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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.2 Bernal dez. 2015

 

DOSSIER: 20 años de historia intelectual. Oscar Terán, en busca de la ideología argentina y latinoamericana

Pensar la nación, pensar el mundo. Las lecturas de Mariátegui de Oscar Terán

 

Martín Bergel

Universidad Nacional de Quilmes / CONICET

 

A lo largo de su trayectoria intelectual, Oscar Terán publicó trece textos referidos al peruano José Carlos Mariátegui. Los primeros datan del año 1980, de su laboriosa y productiva etapa del exilio mexicano; el último, consagrado a la revista Amauta, vio la luz tras su fallecimiento primero en Prismas y luego como uno de los capítulos de la Historia de los Intelectuales en América Latina que dirigiera Carlos Altamirano. Entre esos dos extremos, que cubren virtualmente la totalidad de su itinerario como historiador de las ideas argentinas y latinoamericanas, la figura de Mariátegui funcionó para Terán como una referencia permanente, y no apenas en los trabajos expresamente dedicados a retratarla. Pero cabe señalar que ese conjunto de aproximaciones no fue el resultado de un proyecto homogéneo, sino que, muy por el contrario, experimentó en su despliegue pronunciados desplazamientos. En la idea de que en sus incursiones sobre Mariátegui es posible hallar un barómetro de algunas de sus más acusadas preocupaciones intelectuales y aun políticas, este texto se propone ofrecer un breve avistaje de las etapas que tramaron los asedios de Oscar Terán al autor peruano.
El primer ciclo de esa extensa serie de aproximaciones a Mariátegui se inicia efectivamente en México a fines de los años 70, y sus resultados se prolongan hasta algunos de los textos reunidos en En busca de la ideología argentina (editado ya en Buenos Aires en 1986). Desde un punto de vista atento a sus condiciones de posibilidad más próximas, puede decirse que en ese interés inicial de Terán por el autor de los Siete Ensayos confluyeron sobredeterminadamente tres procesos. En primer lugar, las estrechas relaciones que teje en México con José Aricó, que emprendía entonces un camino paralelo de indagación del pasado de las izquierdas latinoamericanas con especial atención a los fenómenos peruanos. Entre otros frutos de ese vínculo, Terán traduciría para los Cuadernos de Pasado y Presente el libro de Robert Paris La formación ideológica de José Carlos Mariátegui, uno de los más logrados estudios sobre el intelectual peruano. En segundo lugar, y en estrecha conexión con lo recién apuntado, propiciado también por Aricó tendría lugar en 1980 el llamado Coloquio de Culiacán, que aún hoy puede contarse como uno de los hitos de mayor envergadura en la historia de los estudios sobre Mariátegui. Allí se darían cita, y con importantes trabajos, los nombres que han quedado asociados a las mejores contribuciones sobre la obra mariateguiana: ciertamente Aricó y Terán, pero también el propio Paris, el italiano Antonio Melis y los peruanos Carlos Franco y Alberto Flores Galindo, entre otros. Finalmente, tal como supo ser referido retrospectivamente por el propio Terán en algunas entrevistas, el exilio mexicano proveyó condiciones materiales, pero también culturales, que facilitaron sus inspecciones sobre Mariátegui y otras figuras como José Ingenieros y Aníbal Ponce. La figura del exiliado romántico a quien México le abre un horizonte latinoamericano antes vedado que imaginaba para sí y para sus compañeros de destierro, se añadiría a los estímulos que lo impulsaron a escudriñar las vivencias análogas experimentadas en sus respectivos exilios por Mariátegui o por Ponce.1
