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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.26 La Plata dez. 2009

 

RESEÑAS

De salones, círculos y cafés

Reseña de: Agulhon, Maurice (2009) El círculo burgués. La sociabilidad en Francia. 1810-1848. Siglo XXI Editores, Buenos Aires. 207 pgs.

 

Santiago Cueto Rúa

IdIHCS - UNLP/CONICET

 

   El libro se inicia con una presentación del autor y su obra a cargo de la historiadora Pilar González Bernaldo, quien analiza el recorrido temático, disciplinar, académico y político realizado por Agulhon. Allí se destaca el rol innovador de su producción, una de cuyas características principales es haber favorecido (y llevado a la práctica) el diálogo entre la historiografía y otras ciencias sociales como la sociología y la antropología.
   Una segunda peculiaridad de sus escritos, enmarcados en una historia vagabunda pero académicamente prestigiosa, es que se fundan en una relación inseparable entre la historia y la política, lo cual está ligado a pensar el pasado estrechamente articulado con el presente. Esta opción se canalizó en una doble vocación en la trayectoria de Agulhon: historiador y ciudadano. Esto lo mantuvo cerca de la raíz socialista que heredó de su familia y lo alejó del apoliticismo en que incurrieron algunos colegas contemporáneos.
   Dirigido e influido por Camille-Ernest Labrousse y por Fernand Braudel, Agulhon se desplazó de una historia de los precios a una antropología histórica a partir de la cual indagó en lo cotidiano (incluso en lo vulgar) y en las huellas de las representaciones colectivas. Pensó la historia como ciencia de la observación y al historiador como un ojo que piensa.
   En el año 1966 instaló académicamente el término "sociabilidad". Sus indagaciones en este terreno le permiten analizar las relaciones entre los individuos y las transformaciones en sus mentalidades, partes centrales de cualquier entramado histórico que se pretenda conocer. El Circulo burgués , publicado por los Annales en el año 1977, abre un camino luego seguido por la historia de la cultura, la renovada historia política y la sociología histórica. Además, incluye una reflexión teórica relevante y una sólida guía metodológica para quienes pretenden conocer lo sociohistórico a partir de la sociabilidad.
   En el prefacio del libro Agulhon señala su responsabilidad en el uso historiográfico del término "sociabilidad", cuya definición debe alejarse tanto de una mirada amplia que la considere simplemente como lo propio de lo humano, a diferencia de lo animal; y de otra demasiado específica que lo oponga a lo retraído. A diferencia de otros autores que ligaban la sociabilidad a cuestiones de raza o climáticas de los pueblos, Agulhon considera que es más bien el resultado de relaciones sociales, económicas e históricas objetivas. Por ello es necesario estudiarlas empíricamente, compararlas e incluso medirlas (a través del estudio de la densidad de las asociaciones constituidas). A partir de la "sociabilidad", altamente bien recibida en el terreno historiográfico, se defiende y alienta el estudio de la vida cotidiana, el folklore, las fiestas, la cultura popular y las revueltas.
   El análisis de las asociaciones gana en riqueza si se realiza a partir del cruce disciplinar entre sociología e historia. La primera de éstas ofrece a la segunda nociones sociológicas que resultan útiles para aclarar sus investigaciones y elaborar materiales propios. Materiales que son integrados por el sociólogo para elaborar nociones teóricas, y así sucesivamente.

