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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versão On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.53 no.1 Buenos Aires jun. 2023

 

ARTICULO

Patrimonio residencial portuario: construir y vivir en casillas de madera y chapa en Mar del Plata durante la primera mitad del siglo XX

Port residential heritage: to build and to live in wooden and sheet metal huts in Mar del Plata during the first half of the 20th century

Mariana Fernández Olivera1  2  *
http://orcid.org/0000-0001-6191-2597

Lorena Marina Sánchez1  2  **
http://orcid.org/0000-0003-4226-1738

1Instituto de Estudios de Historia, Patrimonio y Cultura Material de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina. Email: arqmfo@yahoo.com.ar. Email: lorenasanchezarq@yahoo.com.ar

2Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Argentina

RESUMEN

En un marco de ampliaciones y diversificaciones vinculadas al campo de la preservación arquitectónica y urbana, el patrimonio industrial constituye un desafío complejo para su valoración, más aún en lo referido al ámbito residencial. En particular, los puertos han sostenido diversas reestructuraciones técnicas y económicas desde mediados del siglo XX, que provocaron transformaciones en gran parte de su entorno. En este sentido, Mar del Plata constituye un ejemplo destacado, ya que su zona portuaria ha presentado dinamismos singulares en relación con las formas de habitar el sector. En este marco interesa indagar las casillas portuarias de madera y chapa que perviven, conformadas durante la primera mitad del siglo XX. Mediante un enfoque cualitativo centrado en la interpretación de fuentes primarias y secundarias, se propone un análisis material e inmaterial que aporte a su reconocimiento y valoración.

Palabras clave: patrimonio industrial; puerto; vivienda; casillas; valores.

Referencias espaciales y temporales: Mar del Plata; segunda mitad del siglo XX

ABSTRACT

In a framework of expansions and diversifications linked to the field of architectural and urban preservation, the industrial heritage constitutes a complex challenge for its valuation, even more in the residential area. In particular, ports have undergone various technical and economic restructurings since the mid-twentieth century that caused transformations in their environment. In this sense, Mar del Plata is an outstanding example, as its port area has presented unique dynamics in relation to the ways of inhabiting the sector. In this context it is interesting to inquire into the surviving wooden and sheet metal port huts, that were built during the first half of the twentieth century. By means of a qualitative approach focused on the interpretation of primary and secondary sources, a tangible and intangible analysis is proposed to contribute to its recognition and valuation.

Key words: industrial heritage; port; housing; huts; values.

Space and time references: Mar del Plata; second half of XXth Century

Introducción

La incorporación de los bienes industriales al ámbito de la preservación del patrimonio arquitectónico y urbano ha abierto nuevas perspectivas y un largo camino por recorrer. La ampliación valorativa, que posibilitó el reconocimiento de un abanico de legados desde la segunda mitad del siglo XX, estuvo ligada a evoluciones conceptuales en estrecha relación con aperturas desde la disciplina histórica (Waisman, 1993). Este proceso se evidenció principalmente a través de cartas, normas y recomendaciones internacionales. En especial, la Carta de Venecia (1964) marcó un punto de inflexión a partir de la comprensión de la obra patrimonial en relación con su contexto y la incorporación de la valoración de “obras modestas” portadoras de un significado cultural. Desde este comienzo se desarrolló un proceso de expansión y redefinición desde el objeto individual a la noción de conjuntos, centros históricos y paisajes culturales, junto con un asociado derrotero de estimaciones de las arquitecturas populares, rurales, modernas e industriales, entre otras, desde lo material y sus aspectos inmateriales estrechamente vinculados (Endere, 2009; Fernández, 2007).

En este escenario, el reconocimiento del patrimonio industrial constituyó -y constituye- un desafío. En 2003 los representantes de The International Committee for the Conservation of the Industrial Heritage (TICCIH) redactaron la Carta de Nizhny Tagil sobre el Patrimonio Industrial, y lo definieron como:

[…] los restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y depósitos, lugares donde se genera, se transmite y se usa energía, medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales relacionadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación (TICCIH, 2003, s/n).

Esta definición expresa la multiplicidad de bienes y relaciones inherentes al patrimonio en cuestión, en el que la vivienda se enuncia como parte sustancial del entorno industrial y sus dinámicas. Este tipo de legado, que condensa valores individuales y cuantías como parte de un conjunto, comprende un cuerpo analítico significativo por su complejidad. Asimismo, y dentro del cuerpo documental mencionado, el enfoque contextual se refuerza a través de la reciente Recomendación sobre el paisaje urbano histórico (2011). En esta línea, la particularidad del paisaje industrial “proporciona una comprensión amplia y totalizadora de los conjuntos a distintos niveles de su articulación, de manera que todos sus elementos se subordinen a sistemas coherentes aunque no haya continuidad de ellos en el espacio” (Trachana, 2011, p. 195).

