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Folia Histórica del Nordeste

versão impressa ISSN 0325-8238versão On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.44 Resistencia  2022

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0446010 

Dossier

La producción temprana de Armando Raúl Bazán, la generación del ´55 y la revista árbol. Notas para un análisis de la historia regional (Catamarca, mediados del siglo XX)

The early production of Armando Raúl Bazán, the generation of 55 and tree magazine. Notes for an analysis of regional history (Catamarca, mid xx century)

1CONICET, Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (ICSOH); Universidad Nacional de Salta, rosvaldogeres@gmail.com

Resumen:

El objetivo de este trabajo es analizar el proyecto regionalista del historiador Armando Raúl Bazán en un nudo de tensiones y reconfiguraciones culturales que se producen en Catamarca desde mediados de la década de 1940. Entre la fecha de su arribo a Catamarca y el inicio de la década de 1960, se evidencia una primera sistematización de su pensamiento regionalista que se encuentra atravesado por cambios en las formas de sociabilidad intelectual, producto de una lenta pero continua profesionalización de los espacios dedicados al quehacer historiográfico catamarqueño. En ese contexto cobra importancia la llegada de profesores graduados en otras provincias para ocupar los puestos de docencia del Instituto Nacional de Profesorado. Bazán participa de la publicación de Árbol -Revista catamarqueña de cultura- y, hacia fines de la década, publica un primer ensayo titulado Las bases históricas del regionalismo cultural argentino. A lo largo del artículo, se analiza la trayectoria biográfica de Bazán y su pertenencia a un grupo de intelectuales denominado como la Generación del ´55. A partir de la red de relaciones que se gesta con otros intelectuales, nucleados en torno al Diario La Unión y la revista Árbol, intentaremos reconstruir la propuesta teórica de Armado Raúl Bazán.

Palabras clave: region; historia regional; Revista Árbol; Armando Raúl Bazán

Abtract:

The aim of this paper is to analyze the regionalist project of the historian Armando Raúl Bazán in a knot full of tensions and cultural re-configurations that took place in Catamarca since the middle of the 1940s. The period between the date of his arrival in Catamarca and the beginning of the 1960s, when he evidences a first systematization of his regionalist thought, is shaped by changes in the forms of intellectual sociability. This is the result of a slow but continuous professionalization of the spaces dedicated to the historiographic work in Catamarca, where the arrival of professors graduated in other provinces to occupy the teaching positions of the Instituto Nacional del Profesorado took an important role. It is at this conjuncture that Raúl Bazán participated in the publication of Árbol. Revista catamarqueña de cultura and, by the end of the decade, he published a first essay entitled Las bases historicas del regionalism cultural argentino. In its first section, the biographical trajectory of Bazán and his belonging to an intellectual group known as the ‘55 Generation are analyzed. It is within this network of relations and contacts with other intellectuals, grouped around the newspaper La Unión and the magazine Árbol, where Raúl Bazán would find the necessary supplies for the composition of his proposal, an aspect that will be analyzed in the last sections of this article.

Keywords: región; regional history; Revista Árbol; Armando Raúl Bazán

Introducción2

En 1986, Amando Raúl Bazán (Córdoba, 1925-Catamarca, 2019), al ser incorporado como miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, elige como tema de disertación: el papel jugado por el Noroeste argentino en el largo proceso de conformación de la nación argentina. En su discurso resuenan -además de un minucioso conocimiento de la realidad local de Catamarca y el NOA- un cúmulo de lecturas enmarcadas en el nacionalismo de los años ´30 y la recurrencia a diversos eventos históricos que identifica como los antecedentes de la formación de una conciencia regional noroestina. Esta insistencia en la importancia de la región como marco de análisis historiográfico jalona desde ángulos diversos toda la obra de Bazán y lo convierte, en los espacios historiográficos provinciales, en la punta de lanza de una historiografía preocupada por revisar los significados otorgados a la historia nacional como matriz de sentido en los momentos previos al giro regionalista de los años ´80 del siglo XX.

La extensa producción bibliográfica de Bazán se enmarca en un plan de largo aliento que intenta sustraer a las historiografías provinciales del ensimismamiento al que se encontraban sujetas al privilegiar como horizonte de análisis los límites provinciales (Bazán, 1996b). Su hipótesis central, defendida en diversos trabajos, postula que:

“mucho antes que existieran las categorías Nación y Estado-Nación, el actual territorio argentino estaba formado por regiones geo-históricas, pobladas por comunidades con perceptibles asimetrías en su desarrollo social y cultural” (Bazán, 1999, p. 108).

Es en el marco de esta inquietud que intenta reposicionar a las historiografías provinciales en el campo de la historia nacional, en el doble esfuerzo de adjudicarles el carácter de fundadoras de la crónica regional como un género distintivo y de matizar el juicio de la historiografía porteño-céntrica que, siguiendo el sistema clasificatorio establecido por Rómulo Carbia desde 1925, las consideraba un género menor en relación con las grandes escuelas historiográficas con sede en Buenos Aires o La Plata (Quiñonez, 2009).

La amplia y variada producción asentada en la renovación de los estudios regionales consideró la propuesta de Bazán como un enfoque perimido, concentrado en macrorregiones construidas bajo influjo de la geografía positivista y/o de las políticas desarrollistas implementadas en el país desde los años de 1960. Esta observación funcionó como una oclusión de tensiones hacia el interior de los procesos constitutivos del campo historiográfico en los espacios provinciales. Marcelo Marchionni señaló, en este sentido, que el recorte espacial establecido por Bazán como eje metodológico resultaba de una reivindicación de lo regional como “reducto de identidades que se podían contraponer a lo nacional, lo hegemónico y lo cosmopolita que provenía de Buenos Aires”, con la consecuente reificación historiográfica de la noción de “regiones históricamente construidas”. De este modo, existiría una relación entre estos planteos historiográficos y los planes de zonificación desarrollistas de la década de 1960, tratándose, más que de una propuesta superadora, de una operación de “corrimiento de la lente de observación y de la ubicación del relato histórico desde la nación o las provincias a la región, o sea la región histórica” (Marchionni, 2015, p. 269).

