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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. v.5 n.9 La Plata jul./dic. 2004

 

Silvia M. Ratto (2003), La frontera bonaerense (1810-1828): espacio de conflicto, negociación y convivencia, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”, 201 p.

María M. Bjerg (2004), El mundo de Dorothea: la vida en un pueblo de la frontera de Buenos Aires en el siglo XIX, Buenos Aires, Imago Mundi, 123 p.

Carlos D. Paz 1

1 IEHS-UNCPBA / CONICET. E-mail: paz_carlos@yahoo.com

   Dos recientes trabajos sobre el mundo de las fronteras bonaerenses, constituyen, sin duda, un aporte al conocimiento de las relaciones sociales que allí tuvieron lugar. Estudios que, por el abordaje de problemas en común, así como por el marco temporal tratado pueden ser analizados en conjunto sin perder de vista los aportes que cada uno de ellos realiza. Dado que creemos que siempre es necesario tener un buen conocimiento de los marcos en los cuales se desarrollan los procesos sociales comenzaremos con un análisis del trabajo de Ratto, La frontera bonaerense. 
    Ratto señala atinadamente que uno de los faltantes en la historiografía es la ausencia de explicaciones sobre el proceso de conformación del espacio provincial bonaerense (Ratto: 17) (1), dónde la expansión territorial y humana no se llevó a cabo sobre una tabula rasa. Muy por el contrario los espacios de la llanura pampeana fueron, desde mucho antes de aquel proceso, ámbitos poblados por distintas sociedades indígenas con disímiles grados de integración tanto entre si como con las sociedades intrusivas. Para ello, Ratto comienza el análisis de la conformación territorial dando cuenta de algunos de los principales sucesos acaecidos en los espacios de frontera, poniendo el énfasis en las negociaciones entre el poder central bonaerense y distintas facciones de poder indígenas representadas por algunos caciques de las principales unidades sociales indígenas (Ratto: 25-68). Las políticas tendientes a lograr estas negociaciones son las que la autora califica como de erráticas, durante la década de 1820, ya que “combin[aron] tratados de paz con incursiones militares, frecuentemente dirigidas hacia los mismos grupos indígenas con quienes se había pactado” (Ratto: 34).  
    Estas políticas empleadas para con las poblaciones indígenas de las pampas –y los sectores no controlados de la población hispano-criolla que residía con aquellos-, estimamos, no fueron erráticas. Sólo podemos pensar en políticas erráticas, si es que las analizamos como una mera sucesión de acuerdos y rupturas con las poblaciones indígenas. Esta sucesión de paces y desavenencias, tenían como objetivo generar una relación lo más acorde posible a las posibilidades reales del Estado provincial de negociar una agenda política con los indígenas, tal como señala Ratto al momento en que presenta las quejas y adhesiones de los hacendados de las porciones norte y sur de la provincia de Buenos Aires (Ratto: 89). Estas alternancias entre paz y conflictos abiertos son las que justifican las quejas de aquellos pero que a su vez son las que permiten captar la multiplicidad de las estrategias que poseían los indígenas (2). Estrategias que a su vez eran percibidas en los pueblos de campaña como Tandil quedando registradas, por ejemplo, en una fuente cualitativa como el diario de Dorothea Fugl. 
    Problemas como la vida conyugal, muchas veces “deshecha” –a los ojos de una Iglesia que propugnaba por controlar a la población y que algunas veces reclamaba que los curas mediaran en los problemas que amenazaban con disolver la “paz” de la ciudad (Bjerg 53)-; la conflictividad, que tenía lugar en estos poblados y que muchas veces no era juzgada justamente por la inserción social que detentaban los sujetos posibles de pena (Idem 55); el rol de la Iglesia, como ámbito de sociabilidad  y control sobre la población (Idem 71 y 59) la cual, muchas veces, tejía esa memoria sin tiempo de los malones, son, entre otros, los que relata Dorothea y analiza Bjerg. 
    Si bien ambas sociedades estaban profundamente conectadas sin perder su especificidad, buena parte de esta era el resultado de un proceso de diálogo fecundo entre ambas sociedades. Dentro de este proceso constatamos el peso que poseían las relaciones comerciales para una y otra sociedad; relaciones que eran por demás fluidas. Una de ellas y quizás la más significativa tanto para una parte de la historiografía, preocupada por dar cuenta de los enfrentamientos entre ambas sociedades, así como para aquellas sociedades, lo constituyó el malón. 
