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Folia Histórica del Nordeste

versão impressa ISSN 0325-8238versão On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.44 Resistencia  2022

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0446009 

Dossier

El instituto de estudios americanistas de la Universidad Nacional de Córdoba y sus representaciones del Deán Funes

The institute of americanist studies of the National University of Córdoba and its representations of Deán Funes

Denise Reyna Berrotarán1 
http://orcid.org/0000-0001-6316-5361

1 Licenciada y Profesora en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, denisereynab@gmail.com

Resumen:

El Instituto de Estudios Americanistas (IEA) fue un espacio de formación de historiadores en Córdoba con el fin de promover lugares de sociabilidad intelectual con legitimidad académica en Córdoba. Este instituto, creado en 1936, tuvo como propósito encontrar lineamientos metodológicos, temáticos y conceptuales que sostuvieron una tradición que parecía iniciada por otros historiadores cordobeses como, por ejemplo, Pablo Cabrera. Su permanencia en el tiempo favoreció la especialización y derivó en la profesionalización de la disciplina. Entre la múltiple documentación que se encuentra en el instituto podemos mencionar sus publicaciones periódicas a lo largo de casi toda su existencia. En estas se observa, por parte de distintos miembros del IEA, la reiterada presencia de la figura del deán Funes. Por lo tanto, resulta interesante analizar las lecturas que se hicieron de él y cuestionarse el rol que ocupó este personaje en los escritos del IEA. En este artículo nos centraremos primordialmente en una selección de publicaciones realizadas por historiadores pertenecientes al IEA.

Palabras Clave: Historia de la Historiografía; Historia de Córdoba; Instituto de Estudios Americanistas; Deán Funes

Abstract

The Instituto de Estudios Americanistas (IEA) was a space that formed historians in Córdoba with the aim of promoting places of intellectual sociability with academic legitimacy in Córdoba. This institute, created in 1936, had the purpose of finding methodological, thematic, and conceptual guidelines that would sustain a tradition that seemed to have been initiated by other historians of Córdoba such as, for example, Pablo Cabrera. Its term over time contributed to the specialization and led to the professionalization of the discipline. Among the multiple documentation found in the Institute we should mention its periodical publications, which remained during almost all its existence. In these publications we can observe, by different members of the IEA, the reiterated presence of the figure of deán Funes. Therefore, it is interesting to analyze the interpretations of the figure of Funes and question the role that he played in the writings of the IEA. In this article we will focus primarily on a selection of publications written by historians belonging to the IEA.

Keywords: History of Historiography; History of Córdoba; Instituto de Estudios Americanistas; Deán Funes

Introducción1

El Instituto de Estudios Americanistas (IEA) de la Universidad Nacional de Córdoba fue creado en 1936 con el objetivo de concretar un espacio universitario donde se alojaran las investigaciones históricas. Desde allí, su permanencia hasta 1987 se vio atravesada por múltiples contextos y procesos universitarios, provinciales, nacionales e internacionales, que fueron interviniendo sobre las lecturas y perspectivas del pasado que se presentaban en sus producciones. La creación del IEA marcó la transición de historiadores autodidactas2 a profesionales (Bauer, 2007, p. 8) y permitió la posterior profesionalización de la historia. Esto no quiere decir que los trabajos históricos realizados previamente no tuvieran reconocimiento académico. Su fundación fue consecuencia de un proceso de institucionalización3, hasta ese momento inconcluso, de la disciplina histórica y la instauración de bases metodológicas sólidas que rigieron a esta historia en Córdoba. Esto no impidió que, en 1941, surgieran otros espacios de investigación como el Instituto de Arqueología, Lingüística y Folclore y, en paralelo, la Junta Provincial de Historia de Córdoba.

La razón de la fundación de este instituto, expuesta por sus gestores, fue la necesidad de albergar la documentación y biblioteca de Monseñor Pablo Cabrera4, donada a la Universidad en su testamento. Sin embargo, los intereses de este grupo intelectual tenían otros fundamentos de pertenencia. Era tiempo de darle un lugar a la disciplina histórica en la Universidad. Su creación se proponía establecer ciertas líneas de investigación y, además, otorgarle una inserción institucional a algunos historiadores que venían participando, desde distintos rincones, de esta casa de estudios. Enrique Martínez Paz, Raúl Orgaz, Luis Roberto Altamira, Roberto Peña, entre otros, se consolidaron como sucesores de algunos lineamientos temáticos, metodológicos y teóricos de Cabrera. Sin embargo, minimizar su estudio únicamente a un lugar de acogida de publicaciones e historiadores de distinta índole sería quitarle toda la riqueza que nos aportan las interpretaciones de los distintos pasados que investigaban. En esta línea, uno de los personajes que aparece con cierta reiteración, sobre todo en los comienzos de este instituto, es el deán Gregorio Funes, un sacerdote recordado, por algunos sectores, como el autor de la primera interpretación del proceso histórico iniciado en 1810.5

A partir de ello y basándonos en las producciones propias del instituto, nos detendremos en las representaciones del deán Funes que se realizaron en las primeras etapas del IEA. Creemos que el objetivo de su estudio era posicionar a los historiadores de este instituto en ciertos ámbitos políticos, intelectuales y culturales. En tanto este trabajo se enmarca en una investigación que reconstruye la trayectoria del IEA, la propuesta para este texto es atender, a través de los usos del pasado del deán Funes, ciertas conmemoraciones que acompañaron el proceso de consolidación de este nuevo espacio de investigación histórica en Córdoba. Por ello, centramos la mirada en las representaciones del pasado realizadas sobre el deán Funes no pudiendo ahondar, por cuestiones de extensión, otras dimensiones de su vida que permitirían comprender más profundamente su obra y las conexiones con las representaciones del pasado.

