1. Introducción
El currículo escolar, presenta en su contenido un discurso político e ideológico, el cual incorpora prácticas que son acordes a la formación integral de los niños, sin embargo en ocasiones hay elementos que por su complejidad, deben estar muy bien contextualizados y delimitados, para que no se produzca un efecto contrario al pedagógico. Con respecto a esa situación, es fundamental reflexionar sobre la educación deportiva en el ámbito escolar, teniendo en consideración que en la clase de Educación Física como en el deporte escolar, “no se puede trasplantar miméticamente el mundo deportivo al mundo escolar, sino que como es sabido, en educación, hay que transformar los objetos culturales en objetos didácticos adaptándose a las posibilidades y necesidades de los individuos” (Vásquez, 2001, p. 344). Por consiguiente, es indispensable pensar el deporte en la escuela como una manifestación del deporte-praxis (Cagigal, 1975), que se enfoca en la formación humana a nivel personal y social. Un enfoque que pretende equilibrar el tema de la excesiva competición o lo contrario, solo recreación, es el deporte educativo, el cual ha sido descrito como un enfoque orientado hacia de los aspectos más pedagógicos de esta actividad lúdico-motriz, trascendiendo el adoctrinamiento técnico o la excesiva búsqueda de resultados deportivos, en definitiva, “olvidándose de la concepción competitiva del deporte para dirigirse hacia una visión global del proceso de enseñanza e iniciación, donde la motricidad sea común denominador y el niño el protagonista del proceso educativo” (Blázquez, 1995, p. 29).
Otro autor que ha realizado un aporte sobre este enfoque u orientación formativa, menciona las fases de una pedagogía deportiva, las cuales incluyen “suponer situaciones de análisis, reflexión y crítica, así como un proceso encaminado a la comprensión de la actividad que aporte a los alumnos mejoras en los niveles cognitivos, motrices y afectivo-sociales” (Álamo, 2007, p. 141). Por lo tanto, una versión educativa que justifica el deporte en la escuela, ha de fomentar el desarrollo valórico del alumnado (Larrea et al., 2010). Entre esos aprendizajes que se atribuyen a una orientación educativa del deporte, se puede mencionar uno que se ha divulgado por largo tiempo, desde el deporte moderno que nació en Inglaterra (Contreras, De la Torre y Velázquez, 2001), el cual es mundialmente conocido como fair play o en español juego limpio, entendido como “una adhesión hacia las reglas y un compromiso hacia la competición limpia que incluye el respeto por todos los participantes, las decisiones del árbitro y el propio autocontrol en la victoria y la derrota” (Pinheiro, Camerino y Sequeira, 2014, p. 32). Así, fomentar el compañerismo es una de las principales metas de aprendizaje que tiene el fair play, pero lograrla requiere de un proceso sistemático, que tenga una visión holística del panorama educativo, ya que se encuentran involucrados factores psicológicos, afectivos, socioculturales y epistemológicos.
Un camino para enseñar el fair play en la escuela, es por medio del razonamiento moral, donde los escolares por medio de un dilema contextualizado pueden reflexionar y debatir sobre las diversas consecuencias que tienen las decisiones y las acciones ante una situación específica. Justamente, un enfoque de educación moral es el cognitivo-evolutivo de Kohlberg (1976; 1992), quien discrepa con los métodos que se basan en un adoctrinamiento moral, caracterizado por un profesor que deposita las virtudes en la mente de su alumnado. Más bien al contrario, para Kohlberg el rol del docente en su método es actuar como un guía, ya que su papel consiste en presentar dilemas para luego realizar preguntas con el fin de que sea el propio alumno el que se interrogue sobre sus juicios morales y las razones que lo motivan. De esta forma, se pretende provocar una tensión intelectual en el alumnado para que este pueda adquirir niveles superiores de juicio moral, y así, alejarse de las enseñanzas tradicionales que dan respuestas correctas o incorrectas (Elorrieta-Grimalt, 2012). Entonces, los educandos juegan un rol importante en su crecimiento moral, ya que esta perspectiva educativa responde a una metodología activa que utiliza la reflexión, las experiencias y el saber que ya poseen, por lo que se puede señalar que pertenece a una metodología de aprendizaje constructivista. Para reforzar esta idea, se recuerda que una perspectiva educativa constructivista, “entiende que el proceso de enseñanza y aprendizaje se vertebra a partir de las relaciones conjuntas entre el profesor y el alumno alrededor del contenido” (López-Ros, Pradas y Font, 2014, p. 34).
