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Relaciones

versão impressa ISSN 0325-2221versão On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.48  supl.2 Buenos Aires out. 2023

 

Artículos

Devenir casa. Temporalidades, memorias e historias de los espacios domésticos en la sierra de El Alto-Ancasti (primer milenio d.C., Noroeste de Argentina)

BECOME HOME. TEMPORALITIES, MEMORIES AND STORIES OF DOMESTIC SPACES IN THE SIERRA OF EL ALTO-ANCASTI (FIRST MILLENNIUM AD, NORTHWESTERN ARGENTINA)

Marcos R. Gastaldi1 

Josefina Quiroga Viñas1 

Marcos N. Quesada1 

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Instituto de Antropología de Córdoba y Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: mrgastaldi@gmail.com ** Instituto Regional de Estudios Socioculturales, (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Universidad Nacional de Catamarca). E-mail: jquirogavinas@gmail.com *** Instituto Regional de Estudios Socioculturales (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Universidad Nacional de Catamarca). E-mail: mkesada@yahoo.com.ar

RESUMEN

Este trabajo explora el rol de los espacios residenciales en la producción de los sujetos sociales que habitaron los paisajes aldeanos del primer milenio d.C. en la sierra de El Alto-Ancasti de la provincia de Catamarca, Argentina. Se utiliza una perspectiva biográfica de la cultura material y la casa, enfatizando en la secuencia estratigráfica. A nivel metodológico se reconstruyen las trayectorias biográficas de dos sectores de viviendas excavadas en el área, El Taco 19 (ET19) y Oyola 50 (OY50), que nos permiten narrar las historias de vida de las casas, sus secuencias de construcción, remodelación, abandono y reutilización de espacios. Estas narrativas posibilitan comprender las maneras locales en las que la casa fue producida como espacio para la vida social en el paisaje aldeano. En resumen, este trabajo da cuenta del modo específico en que se construyeron y habitaron las casas en El Alto-Ancasti durante el lapso de tiempo considerado.

Palabras clave: casa; biografía; temporalidad; secuencia estratigráfica; sociedades aldeanas

ABSTRACT

This work explores the role of residential spaces in the production of social subjects who inhabited village landscapes during the first millennium AD on the eastern slope of the Sierra de El Alto-Ancasti in Catamarca Province, Argentina. A biographical perspective of material culture and the house is used, emphasizing the stratigraphic sequence. At the methodological level, the biographical trajectories of two sectors of excavated dwellings in the area, El Taco 19 (ET19) and Oyola 50 (OY50), are reconstructed, which allow us to narrate the life histories of the houses, their sequences of construction, remodelling, abandonment, and reuse of spaces. These narratives make it possible to understand the local ways in which the house was produced as a space for social life in the village landscape. In summary, this work accounts for the specific way in which houses were constructed and inhabited in El Alto-Ancasti during the period considered.

Keywords: houses; biography; temporality; stratigraphic sequence; village societies

INTRODUCCIÓN

Las casas han sido señaladas como uno de los espacios privilegiados para comprender los mundos cosmológicos, ideológicos y simbólicos en los cuales las personas se constituyen como sujetos sociales (Tringham 1995; Gerristen 2008). En las últimas décadas, en Argentina y, específicamente en la arqueología del Noroeste argentino, se desarrollaron investigaciones que se han interrogado por estos aspectos, es decir, por las formas en que los espacios construidos y habitados definieron y estructuraron la experiencia de las personas que vivieron, circularon y realizaron actividades cotidianas y rituales en ellos (D'amore 2007; Scattolin et al. 2009; Haber 2011; Gastaldi 2012, 2017; Taboada 2016; Franco et al. 2020). Atendiendo a estos desarrollos, en el presente trabajo, desde una perspectiva biográfica de la cultura material y la casa (Tringham 1995; Gosden y Marshall 1999), enfatizando especialmente en la secuencia estratigráfica, exploramos el rol que los espacios residenciales tuvieron en la producción de los sujetos sociales que habitaron los paisajes aldeanos del primer milenio d.C. en la vertiente oriental de la sierra de El Alto-Ancasti de la provincia de Catamarca (Dlugosz 2005; Taboada 2011; Quesada et al. 2012, 2016; Gastaldi et al. 2016; Gordillo et al. 2017) (figura 1).

La reconstrucción de las trayectorias biográficas mediante el análisis de la secuencia estratigráfica (Harris 1991) de las viviendas excavadas en el área -El Taco 19 (ET19) y Oyola 50 (OY50) (figura 2 y figura 14 respectivamente) con énfasis en la primera que fue más extensamente excavada- nos permitirá narrar las casas, sus secuencias de construcción, remodelación, abandonos y reutilizaciones de espacios que alternativamente pudieron ser habitaciones, cocinas, vertederos de basura o patios. Ambas narrativas, a su vez, nos posibilitarán comprender las maneras locales en que la casa, como artefacto cultural, fue producida como espacio para la vida social en el paisaje aldeano de aquel momento. En definitiva, el trabajo dará cuenta del modo específico de hacer y vivir la casa en El Alto-Ancasti durante el lapso de tiempo considerado.

Figura 1: Mapa de ubicación de ET19 y OY50

DE COMO CONTAR HISTORIAS DE CASAS: SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA E HISTORIAS DE VIDA

Gerristen (2008) señalaba que la arqueología, además de analizar la configuración de la casa en un momento particular o sincrónico de su historia o biografía, debía profundizar en el estudio de la temporalidad de la vida doméstica. Ello significaría indagar también sobre los tiempos domésticos, sobre las memorias que se construyen en torno a la casa y sobre las experiencias de vivirla y habitarla. Para acceder a estos aspectos, proponía retomar una perspectiva biográfica de la cultura material (Gosden y Marshall 1999). Dentro de esta línea de análisis, la casa debía considerarse una entidad dinámica que es continuamente significada y resignificada por las personas que actúan en ella y a su alrededor (Tringham 1995). Desde esta perspectiva, para estudiar la biografía de una casa, debíamos interrogarnos por su duración, la continuidad en su generación y en su reemplazo, sus ancestros y descendencia, las memorias, los fantasmas, en definitiva, su historia de vida (Tringham 1995).

La secuencia de estratigrafía arqueológica (Harris 1991; Carandini 1997) ha sido señalada como una de las metodologías más apropiadas para aportar a la reconstrucción de las biografías de las casas ya que a la vez que permite la reconstrucción de la historia de formación del depósito excavado, posibilita identificar la serie de acciones y prácticas sociales que fue dando forma y significado a dichos espacios (Haber 1996; Hodder 1997; D’Amore 2007; Gastaldi 2012, 2017; Kay 2020; Quiroga Viñas y Gastaldi 2022). Es cierto que también las trayectorias vitales de los objetos y enseres que participaban de la vida en la casa son parte importante de esas biografías. Distintas categorías artefactuales recuperadas en ambos sitios han sido analizadas en profundidad en otros trabajos (Ahumada y Moreno 2015-16; Barot y Gasparotti 2018; Egea y Moreno 2021; López 2023, entre otros). Sin embargo, por motivos de espacio, en esta oportunidad nos limitaremos a señalar algunas de sus características y condiciones de hallazgo que consideramos relevantes para las discusiones planteadas aquí.

