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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.24 no.40 Santiago del Estero jan. 2023  Epub 01-Jan-2023

 

Artículos

Mutaciones socio-técnicas y extensión de la forma-emprendimiento en el capitalismo actual. Repensar las formas de apropiación y creación de valor a partir de casos específicos

Socio-technical mutations and entrepreneurship-form extension in current capitalism. Rethinking the forms of appropriation and creation of value based on specific cases

Mutações sociotécnicas e extensão da forma-empreendedorismo no capitalismo atual. Repensar as formas de apropriação e criação de valor a partir de casos específicos

Susana R. PRESTA*  *b 

José GIAVEDONI**  **b 

* Doctora en Antropología. Investigadora Adjunta CONICET

*b Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: spresta@hotmail.com

** Doctor en Ciencias Políticas. Investigador Adjunto CONICET

**bInstituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencia Política y RRII, Universidad Nacional de Rosario. Correo electrónico: josegiavedoni@hotmail.com

RESUMEN

En el marco de las transformaciones socio-productivas en el capitalismo global, el objetivo del presente trabajo es dar cuenta de la emergencia de lo que hemos llamado forma-emprendimiento que tiende a desplazar, o bien yuxtaponerse, a la forma-salario. La forma-emprendimiento se vincula funcionalmente a los procesos de acumulación de capital, a través de lo que llamamos plusvalía indirecta, que expresa la transferencia de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo y, en un sentido amplio, de reproducción de la vida, hacia cada unidad productiva o individuo. Así, el presente artículo se propone plantear algunas reflexiones teóricas sobre las formas de gobierno de la fuerza de trabajo en el capitalismo actual. Metodológicamente, el artículo se ancla en una serie de reflexiones teóricas derivadas de resultados de trabajos de campo previos y actuales (emprendimientos socio comunitarios y cooperativas ubicadas en las provincias argentinas de Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires), articuladas con el análisis de documentos de organismos internacionales, como también, de la Escuela Austríaca (una de las principales vertientes del neoliberalismo).

Palabras Clave: Mutaciones socio-técnicas; capitalismo; neoliberalismo; forma-emprendimiento, plusvalía indirecta

ABSTRACT

Within the framework of global capitalism’s socio-productive transformations, the aim of this paper is to account for the emergence of what we have called the entrepreneurial-form that tends to displace, or even juxtapose, the wage-form. The entrepreneurship-form is functionally linked to processes of capital accumulation, through what we call indirect surplus value, which expresses the transfer of the costs of reproduction of the labor force (and, in a broad sense, of reproduction of life) to each productive unit or individual. Thus, this article intends to offer some theoretical considerations on the forms of governing the labor force in today's capitalism. Methodologically, the article is anchored in a series of theoretical insights derived from the results of previous and current fieldwork (socio-community enterprises and cooperatives located in the Argentine provinces of Córdoba, Entre Ríos and Buenos Aires), articulated with the analysis of documents from international organizations, as well as from the Austrian School (one of the main schools of neoliberalism).

Keywords: Socio-technical mutations; capitalism; neoliberalism; entrepreneurial-form; indirect surplus value

RESUMO

No contexto das transformações sócio-produtivas no capitalismo global, o objetivo deste artigo é dar conta do surgimento daquilo que chamamos forma-empreendedorismo que tende a deslocar, ou mesmo justapor, a forma-salário. A forma-empreendedorismo está funcionalmente ligada aos processos de acumulação de capital, por meio do que chamamos de mais-valia indireta, que expressa a transferência dos custos de reprodução da força de trabalho e, em sentido amplo, da reprodução da vida, para cada unidade ou indivíduo. Assim, este artigo pretende apresentar algumas reflexões teóricas sobre as formas de governança da força de trabalho no capitalismo atual. Metodologicamente, o artigo está ancorado em uma série de reflexões teóricas derivadas dos resultados de trabalhos de campo anteriores e atuais (empresas e cooperativas sociocomunitárias localizadas nas províncias argentinas de Córdoba, Entre Ríos e Buenos Aires), articuladas com a análise de documentos de organizações internacionais, bem como da Escola Austríaca (uma das principais vertentes do neoliberalismo).

Pablavras chave: Mutações sociotécnicas; capitalismo; neoliberalismo; forma-empreendedorismo; mais-valia indireta

SUMARIO: 1. Introducción; 2. Pensar más allá de los límites de la fábrica: mutaciones en las formas de apropiación de plusvalía; 3. El pasado en perspectiva del presente: subsunción integral de la vida al capital; 4. Reflexiones finales; 5. Bibliografía; 6. Documentos.

1. Introducción

La sobreacumulación crónica del capital en escala global desde los sesentas ha tenido gran incidencia sobre el avance del capitalismo financiero (Wallerstein, 2010), como así también ha implicado diversas mutaciones socio-técnicas. De modo que, “[el capital] es un modo multifacético de reproducción metabólica social, que abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la vida desde lo directamente material y económico hasta las relaciones culturales más mediadas” (Meszáros, 2001: 5)

En la actualidad, podemos hallar numerosas continuidades respecto de anteriores mutaciones en el capitalismo, pero también disrupciones donde la llamada cuarta revolución industrial, que se desbloquea especialmente con la crisis de 2008 (Piqueras, 2017; Corsi, 2020), implica una profundización en la escala e intensidad de los cambios, no sólo en términos tecnológicos sino también en el ser social del trabajo y sus modalidades. Desde la profundización de formas de descentralización y deslocalización del trabajo y la producción, sobreexplotación y auto explotación y la construcción de nuevos perfiles laborales (anclados en las habilidades blandas), constituyen el amplio abanico de cambios. De modo que las técnicas orientadas a determinadas actitudes afectivas y emocionales, la capacidad de asumir riesgos y la autogestión de la propia vida, se han transformado paulatinamente en dimensiones centrales del ejercicio de relaciones de poder en distintos dispositivos vinculados al trabajo humano.

En este sentido, consideramos que ha avanzado la construcción de tecnologías de autogestión de la propia vida a partir de la reconfiguración de las relaciones sociales. Se profundiza, de este modo, el quiebre con la continuidad en el puesto de trabajo, los derechos y los procesos de subjetivación anclados en las formas de trabajo asalariado, con la extensión de la forma-emprendimiento en tanto forma de resubjetivación de la clase trabajadora. Esto último, otra vez, no es enteramente novedoso, pero sí lo es su escala actual.

De modo que, la creciente digitalización tanto del trabajo humano como de los procesos productivos implica una profunda reducción en el tiempo socialmente necesario para la producción que se produce en distintas dimensiones simultáneas, las cuales tienden a diversificar y extender formas de extracción/creación de plusvalía hacia la sociedad en general a partir de la forma-emprendimiento. En este escenario signado por el desempleo y la precarización de la vida, el capital en su conjunto, al prescindir cada vez más de la forma-salario, transfiere constantemente los costos de producción y reproducción (en sentido amplio) de la fuerza de trabajo hacia cada unidad doméstica o individuo bajo diversas mediaciones: el sistema de precios, el mercado, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado, las plataformas digitales, el Estado con las políticas sociales que fomentan la forma emprendimiento, o bien, la mediación financiera tal como sostienen Cavallero y Gago (2020).

Dichas transformaciones se condensan en los planteos del Banco Mundial (2019) cuando habla sobre el futuro del trabajo y pone el acento en las habilidades sociales, la adaptabilidad (para moverse constantemente de un trabajo a otro), self-efficacy (auto-eficacia), lifelong learning (aprendizaje permanente/múltiples carreras y múltiples trabajos), el reconocimiento de las propias emociones, la actitud positiva y el auto-empleo. Asimismo, el documento destaca la importancia del emprendedor y la flexiseguridad. La noción de flexiseguridad combina la flexibilidad laboral (facilidad para despedir y contratar y la seguridad. Se la considera una estrategia para aumentar, al mismo tiempo y de manera deliberada, la flexibilidad de los mercados de trabajo, de la organización del trabajo y de las relaciones laborales, por un lado, y la seguridad -seguridad en el empleo y seguridad social- por otro (Quintana Hernández, 2012: 143)

En relación con esto último, en un documento de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE, 2017), podemos observar que la idea de emprendedor social pasa a una idea de emprendedor más generalizada, asociada con el autoempleo (menos restringido a incentivos orientados a organizaciones solidarias, aunque esto no desaparezca). Según la OCDE (2017), los grupos socialmente más desfavorecidos y la necesidad de afrontar responsabilidades fuera del mercado laboral, se encaminan hacia el emprendimiento impulsados por necesidad. Asimismo, el documento señala que en virtud de las transformaciones de la cuarta revolución industrial el emprendimiento resulta de suma importancia y lo mismo sostiene la Organización Internacional del Trabajo (2020).

