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Revista de historia americana y argentina

versão impressa ISSN 2314-1549versão On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.57 no.1 Mendoza jun. 2022  Epub 07-Jun-2022

http://dx.doi.org/10.48162/rev.44.022 

Artículos libres de historia americana y argentina

Las conmemoraciones peronistas de las elecciones del 24 de febrero de 1946 y del 18 de marzo de 1962 (1962-1966)

The Peronist commemorations of the elections of February 24, 1946 and March 18, 1962 (1962-1966)

1Universidad Nacional de San Martín. Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Centro de Estudios Sociopolíticos. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. funes.andres.n@gmail.com

Resumen

El artículo analiza las representaciones que algunos actores individuales y organizativos peronistas hicieron de los procesos eleccionarios del 24 de febrero y del 18 de marzo de 1946 y 1962, respectivamente. Con especial atención a los sentidos comunitarios que las conmemoraciones reactivaron, se examina un conjunto de fuentes relevantes de los primeros años sesenta: publicaciones político-partidarias, periódicos de tirada nacional y revistas de interés general. La relectura del tiempo pasado -y la edificación de un proyecto futuro- constituye una de las dimensiones cardinales de la configuración identitaria de todo agrupamiento. Mediante ese mecanismo, los problemas del presente son releídos a través de la experiencia histórica del grupo. En el periodo examinado, si bien la proscripción a Perón se mantenía vigente, los gobiernos de Arturo Frondizi y de Arturo Illia ofrecieron espacios para que partidos “neoperonistas” se insertaran en el sistema político-institucional. Estas tentativas repercutieron en la manera en que los actores peronistas entendieron su quehacer político y delinearon una comunidad política deseada. Adquieren relevancia así tópicos en donde las elecciones fueron entendidas como quiebres con un pasado concebido como oprobioso y otros en los que las “masas” adquirían centralidad en esos eventos pretéritos.

Palabras clave: procesos electorales; comunidad política; peronismo; años sesenta; conmemoraciones

Abstract

The article analyzes the representations that some individual and organizational Peronist actors in Argentina of the period 1962-1966 made of the electoral processes of February 24 and March 18, 1946 and 1962, respectively. Paying special attention to the community senses that the commemorations reactivated, a set of relevant sources from the first sixties considered are examined: political-party publications, national interesting newspapers and general magazines. The review of past time - and the building of a future project - constitutes one of the cardinal dimensions of the identity configuration of every group. Through this mechanism, the problems of the present are related through the group's historical experience. In the period considered, although the ban on Perón was still in force, the governments of Arturo Frondizi and Arturo Illia offered spaces for parties called “Neoperonists” to insert into the political-political system. These attempts had an impact on the way in which the Peronist actors understood their political doing and delineated a desired political community. topics where elections were conceived as caesura with an opprobrious past and others in which the "masses" acquired centrality in those past events take centrality.

Key words: electoral processes; political community; Peronism; sixties; commemorations

Introducción1

En abril de 1965 Mariano Grondona dedicó uno de sus editoriales en la revista Primera Plana a los diversos intentos de incorporar al “peronismo a la democracia” ensayados desde el golpe de Estado de 1955. Para el periodista, la tercera prueba ocurrió con las elecciones legislativas que se habían celebrado el 14 de marzo. Si bien la jornada había sido “absorbida sin los sobresaltos de [las elecciones de] 1962”, el proceso estaba, para Grondona, lejos de terminar. Tendría “su culminación en 1967 y en 1969 (...) cuando el peronismo y el no peronismo se disputen el Poder”, sostenía el periodista. El escenario abierto tras los comicios legislativos de ese año constituía uno nuevo, con el Congreso Nacional como uno de los ejes principales de la política. Antes que leyes y proyectos, allí se resolvería la “recíproca capacidad de tolerancia de las dos grandes facciones argentinas”, que determinaría si el palacio de Av. Rivadavia y Entre Ríos haría retornar “Caseros o celebra[r] -concluía Grondona-, por fin, nuestro San Nicolás”2. Si la breve experiencia de convivencia parlamentaria entre peronistas y no peronistas en estos años fue dura3, cualquier expectativa de una futura coexistencia tolerada fue truncada el 28 de junio de 1966. La denominada “Revolución Argentina” sepultó por largo tiempo la ansiada convivencia democrática.

En este editorial, Grondona mencionaba dos importantes procesos electorales de la Argentina de los años sesenta: las legislativas nacionales del 18 de marzo de 1962 y las del 14 de marzo de 1965. Comicios significativos particularmente para el peronismo. Durante las presidencias de Arturo Frondizi y Arturo Illia se levantaron algunas de las medidas proscriptivas que pesaban sobre el movimiento liderado por Juan Domingo Perón. Al igual que en las presidenciales de 1963, en las elecciones de 1962 y 1965 los llamados partidos “neoperonistas”4 obtuvieron una gran cantidad de votos y lograron bancas en el Congreso Nacional, en legislaturas provinciales y gobernaciones. Esta posibilidad de participación electoral influyó en la forma en que el peronismo entendió su quehacer político en el nuevo escenario que se abrió tras 1955. Este artículo examina precisamente los sentidos que disparó aquella oportunidad y su impacto en la idea de comunidad política que articularon algunas voces peronistas entre 1962 y 1966.

La pregunta por los márgenes de una comunidad conduce al interrogante por el lazo político. Esto es, ¿qué hace que un conjunto de hombres y mujeres se sientan parte de un todo mayor, instituyendo un pasado común que debe mucho al presente y se corresponde también con el proyecto futuro configurado por ese grupo? El lazo refiere, como lo definió Ignacio Lewkowicz (2004), al “efecto de una práctica discursiva en una situación determinada” (p. 28). Es el resultado de una práctica política -una intervención, podría decirse- mediante la cual una particular configuración del pasado es presentada como común para un grupo. En este sentido, los contornos comunitarios están relacionados con esas figuraciones de la historia. Además de operar como una suerte de “anclas de seguridad”, estas elaboraciones de un pasado común permiten a los integrantes de una comunidad establecer diferencias con el exterior y al interior de esa figura comunitaria. Se trata, entonces, del establecimiento de límites. Maurice Blanchot [1983] (2002) se ha referido a esta cuestión cuando sostuvo que lo que reclama la existencia de cada sujeto es una comunidad finita, que lo cobije de la infinitud. También Jean-Luc Nancy (2007) repara en la relación entre lo comunitario y los límites. Para este autor, la cuestión se traduce a la pregunta: “¿cómo tocarlo [al límite] y ser tocado [por él] sin violarlo?” (p. 51). Puesto de otro modo, ¿qué tipo de lazo puede configurarse entre los distintos sujetos en ese estar juntos entre varios que es la comunidad que permita aprehender ese límite, sin por ello derivar en ese otro pliego de lo comunitario que es la fusión, la “efervescencia (…) [que da] lugar a una unidad” (Blanchot, [1983] 2002, p. 20)?

En esta proyección de márgenes de una comunidad tiene un rol fundamental la figuración de un pasado común. De un espacio reservado para las conmemoraciones y recuerdos de eventos caros dentro de un grupo considerado. Piénsese en la función que adquieren los rituales políticos, enlazando a los participantes del rito con un pasado particularmente elaborado (Rivière, 1988), dotándolos de un sentido de pertenencia a través de un conjunto de representaciones comunes (Macor, 2002) y escenificando jerarquías entre los convocantes y los convocados a la práctica ritual (Augé, 1998).

A partir de estas consideraciones teóricas y de fuentes como semanarios político-partidarios, periódicos y revistas de interés general, este artículo analiza las representaciones que algunos actores individuales y organizativos peronistas de comienzos de los años sesenta hicieron de las elecciones del 24 de febrero de 1946 y del 18 de marzo de 1962, enfatizando especialmente los sentidos sobre la comunidad que se dinamizaron en las conmemoraciones celebradas. El trabajo con las fuentes permite incorporar un coro de voces del peronismo relevantes en la época considerada para, precisamente, examinar las dinámicas conmemorativas peronistas. Los semanarios Descartes (1962), Retorno (1964-1966) y Compañero (1963-1965) escenificaban una de las principales polémicas que sacudía al movimiento liderado por Perón tras su exilio: el conflicto entre sectores políticos y gremiales. Precisamente, la primera de las publicaciones mencionada fue el órgano oficial de las “62 Organizaciones Peronistas”, el llamado “brazo político” del sindicalismo peronista. Del mismo modo, Retorno, sostenido económicamente por el empresario Jorge Antonio, estuvo vinculado al Partido Justicialista de Provincia de Buenos Aires y contó con la participación de destacados nombres del “peronismo político” de los primeros sesenta: Raúl Garré, Delia Parodi y Juan Carlos Cornejo Linares, entre otros. Finalmente, Compañero intentó trascender aquel conflicto, presentándose como el vocero del “peronismo revolucionario”. El punto más alto del semanario sobrevino con la constitución en agosto de 1964 del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), armado que buscaba horadar el influjo que políticos y gremialistas tenían en el peronismo. Asimismo, ya que se consideran las representaciones peronistas de las elecciones del “24 de Febrero” y del “18 de Marzo” a principios de los años sesenta, se examinan periódicos y revistas de tirada masiva de la época como El Litoral, El Mundo, La Nación, La Prensa, La Razón y Primera Plana. Este conjunto de fuentes permite acceder a comentarios y declaraciones de figuras peronistas como Andrés Framini o Roque Natiello. Asimismo, ayuda a ubicar los trascendidos en el marco que ofrecían los actos conmemorativos propiamente dichos.