Dos problemas se encuentran en la matriz de este planteo: por un lado, una ligera asociación de las propuestas de historia regional que nos incumben con planificaciones posteriores y, por otro, una mirada que, a pesar de recuperar la tensión entre los desarrollos historiográficos “nacionales” y las historiografías “provinciales”, sitúa el problema en términos de centro-periferia como una relación relativamente mecánica. Ello adjudica la capacidad inventiva de las historias regionales a las políticas centralistas del Estado en una suerte de derrame teórico-historiográfico desde arriba hacia abajo, desde el centro a las periferias o desde lo político a lo historiográfico, descuidando los indicios de circularidad cultural entre los discursos identitarios provinciales y regionales y las construcciones metropolitanas de la identidad nacional. Como bien señala Ricardo Passolini, las periferias intelectuales no reproducen el centro de forma mimética, sino que tienen la capacidad de poner en juego elementos que las distinguen en su particularidad (2012, p. 14). Al decir de Ana Teresa Martínez, las redes de circulación en las que las prácticas de intelectuales de provincia cobran sentido, “pueden cruzarse, constituir circuitos y regiones de intercambio según lógicas diversas -que no siempre se articulan en la forma centro-periferia- y que hay que descubrir caso por caso” (2013, p. 173) 3.

El objetivo de este trabajo es analizar la propuesta de historia regional del proyecto bazaniano en un nudo de tensiones y reconfiguraciones culturales que se producen en Catamarca desde mediados de la década de 1940. El periodo comprendido entre la fecha de su arribo a San Fernando y el inicio de la década de 1960 -cuando es posible señalar una sistematización de su pensamiento regionalista- se encuentra atravesado por un cambio en las formas de sociabilidad intelectual, a raíz de una lenta pero continua profesionalización de los espacios dedicados al quehacer historiográfico catamarqueño. La ciudad asiste durante estos años a la llegada de profesores graduados en otras provincias para ocupar los puestos de docencia del Instituto Nacional de Profesorado. Este clima de intercambio intelectual abona el terreno para la aparición de dos publicaciones que nos interesan, Árbol. Revista catamarqueña de cultura y el ensayo de Bazán titulado Las bases históricas del regionalismo cultural argentino (en adelante Las Bases).4 Ambas constituyen momentos centrales en la propuesta de Bazán, donde las vinculaciones entre una y otra configuran una suerte de hendija que permite observar no solo los principales postulados de su regionalismo cultural sino también las disputas por posiciones de poder y reconocimiento intelectual.

El recorte propuesto persigue poner en tensión la existencia de temporalidades diferenciales que atraviesan la producción historiográfica. Como señala Martínez, es necesario insertar las intervenciones culturales de los intelectuales de provincia en acciones enunciativas “bifrontes”, es decir, dirigidas a la vez a espacios diversos, “entre la voluntad de decir algo que se entienda en el centro y la necesidad de hablar de y en el propio espacio” (2013, p. 178). En este sentido, fue necesario reconstruir, como primer paso, la trayectoria biográfica de Bazán y su pertenencia a un grupo de intelectuales denominado como la Generación del ´55.5 Es en esta red de relaciones con otros intelectuales, casi todos nucleados en torno al Diario La Unión y la revista Árbol, donde encontrará los insumos necesarios para la elaboración de su propuesta, aspecto que analizamos en los últimos apartados6.

La estrategia de analizar conjuntamente la aparición y circulación de la revista y la formalización temprana de su ideario mediante el ensayo de Las bases obedece a razones puntuales. Las revistas culturales permiten visualizar las tensiones del campo cultural y trazar itinerarios conexos entre trayectorias individuales y proyectos colectivos que inciden sobre lo estético, lo político y lo identitario en el proceso de modernización cultural (Beigel, 2003; Pita y Grillo, 2013). A diferencia de otros soportes materiales de circulación de las investigaciones históricas, como el libro o la monografía, la planificación y sostenimiento de una revista se hallan vinculados a una “necesidad de coyuntura”, apuntando a acciones de política cultural que requieren intervención en el corto plazo (Sarlo, 1992). Horacio Tarcus señala, por su parte, que las revistas culturales, al ser programáticas por definición, son “los vehículos privilegiados de los colectivos intelectuales para llevar a cabo sus estrategias de disputas hegemónicas” (2020, p. 21). Como proyectos surgidos en el ámbito de la provincianía, las revistas culturales regionales nos advierten sobre las redes de intercambio intelectual, sus discusiones y modos de auto-reconocimiento y legitimación vinculadas a un “modo de hacer” desde el interior que reclama una praxis política reivindicadora de lo local en lo regional, nacional y americano.7 Los intercambios y debates, en el contexto de la publicación de Árbol, nutren el juicio de Bazán sobre la región como el “universo de análisis” adecuado para analizar la formación de la Nación, idea que plasmará en la publicación de su ensayo al finalizar la década de 1950.8

Itinerarios de un intelectual de provincia

El transcurso de su niñez en Córdoba, el posterior traslado al interior de La Rioja y los avatares como alumno de los profesorados de historia en Catamarca y Buenos Aires trazan los rasgos más sobresalientes del perfil de Bazán como un historiador de provincia. Es en el vaivén entre unos espacios y otros donde forja y madura una mirada sobre la historia del interior atravesada por la balcanización y la insularidad. En su escritura resuena, en consecuencia, la conciencia de un lugar de enunciación doblemente periférico, en relación con Buenos Aires primero; y, luego, con la propia región del NOA, donde inscribe a Catamarca como una de las provincias menos favorecidas tras la transformación de Tucumán en un polo industrial complementario de la Pampa agropecuaria a raíz de la modernización de la agroindustria azucarera desde fines del siglo XIX.