Dentro de este proceso de reconocimiento, los puertos fueron objeto de especial atención. En torno a ellos se generó un contexto social caracterizado por una heterogénea población cuya actividad determinó un sitio urbano y una arquitectura con características singulares. Así, las áreas portuarias establecieron una vinculación distintiva con las actividades productivas pesqueras y se transformaron a la par de sus cambios. La conformación del espíritu popular y modesto de estos sectores, en muchos casos marginales dentro de la estructura de la ciudad, compuso un marco de dificultades y tardías valoraciones.

En este sentido, los estudios temáticos internacionales se concentraron principalmente en las zonas de los bordes costeros, donde las condiciones naturales del litoral se imbricaban con el desarrollo de la actividad pesquera y comercial mediante la conformación de ambientes industriales (Péron, 2009). Sin embargo, resultaron escasos los abordajes centrados en los barrios1 dependientes de la actividad portuaria (como los realizados por Alemany, 2002). Desde una mirada histórico-antropológica, en cambio, fueron usuales los análisis de los aspectos inmateriales vinculados con estas áreas (Florido del Corral, 2003). Así, resultaron objeto de estudio las técnicas y los saberes relacionados con la pesca, las formas de trabajo fabril, las relaciones socioculturales, los aspectos étnicos y de género y las prácticas residenciales generadas en torno al mar; así como las lenguas, la gastronomía, las fiestas populares y la música (Cáceres, 2003).

En el ámbito nacional, las indagaciones de los sectores portuarios tuvieron su mayor desarrollo desde el siglo XXI. Desde las orientaciones internacionales y mediante las necesarias apropiaciones locales, resultaron claves las declaratorias de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos (CNMMLH) en relación a conjuntos patrimoniales, como los de la calle Nueva York en la ciudad de Berisso (2004) o el pueblo de Camarones en la provincia de Chubut (2018). En ambos casos, fue significativo el análisis realizado sobre las construcciones de madera y chapa, típico sistema constructivo de los barrios portuarios argentinos. Asimismo, también se prosperó en aportes teóricos coligados, destinados a la comprensión de estas viviendas características. Más aún al considerar su especial desarrollo en puertos como el de Buenos Aires, La Plata, Bahía Blanca y Rosario (Leblanc, Moglia y Pelegrino, 2015; Delage y Bertone, 2013; Andreoli, 2003).

En este marco, la singularidad del desarrollo portuario de la ciudad de Mar del Plata resulta de particular interés. Forjada en torno a sus costas entre el ocio balneario y la productividad pesquera, esta urbe ha transitado una intensa dinámica de cambios que han mutado su caracterización urbana y sociomaterial a través del tiempo (Cacopardo, 2004). En este marco de transformaciones, su barrio puerto constituye un caso clave que, dentro del territorio argentino, compone el único pueblo de pescadores cuya residencia está asociada a dicha actividad (Mateo, 2004).

Por ello, y en vísperas de comprender la constitución de estas viviendas desde su “construir” y su “vivir” como eslabones componentes de un enclave mayor, se aborda el estudio de las casillas de madera y chapa que dominaron el paisaje urbano portuario entre 1920 y 1940. Las características modestas de este patrimonio residencial, con modos constructivos propios de los sectores populares y los coligados modos de residir vinculados a la pesca, resultan aspectos poco reconocidos y analizados dentro del ámbito local. Si bien existen declaraciones patrimoniales, municipales y provinciales de edificios que marcaron el desarrollo urbano del sector, actualmente se carece de estudios centrados en el entorno residencial. En este sentido, se comprende como necesaria la indagación de las viviendas portuarias que perviven, conformadas durante la primera mitad del siglo XX, mediante un enfoque cualitativo centrado en la interpretación de fuentes primarias (entrevistas a actores clave y relevamientos in situ) y secundarias (archivos bibliográficos, fotográficos, orales y planimétricos). De esta forma se espera aportar, desde un análisis material e inmaterial, a su reconocimiento y valoración.