Las evocaciones de los procesos electorales en las que se embarcaron las voces peronistas trabajadas en este artículo trascienden los meros recuerdos. De acuerdo con Gerardo Aboy Carlés (2001), toda configuración identitaria da sentido a la acción política en el presente a través de un sistema temporal que simultáneamente reinterpreta el pasado y edifica un futuro anhelado. Este proceso adquiere, incluso, una importancia fundamental en la constitución de fronteras políticas. En otras palabras, al plantearse esa escisión temporal que contrasta escenarios dicotómicos: “la demonización de un pasado, que se requiere aún visible y presente, frente a la construcción de un futuro venturoso que aparece como la contracara vis à vis de ese pasado que se pretende dejar atrás” (Aboy Carlés, 2003, p. 26). Las recordaciones y los regresos a las elecciones del “24 de Febrero” y del “18 de Marzo” en la que se embarcaron las voces peronistas consideradas buscaron investir de sentido las acciones desarrolladas y, al mismo tiempo, presentar visos de un proyecto futuro deseado. Y, en este proceso, dar estabilidad a ese plebiscito cotidiano, parafraseando a Ernest Renan [1882] (2010), que es una comunidad política.

Las distintas características que actores individuales y organizativos peronistas de los primeros años sesenta otorgaron a las elecciones consideradas permiten comprender algunos pliegues de esas disputas entre políticos y sindicalistas. El quiebre constitucional al gobierno de Frondizi el 29 de marzo de 1962, el breve interregno de José María Guido y la presidencia de Illia transformaron la “cuestión peronista”. Estos gobiernos intentaron construir una institucionalidad que, excluyendo a Perón del juego político-electoral, permitiera la incorporación e integración de los votos peronistas mediante los partidos neoperonistas. Al mismo tiempo, debe agregarse el lugar principal que el sindicalismo, en general, y el dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Augusto Timoteo Vandor, en particular, alcanzaron en los años estudiados. Periodo caracterizado por la implementación del llamado “Plan de lucha” de la Confederación General del Trabajo (CGT) entre 1963 y 19655. En definitiva, intentos de integración y de expulsión política del peronismo y, al mismo tiempo, conflictos obreros. ¿Qué (nuevos) sentidos otorgaron las voces peronistas del periodo 1962-1966 a las elecciones del 24 de febrero de 1946 y del 18 de marzo de 1962? ¿Cómo se vinculan esos sentidos a las configuraciones comunitarias que elaboraron?

Reconsideraciones sobre el “24 de Febrero”

El 24 de febrero de 1946 se celebraron elecciones presidenciales en la Argentina. De un lado, como la pata “continuista” de la “Revolución de Junio”6, se encontraba la Junta Nacional Coordinadora y su fórmula Juan Domingo Perón-Hortensio Quijano. Del otro, la Unión Democrática (UD), que reunía a la Unión Cívica Radical, al Partido Socialista, al Partido Comunista y al Partido Demócrata Progresista. La UD presentó el binomio José Tamborini-Enrique Mosca. En unas elecciones consideradas como las más limpias y competitivas de la historia argentina del siglo XX7, Perón y Quijano obtuvieron 1.448.000 frente a los 1.210.000 sufragios de la fórmula contraria8. Con una diferencia de diez puntos porcentuales en lo que hacía al “voto popular” -y más de sesenta en el Colegio Electoral- Perón se hizo con la presidencia. Logró, además, importantes mayorías en el Congreso Nacional y obtuvo diez gobernaciones provinciales. Para Félix Luna (1972), desde que se transformó en presidente, nadie más pudo volver a las décadas de los cuarenta y cincuenta sin asociarlas inmediatamente a Perón, tanto por su carismática personalidad como por las acciones que desarrolló durante sus nueve años de gobierno.

En lo que refiere a la porción de los años sesenta que examina este artículo, la victoria de 1946 continuó encendiendo los ánimos peronistas, aún en medio de la proscripción y la persecución tras el golpe de Estado de 19559. En 1962, Juan Unamuno10, militante de la Juventud Peronista, escribió en el semanario Descartes11 sobre la democracia y su relación con el peronismo. Para este joven, Perón triunfó en febrero de 1946 en los “comicios más inobjetables de nuestra historia… [c]on la totalidad del periodismo en su contra… [c]ontra todos los partidos tradicionales amalgamados”12. En otras palabras, solo contra todos los factores de poder. Aun así, obtuvo la victoria13. De forma similar se expresó el secretario general de la Asociación Obrera Textil (AOT), Andrés Framini14, en un discurso en Punta Lara, provincia de Buenos Aires, en el marco de un nuevo aniversario de las elecciones del ‘46. Ante los rumores de que el peronismo concurriría a las presidenciales de 1963 conformando un frente con otros partidos, manifestó su opinión contraria. A su modo de ver, debía configurar un frente, pero uno “del pueblo”, permitiéndole al peronismo ser fiel a sus “principios de movimiento revolucionario”. Se trataba de llevar a cabo una revolución social, un “cambio total de estructuras políticas, económicas, sociales y jurídicas”, hecha “por el pueblo y para el pueblo”15.

Un mismo tópico atraviesa estas referencias al “24 de Febrero”: el carácter de ruptura que habría significado la victoria del peronismo en 1946. En el caso de la relectura que elaboró Unamuno, el movimiento liderado por Perón simbolizó lo otro, la diferencia absoluta respecto a las restantes fuerzas políticas. Aún operaba fuertemente el sintagma que caracterizó al 24 de febrero de 1946: “Braden o Perón”. En lo que respecta a Framini, esa presunta ruptura estaba presentada mediante la índole revolucionaria que identificaría al peronismo. Característica que involucraba una transformación de la economía, la política y la sociedad. Como se verá más adelante, esta significación operó en otras lecturas “revolucionarias”.

En el mes de febrero de 1964 los principales dirigentes peronistas organizaron un homenaje a los comicios que dieron la presidencia a Perón. Se realizó en Avellaneda, en la plaza Alsina. Entre los oradores figuraban los dirigentes sindicales Framini y Vandor, los políticos Antonio Cafiero y Delia Parodi, y un joven militante de la provincia de Santa Fe, José Pardal16. Este último fue el primero en hablar. Adujo que se conmemoraban 18 años en que el “pueblo dio la gran batalla contra la oligarquía”. Luego de sostener que la juventud “no transa con el fraude y la traición”, como Perón no lo hizo con la UD, sostuvo: “[h]oy no hay solución sin el pueblo y sin Perón”17. Los que lo continuaron, Vandor y Cafiero, hablaron de las obras realizadas durante el gobierno peronista y se refirieron al llamado “Plan de lucha” de la CGT. Parodi, por otro lado, reclamó el cuerpo de Eva Duarte y la aparición con vida del joven trabajador Felipe Vallese18. Framini fue el orador más esperado. En su alocución, recordó la conformación de la UD y sugirió que el “imperialismo” había colonizado a la Argentina mediante los partidos políticos. Según él, la Constitución Nacional los creó para ser los “resortes de la ocupación y del dominio”. Sin embargo, en un momento de “confusión del imperialismo”, se produjo el “gran milagro de 1943, 44 y 45, en que se entendió al pueblo”19. Para Framini, “Perón les sacó la careta en 1946” a las fuerzas “antiperonistas, pero en esencia antiargentinas”. Derrotadas en su juego, no tuvieron más remedio que derrocar a Perón20.

Según recupera el semanario Compañero21 del acto de plaza Alsina, Framini también dijo:

Hoy como ayer (…) el peronismo está solo frente a la oligarquía y al imperialismo que azotan al país. Esta nueva Unión Democrática, surgida del carnaval del 7 de julio [de 1963], cuenta con los mismos personajes de hace 18 años (…) Aquí no hay más que dos opciones: o el imperialismo quema sus naves y hunde a la Argentina por siempre o la Argentina rompe el SISTEMA, los peronistas tomamos el PODER y reanudamos la revolución interrumpida en 1955 ¡Peronismo CONTRA antipatria! Habrá que pelear, pero podemos estar seguros del triunfo porque PERÓN VUELVE ¡1964 será el año de la victoria!22

Framini repetía el motivo de la cesura que esgrimió en el llamado “Discurso de Punta Lara” mencionado. Como en 1946, dieciocho años más tarde el peronismo se volvía a encontrar solo contra el “imperialismo”. Incluso, para este dirigente, el gobierno de los “radicales del pueblo” era una nueva Unión Democrática. Aquí aparece esa imputación de sentido que se señaló en la introducción, que hace del pasado una construcción íntimamente vinculada con el presente desde el cual se lleva a cabo la práctica política. En otras palabras, Framini necesitaba dar un significado compartido para el peronismo a la victoria de Illia. Su gobierno era, en este aspecto, heredero de la UD. Con este marco, para el sindicalista textil, la opción pasaba por ahondar la dicotomización del espacio político. Establecer una frontera que delimite el escenario de la disputa política y trace una línea entre un pasado concebido como oprobioso y un futuro opuesto. De un lado, Perón y su movimiento, del otro la “antipatria”, el “imperialismo”. El trazado de los confines operaba como un modo de intensificar la polémica entre el peronismo y sus “enemigos”. Intensificación que caracterizó también la presentación que Compañero hizo del proceso del 24 de febrero. Según se manifestaba allí, dieciocho años después para las “masas, aglutinadas alrededor de su jefe indiscutido”, Perón, se aproximaba una “gran batalla en el proceso definitivo de liberación nacional”. Para esta publicación, los trabajadores se preparaban para “tomar los medios de producción” a través de una “movilización popular” que haga retornar a Perón23.

