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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versão On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.53 no.1 Buenos Aires jun. 2023

 

ARTÍCULO

Reconstrucción y análisis sobre la primera “villa” de Buenos Aires (1932-1935)

Reconstruction and analysis on the first “villa” of Buenos Aires (1932-1935)

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Centro de Investigaciones en Historia de la Vivienda en América Latina (CEIHVAL). Intendente Güiraldes 2160. Pabellón 3, 4to piso. Ciudad Universitaria. Buenos Aires. República Argentina. Correo electrónico: valesnit@hotmail.com

RESUMEN

Las narrativas sobre los orígenes de la informalidad urbana en Argentina suelen establecer un punto de partida difuso, situado en algún momento entre las décadas de 1940 y 1950, cuando las migraciones internas desbordaron las principales ciudades y la cuestión asumió mayor visibilidad. Sin embargo, el primer barrio precario conocido en el país como “villa”, surgió en torno a la zona portuaria de Buenos Aires bajo la Gran Depresión y estuvo habitado mayoritariamente por inmigrantes de origen europeo. Con el objetivo de aportar precisión a las periodizaciones tradicionales y enriquecer el análisis histórico sobre la ciudad informal, este artículo sistematiza e indaga críticamente diversas fuentes sobre un espacio urbano cuya breve existencia se extendió entre 1932 y 1935.

Palabras clave: Buenos Aires; informalidad urbana; villa; historia

Referencias espaciales y temporales: Buenos Aires; siglo XX

ABSTRACT

Narratives about the origins of urban informality in Argentina tend to establish a diffuse starting point, located sometime between the 1940s and 1950s, when internal migrations overwhelmed the main cities and the issue assumed greater visibility. However, the first precarious neighborhood known in the country as a “villa” arose around the port area of Buenos Aires during the Great Depression and was inhabited mainly by immigrants of European origin. With the aim of providing precision to traditional periodizations and enriching the historical analysis of the informal city, this article systematizes and critically analyzes various sources on an urban space whose brief existence took place between 1932 and 1935.

Keywords: Buenos Aires; urban informality; villa; history

Space and time references: Buenos Aires; XXth Century

Introducción

Las narrativas sobre los orígenes de la informalidad urbana en Argentina suelen establecer un punto de partida difuso, situado en algún momento entre las décadas de 1940 y 1950, cuando las migraciones internas desbordaron las principales ciudades y la cuestión asumió una mayor visibilidad. Esta falta de especificidad en las periodizaciones tradicionales dio lugar a una serie de generalizaciones, veladas por arraigados estigmas que históricamente distorsionaron las perspectivas sobre los migrantes y sus modos de habitar la ciudad. En cambio, el presente artículo aborda el primer barrio precario conocido en el país como villa1, que surgió en el contexto de la Gran Depresión y estuvo habitado mayoritariamente por inmigrantes de origen europeo. Al reconstruir la historia de esta villa pionera, se espera aportar un punto de partida más preciso a las cronologías sobre el pasado de los barrios informales en la ciudad de Buenos Aires y, simultáneamente, complejizar las explicaciones existentes sobre los orígenes de la cuestión.

Tomado en cuenta lo anterior, este artículo se abre con una presentación de los registros iniciales sobre el llamado “Campamento de Desocupados”, establecido a principios de 1932 en tierras aledañas a Puerto Nuevo, cuando el recientemente asumido gobierno de Agustín P. Justo ensayó los primeros intentos de intervención sobre la zona. A continuación, se indagará el acelerado proceso de expansión y consolidación del barrio, que desde mediados de 1933 fue reconocido con un nombre propio: “Villa Desocupación”. Esta cuestión resulta particularmente significativa para los fines del presente trabajo, porque constituye el momento en que se empleó por primera vez el término “villa” para hacer referencia a un espacio de informalidad urbana en Argentina. Por otra parte, hacia fines del mismo año se formó un “Comité de Desocupados de Puerto Nuevo y Palermo”, que puede considerarse un antecedente de las actuales organizaciones territoriales. Simultáneamente, desde distintos ámbitos, se plantearon enfoques contrapuestos en torno a la novedad que suponía la existencia de un barrio informal en un punto estratégico de la ciudad. Estos enfoques, que oscilaron entre la criminalización de sus habitantes y la denuncia de las desigualdades existentes en el país, persistieron más allá del desalojo definitivo del barrio que tuvo lugar en abril de 1935.

Registros iniciales

Durante la Gran Depresión, y en distintas ciudades del mundo capitalista, aparecieron barrios precarios establecidos sobre espacios públicos, baldíos y tierras fiscales. En el caso de Estados Unidos, la historiadora Lisa Goff indagó estos ámbitos conocidos popularmente como “Hoovervilles”, erigidos sobre lugares tan emblemáticos como el Central Park de Nueva York, que dieron origen a lo que la autora denominó “paisajes olvidados de los trabajadores pobres” (Goff, 2016). Simultáneamente, la desocupación en Argentina se incrementó radicalmente y fue medida por primera vez en el Censo Nacional de 1932, que registró 87.223 desempleados en la ciudad de Buenos Aires sobre un total de 333.997 personas sin trabajo en todo el país (Panettieri, 1996, p. 20).2 A principios de ese mismo año se formó, en la zona de Puerto Nuevo, un barrio precario establecido sobre tierras fiscales e integrado mayoritariamente por trabajadores desocupados (Snitcofsky, 2013).

Inmediatamente después de que se formara el mencionado barrio, Raúl González Tuñón lo visitó como periodista del diario Crítica y, décadas más tarde, describió la experiencia en estos términos:

Como algunos cronistas se habían burlado de esos desocupados forzosos, incluso llegaron a considerarlos simples vagos, y Pepe Arias los ridiculizaba en un monólogo cruel, no querían visitantes extraños a su medio. A mí me encargaron un amplio reportaje, aconsejándome que fuera allá en zapatillas, mal vestido, sin afeitar, como un desocupado más. Así pude transitar libremente por el vasto y tortuoso campamento de Puerto Nuevo, donde habitaban el hambre, la incertidumbre, la desesperación, no faltando a veces las pinceladas risueñas o nostálgicas, el rasgo de ingenio (Salas, 1975, p. 72).

El 5 de marzo de 1932 se publicó un artículo en Crítica que, si bien no tiene la firma de Tuñón, es muy probable que sea de su autoría porque coincide en varios aspectos con el recuerdo citado.3 La nota, titulada “En el puerto se ha formado la isla del hambre”, describió en estos términos la novedad del asentamiento:

Entre las dársenas C y D están los hombres que se han pegado a la tierra. Desde cualquier lugar comprendido entre las dársenas C y D el plano brillante de la ciudad poderosa se percibe a lo lejos. Pero allí no hay luz. Desde allí sólo se ve la luz de los otros (Crítica, 5 de marzo de 1932, p. 3).

En el mismo artículo se describe una iniciativa gubernamental para intervenir sobre la situación de los desocupados que habitaban la zona de Puerto Nuevo (Figura 1), y anunciaba que los diputados del Partido Socialista Independiente Roberto Noble y Bernardo Sierra habían planteado la necesidad de llevar el asunto al Congreso y buscar la solución legal del mismo. De esta forma, inmediatamente después de que se conformara el barrio, se estableció un primer acercamiento a la cuestión desde el Estado, expresado por un sector de la coalición gobernante.4 A su vez, el artículo citado anunciaba que se preveía para ese mismo día una visita del Presidente Agustín P. Justo a la zona, con el fin de buscar un sitio donde alojar provisoriamente a los desocupados sin techo. Ante esta situación, la facción encabezada por José Félix Uriburu5 reaccionó enérgicamente y comparó la medida con aquellas implementadas bajo el gobierno de Yrigoyen, derrocado por el golpe de 1930:

El presidente de la República visita a los ‘desocupados del puerto’, en compañía de su ministro de Agricultura, y ambos arbitran recursos para darles trabajo [...] El espectáculo de la necesidad tiene que conmover a todo espíritu generoso; pero no es menos verdad que ello puede inducir a los gobernantes por el demagógico sendero del obrerismo, que conforme lo puso en claro la experiencia radical es una forma, no más, de la consabida paternidad de los pobres. Y el gobierno ha de interesarse en eludir semejante analogía por sendas razones de seriedad y buen gusto (La Fronda, 10 de marzo de 1932, p. 1).

Figura 1: Desocupados en Puerto Nuevo, 1932. Fuente: Archivo General de la Nación, Departamento de Documentos Fotográficos, Inventario N.° 256.596. 

Finalmente el periódico uriburista negaba, en plena crisis mundial, la existencia misma de la desocupación: “Tenemos, pues, derecho a sostener que no hay desocupación [...] sino gente que no trabaja porque los salarios ofrecidos no le convienen, o porque no quiere salir de las ciudades” (La Fronda, 10 de marzo de 1932, p. 1).

Como respuesta a estas opiniones, Crítica publicó un artículo ilustrado con fotografías que mostraban en primer plano la miseria de quienes habitaban informalmente la zona portuaria. La nota, que llamaba a promover la urgente intervención pública y privada para buscar soluciones ante la situación de los desempleados, planteó:

El órgano de los legionarios uriburistas6 al censurar los actos del gobierno en el problema de los desocupados, los juzga como una forma más de ‘la paternidad de los pobres’ [...] ¿Estos son los hombres que iban a salvar al país? Se explica que hayan permanecido un año y medio en el poder sin levantar el estado de sitio, los amparó la fuerza (Crítica, 11 de marzo de 1932, p. 4).

Durante los meses siguientes, Crítica mantuvo la alerta sobre las condiciones de vida de los desocupados que habitaban la zona portuaria. Entre marzo y abril de 1932 se publicó la serie “Vidas Truncas”, integrada por tres artículos firmados por Raúl González Tuñón: “El desocupado que enloqueció de hambre”; “El inmenso valor de 12 pesos. Historia de un adolescente perdido en la noche de la desocupación” y “Una medialuna para el yugoeslavo”. Estas notas pusieron en primer plano las voces e historias personales de quienes vivían en el asentamiento, poblado mayoritariamente por inmigrantes originarios de Europa del Este. A su vez, establecieron un enfoque explícitamente crítico, al denunciar el abandono y la precariedad sufridos por los desocupados del puerto, mientras destacaban su frustración en cuanto a las perspectivas de encontrar mejores condiciones de vida y trabajo en el Río de la Plata.7

Poco después de que se publicaran las crónicas de Tuñón, el periódico anarquista La Protesta denunció la violencia policial desplegada sobre los desocupados de Puerto Nuevo el 26 de abril de 1932, cuando tuvo lugar un incendio intencional de las casillas precarias. Ese día, según el artículo:

Llegó la policía e intimó el desalojo de los míseros refugios en el plazo de un cuarto de hora. No había transcurrido aun el plazo dado cuando empezó a incendiar uno a uno todos los albergues. Bien pronto las llamas se elevaron destruyendo completamente los pobres refugios (La Protesta, 29 de abril de 1932, p. 1).

De todas formas, inmediatamente después del incendio, varios de los desalojados volvieron a instalarse a pocas cuadras del mismo lugar que habitaban previamente. El repoblamiento fue tan rápido que, en junio del mismo año, cuando Roberto Arlt publicó en la revista Actualidad un artículo titulado “Desocupados en Puerto Nuevo”, registró la presencia de unos 3.000 habitantes en la zona (Arlt, 1932, p. 11). Por otra parte, el escritor destacó también el modo en que los habitantes de Puerto Nuevo se organizaron para resolver colectivamente problemas cotidianos y narró en estos términos el modo en que cocinaban comunitariamente:

Bajo el cielo azul de la mañana se levantan por todas partes columnas de humo. Son las fogatas de los desocupados que preparan su comida. Cada grupo tiene una hoguera común, se preparan allí colectivamente su comida, unos pelan papas, otros buscan madera o rompen huesos que les han regalado en las carnicerías (Arlt, 1932, p. 11).

Hacia fines de agosto de 1932, Juan José de Soiza Reilly escribió para Caras y Caretas un artículo sobre el barrio de desocupados, donde se refirió a sus habitantes como “colibriyos”8 y, con un tono moralizante similar al empleado por los seguidores de Uriburu, negó en plena Gran Depresión que existieran dificultades en el acceso a las fuentes de trabajo. Además, hizo referencia al desalojo que se había implementado en el mes de abril y explicó que éste había dado origen a una nueva ocupación de tierras en Palermo (Figura 2), pero evitó mencionar la violencia policial y, en cambio, adujo razones estéticas:

Constituyen un pueblo de hombres solos. Al principio se instalaron en el Puerto Nuevo. Hace pocos días, la policía, por razones de estética, los obligó a mudarse [...] Se instalaron en el bajo de Palermo, cerca del Club de Pescadores, sobre la costanera, en los terrenos ganados al río y rellenos con tierra sacada al subterráneo de Lacroze (De Soiza Reilly, 1932, p. 7).

Figura 2: Desocupado en el bajo de Palermo, agosto de 1932. Fuente: Archivo General de la Nación, Departamento de Documentos Fotográficos, Inventario n.° 73.894. 

A partir de ese momento, distintos registros hicieron referencia de manera conjunta a Puerto Nuevo y Palermo para nombrar un área habitada informalmente por trabajadores sin empleo. Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, con la primera organización territorial consolidada en la zona, que aparece mencionada en la revista anarquista Nervio hacia principios de 1933. En este caso, se describió una reunión del “Comité de Desocupados de Puerto Nuevo y Palermo”, donde el cronista que narró lo sucedido planteó: “Me explican su sistema de organización; mi asombro ante su extraordinaria inteligencia desaparece cuando me entero que varios ya han intervenido en organizaciones de desocupados, en Europa” (Nervio, enero de 1933, p. 28). A continuación, la nota transcribe un manifiesto del Comité, donde se explicita la intención de establecer un vínculo orgánico de los desempleados con los trabajadores de la Federación Obrera Regional Argentina: “hemos resuelto organizar nuestras fuerzas con el proletariado y el pueblo de la ciudad, con los obreros revolucionarios, ocupados y desocupados, de la F.O.R.A.” (Nervio, enero de 1933, p. 28). Poco después, en una nueva nota sobre el asentamiento, la misma revista volvió a publicar un llamado a la organización conjunta de ocupados y desocupados:

Y es que ahora deben desaparecer todas las divisiones que separaban como castas a obreros, desocupados, campesinos, empleados, a todos los explotados. La defensa de los mismos intereses, de la libertad y de la vida, ha de imponer la unión de todos, en una lucha común (Nervio, mayo de 1933, p. 45).9

Del “campamento” a la “villa”

Si bien hasta principios de 1933 no existía un nombre propio para designar a los “campamentos” de Puerto Nuevo y Palermo, hacia mediados de ese año aparecieron en Noticias Gráficas dos artículos donde se los llama “Villa Desocupación”. Estas notas, ilustradas con fotografías tendientes a denunciar una miseria inédita (Figura 3), constituyen los primeros registros conocidos hasta ahora donde el término “villa” se usó para nombrar a un barrio precario de Buenos Aires (Noticias Gráficas, 20 de junio de 1933 y 9 de julio de 1933). Poco después se publicó en el suplemento literario de Crítica un cuento de Enrique Amorim titulado “$1 en Villa Desocupación” (Figura 4) donde, como lo habían hecho antes Arlt y Tuñón, el autor destacó las trayectorias de los inmigrantes europeos que habitaban la zona, con hincapié en sus expectativas frustradas y en el desamparo al que estaban expuestos: “Villa Desocupación, ciudad de los sueños rotos, colocada a la vuelta de todas las desesperanzas, al doblar la esquina de la miseria” (Amorim, 1933, p. 1).

Figura 3: Camiones de Noticias Gráficas reparten víveres en la Costanera de Palermo. Fuente: Archivo General de la Nación, Departamento de Documentos Fotográficos, Inventario n.° 350.612. 

Figura 4: “$1 en Villa Desocupación”, cuento de Enrique Amorim publicado en el suplemento literario de Crítica. Fuente: Archivo Histórico de Revistas Argentinas. 

Poco después de que se publicara el cuento de Amorim, Noticias Gráficas incluyó en su sección “Ases de la baraja porteña”, una nota sobre Carlos Gardel, ilustrada con una serie de fotos donde se podía ver al cantante durante sus paseos por la costanera. En el artículo, Gardel escuchaba a un desocupado tocar el tango “Silencio” en violín (Figura 5) y conversaba con los pobladores de Villa Desocupación (Noticias Gráficas, 21 de septiembre de 1933, p. 5).

Figura 5: Carlos Gardel en Villa Desocupación, octubre de 1933. Fuente: Archivo General de la Nación, Departamento de Documentos Fotográficos, Inventario n.° 345.021. 

Junto con el término “Villa Desocupación”, aunque con menos frecuencia, desde 1933 se emplearon también otros modos de nombrar esta parte de la ciudad, como por ejemplo “Villa Esperanza” y “Villa de la Miseria” (Figura 6). Este último término apareció en la revista Sintonía hacia octubre de ese año (Sibellino, 1933) y es probable que de estos primeros usos haya derivado más tarde el mote “villa miseria”, popularizado en la década de 1950 por Bernardo Verbitsky en sus columnas publicadas en Noticias Gráficas y en su novela de 1957, Villa Miseria también es América.

Figura 6: Si bien la expresión “villa miseria” se popularizó hacia mediados del siglo XX, bajo la Gran Depresión ya se empleaban términos similares. Fuente: Sintonía, 28 de octubre de 1933. 

Más allá de los distintos términos empleados para hacer referencia a este espacio, a lo largo de 1933 se mantuvieron las tensiones en cuanto a los modos de representar a los desocupados que habitaban la zona. En este sentido un artículo publicado en Crítica10 planteó:

La llamada prensa nacionalista ha pretendido dar un sentido infamante a la palabra desocupado. Desocupado es, para esa prensa y para la hipócrita, cuáquera y mezquina mentalidad de cocktail de beneficencia de nuestros ricos, sinónimo de vagabundo, ladrón, asaltante, terrorista, limosnero, etc. A ninguno de esos ricos se les ha ocurrido pensar que los desocupados carecen de trabajo, no sólo por la crisis intensa que reina en el mundo sino, también, porque los ricos no se conforman con ganar menos, pagar más, emplear más brazos en sus industrias (Crítica, 25 de octubre de 1933, p. 9).

Pocos días después, en Caras y Caretas se publicó una crónica donde los habitantes de Villa Desocupación fueron representados en términos explícitamente negativos, acusados de evitar deliberadamente el trabajo y participar en apuestas clandestinas (Caras y Caretas, 28 de octubre de 1933, pp. 74-75). A su vez, distintos diarios y fuentes policiales hicieron referencia a una serie de saqueos, desarrollados entre fines de 1933 y principios del año siguiente por los desocupados.11

Las valoraciones contrapuestas sobre los pobladores de Villa Desocupación tuvieron, a su vez, un correlato en los debates desarrollados en el Concejo Deliberante de la Capital Federal. Por ejemplo, el concejal socialista Héctor Iñigo Carrera visitó la villa en julio de 1934, junto con el diputado nacional Alejandro Castiñeiras y la secretaria de la Comisión de Ayuda Social Victoria Gukovsky, con el fin de solicitar una ampliación de la ayuda destinada por el Poder Ejecutivo a los trabajadores sin empleo. Para fundamentarlo, el concejal se pronunció contra los prejuicios que pesaban sobre la población del lugar y planteó la existencia de una confusión en cuanto al modo de concebir a los habitantes de Villa Desocupación:

Yo los he visitado y los he visto implorar trabajo. Yo los he visto acariciar sonriendo todo un porvenir, ante la mínima perspectiva, que uno de los visitantes ofreciera a alguno de ellos, de emplear sus brazos para ganarse el pan con el sudor de su frente (Concejo Deliberante de la Capital Federal, Diario de Sesiones, 24 de julio de 1934, p. 1230).

En cambio, el concejal conservador Lizardo Molina Carranza manifestó en estos términos su desacuerdo con Iñigo Carrera:

[…] no es posible continuar con una política que significa la vergüenza y la holgazanería. Al holgazán, al vago, al que no quiere trabajar, no debe amparársele porque no hay nada que le dé derecho a ello [...] Ese es, señor presidente, el resultado de esa Villa Desocupación que en cualquier parte del mundo es una vergüenza y una lacra social, lacra humana que no puede aceptarse, en ningún concepto, que se produzca en una ciudad como la ciudad de Buenos Aires (Consejo Deliberante de la Capital Federal, Diario de Sesiones, 24 de julio de 1934, p. 1231).

Mientras tanto, la literatura volvía sobre las escenas cotidianas en Villa Desocupación, esta vez mediante la obra teatral “La Marcha del Hambre”, escrita por Elías Castelnuovo (1934). En este caso, se representó una manifestación de los habitantes de la villa junto con integrantes del Partido Comunista (PC), que sostenían demandas tales como un subsidio para los desocupados; la integración de los trabajadores sin empleo en el movimiento obrero y, en términos más generales, la consigna “pan y trabajo”. Si bien la obra es una ficción, las demandas mencionadas coinciden con la agenda propuesta por el PC bajo la Gran Depresión, y el acercamiento de sus integrantes a la villa para impulsar movilizaciones conjuntas se vincula con el posicionamiento del partido ante el problema de la desempleo en la primera mitad de la década de 1930 (Benclowicz, 2016b). Además, como recordó más tarde González Tuñón, los habitantes de Villa Desocupación habían protagonizado efectivamente una “Marcha del Hambre”, que fue narrada por el autor en estos términos:

Fue una jornada ejemplar, de unidad y de lucha, un hecho patético, grandioso, precursor. Un gran aldabonazo dado a las puertas de la Casa Rosada, que los militares habían copado ya en 1930. Provocó una extraordinaria corriente popular de solidaridad con esos ofendidos y humillados [...] Sabían, sí, que muchos iban a caer bajo los cascos de los caballos y los sablazos; que iban hacia la cárcel, hacia la tortura, y quizá hacia la muerte. Pero sabían que marchaban también hacia el futuro. Allá lejos (González Tuñón, 1977, p. 113).

Imágenes persistentes

Desalojada definitivamente en 1935, Villa Desocupación dejó una marca tan arraigada en los imaginarios sobre una franja costera del Río de la Plata (Figura 7) que, incluso después de su desmantelamiento, aún aparecían nuevos registros sobre el tema. Por ejemplo, hacia 1938 las Memorias de Junta Nacional de Lucha contra la Desocupación (JUNALD) consignaron que una de las primeras disposiciones del organismo consistió en el desalojo compulsivo de Villa Desocupación, implementado por la policía a partir de una orden judicial, y el realojamiento de parte de su población en un Albergue Oficial establecido también en la zona portuaria.

Figura 7: Villa Desocupación hacia 1935, ubicación aproximada. Fuente: Elaboración de la autora y Adriana Massidda. 

El desalojo de Villa Desocupación fue abordado, a su vez, en un libro publicado en 1937 por el Subcomisario Juan Alejandro Ré, de la Seccional N° 23, a cargo de custodiar los operativos implementados por la JUNALD. Según Ré, Villa Desocupación era: “un foco de infección material y moral, donde en escala ascendente y peligrosa, se transformaba sucesivamente el desocupado en mendigo; éste en vago y el vago en delincuente” (Ré, 1937, p. 59). La misma preocupación por la “moral” de los pobladores, que dejaba de lado las causas económicas del problema, había aparecido antes, durante los días inmediatamente anteriores al desalojo, en periódicos como La Prensa y Libertad, que demandaron el urgente desmantelamiento de Villa Desocupación. Simultáneamente, la revista Caras y Caretas había publicado una nota sobre los supuestos “profesionales de la mendicidad”, donde se planteaba que hacia abril de 1935 unos 7.000 desocupados habitaban informalmente la zona portuaria (Caras y Caretas, 27 de abril de 1935, pp. 26-27).

La imagen de esta primera “villa” de Buenos Aires también siguió vigente más allá de su desalojo, en una serie de representaciones vinculadas con el cine y la literatura. Por ejemplo, en 1936 se estrenó la película Puerto Nuevo, que recreó la vida en Villa Desocupación cuando ésta ya no existía. A su vez, abordaron el tema dos escritores que habían visitado previamente la zona: Liborio Justo, hijo del entonces Presidente, y el escritor antifascista alemán Paul Zech. En el caso de Justo, su libro Masas y Balas planteó una caracterización general sobre Villa Desocupación, donde explicó que estaba integrada por cinco secciones divididas por nacionalidad y describió, además, las formas en que eran elegidos los referentes:

Ellos mismos designaban a sus autoridades, bajo la supervigilancia de la policía que expulsaba de allí, inexorablemente, a quienes sindicaba de elementos subversivos. Cerca de la estación sanitaria podía leerse un cartel escrito con tiza sobre un pizarrón: Elecciones - la colonia polaca elegirá el martes 17 a las 15 horas los cinco miembros que integrarán su Comisión de Asistencia Social (Justo, 1997, p. 98).

A su vez Paul Zech, exiliado en Buenos Aires desde 1933, en su ensayo titulado “Villa de los Desocupados” analizó de manera conjunta el déficit habitacional, la institución policial y los problemas derivados de la falta de empleo (Zech, 1997, pp. 85-92). En este marco, el autor planteó de manera explícita sus críticas ante el primer desalojo compulsivo de una villa, desarrollado en la ciudad de Buenos Aires en abril de 1935, y dotó de un sentido político a la ocupación ilegal del espacio urbano: “estos desposeídos concluyeron: nosotros estamos en nuestra propia tierra. Hemos resuelto de manera práctica la reforma agraria” (Zech, 1997, p. 89).

Conclusiones

Como se desprende del recorrido planteado en las páginas previas, Villa Desocupación fue registrada en una amplia variedad de fuentes que fueron producidas durante su breve existencia, e incluso después de su desalojo definitivo. Sin embargo, la presencia de este primer barrio precario conocido como “villa” en la ciudad de Buenos Aires fue escasamente explorada por la historiografía. Reconstruir y analizar críticamente su pasado, por lo tanto, puede ser un modo de aportar elementos novedosos para futuras investigaciones sobre los orígenes de la informalidad urbana en Argentina. En particular, es posible destacar una serie de cuestiones vinculadas con la periodización; las formas iniciales de intervención estatal sobre el tema; las modalidades tempranas de organización territorial y los distintos modos de concebir una cuestión cuyas implicancias se proyectan, necesariamente, hasta el presente.

En cuanto a la periodización, es importante destacar que fue a mediados de 1933, y no en algún punto difuso situado entre las décadas de 1940 y 1950, cuando se usó por primera vez el término “villa” para designar un espacio de informalidad urbana en Argentina. Rever esta cuestión, situándola en tiempo y espacio, permite definir con mayor precisión las cronologías sobre el tema y destacar que éste emerge asociado con los impactos de la Gran Depresión. Y también da cuenta de que, si bien es cierto que asumió mayor visibilidad con la consolidación del modelo de industrialización por sustitución de importaciones y la afluencia masiva de migrantes internos bajo los primeros gobiernos peronistas, sus orígenes fueron previos. A su vez, las fuentes indican que la primera villa de la ciudad estuvo habitada mayoritariamente por inmigrantes de origen europeo, lo que contradice a aquellas concepciones que explican los orígenes de la informalidad urbana en Argentina como consecuencia de las pautas de vida de los migrantes internos y que descalifican, simultáneamente, sus adscripciones políticas y sus modos de habitar la ciudad.

Más allá de estas cuestiones, reconstruir la historia de Villa Desocupación también permite indagar las formas tempranas en que el Estado abordó la informalidad urbana en Argentina. Particularmente, es posible contraponer dos miradas iniciales esbozadas durante la primera mitad de la década de 1930. La primera de estas perspectivas estuvo encabezada por Agustín P. Justo, quien visitó personalmente la villa y mantuvo cierto carácter asistencial en sus políticas, incluso en el momento más represivo, cuando en 1935 el desalojo compulsivo fue seguido por la relocalización de sus habitantes en una serie de galpones ubicados en Puerto Nuevo. En cambio, la perspectiva planteada por los seguidores de Uriburu desde el periódico La Fronda, reclamaba un tipo de intervención más radical, tendiente a expulsar a los desocupados de la zona portuaria. Como contracara de estos primeros acercamientos desde el Estado, se estableció una organización con una fuerte impronta territorial, que hizo un llamamiento a encuadrar a los trabajadores sin empleo en el marco del movimiento obrero. Esta cuestión puede leerse como un antecedente de aquellas formas de organización similares que, en una escala mayor, se consolidaron hacia fines del siglo XX.

Finalmente, y en relación con cada uno de los aspectos mencionados, en las páginas previas se indagaron también las distintas concepciones sobre las causas que dieron origen a este espacio urbano al dar cuenta, por una parte, de los enfoques que culparon a los habitantes de Villa Desocupación por las condiciones que ellos mismos padecían y, por otra, al destacar las expresiones críticas que enfatizaron las desigualdades sufridas por estas poblaciones. Más allá de las diferencias entre las perspectivas existentes durante el periodo abordado, es indudable que esta primera “villa” de Buenos Aires ocupó un lugar significativo en las discusiones de la época, donde tomaron partido escritores, músicos, cineastas, agentes del Estado, periodistas y dramaturgos. Indagar críticamente sus miradas y sistematizar la información que encierran estas fuentes diversas, puede ser un modo de iluminar aspectos novedosos sobre el pasado de la informalidad urbana en Argentina, tendientes a complejizar las explicaciones tradicionales sobre sus orígenes.

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NOTAS

11. En Argentina se conoce con este término a los barrios caracterizados por la ocupación informal de la tierra y la precariedad de las construcciones y los servicios disponibles.

22. A diferencia de las cifras registradas en el censo oficial, un diario anarquista anunciaba que existían en Argentina más de 600.000 obreros sin trabajo (La Protesta, 4 de febrero de 1932).

33. Por ejemplo, en la nota se puede leer lo mismo que recordaba Tuñón sobre la desconfianza de la población del asentamiento respecto a los visitantes externos: “Los hay reacios al pedido del fotógrafo, porque sienten en su pecho rugir la rabia impotente de la miseria, que será exhibida en toda maldad para que la lea el ciudadano feliz mientras se dirige satisfecha, en compañía de los seres queridos, a distraer su espíritu con las bromas de un cómico o la suspicacia de una comedia” (Crítica, 5 de marzo de 1932, p. 3).

44. Junto con los conservadores y los radicales antipersonalistas, el Partido Socialista Independiente integraba la Concordancia.

55. Los seguidores de Uriburu compartían con el fascismo italiano elementos ideológicos tales como el corporativismo, el nacionalismo, el anticomunismo y el militarismo. Sin embargo, Alain Rouquie señala que, a diferencia de los fascistas, los uriburistas no se apoyaban en un movimiento de masas sino que defendían su condición cerradamente elitista (Rouquie, 1994, pp. 229-233).

66. El mote “legionarios uriburistas” hace referencia a la Legión Cívica Argentina, una fuerza de choque formada bajo el gobierno de Uriburu, cuyas brigadas recibieron instrucción militar en los cuarteles del ejército.

77. Un análisis sobre esta serie y la transcripción completa de las notas de González Tuñón se puede ver en un libro publicado recientemente por Geraldine Rogers (2020).

88. El término “Colibriyo” en lunfardo se vincula con la locura e inspiró el nombre de un tango de 1933, que entre otras cosas dice: “¡Colibriyo!, ¡Colibriyo! / cambiaste el conventillo, / por la fábrica de sebo / de Palermo y Puerto Nuevo”.

99. Nicolás Iñigo Carrera y Fabián Fernandez (2007) indagaron la posición tomada por distintas corrientes del movimiento obrero del periodo ante el número inédito de trabajadores sin empleo. Por su parte, José Benclowicz aportó nuevos elementos para el análisis de la cuestión, centrándose particularmente en las posiciones tomadas por anarquistas y comunistas (Benclowicz, 2016a y 2016b).

1010. Si bien el artículo no aparece firmado, es muy probable que la autoría sea de Raúl González Tuñón.

1111. En estas circunstancias, Crítica destacó que los desocupados tomaron comida de los negocios saqueados, pero no se llevaron dinero de las cajas registradoras. Este comportamiento se asimila a lo que ocurrió, en una escala mayor, durante los saqueos de 1989 (Serulnikov, 2017).

Recibido: 07 de Septiembre de 2022; Aprobado: 14 de Noviembre de 2022

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* Profesora, Licenciada y Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA). Investigadora Asistente en el CONICET, con sede en el Centro de Investigaciones de Historia de la Vivienda en América Latina, en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU-UBA). Investigadora Responsable en el PICT 1775 de la Agencia Nacional de Investigación Científica y Tecnológica y Profesora Titular en el seminario “Claves históricas para el análisis de las villas en la ciudad de Buenos Aires” de la Maestría en Estudios Urbanos y de la Vivienda en América Latina (FADU-UBA). Algunas de sus publicaciones recientes son: Historia de las Villas en la Ciudad de Buenos Aires. De los orígenes hasta nuestros días (2022, Fundación Tejido Urbano y Bisman Ediciones); Snitcofsky, Camelli y Massidda (Coords.) Villas en Dictadura. Córdoba, Rosario y Buenos Aires (2021, Café de las Ciudades); “Conformación de un espacio en disputa: intervenciones urbanas y organización territorial en los orígenes de la Villa del Bajo Belgrano” (2021, Estudios Socioterritoriales. Revista de Geografía, 30).

Este trabajo sintetiza parte de los avances de dos proyectos de investigación en curso. Uno se enmarca en la Carrera del Investigador Científico de CONICET y el otro es un PICT de la Agencia Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

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