El círculo burgués. La sociabilidad en Francia 1910-1848

   El círculo es la forma típica de la sociabilidad burguesa de la primera mitad del siglo XIX. Su origen se encuentra en el club inglés que agrupa a hombres organizados para practicar juntos una actividad desinteresada (no lucrativa) o incluso para vivir juntos la no actividad: el ocio. La burguesía es la clase media que supone cierta comodidad económica y se ubica entre la aristocracia (y la nobleza) y el pueblo (pobre, inculto y de trabajo manual).
   El recorte elegido por el autor se basa en que por el año 1810 el código penal da su estatuto a la asociación y junto con ello se realiza la primera encuesta sistemática sobre dichas asociaciones. El cierre del recorte (1848) marca una época de cierta homogeneidad social.
   El círculo, cuyo surgimiento aunque no su desarrollo generalizado se encuentra en el Antiguo Régimen, se extiende por estos años y -de acuerdo con el autor- tiene tres características principales: a) suele surgir de un espacio informal, un grupo de amigos, antes de formalizarse y constituirse en una asociación; b) su vínculo con las autoridades políticas es tenso debido a que, dadas ciertas restricciones oficiales, oscila entre lo legal y lo ilegal; c) a diferencia de otras asociaciones de estructura vertical, el círculo vincula horizontal e igualitariamente a sus miembros.
   Durante la Restauración, el círculo se limitaba a la conversación dentro del salón, y se llamaba "sociedad" al conjunto de personas que asistían. El salón era la práctica más extendida y se caracterizaba porque uno de sus integrantes, el dueño de casa, invitaba y se hacía cargo de los gastos de la reunión. Esto suponía sumisión moral de los invitados y un gran poder económico del anfitrión, de modo que los salones sólo existían en las clases altas.
   El autor analiza la presencia y las características de los círculos a partir de las encuestas realizadas entre 1811 y 1820 cuyo objetivo era favorecer el cumplimiento del código penal que prohibía la existencia de grupos compuesto por más de veintes personas. En 1811 se da la particularidad de que hay más círculos en las ciudades del interior que en París. Esto se debe, en primer lugar, a que en las ciudades de provincia había menos opciones que en la gran ciudad (que ofrecía cafés aceptables y confortables a los ojos de los burgueses), lo cual fomentaba el surgimiento del círculo como espacio de encuentro. En segundo lugar, las ciudades que tenían comercio con otros puertos e incorporaban sus costumbres, como es el caso de esta asociación de raigambre inglesa.
   Durante la Restauración, los círculos se expandieron pero aún se hallaban sólo en algunas ciudades de Francia. Constituían la encarnación de la vida moderna, a diferencia de los salones que estaban ligados a prácticas tradicionales y de clases altas. Luego, con la Monarquía de Julio, régimen burgués por excelencia, los círculos se multiplican. Estas asociaciones expresan una sociabilidad igualitaria, a la que asistían los burgueses, rentistas cultivados y funcionarios extranjeros que se socializaban allí. En términos de jerarquía social, el círculo es una institución burguesa que se encuentra entre el salón y el café.
   De acuerdo con Agulhon, el círculo es moderno porque participa de cierta colectivización de la vida, en el sentido de una salida del ámbito privado a uno más público: del salón al círculo, proceso que nace con la Revolución Francesa. A los círculos asistían hombres que buscaban confort en su vida material, más allá de si tenían o no intereses políticos o ideológicos. Sus diferencias con el salón eran claras: éste suponía una práctica aristocrática, tradicional, nacional (ligada a la vieja Francia) y jerárquica; incluía mujeres, era refinado y culto; participaban de él los artistas e intelectuales. Por su parte el círculo se caracterizaba por ser una práctica burguesa, novedosa, importada (de Inglaterra), igualitaria (relativamente, en comparación con el salón); sólo asistían hombres y suponía cierto nivel de grosería. En el pasaje del salón al círculo se produce un cambio de mentalidad.
   Agulhon se plantea el siguiente el interrogante: ¿por qué es progresista y moderno el círculo si, a diferencia del salón, supone la distancia entre géneros? La respuesta que ofrece es que esa sola característica constituye un factor menor en detrimento del progreso que supone el ascenso de la burguesía por sobre la aristocracia.
   Por otra parte, el autor contrasta el círculo con el café. Si el primero tenía un carácter no lucrativo, privado y cerrado, el segundo era comercial, público y abierto y, además, menos honorable. La diferencia entre los asistentes a ambos espacios es la que se encuentra entre lo formal y lo informal. Sin embargo, entre estos dos lugares había también algunas similitudes: en ambos se bebía y fumaba; sólo asistían hombres y el ocio era la actividad principal. La frontera entre éstos era frágil, tal como lo demuestra que en varias ocasiones de un café (especializado, es decir destinado a determinadas tareas puntuales o conformado por profesionales de alguna actividad determinada) se pasaba a la conformación de un círculo.
   Por otro lado, estaban las asociaciones especializadas que se multiplicaron por estos años. Allí hay actividad profesional y al mismo tiempo pura sociabilidad, instancias cuyas funciones -de acuerdo con el autor- nunca están del todo separadas. Muchas veces el círculo evoluciona hacia una sociedad especializada, sobre todo cuando allí asisten burgueses que forman parte de una misma actividad, que suelen reunirse por puro ocio y acaban conversando de sus actividades, su regulación, la defensa de intereses comunes, etc. En otras oportunidades el proceso es inverso y de la sociedad especializada nace un círculo donde la militancia deviene ocio puro.