Barrio Puerto, industrialización y vivienda popular

La ciudad de Mar del Plata, fundada en 1874 en tierras privadas de Patricio Peralta Ramos, inicialmente orientó sus actividades hacia la explotación ganadera y agropecuaria. Sin embargo, hacia fines de siglo XIX esta orientación comenzó a modificarse acorde al incipiente desarrollo del turismo y la pesca. En ese momento, el progreso pesquero surgió como demanda al consumo del turismo de élite, que se vendía a los veraneantes y a los hoteleros. Esta actividad artesanal implicó que los pescadores se ubicaran en las proximidades de la Barraca Luro y al costado sur de la Rambla,2 donde residían en casillas de madera sobre la misma playa. Con la ampliación de la Rambla y el aumento de la afluencia de veraneantes porteños, se planteó el problema de la convivencia en un espacio privilegiado para consolidar el deseado carácter balneario aristocrático. Así, esas casillas se visualizaron en forma negativa, mediante argumentaciones relativas a la higiene y a la estética, por lo que las reglamentaciones tendieron a limitar su edificación y se promovió su alejamiento del centro fundacional de la ciudad (Bruno, 1999).3 En 1905 la construcción del Paseo General Paz obligó su traslado, ya que la mayoría de sus habitantes no poseía título de propiedad, al barrio “La Pescadilla” -ubicado entre la actual Avenida Colón y la ex-Terminal- y al barrio “Tierra del Fuego” -cercano a las calles Güemes y Rawson, llamado así por su lejanía al centro- (Irigoin, 1991).

En 1909 el Gobierno Nacional autorizó la licitación para la construcción del Puerto que se ubicaría en las inmediaciones del arroyo del Barco, a siete kilómetros dentro de la ciudad balnearia. La ganadora fue una sociedad francesa, la Societé Nationale de Travaux Publics, que había intervenido en la construcción de infraestructuras, ferrocarriles y puertos en diversas partes del mundo.4 En 1911 inició los trabajos y en 1913 se inauguró oficialmente con la colocación de la piedra fundamental en la escollera Sur. La Primera Guerra Mundial provocó su atraso debido a inconvenientes económicos de la empresa. Recién en 1917 los pescadores establecieron allí su dársena y en 1922 fue inaugurado el muelle Nº 1 de Cabotaje (Figura 1).

Fuente mapa: Google Earth. Fuente fotografías: Planchetas Catastrales del Archivo Rural de la Municipalidad de General Pueyrredón.

Figura 1: Área actual de Mar del Plata. Se marca el centro de la ciudad, el puerto y su barrio aledaño. En la parte superior, imágenes del paisaje del barrio portuario dominado por casillas entre 1939 y 1941.  

A partir de la inauguración de la dársena, se produjo un desplazamiento continuo de los pescadores, quienes trasladaron sus embarcaciones junto con sus casillas. La habilitación en 1921 de una línea férrea destinada a actividades comerciales y la llegada del tranvía en 1924, ayudaron a salvar las distancias existentes entre este sector y el centro marplatense. La zona comenzó a reunir y consolidar una serie de funciones urbanas que promovieron el asentamiento definitivo de los trabajadores del pescado, en su mayoría inmigrantes, dispersos en distintos puntos de la ciudad. Los vínculos relacionales tuvieron notoria influencia en las pautas residenciales de este barrio. La proximidad a la dársena, la instalación de las fábricas, los terrenos a precios accesibles -en relación a otros de la ciudad- y vivir cerca de parientes y paisanos, fueron factores determinantes (Favero, 2013).

En ese periodo inicial, el paisaje urbano estuvo dominado por las casillas de madera y chapa. Las casillas “industrializadas” constituyeron uno de los modelos de habitación popular de la primera mitad del siglo XX y su denominación obedece a que empleaban, en su construcción, materiales producidos por la industria (Cacopardo, 2004; Liernur, 1993). Así, los modelos de los catálogos difundidos por las empresas constructoras (Figura 2) fueron repetidos por los sectores populares o por los maestros carpinteros constructores (Cova, 1981).

Fuentes: Caras y Caretas, febrero de 1909 y septiembre de 1926 y Cova, 1981, p. 15, respectivamente

Figura 2: Modelos de catálogos de casillas prefabricadas de distintas empresas. De izquierda a derecha: John Wright & Cía., Tortosa Hnos. de Buenos Aires y Tiribelli Hnos. de Mar del Plata 

El proceso de industrialización del país, centrado en la arquitectura de ferrocarriles y puertos, propició la incorporación y la estandarización de materiales constructivos, como la chapa acanalada y la madera. Estos materiales, utilizados en las casillas, originalmente se suministraban a través de fábricas europeas o estadounidenses y luego pasaron a formar parte de la industria nacional. En este proceso se fijaron medidas estándares que rigieron el diseño, de acuerdo con la factibilidad de transporte y colocación. Asimismo, las casillas ofrecieron una respuesta factible al problema de residencia de la gran cantidad de inmigrantes que arribaron al país en ese momento (Ramos, 1998). En concordancia, además del barrio Puerto de Mar del Plata, resultaron variados los ejemplos de asentamientos en los que se desarrollaron este tipo construcciones, como los sectores portuarios de La Boca en Buenos Aires, Berisso y Ensenada en La Plata o Ingeniero White en Bahía Blanca.

