinturón verde metropolitano, con condiciones naturales que se constituyen como ventajas competitivas estratégicas a preservar, a partir de lo cual se ha desarrollado una agricultura periurbana asociada con actividades industriales y urbanización concentrada. Esta área contiene al sector de Área Rural irrigada clasificada según PPOT  [Plan Provincial de Ordenamiento Territorial y Usos de Suelo], apartado 5.2.1” (PMOT, 2020b: 184-185). Mayor detalle sobre “fraccionabilidad”, “edificabilidad” y “usos del suelo” en PMOT (2020b: 190-232).

10 El Plan de Ordenamiento toma la definición del Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP) para dar cuenta de 30 asentamientos informales en el departamento. El distrito Puente de Hierro es el que cuenta con mayor cantidad (765 familias), seguido de Rodeo de la Cruz, Buena Nueva, Belgrano y Colonia Segovia (200 familias), Los Corralitos y Jesús Nazareno (100 familias en cada uno). Por último, se encuentran Bermejo y Colonia Molina (94 y 49, respectivamente) (PMOT, 2020a: 120-121).

11 En la zona, se denominan “chacras” a las unidades con cultivos hortícolas para consumo en fresco y “chacareros” a dos figuras distintas. En algunos casos, el término identifica de forma general a quienes están a cargo de la producción hortícola, mientras que, en otros casos, remite específicamente a quienes aportan el trabajo bajo una relación de aparcería (para mayor detalle de los cambios en los contratos de aparcería en Mendoza, ver Carballo Hiramatsu, 2019). Como se observa, el uso local del término “chacarero” difiere de la figura que alude al productor familiar capitalizado, como sujeto típico de la región pampeana argentina del siglo XX (Muzlera, 2020).

12 Mayor detalle del sistema hídrico de Guaymallén en PMOT (2020a: 49-69).

13 Percepciones similares son documentadas por Del Barrio et al. (2017) en un estudio realizado a productores vitícolas ubicados en el periurbano del Oasis Norte de Mendoza.

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Enviado: 11/04/2021.
Aceptado: 21/05/2021.

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