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Comechingonia

versão On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.20 no.2 Córdoba dez. 2016

 

GUAYAMBA 2: ABORDANDO EL ESPACIO DOMÉSTICO EN LOS BOSQUES ORIENTALES DE CATAMARCA.

GUAYAMBA 2: ADDRESSING THE DOMESTIC SPACE IN THE EASTERN FORESTS OF CATAMARCA.

 

Luciana Eguia1, Carolina Prieto2 e Ignacio Gerola3

1 Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217, 3º piso, (1002) Buenos Aires, Argentina, lucianaeguia@gmail.com;
2 CONICET. Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217, 3º piso, (1002) Buenos Aires, Argentina, prietocarolina31@yahoo.com.ar;
3 Becario CIN. Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217, 3º piso, (1002) Buenos Aires, Argentina, ignaciogerola@gmail.com

 

Presentado: 28/10/2016 - Aceptado: 09/12/2016


Resumen

El siguiente trabajo tiene como objetivo presentar los primeros resultados obtenidos de las investigaciones realizadas en el sitio Guayamba 2, ubicado en la localidad homónima, en el departamento de El Alto, provincia de Catamarca. El asentamiento se compone de cuatro estructuras y se encuentra en el área de Bosque Serrano. Se relaciona con Casa Pintada, un alero con representaciones rupestres, localizado a unos 190 m en línea recta hacia el sur. Hasta el momento hemos realizado dos sondeos en dos estructuras y comenzado la excavación de una tercera. A partir de estos trabajos hemos recuperado: fragmentos cerámicos, restos líticos y algunos restos óseos faunísticos. El análisis del material recuperado indicaría que en el sitio se realizaron diversas prácticas domésticas (preparación y consumo de alimentos, elaboración de artefactos líticos, entre otras) consistentes con un sitio de habitación permanente.

Palabras clave: sierra de El Alto-Ancasti, análisis cerámico, tecnología lítica, prácticas sociales

Abstract

The following work aims to present the preliminary results of the investigations carried out at the Guayamba 2 site, which is located in the homonymous locality, in the department of El Alto, Catamarca province. The settlement consists of four structures and is located in the humid forest zone of Sierra de El Alto Ancasti region. It is related to Casa Pintada, a cave with rock art representations, located about 190 m in a straight line to the south. So far, our team has done two surveys in two structures  and we have begun the excavation of the third.  From these studies we have recover: ware shreds and lithic remains, and some fauna. The results of the analysis of the recovered material would indicate that in the site a variety of domestic practices were performed (preparation and consumption of food, elaboration of lithic artefacts, among others) consistent with a site of permanent occupation.

Keywords: El Alto-Ancasti mountains, ceramic analysis, lithic technology, social practices


 

Introducción

 

Los modelos tradicionales han caracterizado a la región de la sierra de El Alto-Ancasti, especialmente durante el Período Medio, como un espacio ambiental y culturalmente periférico, dependiente de los grandes centros valliserranos y ocupado de manera temporal por grupos pastoriles de baja densidad demográfica (González 1979). Las investigaciones actuales, basadas en la presencia de conjuntos habitacionales y estructuras de producción agrícola, proponen la existencia de ocupaciones permanentes y autosuficientes en la región  (Gordillo et al. 2015b; Quesada et al. 2012; Zuccarelli 2012). Estas comunidades habrían desarrollado una economía diversificada que complementaba la producción agrícola con las actividades de caza y pastoreo (Moreno y Quesada 2012), utilizando principalmente los recursos locales (Moreno y Sentinelli 2014).

 

En este trabajo, a través del estudio de un sitio de habitación, Guayamba 2, y mediante el análisis de los materiales líticos, cerámicos y óseos recuperados en excavación, se aporta información coherente con estas nuevas interpretaciones. Consideramos que el estudio de los espacios domésticos resulta fundamental por dos motivos: en primer lugar, ya que es un lugar central en la producción y reproducción social (Bourdieu 1977) y en segundo lugar, porque hasta el momento, son muy pocos los espacios de vivienda de este sector que han sido estudiados. A partir de los resultados obtenidos pensamos que, como se propone actualmente, las poblaciones que habitaron en el área y sus procesos sociales tienen una trayectoria propia, distinta a la de áreas aledañas, que merece ser analizada desde una perspectiva local (Gordillo et al. 2015a).

 

Nuestra zona de estudio

 

El área de estudio corresponde a la porción nororiental de la sierra de El Alto-Ancasti. Este cordón montañoso se ubica en sector sureste de la provincia de Catamarca y constituye la porción este de las Sierras Pampeanas Noroccidentales (Cisterna 2003). Esta formación montañosa atraviesa principalmente los departamentos de El Alto y Ancasti (Figura 1). Dentro del sector septentrional de la sierra podemos encontrar diversos ambientes correspondientes a la provincia fitogeográfica Chaqueña, específicamente a dos de sus distritos, el Chaco Serrano y el Chaco Semiárido. La transición entre ambos es muy gradual y se define en una subunidad fitogeográfica denominada Llanura Aluvial de Piedemonte, que se extiende desde el límite con el piso forestal del Chaco Serrano hasta el límite interprovincial con Santiago del Estero. El distrito que aquí nos ocupa es el Serrano, el cual se ubica en la mitad occidental de los departamentos de El Alto y Ancasti, cubriendo la cima y los faldeos oriental y occidental de la sierra El Alto-Ancasti, hasta los 28º de latitud sur, donde en dirección norte comienza a limitar con la provincia de las Yungas (Morláns 1995).

