SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número20Las narrativas sobre la apropiación de menores en las dictaduras española y argentina: El relato de la memoria y el de la identidadHistorias olvidadas en las cunetas: Entrevista con Adriana Fernández, integrante de la Plataforma Argentina de Apoyo a la Querella contra los Crímenes del Franquismo índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Olivar

versão On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.14 no.20 La Plata dez. 2013

 

ARTICULOS

Identidades enlazadas. Memoria, democracia e indignación: diálogos intergeneracionales en la España del siglo XXI

 

José Martínez Rubio

Dipartimento di Lingue e Letterature Straniere Moderne
Università di Bologna


Resumen

Este artículo estudia las razones culturales por las que una nueva generación de escritores en España decide investigar un pasado que, por motivos biológicos, nunca vivieron. Según mi hipótesis de trabajo, este interés nace de la constatación de un vacío de causas y de una necesidad de identificación histórica. El sujeto, por lo tanto, pasará a definir su identidad enlazando los discursos que el pasado le ofrece.

Palabras clave: Investigación; Transición; Indignación; Subjetividad.

Abstract

This paper studies the cultural reasons why a new generation of writers in Spain decides to look into a past which, because of biological reasons, they never lived. According to my hypothesis, this interest stems from the assumption of a vacuum of causes and from the need for a historical identification. Therefore, the self will define his own identity by linking the discourses that the past offers to him.

Keywords: Investigation; Transition; Indignation; Subjectivity.


 

Memoria y ausencia

El boom de la memoria histórica vivido en España a partir de la primera década del siglo XXI, con sus repercusiones tanto culturales como legales1, se produce como respuesta a la negligencia que la normalidad democrática alcanzada había operado sobre su pasado más traumático2. Esta democracia formal, construida sobre una Transición antes que sobre una "ruptura" con el régimen franquista, se observa cada vez con mayor desencanto, y proliferan las voces que cuestionan la benevolencia del consenso alcanzado en España tras la muerte de Franco. Ya Eduardo Subirats en un artículo publicado en la revista Quimera en el año 2000, titulado "De la transición al espectáculo", observaba que los productos culturales de los años 80 como ficciones o intentos de representaciones del pasado habían caído en cierto modo en la autocomplacencia, más dedicados a apuntalar el nuevo orden cultural de la transición que en señalar desde la crítica las concesiones que se hacían al viejo régimen, en términos sociales y políticos, con la asimilación de todas las instituciones, cargos y nombres por parte de la democracia, con la nueva unión del Estado con la Iglesia Católica permanente hasta la actualidad, pero que a su vez permitía la legalización de todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista de España, o un Estado de las Autonomías como forma de aceptación de las aspiraciones nacionalistas de Cataluña y País Vasco principalmente.

Esta ética de la responsabilidad historiográfica, y los valores humanistas y liberales en torno a los cuales se había articulado su crítica antifascista [la reflexión intelectual de los años 60], dieron paso, en los años 80, a una actitud desfachatada, mejor o peor travestida con los iconos en boga del realismo mágico. Muñoz Molina y Pilar Miró son dos inexcusables ejemplos de transubstanciación de una mirada histórica reflexiva en una ficción policíaca endeble, respectivamente en la novela y el cine nuevos. (...) Este enflaquecimiento de la memoria se deslizaba al mismo tiempo que los medios de comunicación, las universidades y los ministerios cerraban a cal y canto la posibilidad de toda discusión reflexiva en torno al nacionalcatolicismo español, las tradiciones simbólicas que heredaba del pasado, sus relaciones con los fascismos europeos, y la persistencia de sus mitos y sus principios en el interior de la apertura liberal que habían orquestado los partidos políticos de la transición. (Subirats, 2000: 22)

Siguiendo el razonamiento de Subirats, ya en los 2000 se podían entender el cine y la literatura españoles como comparsas de un Estado que avanzaba formalmente en la democracia sin dejar cerradas ciertas heridas en ese cambio de paradigma político, de la dictadura a la democracia. También en el 2012 puede seguirse entendiendo la cultura de los noventa y primeros 2000 del mismo modo, como discursos culturales de gran alcance que legitiman un poder hegemónico en el seno del Estado mismo:

No es que Pombo, Marías, Matute o Vila-Matas no hayan escrito buenas novelas. Es que el proyecto se ha fraguado a expensas o a favor de determinado discurso. Y es la comunicación cultural la que ha apuntalado lo válido, apoyándose en el entramado de premios literarios y grupos editoriales. Hemos aprendido la doble lección de la CT: entras si tus ficciones sirven al modelo democrático postransición y se desenvuelven sin verdaderos conflictos con el presente; o bien tratas elevados asuntos metaliterarios, sin anclaje en la sociedad que los ve nacer. En caso contrario, no entras. (León, 2012: 91)

