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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

ARTÍCULOS

Lecturas y lectores de Bourdieu en la Argentina

 

Ana Teresa Martínez

Universidad Nacional de Santiago del Estero


Nuestra lectura es la de un letrado, de un lector, que lee a un lector, a un letrado. Y que por eso tiene muchas posibilidades de asumir como evidente todo lo que ese letrado tenía por evidente, excepto si se hace una crítica epistemológica y sociológica de la lectura.1

Según Loïc Wacquant, Pierre Bourdieu llegó a ser en los últimos años de su vida "el sociólogo vivo más citado en el mundo".2 Las reediciones en "poche"3 de la casi totalidad de sus textos en Francia, las traducciones numerosas a diversos idiomas, el éxito de ventas de los libros de la editorial Raisons d'agir, la aparición de su nombre y sus teorías en manuales, diccionarios, libros de texto y programas de cursos básicos o avanzados de sociología y otras disciplinas, la multiplicación de trabajos que asumen sus conceptos o se inspiran en algunos de sus planteos,4 la cantidad de páginas web y foros virtuales en que se discute su trabajo, el número de entradas diarias que éstos ostentan, no nos permite dudar sobre este punto: Bourdieu se fue convirtiendo en una de las referencias más importantes en numerosos países, no sólo del campo de la sociología, sino que la influencia de su trabajo ha trascendido a todas las disciplinas y especialidades que a lo largo de su carrera fue tocando5 y de distinta manera al conjunto de las ciencias sociales. A esto se suma, desde 1995, concomitante con la multiplicación de sus intervenciones políticas y a la crisis y puesta en cuestión de la "globalización neoliberal", una creciente proyección internacional en el ámbito de la política y las luchas sociales.

Esta presencia múltiple no garantiza sin embargo que su trabajo sea leído, profundizado y, sobre todo, utilizado para resolver problemas de comprensión e interpretación del mundo social. Más bien, si tenemos en cuenta la novedad y el carácter disruptivo de sus ideas centrales, y el modo de exposición de sus trabajos, de lectura intencionalmente compleja, donde la teoría no aparece explicitada por separado de sus aplicaciones empíricas sino en forma de digresiones epistemológicas y teóricas en el interior de aquéllas, podríamos sospechar que la "escolarización" y la "moda" Bourdieu juega más bien en contra de una apropiación rigurosa y productiva de su herencia intelectual. La cita ritual, la lectura rápida, la utilización generalizada de un vocabulario técnico vaciado de sus intenciones teóricas de fondo, unido al descuido de algunas traducciones,6 conspiran contra la posibilidad de una recepción fecunda, que no congele sus aportes en la construcción de una ortodoxia repetitiva y estéril, ni los banalice disolviendo la especificidad de las preocupaciones teóricas, sociales y éticopolíticas que presidieron la elaboración de sus conceptos y el modo como los ponía en juego. Para perfilar las condiciones de posibilidad de un uso fecundo de su legado, como en el caso de cualquier otro gran sociólogo, nos parece útil realizar una serie de operaciones intelectuales referidas a la reconstrucción de las condiciones de producción de su teoría, así como de las de la recepción de su trabajo.

Las operaciones intelectuales en juego en cada acto de lectura, como el mismo Bourdieu nos enseñaba a pensar, se inscriben cada vez en un entramado de pre-percepciones, anticipaciones de sentido, interpretaciones en las que tienen un papel fundamental los esquemas7 que provee la lengua en tanto sistema históricamente constituido, la historia social del lector, las certezas ignoradas de la disciplina y la tradición intelectual desde donde se lee, tanto como las circunstancias precisas de la lectura, individuales y sociales, inscriptas siempre en un juego de fuerzas y tomas de posición relativas unas a otras. Leer sociológicamente a un sociólogo, entonces, requerirá en primer lugar, una operación de descentramiento del propio yo social por la reflexión sobre la propia historia social de lector o lectora, al tiempo que un esfuerzo de reconstrucción de las condiciones de producción y de acceso al discurso que se intenta comprender, que no es más que la otra cara de la primera operación. En Meditaciones Pascalianas, luego de describir las trampas y los límites de la mirada escolástica, en un post-scriptum, Bourdieu nos dice que leer a un autor es enfrentarnos a un problema de antropología histórica tan complejo como el del historiador o el etnólogo cuando abordan una sociedad desconocida: esa operación de desciframiento nunca es del todo inocente, siendo la lectura más ingenua y desarmada la más culpable de las proyecciones indebidas del etnocentrismo de clase, de etnia, de grupo, de academia. Si nuestra condición de lectores finitos hace imposible –e incluso indeseable– liberarse por completo de cierta proyección interpretativa, es posible en cambio superar la "proyección salvaje" mediante operaciones de objetivación que repongan al autor en cuestión en la red de relaciones en que consisten las condiciones de producción de su trabajo, esforzándose así por comprender lo que el otro quiso decir desde las circunstancias en que lo dijo, en diálogo con quien lo dijo y con las posibilidades expresivas y conceptuales en que podía decirlo. Esto supone, desde ya, reconstruir el juego de relaciones sociales en que se hallaba inmerso y en cuyo entramado se teje su discurso. Si la actitud "salvaje" tiende al "encantamiento" o a la desrealización, la que proponemos trata de introducirse en el mundo de productores y de lectores para mirar desde donde ellos perciben y comprender la perspectiva desde donde ven, los rasgos que se les ocultan, las posibles distorsiones.

En Francia, los comunes intereses de vida o muerte simbólica de Bourdieu con muchos de sus lectores e intérpretes, parecen configurar el grueso de las dificultades de aprehensión de un autor que, formado como filósofo en los lugares de excelencia académica, se había vuelto sociólogo siendo soldado francés en la guerra de Argelia, y que ni en sus años más centrados en la academia dejó de asumir posturas conflictivas. Su trabajo y su persona social han despertado amores y odios violentos durante toda su carrera. En su trabajo científico Bourdieu desconcertaba por sus objetos y sus posturas: puso en entredicho el sistema educativo republicano, el arte y las refinadas consumiciones y producciones de lujo que constituyen el orgullo del "genio" francés y la ideología del "carisma" que lo sostiene, las Grandes Escuelas de formación de las elites, la influencia sobre la "opinión culta" de los filósofosensayistas de izquierda y derecha, la jerarquía social de las disciplinas con la filosofía en la cúspide. Si no faltan contra nuestro autor los gestos y las palabras de escándalo, indignación y desprecio, tampoco faltan las del innegable reconocimiento a la calidad del trabajo científico (medalla de oro de la CNRS, nombramiento en el Collège de France). Pero sus tomas de posición expresan una y otra vez incomodidad y disidencia a partir de posiciones con frecuencia bastante solitarias, tanto respecto de los poderes dominantes como de las ortodoxias y de las posturas de lo considerado en el momento "políticamente correcto". Son conocidas por otra parte, sus poco diplomáticas estrategias, su tendencia a la confrontación, el cuidado extremo de su propia libertad intelectual. A su muerte, su colega en el Colegio de Francia, Françoise Héritier, lo expresaba así:

La resistencia del mundo real frente a lo que sentía como una verdad irrefutable le era siempre incomprensible [...]. No es que fuera amargo: no era un diplomático y no comprendía que hubiera resistencias frente a hechos intelectuales que eran a sus ojos indudables [...]. Es esta incansable exigencia de un ser libre en el mundo, partiendo sin descanso al asalto para defender y promover las ideas en que creía, el recuerdo que personalmente guardaré con emoción y asombro.8

Un campo sociológico disfuncional, una personalidad construida en una trayectoria social y académica en porte-à-faux,9 una intervención política "inoportuna" a partir sobre todo de 1995, parecen obligar en Francia a los lectores a definirse a favor o en contra, a engrosar imaginariamente las filas de los "discípulos" o de los "enemigos".

En otros horizontes, como el de la Argentina, no son éstas las condiciones de lectura, sino en todo caso "por procuración". Lo que hay que tener en cuenta en nuestro caso, es que las condiciones de recepción están más especialmente marcadas por el ritmo, orden y calidad de las traducciones, así como por el peso de la propia tradición intelectual y las condiciones sociales y políticas generales de la producción local de conocimiento. La trampa más frecuente es aquí dar por supuesto un suelo común entre autor y lector, que no es en ningún sentido evidente. En este breve artículo –conscientes de que el verdadero trabajo sobre este punto está por hacerse y que apenas esbozaremos un poco de información recogida y ordenada– pondremos algunos hitos para aproximarnos a las condiciones de recepción en la Argentina de este trabajo sociológico complejo, elaborado desde otros horizontes, en medio de debates que no son idénticos a los nuestros –aun en los casos en que se presenten en términos idénticos– y desde contextos institucionales que se parecen poco a los locales.10

Luego de explorar estas condiciones de recepción, nos aproximaremos a las primeras utilizaciones que se han hecho en nuestro medio del concepto de campo en términos bourdianos para pensar el mundo de la producción literaria. Nuestro objetivo no es aquí ni hacer un relevamiento exhaustivo, ni marcar ortodoxias de uso, sino explorar a través de las dificultades que los autores han expresado para la utilización de la teoría, precisamente los desafíos que las características propias de nuestras sociedades le oponen, a fin de medir, en los bordes disponibles de las nociones, algunas potencialidades que permitan ver aspectos nuevos, ponderando al mismo tiempo de manera más específica ciertas marcas de lectura que pudieron signar en parte en algunos campos del conocimiento, la apropiación de Bourdieu entre nosotros.