Este escenario que incluye y rebasa los límites de la tradicional fábrica aporta algunos elementos para pensar en torno al concepto de plusvalía. En este sentido, Negri (2013) plantea el desarrollo de un “capitalismo que para su valorización (es decir para sacar ganancias) ya ha involucrado a la totalidad de la sociedad e incluso a la naturaleza” (p. 20). De modo que sostiene una “subsunción real” de la sociedad al capital: la extracción de valor ya no es algo que ocurre sólo en la jornada laboral de la fábrica, sino también, en los procesos de cooperación social (Ibídem, 2013 y 2020). No obstante, Ibídem (2020) al anclar su análisis en la hegemonía del trabajo inmaterial y la apropiación de general intellect, sostiene la caducidad de la teoría del valor de Marx, al tiempo que la explotación del vínculo social tendría relevancia, especialmente, aunque no sólo, en términos (bio)políticos (control social).

En virtud de esto último, el presente artículo tiene como objetivo focalizar y ampliar las consideraciones en relación con la ampliación o diversificación de las formas de creación y apropiación de plusvalor, sobre la hipótesis de un paulatino desplazamiento, o bien yuxtaposición, de la formaemprendimiento sobre la forma-salario. Cuando nos referimos a la forma-emprendimiento, hablamos de una forma social específica. Una forma social en la cual el poder es ejercido en la sociedad en su conjunto, articulado con formas de construcción de saberes sobre individuos y poblaciones (Foucault, 2016).

En este sentido, el artículo pretende realizar una serie de reflexiones teóricas, retomando elementos de la perspectiva arqueológica de Foucault (1991), que plantea la necesidad del trabajo de investigación que contemple la historia efectiva. De este modo, no son sólo los rasgos propios y genuinos del capitalismo los que continúan dando su identidad, sino también las mutaciones, los desplazamientos. Así, la historia no supone ser la memoria de lo que pasó, sino la reconstrucción de sus efectos múltiples en nuestros cuerpos, en nuestros modos de relacionamiento, en nuestros modos de sentir y pensar. En virtud de lo anterior, trabajaremos algunas dimensiones en torno a la construcción de un sujetoemprendedor desde documentos de organismos internacionales (especialmente referidos a Argentina y Latinoamérica). Asimismo, nuestro análisis hace un uso ejemplificador de resultados de trabajos de campo previos y actuales que sustentan nuestras reflexiones teóricas, a la vez que, se articula con el análisis de documentos de organismos internacionales, como también, de la Escuela Austríaca (una de las principales vertientes del neoliberalismo). Las dimensiones que se abordan en el presente artículo son el resultado de la construcción de nuevos interrogantes sobre material empírico que abarca un largo período de años (2009 hasta la actualidad). En este sentido, tanto la persistencia como profundización de ciertas prácticas relevadas en trabajos de campo actuales, nos interpeló a construir una mirada renovada sobre análisis previos. Es por tal razón que hemos realizado una selección de dicho material como el fin de situar concretamente nuestra argumentación teórica. Los mencionados trabajos de campo fueron llevados a cabo en diversos emprendimientos socio-comunitarios y cooperativas en las provincias de Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires. En el marco del trabajo etnográfico, se realizaron entrevistas abiertas y semi-estructuradas, como así también, observaciones participantes. El trabajo arqueológicogenealógico implica el abordaje de prácticas discursivas y extradiscursivas. Entre estas últimas se refieren a elementos pictóricos, literarios, fotografías, imágenes, dibujos, lenguaje musical y, desde luego, las entrevistas. Sin embargo, entre unas y otras, lo que tienen en común es que se trabaja con documentos, siempre y cuando entendamos por tales, no al mero conjunto de materiales apilados a lo largo de una investigación proveedores de información, sino aquello que transpira lucha, que expresa conflicto y que es capaz de mostrar las relaciones de tensiones y sus modos de resolución en determinados momentos históricos. Es en este sentido que reponemos el estatuto de la entrevista, no como una técnica capaz de hacer emerger una subjetividad oculta ni relevar apreciaciones particulares sobre tal o cual fenómeno, tampoco como expresión de una verdad o falsedad sobre un hecho que le es exterior, una suerte de informante clave. El estatuto de la entrevista en tanto documento supone situarla al nivel de los enunciados que son capaces de evidenciar un campo de correlación de fuerzas, de condensar lo que puede ser pensado, formulado y practicado en un momento determinado

2. Pensar más allá de los límites de la fábrica: mutaciones en las formas de apropiación de plusvalía

Las transformaciones socio-productivas que hemos mencionado tuvieron como efecto una creciente marginalidad social. En el marco de la desestructuración del modelo taylorista-fordista, se ha producido un permanente proceso de expulsión de mano de obra, con una marcada precarización e informalidad en el trabajo, especialmente, en Argentina y Latinoamérica.

Como expresara Marx (1997): “si consideramos el proceso de producción desde dos puntos de vista diferentes, 1) como proceso de trabajo, 2) como proceso de valorización, ello implica que aquél es tan sólo un proceso de trabajo único, indivisible. No se trabaja dos veces, una para crear un producto utilizable, un valor de uso, para transformar los medios de producción en productos; la otra, para crear valor y plusvalía, para valorizar el valor” (p. 21). De esta evidencia se desprende la necesidad de analizar las maneras por las cuales determinadas formas de trabajo se encuentran articuladas a los modos de acumulación de capital. Con la noción de plusvalía indirecta (que contempla diversas mediaciones) queremos referirnos a estos procesos, formas de trabajo y modos de acumulación como dos momentos de un mismo proceso, indivisible e indisoluble.

En esta línea, según Coriat (2008), resulta necesario considerar la relación entre nuevos modos de consumo productivo de la fuerza de trabajo y la acumulación de capital. Determinadas formas de consumo de la fuerza de trabajo se encuentran relacionadas funcionalmente y tributan al modo de acumulación de capital, sólo es posible explicar las modificaciones que afectan a las formas del proceso de trabajo partiendo del proceso de formación de valor (Idem., 2008: 68). Es decir, se trata de dar cuenta de la vinculación entre las formas de trabajo concreto, las transformaciones técnicas y las dinámicas del mismo y, al mismo tiempo, el trabajo abstracto, la formación de valor y los modos de reproducción del capital. De aquí la importancia de dar cuenta de diversas formas de creación y ampliación de plusvalor a través del modo en que la forma-emprendimiento tiende a desplazar, o bien yuxtaponerse, a la formasalario. De esta manera, los procesos de trabajo y consumo de la fuerza productiva son soportes sobre los que se monta el telos conducente del capitalismo: la extracción o producción de plusvalor.