Ahora bien, ¿ha sido la cultura española realmente amnésica con respecto a su pasado, a sus traumas históricos y a sus problemáticas sociales? ¿Se ha dedicado exclusivamente a una continua celebración de sí misma? ¿Ha consumado un abandono de posiciones críticas a cambio de entrar en un circuito comercial masivo, en el mejor de los casos? ¿Hubo un "pacto de silencio" cultural? Me resulta interesante el razonamiento desacralizador del pasado reciente y la llamada a la revisión crítica de la democracia actual en España que elaboran tanto Eduardo Subirats como los ensayistas que componen ese mosaico de la CT o Cultura de la Transición (Martínez, 2012). Manifiesto mis dudas, en cambio, con respecto a esa presunta amnesia política, social e histórica, y con respecto a ese olvido sistemático al que ayudó (de nuevo presuntamente) la esfera de la cultura. De otro modo, no se entendería que la Guerra Civil fuera el acontecimiento más estudiado de la historia (Calzado Aldaria, 2007), o que en los 80 y 90 cobrara una fuerza insólita el boom del género negro (cercano a la novela social) o de la novela de la memoria, con Muñoz Molina o con Vázquez Montalbán en los 80 y 90 (por nombrar antecedentes directos de la investigación de escritor), y que continúa con mayor fuerza todavía en los años 2000, como hemos visto en su momento. Si la amnesia fuera tal, tampoco podríamos explicar las novelas sobre el terrorismo de ETA: El hombre solo (1993) o El hijo del acordeonista (2003), de Bernardo Atxaga; o la película documental La pelota vasca. La piel contra la piedra (2003), de Julio Medem. Ni tampoco se entendería la labor periodística de Interviu, o humorística de El Papus, recién iniciada la Transición, igual de temprano que salió a la luz El crimen de Cuenca (1979), de Pilar Miró, o Los santos inocentes (1984), la adaptación de Mario Camus de la novela de Miguel Delibes.
En este debate sobre la Transición y la democracia, por lo tanto, se enfrentan dos posiciones fundamentales: la primera acusa a la Transición de haberse consolidado sobre una base de silencio, olvido y amnistía tanto para víctimas como para verdugos3; la segunda defiende que la Transición, con sus renuncias, tuvo que conquistar un espacio de libertad que no había existido en España en los últimos 40 años, debido a la dictadura franquista. Gran parte de las novelas de la memoria publicadas en España en la primera década de siglo XXI, y en especial las novelas de investigación de escritor (Martínez Rubio, 2012a, 2012b4) siguen preguntándose por los misterios irresueltos de la historia, siguen investigando los estigmas sociales que el tiempo ha querido normalizar o difuminar, y siguen contribuyendo a ese incesante debate. El silencio y el olvido, o la mirada acrítica que pervive en ciertos discursos, contrastan con las preguntas y la investigación que los escritores del nuevo milenio proponen.
Sobre esta controversia, podría concretar algunas preguntas clave:
1. ¿Por qué es la generación que empieza a escribir en los años 2000 la que pretende rescatar del olvido de los años 80 y 90 los horrores ideológicos y sistémicos de la Guerra Civil y la dictadura de Franco?
2. ¿De qué manera superan estas ficciones ambiguas las "ficciones endebles" de la generación precedente, ya democrática?
3. ¿Desde qué posición ideológica e intelectual emiten esas ficciones y qué significados performativos producen?
Antonio Gómez López-Quiñones estudia en La guerra persistente. Memoria, violencia y utopía: representaciones contemporáneas de la Guerra Civil española (2006) algunas de las causas del auge de las novelas y películas sobre la memoria histórica que la cultura española ha experimentado en el principio de siglo. Coincido en los planteamientos de López-Quiñones como punto de partida para responder a las preguntas clave que dejaba en suspenso en el párrafo anterior, incluso extrapolando parte de su análisis a la labor de escritura de los autores latinoamericanos que comprende el corpus que manejamos en este estudio, y ampliando el espectro genérico más allá de las ficciones de la memoria para dar entrada a las ficciones de investigación y de representación del pasado y del presente.

La puesta en duda o el ataque frontal a estas metanarrativas (como lo son, por ejemplo, el humanismo liberal o la dialéctica marxista) han creado un contexto cultural presidido por la fragmentariedad de los relatos, el descrédito de las visiones totalizantes, la crítica del eurocentrismo, el cuestionamiento de las oposiciones binarias, la desestabilización de las estructuras jerárquicas, un acentuado relativismo moral y gnoseológico, y en definitiva, el desmantelamiento de las certezas de muy diverso tipo sobre las que erigir versiones integrales de la realidad. Si esta situación ha desencadenado, por una parte, una lúdica liberación y fluir de discursos, redefiniciones y articulaciones, también ha causado una respuesta nostálgica. Una respuesta que consiste en la añoranza de un centro explicativo en torno al que organizar todo lo demás, el intento de recuperación (o reinvención) de un pasado en el que versiones orgánicas y plenas aún eran posibles. (Gómez López-Quiñones, 2006: 273)

La hipótesis cultural de López-Quiñones parte de la pérdida de la confrontación ideológica que articuló a nivel mundial todo el siglo XX y desvanecida a finales de los años 80 y principio de los 90 con la caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y la asimilación por parte del polo comunista de las tesis económicas y culturales capitalistas. Con la desaparición de uno de los polos del binomio de la guerra fría, se perdió toda capacidad de respuesta orgánica e integral del capitalismo, de modo que las explicaciones totalizantes perdieron sentido, al no haber dialéctica con la que enfrentarlas. El modelo comunista estructuraba toda una serie de respuestas políticas, económicas y sociales dentro de un modelo organizativo de lo colectivo reforzado con la ideología, entendida con Althusser como los discursos legitimadores del poder hegemónico. Del mismo modo, el polo capitalista desplegaba una ideología liberal, global y mercantil que acabó siendo asumida a nivel universal; sin embargo, desde las mismas posiciones liberales y una vez perdida la confrontación de los metarrelatos, en palabras de Lyotard, el capitalismo dejó de dar una respuesta global a todo un modelo de sociedad para permitir en su seno distintas lógicas relativas y en pugna, como la política, la económica, la cultural, la social, etc. Enlazando con lo que la absoluta totalidad de los ensayistas de CT o Cultura de la Transición (2012) postulan, la sociedad posindustrial o las comunidades en la era del capitalismo avanzado (Jameson, 1991) o del "capitalismo funeral"5 (Verdú, 2009) crean una sensación de estancamiento cultural, de fin de la historia, y rompen con la idea de avance y de futuro sobre la que se sustentan los metarrelatos de la Modernidad. Por lo tanto, es fácil entender que las ficciones, en este ambiente de desazón histórica, deriven hacia las posiciones nostálgicas6 de un pasado en que todo quedaba explicado desde un metarrelato concreto y donde persistían a priori una serie de valores perdidos en la actualidad:

[Las ficciones de la memoria] no solo plantean una versión del pasado, sino que también muestran la forma en que el presente se relaciona con dicho pasado. El presente proyecta sobre un pasado ennoblecido un conjunto de valores y aspectos supuestamente perdidos y añorados, unos valores y aspectos que se dieron en este tiempo pretérito y por los que el presente expresa una sensación cultural de pérdida. [...] España se ha integrado plenamente en una posmodernidad mediática, en organismos políticos internacionales y en una sociedad capitalista que producen cierta insatisfacción en sectores más o menos progresistas del establishment intelectual. (Gómez López-Quiñones, 2006: 275)

Con este mismo planteamiento, López-Quiñones estudia cómo estos discursos culturales codifican la nostalgia en torno a una utopía situada concretamente en la Segunda República:

No es extraño que una sociedad contemporánea como la española, industrializada, capitalista y neo-liberal, que participa además con otros países occidentales en una crisis del pensamiento utópico, encuentre en su pasado más evocador una oportunidad para recrear una utopía caracterizada [...] por el contacto orgánico con la naturaleza, la esencialización de la infancia como espacio de pureza o el surgimiento de comunidades naturales y políticas. En otras palabras, en esta representación utópica de la Segunda República se puede rastrear lo que el presente democrático percibe como carencias, como motivos para una nostalgia histórica. El actual interés por este periodo de la historia nacional ha convertido al periodo 1931-1936 en una suerte de sociedad-modelo o en lo que Richard Gerber denomina como "some final significant reality" (1973: 12), un momento pretérito único e intenso que contrasta con los límites, deficiencias y errores del presente. La Segunda República sería esa "realidad final significativa", en palabras de Gerber, porque supone un retrato inverso de un periodo muy posterior, un retrato de valores y virtudes que hoy son percibidas como ausencias y, por ende, como parte de un legado utópico perdido e irrealizable. (Gómez López-Quiñones, 2006: 202)

