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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versão On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.53 no.1 Buenos Aires jun. 2023

 

ARTÍCULO

Más allá (y más acá) de un patio. Las concepciones múltiples de la arquitectura doméstica, emergentes de un diseño participativo (Rinconada, provincia de Jujuy)

Beyond (and closer to) a courtyard. The multiple conceptions of domestic architecture, emerging from a participatory design (Rinconada, province of Jujuy)

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Argentina.

2Laboratorio de Arquitectura Andinas y Construcción con Tierra, Instituto de Investigaciones sobre la Naturaleza y la Sociedad “Rodolfo Kusch”, Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). Rivadavia 642. Tilcara (4624). Jujuy. República Argentina. Correo electrónico: jorgetomasi@hotmail.com, ju.barada@gmail.com

RESUMEN

Las estrategias participativas de diseño han estado en discusión por muchas décadas al interior de la disciplina, en el marco de una revisión de las acciones de los y las profesionales en su interacción con diversos colectivos sociales para una producción arquitectónica que surja de procesos más simétricos. Este artículo propone una aproximación al debate acerca de éstas desde un proyecto desarrollado con la comunidad de Rinconada, en la puna jujeña, para el diseño participativo de un prototipo de vivienda desde un enfoque etnográfico. En éste surgieron dos conformaciones arquitectónicas diferenciadas, asociadas con distintos modos de habitar que, sin embargo, no se constituían como resoluciones antagónicas. Es justamente en el diálogo emergente entre ambas, que resulta posible problematizar cómo distintas concepciones de la arquitectura se entreveran en el devenir de los sentidos, formas de habitar y producciones de las propias comunidades locales.

Palabras clave: arquitectura doméstica; prototipo; puna; diseño participativo

Referencias espaciales y temporales: Argentina; siglo XXI

ABSTRACT

Participatory design strategies have been under discussion for many decades within the discipline, in the framework of a review of the actions of professionals in their interaction with diverse social collectives for an architectural production that arises from processes that are more symmetrical. This article proposes an approach to these discussions from a project developed with the Community of Rinconada, in the puna of the province of Jujuy, of a housing prototype, from an ethnographic approach. From this, two different architectural configurations emerged, associated with different ways of inhabiting, which, nevertheless, were not constituted as antagonistic resolutions. It is precisely in the emerging dialogue between them that it is possible to problematize how different conceptions of architecture are interwoven in the emergence of the meanings, ways of inhabiting and productions of the local communities.

Keywords: Domestic architecture; prototype; puna; participatory design

Space and time references: Argentina; XXIst Century

Introducción

Las conformaciones en torno a un patio han sido analizadas en diversas investigaciones etnográficas al entenderse como características de las arquitecturas domésticas pastoriles en el área andina (Arnold, 1998; Delfino, 2001; Göbel, 2002; Tomasi, 2011; Barada, 2018). Tal como se ha observado, esto está vinculado con su conformación en el tiempo, a partir de la incorporación de nuevos recintos de acuerdo con los ciclos de desarrollo de los grupos domésticos, y de su reconocimiento como tales en el contexto más amplio de las dinámicas comunitarias. En este sentido, las casas en torno a un patio se constituyeron como un eje para la comprensión de espacialidades domésticas que también incluyen otras arquitecturas y asentamientos, como los puestos y estancias. Simultáneamente, en las últimas décadas han comenzado a emerger otras arquitecturas vinculadas particularmente con el espacio urbano puneño, aunque también están presentes en la ruralidad, asociadas con conformaciones espaciales compactas y con los modelos que se replican en los programas de vivienda estatales (Barada, 2018).

De algún modo, las casas con patio y las viviendas compactas parecieran estar relacionadas con concepciones arquitectónicas muy diferentes, casi antagónicas, y con distintos modos de habitar esos espacios y definirlos en el tiempo. Por otra parte, su comprensión ha estado atravesada, desde el campo de los estudios patrimoniales, por una idea de cambio vinculada con el reemplazo y la pérdida de las “arquitecturas tradicionales” (Tomasi, 2012b). Esta idea está muchas veces también presente en las perspectivas locales sobre estos procesos de cambio, en torno a la idea de que las cosas ya no se hacen como antes. Las diferencias, en efecto, son reconocibles en términos nativos en torno a los conceptos de casa y departamento,1 aunque no desde oposiciones absolutas (Barada, 2018). En este contexto, cabe preguntarse sobre los sentidos de estas espacialidades desde el habitar cotidiano, la flexibilidad de estas categorías y sus superposiciones, más allá de una lectura dicotómica.