El término práctica social refiere a la multiplicidad de actividades (Giddens 1995) que los agentes realizan cotidianamente en el curso de sus vidas. Estas prácticas se realizan en el marco que las posibilita, es decir, que deben ser entendidas en relación con las estructuras encarnadas en tradiciones y reglas sociales que son no solo el medio, sino también el resultado de tales prácticas. Una parte importante de estas actividades, especialmente aquellas que afectaron de distintos modos los depósitos sedimentarios y estructuras arquitectónicas, han dejado registro estratigráfico y pueden, entonces, ser detectadas arqueológicamente y ordenadas en secuencias. Cada evento identificado -sea natural o cultural- es definido como una unidad estratigráfica (UE) que se considera la mínima unidad elemental de excavación y se define como una acción o un conjunto de ellas (Carandini 1997).

Con el fin de reconstruir las secuencias estratigráficas de ambas viviendas, en las excavaciones se siguieron los principios de estratigrafía arqueológica de Harris (1991). Su implemen-tación práctica en la excavación se basó, con modificaciones, en la propuesta del Archaeological Site Manual del MOLAS (Spence 1993). A partir de ello se construyeron sendas matrices de Harris, que exponen el ordenamiento secuencial relativo de las acciones culturales y naturales que fueron formando la estratificación de la casa. Esta matriz nos permite ordenar y representar de manera gráfica desde los primeros eventos vinculados a la construcción de las casas, e incluso eventos anteriores, hasta visibilizar los cambios y dinámicas en el largo término del uso de estos espacios.

Uno de los elementos más importantes que permiten identificar las unidades estratigráficas y establecer entre ellas una relación estratigráfica es la interfacie, es decir, la superficie de cada unidad estratigráfica definida. Cuando un grupo de interfacies conforman en conjunto una gran superficie sobre la cual se desarrollaron las actividades propias del habitar se habla de interfacie de período. Según Harris, éstas son el equivalente a la suma de las interfacies de estratos que conformaron niveles de uso coetáneos (Harris 1991:100). Siguiendo a Carandini (1997), en un trabajo anterior (Gastaldi et al. 2016) denominamos a las interfacies de período como ciclos estratigráficos. Cada ciclo marca un conjunto de acciones o grupo de actividades que podrían corresponder a un mismo momento de uso. Entonces, los ciclos estratigráficos o interfacies de período, configuran superficies donde se pisa y habita en un momento determinado de la vida de la casa. Estos son muy importantes para distinguir y poder caracterizar geografías y escenarios relativamente sincrónicos donde se desarrolla la vida social (Gastaldi 2012, 2017). Haber (1996:32) denomina a estas superficies como la “dimensión realizativa”, que refiere a la relación recursiva que se da entre unidad estratigráfica y práctica social. En este sentido, señala que, como manifestaciones de una acción discreta, las unidades estratigráficas permiten comprender las relaciones estratigráficas “en términos de estructuración de la acción, por el escenario o marco material en el cual transcurre, y estructuración del escenario por medio de la acción” (Haber 1996:32)*. La identificación de estos ciclos, sus articulaciones y relaciones temporales nos permitirán ir narrando la historia de vida de la casa. A su vez, y con fines expositivos, algunos ciclos estratigráficos fueron subdivididos en subciclos, los cuales son agrupaciones menores de acciones (UE) dentro de un ciclo. La definición de estos subciclos permite describir de una manera más ordenada lo que ocurre en el interior de un ciclo mayor.

A continuación, describiremos las secuencias estratigráficas e historias de vida de los sitios señalados. Ordenaremos la descripción de las secuencias estratigráficas en el sentido temporal en que las acciones identificadas sucedieron, es decir, en sentido contrario a como las fuimos excavando, y desarrollaremos así una narrativa histórica de las casas analizadas desde los primeros eventos hasta los más recientes.

SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA DE EL TACO 19 (ET19)

La vivienda ET19 (figura 2) se ubica en las cumbres de pastizal cerca de la localidad de El Taco a 1455 m s.n.m. Está emplazada sobre una explanada elevada respecto a la topografía local, que es una localización común para las viviendas de la segunda mitad del primer milenio d.C. (Quesada et al. 2012). De esta posición descienden varias quebradas hacia los colectores principales, las cuales han sido acondicionadas para el cultivo por medio de la construcción de terrazas agrícolas con muros de piedra. ET19, es el núcleo de vivienda más extenso hallado en la zona. Se compone de una serie de 28 recintos de variadas dimensiones, los cuales se extienden a lo largo de aproximadamente 120 m en sentido noreste-sudoeste por unos 50 m, en sentido noroeste-sudeste (Quesada et al. 2012).

Figura 2: Plano de sitio ET19, se muestra en gris el área de excavación de los tres recintos. Fotos de los recintos excavados R1, R2 y R3

En la organización espacial de ET19, se destacan cinco recintos de grandes dimensiones (con más de 20 m de lado cada uno), los cuales habrían actuado a modo de patios, huertas y/o área de vertedero. Rodeando a estos encontramos alrededor de 23 recintos más pequeños que pudieron haber funcionado como habitaciones. Hemos excavado tres de estas habitaciones (R1, R2 y R3) ubicadas al norte (figura 2). La excavación se realizó en área abierta y tuvo una superficie de 70 m2.

La secuencia estratigráfica de estos tres recintos muestra una compleja historia de formación y alteración de depósitos sedimentarios y reconfiguraciones arquitectónicas. Se registraron 300 unidades estratigráficas (figura 3), que nos permitieron construir una matriz de Harris (1991) que da cuenta de la secuencia de eventos que la fueron formando. Además, pudimos identificar distintos eventos de remodelaciones, abandonos y reutilizaciones de los recintos excavados. Estos eventos permiten conocer que, a lo largo de un período relativamente corto de tiempo, unos 180 años (ver discusión cronológica al final del acápite), estos espacios fueron utilizados alternativamente como cobertizo, talleres, habitaciones, cocinas, vertederos de basura y patios.

Pudimos agrupar las 300 unidades estratigráficas definidas en diez ciclos estratigráficos (Carandini 1997), a su vez dos de estos ciclos (ciclos 6 y 7) fueron subdivididos en subciclos, que como se señaló en el acápite anterior, permiten una descripción más ordenada de los eventos registrados (figura 4).

Si se observa la matriz de ciclos (figura 4), en ET19, previo a la construcción de los recintos excavados (R1, R2 y R3), se identificaron cinco ciclos intercalados de vertedero de basura y uso de actividades múltiples. Es decir, los recintos de muros de piedra que observamos en la superficie, al inicio de la excavación, conforman solo una parte de la historia de vida de este sector de la vivienda ET19. En general, durante los momentos de uso como vertedero, se formaron grandes estratos cobertores, que presentan mayor abundancia de material arqueológico fragmentado y poseen los mayores volúmenes de sedimentos extraídos (figura 5).