Al mismo tiempo, Coriat (2008) señala un elemento que consideramos clave para pensar las transformaciones productivas a las que estamos asistiendo actualmente, la articulación de diferentes formas de trabajo con diferencias técnicas. En términos históricos, entre los dos extremos: por un lado, la manufactura caracterizada por la división del trabajo de artesanos reunidos en un mismo techo, por el otro, la fábrica definida como ese conjunto orgánico de máquinas, encontramos formas intermedias. Éstas se caracterizan por la incorporación de división del trabajo y maquinaria en grado diverso, por lo cual el autor señala: “(…) hay que recordar que estas ‘formas intermedias’ -entre la manufactura y la fábrica- no intentan describir el proceso de trabajo de unidades de producción particulares1. Intentan, por el contrario, designar un proceso de trabajo ‘roto’ y fragmentado cuya unidad no está dada aquí por un modo de reagrupación ‘espacial’ (‘un mismo techo’, ‘un autómata enorme’), sino por un criterio económico” (Idem., 2008: 69). De esta manera, en la medida que reconocemos actualmente la existencia de una clase trabajadora más heterogénea, compleja y fragmentada (Antunes, 2005), también debemos reconocer procesos de trabajo fragmentados, compuestos por diferentes formas de trabajo (asalariado, no asalariado, autónomo, autogestionado, entre otras formas), pero articulados funcionalmente entre sí. En otros términos, así “(…) lo que una representación unilateral del alto desempleo describe como una reducción en los empleos disponibles, una visión más abarcativa debe considerarlo como una redistribución del trabajo entre sectores asalariados y no asalariados” (Cleaver, 2009: 166). En efecto, no asistimos al fin del trabajo como señalara Gortz (2003) o Rifkin (1999), sino a una reestructuración global del mismo. Para sintetizar, compartimos la tesis de Antunes (2005 y 2020) que el capital con su ley de valor requiere cada vez menos de trabajo estable y, por el contrario, cada vez más de trabajo precarizado, parcial, tercerizado. Estas formas de trabajo son parte constitutiva del proceso de producción capitalista contemporáneo, no se trata de efectos no deseados del mismo. El desafío que se le presenta al capital es cómo gestionar esta fuerza de trabajo dispersa, heterogénea y fragmentada, al tiempo de cómo acoplarla a los nuevos procesos de valorización.

Precisamente, la extensión de la forma-emprendimiento en tanto una dimensión central en las formas de gobierno de la fuerza de trabajo se conjuga con el desbloqueo de la llamada cuarta revolución industrial (Schawb, 2017; Levi-Yeyati, 2018). Esta última, resulta en un proceso de refinamiento de procesos iniciados a fines de la década del cincuenta y la década del sesenta2, como también, en una notable extensión de formas de apropiación de plusvalía hacia ámbitos extra-productivos. La preocupación actual radica en cómo gestionar la fuerza de trabajo que quedaría por fuera de las transformaciones socio-técnicas y cómo acoplarla y adaptarla, en sus múltiples formas, a los procesos de valorización. En este sentido, los desarrollos y tendencias desiguales de la cuarta revolución industrial concentran sus esfuerzos en incorporar los ámbitos extra-productivos y las, tradicionalmente consideradas, actividades no rentables para el mercado.

Es necesario preguntarnos, entonces, sobre las formas de apropiación/creación de plusvalía en relación con las condiciones históricas que profundizan formas de descentralización, deslocalización y terciarización con el avance de nuevas tecnologías. En este sentido, se construyen variantes que coexisten y profundizan las formas de obtención de plusvalía históricas del capitalismo. Nuestro objetivo es indagar en dicha coexistencia, especialmente, en relación con las variantes que se generan en las actuales condiciones históricas en nuestra región.

La función específica del capital es la producción de plusvalor y esto no es otra cosa que la producción de plustrabajo, es decir, apropiación de trabajo no pagado que se ofrece como plusvalía (proceso de objetivación de trabajo impago). Las formas de compra-venta de fuerza de trabajo coexisten con formas en que la transferencia de tiempo de trabajo, bajo las diversas mediaciones como antes mencionamos, se complejiza al prescindir de un contrato salarial.

En este sentido, el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos muestra algunos datos relevantes. En Argentina hay un 27,4% de población no asalariada, un 9,6% de desempleo y una tasa de subempleo del 12,4%. Además, el 40,6% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza (INDEC, 2021). Estos datos nos dan un panorama general de la situación actual en Argentina. Para comprender el avance del autoempleo y la forma-emprendimiento, debemos considerar las mutaciones sociotécnicas del capitalismo. Aunque en el capitalismo contemporáneo altamente digitalizado (Freeman, 2015; Ford, 2016), los robots, el software y las aplicaciones reemplazan constantemente tanto a la mano de obra poco calificada es arriesgado sino erróneo, tal como mencionamos antes, hacer afirmaciones sobre el fin del trabajo.

El énfasis puesto en las habilidades blandas como criterio de adaptabilidad ante la menor capacidad de asalarización del capitalismo actual (Piqueras, 2017) y la heterogeneidad de formas de trabajo que suscita (trabajo informal, por cuenta propia, autónomo asalariado o no asalariado, autogestivo no asalariado). Estas habilidades blandas requeridas por las tecnologías emergentes incluyen el cuidado de menores y adultos mayores, las relaciones interpersonales, la expresión de sentimientos, la humanización de la interfaz con el cliente y la empatía (Levi Yeyati, 2018: 58). Dentro de los análisis que sostienen visiones optimistas y adaptativas, Levi Yeyati (2018) plantea que es necesario dejar de asociar el trabajo con la idea de remuneración, pues lo que se plantea es que muchas de las capacidades históricamente no asociadas con la remuneración, adquieren un rol central en el contexto de las tecnologías emergentes, especialmente de la mano las “capacidades asociadas tradicionalmente a las mujeres” (Schwab, 2017: 63). Sumado a esto último, el Fondo Monetario Internacional (2018) sostiene que la cuarta revolución industrial implica un doloroso ajuste estructural que favorece a los trabajos altamente calificados en detrimento de los trabajos de baja calificación, por lo cual es menester invertir en capital humano. Las nuevas tecnologías aumentan la concentración en los mercados de productos y reducen la participación del trabajo, redefine los límites de las empresas y el rol de los empleados, potencialmente fisurando el lugar de trabajo (Ibídem., 2018: 4). Según el documento, es necesario crear políticas de seguridad social que empoderen y protejan a los trabajadores más que preservar puestos de trabajo. De allí volvemos a la importancia de las relaciones sociales y la comunidad en relación con formas asociativas o autogestivas de trabajo que resultan clave en lo que hace a los emprendimientos socio-comunitarios en Argentina (Presta, 2020 y 2021).

En trabajos anteriores sobre emprendimientos socio-comunitarios (enmarcados en la economía social y solidaria en las provincias de Córdoba y Entre Ríos, Argentina) y el análisis de sus complejas relaciones con las mutaciones en el capitalismo, hemos planteado el problema de la diversificación de las formas de extracción y creación de plusvalía, pues, dentro de la persistencia de formas de transferencia de tiempo de trabajo gratuito ―bajo la mediación de organismos internaciones como el Banco Mundial, fundaciones de empresas transnacionales y el Estado―, se destacaba la incorporación a los procesos de trabajo del potencial subjetivo y colectivo de la fuerza de trabajo hacia el mercado. Justamente, tratamos de plantear el problema de que dichas formas se extendían cada vez más allá del espacio de la fábrica tradicional, con eje en la instrumentalización de las formas de cooperación social (Presta, 2007 y 2009).

En uno de nuestros actuales trabajos de campo, nos centramos en los proyectos de una Asociación Civil que promueve espacios de capacitación en robótica aplicada y construcción de impresoras 3D, talleres de tecnologías multimedia, la organización social y el cooperativismo en distintas comunidades que actualmente viven en las villas y asentamientos precarios de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina (Presta, 2020).