Este trabajo propone una aproximación a la comprensión de las arquitecturas domésticas desde una experiencia de trabajo conjunta con la comunidad de Rinconada, en la puna jujeña, en torno al diseño participativo y posterior construcción de un prototipo de vivienda (Figura 1). En el marco de esta experiencia, iniciada en el año 2017, emergieron debates respecto a estas conformaciones domésticas desde la heterogeneidad de los habitares, que vale la pena analizar y valorar en su multiplicidad. Se identifican puntos de vista nativos en base al material surgido en los talleres y se observa cómo, a través del proceso de diseño participativo, se modelaron respuestas arquitectónicas desde los marcos clasificatorios disciplinares en vez de las concepciones locales, con el objeto de trascender las dicotomías aparentes.

Figura 1: Ubicación de Rinconada en la provincia de Jujuy. Fuente: elaboración propia. 

En términos metodológicos, las estrategias de diseño participativo implementadas se asientan en una revisión de las discusiones al respecto desde la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, la aproximación propuesta ha partido de un enfoque etnográfico, en tanto forma de producción de conocimiento que busca el reconocimiento de los puntos de vista locales sobre la realidad social. De esta manera, el trabajo se basó en el desarrollo de seis talleres con mujeres y varones de la comunidad sobre las arquitecturas locales, las formas de habitar, las lógicas de producción y las prácticas constructivas, como punto de partida para la elaboración de un proyecto de vivienda que interpelara a los modelos estatales desde las concepciones locales.

Se presentará en una primera sección una aproximación a las particularidades de las arquitecturas domésticas en la región, según la noción de casa, departamento e incluso vivienda, para luego desarrollar el marco general del proyecto. A partir de esto, el análisis se centrará en aquellos talleres referidos específicamente a la compresión de los espacios, con abordajes en torno a estas distintas conformaciones arquitectónicas. Por último, se desarrollará el proceso final de diseño con las características de la propuesta alcanzada colectivamente y que, en todo caso, estaría sujeta a revisiones posteriores.

Lo doméstico. Acerca de las casas y los departamentos

En la actualidad se puede observar que existen, al menos, tres categorías locales a través de las cuales se clasifican las arquitecturas domésticas en la puna: las casas, los departamentos y las viviendas. Su concepción está asociada al devenir de las arquitecturas en los centros poblados y, especialmente, a la incidencia del Estado en la progresiva sedentarización de las poblaciones pastoriles, con formas de vida mayormente centradas en pueblos cuyas arquitecturas se entraman con las de centros urbanos de mayor escala.

Mientras que las casas y los departamentos son arquitecturas emergentes de la producción local, la vivienda es una categoría que se refiere, exclusivamente, a las producidas directamente por el Estado (Barada, 2018). Sin embargo, en lo que respecta a las conformaciones espaciales, se encuentran otras relaciones. Mientras que las viviendas y los departamentos comparten una lógica del espacio propia de una morfología compacta, la concepción de la casa emerge desde los sentidos de las partes (Figura 2). Es decir, cada casa está conformada a su vez por casas, que son los recintos independientes que la componen y generan, consecuentemente, una definición de la totalidad desde el conjunto.2 Cada una de las casas en la casa es reconocible como un todo en sí mismo, a la vez que es una parte de esa totalidad. Esa unidad en todo caso es coyuntural, sujeta a una estabilidad dinámica, en el marco de las transformaciones de los ciclos de desarrollo de las unidades domésticas. Para el caso de Susques, cada nueva casa que se “adiciona” tiene correspondencia con una determinada generación del grupo familiar, como es el caso de una nueva pareja que inicia una vida independiente. En el caso del departamento, en cambio, la definición espacial surge de la compartimentación de una totalidad definida a priori, y lo mismo ocurre con las viviendas producidas desde los planes estatales. En este sentido, las casas y los departamentos pueden ser comprendidos desde articulaciones diferenciales entre la parte y el todo, con implicancias relevantes para el devenir de las arquitecturas domésticas.

Figura 2: Casa en el pueblo de Rinconada. Fuente: fotografía de los autores. 

También es relevante el tipo de relaciones que se dan entre los espacios en las casas y los departamentos. La conformación de estos últimos implica una disposición a través de una organización jerárquica, ordenada a partir de un espacio principal, en donde funciona el estar-comedor muchas veces con la cocina integrada. Desde allí se ordena un corredor por el que se puede acceder al sector privado: el sanitario y los dormitorios. La configuración en torno a un patio que presenta la casa implica, en cambio, que las distintas casas que la integran tienen una suerte de relación simétrica con ese patio sin que exista, en principio, una relación de dependencia funcional entre éstas. Esto es indisociable del hecho de que estas casas tienen una muy alta flexibilidad del habitar cotidiano, con prácticas que pueden superponerse. Es decir, cada una puede ser lugar de dormir, pero también puede ser un depósito o una ramada, el lugar donde se reciben las visitas. Esta flexibilidad de los usos se debe, en definitiva, a que cada una se constituye como una totalidad en sí misma.

