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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versão On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.33 no.58 Buenos Aires jun. 2022

 

Articulos

La visita del Secretario de Estado Alexander Haig en el marco de la frustrada mediación de Estados Unidos en el conflicto de Malvinas

The visit of the Secretary of State Alexander Haig in the framework of the US frustrated mediation in the Malvinas

 

Leandro Morgenfeld

 

Resumen

Cuatro décadas después de la Guerra de Malvinas, en el siguiente artículo se repasan las dimensiones geopolíticas del mismo, la errónea lectura internacional de la Junta Militar argentina y la posición del gobierno estadounidense encabezado por Reagan, quien priorizó su alianza con la primera ministra británica. La experiencia de la infructuosa apelación al TIAR en 1982 muestra que, para la Argentina, es necesario confluir con los países latinoamericanos y caribeños, además de otros actores del llamado Sur Global, para forzar al Reino Unido, a cumplir con las resoluciones de Naciones unidas, que instan retomar las negociaciones bilaterales por la soberanía de las islas, para terminar con uno de los últimos enclaves coloniales que persisten en el siglo XXI.

Palabras clave: guerra, mediación, Reagan, Thatcher Abstract

Four decades after the Malvinas War, the following article reviews its geopolitical dimensions, the incorrect international reading of the Argentine Military Junta and the position of the US government headed by Reagan, who prioritized its alliance with the British Prime Minister. The experience of the unsuccessful appeal to the Rio Pact in 1982 shows that, for Argentina, it is necessary to come together with the Latin American and Caribbean countries, as well as other actors from the so-called Global South, to force the United Kingdom to comply with United Nations

resolutions, which urge the resumption of bilateral negotiations for the sovereignty of the islands, to end one of the last colonial enclaves that persist in the 21st century.

Key words: war, mediation, Reagan, Thatcher

Fecha de recepción: 5 de abril de 2022 Fecha de aceptación: 21 de mayo de 2022

Introducción

Un capítulo fundamental en el conflicto por Malvinas tiene que ver con el rol que jugó el gobierno de Estados Unidos, encabezado por Ronald Reagan (1981-89). La incorrecta lectura del contexto geopolítico global por parte del gobierno dictatorial encabezado por Leopoldo Fortunato Galtieri (1982-83) explica en parte el fracaso en sus iniciativas diplomáticas y el desenlace del conflicto con el Reino Unido de Gran Bretaña.

Hace algunos años investigamos cómo las visitas de presidentes estadounidenses moldearon la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos (Morgenfeld, 2018). Además de las siete presidenciales (Roosevelt, Eisenhower, Bush, Clinton, Bush Jr., Obama y Trump) hubo destacadas visitas de funcionarios de primer nivel (vice presidentes, ex presidentes, presidentes electos, Secretarios de Estado o enviados especiales de la Casa Blanca) que incidieron en el vínculo entre Argentina y Estados Unidos y provocaron todo tipo de reacciones.

A lo largo de los siglos XX y XXI, estas otras visitas reflejaron los distintos momentos de la relación entre ambos países y permiten completar, profundizar y complejizar el panorama analizado en las siete presidenciales. En cada una de ellas, en su momento, repasamos los principales temas de la agenda bilateral y cómo se expresaron tanto las demandas sectoriales como las reacciones que generaron. Si bien no provocaron la misma atención mediática que concitaron los mandatarios, en muchos casos sirvieron para alcanzar acuerdos, impulsar leyes o clarificar diferencias bilaterales. Fueron, también, un termómetro para medir el estado de las relaciones bilaterales. En este artículo nos focalizamos en la visita de jefe de la diplomacia estadounidense, el Secretario de Estado Alexander Haig, en abril de 1982, en pleno conflicto diplomático, desatado tras la recuperación argentina de las Malvinas.