Uno de los problemas que pretende enfrentar este método, es la poca atención que los adultos prestan a las moralizaciones de los niños, ya que mediante el diálogo que se mantiene con ellos, se puede apreciar que tienen muchas formas de realizar juicios y estos no necesariamente se encuentran interiorizados desde el exterior, a la vez que no provienen de una fuente directa y obvia de sus padres, maestros o incluso compañeros, sino que ellos son capaces de construir sus propios juicios (Kohlberg, 1978). La teoría de Kohlberg, supone que el niño o adolescente es un filósofo natural y por tanto prefiere fomentar el reto filosófico y guiar en forma respetuosa a lo que es filosóficamente mejor (Hersh, 2002). Existen diferentes tipos de dilemas que pueden ser trabajados para el desarrollo del razonamiento moral, pero el que se utiliza en este estudio corresponde al dilema hipotético, que consiste en un problema que es probable que le suceda a los participantes, ya que son situaciones abstractas o muy generales, alejadas de su realidad (García, 2013). A modo de resumen, la educación moral tiene como función apoyar a la juventud en el “desarrollo y la formación de todas aquellas capacidades que intervienen en el juicio y la acción moral, a fin de que sean capaces de orientarse de modo racional y autónomo en aquellas situaciones que les planteen un conflicto de valores” (Buxarrais, Martínez, Puig y Trilla, 1990, p. 16). La educación moral vista como un proceso constructivo y de desarrollo contextualizado, se entiende como una progresión continua del razonamiento moral, la cual asume un carácter universal y no debe ser condicionada o determinada por los valores concretos de las diferentes culturas, sino que debería asumir un carácter plural (Puig, 1996; Puig y Martín, 2015). Esta educación, puede contextualizarse a cualquier situación de la realidad social y en este estudio se centra en el ámbito deportivo, teniendo como objetivo analizar el razonamiento moral del alumnado de tercer año medio, con respecto al proceso de socialización tras una derrota deportiva, por medio de un dilema hipotético.
2. Metodología
La metodología utilizada en este trabajo responde a la investigación cualitativa, desde la perspectiva fenomenológica-hermenéutica (Ayala, 2008), por lo que pretende comprender a través de un análisis del lenguaje verbal, el razonamiento moral de los escolares en torno a la convivencia tras una derrota en una competencia deportiva. Esta metodología considera la construcción del conocimiento como un proceso “subjetivo e intersubjetivo, en tanto, es el sujeto quien construye el diseño de investigación, recopila la información, la organiza y le da sentido, desde sus estructuras conceptuales previas, como los hallazgos que surgen de la propia investigación” (Herrera, Guevara y Munster, 2015, p. 2). Los participantes fueron 16 escolares de tercer año medio (10 hombres y 6 mujeres), con edades comprendidas entre los 16 y 17 años, pertenecientes a un colegio científico-humanista de la comuna de Quilpué, Chile. La primera acción para llevar a cabo el estudio en terreno fue tomar contacto con el equipo directivo del establecimiento educacional y solicitar el permiso para llevar a cabo el estudio. En segunda instancia fue comunicarse con el Profesor de Educación Física que imparte el taller de deporte, al cual se le informó el proyecto de investigación y se le solicitó su colaboración. Por último, se dio lugar a solicitar el consentimiento informado de los estudiantes, quienes accedieron en una totalidad a participar voluntariamente y colaborar, demostrando una buena actitud e interés hacia el trabajo. La recolección de los datos se llevó a cabo durante una asignatura electiva de deporte y la metodología de trabajo fue: a) contestar en forma individual un dilema moral sobre el fomento del alcohol en el deporte, que se presenta en el Cuadro 1; b) reunirse en grupos de cuatro personas, discutir y generar respuestas grupales, para después nombrar un coordinador que las presente al grupo curso; c) los grupos presentan sus respuestas y los/as escolares pueden intercambiar opiniones, además el docente puede intervenir para guiar la reflexión del curso, sin embargo, él no debe proporcionar respuestas, ya que deben surgir del alumnado.
El análisis de contenido (Taylor y Bogdan, 2009) tuvo tres fases, la primera consiste en identificar temas y desarrollar conceptos y proposiciones. La segunda fase se produce una vez ya recogidos lo datos, y consiste en codificar los datos y el refinamiento de la comprensión del tema de estudio. Y como última fase el investigador intenta comprender los datos en el contexto en que fueron recogidos. En la investigación cualitativa, la codificación es un modo sistemático de desarrollar y refinar las interpretaciones de los datos. Para facilitar la organización y el soporte de los datos, se trabajó con el software Atlas.ti versión 7.5.
3. Resultados y discusión
El proceso de análisis de contenido generó la construcción de 2 familias con un total de 8 códigos, que se presentan a continuación:
Fomento del fair play
1) Aprender a distinguir los contextos: La actitud de enfrentamiento que exige el deporte, hay que limitarla al momento de la competencia y una vez finalizada, está la posibilidad de compartir. Cita: “una cosa es el partido y otra cosa es la relación que se puede crear con otras personas que practican su mismo deporte”. Lo que señalan los estudiantes, es que es posible trascender la competencia, teniendo la capacidad de socializar sin conflictos, independiente de lo que haya sucedido en la competencia. Ante lo anterior, es preciso señalar que el deporte en la escuela “es educativo en la medida en que como maestros además de ocuparnos de la enseñanza de los aspectos técnicos-tácticos y el desarrollo de las cualidades físicas de los alumnos, nos centramos también en la transmisión de valores” (Gil , 2006, p. 155). No obstante, hay que reconocer que los motivos por los cuales un alumno no esté dispuesto a socializar pueden ser diversos y también legítimos, pero es tarea del profesorado, promover aprendizajes que favorezcan la cohesión y el desenvolvimiento social. Un enfoque de la Educación Física denominado comunitario, para favorecer la convivencia en el ámbito deportivo, propiciaría “trabajar los aspectos cooperativos necesarios dentro de la educación en el deporte, para que el alumnado sea capaz de relativizar los diferentes conflictos y cuestiones que surjan a partir de las distintas competiciones deportivas, utilizando el diálogo y la comunicación” (Gallardo, Bellido y Benítez, 2011, p. 9).
2) Aprender a perder: Comprender que los deseos de victoria no siempre se cumplen de la forma que nosotros los planteamos, nos exige aceptar los resultados de derrota en las actividades deportivas y agradecer al equipo rival por su presencia, ya que sin la voluntad de participar, no hay competencia. Cita: “uno tiene que saber perder y compartir con el otro equipo, aunque no se haya ganado”. Tal como han señalado los estudiantes, uno de los principales objetivos en la iniciación deportiva es desarrollar habilidades psicológicas específicas como saber ganar y perder, jugar limpio y saber controlarse en momentos de dificultad (Gimeno, 2003). Para poder lograr lo anterior, es necesario que tanto en la familia, como en los centros educativos se aborde la educación emocional, ya que en los juegos sociomotrices de cooperación-oposición, la mayor percepción de afecto negativo ha sido explicada por el factor de la competencia, puesto que “las emociones negativas aparecen cuando se pierde” (Miralles, Filella y Lavega, 2017, p. 92).
3) Valorar la derrota: Cuando se obtiene un resultado no deseado, se genera la posibilidad de reflexionar sobre el proceso, tanto en el ámbito técnico, táctico, disciplinar o actitudinal, la cual proporcionará nuevos aprendizajes que permiten visualizar formas para progresar. Cita: “se aprende más de la derrota que de la victoria”. Lograr que el alumnado pueda trascender las emociones negativas que surgen de la derrota es un gran desafío para los/as educadores, puesto que “nada de los juegos está dispuesto para quien pierde, pues al ser asumido como derrota lo que genera es frustración, mengua el autoconcepto y en ocasiones genera sentimientos de rabia y venganza” (Murcia y Melo, 2011, p. 674).
