Conocí a la Dra. en diciembre 1982, en la primera reunión del Comité de Redacción (CR) a la que asistí. Ella estaba sentada frente al escritorio, al costado de Alfredo Lanari. Los asientos de alrededor los ocupaban, en primera y segunda fila, otros insignes miembros, entre ellos Agrest, Deulofeu, Roncoroni, Taquini… De ese grupo yo solo conocía a Barousse y a Barcat, y me sentía muy inhibida, casi aterrorizada. Entonces la Dra. me miró y sonriente me dio la bienvenida.

Pasaron casi 10 años, en los que, por motivos de viajes y trabajo, yo solo concurría a las reuniones de fin de año del CR. Cumplía regularmente con la preparación de un editorial anual, y revisaba los trabajos que me enviaban por correo postal, que devolvía por la misma vía.

A partir de 1992-93 comencé a participar de las re uniones de los miércoles. La Dra., secretaria del CR, con suavidad y sonriente, orientaba, daba directivas, sugería actividades. Pedía opiniones, escuchaba, y cuando la discusión se alejaba de la concreta realidad, simplemente hacía alguna observación crítica, y seguía orientando la reunión. Nunca se enojaba, y más bien parecía divertirse contradiciendo, con razones, a otros miembros del CR.

Sabía motivar para el trabajo a quienes estaban cerca. Así yo comencé a acompañarla a la Editorial, y a colabo rar, junto con Barcat, en la revisión final de las pruebas de cada número de la revista. También en alguna ocasión, a pedir contribuciones para MEDICINA a laboratorios y a instituciones. Nada la acobardaba. Era una trabajadora incansable. Y apoyaba a la gente joven, que mostrara espíritu de trabajo, interés e iniciativa científica. Nunca faltaba a las reuniones de los miércoles, y cuando co menzó a tener problemas de movilidad tuve el privilegio de escuchar sus opiniones e ideas sobre múltiples cuestiones de la vida, expresadas con sencillez y claridad, mientras la conducía en auto al Instituto y de regreso a su casa.

La Dra. Dosne Pasqualini entrega un Premio de la Academia Nacional de Medicina a Isabel Kantor. Diciembre 1996