Consideremos los siguientes testimonios (entrevista integrante del proyecto 2018):

“Nosotros trabajamos en un sector social en el cual la tecnología aparece como algo totalmente disruptivo en las formas tradicionales de trabajo. Yo creo que la tecnología por sí misma no transforma el lazo social sino la forma en la cual se organiza el trabajo. El tema es cómo conseguir el capital inicial, crear redes de intercambio y consumo en los barrios y hacia el mercado. Lo que te transforma trabajar en tecnología es cómo te apropias de esa tecnología (…) Yo no quiero formar al pibe para que solamente entre al mercado como un empleado, yo quiero formar al pibe para que arme su propio emprendimiento asociativo” (Testimonio integrante del proyecto)

Es importante tener en cuenta que el proyecto otorga microcréditos con financiamiento del Ministerio de Desarrollo Social para emprendedores/as de la economía social basados en una garantía social3 y con una tasa de interés del 6% anual. En las entrevistas realizadas en 2022 emergen dos cuestiones: la construcción de emprendedores tecnológicos y pensar al territorio como un polo productivo anclado en el carácter emprendedor y la autogestión de los propios recursos y capacitades de los sujetos que lo habitan. El “hacerse cargo de los derechos básicos”4“porque nadie quiere entrar acá”, se encuentra profundamente atravesado por tecnologías de poder ancladas en la gestión de la propia vida. Esto último, bajo el postulado de una natural desigualdad de los seres humanos que sostiene el proyecto neoliberal (Murillo, 2018), lleva a una constante ontologización de la pobreza (Giavedoni, 2012): el sujeto pobre ha de ser un agente activo, empoderado (Banco Mundial, 2005), capaz de gestionar su propia vida5. En este sentido, además de los talleres de impresión 3D para formar emprendimientos, mediado por el programa Potenciar Trabajo, capacitan a los y las jóvenes del barrio en el manejo de fibra óptica, bajo un convenio con empresas tecnológicas. Esto implica un “menor costo de capacitación para las empresas” en palabras de una integrante del proyecto. En este caso, se combinan una relación salarial de aquellas y aquellos que logran cumplir los requerimientos de las empresas, mientras los talleres de impresión 3D y robótica aplicada promueven el emprendimiento.

En este marco, las políticas sociales6 promueven la forma emprendimiento, o bien convenios con empresas transnacionales. Habilitan y coordinan una transferencia de los costos de producción y reproducción de la vida hacia individuos y poblaciones tanto con el fin de aseguren por sí mismos unos ingresos monetarios mínimos, como la autogestión de su propia capacitación educativa y derechos básicos. Esto último, en enmarca asimismo en los criterios del concepto de aprendizaje continuo (aprendizaje permanente/múltiples carreras y múltiples trabajos), el reconocimiento de las propias emociones, la actitud positiva y el autoempleo (Banco Mundial, 2019) que implica un constante proceso de adaptación a los requerimientos del mercado.

En el caso de la mediación del mercado (a través del sistema de precios y las formas de interpelación en términos de competitividad y rentabilidad), encuentra el mismo anclaje. En nuestro trabajo de campo (2020 hasta la actualidad) en una cooperativa tecnológica (Tandil, provincia de Buenos Aires), podemos considerar el siguiente testimonio:

“Entre el que paga, por decirte USD 50 y el que trabaja que termina cobrando USD 5, es una cosa que vos decís ¿Qué pasa? Todo lo que es estimar un proyecto y ponerle un precio… es… si la erras…, la erras por un montón y uno tiene que seguir trabajando, pero el cliente no te sigue pagando. Generalmente, se subestiman las tareas. Uno quiere salirle barato al cliente” (entrevista socio fundador, Ingeniero en Sistemas, programador).

Bajo la mediación del mercado, los imperativos de competitividad y eficiencia operan de modo tal que se produce una constante desvalorización de la fuerza de trabajo bajo el afán de obtener clientes. El valor hora cliente (valor hora trabajo que se presupuesta al cliente por proyecto) no es el mismo que el valor hora de retiro (categoría propia de los/as entrevistados/as), es decir, según sus palabras, se trata del valor-trabajo de cada uno en horas mensuales.

“El valor hora de retiro es mucho menor que el valor hora cliente porque este cubre un montón de cosas (costos de la cooperativa, margen de ganancia de la cooperativa y ‘horas reproductivas’ que son horas destinadas a hacer cosas de la cooperativa” (entrevista, socio fundador, Ingeniero en Sistemas, programador).

Según las entrevistas, se afirma que la competitividad de las empresas privadas radica en hacer las cosas “más rápido” y dicho imperativo lleva (a las cooperativas) a “no cobrar hora trabajo” para “salirle más barato al cliente”, según sus palabras. Se genera, al mismo tiempo, una insatisfacción por trabajar horas no pagas que quedan “a cuenta” que tiende a compensarse con la esperanza de una retribución futura, asentada en las promesas del por-venir como forma de justificar la resignación de retribución monetaria en el presente.

El ejemplo anterior nos lleva a pensar en una apropiación de la masa de plusvalía social que es apropiada de manera indirecta, a través de la mediación del mercado, el sistema de precios, pero también, el Estado. En este sentido, acordamos con Féliz (2017) en que las clases dominantes -y sus fracciones hegemónicas (grandes capitales transnacionales)- mostraron la capacidad de construir una nueva hegemonía social a la salida de la crisis orgánica neoliberal de 2001-2002. Esta última se expresó, por un lado, en un patrón de reproducción macroeconómica capaz de integrar formas de producción y apropiación de plusvalía social, en y a través del Estado (Ibídem., 2017: 172).

Si el capital industrial en su conjunto ya no consume la misma cantidad de fuerza de trabajo, ese grueso de la población que ya no encontrará empleo en el llamado sector formal, ha de ser reciclado ―expresión utilizada por el Fondo Monetario Internacional (2011) respecto del trabajo luego de la crisis de 2008―en función de las nuevas normas de competitividad, productividad, eficiencia y autogestión.

Consideramos que es interesante remarcar antecedentes en trabajos de campo anteriores de estas prácticas ancladas en la relación entre emprendimientos comunitarios, empresas, organismos internacionales y trabajo voluntario que establecen una de las formas ancladas en la constante transferencia de tiempo de trabajo gratuita. En dichas relaciones, mediadas por financiamientos de organismos internacionales y fundaciones de empresas privadas, cabe destacar que no permiten su utilización para el pago de honorarios de integrantes de los proyectos, por lo cual, inicialmente, el trabajo es voluntario (y la retribución es entendida, especialmente, en términos emocionales) hasta tanto la producción de mercancías no se realiza en el mercado, lo cual implica un período relativamente largo de espera (Presta, 2009). Respecto de la atención a las carencias emocionales y el trabajo voluntario, ya en el período posterior a la crisis de 2001, se expanden los financiamientos del Banco Mundial y fundaciones de empresas transnacionales7, con el propósito de generar nuevos valores basados en la solidaridad y el compromiso social, como también, fortalecer los valores cívicos en «jóvenes vulnerables» y una cultura del trabajo asociativo (no asalariado) (Idem, 2009). En las entrevistas realizadas en los emprendimientos socio-comunitarios en el Valle de Punilla, Córdoba (Argentina) los y las entrevistados/as resaltaban la existencia de donaciones «condicionadas». Estas últimas, en nuestro caso, se refieren a aquellas entregadas por las Fundaciones pertenecientes al sector privado (como Arcor, Minetti, Procter&Gamble, C&A, Ford, entre otras) y son definidas de este modo por los y las entrevistados/as porque toda donación está acompañada de indicaciones, monitoreos, rendiciones de cuentas, informes y visitas periódicas de profesionales que controlan los procesos de trabajo. Cabe mencionar, que es muy difícil que el sector privado permita la utilización del dinero para el pago de honorarios a los/as integrantes de estos emprendimientos socio-comunitarios, por lo cual el trabajo es, en principio, voluntario. En virtud de lo cual, los sujetos deben recurrir a changas o ahorros propios para procurarse un sustento. La vinculación de dicho emprendimiento con las fundaciones y organismos internacionales de financiamiento se basaba, fundamentalmente, en dos cuestiones. Por una parte, se debía a las dificultades que poseían los/las integrantes para continuar con la iniciativa debido a la falta de recursos y capital inicial (problema que se replica constantemente en los emprendimientos hasta la actualidad), suficientes para sostenerlo, pues el proyecto asociativo es considerado por sus integrantes como una fuente de trabajo que ni el Estado ni las empresas podían garantizar. Por otra parte, la necesidad de legitimar la iniciativa en el ámbito local y regional, a través del mercado.