Introducción biográfica: Deán Gregorio Funes (1749-1829)

De manera muy sucinta, podemos retratar al deán Gregorio Funes como un sacerdote que tuvo relevancia histórica en el período colonial cordobés, las luchas revolucionarias de Mayo de 1810 y las reformas eclesiásticas de los años ’20. Su multiplicidad de lugares y participaciones en estos períodos generan atracción y posiciones disidentes entre historiadores. Miranda Lida nos indica en su estudio sumamente detallado sobre su biografía: “Su vida transcurrió entre dos ciudades contrastantes. Son estos contrastes, (…) los que permitirán -según creemos- los rasgos de un personaje que ha sido considerado por los historiadores como sumamente contradictorio y difícil de encasillar” (Lida, 2006, p. 17).

Su indagación despierta interés en tanto permite sondear, por ejemplo, las escisiones de la élite local de su ciudad natal, que se dieron a fines del Siglo XVIII. Virginia Ramos, especialista del escenario cordobés durante la Revolución de Mayo, afirma que el gobierno-intendencia del Marqués de Sobremonte y su profusa actividad le permitió ganar adeptos que conformaron lo que se podría llamar como la facción “sobremontista”. A este grupo se opuso el comandado por los hermanos Funes (Gregorio y Ambrosio), quienes fueron denominados los “funecistas”. Si bien no están claras las razones de las tensiones, una de ellas podría ser la del destino de la Universidad de Córdoba luego de la expulsión de los jesuitas. Mientras los adeptos a Sobremonte apoyaron la gestión de la congregación franciscana, los hermanos Funes sostuvieron su traspaso al clero secular (Ramos, 2017, p. 3).

Esto último, a su vez, nos presenta otra faceta del deán que ha sido explorada en estos últimos años, junto a su vida religiosa, por la “nueva historiografía de la Iglesia” (Lida, 2006; Calvo et al., 2002; Martínez, 2005). Entre sus nuevas maneras de presentar y comprender teóricamente la Iglesia Católica y sus intervenciones, este grupo de historiadores propone nuevas formas de concebir a Funes y su accionar. Algunos autores lo suscriben a la corriente de la Ilustración Católica (Llamosas, 2011, p. 51). Si bien tomar estos estudios permitiría un análisis más profundo y tensionante del deán Funes, este artículo pone el acento en el vínculo entre las representaciones de este sacerdote y los historiadores del IEA.

Sumado a todo lo antes presentado, en los círculos académicos aparece como el primer historiador cordobés, debido a que en 1813 se le pide que escriba la historia de nuestra revolución (Philp, 2015) reflexionando sobre el glorioso pasado argentino. Si bien, como plantea Wasserman (2001, p. 59), este sacerdote-historiador fue muy cuidadoso en sus posicionamientos, historiográficamente, se ha reconstruido la Revolución de Mayo y ciertas representaciones de esta, a partir de los escritos de Funes.

Aunque hay varios “Gregorios Funes” que aquí no se han mencionado, investigarlo resulta atractivo no sólo en términos puramente biográficos, sino que, coincidiendo con Miranda Lida, nos permite ahondar en múltiples facetas de un período histórico sumamente complejo de nuestro pasado. Sumado a esto, Córdoba ha sostenido y defendido su rol central en el pasado nacional y las representaciones que se han construido sobre él, muchas veces distintas a las construidas desde Buenos Aires. Estas operaciones de memoria buscan disputar el rol de Córdoba en la historia nacional. Intentaremos que esto último tiña las siguientes páginas a través de la lupa de los historiadores del IEA.

Análisis de Conmemoraciones en el IEA

Para poder visualizar en qué momentos del IEA se visitó la figura del deán Funes, como primera medida, consultamos el último índice: “Labor de investigación. Año 1982”. En este se detallan todos los trabajos publicados hasta ese momento. El instituto tuvo varias secciones en su lista de publicaciones: una sección “serie histórica” y una sección “reimpresiones”; las cuales comenzaron en sus inicios. También se encontraba la sección “Cuadernos de Historia”, que surgió a partir del año 1941 (mismo año en que se crean dos espacios nuevos de investigación histórica en Córdoba), la sección “folclore” que contiene tres trabajos entre 1969 y 1981 del autor Julio Viggiano Esaín; una sección llamada “series documentales”, que estaba en preparación de compendios de múltiples documentos y que, al momento, desconocemos su publicación efectiva. Por último, se encuentra la sección “Homenajes” que sólo alberga dos publicaciones: una a Ceferino Garzón Maceda, en 1973, y otra a Enrique Martínez Paz, en 19776.

Este listado de trabajos y secciones nos permitió reconocer la presencia del deán Funes en variados estudios sobre él, su biografía, su familia y su obra. Estos trabajos se distribuyen entre la sección de Serie Histórica y la sección Cuadernos de Historia. Si realizamos un recorrido por los autores que revisitaron al deán Funes nos encontramos que, de nueve publicaciones realizadas por el instituto sobre Funes (algunas quedaron en proceso de realización y no tenemos mayores noticias), cinco de ellas fueron presentadas por Luis Roberto Altamira, quien se especializó en los estudios sobre el deán Funes y su familia. Por otro lado, todos los trabajos se ubican en un período cronológico entre 1937 y 1953. De estos últimos, seis fueron producidos entre 1949 y 1953, durante la presidencia de Juan Domingo Perón.