Se hace menester ahondar en una cuestión que se plantea en esta nota conmemorativa de Compañero: la supuesta nueva etapa que se inició en la Argentina tras el “24 de Febrero”.

En 1946 las masas argentinas legalizaron en las urnas la movilización que iniciaron el 17 de Octubre, de un año antes, detrás de las consignas antiimperialistas y de reivindicación social levantadas por el Conductor, Juan Domingo Perón (…) Estos duros ocho años de vejaciones contra dirigentes obreros y populares, de fusilamientos y crímenes contra el pueblo (…) han probado el alto grado de politización alcanzado por las clases oprimidas durante 10 años de gobierno peronista24.

Dos cuestiones pueden extraerse. En primer lugar, se intensificaba la marca que habría dejado el gobierno peronista en los sectores “populares”. Si bien los años que siguieron a 1955 se caracterizaron por “vejaciones” y “crímenes”, marcarían también el tenor de la experiencia de gobierno de Perón. Los peronistas no se habrían amilanado y habrían sacado a relucir, en cambio, su politización alcanzada anteriormente. Esto resulta relevante para pensar los sentidos que tomó el periodo que se inició con el golpe septembrino, al menos para este peronismo autodesignado como “revolucionario” en Compañero. Más que ser meramente un periodo de sufrimientos, sería también uno en el cual los sectores “populares” habrían demostrado lo “aprendido” durante el gobierno de Perón: organización y ánimo de lucha.

Y, en segundo, según este semanario, las elecciones de febrero de 1946 “legalizaron en las urnas” la movilización del “17 de Octubre”25. El día 24 parecería haberle otorgado validez a lo sucedido el 17. En otras palabras, las urnas le confirieron carta de ciudadanía a la movilización que pedía la liberación de Perón. Sería lícito preguntar, como hace Juan Carlos Torre (2012) respecto al 17 de octubre de 1945, ¿qué hubiese pasado si el conteo de votos daba como ganadora a la UD? ¿Caía en “saco roto” la experiencia de “Octubre”? Sin pretender elaborar argumentos rayanos a fantasías contrafácticas, es posible que la respuesta sea negativa. Al menos para Compañero, entre ambos eventos existió una ligazón juzgada evidente: las “masas”. Ellas habrían sido las protagonistas ineludibles del “17 de Octubre” y de la compulsa electoral de febrero del ‘46.

No fue casualidad el momento elegido para estos recuerdos del “24 de Febrero”. En 1964 Perón decidió retornar a la Argentina26. A la luz de este hecho, se produjeron nuevas lecturas sobre el proceso electoral. Por caso, si en su primer aniversario, Perón destacó su impronta “civista”27, años después, Framini se alejó de aquel trazado. Para el secretario general de la AOT, los comicios de febrero habrían develado la supuesta esencia “antiperonista” -o “antiargentina”- de los participantes del juego electoral. En este sentido, ¿qué más “antiargentino”, parecía pensar Framini, que solicitar el auxilio a las Fuerzas Armadas, como hicieron los partidos políticos tras el triunfo peronista? En un mismo sentido, para los sectores referenciados en Compañero, el proceso de febrero del ‘46 estaba íntimamente vinculado al “17 de Octubre”. Tanto era así que las elecciones legitimaron la movilización popular que pedía la liberación de Perón en octubre.

En 1965 se volvió a conmemorar con un acto la victoria del “24 de Febrero”. Fue en la plaza Belgrano de Lanús, provincia de Buenos Aires. Este nuevo aniversario estuvo atravesado completamente por la coyuntura política. Tras el frustrado retorno de Perón en diciembre de 1964, se decidió la concurrencia del peronismo a las legislativas de marzo del ‘65. Esto otorgó un nuevo pliegue de sentido al recuerdo de la victoria de los años cuarenta. Según el enviado de Primera Plana, el acto contó con apenas 4 mil personas. Los oradores Vandor, Framini, Parodi, Iturbe, delegado personal de Perón, y los candidatos a diputados por provincia de Buenos Aires, Roque Natiello y Gerónimo Izetta, señalaron que el “justicialismo concurrir[ía] indefectiblemente a las urnas el 14 de marzo para derrotar al gobierno”28. Al respecto, Natiello adujo que la elección de marzo era “solamente un combate de la gran batalla para el retorno de Perón”29. En un mismo sentido habló Framini. Para este dirigente, en los comicios del 18 de marzo de 1962 el peronismo “volte[ó] al gobierno [de Frondizi] (…) si el 14 de marzo no lo volte[a al de Illia], lo dej[a] tambaleando”30. Mientras los oradores hablaban, las distintas fuentes consultadas destacan las constantes interrupciones de la juventud. Por ejemplo, jóvenes ataviados con camisas negras del Movimiento Nueva Argentina de Dardo Cabo cantaban “¡Perón o guerra!”31. El cronista de Primera Plana destacó los cánticos “¡La vida por Perón!” de la juventud, frente a la exigua presencia de hombres y mujeres del aparato político peronista32.

Tras los comicios de marzo de 1965, el peronismo pasó de 17 bancas en el Congreso Nacional a 52. La UCRP quedó con 70. Para Tcach (2007), estas elecciones reflejaban sobremanera el peso de Vandor. En un mismo sentido van Arias y García Heras (1993). El resultado comicial marcó el poder del sindicalismo vandorista y le permitió al dirigente “desafiar abiertamente el liderazgo de Perón” (p. 114). Sin embargo, se coincide con los reparos de José Marcilese (2017), para quien no fue mayoritaria la presencia de candidatos de extracción gremial en las listas. Antes bien, una gran cantidad de ellos procedía de sectores políticos. Esto es aún más claro en el caso de las candidaturas a diputados provinciales en Buenos Aires. En definitiva, entonces, el peronismo participó de las elecciones y logró hacerse con numerosas bancas. El principio del fin de las proscripciones políticas parecía llegar33.

Sin embargo, la convivencia institucional entre peronismo y no peronismo no fue sencilla, principalmente porque los actores del drama político de esta porción de los años sesenta no se mostraban dispuestos a reconocerse como legítimos participantes del juego. Tómese, por ejemplo, el recuerdo del semanario Retorno34 sobre las elecciones de 1946. A veinte años de producidos los comicios, se decía:

Perón derrotó el 24 de febrero a todos los partidos políticos argentinos. La partidocracia electoralista -base del sistema demoliberal- recibió en aquel domingo de 1946 su sentencia de muerte (…) Ese es el inmenso valor histórico del 24 de febrero. Ese día el liberalismo fue muerto en su propia cueva. Y aunque resucitados sus mascarones luego del trágico 16 de septiembre de 1955, sus partidos no son ya otra cosa que muertos que caminan, contagiando a un país sano (…) [El 24 de febrero de 1946 resultó ser un] hito trascendental en la consolidación de la Revolución Nacional Justicialista. Fin de la época del fraude y el demoliberalismo, y comienzo de una nueva era que permanece vigente en la conciencia de los argentinos.35

Con las elecciones de febrero el peronismo habría derribado, según Retorno, el sistema de partidos políticos que primó en la Argentina, denominado como “demoliberal”. Resulta relevante destacar que la “sentencia de muerte” surgió luego de un proceso electoral marcado como de los más limpios de la historia argentina. Esto no es extraño si se recuerda la clásica caracterización que ha hecho el peronismo de sí mismo. En tanto movimiento, el peronista era algo más que un partido político36. Aquella sentencia fue dictada luego de una instancia electoral, pero por una “autoridad” que era aparentemente algo más que un mero contendiente del juego. Es así como puede entenderse la “muerte” del liberalismo “en su propia cueva”, en su campo y con sus reglas. Al decir de Retorno, una vez muerto el ánima del liberalismo, los partidos radicales, socialistas, demoprogresistas y comunistas -esa “partidocracia electoralista”, como se la denominaba- perdieron su razón de ser, transformándose en “muertos que caminan”.