La idea de una estabilidad dinámica de la casa, por su parte, se refiere al proceso sostenido, aunque no brusco, de adición (y también de sustracción)3 de recintos en torno al espacio del patio, que en sí mismo se ve transformado en su espacialidad. Estas adiciones emergen del modo en que las unidades domésticas se ven atravesadas por los momentos de fusión y fisión a lo largo del tiempo, en un desplazamiento entre las conformaciones familiares nucleares y extensas (Göbel, 2002; Tomasi, 2011). En este marco, el patio, en su relación con el espacio interior y exterior de la cocina, es un eje dinámico en sí mismo, sobre el que giran las transformaciones de la casa. En cambio, el departamento se constituye como una parte parcial y total. Como se verá, esta tensión entre las conformaciones arquitectónicas y sus formas de resolución están en el centro de los debates que surgieron en el proceso de diseño participativo en Rinconada.

El proyecto con la comunidad de Rinconada

Los planes de vivienda estatales han sido objeto de análisis diversos, con críticas a su tendencia a la repetición de modelos arquitectónicos, que se aplican con mayor o menor independencia de los contextos locales. En los entornos rurales, esta problemática adquiere rasgos particulares por la histórica falta de políticas sistemáticas orientadas a este espacio y su población (Cerdá y Salomón, 2017; Tomasi, 2021). Sin embargo, una práctica sostenida ha sido el programa de “erradicación” en diversas provincias, que replicaba luego modelos generados para los espacios urbanos, con una muy limitada mirada hacia las prácticas arquitectónicas y constructivas locales y con ideales enmarcados en las ideologías del desarrollo (Mandrini, Cejas y Bazán, 2018). La idea de “erradicación”, en muchos casos basada en nociones higienistas, se orientaba a la eliminación de determinadas prácticas constructivas con tierra, ya que se las vinculaba con el desarrollo de determinadas enfermedades. En rigor, estaba inserta en búsquedas más amplias respecto a la transformación de modos de habitar asociados con el “atraso” de la población.

Hoy en día continúa el desafío en términos políticos y arquitectónicos de generar propuestas que logren enmarcarse en las prácticas locales, y que al mismo tiempo permitan dar respuestas que superen la resolución absolutamente individual en un contexto de necesidades masivas de vivienda. En este marco, entre los años 2017 y 2019 se desarrolló el proyecto “Diseño y ejecución de prototipo de vivienda para el área puneña”, desde un trabajo articulado entre la comunidad aborigen de Rinconada y el Laboratorio de Arquitecturas Andinas y Construcción con Tierra (Universidad Nacional de Jujuy), que contó con dos financiamientos sucesivos del Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales (PROCODAS-MinCyT).

El pueblo de Rinconada se encuentra ubicado en el departamento homónimo de la provincia de Jujuy, a unos 70 km de la ciudad de Abra Pampa, dentro de lo que se conoce como puna de Jujuy, a 3.850 msnm. De acuerdo al Censo del 2010, el pueblo contaba con 351 habitantes, mientras que en el total del área de la Comisión Municipal, de la que Rinconada es la cabecera, se registraron 992 personas. De esta población, 512 personas viven en lo que se define como un asentamiento “rural disperso”. En términos históricos, Rinconada tuvo una relativa importancia regional en momentos coloniales, con una población urbana más o menos consolidada por su condición de asiento minero (Gil Montero, 2002).

Este rol se sostuvo a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, debido a la persistencia de la explotación minera que encontraría un hito en 1933, con la apertura de la Mina Pirquitas. A su vez, Rinconada fue primero Viceparroquia, para luego de 1773 constituirse como cabecera del Curato del mismo nombre (Aramendi, 2017). De todas maneras, la fundación de Abra Pampa en 1883 y la apertura del ferrocarril Central Norte hacia La Quiaca en los primeros años del siglo XX, además de la traza de la Ruta Nacional n°. 9 posterior, consolidarían un nuevo eje norte-sur vinculado con la Quebrada de Humahuaca, que con los años relegó a Rinconada. Más allá de la importancia que la minería ha tenido para la creación y el sostenimiento del poblado, lo cierto es que el pastoreo extensivo es la actividad que ha atravesado las prácticas productivas de la región, con sus implicancias en la movilidad estacional de la población y las lógicas del asentamiento disperso, tal como han sido estudiadas por Rotondaro (1991). El autor mostró cómo las unidades domésticas contaban con una casa principal en el campo, uno o dos puestos, y una residencia en lo que denominó como “centro de servicios”: el propio pueblo de Rinconada. Es decir, éste es uno de los espacios en los que parte de la población se asienta dentro de prácticas de habitar multilocalizadas, que incluso han sido referidas en momentos coloniales (Gil Montero, 2004).4