El clima característico de esta zona es de tipo subtropical con veranos cálidos e inviernos templados. En el norte y el este las precipitaciones son abundantes (1100-1200 mm anuales), disminuyendo hacia el sur y el oeste. Por esta razón, el mencionado distrito es el más húmedo de la Provincia Chaqueña (Morláns 1995). En el área, la vegetación se distribuye en distintos "cinturones" o pisos en función de la latitud, la longitud y las situaciones microclimáticas (Morláns 1995; Nazar 2003). Los pisos son: a) pastizales de altura, por sobre los 1400 msnm, donde la vegetación es una asociación entre gramíneas y herbáceas de distintos géneros; b) arbustal-pastizal, entre 1400 y 1900 msnm, con una base de gramíneas y especies arbustivas con algunas incursiones del Bosque Serrano; c) piso de Bosque Serrano: desde los 700-800 hasta los 1500-1600 msnm. Este último posee una abundante cobertura vegetal, entre las que se destacan las siguientes especies: Prosopis alba y P. nigra (algarrobo), Schinopsis haenkeana (orco quebracho), Chorisia insignes (yuchán o palo borracho), Acacia visco (viscote), Ruprechtia apetala (viraro), Aspidosperma quebracho-blanco (quebracho blanco), Schinus molle, Acacia caven (churqui), Lithraea ternifolia (molle de beber), Acacia aroma (tusca), Celtis espinosa (tala), entre otros. En las laderas de exposición hacia el este y sur hay un microclima más húmedo con vegetación muy abundante y densa. Propias de la ladera occidental se encuentran el Parapiptadenia excelsia (orco cebil) y Condalia montana (piquillín de la sierra). La fauna silvestre presente es diversa y comprende, entre los mamíferos, ejemplares de oso melero (Tamandua tetradactyla), chancho del monte (Catagonus wagneri), pecarí de collar (Pecari tajacu), corzuela parda (Mazama guazoupira) y murciélago escarchado (Lasiurus cinereus). También un considerable número de especies de aves, entre las cuales se puede mencionar: la macá común, macá grande (Podiceps major), garza blanca (Ardea alba), garza bruja (Nycticorax nycticorax), tuyuyú, pato barcino (Anas flavirostris), chiricote (Aramides cajaneus), tero (Vanellus chilensis), pitotoy grande (Tringa melanoleuca), chororó (Taraba major), entre otras (Carma 2009). Nos interesa destacar que esta área también ha sido denominada por otros investigadores como área de Yungas, Yungas en transición o selva tucumano-boliviana, que se extiende hasta el norte de la provincia de Catamarca, hasta los 29º de latitud sur (Brown et al. 2002; Cabrera 1976; Gordillo et al. 2015a; Grau 2005; Navarro 2002). En esta región existe abundancia de recursos faunísticos y vegetales, con un fácil acceso a diferentes zonas ecológicas.

Guayamba 2 se localiza en un área de densa vegetación y muy baja visibilidad, en el denominado piso de Bosque Serrano. Aproximadamente a un kilómetro en dirección noreste del sitio se encuentra el río Guayamba, el curso más importante de la zona, que nace en la parte alta de las sierras y se extiende por 50 kilómetros. La zona también presenta muchos cauces temporarios. Específicamente, a escasos metros del sitio corre un arroyo. 

 


Figura 1. Imagen satelital del área.

 

Antecedentes de investigación

 

La región de El Alto-Ancasti ha sido definida históricamente, en relación a las ocupaciones del Período Medio (siglos VII a XII d.C.), como un espacio fronterizo, marginal y de transición cultural, entre el área andina meridional y las tierras bajas orientales (González 1979; Núñez Regueiro y Tartusi 1990). En una primera instancia fue concebida, a partir de los modelos tradicionales, como una zona periférica habitada por grupos dependientes de las sociedades de mayor envergadura ubicadas en los Andes Meridionales y la llanura chaco-santiagueña, manifestando un patrón de ocupaciones temporales cuya producción se encontraba enmarcada dentro de una economía de intercambio con las regiones adyacentes (González 1979; Núñez Regueiro y Tartusi 1990). Según Núñez Regueiro y Tartusi (2003), en el primer milenio d.C. en valles como Alamito, Ambato y Santa María existieron centros políticos/ceremoniales que actuaron como polos de desarrollo que ejercieron sus influencias en un amplio territorio. Partiendo de esta base, la Sierra de El Alto- Ancasti fue vista como una zona de pastoreo, caza y aprovisionamiento de materias primas exóticas, como el cebil (Granizo 2012; Gordillo et al. 2015a; Quesada et al. 2012). Particularmente, la arqueología pedemontana del NOA ha tenido un desarrollo menor en comparación con la del área valliserrana (Míguez y Caria 2015). Debido al fuerte anclaje en la arqueología del Noroeste argentino de los enfoques centro-periferia, relacionados con el modelo de áreas culturales, las tierras bajas también fueron consideradas como un área marginal a los centros ubicados en los grandes valles andinos. Casi todas las relaciones entre las distintas áreas y subáreas eran explicadas, en mayor medida, con la idea de centro-periferia. Esto promovía la imagen de zonas satélites donde los señoríos de los valles realizaban una explotación de recursos (e.g. Núñez Regueiro y Tartusi 2003). Estos modelos propiciaban una visión tanto de la sierra como de la tierras bajas donde lo local se encontraba ausente (Gordillo et al. 2015b; Míguez y Caria 2015; Quesada et al. 2012).

 

Las primeras investigaciones arqueológicas que tuvieron lugar en el área se centraron en el estudio de los numerosos y diversos sitios con arte rupestre presentes en cuevas y aleros. En el caso del sector sur, donde se destacan La Tunita y La Candelaria (Llamazares 1997-1998; Nazar 2003; entre otros), ambos ubicados en el departamento de Ancasti, los trabajos se enfocaron en las descripciones formales del arte y la sistematización cronológica-cultural, enfatizando el vínculo de las representaciones rupestres con Aguada (Barrionuevo 1972; De la Fuente 1990; Segura 1970). Por su parte, en el sector norte de la sierra las investigaciones se orientaron, en una primera instancia, a la descripción del arte sin ahondar en un análisis formal y sistemático (Gramajo de Martínez Moreno 2001; Gramajo de Martínez Moreno y Martínez Moreno 1982). En la actualidad, los trabajos sobre representaciones rupestres en la zona han tomado un nuevo impulso, especialmente en la localidad de Oyola (Gheco et al. 2013; Quesada y Gheco 2011; entre otros) y Los Algarrobales (Calomino 2014).  Nos interesa destacar el caso de Oyola 7, ya que resulta ilustrativo de la heterogeneidad cultural presente en la región. Este sitio posee motivos rupestres que, en general, son asociados a la "cultura" Aguada. Sin embargo, a partir del análisis de la policronía del arte presente en la cueva, Quesada y Gheco (2015) encuentran no solo estilos diferentes a Aguada sino también distintas ejecuciones a lo largo del tiempo.

 

Los trabajos que actualmente se están realizando en la zona buscan anteponerse a la visión del área como periférica ya que, contrariamente a lo que se pensaba, la sierra de El Alto-Ancasti parece haber contado con una importante inversión en infraestructura agrícola, construcción de viviendas y la presencia de conjuntos aldeanos estables. A partir de la evidencia relevada en la zona de pastizales de altura (a partir de los 1400 msnm), los investigadores proponen que la región fue ocupada de forma permanente por comunidades autosuficientes (Gordillo et al. 2010; Gordillo et al. 2015a; Gordillo et al. 2015b; Quesada et al. 2012). Este es el caso del sitio Rodeo de los Indios 3, un sitio de amplias dimensiones compuesto  por  18  recintos,  donde  se  puede  observar  la  presencia  de  estructuras de producción agrícola ligadas a la arquitectura residencial (Zuccarelli 2012). Las dataciones radiocarbónicas para este sitio son 1464 + 36 AP (carbón vegetal; d13C = -24,3‰) para el recinto 3b y 1305 + 36 AP (carbón vegetal; d13C = -24,3‰) para el recinto 6. Estas edades calibradas ubican la ocupación del sitio en ca. 570-770 AD. Además se recuperaron fragmentos de cerámica Aguada negro pulido y Aguada Portezuelo (Gordillo et al. 2015b). Para la producción lítica fue utilizado en mayor medida el cuarzo, con una tecnología expeditiva. 