Bourdieu en la Argentina: el sociólogo y el intelectual

La condición periférica de un espacio social obliga a específicos esfuerzos de exégesis cuando se trata de apropiarse del aporte de un sociólogo que escribe desde un lugar ya central, de un campo, si no central, al menos en posición de disputar la centralidad en la producción de ciencias sociales a nivel mundial. Es el caso del mundo sociológico y antropológico francés, poseedor de una tradición propia, que le permite afirmar cierta autonomía11 en la producción y validación de conocimientos (aunque esté siempre condicionado por su historia, la estructura de fuerzas y los intereses en juego en el caso particular). Sin embargo, la misma condición periférica de la sociología argentina, puede ser una fuente de libertad: la libertad del que mira sin ser mirado, la de quien no tiene sus inversiones fundamentales puestas en aquel espacio específico y por eso puede tomar distancia de muchos de los condicionamientos que limitan a los productores y lectores indígenas de los espacios dominantes.12 No obstante, la debilidad de las condiciones institucionales de la producción intelectual, tornan más difícil en la mayoría de los países de América Latina el aprovechamiento de estas ventajas. Para buena parte del campo universitario y de investigación en ciencias sociales en la Argentina, Bourdieu es uno de tantos autores leído a veces superficialmente y citado de modo ocasional, así como objeto de entusiasmos y celebraciones a veces poco documentados o de discusiones que con frecuencia repiten –gracias algunas veces a la lectura "atajo" de textos menores o incompletos, de comentarios y comentadores, y posiblemente en algunos casos a la inseguridad que produce la condición periférica– los enfrentamientos franceses o americanos, en torno al grado de marxismo (si lo era o no suficientemente en algún momento), al reproduccionismo, al avance sociológico sobre otras disciplinas, al falso problema de si su teoría lo resuelve todo o logramos encontrar algo que escape a su conceptualización. Desde nuestro punto de mira, en realidad tenemos la posibilidad mucho más evidente de no tener que definirnos ni a favor ni en contra. La sociología de Bourdieu es un aporte fundamental a apropiarse y hacer avanzar, desde sí mismo y en diálogo con otros. Con Bourdieu, contra Bourdieu, más allá de Bourdieu, como él mismo decía respecto de Durkheim, Marx o Weber.

No se puede perder de vista, por otra parte, que nuestras dificultades en las condiciones de producción nos empujan repetidamente a la manualización, a la construcción de síntesis eficaces que ahorren lecturas demasiado complejas o demasiado amplias, para las que la mayoría de los universitarios tenemos poco tiempo y serenidad. Pero también es verdad que el carácter dependiente del campo alienta estrategias de distinción propias del espacio social literario (acentuadas en el caso de las ciencias por el supuesto de la internacionalidad del campo, inseparable de la vocación a la universalización de reglas de validación), centradas con frecuencia en obtener (o asignar) el título de importador del último grito de la sociología europea o americana del Norte, esgrimiendo la marca del discipulado, de la traducción y del comentario, de haber ido al centro y haber tocado al fetiche, obteniendo a veces el punto culminante en réditos simbólicos mediante el acto del distanciamiento y de la crítica: si quien tocó al fetiche participa de su poder sagrado, quien además se distancia de las sospechas de discipulado servil, dando por acabada una figura y su influencia (para apuntar generalmente hacia un nuevo salvador), traza su propio círculo mágico de proveedor de soluciones, aunque el poder sea prestado. Este modo de funcionamiento, que con frecuencia se alimenta de una discusión teórica abstracta, no conduce a la autonomización por construcción de la propia tradición teórica, sino al reforzamiento de la condición marginal y dependiente. Por otra parte, la estructura radial del campo nacional, donde tradicionalmente los recursos materiales y simbólicos escasean cada vez más a medida que nos alejamos de la capital, generando un campo con centro indiscutido en las universidades de capital y Gran Buenos Aires, produce a su vez en las del interior del país –cada vez más cuanto más al interior– la reduplicación de este juego de estrellas y fetiches. A estas dificultades, propias de la condición periférica, se suman en la Argentina otros problemas vinculados a la historia y constitución de nuestro propio campo intelectual, marcado por las reiteradas intervenciones desde el campo del poder, varias veces del tipo más brutal imaginable pero también capaz de modalidades sutiles.

Hay que reconocer, no obstante, que en el caso de Bourdieu existen también, sobre todo en algunas importaciones tempranas, cuando incluso su nombre no era aún dominante en Francia y era apenas conocido en el resto de Europa y en los Estados Unidos, momentos de una recepción seria y especialmente productiva, puesta al servicio de la investigación empírica, renovadora de un modo de pensar el mundo social y no meramente orientada al comentario o la glosa. Tal vez el dato más curioso en este caso, sea que el primero de los libros de Bourdieu que se tradujo al español muy tempranamente en la Argentina y que circuló mimeografiado en algunos medios académicos, como los vinculados a FLACSO ya por 1971,13 (antes de la traducción de siglo XXI, para la que José Aricó había obtenido los derechos en 197214 y que se concretó en 1975), fue El oficio de sociólogo, que recién en 1991 fue vertido al inglés. Es decir que Bourdieu llegó a la Argentina muy temprano y primero como epistemología, en un texto de difícil lectura, pero que se adelantaba, en plena ortodoxia positivista (versión liberal o marxista), a liberar a la sociología de empirismos y teoricismos. Una investigación más minuciosa debería ponderar la influencia efectiva que pudo tener este planteo epistemológico en una etapa de tanta radicalización política de las ciencias sociales como fue la que va de 1970 a 197415 y en los años siguientes, marcados por la dispersión y el exilio masivo de buena parte de los científicos sociales argentinos. En 1971, Emilio Tenti Fanfani había llegado también de Francia –donde había tenido noticia de Bourdieu gracias al comentario de otro argentino, Ricardo Costa (quien algunos años después introdujera a Pierre Bourdieu en la Universidad de Córdoba)– trayendo La Reproductiony recibiendo un año más tarde la edición reciente de Esquisse d'une théorie de la pratique. La radicación de Tenti Fanfani a partir de 1975 en la Universidad de Cali, en Colombia, en una cátedra donde su antecesor español utilizaba a Bourdieu, lo llevó a realizar traducciones para uso de cátedra y a apropiarse de su pensamiento para la investigación.16 Posteriormente, en México desde 1979, en un momento fundacional de la sociología de la educación, introdujo a Bourdieu en aquel país, para la investigación y la docencia en ese campo.17 A su regreso a la Argentina en 1985, la sociología de Bourdieu ocupará un lugar muy importante en la estructura de sus cursos de teoría social y de sociología de la educación en la UBA, y seguirá siendo matriz de su trabajo de investigación y reflexión en el área de las ciencias de la educación. A este trabajo debemos en buena medida la incorporación de este autor, sobre todo en el ámbito de los estudios referidos a la educación en nuestro país.

Mientras tanto, con los cuerpos docentes y de investigadores arrasados por la violencia política, la emigración y el exilio, desde el grupo fundador de la revista Punto de Vista (en 1978), en el contexto de estrategias de largo plazo que comienzan a flexibilizarse porque la dictadura militar empieza a mostrar sus quiebres internos,18 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo habían introducido ya en la Argentina planteamientos de Bourdieu para pensar la sociología de la cultura, y especialmente de la literatura. La editorial Siglo XXI de México había editado en 1971 una compilación de textos titulada Problemas del estructuralismo, donde se incluía la traducción de Champ intellectuel et projet créateur.19 Pocos años después, Altamirano y Sarlo incluyeron la traducción parcial de otro texto de Bourdieu (Disposition esthétique et compétence artistique) en una compilación de 1977 titulada Literatura y sociedad, editada por el CEAL. En 1980 publicaron –fuera del país– los primeros trabajos en que la teoría del campo de Bourdieu era usada para pensar un campo literario nacional.20 En el contexto de la voluntad de autonomía respecto del campo del poder político, pero también de la academia y de los medios masivos de comunicación que mantiene la revista Punto de Vista desde su fundación, Bourdieu ya por entonces parece haber ofrecido un instrumental que permitía conceptualizar esa búsqueda. Al mismo tiempo, ese artículo, compilado con otros trabajos en Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia,21 y otros textos de Sarlo y Altamirano, como Conceptos de sociología literaria22 y Literatura/sociedad,23 introducían tempranamente la perspectiva de Bourdieu en nuestro país para los estudios literarios y la sociología de la cultura en general.