En este punto debemos distinguir dos tipos de producciones que buscaban reconstruir al deán Funes. Por un lado, nos encontramos con dos publicaciones realizadas con fines de difusión documental y, coincidiendo con Pablo Requena (2009), que seguían la línea de la primera etapa del IEA, centrada en la acumulación, difusión y edición de trabajos históricos. Por otro lado, también analizamos trabajos donde hay un relato histórico construido por el propio historiador, como fue el caso de Roberto Peña y Luis R. Altamira. A partir de esto, podemos aseverar que el principal investigador del deán Funes en el IEA fue Altamira. Sin embargo, nos parecía interesante realizar otros acercamientos, aunque sean muy sintéticos, de lecturas sobre este presbítero, que no siempre fueron coincidentes con las expuestas por Altamira. Sólo nos detenemos en aquellas producciones en las que intervinieron miembros del IEA o que fueron escritas por ellos. Este recorte nos quita la posibilidad de analizar otras lecturas de Funes como, por ejemplo, la realizada por Ricardo Levene con motivo de la fundación del IEA (Instituto de Estudios Americanistas, 1937).

El deán Funes en Enrique Martínez Paz

La primera obra sobre el deán Funes fue la de Guillermo Furlong Cardiff, publicada en 1939, a pocos años de la creación del IEA. En este trabajo, como en otras obras bio-bibliográficas realizadas por este sacerdote jesuita, se hace una recopilación de toda la documentación existente del deán Funes y, además, se van esbozando algunas impresiones, valoraciones de interpretaciones historiográficas y opiniones al respecto. De cualquier manera, nos parece más interesante, en esta oportunidad en particular, detenernos en la introducción realizada por el entonces Director del IEA, Enrique Martínez Paz.

Enrique Martínez Paz (Córdoba, 1882-1952) fue un profesor universitario y magistrado judicial, egresado de la Facultad de Derecho de la UNC, miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana y académico de número de la posterior Academia Nacional de la Historia. Junto con Isidoro Ruiz Moreno7 dio un primer paso en la institucionalización de la disciplina sociológica, con la creación de la cátedra de Sociología en 1908. Diez años después, luego de la Reforma Universitaria, en la que tuvo una participación activa, abandonó la sociología para dedicarse a la historia, la filosofía del derecho y el derecho civil comparado. Si bien participó de la institucionalización de la filosofía, las fuentes muestran una presencia mayor en la institucionalización de la historia (Escudero, 2013).

En la introducción a esta obra es muy enriquecedor detenerse en la lectura que Enrique Martínez Paz realizó en homenaje al deán Funes. En este reivindicaba sus múltiples aspectos como, por ejemplo, su rol de historiador que ha “trabajado con un espíritu de objetividad y un rigor de conceptos (…)” (Furlong Cardiff 1939, p IV). En este apartado de la introducción, el Director del IEA se dedicó a defender la obra del deán Funes como historiador, pidiendo que se respeten los contextos en los que estas investigaciones se produjeron, que han sido reducidas a “trabajos ensayísticos”, en tanto no siempre cumplían con todas las características de un texto histórico científico. Según Enrique Martínez Paz, en el trabajo de Funes como historiador (rodeado de un contexto) es inevitable el esbozo del “ardor patriótico”, propio del proceso revolucionario del que era parte.

También rescató su rol de educador y sus grandes aportes a la Universidad Nacional de Córdoba; su rol de orador sagrado, de sacerdote con mucha “ortodoxia en su accionar”8, su rol como redactor de prensa y su rol de político “revolucionario”. Respecto a este último es interesante cómo, en este perfil del deán Funes, Martínez Paz busca legitimar su propio accionar en la Reforma Universitaria. La figura del deán Funes le permite a Martínez Paz expresar las propias reflexiones de sus tiempos revolucionarios, habiendo ya pasado un tiempo. Ante esto dice Martínez Paz del deán Funes:

El pensamiento de la independencia tuvo en Funes un precursor esclarecido, un patriota que para servirla arriesgó su vida y trocó las glorias de la fortuna y del renombre, por los dolores de la adversidad; dio al país sus primeras cartas constitucionales definiendo sus derechos, fundó las más preciadas normas de la libertad democrática que están incorporadas a la sustancia de nuestra nacionalidad.

Para el Director del IEA, los riesgos y las adversidades de Funes también parecieran haber sido las propias, durante la Reforma Universitaria de 1918, que implican el alejamiento de sectores conservadores y cercanos a él, en una lucha que, por momentos, se volvía intergeneracional. Esta cita nos permite ver cómo Martínez Paz construye a este presbítero como un mito de los orígenes de la propia Historia Argentina. La pregunta que nos queda es: ¿Para Martínez Paz, su grupo reformista era el mito de los orígenes de una nueva universidad? ¿O en la década del ’30, casi ’40, eso se estaba modificando?

Para Martínez Paz, entonces, Funes es un representante de sí mismo, su uso le permite justificar el accionar de él mismo como historiador, revolucionario, entre otros. El semblante que Martínez Paz construyó sobre el deán Funes no se detiene en su pasado colonial ni hispano, aunque lo mencione, sino más bien en su etapa revolucionaria. Martínez Paz se traspola en el texto para asemejarse, o eso creemos, al deán Funes de su época. Cierra su introducción entonces con esta cita: “Funes fue por excelencia un hombre de acción, un espíritu torturado por la inquietud de los problemas prácticos, un político siempre militante; estudió para saber, desinteresadamente, pero luego se sirvió de su ciencia para obrar y combatir” (Furlong Cardiff 1939, p. XXX).

