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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680

Medicina (B. Aires) vol.71 no.6 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov./dic. 2011

 

EDITORIAL

El destino de los libros en papel

Descubrí retrospectivamente la posibilidad de que
mis cromosomas alberguen el gen del libro, o el tan
complejo y desconocido inductor de La Divina Comedia
o el Don Quijote, ni tampoco el mejor conocido de la
bibliofilia , sino el quizá gratuito de la simple atracción
por los libros como objeto o materia física, al margen
de su contenido, calidad, afinidad o rareza, reducidos a
papel impreso encuadernado, ejerciendo su atracción
aun sin la intención de leerlos
1.
RODOLFO Q. PASQUALINI (1909-2004)

 

Leer un libro tiene distinto significado según el lector. Algunos dan vuelta las hojas sin mayor interés, otros empiezan a leer y lo dejan por la mitad mientras otros sienten un interés especial, una atracción particular que hasta podría atribuirse a un gen1. En este caso se trata de la lectura reflexiva, en profundidad, que se asocia al libro en papel que uno tiene entre manos y en el cual se sumerge eliminando toda distracción del ambiente, la llamada lectura lineal. Así se suele llegar hasta la adicción, la cual puede abarcar también a las bibliotecas con sus múltiples libros a lo largo y alto de las cuatro paredes. A veces tal adicción se acentúa con la adquisición de libros antiguos y de mucho valor. Tal es el caso de Umberto Eco, autor italiano renombrado, y de Jean-Claude Carrière, director francés de cine, que opinan largo y tendido al ser entrevistados por Jean-Philippe de Tonnac, escritor y editor francés: esto es el objeto de un libro titulado This is Not the End of the Book2. Esta extensa conversación que se publicó en 2009 en francés como Ne pensez pas vous débarasser des livres2, se llevó a cabo durante varias sesiones en las residencias de los autores, en Italia y en Francia. Si bien se inició como una “enfática pronunciación” contra la adopción del libro electrónico, terminó siendo una larga discusión sobre la naturaleza del libro en sí, como el mejor de los legados de los siglos pasados y de nuestra cultura. Este libro parece un ejercicio en investigación básica tratando de contestar a la pregunta ¿qué es un libro, de qué se trata? Desde el primero de los quince capítulos -que repite el título del libro- se insiste que “el libro no morirá (the book will never die), ya que representa una especie de perfección insuperable en el dominio de la imaginación; que es como la cuchara, el martillo, la rueda que, una vez inventados, no cambiaron en nada; la televisión no remplazó el cinema, etc.”.
Como aparte interesante, en el Prefacio, el entrevistador recalca que lo más entretenido de estas largas conversaciones es el homenaje que ambos autores dedican a la estupidez humana, esta criatura capaz de inventos inimaginables pero también destructora del ambiente y provocadora de innumerables guerras, part genius and part fool (parte genio y parte idiota). J-C Carrière, por otra parte, ha escrito un diccionario de la estupidez, recalcando que el error es una característica humana de los que buscan y se equivocan: ¡Recuerda a Popper!
El tema está de moda y Mario Vargas Llosa -flamante Premio Nobel de Literatura- aporta su opinión en un largo ensayo en La Nación titulado Más información, menos conocimiento3. En realidad, el artículo es una crítica del polémico libro de Nicholas Carr titulado The shallows: What the Internet is doing to our brains4 traducido al español como Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras
mentes?5 En palabras de Vargas Llosa, “Lo acabo de leer; de un tirón, y he quedado fascinado, asustado y entristecido” y concluye que “acostumbrados a picotear en sus PC, los lectores han ido perdiendo el hábito de leer y hasta la facultad de hacerlo, que el lector deja de ser un buen lector y casi, sólo casi, un lector y que prevalece la lectura superficial, lo que significará, si Carr tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la ´inteligencia artificial´ es imparable”. ¡Un cataclismo!
Personalmente, había escrito poco antes un Comentario Bibliográfico sobre el libro de Carr [Medicina (Buenos Aires) 2011; 71: 410]. Coincido con Vargas Llosa que el libro es fascinante, pero no me entristeció ni me asustó. Comentaba: “...desde Google´s Silicon valley headquarters -the Googleplex- el autor define a Internet como una máquina diseñada para la eficiente y automática colección, transmisión y manipulación de la información a través de su legión de programadores que buscan encontrar la 'mejor manera' -el perfecto algoritmo- para conseguir lo que denomina knowledge work. Se trata de ser data-driven y de cuantificar y sistematizar todo. Su misión es la de organizar la información mundial haciéndola universalmente accesible y útil creando the perfect search engine definido como algo que entiende exactamente lo que uno busca y le devuelve exactamente lo que quiere”.
¡Una maravilla!.
No hay duda que el tema es atrapante y la prueba es que muy recientemente, en La Nación del 10-9-2011, Facundo Manes titula su nota Internet no debilita la memoria. El debate sobre los efectos del uso intensivo de la Web en nuestra mente6. A diferencia de lo que plantea Vargas Llosa, Manes opina que “buscar información en Google es un impulso sano... la esencia de la memoria personal no son los hechos en sí, sino ´la cohesión´ que une a todos los hechos y experiencias. No existe ninguna evidencia científica de que las nuevas tecnologías estén atrofiando nuestra corteza cerebral. Lo que sí podemos aseverar es que fue esa misma tecnología la que nos permitió estudiar el cerebro in vivo a través de, por ejemplo, la resonancia magnética funcional y, con ella, conocer más del cerebro en las últimas dos décadas que en toda la historia de la humanidad”. ¡Tranquilizante!
¿Qué conclusión podemos sacar? Aqui se enfrentan discursos diferentes. Tanto Umberto Eco, Jean-Claude Carrière y Jean-Philippe de Tonnac, por un lado, y Mario Vargas Llosa, por el otro, se dedican a escribir y a coleccionar libros antiguos y son verdaderos amantes del libro en papel. Es natural que no quieran ver disminuido el valor de lo que tienen y profesan, y no puedan vislumbrar la muerte del libro en papel, padecen de wishful thinking (expresión de deseo). Para ellos es su habitual vivir y, además, aceptar algo nuevo, romper con una rutina es siempre muy arduo, más aún al pasar de los años.
Como anécdota, un amigo me acaba de comentar que necesitaba consultar un libro que sabía que estaba en su biblioteca pero no lo encontraba, y teniendo su computadora a mano lo busco en Internet y en un click del mouse, tuvo la información a la vista.
Como experiencia de vida aún más pertinente, recuerdo a mi padre7 enteramente dedicado a perfeccionar la seda artificial o rayón que producía la Canadian Pulp and Paper Company en un pueblito del Canadá. Allí se producía celulosa a partir de los árboles, principalmente para la fabricación de papel pero también para la de rayón a nivel experimental. Bruscamente, en la década de 1960, surgió el nylon -invento de Duperial- y literalmente se murió el rayón ya que el nylon era más resistente y, más importante, era de origen sintético. Es muy posible que el papel fabricado a partir de la celulosa de los árboles tenga el mismo destino que el rayón en un futuro no tan lejano, especialmente si se interesan organizaciones como Greenpeace dispuestas a defender a los árboles.
Cuesta cambiar, pero ya nos hemos acostumbrado a la computadora, es tan práctica que ya está en las escuelas donde nuestros hijos y nietos se van familiarizando con Internet, Facebook, Twitter, smart phones y para el libro con ipad, ebook, tablet, etc., los que se van perfeccionando casi día a día.
El progreso es un tren que corre cada vez a más velocidad, y que no se detendrá, dejando a muchos de nosotros de a pie en el andén. El destino del papel para libros es incierto, pero ¿será la biotecnología capaz de ganarle a la celulosa?