Es decir, si en España y en México, Bourdieu fue conocido primero y durante largo tiempo fundamentalmente en el campo de las ciencias de la educación,24 en la Argentina la introducción temprana de su pensamiento en el área más amplia de la sociología de la cultura se infiere también de la traducción de Campo del poder y campo intelectual en 1983 por la editorial Folios, y sobre todo por la introducción de artículos suyos en compilaciones sobre temas de sociología de la literatura o el arte publicados en la década de 1970 en la editorial Nueva Visión.25 El volumen colectivo dirigido por Carlos Altamirano Términos críticos de sociología de la cultura,26 es elocuente sobre la continuidad de este proceso. En el libro, partiendo de la constatación de un interés creciente en la sociología de la cultura, que incluso desborda los medios universitarios, se intenta recoger y explicitar como términos técnicos, los principales conceptos de una especialidad que atraviesa hoy disciplinas y escuelas. El interés del libro para nosotros radica sobre todo en que, teniendo como punto de partida la afirmación de la importancia del tema en América Latina, los autores que se convocaron para su realización son en sus tres cuartas partes argentinos27 y los restantes, provienen de otros países de América Latina (Chile, Brasil, México y Uruguay). Entre las cincuenta entradas que componen el texto, dos pertenecen a términos técnicos propiamente bourdianos: "campo intelectual" y "capital cultural"; pero el dato que más nos interesó es el siguiente: de los cincuenta artículos, en la breve bibliografía que cierra cada uno –nunca más de cinco a siete referencias– en diez se recomienda leer uno o más textos de Bourdieu, y de estas diez recomendaciones, nueve proceden de autores argentinos (dos de ellos trabajando actualmente en los Estados Unidos). Es en realidad el autor más recomendado al final de los artículos en el conjunto del libro (catorce referencias), seguido por Raymond Williams (nueve) y luego sólo por una dispersión de textos de autores aconsejados de una a cuatro veces, como los de Martín Barbero (cuatro) o Mijail Bajtin (tres). Si bien este análisis podría estar hablando tanto de los criterios impensados de selección de autores que empleó Carlos Altamirano y de las afinidades teóricas que entretejen este tipo de emprendimientos, como del peso actual de Bourdieu en la sociología de la cultura en la Argentina y América Latina, el dato nos parece significativo por el carácter de cultura objetivada del libro y la importancia reproductiva a futuro de una obra de estas características.

Campo intelectual: un uso temprano

Nos detendremos en los primeros artículos de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano por el carácter fundador que les atribuíamos más arriba. Como decíamos, ya en 1977 estos autores habían incluido un trabajo de Bourdieu sobre el campo intelectual en una compilación (Disposición estética y competencia artística, publicado inicialmente en Les temps modernes). Sin embargo, el artículo (hasta donde sabemos, fundador para los estudios de campo literario en nuestro país) que publicaron en 1980 en la revista Hispamérica, sólo hace referencia a Champ intellectuel et projet créateur. Éste es un texto que data de 1966, y que, aunque propone los elementos esenciales de la construcción de un campo y comienza a distinguir entre los aportes del estructuralismo a la teoría del conocimiento de lo social, respecto de las tendencias, ya claras en ese movimiento, a suplantar el realismo de los individuos por el realismo de la estructura, en él aún esta ruptura no ha desplegado sus consecuencias, y Bourdieu sigue oscilando entre la idea substancialista de individuo (el proyecto creador) y una concepción cuasifisicalista del campo. ¿Podemos suponer que conocieran Sarlo y Altamirano, en 1980, Champ du pouvoir, champ intellectuel et habitus de classe, donde Bourdieu da una primera sistematización completa del concepto, y que había sido publicado en la menos conocida revista Scolios en 1971, año también de publicación de Esquisse d'une théorie de la pratique? ¿O que hubieran ya leído La Distinction, aparecida en Francia en 1979? En el texto, nada nos autoriza a suponerlo. Más bien, lo que podemos percibir es un uso muy productivo de una noción de campo que tiene todavía limitaciones importantes respecto de sus desarrollos posteriores, y al mismo tiempo las aperturas y sugerencias de aquel texto de 1966. En el prólogo a la primera edición de Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, que recoge el artículo de Hispamérica, reeditándolo en nuestro país en 1983, Carlos Altamirano da razones del uso del concepto, especificando la utilidad de la noción de campo "para aprehender la constitución y el funcionamiento de las elites intelectuales y su cultura en las sociedades burguesas", 28 idea que parecía más "comprensiva" que el concepto de profesionalización. Sin embargo, se mantenían "precavidos" con respecto al "carácter demasiado sistemático del concepto de campo intelectual".29

"La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos" se titula el artículo de 1980. De "campo intelectual" hablaba también Bourdieu en 1966 para referirse a lo que más adelante se especificaría como campo literario, y permitiría diferenciar dinámicas internas de los productores especializados y las posibles intervenciones públicas, en nombre del capital simbólico allí acumulado, junto con otros productores culturales, en el campo general del poder. Lo que a Sarlo y Altamirano aquí les interesa destacar respecto de los procesos de la literatura argentina, es una hipótesis de vinculación entre varios temas que ya habían sido señalados previamente, aunque de modo disperso: "una actividad literaria y propagandística en torno a los temas del nacionalismo cultural", el perfil profesional que adquiere la función del escritor y la "prosperidad correlativa de las ideologías de artista"30 ocurridas en la generación del 900. La noción de campo les permite poner en relación estos tres datos y, sobre todo, vincularlos con lo que estaba ocurriendo en la Argentina desde el punto de vista de las transformaciones generales de la sociedad: el proceso de modernización iniciado en la década de 1880, la transformación de la estructura económica y social, la urbanización del área litoral. Apartir de esta vinculación, es posible ver que habiendo sido la inmigración masiva parte de ese proyecto modernizador, su resultado –ya muy visible en la primera década del siglo XX– necesariamente despertaba preguntas sobre la construcción de una propia tradición cultural. Por otra parte, la diferenciación de la función de productor cultural, correlativa a la complejización y división de funciones que se venía dando en la sociedad, impuso la creación y consumo de "ideologías de artista", como parte de su proceso de legitimación e identificación, ya que, en una sociedad aún muy marcada por el control oligárquico del "aparato cultural" (en la que, agregamos nosotros, el carácter de "aparato" –si el concepto era aplicable–31 comienza presumiblemente a resquebrajarse precisamente por la complejización de las relaciones sociales y las funciones en la nueva configuración), la legitimación del intelectual como intelectual –con exclusividad de otros títulos de legitimidad– tenía dificultades para afirmarse. Las ideologías de artista eran también consecuencia de la necesidad de marcar una especificidad de grupo, en relación con un público que se constituía como tal. Cierta heterogeneidad social que entraba lentamente a la "República de las Letras", los nuevos lugares de socialidad literaria (ya no los salones sino la Facultad de Filosofía y Letras), la revista Nosotros que se suma al suplemento literario de La Nacióncomo lugares de consagración, caracterizan a esa etapa de transición que fue el cambio de siglo. El tema de la identidad nacional en forma de nacionalismo cultural, era entonces a la vez un tema legitimador de estos nuevos agentes y de su función en la sociedad. A la necesidad de darse mitos de origen respondió así la polémica sobre el Martín Fierro como poema nacional y los programas alternativos de Rojas y Lugones, la fundación efectiva de una literatura argentina.32 Si el nacionalismo francés monárquico de Barrés, el hispanismo y el espiritualismo arielista venían de fuera a un campo literario dependiente y periférico en vías de formación, el análisis de Altamirano y Sarlo permite ver por qué y cómo esas corrientes de pensamiento fueron apropiadas y se tornaron activas por esos años entre los escritores en vías de profesionalización en la Argentina.

El carácter dependiente y periférico del campo no es claramente tematizado ni planteado como problema en este texto. Sin embargo, sabemos por el "Prólogo" de Altamirano de 1980, que era una preocupación de los autores, que los ponía en guardia frente a una aplicación de la noción de campo "demasiado sistemática", que pudiera sustraer del análisis lo específico del objeto. No obstante, el uso que hicieron de la misma, al permitirles construir el planteo en términos de relaciones en un espacio relativamente autónomo, hizo más bien surgir esa especificidad y percibir una coherencia interna de lo que ocurría en el espacio social estudiado. Es mediante la minuciosidad del análisis empírico que los autores sostienen su guardia contra la sistematicidad excesiva de un Bourdieu aún no del todo desprendido del estructuralismo, en lucha contra su mirada escolástica, y al mismo tiempo en plena elaboración de un modelo de análisis exigente. En este sentido, la fidelidad a la particularidad del mundo histórico les permitió hacer un uso realmente productivo de la noción de campo en el estado en que se encontraba en aquel texto temprano de Bourdieu. Sarlo y Altamirano supieron ver con claridad también la vinculación entre la pertinencia del modelo y los procesos sociales con los que se corresponde: la modernización capitalista de la sociedad y la diferenciación general de funciones. Esto les permitió discernir la particularidad del cambio de siglo como momento de transición hacia la constitución de un campo intelectual relativamente autónomo. Lo que echamos de menos, en todo caso, en su artículo es una mayor tematización precisamente de la condición periférica de ese campo en formación, y de sus consecuencias en el interior del mismo. También nos preguntamos por la ausencia de los otros textos de Bourdieu ya publicados por entonces y las raíces de las sospechas tan acentuadas sobre su "sistematicidad".