Así, las casillas portuarias marplatenses crecieron junto al desarrollo del Puerto y conformaron un singular barrio de inmigrantes. El costo reducido de construcción acorde con la economía del grupo social inmigrante, la facilidad de armado que no requería mano de obra especializada y la posibilidad de traslado por su bajo peso relativo, fueron aspectos que tuvieron gran influencia en su apropiación.

Gran parte de estas casillas sobreviven en el barrio Puerto y ameritan un análisis que devele sus particularidades y valores. En este sentido, el análisis de su génesis y consolidación a la luz de singularidades como su implantación, morfología y materialidad, junto con los usos y las costumbres usuarias, constituyen los focos de interés para afrontar sus cuantías.

Construir las casillas de madera y chapa

En el proceso de desarrollo del barrio portuario enunciado, al igual que en gran parte de la ciudad, la especulación dominante en busca de la máxima rentabilidad produjo una división de la manzana en lotes angostos de 8,66 metros de frente. En estas parcelas, las casillas fueron ampliamente difundidas, ya que su organización se adaptaba a la forma del terreno, de sentido longitudinal, lo que permitió al propietario de las tierras subdividir las parcelas al máximo y aumentar la renta inmobiliaria, en concordancia con el rápido crecimiento poblacional.

Las casillas usualmente se ubicaban hacia uno de los lados del lote y dejaban un espacio libre respecto al eje medianero. Según Liernur (1993) esta separación tuvo varias explicaciones: por la posible colocación futura de un cerco o muro, por el carácter móvil de estas viviendas -asentadas en terrenos ilegalmente o alquilados- o por una cuestión de seguridad tendiente a evitar la propagación de incendios. El acceso se realizaba por el frente o a través del lateral que estaba en relación directa con la zona pública. Luego se encontraba el sector de servicios dominado por la cocina, que poseía una entrada independiente. Al frente se dejaba un retiro como transición, con la calle delimitada por diversos elementos bajos, como cercos vivos, de madera o alambrados.

Su organización y desarrollo constructivo permitía el crecimiento en etapas, en concordancia con la movilidad social propia del periodo. Así, ante la mejora económica o la llegada de nuevos familiares desde el exterior, se podían agregar nuevas habitaciones. La indiferenciación de sus espacios permitía una flexibilidad funcional que posibilitaba su transformación según las necesidades de crecimiento. De esta forma, primero se construía una pieza, que a veces incluía una cocina y un retrete al fondo, para posteriormente ampliar la casilla en etapas (Figura 3).

Fuente: elaboración propia.

Figura 3: Esquema síntesis de los procesos de ampliación de las casillas 

Su distribución básica era de tipo compacto y se componía por dos zonas. La primera, formada por habitaciones, y la segunda, definida como un área más pública, con un ambiente de recepción, cocina o galería. Este último sector variaba desde una condición de ambiente único a un posible ambiente subdividido en hall, comedor y cocina. A partir de este tipo básico, se derivaba el crecimiento lineal de habitaciones articuladas al sector público a través de una sucesión de puertas consecutivas.

El retrete original estaba apartado de la vivienda y era un espacio segregado del orden jerárquico de los ambientes. En los registros planimétricos se verifica su ubicación al fondo del terreno como una construcción independiente. En relación a la cocina, si bien muchas veces aparecía incorporada al área pública, hubo casos en los que se ubicaba como un bloque desvinculado de las circulaciones principales, al que se ingresaba de forma independiente.

Estas viviendas se caracterizaban por no poseer una gran ornamentación, en parte por la transitoriedad del armado de las mismas, en parte por la condición humilde del sector. En general, eran simples construcciones que respondían a una misma forma y tratamiento de la fachada.