En esta imagen del deán Funes rebelde, historiador objetivo y gran sacerdote se sirve Martínez Paz para continuar su obra en la dirección de un instituto de investigación alojado en la Universidad. Ninguno de los dos son historiadores de profesión, pero su interés por el pasado los unía en las formas de pensar, de actuar y “combatir”. O al menos eso es lo que nos quiere transmitir Martínez Paz en la introducción de esta obra.

El deán Funes para Carlos Luque Colombres

Otra obra sobre el deán Funes fue “Doctor Don Gregorio Funes. Arraigo de su familia en América”, publicada por Carlos Luque Colombres en 1943. En esta realizó un recorrido cuasi genealógico de los orígenes de la familia Funes, a través de la publicación de documentos probatorios de los antepasados familiares y, como cierre, un árbol genealógico que se remontaba hasta sus “séptimos abuelos en ascendencia” (Luque Colombres, 1943).

Carlos Luque Colombres (1909-1994) fue abogado egresado de la Universidad Nacional de Córdoba. Después del golpe militar encabezado por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) el 4 de junio de 1943 y vinculado a los sectores peronistas católicos, se desempeñó como sub-secretario de Hacienda de la Intervención Federal en la provincia de Tucumán, fiscal de gobierno e intendente municipal en la ciudad de Tucumán. Tuvo una larga actuación en la Universidad Nacional de Córdoba como interventor y Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades y Director de la Escuela de Historia de la FFyH (además de docente). En el IEA estuvo encargado de la Sección Manuscritos y también fue Director. Entre 1956 y 1960 fue Director del Departamento de Investigaciones Históricas del Instituto Universitario por la Universidad Católica de Córdoba, fundada en 1958, en el marco de las luchas por una educación laica o libre. También fue miembro de la Junta Provincial de Historia de Córdoba9.

En la obra antes mencionada no existe ninguna información respecto a las razones por las que Luque Colombres decide producir esta obra documental (no hay prólogo, prefacio, introducción, entre otras), pero siguiendo a Marta Philp, quien se ha detenido en el estudio de este historiador, podemos aducir que la búsqueda de sus orígenes “el hombre de Córdoba que se sumó a la Revolución de Mayo de 1810 atestigua sobre sus legítimos orígenes en una sociedad colonial que así lo exigía” (Philp y Canciani Vivanco, 2017, p. 55). De esta manera, esta obra, dentro de las publicaciones del IEA, parecería dar respuestas probatorias de los orígenes de las familias “tradicionales” de Córdoba previas a la revolución, dando cierta legitimidad a su figura, en tanto perteneciente a ciertos sectores de la sociedad colonial. Esto resulta interesante en tanto Luque Colombres también pertenece a ciertos sectores de esta “sociedad tradicional” de Córdoba, católica y conservadora. Ejemplo de esto fue la publicación de una obra para sus familiares llamada “Los Luque” (Luque Colombres, 1988), donde rastrea, en clave genealógica, los orígenes de su propia familia, anclándola en sus antepasados coloniales.

Pero volviendo a la obra sobre el deán Funes, no es casual que esta obra se publicara en 1943, año en la que los sectores católicos y conservadores buscaban cuidar su lugar ante la presencia de un nuevo golpe. Podemos aducir que la publicación de esta obra responde a la propia búsqueda de legitimación de estos sectores en sus espacios de sociabilidad y, en definitiva, basándose en sus orígenes. Si bien Luque Colombres se detuvo en la figura del deán Funes en otras oportunidades, como plantean Philp y Canciani Vivanco, no hay más publicaciones realizadas por él en el IEA por lo que optamos, en esta oportunidad, no profundizar el análisis.

Representación del Deán Funes en Luis Roberto Altamira

Luis Roberto Altamira (1908-1961) nació en Villa Nueva, localidad de la provincia de Córdoba. Cursó Humanidades y Filosofía en el Seminario Conciliar de Loreto. Fue director del Museo “Fray Zenón Bustos y Ferreyra”, jefe general de Investigaciones del IEA y director del Museo de Bellas Artes de Córdoba. También participó como redactor del periódico católico más difundido de Córdoba, “Los Principios”. A su vez, fue nombrado miembro de la Junta Provincial de Historia, de la Asociación de Pintores y Escultores y de la Comisión Nomencladora de Calles y Paseos Públicos. Según Luque Colombres (1996, p. 41) era “inteligente y laborioso (…) su vocación por la historia y su vinculación al periódico Los Principios, como redactor (…) le permitieron dedicarse tanto como cronista cuanto como historiador con obras de envergadura. Merece citarse Historia del Seminario de Loreto (…)”. A pesar de ser un personaje desdibujado en los estudios historiográficos al lado de otros historiadores de su época, esta última obra mencionada es una de las más consultadas dentro de su copiosa producción.

Su claro vínculo con el peronismo se observa en su obra “El Deán Funes y el Papa Pío VII” (1952). La primera página de la obra toma una cita de Perón: “La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones”.10 Esta frase fue extraída del discurso que dio Perón en 1947, ante la Academia Nacional de Letras para el 400 aniversario del nacimiento de Cervantes, el día de la hispanidad (Raanan, 1995). Consideramos muy rica la cita ya que nos muestra, como plantea Marta Philp en su texto de las conmemoraciones en el primer peronismo (2015), de qué manera se quieren manifestar explícitamente ciertos vínculos con el gobierno nacional, además de rescatar a un cierto Perón, así como un cierto deán Funes. Por otro lado, la importancia del vínculo Iglesia y Estado, con una impronta hispanista, marcó los textos de Altamira en adhesión al gobierno de Perón de ese momento.