En otros casos, durante momentos de uso como basural, los desechos fueron arrojados en grandes pozos (figura 6). Estos momentos están intercalados con episodios en los cuales se reacondiciona el lugar y se desarrollan diferentes actividades cotidianas como el procesamiento de alimentos, actividades de talla, molienda, almacenaje de productos y otras prácticas vinculadas con la acción del fuego.

A continuación, sintetizaremos la secuencia de ciclos (figura 3 y 4) que muestra cómo se intercalan estas actividades cotidianas con los grandes estratos de vertedero.

Ciclo 1: vertedero

Durante este ciclo (figura 6), este sector comienza a ser usado como un área de basural. En este momento, se excavan dos grandes pozos, de unos 2 m de diámetro y 1 m de profundidad, para verter material de desperdicio. Ambos poseen formas irregulares. A su vez, sus rellenos muestran diferentes eventos de vertido.

En el caso de UE218 no se excavó completamente para no desarmar el muro este de R3, que apoya sobre los rellenos de este pozo basural. La sección del perfil del pozo UE218 (figura 6B y sección estratigráfica) permite observar la presencia de, al menos, 16 estratos con características sedimentológicas diferentes: siete compuestos exclusivamente de cenizas, cinco que presentan cenizas y concreciones irregulares semicompactas de ceniza, una de un material compacto blanquecino y tres de sedimentos sin cenizas. Todas estas unidades estratigráficas poseen inclusiones de material arqueológico fragmentario, por lo que podría corresponder a limpiezas de pisos y fogones de otras partes del sitio.

El segundo pozo UE292 (figura 6A), fue rellenado de otro modo, en el fondo se dispusieron piedras y una conana (parte pasiva de un instrumento de molienda) fracturada como parte de su relleno. Posteriormente se le arrojó una capa de 1 m de espesor de sedimento fino y suave de color marrón ennegrecido claro, que presenta frecuentes inclusiones cerámicas y óseas. Por encima de ese relleno se arrojó otro sedimento de grano fino oscuro, con frecuentes espículas de carbón, fragmentos cerámicos, óseos y líticos.

Figura 3: Matriz de Harris de ET19. Se muestran también los ciclos y subciclos estratigráficos en los que fue dividida la secuencia. El ordenamiento es cronoestratigráfico, pero no cronométrico, por lo cual la altura de las fajas horizontales no se relaciona con la duración de cada ciclo

La presencia de varios rellenos en cada uno de estos grandes pozos podría indicar que ambos permanecieron abiertos durante algún período de tiempo, recibiendo en su interior materiales de desecho generados en otras partes o recintos del sitio. Ambos pozos estuvieron activos antes de la construcción y funcionamiento de R1, R2 y R3. Específicamente R3, fue construido sobre el último relleno de uno de estos pozos de basura (UE218).

Figura 4: Resumen de la Matriz de Harris de ET19. Se muestran y describen cada uno de los ciclos identificados

Ciclo 2: cobertizo (fogón y taller)

Durante el ciclo 2 (figura 7), este espacio es reconfigurado como un área para la realización de diferentes actividades. En primer lugar, se observa la ejecución de un gran corte (UE279) que aplana la superficie y altera la cabecera de unos de los potentes pozos de basura (UE292). Sobre este corte, se dispuso un fogón (UE281-UE286) (figura 7 A), un gran bloque de roca tabular que pudo haber actuado como una suerte de mesa de trabajo o yunque y, quizá vinculada funcionalmente con este último, un área destinada a la talla lítica (UE278) (figura 7 D, E y F). También aparecen fragmentos de vasijas tiznadas que remontan (figura 7 D, E y F). Dada la presencia de una huella de poste (figura 7 B), dicho espacio pudo haber estado techado, más probablemente como una simple ramada ya que no se observa la presencia de paredes construidas que lo delimiten. Además, aparece un pozo pequeño producto posiblemente de la extracción de una roca (figura 7 C).

Figura 5: Las fotografías muestran distintas unidades estratigraficas de vertedero de basura halladas en ET19 que cubren antiguas superficies de uso. En el dibujo de sección estratigrafica puede apreciarse la potencia y la intercalación de los estratos de vertederos hallados en R2 con momentos de uso para actividades múltiples

Figura 6: Planta, sección y fotos del ciclo 1 que corresponde a grandes pozos de vertedero de basura anterior a la construcción de R1, R2 y R2

Las actividades realizadas durante este subciclo, se articulan alrededor de un fogón y se vincularían con acciones de producción de material lítico y otras actividades relacionadas con un área de taller.

Figura 7: Plantas y fotografías de las UE del ciclo 2; A. corresponde al fogón; B. a la huella de poste; C, D, E, F. a distintos hallazgos mencionados en el texto asociados al fogón

Ciclo 3: vertedero

Durante este ciclo, se forma el primero de los grandes estratos cobertores de basura -UE269-(figura 5, dibujo de sección) que se depositan cubriendo los restos abandonados del ciclo 2. La orientación y buzamiento de las inclusiones arqueológicas en este tipo de UE es muy variable y los ángulos de inclinación son pronunciados. Entre los sedimentos y el material aparecen, interdigitadas, manchas de cenizas que presentan frecuentes espículas de carbón, las cuales si bien no se identificaron como UE específicas podrían estar indicando procesos de formación semejante al señalado para los grandes pozos de basura del ciclo 1, es decir que los eventos de vertido de material no se habrían producido en un solo momento, sino que, en una sucesión periódica de distintos eventos de vertido de basura provenientes de las limpiezas de otros espacios y recintos del sitio.

Ciclo 4: fogón y taller

Durante este ciclo, el sector vuelve a ser utilizado para la ejecución de diversidad de acciones. Aprovechando la superficie dejada por el ciclo 3, se instalan dos fogones (UE2070 y UE268F) en una posición diferente al del ciclo 2, que para entonces ya no era visible en la superficie. Formando parte de este espacio se identificó un pozo somero de forma irregular y poca profundidad (UE276). Este ciclo es semejante al ciclo 2, aunque en este caso no se identificaron huellas de postes, por lo que se infiere que el espacio se articuló a cielo abierto y sin paredes que lo delimiten.

Ciclo 5: vertedero

Este ciclo, está caracterizado por la cancelación de los fogones del ciclo anterior y el inicio de un nuevo período de vertedero de desechos. El depósito UE255, formado durante un nuevo periodo de uso del espacio como basural tiene un espesor de unos 0,30 m en algunos sectores, habiéndose retirado un importante volumen de sedimento, con inclusiones de material arqueológico (figura 5, dibujo de sección). Los desechos, al igual que en el ciclo 3 alcanzaron a cubrir todas las actividades realizadas en el ciclo 4.

Ciclo 6: inicio de intervención arquitectónica

El presente ciclo marca el inicio constructivo y de uso de los recintos R1, R2 y R3. Se puede decir que inicia un proceso novedoso de intervención arquitectónica con cerramientos de muros de piedra en este sector del sitio ET19. Este ciclo fue dividido en tres subciclos, 6a (fogón y entierro), 6b (construcción y primer uso de R1) y 6c (vertedero) (figura 4).