El texto de Beatriz Sarlo, dos años posterior: "Vanguardia y criollismo: la aventura del Martín Fierro",33 tampoco hace referencia a otros textos de Bourdieu, pero nuevamente aprovecha muy bien las posibilidades que el artículo de 1966 abría. Poner como punto de partida el texto de 1980, donde se había identificado un proceso de constitución de un campo intelectual, le permite ahora construir el concepto de vanguardia no sólo como movimiento literario sino como reacción de una nueva generación frente a los criterios de consagración y legitimidad del campo constituido. La preocupación es discernir la verdad de la vanguardia argentina en su particularidad, y así definida, como "función relativa al campo que encuentra constituido",34 la ruptura tomará una intensidad acorde a la consolidación y el prestigio de la tradición cultural con la que intenta romper, no sólo respecto de sus criterios estéticos sino de las instituciones de consagración y las modalidades de la carrera artística. Si entre 1900 y 1920 se había constituido y consolidado el campo literario en la Argentina, es en los años siguientes que este campo se inquieta por la aparición de una vanguardia que lo divide como expresión de su madurez. Progresivamente, a partir de los años de 1920 la vanguardia tendrá sus revistas (Prisma, Proa, Inicial, Martín Fierro), se enfrentará a Nosotros y a sus criterios de consagración, erigirá su propio panteón, recuperando figuras no consagradas por la generación anterior. Sin embargo, la violencia de la ruptura estará siempre amainada por la fragilidad de un campo reducido en agentes, en instancias de consagración, en posibilidades concretas de juego. Y es en la vinculación entre estas limitaciones y el proceso particular de la historia local, donde se definen muchas de las especificidades que se buscan: si la vanguardia europea era antiburguesa, la argentina reacciona contra el "filisteísmo estético" y el "mal gusto" del burgués medio, que en los años de 1920 está ya representado en Buenos Aires por el público inmigrante de una industria cultural incipiente. La tensión con el mercado era a la vez tensión social, rechazo del público en sus características de reciente aluvión inmigratorio, semi-castellanizado y semi-analfabeto. Como señala Beatriz Sarlo, es una vanguardia apolítica, que no cuestiona familia, patria, religión, autoridad: ni el campo literario ni la sociedad argentina de entonces dejaban espacio suficiente de juego para rupturas de ese calibre. La vanguardia argentina de Martín Fierro fue entonces criollismo de vanguardia, en continuidad pero a la vez en ruptura con el campo consolidado en el 900, construyó una estructura ideológica en torno al "origen de clase, relación con la tradición nacional, relación con el lenguaje y desinterés frente al mercado".35 Un criollismo, por otra parte, que no podía sino ser urbano. Además, si la vanguardia argentina aparecía unida por el deseo de renovación literaria y por la definición de un enemigo común en la generación del Centenario, la noción de campo permite a la autora discernir, a partir de la diversidad de posiciones respecto del campo del poder, el juego de oposiciones entre los grupos de Boedo y Florida: mientras que los primeros ocupan el lugar de la izquierda política, Florida los acusa de ser la derecha literaria, reivindicando para sí la posición progresista dentro de la literatura (siendo evidente su implícita posición en lo político y social). Las posiciones sociales no se corresponden así directamente con tomas de posición en el campo literario, sino que la refracción puede incluso tomar la forma de un espejo, invirtiendo los puntos de orientación al pasar del campo del poder al campo de producción cultural. Finalmente, si el carácter dependiente del campo se percibe con claridad en el texto, a partir de las deudas a las corrientes de las vanguardias europeas, las importaciones, las traducciones, que constituyen parte de su programa, se señala una verdadera originalidad electiva, que, una vez más, puede en buena parte ser explicada por un moderatismo vinculado a las características de fragilidad del campo local: es todavía tiempo de construcción, de elaboración de un linaje literario nacional y al mismo tiempo de imposibilidad de autonomía respecto de las instituciones y modalidades ideológicas de la clase dominante en la sociedad argentina. La vanguardia, dice el texto, queda así atravesada por una tensión que marcará por mucho tiempo el campo de la cultura argentina: populismo/ modernidad; nacionalismo/cosmopolitismo.

Nuevamente, el trabajo de Beatriz Sarlo ha sacado provecho del artículo de Bourdieu, abriéndose el camino para organizar de una manera comprensiva una etapa clave de la historia de la literatura en nuestro país, permitiendo ver, gracias al juego de relaciones de relativa autonomía, algunas razones de la originalidad de un espacio social que, de otro modo, podríamos entender como mero espacio mimético de las tendencias literarias europeas, o, por el contrario, bien el "reflejo" de conflictos sociales locales, bien un agregado de productores culturales autoproducidos.

Reticencias y posibilidades

La conceptualización más fina de las dificultades que se suman al uso de la noción de campo en nuestras sociedades periféricas, que echábamos de menos en los textos de Sarlo y Altamirano de 1980, aparece mucho más desarrollada en Literatura/sociedad, en 1983. Las referencias bibliográficas que señalan los autores incluyen ahora, además de las mencionadas, Le sens pratique y Questions de sociologie, es decir, además de una mayor explicitación de la noción de campo, los autores disponen esta vez de textos que les permiten extenderse en torno a su articulación con la de habitus.

Luego de recoger los aportes de la sociocrítica que parte de Bajtin, y de valorar como irrenunciable el trabajo del texto como punto de partida de todo análisis que aproxime sociología y literatura, los autores continúan construyendo un modo de vincular literatura y sociedad que recupere a los sujetos y a las instituciones en su carácter histórico y social, "devorados" por el Texto en aquella perspectiva. Como bien lo dicen, casi parafraseando a Bourdieu: "a través de este objetivismo que sustituye el fetichismo del creador incondicionado por el fetichismo de las estructuras y las leyes de estructura, se abre paso un discurso metafísico".36 Retomar en cambio al autor como parte de un juego de relaciones y preguntarse por el modo como pudo constituirse en "fuente" autónoma de sus obras, es analizar a la vez el proceso histórico en el que, entre los siglos XVIII y XIX, se constituyó, en los países centrales del proceso de industrialización y del capitalismo, un espacio propio para la literatura en la estructura social. El paso del mecenazgo al mercado generó tensiones y actitudes diversas, que pasaron a formar parte de las ideologías de artista. Altamirano y Sarlo introducirán a Bourdieu para pensar este problema, ubicándolo desde su debate con Sartre. De hecho, es en diálogo con este autor37 que Bourdieu construyó Champ intellectuel et projet créateur: Lo que se trataba de mostrar era que el "proyecto creador", más que ser visto como una fuente originaria de la obra, en lucha contra los determinismos, debía ser tomado por objeto, para descubrir en él el encuentro y ajuste "de ciertos determinismos con una determinación", donde los determinismos no podían ser mirados solamente como límites a rechazar y superar (como los mira el subjetivismo de una concepción absoluta de la libertad) sino también como "inconsciente cultural" sobre el que se camina y gracias al cual también se construye y efectiviza el "proyecto creador" (si tiene sentido en este contexto seguir hablando en estos términos). El habitus estaba allí para recordarnos este principio interior al agente, pero no elegido, de las elecciones. Sin embargo, la noción no convence a Sarlo y Altamirano, que no ven en ella más que un factor de repetición, de homogeneización, una "matriz de toda objetivación", aunque "lo suficientemente flexible como para engendrar respuestas nuevas ante situaciones nuevas y, sobre todo, como para transfigurarse con arreglo a la lógica específica de cada campo".38 No parecen percibir en este texto el cambio de filosofía de la acción que se desplegaba ya en el trabajo de Bourdieu y que nos obliga a pensar las reglas, las estructuras, es decir, el tipo de acción que hay que poner en juego al interpretar el modelo de campo en un contexto histórico dado, en términos de lógica analógica. Tal vez porque la fenomenología no aparece mencionada en el cuerpo teórico que los autores refieren a Bourdieu, tal vez por la presencia de un implícito acento althusseriano en la corriente marxista en que lo inscriben, quizá por no advertir el carácter ideal-típico de sus nociones –no siempre muy explicitado, es verdad, por el mismo Bourdieu–, revalorizan el concepto de campo sin tomar el peso del aporte proveniente de la disposicionalidad de la acción. El efecto de armonía pre-establecida, de acuerdo tácito sin director de orquesta que a Bourdieu le interesaba destacar por aquellos años, es sólo un aspecto de una filosofía de la acción epistemológica y ontológicamente más compleja. Más que una "caja negra" donde "Bourdieu tiende a confinar todo lo que se le aparece como irreductible sociológicamente",39 el habitus es principio analógico de producción de prácticas, y por tanto noción que le permite señalar regularidades y percibir diferencias, detectar transposiciones y producciones de novedad, como un concepto que desde el punto de vista sociológico, es "estenográfico" (un trazo que enlaza relaciones, sin tener un referente sustancial en la realidad) y desde el punto de vista de la antropología implícita construye cierta unidad del agente en el tiempo, que pasa a ser su fundamental marca ontológica. Si postulara el tipo de "coherencia exhaustiva" que nuestros autores le atribuyen,40 incurriría en una contradicción con los principios de construcción de su propia teoría. Es en este punto donde la preocupación de Sarlo y Altamirano por la "sistematicidad" del campo parece tomar nombre, y donde los vemos insistir –en realidad junto con Bourdieu y movidos por la misma preocupación– en que el modelo puede ser muy útil "a condición de entender los dos términos, y sobre todo el de estructura, en un sentido más bien lato, es decir, no según el que posee en los modelos lingüísticos de inspiración saussureana".41