Al finalizar sus estudios secundarios en La Rioja, y ante la imposibilidad de costear una estadía universitaria en Córdoba, Bazán permanece en la provincia desempeñándose en el ámbito judicial en un cargo menor como escribiente9. Su temprana pertenencia a la Acción Católica, donde se había desempeñado como delegado diocesano de aspirantes, lo conectan tempranamente con algunos hombres de influencia, como el historiador Guillermo Furlong, por entonces asesor nacional de la Juventud Católica. Sus aspiraciones a una carrera profesional lo llevan posteriormente a Catamarca, donde inicia estudios superiores en el Instituto Nacional del Profesorado en 1944.10 Es en este espacio donde construye vínculos estrechos con referentes de la cultura local que luego sabrá aprovechar con eficacia, como los profesores de matemática Hellmut Renato Völker, Werner Schiller y Diego Mackinon, los literatos Federico Emiliano Pais, Emilio Carilla y Juan Carlos Ghiano, y el filósofo Norberto Rodríguez Bustamante. Algunos de estos intelectuales ocuparán años más tarde posiciones de importancia en instituciones de gestión cultural o educativa. Se trata, en su mayoría, de docentes titulados fuera de Catamarca, que acceden a sus cargos mediante concursos de prueba y oposición de antecedentes bajo la órbita del profesorado de Buenos Aires (Bazán, 2001, p. 38).

Durante el tercer año de cursado, en 1946, por una serie de limitaciones económicas se traslada a Buenos Aires, donde es designado como auxiliar de Juzgado. La migración a la capital en busca de mejores condiciones laborales se presenta, no obstante, como la posibilidad de continuar con sus estudios en el Instituto del Profesorado Joaquín V. González, una de las instituciones centrales de formación de profesores del país. Este es su primer acercamiento y contacto con historiadores como Emilio Ravignani, Diego Luís Molinari, José Luís Busaniche y Andrés Allende, con quienes toma algunas de sus clases o escucha sus disertaciones, en el marco de las reuniones que la Academia Nacional de la Historia celebra en el Museo Mitre. Finaliza allí sus estudios en 1948.

Sin el capital social suficiente para insertarse laboralmente en Buenos Aires, Bazán retorna a Catamarca en 1951, a sus veintiséis años, priorizando un espacio en donde su titulación le proporciona mayor prestigio y permite balancear su condición de graduado reciente con una casi nula experiencia en el campo laboral de la docencia. La competitividad existente en Buenos Aires requiere en aquel momento, para un provinciano como él, contar con un “padrinazgo político” del que carecía (Bazán, 2001, p. 51). Es consciente, en efecto, que el rendimiento social y económico de su titulación dependía de poder contar con capital social heredado que funcionara como un respaldo, y es allí donde el alcance de sus redes se muestra insuficiente, pese a las relaciones con otros provincianos que mantiene en Buenos Aires.

No obstante, las relaciones construidas en el Instituto Nacional del Profesorado en su primer paso por Catamarca resultan redituables. En 1951, por gestiones de Renato Völquer, inspector técnico de la Dirección Nacional de Enseñanza Media y Superior, es designado secretario del Instituto, además de cubrir las plazas docentes de Historia argentina e Historia de Grecia. Tan sólo un año después, tras la asunción del católico y tradicionalista Armando Casas Nóblega como gobernador de la provincia11, en el contexto del primer peronismo, Bazán es designado Director de cultura (1953-1955). Sin dudas, juega acá un rol central su pertenencia a la Acción Católica y el plan de gestión implementado por Casas Nóblega, quien incorpora como parte de su equipo a reconocidos intelectuales del espacio catamarqueño, aún sin que detenten una adscripción clara al peronismo (Navarro e Ibáñez, 2014), tal el caso de Bazán, vinculado al Partido Demócrata Cristiano (Bazán, 2001, p. 83).12

El periodo que se abre a partir de acá resulta decisivo. En el mismo año, por proposición del doctor Alfonso M. de la Vega y el plesbítero Ramón Rosa Olmos, es incorporado a la Junta de Estudios Históricos de Catamarca. Sus energías se depositan entonces en la conformación y sostenimiento del grupo de intelectuales consagrados a la gestión cultural con los que afianza una relación de pares. Esta agrupación auto adscribe a la Generación del ´55, un grupo polifacético de intelectuales y artistas constituido por referentes consolidados de la cultura local y jóvenes recientemente egresados, en quienes recae la dinamización cultural del grupo. La configuración ocupacional de sus miembros permite a estos jóvenes la apropiación de los medios necesarios para llegar a espacios culturales monopolizados por intelectuales de mayor raigambre en la ciudad, sobre todo a través de las páginas y las actividades culturales del diario católico La Unión, bajo administración de Ramón Rosa Olmos y Arturo Melo. La sede del periódico se configura en el ámbito por excelencia de las discusiones y publicaciones del grupo, frecuentada por intelectuales y artistas como Federico Pais y Roberto Enrique Gray, el folklorólogo Carlos Villafuerte, el educador Antonio Salonia y el plástico tucumano Alfredo Gramajo Gutiérrez (Bazán, 2001, p. 112).13 En el mismo periodo en que Bazán ejerce como director de cultura, Pais ocupa la dirección del Museo de Bellas Artes y Gray la del Cine-Teatro Catamarca. A este proceso se suma desde 1953 una reorganización de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca, que incursiona en ciclos de conferencias anuales, afianza la vinculación con investigadores de otros espacios y consolida la organización de congresos y jornadas, donde se destacan nuevos investigadores formados en las universidades.14

