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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094versión On-line ISSN 1850-2628

Temas Mediev. v.13 n.1 Buenos Aires ene./dic. 2005

 

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

BUENO DOMINGUEZ, María Luisa, Milagros y prodigios medievales, una frontera indeterminada, Zamora, Semuret, 2003 (205 pp., ilust.)

   María Luisa Bueno Domínguez -actualmente, profesora de Historia Medieval en la Universidad Autónoma de Madrid- ha venido desarrollando sus investigaciones, desde hace varios años, en torno a las mentalidades y la vida cotidiana -ejemplo de ello son sus obras Pasiones, júbilos y lamentos en la Edad Media (1996), Dejando hablar a la Edad Media: entre lo real y lo imaginado (1997) y Espacios de vida y muerte en la Edad Media (2000), entre otras-.
   Esa línea de trabajo es continuada por la autora en su última obra: Milagros y prodigios medievales, una frontera indeterminada, donde nos introduce en la esfera de lo sobrenatural. Dentro de la "cultura popular" y en el contexto de la vida cotidiana, los temores -que suscitaba lo desconocido, lo misterioso o cualquier fenómeno que no encontrara una explicación "natural"- habrían sido la base para una serie de creencias en las cuales, según Bueno Domínguez, la frontera entre lo mágico y lo religioso resultaría casi inexistente. A partir de esta idea, la autora se centra en el análisis de cuatro aspectos sobrenaturales, cada uno de ellos desarrollado en un capítulo particular: 1) los viajes al Más Allá, 2) el mundo de las hadas, 3) los elfos y 4) la muerte, los muertos y los aparecidos.
   En estos temas, la autora no encuentra grandes diferencias entre la respuesta brindada por el cristianismo (a través del milagro) y la ofrecida por la cultura pagana (mediante la magia). De hecho, los conceptos de "magia" y "milagro" son de suma importancia para este estudio. Si bien la autora define ambas nociones en la introducción, hubiera sido deseable que desarrollara, también, el concepto de "prodigio" ya que, en algunas partes de la obra, equipara este último término con el de magia y, en otras, con lo milagroso. Otra cuestión que llama la atención es que, a excepción de la obra de Richard Kieckhefer, no recurre a trabajos fundamentales dentro de la historia de la magia -como, por ejemplo, los de Lynn Thorndike, Franco Cardini, Norman Cohn, Edward Peters, Keith Thomas, etc.-. De cualquier manera, la pregunta "¿dónde está la frontera entre lo religioso y lo mágico?" es una constante que acompaña al lector a través de los distintos capítulos.
   Una de las cuestiones que preocupaba al hombre medieval era el destino que tendría su alma tras su muerte. De esta manera, el primer apartado está dedicado al análisis de los viajes al Más Allá. En estos viajes, dependiendo de quien los realizara, se podía contemplar ya sea el Cielo, el Purgatorio o el Infierno. Mientras los hombres puros y simples de corazón (santos, en su gran mayoría) eran recompensados con la visión del Paraíso -lugar de luz y armonía e inagotable fuente de gozo y felicidad-, los pecadores debían presenciar los tormentos que les esperaban en el Purgatorio o en el Infierno -por cierto, no siempre se trataba de destinos irreversibles ya que, muchas veces, el "viaje" era una especie de advertencia para que los pecadores corrigieran su forma de vida o se esforzaran en el camino de la perfección-. Elemento común de todos estos viajes es el estado en el que se encuentran las personas comprometidas. A excepción de los periplos realizados en un estado de éxtasis (privativos de santos como Agustín de Hipona, Hildegarda de Bingen o Catalina de Siena), el desdoblamiento del alma se produce durante el sueño, la enfermedad o la cercanía de la muerte. La autora encuentra una experiencia similar a las visiones cristianas del Paraíso en la literatura artúrica. Según su opinión, el sueño por el cual Lanzarote llega a visualizar una especie de "paraíso" no se diferencia esencialmente de los relatos cristianos a los que se ha hecho referencia.
   En el segundo capítulo, el lector se adentra en el "mundo de las hadas". En relación a este tema, se podrían señalar dos aspectos de importancia. En primer lugar, Bueno Domínguez considera los espacios propios de estos seres sobrenaturales, destacando particularmente dos: las fuentes y los bosques. Ambos elementos son analizados desde dos puntos de vista. Por un lado, se hace referencia al conjunto de creencias (provenientes de la cultura pagana) existentes en torno a dichos espacios. Por otro, se señala cuál fue la importancia histórica de los mismos, es decir, qué valor "real" tenían para el mundo medieval.
   El otro aspecto de importancia reside en la relación entre hadas y seres humanos. En este contexto, sobre todo, Bueno Domínguez encuentra puntos de contacto entre la cultura cristiana y la pagana. La autora asimila las hadas con los ángeles del cristianismo. A su criterio, ambos seres comparten una apariencia similar, una sabiduría particular y tienen la función de brindar protección a los seres humanos. Las hadas elegían un sujeto a quien proteger a cambio de un amor incondicional. En este último sentido, la autora intenta justificar ese tema de la entrega amorosa (más allá de todo condicionamiento) citando a san Bernardo y su Tratado de amor a Dios.
   Estos seres femeninos también podían mostrar a sus elegidos los lugares donde habitaban. Los "viajes a los paraísos de las hadas" serían, para la autora, el paralelo "mágico" de los viajes cristianos al Más Allá: el estado previo en el que se encuentra tal elegido, las características físicas y emotivas del lugar que se revela, etc., son algunos de los elementos en los que fundamenta dicho paralelismo.
