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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.28 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2022

http://dx.doi.org/10.34096/mora.n28.12318 

Articulos

Mary Peabody Mann, remitente. Amistad y utopías con Domingo Sarmiento y Juana Manso

Mary Peabody Mann, sender. Friendship and utopias with Domingo Sarmiento and Juana MansoAbstract

Marínela Pionetti1 

1 UNMDP. marinelapionetti@gmail.com

Resumen

En este artículo proponemos revisitar la figura de Mary Peabody Mann a través del intercambio epistolar que mantuvo con Domingo Sarmiento y Juana Manso, donde su figura se singulariza y, a la vez, se refleja en ellos. Ese doble movimiento des-cubre una trama de lazos afectivos, culturales y educativos que construyen una amistad refractaria a la exclusividad falogocentrista de los discursos hegemónicos sobre este vínculo desde Aristóteles hasta Nietzsche, tal como ha observado Jacques Derrida en Políticas de la amistad (1998). Nos interesa puesto que este esquema encuentra su punto álgido en la fraternización de las democracias modernas representadas por el modelo republicano derivado de la Revolución francesa, cuyas premisas están presentes en el ideario de los tres educadores. De manera que, en el epicentro de este esquema, la relación construida y fraguada al calor de la correspondencia resulta paradigmática y excepcional, al tiempo que señala un punto luminoso en la incipiente reivindicación de la igualdad de género en Argentina.

Palabras clave: Mary Peabody Mann; amistad; cartas; Domingo Sarmiento; Juana Manso

Abstract

In this article we propose to revisit the figure of Mary Peabody Mann through the epistolary exchange with Domingo Sarmiento and Juana Manso, where her figure stands out and, at the same time, is reflected in them. This double movement unco-vers a web of affective, cultural and educational ties that build a friendship refrac-tory to the “phallogocentric" exclusivity of the hegemonic discourses on this bond from Aristotle to Nietzsche, as Jacques Derrida has observed in Politics of Friendship (1998). We are interested since this scheme finds its climax in the fraternization of modern democrats represented by the republican model derived from the French Revolution, the premises are present in the ideology of the three educators. So, at the epicenter of this scheme, the relationship built in the heat of correspondence gives an exceptional and paradigmatic result, while pointing to a bright spot in the incipient demand for gender equality in Argentina.

Keywords: Mary Peabody Mann; friendship; letter; Domingo Sarmiento; Juana Manso

Mi estimado amigo, por favor, no hable de mí en público. No hago ningún trabajo público y no tengo lugar entre las mujeres distinguidas del mundo.

Mary Mann a Sarmiento Diciembre de 18731

Y vea como una muger de Nueva Inglaterra-pone mano á la obra y se agita y se desvive, creyendo realidades practicas y tanjibles y cercanas, nubes de los trópicos que figuran por un momento países encantados, crepúsculos que acaso no son mas que el resplandor del lejano incendio de la Pampa.2

Sarmiento a Juana Manso Carta desde Nueva York, 25 de mayo de 1866

Una característica recurrente al recorrer distintas biografías de Mary Tyler Peabody Mann (que pasó a la historia conocida como Mary Mann) es el lugar secundario que ocupa respecto de personalidades con quienes compartió el ámbito cultural y educativo de su época, como parece anticipar en una carta de 1874 a Domingo F. Sarmiento. Su nombre casi siempre acompaña al de sus hermanas, principalmente la mayor, Elizabeth Peabody, mentora del sistema de Jardines de Infantes alemán basado en las teorías de Froebel en los EE. UU., y Sophia, la menor, pintora y esposa del escritor Nathaniel Hawthorne, a quienes Mary llamaba el “elemento estético de la familia", mientras que “el resto de nosotros [somos], el orden trabajador" (Velleman, 2005: 258, cursivas en el original),3 delineando en la esfera de actuación, los intereses y el posicionamiento social de la familia. También figura al lado de su marido, Horace Mann, abogado, mentor del sistema de educación común en dicho país. En Argentina, como vemos, su nombre se asocia al del sanjuanino, sin cuyo vínculo posiblemente sería del todo desconocido. Sin embargo, no se trata de una mujer sumisa, más bien al contrario, su bajo perfil y la sencillez en el estilo de vida, elegidos en consonancia con sus ideales socioculturales y educativos, encontraron un canal de expresión y acción en la escritura y en el tejido de redes entre distintos agentes progresistas del campo intelectual y científico de la época.

Escribió libros pedagógicos, literarios, teóricos y prácticos, reseñas, sola y en colaboración. Tradujo del español, del francés y del alemán, como modo de aprender y de establecer diálogos internacionales. Escribió cartas íntimas y públicas en distintos medios, incluso extranjeros, como los Anales de la Educación Común (AEC) y Ambas Américas. Escribía, aprendía y enseñaba todo el tiempo, en el hogar, en la escuela, en la naturaleza. Era una mujer letrada y de acción, movida por la creencia en la perfectibilidad humana en la unidad, la voluntad y el poder del afecto, perfil que nos permite hipotetizar que ese posicionamiento subalterno respecto del panteón de figuras contemporáneas resulta deliberado y consciente, y forma parte de un modo de ser acorde con dicha convicción, como anticipan sus propias palabras en el epígrafe de este trabajo, que se reiteran en sus cartas y pueden interpretarse como estratégicas tretas del débil, en palabras de Ludmer (1985), en la consecución de sus ideales humanitarios.

Nos proponemos ingresar a la escritura de Mary Mann a través del intercambio epistolar que mantuvo con Domingo Sarmiento y, a través suyo, con Juana Manso entre 1865 y 1884, puesto que en la dinámica de ese diálogo su figura se singulariza y, a la vez, se refleja en ellos. Ese doble movimiento de su presencia en las cartas descubre una trama de lazos afectivos, culturales y educativos que construyen una amistad refractaria a la exclusividad falogocentrista de los discursos hegemónicos sobre este vínculo desde Aristóteles hasta Nietzsche, tal como ha observado Jacques Derrida en Políticas de la amistad (1998). Más aún, nos interesa puesto que este esquema, tal como lo ha analizado el francés, encuentra su punto álgido en la fraternización de las democracias modernas representadas por el modelo republicano derivado de la Revolución francesa, cuyas premisas están presentes en el ideario de los tres educadores. De manera que, en el epicentro de este esquema, la relación construida y fraguada al calor de la correspondencia, resulta paradigmática y excepcional, al tiempo que señala un punto luminoso en la incipiente reivindicación de la igualdad de género.

Por esto, nos centraremos en aspectos puntuales del epistolario con ambos argentinos que cuestionan los lugares comunes reductivos de la figura de Mary Mann a la de traductora del sanjuanino o encargada de reclutar maestras estadounidenses para enviar a la Argentina (tareas, por otra parte, temerarias, tratándose de la escritura sarmientina y de la introducción de un modelo pedagógico novedoso para el país). Reconocemos en ella a una mujer comprometida con su época y con el devenir de los acontecimientos político-culturales de su país, que hizo extensivo a Sudamérica. Una mujer con una visión de futuro que hermanaba clases, razas y géneros; amante y estudiosa tanto de la naturaleza como de la cultura y, por esto mismo, su promotora; creyente de un orden divino al que consideraba emparejado a la acción humana más allá del dogma, asuntos sobre los cuales dialogó, compartió y discutió con sus amigos argentinos, principalmente con Sarmiento, durante casi veinte años, y no siempre de acuerdo con él. Tales disensos, como la serie de alianzas y consensos son los que dan forma a las políticas que Derrida reconoce en los vínculos de amistad. Comencemos.