La (fallida) mediación estadounidense y la visita de Haig

Desde el año 1980 Argentina se involucró más en los conflictos del continente. Colaboró con el golpe de Estado de Luis García Meza en Bolivia, participó en la lucha anti-sandinista en Nicaragua y profundizó los operativos en el marco del Plan Cóndor (coordinación entre las dictaduras latinoamericanas y la CIA para la persecución y el exterminio de miles de dirigentes políticos y sociales). En los seis meses que Galtieri ocupó la Casa Rosada, la relación con Washington atravesó dos etapas. La primera, desde diciembre de 1981 hasta el 2 de abril de 1982, se caracterizó por una fuerte cooperación bilateral y una acción conjunta en la lucha contra las fuerzas revolucionarias en América Central. La estrategia del canciller Nicanor Costa Méndez fue mostrar la sintonía entre la adscripción occidental y anticomunista de su jefe y la orientación conservadora de Reagan. La mejora en las relaciones con la Casa Blanca, en función de las necesidades estratégicas del Departamento de Estado, llevó erróneamente a creer que estas afinidades podrían ayudar al gobierno militar para buscar una solución diplomática una vez que se recuperaron por la fuerza las Islas Malvinas. Las pretensiones de Galtieri chocaron contra la histórica alianza Washington- Londres. La OTAN, y no el TIAR, fue la esperable elección de Estados Unidos. Galtieri no pudo contar con el apoyo de Reagan, quien intentó disuadirlo el 1 de abril para que no ocupara las Malvinas, y debió sobreactuar una política tercermundista, que no hizo sino profundizar las tensiones con Washington, hasta el final de la guerra, y su renuncia, en junio de 1982. El estallido del conflicto bélico con Gran Bretaña cerró la etapa de acercamiento bilateral iniciada a principios de los años ochenta[2].

En el marco de la mediación entre Gran Bretaña y Argentina, el gobierno estadounidense se involucró ni bien estalló el conflicto. El mismo 2 de abril, apenas pasadas las 22hs, hubo una conversación telefónica entre Reagan y Galtieri, en la cual el primero intentó convencer al segundo de que diera marcha atrás, con el argumento de que habría una respuesta militar británica. El embajador estadounidense en Buenos Aires, Harry Shlaudeman, cumplió un rol preciso en esos días frenéticos: "Durante la guerra,

Shlaudeman no debió ser otra cosa que un correo eficiente. Era el encargado de asegurar que el presidente Galtieri atendiera el teléfono a Reagan o a Haig, y naturalmente tenía que tratar de minimizar los costos del apoyo norteamericano a Londres" (Granovsky, 1992: 147).

El secretario de Estado Haig inició, el 8 de abril, una gestión de mediación, que incluyó sendas visitas a Buenos Aires y Londres. Primero dijo querer persuadir a ambos gobiernos de intentar una administración provisoria y neutral, tras el retiro de las tropas argentinas, hasta que se resolviera la suerte de las islas. La comisión, que reemplazaría al gobernador, estaría integrada por representantes del Reino Unido, Argentina y Estados Unidos, quienes se encargarían de asegurar que se cumpliera el acuerdo de paz. No prosperó. Ni los británicos estaban dispuestos a ceder la soberanía - pretendían que se restaurara la administración previa al 2 de abril- ni los argentinos a retirar las tropas. Las gestiones de Haig, como era previsible, no llegaron a nada, tras lo cual regresó a Washington, el 19 de abril.

En el marco de esa suerte de mediación, el encargado de las relaciones exteriores de Estados Unidos llegó a Buenos Aires el domingo 11, acompañado por Vernon Walters, experto de la CIA en misiones reservadas. Galtieri insistió en el argumento de que el desembarco argentino estaba justificado por la negativa británica a responder a las disposiciones de la ONU, mientras que el canciller estadounidense reiteraba la disposición de Margaret Thatcher a una respuesta militar. La Plaza de Mayo desbordaba de gente, por una movilización que se había pergeñado para conmover al enviado de Reagan, lo cual ocurrió, pero no como esperaba la Junta Militar: "Haig recordó instintivamente la revolución iraní de 1979, con su alianza entre un líder fundamentalista y las masa en la calle, y Shlaudeman completó ese recuerdo con el de la toma de la embajada norteamericana en Teherán por parte de un grupo de extremistas islámicos. Ambos convinieron en que, preventivamente, el embajador enviaría de regreso a Washington a la mayor parte de su personal" (Granovsky, 1992: 148). Quedaron en la capital argentina sólo los agregados militares y agentes de inteligencia.