El aspecto tecnológico adquirió un papel rector en el diseño de las casillas, a partir del seguimiento de una modulación que resultaba acorde a las dimensiones de los materiales, su economía y la posibilidad de ampliación mediante el crecimiento y acoplamiento de partes. La austeridad y racionalidad no sólo se reflejaban en la modulación en planta, sino también en el sistema desarrollado: un esqueleto de madera -usualmente pino o pinotea- cuyo módulo estaba determinado por la medida de las chapas de zinc utilizadas como revestimiento (Figura 4).

Fuente: Cova, 1981, p. 21.

Figura 4: Despiece estructural de una casilla de madera 

La estructura de madera se ensamblaba en seco, abulonada y clavada según los requerimientos. El perímetro se apoyaba sobre puntales también de madera y los pisos se separaban de la tierra, a fin de permitir la ventilación y evitar el ataque de hongos por la humedad. Además, este apartamiento posibilitaba una protección frente a las inundaciones, bastante comunes a principios y mediados del siglo XX. El desarrollo interior se apoyaba sobre pilares de piedra encimada en seco, costumbre debida, probablemente, a la abundancia de este material en la zona (Cova, 1981). Sobre los puntales se colocaban las vigas maestras, que recibían a los paneles y los tirantes sobre los que se clavaba el piso, compuesto por tablas machihembradas.

Los paneles estaban compuestos por un tirante inferior, uno superior y pies derechos modulados que, cuando se requería, dejaban espacio para puertas y ventanas, con el dintel y la solera correspondiente. Finalmente, para la estructura del techo, sobre cada parante iba montada una cabriada que sostenía la tirantería sobre la que se clavaba la cubierta de chapa. En el sector de las habitaciones la cubierta era a dos aguas, mientras que en la galería era a un agua. El exterior se cubría en la mayoría de los casos con chapa de zinc acanalada, ubicada en sentido vertical, o madera machihembrada, en sentido horizontal. El revestimiento interior -pisos, paredes y cielorraso- era de madera y los paneles se armaban con las mismas características que los exteriores, pero con estructuras más livianas. Tanto puertas como ventanas poseían medidas estándar y solían cerrarse con postigones de madera.

Vivir en las casillas de madera y chapa

Desde los inicios existió una atención especial por el hábitat de estos pescadores y las impresiones que se tuvo de ellos y de su espacio urbano. Distintas publicaciones expresaron su connotación humilde como contracara del centro turístico. La Revista Caras y Caretas publicaba:

¿Qué significa ese montón de latas que brillan en un bajo y que deslumbran a los que juegan en el Golf? […] Es un barrio de Mar del Plata. Son obreros que trabajan en la piedra de las canteras o en las aguas del mar […] Esta población se ha improvisado junto al puerto. Es un caserío del Far-West (Soiza Reilly, 1922, s/p).

De esta manera, el sector se asimilaba a una aldea norteamericana con personajes dignos de una película, descrito como un ambiente singular (Figura 5). En la misma publicación, se describe un subjetivado proceso de construcción de las casillas:

Sus casitas, afirmadas sobre estacas, ofrecen en su pobreza rústica el encanto moral de los nidos de hornero… En las grietas, en los clavos torcidos, en los remiendos, se ve el apuro del padre de familia. Mirando esas casitas se puede seguir, paso a paso, el proceso rápido de su construcción. El hombre ha conseguido trabajo en el puerto… Alquila un trozo de terreno libre […] Con la premura científica de un pájaro afirma los postes. Extiende las latas. Pone el techo. Hunde un clavo por aquí. Otro por allá […] Así se formó cada una de las casitas de este pueblo: sobre la base del amor y el trabajo (Soiza Reilly, 1922, s/p).

Fuente: Archivo General de la Nación. Recuperado de: http://fotosviejasdemardelplata.blogspot.com

Figura 5: Vendedor de brillantes con una víbora en el cuello. Obsérvese al fondo el perfil de las casillas de chapa y madera y, en la foto siguiente, el paisaje del barrio portuario dominado por esta tipología residencial en el entorno de la Iglesia y la Usina.  

Según el análisis interpretativo del discurso revelado en las entrevistas realizadas, antes de poder construir sus casillas, los inmigrantes que arribaban a este sector portuario, con muy poco dinero, solían alojarse en algún conventillo de chapa y madera donde alquilaban una pieza:

Donde vivíamos nosotros, calcule que estábamos viviendo mi hermanita, yo, mi padre, mi madre en una habitación de madera, durmiendo los cuatro en la misma habitación. Este... con una cocinita de un metro por dos, que tenían que comer dos personas primero y después las otras dos, con un calentador “bram-metal” a kerosene, con un baño que teníamos en el fondo del terreno donde tenía tres chapas de aluminio y adelante una puerta de bolsa de arpillera y arriba no tenía nada (Entrevista realizada a Musmeci A., 16 de diciembre de 2020).