Desde estas condiciones particulares, el proyecto encarado con la comunidad de Rinconada tenía como objetivo desarrollar, a través de metodologías de diseño participativo, un prototipo de vivienda basado en las concepciones y prácticas locales, en un aporte a las discusiones sobre las políticas públicas para la producción del hábitat. Se buscaba reconocer los puntos de partida y normativas desde la estatalidad en pos de una construcción alternativa, desde otras ontologías posibles, tanto en términos espaciales como constructivos. A estos efectos, se desarrolló una metodología a partir de un total de seis talleres mensuales de trabajo conjunto. Con una aproximación etnográfica, se buscaría reconocer la heterogeneidad de los puntos de vista locales respecto a la arquitectura doméstica, tanto en ámbitos rurales como urbanos, y sus procesos de transformación en el tiempo. Si bien la propuesta inicial buscaba el diseño y construcción de un prototipo en el contexto rural, la propia comunidad planteó que debía realizarse en el pueblo, para simplificar el proceso en términos logísticos y, a su vez, contar con un espacio que actuara como sede de la Comunidad Aborigen.

En este sentido, no se buscaba una respuesta esencializada respecto a lo doméstico en términos “tradicionales”, sino más bien la puesta en tensión de la multiplicidad de perspectivas actuales al respecto; se procedió de la misma manera para la adopción de un sistema constructivo. Si bien se esperaba que las tecnologías giraran en torno a la construcción con tierra, se debían reconocer las posibilidades y expectativas actuales al respecto. Esto implicaba el abandono de un lugar romántico sobre lo comunitario para reconocer a las y los actores locales como sujetos históricos y políticos (Zusman, 2002), cuyas concepciones se han transformado a lo largo del tiempo, incluso a la luz de las miradas y acciones construidas desde el propio Estado.

Cada uno de los talleres contó con una participación que osciló entre veinte y veinticinco personas personas de entre treinta y cincuenta años de edad, con casi el 80% de los asistentes con presencialidad sostenida. Cada persona participó como parte y en representación de una unidad doméstica, con una significativa mayoría de mujeres en cada encuentro. En general, estas personas tenían una residencia entre el campo y el pueblo.

Dentro de esta aproximación de seis talleres, los dos primeros se enfocaron en el reconocimiento colectivo de los sentidos asociados con las arquitecturas domésticas y las expectativas en torno a éstas. Los dos siguientes, en cambio, se centraron en la dimensión tecnológica y observaron cómo se ha construido históricamente y cuáles han sido sus virtudes y problemas, para luego definir un sistema constructivo posible para la vivienda en cuestión. Finalmente, los dos últimos talleres puntualizaron en el ajuste de una propuesta definitiva. La discusión que se quiere recuperar aquí refiere a los intercambios generados en los dos primeros encuentros sobre las distintas concepciones de lo doméstico dentro del proceso de diseño, así como a los ajustes del proyecto consensuado, sin enfocarse en los aspectos tecnológicos (Figuras 3 y 4).

Figuras 3 y 4:  Dos instancias en el desarrollo de los talleres de diseño. Fuente: fotografías de los autores. 

Figuras 3 y 4:  Dos instancias en el desarrollo de los talleres de diseño. Fuente: fotografías de los autores. 

Conformaciones superpuestas

Los debates en torno a las estrategias participativas de diseño tienen ya varias décadas dentro de la disciplina, y por lo tanto es necesaria una breve referencia al respecto, ya que las prácticas referidas en este artículo se insertan de distintas formas en discusiones más amplias. Tal como han analizado diversos autores (Kozak, 2016 ; Palero, 2017; entre otros), en la segunda mitad del siglo XX emergieron un conjunto de reflexiones sobre la revisión de las lógicas del proyecto arquitectónico. Estos abordajes, en buena medida, se centraron en la mejora del acceso al hábitat por parte de una multiplicidad de colectivos sociales vinculados con los sectores populares, desde una crítica a la forma en que éste se producía desde los ámbitos disciplinares. Esto implicaba cuestionar el rol de los arquitectos en tanto actores hegemónicos, que desde una lógica verticalista basada en un supuesto saber experto se constituyen como los únicos agentes formados para diseñar respuestas arquitectónicas a las problemáticas de la vivienda. Esto implicaba dejar a los restantes actores sociales como meros usuarios de soluciones externas, al negar su condición de sujetos portadores de conocimientos relevantes (Palero, 2017 y 2021). En cambio, la perspectiva adoptada con sus variaciones, se orientó al proyecto como un emergente de construcciones colectivas, desde una fuerte valoración de las prácticas, las formas de organización y las producciones de esos sectores populares y campesino-indígenas.

