"Donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente (Peter Drucker)".
1. Introducción
Sostenibilidad es una palabra que ha se puesto de moda en las últimas décadas, sin embargo, existe en torno a ella una errónea asimilación a lo exclusivamente verde o ambiental. Y esta visión reduccionista le quita al tema gran parte de su contenido y significado integral ya que el mismo posee tres aspectos complementarios e inescindibles entre sí: el económico, el socio-cultural y el ambiental.
Lo cierto es que, si bien la sostenibilidad constituye una hoja de ruta orientada al logro un mundo más justo y más igualitario para todos, conforma además el único camino posible para alcanzar la continuidad a futuro de la humanidad, al marcar las pautas para la implementación de un progreso económico que no agote hoy los recursos necesarios para la vida de los hombres del mañana. El mismo implica la adopción de un nuevo paradigma solidario de desarrollo que se proyecta tanto al ámbito público como al privado, siendo en éste último donde particularmente requiere el abandono de la concepción tradicional de obtención ganancias para adoptar otra en la que todos obtengan beneficios por igual: empresa, sociedad y planeta.
Ahora bien, el siglo XXI está siendo testigo del nacimiento de una nueva sociedad muy particular. Así el veganismo, el proteccionismo animal, los movimientos por el planeta, las protestas sociales en Latinoamérica, entre otras cuestiones similares, son solo síntomas que denotan la irrupción de una comunidad global más preocupada por el otro y por el mundo en que vive. Y sin duda ello requerirá de empresas capaces de leer y capitalizar estas nuevas preocupaciones e intereses bajo riesgo de perder competitividad.
Pero el camino a la sostenibilidad no solo significa esfuerzos y adaptaciones para las empresas, sino que conlleva para ellas también la posibilidad real de acceder a numerosos beneficios que, en definitiva, podrían constituir ese anhelado “plus” que las lleve al éxito empresarial.
2. La sostenibilidad
Si bien la utilización por parte del hombre de los recursos naturales se remota a los orígenes mismos de la humanidad, es desde la irrupción de la sociedad de consumo -impulsada desde la revolución industrial- cuando se ha acelerado en forma estrepitosa su uso como materia prima de bienes y servicios. En esta línea, la conducta extractiva humana de productos de la naturaleza se asentó desde un primer momento en la premisa errónea -y hasta ingenua- de que la tierra tiene la capacidad para autoregenerarse, y volver a producir más materia prima, a igual velocidad que el uso humano.
Como cada elemento de la naturaleza cumple un rol clave en el ciclo de la vida, y ella en su conjunto proporciona al planeta bienes y servicios que permiten el mantenimiento mismo de la vida (servicios ecosistémicos1), el continuo “sacar del cuenco sin volver a llenar el mismo”, -sumado otros problemas ambientales generados por la vida moderna (contaminación, residuos, escases de agua, perdida de la biodiversidad, etc.)- fue trazando un sendero que conduce hoy a la conformación de un planeta escaso de recursos necesarios para el mantenimiento de la vida de la sociedad actual y sus necesidades (alimento, bebida, salud, abrigo, hábitat, etc.).
Así las cosas, una sociedad global, en teoría cada vez más rica en bienes y servicios, corre el riesgo hoy de habitar un planeta orientado a la pobreza y la desigualdad, ya que éstas situaciones se dan cuando se rompe el enlace permanente entre los ecosistemas y el bienestar humano al ser considerados los ecosistemas saludables la verdadera riquezas de los pobres (TEEB, 2010)2.
En respuesta a esto, en el año 1987 la Organización de las Naciones Unidas -ONU- afirmó en el “Informe Bruntland” que, para seguir subsistiendo a futuro, la humanidad no podía permitirse continuar con el modelo crecimiento económico tradicional siendo necesario un viraje absoluto en el estilo de producción y consumo. A ese nuevo tipo de progreso económico respetuoso con el planeta, y con los semejantes, se lo llamo “desarrollo sostenible”, considerado como aquel que garantiza las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades (ONU. Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 19873). En otras palabras, un desarrollo que no consuma hoy todos los recursos del planeta necesarios para la vida de nuestros hijos y los hijos de estos.
Cabe destacar que el término “sostenible”, derivado del vocablo anglosajón sustainability, puede entenderse para su mejor intelección como la habilidad de evitar el agotamiento de los recursos naturales para mantener un equilibrio ecológico o conservar algo en un estado de cierto ritmo o nivel continuo (Oxford, 2019)4. Por su parte, como se adelantó supra, la sostenibilidad5 posee una triple dimensión conformada por los aspectos económico, ambiental y social (Artaraz, M. 2002, p. 1 ss), que resultan complementarios e inseparables entre sí para el logro de un mundo un poco más justo, más igualitario, más pacífico, y sobre todo, con capacidad de continuar siendo vivible en un futuro. Así, la intersección de lo económico con lo ambiental hace al mundo “viable”; la de lo ambiental con lo social lo hacen “vivible”, y la social con lo económico lo convierten en “equitativo”.
En el año 2000 los líderes del mundo agruparon los problemas que se consideraban en el momento como los más acuciantes para la humanidad; y fijaron ocho (8) objetivos globales a alcanzar, conocidos por los “Objetivos del milenio (ODM)6”. Los mismos concentraron los esfuerzos del mundo en pro de la lucha contra la pobreza, el hambre, las enfermedades, el analfabetismo, la degradación del ambiente, y la discriminación contra la mujer. Llegado el año 2015 se evaluó el estado de cumplimiento de los ODM alcanzándose la conclusión de que, si bien habían sido grandes y auspiciosos los avances, quedaba aún un gran sendero a recorrer en torno al cumplimiento de los mismos. Por otro lado, nuevos y urgentes temas merecían ahora la atención global como ser, entre otras cuestiones, el cambio climático, las nuevas tecnologías, la energía renovable, las condiciones laborales. La comunidad internacional convino entonces en renovar su compromiso en la construcción de un mundo más sostenible, y dio nacimiento a la “Agenda 2030”, comprensiva esta vez de 17 puntos que nuclean los principales y apremiantes problemas que aquejan hoy a la humanidad y cuya solución requiere una acción global. Tales ítems, conocidos como los “Objetivos de desarrollo sostenible” (ODS), se proponen, entre otras cuestiones, erradicar la pobreza, proteger el planeta, y asegurar la prosperidad para todos. Cada ODS contiene a su vez metas específicas (169 en total) con sus respectivos indicadores elaborados para medir su cumplimiento hasta el año 20307.
“La Agenda 2030 es una agenda transformadora, que pone a la igualdad y dignidad de las personas en el centro y llama a cambiar nuestro estilo de desarrollo, respetando el medio ambiente. Es un compromiso universal adquirido tanto por países desarrollados como en desarrollo, en el marco de una alianza mundial reforzada, que toma en cuenta los medios de implementación para realizar el cambio y la prevención de desastres por eventos naturales extremos, así como la mitigación y adaptación al cambio climático” (Cepal 2018, p. 7).
La Agenda 2030 constituye una guía pautada y consensuada por todos los sectores -de todos los países del mundo- para avanzar hacia el progreso sin que nadie quede atrás y de un modo respetuoso con el planeta, a fin de que éste pueda seguir siendo en el futuro hábitat y proveedor de servicios ambientales y ecosistémicos para los hombres que vendrán8. Los ODS cubren así 5 aspectos concretos del mundo actual: 1) las personas (ODS 1: Fin de la pobreza; ODS 2: Hambre cero; ODS 3: Salud y bienestar; ODS 4: Educación de calidad; y ODS 5: Igualdad de género); 2) el planeta (ODS 6: Agua limpia y saneamiento; ODS 12: Producción y consumo responsable; ODS 13: Acción por el clima ; ODS 14: Vida Submarina, y ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres); 3) la prosperidad: ODS 7: Energía asequible y no contaminante; ODS 8: Trabajo decente y crecimiento económico; ODS 9: Industria, innovación e infraestructura; ODS 10: Reducción de las desigualdades; y ODS 11: ciudades y comunidades sostenibles); 4) al paz (ODS 16: Paz, justicia e instituciones sólidas; y 5) las asociaciones (ODS 17: Alianzas para lograr los objetivos)9.
A cinco años del establecimiento de la citada agenda el mundo se encuentra realizando denodados esfuerzos para su cumplimiento. Y si bien es cierto que quizás los 17 ODS nunca alcancen en su totalidad -constituyendo una utopía en sí mismos- lo cierto es que la importancia de los mismos en que obligan a la humanidad a caminar. Cabe recordar al respecto a Eduardo Galeano quien, citando a Fernando Birri, afirmo en forma pintoresca que “la utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más para allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: Para caminar”10.
No obstante lo anterior, y para no bajar la guardia, cabe conmemorar que en el mes de julio de 2019, en su reporte anual sobre el estado de avance de los ODS, la ONU destacó que si bien se han logrado adelantos en muchos temas (lucha contra pobreza extrema, salud, tasas de mortalidad infantil, acceso a la energía eléctrica, etc.), existen áreas que requieren de una atención colectiva urgente poniendo el acento en el cambio climático, que se encuentra en un estado crítico, así como el medio ambiente natural que se está deteriorando a un ritmo alarmante debido a la subida del nivel del mar, la aceleración de la acidificación de los océanos, el aumentos estrepitoso del calor en muchas regiones, el millón de especies de plantas y animales que están en peligro de extinción, y la degradación de los suelos que continua de manera descontrolada (Antonio Gutérrez, 201911).
3. Sostenibilidad y éxito empresarial
¿Y qué sucede con el sector privado? Los ODS han sido adaptados para éste a través del Pacto Global12, este traduce la Agenda 2030 en 10 principios subdivididos en 4 ámbitos: 1) Derechos humanos, 2) Estándares Laborales, 3) Medio Ambiente y 5) Anticorrupción. Tales principios, orientan el actuar de empresas y organizaciones que voluntariamente se comprometen a su cumplimiento proyectando la sostenibilidad a sus propias actividades y negocios.