Se trasladó al puerto, en 12 de Octubre había una serie de casillas, y ahí, hasta que formó familia con mi mamá […] Era un conventillo, al lado de lo que era el cine Normandie, al lado donde ahora es venta de ropa. Eso era adelante una carnicería y en el fondo era pieza, pieza, pieza y el baño al fondo (Entrevista realizada a Spoto E. M., 4 de octubre de 2020).

Luego, con el tiempo, construían una casilla, muchas veces ubicada en lotes ocupados o alquilados, que era la causa de sus posteriores traslados. Esa casilla gradualmente se ampliaba para alojar a los distintos integrantes de la familia que arribaban al sector:

Mi padre [...] logra reunirse con el dinero necesario y trae a los demás integrantes de la familia a nuestra ciudad y allí se instalan en una casilla que le cede su hermano “El Pinche” en 12 de Octubre y Bermejo, y allí nace mi hermano Diego Sebastián, al poco tiempo adquiere un terreno [...] y traslada la casilla al mismo, amplía las comodidades y mi abuelo Sebastián se ubica junto a ellos (Ibañez, 1988, p. 88).

Para el traslado, las viviendas se levantaban con criquets y se colocaban en unos acoplados especiales de viguetas de hierro (Figura 6). Esta tarea la realizaba una persona especializada:

Gigena, -El Gringo- quien sin ningún tipo de duda fue factor importante en el cambio edilicio de la zona y su expansión, ya que la actividad que desarrollaba en aquellos años consistía en liberar de las viejas casillas de los habitantes de la villa [balnearia], pescadores en especial, que habían logrado mejorar su suerte, los terrenos que éstas ocupaban para dejar lugar a la construcción de coquetas mansiones, mientras que las casillas colocadas entre dos robustos travesaños de gruesa madera y cuatro grandes ruedas eran transportadas por las barrosas calles hacia un nuevo asentamiento de población (Ibáñez, 1988, p. 61).

Fuente: Portela, 2016, p. 87.

Figura 6: Traslado de casilla por Germán Gigena en 1939 

En aquella época, el barrio portuario no contaba con servicios. José Ibañez (1988) comenta en sus relatos cómo era la forma de vivir en estas casillas. Para cocinar y calefaccionar se utilizaba una cocina “económica” a leña, en la que además se calentaba el agua que se utilizaba para la cocina y el baño. Existían unos calentadores “Bram-metal” o “Primus” a kerosene, que se usaban para el calentado rápido y que servían también para calentar la plancha. Para alumbrar se utilizaba vela, candil, lámpara a kerosene y luego, “sol de noche”, un farol que mejoró notablemente la iluminación nocturna en las viviendas. Para la conservación de alimentos se usaba una “fiambrera”, una especie de jaula de madera revestida de alambre mosquitero con estantes en su interior, que protegía los alimentos de los insectos. En verano se colocaba en el patio a la sombra y en invierno en la cocina. Las bebidas se refrescaban con el agua extraída de la bomba o con barras de hielo.

El director del Museo del Puerto cuenta que un elemento típico usado en estas viviendas era la “arrobatosta”:

Había una mesa cuadrada, comían todos juntos a un horario, eso era muy respetuoso. Como hacía frío, tenían abajo un brasero de carbón. Las mujeres tejían unas medias gordas de lana, que vos te las ponías y todo el mundo apoyaba el pie sobre el mechero. ¿Por qué? ¿Cuál era el secreto? Que si vos calentás de los pies para arriba, se te calienta todo el cuerpo, lo peor que hay es el pie frío. Y las habitaciones no tenían calefacción. Entonces qué hacían, después que comían, calentaban los pies… salía cada uno con una botella de barro con agua caliente, que era la de la ginebra Bols que venía antes, esa era la bolsa de agua caliente. Con eso, se metían a la cama y ya estaban calentitos. Le decían arrobatosta porque a su vez tostaban la castaña, ellos comían mucho de eso. Eran tres o cuatro brasas que sacaban de la cocina (Entrevista realizada a Becerini H., 11 de marzo de 2021).