Tras el fracaso de las visitas de Haig en su rol como mediador con Londres, hubo un último intento, ejecutado por el embajador estadounidense, de convencer a Galtieri de que retrocediera para evitar la represalia británica, horas antes de que Reagan blanqueara el apoyo a Thatcher. En la madrugada del 30 de abril, Shlaudeman se reunió durante dos horas con Galtieri, en la jefatura del Ejército, y le solicitó que retirara sus tropas de las islas: "Venimos sin instrucciones de la Casa Blanca, general. Queremos saber si hay alguna forma de evitar la confrontación fatal". El dictador argentino aceptó planteárselo a los otros jefes de la Junta, según consta en documentos secretos desclasificados hace poco más de una década, pero el jefe de la Armada no habría aceptado. Horas más tarde volvieron a reunirse y Galtieri le transmitió al embajador estadounidense la respuesta negativa que ya le había adelantado la noche anterior: "La Argentina no puede tomar ese paso unilateralmente porque aparecería cediendo a la presión" (Alconada Mon, 2017). Horas más tarde, ese mismo día, Reagan anunciaba su apoyo a Thatcher -aunque Caspar Weinberger, al mando del Pentágono, ya venía brindando en secreto apoyo logístico al Reino Unido-. Al día siguiente se iniciaría el bombardeo a Puerto Argentino y, el 2 de mayo, el brutal hundimiento del crucero General Belgrano.

El sistema interamericano y Malvinas

La guerra de Malvinas mostró, además, los límites del TIAR, firmado en 1947 en Río de Janeiro. Para la mayoría de los países latinoamericanos, fue la muestra de que había dejado de funcionar de hecho ya que Estados Unidos, como era previsible, priorizó la OTAN. Tras la recuperación de las Malvinas, y ante la inminente contraofensiva militar británica, el gobierno de Galtieri buscó el apoyo regional e invocó el TIAR. El artículo tercero establece que un ataque armado contra un Estado que integra este esquema de defensa debe ser considerado como un ataque contra todo el continente. La avanzada de la flota británica, según Costa Méndez, era una amenaza contra la paz continental y justificaba que se invocara el TIAR. Reclamó la aplicación del artículo 8, que planteaba el compromiso por parte de los países firmantes a tomar represalias económicas o diplomáticas conjuntas contra el país agresor, siempre que fuera aprobado por la mayoría de sus integrantes.

El 27 de abril de 1982 se produjo una reunión de la Comisión de Trabajo de la Conferencia de Cancilleres americanos, en la cual se aprobó la resolución que respaldaba la soberanía argentina en las islas, se exhortaba a Gran Bretaña a terminar urgentemente con las hostilidades y se reclamaba a las partes que se reanudaran las negociaciones para la solución pacífica del diferendo, a la vez que se repudiaban las medidas coercitivas de carácter económico y político que habían tomado la Comunidad Económica Europea y otros Estados, y que perjudicaban al pueblo argentino. Esta resolución fue aprobada con los votos de Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador,

El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Santo Domingo, Uruguay y Venezuela, pero con las significativas abstenciones de Chile, Colombia, Estados Unidos y Trinidad y Tobado (Morales, 2012). La ausencia en la sesión final del secretario de Estado Haig mostraba lo difícil que sería llevar a la práctica esa iniciativa, boicoteada por Estados Unidos.

La Junta Militar argentina pidió nuevamente la aplicación del TIAR en mayo, en rechazo a la ayuda que Estados Unidos estaba prestando a Gran Bretaña. En las reuniones de representantes americanos se acusó directamente al gobierno de Reagan de estar violando el pacto. Argentina volvió a obtener 17 votos favorables, y la abstención de los mismos cuatro países. Más allá de estas resoluciones, Argentina no logró que el TIAR se instrumentara para un apoyo concreto hacia su posición, tras lo cual ese pacto militar perdió toda legitimidad -no volvería a ser invocado hasta los atentados contra Estados Unidos, en septiembre de 2001-.

La negativa de Washington a permitir su aplicación muestra que nunca sirvió para resolver conflictos que no estuvieran vinculados directamente con los intereses y directivas de la Casa Blanca. Por eso, nunca se hizo efectivo para dirimir controversias limítrofes entre países latinoamericanos (como el de Honduras y El Salvador, en 1969) o conflictos coloniales, como el de Malvinas. Esto, entre otros motivos, llevaría a varios países de la región a plantear la necesidad de terminar con el TIAR (Morgenfeld, 2015).