Estos abordajes, sin duda, fueron un aporte necesario para una reflexión profunda tanto de los roles profesionales, académicos y disciplinares, como del estudio y la producción arquitectónica, dentro de un proceso que ciertamente está inconcluso y habilita discusiones desde los desafíos actuales. En buena medida, las acciones desarrolladas entre las décadas de 1950 y 1970 se basaron en la autoconstrucción y ayuda mutua (Kozak, 2016), con una activa promoción desde los organismos multilaterales. Al apoyarse fuertemente en las capacidades de los propios colectivos sociales, no se esperaba una mejora desde el Estado, sino una disolución de sus responsabilidades en el aseguramiento de los derechos a la vivienda y el hábitat (Kozak, 2016). Esto implicaba una cierta romantización (Palero, 2017) que se basaba en una armonía hacia el interior y tensiones y conflictos en las vinculaciones con los Estados y otros actores hegemónicos. Llevaba a una falta de reconocimiento de la heterogeneidad de esos colectivos sociales y de sus propias tensiones internas, y del modo en que de distintas maneras también forman parte, o están atravesados, por las lógicas de la estatalidad.

En términos más específicos, las aproximaciones han tendido a centrarse en la importancia de las prácticas de autoconstrucción y las formas asociativas, como herramientas para favorecer el acceso a la vivienda. Al mismo tiempo, los aspectos metodológicos y los alcances de lo participativo no se reconocen de un modo tan claro en lo que se refiere a los procesos de diseño. De alguna manera, pareciera que ha existido una tendencia a que los y las profesionales se reserven para sí la definición de los aspectos estructurantes de los proyectos, sean conceptuales o materiales, y habiliten la participación en otras dimensiones más vinculadas con la adecuación. Esto implica, entonces, la afirmación de un rol en el que se establecen el tablero y las reglas de juego que definen los márgenes dentro de los que se podrá desarrollar, o no, la participación. Lo mismo se puede observar sobre el tipo de técnicas empleadas para las metodologías de diseño participativo que también implican, muchas veces, la imposición de marcos de acción desde los y las profesionales partícipes de las actividades. El desafío, frente a lo “colectivamente orquestado”, según Bourdieu ([1980]2007), sería que la participación académica-disciplinar no implique la introducción de un/a “director de orquesta”.

Un abordaje del diseño participativo desde Rinconada

Los talleres de diseño desarrollados con la comunidad de Rinconada están insertos en esta trama de debates más amplios. Parten de los aportes existentes y también son parte de las mismas debilidades de estos procesos. En este marco, tal como se ha indicado previamente, la propuesta no buscaba una construcción alternativa al Estado, sino que pretendía constituirse como un aporte hacia el cambio de las dinámicas institucionales para la producción de la vivienda, desde los conocimientos y prácticas locales. Por otra parte, las actividades programadas buscaban la puesta en evidencia de una multiplicidad de miradas posibles dentro de la misma comunidad, lo que implicaba poner en discusión los esencialismos en la comprensión de las arquitecturas vernáculas, incluso los propios. Finalmente, el contexto de Rinconada, y de la puna en general, presenta condiciones específicas asociadas con el modo en que los conocimientos constructivos forman parte de un cuerpo de saberes muy extendido en la población. Lo mismo podría decirse respecto a la concepción de las arquitecturas domésticas (Tomasi, 2012a). Esto presenta un desafío particular en torno a los roles a ocupar desde un espacio académico y disciplinar en dichos procesos.

La etnografía, como método y como enfoque, se presenta como una herramienta clave para las estrategias participativas por, al menos, dos razones. Primero, porque brinda la posibilidad de abordar una construcción de conocimiento intersubjetivo que parta desde la comprensión de los puntos de vista locales (Guber, 2001). Segundo, porque desde la etnografía es posible reflexionar sobre la propia condición de sujetos formados en contextos académicos-disciplinares hegemónicos y del propio papel activo en los procesos de tomas de decisiones, inmersos en relaciones de poder (Guber, 2001; Stevens, 2001). Desde estos puntos de partida, los dos primeros de los seis talleres que se desarrollaron se enfocaron en una reflexión colectiva sobre la noción de casa en términos locales, desde sus concepciones vistas como tradicionales hasta las expectativas sobre cómo se desea que sea una vivienda.

El primer taller se orientó al trabajo en distintos grupos para la deconstrucción de cómo es, o ha sido, una casa en Rinconada. En la primera parte se invitó a los grupos a realizar un esquema en afiches que representara una casa, real o imaginaria, y que de alguna manera diera cuenta de aquello que se supone que es característico de la arquitectura doméstica local. En la segunda, dichos esquemas fueron cargados con los sentidos de las diferentes prácticas que se desarrollan en las dinámicas de la vida cotidiana. Finalmente, se buscó consensuar un listado amplio e inclusivo de cuáles son aquellos usos, espacios y lugares necesarios para una casa. Dos de los esquemas resultantes (Figuras 5 y 6) comparten ciertas resoluciones en torno al rol del patio.

Figuras 5 y 6: Esquemas generados en el primer taller de trabajo. Fuente: fotografías de los autores. 

Figuras 5 y 6: Esquemas generados en el primer taller de trabajo. Fuente: fotografías de los autores. 