El proyecto editorial de Árbol. Una voz para romper con la soledad del interior

Durante el ejercicio de su cargo como director de cultura, Bazán impulsa inicialmente la publicación de la revista Meridiano 6615, que circula entre 1954 y 1955 y constituye un antecedente de Árbol. Ambas revistas apuntan a movilizar las discusiones e intervenciones sobre el espacio cultural de la provincia y establecer un ámbito de socialización de las producciones de la generación del ´55. Entre los meses de septiembre de 1955 y agosto de 1956, Árbol publica seis números en los talleres gráficos del diario La Unión, bajo la responsabilidad de Arturo Calixto Melo, Ramón Rosa Olmos, Federico Pais y el propio Bazán. La publicación se sostiene con los auspicios del rubro comercial y profesional de Catamarca y se distribuye mediante suscripción anual o compras unitarias. De forma paralela, se realizan impresiones de diferentes libros de autores pertenecientes al grupo o cercanos, los que se comercializan en el mismo local del diario y se promocionan a través de la revista bajo el título de “Publicaciones catamarqueñas”.16

Siguiendo la búsqueda de un meridiano catamarqueño que permita sopesar la dimensión de la identidad provincial como parte constitutiva de la nacionalidad argentina17, Árbol propone, en conjunto, una relación casi simbiótica entre paisaje e identidad, en sintonía con el pensamiento ensayístico nacionalista de intelectuales como Ricardo Rojas, Orestes Di Lullo y Bernardo Canal Feijóo (Farberman, 2010). Es en la búsqueda de esa conciencia regionalista que la labor de los intelectuales asume el carácter de una interrelación entre formas de identificación, agencia y política, elementos que permiten -como señala Stuart Hall- que los sujetos y las prácticas discursivas se re-articulen suturando diferencias mediante la puesta en práctica de discursos, marcaciones, ratificaciones de límites simbólicos y la producción de “efectos de frontera” (2003, p. 18). Las páginas de Árbol y las notas firmadas por sus miembros producen, en este sentido, categorías identitarias elaboradas al calor de los conflictos y las negociaciones con agentes del propio ámbito provinciano, otras ciudades del interior y la metrópoli.

Las incidencias del trabajo intelectual en un entorno cultural como el catamarqueño constituyen para los editores un problema de primer orden. Una de las figuras centrales de la revista, además de Bazán, es Federico Emiliano Pais (Entre Ríos, 1920-Catamarca, 1995), formado en el Instituto Superior del Profesorado de Entre Ríos y radicado en Catamarca desde 1954. Con una profunda formación literaria y posicionamientos políticos e intelectuales afines, los préstamos e influencias entre este y Bazán resultan notorios. Pais describe la situación de aislamiento de las provincias del interior como “un espeso caldo de distancia de obstinado silencio”18, no sólo con relación a Buenos Aires, sino también entre los intelectuales del propio entorno provincial y regional. Para el entrerriano, la consecuencia inmediata del aislamiento sostenido que recae sobre la provincia resulta en una falta de “horizontes” y una sobrevaloración de lo producido en las provincias, acostumbradas a analizar “todas las cosas que realmente importan a través de la lupa invertida de nuestro chiquito mundo provinciano”.19 Se trata, en definitiva, por un lado, de hacer frente con la revista a los dos bornes de una polaridad entendida en términos funcionales -no dicotómicos- donde el interior aportaría a la conciencia nacional una carga de “mayor consistencia” y la metrópoli la necesaria amplitud que el grupo reclama para el espacio cultural y político catamarqueño.20 En este sentido, la mirada de Árbol reposa atentamente sobre el proceso de recambio generacional del mundo de las letras que se produce no sólo en el espacio regional del NOA, sino también en Buenos Aires, sobre todo a partir del seguimiento del grupo Contorno.21

Este posicionamiento crítico sobre la producción cultural constituye la base de la auto adscripción de los integrantes de Árbol a la llamada Generación del ´55. En el número 3-4, la revista define “generación” como un “grupo de escritores y pensadores formados sobre un caudal cultural más o menos común y, sobre todo, madurados por problemas similares”.22 Ello implica la existencia de un “tono generacional” que Federico País visualiza desde inicios de los ´50, originado en la presencia en una época, donde la Revolución del ´55 constituye una fecha de quiebre que habilita “cierto reordenamiento de filas”. En este panorama, considera que los intelectuales de provincia se encuentran en una posición favorable para el análisis crítico mediado por la distancia geográfica y la temporal, a las que equipara23. La nueva generación de intelectuales es, para Pais, poderosa y original en tanto hace del ensayo y de la novela una posibilidad de acercamiento a la sociedad en un sentido político, excediendo el plano de lo literario para definirse como una “preocupación cultural total”. Es en el pasado donde esa generación reconoce su materia prima para sostener un programa de construcción de lo nacional, apelando a un “denso bagaje técnico-cultural”.24

Para Bazán, por su parte, en el ámbito de la producción historiográfica, la Generación del ´55 se encuentra anclada entre dos eventos significativos, el Congreso Nacional de Historia Argentina, celebrado en 1953 en Santiago del Estero, y el Primer Congreso de Historia de Catamarca, llevado a cabo en la ciudad homónima en 1958, destinados a conmemorar el IV centenario de la fundación de ambas ciudades. Los rasgos comunes que distinguen a esa generación de su entorno cultural -dirá en estudios posteriores- se resumen en una presencia mayoritaria de graduados universitarios con formación especializada, dedicación al ejercicio de la docencia en institutos superiores y universidades, el predominio de aportes monográficos y la ampliación de los estudios a temáticas sociales y económicas, aunque con una preeminencia todavía papable de temas políticos-institucionales y culturales y un vuelco significativo hacia un “revisionismo del interior” que termina de tomar forma al promediar la década de 1960, como rechazo a toda forma de hegemonía impuesta a las provincias desde Buenos Aires (Bazán, 2000, p. 86).