La épica de otro tiempo, aun siendo esta épica fruto de la nostalgia, nos enfrenta a un presente sin épica, a un presente insatisfactorio. Incluso las ficciones que reelaboran los relatos ennoblecedores de la Segunda República, ya en el terreno bélico, otorgan un significado distinto a la violencia generada desde este bando en conflicto, frente a la violencia fascista o frente a la interpretación de la Guerra Civil como una guerra fraticida sin sentido, como una orgía de sangre cultivada durante décadas al calor del mito de las dos Españas, interpretación esta que el franquismo tardío quiso imponer (Macciuci, 2010).

Estas [ficciones] no son, por lo tanto, obras pacifistas que buscan el desprestigio de toda violencia, sino piezas que asumen y propugnan la existencia de distintas clases de violencia, unas más legítimas que otras. (Gómez López-Quiñones, 2006: 105-106)

Si el primer régimen democrático en España adquiere un sentido desde el presente de comunidad plena, la violencia a que obliga su defensa adquiere un sentido en términos de justicia. Todo ello es posible solamente si se proyecta desde un presente en que se añora un metarrelato explicativo global. En otras palabras, y contestando a las preguntas clave que planteaba anteriormente, es la generación de los 2000 la que lleva adelante una revisión crítica del pasado histórico con una implicación evidente en sus causas porque el presente insatisfactorio de la era posindustrial no ofrece causas profundas a la altura épica de la utopía. La causa republicana y la causa antifranquista con sus promesas, y aun su violencia, legitiman desde la distancia temporal la no-causa del intelectual del presente.

El tipo de ficción nostálgica resulta más popular, y por tanto más comercial, en momentos transitorios en los que se experimenta incesantemente la crisis estimulada por el final de un paradigma. En el caso de la sociedad contemporánea, podemos especular que la documentación de un mayor consumo de ficción nostálgica se debe, precisamente, al vacío latente en un modelo de sociedad que sacia su deseo de continuidad mediante el consumo de la ficción nostálgica del bien-estar. La actualización de la condición nostálgica contemporánea bajo la forma del simulacro encuentra en la sociedad del espectáculo una fuente inagotable de retroalimentación. (Álvarez-Blanco, 2011: 27)

¿Por qué la labor intelectual de principios de los 2000 ha dirigido su atención a causas de generaciones anteriores? A nivel superficial, aunque no menos cierto, porque han sido las generaciones inmediatamente precedentes las que han dejado esa labor crítica por hacer con tanto detalle. Pero a nivel profundo, porque volcarse sobre las causas del pasado supone una forma blanda de construir una causa en el presente, o al menos de suplir su ausencia:

Existe una inclinación hacia la promoción y el consumo del tipo de ficción nostálgica que fomente los valores del bien-estar. Teniendo en cuenta lo escrito, sería posible afirmar que dicho modelo narrativo no solo cumple con una función propagandística que fomenta la ideología dominante, sino que esta contribuye al sustento de un engaño colectivo construido a base de un consumo compulsivo de ficción. Si la experiencia de discontinuidad le resulta altamente problemática al adicto nostálgico, la comercialización de productos culturales nostálgicos parece sumamente provechosa en términos de mercado. (Álvarez-Blanco, 2011: 28)

Esa ideología dominante que los relatos memorialísticos apuntalan y legitiman es, como es natural, la propia del Estado democrático, esa que la política tiende a reproducir y sobre la que bascula (a favor o en contra) todo el circuito cultural de nuestro país. En fin, la novela de la memoria acaba legitimando los usos y valores de esa pretendida clase media, burguesa, acomodada, culta y estable; no en vano, son profesionales liberales (periodistas, escritores, intelectuales, profesores, etc.) los encargados de investigar hechos a los que otorgan una relevancia colectiva para ellos, y para su mundo burgués, fundamental. Y es así como, en opinión de Sebastiaan Faber (2011) se elabora un acto filiativo entre generaciones y, por extensión, entre causas:

La mayor parte de los cientos de textos y películas sobre la guerra y la dictadura que han visto la luz en los últimos diez años, sean documentales o ficticios, no solo privilegian la figura del testigo, sino que contienen una invitación directa a la afiliación por parte del público. Para facilitar este proceso, muchos textos y películas reservan un espacio retórico para el lector o espectador, incorporando el diálogo intergeneracional en su mismo formato. En los documentales, suele aparecer un joven entrevistador y, en el caso de las ficciones, un protagonista de unos 40 años que se involucra en una aventura que lo lleva a descubrir una verdad histórica y aprender una lección que le transforma la vida. (Faber, 2011: 105)

Guillem Martínez ha coordinado una serie de ensayos que estudian lo que los autores llaman CT o Cultura de la Transición (2012), es decir, la configuración en los años 70 y 80 de un Estado formalmente democrático que se forjó, en España, asimilando las estructuras, instituciones y personas de la dictadura franquista, y orquestando toda una cultura del consenso donde, bajo la amenaza de que la nueva democracia fracasara, todas las opciones políticas renunciaran a sus causas tradicionales (centralismo, federalismo o independencia; nacional-catolicismo o laicismo, monarquía o república, educación religiosa o no religiosa, cultura libre o estatal, etc.) en pro de un algo común muy controlado:

La CT es, pues, una cultura vertical, emitida desde arriba hacia abajo y que modula toda la cultura española que quiera serlo. El carácter propagandístico de la cultura española actual es tal que, de hecho, la CT es la gran cultura europea que carece de crítica. No hay posibilidad de criticar -es decir, de someter a problematización un objeto, nacido, por otra parte y comúnmente, con la esperanza de no problematizar nada, pero es que nada. (Martínez, 2012: 17)

Esta verticalidad refuerza el control sobre cualquier tipo de producción cultural (con instituciones, subvenciones, premios, etc.), sobre el periodismo, sobre el asociacionismo civil, sobre los movimientos ciudadanos o culturales y sobre todo ámbito de la sociedad civil. Esta jerarquía estricta impide, como es lógico y como es su función, dejar espacios gestionados al margen de ese poder hegemónico y, por lo tanto, toda persona que no se integre en esos cauces culturales y sociales, corre el riesgo de no encontrar una identificación en el ámbito concreto donde pretenda participar, bien sea políticamente, cívicamente, culturalmente, etc.