Marta Philp nos aporta un dato muy interesante respecto a la pertenencia de Altamira como miembro en la “Comisión Nacional honoraria de homenaje a la memoria del deán Gregorio Funes con motivo de cumplirse el 25 de mayo de 1949 el segundo centenario de su nacimiento” (2015, p. 111). Esta comisión fue propuesta por la Junta Nacional de Intelectuales creada por el gobierno peronista en 1948. Esta Junta respondía a una política cultural del gobierno peronista de “regular y legislar sobre la cultura” (Pagano, 2014, p. 148). De esta manera, el estado incorporó una serie de dependencias para coordinar la administración de la cultura, creando en este mismo año la Subsecretaría de Cultura y aumentando el gasto público en esta área. La Junta Nacional de Intelectuales entonces tuvo como fin, según Cattaruzza (2009, p. 236), hacerles frente a los intelectuales que venían, en su mayoría, manteniéndose distantes e incluso algunos hostiles frente a un peronismo en ciernes.

El Homenaje al deán Funes en 1949, según Philp (2013, p. 62) tenía como objetivo la contraofensiva a los intelectuales opositores, pero, sobre todo, a la legitimación propia de historiadores que no tenían reconocimiento en el mundo intelectual, previo a la llegada del peronismo. A nivel local surgían otras operaciones de memoria que resultaban muy interesantes. Para los historiadores locales, siguiendo a Philp, era una forma de discutir el lugar del primer historiador argentino, originario de Córdoba (y no de Buenos Aires, con Bartolomé Mitre) que permitía la legitimación de los espacios de investigación locales. Por último, una de las cuestiones que integraba tanto a la Junta de Intelectuales, a esta comisión y a algunos de los personajes que integraron el IEA fue el catolicismo, nacionalismo e hispanismo. No es casual entonces que la mayoría de las construcciones historiográficas de Funes se den luego del homenaje y, sobre todo, por Luis Roberto Altamira.

Otro ejemplo muy claro es el texto que publicó como consecuencia del Homenaje al deán Funes de 1949 (Altamira, 1950). En su introducción reconoce que había realizado sus investigaciones previo a que fuera convocado para el homenaje, del que participó con mucho beneplácito: “(…) pedí al Secretario de la Comisión Honoraria, Sr. Ángel Ferreyra Cortes, agrégase en uno y otro impreso las siguientes leyendas: 1) “Fue el primer historiador del General don José de San Martín” y 2) “Historiador y defensor del General San Martín”11 (Altamira, 1950, p. 1). Continúa su presentación de la obra marcando todos los aportes que Córdoba había hecho a la historia nacional, en distintos momentos del pasado argentino.

Pareciera que lo que plantea Philp, sobre las operaciones de memoria locales que recuperamos previamente, se evidencian en los escritos de Altamira. No es casual que realizara una obra sobre el primer historiador de San Martín en el año sanmartiniano. En línea con el gobierno nacional, Altamira tenía dos objetivos claros: recuperar el lugar de los historiadores (de él) en el contexto nacional y la importancia de Córdoba en la construcción de una nación. El surgimiento de grupos intelectuales propios del peronismo podía ser el pie para nuevos espacios de legitimación, donde pudieran ingresar los historiadores locales. Ya no era Mitre el primer historiador de San Martín sino el deán Funes y, a través de él, una genealogía de historiadores cordobeses. Recuperar al deán Funes tenía como objetivo la construcción de genealogías intelectuales que legitimaran su(s) lugar(es) como historiador(es) en el plano nacional. Córdoba nuevamente se disputaba un lugar en el escenario argentino.

El interés de Altamira por investigar a Funes puede haber respondido a múltiples intereses. El contexto del homenaje al deán Funes antes expresado puede haber sido una razón más que valiosa. No es casual que su cercanía a los círculos católicos de la provincia, sus estudios en el Seminario Conciliar de Loreto (según Bischoff, llegó a Córdoba a estudiar para ejercer el sacerdocio, cuestión que no concretó) y su activa participación en espacios con cierta impronta hispanista lo llevaron a realizar una lectura del deán Funes, destacando estas caras del “prócer historiográfico”. Esto se puede ver en el Prefacio de una de sus obras de 1949: “El Deán de Córdoba, Actuación del Pbro. Dr. Dn. Gregorio Funes en la primera silla del Cabildo Eclesiástico de su ciudad natal”, en la que plantea que no buscaba promover una imagen de Funes donde solo se destacaban virtudes, sino que “entendemos que la verdad debe colocarse por encima de nuestra condición de cordobeses, de nuestras preferencias, de nuestros ideales políticos y convicciones religiosas (…)” (Altamira, 1949, p. XVII). Aquí sostiene que, a lo largo de la obra, debió refutar a historiadores que habían hecho reconstrucciones “de este sacerdote” en las que se “ocultan” algunos datos importantes y que no eran tan virtuosos.