Subciclo 6a: fogón y entierro

Este subciclo se trata de la ejecución de un nuevo fogón (UE253-UE254) delimitado con una pared de piedra a modo de paraviento, el que se presenta asociado a un entierro directo de un individuo perinato en una fosa. Además, se identificó durante este ciclo una serie de pozos someros, posiblemente productos de extracción de rocas, y la colocación de una estaca. Estos eventos se desarrollan en el espacio donde en un futuro se construirá R2.

Subciclo 6b: construcción y primer uso de R1

La construcción de los muros de R1 (figura 8 A y B) se realizó mediante la erección de paredes de piedra que presentan dos cuerpos superpuestos (figura 8). El cuerpo inferior se trata de dos hileras paralelas de lajas dispuestas verticalmente cuyo espacio intermedio fue rellenado con sedimento muy similar a la composición de los estratos de vertedero, es decir, con abundante material arqueológico y guijarros (figura 8 C, E, F, G).

Las inclusiones arqueológicas incorporadas al mortero de los muros corresponden en mayor medida a fragmentos cerámicos y líticos. De hecho, en R1, la mayor cantidad de fragmentos de cerámica proviene de los derrumbes de muro y no de los estratos que conforman los pisos de las habitaciones (Barot 2017). El cuerpo superior está formado por rocas tabulares dispuestas horizontalmente que se van apilando y trabando, dando altura al muro (figura 8 D, E. F).

Figura 8: A y B imagen y plano del recinto R1; la planta, a su izquierda, muestra solo la hilera interna de lajas en posición vertical del cuerpo inferior de los muros ya que la externa está en gran medida cubierta por los derrumbes del cuerpo superior; la fotografía C muestra el cuerpo superior del muro, con números y flechas se marcan las hiladas de rocas superpuestas; la fotografía D muestra el cuerpo inferior; los dibujos E, F y G muestran detalles constructivos de las distintas partes de los muros

Hay pocas evidencias de la conformación de la techumbre. Se han identificado tres huellas de postes asociadas a este ciclo, UE83, UE92, UE153. Se trata, en todos los casos, de pozos ci-líndricos cuyos diámetros oscilan en torno a los 0,30 m, con una profundidad máxima de 0,35 m. Se hallan relativamente alineados entre sí, y a una distancia de 1,80 m del muro este de R1. En tal disposición podrían haber sostenido en conjunto una viga cumbrera que, junto con las paredes portantes del recinto donde apoyarían los tirantes, resolverían una techumbre a dos aguas. En este primer momento de R1 se construye una puerta de entrada en la pared oeste (figura 8 G) cuyo vano mide 0,70 m de ancho.

Durante este primer momento de uso, R1 está dotado de un gran fogón (UE95) en la zona centro sur del recinto (figura 9 A y B), el cual se halla circundado por una serie de agujeros de estacas que serían parte de una estructura aérea vinculada con este fogón, quizá para mantener una olla en suspensión sobre el fuego. Además, tres pozos cuidadosamente revestidos de lajas, ubicados contra el muro norte del recinto, pudieron haber sido usados como silos para almacenamiento (figura 9 C y D). Contra la pared sur, colocada en un pozo somero que oficiaba de soporte, yacía una vasija (UE111) en posición vertical, con la boca hacia arriba, la cual se encontraba casi completa (figura 9 E). Esta vasija proporcionó una notable variedad y cantidad de microrrestos vegetales entre los que se cuentan fragmentos de tejido y granos de almidón afines a Phaseolus vulgaris y, probablemente, también Manihot esculenta e Ipomoea batata (Lema 2013). Alineados con esta vasija, en dirección a la esquina sureste, hallamos dos anillos de barro endurecido que pudieron haber sido asientos de otras sendas vasijas que, a diferencia de aquella, no permanecieron allí (figura 9 F). Uno de estos anillos coronaba un pozo en forma de bota donde se realizó el entierro de un cráneo humano de un individuo adulto joven (Neyra y Valverdi 2012) (figura 9 G y H). En el centro del recinto, se realizó el entierro de otro individuo, en este caso, perinato (UE170). Tal conjunto de evidencias indicaría que en este subciclo, R1 pudo funcionar como ámbito de preparación y almacenamiento de alimentos, una cocina, pero también como espacio para acciones significativas vinculadas a lo funerario.

Subciclo 6c: vertedero

Trasponiendo la pared este de R1, apoyando en su lienzo exterior -donde en un futuro se construirá R2-, se halló un gran estrato de vertedero. Probablemente, los desperdicios que lo componen sean el resultado de la limpieza y transporte hasta allí de los restos de actividades realizadas en el interior de R1, mientras este funcionaba como cocina. Durante su formación, esta UE de vertedero (UE207, subciclo 6c) fue cubriendo e invisibilizando los eventos del subciclo 6a en ese sector.

Ciclo 7: remodelación de R1 y ampliación de intervención arquitectónica

En este ciclo se produce una remodelación de R1 y se construyen dos nuevos recintos (R2 y R3), que alteraron la dinámica de uso del espacio (figura 10). Es durante este ciclo que los tres recintos se están usando simultáneamente. Para una mejor descripción de lo que ocurre durante este ciclo, hemos agrupado los diferentes eventos registrados en subciclos, que nos permiten describir mejor los cambios de uso del espacio que cada recinto sufre durante este momento (figura 4).

Figura 9: Arriba, dibujo de planta con la ubicación de las UE (subciclo 6b) mencionadas en el texto: A. Fogón; C y D, silos o depósitos; E, vasija in situ; F, anillos de tierra endurecida. Abajo, fotografías de las UE: A y B. vistas del sector rubefaccionado que define el fogón de R1; C y D, pozos revestidos de lajas (silos); E, vasija in situ; F, anillos de tierra endurecida; G y H: fotografía y esquema del pozo que contenía el cráneo humano

Figura 10: Planta y fotografía de la remodelación de R1 y construcción de R2 y R3. Arriba, planta con el agregado de los recintos R2 y R3, construidos en el ciclo 7, y reorientación del ingreso a R1

Subciclo 7a: remodelación y segundo uso de R1

Durante este subciclo, se remodela el espacio del recinto R1. Se obtura el vano de ingreso de la pared oeste (figura 8E) y se abre uno nuevo en la pared sur (figura 10). Además, se cancela el gran fogón UE95 (subciclo 6b), en tanto que se realiza un corte horizontal en los depósitos que afecta principalmente el sector central del recinto dejando intactas las esquinas y áreas internas inmediatas a los muros. Sobre la superficie generada por este corte se deposita otro estrato de nivelación, UE62, que alcanza los 0,21 m de potencia y termina obliterando las estructuras de almacenamiento revestidas en piedra del subciclo 6b. Para esta nivelación se utiliza un sedimento limo arcilloso que presenta material arqueológico fragmentario, aunque en menor medida que el de los morteros de muro. Se han realizado remontajes de fragmentos cerámicos provenientes de los derrumbes de los muros y sus morteros con el extraído en este estrato de nivelación (Barot 2017), por lo que es probable que ambos materiales provengan de un mismo sector, posiblemente un espacio de vertedero anterior.

Figura 11: Arriba dibujo de planta del segundo uso de R1. Fotografías: A y B muestran la boca de la vasija UE111; C, D, E y H muestran diferentes hallazgos encontrados apoyando en el piso UE26

(subciclo 7a en R1)

Es de resaltar que el evento de remodelación (corte y posterior nivelación del piso), como se indicó, no alteró las esquinas, entre ellas la del sureste, donde estaba la vasija UE111 perteneciente al subciclo anterior (6b). Barot (2017) estima que la vasija pudo haber sido rota intencionalmente. Esta pieza presentaba asas remachadas que le fueron arrancadas y, posiblemente, llevadas a otro espacio dado que no han sido halladas en el interior de R1. Originalmente, la vasija fue depositada en un pequeño pozo del diámetro máximo de la pieza y de unos 0,05 m de profundidad, se la rellenó con un sedimento, hasta su mitad, esto es lo que permitió que se conservara intacta esta zona de la vasija. Pero luego fue fracturada arrojándole una piedra, hallada en su interior, que rompió una parte del cuello, dejando la otra parte del cuello y borde relativamente intactos. El relleno UE62, utilizado para nivelar el nuevo piso, tapó la vasija, pero, el borde aún conservado no fue totalmente cubierto ya que sobresalía unos pocos centímetros en la superficie (figura 11A).

Es decir que, al momento de generar la nueva superficie o piso de ocupación, decidieron no extraer la vasija rota, tampoco alteraron las estructuras de anillos de barro que coronan la fosa donde se enterró el cráneo, ni el entierro del perinato. Se optó, en cambio, por levantar el piso 0,21 m y dejar expuesta una parte de la boca de la vasija, que ya no era funcional. Este tipo acciones nos permiten inferir que durante la remodelación del espacio de la casa no se obliteraron o borraron todas las acciones del subciclo anterior, sino que estas fueron incorporadas a la matriz sedimentaria dejando algunos rasgos mínimamente visibles.

La vasija UE111 representa lo que en arqueología se ha denominado “cronotopo”. Ingold (1993) señala que el cronotopo es un lugar cargado de temporalidad, en el que el pasado y el tiempo toman forma palpable. No solo los muros que fueron levantados para conformar R1 en el ciclo 6b perduran, sino que lo sucedido con anterioridad dentro de esos muros no es borrado, más bien es conservado y, en un sentido, “traccionado” del pasado al presente del nuevo ciclo. De alguna forma, a través de estos cronotopos, en ET19 existe un proceso de anudado, una suerte de entretejido, de las superficies anteriores y las nuevas.

En el segundo periodo de uso de R1, se produce un cambio en su funcionalidad. Una transformación ostensible en ese sentido es que en este nuevo período del habitar no se vuelve a activar un fogón en el interior del recinto y, por lo tanto, ya no podría ser caracterizado como una cocina. Sobre la UE62, la nueva superficie nivelada, se fue depositando la UE26=UE39=UE35 (figura 11A, C, D, E, F), que corresponde a la superficie donde se desarrolló gran parte de las actividades en este segundo momento. Sobre esta, hallamos las vasijas UE23 y UE25, in situ y con alto grado de completitud (figura 11C y E), además de abundante material cerámico con alto grado de remontaje y materiales líticos y óseos apoyados horizontalmente. Otros rasgos estratigráficos registrados en esta superficie son agujeros de estacas originados, posiblemente, en la colocación de soportes y estructuras internas cuya función específica aún desconocemos. En la configuración del nuevo espacio, las acciones que dejaron registro estratigráfico se hallan en el cuadrante sureste o este del recinto. En cambio, en los otros sectores no se evidencian actividades específicas, salvo la presencia de hallazgos en el piso que no conforman patrones distribucionales y/o funcionales que hayamos podido reconocer.

Subciclo 7b: construcción y primer uso de R2

En este subciclo, el cual se desarrolla paralelamente a los eventos de remodelación de R1, se construye el recinto R2. Esta nueva habitación se adosa a la pared oeste del recinto R1 y se construyen dos muros, más bajos, hacia el norte y este, dejando abierto su lado sur (figura 10 muro norte y muro este de R2).

Durante este primer momento de uso de R2, se realizaron en su interior actividades vinculadas con la cocción de alimentos. El recinto está dotado, en su sector central, de un gran fogón (UE224-UE211-UE212) delimitado con piedras (figura 12 A, A2 y A3). Asociados a esta estructura de combustión, se recuperaron diversos materiales arqueológicos. El espacio del artículo es corto para una caracterización pormenorizada de estos hallazgos, que consisten en contenedores cerámicos, restos arqueofaunísticos e instrumentos líticos, sin embargo, que los primeros aparezcan tiznados, los segundos calcinados y todos en proximidades del fogón refuerza la idea de que debieron estar relacionados funcionalmente en las prácticas de preparación de alimentos y otras que tenían como foco esa estructura de combustión (figura 12 A y B). Además, formando parte de este ciclo y cortando a la UE207 (estrato de vertedero del ciclo 6c) hemos identificado doce elementos interfaciales verticales: seis de estos pozos, pequeños, someros y de forma irregular, pudieron ser resultado de la extracción de rocas. Otro, UE250, por sus dimensiones y orientación pudo ser un agujero de estaca. Otros dos pozos, UE223 y UE225 (figura 12 E y F), corresponden, a juzgar por sus rellenos, a vertederos de materiales procedentes, posiblemente, de las actividades vinculadas a la operación del fogón, es decir que ingresan a esos depósitos como inclusiones en una matriz sedimentaria. En cambio, otros dos pozos fueron excavados con el fin de depositar en su interior un conjunto de objetos en acciones deliberadas, es decir, se tratan de depósitos primarios. Uno de estos casos es la UE232 (figura 12 C), en cuyo fondo hallamos un arreglo de objetos constituido por dos grandes secciones de costillas de camélido, dos sobadores y dos fragmentos grandes de cerámica apoyados contra las paredes del pozo. El otro caso es la UE236, un pozo de forma irregular de 0,97 m de diámetro, y 0,30 m de profundidad, en cuyo fondo se excavó otro pozo más pequeño, UE239, de 0,20 m de diámetro. En el interior de este último, se colocaron grandes astillas de huesos largos de camélido, cuidadosamente acomodados de forma paralela entre sí (figura 12 D). Antes de ser tapado el pozo UE236 se colocó allí una roca tabular de unos 0,50 m de alto en posición vertical, de modo tal que el extremo superior sobresalía unos 0,20 m por encima del relleno, permaneciendo visible en la superficie incluso en ciclos posteriores, conformando, entonces, otro caso de cronotopo (Ingold 1993).

Figura 12: Plantas y fotografías del primer momento de uso de R2 (7b). A1, A2 y A3 corresponden al fogón central delimitado con piedras; B es una vasija tiznada que remonta en un gran porcentaje; C y D son depósitos especiales asociados al fogón; E y F son pozos de vertido de basura.

Una serie de acciones que afectan el fogón nos permite analizar mejor el proceso de resignificación que sufre R2, antes del inicio del siguiente subciclo (7c), cuando todo el espacio interior del recinto será utilizado como vertedero de desechos. Así, el fogón central de R2 durante este momento es limpiado y luego abandonado, pero ello incluyó un acto de cancelación (figura 12 A2). Este consistió en la extracción de las rocas que lo delimitaban por el lado norte, cuyos negativos se han conservado, las cuales fueron recolocadas en el interior de la cubeta. Estas piedras también alcanzan a cubrir objetos que, al parecer se vinculaban a las prácticas que involucraban al fogón: una mano de moler, la base de una vasija fracturada pero convertida en un puco bajo o plato hondo, fragmentos del cuerpo de una vasija de paredes gruesas con alto grado de remontaje y una vértebra de camélido, que fueron intencionalmente dispuestos agrupados y al resguardo de las dos rocas más grandes de la hilera de piedras que delimita el fogón hacia el sur. Hacia el este del fogón hallamos una vasija -UE202- cuyos fragmentos remontan (figura 12 B) y que parece haber sido rota en el lugar (matado). Estas distintas acciones, clausura del fogón, disposición de los objetos vinculados a este y matado de la olla, parecen configurar un rito de clausura o desactivación de las capacidades funcionales del fogón y de los enseres vinculados a su operación. Tal proceso ritual, resignificó a R2 de un ámbito sostenedor de la vida a uno carente de tales posibilidades.

La clausura de R2 tiene similitudes marcadas con el proceso descripto en la interfase entre el primer y segundo uso de R1, cuando también se registró la cancelación del fogón que funcionaba allí, y la acción de matar una vasija (UE111), entre otros procedimientos anteriores a la cobertura y nivelación del nuevo piso. También se asemeja en algunos aspectos a los ritos de destrucción y abandono registrados por Gordillo y Vindrola-Padrós (2017), lo que muestra que este tipo de formas rituales podrían tener una expresión regional, aunque, en este caso, no es un abandono lo que sobreviene a la clausura, sino otro ciclo de uso tras un nuevo evento de cobertura con vertedero de desechos. Sin embargo, lo que sí parece quedar claro es que, frecuentemente, el cambio de función de los recintos o, visto de otro modo, la alternancia de algunos ciclos de ocupación (o abandono) debía estar mediado por la desactivación de su potencia para el sostenimiento de la vida o la reproducción doméstica, como una resignificación ritualizada que, al tiempo que cierra un ciclo de usos y prácticas, habilita su uso posterior.

Subciclo 7c: uso de R2 como vertedero

En este momento se vuelve a configurar el espacio de R2 como vertedero de desechos. Aunque las UE193=UE194=UE165=UE186=UE206, estratigráficamente equivalentes siendo parte de un mismo depósito, no tienen la potencia y extensión de la UE207 subciclo 6c, serían, también, producto del arrojado de material de desperdicio y de limpieza de otros espacios sobre la superficie de ciclos anteriores. Como los otros depósitos de vertedero, este presenta abundantes materiales arqueológicos que no conforman distribuciones discretas que puedan ser interpretadas funcionalmente y, además, solo excepcionalmente yacen en posición horizontal. Ello indica que los fragmentos cerámicos, líticos y óseos, que frecuentemente incorporan estos vertederos, van a dar allí más como inclusiones en la matriz sedimentaria que como objetos funcionales.

Es interesante destacar que el uso de R2 como vertedero en este subciclo, no tapa ni oblitera completamente el ciclo anterior; algunas piedras de la parte conservada de la estructura del fogón permanecen visibles en la nueva superficie como una alineación de rocas, cuya presencia trasciende la alternancia de ciclos y se instala como una marca ostensible de las rutinas anteriores que dieron forma a este espacio, es decir, otro caso de cronotopo.

Subciclo 7d: segundo uso de R2

Sobre la superficie generada por los eventos de vertido de desechos que caracterizan a 7c se activa un pequeño fogón (UE165), el cual inaugura un nuevo periodo de uso de R2. En las inmediaciones de este fogón se identificaron varios lentes de ceniza (UE187, UE168, UE173 y UE176). Por otro lado, se hallaron cuatro elementos interfaciales verticales (UE150, UE152, UE149, UE159) que corresponden a extracciones de piedras. Los eventos estratigráficos durante el subciclo 7d son más restringidos a nivel espacial que la primera ocupación 7b, concentrándose principalmente en el cuadrante noroeste de R2.

Sobre esta nueva ocupación se vuelve a arrojar material de desperdicio (UE15), aunque con menor volumen que los subciclos de vertido de materiales anteriores. UE15 corresponde al final de uso de R2. Posterior a esto, se observa el proceso de derrumbe de los muros que lo componen y no se vuelve a refuncionalizar el espacio. Posiblemente este momento coincida con el abandono de R1 y R2. Algunos derrumbes de muro de las paredes norte de R2 y este de R1 apoyan en UE15, indicando que, al tiempo que se van produciendo los derrumbes de las paredes de R1 y R2, se sigue arrojando material de desperdicio.

Subciclo 7e, 7f y 7g: construcción y uso de R3

Asociado a la remodelación de R1, quizás en paralelo a la construcción de R2, se construye, adosado al muro sur de R1, precisamente frente a su vano de acceso, el nuevo recinto no techado R3 (figura 10 y figura 2). En tal posición, conformaría una suerte de antepatio, delimitado al este y sur por sendos muros bajos de piedra, permaneciendo abierto hacia el oeste. Los muros son semejantes a los de R2, pero más bajos, lo que podría indicar que solo se buscaba delimitar el espacio frente al ingreso de R1 antes que conformar muros portantes sobre los cuales apoyar la estructura aérea de una techumbre, por lo que es probable que no haya sido un recinto cubierto. La ausencia de huellas de postes es consecuente con tal interpretación. En R3 se activa otro fogón -subciclo 7e-, es decir, en este momento de remodelación del espacio, cuando se construyen R2 y R3, estarían en funcionamiento, simultáneamente, los tres recintos y, posiblemente, existieran dos fogones activos, uno en R3 y otro en R2. En R3 en algún momento se deshabilita el fogón (subciclo 7f) y se corta la superficie, reutilizándose el espacio para realizar otras actividades no vinculadas con el fuego (subciclo 7g).

Ciclos 8, 9 y 10: ruinificación de R1, R2 y R3

Estos tres últimos ciclos, corresponden a momentos posteriores al abandono, cuando comienza un periodo de ruinificación de los tres recintos. A medida que sus muros van colapsando, su espacio interior es usado para el vertido de desechos. Tal situación señala una cuestión muy interesante ya que permite notar que aunque R1, R2 y R3 son deshabitados y dejan de ser mantenidos, otros sectores de ET19, de donde provendrían los desechos depositados allí, permanecen activos. Aún más, en el interior de R1 sobre los derrumbes de los muros, es decir, ya avanzado su proceso de ruinificación, se transporta un gran bloque de cuarzo para ser desbastado. Entonces, aún en ruinas, al menos R1, vuelve a ser activado, ahora como un taller de talla lítica al aire libre (ciclo 9).

Cronología y Secuencia estratigráfica de ET19

Hasta el momento realizamos cinco dataciones radiocarbónicas (tabla 1). Una corresponde al piso del segundo uso de R1 (ciclo 7) y otra a un momento inmediatamente anterior a la construcción de R2 (ciclo 6). Dos más corresponden a momentos de uso de R2, una de estas al fogón clausurado y, la otra, a la superficie del estrato de vertedero inmediatamente anterior al derrumbe de los muros, ambas del ciclo 7. Finalmente, la quinta datación fue realizada sobre una muestra procedente del gran pozo con relleno de vertedero anterior a la construcción de R1, en el área que luego ocupará R3. Todas han sido realizadas sobre muestras de hueso, material que en ET19 presenta, en general, muy buena conservación (Moreno y Quesada 2012). En conjunto, ubican la secuencia estratigráfica descrita en la segunda mitad del primer milenio d.C. (582 al 1021 AD, con 95% de confianza), que corresponde al periodo Medio o de Integración Regional en las pe-riodificaciones regionales. Todas presentan un alto grado de solapamiento, lo que podría indicar, por un lado, que los eventos estratigráficos descritos sucedieron en un periodo de tiempo apretado (quizá más que lo señalado por las medidas de dispersión de las dataciones y, por otro lado, que no parece haber un hiato cronológico de magnitud que muestre la existencia de periodos de abandono prolongados, si acaso lo hubo, aunque no hay evidencias estratigráficas de tales ocurrencias.

Un análisis más detallado muestra que las tres dataciones más tardías son estadísticamente indistinguibles entre sí y corresponden a los ciclos estratigráficos más recientes (ciclos 6 y 7). Otras dos dataciones, también estadísticamente indistinguibles entre sí, marcan rangos cronológicos que inician y culminan antes que aquellas tres más recientes. Una corresponde al pozo basural que inaugura la secuencia estratigráfica (ciclo 1), mientras que la otra se realizó sobre una muestra obtenida de un depósito del ciclo 7. Entonces, mientras que 4 de las 5 dataciones son del todo coherentes con la secuencia estratigráfica, la quinta podría generar alguna duda. Sin embargo, esta datación que aparece menos ajustada a la secuencia estratigráfica por el hecho de que, señalando un rango cronológico relativamente temprano data un evento estratigráficamente tardío, se solapa en un 43% con la datación más reciente del ciclo 7 por lo cual tal desajuste podría serlo solo en apariencia.

Tabla 1: Fechados de ET19, calibrado con dos sigmas (Hogg et al. 2013)

SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA DE OYOLA 50 (OY50)

El sitio Oyola 50 (figura 13) se encuentra emplazado en la cima de una de las lomadas que rodean al cerro de Oyola, en la zona boscosa intermedia de la ladera este de las sierras de El Alto-Ancasti a unos 34 km en línea recta de ET19, a una altitud de 1500 m s.n.m. Se trata también de un sector de vivienda que se asemeja a ET19 tanto en el emplazamiento como en la forma cuadrangular de los recintos construidos con mampostería en piedra, aunque con solo tres, es considerablemente más pequeño.

Ya se ha realizado una reconstrucción biográfica pormenorizada de este sitio (Quiroga Viñas 2020; Quiroga Viñas y Gastaldi 2022), que será útil resumir aquí para complementar la historia estratigráfica de ET19. El recinto excavado fue apenas impactado por un camino reciente, pero no así el área excavada. Sus dimensiones son de 9,45 m en dirección norte-sur y 6,7 m en dirección este-oeste. En la excavación se pudo identificar el vano de acceso al recinto en su muro oeste. Las excavaciones se extendieron en una superficie de 16 m2 en el cuadrante sur-oeste del recinto.

La historia estratigráfica de OY50 muestra la existencia de 9 ciclos (figura 14) que intercalan estratos de vertedero con momentos de uso del espacio para la realización de actividades múltiples a cielo abierto, y luego como recinto de paredes de piedra techado (Quiroga Viñas 2020; Quiroga Viñas y Gastaldi 2022).

Figura 13: Plano y fotografía del recinto excavado de OY50

Con anterioridad a la construcción del recinto (ciclo 6) se suceden 5 ciclos. En el ciclo 1, el más antiguo, las actividades se desarrollaron a cielo abierto. El espacio fue acondicionado directamente sobre la roca de base, bastante friable, que fue nivelada mediante un corte. Sobre esa superficie se activó un fogón, a su lado se dispuso una vasija y se realizaron tareas vinculadas con la talla lítica. Posteriormente, en el ciclo 2, el fogón fue cancelado mediante una práctica ritual similar a la descrita para el primer fogón delimitado con piedras de R2, es decir, colocando piedras en la cubeta de combustión y quizá matando la vasija, la cual fue hallada in situ, pero fragmentada con alto grado de remontaje, es decir, se rompió allí. Luego de ello, este espacio fue tapado por la acción del vertido de desechos que dio como resultado un potente estrato de vertedero, el cual niveló el terreno cubriendo los restos del ciclo 1.

Figura 14: Matriz de Harris de OY50. Se describen cada uno de los ciclos 

En OY50, se suceden cinco ciclos anteriores al momento de formalización del espacio con arquitectura en piedra y se suceden otros tres ciclos posteriores a dicho momento. Existen, como en ET19, un intercalado de ciclos de vertedero, cuando se forman grandes estratos cobertores que cubren superficies de estratos anteriores, con ciclos de usos del espacio para la realización de actividades variadas, cocción de alimentos, talla lítica, etc. Parte de la secuencia, ha sido ubicada cronológicamente mediante dos dataciones radiocarbónicas. Una de estas ubica el primer fogón, correspondiente al ciclo 1, en el rango cal 570-670 AD (ICA17C/0753, 1410 ± 40 AP, carbón) y la segunda data la construcción del recinto (ciclo 6) en los rangos temporales de cal 600-710 AD (90,7%) y cal 750-770 AD (4,7%) (ICA 17B/0752, 1370 ± 40 AP, hueso). Puede notarse que al igual que el sector excavado de ET19, con cuyo inicio de ocupación es cronológicamente coincidente, los rangos temporales indicados por las dataciones se solapan sobremanera, indicando que la secuencia estratigráfica descripta para Oyola 50 se produjo en un periodo de tiempo relativamente breve.

DEVENIR CASA EN EL ALTO-ANCASTI

Considerando las historias estratigráficas de ET19 y OY50, encontramos una notable recurrencia de prácticas que podríamos llamar significativas y que nos permiten adentrarnos en las lógicas propias de estas comunidades respecto de las formas de construir, habitar o morar el espacio de la casa en el largo término. En primer lugar, se destaca en ambos sitios la ocurrencia de eventos de vertido de basura sobre anteriores espacios de uso y su utilización como nuevos pisos de actividades. En ocasiones, la alternancia de ciclos de habitar no implicó un cambio de funcionalidad de los recintos, pero en otros casos sí y de manera marcada. Si bien cada evento de vertido de desechos, que al cabo terminaban generando depósitos suficientemente potentes como para alcanzar a cubrir los rastros de los ciclos anteriores, pueden ser considerados acciones de obturación u obliteración, en al menos tres ocasiones, tal transformación categorial de los espacios fue antecedida por procesos rituales de clausura. Nos referimos al desmantelamiento del fogón del primer uso de R1 y el matado de la vasija de almacenamiento asociada a este (subciclo 7a), el rellenado de la cubeta del fogón del subciclo 7c de R2 con piedras procedentes de la destrucción de la misma estructura que lo delimitaba y otras acciones vinculadas, en ET19, y prácticas rituales similares en el inicio de la ocupación de OY50. En todos los casos corresponden a acciones de destrucción que tuvieron como efecto la desactivación de la capacidad de esos espacios, y sus ajuares domésticos o equipamientos, para participar de las prácticas cotidianas de sostenimiento de la vida familiar, específicamente las de preparación y almacenamiento de alimentos. En tal situación, la cobertura de los estratos de vertedero podría ser pensada también como una suerte de reparación o cicatrización de esas superficies arrasadas y su habilitación para un nuevo ciclo vital mediante la nivelación con restos de vitalidades anteriores.

Ahora bien, los residuos de las prácticas ejecutadas en ciclos anteriores no solo forman los pisos donde se desarrollan nuevas actividades, sino que se incorporan también a las matrices internas de los morteros de muros y también en los rellenos de nivelaciones de pisos cuando se remodelan los espacios interiores, como señalamos con la UE62 de R1 en el ciclo 7. Por su parte, la articulación del espacio con arquitectura permanente, no ralentiza los procesos y dinámicas de cambios y reúso de los espacios. Como vimos con ET19, se producen cortes y remodelaciones que alteran por completo la circulación y uso del espacio, dándole un grado de fluidez a la historia de la casa, a su disposición y articulación interna.

A pesar de estas acciones de obliteración y remodelaciones de prácticas pasadas, en algunos casos como en ET19, se dejan marcas que podrían definirse como nudos de ciclos o cronotopos que jalonan espacios interiores y vinculan, a través de su presencia patente, ciclos temporalmente diferentes; haciendo emerger el pasado de manera sutil, pero ostensible. Pensemos en la vasija matada UE111 que no fue extraída cuando se remodela R1 o el caso del pozo UE236 en R2 durante los subciclo 7b al que se le coloca una laja clavada que sobresale del piso y perdura en los ciclos subsiguientes.

Así, lo que sucede en un ciclo anterior no siempre es invisibilizado, sino más bien es traccionado para que esté presente en el nuevo ciclo. De tal modo, en ambos sitios, la lógica de agregación de nuevos espacios -ya sea en lugares aún no usado o en los nuevos- produce la convivencia no solo en los espacios exteriores de las habitaciones, sino también en los interiores, de las múltiples geografías espacio-temporales que se articularon a lo largo de los años por parte de los habitantes de esas casas. En ET19 y OY50, existe un hilvanado de todas esas hebras de tiempo que se sucedieron en las casas: las clausuras mediante el vertido de basura, el retomar los espacios de vertido como lugares para generar nuevos espacios, el volver a usar el material de desperdicio en rellenos de muros y pisos, el permitir la presencia de cronotopos de superficies anteriores en las nuevas nos muestra una intencionalidad de que quede la marca de la presencia de lo que pasó. Apelando a una metáfora textil, se anudan y por eso las conexiones se mantienen.

El proceso que estamos observando en las historias de vida de estas dos viviendas, resuenan con lo que señaló Ingold (2010:136) sobre la formación del suelo. Este autor señalaba que el suelo, más que ser un sustrato fijo, emerge de un devenir continuo que se desarrolla en relación con sus moradores y habitantes. Para este autor, la formación del suelo no debía ser pensada tanto desde una perspectiva geológica, sino más biológica, con relación a cómo los tejidos de las plantas y los cuerpos de los animales crecen y se generan. Señalaba, apelando a esta metáfora de crecimiento, que “el conocimiento hace crecer el suelo de lo social; como los habitantes siguen sus propios caminos, continuando el de sus predecesores; el suelo y el conocimiento que crecen de él, están siempre en formación y nunca terminados” (Ingold 2010:136). En el caso de las viviendas de El Alto-Ancasti que estamos estudiando, si apeláramos a la metáfora de crecimiento vegetal utilizada por Ingold para definir la producción de los suelos, diríamos que la lógica de tapar mediante el vertido de basura antiguos espacios de vida y usar de piso del nuevo ciclo la superficie dejada por esos estratos de vertedero de materiales, hace “crecer” el suelo. Los suelos de las casas no solo se van formando en ese proceso, sino que también, por medio de elementos que funcionan como cronotopos, se ejecutan prácticas de anudado y tejido de esa historia; el pasado no es olvidado, sino traccionado hacia los ciclos futuros.

Entonces, teniendo en cuenta estas reflexiones y las historias estratigráficas de ET19 y OY50, se podría señalar que la casa, como artefacto, crece y resurge de la anterior, el pasado convive de maneras diversas en el presente y se proyecta hacia un ciclo de vida futuro. Respondiendo a nuestro interés por conocer los modos de hacer casa en El Alto-Ancasti, podríamos señalar que estas emergen de un proceso dinámico y continuo donde las viejas vitalidades a la vez que son sedimentadas y por medio de ese proceso van formando el suelo de lo social, conformarán el sustento donde prenderán y fructificarán las nuevas. Así, las casas de El Alto-Ancasti durante la segunda mitad del primer milenio d.C. nunca se parecieron a sí mismas, sino que estuvieron sujetas a un constante devenir en el cual, la destrucción, la cobertura, la nivelación, la erección de muros y su remodelación y los cronotopos formaron parte de una suerte de gramática del habitar.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo fue ejecutado gracias al financiamiento de los proyectos PICT 2017-2462 y PICT 2019-4113 dirigidos por Marcos Quesada y Marcos Gastaldi respectivamente. La presente investigación fue posible gracias a la colaboración de los integrantes del Equipo Interdisciplinario El Alto-Ancasti con quien compartimos largas jornadas de trabajo de campo y trabajo en laboratorio. Han contribuido de diferentes maneras: Enrique Moreno, Gabriela Granizo, Lucas Gheco, Soledad Melendez, Debora Egea, Verónica Zuccarelli, Carlos Barot, Sofía Bocatto, Soraya López, Maximiliano Ahumada. Además, agradecemos la participación de Verónica Lema y Claudia Amuedo en las excavaciones de ET19. A todos ellos muchas gracias.

NOTAS

1 Lucas (2012:121) señala como debilidad de la Matriz de Harris que para su confección se basa más en las relaciones temporales entre unidades que en la duración de las unidades, por lo que las correlaciones podrían implicar relaciones entre sucesos de duraciones muy variable y no significativas. En este trabajo al retomar estas interfaces de periodo como escenarios de la práctica donde conviven temporalidades diferentes, pero que se hallan estructurando la vida social en el momento considerado, nos permite retomar esas relaciones diferenciales y utilizarlas en el análisis estratigráfico.

Fecha de recepción: 13 de octubre de 2022

Fecha de aceptación: 27 de junio de 2023

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