En virtud de los ejemplos de campo anteriores, se trata de un presente signado por la complejidad de las mediaciones ―y por ello hablamos de formas indirectas de plusvalía― entre trabajo y capital: el mercado, las políticas sociales del Estado, los organismos no gubernamentales y asociaciones civiles, las plataformas digitales, las empresas del sector privado y los organismos internacionales. También cabe destacar los procesos de valorización financiera signados por los procesos de deuda constante sobre los sectores populares, vehiculizada a través de subsidios sociales del Estado construyen formas de extractivismo financiero, tal como sostienen Cavallero y Gago (2020).

En virtud de esto último, resulta indispensable tener en cuenta que Marx (1999) sostiene que el trabajo productivo no es solamente la relación entre la actividad y su efecto útil, sino que se trata de una relación específicamente social e históricamente dada de producción que transforma al trabajador o trabajadora en instrumento de valorización del capital. Por tanto, los cambios que pueda presentar dicha relación tienen que ser contemplados en el marco socioeconómico e histórico en el que se desarrollan.

Cuando hablamos de formas indirectas de apropiación/creación de valor, consideramos que se vinculan con lo siguiente: se produce tanto una transferencia de los costos de producción (en la autogestión del propio trabajo, los procesos de trabajo e inversión en el capital inicial), como una transferencia de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo -y en un sentido más amplio de los costos de reproducción de la vida- ya sean hacia cada unidad productiva o individuo. Esto tiene lugar al prescindir, paulatinamente, de la forma-salario (y de las formas de salario indirecto) con un desplazamiento hacia la forma-emprendimiento, el trabajo autónomo, autoempleo, autoproducción, trabajo precarizado, al mismo tiempo que las mercancías producidas y los servicios ofrecidos por dicha diversidad de trabajos, se mantienen orientadas a los requerimientos del mercado. Precisamente, cuando se plantea la reducción de los costos de transacción del mercado a partir de formas de organización flexible, se produce una descentralización de las formas de producir y trabajar que desplazan los riesgos y costos hacia los propios sujetos.

Las formas de precarización, explotación y auto explotación, y la extensión o intensificación de las jornadas laborales se acoplan, especialmente, en el ámbito extra productivo con formas de control indirecto del trabajo y la producción de bienes y servicios. Control que se halla mediado por organismos del Estado, lineamientos de organismos internacionales sobre el emprendedor, la demanda específica del mercado e incluso por corporaciones (muchas veces bajo la responsabilidad social empresaria) y la mediación financiera. Dicho control indirecto moldea la forma del trabajo y la producción. En términos sociales, existe una gran masa de trabajo impago (incluidos los emprendimientos de cualquier tipo) que, a través del consumo de tecnologías de fabricación digital y telecomunicación en los procesos de trabajo y aprendizaje, la participación en el e-commerce, la gig economy (economía de la changa) y la generación de Big Data, es incorporado constantemente a los procesos de valorización del capital (Lins Ribeiro, 2018). La apropiación de plusvalor decimos es indirecta puesto que se haya, como mencionamos anteriormente, mediada por múltiples instancias, cuyos efectos son: a asunción de los riesgos de producción por parte de los sujetos, el imperativo de generar su propio ingreso para mantenerse como productores y consumidores en el mercado, la necesidad de transformarse en sujetos competitivos y la transferencia indirecta de plustrabajo -a través del sistema de precios del mercado y con un ahorro sustancial para el capital en su conjunto de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo-.

En términos del capital en su conjunto, entendido como relación social, se trata de la apropiación de un beneficio con una doble dimensión: en términos de un ahorro sustancial sobre la masa salarial, ahorros impositivos y ahorros en cargas patronales. Esto último, se enlaza con una apropiación de plusvalía social (el tiempo de trabajo social total y la división de ese tiempo en trabajo retribuido y no retribuido) y, al mismo tiempo, construye renovadas formas de gobierno de la fuerza de trabajo ante la conflictividad social efecto del desempleo y la precarización. Y este punto es clave puesto que no podemos pensar estos procesos más que en relación con el conjunto de la producción social.

Como analizaremos más adelante, al instalar la idea de que el trabajo es un capital, el sujetotrabajador devenido en sujeto emprendedor ha de actuar como si fuese capitalista y trabajador al mismo tiempo. La auto explotación y la donación de tiempo de trabajo forman parte, entonces, de los riesgos de la inversión mientras la producción se coloca en el mercado. No obstante, en este tiempo de espera se genera un plustrabajo: entre el momento de inversión inicial (generalmente a través del endeudamiento o la inversión de ahorros) y el momento de rentabilidad de la inversión, existe un hiato donde el tiempo de trabajo es gratuito. Posteriormente, esto cambia sólo en apariencia puesto que la renta autogenerada se mantiene dentro de los mínimos biológicos (Álvarez Leguizamón, 2004) para la subsistencia.

El postulado del trabajo como capital oculta lo anterior bajo la apariencia de una rentabilidad propia de la iniciativa personal y los riesgos que ello conlleva. En este sentido, el vínculo social es pensado en relación con la potencialidad individual y social de autoconstituirse como un bien útil a sí mismo y a los otros. Sentimientos y valores se objetivan como bienes portadores de relaciones sociales rentables. Dicha vinculación ahonda, como plantea Murillo (2018), la escena fetichizada de la circulación como forma de obturar cada vez más los procesos de producción. Se trata de borrar, en apariencia, la centralidad del trabajo humano en tanto creador de valor y transformador de la vida misma, nuestros sentimientos y las relaciones que construimos con los demás en un bien8 que ha de invertirse para obtener una renta (económica o efectiva).

Bajo la Escuela Austríaca, la concepción de emprendedor remite a “cualquiera que tolere los riesgos (risk-bearer) y cuyos ingresos consisten no en renta de la tierra o salario sino en el beneficio” (Hayek, 1985: 226). Y dicho beneficio puede ser monetario o emocional. Hayek (1982) sostiene “el capitalismo no es incompatible con que los gobiernos provean, por fuera del mercado, algún tipo de seguridad contra severas privaciones” (p. 136). De modo que, “la garantía de cierto ingreso mínimo para todos, o un cierto piso debajo del cual nadie pueda caer incluso cuando es incapaz de proveerse a sí mismo, parece no sólo ser una protección totalmente legitimada contra un riesgo común a todos, sino una parte necesaria de la Gran Sociedad” (Ibídem, 1982: 55). De lo contrario, según Hayek (1982), se produciría un fuerte descontento y una reacción violenta en aquellos que se encuentran en una situación en la cual su capacidad de ganarse la vida se disuelve. Este mínimo de supervivencia no tiene, por supuesto, ninguna relación con la noción de justicia social, sino que se trata de una forma gestionar el conflicto social y que los mecanismos de regulación de la competencia hagan el resto. Cabe notar que, ante el aumento del desempleo que producirá la llamada cuarta revolución industrial, podemos encontrar similares propuestas en los postulados tanto el Banco Mundial (2019) como el Fondo Monetario Internacional (2018). Frente al desempleo y la profunda pobreza, Hayek (1982) planteará revitalizar el espíritu comunitario “para descentralizar la forma en que se moldea el medio ambiente conocido y esto puede satisfacer las emociones y necesidades personales” (p. 146). En este sentido, la ambivalencia táctica de la idea de comunidad radica en que concentra de forma paradójica, la autogestión individual de la propia vida y lo comunitario en tanto malla de contención ante la posibilidad de caer debajo de cierto piso (Idem., 1982). De modo que, en una línea acorde, según el informe del Banco Mundial (2015), la pobreza no es solo un déficit de recursos materiales, sino también un contexto en el que se toman decisiones. Razón por la cual el cambio institucional debe operar sobre las estructuras y las relaciones sociales que, a su vez, son la base del sentido común (Idem., 2015) y transformar los sentidos del trabajo humano en términos de un trabajo cooperativo, comunitario y decente.