   Otros personajes del universo sobrenatural son los elfos. A diferencia de las hadas, los elfos tienen características negativas. Esto se debe, en gran medida, al proceso de demonización que sufrieron estos seres por parte del cristianismo, convirtiéndose en la encarnación de los espíritus malignos. No obstante ello, la cultura pagana también los consideraba peligrosos dado los efectos nocivos que producían en los seres humanos (causaban pesadillas, enfermedades, cambios en la personalidad y, sobre todo, engañaban a los hombres). Los elfos, al igual que las hadas, habitan en los bosques y las aguas. De allí, su estrecha relación con la climatología. El hombre medieval se sentía indefenso ante ciertos fenómenos meteorológicos. Las catástrofes y calamidades naturales habrían favorecido la creencia en seres misteriosos y terribles asociados a dichos fenómenos. Los folleti (en Italia) y los sumazzo (en Cerdeña), por ejemplo, se relacionaban con inclemencias del tiempo tales como fuertes vientos arremolinados o inundaciones. A pesar de que esta caracterización es deducida a partir de la Guía de campo de las hadas y demás elfos de Arrowsmith y Moorse, los ejemplos que se dan a continuación corresponden a relatos cristianos que, en palabras de la autora, "vienen a señalar la dificultad de delimitar la frontera entre el milagro y el hecho mágico". En dichos ejemplos, la furia de la naturaleza se debía más a un castigo que Dios mandaba a los hombres por sus pecados que a la presencia de los elfos. En tales circunstancias, las oraciones, las invocaciones a María o a Jesucristo, las peticiones a los santos, la posesión de reliquias, la señal de la cruz y el agua bendita podían calmar esas fuerzas naturales y volverlas propicias para los seres humanos. De esta manera, Bueno Domínguez considera que esos elementos religiosos compartían cierta connotación mágica con aquéllos utilizados en prácticas paganas. Ya sean los elfos o el propio Dios, la causa de la climatología adversa quedaba en la esfera de lo sobrenatural. Por lo tanto, dentro de esta esfera, no se podían marcar límites precisos entre el hecho mágico y el hecho religioso -opinión de la autora que no es compartida por muchos especialistas en la historia de la magia, quienes entienden lo contrario: la magia era obra de los demonios en tanto el milagro era de origen divino, distinción convenientemente formulada por la Iglesia-.
   El último capítulo está destinado a la muerte. Las circunstancias de la misma eran variables: podía ser repentina o aceptada como una etapa natural de la vida, acaecer en un entorno desconocido o con una larga agonía previa, ser buscada por la propia persona (como el caso del suicidio) o producto de un accidente. Indudablemente, para una sociedad cristiana como la medieval, la muerte en estado de pecado era una de las cuestiones más inquietantes que existían. Esta situación no sólo era problemática para el muerto -que no encontraba descanso en el Más Allá- sino, también, para los vivos -que podían ser visitados por esa alma condenada-.
   En los ejemplos brindados por Bueno Domínguez se puede apreciar cómo la muerte no constituía frontera alguna entre vivos y muertos. Así, el muerto se podía aparecer a los vivos sin que éstos lo desearan. Muchos de estos aparecidos hacían sus incursiones en el mundo de los vivos con el fin de vengarse, podían ser mensajeros del Más Allá o presentarse a sus familiares para hacerles un pedido -la mayoría de las veces se trataba de oraciones o misas para acortar su estancia en el Purgatorio-.
   En otras ocasiones, en cambio, los vivos conjuraban las almas de los muertos, práctica que nos introduce en el mundo de la nigromancia. La misma fue duramente condenada durante la Edad Media ya que, mediante ella, no sólo se podía convocar el alma de los muertos sino, también, al demonio. Sus objetivos eran varios: adivinación, creación de ilusiones, influencia en las mentes o sentimientos de otras personas, etc. La literatura medieval -sobre todo, eclesiástica- ha dejado muchos ejemplos de esta práctica, ejemplos en los cuales los clérigos aparecían como principales practicantes de esta mancia.
   En todos los capítulos, la autora recurre a la literatura medieval. Sin embargo, hay una fuente que destaca particularmente: el Diálogo de milagros de Cesáreo de Heisterbach. Gran parte de los ejemplos dados por Bueno Domínguez provienen de esta última obra. Sin lugar a dudas, ello se debe a la gran cantidad de historias presentes en el Diálogo, donde lo sobrenatural representa un papel central. Por otra parte, y a nivel de obras generales, los trabajos de Claude Lecouteaux -Enanos y elfos en la Edad Media, Fantasmas y aparecidos en la Edad Media, Hadas, brujos y hombres lobos en la Edad Media y Demonios y genios comarcales en la Edad Media- y de Ariel Guiance -Los discursos sobre la muerte en la Castilla medieval (siglos VII-XV)- se transforman en las bases a partir de las cuales la autora fundamenta sus análisis.
   En conclusión, la obra de María Luisa Bueno Domínguez es un prolijo trabajo para todos aquéllos que deseen introducirse en el mundo de lo sobrenatural durante el período medieval. Milagros y prodigios medievales se inscribe en la tradición de la historia de las mentalidades y es fiel al concepto de longue durée. No obstante ello, no se debe olvidar que, si bien la historia de lo sobrenatural -y, en particular, de la magia- necesita de amplios encuadres temporales, no se trata de una historia inmóvil, carente de cambios o transformaciones.

Marina Jaciuk

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