Las revistas culturales significan en este sentido, para los editores de Árbol, la posibilidad de rechazar “espejos de pedantería” y “juegos de ingenio”, trasvasar la correspondencia erudita y la preponderancia del libro, mediante un lenguaje “auténtico”, “sencillo” y “sincero”, garante de formas de comunicación ampliadas y de la integración regional25. Para Bazán, esta situación debía analizarse en el marco de la relación entre información, creación cultural, mundo intelectual y reducción del analfabetismo, cuestionando en qué medida, en el contexto emergente de la saturación del papel impreso en Occidente, el caudal informativo expresado en diarios, periódicos y revistas contribuía efectivamente a la cimentación intelectual del hombre contemporáneo. Con un diagnóstico pesimista, sostiene que el exceso de información impresa funciona como un “narcótico de la inteligencia”, paralizando “las funciones mentales que permiten al hombre elaborar esos materiales y convertirlos en bagaje cultural”.26 Esta situación implica, para Bazán, la existencia de “hombres informados, incluso eruditos, pero no hombres cultos”, síntoma de un siglo en crisis de grandes individualidades, que se ubica en una distancia estructural con relación a los hombres de las generaciones del ´37, del ´53 o del ´80.27

¿Pero cuál es el rango efectivo de circulación que alcanza la revista? ¿Es factible ponderar al proyecto como un elemento dinamizador de las relaciones con intelectuales de otras provincias? Si los datos resultan aún insuficientes para tipificar su funcionamiento como parte de una red revisteril de circulación regional, algunos indicios permiten establecer puntos de contacto. Uno de ellos es la información publicada por la propia revista, donde se transcribe parte de la correspondencia que los editores mantienen con sujetos de las provincias vecinas y con algunas personalidades de Buenos Aires, incluidas otras publicaciones de características similares a las de Árbol. Ese circuito de comunicaciones se enlaza con espacios donde la presencia católica es significativa, por la misma naturaleza del lugar en donde la publicación se gestiona y por la pertenencia institucional de algunos de sus miembros.

Durante los seis números publicados, la revista alcanza -dejando de lado canales menos formales de distribución- a catedráticos de la Universidad Nacional de Tucumán, intelectuales de Buenos Aires y a periódicos y revistas de otras provincias, como La Gaceta de Tucumán, Norte Argentino y Argentina Cristiana de Córdoba. Un artículo publicado en el quinto número, bajo el título de “Revistas del interior”, subraya la importancia de proyectos editoriales de este tipo en lo que podría considerarse un verdadero “florecer de revistas culturales en el tradicionalmente apático, en el supuestamente dormido, en el casi siempre mudo interior”28. El listado incluye a Tarja, de San Salvador de Jujuy; a Mediterránea y Argentina Cristiana, de Córdoba; a Vertical, de Río Cuarto y a Dimensión, de Santiago del Estero. Es así como el cordobés Manuel Gonzalo Casas, profesor de filosofía radicado en Tucumán, que será luego colaborador de la revista, expresa su regocijo tras el primer número de Árbol, considerando que se sumaba a “la empresa de una cultura nacional pensada desde el interior”. La carta, que incluye un tono afectuoso hacia Bazán, Pais y Olmos, refiere a la existencia de un diálogo sostenido con Catamarca y la posibilidad -a partir del impulso de la revista- de concretar proyectos inconclusos: “quizá ahora que las cosas van a quedar claras, podamos reunir a aquel grupo de gente que hablamos”.29 El dato no es menor, ya que el filósofo forma parte, junto a Manuel García Soriano y Miguel Herrera Figueroa, del equipo de trabajo de la revista Norte Argentino, de tendencia católica integrista y adherente a las políticas de Perón, que se publica desde 1942. El intercambio con Norte Argentino es tal que, en el segundo número de Árbol, Miguel Herrera Figueroa -quien se desempeña como profesor en el Instituto de Sociografía y planificación de la Universidad Nacional de Tucumán- participa con unas “Anotaciones para una sociología de Tucumán”30, artículo que es rebatido tenazmente en el último número, aparecido en 1956, por el historiador Manuel Lizondo Borda, trasladando una contienda del espacio tucumano al entorno de la revista catamarqueña.31

El proyecto de publicación de Árbol se gesta, en efecto, en un contexto de posibilidades habilitado en el espacio regional desde mucho tiempo atrás y del que la provincia no permanece ajena. Existen en Catamarca, desde los años 30, publicaciones como las católicas Ultra, del Centro Católico de estudiantes; Cátedra e Ideales, ambas de la Juventud Antoniana; Azul (1917-1937), de los alumnos del Colegio Nacional; Educación, del Consejo General de Educación; Ariadna, del Centro de Estudiantes del Instituto Nacional del Profesorado y Sugestiones (1949-1950), además de la ya mencionada Meridiano 66 (Rosa Olmos, 1965, 197). Es factible acá incluir la creación de Árbol y los circuitos de distribución mediante los cuales se difunde, en un intento sostenido de los intelectuales del NOA por generar canales de producción cultural en comunión con otros centros regionales prestigiosos, que garanticen “cierta universalidad moderna”, sin depender exclusivamente de la legitimidad otorgada por los circuitos de Buenos Aires, como observan, v.g. Alejandra Mailhe sobre la Revista La Brasa de Santiago del Estero en el periodo 1927-1928 y Soledad Martínez Zuccardi, sobre las revistas tucumanas editadas entre 1904 y 1944.