Además, tanto en la obra antes mencionada como en varias de las obras aquí trabajadas, replica el interés de esclarecer la perspectiva (presentada por Martínez Paz) de un deán Funes, como hombre con una “ortodoxia intachable”. Al contrario, reitera en casi todas las obras consultadas que Funes les hizo frente a cuestiones que generaban polémica en su tiempo y que eso implicaba cuestionar los poderes políticos. En su obra de “El Deán Funes y el Papa Pío VII” antes mencionada, discurre sobre la indiferencia con la que se tomó en el Mundo, en América y en las Provincias Unidas del Río de la Plata la noticia del fallecimiento del papa Pío VII y que, el único que rescató la cristiandad de América y la importancia del duelo de la Iglesia Católica fue el deán Funes. Desde ese lugar, el cuestionamiento responde al contexto de las reformas rivadavianas12 y su parecer en ese momento que al día de hoy se sigue debatiendo, respecto a la intencionalidad de Rivadavia respecto a las modificaciones en cuestiones eclesiásticas. Ante esto, el deán Funes discute y lucha por que se reivindique y “no se olvide” la Iglesia Católica. En este punto Altamira destacó la diferencia entre las celebraciones fúnebres del papa Pío VII en Córdoba que, con fondos escasos, realizaron un homenaje mientras que en Buenos Aires pasó desapercibido.

Sumado a lo anterior, Altamira plantea un capítulo en una de sus obras, llamado “El fallo de la Historia” (Altamira, 1952), donde cuestiona los debates que genera en su tiempo el deán Funes. En esto critica a aquellos historiadores que no analizan al deán Funes en su contexto político-ideológico sino en el contemporáneo. Si bien no enuncia nombres de los historiadores a quienes cuestiona, resulta interesante la defensa que se ve a lo largo de todo el trabajo sobre su rol en la unidad eclesiástica. En esto realza a Guillermo Furlong Cardiff y su obra del deán Funes, que antes destacamos. Lo que se está cuestionando es cuál es el fallo que la historia le da al deán Funes. Aquí cuestionó la postura de Enrique Martínez Paz -como indicamos previamente- que lo posiciona como un “clérigo de perfecta ortodoxia”. Cierra Altamira con lo siguiente:

Así piensa y obra el Deán Funes en dicha centuria, en efecto, para convertirse no en símbolo de la Córdoba decadente que él acude con su palabra y su acción cuando cruza por ella; sino de la Córdoba en que nosotros vivimos después de su tránsito fecundo: ciudad amurallada por barrancos rojizos que muestran parques hermosos y barrios progresistas, es cierto, pero también abierta a los cielos intensamente azules de sus días de invierno o ligeramente rosados de sus tardes de primavera, momentos en que la fe enciende luminarias en el altar, despega rezos de labios rústicos y finos…

Y aquí se vislumbra otra operación de memoria que realizó Altamira. En sus obras, la figura católica del deán Funes aparece como magistra vitae. No era un catolicismo que cumplía necesariamente con los lineamientos de la jerarquía eclesiástica sino que, al contrario, buscaba proponer a la Iglesia Católica como la encargada de tutelar al Estado. La oposición de Funes a las reformas rivadavianas es un ejemplo que Altamira reitera sostenidamente en sus distintos trabajos. Los errores de una Iglesia Católica que no era capaz de enfrentar (en ese momento del Siglo XIX) las “doctrinas vedadas en el país” Citamos a continuación unas palabras de Altamira como cierre de la obra que parece haber sido la expuesta en el Homenaje al deán Funes de 1949:

Su actuación pudo ser más eficaz, en el Decanato, pues poseía férrea voluntad y celo ejemplar, de no entorpecer su ministerio torpes enemigos que se movían cual serpientes a su alrededor. Entristece nuestro espíritu al meditar, que mientras se infiltraban doctrinas vedadas en el país, parte del clero se preocupase de cosas intrascendentes en lugar de combatir esas ideas que crearían una situación de verdadera ignominia para el Estado. Pero con el correr de los años, la tradición católica e hispana, que logró mantenerse pura en el corazón del pueblo, al concedérsele a este oportunidad para la elección de su camino, repudiaría la democracia liberal y habría de abrazar la democracia católica, salvación de la República y ojalá lo sea de un mundo puesto al borde del abismo por los insaciables imperialismos protestantes y ateos. (Altamira, 1949, p.243)

Esta cita reúne en un párrafo varias cuestiones que se ven a lo largo de la obra de Altamira y del uso que hace del deán Funes. Por un lado, este perfil de un sacerdote que no siempre cumple con las órdenes de las jerarquías eclesiásticas a las que pertenece. Esas “desatenciones” de la Iglesia católica percibidas por Funes y combatidas, pudieron resolverse más adelante en el tiempo. Por otro lado, manifiesta la importancia de la tradición católica e hispana que, a pesar de estos enemigos ideológicos, se mantuvo intacta en la sociedad argentina.

Para Altamira, parecía que no sólo era un pasado sino un presente. En un contexto de fuerte hispanismo latinoamericano, la permanencia de la tradición ligada al hispanismo católico, según el autor, ha triunfado y se ha convertido en algo inamovible de la sociedad. Como manifiesta Marta Philp: “Pero para el peronismo en el poder, su propio proyecto no estaba reñido con la historia oficial, del paradigma liberal” (2015) Era necesario incorporar nuevos próceres al panteón de historiadores del pasado nacional, próceres que respondieran a las necesidades de la actualidad de instauración de la presidencia peronista; próceres que, a su vez, se fusionaran con la pertenencia a una Iglesia.