Básicamente, la relación del Estado con la cultura en la CT es la siguiente: la cultura no se mete en política -salvo para darle la razón al Estado- y el Estado no se mete en cultura -salvo para subvencionarla, premiarla o darle honores-. Parece una relación civilizada, de padres divorciados pero enrollados. Pero es, básicamente, una relación intrínsecamente violenta. (Martínez, 2012: 16)

No en vano las protestas sociales masivas desde mayo de 2011, en torno al conocido como Movimiento 15-M, basan su acción en una situación de "indignación", como se define constantemente la plataforma, al amparo del manifiesto Indignez-vous! (2010) de Stéphan Hessel, traducido en España al poco tiempo y que pronto se ha convertido en un fenómeno de ventas. Estas protestas ciudadanas centraban su discurso, como he dicho, sobre el concepto de "indignación" respecto de la política y respecto de la economía, afectando tanto a sus actores como a sus instituciones, y reclamaban un mayor grado de participación en las decisiones políticas fundamentales, principalmente volcadas en los últimos años sobre los datos macroeconómicos, el saneamiento monetario de la banca y la solvencia en los pagos de deuda pública, y un mayor control sobre una actividad económica de carácter financiero, que había provocado el derrumbe de la actividad productiva en España desde 2008 y había elevado el número de desempleados en el país por encima de los 5 millones de personas en edad laboral, lo que suponía más del 20%. Democracia Real Ya era el nombre de la plataforma que había convocado la primera manifestación en mayo de 2011, tras la cual se sucedieron acampadas espontáneas en las principales plazas de las ciudades españolas y las asambleas (posteriormente diversificadas por barrios) donde los ciudadanos exponían las problemáticas sociales y proponían o exigían soluciones a nivel colectivo y cooperativo. No es el motivo de este estudio analizar la esencia, el éxito y la problemática del 15-M, sin embargo, nos sirve en tanto que síntoma de un estado emocional y cultural de una sociedad indignada con el funcionamiento social, e insatisfecha con el espacio de acción y participación histórica. El ejemplo de protestas y de acampadas, difundidas por los nuevos canales interactivos de comunicación, pronto tuvo su réplica en otros países, como por ejemplo, en Estados Unidos, donde el movimiento Occupy Wall Street tuvo un gran impacto sobre la sociedad, indignada e insatisfecha, de la primera potencia mundial7.
La generación actual, con sus investigaciones en términos de ficción, no-ficción y ambigüedad, disecciona la "anormal normalidad" de la Transición que asumió los estigmas de cuarenta años de violencia con las bondades de un proyecto de progreso, crecimiento económico e integración internacional, hoy insatisfactorio. Esa es la superación que la generación precedente ha operado sobre las novelas de los años 80 y 90, más proclives a eliminar toda revisión crítica y profunda sobre los cimientos de ese proyecto nuevo. Bien entendido, podemos encontrar sospechoso que esa disección de la "anormal normalidad" de la Transición, revisando los traumas franquistas que se taparon con la cal brillante de la democracia, no sea una operación débil de esa CT, y escojo el adjetivo débil como lo entiende Vattimo (1983), una asimilación convencional e institucional de esa cultura que legitima al poder hegemónico; no en vano, la mayor parte de estas novelas están publicadas en las editoriales con más peso y más alcance en todo el país e internacionalmente (Seix Barral, Mondadori y su colección Debolsillo, Anagrama, Tusquets o Alfaguara), lo que supone que también tiene mayores vínculos e intereses con los grandes grupos editoriales, empresariales y de comunicación. La investigación que se lleva a cabo ¿es por lo tanto una vuelta a la conciencia de ciudadanía, con la rebeldía propia de la indignación y de la insatisfacción de este periodo democrático? ¿o es en cambio una campaña de recuperación de la memoria controlada desde el Estado con la que satisfacer precisamente esa frustración? El intelectual (el escritor, el periodista) que lleva a cabo esta recuperación de la memoria abunda en esta contradicción. Si por un lado el intelectual recupera en su conciencia una causa colectiva, por otro lado lo hace desde una ausencia presente o desde una insatisfacción que queda suplida con el imaginario épico y pleno de otro tiempo. En otras palabras, si el intelectual elabora un relato memorialístico colectivo, con una voluntad explícita o implícita de performatividad, de acción, esa nueva labor ciudadana se desarrolla en un plano lingüístico y discursivo, y contiene en sí un efecto paralizante o no directamente enfrentado a las estructuras de poder que son, en definitiva, las que han causado y no revierten esa sensación ciudadana de agotamiento de un proyecto colectivo.

Se descubren secretos, tramas y falsedades históricas que justifican, en alguna medida, el malestar de una modernidad finisecular incompleta o deficiente. En él se halla y/o reinventa además un tiempo de héroes y heroísmos, causas políticas consecuentes, implicaciones y lealtades inquebrantables, generosos sacrificios, subjetividades comprometidas y sentimentalidades honestas. En este sentido, la Guerra Civil tiene un efecto compensatorio porque el desencanto del presente -tal y como es descrito por las novelas mismas- descubre un punto de estímulo, así como de referencia, en un tiempo pretérito y ejemplar. Si el presente es representado como una realidad postutópica y posrevolucionaria en la que las principales meta-narrativas transformadoras de la izquierda han entrado en una fase de impasse, el pasado emerge como un escenario casi mítico de grandes esperanzas, ambiciones y virtudes político-biográficas. En la Guerra Civil se vislumbra o fantasea un otro temporal regido por posibilidades y opciones hoy completamente perdidas. (Gómez López-Quiñones, 2011: 115)8

Más perplejo que agresivo, más descreído de sí que celebratorio de su compromiso (muy propio de la clase burguesa, la única no orgullosa de sí misma), el intelectual que hace de las causas del pasado una causa del presente podría entenderse como un "intelectual líquido", en referencia al análisis de la Modernidad que realiza Zygmunt Bauman (1999), donde lo sólido, los metarrelatos y las causas vitales han dado paso a lo líquido, al relativismo y al escepticismo de toda causa vital, donde el individuo ha ganado la batalla de la individualidad y la libertad a costa de socavar la credibilidad de lo colectivo. Precisamente por su carácter irrealizable, en tanto que anclada en el pasado, la causa recuperada se actualiza en el presente pero no otorga un sentido completo al intelectual. Es un gadget en palabras de Jameson (1991), un añadido contingente, un enlace que genera identidad en el sujeto. Y es aquí donde me parece pertinente introducir el concepto de "identidades enlazadas" para continuar con la caracterización del intelectual líquido.