Esta identificación de los partidos como “zombis” merece un comentario. Una de las características dadas a estos seres ficticios es la de encontrarse en un territorio intermedio entre la vida y la muerte, sin percibir que no pertenecen al reino de los vivos ni tampoco al de los muertos. Su leitmotiv, como señala la cultura popular, es aferrarse a los listones que los unen a la vida y escapar de la destrucción de la muerte, sin importar las acciones que los conduzcan a desperdigar su propia “esencia”. A eso se refería el extracto con que los partidos “resucitados” tras el golpe de Estado de 1955 no habrían hecho otra cosa que “contagiar a un país sano” con un conjunto de ideas, al parecer perimido con el “hito trascendental” de la victoria peronista del 24 de febrero de 1946. Un triunfo que habría puesto término tanto a la “época del fraude” como también al “demoliberalismo”. Así, una vez conocidos los resultados de febrero de 1946, se aducía desde Retorno, habría comenzado una época nueva, que se imprimió en la mente de los argentinos: la “década peronista”. Las referencias al proceso electoral de 1946 vistas más arriba permiten referir a algunos elementos de la idea de comunidad política que estos representantes de las líneas sindical y política del peronismo presentaban a comienzos de los años sesenta. De un lado, tanto para Unamuno, Framini y los sectores que se referenciaban en Retorno las elecciones del año 46 eran una frontera política. Una suerte de quiebre respecto de una situación anterior vivida como oprobiosa, que involucraba también la edificación de un escenario futuro anhelado. Se refiera aquella a una supuesta dominación del “imperialismo” o a una “época del fraude”. Esta caracterización intensifica la operación que el propio Perón realizó sobre el pasado. Como marca Julián Melo (2009), antes que una demonización de todo tiempo pretérito, en los discursos de sus años de gobierno, Perón solo atacó aquel pasado que trastocó lo que entendía como el normal transcurrir evolutivo. Lo visto en la nota de Unamuno, en el discurso de Framini y en lo sostenido en Retorno sugiere que el “hecho peronista” era entendido como un quiebre y también como un cobijo frente a un pasado visto como oprobioso. Esto supone pensar al peronismo como la excepción de una historia de “colonización” y “fraude”. Una comunidad política, en definitiva, que toma la forma de una salvífica.

Y, por el otro, resulta relevante señalar que ese hiato rememorado sucedió a través de instituciones, de comicios y votos. Ello a pesar del lenguaje bélico que, como en Pardal, Framini o Natiello, presentaba a las elecciones como una “batalla” más dentro de una “guerra” más amplia. Esto no resulta una cuestión menor. Tan solo unos años después, una parte mayoritaria del peronismo comenzó a ver en la legitimidad electoral un obstáculo para el “cambio de estructuras”. Daniela Slipak (2015) señala que la organización político-militar Montoneros en los setenta rehuyó de cualquier reivindicación del dispositivo electoral, y privilegió un vínculo directo entre Perón y las “masas”. En su reconstrucción de la “década peronista”, por ejemplo, los comicios de febrero de 1946 fueron obviados.

Asimismo, para los peronistas que se referenciaban en Compañero, los años que siguieron al golpe de Estado de 1955 no fueron completamente negativos. Constituyeron, en cambio, momentos en que los contingentes peronistas demostraron lo aprendido durante el gobierno de Perón. Antes que una demonización completa, como en Unamuno, Framini, Pardal y de lo expuesto en Retorno, el “pasado inmediato” tras 1955 era objeto de un cuidadoso proceso de selección y resemantización. Y no podría ser de otro modo. Como ha sugerido Yosef Hashim Yerushalmi (1989), todo proceso rememorativo trae al presente un recuerdo del pasado que está metamorfoseado. Asimismo, trayendo una idea de Aboy Carlés (2001), todo grupo constituye su identidad a partir de una reinterpretación del tiempo pretérito que da sentido a los conflictos del presente y escenifica, en simultáneo, un futuro anhelado. Esta transfiguración del pasado estaba relacionada con uno de los objetivos que persiguió Compañero: traer a la “superficie” el rol de las “masas” en la historia del peronismo.

A ello apuntaba la ligazón trazada entre el “17 de Octubre” y las elecciones de febrero de 1946. Desde el semanario de Mario Valotta se buscaba disputar políticamente al interior del movimiento liderado por Perón con ese enlazamiento de fechas. Así debe entenderse la insistencia en el presunto papel activo de las “masas”. Al dotar al “24 de Febrero” de las mismas características que tuvo el 17 de octubre de 1945, desde Compañero se disputó la conducción local del peronismo a gremialistas y políticos. Si en ambas fechas las “clases oprimidas” fueron sus partícipes indiscutibles, ¿por qué aquellos querían arrogarse con exclusividad -parecía ser la pregunta que se hacían desde este semanario- la dirección local del peronismo? Compañero y los que se sentían interpelados por su discurso creían que solo ellos podían ofrecer una “alternativa” fidedigna a la representación de esas “masas peronistas”.

Ese nuevo corte histórico-temporal llamado “18 de Marzo”

Para Catalina Smulovitz (1988), las elecciones del 18 de marzo de 1962 precipitaron el golpe de Estado a Frondizi. Del mismo modo, revelaron el “juego imposible” -para decirlo con Guillermo O'Donnell (1972)- en el que se encontraba inmerso el sistema político de la Argentina de principios de los años sesenta. Estas elecciones ratificaron, a fin de cuentas, que los actores principales del escenario político argentino estaban dispuestos a seguir a rajatabla esas subrepticias reglas que regían desde el arribo al poder de la llamada “Revolución Libertadora”: el peronismo no podía, y mucho menos su líder, participar de la liza electoral.

El buen desempeño del oficialismo en 1961 en los comicios de Santa Fe, Catamarca, Misiones y San Luis posiblemente condujo al gobierno nacional para permitir a las fuerzas peronistas su participación en las elecciones del año siguiente. Precisamente, respecto al 18 de marzo de 1962, deben señalarse dos cuestiones. De un lado, el carácter decisivo que se dio a los comicios. Como señala Smulovitz (1988), la administración frondizista las planteó como una “opción entre la estabilidad institucional o el ‘salto al vacío’ que representaba la vuelta del peronismo” (p. 144)37. Y, del otro, habilitar la participación peronista instalaba un precedente del que solo a grandes costos se podía volver atrás. Significaba, como se sugirió, la pérdida de una atribución cardinal del régimen político organizado tras el golpe de Estado de 1955: la prerrogativa de excluir al peronismo del juego electoral, prohibiéndole “ganar elecciones importantes” y “ocupar posiciones gubernamentales” (O’Donnell, 1972, p. 187).

En marzo de 1962 el peronismo participó y resultó victorioso en varias provincias38. Ante este escenario, las Fuerzas Armadas obligaron a Frondizi a intervenir los territorios en donde el voto peronista fue mayoritario. Lo veían como un mandatario extremadamente débil que podía permitir la vuelta del peronismo al poder. El 29 de marzo los comandantes pidieron la renuncia a Frondizi. Ante su negativa, ocuparon el Congreso y lo detuvieron39. La inexistencia de vicepresidente -Alejandro Gómez renunció en noviembre de 1958, siete meses después de asumir-, hizo que el presidente provisional del Senado, José María Guido, ocupara la primera magistratura40.

Este somero panorama de lo que sucedió tras el día 18 de marzo ayuda a comprender por qué razón el peronismo en los años posteriores volvió sobre esta fecha. A este respecto, Framini, hombre clave de los episodios del ‘62, dijo:

La importancia del 18 de marzo reside más que en los valores obtenidos, en que marca el comienzo de nuestra ofensiva hacia la reconquista del poder para el pueblo y la Nación. A partir del 18 de marzo los reaccionarios se precipitan hacia la destrucción (…) los sectores populares acrecientan su combatividad y cohesión (…) Esa es la advertencia final. Debe saberse de manera definitiva: que los peronistas no nos vamos a detener en contemplaciones. Nuestro único imperativo es conducir al pueblo a la victoria y no nos detendrá ninguna consideración ideológica41.

Este mensaje grabado, que circuló en locales sindicales y unidades básicas, era claro: el “18 de Marzo” habría marcado, de forma similar a lo que se precisó respecto al “24 de Febrero”, un quiebre para el peronismo., demarcado por la supuesta “combatividad” de las fuerzas denominadas “populares” frente al estado de “destrucción” de los sectores contrarios. Resulta interesante vincular esta caracterización con la que hizo el gobierno frondizista. Framini pareció no solo recoger, sino también intensificar esa identificación de “todo o nada” que Frondizi ensayó en 1962.

Debe marcarse el contexto en el que apareció esa cinta grabada: la campaña presidencial de 1963. El mensaje fue escuchado días después de que el Poder Ejecutivo prohibiera a la Unión Popular (UP) -partido articulador de las diversas líneas del Frente Nacional y Popular-42 el acceso a cargos ejecutivos a nivel nacional y provincial. Así, entonces, la advertencia del sindicalista de la AOT cobraba un nuevo sentido: el peronismo no iba a detener su marcha frente a los obstáculos legales-jurídicos que ensayaran Guido y sus tutores militares. Framini remarcaba, incluso, que el movimiento peronista no tendría “contemplaciones” ni consideraciones “ideológicas” para “liberar” a los sectores denominados “populares”. La advertencia, entonces, adquiría tonos más parecidos a una amenaza. ¿Acaso a Framini no se lo sindicó como uno de los ideólogos de “izquierda” del peronismo?43 ¿No fue el peronismo desde 1955 insistentemente equiparado con el comunismo?44.

Algunas líneas más adelante, Framini refería un tema crítico por aquellos años para los dirigentes peronistas en la Argentina:

Sin embargo, es en el ámbito de las Fuerzas Armadas donde se está librando la decisión previa al enfrentamiento final. La lección de abril [de 1963] no fue aprovechada. La conducción [militar] azul persistió en su política imaginativa intentando gobernar al margen de las fuerzas reales del país (…) La nueva etapa se inicia con una declaración de guerra al peronismo político mientras aparentan tender una mano al peronismo sindical por medio de un nuevo ministro de Trabajo. Se nos va a perseguir en cuanto movimiento peronista y al mismo tiempo se buscará la complicidad de algunos dirigentes sindicales45.

En estas nuevas líneas el carácter confrontativo de Framini iba más allá de la mera disputa con Guido. Atacaba a las Fuerzas Armadas y a su mando “azul”, el general Juan Carlos Onganía46. También articulaba una crítica al interior del movimiento peronista. Advertía sobre una doble estrategia: se prohibían las expresiones político-electorales peronistas de cara a los comicios presidenciales de 1963 mientras que se “seducía” al sindicalismo. Y esta preocupación, a la luz de lo que fue el “integracionismo” frondizista47, constituía una cuestión grave para el movimiento liderado por Perón. Involucraba simultáneamente, informaba Framini, la división del peronismo político y la “cooptación” del sindicalismo. Ante este escenario creado de cara a las elecciones, con la proscripción de la UP, las FFAA habrían continuado demostrando su incomprensión de la “naturaleza” del movimiento peronista y de lo que éste cambió tras los frustrados comicios del “18 de Marzo”.

De forma similar a Framini, Mario Valotta argumentaba que los sucesos de marzo produjeron un quiebre en la “historia del peronismo”, ante el cual el movimiento liderado por Perón debía tomar nota. Por ejemplo, en uno de sus primeros editoriales en Compañero, Valotta polemizaba con el flirteo del secretario general del Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo (CCS)48, Raúl Matera, con Horacio Sueldo y su Democracia Cristiana49. Denunciaba la “maniobra que busca[ba] atar al movimiento de masas más grande de la historia del país al carro de las decrépitas minorías oligárquicas”, con el solo fin de desviar al peronismo de los objetivos “revolucionarios” que aparentemente lo guiaban. A partir de ello, Valotta creía que la mejor opción para que el peronismo pudiera mantener su unidad era inclinarse por la abstención electoral. Esto era lo que le indicaba la “lección” del “18 de Marzo”, que marcó el “fin de las soluciones y de las transacciones con las fuerzas reaccionarias”50. Otra forma de decir, los episodios de 1962 señalaban para el peronismo que hablaba a través de Compañero la imposibilidad de entrar en negociaciones con los gobiernos y de jugar con sus reglas.

Además de este impedimento, los sucesos de marzo marcaban, según el semanario de Valotta, otra cuestión fundamental para su resignificación en tanto frontera política. Simbolizaban, por un lado, la reafirmación de la naturaleza “revolucionaria” de las “masas” peronistas conducidas políticamente de forma idónea, como se desprende de la reproducción que hizo Compañero de un comunicado del llamado “Cuadrunvirato”51. Se decía allí que el 18 de marzo de 1962 marcó “el fin de la retirada popular y el comienzo de la ofensiva de las fuerzas nacionales”, en sintonía con el mensaje de Framini expuesto más arriba. Asimismo, que el triunfo electoral señaló la “fortaleza del campo nacional cuando posee una dirección táctica revolucionaria y aplica a la realidad los métodos de lucha correctos”52. La transcripción sin comentarios alusivos -algo que es extraño en Compañero- da a entender que se coincidía con el documento del “Cuadrunvirato”.

Y, por el otro, como indicaba el dirigente de la AOT seccional San Martín, Orlando Beto, en su entrevista a Compañero al celebrarse dos años del “18 de Marzo”, tras estas frustradas elecciones “toda la fachada democrática del régimen” se desmoronó. Argumentaba también que el solo hecho de que un dirigente gremial como Framini haya obtenido la victoria hacía pensar que la “conciencia popular est[aba] a punto para realizar el movimiento revolucionario” que el país necesitaba53. Esta forma de enlazar la candidatura de Framini con el presunto desarrollo “ideológico” del movimiento obrero no fue patrimonio exclusivo del peronismo. Como muestra María Cristina Torti (2009), desde el Partido Socialista Argentino de Vanguardia -novel desprendimiento del tronco del Partido Socialista- y su periódico La Vanguardia “Roja” se consideraba en 1962 que la candidatura de Framini “expresaba el triunfo de la ‘línea obrera’ dentro del peronismo, lo que implicaba que el ‘movimiento popular’ había triunfado ‘sobre sus propias limitaciones’” (p. 271). Otro de los entrevistados por Compañero, Alfredo Arias, dirigente jabonero, decía que el “18 de Marzo” representó una “verdadera revolución en las urnas”, que obligó a la “oligarquía y a sus sirvientes a quitarse la máscara”, mostrando que no estaban realmente comprometidos con la entrega del poder por la vía pacífica, en tanto lo obtuvieron por la fuerza54. Por último, en su comunicado por el segundo aniversario de los comicios del día 18, la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de Buenos Aires señalaba que el desenlace final de los sucesos de marzo “desnudó la hipocresía de los mitos ‘legales’ del régimen liberal burgués y evidenció la irracionalidad de un sistema entrampado en sus propias contradicciones insolubles”55. Estas maneras de leer los episodios del 18 de marzo de 1962 están íntimamente vinculadas con un señalamiento de Oscar Terán [1991] (2013), para quien la destitución de Frondizi y su reemplazo por Guido hizo evidente el cuestionamiento y las dudas sobre las mediaciones políticas en la Argentina de principios de los años sesenta. No obstante, al menos para las voces peronistas que intervienen en este artículo, las impugnaciones estaban en relación directa con la conclusión del proceso electoral de marzo, no tanto con el derrocamiento del gobierno frondizista. Asimismo, podría vincularse la idea de un “desenmascaramiento” que esbozan los gremialistas Beto y Arias, y el documento de la JUP con los “costos” que debió afrontar Frondizi -y, también, el sistema político-institucional argentino- permitiéndole al peronismo participar de las elecciones, para luego, una vez que logró la victoria, negarla.

Estos recuerdos de las elecciones del 18 de marzo de 1962 realizados en Compañero permiten poner en tensión un argumento de Juan Bozza (2001). Según este autor, el peronismo que se autopresentaba como “revolucionario” en los primeros años sesenta se caracterizó por un “pensamiento virulentamente antielectoralista” (p. 158). En el marco de una democracia proscriptiva y tutelada por militares, los distintos grupos peronistas que se identificaban con posiciones de “izquierda” y se denominaban “revolucionarios” juzgaban contraproducente confiar en los comicios o en políticos profesionales. Sin embargo, estas sutiles reivindicaciones de los sucesos de marzo -a las que podrían sumarse las vistas en la sección anterior- tensionan lo marcado por Bozza. Claro que solo parcialmente. La experiencia truncada en 1962 habría mostrado, como se desprende del mensaje de Framini y de las opiniones expresadas en Compañero, que el acceso al poder sólo podría sobrevenir mediante una “revolución”, no precisamente mediante las urnas. Para decirlo con el documento de la JUP referenciado: “no habr[ían] salidas legalistas para el Movimiento, ni soluciones integrales para la Patria sin Revolución”56.

Asimismo, debe destacarse un silenciamiento en las rememoraciones del “18 de Marzo” examinadas: el papel del CCS y del sindicalismo, específicamente la UOM57. En el caso de Compañero, esta omisión estaba ligada al sobredimensionamiento de las “masas” y de su “conciencia popular” como mecanismo para deslegitimar a las dirigencias políticas y gremiales peronistas. Estas no habrían tenido un rol importante en el discurrir electoral. Tampoco supieron “canalizar la expresión valiente y combativa que a través de las urnas significaba el repudio y la liquidación de las fuerzas oligárquicas y el imperialismo”, argumentaba el militante cordobés Marcelo Repezza en su nota para Compañero58. Como se precisó anteriormente, la relectura que elaboró el semanario de Valotta del “24 de Febrero” operó de forma similar: subrayar el papel preponderante de las “masas” para disputar con la dirigencia local peronista. En definitiva, para estos sectores “revolucionarios” que se expresaban a través de Compañero, los dirigentes gremiales y políticos del peronismo en la Argentina parecieron cumplir un papel más obstruccionista que colaborativo.