La revista aspira a incidir en una sociedad con elevados índices de analfabetismo (18,2%). El diagnóstico de los editorialistas de la revista y de la sección Miscelánea del diario La Unión señala la escasa densidad poblacional de la provincia como una de las causas del atraso material y cultural. Este dato es relevante, ya que el marcado tradicionalismo de la ciudad y la corta vida de las instituciones locales formadoras de profesionales implican que muchos de los intelectuales con presencia en el espacio social catamarqueño hayan estudiado fuera de la provincia. Desde la apertura del profesorado, en 1943, el Litoral y Buenos Aires funcionan como centros irradiadores de profesores que son -al menos en un principio- observados con recelo por sus ideas “vanguardistas”, según informaba el diario La Unión (Trettel de Varela & De la Orden de Peracca, 2006, 25).32 De esta suerte de brecha entre quienes, para Bazán, blanden la actividad cultural como “falso oropel” para intensificar así su capital relacional, vanidad localista que busca alivianar la “desidia presente” mediante las “glorias pasadas”, la revista se hace eco en diferentes oportunidades.33

Las bases históricas del regionalismo cultural

Las discusiones generadas hacia el interior de la Generación del 55, tanto en las páginas del diario La Unión como en Árbol, y el intercambio con otros intelectuales, principalmente de Santiago del Estero y Tucumán, permiten a Bazán concretar una primera sistematización de sus ideas en torno a la región histórica en un escrito que aparece en 1959. Ese año es invitado a disertar en el II Congreso Nacional de Bibliotecas Populares que se realiza en Catamarca. En el marco del pedido de los organizadores de abordar el tema de “la cultura regional”, elige para su conferencia el título de “Las bases históricas del regionalismo cultural argentino”, la que será impresa por la editorial La Unión ese mismo año, en forma de separata, posiblemente para una circulación durante el evento. Para ese entonces, luego de oficiar ad-honorem como redactor de la crónica cultural, Bazán se desempeña como editorialista del diario, concentrándose en los asuntos políticos y económicos provinciales y nacionales (Bazán, 2001, p. 110)

En el ensayo sobre Las bases, Bazán reúne un conjunto de proposiciones donde el impacto de las lecturas regionalistas que venimos mencionando es evidente. Esta sobreutilización de la ensayística nacionalista, lejos de restar importancia al escrito, permite sopesar el tejido conectivo en el que fermenta su intento de articular históricamente la identidad nacional con las particularidades regionales en procura de un federalismo posible y auscultar el carácter dialógico de su mirada sobre la región del noroeste desde la provincia de Catamarca. Si los primeros ensayos de Bazán no esbozan una teoría original del origen de la diversidad cultural argentina, posee el mérito de reforzar en esta propuesta la importancia de la temporalidad, para explicar en términos históricos la existencia de diversidades culturales hacia el interior del país; al tiempo que devela una toma de posición sobre la relación entre Buenos Aires y las provincias del interior y la configuración del NOA como una región a la que -pasados los años- presentará como el arquetipo de región histórica:

La realidad cultural argentina se manifiesta no como un fenómeno uniforme sino por el contrario como un fenómeno de diversidad y de diferenciación de perspectivas y de acentos. Existen distintas áreas culturales cada una de las cuales tiene su propia personalidad. La tarea que debemos acometer primero, para interpretarla, es caer en cuenta de esa diversidad; lo segundo, integrar una cultura nacional en cuya esfera se compaginen armoniosamente esas diversas facetas y matices .La realidad social de cada zona, amasada durante el proceso de nuestra formación, lo ha querido así (Bazán, 1959, p. 17).

Los interrogantes que atraviesan la producción temprana de Bazán giran efectivamente en torno al problema de una cultura regional diferenciada y al mismo tiempo integrada a la cultura nacional y la posibilidad de establecer una tipología de los “factores” sobre los que se levantaba ese “organismo de fisonomía diversa” que articulaba armoniosamente “las partes en función del todo”. Los determinantes que permiten identificar los rasgos culturales de una región son, en su propuesta, los factores étnicos, lingüísticos, sociales y geográficos, que en conjunto determinarían “matices, gradaciones y acentos diversos”. Cada región geográfica es así una región humana diversa de otras, diferencias que “se asientan no solo en cadencias distintas del habla sino en particularidades anímicas y sociales, en un sistema de preferencias y en una manera de entender la vida” (Bazán, 1959, p. 6).

Esa acentuada diversificación topológica del país se explica, en este marco, solamente mediante una historización de la configuración de la estructura social argentina en el tiempo, es decir mediante su historia. Es acá donde Bazán establece una periodización que funge de marco explicativo de la diversidad cultural y del surgimiento de un regionalismo cultural noroestino. El momento fundante de la formación de la estructura social argentina queda así asentada en el periodo colonial -como ya habían propuesto Rojas, Canal Feijóo y Di Lullo-, habilitando un marco adecuado para una “perfecta asimilación” y una “perfecta fusión de sangres” de los componentes hispánico, indígena y negro que darían como resultado el surgimiento de la sociedad criolla, entidad étnico-social de raigambre hispánica en donde se deposita el arraigo prolongado de una “cepa hispánica” como marca distintiva de la identidad americana (Bazán, 1959, p. 7). Esta mixtura étnica y cultural arrojaba como resultado una “entidad social coherente vertebrada en función de sentimientos y de ideas comunes” (Bazán, 1959, 8), que sólo será trastocada luego de la Batalla de Caseros en 1852, con la consecuente entronización de una carta constitucional contraria a los intereses del interior y el desarrollo de las guerras civiles que implican una fractura política, aunque no cultural. Los hombres del 53 acometen luego la tarea de construir la Argentina, en una “fiebre progresista”, con su política de poblamiento y la llegada del “gringo” como nuevo ingrediente étnico-social, “de cuya amalgama con el criollo debía formarse la Argentina del futuro” (Bazán,1959, p. 10).

En este proceso, las provincias del NOA habrían quedado fuera de esta política que favorecía al litoral y a algunas provincias como Córdoba y Chaco, en detrimento de las economías del noroeste. En este contexto, el “gringo” es portador de ciertos valores económicos y sociales, tradiciones, costumbres y usos que lo hacen diferente, mientras el hombre del noroeste mantiene la cepa hispánica que lo caracteriza y que se preserva -paradojalmente- gracias a ese asilamiento que condena al interior:

Creemos dejar así explicadas las diferencias de idiosincrasia de los habitantes de cada región argentina. Una cultura de tipo aluvional en el litoral, que nutre sus raíces en el considerable aporte migratorio y sensible a los estímulos que llegan del extranjero. No ocurre lo mismo aquí en el interior, y de modo singular en el noroeste. Nuestras provincias mediterráneas viven todavía en un relativo aislamiento; el oleaje que golpea en las playas del Río de la Plata se quiebra en sucesivas etapas antes de humedecer nuestra tierra. Y si a esto se agregan los factores sociales representados por una composición étnica homogénea, donde persisten fuertemente los elementos hispánicos, llegamos a la conclusión de que nuestra cultura tiene un sello profundamente tradicional (Bazán, 1959, pp. 16-19).

