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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

RESEÑAS

Christopher Charle, Jürgen Schriewer, Peter Wagner (comps.), Redes intelectuales transnacionales. Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidad culturales, Barcelona-México, Ediciones Pomares, 432 páginas, 2006

 

Alexandra Pita


Como el título de la obra sugiere, el libro parte de una perspectiva novedosa: el extenso espacio de las redes que forman los intelectuales en un intento por construir una forma de conocimiento –y con ello de identidad– transnacional. Esto establece una diferencia importante con los trabajos que para comprender el desarrollo de la ciencia en el siglo XIX proponen como fundamental el concepto de "verdad científica". Como sugieren Charle, Schriewer y Wagner en el prefacio, este concepto se encuentra estrechamente ligado a una idea universalista, que rechaza per se lo local o nacional, pero que es difícilmente separable de las condiciones locales de producción científica y de los discursos nacionales que dan legitimidad a los estados. Por esto, son estas tensiones entre el discurso y la práctica de lo universal –o transnacional– y lo nacional, el hilo conductor de las múltiples perspectivas que componen esta rica y variada obra.

Desde este punto de partida, no es extraño encontrar que en la introducción de la primera parte del libro titulada "Tradiciones nacionales y surgimiento de las formas transnacionales de conocimiento", Peter Wagner se pregunte cómo las formas de conocimiento y el nacimiento de las disciplinas científicas se entrelazan con la construcción de naciones y de qué manera en este proceso la "trasnacionalidad" se convirtió en un desafío para las instituciones y los grupos académicos encargados de conformar simultáneamente las identidades culturales nacionales. Esta tensión, afirma Wagner, se inicia hacia fines del siglo XIX, cuando la ciencia posee la capacidad de desarrollar proyectos de carácter internacional, y llega a su cúspide en la Primera Guerra Mundial, línea divisoria entre un nacionalismo consolidado y un internacionalismo científico en búsqueda de despegar. Posteriormente, durante el período de entreguerras, la balanza se inclinaría hacia las formas nacionales de conocimiento, aunque no lograría desvanecer el avance de lo transnacional. Esta perspectiva se enriquece con los siete trabajos que componen esta sección, los cuales se ubican temporalmente entre fines del siglo XIX y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, teniendo como núcleos espaciales a Francia, Alemania y en menor medida, a los Estados Unidos.

La segunda parte del libro, "Transferencia intelectual y resistencia cultural", está dedicada a profundizar las tensiones entre el conocimiento nacional y transnacional a partir del cuestionamiento sobre la divergencia cultural. Para abrir el debate, Christopher Charle introduce el apartado afirmando que la transferencia intelectual entre diferentes culturas académicas y disciplinares no es producto de simples yuxtaposiciones, sino procesos "tortuosos", debido a que se halla entre múltiples "forcejeos intelectuales", internos y externos. Para identificar estas transferencias el apartado se adentra en un territorio nuevo, China. Pese a que los trabajos que componen este apartado se dedican a temporalidades diferentes (entre 1860-1910, el primero, y sobre los últimos 15 años, el segundo), ambos se cuestionan cuáles son las pautas de un conocimiento clásico en permanente transformación y, específicamente, cómo la reforma educativa ha sido una búsqueda por globalizar la academia china a partir de una particular forma de apropiación del saber occidental. Así, a partir de la relectura de los tres artículos de esta segunda parte, Charle identifica de manera acertada seis variables que deben de ser tomadas en cuenta a la hora de analizar estos procesos de transferencia del conocimiento: 1) la divergencia cultural inicial, 2) la configuración del modelo cultural interno, 3) los tipos de intermediarios que intervienen, 4) los problemas surgidos por el idioma y las traducciones, 5) la especificidad del campo cultural y 6) la situación de un campo disciplinar dentro del escenario cultural general.

El libro cierra el debate inicial analizando la "formación de redes y pautas de movilidad en una sociedad mundial emergente". Aunque las tensiones entre lo local y lo universal sigan siendo el hilo conductor para analizar la práctica académica, los trabajos aquí presentados centran la atención en la migración internacional de estudiantes, las redes de los académicos por alcanzar impacto internacional, así como las políticas, ideologías y modelos de educación de una "incipiente política mundial". Como plantea Jürgen Schriewer al destacar la importancia de estos trabajos que abordan procesos macro-históricos, es inevitable vincular los debates sobre la interconexión a nivel mundial con otras interpretaciones en teoría social, como el modelo de la economía mundial de I. Wallerstein, el neoinstitucionalista desarrollado por John Meyer y el concepto de sociedad mundial elaborado por Niklas Luhmann. Así, tanto esta introducción como los otros trabajos logran hacer que la cuestión de la migración estudiantil internacional se observe como un tema de gran importancia para el estudio del desarrollo de las actividades académicas y la formación de redes intelectuales.

Por último, considerando que el enfoque presentado en la obra constituye un valioso aporte, no sólo al campo en que se inscribe (la sociología del conocimiento y la sociología política), sino también a otros afines como la historia intelectual, cabe reflexionar sobre el concepto de red que aparece en numerosas ocasiones. Está claro que el volumen no pretende explicar las redes intelectuales a partir de una premisa teórica, sino a la inversa, demostrar con casos empíricos la complejidad que adoptan estas formaciones en un contexto histórico determinado. Por ello, a través de la lectura de los numerosos trabajos que componen esta obra colectiva –muchos de los cuales incluso ponen en el título la palabra red–, puede afirmarse como lector que todos ellos parten de una premisa implícita: las redes intelectuales constituyen un elemento indispensable para comprender el desarrollo de las academias científicas y, como tales, no se encuentran exentas de las tensiones entre las prácticas y los discursos de este movimiento universalizador. Así, mediante numerosos ejemplos se percibe que este tipo de redes es de manera inherente polariza, ambigua y a veces hasta contradictoria. En consecuencia, quien desee adentrarse en este terreno a través de un análisis cualitativo encontrará en sus páginas sugerentes formas para el análisis de redes intelectuales.

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