El texto de Sarlo y Altamirano, sin embargo, continúa retomando un problema que nos parece fundamental: el de las condiciones de posibilidad para pensar en términos de campo sociedades como las latinoamericanas. Sobre este segundo punto el trabajo es sumamente lúcido. Vamos a organizar sus reflexiones en torno a cuatro aspectos: el uso de la noción de "problemática", el desarrollo de sociedades capitalistas sin consolidación de la democracia liberal, la configuración nacional implícita del campo, la asimetría entre esos espacios nacionales y el campo como fenómeno de "refracción". En continuidad una vez más con aquella preocupación de evitar una excesiva "sistematicidad", los autores plantean que la insistencia de Bourdieu en hablar de "problemática" (desplazada luego progresivamente por los conceptos de illusio y collusio) para referirse al suelo común de creencias literarias ("sistema de referencias, patrimonio común de certidumbres intelectuales y estéticas", etc.) en un campo intelectual más o menos autónomo en un momento dado, sugiere pensar el "estado del campo" en términos demasiado "homogéneos". En realidad, si pensamos el concepto de "problemática" del modo como lo hacía Bachelard42 (que es a nuestro juicio el caso en Bourdieu),43 evitamos la temida rigidez estructuralista y podemos entender mejor cómo, en especial en el campo literario, las reglas de consagración son un enjeux, es decir, sobre la base de unas pocas creencias comunes, una diversidad dinámica de problemáticas se ponen en juego y entran en competencia,44 se proponen, se recomponen y se confrontan a cada momento del campo. Si la especificación de la libido que supone la illusio como condición de ingreso al campo, homogeneiza en cierta medida los habitus de los agentes, su múltiple pertenencia (de clase, de lugar de formación, de origen geográfico, de trayectoria personal y familiar, de inversión –e inmersión– en otro campo, etc.) los complejiza y diversifica tanto sus disposiciones como sus estrategias posibles. En espacios sociales como los latinoamericanos, con institucionalidades de formación y consagración mucho más precarias, esta diversidad, como ya adelantan Sarlo y Altamirano, es particularmente acentuada, y debe ser trabajada en cada caso, habida cuenta que la existencia de problemáticas "dominantes" en cada momento nos ayuda a organizar las oposiciones en lugar de disgregar el campo en una mera "multiplicidad empírica de posiciones".

El segundo punto que indican los autores es central: en los países de América Latina, aunque en muchos de ellos se hayan generado las condiciones en que se puede señalar "un campo intelectual, con sus instituciones, sus actores y sus actividades diferenciadas", la ausencia de un desarrollo paralelo de las "instituciones de la democracia liberal sobre la base de una economía capitalista",45 torna muy complejo el tema de la autonomía de ese campo intelectual respecto del campo del poder económico, político o religioso. Ésta es a nuestro juicio una cuestión central a repensar, y sobre todo a examinar en los casos concretos, ya que el tema de la autonomía se plantea de modo diferente y tiene connotaciones distintas en el caso de la ciencia, del arte y la literatura, del derecho o de la teología, pero lo que es claro en todos los casos es que un cierto grado de autonomía –es decir, de libertad respecto de los poderes exteriores– es necesario para alcanzar el desarrollo de las actividades, los agentes y los productos característicos en cada caso. Precisamente, hablar de un campo "intelectual" era para Bourdieu afirmar la posibilidad de dotar de poder en el campo del poder, a las ideas y productos culturales generados en esos ámbitos específicos, posibilidad contra la cual se alzaba para él el hiper-desarrollo de un campo económico cuya lógica veía devorar todos los otros nomos hasta la atrofia, en primer lugar del campo político. El uso de argumentaciones y vocabulario aparentemente científico como instrumento para estos fines y la complicidad del campo periodístico para su difusión, le parecía por eso el anuncio de una regresión creciente de las libertades y las instituciones que las sostenían en las sociedades desarrolladas. Con esto queremos decir que el punto no es tampoco simple de estudiar en las sociedades del Norte, y que no es igual el rol que ocupa aún hoy el mecenazgo privado en la sociedad francesa que en la de los Estados Unidos, o la importancia de la censura política y la autocensura en Suiza que en el país actualmente gobernado por George Bush. Tanto en el caso de países del Norte como en los nuestros, los principios teóricos de Bourdieu deberían ayudarnos a construir el modelo interpretativo y la estrategia metodológica más adecuada con que explorar cada historia particular.

El tercer punto es tan importante como el anterior y aun más complejo: los estudios de diversos campos que Bourdieu realizó son implícitamente nacionales, tanto en el caso de la economía, como de la literatura, de la edición, o el campo religioso. La producción cultural, como observan nuestros autores, es "nacional" en un sentido que va más allá del jurídico, "donde se hallan incluidas las instancias más significativas de la actividad cultural: modelos y tradiciones, instituciones y autoridades, 'guías' intelectuales y sistemas de consagración prestigiosos".46 Pero en los países latinoamericanos, donde aún se puede rastrear la aparición de un campo de producción cultural local desde comienzos del siglo XX, las "metrópolis" culturales han ejercido y ejercen un poder de definición de reglas de validación y consagración que no es recíproco: como hacen notar nuestros autores, la consagración de un escritor argentino en Europa es definitoria para el campo local, no así la de un europeo en la Argentina o Perú. Esta situación de asimetría nos invita a estudiarla para saber "cómo ha operado y qué modalidades de campo intelectual ha contribuido a producir según las áreas culturales del subcontinente".47 Por otra parte, si bien es verdad que, más allá de los discursos y las realidades de la "globalización", hay reglas generales que afectan a cada uno de esos espacios sociales circunscriptos por un tipo de actividades y de agentes, que son aún hoy definidas en el interior de cada Estado-nación, también es verdad que en particular los productos y los productores culturales circulan en modalidades y áreas que tienden a desanclarse y a constituir espacios cada vez más amplios, aunque no por eso menos "radiales".

A partir de la percepción de esta asimetría, Altamirano y Sarlo mencionan la conceptualización utilizada en nuestros países en términos de "dependencia cultural". Este modelo ejerció un papel crítico equivalente al de su teoría homónima en el campo económico, pero, como bien señalan, en términos explicativos quedaba reducida a un modelo unilateral y mecánico, que reducía los campos locales a meros campos de recepción. En este sentido, lo que nos permite ver la noción de campo –y, como vimos, los autores supieron tempranamente extraer virtualidades en esa línea– es que las condiciones locales de producción, los conflictos y problemáticas propias, aunque sean exteriores al campo, influyen en él constituyendo un verdadero espacio colectivo de refracción de modelos, ideas y propuestas. Estos procesos son los que deberían ser profundizados en cada caso, y aquí la noción de habitus, a nuestro juicio, puede ser de mucha utilidad.48 Al mismo tiempo, el modelo relacional del campo nos podría ayudar a mantener la mirada sobre ambos fenómenos a la vez: un carácter periférico y dependiente que sin embargo no impide una producción cultural inventiva, pero donde un aspecto no puede entenderse sin el otro.

Pierre Bourdieu y la Argentina a partir de la década de 1990

A lo largo de la década de 1990 el nombre de Pierre Bourdieu comienza a figurar con mayor frecuencia en programas de seminarios y asignaturas de grado y posgrado en diversas universidades. En este contexto, el libro de Alicia Gutiérrez Pierre Bourdieu, las prácticas sociales, editado por el Centro Editor de América Latina en 1994 (reeditado en 1995 y en 2002 nuevamente) cumplió la función de un texto introductorio que facilitaba el acceso al autor compendiando didácticamente sus principales conceptos. Del mismo modo, sus traducciones de artículos de Bourdieu aún no accesibles en castellano49 aportaron nuevos elementos al conocimiento local del autor.

