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Interdisciplinaria

versão On-line ISSN 1668-7027

Interdisciplinaria vol.36 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2019

 

ARTÍCULOS

Efectos psicológicos generados tras la ruptura de los lazos con el grupo primario de apoyo debido al fenómeno de prisionalización*

Psychological effects caused after the breaking of the bonds with the primary support group due to the imprisonment phenomenon

 

Yésica Ospina-Gómez** y Diana Marcela Bedoya-Gallego***

* Esta investigación fue avalada por la Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO, Seccional Antioquia-Chocó (Colombia) y contó con la colaboración del Complejo Carcelario y Penitenciario de Medellín Pedregal (Colombia).
** Psicóloga. Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO (Colombia). E-mail: yesicaospina597@gmail.com; yospina6@uniminuto.edu.co
*** Profesora del Programa de Psicología. Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO (Colombia). E-mail: dbedoyagall@uniminuto.edu.co; diana.bedoya@uniminuto.edu
Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO. Bello, Antioquia, Colombia.


Resumen

Se presentan los resultados de una investigación que tuvo como objetivo comprender los efectos psicológicos generados tras la ruptura de los lazos con el grupo primario de apoyo debido al fenómeno de prisionalización, con el propósito de contribuir en la formulación de investigaciones que se interesen por la salud mental del interno en prisión desde una perspectiva de familia.
La investigación fue cualitativa de tipo estudio de caso; contó con la participación de 5 internos del Complejo Carcelario y Penitenciario de Medellín – Pedregal (COPED), a quienes se les realizaron entrevistas en profundidad, que posteriormente fueron codificadas y categorizadas.
El desarrollo de la investigación permitió diferenciar los efectos psicológicos generados por el estado de prisionalización, de los efectos psicológicos producto de la ruptura con el grupo primario de apoyo. Asimismo, permitió identificar las condiciones internas y externas que favorecen o impiden el sostenimiento de un contacto estable con el grupo familiar, mientras se está en estado de prisionalización.
De esta manera, se concluye que la adaptación a la cultura carcelaria propicia un restablecimiento de los efectos psicológicos generados por el estado de prisionalización. Sin embargo, no acontece igual respecto a los efectos generados por la ruptura con el grupo primario de apoyo, máxime cuando las condiciones de internamiento dan lugar a que el penado tome la decisión de exacerbar la distancia con su grupo familiar. En ese sentido, los efectos psicológicos derivados de la ruptura con el grupo primario de apoyo tienden a complejizarse en relación con el tiempo de estancia en prisión.

Palabras clave: Prisionalización; Efectos psicológicos; Grupo primario de apoyo; Cultura carcelaria.

Abstract

The results of a research whose objective was to understand the psychological effects of breaking bonds with the primary support group because of prisonization are presented with the purpose of contributing in the formulation of researches related to the mental health of inmates in prison from a family perspective.
For this purpose, the research aimed to deepen the most significant issues of a group of inmates (male and female) from the Complejo Penitenciario y Carcelario Medellín – Pedregal (COPED) related to family breakdown, being abandoned by the partner, insufficient or inexistent support networks outside the prison and the consequences or psychological reactions caused by them.
It is important to mention that the participants in the research were identified by using chain sampling or network sampling. It is also important to note that being a qualitative research, indepth interviews were conducted and later coded and categorized, based on the categories of analysis, namely family background, prisonization and psychological effects. This process favors the transferability of results, based on the in-depth description of the phenomenon in its context (Martínez-Salgado, 2012).
In consequence the research process enabled the identification of signs and symptoms that remained in the subjects of research beyond all adaptation processes, and it is because of this characteristic that such symptomatology may not be explained by the theories regarding the psychological effects as a consequence of internment, that is to say, prisonization itself, as they derive from a process of adaptation and assimilation of the culture in prison. In this regard, this research arguments the relevance of the involvement of the family group in the penitentiary processes, seeking to have a positive impact on the functioning of inmates in prison and also on their resocialization and later on their life in freedom.
Therefore, it is necessary to acknowledge that the contact with the closest support group becomes an essential resource that, properly included in the support process for the inmate, leverages the development of prosocial competences, whilst reestablishing the self-image and preserving the family image create in persons deprived of liberty a commitment with resocialization, besides being the bridge that keeps them anchored to the outside world.
This approach promotes the reformulation of the current understanding of the effects associated to the prisonization as immanent status of imprisonment; this idea is based on the fact that the particular conditions of inmates (Echeverri,2010) and the conditions of the institutional context of prison (Crespo, 2017), may not be assessed or intervened in isolation, while, as evidenced on the research herein, a person that is deprived of liberty experiences a series of physical and psychical impacts that are beyond the normalizing processes of adaptation, becoming problems that when transcending the prison premises, need to be understood as a public policy matter.

Key words: Imprisonment; Psychological effects; Primary support group; Prison culture.