Identidades enlazadas

A la hora de reflexionar sobre la identidad del sujeto en la actualidad, debe entenderse tal sujeto dentro de un conjunto de nuevas redes de comunicación que redefine su lugar en el mundo, amplía sus posibilidades de conocimiento, sus posibilidades de emisión de mensajes y sus posibilidades de intercambio de contenidos. Manuel Castells (2002) estudia las nuevas relaciones de comunicación de los sujetos en la época actual y define nuestra sociedad como una "sociedad red", donde a nivel personal se establecen nuevas formas de relación y comunicación en red, complejas, interactivas y aparentemente horizontales (o que han sabido crear una nueva jerarquía global), que eliminan el condicionamiento espacial gracias al uso de las nuevas tecnologías, de la inmediatez de internet, del desarrollo de la "virtualidad real" (como ponía de relieve Vicente Verdú en El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial, 2009) y de la globalización de la información. Dentro del plano cultural y dentro de la carta de ciudadanía del sujeto del siglo XXI, me parece muy sugerente observar diversos modos y formas de comunicación global personal que se están desarrollando en la actualidad, con el propósito, de nuevo, no de profundizar estrictamente en la naturaleza de esa nueva comunicación, con respecto a los medios tradicionales, sino de manifestar cómo se configura el sujeto que participa de ella.
El sujeto de esta "sociedad red" debe presentarse, por lo tanto, en esta nueva red, buena parte de la cual se desarrolla a nivel virtual, con el propósito obligatorio de interactuar con los demás. De este modo, al deber interactuar, el sujeto debe proponer una identidad de sí mismo que circule y que explique la pertinencia de su interactuación. No se concibe un sujeto en esencia, sino un sujeto en comunicación, de ahí que la identidad se entienda como un constructo proyectado sobre el resto de individuos en sociedad. Facebook o Twitter, por concretar nuevos espacios de intercambio y de construcción de identidades, permite la utilización (o usurpación) de nombres y de imágenes que den cuenta de uno mismo, de modo que el usuario puede elegir incluso el nombre o la foto que lo defina, suyos o ajenos. Pero, más allá de las cuestiones formales, en el intercambio con el resto de usuarios, el perfil de cada sujeto permite valorar positivamente los contenidos de otros usuarios con sencillas operaciones (en Facebook pulsando "me gusta", o pulsando "Retuit" o "Favorito" [RT/FAV] en Twitter) demostrando conformidad o asentimiento con el mensaje leído9, o directamente responder con un comentario más detallado a la publicación del amigo o seguidor. Obviamente la forma y el ámbito de relación con el resto de usuarios (a nivel familiar, profesional, de amistad, de aficiones, de grupos específicos...) creará una imagen específica sobre el usuario, una identidad provisional y en constante redefinición. El propio usuario de Facebook o de Twitter puede incidir sobre sí mismo para ofrecer mensajes y construir una imagen propia, aunque sus mensajes siempre serán necesariamente breves10. La actualización del estado o el simple tuit con una frase puede valer para mostrar intereses, reivindicaciones, denuncias y un infinito etcétera, pero también las imágenes que compartimos, los grupos a los que nos unimos y los enlaces a las noticias que queremos destacar son agentes fundamentales para la creación de esa identidad virtual. Con ello destacamos lo que nos gusta o cómo nos gusta presentarnos (en el caso de las fotos), pues indiscutiblemente compartimos tales imágenes a la espera de la reacción de nuestros seguidores o amigos (no olvidemos que estamos en una red social, es decir, exclusivamente para el intercambio de información y de imágenes), las afinidades sociales o culturales que tenemos y que queremos que se sepan (en el caso de los grupos) o lo que para nosotros nos parece importante que se sepa en la comunidad de la que participamos (el caso de los enlaces, fundamentalmente noticias).
Con este breve análisis de las distintas operaciones que virtual, tecnológica y socialmente podemos realizar, quiero poner de manifiesto que el sujeto moderno, al menos en la virtualidad real, como dice Castells, genera su propia identidad de manera constante y no solo recurriendo a sí mismo, a sus ideas, a sus mensajes, a los discursos que pueda generar, sino también y fundamentalmente por los discursos a los que se suma, por las noticias, por las imágenes, por los grupos y por las reivindicaciones a las que se adhiere. El sujeto no genera su propia identidad, sino que la enlaza del exterior. Comunicativamente, un sujeto solo no se construye desde sus propios parámetros, sino desde una realidad llena de discursos que el propio sujeto selecciona para sí.

Incapaz de acceder inmediatamente a lo real y a sí mismo, carente de identidad y entidad a priori, [el sujeto] ha de reconocerse sin pausa, proyectarse en ciertos imaginarios e identificarse con ellos, expresarse y actuar a través de mediaciones varias. (Chillón, 2012: 43)

Por ejemplo, uno evidencia un interés político y se define como sujeto interesado en la política, y además identificado a las siglas de tal o cual partido, si enlaza una u otra noticia sobre los representantes a los que apoya o no apoya; uno evidenciará un interés en el medioambiente si pulsa la página de Greenpeace y difunde sus campañas. No emite mensajes propios, sino que el sujeto es mero transmisor de mensajes externos, mera plataforma de continuidad de identidades. No evidenciamos ciertos peligros de esta superficialidad, en términos de Jameson (1991), donde la identidad es una categoría inestable y moldeable puesto que no es en sí misma, sino en tanto que simulacro (Baudrillard, 1999), en tanto que máscara entendida no como mentira sino como pose, no formal sino funcional, aun siendo pretendidamente auténtica y honesta. Lejos queda el modelo de intelectual o de escritor que se preguntaba por su identidad y recurría a sí mismo, de forma introspectiva, para dilucidar o reflexionar sobre la condición humana o su condición humana personal. Lejos queda la Nieblade Unamuno, a comienzos de siglo XX, con su personaje dubitativo e introspectivo. Lejos queda Proust, que en À la recherche du temps perdu vuelve sobre su historia de individuo, sus sensaciones y sus sentimientos para definirse como sujeto. El sujeto en la "sociedad red" no elabora el relato de sí mismo mirándose a sí mismo, sino recogiendo las variables que esa red tejida sobre sí le va aportando. Los otros hablan por uno mismo. Lo externo habla por uno mismo. Pero ese discurso no es estanco, sino cambiante, en constante labor de construcción y reformulación, como la "verdad" que se investiga, como la realidad que se observa. Y vuelvo sobre las palabras de Albert Chillón (2012: 43) que acabo de manifestar y añado:

Así las cosas, la persona se inventa a sí misma según un repertorio de posibilidades que le proporciona la cultura -y sus innatas tendencias, en última instancia. (Chillón, 2012: 52)11

A esto quiero llamar "identidades enlazadas", puesto que el contenido, el ítem o el gadget provienen del exterior del sujeto, no de su propia condición morfológica. Pero además, no es una identidad formal, sino comunicante, que quiere mostrarse y confrontar con otras identidades. De hecho, una identidad creada virtualmente (política, cultural, profesional, etc.), insisto en algo que he comentado en un apartado anterior, solo será legitimada cuando el resto de usuarios la consideren como tal, cuando pertenezca a ese "marco mental" o "cognitivo" (Lakoff, 2006) que el resto de sujetos comparten, entienden y saben interpretar. Tomo el ejemplo virtual y comunicativo de las redes sociales, pues es un espacio similar al que propicia la literatura. La literatura también es un acto de comunicación entre dos ausencias. Sea la comunicación auténtica, ficticia o ambigua, el emisor del mensaje (en términos pragmáticos) o el narrador en primera persona (en términos narratológicos) construye su identidad a partir del discurso que elabora, pero ese discurso en primera persona lo construye sobre una historia de otros, sobre otra realidad (una escena, una figura histórica, un tema perdido, olvidado...), de modo que de nuevo enlaza con una realidad otra que le otorga, por el mero enlace, un cierto grado de interés o de importancia o directamente de compromiso. Albert Chillón (2012), siguiendo la tesis de Ortega y Gasset sobre el sujeto moderno en La rebelión de las masas (1929 [1999]), entiende la identidad como algo en construcción y en constante relato de sí misma (y por consiguiente de redefinición):

Más que poseer un "ser" nos ocurre que vivimos, lo que es como decir que "vamos siendo". Y nuestro infinitivo hacer y deshacer se va comprendiendo en calidad de relato. (Chillón, 2012: 47)

No puedo estar más de acuerdo al estudiar un corpus de novelas en las que un sujeto investiga sobre los hechos de una colectividad y los expresa a través de su subjetividad, al tiempo que relata los pasos de su investigación, es decir, a sí mismo en constante observación y sanción de lo real. Como novela en construcción, como relato autoconsciente en el que el sujeto se configura simbióticamente con la realidad y a la par que ella, es fácil entender la concepción de Ortega (1929) de un sujeto, no como un "ser" en un plano formal-semántico, sino como un "ir siendo" en un plano funcional-pragmático. "La vida es quehacer: gerundio y no participio, faciendum y no factum"12 (Chillón, 2012: 51).
Más allá de la identidad en construcción y en constante enlace, he afirmado no muy lejos en este estudio que la reivindicación actual de las causas de otro tiempo, reveladas como utópicas en el imaginario cultural que describía Antonio Gómez López-Quiñones (2006), tiene su base en un presente insatisfecho. Pues bien, la adhesión a esas causas se realiza desde una operación de enlace identitario: el sujeto, el narrador, se cuenta a sí mismo en proceso de reivindicación de una causa ajena (denuncia de robo de niños, restaurar la figura de algún intelectual, homenajear a los exiliados del franquismo...), por lo que inmediatamente se la asocia a ella. Los narradores de Cercas, Riera, Rosa, Vásquez, Pisón, Prado o Navarro no son equiparables al que firma "J’accuse", no son Zola destapando un escándalo y haciendo valer su figura de autoridad para acusar de corrupción a la justicia y a la política de su momento. Los narradores del siglo XXI, los intelectuales actuales, revestidos de la nostalgia propia de las sociedades posindustriales, recuperan las causas con que se revisten de una identidad de valor ético que no puede ir más allá del discurso, esto es, del acto comunicativo, de la literatura... y si va más allá es para enredarse en otros discursos, pero no para incidir en el terreno de lo factual, cosa imposible. Zygmunt Bauman en su célebre estudio sobre la Modernidad líquida (1999) distingue el individuo, el sujeto diseccionado morfológicamente, del ciudadano, entendido en relación con una comunidad, e incide en que el sujeto, al alcanzar cierto grado de libertad y de emancipación individual, ve peligrar su compromiso ciudadano. O de otra manera, todo ciudadano no renunciará a ser individuo, de modo que lo colectivo no puede difuminar la especificidad de los individuos que lo integran13. En esta tensión renovada entre la esfera de lo público y lo privado, tensión nacida en el origen mismo de la Modernidad, el camino de la emancipación del individuo ha encontrado un aliado en la especialización de la vida posindustrial (fundamentalmente laboral y comercial) para "externalizar" las labores que le corresponderían en tanto que ciudadano; es paradigmática la externalización, por ejemplo, del modelo actual de actividades solidarias, donde se han conformado grandes (o pequeñas) organizaciones de todo tipo (sanitarias, educativas, culturales, religiosas, etc.) que cumplen la cuota de compromiso del ciudadano a través de la cuota monetaria del individuo.
Por continuar con el ejemplo, dada la autoridad en que se han convertido algunas asociaciones y el poder mediático y de influencia que han logrado (pensemos en Amnistía Internacional, Acnur, Cruz Roja, Médicos del Mundo o tantas otras), ¿están sustituyendo estas organizaciones sin rostro, despersonalizadas, a la figura clásica del intelectual del siglo XIX con voz y rostro concretos como los de Zola? Sería atrevido afirmarlo con rotundidad, y mucho más estudiando una serie de manifestaciones culturales en que parece que el individuo, el narrador en primera persona, se hace cargo de su deber ciudadano, se ocupa de lo colectivo (aun desde su individualidad) como empresa ética y lo comunica como bien común. Más bien, antes que la desaparición de la autoridad del intelectual, de su voz y de su rostro, y su sustitución por grandes corporaciones especializadas y despersonalizadas, este nuevo sujeto intelectual renueva su presencia retomando un compromiso personal, volviendo a mostrarse ciudadano, aun cediendo parte de la fuerza y envergadura del modelo clásico de intelectual, y a costa de "externalizar" parte de su identidad.

Notas

1 El epicentro del debate tuvo lugar con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007, con el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Antes de tal aprobación y, sobre todo, después de la regulación legal que articuló toda una serie de medidas relacionadas con la simbología y la utilización del espacio público, el debate alcanzó distintas esferas de la sociedad española: literaria, artística, política, asociativa, académica, periodística, etc.