Efectivamente, si bien la Catamarca que observa Bazán asiste, desde fines del siglo XIX, a la afluencia de algunos contingentes de inmigrantes (españoles, italianos, sirio-libaneses, israelitas), el porcentaje radicado en la provincia es reducido. Hacia 1914 sólo un 2% de la población es de origen extranjero -española, italiana y árabe- sobre un total de 100 mil habitantes. Durante los años 40 llegan otros contingentes de italianos y judíos, pero sin representar un crecimiento significativo con relación a otras provincias (Bazán, 2012, p. 29). Los datos recuperados por José Ariza sobre los indicadores cuantitativos de urbanización, alfabetización, movilización geográfica y social, elaborados a partir del censo de 1942, señalan un total de 147.213 habitantes, de los que 47.302 (32,13%) se ubican en el ámbito urbano y 99.911 (67,87%) en el rural. De ese total, 1859 personas son de origen extranjero (1,26%), de los cuales sólo 756 se ubican en la capital de la provincia (Ariza, 2006).

El contexto de emergencia de la lectura regionalista de Bazán tiene además como entretelón la confluencia de una serie de factores que resultan decisivos para la generación del ´55. En primer lugar, debe remarcarse la existencia de la tradición de estudios políticos, ensayísticos, sociológicos y literarios enfocados en el noroeste, al menos desde la primera década del siglo XX, tanto en el pensamiento político de las elites regionales (Fleitas, 2000), como en las obras de Juan B. Terán, Ricardo Rojas, Alfredo Coviello y Bernardo Canal Feijóo, que mencionamos más arriba (Martínez, 2012; Farberman, 2010; Martínez Zuccardi, 2007). En segundo lugar, debemos considerar los impulsos regionalistas generados por instituciones como el Instituto Permanente de Planificación integral del noroeste argentino y la organización del Primer Congreso del PINOA de 1946 en Santiago del Estero y el Segundo Congreso de 1950 en Salta, donde las ideas de región y planificación territorial constituyen -al decir de Ana Teresa Martínez- un momento de apertura de posibilidades para la imaginación territorial, en el marco de la planificación como un paradigma modernizador en la Argentina (Pantaleón, 2005; Pereira, 2014-2015; Martínez, 2016). El contacto que la revista mantiene con intelectuales como Figueroa Herrera es un indicio claro de esta conexión.

Pero además de las lecturas a las que acude Bazán, hay en su propuesta un diálogo directo con el presente y con el proceso histórico más inmediato en que observa esa marginación de las provincias que posee una larga data.34 La generación del ´55 participa, en este sentido, de un clima de época donde la discusión sobre el rol de los intelectuales en los procesos de cambio es importante. La Comisión de extensión del Instituto Nacional del Profesorado organiza, desde los años 40, diversas actividades con invitados externos, muchos de ellos radicados en Tucumán.35 Una visita en particular, la de Bernardo Canal Feijóo, en el marco del segundo aniversario del Instituto en 1945, parece marcar a Bazán en forma particular.

La conjunción de los planos histórico y geográfico propuesta por el santiagueño impacta sobre su mirada y abre nuevas claves para repensar la historia de las provincias desde un enfoque regional. Una de las ideas centrales de Feijóo retomadas por Bazán es justamente la frustración del destino del país como Nación y la insularidad de las provincias subsumidas en el retraso económico y cultural. En aquella ocasión Canal Feijóo diserta para los catamarqueños sobre Los problemas del pueblo y de la estructura en el Norte argentino, conferencia que es publicada por el Instituto del profesorado en el mismo año. En septiembre, con la aparición del primer número de Árbol y de la sección El Escrutinio de la Librería, Pais reseña extensamente el libro Confines de Occidente. La elección no es azarosa, ya que se presenta como una lectura programática para el abordaje de las problemáticas culturales locales, nacionales y americanas. La reseña -elogiosa en muchos aspectos- recupera como “incitaciones” centrales de Canal Feijóo tres líneas de acción: la necesidad de “un arsenal teórico menos europeo” y funcional a una lectura de y desde América, sólo posible desde una mirada regional; la necesidad de una “ósmosis” entre pueblo e intelectuales y la necesidad de una intercomunicación más estrecha entre los hombres del interior de la Argentina mediterránea, los del litoral y principalmente los de Buenos Aires. Catamarca se piensa, en este sentido, como la provincia con una “instancia más netamente americana”, reflejada en su psicología regional, reconocible en su “raza sufrida” y en su condición de víctima del “gran codo histórico” en el que queda marginada del progreso planteado por el modelo agroexportador.36