Introducción

De acuerdo a las dinámicas sociales y sus modificaciones, y a la necesidad de mantener el orden y corregir a aquellos que no se ajustan a las normas, la sociedad ha implementado diversas formas de castigo, que se han ido transformando a través de la historia. En Colombia, la evolución carcelaria se remonta al siglo XV, época de los aborígenes, donde solo comunidades desarrolladas, como los chibchas, mostraban una legislación civil y penal de gran influencia moral para su época, pena de muerte al homicida, vergüenza pública al cobarde, tortura al ladrón. En esa época no fue frecuente la privación de libertad y su aplicación no tuvo como criterio el castigo (Mercado, Arango & Segura, 2014).
Posteriormente, en la época de la independencia, con el objeto de contribuir al Estado-Nación se importaron modelos penitenciarios franceses y españoles; el estatuto político del territorio colombiano contempló la abolición de la tortura, se autorizó a coartar la libertad del ciudadano y se prohibió el ingreso a la cárcel de quien no fuera legalmente conducido a ella (Mercado et al., 2014). De esta manera, surgieron los primeros centros carcelarios del país. En el año 1890 se abrió la primera cárcel de mujeres establecida por las religiosas del buen pastor; en 1914, por medio de la Ley 35 se creó la Dirección General de Prisiones, reglamentándose como entidad adscrita al Ministerio de Gobierno, y en el año 1934 se creó el primer código penitenciario colombiano. De aquí en adelante se realizan diversas modificaciones e implementaciones hasta la creación del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario - INPEC- en el año 1992, como establecimiento público adscrito al Ministerio de Justicia y del Derecho (Mercado et al., 2014).
En la actualidad, la pena privativa de la libertad sigue siendo una forma de castigo. Sin embargo, no está orientada exclusivamente a castigar, sino también a la resocialización de la población penada, tal y como aparece en el Código Nacional Penitenciario y Carcelario, en su artículo 9° Funciones y finalidad de la pena y de las medidas de seguridad, “la pena tiene función protectora y preventiva, pero su fin fundamental es la resocialización. Las medidas de seguridad persiguen fines de curación, tutela y rehabilitación” (Congreso de la República de Colombia, 1993, p. 1).
En este orden de ideas, tras la imposición de penas privativas de la libertad, surgió consigo el fenómeno de prisionalización, entendido como un proceso en el que un individuo en condición de interno se ve expuesto, como consecuencia misma de su estancia en la cárcel, aceptando e incorporando sin ser plenamente consciente, una serie de códigos, conductas y valores que dan contenido a la subcultura carcelaria.
De esta manera el interno se atiene a una serie de normas, como la no delación en relación al personal de la guardia y a otros internos, la no explotación de los internos colegas, al tiempo que, adquiere costumbres, tradiciones, gestos y formas de relacionamiento, caracterizados estos últimos por la hostilidad, la frialdad, el desprecio y la desconfianza, no solo frente a otros internos, sino también frente al personal de la guardia (Clemmer, 1975, citado por Crespo, 2017).
Es importante señalar que la aceptación de los códigos mencionados en el párrafo anterior, depende de varios factores. Por un lado, del grado de criminalidad del interno, es decir, un interno con una carrera delictiva sostenida durante su historia vital se hace propenso a la incorporación de los valores y actitudes negativas que hacen parte de las normas subyacentes al contexto carcelario, mientras que un interno catalogado como delincuente primario puede contar aún con valores prosociales, y de acuerdo a esto mostrar rechazo frente a esta serie de conductas (Echeverri, 2010). Por otro lado, del contexto institucional carcelario, es decir, más allá de las condiciones particulares, sociodemográficas o legales, el recluso debe adaptarse tanto al ambiente como a la dinámica social carcelaria (Crespo, 2017).
De esta manera, la situación de encarcelamiento y las condiciones que son propias de la privación de la libertad provocan una serie de reacciones psicológicas en cadena generadas por la tensión emocional permanente. Las personas que se encuentran privadas de la libertad a menudo desarrollan conductas inapropiadas dentro del establecimiento carcelario, a causa de la presión constante que experimentan; un manejo inadecuado de ésta puede desencadenar en depresiones, angustia, ansiedad, sociopatía, perversión, entre otras (Echeverri, 2010).
Ahora bien, se torna relevante mencionar que la observación y la interacción con la población interna y el contexto carcelario en general, no solo permite evidenciar los efectos psicológicos y somáticos presentes en la población como consecuencia del estado de prisionalización, sino que también permite evidenciar la ruptura familiar que se genera al estar privado de libertad, e incluso pensar dicha ruptura como consecuencia directa del internamiento.
Tras la revisión bibliográfica realizada por García (2015), se encontró que el apoyo social puede explicarse desde dos dimensiones, la objetiva y la subjetiva, entendiendo como apoyo objetivo aquel que realmente se recibe por parte de otras personas, en este caso por parte de los familiares o amigos, por medio de visitas, cartas y comunicación telefónica o compañeros de reclusión (Ruiz, 1999, citado por García, 2015). En lo que respecta al apoyo subjetivo, se hace referencia a la percepción que la persona tiene en relación al apoyo recibido y la manera en que éste se evalúa o se valora.
Asimismo, los resultados arrojados por diversos estudios (Bayse, Allgood & Wyk, 1991; Brodsky, 1975; Carlson & Cervera,1991; Muraskin, 2000, citado en Galván et al., 2006) soportan la hipótesis de que el estado de prisionalización, sumado a un bajo acompañamiento o incluso el abandono de sus familiares o de las personas significativas, genera una serie de reacciones negativas sobre el bienestar físico y psicológico de la población interna.
En tal sentido, Bennett (1987, citado por Galván et al., 2006) descubrió que a los internos que sostienen contacto, y por ende el vínculo con sus familiares o amigos, por medio de los diferentes medios de comunicación, se les facilita el proceso adaptativo al contexto carcelario y al programa de tratamiento y preparación para la libertad que se ha asignado por la institución, e igualmente puede reducir las problemáticas de conducta en las dinámicas relacionales que sostienen con sus compañeros de reclusión, generando así estados de bienestar reflejados en su salud física y emocional. Resultados similares se encuentran en Martí y Cid (2015), quienes plantean que mantener contacto con familiares significativos durante el encarcelamiento, está altamente asociado al desistimiento de conductas reincidentes, en tanto la estancia en prisión genera el deseo de compensar y comprometerse con la familia, aspecto que igualmente se ve manifiesto en los procesos de resocialización (Kulagina, 2016).
Lo expuesto previamente permite centrar el interés en la ruptura con el grupo primario de apoyo como consecuencia del fenómeno de prisionalización, dado que se evidencia la importancia que tiene el apoyo social en las personas que se encuentran privadas de la libertad, principalmente aquel que proviene de los familiares, ya que puede denotar una diferencia significativa en las condiciones de vida al interior del penal. Cabe señalar también que el escaso o nulo acompañamiento por parte de las redes de apoyo, puede ser descripto como un factor de riesgo en relación al bienestar de los sujetos privados de la libertad. De esta manera, el presente estudio revela la necesidad de generar procesos de intervención para los contextos carcelarios, con enfoque de familia.
En este orden de ideas, la presente investigación buscó profundizar en las problemáticas más significativas de un grupo de internos/as del Complejo Carcelario y Penitenciario de Medellín–Pedregal (COPED) en relación a la ruptura familiar, abandono de sus parejas, escasas o ausentes redes de apoyo por fuera del establecimiento y las consecuencias o reacciones psicológicas que se generan a partir de dicha ruptura.