Conclusiones

A 40 años del conflicto por la recuperación de Malvinas, repasar la dimensión geopolítica del mismo, la mala lectura de la Junta Militar encabezada por Galtieri y la posición del gobierno de Reagan, que priorizó su alianza con Thatcher, permite comprender la necesidad de confluir con los países latinoamericanos y caribeños, además de otros actores del llamado Sur Global, para presionar al Reino Unido, en función de que cumpla con las resoluciones de Naciones Unidas y se siente a negociar la soberanía de las islas, terminando con uno de los últimos pocos enclaves coloniales que persisten en el siglo XXI.

El litigio por Malvinas, que perdura hasta nuestros días, no sólo es simbólico, sino real y concreto. Gran Bretaña mantiene esta colonia por sus intereses geoestratégicos, ya que la ocupación de Malvinas le permite tener bases (a Londres y a la OTAN) en el Atlántico Sur, y muy próximas a la

Antártida, otra región disputada por muchos países. Además, hay crecientes intereses económicos en juego. La pesca (los permisos que conceden los isleños en aguas argentinas), deja ingresos anuales muy importantes. Por otra parte, ya está comprobada la existencia de cuantiosas reservas de petróleo y gas. Cuando empiece su extracción, esto generará ganancias muy significativas para las grandes petroleras inglesas y sus socios.

La vía diplomática fue la que privilegiaron los gobiernos argentinos en los últimos años. A nuestro juicio, las iniciativas diplomáticas en todos los foros internacionales deben ir acompañadas con medidas económicas, preferentemente tomadas en forma conjunta con los demás países latinoamericanos. El problema con la diplomacia es que la máxima autoridad de la ONU es su Consejo de Seguridad, que todavía cuenta con cinco potencias con asiento permanente y derecho a veto. Allí no va a resolverse nada sin la aceptación británica y estadounidense. Argentina debería presionar cada vez más junto a los demás países latinoamericanos, como ya se hizo en el marco de la UNASUR, la CELAC y otras instancias multilaterales. Insistir en todos los foros diplomáticos, pero también tomar medidas concretas que afecten intereses económicos británicos en la Argentina (petroleras, tierras, bancos, empresas) y en la región, para convencer al gobierno inglés de la necesidad de sentarse a negociar, tal como viene reclamando la ONU (y desconociendo Londres) desde 1965.

 

Lista de referencias

 

Aleonada Mon, H. (2017) "Cómo fue la noche en la que pudo haberse evitado la Guerra de Malvinas" en La Nación (Buenos Aires) 30 de abril.

Cardoso, O., Kirchbaum, R. y Van Der Kooy, E. (1984) Malvinas. La trama secreta (Buenos Aires: Sudamericana).

Granovsky, M. (1992) Misión cumplida. La presión norteamericana sobre la Argentina, de Braden a Todman (Buenos Aires: Planeta).

Morales, M. J. (2012) Malvinas. La guerra de los neutrales. Historia de las alianzas que cambiaron el curso del combate (Buenos Aires: Continente).

Morgenfeld, L. (2015) "El TIAR: sus orígenes, el debate sobre su rol actual y la posición argentina" en Defensa Nacional y Pensamiento Estratégico (Buenos Aires: Universidad de Defensa Nacional), N. 2, julio, pp. 82-112.

Morgenfeld, L. (2018) Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Buenos Aires: Editorial Octubre).

Rapoport, M. (2016) Historia Oral de la Política Exterior Argentina (1966-2016), tomo II (Buenos Aires: Octubre).

 

[1] Profesor Adjunto Regular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Investigador Independiente del Conicet, en el CIHESRI-IDEHESI. Co-coordinador del GT CLACSO Estudios sobre Estados Unidos.

[2] Para la versión oficial, véase la entrevista al canciller Nicanor Costa Méndez, realizada en 1988 (Rapoport, 2016: 491-510). Para el análisis del conflicto, véase, entre otros, Cardoso, Kirchbaum y Van Der Kooy (1984).

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