El otro objeto que también se rememora como característico de las vivencias en la casilla era “la cola de caballo” para poner los peines:

Vos entrabas a la casilla y había un pequeño living donde se dejaba el paraguas… todas esas cosas… algunos se sacaban los zapatos por si venían con barro [...] después venía el comedor y después, al costado, las habitaciones y, al fondo, la cocina y, como siempre, al baño salías por una puertita y estaba atrás. Entonces en el comedor estaba el espejo redondo, las fotos… esas fotos viejas, y en un rincón había una cola de caballo… y esa cola de caballo ¿qué es? Bueno esa cola de caballo puede ir en el rincón porque está el espejo y ahí se ponen los peines (Entrevista realizada a Becerini H., 11 de marzo de 2021).

A su vez, los recuerdos reiteran las situaciones que proponía la letrina o el excusado en los fondos de los lotes:

Era un profundo pozo ciego cubierto por un piso de madera y un grueso cajón con agujero en el centro, el mismo cumplía la función del actual inodoro, pero no era necesario utilizar agua, ya que toda la materia iba directamente al pozo [...] Su instalación eran cuatro pequeñas paredes de chapa y techo del mismo material, ni quieran saber el frío que pasábamos si necesitábamos usarla de urgencia alguna noche de crudo invierno. También las instalaciones de la letrina servían para el aseo del cuerpo, se instalaba para ello un fuentón de regulares dimensiones y se formalizaba el baño de fin de semana (Ibañez, 1988, p. 94).

Asimismo, el patio era el espacio de encuentro y de trabajo. Muchas viviendas tenían gallinero, chiquero o huerta, pero allí también se producía el salado de las “anchoítas” de forma artesanal o se realizaba la distribución del pago a la vuelta de la pesca (Figura 7). Las primeras tareas de conservación de pescado se iniciaron en estas viviendas, donde el espacio de descanso y de trabajo no estaba claramente delimitado. Esta actividad inicialmente la desarrollaban las esposas e hijos de los pescadores que “artesanalmente” realizaban el proceso del salado de la anchoíta, mientras los hombres salían a pescar.

Fuente: Pennisi, 2006, p. 233

Figura 7: Repartición del pago a la vuelta de la pesca. Obsérvese el ambiente dominado por las construcciones de madera y chapa y, al fondo, los barriles de salado de anchoítas 

Cuando el progreso a través del tiempo posibilitaba la compra del terreno, las casillas eran trasladadas al fondo en busca de una renta. En paralelo, el reiterado discurso impartido desde distintas instituciones y publicaciones, que las señalaba como componentes de un asentamiento precario, provocó gran parte de sus transformaciones materiales:

Mandaban la casilla atrás y dejaban adelante para construir lo de material. Ellos traían el concepto de la renta, no gastar la ganancia, la ganancia invertirla [...] porque prioridad tenía la lancha, porque la lancha era el capital que tenían para trabajar (Entrevista realizada a Becerini H., 11 de marzo de 2021).

[…] con el correr del tiempo, y para llamar la atención a la gente, le hicieron el frente de piedra; en muchas casas aún hoy, la parte de atrás está tal cual. Estos chalets que tiene acá al frente, atrás son de chapa y el que está antes de llegar a la esquina, también (Zapico de Aimale, 2005, p. 227).

De esta forma, se revelan los usos y costumbres propias del vivir en las casillas, que se imbrican con la determinación de las formas constructivas abordadas y conforman un cúmulo de prácticas interrelacionadas que han sido constitutivas del barrio portuario marplatense.

Valores y reflexiones finales

Las casillas de madera y chapa analizadas en el barrio Puerto de Mar del Plata constituyeron un modo de “construir” y “vivir” característico de la primera mitad del siglo XX. Estos bienes industriales, que forman parte de la herencia que caracteriza a la ciudad, han germinado dentro de procesos migratorios asentados en el trabajo de la pesca, la diferenciación sociourbana y los dinamismos materiales propios, coligados con un periodo de cambios y transformaciones en las cotidianidades.

En una ciudad mutante como Mar del Plata, con sus condiciones destacadas en lo referido a la historia de los puertos nacionales, los eslabones residenciales que perviven constituyen un acervo que merece ser valorado. En este sentido, el desarrollo presentado ha revelado las caracterizaciones locales de este tipo de casilla popular. Los valores descubiertos, así, pueden sintetizarse en los siguientes aspectos:

  • Las pervivencias reconocidas conforman parte de un paisaje barrial industrial que expresa el devenir de la ciudad y manifiesta un momento sociohistórico característico y único dentro del tejido.

  • Los rasgos espaciales y tecnológicos de las casillas presentan cualidades formales y funcionales destacadas, que acrecientan sus cuantías en tanto eslabones de un conjunto de bienes contextuales residenciales singulares.