En cuanto a nuestro cerebro, al recibir más y más estímulos, tendrá que responder cada vez más eficientemente, como lo ha hecho la humanidad con todos los adelantos que incorporó a lo largo de los siglos.

Christiane Dosne Pasqualini

e-mail: chdosne@hotmail.com

1. Pasqualini RQ. En busca de la medicina perdida. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1999, p 253.         [ Links ]

2. Carrière JC, Eco U. This is not the end of the book. A conversation curated by Jean-Philippe de Tonnac, (Traducido del francés por Polly McLean). London: Random House, 2011. Hay traducción castellana: Nadie acabará con los libros. Traducción de Helena Lozano Miralles. Buenos Aires: Lumen, 2010. (ver CITA al pie)        [ Links ]

3. Vargas Llosa M. Más información, menos conocimiento. La Nación, 6 agosto 2011.         [ Links ]

4. Carr N. The shallows. What the internet is doing to our brains. New York: Norton, 2010, 278 pp.         [ Links ]

5. Carr N. Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Buenos Aires: Taurus, 2011.         [ Links ]

6. Manes F. Internet no debilita la memoria. El debate sobre los efectos del uso intensivo de la Web en nuestra mente. La Nación, 10 septiembre 2011.         [ Links ]

7. Pasqualini CD. Quise lo que hice. Buenos Aires: Leviatán, 2007.         [ Links ]

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