   Algunas de las asociaciones o sociedades específicas se dedicaban a la actividad política. En el año 1811 el círculo provoca desconfianza entre los antiliberales y es vigilado por los gobiernos. El vínculo entre política y asociación es inevitable, de acuerdo con el autor. Las actividades políticas requieren de cierta coordinación, por ende de cierta asociación; a su vez, cuando los hombres están asociados es normal que hablen de política. Este entrecruzamiento entre sociabilidad y política supone que la primera es moderna y ya no tradicional.
   Sin embargo, la política no ocupaba a todos, todo el tiempo; el ocio, en cambio, sí. Los círculos literarios eran muy comunes entre las asociaciones especializadas. Allí se practicaba sobre todo la lectura de periódicos y también de libros de literatura. Las sociedades eruditas se distinguían de los círculos porque éstos eran instituciones de divertimento y aquéllas de cultura, es decir, se diferenciaban por su función; y se distinguían como reuniones de comerciantes o de ociosos, versus reuniones de médicos, abogados, etc.: es decir, por sus integrantes.
   Con el paso del tiempo, la evolución del círculo literario (su difusión social, su extensión geográfica y su especialización) fue a expensas de su reputación cultural. Esta evolución tendía a disipar la confusión inicial entre una reunión de honorable cultura y aquellas de simple entretenimiento. La evolución de las asociaciones en este período marca el progreso cuantitativo y cualitativo de las sociedades especializadas, en especial las científicas y efectivamente literarias. Así, éstas atraerán a los más intelectuales y los círculos a los menos intelectuales.
   Para concluir, esta investigación reconoce límites espacio-temporales puesto que abarca sólo la Francia burguesa anterior a 1848, "el período en que se cuestiona la vida mundana de forma aristocrática, o en todo caso se la desafía en su monopolio, es también el período en que la sociabilidad igualitaria del círculo aparece y se instala" (p.148). Esta investigación no pretende extrapolar sus resultados, porque la Francia de la época estudiada llegó a su fin, pero sí propone generalizar puesto que hay esquemas de explicación o al menos de correlación de este estudio que pueden aplicarse a otros ámbitos.
   Hay realidades aquí percibidas como propias de la sociabilidad burguesa que tienen sus equivalentes populares, lo cual se observa en instituciones obreras que son muy similares a la mentada simbiosis sociedad-círculo. Ejemplos de ello: en primer lugar, asociaciones obreras creadas para trabajar de manera cooperativa, ligadas a otras que cumplen la función del ocio; en segundo lugar, el pasaje de grupos consuetudinarios obreros a grupos políticos, al igual que la burguesía hacía con sus grupos liberales.
   ¿Se trata de imitaciones del pueblo de conductas burguesas o se presenta una misma solución porque las mismas causas producen los mismos efectos? Más bien corresponde pensar en modelos: esquemas abstractos susceptibles de interpretar situaciones efectivamente separadas. Al igual que los obreros, los campesinos reproducen formas de la sociabilidad burguesa. Retoman algunos años después la distinción entre salón y círculo y la aplican a velada (en la granja, en familia, antigua, virtuosa) en oposición al cabaret (incluye sólo a hombres, bebedores, gritones, políticos). Más que una imitación había " un modelo general de sociabilidad antigua, de carácter interfamiliar , cuyo cuestionamiento pasaría, siempre en general, por la competencia que ofrece un tipo de sociabilidad abierto sobre la modernidad y sobre la sociedad global, estructurado por la asociación voluntaria masculina" (cursivas en el original, p. 152).
   La riqueza del libro de Agulhon se halla en el cruce de miradas que le permite la articulación de diferentes ciencias sociales. Crea de manera pluridisciplinar su objeto de estudio y, a la vez, mantiene rigurosidad en sus análisis y modestia en el alcance de sus conclusiones.
   Para cerrar este libro se incluye "Una pequeña biografía intelectual" con la que el autor narra su recorrido académico y sienta posición en algunos ejes del trabajo del historiador. Agulhon se manifiesta en contra de la objetividad del historiador, puesto que para él: "conocer nuestras preferencias espontáneas puede ayudar a relativizarlas o a controlarlas" (p.167). Además, plantea la importancia de cierta empatía con el objeto de estudio. Esto puede suponer la sensibilidad por parte del historiador, aunque debe estar articulada con la exigencia y el rigor.
   En cuanto al uso de fuentes, Agulhon plantea los beneficios y perjuicios de trabajar con objetos de estudio que se hallan alejados en el tiempo y aquellos propios de la historia reciente. Para el primer caso, el historiador cuenta con archivos pero sin testigos y, en el segundo, la realidad es inversa. Como se ve, su apuesta a una historia ligada a la sociología y a la antropología no depende de las fuentes sino del uso que se les quiera dar.
   Por último, el autor relata su recorrido académico, en el que se destaca cierto azar a la hora de elegir sus objetos de estudios. Lejos de presentar una carrera proyectada desde sus comienzos con una línea de interés prefigurada por él, Agulhon señala que su recorrido temático lo fueron marcando los vínculos con otros colegas y las redes interpersonales que fue construyendo durante su carrera académica.

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