Sin embargo, para entender la popularidad de Bourdieu hoy en los medios universitarios y no universitarios de la Argentina, no hay que olvidar que esta presencia en los espacios académicos especializados que se insinuó desde los años de 1970 y se consolidó desde mediados de la década de 1980, se convirtió después de 1995 en la de una verdadera celebridad del mundo intelectual. Para esto fue clave la presencia reiterada de Bourdieu en el diario Clarín. Desde mediados de los años de 1990, cada intervención pública importante de Bourdieu y cada uno de sus libros mereció notas –y nuevamente un trabajo más minucioso de agentes y de posiciones, debería explorar las razones–, acompañadas de titulares llamativos y generalmente elogiosos, al punto que la nota de tapa del suplemento cultural que sigue a la muerte del sociólogo, se titula –sobre el fondo de una foto que abarca toda la página–: "Bourdieu, el sociólogo faro".50 Las notas, normalmente de al menos una página y casi siempre anunciadas en tapa, se vinculan con frecuencia a la aparición de textos de Bourdieu en castellano. Si en 1996, cuando Anagrama publicó Las reglas del arte, aún parecía necesario presentar al "célebre sociólogo" con cierta amplitud al comienzo de la nota,51 en los años siguientes basta decir que se trata del "más importante sociólogo francés", aunque los rasgos que se resaltan tanto en titulares como en recuadros intermedios son los relativos al carácter "influyente" y "polémico" de su obra: Bourdieu "arremete" contra la "farándula académica"52 o "dispara opiniones feroces"53 contra la prensa francesa; cuando publica La dominación masculina "arde París, en momentos en los que el mismo Bourdieu y su obra son fuertemente cuestionados". A lo largo de 1998 Clarín publicó en su sección de "Opinión", tres artículos de Bourdieu, referidos al neoliberalismo,54 una entrevista vinculada a las "opiniones feroces" del "notable sociólogo francés" sobre la televisión,55 un comentario sobre sus ideas acerca de la "utopía del mercado perfecto"56 y un conjunto de artículos de diverso tono cuando se editó en Francia La dominación masculina.57 El año 1999 no fue menos prolífico: un anticipo de un artículo de Contrafuegos en castellano,58 una extensa nota referida a la reedición de La distinción en Taurus,59 dos textos contra el neoliberalismo,60 un texto laudatorio a La miseria del mundo61 (en que junto a una foto de Bourdieu con el rostro pensativo, se comenta: "Preocupación: Pierre Bourdieu, del lado de las clases explotadas") y la traducción de un texto marcadamente crítico, tomado de Le Monde62 donde se lo acusa de querer preservar el mundo elitista de los artistas y científicos financiados por el Estado y no elegidos por el mercado (que tiene defectos, pero siempre es más democrático, según el autor). El Bourdieu de Clarín se abre en el 2000 con un extenso comentario elogioso a "quizá la última joya del siglo que se cerró": la aparición de Intelectuales, política y poder, recopilación y traducción de textos introducidos por Alicia Gutiérrez y publicados por EUDEBA,63 pero la videoconferencia que en el mes de junio diera Bourdieu en simultáneo desde el Colegio de Francia para públicos de Buenos Aires (UBA), Córdoba (UNC) y una universidad de Santiago de Chile se comenta muy brevemente64 y en el año 2001 sólo encontramos el comentario a la aparición en forma de libro de esta misma intervención: El sociólogo y las transformaciones recientes de la economía en la sociedad.65 El sociólogo "faro" cuya muerte es anunciada en tapa en el año 2002 no merece en su interior más que la reedición del texto del debate de Bourdieu con Günter Grass y un comentario de García Canclini que en una lectura rápida parecería reconocer más al intelectual que levantó su voz contra el neoliberalismo que al sociólogo, que hizo aportes importantes pero habría sido "refutado" en la obra de Grignon y Passeron Lo culto y lo popular.66 La última nota que encontramos, en febrero de 2002, titulada "Una beatificación laica", acusa a la familia y a los discípulos de Bourdieu de haber iniciado un injusto y "feroz operativo de prensa y judicial" contra Le Nouvel Observateur, movidos por una intención de "corregir" y "ocultar" el pasado personal de Bourdieu.67 En suma, Clarín parece haber hecho un movimiento de distanciamiento crítico en su posición a partir del año 2001, en una lógica periodística que sería interesante analizar más de cerca, teniendo en cuenta no sólo los acontecimientos locales, tanto sociopolíticos como de alianzas y distanciamientos a partir del proceso de concentración de los medios de comunicación vivido en la Argentina desde 1998, sino en particular sus vinculaciones con el cotidiano francés Le Monde.

Cuando la presencia de Bourdieu comienza a disminuir en Clarín, lo seguimos viendo aparecer con mucha más asiduidad en las secciones de "Opinión y "Cultural" de Página/12,68 en la revista Tres Puntos y en el mensual Le Monde Diplomatique, edición cono sur. A la muerte de Bourdieu, Página/12 publica cuatro artículos escritos especialmente para el diario y una quinta nota en que se recogen comentarios y opiniones de sociólogos y antropólogos de la UBA y el CONICET. Al día siguiente se agrega una extensa nota (también escrita desde París para Página/12) en la que se trata de dar cuenta de la intención polémica del Bourdieu de la década de 1990. La Naciónpublica el 25 de enero una nota informativa que recoge impresiones de Chirac y Jospin, y un texto de Fortunato Mallimaci, por entonces decano de Ciencias Sociales de la UBA, donde da cuenta de su trayectoria como sociólogo y como intelectual, así como de la importancia de su influencia en las ciencias sociales en Argentina. Sin embargo, en el suplemento cultural de La Nación, aparecido el miércoles siguiente, no se retoma la figura ni el trabajo de Bourdieu. En los casos de Página/12, Tres Puntos y Le Monde Diplomatique, en cambio, aún más claramente que en Clarín, las entrevistas y los textos refieren fundamentalmente a sus intervenciones como "intelectual", es decir, a su lucha contra las políticas sociales, económicas y culturales del neoliberalismo, la precarización de una parte de la población y el desmantelamiento de los estados. Curiosamente, las actitudes, las afirmaciones y los hechos que levantaron olas de críticas en la prensa de la cultura en Francia, son las que lo pusieron en el centro del campo cultural argentino y le valieron la imagen pública del principal sociólogo del momento. Evidentemente, las crecientes críticas a las políticas del menemismo en la Argentina por esos años y la consolidación del movimiento antiglobalización centrado, en el caso de América Latina, en la organización del Foro Social Mundial anual que comenzó en Porto Alegre (a cuya organización se vinculan personalidades relacionadas a Le Monde Diplomatique como a Tres Puntos), han tenido que ver con esta presentación y esta vigencia.

La fragilidad del campo de las ciencias sociales en la Argentina favorece, como decíamos más arriba, un funcionamiento cercano al del campo literario, y por eso puede permitir con tanta facilidad que autores que habían sido conocidos en el mundo académico, pero apenas apropiados por algunos pocos científicos, comiencen a ser luego, en buena medida a causa de fenómenos externos al campo, puestos en un lugar central, que los hace inevitables, aunque con muchas de las características fetichistas y superficiales de las modas. El discurso antiglobalización de Bourdieu, además de dar legitimidad –y posiblemente una dosis renovada de aliento– a los intelectuales que desde aquí venían percibiendo las consecuencias a largo plazo de las políticas neoliberales, cobró entre nosotros a partir de los años 2000 y 2001 la concreción más clara posible acerca de la "asistencia a una persona en peligro". Sin embargo, este uso social contrahegemónico de la ciencia y la consiguiente popularidad de Bourdieu como "intelectual" no nos debe engañar acerca del conocimiento que se tenía en nuestro medio sobre su trabajo como sociólogo. Esta apropiación es más bien lenta, y sólo en los últimos años tenemos –fuera del trabajo de Emilio Tenti Fanfani y de los mencionados de Sarlo y Altamirano– investigaciones de calidad que comienzan a sacar provecho de la teoría bourdiana para comprender nuestras sociedades. Además de la labor de la revista Apuntes de Investigación del CECYP,69 algunos trabajos de Ricardo Sidicaro,70 así como los de Javier Auyero71 y el último libro de Alicia Gutiérrez72 ponen en funcionamiento sus categorías de construcción del objeto sociológico para temas diferentes y en utilizaciones nuevas y productivas que nos permiten augurar una fecundidad mayor de los aportes de la sociología bourdiana entre nosotros. La aparición de estudios rigurosos sobre su práctica sociológica, no sólo por las traducciones de textos norteamericanos o franceses, sino la publicación de análisis de producción local, nos permite reafirmar también esta expectativa.73 Cabe preguntarse si la llegada temprana del Oficio del sociólogo, con su planteo epistemológico heterodoxo, pero con la afirmación aún vehemente de que la sociología debía ser una ciencia "como las otras", sumada al conocimiento también temprano de los textos de sociología de la cultura de los años de 1970, no han marcado demasiado una etapa de Bourdieu en la que su ruptura con el escolasticismo estructuralista ya estaba realizada pero no aún desarrollada en todas sus consecuencias. El proceso gradual del Bourdieu "estructuralista genético" al Bourdieu de la "sociología reflexiva"74 que ha ido renegociando sus modelos, profundizando sus conceptos (fundamentalmente el de habitus y sus "derivados" –nomos, illusio, collusio, etc.–) y las consecuencias prácticas que de ellos se desprenden, nos facilitará un "mode d'emploi" no menos riguroso, pero más abierto, diversificado y dinámico. Tal vez un exceso de objetivismo marxista y estructuralista en el ambiente de la década de 1970, posiblemente una lectura implícitamente althusseriana de la noción de campo en esa década, enfrentado a otro objetivismo de sociología "científica", y la difícil historia de la antropología social y cultural entre nosotros, hayan contribuido para que las consecuencias de la introducción de conceptos disposicionales en la teoría de la acción (la del objeto(-sujeto) sociológico y la del sujeto(-objeto) de ciencia) realizada por Bourdieu, haya quedado casi invisible. Los mencionados trabajos de Javier Auyero sobre cultura política abren una nueva expectativa en este sentido.