En primer lugar, en ambos casos se plantearon conformaciones espaciales con un patio central organizador, con un conjunto de recintos que lo delimitan en tres de sus lados. Mientras que en uno el borde con el espacio público está establecido por una suerte de muro bajo (Figura 5), en el otro el cierre está dado por un conjunto de recintos más vinculados con lo público (Figura 6). El patio es, por otra parte, el espacio al que se ingresa desde la calle y el que brinda acceso a la totalidad de los recintos, con muy pocas circulaciones interiores, en línea con lo planteado respecto a la definición de la noción de casa. Por otra parte, emergió el conjunto integrado de un comedor-cocina en diálogo con el patio, como espacios que concentran buena parte de las dinámicas de la vida cotidiana, y que a su vez están vinculados con un recinto significativo, la despensa-depósito. Las prácticas del cocinar tienen, además de la cocina, un lugar central en el patio entre el fueguero y el horno de barro. Es relevante observar la cantidad de espacios para dormir, que oscilan entre los tres y los cinco, incluido uno para visitas, vinculados con la conformación de familias extensas, lo que prácticamente duplica la superficie frente a las propuestas de los planes de vivienda estatales.

En efecto, estos esquemas se corresponden con un determinado ideario local sobre el concepto de casa, como una suma de casas en torno a un patio. La propuesta del segundo taller llevaría a una mayor diferenciación, a partir del trabajo sobre las expectativas acerca de cómo debería ser una casa-vivienda, y no ya sobre cómo se supone que son. A estos efectos, los distintos grupos trabajaron sobre los espacios-usos que se sintetizaron en el taller anterior. Seleccionaron aquellos que consideraban más pertinentes y propusieron relaciones posibles, jerarquizaciones y reconocimientos de las trayectorias en la vida cotidiana. A partir de esto, surgieron dos conformaciones muy diferenciadas, aunque eso no necesariamente implicara que fueran antagónicas. En uno de los casos (Figura 7) se sostuvo el rol central del patio como organizador de los espacios y de las vidas, con los distintos recintos a su alrededor. En los dos restantes, en cambio, surgieron conformaciones claramente compactas, mucho más cercanas, en principio, a aquellas características de los programas públicos y a los imaginarios sobre la vivienda urbana, o el departamento en los términos locales referidos previamente (Figuras 8 y 9). En uno de los casos se planteó al comedor-cocina como espacio central, mientras que en otro incluso se incluyó un living al que se ingresa en forma directa desde un “jardín” frontal (Figura 9). Estas dos propuestas ciertamente tensionan los sentidos asociados a las arquitecturas domésticas vernáculas, presentes en los esquemas del primer taller, pero también las propias expectativas académicas orientadas al desarrollo de un prototipo que respondiera a “lo local”, en contraposición con las imposiciones externas.

Figuras 7, 8 y 9:  Esquemas generados en torno a las expectativas sobre una vivienda en el segundo taller. Fuente: fotografía de los autores. 

Figuras 7, 8 y 9:  Esquemas generados en torno a las expectativas sobre una vivienda en el segundo taller. Fuente: fotografía de los autores. 

Figuras 7, 8 y 9:  Esquemas generados en torno a las expectativas sobre una vivienda en el segundo taller. Fuente: fotografía de los autores. 

Estas distintas conformaciones habilitaron debates relevantes en torno a las expectativas y concepciones sobre la idea y materialidad de una casa, que trascendían las dicotomías aparentes. Las valoraciones en torno a las propuestas compactas resaltaban la necesidad de las circulaciones internas y marcaban la incomodidad que representa en la vida cotidiana el hecho de tener que salir al exterior permanentemente para ingresar a otro espacio, particularmente al baño. De alguna manera, esto da cuenta de una transformación de las formas de habitar, emergentes de nuevas dinámicas de la vida social en los pueblos pero también de otras experiencias espaciales. Sin embargo, esto no implicaba, ni en los esquemas ni en los discursos, una negación de la relevancia de los patios. De hecho, más allá de que estuvieran ubicados en la parte posterior de los terrenos, sostenían la presencia de los fuegueros, hornos e incluso telares. De esta manera, el patio presenta un desplazamiento en algunos de sus sentidos mientras conserva otros, dentro de un proceso de selección estratégica en el marco de las preferencias emergentes de las condiciones actuales de los modos de habitar. Esta selección se expresaba desde una consciencia respecto a las dificultades de crecimiento en el tiempo, al sumar más recintos si la familia crecía, y de contar en todos los espacios con el sol de mañana, aspectos resaltados por quienes se inclinaron por la configuración en torno a un patio. En todo caso, es relevante observar que la dinámica planteada habilitó la emergencia de los diferentes puntos de vista, con respuestas que no se alineaban con las expectativas que podían existir a priori, desde una suerte de deriva que dio lugar a lo inesperado.