Pero sobre esa serie de incentivos planeaba una preocupación más englobadora que, también compartida con Aricó y otros intelectuales argentinos del exilio mexicano, en Terán se manifestaría con especial énfasis. Para decirlo de una vez: la pregunta fundamental que guía casi obsesivamente sus exploraciones del período sobre Ingenieros, Ponce y Mariátegui estriba en desentrañar las modalidades y los estímulos que posibilitaron o impidieron al marxismo y al socialismo latinoamericanos el acceso a una operación que Terán condensa en la fórmula pensar la nación. Esa pregunta reverberará en una serie heterogénea de textos del período. En "El nacionalismo sin nación", artículo publicado en 1980 en la revista Controversia -la revista de los intelectuales argentinos exiliados en México-, evocará elogiosamente al llamado austromarxismo por haber puesto en circulación "una de las escasísimas teorizaciones no tacticistas y realmente sustantivas sobre el problema nacional dentro de la tradición marxista".2 En tanto que en "De socialismos, marxismos y naciones", otro texto de Controversia del mismo año, finalizaba afirmando la necesidad de "seguir creyendo que las multitudes argentinas -según algunos, 'alienadas' en ideologías nacional-populistas- persisten como el único horizonte posible de nuestra nacionalidad y continúan dibujando el rostro huidizo de la esperanza".3
En ese mismo artículo de la revista Controversia, Terán afirmaba que "en toda la tradición marxista latinoamericana, solo el peruano Mariátegui -que en tantos aspectos fue la contracara positiva de Aníbal Ponce- fue capaz de decir la nación".4 Y es que en efecto, ese contrapunto es el que orienta tanto su ponencia en el Coloquio de Culiacán -titulada "Latinoamérica: naciones y marxismos (Hipótesis sobre el planteamiento de Mariátegui y de Ponce sobre la cuestión de la nación)"-, como el volumen Aníbal Ponce. ¿El marxismo sin nación?, que publica en 1983 en los Cuadernos de Pasado y Presente.5 El cotejo entre ambas figuras tenía como principal cometido mostrar que allí donde el comunista argentino se había visto inhibido de interrogar las singularidades nacionales, por oposición Mariátegui emergía como la figura sobresaliente que en el continente se había entregado desde el marxismo a dicha tarea. Esa constatación es la que preside también el libro Discutir Mariátegui, la refinada biografía intelectual que le dedica al intelectual peruano en 1985, y que hoy puede leerse como uno de los saldos más destacados de todo ese ciclo.6
No es difícil percibir que esa mirada sobre Mariátegui, que por contraste iluminaba las carencias de las tradiciones de izquierda en la Argentina, colocaba a Terán todavía en una zona deudora de los anhelos de su generación, la de la nueva izquierda de los años 60, por ofrecer alguna forma de fusión entre nacionalismo y socialismo. Y sin embargo, y aun cuando ese sea el acento más evidente de sus trabajos del período, otros rasgos que los habitan desprendían ya entonces a Terán del universo de sentidos en el que se había formado. Por un lado, en esa hora de balances y tentativas de recomposición que era la del exilio, varias de las certezas teóricas y político-ideológicas heredadas eran interrogadas sin piedad. Es el caso del propio marxismo, al que somete a escrutinio incluso en sus postulados fundacionales; pero también de aquellos que en otro artículo de Controversia llama "ideólogos de la inefabilidad tercermundista". Por otro lado, sus matizadas incursiones sobre Ponce o Ingenieros se distanciaban de las actitudes típicas prodigadas hacia esas figuras por la nueva izquierda: sea la mera ignorancia, sean los juicios condenatorios. Pero sobre todo, es en esos trabajos concebidos en la etapa mexicana que se configura un modo de hacer historia de las ideas que, por las singularidades que comporta, merece ser llamado estilo Terán.
Mucho se podría decir acerca de ese estilo, empezando por la eficacia y la belleza de la escritura que lo sostiene (deudora de lo que el propio Terán denominó, en referencia al caso de Sarmiento, una voluntad de "'argumentación por la estética', donde la palabra bella está destinada a obtener el consenso de los lectores por la vía de la sensibilidad").7 Pero aquí quiero detenerme simplemente en un aspecto. Mencioné la historia de las ideas, y a juzgar por el título de su libro póstumo editado por Siglo XXI -Historia de las ideas en Argentina-, esa pareciera ser la parcela sub-disciplinar a la que se ajustaba su labor como investigador. Pero es preciso señalar que varias de las premisas metodológicas de las que hace gala la emergente historia intelectual