Método

El estudio que se informa se desarrolló bajo un enfoque cualitativo y para responder al objetivo se recurrió al método de estudio de caso. Se tomaron como unidad de análisis, los efectos psicológicos generados tras la ruptura con el grupo primario de apoyo debido al estado de prisionalización en cinco internos del COPED.

Participantes

Los sujetos fueron seleccionados por medio del muestreo en cadena o por redes (Hernández, Fernández & Baptista, 2010). Como criterios de inclusión, se tuvo en cuenta que fueran personas en calidad de internos condenados o sindicados, con penas privativas de la libertad iguales o superiores a un año y en su mayoría, internos del género masculino, dado que en la evidencia científica hallada tras la revisión de antecedentes, se encontró que los estudios realizados en establecimientos carcelarios se han orientado a profundizar en la población del género femenino (Cárdenas, 2011; Del Pozo Serrano, 2015; Galván et al., 2006; García, 2015; González, J., González, A. & Moscoso, 2012; Kalinsky, 2015; Hernández & Márquez, 2009; Romero, 2003), siendo la población masculina escasamente investigada. De esta manera, la identificación del primer interno se realizó a partir de la sugerencia de un miembro Distinguido1. Una vez que el interno accede a participar voluntariamente en la investigación, es él quien proporciona datos acerca de los demás sujetos de investigación.
Es importante resaltar que se trabaja con la cantidad de personas indicadas, teniendo en cuenta que, al tratarse de una investigación de carácter cualitativo, se propende por la transferibilidad de los resultados obtenidos a partir de la descripción profunda del fenómeno en su contexto (Martínez-Salgado, 2012), convirtiéndose así en insumos para futuras investigaciones e intervenciones con esta población.

Instrumento

Con base en el Instrumento para la Valoración Integral de Condenados (IVIC), herramienta a través de la cual se realiza la valoración, clasificación y seguimiento en el tratamiento penitenciario de la población condenada en los establecimientos de reclusión a nivel colombiano, se diseñó un protocolo inicial de entrevista a partir del cual se realizó la prueba piloto; este protocolo fue aplicado a dos internos (no participantes de la investigación) con el fin de validar la confiabilidad de los ítems. Posteriormente se analizaron las respuestas dadas en la entrevista y en base a esos resultados, se ajustó el protocolo de la entrevista en profundidad (Robles, 2011), compuesto por 34 preguntas iniciales.
Así se realizó un primer encuentro con cada uno de los sujetos de investigación, identificados estos como sujetos A, B, C, D y E.
Luego, a partir del primer ejercicio, se realizaron diferentes encuentros según la necesidad de profundización; de esta manera el número de entrevistas por sujeto fue: con el sujeto A se realizaron 5 encuentros, con el sujeto B 2 encuentros, con el sujeto C 3 encuentros y con los sujetos D y E, un encuentro. Las entrevistas tuvieron una duración que osciló entre 30 minutos y 2 horas.