Por último, añadimos como dato interesante la reflexión que hace del triunfo de la democracia católica, donde el vínculo entre el Estado y la Iglesia es cercano e indisoluble. Parafraseando a este historiador, por fin se han retirado de los gobiernos argentinos los gobiernos liberales y fraudulentos, dando lugar a una tradición que se retrotrae al Siglo XIX y su contexto. La lucha estaba en un vínculo de protección entre Estado e Iglesia, cuestión que, para Altamira, estaba llevando adelante el gobierno peronista. Si bien algunas de sus publicaciones se realizaron cuando ya se comenzaba a modificar el vínculo entre Iglesia y Estado en el peronismo, sus trabajos, a primera vista, responden al homenaje y a esa línea de reflexión.

El Deán Funes según Roberto Peña

Otra obra que llegó mucho más adelante en la historia del IEA fue la de Roberto Peña. Este Director del IEA fue abogado egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, profesor titular de Historia del Derecho Argentino y, posteriormente, designado profesor emérito, decano de la Facultad de Derechos y Ciencias Sociales y vicerrector de la UNC. Además, fue miembro del Instituto de Historia del Derecho “Ricardo Levene” de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Sanmartiniano de Córdoba, miembro fundador y de número del Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho y del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. (Yanzi Ferreyra, 2009) Como antes mencionamos fue miembro del IEA prácticamente desde sus comienzos, siendo luego director.

En este trabajo, entonces, nos detenemos a analizar su obra titulada “El Pensamiento Político del Deán Funes” (1953). El objetivo de esta obra, su tesis doctoral, fue utilizar al deán Funes como un análisis de caso para mirar el proceso histórico que terminó con el dominio español en el Virreinato del Río de la Plata y el nacimiento del Estado Nacional. En este sentido, Peña plantea:

No es este trabajo una biografía; no quiere serlo. Es un estudio de las raíces ideológicas y su proyección en el mundo de lo político de un americano ilustre, de un preclaro cordobés. Hijo del antiguo régimen, le tocó por designio inescrutable de la Providencia trazar las líneas arquitectónicas del nuevo orden. Hombre de Iglesia, su circunstancia histórica lo exigió ser Hombre de Estado. (Peña, 1953, p. 4)

A lo largo de toda la obra se sostiene, entre otras cosas, el interés de Peña por rescatar el vínculo del deán Funes con el hispanismo católico y cómo lo promovió. Para Peña, que se dedicó al derecho indiano y tiene como una de sus publicaciones más renombradas la “Enciclopedia Hispana-Americana”, rescatar el rol español como mito de los orígenes fue muy importante. El deán Funes le permitía reconstruir el hispanismo de los sectores conservadores y católicos a los que pertenecía Peña. A esto se debe sumar los vínculos con el propio contexto nacional peronista e historiográfico y otros objetivos de esta obra que, por cuestiones de extensión, no analizamos.

Por algo es que, en la cita anterior, en defensa del lugar de Peña en los círculos católicos, tomó la faceta del deán Funes religioso “Hombre de Iglesia”, por sobre el “Hombre de Estado” al que debió convertirse en tanto el contexto se lo exigió. A través de su aclaración sobre la lectura que hará de Funes, las “raíces ideológicas” y su proyección en la política pareciera que, para Peña, comprender al católico en el mundo político y el lugar que ocupaba en esos campos. A lo largo de este trabajo de Peña y, a diferencia de obras anteriores, ya hay un relato histórico que no responde a la simple presentación de fuentes documentales. Si bien al final de la obra hay un apéndice documental bastante extenso, Peña realizó un relato que responde a una interpretación propia del autor (aunque tenga muchas notas de erudición documental). Este historiador está intentando despegarse de las fuentes y construir un relato propio, a partir de lo vislumbrado en la documentación. Las metodologías de análisis historiográfico muestran novedades. Esto coincide con la producción de Altamira, en la que se observa otra forma de producción de los textos históricos. Se ven claras modificaciones en las metodologías de trabajo de estos historiadores del IEA. El historiador comienza a tener una participación más activa en la construcción del relato histórico. También esta obra resulta una innovación metodológica sobre los estudios históricos del momento y está vinculada a corrientes historiográficas que se disputaban a nivel nacional, en un proceso de modificación de los estudios históricos y del contexto político peronista.

Si bien el análisis de esta obra requeriría de un trabajo aparte, podemos esbozar algunos de los usos del pasado que hace Peña sobre el deán Funes. Como primera medida, es muy reiterativo en la importancia de distinguir a los “dos deán Funes”, el hispánico de la etapa colonial y el revolucionario y político. Es la primera que vez que vemos en estudios del IEA una delimitación de este tipo. A su vez, Peña se detuvo bastante en el análisis de las reformas propuestas por el deán Funes para la Iglesia: “Funes auspiciaba una reforma no sólo de las órdenes religiosas sino de la misma disciplina eclesiástica”. Esta recurrencia, que también recuperó Altamira, es interesante en tanto muestra cómo Funes antepone su lugar como religioso antes que como político. Incluso aunque esto implique cuestionar la propia jerarquía eclesiástica. El vínculo de Peña con la Iglesia no pasa desapercibido en este texto. De hecho, la faceta del “revolucionario Funes” se encontraba más vinculada al ámbito religioso más que político del momento. También se fijó en las lecturas académicas que realizaba Funes para poder fundamentar sus análisis y estudios. Como es lógico, este autor se concentró en las lecturas legales, le interesaban los procesos de reglamentación, discusión y modificación legales. Para cerrar este análisis, pareciera que Peña buscaba responder, a través de Funes, una pregunta que el contexto les estaba haciendo a estos intelectuales vinculados a un gobierno nacional que estaba virando sus relaciones con la Iglesia. ¿Qué lugar se prioriza, la Iglesia o el Estado? Peña a través de Funes, intentó dar una respuesta tentativa.