En la sección anterior se ha comentado la importancia que presentó para el peronismo el año 1964. Al igual que sucedió con el “24 de Febrero”, el aparato sindical peronista decidió organizar un acto en recuerdo de las elecciones de marzo del ‘62. El lugar elegido fue plaza San Justo en La Matanza, provincia de Buenos Aires. El primero en hablar frente a los más de 20 mil presentes fue el dirigente de la Unión Ferroviaria, Lorenzo Pepe. Dijo que el pueblo sabría expulsar a la “reacción y a los vendepatrias” y colocar “a Perón, el único que el pueblo reconoce como jefe” en su lugar. Al oír estas palabras, la multitud, compuesta en su gran mayoría por jóvenes, irrumpió en gritos “¡La vida por Perón” y “¡Aquí están, estos son, los fusiles de Perón!”59. Otro de los oradores fue un gremialista de apellido Olivera, quien, a pesar de la constante interrupción de la juventud, señaló que el día 18 “todo el pueblo le dijo presente a la oligarquía, haciendo gobernador de la provincia a Andrés Framini, un humilde trabajador”. El aludido lo continuó. Señaló al “18 de Marzo” como el momento en que el “sistema oligárquico se quebró, se rompió (…) [entrando] en la etapa de la agonía mortal [actual]”. A partir de esta fecha, dijo Framini, la iniciativa pasó al campo del pueblo, quien “produjo una revolución en las urnas”60. Por último, planteó un dilema a Illia. O actuaba “con energía (…) para terminar con el hambre, la miseria y la desocupación” o se debía preparar para la guerra. Según Framini, era su última oportunidad. “[E]l pueblo ya no puede esperar y no habrá nadie que lo detenga hacia la victoria final”61.

Las voces referenciadas permiten ahondar en dos sentidos. Por un lado, la imagen del proceso del “18 de Marzo” como frontera política. Según Framini, esta “revolución en las urnas” habría llevado a que la última palabra recayera en el pueblo. Y, por el otro, el carácter particular que dio a la fecha el hecho de que un dirigente gremial fuera electo gobernador. Olivera era enfático en ello. Mención aparte merece el tono beligerante de Pepe y Framini. Mientras el primero adujo que el pueblo sabría expulsar del poder a la “oligarquía” y colocar allí a Perón, Framini advirtió que Illia debía prepararse para la guerra. Esta última cuestión, que, como se ha venido sosteniendo, escenifica una comunidad política con fronteras tan infranqueables como inmóviles, se contraponía con el tono que el propio Perón dio a su campaña retornista. Antes que la expulsión de la “reacción” o de una batalla final, al decir del político peronista Alberto Serú García tras su entrevista en Madrid en 1964, Perón “est[aba] dispuesto a cualquier clase de renunciamiento para que su retorno contribuya a la pacificación del país y a posibilitar el diálogo de todos los argentinos”62. La no correspondencia entre lo manifestado en La Matanza y lo que sostenía Perón sobre su regreso estaba relacionada con las dinámicas propias de actores individuales y organizativos peronistas a nivel local, caracterizadas por pujas entre políticos y gremialistas. Mientras los sindicalistas Olivera, Pepe y Framini, en su disputa con el vandorismo, intentaban dar al regreso de Perón un tono de afrenta definitiva al sistema político-institucional in toto, para Serú García, que insinuaba acercamientos con Vandor y su grupo que se concretarían dos años después en las elecciones a la gobernación de Mendoza, el retorno de líder del peronismo era liberado de cualquier viso de conflictividad, con la esperanza de que se continuaran levantando las proscripciones que aun operaban. Particularmente sobre Perón.

Las disputas incluso se daban al interior de cada uno de los sectores en pugna. Piénsese, a este respecto, que 1964 también fue el año en que se llevaron a cabo elecciones internas en el peronismo. En ellas, el sector de Vandor venció al de Framini. Mal herido por la derrota, el dirigente de la AOT abandonó al poco tiempo las “62 Organizaciones”63. Si al resultado de la interna se le suma el frustrado retorno de Perón, la victoria de Vandor parecía ser total.

Posiblemente este lugar principal que tomó el sector capitaneado por el hombre fuerte de la UOM haya disuadido cualquier tipo de recuerdo del proceso de marzo en 1965, hondamente ligado a la figura de Framini, como se vio en párrafos anteriores. Sin embargo, no hay que pasar por alto que el dirigente de la AOT tuvo un papel destacado en la campaña para las legislativas de 1965. Resulta singularmente llamativo que el último número de Compañero en marzo-abril de ese año, publicación que hizo del “18 de Marzo” una experiencia troncal de su imaginario político, no le haya dispensado ningún tipo de recuerdo. Este “olvido” estaba vinculado a la concurrencia electoral y al buen resultado que obtuvo el neoperonismo en las legislativas de marzo de 1965. En este escenario, con el frustrado regreso de Perón y la virtual hegemonización del partido por el vandorismo, ¿qué sentido podía tener para los sectores “revolucionarios” que se expresaban en Compañero recordar la “revolución en las urnas” del 18 de marzo de 1962?

Se tendría que esperar al año ‘66 para encontrar un nuevo recuerdo del “18 de Marzo”. Sin embargo, esta referencia fue velada. No se trató ni de un acto masivo ni tampoco de una nota alegórica en una publicación político-partidaria. Fue, en cambio, una declaración a la prensa. Un grupo de diez diputados peronistas bonaerenses convocó una rueda de prensa para manifestarse tras su expulsión del bloque justicialista en la legislatura provincial. La llegada al país de la enviada de Perón, su tercera esposa María Estela Martínez, en octubre de 1965 y la conformación de un nuevo organismo en torno suyo produjo una ruptura en los legisladores peronistas. En su documento, los diputados censuraban duramente a Vandor y expresaban, además, que el “peronismo deb[ía] estrechar filas alrededor de su único jefe y conductor, Juan D. Perón”. Solo así podría “presentar a las fuerzas de la reacción un frente decisivo para concretar definitivamente la liberación nacional”64. Si bien esta fractura emuló la sucedida unos días antes con los legisladores nacionales65, resulta particularmente interesante la fecha en que los peronistas bonaerenses dieron a conocer su declaración: 18 de marzo. Parecían vincular la disputa presente con Vandor y su grupo con los sucesos de 1962. Se trataba, para estos diputados provinciales, de expresar su obediencia a Perón mediante la presentación de un documento desde La Plata, ciudad donde el peronismo alcanzó números que inclinaron decisivamente la balanza hacia la victoria de 1962. En este aspecto, entonces, el enlazamiento con el “18 de Marzo” les permitía ahondar en la disputa con Vandor, insertándose en la estela que condujo al triunfo peronista en la provincia de Buenos Aires en ese año. “Solo con Perón”, parecía ser el axioma. La comunidad política nuevamente intensificaba sus lindes para soportar la afrenta vandorista a la autoridad de Perón.

Conclusiones

Este artículo examinó las representaciones que algunos actores individuales y organizativos peronistas de comienzos de los años sesenta hicieron de dos procesos eleccionarios capitales del peronismo: los del 24 de febrero de 1946 y del 18 de marzo de 1962. Se puso particular atención a los significados comunitarios que las conmemoraciones reactivaron en el periodo 1962-1966. En una primera sección, se analizaron los recuerdos que Juan Unamuno y José Pardal -jóvenes militantes-, Andrés Framini -representante del gremialismo-, Roque Natiello -sindicalista candidato a diputado- y los semanarios Compañero -ligado a lo que se denominaba “peronismo revolucionario”- y Retorno -vinculado al Partido Justicialista de provincia de Buenos Aires- realizaron de la elección con la que Perón logró la presidencia en 1946. Y, en la segunda, se examinaron las lecturas que Framini, Mario Valotta -editor de Compañero- y otras voces como las de la Juventud Universitaria Peronista, de los sindicalistas Orlando Beto, Alfredo Arias y Lorenzo Pepe hicieron de los comicios de marzo de 1962.

Un interrogante central del artículo es la pregunta por el lazo político ¿Cómo y de qué forma un conjunto de hombres y mujeres se vincula a un todo mayor? Aquí interviene el lazo entendido como el efecto de una práctica política mediante la cual se presenta como común para un grupo una particular configuración del pasado. En este preciso sentido, una comunidad política está íntimamente vinculada con esa figuración histórica. Estas “islas de seguridad”, que son las comunidades, establecen fronteras más o menos porosas con un exterior delimitado y también en su interior. El recuerdo de hechos o eventos caros dentro de un grupo y la forma de los rituales políticos que se llevan adelante constituyen aristas útiles para considerar los márgenes de una comunidad política. Es lo que sucede con las conmemoraciones examinadas en este artículo.

En las páginas anteriores se hallaron constantes sobre algunas características sustanciales de la comunidad política imaginada por estas voces peronistas del periodo. Por un lado, varias entendieron como una frontera política a los procesos eleccionarios estudiados. Tal es el caso, por ejemplo, de Unamuno. También el de Framini, quien argumentaba que con su victoria del ‘46, Perón desenmascaró al “imperialismo” y a su empresa de “colonización”. Del mismo modo, en referencia al “18 de Marzo”, este dirigente argumentaba que tras ellas se había expandido la “combatividad” de los peronistas. Desde Retorno del mismo modo se recuperó el motivo de la cesura histórica. Se decía que los comicios de 1946 terminaron con la “partidocracia electoralista” y con el “sistema demoliberal”, haciendo de los partidos políticos “muertos que caminan”. Finalmente, y volviendo a colocar al proceso electoral del 18 de marzo de 1962 en el centro de la escena, algunas voces que hallaban en Compañero una caja de resonancia retomaron esa idea. Valotta aducía que la “lección” del “18 de Marzo” señalaba el fin de las “soluciones pactadas”. En un sentido similar, para los gremialistas Beto y Arias, y para la JUP de provincia de Buenos Aires en el año 62 se desmoronó la “fachada liberal del régimen”, la “oligarquía” fue desenmascarada y, además, se mostraron las condiciones bajo las cuales el sistema se sustentaba realmente.

Estas consideraciones de las elecciones como fronteras políticas están relacionadas con una particular visión que el peronismo forjó de sí mismo desde sus momentos fundacionales: la de ser un movimiento. Con esta caracterización buscaba colocarse como representante de un “interés nacional”, ajeno a las luchas político-partidarias; encarnando un todo que no era la simple suma de las partes. Una autoidentificación de este tipo hacía de las elecciones mecanismos para abrir un “cambio de época”, de ruptura completa con un estado de cosas vivido como ignominioso. Poco importaba que con los comicios distintas fuerzas políticas disputen la representación de una parte mayoritaria del electorado. El “movimientismo” peronista y su concepción de representar un interés más elevado que el conflicto entre facciones transformaba a las elecciones en los índices de la nueva etapa; el quiebre de la dominación “imperialista” y el “destape” del régimen político imperante en la Argentina; o el comienzo de la “combatividad de las masas”.

Y, por el otro, la segunda de las constantes refiere a esta última cuestión: la “experiencia de masas” de los procesos eleccionarios. Esto es particularmente característico de Compañero y de otras voces referenciadas allí. Como se precisó, recordaban los comicios de 1946 enlazándolos con los episodios del 17 de octubre de 1945. El “24 de Febrero” le habría otorgado carta de ciudadanía a lo sucedido el “17 de Octubre”. Del mismo modo, para Valotta, la elección del 18 de marzo de 1962 mostraba la “naturaleza revolucionaria” que anidaría en las “masas peronistas”. En un tono similar, tanto Olivera como Beto destacaban que un dirigente gremial “combativo” como Framini haya podido obtener la victoria el “18 de Marzo”. Ello les permitía señalar el grado de desarrollo de la “conciencia popular” en los peronistas. A partir de estas consideraciones, no resulta extraña la insistencia de otras voces -la de Pardal o Pepe, por ejemplo- respecto a la dicotomía “pueblo” vs. “oligarquía” en los diversos procesos electorales.

En definitiva, una particular configuración comunitaria que, aun con diversas adscripciones y trayectorias personales, abonaba a la unidad a través de un pasado que hacía de la experiencia peronista una frontera que colocaba a los otros por fuera del espacio solidario que figuraban. Esta comunidad política otorgaba un lugar a los procesos electorales. Las elecciones como mecanismos de otorgamiento de legitimidades no estaban desechadas totalmente. Sin embargo, no llevaba a una reivindicación completa. Si en el caso de las voces que se expresaban en Compañero las suspicacias hacia los comicios “contemporáneos” eran patentes, similares reparos aparecían en Retorno. Estas sospechas pueden encontrarse en la forma en que Natiello y Framini presentaban la oportunidad que se abría para el peronismo en las legislativas de 1965: un “combate” más en la larga “guerra” por traer de regreso a Perón a la Argentina. En definitiva, el tipo de comunidad política escenificada por estas voces peronistas mostraba ser impermeable a contaminaciones exteriores y férreamente estructurada en su interior alrededor de un componente “popular”. Poco predispuesta, asimismo, a la disputa hegemónica que supone en términos generales un proceso eleccionario.

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1 El autor agradece los generosos comentarios y observaciones de la/os evaluadores.

2Grondona, M. El nuevo Congreso. Revista Primera Plana (PP), (129) Buenos Aires, 27-4-1965, p. 7.

3Piénsese, por ejemplo, en las confrontaciones verbales en el recinto que dinamizaron los homenajes a Eva Duarte y a la denominada Revolución Libertadora en julio y septiembre de 1965, respectivamente. Al respecto, PP, (143), 3-8-1965, p. 8 y 9, y El Mundo (EM), Buenos Aires, 17-9-1965, p. 6.

4Así se denominaron los partidos que buscaron hacerse con los votos dejados por el peronismo proscripto tras 1955. El primero de ellos fue la Unión Popular (UP), formado por antiguos funcionarios peronistas. Se sugieren María Arias y Raúl García Heras (1993), y Julio César Melón Pirro (2009) para ahondar.

5Plan aprobado en el Congreso Normalizador de enero de 1963. Atravesó cinco etapas hasta 1965. Para ampliar sobre algunas de sus características, véase Daniel James (1990).

6Se trató del golpe de Estado del 4 de junio de 1943 al presidente Ramón Castillo. Perón fue una de las figuras principales del nucleamiento que lo impulsó. Para ampliar sobre la “Revolución de Junio”, véase Robert Potash (1986).

7Se recomienda Juan Carlos Torre [1990] (2014) para profundizar sobre la elección y sus momentos previos.

8Uno de los argumentos para explicar la derrota de la UD aduce que no logró conmover a los sectores obreros, algo que sí habría hecho Perón (James, 1990). Sin embargo, según Nicolás Azzolini (2018), además de servir de insumo a una suerte de sentido común académico sobre la discursividad política del “antiperonismo”, James desconoce que la temática social estuvo presente en los discursos de los formantes de la Unión Democrática.

9El régimen militar que triunfó en septiembre de 1955 intentó llevar a cabo lo que llamó una “desperonización” de la sociedad argentina. Además de la proscripción del Partido Peronista y de la persecución a sus autoridades, el gobierno “Libertador” removió los nombres de Juan Domingo Perón y de Eva Duarte de toda calle, plaza o institución bautizada de ese modo, prohibió libros con “contenido peronista” y la reproducción de la marcha “Los muchachos peronistas”. Se recomienda María Estela Spinelli (2005) para ampliar sobre este proceso.

10Un año después, Unamuno caería muerto por una herida de bala mal curada. A comienzos de los sesenta, el joven viajó al monte tucumano para organizar un foco guerrillero. El intento no prosperó. La Gendarmería Nacional desbarató el campamento. Herido, Unamuno consiguió seguir el curso del río Cochuna hasta un paraje. Sin embargo, se negó a recibir tratamiento. Murió a los pocos días. La publicación Trinchera de la Juventud Peronista, órgano de una de las primeras organizaciones juveniles del peronismo, la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires, le dedicó un obituario en su número 17.

11Semanario de cuatro páginas perteneciente a las “62 Organizaciones Peronistas”, editado a lo largo de 1962. Miguel Gazzera, secretario general de los fideeros, fue su director. Contó con la participación de los gremialistas Amado Olmos, José Alonso y de los políticos peronistas Francisco Marcos Anglada y Antonio Cafiero. Se vendía mayoritariamente en los sindicatos. Luego de 18 números, agobiado por problemas financieros y por la persecución del gobierno de Guido, dejó de editarse. Para ampliar, véase Facundo Carman (2015).

12Unamuno, J. Democracia y peronismo. Semanario Descartes (D), (12) Buenos Aires, 12-6-1964, p. 4.

13D, 12-6-1964, p. 7.

14Secretario general de la Asociación Obrera Textil (AOT) durante 1951-1955 y 1959-1968, Framini tomó trascendencia en 1962 al ser elegido por Perón como candidato a gobernador por Buenos Aires. Aunque resultó ganador por casi 20 puntos, el golpe de Estado a Frondizi y la asunción de Guido -quién anuló los comicios- le impidieron asumir. Véase Claudio Panella (2021) para un seguimiento exhaustivo de su actuación política.

15Diario El Litoral (EL), Santa Fe, 26-2-1964, p. 2.

16Diario La Razón (LR), Buenos Aires, 19-2-1964, p. 6.

17LR, 25-2-1964, p. 3.

18EM, 25-2-1964, p. 10.

19EM, 25-2-1964, p. 10.

20LR, 25-2-1964, p. 3.

21Semanario de ocho páginas que publicó 79 números entre junio de 1963 y abril de 1965. Dirigido por el médico y antiguo militante del reformismo universitario, Mario Valotta, continuaba otras publicaciones donde fue director, el periódico Democracia (abril-julio de 1962) y 18 de Marzo (diciembre de 1962 y febrero de 1963). Sobre este último, su nombre hablaba de una filiación explícita con el peronismo, en general, y, en particular, con un sector que se denominó “duro” dentro del sindicalismo. La gravitación de Andrés Framini era evidente en el semanario. En lo que refiere a Compañero, como ya se dijo, en agosto de 1964 se transformó en vocero del MRP que lideraban Gustavo Rearte y Héctor Villalón. Sin embargo, la caída en desgracia del grupo en los meses finales del ‘64 y los problemas financieros hicieron que el semanario dejara de publicarse. Andrés N. Funes (2018) examina en detalle la publicación.

22Semanario Compañero, (C), (36) Buenos Aires, 4-3-1964, p. 3. Mayúsculas en el original.

23C, (35), 25-2-1964, p. 3.

24C, (35), 25-2-1964, p. 3.

25Denominado por la hagiografía peronista como el “Día de la Lealtad”, se trató de una movilización popular desencadenada por la destitución y detención de Perón a comienzos del mes de octubre de 1945. Si bien la bibliografía es extensa, se recomienda el conjunto de trabajos compilados por Juan Carlos Torre (1995).