3. El pasado en perspectiva del presente: subsunción integral de la vida al capital

Lukàcs (1970) sostenía que el proceso de cosificación efecto de las estructuras mercantiles, disimula las relaciones entre los seres humanos. Refiere al problema del fetichismo de la mercancía planteado por Marx (1999), del comportamiento del sujeto coordinado a ella y como forma de objetividad. Por la época de la publicación de su libro en 1923, se interesó en el Sistema Taylor (Organización Científica del Trabajo que comienza en a fines del siglo XIX): éste penetra en el alma del trabajador, sus propiedades psicológicas son separadas del conjunto de su personalidad y son objetivadas en relación con ésta (Lukàcs, 1970). Da cuenta, en este sentido, del modo en que la racionalización del sistema de producción capitalista rompe la “ligazón tradicional de experiencias concretas del trabajo” (Ibídem., 1970: 116). Pensemos que ya, a fines del siglo XVIII y principios del XIX se produce un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder (Foucault, 2004).

En virtud de lo que mencionamos más arriba, cuando el cuerpo humano se convirtió especialmente en fuerza productiva, fue reconocido social y políticamente como fuerza de trabajo. Se trata de un tipo de poder que supone una apretada cuadrícula de coerciones materiales (económicas) y define una nueva economía de poder cuyo principio es que se deben incrementar, a la vez, las fuerzas sometidas y la fuerza y la eficacia de quienes las someten.

Cuando pensamos en el capitalismo de los siglos XIX y XX podemos pensar directamente en los análisis de Marx sobre la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía, la medición del tiempo, los conceptos de plusvalía relativa y plusvalía absoluta, el trabajo abstracto igual, comparable y medido en virtud del tiempo socialmente necesario para la producción de una mercancía específica. Cuando pensamos en el capitalismo del siglo XXI, si bien lo anterior claramente permanece, no obstante, irrumpen nuevas mediaciones que complejizan dichos procesos y relaciones, especialmente si tenemos en cuenta los constantes procesos de subsunción el trabajo al capital (Marx, 1997).

La reificación del tiempo se actualiza con los postulados de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuando sostiene que los desarrollos de la cuarta revolución industrial requieren de la construcción de una temporalidad anclada en la inmediatez o, en palabras de la OIT (2017), en un presente continuo como eje central del futuro del trabajo. El tiempo ha sido la gran obsesión del capital, producir un tiempo que se pueda capturar, controlar, organizar.

Esa obsesión del capital por la producción del tiempo, su control, su explotación intensiva y extensiva llega al paroxismo con la colonización de todo tiempo como tiempo productivo. Si, como dijera Marx, en los átomos del tiempo se encuentra la ganancia, la tendencia es a eliminar lo máximo posible los tiempos muertos entre fase y fase productiva y el Capital encuentra una solución radical a ello transformando todo tiempo de vida en tiempo de trabajo, rompiendo con la distinción entre tiempo de trabajo, de descanso y de recreación, la subsunción total de la vida al Capital. Si la preocupación del capitalismo industrial era cómo eliminar esos tiempos muertos que se dan en el paso de una fase productiva a otra, en el capitalismo neoliberal la preocupación es cómo transformar ese tiempo que pasa en todo tiempo que se gasta y se produce, no eliminar el ocio, sino hacer de éste un momento de producción de plusvalía.

Si en algo se caracteriza el capitalismo neoliberal, es que los sueños de estabilidad, certidumbre y un horizonte de vida claro pensado y construido de una vez para siempre, no son otra cosa que una rémora del pasado. Marazzi (2014) llama a esto la crisis del tiempo industrial newtoniano propio de las sociedades industriales que mide las jornadas laborales sobre las que se calculan los costos salariales: “(…) se asiste al surgimiento de nuevos tiempos: tiempos consagrados al tratamiento de acontecimientos/emergencias de producción, tiempos de implicación en proyectos de innovación, tiempos de formación, tiempos de relación” (p. 57), tiempos que se despliegan en las más variadas dimensiones de la vida (laboral, afectiva, social, recreativa, política, etc.), donde la división de la jornada en trabajo-descanso-recreación queda completamente desdibujada, así como también la distinción entre espacio de trabajo y espacio de ocio. El capitalismo neoliberal funde las dimensiones temporales y espaciales e impone una misma forma de comportamiento en todas ellas: la forma-emprendimiento a partir de tácticas de autogestión de la propia vida.

Las disciplinas y la descomposición racional del sujeto, parcializándolo, especializándolo: da paso a una recomposición integral del sujeto que requiere todo de él: sus formas de relacionarse, sus gustos, sus deseos, sus perspectivas a futuro, sus instintos, su cotidianeidad, sus saberes, sus experiencias sobre la vida; todo se transforma en materia prima de la digitalización y fuente de valorización del capital. En este marco, la construcción del sujeto-emprendedor9 implica una forma específica de gobierno sobre las formas de construcción de relaciones sociales, la idea de comunidad y las formas de reproducción de la vida. Esto último, en el marco de la llamada cuarta revolución industrial implica no sólo un interés en la capacidad productiva de los individuos y las unidades domésticas sino, principalmente, en las capacidades reproductivas. tanto las capacidades productivas (innovación, creatividad, capacidades técnico-cognitivas-simbólicas) como las capacidades reproductivas (relaciones sociales e intercomunitarias, procesos de socialización de valores y normas culturales). Esto último, constituye un rasgo distintivo de la cuarta revolución industrial respecto de las anteriores, puesto que ante el creciente desempleo resulta necesario gestionar el ámbito de reproducción de la fuerza de trabajo y su poder-ser en función de las competencias socio-emocionales que las nuevas formas y sentidos del trabajo imponen.

En el nuevo patrón tecnológico-energético que supone una Economía Híbrida10, Rifkin (2014) vaticina que, cuando las máquinas tienen la inteligencia suficiente para transformarse en trabajadoras, entonces “el capital se transforma en trabajo” (p. 156) “el empleo pasa de una economía de mercado muy automatizada a una economía social que requiere mucho trabajo humano” (p. 332). Si el capital es trabajo, entonces, el trabajo también es capital. En este sentido, el valor del capital social implica la importancia de la comunidad, la búsqueda de trascendencia, las recompensas anímicas (Idem., 2014). Esto último se vincula al análisis precedente en torno a las habilidades blandas, en relación con la importancia central que adquiere el gobierno de las emociones en el neoliberalismo (Murillo y Bessieres, 2020).

Cuando hablamos de la fuerza de trabajo en tanto mercancía, nos referimos a que el sujeto posee específicas capacidades de trabajo que debe vender para poder subsistir. Esta idea de posesión o propiedad, bajo la idea del trabajo como capital, a primera vista, parece cambiar: el sujeto posee una capacidad de trabajo que ya no vende, sino que invierte. El trabajo como mercancía queda así desfigurado en el neoliberalismo11. Este desplazamiento estratégico opera como un fuerte catalizador a nivel subjetivo, pero también objetivo. Ser poseedor de este capital torna en símbolo de libertad y autonomía que fetichiza la desigualdad concreta en la cual se funda, precisamente, al reducir procesos históricos complejos en elementos simples y ambiguos.

Marx (1997) ya advertía el modo en que el capital mistifica las fuerzas productivas del trabajo como si fuesen fuerzas productivas del capital. De modo que el capital aparece como una forma independiente de valor, de creación de valor. El enunciado que postula al trabajo como capital o al capital como trabajo no sólo traduce este fetichismo del capital, sino que da un paso más al eliminar la categoría trabajo en su forma histórica, absorbiéndola como un capital más. En este sentido, el capital en tanto relación social históricamente situada se convierte en una categoría abstracta que adjetiva lo social, lo cultural, lo humano, la naturaleza. Esto último refiere tanto a la centralidad de valores y sentimientos, como a la capacidad de adaptabilidad y la asunción de riesgos.