Más allá de los esencialismos y las imposiciones

El desafío proyectual colectivo pasaba entonces por alcanzar una resolución espacial que habilitara una superposición, más que la selección entre propuestas antagónicas, y que trascendiera la idea de una solución única que pudiera ser replicada en sus aspectos conceptuales y materiales dentro de programas más amplios. Las condiciones consensuadas consideraban que el prototipo debía tener una mayor superficie, que permitiera la circulación interna entre la mayor cantidad posible de espacios sin que implicara resignar la centralidad del patio, los valores del sol de mañana y las posibilidades de crecimiento en el tiempo. A partir de los distintos esquemas producidos en los talleres, se avanzó en los siguientes encuentros en las definiciones desde el trazado de los potenciales espacios en el terreno mismo que la comunidad tenía en el pueblo, para reconocer las dimensiones reales trasladadas desde los planos. Al mismo tiempo, se trabajó colectivamente en la definición de los posicionamientos tecnológicos desde las culturas constructivas locales, basadas en la construcción con tierra (Tomasi y Rivet, 2011), con consideración, al igual que en el caso de las espacialidades, de las dinámicas de los modos de hacer, las expectativas y representaciones sociales en torno a las técnicas.

La propuesta arquitectónica se modeló y ajustó a lo largo de los cuatro talleres restantes, a partir de planos y croquis de los esquemas previos y las reelaboraciones del equipo académico, lo que delineó cierto borde en el alcance de lo participativo. El resultado final, que sería efectivamente construido, se basó en la definición de dos patios sucesivos articulados en torno al espacio del comedor-cocina, con dos bloques construidos en cada uno de los lados del terreno que priorizaba aquel ubicado hacia el oeste y garantizaba el sol de mañana (Figura 10). El concepto general giraba en torno a afirmar la agrupación de distintas partes sucesivas que se encadenaban en torno a estos patios, en los términos de una casa, y habilitar la adición de nuevos recintos a lo largo del tiempo, en la medida en que fueran necesarios según las dinámicas familiares. La cantidad de recintos a construir inicialmente tampoco estaba predeterminada, más allá de las características de este prototipo, ya que la conformación mínima surgiría del espacio del comedor-cocina y, al menos, un recinto adicional. En este sentido, la propuesta alcanzada tenía una superficie total de 157 m2, de los que inicialmente se construirían 107 m2, frente a los 60 m2 característicos de las resoluciones de los planes de vivienda.5

Figura 10: Planta de la propuesta consensuada en los talleres. Fuente: elaboración colectiva entre la comunidad y los talleristas. 

El primer patio tenía un carácter público y se relacionaba directamente con la calle, con la delimitación de un muro bajo y un recinto que podía funcionar como despensa, lugar para dormir o incluso como un espacio comercial. El segundo patio, en cambio, estaba relacionado con las habitaciones, dentro de un planteo que apuntaba a la flexibilidad en el uso de los espacios. Para asegurar la circulación interior, en la lógica de los departamentos, se incorporó una galería cerrada en el frente de estas habitaciones, que podía proyectarse en la medida que la vivienda creciera. Este espacio de la galería es una incorporación externa a las lógicas arquitectónicas locales y surgió como una propuesta en el marco de los talleres para resolver la vinculación entre los espacios. En este sentido, la propuesta recupera y afirma el rol de los patios en la espacialidad de la casa, la vida cotidiana y la agregación de partes, mientras habilita otras trayectorias de las personas en su interior, en una negociación entre la independencia de las partes y su participación en una propuesta integral. Esto implica efectivamente un diálogo entre concepciones arquitectónicas, en los términos planteados más arriba, emergente de los intercambios surgidos de las dinámicas participativas de diseño.

Consideraciones finales

Luego de estos seis talleres vinculados al diseño participativo del prototipo, con todos sus ajustes y revisiones, las siguientes instancias estuvieron directamente relacionadas con la construcción misma, con una mirada de lo participativo atravesada por las prácticas del hacer. Por las características del financiamiento disponible, en el diálogo con la comunidad se definió que el trabajo se haría a través de la autoconstrucción, con la participación no remunerada de las y los miembros. Este abordaje merece una discusión en sí misma, por la romantización de las relaciones comunitarias, además de implicar una sobrecarga de trabajo para las y los participantes, quienes deben encarar estas tareas que se suman a sus otras muchas responsabilidades. La obra ha tenido avances en estos años a pesar de las restricciones generadas por la pandemia y la limitación del enfoque establecido para llevar adelante los trabajos.

El proyecto presentado y sometido a discusión en este artículo se propuso como una instancia exploratoria de metodologías posibles, dentro de un campo de lo participativo que aún se encuentra en construcción dentro de la disciplina. En todo caso, el diseño participativo encarado se constituye como una instancia relevante en sí misma, tanto por el resultado obtenido en términos de un proyecto, como por el proceso que permitió alcanzarlo, por al menos tres cuestiones.