que hoy predomina entre nosotros, se hallan presentes ya en la historia de las ideas practicada por Terán a comienzos de los años 80. Tal lo que ocurre ejemplarmente con nuestra actual preocupación por los contextos. En efecto, en sus tempranos trabajos sobre Ingenieros, Mariátegui o Ponce, Terán se muestra especialmente atento a reponer las condiciones históricas específicas que daban marco a los hechos de discurso que estudia. En primer lugar, los recorridos que ofrece de esas tres figuras se estructuran a partir de una búsqueda por establecer periodizaciones rigurosas de sus respectivos derroteros, a partir de una cuidadosa delimitación de sus estaciones (una palabra cara a Terán), así como de sus enlaces y discontinuidades. En segundo lugar, las ideas cuya reconstrucción persigue son a menudo interceptadas en lo que en el lenguaje foucaultiano que utiliza en la época denomina reglas de constitución de discursos. A falta de Bourdieu o de Skinner, el Foucault para historiadores intelectuales que emplea Terán le permite introducir las presiones sociales o culturales que favorecen o inhiben la emergencia, la transformación o el desvanecimiento de posicionamientos ideológicos y tramas conceptuales (y es por ello que también es posible observar en Terán a un historiador intelectual de los conceptos avant la lettre). Y a todo ello, finalmente, se suma en el mismo sentido la consideración que hace de las series extratextuales. En sus estudios, las ideas se recortan contra el fondo de datos provistos por la historia económica (como los relativos a las crisis de 1890 o 1930), la historia social (por ejemplo, a propósito del aluvión migratorio que afecta a la Argentina), o la historia política (por caso, en relación con el triunfo electoral de Yrigoyen de 1916). Todo lo cual permite visibilizar en estado práctico la definición epigramática que empleará en varias ocasiones: la historia de las ideas es la historia de la relación entre lo que son las ideas, y aquello que no son las ideas. Pero volvamos a Mariátegui (siempre es bueno volver a Mariátegui, como bien sabía Oscar Terán). Según recuerda Elías Palti, cuando lo conoció en 1988 Terán todavía tenía en mente la factura de un libro sobre el pensamiento de izquierda y la cuestión nacional. Como se sabe, ese proyecto, así concebido, no llegó a consumarse. En cambio, en esos años se embarcó en la investigación que culminó en Nuestros años sesentas. Voy a detenerme un instante en ese libro, porque se me ocurre que es en el curso de su elaboración que se ve afectada la perspectiva que desde su exilio mexicano había predominado en sus aproximaciones a las figuras de la izquierda intelectual latinoamericana. En efecto, en la "Advertencia" que abre el volumen Terán señala que la empresa había comportado, entre otras cosas, "un arreglo de cuentas con mi propia conciencia ideológica".8 El autor parece decir allí que, junto a una reconstrucción de las claves intelectuales y culturales que tramaron el período que estudia, son sus años sesentas, los suyos y los de su grupo generacional, los que son colocados bajo examen. Ahora bien, permítaseme sugerir que ese arreglo de cuentas puede entenderse no meramente como un ajuste con su período de juventud, sino también con las creencias más próximas que animaron sus exploraciones en historia de las ideas en los primeros años 80. Y es que no es difícil convenir que Nuestros años sesentas puede leerse como un libro que propone una genealogía crítica del prisma nacional-populista que supo embargar a una porción sustantiva de las izquierdas intelectuales argentinas.
Ese desplazamiento que se ha producido en el interior de su universo conceptual puede observarse en el siguiente escrito que dedica a Mariátegui. En 1994 la Universidad Nacional de Mar del Plata organiza un congreso a propósito del centenario del nacimiento del intelectual peruano, y Terán es uno de los principales convidados. El texto resultante de esa intervención, que publica en Punto de Vista y luego con leves modificaciones en una revista de La Plata bajo el título "Mariátegui: El modernismo revolucionario", comienza de este modo:

Cuando se me invitó a participar de este evento acepté con el corazón ligero. No percibí entonces que me exponía a verificar una vez más que la historia había sido escasamente benévola con los hombres y mujeres de mi generación y de mis ideas. Es cierto que yo había frecuentado las páginas de Mariátegui sin eludir la fascinación que ese pensamiento libérrimo me producía. Pero al volver a mirar esos textos comprendí demasiado bien aquello que decía Bourdieu de que un libro cambia por el solo hecho de que no cambia mientras el mundo cambia.9

Pues bien: ¿qué es lo que ha cambiado en ese retorno a la lectura de Mariátegui? Terán alude a los tiempos neoliberales que le tocaba entonces transitar en la Argentina, tan distantes a los del exilio. Pero además de ello, al recorrer los textos que desde entonces dedica al autor de los Siete ensayos es evidente que se ha disuelto el anterior privilegio otorgado a sus formulaciones sobre la nación. En cambio, lo que ahora parece subyugar a Terán con no menor fascinación que antaño es la férrea voluntad de modernidad que atraviesa la apuesta socialista de Mariátegui. Por esa vía, en sus nuevas aproximaciones al peruano cobran mayor visibilidad el espiritualismo subjetivista y el modernismo extremo, que terminaban comunicándolo con las vanguardias estéticas en una experiencia que no tenía nada de módica.
Y que esa imagen de Mariátegui permanecerá para Terán como una referencia de peso lo testimonia el artículo "Modernos intensos en los veintes" que publica en el primer número de Prismas en 1997. Aunque ese texto tiene por objeto algunas fulguraciones del campo cultural argentino de la primera posguerra, resulta tentador enlazar esa búsqueda con la modernidad intensa por excelencia que Terán había detectado en Mariátegui (cuya figura es evocada además explícitamente en ese escrito en un par de oportunidades). Esta vez el cotejo arroja resultados diferentes. Si la confrontación con Ponce estaba orientada a exhibir las carencias de la cultura intelectual argentina, la nueva puesta en relación permitía revelar en el Río de la Plata actitudes análogas a las del extremismo modernista de Mariátegui (por ejemplo en la revista Inicial o en Roberto Arlt).10
Casi diez años más tarde, Terán vuelve a visitar la figura del peruano, ahora colocando el foco en su revista Amauta. Su renovada exploración de los materiales ofrecidos por la célebre publicación limeña ratifican y aun profundizan los puntos de vista asumidos una década atrás. Frente a los lugares comunes sedimentados que terminan por asociar sin más a Mariátegui a la tradición nuestroamericanista, Terán prefiere observar en la experiencia de Amauta el matrimonio mejor consumado en el continente entre vanguardismo político y vanguardismo estético. Así, mientras subraya la urgencia con que la revista busca hacerse eco de los sucesos mundiales contemporáneos, posa su mirada en las páginas que allí se dedican al surrealismo, al freudismo o al cine de Chaplin. Y en cuanto al indigenismo, que había abonado su énfasis en la vinculación de Mariátegui con la cuestión nacional, ahora prefiere citar el texto de Amauta en el que su director señala que se trata de una corriente que

recibe su fermento y su impulso del "fenómeno mundial". La levadura de las nuevas reivindicaciones indigenistas es la idea socialista, no como la hemos heredado instintivamente del extinto inkario sino como la hemos aprendido de la civilización occidental, en cuya ciencia y en cuya técnica solo romanticismos utopistas pueden dejar de ver adquisiciones irrenunciables y magníficas del hombre moderno.11

No sorprende entonces que en sus últimas aproximaciones a Mariátegui, Terán concluya asociándolo a la figura de los "periféricos cosmopolitas" acuñada por la crítica cultural Natalia Majluf.12 Y es que, para emplear una expresión que ya no proviene del querido y recordado gran historiador de las ideas sino del también querido Mariano Siskind, la asombrosa marcha de Mariátegui no puede sino asociarse a una voracidad que lo debe todo a sus insaciables deseos cosmopolitas.13

Notas

1 El juego de espejos es evidente en su primer trabajo sobre Ponce. Cf. Oscar Terán, "El exilio mexicano de Aníbal Ponce", Controversia, nº 1, México, octubre de 1979.

2 Oscar Terán, "El nacionalismo sin nación", Controversia, nº 2-3, México, diciembre de 1979, p. xii (del suplemento especial "Argentina: los años de la crisis, 1930-1945").

3 Oscar Terán, "De socialismos, marxismos y naciones", Controversia, nº 7, México, julio de 1980, p. 21.

4 Ibid.

5 Oscar Terán, "Latinoamérica: naciones y marxismos (Hipótesis sobre el planteamiento de Mariátegui y de Ponce sobre la cuestión de la nación)", Socialismo y Participación, nº 11, Lima, 1980; Aníbal Ponce. ¿El marxismo sin nación?, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1983.

6 Oscar Terán, Discutir Mariátegui, Puebla, Editorial Universidad Autónoma de Puebla, 1985.

7 Oscar Terán, Historia de las ideas en Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 67.

8 Oscar Terán, Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, Buenos Aires, Puntosur, 1991, p. 12.

9 Oscar Terán, "Mariátegui: el modernismo revolucionario", en CELEHIS. Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas, nº 6-7-8, Universidad de Mar del Plata, 1996, p. 17.

10 Oscar Terán, "Modernos intensos en los veintes", Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 1, 1997.

11  José Carlos Mariátegui, en Amauta, nº 5, Lima, 1927, cit. en Oscar Terán, "Amauta: vanguardia y revolución", Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 12, 2008, p. 182.

12 En sus últimos textos sobre Mariátegui, Terán establece esa asociación en dos oportunidades: en "Amauta: vanguardia y revolución", op. cit., p. 186; y en "Un socialista de los márgenes", prólogo a Luis Sicilia, José Carlos Mariátegui, un marxismo indígena, Buenos Aires, Capital Intelectual, colección "Fundadores de la izquierda latinoamericana", 2007, p. 9.

13 Mariano Siskind, Cosmopolitan Desires.World Literature and Global Modernity in Latin America, Evanston-Illinois, Northwestern University Press, 2014.

Obras de Oscar Terán citadas

1. "El exilio mexicano de Aníbal Ponce", Controversia, nº I, México, octubre de 1979.         [ Links ]

2. "El nacionalismo sin nación", Controversia, nº 2-3, México, diciembre de 1979.         [ Links ]

3. "De socialismos, marxismos y naciones", Controversia, nº 7, México, julio de 1980.         [ Links ]

4. "Latinoamérica: naciones y marxismos (Hipótesis sobre el planteamiento de Mariátegui y de Ponce sobre la cuestión de la nación)", Socialismo y Participación, nº II,  Lima, 1980.         [ Links ]

5. Aníbal Ponce. ¿El marxismo sin nación?, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1983.         [ Links ]

6. Discutir Mariátegui, Puebla, Editorial Universidad Autónoma de Puebla, 1985.         [ Links ]

7. Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, Buenos Aires, Puntosur, 1991.         [ Links ]

8. "Mariátegui: el modernismo revolucionario", en CELEHIS. Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas, nº 6-7-8, Universidad de Mar del Plata, 1996.         [ Links ]

9. "Modernos intensos en los veintes", Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 1, 1997.         [ Links ]

10. "Un socialista de los márgenes", prólogo a Luis Sicilia, José Carlos Mariátegui, un marxismo indígena, Buenos Aires, Capital Intelectual, colección "Fundadores de la izquierda latinoamericana", 2007.         [ Links ]

11. Historia de las ideas en Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.         [ Links ]

12. "Amauta: vanguardia y revolución", Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 12, 2008.         [ Links ]

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