“El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida.” (Marx, 1984: 124). Esto quiere decir que el trabajador se presenta ante el capital para vender su fuerza de trabajo, para pedir trabajo. Como compra-venta, como contrato, es en ese momento que se produce el acto ontológico de la subsunción: el trabajo del obrero es ahora trabajo como capital -ha sido subsumido como un momento del capital mismo, que sólo espera el comenzar a efectivizarse en el momento que el trabajador inicie su jornada de trabajo. (Dussel, 1991). Este análisis del trabajo como capital implica que, mediante los procesos de subsunción del trabajo al capital (formal o real, o su combinación), el trabajo como momento del capital, crea valor. Proceso que permite pensar críticamente el proceso de objetivación del trabajo en el capitalismo.

Es preciso preguntarnos: ¿Qué sucede ahora que, cada vez más, se prescinde de la forma salario12, es decir, cuando el trabajo es un capital cuya renta, en muchas ocasiones, no es el salario en términos tradicionales? La forma histórica del capitalismo actual aúna en su seno la forma salario y la forma emprendimiento en tanto forma que irrumpe como parte de una economía de la desigualdad. Para hablar de salario es necesario que se produzca una relación social específica: la venta de fuerza de trabajo por parte de un trabajador/a y la compra de esa fuerza de trabajo por parte del capitalista que, como decíamos antes, implica una relación contractual que transfiera temporalmente la propiedad sobre el tiempo y capacidad de trabajo a un otro. Es decir, el salario entendido como ganancia de ese empresario de sí mismo aún nos mantiene bajo los avatares de la forma salario.

La idea de que el trabajo es un capital, en el marco del autoempleo y el emprendimiento, no nos permite hablar de salario en términos tradicionales puesto que, en un primer momento, aparecen las ideas de ingresos o rentas (económicas o emocionales13) autogeneradas por cada sujeto de manera individual. El problema radica, como mencionamos más arriba, en que las formas de compra-venta de fuerza de trabajo coexisten con formas en que la transferencia de tiempo de trabajo, bajo diversas mediaciones, se complejiza al prescindir de un contrato salarial tradicional. Esto último, obtura bajo un supuesto problema de índole individual, un complejo entramado de relaciones sociales de producción. En este sentido, es que proponemos establecer la importancia de los ámbitos extra-productivos. Como mencionamos antes, cuanto menor sea la parte de la población necesaria para trabajar en la producción de mercancías, mayor será la parte disponible para la ejecución de otras tareas. La producción bajo la forma emprendimiento aparece, cada vez más, como si estuviera desligada del trabajo vivo, de la fuerza de trabajo y, así, queda reducida a una cuestión de productividad o rendimiento del productor individual, desligado de todo proceso histórico. Sin embargo, el producto de los procesos de trabajo en ámbitos extra-productivos, en tanto mercancías, se insertan en diversos mercados y responden a sus requerimientos. En otras palabras, podemos pensar que existe toda una serie de mercancías (artesanales, personalizadas) y servicios (cuidados personales, relacionales, afectivos) que entran dentro de lógicas vinculadas a una terciarización social de los costos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo, que permanecen bajo el control indirecto del capital en su conjunto.

Foucault (2007) plantea la emergencia del hombre-empresa, del empresario de sí, no entendiendo la empresa como una estructura organizativa, sino como un modo de ser. El sujeto emprendedor, por el contrario, elige un objetivo y actúa en consecuencia, no hay un comportamiento conservador, se requiere el atrevimiento, la audacia y, desde luego, la creatividad, la imaginación en un escenario que se caracteriza por la incertidumbre. Frente al cálculo del hombre del intercambio, predomina la elección del sujeto-empresa.

La empresa como modelo o modo de subjetivación prolifera desde los programas del Banco Mundial (2015a) fomentando el auto trabajo, la autogestión, el emprendedurismo. El Banco Mundial, en su documento llamado ¿Se puede tener espíritu emprendedor? señala: “Los programas educativos y de capacitación para emprendedores buscan promover la iniciativa empresarial”. Como dijera el presidente Barack Obama al inaugurar la Cumbre Mundial del Emprendimiento de 2015 en Kenya, el “espíritu emprendedor crea nuevos empleos y nuevos negocios, crea nuevas maneras de prestar servicios básicos, crea nuevas maneras de ver el mundo; es el factor que impulsa la prosperidad” (Banco Mundial, 2016, S/N). El mismo Banco Mundial, en un artículo del 30 de septiembre de 2015 titulado Emprender está de moda en América Latina, en la sección “'Buscar empleo' vs. 'crear empleos'”, dice: “A diferencia de otras generaciones, son cada vez menos los jóvenes que esperan ser contratados por una empresa para comenzar su carrera laboral” (2015b, S/N). La importancia de construir una subjetividad del riesgo hace del neoliberalismo un modo de gobierno animado por la producción de subjetividades frenéticas que se resisten a la estabilidad por considerarla un factor conservador, alentando conductas atrevidas, creativas, constantemente colonizadas.

El comportamiento del emprendedor, modulado en relación con las racionalidades de gobierno neoliberales, conlleva el ánimo de la acción y la corrección a través del aprendizaje ya que, como señala Mises (2018), “en la propia noción de acción va implícita la incertidumbre del futuro” (p. 127). Pero, así como somos los principales artífices de nuestros logros, también somos los únicos culpables y responsables de nuestros propios fracasos. Según la Escuela Austríaca, una de las vertientes centrales del neoliberalismo, habría una mala costumbre, instalada como norma de comportamiento en los países pobres, que iría horadando el necesario espíritu emprendedor: “la tan lamentada ausencia de un espíritu de empresa en muchos de los países nuevos no es una característica inalterable de los habitantes individuales, sino la consecuencia de las restricciones que ejercen sobre ellos las costumbres e instituciones existentes” (Hayek, 2011: 265).

5. Reflexiones finales

La construcción de un sujeto-emprendedor se inscribe en procesos de re-subjetivación de la clase trabajadora, constituyéndolo en tanto un sujeto que se opone al sujeto-trabajador de las sociedades disciplinarias, industriales, de carreras laborales fijas, con derechos laborales adquiridos, instituciones fuertes y certezas de por vida. El sujeto-emprendedor es aquel que se enfrenta a la incertidumbre pero que no la asume como un problema, sino como una posibilidad y una condición de existencia. Frente al hombre-masa de la sociedad industrial, nos encontramos con el sujeto-emprendedor del capitalismo neoliberal, aquel que debe tener capacidades de desarrollar la creatividad y las competencias socioemocionales (habilidades no cognitivas), la capacidad de reflexionar antes de actuar, la capacidad de resolver problemas. En este sentido, hemos analizado formas de subsunción integral de la vida al capital, puesto que la construcción del sujeto-emprendedor implica una forma específica de gobierno sobre las formas de construcción de relaciones sociales, la idea de comunidad, las formas de reproducción de la vida y los haceres concretos de los sujetos. Esto último, en el marco de la llamada cuarta revolución industrial implica, como mencionamos anteriormente, no sólo un interés en la capacidad productiva de los individuos y las unidades domésticas sino, principalmente, en las capacidades reproductivas: una terciarización social de los costos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo, que permanecen bajo el control indirecto del capital en su conjunto.

Uno de los objetivos del neoliberalismo es construir sentido común e, incluso, cambiar los esquemas de percepción respecto del mundo que habitamos y las dimensiones de la realidad social que nos atraviesan como sujetos, lo cual implica un cambio cultural. Dicha necesidad parte de suponer, como decíamos, que el fracaso económico tiene raíces culturales, lo cual comparte Fukuyama (2003). La destrucción creativa de capital social, entendido como una categoría que permite aplicar un criterio de inteligibilidad económica a las dinámicas culturales con el fin de mensurarlas y homogeneizarlas, constituye la base de ese aclamado cambio cultural que, no azarosamente, se halla vinculado a la posibilidad de que los individuos débiles se organicen para procurarse sus necesidades básicas y defender sus intereses (Idem., 2003). Tal planteo se vincula directamente con el propósito de gestionar el conflicto social y el intento―pues nunca lo logran completamente― de colonizar las luchas y resistencias a través de su resignificación y apropiación desde los sectores hegemónicos.