En primer lugar, porque se constituyó como un espacio relevante para reconocer las concepciones arquitectónicas desde su multiplicidad, al trascender las categorías clasificatorias disciplinares que muchas veces tienden a evidenciar más las oposiciones tajantes que las superposiciones e indefiniciones. De esta manera, los espacios de diseño permitieron una mirada más compleja para la comprensión de los sentidos de las casas, los departamentos y las viviendas.

En segundo lugar, porque los talleres se revelaron como espacios significativos para la producción de arquitecturas, desde una construcción colectiva en las intersecciones de las trayectorias de un conjunto de actores y actoras sociales diversos, portadores de conocimientos. En esas interacciones se logró generar una propuesta eventualmente superadora de las miradas esencialistas sobre las arquitecturas vernáculas, que conciben los cambios como pérdidas de tradiciones, pero también de las acciones institucionalizadas que buscan la imposición de soluciones pretendidamente universales.

Finalmente, estos espacios de construcción intersubjetiva de conocimientos implican una revisión de los roles y acciones disciplinares y académicas desde la propia condición de sujetos políticos, que actúan desde determinados posicionamientos. En este marco, cabe una reflexión continua respecto al modo en que, incluso en los abordajes participativos, se sostienen relaciones verticales y hegemónicas desde las que se establecen las reglas, más o menos sutiles, desde las que se dará esa participación.

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NOTAS

1. A lo largo de este artículo se recurrirá a la cursiva para señalar las expresiones nativas o bien aquellos términos que adquieren significados específicos en el contexto local, como ocurre precisamente con casa y departamento.

2. Esta multiplicidad de definiciones escalares de la casa ha sido observada por Raquel Gil Montero (2004) para la puna jujeña desde un cuidadoso análisis de documentos históricos coloniales y del siglo XIX. A partir esto, observa que la casa en algunos momentos se corresponde con un recinto dentro de una residencia, mientras que en otros se refiere a la totalidad del conjunto.

3. La idea de “sustracción” de recintos, en rigor, no es del todo adecuada puesto que no suelen eliminarse construcciones dentro de la casa. Lo que sí ocurre, en cambio, es que frente al fallecimiento de quienes las construyeron, queden sin techo y sean conocidas como casas mochas (Rivet y Tomasi 2016). Las casas mochas ya no son reparadas, pero tampoco son demolidas, por lo que en el devenir del tiempo tienden a desaparecer. Mientras tanto, continúan como una parte fundamental de la conformación de la casa en torno a un patio y, en este sentido, no están abandonadas.

4. En efecto, a partir de un censo de finales del siglo XVIII correspondiente a la parroquia de Rinconada, Gil Montero (2004) observa que las familias tenían una casa en el pueblo que era usada en momentos específicos, mientras que la residencia a lo largo del año se basaba en la movilidad entre las estancias, puestos y pircas para el trabajo minero. De esta manera, interpreta “al hogar en la puna como un conjunto de viviendas correspondientes a una unidad doméstica que llamamos residencia múltiple” (2004, p. 140).

5. Si bien no es el objetivo de este trabajo analizar la adecuación de la propuesta con los programas de vivienda, cabe observar que los análisis de costos realizados equiparan el valor final de este prototipo con el de los modelos habituales de los programas, si se tiene en cuenta la diferencia en superficies, de la mano con las resoluciones tecnológicas adoptadas.

Recibido: 30 de Septiembre de 2022; Aprobado: 30 de Noviembre de 2022

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* Arquitecto por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA) y Doctor en Geografía por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL-UBA). Magíster en Antropología Social por la Universidad Nacional de San Martín (ISES-IDAES-UNSAM). Investigador Adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones en Ciencia y Técnica (CONICET), con lugar de trabajo en el Laboratorio de Arquitecturas Andinas y Construcción con Tierra, Instituto de Investigaciones sobre la Naturaleza y la Cultura “Rodolfo Kusch” (Universidad Nacional de Jujuy, UNJu). Profesor Adjunto de la materia Arte y Arquitectura Colonial (UNJu). Miembro experto de ISCEAH y CIAV-ICOMOS. jorgetomasi@hotmail.com

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** Arquitecta por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA) y Doctora en Geografía por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL-UBA). Magíster en Antropología Social por la Universidad Nacional de San Martín (IDES-IDAES-UNSAM). Investigadora Asistente del CONICET, con lugar de trabajo en el Laboratorio de Arquitecturas Andinas y Construcción con Tierra, Instituto de Investigaciones sobre la Naturaleza y la Cultura “Rodolfo Kusch” (Universidad Nacional de Jujuy, UNJu). Jefa de Trabajos Prácticos de la asignatura “Arte y Arquitectura Colonial” (UNJu). Miembro representante de EPWG por ISCEAH-ICOMOS. ju.barada@gmail.com

Las reflexiones contenidas en este artículo surgen de un proceso de diseño participativo desarrollado por los autores en conjunto con la comunidad de Rinconada entre los años 2017 y 2019, con dos financiamientos PROCODAS del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

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