Sin embargo, no se puede desconocer que uno de los principales obstáculos con los que se encuentra la sostenibilidad es su falta de financiamiento e inversión privada para la concreción de acciones en tal sentido. El “erróneo reduccionismo verde” la hace ver como impedimento a la producción y al desarrollo económico, y carente de rentabilidad, lo que a su vez origina la postura que considera que el impulsar cualquier acción sostenible en la empresa (más allá de la obligación legal) constituye una inútil desviación de recursos -carente de beneficios- que deben dedicarse mejor a solventar los costos del negocio.
Pero estas ideas están lejos de ser acertadas. Muy por el contrario, la protección del planeta y sostenibilidad podrían convertirse en la codiciada llave que les dé acceso a las empresas a nuevas oportunidades de negocio y les permita a su vez superar las crisis económicas. Y esto no precisa de fórmulas mágicas o inversiones elevadas, sino solo un cambio real de paradigma que implique innovación en la usanza tradicional de hacer negocios.
En este sentido, los 17 ODS, constituyen una fácil, pautada y segura guía para avanzar en la implementación de cambios internos y externos reales que tengan por resultado la eficacia y eficiencia que las hará más amigables con la sociedad y con el planeta, ocasionándoles además ahorro de costos en los procesos productivos y comerciales que se traducirán en beneficios económicos.
Además de ello otros beneficios concretos (directos o indirectos) son puestos al alcance de las empresas por la sostenibilidad, como ser la posibilidad de apertura a nuevos mercados (de países con reglas ambientales más rígidas); el contar con más contento, y por ende más eficiente y fidelizado; una mayor publicidad indirecta; la fidelización de clientes y proveedores; la prevención y anticipo de erogaciones exigidos por la adaptación a nuevas normativas y tecnologías que responden a la nueva realidad social, ambiental y climática; y el acceso a nueva rama de financiamiento: las finanzas sostenibles.
Es sin duda el momento preciso para que las empresas abandonen la oxidada idea de la contradicción entre desarrollo económico y protección del ambiente, y acepten los desafíos que este mundo nuevo les presenta, convirtiéndose en empresas más preocupadas por el planeta, por sus empleados, por la sociedad, y por la transparencia, mudando todo ello en oportunidad de optimización de procesos, reducción de costos y generación de nuevos mercados. Sin embargo, no todas las empresas estarán aptas para el salto a la sostenibilidad, sólo lo harán aquellas que estén dispuestas -y sobre todo sus directivos- a un cambio total de paradigma. Al abandono de la usanza tradicional de hacer negocios para constituirse en empresas capaces de proyectarse hacia el futuro con y gracias a su entorno. La recompensa: el éxito empresarial.
4. El acceso a los beneficios de la sostenibilidad
¿Y qué debe hacer una empresa para tomar este camino? En primer lugar, debe tomar la decisión política de abordar la sostenibilidad, luego priorizar temas de trabajo; una vez hecho ello debe planificar (mediante el diseño de programas, planes y proyectos) las acciones que realizará; posteriormente debe implementar, monitorear y evaluar las mismas y, finalmente, comunicar lo que ha realizado a clientes, proveedores y la comunidad.
Ahora bien, para conseguir los beneficios de la sostenibilidad la empresa, entidad, organización, etc. debe acreditar la veracidad de sus acciones sostenibles ya sea presentando por si misma los resultados concretos de las medidas implementadas, o recurriendo a entidades que acrediten tales circunstancias. Esto último es puede lograrse por medio de las distintas certificaciones verdes que existen en el mercado (Leadership in Energy and Environmental Design -LEED-; Building Research Establishment Environmental Assessment Method -BREEA-: FCS; Forest Stewardship Council -FSC-; Rainforest Alliance, por mencionar solo algunas entre muchas). Las mismas sirven además de útil de información a los consumidores para conocer si bienes, productos y servicios que consumen han surgido de un proceso respetuoso con la sostenibilidad13.
5. Conclusión
Como conclusión se puede colegir que no existen dudas de que la implementación de los criterios de sostenibilidad además de perseguir el logro de un mundo más igualitario, justo, pacífico y respetuoso con el planeta, significan también una inmejorable oportunidad de crecimiento, eficiencia, eficacia, ahorro de costos y nuevos negocios para las empresas, y que ello puede significar para éstas ese plus o valor agregado del que tanto necesitan para superar las crisis económicas.
El siglo XXI, que presenta una nueva realidad social, económica, ambiental y climática requiere de empresas y empresario más preocupados por sus empleados, por la transparencia, por el entorno social en el que están inmersas, y por el planeta. Y esto, a grandes rasgos, es en lo que consiste la sostenibilidad que, como se puede observar, va mucho más allá de algo meramente “verde”, y atraviesa en forma transversal todos los ámbitos de la sociedad.
Para finalizar, resulta apropiado traer a colación las palabras del célebre Ex Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, quien hace años afirmo que “en el futuro no se podrá alcanzar un éxito empresarial sin un entorno sostenible” (Ban Ki Moon, 201514), aludiendo con ello a un concepto de sostenibilidad que va más allá de lo ambiental, y que se proyecte a una real eficiencia y eficacia empresarial.