    Leamos el relato de Dorothea acerca de los rumores de un malón: “no puedo imaginar que sólo nos separan unas cuantas millas de los salvajes [...] los que viven en la frontera con los indios anuncian intranquilidad, en cambio aquí no se advierte miedo a un malón ya que ellos respetan a la milicia” (Bjerg 95). Los malones, para mediados del siglo XIX,  se habían constituido en una empresa económica militarizada que ponía en funcionamiento las estructuras político y económicas de ambos lados de la “frontera”.  
    Para la sociedad indígena era tanto la culminación de deliberaciones previas dónde se discutían las oportunidades de llevarlo a cabo, así como un mecanismo de presión hacia la sociedad intrusiva. Los malones, generaban un importante ingreso a los indígenas ya que uno de los botines más cotizados eran las cautivas (3). Sobre este punto Ratto señala la importancia de las mismas atribuyendo a ellas un valor como una forma de poner un fin a los niveles decrecientes de población en períodos conflictivos (Ratto: 123). Los cautivos en las sociedades indígenas, es muy cierto, cumplían una amplia gama de funciones económicas y políticas. Sin embargo es un tanto aventurado suponer que las cautivas cumplían una función bio-reproductora tendiente a sopesar las crisis poblacionales. No obstante no estamos proponiendo que no hubo hijos de esas uniones y que algunas de ellas dieron por resultado hombres que lograron acumular cuotas de prestigio, poder y riqueza. Lo que estamos proponiendo, en desacuerdo con Ratto, es que muchas veces la práctica de tomar cautivos, si bien responde a algunas viejas tradiciones prehispánicas, en algunas ocasiones tenía la finalidad de contar con bienes de cambio de un valor relativamente alto para quién quisiera efectuar el rescate de las piezas (4). 
    La mayor de las veces, el rescate de algunos de estos cautivos tenía lugar luego de extensos parlamentos -problema en verdad inexplorado por la historiografía. El proceso tendiente a recuperar esas personas, se encuentra esbozado en ambos trabajos los cuales nos brindan dos visiones que se complementan muy bien y que nos permiten acercarnos aún más a ese mundo tras las fronteras. Dorothea Fugl, nos permite conocer algunas instancias de deliberación y acuerdos con los “otros” que podían sucederse en distintas instancias y con distintos fines. Esto es lo que percibe aquella joven inmigrante danesa al momento en que junto a su esposo, y por su propia curiosidad, conoce un cacique que se encontraba asentado en Azul (Bjerg 114-116). Lo que nosotros podemos corroborar mediante ese encuentro es que Juan Fugl, quien detentaba vínculos comerciales con algunos indígenas así como otros comerciantes (Bjerg 114-116), se entrevistó con el cacique en un ámbito separado de dónde se llevó el encuentro dónde Dorothea conoció a algunas de las mujeres indígenas así como a una cautiva que llevaba algunos años viviendo con ellos; la cual con su conocimiento de la lengua facilitó el diálogo. Claro que no todos los encuentros se limitaban a visitas de cortesía.  
    En los parlamentos, según Ratto, se priorizaban tres cuestiones: la ocupación de la tierra; el rescate de cautivos y los intercambios comerciales (Ratto 137).  Este tríptico de problemas sin lugar a dudas son los que más interesaban a las autoridades ya que atendían a cuestiones fundamentales que necesitaban resolverse. Tal vez por ello es que con mayor peso aparecen en la documentación con la que contamos para el estudio de las sociedades indígenas, pero no por ello debemos de asumir que solamente estos problemas eran los que se planteaban en estas instancias de deliberación. Un punto por demás importante, presente en estos procesos de negociación lo constituye el empleo de formas narrativas que se utilizan como anclajes de la memoria; otro punto que no ha merecido, mayoritariamente, la atención de los historiadores (5) pero que requiere trabajos ya que es sumamente importante poder acercarnos a las distintas formas mediante las cuales las sociedades indígenas estructuraban sus pasados con los presentes que les tocaba vivir. 