Algunas consideraciones entre el vínculo IEA y el deán Funes

Las distintas representaciones del deán Funes que estos historiadores presentaron a través del IEA nos ofrecen miradas desde contextos y realidades diferentes. En un primer momento, parecería que el uso del deán Funes permitiría recuperar el mito de los orígenes, pensando en el trabajo de Martínez Paz en sus primeros años como director del IEA y Luque Colombres con las lecturas genealógicas. En un segundo momento, nos encontramos con Altamira y Peña y sus producciones que respondían a un contexto socio-político muy diferente al de Martínez Paz. Se empezó a destacar, en los estudios históricos sobre este primer historiador cordobés, la faceta vinculada a la Iglesia Católica y política, cuestión que percibimos en Altamira y Peña, que estaban disputando su lugar en el conjunto de historiadores nacionales.

Por todo lo antes dicho, ¿qué comparten entonces estas miradas del deán Funes? Como un primer acercamiento tentativo, la búsqueda en Funes de legitimar ciertos presentes que se van modificando en el propio instituto. El deán Funes, por su propia historia, sigue teniendo un lugar central en la construcción de la historia provincial y nacional. Esto llevó a los historiadores cordobeses a buscar en él respuestas que legitimaban sus propias batallas. Ya sea el hispanista, el revolucionario, el católico, el político e incluso el educador, todos buscaban encontrarse con un mito de los orígenes que aún hoy sigue siendo debatido. Todos estos cordobeses compartían un deán Funes como magistra vitae, como prócer de la Historiografía y política argentina. En segundo lugar, todos los historiadores antes mencionados pertenecían a sectores conservadores de Córdoba, en su mayoría católicos (aunque ellos no lo fueran necesariamente). En contextos de cambio, se seguían defendiendo las propias tradiciones, para las cuales se remontaban, en algunos casos, a los orígenes coloniales. Buscar los orígenes de Funes les permitía encontrar sus propios orígenes, los cuales los legitimaban en los grupos sociales que frecuentaban. Sumado a esto, la aparición del peronismo influyó sustantivamente en esta institución. Altamira se vio muy movilizado por las presidencias de Perón, lo que se manifestó en sus propias producciones. En Peña no es tan evidente el vínculo con el gobierno en sus textos, pero sin duda tuvo influencia. Si bien este es un ejemplo claro, los contextos nacionales fueron marcando los textos de los historiadores del IEA.

Los posteriores estudios que realizaron, fundamentalmente, Roberto Peña y Luis Alberto Altamira respecto al deán Funes respondieron a su necesidad de vincular los procesos del peronismo al instituto, por un lado y, por el otro, la búsqueda de construcción de ciertas genealogías. En este sentido, el deán Funes que ellos decidieron rescatar es el religioso y vinculado con el político, su labor con el papado y el cuidado de los vínculos con las instituciones de la jerarquía de la Iglesia Católica. Finalmente, el deán Funes desaparece de los trabajos del IEA posteriormente, sólo fue revisitado en sus dos primeras etapas, en la primera, como mito de los orígenes (Martínez Paz,1939; y Luque Colombres, 1943) y en la segunda, traída por un contexto nacional e historiográfico que generó muchas revisitas al pasado. Luego de esto, Funes “ya no era necesario” y, por ese motivo, desaparece de las publicaciones del IEA.

Reflexiones finales

A lo largo de este trabajo intentamos brevemente aproximarnos a una lectura de las representaciones que realizaron distintos miembros del IEA sobre el deán Funes. Historiadores autodidactas como Enrique Martínez Paz, Roberto Peña, Luis R. Altamira y Carlos Luque Colombres se vieron envueltos por contextos diversos, que los llevaron a rescatar ciertos prismas de su vida y obra, un sacerdote cordobés que ha marcado los estudios históricos de Córdoba.

Como historiador, el deán Funes ha sido olvidado en tanto se construyeron memorias de Bartolomé Mitre “el primer historiador argentino”. En este trabajo nos remitimos únicamente a algunos historiadores cordobeses acotados en un espacio y tiempo determinados. Sin embargo, el ejercicio de revisitar al deán Funes es constante en la Historia de la Historiografía de Córdoba. Aparece en los escritos del pasado cuando el lugar de nuestra provincia parece dejado de lado ante la construcción de una Historia Nacional, que se centra en el puerto de Buenos Aires y olvida sus intelectuales de provincia. Si bien el deán Funes permite reconstruir distintas perspectivas y lecturas, en función de las propias necesidades del historiador, es cierto que su recurrencia en la bibliografía cordobesa nos permite repensar qué lugar está buscando ocupar Córdoba en la Historia Nacional y por qué necesita de un personaje tan emblemático para encontrarse en ella.

Las provincias, incluso hoy, siguen buscando darles un lugar a nuestros historiadores en el panteón historiográfico nacional. Entre estos olvidados, está el deán Funes. Cerramos con una frase de Marta Philp que nos permite reflexionar sobre las luchas intelectuales que se están dando a través del análisis de caso aquí presentado:

…se presentan como un indicador más de un problema que invita a una mirada de larga duración, me refiero a las tensiones y disputas presentes en los procesos de construcción de las historias/memorias nacionales y locales, imagen dicotómica que no implica desconocer los vínculos entre ambas, que son mucho más que dos. (Philp, 2013)

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Recibido: 26 de Mayo de 2021; Aprobado: 21 de Marzo de 2022

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