Nuestra estimada señoraintentaré, tanto como sea posible, ser buena como un ángel

Mary Mann a Sarmiento, i de octubre de 1865

Buena parte del espíritu activo de Mary Mann procede de su seno familiar. Nacida en Cambridge, el 16 de noviembre de 1806, pertenecía a una familia de educadores reformistas. Creció en Salem hasta su mayoría de edad, cuando se mudó a Maine para dedicarse a la enseñanza y luego a Boston, donde su hermana Elizabeth había inaugurado una escuela para niños. Allí conoció a Horace Mann, recientemente viudo, con quien ambas compartían intereses educativos y con quien se casó una década después, el 1° de mayo de 1843. Su luna de miel fusionó lo público y lo privado ya que se trató de un viaje por Europa que Mann tenía previsto como Secretario del Consejo de Educación de Massachusetts para investigar los sistemas educativos más avanzados.

Previo al casamiento con Horace Mann, Mary vivió en la entonces Capitanía General de Cuba entre 1833 y 1835, donde viajó acompañando a su hermana menor en un tratamiento de salud. Allí trabajó como institutriz de los hijos del médico que atendía a Sophia y vio de cerca la vida de los esclavos en las plantaciones de azúcar, experiencia que acentuó su antiesclavismo y dio lugar a la novela Juanita: A Romance of Real Life in Cuba Fifty YearsAgo [Juanita: Un romance de la vida real en Cuba hace cincuenta años], escrita mucho tiempo después de su estadía y publicada póstumamente, en 1887. A su regreso, y nuevamente en ejercicio de la enseñanza, emprendió una serie de escritos didácticos destinados a niños, que combinaban la narración con el conocimiento de la naturaleza, dos aspectos que, como se observa en las cartas, fueron de interés y pasión constante para Mary. Entre ellos, Primer of Reading andDrawing (1841) y The Flower People:Being an Account of the Flowers by Themselves (1842), este último una serie de cuentos en que una niña aprende principios de biología y botánica a través de los diálogos que mantiene con las plantas del jardín de su madre, obra reeditada siete veces, y con ilustraciones, hasta 1899.

De manera que, a la tradición familiar se sumaron los años en Cuba, la dedicación a la enseñanza, el matrimonio con Mann, los intercambios intelectuales y afectivos que potenciaron su convicción utópica, expresada en su correspondencia epistolar: “el afecto es todo lo que nosotros los mortales podemos ofrecernos los unos a los otros" (p. 182), sostiene en una carta de mayo de 1867 y “No conozco nada que nos ayude tanto a soportar las calamidades privadas como el tener una visión amplia y esperanzada de los intereses públicos tales como el buen gobierno y la educación" (p. 364), completa en una de sus últimas misivas de 1880, en la que aún firma “Su fiel amiga, Mary Mann".

La idaEl primer encuentro con Sarmiento, tan fortuito como determinante, ocurrió durante la primera visita de este a los EE. UU., en 1847. Comisionado por el gobierno chileno para estudiar los sistemas educativos europeos, el argentino había conocido en Inglaterra el Report de Horace Mann, quien había realizado un viaje similar al suyo dos años antes y estaba implementando el sistema de educación común en Massachusetts, que luego logró extender hacia buena parte del país. Después de leer el informe y con escasos recursos, el sanjuanino decidió viajar a Boston con el objetivo de entrevistarse con Mann, un encuentro que se concretó en octubre de ese año. Fue recibido en la casa del matrimonio en West Newton, donde pasó dos días y pudo establecer un diálogo fluido gracias a Mary, quien ofició de traductora entre el mal francés del visitante y el inglés formal de su marido. Si bien ella había aprendido el español en Cuba, no se lo manifestó sino dieciocho años más tarde en una carta, argumentando no haberse animado en aquel momento por considerarse incapacitada para hablarlo correctamente, gesto que anticipa un tema recurrente en las epístolas, como lo son los obstáculos del idioma y los pormenores de la traducción.4 También fue ella quien abrió las puertas al sanjuanino en su recorrido por distintas instituciones educativas y favoreció la provisión de documentos útiles a su investigación, que de regreso a Chile dieron forma a Educación popular, obra en la que ella aparece mencionada en el Capítulo 3 -dedicado a la educación de (y por) la mujer- mientras que las citas y alusiones referidas a Horace Mann proliferan a lo largo del libro.

Esta suerte de omnipresencia de la figura de su marido, de sus escritos y de su obra educativa en torno de la cual dialogan y se proyectan las fantasías republicanas de Mary Peabody, Domingo Sarmiento y Juana Manso, ha sido interpretada por Katrin Hoffmann (2008) como un desbalance de género en detrimento de las mujeres en relación con los hacedores -Mann y Sarmiento- a quienes ellas secundaron. La autora sostiene que “mientras Sarmiento utilizaba los temas tratados en el intercambio epistolar para su proyecto modernizador, Mary Mann lo convirtió en un promotor de las ideas pedagógicas de su esposo" (p. 34).

Si bien se trata de una perspectiva válida y verdadera, principalmente en cuanto al rol medular de la figura de Mann y a la admiración que demuestran tanto Juana como Mary hacia Sarmiento, intentaremos mostrar que por sobre esa aparente desigualdad se eleva la construcción de un vínculo afectivo e ideológico que supera esa referencialidad y da sentido a un intercambio en el cual se delinean y valoran mutuamente las individualidades, los gestos, las afinidades electivas y las empresas sostenidas por los tres en cada punto del continente desde cual se escriben. En este sentido, el carácter sincrético de la obra de Horace Mann es un punto de encuentro, es la materialización de los ideales y utopías de los tres amigos, mucho más luego de su muerte en 1859, hecho favorable, como sabemos, a la idealización. Pero también esta obra motiva para hablar de la mujer, para sostener y reivindicar la importancia de su participación en la sociedad a la par del hombre. Los escritos de Mary Peabody y Juana Manso, como los de sus compañeros rebozan de argumentos en favor de su educación, de su libertad y de su valoración, más aún, desde una óptica femenina basada en la experiencia. Las voces femeninas, lejos de ser sumisas, muestran un carácter decidido y coherente con la causa que han decidido abrazar. La principal diferencia reside en los contextos en los que cada una desplegó su apuesta, más propicio en el caso estadounidense y más limitado, en el otro caso, por el conservadurismo patriarcal de la tradición hispánica, frente al cual Sarmiento, como es sabido, fue una rara avis en su legitimación social de la mujer.5

La vueltaEn 1865, Sarmiento regresó a EE. UU., esta vez como ministro plenipotenciario de la presidencia de Mitre quien, al igual que Manuel Montt en 1845, lo comisionó en el exterior para despejar el ambiente polémico en que se veía envuelto.6 Con nueva voluntad como para emprender la traducción de Civilización y Barbarie?”) le dice: “Me alegra poder decir que puedo leer español. Alguna vez pude hablarlo un poco -luego de una residencia de más de un año en Cuba- si bien no me atreví a intentarlo cuando lo vi en West Newton, de manera que leeré su libro con gran placer” (Velleman, 2005: 69-70). La carta de Sarmiento había sido enviada dos días antes y señala el inicio del proceso de traducción de este libro, que llevará nueve años, será motivo de numerosas cartas y de un interés creciente por parte de Mary Mann respecto de la política y las posibilidades de progreso para la Argentina.

investidura política y enterado del emplazamiento de una estatua de bronce en honor a Horace Mann, Sarmiento le escribe a Mary Peabody el 8 de julio de 1865. Ahora habla desde otro lugar: ya no es el joven exiliado con escaso dinero en viaje de investigación educativa. La actualiza, le cuenta sus actividades en todos estos años y le solicita información sobre las ceremonias en homenaje a Horace, su héroe mutuo. Ella responde, el 13 de ese mismo mes, una carta que inicia un intercambio cuyo final vendrá casi con su muerte en 1887, un año antes que la de Sarmiento. Se trata de una amistad casi exclusivamente epistolar, puesto que no se encontraron más de cinco veces durante la estadía de Sarmiento en los EE. UU., pero muy prolífica, al menos por parte de la pluma de la estadounidense quien, según los estudios de Barry Velleman (2005), le escribió ciento veintiocho cartas mientras el sanjuanino residió en su país (“Le escribo tantas cartas que temo que se vea obligado a ponerlas en manos de sus secretarios, por falta de tiempo para leerlas" [p. 112]) y más de ochenta luego de su regreso, la mayoría durante la Presidencia, a las que su destinatario no siempre respondió con prontitud. “Es tiempo que usted conteste a mi última carta escrita hace casi un año" (p. 361), reprocha en 1880 e insiste: “Creo que le he escrito tres veces desde que usted se ha dignado a enviarme una palabra" (p. 365) al año siguiente.5

Asimismo, es posible reconocer ciertas variaciones, ya en el contenido, ya en el tenor de las cartas enviadas antes y después de su regreso a la Argentina, principalmente en el tono de confianza, de afecto y de admiración que muestra Mary Mann hacia Sarmiento, que va in crescendo a medida que se suceden las misivas y la concreción de sus empresas: las estrategias de publicación de escritos del sanjuanino, la imagen internacional de Argentina en el conflicto con Paraguay, la traducción de Facundo y otros textos, la gestión del doctorado Honoris Causa, el envío de maestros y científicos a Sudamérica, la edición de Ambas Américas (1867-1868) y de Las escuelas base de la prosperidad en los EE. UU. (1866), la candidatura a la presidencia y la posibilidad de ver realizada la unión continental. Si bien se trata de motivos recurrentes que responden a la construcción de sus figuras públicas, principalmente la del sanjuanino, siempre obsesionado con el tema, vale la pena atender a la proliferación de referencias personales, íntimas y cotidianas que circulan en las cartas y contribuyen a delinear un perfil más “humano, demasiado humano", podríamos decir con Nietzsche, de los lazos que vincularon a estos personajes.

Entre ellos leemos la confesión de angustias y de secretos, el consuelo por la muerte de sus hijos ocurridas con poco tiempo de diferencia, el lamento por el futuro promisorio que tanto Dominguito como Horace Mann Jr. vislumbraban, y la valoración de la educación que cada uno procuró a los suyos, pero también el diálogo -directo e indirecto- con las mujeres que rodeaban a Sarmiento. Juana Manso, doña Paula, Ana Faustina, Procesa y Bienvenida transitan la correspondencia entre ambos y son interlocutoras de Mary Mann, con quien intercambian ideas educativas, iniciativas, noticias familiares y, por supuesto, el afecto hacia el hombre en común. En este sentido, y teniendo en cuenta la fama de seductor del sanjuanino, que lo ha llevado a escribir “a la grata memoria de todas las mujeres que me amaron y ayudaron en la lucha por la existencia" en sus Memorias, basta asomarse a las referencias mutuas en sus escritos para percibir la calidad y calidez de la amistad que mantuvieron.

Una madre que da consejos... (más que madre es una amiga)Si el vocativo Mi estimado señor con el que Velleman (2005) titula su compilación pudiera albergar alguna duda al respecto, esta se despeja al reconocer en él la fórmula predominante que inicia las cartas de la estadounidense y culminan con permanentes “Soy su amiga" (p. 121), “Su sincera amiga" (p. 116), “Sinceramente su amiga" (p. 117), “Suya con la mayor estima" (p. 122), “Con el más tierno afecto, su amiga, MM" (cuando muere Dominguito, p. 142), “muy afectuosamente suya" (ídem, p. 144), “su leal amiga" (13/1/1867, p. 151), “con aprecio y afectuosamente suya" (p. 152), en cuya insistencia se reconoce la dimensión afectiva que anticipamos y a la que Sarmiento correspondió, fiel a su estilo: “Espero tener noticias suyas, pues solo careciendo por dos meses de ellas, he podido sentir cuánta falta me hacían. Cuento con que sus hijos están buenos y V. conserva esa admirable salud del alma que vale mil veces la del cuerpo. Con el mayor cariño me despido de V su affmo amigo" (BAAL III, 1935: 410). Tratamiento que repite emparejando siempre la comunión de ideas y afecto: “contando siempre con su afecto y amistad, soi de V su affmo amigo" (BAAL IV, 1936: 112), como también el consuelo y el consejo: “Con mucha fe en mi proposito, tengo el gusto de saludarla i pedirla consejo i aliento" (p. 114), “Le agradezco su tierno interes, quedo su desconsolado amigo" (BAAL IV, 1936: 121) y que concluyen las iniciadas siempre con un: “Mi estimada amiga" (“My steemed friend" o “My dear friend" para las que intenta en inglés). Estas expresiones, a la luz del análisis propuesto, resultan sinceras, parecen reflejar de manera auténtica aquello que expresan literalmente y, por otra parte, permiten comprender la denominación explícita de Salomé Cárdenas (2012) en su compilación de cartas La amiga incondicional de Sarmiento, que enfatiza una de las cualidades características de la verdadera amistad según los estudios clásicos en el tema (Aristóteles, Cicerón, Séneca, Montaigne).

Por otra parte, hay consenso en destacar las alusiones del sanjuanino hacia Mary Peabody en clave maternal con el fin de sugerir “un acuerdo silencioso para diluir cualquier posible energía sexual" (Ard, citada por Velleman, 2005: 27), interpretación que puede leerse en relación con las destinatarias de tales referencias como también en el concepto de madre que Sarmiento enarbola como modelo, como sucede en Un Viaje de Nueva York a Buenos Aires dedicado a Aurelia Vélez, incluido luego en sus Memorias. Allí presenta a Mary como: [¿a quién presenta así: a Mary o a Aurelia?]:

[...] la encarnación del amor materno. Conocíla en 1847, época en que me sirvió de intérprete para entenderme con su marido. Renové mi relación con motivo de la inauguración de la estatua. Teníamos, pues, un objeto común de adoración.

Era preciso ayudarme á sacar la tarea que á mi me cupo en suerte y ella puso mano á la obra. Su vida, desde entonces, se liga á la mía, aunque no nos veamos más que dos ó tres días una vez cada año. Su correspondencia es numerosa y las ramificaciones de su afecto abrazan á la República Argentina, porque yo la amo, á la Manso, porque me ama á mi, á mi hija porque murió Dominguito, cuyo retrato está sobre su mesa y es adornado de guirnaldas de flores cuando voy á verla. Su amor de madre la eleva á la altura de Cornelia ‘No es usted para mí un hombre, sino una nación’-‘si los pueblos no fueran perfectibles, la creación sería un absurdo y Dios un mito’-son pensamientos inspirados por una fuerte convicción ó una grande esperanza y fe en los destinos humanos. (Sarmiento, 1900: 294-295)

La exaltación de la figura materna mediante la equiparación a la altura de una Cornelia -emblema de la matrona romana culta, de carácter fuerte, hospitalaria y promotora a través de sus hijos, los Gracos, de ideas reformistas populares- da cuenta de una clara percepción, como él mismo lo expresa, de esa fuerte convicción y de esa gran esperanza y fe en los destinos humanos compartida. Esta valoración maternal asociada a su rol en la consolidación nacional harto conocida en el ideario sarmientino, particulariza la figura de Mary Peabody y se convierte, en el transcurso de las cartas, en un tópico reiterado y desplegado en varias direcciones.6 Pedagogía maternal y vocación de mando se fusionan en advertencias del tipo: “mi amigo, debo ocuparme de su educación. Soy mayor que usted y se verá obligado a doblegarse ante la autoridad de la edad y la experiencia" (p. 131), sentencia en una epístola de septiembre de 1866 y por esto, sus cuidados atienden incluso a lo más trivial, cuando insiste, permítame ofrecerle un poco de consejo maternal [...] pienso que puede hallar alivio si usa ropa interior y calzoncillos y camiseta de seda cruda. No son calurosos en los días más cálidos y son una gran protección contra nuestros variados cambios.

Mi marido se enfundaba en ellos durante los últimos veinte años de su vida. ¡Yo también uso seda y franela! (p. 195)

La madre Mary trae a colación la figura de su héroe mutuo, no ya como ejemplo de gestión educativa, si no para ilustrar recomendaciones sobre ropa interior a su nuevo protegido y admirado. Asimismo, se refleja en doña Paula, a quien alude de manera constante a partir de lo que sabe de ella por Recuerdos de Provincia y por las referencias proporcionadas por el sanjuanino. Representatividad que extiende a la de todas las madres de la República Argentina, como se lee en la carta que Sarmiento mismo citaba anteriormente, la última que le escribe durante su estadía en EE. UU.:

La vida moral que corre a través de su carrera le ha facilitado a su intelecto ver claramente las relaciones de la sociedad y los medios de mejorarla. La verdad que esa noble madre que le enseñó a respetar y a expresar ha sido, tal vez, la salvación de su país. ¡Que las madres recuerden el ejemplo para siempre! (p. 252)

No obstante, la voz maternal no es unívoca, no solo se remite a dar consejos y proveer cuidados. También es una madre moderna, comprende a otras madres, aunque jóvenes, como Ana Faustina, hija de Sarmiento, en quien reconoce a través de las cartas que esta le envía, “una mujer verdaderamente angustiada", e incluso, puede “imaginar muy bien su ansiedad de madre" (p. 193), puesto que ha enviado a su hijo Augusto a estudiar en EE. UU. con la única compañía de su abuelo, pero insiste en que Faustina viaje, se forme, se dedique a la enseñanza y se desenvuelva por sí misma.

Asume este rol incluso cuando habla de madre a padre, pero aun así marcando cierta jerarquía en el rol femenino en estas lides. Esto es claro en las cartas que aluden a la muerte de sus respectivos hijos, primero de Dominguito, en 1866, cuyo afecto expresa de manera tal que, cuenta Sarmiento, tiene su retrato sobre la mesa y “es adornado de guirnaldas de flores" cuando él va a verla. Las misivas de consuelo exhiben un registro religioso exento de dogmatismo que introducen, a su vez, otro tópico presente a lo largo de ellas: la dificultad de expresión debido a la diferencia idiomática: “Desearía poder escribirle en su propio y dulce idioma para poder expresar mis sentimientos en palabras que pudieran ayudar a curar el corazón, tanto como puede hacerlo el sentimiento humano" (p. 142). Dos años después, la muerte de su propio hijo los emparda en la experiencia: “amigo mío, usted sabe lo que es esta prueba" (p. 264). Busca comprensión en el amigo, ahora Presidente, y establece un paralelo de simetría perfecta entre Dominguito y Horace Mann Jr.: “Ambos eran una buena promesa, ya que el mío al igual que el suyo había transitado una juventud honesta y ambiciosa, y estaba dedicando su vida a los más altos ideales" (p. 265). La muerte del hijo botánico le permite activar un saber y evidenciar la paridad de roles en la educación filial: “La semilla que su padre plantó hace tiempo maduró en un hermoso fruto; sus colegas en la ciencia estimaban altamente su trabajo y lo creían estupendo para alguien tan joven" (p. 265). Mientras que de Dominguito señala “que fue y que prometía ser, según parece, una suerte de culminación de usted mismo" (p. 197), una sentencia que revela, por un lado, la valoración paternal en la formación de los hijos no confinada a la mujer ni el espacio doméstico y, por otro, la total ausencia de referencias a Benita Pastoriza debido, posiblemente, a la reciente y ruidosa ruptura de Sarmiento con ella previo al viaje. Por su parte, desde la muerte de Horace Jr., ella se encarga de su herbario y actualiza aquella pasión de juventud presente en la escritura de The Flower People: Being anAccount ofthe Flowers by Themselves (1842). Ahora, confiesa y se asocia a las ideas de su amigo:

Me siento en su estudio y me parece que los papeles y las plantas están vivos - usted conoce ese vacío que nada más puede llenar- mas espero que haya podido, como yo lo he hecho, seguir al espíritu ascendido a la región del progreso donde debe estar y gozar, por simpatía con él, algo de la nueva luz en la que habita. Mi interés en estas dos esferas afines se halla, ahora, dividido en partes iguales. Los que se han ido son instructores invisibles que nos elevan perpetuamente para que cambiemos nuestros más altos motivos. (p. 277)

Como el jardín de sus ficciones botánicas, el estudio de su hijo tiene vida; el vacío afectivo se llena de saber y permite atribuir la misma jerarquía a las dos esferas, la celestial y la terrenal. Esto facilita pasar de un tema a otro y asociar sus objetivos con el comentario sobre el hijo muerto y la política, más específicamente, con la situación argentina y los conflictos por la guerra del Paraguay. Así, la aceptación por la pérdida del hijo se traduce, líneas más abajo, en preocupación por el bienestar de su amigo. En la misma carta del 19 de noviembre de 1868, asegura: “Tiemblo por su vida y con usted se acabará toda esperanza actual para ese pueblo distraído" (p. 265).

Como es habitual, el intercambio epistolar prevé la confusión del ámbito público y el privado. Si bien no se trata de cartas destinadas en principio a ser publicadas hay una conciencia manifiesta de que el rol político de su interlocutor convierte en pública cualquier acción personal. Por esto, en una carta que envía en abril de 1868, y donde ofrece un detallado informe sobre los métodos de los jardines de infantes importados de Alemania, explicita hacia el final su pedido: “No publique esta carta, mi querido amigo, -tal vez no piense hacerlo- pero algunas veces me ha asustado un poco al publicar mis cartas enteramente" (p. 289), tal como ocurrió con la enviada a Juana Manso que originó la amistad entre ambas, como veremos. En otras ocasiones olvida la visibilidad de las cartas en el regocijo del intercambio afectivo y la fusión de ambas esferas se realiza en la figura materna y su trascendencia:

“Pienso que nada me ha producido una mayor satisfacción moral que el hecho de que usted se halle a la cabeza de esa nación por seis años. Es el mayor triunfo del carácter que yo conozca en la historia. Su madre debe encontrarse aún más feliz en el cielo por ello, sean las que fueran sus alegrías allí. [...] Es bueno para la integridad de su alma y su ulterior progreso hacia el hombre ideal que tenga por delante una tarea gigantesca para llevar a cabo, de otra manera su brillo podría verse oscurecido por el demasiado éxito, de manera que no lo voy a compadecer por ninguno de sus problemas sino que me voy a regocijar por ellos. No dudo de que soportará la prueba. Muestre esto a su hermana y su hija, y pregúnteles con mi amor por ellas, si no tengo razón. Ojalá conociera a sus hermanas, ellas también deben parecerse a su madre. ¿No tienen hijos que puedan tomar notas sobre ellas?” (p. 281)

Nuevamente doña Paula, pero también hija, hermanas y ella misma sostienen la integridad de un hombre destinado a concretar una “tarea gigantesca". Es la madre, son las madres las que mueven hacia adelante a la incipiente nación y merecen ser contadas, conocidas a través de sus hijos, como lo ha hecho Sarmiento con la suya. Pero ahora él es Presidente y por eso, ella asume la voz de todas.

"Supongo que se necesita un poeta para traducirlo"Por otra parte, la conciencia sobre el carácter público de las epístolas es elocuente en las referidas a la traducción, edición y publicación de los textos sarmientinos - entre ellos, el primero, Facundo-, como también en las que tratan sobre el envío de maestros a Argentina, temas que atraviesan la correspondencia y a los que la crítica ha atendido con mayor detenimiento, en buena medida, debido a la importancia que revisten en materia de historia política. Estas misivas muestran una Mary Mann que, sin apartarse de su mirada tutelar, se desplaza desde el rol de lectora-correctora avalada por la legalidad que reviste ese lugar, al de alumna del maestro sudamericano. Así, desde las primeras cartas, enmienda errores, aclara información falsa o incompleta, y llama la atención sobre “esa cualidad de su mente a la que usted se refirió, la falta de orden" que “lo hace escribir sobre las cosas de acuerdo con los tópicos en vez de con las fechas, lo que produce una gran confusión en el flujo narrativo" (p. 223). Al igual que Alsina, Alberdi, y otros lectores contemporáneos, Mary Peabody reclama la forma adecuada que descubre en esa falta de orden, el mecanismo activado por la escritura sarmientina para permitir esa mirada correctiva (Bueno, 2011). Tal como ha señalado Mónica Bueno, ese mecanismo tiene un funcionamiento “doble: por un lado, delinea un espacio donde la irreverencia y la falta anulan las normas externas, por otro lado, esa misma escritura le otorga legitimación como sujeto social" (Bueno, 2011: 3) puesto que pone de relieve el interés sobre lo que escribe y su potencia perlocutiva, lo cual se percibe en la fascinación que provocan en ella esos escritos. En el reconocimiento de esa cualidad narrativa y de la variación ortográfica practicada por el sanjuanino, la estadounidense da con su voluntad literaria pero también lingüística y educativa puesta a funcionar en una escritura que descoloca y seduce: “Su forma pintoresca de expresar una idea, a veces desconcierta un poco mi simpleza, pero le otorga una gran fuerza a su estilo, y yo lo vuelco al inglés siempre que puedo, pero no siempre es posible hacerlo [...] supongo que se necesita un poeta para traducirlo" (p. 97).7

A diferencia de otros lectores-correctores sarmientinos, e incluso de su propio marido, que condenaba las obras de ficción, la amplitud de miras de Mary y su sensibilidad artística afloran de manera constante en las minucias de la traducción y se revelan también en la apertura a revisar su enciclopedia, confiando en la voluntad de aprendizaje y la empatía del magisterio: “Temo que usted me considere una torpe incorregible por no ser capaz de desenredar todas estas cosas luego de lo que he leído y todo lo que le he escuchado decir, pero sé que me tendrá paciencia hasta el final" (p. 223). La correctora sabe que el maestro espera y el mismo mecanismo que habilita la mirada correctiva prevé la situación inversa. La dificultad y la falta de información la sitúan a merced del saber del corregido, la posicionan como alumna que apela a la paciencia y dedicación del maestro, y pide que le enseñe a leerlo. Solicita información, busca verificar lo poco que puede enterarse por diarios extranjeros, manda a pedir y corroborar datos, afirmaciones posiblemente falsas o indeseables, quiere saber, además, quién es el hombre detrás de esa escritura fascinante:

Sé que he estado muy fastidiosa en mis esfuerzos por descubrir cada uno de los detalles de sus actos y experiencias, pero estoy segura de que no creerá que se debe a una curiosidad impertinente cuando yo le ruego que me deje tener todo lo que ha escrito acerca del tema, y si hubiera alguien más que pudiera decirme lo que su modestia oculta, trataría de que me diese información. [...] Guardaré todos sus secretos de Estado, pero me gusta conocerlos. (p. 120)

La necesidad de saber se enlaza con el placer de la lectura y con el reconocimiento de la figura de autor, tan cara a Sarmiento, que aún guarda ante la amiga las euforias ególatras de Don yo y que, si bien no ha perdido su genio, se encuentra atenuado en las cartas en reiteradas solicitudes de consejo, exposición de debilidades y autocríticas, en ocasiones, cargadas de humor. A su vez, ese enlace favorece la exhibición del cruce entre lo público y lo privado. La apelación a confesar, a compartir secretos de Estado es posible solo en el marco de un vínculo afianzado en la confianza y los ideales compartidos, lo cual deriva en adhesión a la causa argentina por parte de la amiga, cuya convicción la llevará a escribir en favor de los aliados en la Guerra del Paraguay no sin cuestionarla, a enviar folletos y prospectos medicinales para combatir la fiebre amarilla, a desear conocer Chivilcoy y, por supuesto, a tantear el terreno para proponer a tal o cual maestra o maestro como candidatos para viajar a la Argentina.

No obstante, así como demanda información desconocida y concuerda con él en varios puntos, enfrenta las ideas del argentino en otros temas sobre los que muestra una posición tomada, tales como la cuestión del sufragio para libertos, la idea del “azar" en la constitución del sistema federal (“Todo es tan excelente que puede soportar una pequeña crítica, y yo siempre he estado en contra del fatalismo" [p. 97]), o el debate que sostienen a raíz de la traducción del Discurso para presentar ante el Instituto Histórico de Rhode Island en el que interroga su visión de la sociedad y de los nativos, punto de disenso entre ambos al que se suma Elizabeth Peabody, incluso con una postura más combativa que la propia Mary.

En una época, luego de leer Vida y viajes de Cristóbal Colón de Irving a una clase de niños, intenté leer las vidas de los seguidores de Colón, pero era tan penoso introducir tanta inmoralidad en las mentes de los niños, que abandoné en la mitad, ya que hallé que su admiración por las proezas y la ostentación de los hidalgos se sobreponía a su sentido de justicia para con los pobres aborígenes [...]

A mi hermana, la señorita Peabody, le gustaría pelear con usted debido a la sugerencia suya de que la condición primitiva del hombre es la del salvaje. (p. 95-96)8

Desafío que el sanjuanino, amante de la polémica, acepta y responde si no con el ímpetu empleado en cruces como el de las Quillotanas, con una postura definida respecto de su concepción sobre la civilización y un tono conciliador con el que comienza matizando: “Sobre el estado primitivo del hombre en sociedad, que por la crudeza de mi lenguaje choca a Mrs. Peabody, creo que estamos de acuerdo en el fondo" (BAAL, IV, 1936: 458).9

Very dificultAdemás de los avatares de la traducción y de los cuidados personales, la pedagogía maternal persiste durante toda la estadía de Sarmiento en los EE. UU., también en lo referido a sus estudios. Insiste en la necesidad de que su amigo aprenda inglés como clave en el propósito de establecer lazos entre ambas Américas:

Es una época esta, en nuestra relación con Sudamérica, que ninguno de nuestros países debería desperdiciar, y usted es el feliz instrumento de ello. Nuestro conocimiento ha sido tan confuso que el interés público no se ha visto estimulado a investigar más allá. Pero usted trae luz a las tinieblas, y si solo fuera usted tan amable como para aprender inglés, ¡Cuánto podría hacer! Le agradeceré que le haga llegar mis saludos a su amigo Mitre y (si es acorde con su respeto por usted) pídale que se asegure de que usted estudie su lección diariamente. No creo que le permitamos hablar francés cuando visite Concord nuevamente, solo hable americano, como dijo el señor Emerson, y no importa cuántos errores cometa. (p. 87)

Traduce, aconseja, debate y corrige pero también conmina al alumno Sarmiento a tomar su lección diaria incluso bajo control del subalterno y como condición de asistencia al próximo encuentro con los intelectuales bostonianos. Esta apelación, aún con las referencias a Mitre, incluye la misma solicitud por parte de su hermana Elizabeth, con quien Sarmiento también entabla comunicación principalmente en lo referido a la organización del Kindergarten. En la carta del 14 de noviembre de 1866 aflora la maestra que revisa y detalla las correcciones de un texto que el sanjuanino había escrito para practicar el idioma, donde se filtran sus continuos deseos de saber y publicar “Deseo publicar algo sobre Chivilcoy" (p. 138). Por su parte, el sanjuanino será un alumno obediente que da constantes muestras de voluntad para aprender: “Estudio siempre el inglés y acabaré por hablarlo" (BAAL, III, 1935: 215) e intenta escribirle en su lengua,10 porque lamenta la falta de espontaneidad que padecen las cartas mediadas por un traductor, como sucede con las respuestas de Faustina: “I no gozaría Ud. lo que yo en leer sus desaliñadas cartas al correr e la pluma i llenas de sentimiento" (BAAL, IV, 1936: 330), conciencia que lo hace persistir en sus intentos aunque nunca logre aprenderlo del todo. Como vimos anteriormente, si bien ella habla y escribe en español, en más de una ocasión la diferencia lingüística se traduce en desazones a la hora de expresar sus sentimientos, como ocurre con la muerte de Dominguito (“Desearía poder escribirle en su propio y dulce idioma para poder expresar mis sentimientos en palabras que pudieran ayudar a curar el corazón [...]") pero también en regocijo ante el descubrimiento de los avances del estudiante no exentos de tiernos reproches maternales:

El señor Northup [sic] me contó un secreto sobre usted, mi estimado señor, que usted me ha ocultado cuidadosamente. ¡Que una vez pronunció un discurso en inglés! Y lo hizo espléndidamente, ante lo cual le dije ‘nunca más dejaré que el señor Sarmiento me hable en francés’. (p. 130-131)

Amistad entre Mary y JuanaEs posible conversar con los amigos ausentes, sin duda cuantas veces quieras, todo el tiempo que lo desees.

Y de este placer, que es el más grato, gozamos más plenamente estando ausentes. La presencia nos vuelve melindrosos. Séneca. Cartas a Lucilio

La cuestión del idioma atraviesa también el vínculo con Juana Manso, quien conocía el inglés mejor que su par argentino y emprendió la traducción y publicación de las Lectures y de pasajes de distintos Reports de Horace Mann en los Anales de la Educación Común a partir de 1868 como editora del periódico, puesto en que sucedió al sanjuanino desde 1865. Atender a esta particularidad del intercambio entre ambas contribuye a validar la hipótesis formulada al inicio entorno a la opción deliberada de Mary Peabody de no aspirar al reconocimiento público sino a la concreción del proyecto sociocultural promovido desde su juventud. Se trata de una postura que, curiosamente, comparte con Juana y favorece una valoración mutua devenida en amistad y afecto. Las dos conocen los pormenores de esta labor y estiman la empresa emprendida por la otra, cuya envergadura dimensionan tanto en la calidad como en el volumen del material: “No acabo de admirarme que haya Vd. emprendido la traducción de esos dos gruesos volúmenes" (Peabody Mann, 1868, s/d), confiesa Mary en una carta de octubre de 1868; mientras que ella debe enfrentar las particularidades de la escritura sarmientina, situada en las antípodas de la de Mann, cuya expresión de tonos y registros demuestra una pretendida objetividad ajena a la irreverencia romántica del argentino.

Estas traducciones cruzadas pueden leerse como un punto más en la trama intelectual y afectiva tejida entre sendos países y permiten ver la apropiación cultural y personal por parte de las traductoras de los textos de Sarmiento y Mann, en tanto ninguna de ellas realizó una trasposición meramente literal y aséptica, sino que tradujeron con pasión, imprimiendo su sello propio al producto final y promovieron con énfasis su conocimiento y circulación, cuestión que valdría la pena tratar en otro escrito. Aquí nos detendremos en la amistad epistolar entre ambas mujeres enlazada por el san-juanino en cuyo inicio también encontramos referencias a la traducción. La primera de las múltiples alusiones a Juana Manso sucede en la carta del 19 de marzo de 1866, en que Sarmiento cuenta sobre la reedición de su Vida de Lincoln:

Se ha hecho una segunda edicion del Lincoln, con unos bellos versos dedicados a su memoria por Juana Manso, el actual redactor de los Anales de la Educación en Buenos Aires. Le mandé a Mr. Longfellow el único ejemplar que hube a las manos rogándole hiciese una traducción inglesa en verso, a fin de publicarla en el Atlántico Month, para que fuere conocida del publico aqui. (BAAL, IV, 1936: 93)

La presentación de la amiga poeta y editora atrae la atención de la estadounidense, quien desde entonces pide referencias, quiere conocerla y se “alegra que tenga una aliada como la señora Manso. Una mujer puede hacer mucho por influenciar a los hombres que aman su país" y agrega “Si yo fuera joven y emprendedora como lo fui en mi juventud ¡Cómo me gustaría ir a ayudar!" (p. 120).11 Ideas que se reiteran también en las cartas que escribe a Juana y marcan la constancia de dos claves del proyecto educativo que los une: la asociación y la acción. Con esas premisas como estandarte, se presenta por primera vez ante su par argentina el 27 de agosto de 1866:

Hace tiempo que deseo escribir a Ud., porque me interesan mucho los pormenores que de su carácter tengo por nuestro amigo común el señor Sarmiento, así como sus admirables trabajos por la causa de la educación de su país. El señor Sarmiento suele favorecerme prestándome los diarios de Sudamérica y en algunos números de los Anales de la Educación Común he visto los escritos de Ud. y comprendido qué clase de espíritu es el suyo. (AEC, 1866: 137)

Esta carta sienta el tono del intercambio que se establece en adelante entre ambas: la mutua admiración hacia Sarmiento y Mann, la comunión de ideas sobre sociedad y educación, el rol de la mujer en ellas, su voluntad de enseñantes y aprendices, sus utopías republicanas, sus trabajos como traductoras y promotoras del sistema de educación común, base de dicho sistema, diálogo en que se revela no solo un intercambio de información sino, fundamentalmente, de pasiones y esfuerzos activados, desde sus lugares, en pos de aquellos ideales. Asimismo, esa “comprensión" es la que pone en valor el trabajo de una mujer que lucha por la “causa de la educación" en una sociedad que, a diferencia de la propia, le es hostil, y por eso mismo, merece el diálogo, el intercambio, la amistad. Le habla sobre educación, le cuenta las novedades sobre los jardines de infantes, de su teoría y práctica, de lo que podría hacer ella si conociera esta innovación. Le escribe sobre Sarmiento, sobre la fascinación hacia su obra, su interpretación de la cultura moderna, su proyecto para Sudamérica. La cuenta la novedad del Kindergarten, la motiva a formarse, la invita a su país, le la insta a escribir, a aprender, a seguir adelante en su trabajo por la educación común. Esa “comprensión" sintetiza la fuerza puesta en palabras de una mujer, de una sensibilidad que ha emprendido el mismo camino y puede reconocer el espíritu de la compañera: “Espero que lea V. mi ingles, y que será V. desde ahora mi corresponsal. Dice el Sr. Sarmiento, que si es posible vendrá V. á este país; si se realiza esto, esté segura que tiene aqui una amiga. Tengo su fotografía en mi album, y á menudo la contemplo con estimación" (AEC, 1866: 140. Cursivas mías)12.

Mary apela a la misma comprensión, del idioma, de las ideas. Le hace saber que no está sola, que tiene una amiga; ella tiene su foto, la mira con estima, la aprecia, la percibe cercana. Los ideales las hermanan. Y podemos medir el efecto de esta primera conexión en su repercusión. Juana responde con tres lazos, fuertes, contundentes. Primero, por vía privada envía una misiva que comienza en inglés para satisfacer a su interlocutora pero se disculpa y continúa en castellano. El cúmulo de ideas y la necesidad de hablar por escrito le impiden detenerse a pensar en inglés aunque pudiera hacerlo y aun así considera malo: “And now my dear lady I beg your pardon and having thow to you my bad english I am gown to continue my letter in my lenguage, in regard to be more comprehensible to you." (Velasco y Arias, 1937: 156) y de sus trabajos comenzará diciendo que son:

arduos y difíciles, porque estoy ‘sola’. No hay aquí la posibilidad de reunir amigos, o prosélitos, o asociación: no existe interés de especie alguna por la educación pública, y a eso se reúne que la muger no tiene entre nosotros personalidad intelectual sancionada por los códigos o las costumbres. (p. 156-157)

Una carta trunca en la que leemos la soledad y la queja de la herencia hispánica, la quietud y el conservadurismo que impiden el desarrollo de las ideas que las hermanan. Pero también responde esgrimiendo una estrategia editorial en favor de su propósito: inicia el núm. 42 de los Anales, de diciembre de 1866 con la correspondencia de sus amigos. Primero, la carta de Sarmiento enviada desde Illinois el 18 de agosto donde la pone al corriente de sus actividades educativas, de su participación en la Asamblea de Maestros, le anuncia el envío de materiales y la incita a viajar:

Cuanto ganaría V. en venir, si la idea se realiza. Veria V. con sus ojos, y entonces armada de todas armas, rodeada del prestigio que sus talentos le dan aquí, entre algunos amigos escogidos, volvería V. con paciencia y con amor, a la ímproba, y noble tarea de derrocar las barreras que se oponen á su obra. (AEC, 1866: 136)

La metáfora bélica se enlaza con la afectiva como armas en la concreción del programa educativo compartido. Valora a la amiga, le muestra que allá hay “amigos" de la educación con quienes fortalecer su talento y prestigio para luchar por su “noble tarea". Y esa carta, que Juana publica por el contenido referido a los avances educativos en Chicago, es a la vez el preludio de presentación a Mary Peabody, cuya epístola viene a continuación precedida por una curiosa semblanza escrita por la editora.

Esta estrategia de publicación es otra respuesta. Es, literalmente, una carta de presentación. Exhibe pruebas, documentos de amistad y, para que no queden dudas sobre qué clase de espíritu es el suyo, incluye su propio texto, una semblanza de la amiga, cuenta quién es, da un perfil que habla tanto de ella como de sí misma. Afirma que

á una instruccion poco comun, reune el don sublime de la simplicidad del corazon, alma anjelical como le llama Sarmiento, esta pensadora que por el espacio de veinte y un años ha enseñado en las Escuelas de la Nueva Inglaterra, nos ha dirijido un saludo de fraternidad, nos ha estendido una mano de amiga al través del océano. Ella ha tenido lástima de la pobre mujer aislada en esta ribera del atlántico; ella tan grande en la esfera de la intelijencia, ha venido animada por el espíritu de caridad, hácia la humilde obrera del Rio de la Plata. [...] Confesaremos que nos ha hecho un gran bien, porque no hay martirio mas doloroso para un corazon tierno, que condenarlo á vejetar en el aislamiento y en la indiferencia. (AEC, 1866: 137. Grafía original)

Aquella comprensión de Mary tiene respuesta, hace eco y reverbera. Como ella, su destinataria ha gozado de una instrucción poco común -de lo que la informa en una carta posterior-, enseña como forma de vida, tiene un corazón simple. Sin embargo, así como la humildad de la estadounidense se revelaba en una hiperbólica modestia -“Se admirará V. cuando le confiese que soy tan presuntuosa, que he emprendido escribir la biografía de nuestro noble amigo el señor Sarmiento" (p. 138)-, de la misma manera Juana exhibe su soledad y la de tantas mujeres excluidas de los circuitos intelectuales y políticos. Confiesa, se queja, protesta como hace siempre en los Anales, su arena pública. Ahí donde denuncia la falta de lectores y de interés por la educación muestra orgullosa y expresamente, una mano amiga.

Con esta treta de publicación, en palabras del Ludmer, parecería decir, “oh, amiga, no hay amigas", y actualizar en clave de hermandad femenina aquella premisa atribuida a Aristóteles por Diógenes Laercio que dio lugar a tantas reflexiones sobre la amistad, siempre desde una perspectiva homosexual viril.13 Una mirada instalada en el esquema falogocentrista y homofraternal de la república moderna sintetizada en las premisas de la Revolución francesa cuyo centro es la Fraternidad, y que reconocemos naturalizado en las palabras de la propia Juana, que agradece el “saludo de fraternidad" de su amiga. Parecería llamar a la amiga, convocarla para mostrarle que no hay amigas (de la educación, de la mujer) en estas tierras, puesto que la Sociedad de Beneficencia es “enemiga", en su base aristocrática, del proyecto de educación común republicano. En esa negación leemos la denuncia de aquel binomio masculino que representa la democracia moderna, al tiempo que demuestra la existencia de la amistad de las mujeres entre sí pero también entre mujeres y hombres, porque también está la carta del amigo que las convoca y las une: “Viva pues el 25 de Mayo de 1866, en que le transcribo como única ofrenda á la Patria la carta de su compañera y amiga Mrs. Mary Mann, subscribiéndome el amigo de ambas” (AEC, 1866: 23, cursivas mías), como expresó en más de una ocasión el sanjuanino.

Como vemos, aquella doble exclusión de lo femenino del paradigma filosófico que confería a la amistad la figura esencial y esencialmente sublime de la homosexualidad viril es cuestionada por esta red de amistad que se realiza también entre mujeres y hombres. En su semblanza, de la mano de sus amigos, Juana protesta la margi-nalidad de la mujer en los asuntos públicos del país y vislumbra una hermandad aún a la distancia.

Las cartas entre ellas tratan los mismos temas: la traducción de Sarmiento y Mann, la amistad, la posibilidad de viajar, la insistencia de Mary en hacerlo, la publicación de sus trabajos como nuevas y tácitas premisas revolucionarias, como líneas a través de las cuales es posible consolidar vínculos educacionales, afectivos y culturales de cada sociedad, de cada nación y entre ellas, como un modo de actuar refractario al modelo falogocentrista desde su centro mismo, confiando en la potencia de sus acciones, de sus intercambios y de sus voces.

En la última carta de Mary de que disponemos, fechada el 21 de octubre de 1868, notamos que el interés está intacto y que ha seguido ramificándose, puesto que le habla a Juana de su hermana Elizabeth y de su deseo de escribirle. Está convencida, como le ha dicho a Sarmiento en otra carta, que “Con Juana Manso y las hermanas de usted como líderes, ¿qué no podrían hacer las mujeres de su país por la educación” (p. 179). Confía en la amistad, en la unidad y en la fuerza de la asociación entre mujeres como base para la construcción de la república desde el interior de un sistema que parece ser hostil a la valoración de este vínculo.14 Tal es su “comprensión” de la “clase de espíritu” que guía a la amiga sureña que años más tarde, en una de las últimas cartas que envía a Sarmiento, en febrero de 1880, pregunta:“¿Existe alguna memoria de la Sra. Juana Manso? Por favor, envíeme una si la hay. Tal vez usted haya escrito una, y si no lo ha hecho, ¿lo hará ahora? Debería ser inmortalizada” (p. 362). Cinco años después de su muerte, aún no hay. No la escribió el amigo en común, no lo hará con la debida pasión con que merecería, con la que ha escrito otras biografías, género tan caro a su pluma. La amiga reclama, apura, conmina a que lo haga. Su amistad ha pasado la prueba del tiempo y la distancia, sus lazos siguen vigentes, intactos en afectos e ideales, como si aquella carta enviada al amigo en común previo a regresar a la Argentina, que él mismo cita en sus Memorias, expresara la intensidad de su trascendencia:

Finalmente debo pronunciar la palabra adiós. Es una palabra difícil de decir cuando uno siente que es, probablemente, final. Pero si bien este interesante episodio de mi vida se cierra a la mirada, no termina si no con su vida o la mía, ya que mi interés siempre se conservará fresco por todo lo que hace, es, sufre o disfruta. Usted no parece ser un solo hombre sino una gran nación de hombres, ya que los lleva a todos ellos en su corazón y los muestra como un solo individuo a los ojos del público. (p. 251)

Una visión de futuro ligada a la realización de las ideas por las que se hace, se es, se sufre y se disfruta revelan un juego especular en el que el otro es ella. Así sus cartas, tan íntimas como públicas, exhiben el trasfondo de un trabajo artesanal que funciona en los intersticios en que convergen la ideología y el afecto, el quehacer doméstico y la realización política. Su interés en dos esferas complementarias y diversas se halla siempre dividido en partes iguales y sus cartas a los amigos argentinos señalan una escritura puertas adentro destinada a impactar en el exterior, consciente de su potencia y largo alcance hacia ambas Américas. Quizá por eso la renuncia a cualquier trabajo público que cedió a quienes la rodearon, quizá por eso su ausencia en el panteón de mujeres distinguidas del mundo.

Este breve recorrido ha tenido como principal objetivo singularizar y valorar la figura de Mary Peabody Mann a la luz del diálogo epistolar establecido con Domingo Sarmiento y Juana Manso. Esto nos ha permitido, por un lado, reconocer un corrimiento deliberado respecto de las figuras protagónicas cercanas a ella en pos de un programa mayor, como lo fue la utopía de una sociedad democrática basada en la educación común; y por otro, descubrir una trama de lazos afectivos, culturales y educativos promotores de una amistad refractaria a la exclusividad falogocentrista homoviril de los discursos hegemónicos sobre este vínculo desde Aristóteles hasta Nietzsche, analizado por Jacques Derrida en Políticas de la amistad (1998). Ambas observaciones ofrecen una perspectiva diversa de la trama de relaciones presentes en la fragua del sistema educativo; un intercambio ideológico y afectivo paradigmático y excepcional, como sus integrantes, en ocasiones anclados en figuraciones reductivas, que descubre un punto luminoso en la reivindicación de la igualdad de género en diálogo entre ambas Américas en el siglo XIX.

1La compilación de donde tomamos la carta, pauta esta fecha hipotética, ya que no está consignada en la misiva (Velleman 2005: 347)

2En todos los casos, mantengo la grafía original de Sarmiento, por lo tanto, no se aclarará en lo sucesivo.

3Todas las cartas de Mary Peabody Mann a Sarmiento son citadas de esta edición, por lo que consignaré en adelante solo el número de página, no así con las enviadas a Juana Manso, que tienen distintas procedencias y pautaré por separado.

4En la carta del 25 de septiembre de 1865, en respuesta a la pregunta de Sarmiento acerca de la posibilidad de traducir Facundo (“¿Se halla bendecida por una abundancia de tiempo libre y buena

5A juzgar por la cantidad de cartas que conforman este epistolario y la poca atención recibida en comparación con la destinada a otros intercambios sarmientinos, como los de José Posse o Mitre, podemos inferir la misma desigualdad de género señalada por parte de la crítica, como la que reconoce Hoffmann en las cartas entre Sarmiento y Mary Mann.

6Se trata de una comparación repetida, puesto que en otra carta enviada a Juana Manso en 1867 propone una asociación similar con “Mary Mann, con su alma angelical, canas y esa pasión de madre, de amiga, de amante diría si sus años no la hicieran serlo a la manera de Santa Paula, la matrona romana.” (citada por Velleman 2005: 23), cuya idea final explica la hipótesis de Ard sobre la necesidad de despejar cualquier energía sexual. No obstante, y conociendo el desenfado con que el sanjuanino ha expresado en otras ocasiones sus accesos pasionales, posiblemente no fuera necesario hacer tales aclaraciones o prevenciones. Desde nuestro punto de vista, tal referencia responde más a un modelo maternal vinculado con la idea de nación que Sarmiento admira que a la atracción sexual.

7En una carta de diciembre de 1865 confiesa tener “algunas dificultades con mi diccionario. Es muy antiguo [...] Si puede hallar un diccionario en N.Y. que tenga la misma ortografía que usted usa, le estaría muy agradecida si lo compra para mí y yo le giraré el costo” (p. 98), a lo que él responde “No hai diccionarios con la ortografia americana con que estoi escribiendo actualmente, que tiende a simplificar la escritura” (BAAL IV, 1936: 459), donde observamos con extrañeza el desconocimiento de Mary Mann de la reforma idiomática emprendida por Sarmiento en 1842, de la cual, como vemos, no desistió veinte años después.

8La cita continúa: “Nos da discursos muy elocuentes, actualmente sobre su propia idea de que aquellas naciones a las que llamamos salvajes, y aquellas que se han vuelto “inertes y congeladas” como dice usted de China, no son sino naciones caídas, caídas de un estado superior de naturaleza primitiva donde los sentidos del hombre y la mente del hombre intuían la naturaleza y comprendían a Dios de primera mano en tanto fueran fieles a sus dones, pero que habían tolerado que sus sentidos conocieran el bien y el mal al practicar más el mal que el bien, y por eso no son más que la ruina de un valor que brega por recuperar la civilización (p. 96). Idea que, como bien expresa Sarmiento, en el fondo concuerda con su teoría sobre la civilización.

9Recomiendo ver por extenso el debate que, si bien no se extiende más que en estas dos misivas, muestran un interesante punto de vista por parte de cada uno respecto de la condición de los nativos en ambos países.

10La carta de 13 de abril de 1866 aparece en inglés en el archivo (BAAL IV, 1936: 596).

11Recomiendo ver la respuesta de Sarmiento con los rasgos de Juana Manso enviada el 2/7/1866 (BAAL, IV, 136: 104), donde detalla el vínculo entre ambos motivado por la educación.

12Mantengo la grafía original en las cartas de Juana Manso en todos los casos, por lo tanto no se aclarará en lo sucesivo.

13Derrida (1998) observa que todas las parejas de amigos citadas como ejemplares tanto en la Antigüedad -Pílades y Orestes, icónica- como en la Modernidad se componen de dos hombres, Montaigne y La Boétie primero, quienes expresaron la incapacidad de la mujer para la amistad, pero también Kant, Michelet, Quintet e incluso Nietzsche.

14Curiosamente, en 1872 se fundó la Syracuse University que tuvo entre sus primeras estudiantes un grupo de mujeres reunidas en una sisterhood (Alpha Phi) en busca de reivindicar los derechos de igualdad de género en el ámbito académico. Una de sus fundadoras fue Francés Elizabeth Ha-ven, hija del reverendo Erasmus Otis Haven, quien participó en la organización de esa academia y que en 1868 presidía la Universidad de Michigan, cuando le fue otorgado allí el Doctorado Honoris Causa a Sarmiento, conexión que también vale la pena ampliar en otro espacio. La historia, etapas de consolidación y actividades de esta sisterhood, conocida como Syracuse Triad puede leerse en: https://www.gammaphibeta.org/gpb/05eod6a5-bfoo-4da2-868d-7b973f5f230b/Decades

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