  • Los testimonios orales que permanecen asociados a este tipo de vivienda atestiguan las formas del habitar portuario del periodo de auge económico y productivo del puerto marplatense.

En acuerdo con una idea de Gottfried Semper, “en su expresión más primaria, la vivienda no hace más que amplificar la función protectora del vestido, y, como en el caso del vestido, su empleo se asocia también a necesidades y expectativas culturales o espirituales” (Ballent y Liernur, 2014, p. 20). Así, las materialidades de las casillas de madera y chapa supervivientes, indisolublemente ligadas a usos y costumbres sociales en un territorio y un tiempo determinado, subsisten y componen valores que persisten y ameritan su reconocimiento y tratamiento, como parte del patrimonio industrial portuario de la ciudad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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NOTAS

11. La definición de la concepción “barrio” se comprende en el presente artículo como delimitación forjada en relación con las características histórico-sociales de conformación territorial, en tanto espacios urbanos de pertenencia comunitaria, no necesariamente ligada a las circunscripciones administrativas (Sabugo, 2001).

22. El primer grupo, los “barraqueros”, guardaba sus embarcaciones en la barraca. Esta operación se hacía en etapas, había que subir primero las velas, luego las redes y la carga y, finalmente, la barca. El otro grupo, los “palanqueros”, sacaba a tierra sus barcas en la playa cercana al Torreón mediante unas guías de madera ayudándose con caballos de tiro y palancas.

33. El Reglamento para la Construcción en Playa Bristol de 1899 prohibía la edificación de casillas para habitación en el espacio comprendido entre el Boulevard Marítimo y la orilla del mar. Una ordenanza del mismo año las prohibía con frente a la calle y a menos de cinco metros de la línea municipal en el radio comprendido por las calles 25 de Mayo, Belgrano, Independencia y Boulevard Marítimo. Completarán esta serie los Reglamentos de Construcciones de 1907, 1933 y 1937 con el paulatino aumento del área de prohibición.

44. Entre los puertos construidos por esta empresa francesa figuran los de Orán (Argelia, 1880-82), Leixoes (Portugal, 1884-90), Bilbao (España, 1884-90), Beirut (Siria, 1888-93), Gandía (España, 1890-93), Dunkerque (Francia, 1890-97), Sfax y Túnez (Túnez, 1894-1900), Le Havre (Francia, 1890-97), Zeebrugge (Bélgica, 1895-1905), Alger (Argelia, 1900-04), Montevideo (Uruguay, 1900-11), Jijel (Argelia, 195-09) y Marsella (Francia, 1910-14); además de un gran número de obras públicas que incluyen dragados, diques, canales, túneles y ferrocarriles de diversas ciudades (Empresa Constructora Societé Nationale de Travaux Publics de Paris, 1923).

***El artículo forma parte del proyecto de investigación “Paisaje histórico urbano e inserción de obra contemporánea. Aportes para una salvaguarda equilibrada desde el análisis de las prácticas socioculturales y sociomateriales en Mar del Plata”, aprobado y financiado por la UNMdP (OCS 1836/21), dentro del Grupo de Estudios Histórico-Culturales y Patrimoniales (IEHPAC, FAUD).

FUENTES ORALES

81. Entrevistas realizadas a Becerini Héctor, Director del Museo del Hombre del Puerto Cleto Ciocchini, y a antiguos habitantes de casillas: Musmeci, Ángel y Spoto, Elvira María.

92. Entrevistas disponibles en el Archivo de la Palabra y la Imagen de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP).

103. Entrevistas disponibles en el Archivo del Museo del Hombre del Puerto Cleto Ciocchini.

Recibido: 30 de Septiembre de 2022; Aprobado: 28 de Noviembre de 2022

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* Doctora en Arquitectura por la Universidad de Morón (UM) y Arquitecta por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Becaria Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede de trabajo en el Instituto de Estudios de Historia, Patrimonio y Cultura Material de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (UNMdP). Docente de grado en áreas histórico-culturales (UNMdP). Zacagnini 4937. Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina. Email: arqmfo@yahoo.com.ar

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** Doctora en Arquitectura por la Universidad de Morón (UM). Magíster en Intervención del Patrimonio Arquitectónico y Urbano y Arquitecta por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede de trabajo en el Instituto de Estudios de Historia, Patrimonio y Cultura Material (FAUD-UNMdP). Docente de grado y posgrado en áreas histórico-culturales (UNMdP). Realizó indagaciones patrimoniales en Quito, Ecuador, a través del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. Santa Cruz 5118, Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina. Email: lorenasanchezarq@yahoo.com.ar

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