4) Generosidad: Compartir con personas que podían afectar mis deseos de logro es difícil, ya que requiere de unos principios valóricos que superen la ambición personal, como es el valor de la generosidad. Cita: “si aceptaron todos a excepción de uno es porque tienen un corazón generoso”. El deporte en el ámbito escolar debe ser entendido con un enfoque educativo, que promueva valores consecuentes con el fair play, destacando su función pedagógica “a través del movimiento, transmitiendo una serie de valores positivos como la responsabilidad, el esfuerzo, la autonomía, la solidaridad, etc., así como comportamientos y hábitos saludables que contribuyen a su formación integral como personas” (Gómez y Valero, 2013, p. 50).
5) Humildad: Para generar sentimientos agradables por medio de una invitación a compartir tras un duelo deportivo, se requiere de una actitud amable, que comprenda la emocionalidad del equipo rival, la cual esté libre de burlas y enemistades. Cita: “la actitud del equipo ante una derrota tiene que ser de humildad, de lo contrario, no se les pasaría por la mente invitar al otro equipo a compartir”.
6) Convivencia: La competencia genera un espacio donde los equipos interactúan con deseos contrariados, lo cual puede generar conflictos entre los jugadores, por lo que propiciar un espacio de convivencia, en donde el deseo superior sea disfrutar en conjunto y que requiera la cooperación de todos, trascendiendo la separación de sus instituciones, es un buen desafío para la integración. Cita: “compartir es una buena forma para pasar la derrota y no tener una rivalidad con el otro equipo”.
Conflictos para el fair play
1) Frustración: Existen diferencias psicológicas en todos/as los/as participantes de un encuentro deportivo, por lo que hay quienes sufren más por los resultados que no cumplen las expectativas, los cuales también requieren ser comprendidos y un apoyo psicológico diferenciado, para que logren desapegarse de sus deseos, comprendiendo la importancia de aceptar y construir la amistad con el equipo rival, para poder continuar realizando sus actividades en un estado de bienestar. Cita: “después de una derrota estaría muy frustrado, por lo que me darían ganas de ver en qué fallo el equipo y no de celebrar, menos con el equipo rival”.
2) Inmadurez emocional: La dimensión emocional del ser humano es compleja y en algunas personas se manifiesta en forma destructiva cuando no obtienen lo que desean, lo cual es identificado como sentimientos infantiles, aludiendo a un bajo nivel de desarrollo en la educación emocional. Cita: “enojarse y mucho más aún tener rencor y orgullo por haber perdido es muy patético y de cabro chico, pero a muchos les pasa”.
Las emociones negativas para el bienestar subjetivo que experimentan los/as escolares en las actividades motrices en el ámbito de la Educación Física han sido vinculadas al fracaso en las metas de logro (Mujica, Orellana, Aránguiz y González, 2016) y a su vez, a los resultados en las competiciones deportivas, de modo que el alumnado identifica en “la victoria una causa de las emociones positivas y la derrota de las negativas” (Mujica, Orellana y Concha, 2017, p. 131). Estos antecedentes coinciden con la apreciación del alumnado sobre los factores que generan un conflicto para que se produzca un fair play en un encuentro deportivo. Una recomendación pedagógica que se realiza en el ámbito de la Educación Física, es que el profesorado haga lo posible para que “todo el alumnado tenga la oportunidad de superar con éxito los desafíos originados por cualquier juego deportivo” (Duran, Lavega, Planas, Muñoz y Pubill, 2014, p. 30), propiciando que la mayoría pueda vivenciar emociones positivas y de esta forma favorecer su bienestar subjetivo. Otra estrategia en misma línea que la propuesta anterior para poder disminuir emociones negativas en deportes de competición, es proponer “objetivos adaptados a las capacidades de los alumnos haciendo que sean asequibles para ellos y así disminuyendo la sensación de fracaso” (Rodríguez, 2017, p. 6)
4. Conclusiones
Se puede concluir que el alumnado adolescente reconoce la importancia del juego limpio en el deporte, así como los aspectos que deben ser considerados en su aprendizaje, como lo es la educación valórica, la reflexión sobre la derrota y la inclusión de espacios de socialización entre los participantes de un encuentro competitivo. También reconocen los aspectos que le otorgan un carácter complejo para su desarrollo, principalmente los que encuentran su origen en la dimensión afectiva del ser humano, en concreto, en las emociones que se vivencia ante los resultados no deseados, los cuales también han de ser materia de trabajo y reflexión en el ámbito pedagógico.