En suma, fue necesario esperar a completar las traducciones mayores y será necesario superar el momento de la moda y las afiliaciones "por o contra". En la medida en que se afirme una tranquila posesión de esta herencia, y en que acudamos a ella más para usarla que para venerarla o demonizarla, nos será posible aprovechar sus herramientas para una tarea más útil y más fecunda: conocer mejor nuestros procesos sociales.

Notas

1 Pierre Bourdieu, Choses dites, París, Minuit, 1987, p. 140 [trad.         [ Links ] nuestra].

2 Loïc Wacquant, "La vie sociologique de Pierre Bourdieu", en Politique. Revue européenne de débat, otoño de 2002.         [ Links ]

3 Ediciones en formato reducido y edición rústica, de bajo precio y amplias tiradas, que realizan algunas editoriales francesas sólo para textos clásicos y autores muy consagrados.

4 Sólo para el caso de Francia, cf. a título de ejemplo hasta 1997, P. Bonnewitz, La sociologie de Pierre Bourdieu, París, PUF, 1997, pp. 107-111.         [ Links ]

5 E incluso en disciplinas sobre las que nunca trabajó, como la arqueología, donde no sólo se acude a su texto sobre la casa kabil para elaborar hipótesis de arqueología del espacio, sino que sus enfoques inspiran trabajos de investigación de lo más diversos, como, en nuestro medio, los de Cristina Scattolin: "Recursos arquitectónicos y estilos cerámicos en los siglos IX y X d.C. en el valle de Santa María, Catamarca, Argentina". (Trabajo presentado en el Taller "Local, regional, global. Los Valles Calchaquíes: prehistoria, protohistoria e historia", Instituto Iberoamericano de la Universidad de Göteborg, Suecia, 7 y 9 de noviembre de 2002.         [ Links ] Y C. Scattolin, "La mujer que carga el cántaro", en B. Alberti y V. Williams (comps.), Identidad y género, volumen especial: Teoría Arqueológica en Sudamérica, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.         [ Links ]

6 Con frecuencia se ha cambiado el sentido de títulos y subtítulos, eliminando referencias teóricas implícitas en la lengua original, o se omite en aras de una aparente claridad la explicitación de campos semánticos en juego en las expresiones francesas, con frecuencia difíciles de restituir sin una nota al pie aclaratoria. La complejidad de la escritura y el vocabulario de Bourdieu merecen, a nuestro juicio, traducciones anotadas.

7 Schèmes, en el lenguaje de Bourdieu, retomando un término de la gnoseología kantiana, que nos permite poner el acento en la pre-reflexividad y el dinamismo de estos modos básicos de organización del mundo mediante el lenguaje, la percepción, la apreciación y la acción.

8 Françoise Héritier, "Une inlassable exigence", en Le Monde, viernes 25 de enero de 2002 [trad.         [ Links ] nuestra].

9 Es decir, inestable por descolocada, desplazada del lugar que le permitiría un ajuste perfecto.

10 En nuestro libro Pierre Bourdieu, razones y lecciones de una práctica sociológica, Buenos Aires, Manantial, 2007, hemos tratado de reconstruir algunas de las referencias teóricas más importantes, vinculándolas a los problemas empíricos que con ellas trataba de resolver Bourdieu en cada caso y a la problemática que en ese proceso fue delineando como núcleo dinamizador de su trabajo sociológico. Siempre queda pendiente –aunque para esto hará falta mayor distancia temporal– un estudio riguroso del campo de relaciones académicas y políticas en que Bourdieu realizó y discutió su trabajo, que vaya más allá de las operaciones de sociología reflexiva que el mismo autor hizo en Homo Academicus y en algunos artículos y entrevistas.

11 Nos referimos a la autonomía relativa respecto de otros campos sociológicos, no necesariamente de otros campos científicos ni menos aun de su campo general del poder. Estas autonomías relativas deben ser estudiadas caso por caso. El carácter bifronte de todo campo científico nos obliga a distinguir entre la pretensión de universalidad de ciertas reglas mínimas de validación que lo definen como campo, en este caso, sociológico, y la historia social en que en cada caso se discuten esas reglas, los modos como se ponen en práctica y las luchas por la preeminencia científica, en el interior del campo y en su vinculación al campo general del poder.

12 No pensamos con esta afirmación negar la internacionalidad de las ciencias, pero sí marcar las diferencias de posición que suponen los subcampos científicos nacionales (o incluso de tradiciones lingüísticas) en este ya señalado carácter bifronte del campo de las ciencias: ser a la vez un espacio social como los otros y a la vez un espacio de intercambio científico. Precisamente, esta óptica nos ayuda a ver mejor los condicionamientos y las posibilidades de los campos científicos dominados, y dónde reside el carácter de este dominio, a nivel internacional y a nivel interno.

13 Agradecemos este dato al testimonio de Emilio Tenti Fanfani (entrevista en Buenos Aires, 30 de noviembre de 2003).

14 Beatriz Sarlo, "Bourdieu no siempre estuvo de moda", entrevista en Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 20 de septiembre de 1998.         [ Links ]

15 Cf. Lucas Rubinich, "Los sociólogos intelectuales: cuatro notas sobre la sociología en los años sesenta", en Apuntes de investigación del CECYP, No. 4, 1999, p. 34.         [ Links ]

16 Emilio Tenti Fanfani (entrevista en Buenos Aires, 30 de noviembre de 2003).

17 En este sentido, fueron textos centrales E. Tenti Fanfani, "La educación como violencia simbólica: Bourdieu y Passeron", en González Rivera y Torres, Sociología de la educación: corrientes contemporáneas, México, Centro de Estudios Educativos, 1981,         [ Links ] y E. Tenti Fanfani, "El campo de las ciencias de la educación: elementos de teoría e hipótesis para el análisis", en César Carrizales y A. Arreola, Políticas de investigación y producción de ciencias sociales en México, México, Universidad Autónoma de Querétaro, 1984.         [ Links ]

18 "Sidra en el Tortoni", entrevista a Carlos Altamirano, Adrián Gorelik, Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti e Hilda Sabato en Página/12, 23 de diciembre de 2003.         [ Links ]

19 Jean Pouillon y otros, Problemas del estructuralismo, México, Siglo XXI, 1971.         [ Links ]

20 Cf. C. Altamirano y B. Sarlo, "La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos", en Hispamérica, Nos. 25-26, 1980.         [ Links ]

21 C. Altamirano y B. Sarlo, Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, Ariel, 1983.         [ Links ]

22 C. Altamirano y B. Sarlo, Conceptos de sociología literaria, Buenos Aires, CEAL, 1980.         [ Links ]

23 C. Altamirano y B. Sarlo, Literatura/sociedad, Buenos Aires, Buenos Aires Edicial, 1983.         [ Links ]

24 Así lo afirma Francisco Vázquez García en su muy buen texto introductorio: Pierre Bourdieu. La sociología como crítica de la razón, Barcelona, Montesinos, 2002, p. 13;         [ Links ] y se confirma confrontando el dato con el orden de traducciones en editoriales españolas.