Esto último tiene una profunda relación no sólo con la extensión y yuxtaposición de diversas formas del trabajo (asalariado y no asalariado), que implican no sólo formas de terciarización social de la producción y de los costos de reproducción de la vida, sino también una profunda reducción en el tiempo socialmente necesario para la producción que se produce en distintas dimensiones simultáneas que transcienden los límites del ámbito productivo tradicional y generan formas de plusvalía indirecta, a saber: 1- la tendencia constante a subsumir diversos procesos de trabajo a los procesos de valorización del capital; 2- la profundización de las formas de auto explotación de la fuerza de trabajo a partir del trabajo en tiempo continuo (desacralización de los tiempos y espacios de vida y de trabajo) y la inserción de los sujetos en una pluralidad de bases económicas (Comas D’Argemir, 1998)― los sujetos se hallan inmersos en múltiples relaciones sociales de producción, incluso contradictorias: trabajo asalariado precarizado, trabajo autogestionado, trabajo no asalariado, trabajo por cuenta propia o autónomo, trabajo asociativo y comunitario, entre otros ―; 3- procesos de re-subjetivación de la fuerza de trabajo anclados en tácticas de la autogestión del propio trabajo y la propia vida que, al prescindir cada vez más de la forma-salario o yuxtaponerla con otras formas de trabajo, produce una transferencia de los costos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo (en sentido amplio) hacia cada sujeto bajo diversas mediaciones: el sistema de precios, el mercado, las exigencias del sector privado, el Estado, las plataformas digitales, las organizaciones no gubernamentales.

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1Es decir, autónomas y desvinculadas del orden que les otorga sustentabilidad y sentido.

2Ya en 1965 y 1966, se produce una profundización de las huelgas y, en el escenario mundial, avanzan fuertes luchas obreras, estudiantiles y populares como el Cordobazo en 1969, el Mayo Francés de 1968 y la masacre de Tlatelolco en México. Como ofensiva ante la profunda conflictividad social, los efectos de las crisis de la década del sesenta y su profundización en los setenta se descargaron sobre la clase trabajadora y en los países del llamado Tercer mundo a partir de la instauración de dictaduras cívico-militares. En este sentido, la dictadura militar en nuestro país no sólo se alineó a los requerimientos del gran capital en cuanto a la reestructuración de los procesos productivos, sino que también, frente al desempleo, la precarización laboral y la terciarización, alentó el cuentapropismo que, podríamos pensar hoy en día, se sintetiza en la consolidación y extensión de la formaemprendimiento como una forma de gobierno de la fuerza de trabajo desplazada.

3Significa que la deuda es asumida de modo grupal. Si uno de los solicitantes no logra pagar su cuota, el grupo debe hacerse cargo de su pago.

4El barrio cuenta con servicio de Internet ofrecido por una cooperativa organizada por la Asociación Civil, que terceriza el servicio de una empresa transnacional y paga en dólares su posición en el mercado.

5De modo que, dentro de la Escuela Austríaca, el “alivio de la pobreza es una consecuencia de la libertad” (Read, 2019: 53). Mientras los sujetos se piensen a sí mismos en tanto libres, serán capaces de afrontar los procesos de adaptación constante a las vicisitudes del orden de mercado. Desde la Escuela Austríaca, se postula la necesidad de conquistar la pobreza (Hazlitt, 2015). Dado que la pobreza es en última instancia individual (causada por el infortunio y debilidad individual), cada individuo, cada familia debe resolver su propio problema de pobreza (Idem., 2015). En este sentido, el autor sostiene que la desigualdad es la mayor virtud del capitalismo puesto que obliga a invertir nuestro mayor esfuerzo en maximizar el valor de nuestra propia producción y, así, maximizar el valor de la producción de toda la comunidad.

6En la actualidad, por ejemplo, programas como Potenciar Trabajo y los lineamientos del Consejo Económico y Social, se alinean bajo los requerimientos de la llamada Cuarta Revolución Industrial, la cual plantean que conlleva profundos cambios tecnológicos que se manifiestan en el desarrollo de economías cada vez más basadas en el conocimiento y en la expansión de plataformas digitales como espacios de interacción e intercambio. Sus lineamientos -anclados en los postulados de organismos internacionales como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID)-sostienen que es necesario garantizar oportunidades para una educación de calidad, inclusiva y continua a lo largo de toda la vida, que priorice el desarrollo de las habilidades requeridas para el desarrollo personal y comunitario del presente y del futuro. En este sentido, un objetivo central es la promoción de habilidades tecnológicas en los sectores más vulnerados. En esta tarea, dentro sus lineamientos, resulta crucial poder utilizar en todos sus desarrollos tecnológicos innovadores para alcanzar una sustancial mejora en la utilización de recursos. La coordinación de programas hacia dichas poblaciones tiene el cuidado del bienestar emocional como un aspecto clave. Es claro el financiamiento de organismos internacionales de crédito para los programas sociales que fomentan al emprendedor lo cual responde a formas de gestionar el problema del desempleo. Véase: https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/potenciartrabajo/cambiodeug https://www.argentina.gob.ar/consejo/educacion-trabajos-futuro

7Esto puede vincularse con la extensión de las prácticas de responsabilidad social empresaria (Figari y Giniger, 2014).

8Para la teoría subjetiva del valor, sistematizada en el siglo XIX por Carl Menger (1985) y eje transversal del neoliberalismo en su conjunto, el amor, la amistad y las relaciones sociales en general son considerados en tanto bienes económicos.

9Las ideas de emprendedor y emprendimiento estuvieron vinculadas en los últimos años, casi exclusivamente, a las formas de organización de la economía social y solidaria. Dichas formas de organización comenzaron a extenderse de manera visible en nuestro país y Latinoamérica especialmente a mediados y fines de la década del noventa en el marco de sucesivas crisis y aplicación de las políticas neoliberales del Consenso de Washington. Ancladas en prácticas de resistencia (que revitalizaban algunos de los postulados de la economía social del siglo XIX), las organizaciones de la economía social y solidaria trataron de constituirse como una alternativa a las imposiciones del mercado. Sin embargo, luego de la crisis de 2001 en Argentina y, especialmente con la crisis de 2007/08 a nivel mundial, no sólo se amplían los estudios académicos sobre el fenómeno sino que tanto organismos nacionales como internacionales (como el Banco Mundial, el Banco Interamericano para el Desarrollo y la Organización Internacional del Trabajo) comienzan a tener un especial interés por estas prácticas que son incluidas en políticas de desarrollo local sustentable, tanto en el ámbito rural como urbano, con el propósito de institucionalizarla y reglamentarla. En trabajos previos, hemos considerado a la economía social y solidaria en términos de un dispositivo atravesado por la racionalidad de gobierno neoliberal. En este sentido, la economía social y solidaria coexiste en el sistema capitalista planteando, de este modo, relaciones paradójicas tanto con el mercado, como con el Estado y los organismos internacionales (Presta, 2014).

10Es decir, parte mercado capitalista, parte procomún colaborativo (Rifkin 2014).

11Entendemos al neoliberalismo en tanto un proyecto o tendencia civilizadora que ha provocado una mutación en el orden social del capitalismo (Murillo, 2018) que se desplaza de análisis economicistas y homogeneizadores del movimiento neoliberal.

12Resulta importante tener en cuenta que, históricamente en América Latina, las formas más extendidas de control del trabajo son no-salariales, aunque en beneficio global del capital, lo que implica que las relaciones de explotación y de dominación tienen carácter colonial (Quijano, 2000). Asimismo, desde la Antropología Económica, se han analizado las economías domésticas en relación con los procesos de acumulación capitalista y los procesos de subsunción de heterogéneas formas de trabajo al capital, por ejemplo, las investigaciones de Gordillo (1992).

13Existen trabajos que vinculan el emprendedurismo con una ganancia emocional o espiritual (Funes y Nachón Ramírez, 2021).

Recibido: 16 de Julio de 2022; Revisado: 24 de Agosto de 2022; Aprobado: 28 de Noviembre de 2022

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