26Tras el golpe de Estado de 1955, Perón deambuló por varios destinos. Estuvo brevemente en Paraguay y en noviembre del mismo año se trasladó a Panamá. Allí conoció a la que sería su tercera esposa, María Estela Martínez. Entre 1956 y 1958, vivió en la Venezuela de Marcos Pérez Jiménez. Tras la caída del dictador, se trasladó a la República Dominicana. Finalmente, en 1960 arribó a España. Cuatro años más tarde, decidió retornar a la Argentina. Sin embargo, al llegar al aeropuerto de Río de Janeiro a principios de diciembre, los militares brasileños le impidieron continuar su viaje a Buenos Aires. Ariel Hendler (2014) examina los pormenores del frustrado retorno de Perón de 1964.

27Sin obviar el supuesto punto de ruptura que habrían significado, en 1947 Perón señalaba que desde las presidenciales del ‘46 “se entró en el juego limpio de la democracia, practicada a la luz de la verdad”, “[f]ueron rotas las viejas y malas prácticas electorales que se movían en la zona del engaño y la ficción” y se “restituyeron los derechos ciudadanos a todos los hombres libres” de la Argentina (Perón, 2002, p. 57).

28PP, (121), 2-3-1965, p. 7.

29LR, 25-2-1965, p. 4.

30EM, 25-2-1965, p. 6.

31LR, 25-2-1965, p. 4.

32PP, (121), 2-3-1965, p. 8.

33Ello no impidió que algunos actores promovieran el voto en blanco. Por caso, el MRP y la Juventud Peronista Revolucionaria (JPR) de Rearte. Entre el 6 y el 7 de febrero se celebró una asamblea en el sindicato del Calzado de la Capital Federal. En el primer punto de su resolución, se decía “[a]doptar el voto en blanco como la consigna revolucionaria de la clase trabajadora frente al nuevo fraude electoral de marzo”. C, (77), 2da quincena-2-1965, p. 3. La JPR, por otro lado, publicó un comunicado en el que manifestaba su opción “votoblanquista” y su denuncia a las “posiciones capituladoras y la traición a Perón por parte de la conducción local del movimiento peronista”. EM, 15-2-1965, p. 6. Sobre distintas apuestas electorales del peronismo en estos primeros años sesenta, véase Funes (2020).

34Con tres directores en sus 111 números entre 1964 y 1966 -José Constantino Barro, Pablo Michelini y Raúl Jassen-, fue una publicación financiada por el empresario Jorge Antonio de cara al retorno de Perón a Argentina en 1964 y ligada, como se dijo al comienzo, al Partido Justicialista bonaerense. Un gran número de sus redactores procedían de Huella (1963-1964), semanario que reunía en sus páginas ideas antiliberales, hispanistas y católicas. A diferencia de éste, Retorno estaba más preocupado por las discusiones políticas que atravesaban al peronismo. Véase Carman (2015) para ahondar en algunos de sus números.

35Semanario Retorno, (85), Buenos Aires, 23-2-1966, p. 1.

36Para Fernando Balbi (2007), en la cosmovisión de Perón el “Movimiento” se caracterizaba por una dirección centralizada y unificada alrededor de la “doctrina”, que articulaba sectores heterogéneos que de otro modo no podrían convivir pacíficamente. Para ampliar sobre algunos de estos mecanismos en Perón, se recomienda Sigal y Verón (1988).

37Como señala Alain Rouquié (1986), Frondizi abandonó días antes de la compulsa de marzo su actitud centrista de ataque a las posiciones “extremas”, tanto peronistas como “antiperonistas”. Se inclinó, en cambio, por una embestida contra el peronismo y sus supuestos discursos de odio y violencia.

38El peronismo igualó la cantidad de gobernaciones del frondizismo. Asimismo, el recuento final de diputados nacionales le otorgó una aplastante victoria -45% de los sufragios emitidos-, que lo posicionó como la segunda minoría. En la provincia de Buenos Aires el resultado tomó mayores proyecciones. La lista a la gobernación que encabezaba Andrés Framini obtuvo más de 42% de los votos, ubicando al oficialismo en segundo lugar, a quince puntos porcentuales.

39Sobre los juegos militares que desembocaron en la destitución de Frondizi, se recomienda Rouquié (1986).

40Para ahondar sobre los pormenores que condujeron a Guido a la presidencia, se sugiere Castello (1986).

41LR, 23-05-1963, p. 7.

42De cara a las elecciones presidenciales de 1963, un heteróclito grupo de nacionalistas, desarrollistas y peronistas trataron de organizar un frente electoral que dispute con el partido que contaba con la venia oficial, la UCRP. El conservador popular Vicente Solano Lima y el radical intransigente Carlos Sylvestre Begnis fueron propuestos como candidatos a presidente y vicepresidente, respectivamente.

43Como recuerda Laura Ehrlich (2012), luego del plenario de las “62 Organizaciones Peronistas” en la localidad cordobesa de Huerta Grande en julio de 1962, para la prensa Framini era uno de los ideólogos que desde el sindicalismo fomentaban un “ala de izquierda” en el peronismo. Según La Razón, buscaba nuclear a todos los peronistas de Argentina en favor del “giro a la izquierda” de Perón, con vistas a un “futuro enfrentamiento ideológico” con las líneas opuestas a tal orientación dentro del movimiento (Ehrlich, 2012, p. 232).

44Esto es especialmente cierto en las publicaciones periodísticas. Para La Prensa, por ejemplo, el gobierno de Guido interceptó un mensaje del escritor argentino Alfredo Varela desde Moscú, donde hablaba de la “unión indisoluble entre las fuerzas peronistas y comunistas” en Argentina. La Prensa (LP), Buenos Aires, 5-8-1962, p. 3. Tres años después, a raíz de un informe sobre la actividad comunista en el continente americano publicado por la Subcomisión de Asuntos Exteriores para América Latina del Congreso de Estados Unidos, La Nación editorializó sobre el vínculo entre peronismo y comunismo: “Entre nosotros [los argentinos], como dice el mencionado informe, el objetivo comunista continúa siendo el aprovechamiento de la fuerza numérica del peronismo”. La Nación (LN), Buenos Aires, 27-8-1965, p. 6. Independientemente del sensacionalismo de los medios periodísticos, es innegable el coqueteo entre el comunismo y el peronismo tras el golpe de Estado de 1955. Carlos Altamirano [2001] (2013) examina la “situación revisionista” en la que entraron el Partido Comunista y el Partido Socialista en los años de la proscripción peronista.

45LR, 23-5-1963, p. 7.

46En abril de 1963 se produjo el desenlace de la confrontación que involucró desde septiembre del año 62 a los denominados “azules” y “colorados” de las Fuerzas Armadas. Tras la victoria de los primeros, se agigantó la figura de Onganía. Mazzei (2012) examina el conflicto y de sus consecuencias.

47Como sugiere Carlos Altamirano [2001] (2007), el término “integración”, clave de la experiencia “desarrollista” del frondizismo, tenía un sentido político y uno económico: incorporar al peronismo al juego político legal y vincular a distintas regiones del país mediante el crecimiento económico.

48Aparecido en 1958, constituyó la segunda institución creada por Perón para suplir la carencia de organización partidaria propia a nivel local y, simultáneamente, disuadir la aparición y afianzamiento de nuevos liderazgos locales. Para ampliar sobre el CCS, véase Melón Pirro (2017).

49A principios de julio, Sueldo le ofreció a Matera la candidatura a vicepresidente. El neurocirujano aceptó y envió cartas a las “62 Organizaciones Peronistas” y al CCS justificando su decisión. LN, 2-7-1963, p. 4. Sin embargo, días más tarde, el Poder Ejecutivo impugnó la fórmula Sueldo-Matera. Ello ocasionó que el frustrado candidato a vicepresidente, ya expulsado del peronismo, llamara a votar en blanco. LN, 5-7-1963, p. 4.

50Valotta, M. Un solo camino. C, (4), 28-6-1963, p. 1.

51En agosto de 1963, Perón constituyó un organismo interventor para reorganizar el Partido Justicialista y las “62 Organizaciones Peronistas”. El denominado “Cuadrunvirato” estuvo compuesto por Andrés Framini, Ilda Pineda de Molina, Julio Antún y Rubén Sosa. No obstante, ni bien comenzaron sus tareas, se encontró con serias trabas que le impidieron un normal funcionamiento. Para ampliar sobre las vicisitudes del nuevo organismo, se sugiere Melón Pirro (2014).

52C, (16), 9-10-1963, p. 4.

53Beto, O. El pueblo está a punto para la revolución. C, (38) 17-3-1964, p. 5.

54Arias, A. El regreso de Perón es un hecho. C, (38) 17-3-1964, p. 5.

55C, (38) 17-3-1964, p. 5.

56C, (38) 17-3-1964, p. 5.

57En relación con esto, véase Tcach (2007).

58Repezza, M. Córdoba, siempre en la lucha. C, (30) 21-1-1964, p. 6.

59C, (39) 24-3-1964, p. 3.

60C, (39) 24-3-1964, p. 3.

61EM, 19-3-1964, p. 12.

62EM, 16-5-1964, p. 8.

63Sobre las elecciones internas, véase Melón Pirro (2014).

64EL, 18-3-1966, p. 2.

65LN, 09-3-1966, p. 1 y 16.

Recibido: 20 de Mayo de 2021; Aprobado: 15 de Noviembre de 2021

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