Procedimiento

Los audios obtenidos en las entrevistas fueron transcriptos y analizados mediante un proceso de codificación y categorización. La codificación se realizó a través de Microsoft Office Word, para ello se agregó a la página una numeración de manera continua y posteriormente, se asignaron los códigos correspondientes con las categorías de análisis iniciales que fueron: antecedentes familiares, prisionalización y efectos psicológicos.
Una vez codificada, la información fue organizada en una matriz de categorización en Microsoft Office excel, en 5 columnas que correspondieron a: número de línea de donde se toma el fragmento de entrevista, fragmento de entrevista textual, palabra código que nombra el fragmento de entrevista, categoría a la que alude el código y por último, los memos analíticos.
Esta matriz se aplicó para cada uno de los sujetos de investigación; posteriormente se realizó una matriz general que permitió integrar la información hallada, de acuerdo con las categorías de análisis.
Cabe aclarar que la investigación se ejecutó en un período de 12 meses en los cuales se realizó el rastreo de antecedentes, la recolección de la información, el análisis y consolidación de hallazgos significativos.
Finalmente, en lo que respecta a las consideraciones éticas, se señala que la investigación se basó en la Resolución 8430 de1993 de la República de Colombia, en la cual según el Capítulo 1 - Artículo 6, se precisa que la investigación que se realice en seres humanos deberá contar con el consentimiento informado por escrito por parte del sujeto de investigación o su representante legal, con las excepciones dispuestas en la mencionada Resolución, y proteger la privacidad del individuo sujeto de investigación, identificándolo solo cuando los resultados lo requieran y éste lo autorice. Asimismo, se tuvieron en cuenta las consideraciones éticas consignadas en el Código Deontológico y Bioético del Psicólogo acerca del ejercicio investigativo desde la psicología (Congreso de la República de Colombia, 2006). Por último, es pertinente señalar que para la ejecución de esta investigación se contó con el aval de la Dirección del Complejo Carcelario y Penitenciario de Medellín – Pedregal (COPED), a través del documento Proyecto de Investigación Psicosocial COPED, debidamente firmado por la Directora de dicha Institución y el Distinguido.

Resultados

En total se registraron 337 códigos, correspondientes a las tres categorías de análisis. Los resultados se presentan de acuerdo con los objetivos de investigación, a saber, descripción del estado de prisionalización, análisis de la ruptura con el grupo primario de apoyo generado por el estado de prisionalización, e identificación de los efectos psicológicos que se generan a partir de dicha ruptura.

Descripción del estado de prisionalización

Los cinco internos participantes en la presente investigación tenían las siguientes características: cuatro eran del sexo masculino y una del sexo femenino; sus edades oscilaron entre los 37 y los 53 años, provenientes de diversas regiones del país y pertenecientes a diferentes estratos socio-económicos. Al momento de las entrevistas, permanecían privados de la libertad aproximadamente entre uno y dos años, condenados o sindicados por delitos como: narcotráfico, extorsión, concierto para delinquir, rebelión, y conservación o financiación de plantaciones.
Al respecto, se logró identificar que las condiciones del estado de prisionalización y sus efectos derivados, tienen variaciones en los sujetos; para los sujetos B, C, D y E el momento de la captura fue de carácter inesperado, por ende, generó un mayor impacto emocional, mientras que para el sujeto A no fue así, ya que se entregó a los entes judiciales de manera voluntaria (ver Cuadro 1). Es importante tener en cuenta que las variaciones presentadas al momento de la captura se van modificando en la medida en que avanza la estancia en prisión, siendo esto lo que da lugar en un sentido más general al fenómeno de la prisionalización. Es decir, una vez que se legalizan las capturas de los diferentes sujetos y se dicta medida de aseguramiento, inicia consigo el proceso de adaptación y asimilación de los códigos, conductas y valores por los que está compuesta la subcultura carcelaria.

 

Cuadro 1 diferencias al momento de captura de los sujetos de investigación

 

De acuerdo con autores como Echeverri (2010) y Crespo (2017), existen dos tipos de prisionalización; una superficial y una profunda. La superficial, se da en casi toda la población penitenciaria, ya que, en gran medida, se trataría de la expresión conductual de un proceso de adaptación, plenamente normalizado, en absoluto patológico, que permite al individuo adaptarse al ambiente y así convivir en términos de normalidad (Echeverri, 2010).
Mientras que la prisionalización profunda trata de una expresión conductual inapropiada, en la que el interno asume comportamientos retadores y hostiles que dan cuenta de la dificultad para aceptar su condición; así pues, no se permite participar, ni hacer uso de las actividades propuestas por el entorno carcelario, ni establecer lazos que indiquen el relacionamiento al interior de dicho sistema.
De esta manera, es posible mencionar varias diferencias identificadas en el caso de los sujetos B y D en relación con los demás participantes de la investigación; para los sujetos en mención, el proceso de adaptación al régimen interno se dio de una manera más rápida, ya que los horarios, la disciplina y la normativa que caracteriza la vida en la cárcel, guarda cierta similitud con la vida que llevaban previo al ingreso al penal, en tanto uno pertenecía al ejército y el otro a un grupo armado al margen de la ley. Igualmente, el momento del ingreso de ambos internos fue tranquilo, ya que tanto los militares como los integrantes de algunos grupos ilegales son bien recibidos en el contexto carcelario y cuentan con ciertos privilegios en relación a quienes ingresan por delincuencia común u otros delitos; lo anterior, les permitió a ambos encontrarse con personas que les brindaban un entorno amigable disminuyendo así los niveles de ansiedad y facilitando el proceso adaptativo.
Ahora bien, el sujeto C presentó gran impacto emocional tanto en el momento de la captura como en el momento del ingreso al penal, experimentando angustia, ansiedad, incertidumbre y temor frente al nuevo contexto; sin embargo, unos meses después logró establecer vínculos con otras internas, que inicialmente le facilitaron los medios para establecer comunicación con su familia; poco a poco fue incorporando las costumbres, horarios, lenguaje y demás aspectos que hacen parte del régimen interno. Igualmente realiza actividades académicas en directa relación con el tratamiento penitenciario asignado, con un desempeño sobresaliente. Si bien para la interna, el estar privada de la libertad ha generado diversos efectos tanto psicológicos como somáticos, ha logrado realizar reflexiones y análisis que le han permitido resignificar su experiencia de vida en la cárcel.
Por su parte, el sujeto E presenta algunas particularidades, no solo porque su captura fue de carácter inesperado, sino porque es el único de los sujetos de investigación que no acepta los cargos que se le imputan y por ende, hay una presunción de inocencia, lo que ha generado que el proceso de adaptación al contexto carcelario sea más complejo. El sujeto E es un hombre mayor, campesino que se ha dedicado la mayor parte de su vida a la agricultura, razón por la que las condiciones de vida previas y durante el encarcelamiento no presentan ninguna similitud; el lenguaje, las costumbres y las formas de vida presentes en la cárcel fueron inicialmente ajenas a él. Esta persona experimenta con frecuencia estados de ánimo depresivos, dificultades para conciliar elsueño, así como dificultades en la interacción y el establecimiento de vínculos con otros internos, ya que de acuerdo a lo observado y evidenciado por medio de su expediente, no es una persona con carrera delictiva ni con un perfil que implique riesgo; sin embargo, es un hombre que ha logrado asimilar las propuestas que le presenta el tratamiento penitenciario, desarrollando habilidades de las que antes no disponía (lectura, escritura, panadería, entre otros).
Por su parte, el sujeto A inicialmente tuvo una adaptación positiva en el centro carcelario ubicado en su municipio de origen, ya que se rodeaba de personas conocidas, lo que permitió en términos generales moverse en un entorno que le resultaba familiar y amigable, no solo por estar cerca de su familia, sino también porque las condiciones del régimen interno eran más flexibles en relación a las de COPED. Es por esto que, a partir del traslado a Pedregal se identifica una dificultad significativa frente a la asimilación y a la adaptación al régimen interno y a la cultura carcelaria, expresado por medio de conductas de consumo de sustancias psicoactivas, desinterés en general, contraposición frente a las normas, conductas reincidentes al interior del penal, dificultad en la articulación a programas de tratamiento penitenciario o actividades que le permitan el uso del tiempo libre (ver Cuadro 2). Lo expuesto anteriormente pone en contexto lo descripto respecto a la prisionalización profunda (Crespo, 2017; Echeverri, 2010).

 

Cuadro 2 Variaciones en el proceso de adaptación. prisionalización profunda y superficial

 

En este orden de ideas, es posible plantear que el proceso de prisionalización en sí mismo acarrea una serie de manifestaciones, que de acuerdo a lo planteado por Wheeler (2007, citado por Echeverri, 2010) y por Valverde (1997, citado por Soria, 2005) pueden ser entendidos, por un lado, como efectos psicológicos, tales como ansiedad, pérdida de control sobre la propia vida, ausencia de expectativas, despersonalización, pérdida de la intimidad, modificación en la autoestima y en la vivencia de la sexualidad, sentimientos de soledad, tristeza profunda, desolación, episodios depresivos mayores y embotamiento, y por otro, como efectos somáticos, tales como alteraciones en la visión, en la audición y en el gusto, tensión muscular y otras manifestaciones de orden somático no consideradas por Valverde (1997), pero evidenciadas en la población interna como: alteraciones en el sueño, gastritis, debilidad, infecciones urinarias, cefaleas, estreñimiento, pigmentación en la piel, resfriados, dolor lumbar y pérdida significativa de peso.
Lo anterior guarda relación con lo enunciado por Echeverri (2010), quien plantea que “La cárcel, como institución, como ámbito cerrado en sí mismo, exige de las personas que la padecen un esfuerzo adaptativo constante al encierro que, sin duda, les crea como consecuencia una serie de distorsiones afectivas, emocionales, cognitivas y perceptivas que se vislumbran desde el momento de la detención” (p. 157).
No obstante, siempre que se logre la prisionalización superficial, y por tanto se incorpore positivamente la subcultura carcelaria (tal como se observó en los sujetos B, C, D y E), podrá alcanzarse una disminución de la sintomatología propia del proceso inicial de internamiento, logrando estabilizar la estancia en el penal a partir de las diferentes actividades de la cotidianidad, que no siempre están articuladas a los programas de tratamiento penitenciario, lo que implica la disposición de recursos psíquicos que favorezcan el desarrollo de la creatividad y la interacción con el entorno carcelario.
Distinto es lo que sucede cuando un sujeto se ubica en prisionalización profunda, puesto que tal como se observa en el sujeto A, no logran establecerse relaciones interpersonales de manera favorable, no hay disposición para el desarrollo de actividades de tratamiento penitenciario y adherencia a los programas de intervención. Esto hace propenso al interno, al sostenimiento de los efectos físicos y psicológicos, al consumo de sustancias psicoactivas y al desarrollo de actitudes desafiantes en relación con el sistema penitenciario (Del Pozo, 2015).

Análisis de la ruptura con el grupo primario de apoyo

Hasta ahora se ha mencionado que la prisionalización implica un proceso de adaptación a la cultura carcelaria; sin embargo, el análisis de la información obtenida permite develar que a este fenómeno se asocia la ruptura con el grupo primario de apoyo, que tiene lugar desde el momento mismo de la captura y que se acentúa por las limitantes impuestas por el sistema penitenciario. En consecuencia, la prisionalización –como fenómeno asociado al encarcelamiento– y los efectos derivados de ésta, se modifican en relación a las condiciones contextuales, tanto internas (cárcel) como externas (familiares, geográficas, políticas).
De esta manera, los hallazgos emergentes de la investigación permitieron entender que las mayores dificultades tienden a asociarse a aspectos tales como el número insuficiente de centros penales, especialmente para mujeres, así como a la ubicación geográfica, dado que no solo se encuentran retirados de los cascos urbanos, sino que en muchos casos los internos son trasladados a penitenciarias ubicadas en ciudades diferentes a las suyas. Estos son aspectos que afectan de manera importante el contacto con el grupo de apoyo más próximo, puesto que incide en el incremento de costos, tiempo para el desplazamiento y disminución en la frecuencia de las visitas. Esto redunda en problemas asociados a la interacción personal-familiar-social, y por lo tanto dificulta el proceso de reinserción, en tanto no facilita que el interno genere redes de apoyo o alternativas de anclaje a su contexto, una vez que salga de prisión.
Asimismo, es posible hallar que estas condiciones implican la emergencia de afectaciones emocionales en los internos, en tanto surge la necesidad de no permitir que sus familiares vean o conciban las condiciones en las que viven al interior del penal. Por lo tanto, a la ruptura que está asociada a la prisionalización y a las condiciones en que ésta se da, se suma la decisión por parte del interno de no permitir que sus allegados los visiten, aumentando el distanciamiento de los lazos.
De acuerdo con la información suministrada por los sujetos de investigación, lo anterior se asocia a dos elementos: la necesidad de no exponer a sus familiares al contexto carcelario y el interés de preservar la imagen que de ellos han configurado durante su vida en libertad (ver Cuadro 3).

 

Cuadro 3 ruptura con el grupo primario de apoyo debido al fenómeno de prisionalización

 

Ahora bien, limitar la distancia física intentando sostener la comunicación vía telefónica o por correspondencia, no siempre se convierte en una estrategia factible, ya que, por un lado, el uso de estos recursos les implica un costo económico del cual pocas veces disponen, y, por otro lado, los pabellones se encuentran habitados por un número importante de internos, lo que implica una disponibilidad limitada de teléfonos (cada patio cuenta con aproximadamente siete de éstos). Por las condiciones antes descriptas, los internos se ven obligados a tratar de especificar con quién garantizar una comunicación efectiva, toda vez que al no lograrlo dicha oportunidad se perdería. De esta forma, se agudiza la fragmentación y el deterioro progresivo de las relaciones familiares, dada la disminución en el contacto con hijos, hermanos, pareja, tíos, primos o incluso padres, generando un vínculo que se caracteriza por la distancia y la ausencia.

Efectos psicológicos de la ruptura familiar

Como fue mencionado en los apartados anteriores, la ruptura familiar tiene lugar desde el momento mismo de la detención, impidiendo a los internos la realización de sus actividades cotidianas y la ejecución de sus roles al interior de su grupo familiar, obligándolos así a compartir y a comunicarse mediante espacios y tiempos limitados. Dicha ruptura genera una serie de reacciones o efectos a nivel psicológico que pueden diferenciarse claramente de los efectos generados por el estado de prisionalización en sí mismo.
Desde el primer momento en que lo encarcelan, el interno pierde su rol familiar, lo que a menudo implica también el control de la familia, la toma de decisiones, etcétera. Es habitual que se sienta avergonzado ante sus padres, ante sus hijos o ante su entorno. Y así podrían describirse muchas otras situaciones que contribuyen también a alterar su propia imagen, su autovaloración y autoestima (García-Borés et al., 2006).
Así entonces, tras la revisión de los antecedentes familiares de los sujetos de investigación logra evidenciarse que B y C, previo al estado de prisionalización, sostuvieron dinámicas familiares en las cuales primaba la comunicación, el apoyo mutuo, el diálogo y la cercanía; posterior a la privación de la libertad estos dos sujetos tomaron la decisión de no recibir visitas de sus familiares, acentuando aún más la ruptura familiar al limitar su contacto con ellos a la comunicación telefónica o vía correspondencia. Sin embargo, el deseo de que sus acciones conduzcan a la preservación de sus familias y de la imagen que tenían de ellas previo al encarcelamiento, ha favorecido en estos sujetos la adherencia en términos positivos a la cultura carcelaria y, con ello, ha propiciado el desarrollo de estrategias que les permite sostenerse estables emocionalmente.
La dinámica familiar que el sujeto E sostuvo previo al estado de prisionalización es descripta en términos de cercanía, confianza, unión y apoyo mutuo. Una vez capturado, lo trasladan a un centro penitenciario lejano al departamento de residencia, aspecto que, sumado a las limitaciones económicas de la familia, genera una ruptura severa; la comunicación en este caso se delimita única y exclusivamente a la vía telefónica, que no es frecuente dado que el interno carece de los recursos económicos para hacer uso de este medio. Esto, sumado a las dificultades de adaptación y relacionamiento con el contexto carcelario y las personas que lo habitan, genera en el interno un impacto emocional significativo, que ha contribuido a que la respuesta emocional y conductual respecto al contexto, esté atravesada por inseguridad, frecuentes respuestas de temor y frustración. En consecuencia, lo que permite que el interno conserve una relativa estabilidad emocional responde a la actitud positiva por parte de éste frente a las actividades derivadas del tratamiento penitenciario y otras de intervención.
Por otro lado, la dinámica familiar sostenida por el sujeto A previo al estado de prisionalización puede ser descripta en términos de inestabilidad y permisividad, dado que era una familia fragmentada. Durante su infancia y adolescencia no logró tener estabilidad en términos emocionales, académicos y económicos, no hubo una figura de autoridad representativa que demarcara límites y facilitara la incorporación de un sistema de normas y valores; por el contrario, las personas que componían su grupo familiar tenían características permisivas frente a sus conductas disruptivas. Así, es posible señalar que el tipo de funcionamiento en la dinámica familiar sostenida previamente y la fragmentación significativa del vínculo durante el estado de prisionalización, susciten en el interno una respuesta emocional y comportamental inadecuada en relación con el proceso de adaptación al sistema penitenciario en general, obstaculizando su proceso de resocialización y favoreciendo el grado de riesgo frente a conductas reincidentes.
El sujeto D se constituye en un caso con características marcadamente distintas en relación con los otros sujetos descriptos. No contaba con el apoyo de su grupo familiar, dado que antes del ingreso al penal no tenía ningún tipo de contacto o relación con los suyos; sin embargo, la estancia en prisión había exacerbado en él la necesidad de reencontrarse con los miembros de su familia y crear con ellos una relación que le garantizara cercanía y apoyo. Este interno se dedicaba la mayor parte del tiempo a la realización de actividades artísticas que le permitían generar posteriormente ingresos económicos para suplir sus necesidades básicas; sus competencias respecto al relacionamiento social eran básicas, se caracterizaba por ser una persona tranquila y sindificultades con sus compañeros de reclusión o el personal de guardia, aspectos que como ya se había mencionado, se relacionan con la familiaridad que experimentaba frente a las lógicas del centro penitenciario, dada su condición de ex-militancia en grupos armados al margen de la ley.
Finalmente, es relevante mencionar que en el desarrollo de la investigación se evidenció que la ruptura familiar, no sólo genera modificaciones en la vida de los internos, sino también cambios en las dinámicas sostenidas por los familiares durante la vida en libertad de estos. De esta forma, familiares de los internos desarrollaron síntomas como: consumo de sustancias psicoactivas, disminución en el rendimiento de las actividades académicas, alteraciones emocionales constantes, afectaciones de la salud física y dificultad en la consecución de recursos económicos; todo esto impacta directamente en la calidad de vida de estas familias, constituyéndose por tanto en “una extensión social de la pena privativa de la libertad” (García-Borés et al., 2006, p. 9).
En ese orden de ideas se torna relevante señalar la importancia que tiene para el sujeto prisionalizado, contar con el apoyo de su grupo familiar; como expresan Viano, Villagra y Martínez (2008): “Para aquellos que están encarcelados, la familia es a menudo una importante y única fuente de esperanza, de bienestar y de conexión con el exterior. Esto se apoya en estudios que sugieren que los reclusos que mantienen una conexión con sus familias se ajustan rápidamente a la vida en la cárcel, tienen menos problemas disciplinarios y son menos propensos a reincidir en conductas delictivas después de la liberación.” (p. 9).
En síntesis, el proceso investigativo permitió identificar en los sujetos de investigación, signos y síntomas que permanecían más allá de todo proceso de adaptación, y es precisamente por esta característica que dicha sintomatología no logra ser explicada por las teorías planteadas alrededor de los efectos psicológicos como consecuencia del internamiento, es decir, de la prisionalización en sí misma, en tanto no derivan de un proceso de adaptación normalizado. En ese orden de ideas, en estudios previos (Galván et al., 2006; García, 2015; Herrera, Jaramillo & Román, 2016; Viano et al., 2008) y en el presente encontramos sustentada la relevancia de la articulación del grupo familiar en los procesos penitenciarios, buscando que se impacte de manera positiva el funcionamiento del interno en el penal e igualmente, su proceso de resocialización y posterior vida en libertad.

Discusión

La idea central que se deriva del ejercicio investigativo permite reformular la comprensión lograda acerca de los efectos asociados a la prisionalización como estado inminente del encarcelamiento. Esto se fundamenta en el hecho de que las condiciones particulares del interno (Echeverri, 2010) y las condiciones del contexto institucional carcelario (Crespo, 2017) no pueden ser valoradas ni intervenidas de forma aislada, en tanto, tal como fue posible evidenciar a partir del presente estudio, la persona privada de la libertad experimenta una serie de afectaciones, físicas y psíquicas, que trascienden los procesos normalizadores de adaptación.
De esta manera, pensar la ruptura con el grupo primario de apoyo como un hecho derivado de la prisionalización, y sus efectos psicológicos como un elemento que trasciende a la prisionalización, pone el acento en la multiplicidad de variables que intervienen para que un proceso de resocialización resulte favorable. Es decir, la correspondencia de los resultados aquí expuestos con otros estudios (Añaños-Bedriñana, Fernández-Sánchez & Llipis, 2013; Echeverri, 2010; Garcia-Borés et al., 2006; Rojas-Cavazo, Benkelfat-Perafán & Mora-Antó, 2016), revela la necesidad de replantear la forma como están constituidos los centros carcelarios en Colombia (y otros países con modelos penitenciarios afines), así como los programas de intervención que allí se implementan, en tanto las problemáticas que se presentan en su interior han terminado por trascender el ámbito carcelario, para incidir en el ámbito familiar y convertirse por tanto, en un asunto de interés para la política pública.
Mientras, es preciso reconocer que el contacto con el grupo de apoyo más próximo se convierte en un recurso esencial que, adecuadamente incluido en el proceso de acompañamiento al interno, potencia el desarrollo de competencias prosociales; el restablecimiento de la propia imagen y la preservación de la imagen familiar, generan en la persona privada de la libertad un compromiso de resocialización (Galván et al., 2006; García, 2015; Herrera, Jaramillo & Román, 2016; Kulagina, 2016; Martí & Cid, 2015; Viano et al., 2008), además de ser el puente que les permite mantenerse anclados al mundo exterior.
Ahora bien, como una condición que escapó a los alcances de la investigación, logra evidenciarse que los efectos no solo se presentan en el interno, sino también en el grupo familiar, ya sea porque se genera una alteración de las dinámicas familiares (García-Borés et al., 2006), o porque en muchos casos las familias están vinculadas con las acciones delictivas (Martí & Cid, 2015). Por ello se insiste en que los programas de intervención trasciendan los límites de los centros penitenciarios y se suma la necesidad de profesionales idóneamente formados capaces de proponer e implementar modelos de intervención psicosociales (Gómez & Soto, 2016).

Notas:

1. “Son distinguidos los dragoneantes que con un tiempo mínimo de 2 años de servicio han sobresalido por sus cualidades profesionales y requisitos cumplidos, están capacitados para continuar ejerciendo las funciones de base, seguridad y orden de los establecimientos penitenciarios y carcelarios” (INPEC, 2017,p. 1).

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Recibido: 1 de agosto de 2017
Aceptado: 3 de abril de 2019

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