2 Lejos de aplacarse el debate, el escaso éxito que tuvo el juez Garzón en el enjuiciamiento de los torturadores y ejecutores del franquismo, trasladó el operativo judicial de España a Argentina, amparándose en leyes internacionales y en un concepto de justicia universal, contemplado por instituciones mundiales. Entre agosto y septiembre de 2013, la justicia de la República Argentina dio luz verde al encausamiento de los crímenes del franquismo a través de una serie de denuncias realizadas en ese mismo país por víctimas de la dictadura. El 18 de septiembre del mismo año, la jueza argentina María Servini de Cubría ordenó la detención y la extradición de cuatro represores españoles, lo que significó un hecho sin precedentes en la búsqueda de la reparación de las víctimas del franquismo y en la búsqueda de la verdad y de la responsabilidad estatal con los crímenes de la dictadura.

3 Es lo que consiguió de facto la Ley 46/1977 de Amnistía, que entró en vigor el 15 de octubre de 1977, mediante la cual quedaban prescritos los delitos anteriores al 15 de diciembre de 1976, y por la cual le fue imposible al juez Baltasar Garzón llevar a cabo un proceso penal contra los crímenes del franquismo.

4 Estudiadas en esos dos capítulos, y ampliadas entre el intervalo 2000-2013 con el siguiente catálogo: Las esquinas del aire, Juan Manuel de Prada, 2000; Soldados de Salamina, Javier Cercas, 2001; La meitat de l’ànima, Carme Riera, 2004; El vano ayer, Isaac Rosa, 2004; Los informantes, Juan Gabriel Vásquez, 2004; Enterrar a los muertos, Ignacio Martínez de Pisón, 2005; La velocidad de la luz, Javier Cercas, 2005; Mala gente que camina, Benjamín Prado, 2006; Cita a Sarajevo, Francesc Bayarri, 2006; ¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!, Isaac Rosa, 2007; La fiesta del oso, Jordi Soler, 2009; Anatomía de un instante, Javier Cercas, 2009; El material humano, Rodrigo Rey Rosa, 2009; El hombre que amaba a los perros, Leonardo Padura, 2009; El bes de l’aigua, Elvira Cambrils, 2010; New York-Bilbao-New York, Kirmen Uribe, 2010; El ruido de las cosas al caer, Juan Gabriel Vásquez, 2011; El espía, Justo Navarro, 2011; Missing, Alberto Fuguet, 2011; El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Patricio Pron, 2011; A noite branca, Francisco Xosé López Naval, 2012; Una misma noche, Leopoldo Brizuela, 2012; Lo que mueve el mundo, Kirmen Uribe, 2013; El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín Sánchez, 2013.

5 Nombre más atrevido que eficaz, aunque la tesis de Vicente Verdú, en su ensayo El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial (2009), me parece muy apropiada para este estudio, puesto que aborda la virtualización a que hemos llegado en el plano económico (con la primacía del capital financiero o las rentas del capital, muy por encima de la economía real o las rentas del trabajo, patrón clásico para los proyectos ideológicos y económicos tradicionales), cultural (con la producción de simulacros, el avance de internet, la multiplicación de las versiones, parodias, refundiciones, etc.) o político-histórico (Verdú defiende que esta crisis global se desarrolla en un plano no-físico, de modo que se puede considerar una guerra mundial entre Estados y entre modelos integrales de organización política). En cualquier caso, tendré en cuenta para mi análisis la idea de la pérdida del plano físico en prácticamente todos los ámbitos de la cultura actual.

6 No debemos olvidar el carácter global de esta recuperación nostálgica del pasado. En octubre de 2005 la revista alemana Merkur dedicó su número al análisis de lo que denominaban "nostalgia de realidad".

7 Para profundizar en el análisis de estos movimientos, véase CT o la Cultura de la Transición(Debolsillo), Las voces del 15-M (Libros del lince), Nada será como antes (Libros de la Catarata) de Carlos Taibo y Les veus de les places (Las voces de las plazas, en Icària), además de los manifiestos ¡Indignaos! y ¡Comprometeos! de Hessel (Destino) o el apadrinado por José Luis Sampedro Reacciona (Aguilar).

8 Antonio Gómez López-Quiñones se refiere a las novelas que estudia en La guerra persistente. Memoria, violencia y utopía: representaciones contemporáneas de la Guerra Civil Española (2006), que son: El nombre que ahora digo (1999), de Antonio Soler; Las guerras de Etruria (2001), de Julio Manuel de la Rosa Herrera; Soldados de Salamina(2001), de Javier Cercas, El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas; La sangre ajena (2000), de Manuel de Lope; Tu rostro mañana. Fiebre y lanza (2002), de Javier Marías; La hija del caníbal (1998), de Rosa Montero; Maquis (1997), de Alfons Cervera; La voz dormida (2002), de Dulce Chacón. 9 Creo que se abre un campo de estudio muy interesante para la pragmática lingüística, en tanto que ese tipo de operaciones pueden conllevar distintas funciones, desde la meramente fática, o distintos sentidos, como el valorativo, el asertivo o incluso el irónico.

10 Twitter no deja emitir mensajes más allá de los 140 caracteres, mientras que Facebook ha ido ampliando su capacidad desde su inicio, con un límite de 160 hasta los 5.000 caracteres que permite en la actualidad.

11 Aunque comparto la concepción sobre la identidad que formula brevemente Albert Chillón, a raíz de la lectura de Ortega y Gasset, quisiera matizar el verbo empleado en esta cita. Desde mi punto de vista, el término "inventarse", al hablar de una identidad construida, puede inducir a que esa identidad aparece ex nihilo y se configura a voluntad del sujeto. No es así y quiero explicitarlo. Una identidad flexible, cuestionable y provisional no equivale conceptualmente a una identidad sin origen y a merced exclusivamente de la contingencia de lo real. Tampoco es esa la tesis de Ortega y Gasset en La rebelión de las masas ni tampoco la de Albert Chillón en "Drama, narración y contingencia en la estela de Ortega y Benjamin" (2012), es por ello por lo que manifiesto este pequeño matiz.

12 La cursiva no es mía.

13 Las secuelas del mayo del 68 fueron precisamente la reivindicación de las minorías dentro de un espacio común de reivindicación: sexuales, étnicas, religiosas, etc. Precisamente el Movimiento 15-M no solo dio espacio en sus asambleas para las especificidades de los barrios, sino también a colectivos feministas, ecologistas, pacifistas, culturales, etc.