 

También ubicado en el ambiente de pastizales de altura se destaca El Taco 19, sitio que ha sido analizado siguiendo diversas líneas de evidencia. El asentamiento se compone de estructuras domésticas asociadas a corrales y terrazas de cultivo (Moreno 2014; Moreno y Egea 2014; Moreno y Sentinelli 2014). Aquí las actividades agrícolas habrían sido de suma importancia en la estructuración del paisaje (Granizo 2012; Quesada et al. 2012). La cerámica decorada corresponde a los estilos Alumbrera Tricolor, Ambato Tricolor o Cortaderas, Aguada Pintado (Marrón sobre Ante), Aguada Portezuelo, Aguada Gris Grabado y Rojo Grabado (Granizo 2012).

 

En cuanto a la producción lítica realizada en El Taco 19, se evidencia que la materia prima predominante fue el cuarzo. Esta roca se encuentra disponible en las inmediaciones de los asentamientos y de forma abundante. Esto implica un compromiso por parte de los habitantes con el paisaje local, es decir, un énfasis en el aprovechamiento de los recursos del entorno próximo, que podría estar relacionado con un largo período de ocupación del paisaje (Moreno 2014). Los estudios del material lítico (Egea 2015; Moreno y Egea 2014; Moreno y Sentinelli 2014) enfatizan que las estrategias expeditivas conformaron el principal rasgo productivo. El material lítico recuperado en la cueva Oyola 7 presenta características similares (Egea 2015). 

 

En resumen, podemos decir que los grupos que habitaban los pastizales de altura habrían ocupado sectores óptimos en términos de productividad, visibilidad y comunicación. Como parte de una economía diversificada, la producción agrícola era complementada con actividades de caza y pastoreo, que manifiestan un uso primordial de los recursos locales (Moreno y Sentinelli 2014). Asimismo, habrían mantenido relaciones de intercambio con las poblaciones asentadas en los valles, sin que esto implicara una hegemonía por parte de estas últimas áreas (Granizo 2012).

 

Por otra parte, en el área de Bosque Serrano o Yungas se han registrado pocos sitios considerados de habitación. Nos interesa destacar el caso de Los Corpitos (departamento de El Alto), un sitio residencial adscripto cronológicamente al Período Medio. El mismo se compone  de  tres  sectores:  dos  grandes  recintos  de  piedra,  un  patio central rodeado de recintos habitacionales en asociación con una serie de lineamientos de piedra, vinculadas a actividades agrícolas. La reconstrucción de las paredes de las habitaciones permite pensar en muros dobles y techo a dos aguas (Dlugosz 2010). En el caso de la alfarería, esta parece haber estado destinada a la preparación, cocción, consumo y almacenaje de alimentos, así como a la preparación y maceración de bebidas alcohólicas. Se destaca la presencia de algunos fragmentos de cerámica identificados con el estilo Ambato Tricolor (igual a Alumbrera Tricolor para los sitios de Alamito y Cortaderas para la llanura Chacosantiagueña), siendo este el único estilo relacionado con Aguada (Dlugosz 2005).

 

También en el piedemonte, en la localidad de Bañado de Ovanta (departamento de Santa Rosa) se ubica El Pobladito de Ampolla, un sitio residencial conformado por aproximadamente 20 recintos. Se caracteriza por la presencia de una serie de estructuras de distintos tamaños y formas, morteros, muros y montículos pequeños. Aquí se recuperaron restos óseos de camélidos y cerámica de tipo Condorhuasi Bicolor y Polícromo y Cortaderas Policromo. En cuanto a los instrumentos líticos, las materias primas utilizadas son principalmente el cuarzo y sílice, ambas locales. Por su parte la presencia de basalto sugiere que esta materia prima, o bien los artefactos terminados, fueron traídos de regiones distantes. Las características del sitio permiten pensar en una instalación de tipo permanente, donde se habrían desarrollado diversas actividades. Este asentamiento se encuentra a 300 m al norte de un sitio con representaciones rupestres ubicado en una quebrada granítica. Desde algunos sectores del emplazamiento es posible observar los paneles con arte, a pesar de la vegetación densa que dificulta la visibilidad. Ello podría dar cuenta de algún tipo de vinculación entre ambos sitios y una complementación entre distintos espacios distribuidos en el paisaje (Taboada 2011). La ocupación de la aldea fue fechada radiocarbonicamente entre los 50-500 D.C. y adscripta al Periodo Temprano, aunque las pinturas rupestres de Ampolla, dada la representación de motivos con estilo Aguada, se adscriben al Período Medio (Taboada 2011).

 

Abordaje teórico

 

Entendemos al espacio doméstico, no a partir de la categoría tradicional de "unidad doméstica", sino a través de las prácticas realizadas dentro de un espacio determinado (Pauketat 2001; Vaquer 2007). Consideramos a la casa como una construcción específica de cada sociedad, conformada por un conjunto particular de prácticas. A su vez, estas actividades conforman un sistema que se interrelaciona con el abanico de escenarios en el que se desarrollan las mismas (Rapoport 1990). Entonces lo doméstico, no se define como un agregado de actividades circunscriptas en un espacio determinado, ya que estas actividades trascienden temporal y espacialmente el escenario especifico de la casa (Vaquer 2007). Comprendemos este espacio como un lugar articulador de dichas prácticas que se desarrollan en tiempos y espacios diferentes.

 

Los lugares de habitación forman parte del paisaje, siendo este último el que engloba las condiciones estructurales que configuran y producen el habitus, "sistema de disposiciones durables, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, esto es, como principio de generación y estructuración de prácticas y representaciones" (Bourdieu 1977: 72). El habitus es incorporado corporalmente por los agentes sociales y funciona como matriz de percepción, apreciación y acción para los individuos. Es el principio generativo de las prácticas. que se van a ajustar a determinadas condiciones objetivas estructurales incorporadas (Vaquer 2007). A su vez, el paisaje como estructura es reconfigurado en un continuo proceso recursivo por las prácticas y representaciones de los agentes (Bourdieu 1977).

 

En este sentido, es en los espacios domésticos donde se trasmiten los esquemas constitutivos del habitus, mediante un aprendizaje corporal que parte de habitar el espacio. Entonces, es en estos lugares donde se despliegan las principales actividades de producción y reproducción social (Bourdieu 1977).

 

El sitio

 

El sitio Guayamba 2 está ubicado en la localidad homónima, Departamento de El Alto. Comenzamos a trabajar allí en el año 2009. Representa, hasta el momento, el único sitio de vivienda que hemos registrado en la zona del Bosque Serrano. Consideramos que esto puede deberse a la baja visibilidad producto de la frondosa vegetación y los intensos procesos de sedimentación, y no a la ausencia de ocupaciones. El sitio se compone de dos grandes recintos adosados rectangulares con paredes de piedra, que denominamos estructuras 1 y 2, respectivamente (Figura 2A). Asimismo, las prospecciones realizadas en el año 2014 nos permitieron detectar otras dos estructuras cercanas al sitio. A aproximadamente 50 m en dirección noroeste se han relevado dos recintos, uno rectangular y otro semicircular adosado (estructuras 3 y 4) (Figura 2B).

 

En los alrededores de Guayamba 2 hemos registrado diferentes tipos de sitios: morteros fijos múltiples, arte rupestre y estructuras de cultivo. A un kilómetro de distancia se encuentra Guayamba 1, ubicado sobre la margen derecha del río homónimo, compuesto de 17 morteros fijos. Otro sitio de este tipo es Guayamba 5, con tres morteros fijos localizados sobre un afloramiento rocoso a 600 m de Guayamba 2. También se han registrado cuatro sitios con arte rupestre, una pared, una cueva y dos aleros. Nos interesa destacar especialmente el  alero Casa Pintada, que se  encuentra a  solo 190 m en dirección sur, en la ladera opuesta de la quebrada. Sin embargo, el mismo resulta visualmente imperceptible desde el asentamiento (Gordillo et al. 2010). Posee diversos diseños figurativos y geométricos pintados y un grabado. Entre los primeros hay representaciones antropomorfas y zoomorfas, incluyendo seis huellas de felino. En la entrada hay una roca con un mortero y a escasos metros, se encuentran lo que consideramos pueden ser los restos de un muro. Cronológicamente la cueva ha sido adscripta al Período Medio, debido a la presencia de representaciones de huellas de felino, asociadas a Aguada (Calomino 2012). Sin embargo, esto se encuentra sujeto a revisión y debe contrastarse con nuevas evidencias. En la relación entre el sitio habitacional y la cueva destaca un tipo de disposición espacial que configura una asociación, y al mismo tiempo una ruptura, entre espacios de vida cotidiana y otros posiblemente destinados a actividades rituales (Quesada y Gheco 2011).

 


Figura 2A. Guayamba 2. Estructuras 1 y 2.

 

 


Figura 2B. Guayamba 2. Estructuras 3 y 4.

 

Volviendo al sitio Guayamba 2, la Estructura 1 posee una dimensión de 14 x 6 m y se encuentra localizada a 1078 msnm. Posee muros dobles de piedra (hileras de lajas verticales y horizontales superpuestas) con un vano de acceso claramente identificable, conformado por dos lajas clavadas verticalmente que sobresalen 70 cm sobre la superficie del terreno. Anexada hacia el oeste se encuentra la Estructura 2. La misma posee una dimensión de 12 x 6 m. La técnica constructiva de sus muros es similar a la de la Estructura 1, aunque en este caso la preservación de los mismos es menor ya que fueron afectados por la pendiente del terreno. En el año 2009 se realizó un sondeo de 1,5 x 1,5 m en la esquina sureste de la Estructura 1, alcanzando una profundidad de 80 cm, donde a su vez apoya la base del muro. En 2014 se excavó por niveles naturales otro sondeo de un 1 x 1 m en la esquina sureste del recinto contiguo, donde pudimos reconocer cuatro estratos. La profundidad alcanzada fue de 1 m, donde se localizó la roca madre. Estos sondeos fueron de carácter exploratorio y no pudimos hasta el momento definir pisos de ocupación. En ambos se recuperó material cerámico, restos óseos, lítico y algunos fragmentos de cáscara de huevo. La mayor frecuencia de materiales (cerámica y lítico) se registra en los niveles inferiores, aunque en ambas estructuras predomina la cerámica.

 

La Estructura 4 es un recinto rectangular de 10 x 4 m aproximadamente. Sus paredes están construidas con lajas dispuestas verticalmente. Este recinto aún no fue excavado, aunque se realizó una recolección de material de superficie, en su mayoría fragmentos cerámicos sin decoración. Anexada hacia el norte se encuentra la Estructura 3, un recinto semicircular de 4 x 3 m aproximadamente. Los muros son simples y también presentan lajas colocadas verticalmente, que alternan con rocas de diversos tamaños dispuestas de manera horizontal. En la esquina sur, donde se disponen cuatro lajas verticales, se puede observar un refuerzo exterior del muro compuesto de una serie de rocas de tamaño pequeño. Actualmente corre, entre ambos recintos, un camino de ganado que se encuentra en uso esporádico. En el año 2015 comenzamos a excavar tres cuadrículas de 1 x 1 m adyacentes en el sector sur. La excavación se realizó siguiendo los niveles naturales, asignándole a cada unidad estratigráfica un número de contexto. Se registró un total de cuatro niveles y no se detectaron rasgos durante la excavación. En los niveles intermedios, 2 y 3, se concentra la mayor frecuencia de materiales, tanto cerámicos como líticos. Sin embargo, a diferencia de las estructuras 1 y 2, el material lítico es el que predomina en toda la secuencia. La presencia de restos óseos de fauna es baja en todos los niveles.

 

A continuación presentaremos el análisis de los materiales recuperados de los sondeos de las estructuras 1 y 2 y de la excavación de la estructura 3. No contamos hasta el momento, debido a que no se recuperó material datable, con fechados radiocarbónicos que nos permitan una asignación cronológica más precisa del sitio.

 

Análisis Cerámico

 

En todas las estructuras excavadas se recuperaron abundantes fragmentos cerámicos. En el caso particular de las estructuras 3 y 4 también fue realizada una recolección superficial de materiales. A pesar de que los fragmentos fueron recolectados en diversas etapas, fueron analizados siguiendo los mismos criterios de sistematización. La metodología utilizada consistió en una clasificación que tuvo en cuenta el tipo de pasta, el tratamiento de superficie, la decoración y la porción de la pieza (Balfet et al. 1992; Orton et al. 1997). Distinguimos, en primer lugar, dos grandes conjuntos de acuerdo a los atributos de la pasta, los fragmentos finos y los ordinarios. Los primeros poseen una pasta compacta, delgada y relativamente homogénea con inclusiones pequeñas, y los segundos tienen una pasta de grosor variable y con mayor heterogeneidad en el tamaño de las inclusiones. A su vez, entre los finos, diferenciamos cuatro subgrupos principales, teniendo en cuenta especialmente su decoración. Denominamos Guayamba pintado A, a los fragmentos de pasta fina o semifina pintados con pintura blanca y/o negra, y Guayamba Pintado B a los pintados de negro y/o blanco sobre pintura rojiza. En la mayoría de los casos la decoración se presenta solo en la parte externa y los diseños son geométricos. Otro de los subgrupos corresponde al Castaño Pulido, de pasta muy compacta con cocción reductora. En el mayor número de casos el pulido es tanto externo como interno. Aunque la mayoría de los fragmentos de este tipo carece de decoración, hemos registrado algunos con decoración excisa también de motivos geométricos, por ejemplo punteado. Por último, se encuentra el subgrupo que consideramos Semi-fino. En este caso la pasta también se caracteriza por ser de tipo compacto y de espesor pequeño, pero sin alcanzar el grado del subgrupo pulido. Dentro de este subgrupo distinguimos dos tipos, Semi-fino liso y Semi-fino con engobe rojo. En cuanto a la categoría Ordinario, la más abundante dentro del sitio, se caracteriza por presentar un alisado de la superficie interna y externa con una buena terminación. Respecto de los antiplásticos, se observa la presencia de mica y en algunos casos fragmentos de cuarzo. 

 

Por otra parte, queremos mencionar que a pesar de que trabajamos con categorías que no presentan, a priori, ningún tipo de adscripción cultural explícita hemos observado algunos fragmentos pequeños que poseen claras similitudes con la denominada Cerámica Condorhuasi, de pasta marrón-rojiza con pintura blanca gruesa y tosca (Taboada 2011). También aparecen algunos pequeños tiestos con características similares a la denominada Cerámica Averías pintados de negro y blanco sobre rojo (Gómez 2009; Páez et al. 2009).

 

Asimismo, todos los fragmentos analizados fueron clasificados por tamaño de acuerdo a la metodología utilizada por Berardi (2004, 2013), que aplica las pautas de la sedimentología para las mediciones de los clastos.  El autor distingue cinco tamaños que denomina: muy pequeño (menor a 16 mm), pequeño (16-32 mm), mediano (33-64 mm), grande (65-128 mm) y muy grande (mayor a 128 mm). Esto nos resulta de utilidad ya que permite establecer una conexión entre sus dimensiones y la acción de determinados factores postdepositacionales. Desde una visión geomorfológica, observando los ciclos de erosión y sedimentación, se puede relacionar la abundancia de ciertos tipos de clastos a contextos pedogenéticos específicos. La distribución de los clastos (diferencias por tamaño) está directamente influida por dos grandes factores, pendiente y agua. Es esperable que en contextos de erosión solo permanezcan aquellos clastos más grandes (más resistentes a la gravedad y agua), mientras que en contextos de acumulación los clastos abundantes sean los de menor tamaño, más fácil de ser transportados por ambos agentes. El tamaño del fragmento cerámico también afecta la densidad de elementos diagnósticos. Por otro lado, en los casos donde fue posible se realizó un remontaje y se definió la presencia de piezas abiertas y cerradas.

 

En la estructura 1 se recuperó un total de 364 fragmentos. La mayor parte de los tiestos recuperados, un 49% (n= 181), corresponden a cerámica sin decoración y a porciones de cuerpo. La frecuencia de fragmentos aumenta en los niveles inferiores, siendo los restos de cerámica ordinaria siempre los más abundantes. En cuanto a los tipos decorados están representados en una menor proporción, menos de un 5% cada uno, Semi-fino con engobe rojo (4,9%), Guayamba Pintado B (4,4%) y Guayamba Pintado A (2,7%) (Figura 3). Hay dos fragmentos que presentan similitud con los que se conoce como Condorhuasi Bicolor (Figuras 4 y 5). Los tamaños se distribuyen de manera heterogénea, siendo los más abundantes el tamaño 2 con un 57% (n= 206) y el tamaño 3 con un 28% (n= 103). Esta tendencia es constante a lo largo de la secuencia. El estado de preservación del material es bastante bueno, aquí los procesos postdepositacionales parecen haber afectado en menor medida, el muro está aún en pie y no hay tanta presencia de raíces.

 

En el sondeo de la estructura 2, aunque la superficie excavada fue menor, la cantidad de fragmentos cerámicos recuperados (n= 538) supera a los de la estructura 1. La excavación de este sondeo fue difícil debido a la presencia de raíces de diversos tamaños. En esta estructura la preservación de los muros se ve afectada por el motivo antes mencionado y por el efecto de la pendiente. La mayor concentración de restos de cerámica se encuentra en el nivel inferior. Al igual que en la estructura 1, los fragmentos ordinarios son los más abundantes en todos los niveles, aunque en este caso corresponden a un 79% del total de la muestra. Los fragmentos decorados son escasos en toda la secuencia, representando Guayamba pintado B, un 4,8% y Guayamba pintado A, un 3,7%. Dos de los fragmentos decorados presentan similitudes con el tipo cerámico Condorhuasi Bicolor y uno con el tipo Cortaderas. A diferencia de la estructura 1, aquí hemos recuperado 20 fragmentos (3,7%) Castaño Pulido Liso. Los tamaños de los fragmentos se distribuyen de forma similar, siendo los más abundantes el tamaño 2 (58,2%) y 3 (34,9%). Nos interesa destacar que en este recinto se recuperaron dos torteros de cerámica, ambos fragmentados, y lo que hemos denominado una ficha de juego (Figura 5).

 

La muestra recuperada de la estructura 3 es menor, un total de 626 fragmentos, a pesar de que la superficie excavada corresponde a tres cuadrículas. La mayor frecuencia de materiales se encuentra en los niveles 2 y 3, aunque la diferencia con el nivel 4 no es demasiado significativa. El grupo de la cerámica sin decoración es el más abundante en toda la secuencia. Los fragmentos ordinarios representan un 86% del total de la muestra, un porcentaje mayor que en el resto de las estructuras. Los tipos decorados son muy escasos, siendo el más abundante el Semi-fino con superficie engobada, con un 8%, seguido por el Guayamba Pintado B con un 4%. En cuanto a los tamaños, el más abundante sigue siendo el tamaño 2 con un 58%, y la distribución entre el tamaño 1 y 2 es más homogénea con un 20 y 21% respectivamente. El tamaño 2 es el más abundante en todos los niveles.

 


Figura 3. Distribución de grupos cerámicos por estructura.

 

 


Figura 4: Distribución de fragmentos por tamaño (estructuras 1, 2 y 3).

 

A modo de síntesis, podemos decir que los fragmentos de cuerpo sin decoración y de tamaño pequeño y mediano son los más abundantes en todas las estructuras. Esto indicaría un contexto de acumulación donde los fragmentos de tamaño muy pequeño a mediano son los que más se conservan. El tamaño 4 se encuentra en muy baja proporción en todas las estructuras. Esto también podría incidir en la identificación de tipos diagnósticos. El remontaje solo fue posible en pocos casos, con lo cual la identificación de formas se encuentra limitada.

 


Figura 5: Arriba y abajo derecha: tipos cerámicos del sitio.
Abajo izquierda: torteros

 

Análisis lítico

 

En este caso, el estudio del material lítico brinda información sobre la organización productiva desplegada por los habitantes dentro del ámbito doméstico, principalmente las etapas de manufactura desarrolladas, las materias primas aprovechadas y la forma en que fueron confeccionados los instrumentos. Cabe destacar que los diseños artefactuales son realizados con el fin de ser destinados a cumplir con determinadas tareas, las cuales dependen del tipo de estrategia económica desarrollada (Escola 2000).

 

De Guayamba 2 se analizó un conjunto de 473 especímenes líticos, de los cuales 10 corresponden al sondeo realizado en la estructura 1, otros 25 provienen del sondeo realizado en la estructura 2, mientras que 438 provienen de la excavación realizada en la estructura 3. Es a partir de esta última, debido al número de piezas obtenido, que se evalúan las frecuencias absolutas y relativas.

 

En cuanto a la estratigrafía, las estructuras 1 y 2 evidencian una pauta similar, donde los distintos niveles presentan frecuencias constantes de material, con un leve aumento de cantidad de piezas en los estratos más profundos. Mientras que en la estructura 3 la mayor concentración se produce en los niveles intermedios, y la menor en el nivel más cercano a la superficie, donde se presenta la mitad de piezas que los niveles subsiguientes.

 

Se realiza una caracterización técnico morfológica y morfológica funcional de la muestra, a nivel macroscópico, empleando la terminología morfológica descriptiva elaborada por Aschero (1975, 1983). La aplicación de esta propuesta metodológica permitirá comprender la organización artefactual a partir de la estandarización de sus atributos. Se comienza por la segmentación del conjunto. A partir de la categoría clase tipológica se diferencia a las piezas según sus características morfológicas en: desechos de talla, instrumentos y núcleos (Aschero y Hocsman 2004). En cada artefacto en particular se identifican las regularidades morfológicas que son adscriptas a grupos tipológicos que comparten rasgos similares y a clases artefactuales.

 

En este análisis técnico morfológico se utilizan principalmente los criterios de serie técnica y clase técnica (Aschero y Hocsman 2004), que permiten analizar el grado de inversión de trabajo en la formatización de artefactos y de esa forma, intentar comprender el tipo de estrategia empleada en la organización de la tecnología lítica (Nelson 1991). Por serie técnica entendemos el procedimiento por el cual se identifican las diferencias en el proceso de formatización (Aschero y Hocsman 2004).

 

Los desechos de talla informan sobre la preparación de los núcleos, las técnicas de talla ejecutadas y las etapas de formatización llevadas a cabo por los talladores. Las variables analizadas para esta clase son: estado, tamaño, módulo, espesor, tipo de desecho y tipo de talón. El estudio de los instrumentos permite identificar las técnicas de producción empleadas, las materias primas seleccionadas, el tipo de tarea para la que fueron confeccionados y el esfuerzo invertido en cada pieza (Aschero y Hocsman 2004). Para los instrumentos se utilizaron las siguientes variables: estado de fragmentación, forma base, talla, situación de los lascados sobre las caras, anchura de los lascados, extensión de los lascados sobre las caras y extensión relativa de los filos. En efecto, es prioritaria la diferenciación de cada instrumento en un grupo tipológico. En lo que respecta a los núcleos, que hacen referencia a las primeras etapas de formatización y al aprovechamiento de materias primas, las variables consideradas fueron: tamaño y designación morfológica de núcleo. Todos los tamaños y módulos son tomados del trabajo de Aschero (1975).

A su vez, se utilizan los criterios destacados por Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellán (2008) para reconocer aquellos elementos que constituyen productos de la talla bipolar. Estos son la presencia de dos bulbos (uno por extremo de la pieza), ondas de percusión contrapuestas, fragmentos en formas de gajo de naranja, machacado en los extremos, talones puntiformes o filiformes y desechos de módulos alargados y bajo espesor. Cabe destacar, en relación a las dos primeras categorías, que los bulbos y ondas de percusión no suelen hacerse presentes en el cuarzo (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellán 2008).

 

La única materia prima lítica aprovechada en Guayamba 2 es el cuarzo, presentándose en diferentes colores y calidades, evidenciando un continuo que abarca desde fragmentos blancos con brillo vítreo hasta translúcidos. Ubicamos cuatro afloramientos de esta materia prima a distancias que van de entre 92 (CUAG-A5) y 601 (CUAG-A2) metros del sitio. Estas canteras se componen de grandes bloques de cuarzo de diversos tamaños, pero no presentan en sus inmediaciones desechos de talla como tampoco núcleos. Cabe destacar que las unidades de materia prima, de cuarzo, también aparecen esparcidos por las superficies del terreno circundante.

 

En la estructura 1 se registraron 10 especímenes líticos. De estas, cuatro se clasifican como instrumentos: un raspador, dos cuchillos de filo natural y una mano de moler. Este artefacto de molienda es de tamaño grande, su diámetro mínimo es de 5,62 cm, mientras que el máximo es de 7,14 cm. Como rastro de uso, presenta gran parte de su superficie pulida. También se encontró, entre las piezas de esta estructura, un núcleo de lascados aislados de tamaño mediano grande.

 

En cuanto a la estructura 2, de entre 25 especímenes ocho son instrumentos y dos núcleos. Tipológicamente, entre los instrumentos se distinguen tres artefactos de retoque sumario, dos raspadores, dos raederas y un cuchillo. Como forma base de estos instrumentos se utilizaron lascas angulares, las que se trabajaron de forma marginal, predominando los microretoques. La talla fue unifacial directa, con una excepción de talla unifacial inversa en una de las raederas. Por el lado de los núcleos, ambos son de lascados aislados, uno es de tamaño mediano grande y el otro de tamaño grande.

 

Estructura 3

 

Se analizaron 438 piezas líticas, todas ellas de cuarzo de diferentes calidades y colores. El cuarzo blanco con brillo vítreo predomina ampliamente. En segundo lugar se ubica el cuarzo semi translúcido y tercero el cuarzo translúcido. Los instrumentos y núcleos se presentan solo en estas tres rocas. Son los desechos de talla los que se presentan en el resto de las variedades de materias primas: cuarzo con impurezas, cuarzo de veta con mineralización, cuarzo vítreo rosado e indeterminada (Figura 6).

 


Figura 6: Materias primas procedentes de la estructura 3.

 

El mayor porcentaje de la muestra corresponde a los desechos de Talla, que constituyen el 93% (n= 406), mientras que el 5,5% (n= 24) atañe a instrumentos y el 1,5% (n= 7) restante está conformado por núcleos.

 

En cuanto a los desechos de talla, el 57% de la muestra se encuentra fragmentada, lo cual es lógico al desarrollarse la talla sobre una materia prima que tiende a fracturarse. El trabajo sobre el cuarzo produce gran cantidad de fragmentos de diversas dimensiones. En esta muestra predominan en la misma proporción los elementos de tamaño muy pequeños (45,9%, n= 186) y aquellos pequeños (45,9%, n= 186), luego siguen los medianos pequeños (6,9%, n= 28), medianos grandes (1,4%) y grandes (0,3%, n= 1). Los módulos son principalmente medianos normales (38%, n= 156), seguidos por los cortos anchos (22%, n= 91) y cortos muy anchos (16%, n= 65). En 260 especímenes no se evidencia talón, mientras que en las 152 piezas que se registró talón, el 67% (n= 103) corresponde a talones lisos, un 18% (n= 28) de talones puntiformes y los filiformes aparecen en un 11% (n: 17). También se presentan dos talones diedros, uno facetado y uno liso natural.

 

En lo que respecta a los tipos de desechos, abundan las lascas angulares con 159 piezas, mientras que 90 especímenes son indiferenciados, lo que es coherente con el tipo de fractura que se produce al tallar en cuarzo. Además, se identificaron 26 lascas de aristas, tres hojas y 10 lascas del tipo gajo de naranja. Estas últimas constituyen un registro de uso de talla bipolar (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellán 2008) (Figura 7). También se diferenciaron 14 lascas primarias y 14 secundarias. En 27 de las lascas se presentan rastros complementarios de uso en sus filos naturales, no formatizados.

 


Figura 7. Lascas tipo gajos de naranja.

 

En la tabla 1 se puede observar la cantidad de instrumentos por grupo tipológico.

Tabla 1. Instrumentos presentes en la estructura 3.
 

 

 

A excepción de la Punta de Proyectil, el resto de los instrumentos fue confeccionado mediante trabajo unifacial. En la mayoría de los casos la talla es unifacial directa (67%, n= 16), seguida en un porcentaje significativamente menor por talla unifacial inversa (25%, n= 6). En  cuanto a la anchura de los lascados, los microretoques (37%, n= 9), retoques (21%, n= 5) y retalla (29%, n= 7) se presentan en porcentajes similares, mientras que la extensión de los lascados es principalmente marginal (79%, n= 19). 

 

Los instrumentos se presentan en diversos tamaños, predominando los pequeños (50%, n= 12). Las formas bases son lascas angulares en su mayoría (79%, n= 19) y en un caso, un artefacto de retoque sumario, la confección fue sobre núcleo. El 59% (n= 14) de los instrumentos están enteros, mientras que los fracturados se presentan todos en fragmentos proximales (Figura 8).

 

La punta de proyectil es de limbo lanceolado y presenta talla bifacial, parcialmente extendida. Es una punta apedunculada y su base es convexilínea. El tamaño de la pieza es pequeño, con 1,96 cm de largo, 0,88 cm de ancho y 1,11 cm de espesor. Aún conserva el talón puntiforme de su forma base original. El espécimen fue elaborado en cuarzo semi translúcido.

 

    
Figura 8 (a): punta de Proyectil, (b) (c): núcleos, (d): cuchillo, (e): raspador, (f) (g): artefactos de retoque sumario, (h): raedera.

 

Se registraron siete núcleos en la estructura 3, de diversos tamaños, de grandes a pequeños. Seis de estos núcleos son designados morfológicamente como de lascados aislados, mientras que uno es discoidal irregular.

 

La producción lítica fue desarrollada principalmente por talla directa, a mano alzada, en la cual se despliega una serie ordenada de gestos técnicos destinados a producir un instrumento concreto (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellán 2008). Pero también fue utilizada la talla bipolar. Las lascas en forma de gajo de naranja son indicadores del uso de esta técnica, como también lo son el importante número de desechos de modulo alargado (n= 90, 22% desechos de talla de estructura 3) y de espesor bajo (n= 33 de menos de 50 mm). Sumado a esto, las lascas con talones puntiformes y filiformes, que entre ambas categorías representan un 29%, podrían ser productos del empleo de talla bipolar.

 

La talla bipolar es una técnica que permite maximizar el aprovechamiento de los recursos líticos (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellán 2008), ya que posibilita aprovechar los núcleos cuando estos son muy pequeños para ser tallados mediante talla directa, o cuando no poseen plataformas planas de percusión. Pero en las cercanías del sitio Guayamba 2 hay una buena disponibilidad de materia prima, por lo que el uso de esta técnica de talla se debe a la dureza del material utilizado (Moreno 2014). Además, debido a que sus productos poseen filos más agudos que los generados por la talla a mano alzada, la talla bipolar puede estar destinada a obtener formas base con bordes más aptos para confeccionar ciertos instrumentos.

 

Restos óseos faunísticos

 

Por último, nos interesa mencionar que también hemos recuperado algunos restos óseos faunísticos. En el caso de la estructura 1 se recolectaron tres especímenes. Dos de ellos corresponden a un calcáneo y un fragmento de hueso largo con marcas de corte, que pudieron ser asignados al taxón Camelidae (Mengoni Goñalons 1999). En las estructuras 2 y 3 se recuperaron cinco y 15 especímenes óseos respectivamente, de los cuales solo tres pudieron ser asignados a camélidos.

 

Discusión

 

Como mencionamos al inicio de este trabajo, la zona de la Sierra de El Alto-Ancasti en general, y sus tierras bajas orientales en particular, han sido caracterizadas como áreas periféricas y de ocupaciones esporádicas, intentando establecer una conexión directa con los desarrollos valliserranos, especialmente con Aguada. En el caso del sitio Ampolla, en la localidad  de  Bañado  de  Ovanta,  la  presencia  de  cerámica  Condorhuasi  y los fechados radiocarbónicos indican formas complejas de vida aldeana desde momentos tempranos del Formativo, que compartían ciertos aspectos culturales registrados en el área valliserrana (Taboada 2011). Este caso presenta algunas similitudes con Guayamba 2, donde también hemos recuperado fragmentos cerámicos que presentan semejanzas con los tipos Condorhuasi y Cortaderas. Sin embargo, debemos ser cautelosos ya que estos fragmentos son muy escasos y no hemos podido obtener aún dataciones absolutas. También ambos emplazamientos se encuentran en asociación con sitios con representaciones rupestres. Para el caso de Ampolla, la presencia de motivos Aguada refuerza la posibilidad de un contacto con las poblaciones valliserranas durante el Periodo Medio. Aunque en Casa Pintada hay motivos como las huellas de felino, que podrían apuntar en esta dirección, consideramos que esta asociación no es aún tan clara. Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre en Guayamba, el caso de Los Corpitos (otro sitio de vivienda cercano) presenta una adscripción al Periodo Medio, determinada por la presencia de cerámica Ambato Tricolor.

 

En el caso de los sitios emplazados en los pastizales de altura, donde se ha recuperado cerámica diagnostica Aguada, por ejemplo en Rodeo de los Indios 3 o El Taco 19, el vínculo es más claro. Sin embargo, los autores proponen que más allá de la relación que podía establecerse con las áreas valliserranas, las poblaciones locales eran autosuficientes y estables (Gordillo et al. 2015a; Quesada et al. 2012). Creemos que en el caso de Guayamba 2 la evidencia también nos lleva a pensar en este sentido. Por ejemplo, la inversión de trabajo en la construcción de grandes recintos en una zona de densa vegetación. Aunque no hemos podido determinar las formas específicas de las vasijas, consideramos que la abundancia de fragmentos cerámicos y especialmente, la preponderancia de cerámica ordinaria o sin decoración son consistentes con un espacio doméstico, donde se preparaban y consumían alimentos. También la presencia de restos óseos faunísticos con marcas de corte apoya esta idea. Por otra parte, la presencia de restos asignados a camélidos en la zona de bosques orientales catamarqueños podría indicar una movilidad entre distintos ambientes o contacto con otros grupos.

 

La evidencia lítica indica que los habitantes de Guayamba aprovechaban únicamente el cuarzo, que se encuentra disponible en las inmediaciones del asentamiento, tanto en fuentes primarias como secundarias. Es un mineral de gran dureza, por lo que ofrece buena durabilidad para los filos. Aunque es de baja calidad para la talla, debido a que su estructura interna posee abundancia de fisuras y diaclasas, este material es útil para producir los instrumentos necesarios para resolver las demandas de la vida cotidiana. El uso exclusivo de una materia prima local enfatiza la relevancia de ese paisaje para los habitantes del sitio, en lo que refiere a las actividades productivas (Moreno 2014). En lo que concierne a las etapas productivas, hay evidencia de que en esta localidad se efectuaban todas las etapas de producción  y  algunas  de uso (Ericson 1984). En el  caso de las estructuras 1 y 2, si bien es muy poco el material lítico encontrado, se destacan en ambas los núcleos e instrumentos, además de desechos de talla.

 

Los instrumentos de las tres estructuras exhiben una baja inversión de trabajo en su confección, es decir, fueron elaborados mediante una manufactura simple que no tenía como fin la obtención de diseños sofisticados, sino más bien producir elementos que sean lo suficientemente útiles para cumplir con la demanda de las actividades cotidianas. La excepción está dada por la punta de proyectil, que constituye un diseño con mayor inversión de trabajo.

 

Por lo tanto, los habitantes del sitio desarrollaban prioritariamente una estrategia expeditiva en cuanto a la organización de la tecnología lítica (Nelson 1991), lo que se ve reflejado en la aparición de lascas con rastros complementarios de uso y la presencia de núcleos de lascados aislados. Estos últimos también se vinculan a circunstancias donde la materia prima se encuentra disponible en forma abundante (Andrefsky 1998).

 

Los diseños expeditivos en el NOA, de manufactura rápida y simple, se correlacionan con contextos agro-pastoriles (Carbonelli 2011), donde la manufactura de la variabilidad instrumental se relacionó con múltiples prácticas. Las mismas se vincularon a una economía diversificada, que combinó actividades de pastoreo, agricultura, caza y recolección. En este sentido, la formatización sumaria, que predomina en la estructura 3, tuvo como objetivo producir instrumentos de corte informales, que fueron utilizados posiblemente en el procesamiento de animales para el consumo, mientras que los raspadores estuvieron vinculados, quizás, al procesamiento secundario de los animales (Rivero y Pastor 2004).

 

Conclusiones

 

A partir de la información presentada consideramos que el sitio Guayamba 2 podría haber constituido un espacio de vivienda permanente, donde se habrían desarrollado diversas actividades domésticas relacionadas con la manufactura de artefactos líticos, preparación y consumo de alimentos, como también otras tareas vinculadas a la producción agrícola. En este sentido, se destaca el relevamiento, en prospecciones recientes, de posibles terrazas de cultivo circundantes al asentamiento. 

 

La inversión en la construcción de los recintos, así como las características y abundancia de los materiales recuperados, sugieren un uso permanente o recurrente del espacio. La existencia de diversos sitios con arte rupestre, morteros múltiples y estructuras de cultivo en las inmediaciones del asentamiento nos llevan a pensar en un paisaje ya no solo de tránsito o de búsqueda de recursos. La presencia de materias primas exclusivamente locales para la confección de artefactos líticos también es indicativa en este sentido. Por lo tanto, la evidencia recuperada contrasta con la idea de un espacio marginal, de ocupaciones esporádicas y dependiente de núcleos políticos vallistas. En suma, el asentamiento presentado en este trabajo es coherente con las nuevas interpretaciones que proponen desarrollos locales autónomos en la región de El Alto-Ancasti, donde se habrían conformado comunidades permanentes con economías diversificadas y autosuficientes.

 

En este sentido, nos interesa recalcar la importancia de repensar muchos de los supuestos utilizados para describir la vida de las sociedades del pasado y la importancia de estudiar cada región en sus propios términos, destacando sus particularidades a partir de su registro arqueológico específico. 

 

Agradecimientos: agradecemos especialmente a Inés Gordillo y José María Vaquer por su guía y consejo permanente. A Carlos Barot, Verónica Zuccarelli, Liliana Milani, Sebastián Bocelli, Laura Pey y Eva Calomino, por sus contribuciones y participación en el trabajo de campo y laboratorio. A Enrique Moreno, Federico Restifo, Sebastián Pastor, Rodolphe Hoguín y Débora Egea por sus valiosos aportes para el análisis del material lítico y las correcciones de este trabajo. A José Miguel Letelier por su participación en el análisis del material lítico y en el trabajo de campo. A Patricia Solá por guiar la distinción entre las distintas materias primas líticas registradas.

 

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