25 A. Silbermann et al., Sociología del arte, Buenos Aires, Nueva Visión, 1971;         [ Links ] y Filippo Barbano et al., Estructuralismo y sociología, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973.         [ Links ]

26 C. Altamirano (dir.), Términos críticos de sociología de la cultura, Buenos Aires, Paidós, 2002.         [ Links ]

27 Veintiocho de los treinta y nueve totales. Para confirmar lo que decíamos más arriba acerca del carácter radial del campo de las ciencias sociales en la Argentina, vale como ejemplo también este texto, ya que la totalidad de los autores argentinos que intervienen trabajan en universidades de Buenos Aires o de los Estados Unidos.

28 Carlos Altamirano, "Prólogo", en C. Altamirano y B. Sarlo, Ensayos argentinos..., op. cit., p. 13.

29 Ibid., p. 13 [cursivas nuestras].

30 Ibid., p. 161.

31 Más allá del derecho de Sarlo y Altamirano de utilizar conceptos de otras procedencias para pensar el campo intelectual, en el texto de Bourdieu citado por los autores no aparece el concepto de aparato. Se trata de un texto de 1966, cuando apenas acaba de publicarse el año anterior Pour Marx de Althusser (que tiene dos citas en el texto de Bourdieu) y aún no han sido publicados Pour lire le capital (1969) ni menos aún Idéologie et appareil idéologiques d'État (1970).

32 Carlos Altamirano, "La fundación de la literatura argentina", en C. Altamirano y B. Sarlo, Ensayos argentinos..., op. cit., pp. 201-209.

33 Beatriz Sarlo, "Vanguardia y criollismo: la aventura del Martín Fierro", en ibid., pp. 211-260.

34 Ibid., p. 213.

35 Ibid., p. 233.

36 C. Altamirano y B. Sarlo, Literatura/sociedad, op. cit., p. 65.

37 No es casualidad que Bourdieu haya elegido publicar el texto en Les Temps Modernes.

38 C. Altamirano y B. Sarlo, Literatura/sociedad, op. cit., p. 80.

39 Ibid., p. 81.

40 Ibid., p. 83.

41 Ibid., p. 82.

42 La "problemática" para Bachelard tiene más que ver con un conjunto de preguntas movilizadoras, que evidentemente sólo se pueden hacer a partir de un mínimo suelo común de certezas, que con un sistema rígido de teoría compartida. Se opone a la universalidad de la duda metódica cartesiana en la "precisión" que permite el suelo común sobre el cual se inicia la dialéctica científica, pero es, en este sentido, punto de partida de un movimiento de búsqueda y no un sistema conceptual de llegada que pudiera cerrarse en certezas finales. Por eso, aunque es construcción en búsqueda de la precisión, tiene la complejidad del primer movimiento sobre el cual avanza el diálogo "interracional" para corregir el error. Si bien Bourdieu, como decíamos, en adelante va a utilizar imágenes que aludan más a la pre-reflexividad del suelo de creencias que este modelo científico, aun aquí estamos en una concepción de ciencia que supone heterogeneidad y valoriza incluso el "error" como parte de la dinámica del conocimiento. Cf., por ejemplo, Gastón Bachelard, Le rationalisme appliqué, París, PUF, 1994, p. 56.

43 Coincidimos sobre este punto claramente con Denis Baranger, Epistemología y metodología en la obra de Pierre Bourdieu, Buenos Aires, Prometeo, 2004, pp. 27-28.

44 Recordemos que ni siquiera para el campo de la ciencia Bourdieu acepta la homogeneidad que supone, por ejemplo, la conceptualización kuhniana de paradigma y ciencia normal.

45 C. Altamirano y B. Sarlo, Literatura/sociedad, op. cit., p. 85.

46 Ibid., p. 85.

47 Ibid., p. 87.

48 Para referirnos a un trabajo sumamente lúcido sobre modernidad latinoamericana, si Fernando de Trazeignies, por ejemplo, llegó a hablar de "modernización tradicionalista" para explicar la adopción "selectiva" y reinterpre tada del derecho moderno en el Perú republicano, es a nuestro juicio porque no sólo los intereses, sino también las disposiciones de los agentes, hacían altamente improbable otro tipo de proceso. Cf. Fernando de Trazeignies, La idea de derecho en el Perú Republicano del siglo XIX, Lima, PUCP, 1983.

49 Sus traducciones que más circularon: Pierre Bourdieu, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires, Eudeba, 1999 [trad. y prólogo de Alicia Gutiérrez], aunque no han sido las únicas.

50 Clarín, sábado 26 de enero de 2002.

51 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 29 de febrero de 1996, p. 1.

52 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 12 de diciembre de 1996, p. 10.

53 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 17 de mayo de 1998, p. 9.

54 Se trata de las ediciones del 12 de febrero, del 13 de abril, del 13 de mayo, del 17 de mayo, del 6 de septiembre y del 20 de septiembre de 1998.

55 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", domingo 17 de mayo de 1998.

56 Clarín, suplemento "Zona", domingo 6 de septiembre de 1998.

57 Varios de los artículos son traducciones de los aparecidos en Le Monde. Entre los autores, la única argentina es Beatriz Sarlo, Clarín, suplemento "Cultura y Nación", domingo 20 de septiembre de 1998.

58 Clarín, "Cultura", domingo 25 de abril de 1999.

59 Clarín, "Cultura", domingo 9 de mayo de 1999.

60 Clarín, "Opinión", 7 de junio y 24 de noviembre de 1999.

61 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", domingo 7 de noviembre de 1999.

62 El texto es de Vincent Tournier (del Instituto de Ciencias Políticas de Grenoble), y es una reacción al de Bourdieu publicado por Le Monde y Clarín una semana antes, Clarín, "Opinión", 29 de noviembre de 1999.

63 El comentario, como la generalidad de las recensiones a obras de Bourdieu publicadas en Clarín, es de Néstor Kohan, profesor de la UBA y de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, Clarín, "Zona", 20 de febrero de 2000.

64 Clarín, "Zona", 2 de julio de 2000.

65 Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 16 de septiembre de 2001.

66 Una segunda lectura más cuidadosa del texto de García Canclini devuelve una comprensión más matizada del trabajo de Bourdieu. Como se advierte ya en su introducción a Sociología y cultura, su perspectiva para leer a Bourdieu es un contraluz con el marxismo, y es en la renovación y superación de límites de esta tradición donde se ubicarían para García Canclini sus principales aportes: "pensar por la izquierda los temas de la derecha". Sus límites estarían en haber quedado pegado a los planteos de la "modernidad", no haber dedicado esfuerzos a trabajar sobre el mundo popular y volverse incapaz de comprender la industria cultural, la diversidad, los gustos posmodernos. Sin embargo, Canclini parece percibir también la importancia creciente en su obra de las consecuencias de la lógica de la práctica descrita en El sentido práctico y la apertura desde allí a una vía para pensar más allá de la modernidad ilustrada. No obstante, su pensamiento moderno y su método nos seguiría haciendo falta para comprender el "totalitarismo" del mercado. Más matizada e interesante es aún su lectura de Bourdieu en Diferentes, desiguales y desconectados, Barcelona, Gedisa, 2004.

67 En realidad, las declaraciones de Jérôme Bourdieu (hijo mayor del sociólogo) a Libération, parecen más bien cuidadosas de preservar la intención científica del texto (la superación de la ilusión biográfica) que, dada la idea que Pierre Bourdieu tenía de la sociología reflexiva, y la conflictividad de su posición y tomas de posición en Francia, se convierte en un texto particularmente delicado en ese país. La entrevista de Libération se produce precisamente a raíz de la publicación en francés, por decisión de la familia, de la versión que Bourdieu había entregado a su editor alemán poco antes de morir. Cf. "De l'illusion biographique", en http://www.liberation.fr/page.php?Article=174637, 29 de enero de 2004 [31.01.2004].

68 Si el pasaje de la temática "Bourdieu" de Clarín a Página/12, pudo obedecer a una estrategia de redistribución de tareas según líneas editoriales dentro del grupo Clarín, es un tema a investigar en el contexto de los confusos y rápidos procesos de compras y reposicionamientos de la prensa argentina por aquellos años. Cf. Natalia Aruguete, "De la propiedad de los medios", en Le Monde Diplomatique, No. 48, junio de 2003.

69 Dirigida por Lucas Rubinich, la revista nuclea a un grupo de investigadores, varios de los cuales acuden regularmente a las perspectivas y conceptos de Bourdieu para construir sus objetos de investigación.

70 Ricardo Sidicaro, Los tres peronismos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.

71 Javier Auyero, La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo, Buenos Aires, Manantial, 2001.

72 Alicia Gutiérrez, Pobre, como siempre... Estrategias de reproducción social en la pobreza, Córdoba, Ferreyra Editores, 2004.

73 Destacamos en este punto Denis Baranger, Epistemología y metodología en la obra de Pierre Bourdieu, op. cit.

74 Cf. Ana Teresa Martinez, Pierre Bourdieu, razones y lecciones de una práctica sociológica, op. cit.

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