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Boletín de estudios geográficos

versão On-line ISSN 2525-1813

Bol. estud. geogr.  no.120 Mendoza dez. 2023  Epub 04-Mar-2024

http://dx.doi.org/10.48162/rev.40.033 

Dossier

La otra triada del espacio. Doreen Massey y las geometrías del poder1

The other triad of space. Doreen Massey and the geometries of power

Noelia Ávila Delgado1 
http://orcid.org/0000-0002-6115-2783

1Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial. México. navila@centrogeo.edu.mx

Resumen

Entre las aportaciones más relevantes de Doreen Massey se encuentran las reflexiones que realizó sobre el espacio y que desarrolló paralelamente junto con su propuesta de las geometrías del poder, a partir de la cual lo concibe como: 1) relacional, 2) múltiple, y 3) abierto. Con base en una investigación de carácter documental e interpretativo que recupera el corpus conceptual de la autora, el objetivo de este trabajo es mostrar las implicaciones de esta teoría, exponer lo que supone cada uno de estos postulados, y revelar sus potencialidades para la teoría social. Se concluye que la de Massey representa una formulación epistemológica de largo alcance que actualmente se ha convertido en un referente fundamental para explicar los diferentes fenómenos relativos al espacio, y algunos otros procesos contemporáneos fundamentales, tales como la pandemia de Covid-19, hecho que se aborda a modo de cierre con la intención de mostrar la vigencia y dinamismo de sus planteamientos.

Palabras clave: espacio; geometrías del poder; Doreen Massey; Covid-19

Abstract

Among the most relevant contributions of Doreen Massey are the reflections she made on space and that she developed in parallel with her proposal of the geometries of power, from which she conceives it as: 1) relational, 2) multiple, and 3)) open. Based on documentary and interpretive research that recovers the author's conceptual corpus, the aim of this paper is to show the implications of this theory, expose what each of these postulates implies, and reveal their potential for social theory. It is concluded that Massey's represents a long-range epistemological formulation that has currently become a fundamental reference to explain the different phenomena related to space, and some other fundamental contemporary processes, such as the Covid-19 pandemic, a fact that has been It is approached as a closing with the intention of showing the validity and dynamism of its approaches.

Keywords: space; power geometry; Doreen Massey; Covid-19

Introducción

Nacida en Manchester, Inglaterra, Doreen Massey (1944-2016) es reconocida por haber realizado una de las aportaciones más relevantes sobre el espacio en el campo de la geografía contemporánea y, en particular, de la geografía crítica. Se graduó en Oxford (1966) y Filadelfia (1972), y fue profesora de Geografía en la Facultad de Ciencias Sociales de la Open University desde 1982 hasta 2009, año en que se jubiló. A lo largo de su carrera recibió numerosos premios y galardones; entre ellos, la Victoria Medal de la Royal Geographical Society (1994), y el Prix Vautrin Lud (1988), considerado el Premio Nobel de Geografía.

A partir de la década de 1970 arrancó su producción con numerosas publicaciones que, en su momento, causaron revuelo en la comunidad de geógrafos por sus planteamientos sobre el análisis regional. De esta primera etapa destaca su libro Spatial Divisions of Labour (1984) que al final representó un cambio de paradigma en la geografía económica. Massey demostró que era posible “combinar un enfoque marxista del desarrollo regional desigual y la producción capitalista, con atención a las trayectorias dinámicas y las especificidades culturales de los diferentes lugares” (Featherstone, D., 2016, p. 21). Más adelante, comenzó a incorporar otros temas como el feminismo, en Space, Place and Gender (1994), o la globalización en Power-geometries and the politics of space-time (1999), y en World City (2007).

Como parte de estas reflexiones, acuñó su teoría de las geometrías del poder y el concepto de sentido global del lugar, en un intento por explicar las relaciones que se establecen a diferentes escalas geográficas, y que conforman una trama que afecta de manera diferenciada a los lugares, en tanto se encuentran condicionados por una multiplicidad de relaciones de poder. Al respecto explica:

No quería usar la idea de red -hay varias palabras que evité, en parte porque tenían otras connotaciones- usé geometría como una manera de pensar la multiplicidad de las interconexiones, y usé poder porque quería enfatizar el hecho de que estas interconexiones están localizadas dentro de mapas de poder. (Román, P. y García, A., 2008, p. 335).

Sobre el sentido global del lugar, se trata de un concepto que permite entender los lugares como una combinación de trayectorias y complejidades que los vinculan de manera simultánea. Bajo este principio, no puede entenderse lo que pasa a nivel global sin examinar también el lugar y viceversa. Así, “Reforzando la unión original de dos términos que se han presentado como contrapuestos, ya no se trata de que lo local sea el producto de lo global, sino que la forma de lo global también es resultado de lo local” (Massey en Albet, A. y Benach, N., 2012, p. 284). Por ello, para Massey, no es posible pensar en el éxito de una región sin pensar al mismo tiempo en la pobreza de las demás. En tal sentido resulta indispensable reflexionar sobre la responsabilidad que unos lugares tienen sobre otros2.

Como señalan Román, P. y García, A., (2008), “pese a su profundidad, extensión y potencialidad para el análisis de los temas y problemas latinoamericanos contemporáneos, la obra de Massey ha sido escasamente traducida al español” (Román, P. y García, A., 2008, p. 328). De hecho, la circulación de sus trabajos en países como México o Argentina han sido en realidad muy acotada, sin embargo, poco a poco se ha venido retomando, particularmente luego de su muerte, en 2016. Esto contrasta con el interés que Massey siempre mostró por la región a la que incluso tomó como referente para el desarrollo de sus investigaciones, tal como sucedió con Nicaragua y Venezuela3. Estos viajes a diversos países de América Latina “constituyeron un revulsivo intelectual y vital que afectó profundamente su modo de ver y de teorizar el mundo” (Albet y Benach, 2012, p. 13). Es preciso señalar que, además de académica, a lo largo de su trayectoria Doreen Massey fue una prolífica activista que en la última etapa de su vida se comprometió con diversas causas de su país como Occupy London (2011) y Take Back the City (2015).

Como se mencionó al inicio, entre sus aportaciones más relevantes se encuentra la reflexión teórico-epistemológica que realizó sobre el espacio y que desarrolló de manera paralela junto con su propuesta de las geometrías del poder. Para ello formuló una teoría de largo alcance en la que, a partir de una perspectiva relacional y constructivista, lo concibe a través de tres postulados elementales: así, para Massey el espacio es: 1) relacional, 2) múltiple y 3) abierto (D. Massey, 2005). A partir de una investigación de carácter documental e interpretativo que recupera el corpus conceptual de la autora, así como el de otros autores que han revisado su obra, el objetivo de este trabajo es mostrar más ampliamente las implicaciones de esta teoría, exponer detenidamente lo que supone cada uno de estos postulados, y, revelar sus alcances y derivaciones, así como sus potencialidades para la teoría social. La exposición se encuentra dividida en tres partes. En la primera, se integra un ejercicio de contextualización del surgimiento de su obra; en la segunda, se aborda su propuesta teórica de manera más amplia con la intención de poner a la vista los nodos fundamentales que articulan los puntos de partida de las geometrías del poder. Para continuar, se agrega un tercer apartado en el que se recupera brevemente el ejemplo de la pandemia de Covid-19, con miras a mostrar la vigencia de sus planteamientos; y, para cerrar, se integra un apartado de reflexiones finales.

Contexto de surgimiento de la obra de Doreen Massey

Los desplazamientos teóricos que experimentó el concepto de espacio a partir de la década de 1960, y que consiguieron al final situarlo en el centro de la teoría social, pusieron de manifiesto su rechazo a una organización social basada en leyes espaciales -visión concurrente con el neopositivismo propio de la época-. Desde esta mirada reiteradamente se asociaba con un mero “recipiente” o “contenedor” confinado a una dimensión plana y, por lo tanto, unidimensional. Particularmente a partir de la década de 1970, la geografía crítica de base marxista puso de relieve una visión social y política del espacio que reconocía abiertamente el papel instrumental que había desempeñado en el ámbito de la sociedad capitalista, y en el conjunto de estrategias llevadas a cabo para orientar y definir los procesos de urbanización y desarrollo regional que se encontraban en auge en aquel momento, particularmente en Europa (Ramírez, B. y López, L., 2015).

Sin embargo, al arribar la década de 1980, y, como efecto de las transformaciones que se experimentaban, tanto a nivel geopolítico como en el sistema económico global, el pensamiento marxista, en general y, la geografía crítica en particular, vivieron un repliegue que contrastaba claramente con el apogeo que habían experimentado en la etapa previa. Esta fue una década que supuso un periodo de reacomodos territoriales y de gran efervescencia política, procesos que, como era de esperarse, terminarían por afectar al ámbito intelectual y académico de las ciencias sociales. Este escenario se tradujo en una ruptura epistemológica o “crisis de los paradigmas” que más adelante daría paso a las tendencias posestructuralistas y al posmodernismo.

Para la exposición de la obra de Massey -arraigada en la tradición marxista-, hacer referencia a este particular contexto resulta fundamental pues, en principio, permite comprender el momento histórico en el cual emerge su teoría de las geometrías del poder. Sobre el asunto es muy importante mencionar que el proceso de declive o descenso del marxismo experimentado desde mediados de la década de los 80, no logró ensombrecer o borrar del todo los enfoques críticos de la teoría social pues, al final, estos consiguieron mantener su vigencia a pesar del predominio de las nuevas corrientes. En el de caso de la geografía crítica y, específicamente de la propuesta teórica de Massey, ambas pudieron adecuarse al nuevo contexto contribuyendo incluso -y no en menor medida- a los debates sobre el espacio generados en el ámbito de la teoría posmoderna. Esto fue así particularmente en el periodo que abarcan las décadas de 1990 a 2010, pues en el curso de estos años, el campo de las interpretaciones y reformulaciones de corte marxista, lejos de desaparecer, consiguieron ampliarse progresivamente y mostrar un nuevo impulso generado a partir de su propio cuestionamiento.

Como explica Gintrac, C. (Gintrac, 2013), durante la década previa -de 1980 a 1990-, la renovación y extensión de la geografía crítica se dio como un rechazo hacia los excesos del estructuralismo que en la práctica habían conducido a la marginalización de la propia disciplina. De tal manera que los trabajos realizados por los marxistas en dicho periodo, incluidos los de Massey, fueron ampliando poco a poco sus perspectivas de análisis y sus objetos de estudio, integrando una amplia coalición de enfoques geográficos sobre la base de un ejercicio de pluralización de las vías de la crítica o de un marxismo revisado. “La geografía crítica se definía así como plural: geografía de las minorías, geografía feminista o geografía postcolonial, pero también como nueva geografía económica” (Gintrac, C., 2013, p. 55). En particular, se realizaban fuertes cuestionamientos a las generalizaciones totalizadoras y se denunciaba su poca o nula sensibilidad por las diferencias -de género, de etnia o de edad-. La geografía marxista se tornaba ahora sensible a estas consideraciones, y construía aproximaciones teóricas que incluían estas diferencias, y las que el propio espacio produce.

Sobre el tema del feminismo, Massey insistió varias veces en que su imaginación geográfica y su propuesta teórica eran en gran parte fruto de su postura feminista; sin embargo, para la autora, ser geógrafa feminista no se refería únicamente a integrar el tema del género o a abordar el género en la investigación geográfica. “El feminismo va más allá del género” afirmaba, se trata de una perspectiva subversiva más amplia, de un movimiento científico y político que cuestiona las tradiciones epistemológicas y las relaciones de poder inherentes a la producción conceptual y a las dicotomías y oposiciones propias de la ciencia moderna4. Por ello, como afirman Silva, J., et al. (2017) “la mirada feminista de Massey observa con agudeza las diferencias y lucha contra las homogeneizaciones fáciles” (p.17).

Es preciso señalar, sin embargo, que la propuesta de Massey de igual modo intentaba alejarse de los marcos explicativos del postestructuralismo y del postmodernismo, pues consideraba que, a pesar de los cambios, estos enfoques continuaban atados a las grandes narrativas como el progreso o la globalización. Fue en el intento por trascender definitivamente estas visiones que Massey propuso una aproximación completamente diferente a través de su teoría de las geometrías del poder, la cual a su vez resultó esencial en la labor de politizar el espacio. En su formulación original, esta se refería a la forma espacial de las relaciones de poder y a las desigualdades sociales creadas por la economía capitalista que genera rígidas divisiones y contrastes entre regiones. De esta forma, Massey establecía que: “1) las relaciones sociales de producción son a la vez relaciones espaciales de producción, 2) la estructura del capitalismo reproduce la diferenciación espacial, y, 3) el capitalismo es un modo de producción espacialmente diferenciado” (Clark, G., 1985, p. 290).

Así, sus reflexiones contribuyeron de manera significativa a aquel proceso de pluralización de la crítica marxista, al destacar la importancia de la estructura espacial de esas relaciones de producción y al conceptualizar el desarrollo desigual en términos de estructuras espaciales y de divisiones espaciales del trabajo. Con ello, logró poner de relieve al espacio como un elemento esencial para la explicación de la realidad social. Asimismo, puso en el centro otras preocupaciones que, de igual modo, representaron un gran impulso para los estudios regionales y para la geografía feminista. En conjunto, todas sus ideas contribuyeron de manera decisiva a la consolidación del llamado giro espacial (spatial turn) en las ciencias sociales (Soja, 1989), convirtiéndose además en un referente que estimuló críticamente los debates “acerca de lo que ha sido, es, puede ser y debe ser la geografía” (Albet, A. y Benach, N., 2012, p. 38).

La triada del espacio de Doreen Massey

Tal como refieren Albet, A. y Benach, N., (2012), Doreen Massey es ante todo una pensadora del espacio. Como se ha mencionado antes, entre sus contribuciones más relevantes se encuentra su idea de que lo social y lo espacial deben ser conceptualizados conjuntamente, lo que significa al mismo tiempo que espacio y política son consustanciales. De este modo intentó trascender “una de las miradas clásicas de la geografía y, en general, de las ciencias sociales, que ven en el espacio un simple escenario pasivo donde se desarrollan los hechos sociales” (Albet, A. y Benach, N., 2012, p. 18). A pesar de este reconocimiento, como insiste la propia Massey, al finalizar el siglo XX, la mayor parte de las teorías continuaban obviando la variable espacial cuando el hecho de integrarla a los análisis podría reconfigurarlas de manera radical. En sus palabras: “El espacio es una construcción social, sí. Pero las relaciones sociales también se construyen en el espacio, y eso hace una diferencia” (Massey, D., 1985, p. 12). Por ello insiste en la necesidad de revisar las formas en que el espacio ha sido conceptualizado, tanto en el discurso cotidiano como en el académico, con el fin de revelar la urgencia de “espacializar la teoría social” (Massey, D., 1999, p. 27).

Todas estas reflexiones fueron trabajadas y profundizadas por Massey durante más de tres décadas, hasta que logró integrarlas y sistematizarlas de manera conjunta en su obra titulada For Space (Massey, D., 2005a), obra en la cual puede decirse que su teoría de las geometrías del poder alcanzaría concreción en su versión más completa. De acuerdo con Ramírez, B. y López, L., (2015): “Habiendo tenido una postura crítica dentro del marxismo en el inicio de su carrera, hace un recorrido por diferentes campos del conocimiento para concluir en 2005 con una propuesta acabada que redimensiona al espacio en relación con otras posturas” (p. 59).

Sobre esta obra la misma Massey refiere que “fue una experiencia difícil, ante la complejidad de ordenar todo el trabajo precedente y dotarlo de una estructura y un marco coherente” (Massey en Albet, A. y Benach, N., 2012, pp. 32-33). De tal manera que, situando al espacio en el centro de sus reflexiones, propuso una formulación teórica de largo alcance, en la cual lo concibe a través de tres postulados elementales:

el espacio es producto de interrelaciones, se constituye a partir de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo infinito de la intimidad,

el espacio es la esfera de posibilidad de la existencia de la multiplicidad; es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias, lo que hace posible la existencia de más de una voz, sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad no hay espacio, la multiplicidad y el espacio son co-constitutivos,

precisamente porque el espacio es producto de las relaciones que están necesariamente implícitas en las prácticas materiales que deben realizarse, siempre está en proceso de formación, en devenir, nunca acabado, nunca cerrado (Massey, D., 2005b, pp. 104-105).

Sobre el primer postulado, de él se desprende directamente su concepción relacional del espacio, en tanto lo concibe como “producto de las prácticas, las relaciones, las conexiones y las desconexiones” (Massey, D., 2006, pp. 89-90). El espacio así contemplado no tiene una existencia en sí mismo independiente de lo social. Es decir que no puede ser pensado de manera esencializada, sino como modelado a través de las relaciones sociales existentes. Esto significa que las identidades, los sujetos y los espacios no pre-existen, sino que se van construyendo a partir de las relaciones con otros sujetos y con otros espacios, -desde el ámbito más general o global hasta lo más íntimo o local-: “no es que las interrelaciones ocurren en el espacio y el tiempo; son estas mismas relaciones las que crean/definen el espacio-tiempo” (Massey, D., 1992, p. 79, cursivas en el original).

Esta última idea se conecta directamente con el segundo postulado relativo al reconocimiento del espacio como la esfera de posibilidad de la existencia de la multiplicidad. Esto es así porque, para Massey, resulta evidente que: “sin espacio no puede haber multiplicidad (en el sentido simple de la existencia de más de una cosa); sin embargo, esta idea implica también lo contrario, que sin multiplicidad no puede haber espacio” (Massey, D., 2006, p. 90). Al ser construido por medio de interrelaciones, en él pueden coexistir diferentes trayectorias de manera simultánea, por lo cual guarda entonces la dimensión de lo político. En estos términos permite la coexistencia de lo heterogéneo y, por lo mismo, “nos ofrece el desafío de la existencia de los otros” (Massey, D., 2006, p. 92).

De estas ideas centrales se deriva asimismo el reconocimiento del carácter político del espacio, en tanto Massey lo concibe como la esfera de posibilidad de existencia de la multiplicidad. Es decir, que desde esta formulación es posible dimensionarlo a partir de una perspectiva de conflicto, pues si la propuesta es que el espacio debe ser reconocido como la esfera del encuentro -o desencuentro- de las múltiples trayectorias que ahí coexisten, es lógico pensar que estas en algún momento logren influirse y como efecto haya controversias o disputas. Todos estos conflictos habrán de derivarse de las interacciones y las complejidades, de los entrecruzamientos y las desconexiones, lo que corrobora, por otro lado, el carácter abierto y relacional que posee. Por lo mismo tiene siempre algo de inesperado, de impredecible y de caótico. “El espacio es un ‘caos’ que surge de esas yuxtaposiciones. Es por naturaleza una zona de disrupciones” (Massey, D., 2005b, pp. 119-120). Sin embargo, el espacio también tiene un orden, el cual es resultado de las relaciones de poder que al final lo constituyen y que, en la práctica, organizan las trayectorias justamente a través de las geometrías del poder.

La conceptualización de este segundo postulado transgrede de manera definitiva la dicotomía global-local, pues de hecho es una muestra de la existencia del espacio como “algo abierto y heterogéneo” (Albet, A. y Benach, N., 2012, pp. 283-284). Esto se debe a que, para Massey, no debe obviarse que todo espacio se ha forjado a través de las relaciones con otros espacios y con otros actores. Por lo tanto, para llevar a cabo el análisis de cualquier espacio es necesario prestar atención a las relaciones que se establecen más allá de lo local, lo que implica entenderlo en su contexto geográfico más amplio. Así, no es posible pensar los espacios de manera introvertida, es decir, como encerrados en sí mismos5.

De modo que, en vez de pensarlos como áreas contenidas dentro de unos límites o fronteras, Massey nos propone imaginarlos de manera abierta, multiescalar y extrovertida. Se trata de un espacio abierto, poroso, e híbrido; de una noción del espacio donde la especificidad de lo local “no proviene de unas raíces míticas internas, ni de una historia de relativo aislamiento sino, por el contrario, de la mezcla de las influencias que ahí se congregan” (Massey, D., 1999, trad. en Albet, A. y Benach, N., 2012, p. 152).

Por su parte, sobre el tercer postulado, en él Massey profundiza y da continuidad a la noción de espacio abierto, pero ahora en el sentido de que está siempre en proceso, es decir, que nunca está completamente terminado, nunca es un holismo completo. En otras palabras, “siempre hay conexiones y relaciones que están aún por hacerse, o no culminadas” (Massey, D., 2006, p. 90). “El espacio no está cerrado ni acabado, es una producción en curso que contiene relaciones existentes y futuras siempre cambiantes” (Massey, D., 2005b, p. 120).

Esta perspectiva demanda necesariamente la consideración conjunta del espacio con el tiempo, es decir, la reconceptualización de un “espacio-tiempo” en la que estas dos dimensiones no solo no se contraponen, sino que se constituyen mutuamente. En palabras de Massey: “El concepto de espacio que quiero defender es uno que sostiene que el espacio es abierto y dinámico. Es decir, el espacio no puede ser un sistema cerrado: no es estático” (Massey, D., 1999, trad. en Albet, A. y Benach, N., 2012, p. 270).

Con base en ello formula una visión en la que el espacio y el tiempo están íntimamente unidos, que avanzan no solo en contra de la idea de su contraposición (tan consolidada por siglos), sino también en contra de la identificación de lo temporal con lo dinámico y de lo espacial con lo estático; idea que, por lo demás, también ha sido la base de la división entre historia y geografía. Esta formulación es cuestionada y replanteada por Massey mediante el concepto de “espacio-tiempo” con el que pretende mostrar que “sin espacio no hay tiempo, no hay producción de historia, no hay posibilidad de cambio político” (Massey, D., 2005b, p. 123). En síntesis, para Massey, “El espacio no es estático y el tiempo no es espacial. De hecho, la espacialidad y la temporalidad son diferentes, pero ninguna puede ser conceptualizada como la negación de la otra” (Massey, D., 1992, p. 80).

Ahora bien, en un esfuerzo por dilucidar y hacer explícita la propuesta de Massey, Ramírez, B. y López, L., (2015) plantean la siguiente recapitulación de ideas, la cual resulta pertinente para dar sentido a una teoría que, en efecto, como refieren las autoras, puede resultar compleja y, en ocasiones, difícil de comprender:

  1. el espacio no es estático, sino que se conceptualiza a partir de interacciones sociales que se ligan: está formado por procesos en continuo proceso y por lo tanto de transformación y cambio;

  2. los espacios no tienen fronteras ni límites y se definen por el afuera y el adentro, son abiertos;

  3. los espacios no tienen identidades únicas, sino que están llenos de diferencias y de conflictos y están conformados por identidades múltiples y además también cambiantes constantemente;

  4. no se niega la especificidad del espacio, sino que, por el contrario, están ubicados diferencialmente en una red global de relaciones y se definen por sus interacciones;

  5. estas relaciones se interconectan y ligan en conjuntos que se yuxtaponen desde lo local hasta el amplio mundo (pp. 171-172).

Vigencia de las geometrías del poder. El ejemplo de la pandemia de Covid-19

Para mostrar la vigencia de las geometrías del poder, a manera de ejemplo en este apartado se aborda brevemente la reciente pandemia de Covid-19. Desde Massey, este evento histórico podría explicarse en principio como el resultado de la convergencia de las múltiples trayectorias que se despliegan a diferentes escalas geográficas, desde lo global a lo local, -y viceversa-; trayectorias que conforme fue evolucionando, lograron extenderse hasta el ámbito de lo íntimo, es decir, de los espacios personales y comunitarios.

Esto es así porque, en un primer momento, para intentar garantizar la salud pública fue necesario ejercer el distanciamiento y el aislamiento social, prácticas que de entrada rompieron o limitaron las interacciones, los intercambios y los vínculos, de tal manera que la multiplicidad cotidiana se vio significativamente alterada por la separación física y temporal, mientras la movilidad y las proximidades también se transformaron. Como consecuencia, la pandemia obligó a repensar las identidades y los sentidos de pertenencia en su relación con el espacio y con las posibilidades de reactivar las conexiones, las co-presencias y la multiplicidad en el nuevo escenario que trajo consigo. En términos de Massey, demandó pensar el espacio como “una dimensión que nos plantea la más fundamental de las preguntas sociopolíticas: ¿cómo vamos a vivir juntos? El espacio nos ofrece el reto y la responsabilidad de la existencia de los ‘otros’ y de nuestra relación con ellos” (Massey, D., 2009, p. 18). Lo anterior revela que, para la plena comprensión de la pandemia, es necesario entender en principio las direcciones, las simultaneidades, las conexiones -y las desconexiones- que al final estuvieron (y siguen estando) implicadas en su desarrollo.

Asimismo, es necesario poner a la vista que, si bien, sus efectos se catalizaron o eclosionaron en espacios locales específicos, lo hicieron siempre de manera diferenciada, en tanto se encuentran inmersos en un entramado de redes y relaciones de poder que se extienden más allá de lo local. Así, este evento puso en evidencia las desigualdades globales, sobre todo en los sistemas sanitarios, pero reveló también una serie de problemáticas que saltan constantemente de escala, y que se conectan entre sí entrelazando las distintas geografías, y vinculando lo micro y lo macro en una trama de interdependencias, tanto entre países como entre continentes.

Como ejemplo, puede mencionarse la evolución que la pandemia alcanzó en uno de sus puntos más críticos, -noviembre de 2021- con el surgimiento de la variante Omicrón-. Esta coyuntura dejo claro que, en este entramado de influencias, articulaciones, intercambios e interconexiones, no todos los estados tienen (o han tenido) la misma responsabilidad. Si se toman en cuenta los planteamientos de Massey, en esta intensidad de flujos globales que al final hizo posible la propagación del virus, no todo el mundo ha estado posicionado del mismo modo.

La geopolítica de las vacunas es una buena muestra. Al final, el manejo y control que se dio en aquel momento por parte de los países mejor posicionados no solo aumentó los desequilibrios y las desigualdades entre regiones, sino que su distribución inequitativa fue la razón que incrementó el riesgo de la aparición de nuevas variantes, afectando particularmente a los más pobres.

Sobre el tema y, de acuerdo con la plataforma Our World in Data de la Universidad de Oxford, en marzo de 2022, justo a dos años de haber iniciado la pandemia, aún existían países que contaban con menos del 2.0 % de su población inmunizada, entre ellos Haití y otros de África como Chad o Burundi; en tanto otros, como Emiratos Árabes, Portugal o Chile, tenían arriba del 90 % de su población con el esquema completo (Figs. 1 y 2). Esta situación se fue agravando pues muchos de ellos tampoco contaban con las capacidades o con el material diagnóstico suficiente para documentar el número de enfermos o vacunados y, en algunos casos, ni siquiera existía la información más básica para saber cuántas personas se habían infectado.

Fuente: Our World in Data, (COVID-19) Vaccinations, 01/03/22

Figura 1 Proporción de personas vacunadas contra COVID-19 

Fuente: Our World in Data, (COVID-19) Vaccinations, 01/03/22

Figura 2 Mapa proporción de personas que completaron el protocolo de vacunación inicial contra el COVID-19 

Previendo este escenario, desde el inicio de la pandemia, en abril de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó el programa COVAX (Vaccines Global Access o Acceso Mundial a Vacunas contra Covid-19), cuyo objetivo era brindar un acceso rápido y eficiente a través de donaciones y subsidios económicos de los países más ricos hacia los estados menos favorecidos. De acuerdo con la OMS, “Lograr un acceso mundial, es la única solución verdaderamente global para esta pandemia porque es la única manera para garantizar que las personas en todos los rincones del mundo tengan acceso a las vacunas, independientemente de su riqueza” (COVAX, 2022).

Bajo el lema “nadie estará a salvo a menos que todo el mundo lo esté”, COVAX gestionó -y aún continúa haciéndolo- recursos tanto para la fabricación como para la investigación, además de negociar los precios para que los países participantes puedan tener acceso y garanticen la inmunidad de sus poblaciones. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el programa no ha funcionado como debería, esto no solo por los problemas logísticos o de producción, sino sobre todo por las prohibiciones para su exportación y por el acaparamiento que algunos han realizado aprovechado su posición de ventaja en las nuevas geometrías del poder que la pandemia ha configurado a escala global. Hay que decir, sin embargo, que estas desigualdades se reprodujeron también en el interior de los propios países, donde se generaron grandes desequilibrios, por ejemplo, entre los espacios urbanos y los rurales.

Así, la emergencia de la variante Ómicron ciertamente se encargó de recordarle al mundo, pero, en especial, a los países mejor posicionados, que en realidad todos forman parte de una red global de la cual depende su propio bienestar. Ómicron les recordó asimismo que, a pesar de ser estados con fronteras o límites bien definidos, son espacios abiertos, porosos e híbridos, por lo cual, como dice Massey, no pueden pensarse de manera aislada, como si estuvieran encerrados en sí mismos. Después de todo el virus no ha respetado fronteras. El que Omicrón haya surgido en África, el continente con menos cobertura como se observa en la Figura 2, tampoco es una casualidad. Es, en cambio, una clara evidencia de los desequilibrios de poder que existen en el mundo lo que confirma que, en efecto, como dice Massey, el privilegio de unos países en los hechos puede representar la vulnerabilidad de otros, lo que conduce a pensar la pandemia en el marco de las geografías de la responsabilidad.

Conclusiones

Como se ha mostrado en este trabajo, hacer referencia a la obra de Massey, tan vasta y extensa es, sin duda, una tarea difícil. La amplitud y alcance de su teoría, así como la forma en que articula sus conceptos, demandan un trabajo arduo de parte de quien pretenda acercarse a ella. Esto se debe, tal vez, a que Massey siempre rehusó separar o parcelar su pensamiento, y aislar tal o cual aspecto de su aproximación a la realidad a la que consideraba de manera holística. Si bien, no se trata de una totalidad estática o de un sistema cerrado, acabado y coherente, sino, por el contrario, de un sistema abierto dinámico y en constante transformación. Esta interpretación permite abordar al espacio tanto en su dimensión presente, como reconocer los procesos a través de los cuales se constituye, es decir, permite estudiarlo tanto en su dimensión sincrónica como diacrónica, y observarlo como un proceso en proceso, dinámico y cambiante.

Sin duda, su impulso por buscar nuevas formas de conceptualizar el espacio constituye una profunda reflexión epistemológica que supera claramente los límites que las corrientes del neopositivismo y del estructuralismo le habían impuesto. Todas sus ideas se orientan a reformular una nueva manera de entenderlo pero, sobre todo, a resaltar las “posibilidades y potencialidades que el espacio permite” (Anderson, B., 2008, p. 229). Por esta razón, su teoría de las geometrías del poder se ha convertido en una base sólida para el avance, no solo de la geografía, sino de la teoría social en general. Asimismo, sus potencialidades heurísticas y metodológicas la han transformado en un referente fundamental para otras disciplinas como la sociología, la antropología, las ciencias políticas, o el urbanismo, en las que poco a poco ha venido ganando terreno, contribuyendo a abrir nuevas rutas de interpretación sobre el espacio. No se ha pretendido aquí un análisis exhaustivo de toda su obra, esta labor demandaría años de trabajo, y mucho más que un artículo académico, en cambio se ha intentado poner a la vista los nodos fundamentales que articulan los puntos de partida de su teoría de las geometrías del poder.

Hay que decir, finalmente, que como parte de su rechazo a las visiones que fragmentan la realidad, también se mostró escéptica frente a las fronteras disciplinares que dividen o fragmentan el conocimiento del mundo “físico” y del mundo “social”, lo que en la práctica se ha traducido en una distancia entre la geografía física y la geografía humana, proponiendo en su lugar un análisis geográfico mucho más agudo, integrado y complejo. Por ello puede afirmarse que el de Massey es un pensamiento global que, para el caso del espacio, se ha convertido en una aportación fundamental que nos permite explicar algunos fenómenos presentes, tales como la reciente pandemia de Covid-19. Como pudo mostrarse, tanto las geometrías del poder, como las geografías de la responsabilidad, muestran su vigencia y potencialidad para comprender mejor las dinámicas asociadas a este evento histórico el cual, sin duda, ha colocado a la geografía en un lugar protagónico. Si bien hasta el momento este ha sido interpretado como un fenómeno médico o de salud pública, aquí se ha mostrado que se trata también de un fenómeno geográfico. Valgan estas reflexiones para emprender el ejercicio de espacializar la pandemia de la mano de la teoría de Massey que, como se ha mostrado, puede ser un excelente faro.

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La autora

1 El título intenta hacer eco en la triada del espacio de Henri Lefebvre (Lefebvre, 1974), -la práctica espacial (lo percibido), las representaciones del espacio (lo concebido), y los espacios de representación (lo vivido)- que en el ámbito de los estudios socioespaciales, geográficos y urbanos es mucho más reconocida que la de Massey, y en la última década ha venido tomando fuerza gracias a la traducción al español en 2013 de su obra La producción del espacio. No se trata de comparar o de abrir una disputa entre ambas propuestas, pues cada una desde su propia perspectiva ha sido de gran valor para la teoría social contemporánea. La intención, en cambio, es llamar la atención o reorientar también las miradas hacia la triada de Massey, con la esperanza de que pronto se pueda contar con una versión en español de su obra clave For Space (2005a). Por otra parte, debe aclararse que este trabajo fue desarrollado a partir de la Tesis Doctoral titulada: “El centro histórico de Oaxaca en disputa. De la protesta magisterial a la militarización del espacio público” (2018), desarrollada en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. La Tesis fue dirigida por la Dra. Blanca Ramírez Velázquez y contó con el subsidio del Fondo de Becas Conacyt.

2Para ilustrar estas ideas, Massey utiliza el ejemplo de la crisis financiera global de las primeras décadas del siglo XXI y la responsabilidad que Londres tuvo en ella como uno de los principales nodos para su difusión. En torno a estas reflexiones acuño otros términos como “las geografías de la responsabilidad” (geographies of responsibility) o “la política del lugar más allá del lugar” (politics of place beyond place) (Massey, D., 2004)

3En 1985 Massey participó en labores de investigación en el Instituto Nicaragüense de Investigaciones Económicas y Sociales (INIE), una institución prosandinista en la que realizó trabajo de base y algunos proyectos en torno a los asentamientos informales en la periferia de Managua. En el caso de Venezuela, en 2007 fue invitada por el gobierno de Hugo Chávez para exponer sus ideas en foros y asambleas, pues su propuesta de las geometrías del poder había sido retomada como uno de los “cinco motores constituyentes” de la revolución bolivariana. La intención era realizar un reordenamiento político-territorial del país y combatir los desequilibrios regionales.

4Entre sus trabajos más significativos en este ámbito, además de Space, Place and Gender (1994), se encuentra Flexible Sexism (1991b) en el que Massey realizó críticas a dos obras geográficas fundamentales de finales de los 80, Condition of Postmodernity (1989). (1989), de Edward Soja, en las que señala “Los sujetos presentados por estos autores son incorpóreos en términos de raza y género y asumen un sujeto genérico occidental, masculino, blanco y heterosexual como modelo para la generalización de sus teorías” (Silva, J., et al., 2017, p. 18).

5En sus primeros abordajes sobre su teoría de las geometrías del poder, en A Global Sense of Place (1991a) y en Power Geometry and a Progressive Sense of Place (1993), Massey fue trasladando gradualmente sus análisis del concepto de espacio hacia el de lugar, señalando que existe una diferencia clara entre ambos: “el primero se refiere a una dimensión de la existencia y, el segundo, a la manera cómo dimensionamos nuestro diario quehacer en identidad con el entorno social y territorial en donde nos desarrollamos” (Ramirez, B. y López, L., 2015, p.171). Más allá de estas diferencias, puede decirse que en Massey ambos conceptos al final se traslapan pues, en esencia, el lugar posee las mismas características del espacio, es decir: es producto de las relaciones, esfera de lo múltiple y es abierto o en constante transformación.

Recibido: 30 de Abril de 2023; Aprobado: 28 de Agosto de 2023

Noelia Ávila Delgado es Doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Sociedad y Territorio por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y Licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-Conacyt), Nivel 1. Actualmente es Profesora-Investigadora de tiempo completo en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, CentroGeo (Centro de Investigación Público Conacyt), adscrita al área de Geopolítica y Territorio. Desde 2015 se ha desempeñado como Profesora Curricular en la Universidad Autónoma Metropolitana (Azcapotzalco y Xochimilco) en las áreas de Sociología Urbana y Políticas Metropolitanas. Sus principales líneas de Investigación son: 1) estudios socio-espaciales, territoriales y urbanos; 2) geopolítica del sur de México, movimientos socioambientales y extractivismo; 3) espacio público, centros históricos y sus distintos procesos asociados. En los años recientes ha presentado 40 ponencias y publicado alrededor de 20 artículos relacionados con estos temas. Fue ganadora del Premio Mexicano de Sociología 2017-2018 “Dr. Francisco Gómezjara” por el mejor abordaje teórico-metodológico otorgado por el Colegio Mexicano de Sociología. Su perfil puede consultarse en: https://www.centrogeo.org.mx/areas-profile/navila

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