Bibliografía

1. Álvarez Blanco, Palmar, 2011. "Escribir en el siglo XXI, a pesar o a favor de las circunstancias", en Contornos de la narrativa española actual (2000-2010). Un diálogo entre creadores y críticos, Palmar Álvarez Blanco; Toni Dorca [coord.] (2011). Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/ Vervuert, 19-34.         [ Links ]

2. Atxaga, Bernardo, 1993. El hombre solo, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

3. Atxaga, Bernardo, 2003. El hijo del acordeonista, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

4. Bauman, Zygmunt, 1999. Modernidad líquida, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

5. Baudrillard, Jean, 1999. L’échange impossible, Paris: Éditions Galilée.

6. Bayarri, Francesc, 2006. Cita a Sarajevo, Valencia: L’Eixam Edicions.

7. Brizuela, Leopoldo, 2012. Una misma noche, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

8. Calzado Aldaria, Antonio, 2007. "Los historiadores de la Guerra Civil. La contienda fratricida es el acontecimiento más estudiado de la Historia", en Albert Girona Albuixech y José Miguel Santacreu Soler, La Guerra Civil en la Comunidad Valenciana. La memoria de la Guerra Civil, vol. 18, Valencia: Editorial Prensa Valenciana.         [ Links ]

9. Cambrils, Elvira, 2010. El bes de l’aigua, Valencia: Edicions del Bullent.

10. Castells, Manuel, 2002. La era de la información. Vol. I: La sociedad red, México D.F.: Siglo XXI Editores.         [ Links ]

11. Cercas, Javier, 2001. Soldados de Salamina, Barcelona: Tusquets.         [ Links ]

12. Cercas, Javier, 2005. La velocidad de la luz, Barcelona: Tusquets.         [ Links ]

13. Cercas, Javier, 2009. Anatomía de un instante, Barcelona: Mondadori.         [ Links ]

14. Chillón, Albert. 2012. "Drama, narración y contingencia. En la estela de Ortega y Benjamin", en Contar la realidad. El drama como eje del periodismo literario, Jorge Miguel Rodríguez Rodríguez [coord.] (2012), Madrid: 451 Editores, 39-60.         [ Links ]

15. Faber, Sebastiaan, 2011. "La literatura como acto filiativo: la nueva novela de la Guerra Civil (2000-2007), en Contornos de la narrativa española actual (2000-2010). Un diálogo entre creadores y críticos, Palmar Álvarez Blanco; Toni Dorca [coord.] (2011), Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 101-110.         [ Links ]

16. Fuguet, Alberto, 2011. Missing, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

17. Gómez López-Quiñones, Antonio, 2006. La guerra persistente. Memoria, violencia y utopía: representaciones contemporáneas de la Guerra Civil española, Madrid: Iberoamericana.         [ Links ]

18. Hessel, Stéphane, 2011. ¡Indignaos!, Barcelona: Destino.         [ Links ]

19. Jameson, Frederic, 1991. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona: Paidós.         [ Links ]

20. Lakoff, George, 2006. No pienses en un elefante, Madrid: Editorial Complutense.         [ Links ]

21. León, Carolina, 2012. "Libertad sin ira. Qué fue de la crítica literaria", en CT o Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española, Guillem Martínez [coord.] (2012), Barcelona, Mondadori, 89-100.         [ Links ]

22. López Naval, Francisco Xosé, 2012. A noite branca, Vigo: Xerais.         [ Links ]

23. Lyotard, Jean-François, 1989. La condición posmoderna, Madrid: Cátedra.         [ Links ]

24. Macciuci, Raquel, 2010. "La memoria traumática en la novela del siglo XXI. Esbozo de un itinerario", en Entre la memoria propia y la ajena. Tendencias y debates en la narrativa española actual, Raquel Macciuci; María Teresa Pochat (2010), La Plata: Ediciones del lado de acá, 17-49.         [ Links ]

25. Martín Sánchez, Pablo, 2013. El anarquista que se llamaba como yo, Barcelona: Acantilado.         [ Links ]

26. Martínez, Guillem [coord.], 2012. CT o Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Mondadori.         [ Links ]

27. Martínez De Pisón, Ignacio, 2005. Enterrar a los muertos, Barcelona: Seix Barral.         [ Links ]

28. Martínez Rubio, José, 2012a. "Investigaciones de la memoria. El olvido como crimen", en La memoria novelada. Hibridación de géneros y metaficción en la novela española sobre la guerra civil y el franquismo (2000-2010), Hans Lauge Hansen; Juan Carlos Cruz Suárez (2012) Frankfurt: Peter Lang, 69-82.         [ Links ]

29. Martínez Rubio, José, 2012b. "La historia como espacio del crimen: casos reales en la ficción de Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, y Cita a Sarajevo, de Francesc Bayarri", en El género negro. El fin de la frontera, Javier Sánchez Zapatero; Àlex Martín Escribà [eds.] (2012), Santiago de Compostela: Andavira, 41-48.         [ Links ]

30. Navarro, Justo, 2011. El espía, Barcelona: Anagrama.         [ Links ]

31. Ortega Y Gasset, José, 1999 [1929]. La rebelión de las masas, Madrid: Espasa.         [ Links ]

32. Padura, Leonardo, 2009. El hombre que amaba a los perros, Barcelona: Tusquets.         [ Links ]

33. Prada, Juan Manuel De, 2000. Las esquinas del aire, Barcelona: Planeta.         [ Links ]

34. Prado, Benjamín, 2006. Mala gente que camina, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

35. Pron, Patricio, 2011. El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Barcelona: Mondadori.         [ Links ]

36. Rey Rosa, Rodrigo, 2009. El material humano, Barcelona: Anagrama.         [ Links ]

37. Riera, Carme, 2004. La meitat de l’ànima, Barcelona: Labutxaca.

38. Rosa, Isaac, 2004. El vano ayer, Barcelona: Seix Barral.         [ Links ]

39. Rosa, Isaac, 2007. ¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!, Barcelona: Seix Barral.         [ Links ]

40. Soler, Jordi, 2009. La fiesta del oso, Barcelona: Mondadori.         [ Links ]

41. Subirats, Eduardo, 2000. De la transición al espectáculo. Quimera. Nº 188. Febrero, 2000,21-26.         [ Links ]

42. Uribe, Kirmen, 2010. Bilbao-New York-Bilbao, Barcelona: Seix Barral.         [ Links ]

43. Uribe, Kirmen, 2013. Lo que mueve el mundo, Barcelona: Seix Barral.         [ Links ]

44. Vásquez, Juan Gabriel, 2004. Los informantes, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

45. Vásquez, Juan Gabriel, 2011. El ruido de las cosas al caer, Madrid: Alfaguara.         [ Links ]

46. Vattimo, Gianni, 1983. Il pensiero debole, Milán: Feltrinelli.         [ Links ]        [ Links ]

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons