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Revista SAAP

versão On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.12 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2018

 

articulos

Congruencia ideológica interprovincial de las coaliciones políticas nacionales

Interprovincial ideological congruence of the national political coalitions

DIEGO REYNOSO

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina Universidad de San Andrés, Argentina dreynoso@udesa.edu.ar

Este trabajo tiene por objeto indagar si existe o no congruencia polí tica en la integración provincial de las coaliciones políticas nacionales que emergieron o se cristalizaron en Argentina a partir de 2015. Se indaga si los políticos provinciales que integran una oferta política nacional tienen una ideología, un estilo o una aversión común a algo o, bien, son simples agregados dispersos de iniciativas personales. Para ello se estiman, a partir de una encuesta a expertos, las posiciones de los principales dirigentes políticos provinciales de cada coalición en cada una de las 23 provincias y de la CABA. Las dimensiones en las cuales los políticos provinciales (y nacionales) fueron ubicados son 4: ideología (izquierda-derecha), liberta des (liberal-conservador), estilo (alto-bajo) y aversión (kirchnerismo- antikirchnerismo). Para decirlo en otras palabras: ¿tienen algo en común los políticos provinciales que integran un mismo espacio político nacio nal ? La respuesta es que tanto la ideología como la aversión (la dimensión anti de la política) ordenan la integración de coaliciones nacionales desde las provincias.

Introducción

Es común aceptar que los partidos políticos en Argentina no se diferen cian por su ideología, del mismo modo que los partidos políticos de Chile y Uruguay o que los partidos europeos de la postguerra . Incluso en estos

casos, procesos más universales han desideologizado la política en favor de los candidatos por encima de las etiquetas partidarias (Wattemberg, 1991). De este modo, la tesis que afirma que la oferta política de candidatos no está ya estructurada o empacada rígidamente en partidos políticos diferencia dos ideológicamente, comienza a aceptarse (Duran Barba y Nieto, 2017). En este trabajo se discute la tesis que sugiere que los políticos/candidatos están libres y dispersos sin estructura colectiva. En un sistema multinivel/ federal, como el caso argentino, la oferta política se integra mediante dife rentes mecanismos de coordinación vertical que aglutinan a los políticos en partidos y coaliciones políticas nacionales.

Desde el año 2005, y como consecuencia de la crisis política desatada en el año 2001 y la fragmentación electoral del 2003, la mayoría de los diri gentes peronistas y progresistas provinciales se integraron en el Frente para la Victoria (FpV), que emergió como la única etiqueta política capaz de ofre cer una oferta a nivel nacional, provincial y municipal a lo largo del tiempo. La otra mitad de los dirigentes del viejo sistema de partidos no logró estruc turar una oferta política transversal y longitudinal estable, sino hasta el año 2015, cuando en Cambiemos se integraron una serie de dirigentes radica les, republicanos, liberales y conservadores que ofrecieron una coalición al ternativa que equilibró la competencia electoral en el nivel nacional. Junto a estas dos amplias coaliciones nacionales, el Frente Renovador-UNA y el Fren te de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), lograron integrar parcialmente a una serie de dirigentes de diferentes provincias. Para 2017 se observó un realineamiento de la oferta política nacional, con la desintegración del FPV a nivel nacional, en dos opciones políticas separadas en las diferentes pro vincias: Unidad Ciudadana y el Partido Justicialista.

Este trabajo tiene por objeto indagar, si efectivamente la integración de las coaliciones políticas nacionales es incongruente o bien si existe alguna dimensión que le da congruencia a la integración de las coaliciones políticas nacionales. En forma más específica, la pregunta que subyace es si colectiva mente los políticos provinciales que integran una oferta política nacional tienen una ideología, un estilo o una aversión común a algo o, bien, son simples agregados dispersos de iniciativas pragmáticas personales. Para dar respuesta, al menos parcialmente, a esta incógnita se estiman, a partir de una encuesta a expertos, las posiciones en diferentes dimensiones de los dirigentes políticos provinciales de cada coalición nacional en cada uno de los 24 distritos electorales . Las dimensiones en las cuales los políticos pro vinciales (y nacionales) fueron ubicados son 4: ideología (izquierda-dere cha), libertades (liberal-conservador), estilo (alto-bajo) y aversión (kirchnerismo-antikirchnerismo). Para decirlo en otras palabras: ¿tienen algo en común los políticos provinciales que integran un mismo espacio político nacional?

Estado de la cuestión

El sistema de partidos argentino de la posguerra cristalizó una compe tencia entre dos grandes partidos nacionales: el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. A pesar de la inestabilidad que caracterizó a la política Ar gentina en buena parte del siglo XX (Cavarozzi, 1992; O’Donnell, 1972), se fueron congelando identidades partidarias mayoritarias, hoy en declive, pero aún vigentes: peronistas y radicales. Una hipótesis plausible sostiene que este congelamiento se debió a los reiterados interregnos autoritarios, que al suspender toda actividad partidaria impidieron no sólo que los actores polí ticos fueran variando su comportamiento, sino que evitaron también que sus votantes juzgaran el desempeño de su partido preferido en el largo pla zo (Abal Medina y Suarez Cao, 2001). Con la institucionalización de un sistema de competencia libre e imparcial , desde 1983 hasta nuestros días, los partidos fueron variando su comportamiento y los electores fueron juz gando sus desempeños. El resultado fue el declive del tradicional bipartidismo y la emergencia de un sistema de competencia centrado en frentes o espa cios políticos (alianzas o coaliciones electorales) construidos alrededor de líderes destacados, en el cual los partidos políticos tradicionales fueron per diendo gravitación.

En general la teoría estándar de los partidos y sistemas de partidos con sidera que las diferentes demandas e intereses sociales en pugna, se alinean en estructuras políticas que los contienen según su grado de proximidad o cultura política común (Almond, 1956). En general se asumía que los parti dos políticos integraban a grandes agregados de la población en base a inte reses económicos o valores religiosos, producto de clivajes sociales, que par ten a las sociedades en grupos opuestos entre sí pero cohesionados interna mente (Lipset y Rokkan, 1967). Con las transformaciones sociales aconteci das después de la Segunda Guerra Mundial (el cambio post industrial), la fuerza ideológica de los partidos políticos fue reduciendo su impronta dan do paso a lo que se definió como «catch-all parties» (Kirchheimer, 1966) y que con el predomino de los medios masivos de comunicación en la última par te del siglo XX devinieron en «partidos profesional-electorales» (Panebianco, 1982). En general, los viejos partidos de cuadros y de masas, más ideológi cos y programáticos, cedieron a estas nuevas formaciones pragmáticas, cen tradas casi exclusivamente en lo electoral (Katz y Mair, 1995). En la actuali dad observamos alrededor del mundo un declive de la política de partido y un aumento de la competencia política centrada en candidatos (Wattemberg, 1991). Si bien siguen existiendo partidos políticos que se diferencian de sus rivales colectivamente (Bakker, Jolly, Polk y Poole, 2014; Benoit y Laver, 2007) a nivel individual existe una mayor fluidez en el alineamiento político, tanto del electorado como de los políticos.

El estudio de los sistemas de partidos europeos ha servido como baseline para el estudio comparado de los casos latinoamericanos. Hay mucha evi dencia con relación a la relevancia de las divisiones ideológicas clásicas (i.e. izquierda y derecha) aunque el contenido específico de tales etiquetas pu diera variar localmente (Colomer y Escatel, 2005; Luna y Zeichmester, 2005; Rosas, 2005; Wiesehomeier y Doyle, 2012), y recientemente se ha aportado evidencia adicional a partir del llamado giro a la izquierda (Levitsky y Roberts, 2011; Saiegh, 2015; Seligson, 2007). No obstante, otro conjunto de estudios ha resaltado, junto a los procesos de cambio sociales más globales, la cues tión del clientelismo y su impacto en la erosión de tales divisiones ideológi cas partidarias tradicionales (Helmke y Levitsky, 2006; Kitschelt y Wilkinson, 2007; Ruth, 2016).

De este modo, comienza a ganar terreno la tesis acerca de que los parti dos están dejando (o han dejado) de ser las unidades políticas de integra ción programática, más o menos cohesionadas socialmente que supieron ser, y son agregados cada vez más pragmáticos y dependientes del intercam bio material. Los electorados ya no se identifican como antes con los parti dos, y ello no sólo a nivel regional, si no global (Dalton y Wattemberg, 2002). El desencanto popular y el retiro de las elites de su rol representativo pare cen contribuir a «la muerte de los partidos políticos» (Mair, 2013).

El sistema de partidos argentino

En un excelente estado de la cuestión, Vareto (2014) distingue tres pers pectivas sobre el estudio de los partidos y sistemas de partido en Argentina: una sociológica centrada en el estudio de los votantes (1961-1980), una de tipo funcional-institucionalista centrada en el proceso de institucionalización y normalización democrática (1980-2000) y otra de tipo institucional-terri- torial abocada a la comprensión de la desnacionalización y fragmentación del sistema partidario y sus consecuencias (2000-actualidad). En parte, la siguiente revisión retoma esa organización de la literatura.

Las bases sociales y la identidad de los partidos políticos

Los estudios de sociología política concibieron la integración y ubica ción ideológica del peronismo como un objeto de estudio casi excluyente . En torno a este fenómeno se confrontaron dos visiones diferenciadas. Una ortodoxa y otra revisionista (Kenworthy, 1975). La visión clásica u orto doxa de Gino Germani (1955, 1962), caracterizó al peronismo, sucinta mente, como un régimen autoritario basado en la relación vertical entre un líder carismático y una nueva clase obrera «en disponibilidad», funda mentalmente integrada por migrantes internos. En contrapunto a esta visión, Murmis y Portantiero (1969) describieron al peronismo como el producto de una alianza, garantizada por el Estado, entre un sector del empresariado orientado hacia el mercado interno y la clase obrera urbana. También Smith (1972) argumentaba que el impacto de los obreros en el surgimiento del peronismo era menor que lo que supone la versión orto doxa. En esa misma línea, Halperin Donghi (1975) sostuvo que «la oposi ción entre inmigrantes ultramarinos y migrantes internos tiene (...) un valor explicativo más limitado que el que le asigna Germani» (Halperín Donghi, 1975, p. 774), y resultan aún más insatisfactorias en lo que res pecta al proletariado rural. Quizás el trabajo más concluyente al respecto sea el de Mora y Araujo (1975) que postuló que la coalición social implícita en el peronismo «es un movimiento principalmente obrero en las zonas centrales del país (...) y principalmente movilizador y policlasista en las zonas periféricas.» (Mora y Araujo, 1975, p. 701). Es decir, que el apoyo social y, de este modo, el tipo de orientación de sus dirigentes, tiene un fuerte componente subnacional .

El foco de estos trabajos estuvo puesto en una cuestión normativa fun damental: qué tipo de partido y que tipo de sistema de partidos es el más adecuado para Argentina (Vareto, 2014). El propulsor de esta discusión fue Di Tella (1972) que proponía generar un sistema de partidos con una fuerza popular o de izquierda, en donde situaba al peronismo pero sin su carácter dominante, acompañado por una fuerza de derecha lo suficientemente fuerte para alternar. En contrapunto a la tesis ditelliana sobre la formación de un sistema de partidos apoyado en un clivaje de clase a la europea, Mora y

Araujo sostenía que la sociedad argentina está atravesada por tres clivajes: «uno es el de clases; otro es el que opone los intereses nacionales a los inte reses económicos extranjeros y multinacionales; un tercero es el que opone las regiones más atrasadas del país a la capital y las zonas más desarrolladas» (Mora y Araujo, 1972, p. 624). De este modo, lejos de ser caótico, el sistema de partidos argentino tendría un ordenamiento multidimensional , en el que además del componente clásico izquierda-derecha se sumarían otros clivajes como el nacional-internacional y el centro-interior.

En esa línea, recientemente Ostiguy (2009) ha presentado de forma original una aproximación al problema: junto a la dimensión ideológica clásica de izquierda y derecha que distingue las posiciones relativas a la cuestión de la distribución económica y las jerarquías sociales, existe una segunda dimensión de tipo sociocultural, que distingue las maneras en que los candidatos se presentan en la arena pública con modos más popu lares o más elitistas, y de tipo político-cultural que distingue un estilo de liderazgo más personalista o más mediado institucionalmente . De este modo, encuentra que el sistema de competencia se encuentra organizado en un «doble espectro» de izquierda- derecha y alto-bajo (elitista-popular). En este marco, los dirigentes peronistas estarían ubicados hacia el polo «bajo» de la segunda dimensión, como políticos populares, coloquiales e informales en sus maneras (a la usanza federal), mientras que los dirigen tes panradicales y otras expresiones políticas emergentes, como el PRO, estarían distribuidos en el polo de lo «alto», expresado en un estilo político que resalta la sobriedad, la formalidad y cierta sofisticación en los modales (a la usanza unitaria).

Las reglas institucionales y la dinámica gobierno-oposición

Con el retorno de la democracia en 1983 la preocupación se concentró en las condiciones institucionales de la competencia. Como señala Vareto (2014), esto no implicó el abandono del estudio de las coaliciones de votan tes de los partidos políticos (Mora y Araujo, 1985), sino que dejaron de ser el centro de preocupación.

Muchos investigadores daban por consolidado al sistema bipartidista argentino. Así se afirmaba que «si los resultados de las elecciones desde 1983 habían reflejado una tendencia a la configuración de un sistema bipartidista, esta elección [la de 1989] vino a ratificar este fenómeno» (Catterberg y Braun, 1989, p. 369). En la misma dirección, De Riz afirmaba que «los cinco comicios celebrados ponen de manifiesto que el formato bipartidista surgido en las elecciones de 1983 se mantiene en 1991» (De Riz, 1992, p. 171), y Adrogué aseguraba que «el bipartidismo aún goza de buena salud y todo hace prever que seguirá gozándola» (Adrogué, 1993, p. 441). Posteriormente, con la en trada fuerte al juego electoral del Frepaso y la adopción del balotaje en la reforma constitucional de 1994, Burdman (1997) marcaba dos escenarios futuros potenciales: la transformación en un sistema de pluralismo mode rado o en un sistema de partido dominante. Con la mirada posterior, ambos escenarios parecen haberse sucedido secuencialmente en ese orden hasta el 2013, al menos.

El auge y la posterior caída del apoyo electoral de los partidos naciona les dieron por tierra con la tesis de la consolidación del bipartidismo argen tino. Como sostienen Abal Medina y Suarez Cao (2001), con el ejercicio del gobierno continuo los partidos experimentaron cambios y los electores pu dieron evaluar el desempeño de estos. Así la diferenciación de los partidos políticos pasó a ser definida más por sus roles en tanto gobierno u oposición (Novaro, 1998; Zelaznik, 2001), que por su ideología. Para 2001 el sistema de partidos se fragmentó mucho más de lo esperado y los principales parti dos políticos se desdibujaron tanto del lado del apoyo electoral (Mora y Araujo, 2011) como de la integración de sus dirigentes (Mustapic, 2002a, 2002b). Más allá de la dimensión funcional como gobierno u oposición, no parecía claro alrededor de qué dimensión se organizaban internamente y se diferenciaban externamente los partidos políticos en pie, con excepción de los roles que ocupaban: i.e. gobierno u oposición.

La agregación e integración en los sistemas de partidos multinivel

La desintegración del sistema de partidos argentino permitió el redescubrimiento del federalismo argentino. En los países federales con sis temas de partido multinivel, la tarea de los partidos políticos nacionales (programáticos o pragmáticos, cualquiera sea) de mantener integrados a los diferentes políticos subnacionales se vuelve ardua (Riker, 1964) y no siempre está garantizada (Escolar, 2011). Como señala Falleti (2013, p. 18) «en siste mas federales de gobierno [los representantes políticos] vocalizan no solo los intereses de sus partidos o sectores, sino también los intereses de los habitantes de esas regiones o localidades en las que han sido electos». La presencia de culturas políticas subnacionales o identidades superpuestas, o diferentes, a las nacionales (Chhibber y Kollman, 2004) podría socavar la capacidad de integración del sistema de partidos nacional (Caramani, 2004) produciendo subsistemas de partidos en competencia con el nacional . Por ello la nacionalización de los partidos es considerada como un producto de los efectos agregados de grupos políticos focales o partidos (party aggregation) que buscan coordinar simultáneamente su entrada en diversos escenarios multidistritales con propósitos como los de promulgar leyes, elegir un presi dente, un primer ministro o conseguir fondos para la campaña (Cox, 1997), pero nada garantiza su realización.

Desde luego, la existencia de partidos políticos nacionales que integran la heterogeneidad social y territorial es vista como algo positivo para la corriente principal (Gordin, 2004; Riker, 1987) lo que ha derivado en interpretar la presencia de subsistemas de partidos subnacionales como fallos de coordina ción entre los diferentes niveles (Cox, 1997). Esta preocupación motivó en América Latina, y en Argentina en particular, el resurgimiento de una agenda de estudios basada en el fenómeno de la desnacionalización partidaria (Harbers, 2010; Mainwaring y Jones, 2003), i.e. la homogeneidad (o no) de la corres pondencia de los resultados electorales entre distritos (nacionalización hori zontal o agregación) así como la correspondencia entre el nivel subnacional y el nacional (nacionalización vertical o integración) (Leiras, 2010).

Los estudios teóricos y empíricos recientes han puesto el acento en el diseño institucional del federalismo para entender la creciente dificultad de integración de los partidos políticos. Algunos trabajos destacan que los pro cesos de descentralización administrativos y fiscales introdujeron incentivos para desacoplar los patrones de competencia territoriales (Bonvecchi y Lodola, 2010; Chhibber y Kollman, 2004; González y Lardone, 2013; Naza reno, Mazzalay y Cingolani, 2013) y otros hicieron hincapié en los impactos diferenciales que las instituciones políticas y electorales introducen sobre el sistema de partidos (Calvo y Escolar, 2005; Gervasoni, 2010a; Leiras, 2010; Suarez Cao, 2013). Así algunos trabajos señalan que «un gran número de polities con estructuras territoriales federales están conformadas por siste mas de partidos subnacionales que contienen todos los atributos que nor malmente los cientistas sociales le atribuyen a un sistema» (Suarez Cao y Freidemberg, 2010, s/p).

En general la literatura ha destacado los efectos negativos de un sistema de partidos desnacionalizado o territorializado: la fragmentación de los par tidos en los diferentes niveles desestimula la presencia de partidos programáticos y articulados nacionalmente (Calvo y Leiras, 2012), dificulta la conformación de coaliciones nacionales, ya sea por multiplicación de ac tores (Calvo y Escolar, 2005) o por desgaste de las etiquetas partidarias (Leiras, 2007, Galván, 2011). No obstante, algunos estudios han destacado que pese a los disturbios electorales los partidos políticos argentinos presentan muchos más patrones de estabilidad de lo que la literatura reconoce (Malamud, 2008; Malamud y De Luca, 2005).

Hipótesis

La mayoría de estos estudios que han indagado sobre la integración de los partidos y coaliciones políticas nacionales se ha enfocado en los resulta dos electorales como principal insumo para determinar el apoyo social, el posicionamiento según el rol funcional, o el grado de nacionalización o desnacionalización. Recientemente han surgido un conjunto de estudios que intentan analizar la integración de los partidos por su coherencia, con gruencia o disciplina mediante la observación del comportamiento legislati vo (Morgenstern, 2004), el posicionamiento de sus líderes legislativos (Ruiz y Montero, 2003) y la congruencia de los líderes y sus electores (Luna y Zeichmester, 2005, Colomer y Escatel, 2005; Wiesehomeier, 2010, entre otros). En esta investigación, en cambio, pongo el foco en la congruencia o incon gruencia de las posiciones políticas, ideológicas, estéticas y valorativas que identifican a los dirigentes políticos provinciales que se integran en coalicio nes políticas nacionales a partir del juicio de expertos.

La revisión de la literatura permite desprender potenciales factores ex plicativos respecto de aquello que organiza (o desorganiza) a los partidos o coaliciones políticas argentinas. En primer lugar, el espacio de competencia tiene como principal dimensión la ideología, entendida en las coordenadas clásicas de izquierda y derecha, que resume un conjunto de posicionamientos difusos principalmente de tipo económico-distributivos. En segundo lugar, una dimensión sociocultural, entendida como el estilo popular o elitista de la persona pública del tipo de candidato, aquello a lo que Ostiguy (2009) refiere como «the high and the low» en la política argentina. En tercer lugar, el factor funcional, vinculado a la posición que ocupan los partidos en tanto gobierno u oposición, y que puede alterarse dependiendo de quien ocupe el gobierno central (Malamud, 2008; Mustapic, 2002a; Zelaznik, 2001). Esta dimensión suele coincidir con la persona del presidente o del líder político, lo cual puede correlacionar con la tendencia a la polarización de «ismos» y «anti-ismos» tales como, menemismo-antimenemismo, kirchnerismo- antikirchnerismo (Mora y Araujo, 2011). Por estas razones, denomino a esta dimensión como «adversión», ya que organiza a las coaliciones en «contra posición a» o por «rechazo a». En cuarto lugar, la integración de la oferta política es condicionada por la organización federal o multinivel del sistema institucional argentino, introduciendo un posicionamiento de tipo provin cial o regional. A las cuatro dimensiones, que consideraré sistemáticas, de organización (o desorganización) de los sistemas de partidos, podemos aña dir los procesos sociales de transformación a escala global que han ido erosionando a las estructuras partidarias en favor de la emergencia de parti dos centrado en candidatos (Wattemberg, 1991).

De ello surge la pregunta central de este estudio, ¿a qué responde la organización de las coaliciones políticas nacionales que integran los liderazgos provinciales? o si, en cambio, la integración no responde a ningún factor concreto y se trata de una aleatoria coordinación oportunista y coyuntural. Por un lado, si las coaliciones políticas nacionales son agrupaciones exclusi vamente pragmáticas de políticos provinciales, esperamos que no exista di ferenciación ideológica o política o de algún otro tipo entre las mismas. Por otro lado, si las coaliciones políticas nacionales son el equivalente funcional de los partidos políticos tradicionales, que comparten un posicionamiento ideológico, valorativo o estético común, a lo largo y ancho del territorio na cional, debería existir una diferenciación ideológica precisa entre los inte grantes de las diferentes coaliciones políticas nacionales. Por último, si las coaliciones políticas nacionales son agrupaciones de políticos provinciales que responden a algún tipo de diferenciación que combina elementos ideo lógicos, estéticos o se basan en alguna idea de comunidad política singular que los distingue, y que contiene a las peculiaridades provinciales, podría existir algún tipo de nexo común interprovincial entre las coaliciones nacio nales, lo que podríamos denominar como una «congruencia ideológica interprovincial». Lo anterior se puede resumir en tres hipótesis testeables:

Hipótesis de la personalización desnacionalizada. Los políticos pro vinciales se agregan en coaliciones nacionales desde las provin-

cias en vistas de competir nacionalmente, pero sin ningún ele mento en común entre ellos. De este modo las coaliciones polí ticas nacionales son una caótica agregación de políticos provin ciales y no se encuentran diferencias ideológicas o de otro tipo entre ellas.

Hipótesis de la nacionalización ideológica. Las coaliciones políticas nacionales integran y alinean nacionalmente a los políticos, dis tribuidos en las provincias, que poseen una ideología común. De este modo, las diferencias unidimensionales entre las coali ciones son estadísticamente significativas y la heterogeneidad interna de éstas es mínima.

Hipótesis de la congruencia ideológica interprovincial. Las coalicio nes políticas nacionales integran a políticos provinciales que com parten algún elemento común, no necesariamente ideológico, pero con cierto grado de flexibilidad y libertad para integrar los intereses y peculiaridades provinciales heterogéneas. De este modo, existen diferencias multidimensionales que distinguen a las diferentes coaliciones con heterogeneidad variables al inte rior de las mismas.

La primera hipótesis puede plantearse como hipótesis nula, derivada de dos tesis diferentes. Por un lado, la de la creciente personalización de la políti ca y extinción de los partidos políticos y, por el otro, de las tesis vinculadas con la no-nacionalización de los clivajes y la creciente desnacionalización del siste ma de partidos. Se desprende de esas tesis que las coaliciones políticas nacio nales no son internamente congruentes debido a que los políticos que las integran tienen posiciones ideológicas, y de otro tipo, heterogéneas. De la segunda hipótesis, a la que defino como nacionalización ideológica, se deri va una consecuencia observacional fuerte: las coaliciones políticas naciona les deberían presentar una fuerte congruencia ideológica entre sus inte grantes, sin que la procedencia provincial introduzca una diferencia signifi cativa. Ello implicaría que la distancia entre los integrantes de una misma coalición, en términos ideológicos, debe tender a ser mínima y significativamente diferente de los integrantes de las otras coaliciones, sin que la procedencia provincial o subnacional sea un factor relevante a tener en cuenta en el proceso de integración. Por último, la hipótesis de la inte gración vertical o de la congruencia ideológica interprovincial, sostiene que las coaliciones integran a políticos con preferencias e intereses que tienden a ser similares, pero que no son exclusivamente ideológicas, como podría ser cierta congruencia en el estilo o de tipo adversarial, y que permiten diferen ciar a los integrantes de unas coaliciones respecto de los integrantes de otras coaliciones. Las coaliciones son diferentes en su integración aunque con márgenes variables de diferenciación interna, en donde la pertenencia pro vincial es un factor relevante.

Metodología

Para estimar la congruencia o incongruencia política de los líderes polí ticos provinciales al interior de las coaliciones políticas nacionales procedi mos a obtener una medida del posicionamiento de los mismos en cuanto a las siguientes dimensiones, a saber: izquierda-derecha, alto-bajo, liberal-con servador y kirchnerista-antikirchnerista. Para ello optamos por consultar a expertos en política local en cada una de las provincias sobre el posiciona- miento de los líderes políticos en cada una de estas dimensiones, a partir de un cuestionario autoadministrado en línea (web survey).

Muestra

El universo de nuestros entrevistados está constituido por profesores in vestigadores expertos en política subnacional con plaza en universidades pú blicas o privadas en cada una de las 23 provincias del país y la Ciudad Autóno ma de Buenos Aires, empadronados en los departamentos de ciencia política o departamento afín (ciencias sociales, por ejemplo). Para la selección de la muestra, procedimos a contactar primero a aquellos expertos que poseyeran plaza de tiempo completo, que pertenezcan a la carrera de investigador cien tífico del Conicet o de la comisión de ciencia provincial en el área de ciencia política, sociología, etc. y que tuvieran publicaciones vinculadas con la políti ca subnacional. Los contactos se establecieron mediante dos modalidades: vía correo electrónico, en primera instancia, o vía telefónica, en una segunda instancia. En general, la muestra no la integran expertos pertenecientes a una misma institución. El total de expertos entrevistados fue de 121, repar tidos en las 24 provincias. La distribución por provincia se presenta en la Tabla 1. Los 191 expertos respondieron a todas las preguntas del cuestiona rio para los 14 estímulos nacionales (políticos nacionales) que se les pidió evaluar y clasificar. En cambio, para la clasificación de los 117 estímulos provinciales se dividió la muestra, y los expertos, en 24 submuestras de 5 estímulos provinciales por provincia. De los expertos entrevistados el 42% fueron mujeres. El 35,6% de los entrevistados tiene sus estudios de doctora do concluido, mientras el 29,32% posee algún título de maestría.

Tabla 1

Composición de la muestra y número de estímulos evaluados,

según provincia

Unidad

Políticos

Expertos

Argentina

14

191

Buenos Aires

5

11

Catamarca

4 5

Chaco

5 7

Chubut

4 9

Ciudad Autónoma

5

16

Córdoba

6 8

Corrientes

4 7

Entre Ríos

6

11

Formosa

3 5

Jujuy

4 5

La Pampa

4 5

La Rioja

4 6

Mendoza

4 9

Misiones

5

11

Neuquén

4 9

Río Negro

5 7

Salta

5 7

San Juan

6 8

San Luis

5 5

Santa Cruz

6 6

Santa Fe

8

10

Santiago del Estero

4 7

Tierra del Fuego

5 7

Tucumán

6

10

Total

131

191

Fuente: Elaboración propia.

Cuestionario

El cuestionario enviado por correo electrónico incluía un vínculo a la plataforma de formularios Google, en la cual estaba montado. A continua ción, los 191 entrevistados clasificaron a 14 políticos nacionales en las 4 dimensiones indicadas en el apartado anterior (ideología, estilo político, proximidad con el gobierno nacional y liberalismo). En todos los casos fue ron utilizadas escalas de 1-7 puntos, donde 1 representaba un extremo de la dimensión y 7 el extremo opuesto (ver Anexo).

Una vez que los entrevistados clasificaban a los políticos nacionales, se les preguntaba la provincia de residencia y trabajo, de modo que ello permi tía filtrar el próximo conjunto de preguntas delimitándolo solo a los políti cos de la provincia en cuestión. A continuación, los entrevistados respon dían las mismas preguntas para un conjunto reducido de 4 a 6 líderes polí ticos locales. Los políticos locales escogidos fueron el gobernador, los candi datos a gobernador de las principales coaliciones gravitantes en la provincia y en algunos casos, que se consideró relevante, se incluyó al intendente de la ciudad capital de la provincia.

Clasificación de los políticos provinciales

en espacios políticos nacionales

Ex post a la recolección de los datos, los políticos provinciales fueron ubicados, según el partido de procedencia, en alguna de las coaliciones po líticas nacionales que participaron en la elección presidencial de 2015. Se tomó en cuenta para ello la lista en la que se presentaron (en caso de los candidatos a gobernador) y en los casos en que ello no hubiera sido sufi ciente o no reflejara con claridad su alineamiento nacional, indagamos me diante a consultas a informantes y expertos locales. De este modo, pudimos clasificar a los políticos en 5 bloques o coaliciones políticas, de los cuales el Frente para la Victoria y Cambiemos constituyen las más grandes en cuanto a adscripciones, seguidos del Frente Amplio Progresista (FAP), Frente Reno vador-Una Nación (FR) y el Frente de Izquierda y los Trabajadores. Un conjunto residual de gobernadores y candidatos perteneciente al Partido Justicialista, pero que no se alineaban al FPV, los que definimos como PJ- noK, fueron reunidos por razones prácticas dentro del bloque del FR. La Tabla 2 presenta el número de políticos que fueron agrupados en los dife rentes bloques. Agregamos una sexta categoría residual (otros) para agrupar a aquellos que incluso con un segundo análisis no podían ser clasificados en los bloques nacionales, como es el caso de algunos políticos pertenecientes a partidos provinciales, como el Movimiento Popular Neuquino, o no ali neados con los bloques nacionales tan disímiles como Fuerza Republicana o Autodeterminación y Libertad.

Tabla 2

Número de políticos y candidatos según espacio político

Partido

Nacionales

Provinciales

FPV-PJ

3

53

Cambiemos

4

37

FR-UNA

3

13

FAP

2 3

FIT

2 5

Otros

0 6

Total

14

117

Fuente: Elaboración propia.

La estimación de la posición de cada político en cada dimensión surge del promedio de las clasificaciones de los expertos, de acuerdo a una prácti ca ya clásica en la disciplina (Benoit y Laver, 2007; Budge, 2000; Castles y Mair, 1984; Huber y Inglehart, 1995; King, Murray, Salomon y Tandon, 2003; Laver y Hunt, 1992; Mair, 2001; Steenbergen y Marks, 2007). Asumi mos que los políticos ocupan una posición en cada una de las dimensiones y que esas posiciones pueden ser estimadas a partir de las percepciones de los expertos entrevistados. Cada una de esas percepciones se transforman en un valor en una escala discreta de 1-7 puntos e inferimos que la posición de los políticos en esa escala puede estimarse a partir del promedio de las clasificaciones que nuestros expertos entrevistados realizan. Cuanto menor sea la diferencia entre las clasificaciones que los n expertos realizan sobre un político j, más precisa será nuestra estimación, y viceversa. De este modo, asumimos que las percepciones de nuestros expertos entrevistados transfor madas en una medida de posicionamiento son buenos indicadores de las posiciones relativas de los políticos en cada dimensión .

Datos

Los resultados arrojan algunas pistas sobre la identificación de los diri gentes provinciales y su grado de congruencia o incongruencia en las coali ciones políticas nacionales. El Grafico 1 presenta la dispersión por coalición política de los políticos provincias en las 4 dimensiones. Las dimensiones iz quierda-derecha y liberal-conservador, como es de esperar, presentan una alta correlación (r= .909, j^<.001). En ambas se pueden distinguir claramente el bloque del FIT en una posición discernible como la coalición de los más liberales (aborto, despenalización de consumo de estupefacientes, etc.) e iz quierdistas. En una posición centrista y moderadamente centroliberal, se ubi ca el FAP mientras que los políticos del FR y PJ-noK se ubican en posiciones que van del centro al centroderecha y son moderadamente conservadores.

Por su parte Cambiemos se presenta como una coalición un tanto heterogénea, al igual que el FPV No obstante hay diferencias marginales significativas: mientras los políticos «cambiemitas» tienen posiciones ideo lógicas que van del centro a la derecha, el FPV tiene un núcleo centrista con dispersión hacia el centroizquierda y el centroderecha. En cuanto a las po siciones en relación con las libertades, los políticos del FPV tienen posiciones desde el extremo liberal al extremo conservador, mientras que los «cambiemitas» se extienden desde posiciones centroliberales a conservadoras.

En cuanto al estilo político, la dimensión cultural resaltada por Ostiguy (2009) que permitiría distinguir a los políticos con modos populares (low) de aquellos con modos más «elitistas» (high), no parece ser una dimensión que establezca un corte entre las coaliciones políticas tal y como se podría esperar. La amplitud, por ejemplo, de Cambiemos es muy grande incluyendo desde los políticos más high (formales, sobrios, refinados) a los políticos más low (in formales, populares, campechanos) como por ejemplo, Miguel del Sel (Santa Fe), Alfredo Olmedo (Salta), Luis Juez (Córdoba) y Alfredo De Ángeli (Entre Ríos). El elemento característico que resalta en esta dimensión radica en que los políticos agrupados en el PJ-noK y los del FPV se mezclan en el mismo espacio, dando respaldo parcial a la tesis de Ostiguy. En contraste los dirigen tes del FAP se encuentran en posiciones moderadamente high. Por último se presenta un cuarto gráfico de dispersión que localiza en el eje horizontal las posiciones según el grado de oposición al gobierno nacional de CFK. La di mensión kirchnerismo- antikirchnerismo, o gobierno-oposición, divide el mapa de una manera más nítida: hacia el lado kirchnerista, se encuentran todos los dirigentes del FPV. Del centro hacia el lado antikirchnerista, todos los dirigen tes de las demás fuerzas políticas, en especial Cambiemos .

Gráfico 1

Ubicación de políticos provinciales según coaliciones políticas nacionales (datos crudos)

Fuente: Elaboración propia.

Modelo

Mediante este informal «diagnóstico por imagen», que se deriva del análisis de los gráficos de dispersión (stripchart), podemos visualizar las di mensiones que gravitan en la integración de los dirigentes provinciales en las coaliciones políticas nacionales. Para realizar un análisis más preciso, que incluya el factor idiosincrático provincial, presento un modelo de regresión lineal multinivel con efectos aleatorios por provincia. En cada uno de los 4 modelos estimados la variable dependiente es cada una de las dimensiones, mientras que la variable independiente fija es el factor «coalición política», constituido por 5 categorías tomando como categoría base al FpV La varia ble independiente aleatoria es el factor de identificación provincial consti tuido por 24 categorías, tomando como categoría base a los políticos de

ámbito nacional11. El modelo de efectos aleatorios permite suponer que cada unidad transversal tiene un intercepto diferente. Este modelo se ex presa como:

Yy - ar + P\X\y + ey

(1)

Donde a - a + u t . Es decir, en vez de considerar a a como fija, supo nemos que es una variable aleatoria con un valor medio y una desviación aleatoria u f de este valor medio. Sustituyendo a t - a + u i en (1) obtenemos:

Y - a + A X ut + u i + e n

(2)

Los cuatro modelos presentan el impacto de (X), la pertenencia a una coalición, sobre la dimensión en cuestión (Y). En todos los casos se presenta la prueba del multiplicador de Lagrange para efectos aleatorios, de modo tal que podamos discernir si el modelo con datos aleatorios por provincia es dife rente de un modelo OLS con datos agrupados. La hipótesis nula de esta prueba plantea que - 0 , es decir que la diferencia de las varianzas interprovinciales es igual a cero.

En los modelos 1 y 2 el valor de la prueba, de acuerdo al p-value, nos indica que podemos rechazar la H0; por lo tanto, los efectos aleatorios u i (las provincias) son relevantes. Esto significa que tanto para el posicionamiento de los políticos según ideología como para el posicionamiento respecto de las libertades individuales, existen elemento idiosincráticos provinciales. El coeficiente p del modelo indica que el 28 y el 29% de la variación en ideolo gía y libertades, respectivamente, puede ser explicada por las diferencias interprovinciales.

En los modelos 3 y 4, no se encuentran diferencias interprovinciales discernibles de cero (coeficientes de p = .14 y p = .04, respectivamente y test de Lagrange no estadísticamente significativos), de modo tal que en estos casos podemos asumir que no anidan diferencias interprovinciales. En este sentido, la intuición indica que el estilo político y el grado de aversión al kirchnerismo fungen como dimensiones nacionales de posicionamiento, que dada su estructuración no contienen elementos idiosincráticos signifi cativos.

Las 25 categorías de identificación tienen el valor de 0 para los políticos nacionales, y de 1 a 24 para los políticos de las diferentes provincias.

Tabla 3

Modelo de regresión con efectos aleatorios por provincia

(i)

(2)

(3)

(4)

Izq. - Der.

Liberal -

Kirchnerismo -

Bajo - Alto

Conservador

antildrchnerísmo

Cambiemos

1.147"“

1.128“"

4.331'“

0.731'”

(0.149)

(0.196)

(0.151)

(0.197)

PJ-noK

0.698'”

0.857“

3.031'”

0.00267

(0.208)

(0.273)

(0.210)

(0.273)

FAP

-0.582

-0.883

3.031'”

1.354”

(0.367)

(0.481)

(0.364)

(0.459)

FIT

-2.832”"

-2.247'”

4.166'”

0.0517

(0.296)

(0.388)

(0.298)

(0.386)

Otros

0.292

0.264

2.710'”

0.722

(0.325)

(0.426)

(0.324)

(0.415)

Constante

4.276"“

4.190”'

1.780'”

3.262'”

(0.130)

(0.171)

(0.113)

(0.133)

Observaciones

131

131

131

131

R 2 within

.67

.51

.89

.16

R 1 between

.14

.02

.68

.08

Rho

.28

.29

.14

.04

Test Lagrange

11.95*”

15.89'”

1.88

.06

Error estandard entre paréntesis * p < 0.05, ** p < 0.01, *** p < 0.001 Fuente: Elaboración propia.

Los valores de los coeficientes fi estimados para cada coalición política se leen con relación al coeficiente a (constante) que es el valor estimado para el promedio de los políticos del FPV De modo que, por ejemplo, en el modelo 1 el coeficiente fi estimado para Cambiemos es 1.147 más que el valor a=4.276 (el que corresponde al FPV), por lo que la posición media de Cambiemos se estima en fi + a = (1.147+ 4.276) = 5.423, lo que lo ubica en promedio a la derecha del FPV. En este sentido el signo del coeficiente se interpreta más a la derecha que el FPV, si es positivo, o más la izquierda, si es negativo. Lo mismo aplica para los otros modelos estimados para libertades, estilo y oposición.

El modelo 1 permite inferir una diferencia estadísticamente significati va entre la ubicación hacia la derecha de Cambiemos y una poco más mode rada de los justicialistas no-K, así como de la posición hacia la izquierda del FIT, todos en relación al FPV. Entre el FAP y el FPV no se observan diferen cias estadísticamente significativas. En el resultado del modelo se han omiti do los coeficientes por provincia, pero la prueba del multiplicador de

Lagrange advierte que hay efectos provinciales, como los que encontramos en CABA (con un efecto promedio hacia la izquierda) y San Juan (con un efecto promedio hacia la Derecha). El modelo 2 presenta una información similar en cuanto a la anterior: Cambiemos presenta la posición estadísticamente más conservadora, seguida de los justicialistas no-K, mien tras que el FIT presenta la posición más liberal, siempre con relación al FPV y, nuevamente, no se observan diferencias estadísticamente significativas entre este último y el FAP Al igual que en el modelo anterior, encontramos efectos provinciales. Así CABA y Rio Negro, presentan coeficientes prome dios «más liberales» con relación a los dirigentes nacionales, y Salta y San Juan, coeficientes promedios «más conservadores».

En el modelo 3 se estima el grado de antikirchnerismo de las coaliciones políticas: Cambiemos y el FIT ocupan las posiciones más distantes al FPV, a una menor distancia se ubican el FAP y los justicialistas no-K. Por último, en cuanto al estilo político cultural de los dirigentes, observamos que el corte entre las coaliciones políticas de matriz peronista y no peronista es significati vo. Por un lado, el FAP se localiza en posiciones estadísticamente significativas más «high» seguidas de los dirigentes de Cambiemos (pese a la existencia de outliers low, como ya ha sido notado), ambas coaliciones surgidas de lo que podríamos llamar la matriz no peronista. En cambio, no se encuentran dife rencias estadísticamente significativas entre los dirigentes del FIT, del Justicialismo no-K y del FPV, es decir el campo «popular» peronista u obrero.

Los coeficientes de covariación de los modelos estimados (R2) sugieren que tanto la dimensión ideológica (R2 = .67), como la dimensión opositora o adversarial (R2 = .89), i.e. el grado de antikirchnerismo, parecen ser explica das mejor por la pertenencia de los dirigentes provinciales a las diferentes coaliciones políticas nacionales . El modelo 4, si bien pareciera confirmar a grandes rasgos la organización high-low de los espacios políticos, presenta un coeficiente de codeterminación pequeño (R2 = .16).

Discusión

La evidencia empírica sugiere que tanto la ideología como la adversariedad al kirchnerismo, en mayor medida, son las dimensiones estructuradoras de la agregación de los políticos provinciales en las coalicio nes políticas nacionales, y en menor medida el estilo político. Si cruzamos ambas dimensiones, como se muestra en el Gráfico 2, podemos observar que, pese a la dispersión, los integrantes de una misma coalición están ubi cados contiguamente en el espacio político, de manera congruente.

Gráfico 2

Adversariedad e ideología. El espacio político bidimensional de las coaliciones políticas nacionales (datos crudos y datos normalizados)

En primer lugar, el eje horizontal ideológico permite diferenciar a las coaliciones de izquierda a derecha en forma nítida. El bloque ubicado más a la izquierda resulta, como es esperable, el del FIT con una media de 1,4 un desvío de 0,14. En contraposición, el bloque ubicado más a la derecha es el de Cambiemos, esparcidos entre el centroderecha y la derecha, con una media de 5,4 y una desvío de 0,83. En el centro se ubican los dos peronismos y el FAP, con posicionamiento relativamente diferentes y diferentes grados de dispersión. Hacia el centro izquierda se ubica el FAP con una media de 3,7 y un desvío de 0,28. Del centro al centro izquierda se ubica el FPV con una media de 4,3 y un desvío de 0,75. Inmediatamente pegado el bloque PJ-noK con una media 4,9 y un desvío de 0,60.

En segundo lugar, el eje vertical adversarial separa a los políticos inte grantes del FPV del resto de las fuerzas políticas. Desde luego, el bloque del FPV es el más kirchnerista u oficialista, con una media 1,8 y un desvío de 0,74. Si bien, por definición es el bloque más kirchnerista, ya en la elección de 2015 se pueden observar grados relativos de dispersión interna. Como ya se señaló, tanto Cambiemos como el FIT son las coaliciones nacionales más opositoras o antikirchneristas, en promedio. El bloque de Cambiemos presenta una media de 6,09 en esta dimensión y un desvío de 0,57, mientras que los políticos del FIT presentan una media de 5,9, muy cercana a Cambie mos en este eje, pero una mayor dispersión indicada por el desvío de 0,89.

Menos adversariales, son las posiciones del FAP (media=4,7) y de los peronistas no-K (media=4,8), que presentan posiciones cuasi idénticas.

En forma global, las coaliciones políticas nacionales se integran desde la provincia de manera congruente en torno a estas dos dimensiones. Por un lado, un clásico clivaje constituido en términos de izquierda y derecha, y en forma transversal un clivaje constituido por la oposición o la adversariedad al kirhcnerismo que parte en dos el espacio político .

El mapa político de 2015 y de las elecciones de medio término de 2017 presentan indicios de tendencias en la composición de las coaliciones naciona les. En este sentido, luego de la crisis política y partidaria sufrida en 2001 -2003, se están reconstruyendo dos grandes bloques, en el sentido que Torcuato Di Tella (1972 y 2015) planteaba como horizonte. Por un lado, un bloque o coali ción de centroderecha, definida como «una convergencia entre lo que puede aproximarse a un conservadorismo popular y un liberalismo empresarial porte ño, más algunos dirigentes provinciales de diversos orígenes» (Di Tela, 2015, p. 36); y por el otro, un bloque o coalición de centro- centroizquierda, compren dida entre «el propio justicialismo renovado (...) y el público socialdemócrata, si este se decide a dejar de lado su resentimiento antipopulista» (Di Tela, 2015, p. 36). Junto a estos dos grandes bloques se puede observar la emergencia de una coalición nacional de izquierda en torno al FIT, aunque por el momento de un tamaño electoral y una penetración territorial de menor alcance.

Una objeción a la hipótesis de congruencia interprovincial en dos gran des coaliciones políticas nacionales, puede basarse en la fractura del espacio «panperonista» en diversas etiquetas en las últimas elecciones legislativas de 2017 (Unidad Ciudadana, Partido Justicialista, Frente Renovador). Esta dis persión y fragmentación de un bloque espacialmente congruente podría ser momentánea. En tal caso, si no lo fuera estaríamos en presencia de un fenómeno que debe ser explicado: la emergencia, integración y estructuración de una coalición política nacional de centroderecha, con gruente interprovincialmente, justo en el momento histórico en que se pro duce desintegración la coalición política alternativa.

Conclusión

El análisis ofrecido presenta una pintura menos pesimista de la que parte del saber convencional tiene sobre la integración del sistema de parti dos nacional, ya sea en términos de despartidización o en términos de desnacionalización. La gran mayoría de los estudios realizados acerca de la desnacionalización o desacople de los sistemas de partido subestatales cen traron su diagnóstico en la distribución de los votos, pero no en las posicio nes ideológicas o ubicaciones espaciales de los dirigentes de esos partidos o coaliciones políticas desplegados en el territorio. Así este trabajo, tiene por objeto mirar el fenómeno desde otro lugar.

Desde el punto de vista de esta investigación, por un lado, la hipótesis de estructuración nacional del sistema de partidos es un espejismo, como ya es común aceptarlo; por el otro, el relativo consenso en torno a la ausen cia de un sistema de partidos nacional y la prevalencia de 24 sistemas de partidos provinciales debe ser reconsiderado, al menos en el estado que actualmente se acepta. La evidencia que ofrezco, lejos de ser definitiva y concluyente, sugiere que hay elementos que integran a los políticos provin ciales en grandes coaliciones políticas nacionales. Estas coaliciones políti cas, denominadas con el término más laxo de «espacios», son flexibles como lo demuestra la actual coyuntura electoral 2017, pero no impredecibles ni caprichosas. El grado de identificación y adversión (u oposición) a un gru po político (en este caso el kirchnerismo), junto con la más clásica dimen sión ideológica le imprimen un orden a la existencia de las coaliciones polí ticas nacionales. Ese espacio es flexible para acomodar las idiosincrasias pro vinciales, que desde luego existen. A su vez, ordenado el espacio de las coa liciones políticas, el estilo político (populares versus elitistas) juega un rol relativamente menor pero diferenciador de algunas tradiciones identitarias persistentes en el campo popular que debe ser investigado con más profun didad. Pero el estudio es concluyente: los líderes provinciales que adhieren y se enrolan a diferentes coaliciones políticas nacionales, guardan congruen cia espacial más allá de los límites provinciales con los otros miembros de la coalición; no son solamente aglomeraciones de ambiciones tácticas.

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