El diagnóstico de Bazán sobre la situación de Catamarca en el desigual reparto regional es conocido: la provincia configura para él una parcela territorial de una unidad más amplia que es la región del Noroeste, con la que Catamarca comparte una comunidad de origen, una estructura étnico cultural homogénea, problemas compartidos y un destino común. Tras siglos de integración regional, el ferrocarril había creado una “nueva frontera interior”, modificando los ejes de circulación económica y tornando a Buenos Aires como el gran epicentro de la vida nacional. Esto habría provocado una “desarticulación interna” y un desarraigo de las tradicionales conexiones con Bolivia y Chile. El tendido férreo habría significado, además, un aprisionamiento del NOA, salvo para la economía de Tucumán. La región pasaría así a ser consumidora de las manufacturas introducidas por el ferrocarril, deprimiéndose las industrias y artesanías locales, con la consecuente pérdida del “comportamiento regional” y un efecto de “insularización” de las provincias dentro de sus límites políticos y de una ficción federalista (Bazán, 1996, pp. 376-378). Esta sensación de doble marginación, por parte de la capital del país y de Tucumán como espacios privilegiados, se verá alimentada en 1958 por el conflicto desatado con la Universidad Nacional de Tucumán en torno al distrito minero de Agua de Dionisio, ubicado en jurisdicción de Catamarca, percibido por los diarios locales, los partidos políticos, los gremios, asociaciones profesionales y estudiantes, como un claro atropello por parte de la universidad tucumana (Bazán, 2012, p. 65). La participación del diario La Unión y del partido Democracia Cristiana en este conflicto es central. Ariza sostiene que las editoriales y noticias publicadas por el diario activan los mecanismos necesarios para acrecentar la tensión y hacer estallar el conflicto, jornada de manifestaciones y huelgas que se conoce como el Farallonazo (24 de marzo de 1958). Un temprano pronunciamiento del partido, que circuló mediante un parte de prensa, firmado por Bazán y Ramón Bonaterra, rechazaba de lleno cualquier sesión de derechos a favor de la Universidad Nacional de Tucumán (Ariza, 2017).

El regionalismo significa para Bazán y la Generación del ´55, en este contexto, la posibilidad de trascender la pasividad cultural y política, estableciendo como eje programático la “proyección” intelectual sobre el medio. Ello debería lograrse mediante esa ósmosis entre pueblo e intelectualidad, señalada por Canal Feijóo, tanto en el terreno espiritual como en el económico. El perfil participante de la Generación del 55 cubre así flancos diversos que apuntan a sacar a Catamarca del letargo económico y cultural en el que se encuentra, con una lectura crítica y anclada en el presente.37

Conclusiones

El análisis de la densa trama de relaciones sociales que envuelve y penetra la producción de Bazán y de la generación del ´55 en el corto periodo analizado nos posiciona en un puntapié inicial para establecer algunas conclusiones y elaborar desde allí nuevos interrogantes. Analizar el trabajo intelectual a partir de la conformación de grupos de pertenencia y de espacios -institucionalizados o no- dedicados al quehacer cultural e intelectual, permite observar a los agentes que analizamos como parte de un proceso, movilizados en una geografía más amplia que el reducto local desde donde generan sus escritos y en el contexto concreto de actividades colectivas, de grupo o incluso de “generación”, como querían Pais y Bazán. Esta constatación -obvia, por lo demás- resulta de importancia para un análisis historiográfico en perspectiva regional.

Las formas en que se construye la región del NOA como universo de análisis para los hombres de la generación del ´55 poseen en sí mismas una condensación regional -esto es, una representación que aúna varias cadenas asociativas, en la intersección de las cuales se encuentra la posibilidad de una conciencia regional y un accionar regionalista- que se impone en el horizonte de posibilidades de la modernidad cultural en las provincias del interior, trastocada por marginalidades múltiples, palpables de forma concreta en lo económico, lo político y lo estético-cultural. La contundencia de la cuestión regional en el quehacer cotidiano de la intelectualidad provinciana delimita una representación territorialista de la región, hasta configurarse en el visor desde el cual encuadrar la realidad político-cultural de la que estos intelectuales forman parte.

Queda claro que estas propuestas de regionalización no pueden reducirse a intentos fallidos de superar la escala provincial en los análisis historiográficos, de sólo posicionar a las historias provinciales de cara a las historias nacionales o como resultado mecánico de la influencia excesiva de las políticas estatales de zonificación de los años ´60, si bien todos estos elementos se encuentran presentes. La labor de los intelectuales de provincia opera -como es posible advertir en el caso de Bazán- en escalas variables, en algunos casos de forma más restringida y en otros con una mayor movilidad, por espacios diversos que es necesario contextualizar y en íntima relación con otros intelectuales y otros espacios de producción. La revista Árbol, en esta perspectiva, brinda claves significativas para la reconstrucción de estos procesos sin perder de vista lo que los actores hacen, es decir sin apartar de la observación las estrategias que despliegan en los intersticios dejados por la tensión siempre presente entre la construcción nacional de la alteridad y la réplica de los espacios periféricos que construyen la diferencia también desde las provincias y regiones. Clivaje este que se encuentra con otro de igual importancia que tiene que ver con los cambios que se producen al transitar desde formas de sociabilidad cultural de viejo cuño a instancias de producción institucionalizadas y profesionalizadas, con ritmos diferentes y en contextos específicos.

Las aún embrionarias ideas de Bazán en torno a lo regional, esgrimidas en Las bases, irán madurando con los años y en procesos que es necesario profundizar. Muchos de sus planteos resuenan como un eco lejano en su conferencia de incorporación como miembro de número de la Academia Nacional de la Historia que mencionamos al inicio de este artículo. “La historia no avanza con lamentaciones y la nostalgia es un bello tema para la poesía”, decía casi musitando en la memoria el cierre de su opúsculo de 1959. Remarcaba allí que la cultura se nutre de los jugos de la tradición y que el pasado es una voz que habla para alentar el quehacer intelectual, la investigación histórica y toda manifestación cultural. Y si alguien podía decir que “ese predominio del pasado ejerce una influencia enervante o paralizante respecto de las posibilidades de progreso”, lo cierto es -Para Bazán- que la historia reserva un papel de importancia para las viejas provincias, portadoras de un mensaje para el país en su conjunto: que el destino cultural del pueblo “no se habrá de amasar únicamente con ingredientes alóctonos de presente y de futuro, sino también con los jugos nutricios que nos vienen del pasado y que nos conectan con la fisonomía primigenia del país” (Bazán, 1959, p. 20).

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Recibido: 26 de Mayo de 2021; Aprobado: 21 de Marzo de 2022

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