    Este es un punto nodal para todos aquellos que pretendemos acercarnos a la historia de los pueblos allende las fronteras. Es muy cierto, tal como lo señala Ratto, que “la reconstrucción de lo que podría llamarse “historia indígena” [...] presenta algunas dificultades derivadas de la falta de documentación escrita producida por los propios autores” (Ratto 119). A pesar de esta limitación mucho es lo que conocemos hoy, y muchos más son los interrogantes que se continúan planteando tanto en las mesas de discusión de los encuentros académicos así como en resultados parciales de investigación; permitiendo constatar que los parlamentos son mucho más que esa manifestación de las percepciones de los grupos nativos así como de los conflictos que se sucedían en el interior de las unidades sociales indígenas: los parlamentos eran verdaderas instancias de negociación y estructuración de las relaciones de poder entre aquellos dotados de la palabra y aquellos que debían brindar su confianza a lo expuesto en aquellas reuniones.  
    Esta forma de representación de la política nos permite acercarnos aún más a las formas de relación entre ambas sociedades; problema que requiere una verdadera integración de las investigaciones. Un punto nodal para esto lo encontramos en la importancia del manejo de la lengua, y de los códigos sociales que en ella se estructuran; algo que ambas investigaciones nos permiten captar. De esta manera vemos a una joven danesa que ofrece, y recibe, agasajos por parte de sus pares aunque sin entender bien lo que allí se trata (Bjerg: 68); otro ejemplo, pero que demuestra lo contrario es aquel indígena que trabajaba como dependiente de una pulpería (Ratto: 179). Estos casos nos permite volver sobre una cuestión primordial para la trama de relaciones sociales; depende de los ámbitos de la vida que queramos prospectar nos encontraremos frente a la necesidad del conocimiento de la lengua por parte de quienes traban relación. En el primero de los casos se trataba de cumplir con “ritos de pasaje” que permitían que Dorothea se incorporara al mundo femenino; el segundo ejemplo muestra que aquellos a los que el mostrador unía, conocían la lengua del otro, lo cual, sin lugar a dudas, permitía fluir información entre ambas sociedades. 
    Estas sociedades, en ese entramado que iban construyendo en el día a día, estaban asistiendo a un proceso de interdigitación de las identidades sociales; proceso dónde las categorías referenciales que los sujetos utilizan para referirse a sus pares o no, van cambiando conforme la dinámica de las relaciones mismas. Por ello es que consideramos un desacierto tomar solo como “vecinos, hacendados y pobladores” a aquellos que podían dar cuenta de su condición por haber nacido al norte del Salado (Ratto: 72). Estimamos que continuar con este tipo de clasificaciones reproduce, en cierta medida, las limitaciones de una historiografía que se supera mediante trabajos como los que aquí comentamos. Las sociedades indígenas es cierto que no detentaban el mismo status que la hispano-criolla, pero creemos que es mucho más enriquecedor para los análisis dar cuenta de las condiciones de los sujetos no a través de los marcos normativos sino más bien mediante criterios de agrupación que permitan dar cuenta de la posición social que construyen, y detentan, en estas sociedades. Claro que aquí estamos frente al mismo dilema al que se enfrentó García (Ratto: 140) cuando no podía definir a los caciques ni por su territorialidad ni por su ascendencia. Territorialidad y ascendencia –entendiendo a ésta como canales mediante los cuales el poder se hace visible- son problemas que aparecen en ambos trabajos pero que no son desarrollados in extenso. Quedando así pendiente un problema más para analizar en este escenario. Sin embargo son muy útiles aquellas referencias de que algunos espacios podían ser aprovechados por casi la totalidad de aquellos que habitaban el espacio pan-araucano –con los riesgos que supone esta misma categorización del espacio- (Ratto; 129 y 26, respectivamente); así como que otros se encontraban bajo el control de determinados sujetos o grupos.  
    El mundo de Dorothea se desarrolló en ese espacio de conflicto, negociación y convivencia que fue la frontera bonaerense, en los años centrales del siglo XIX. Ambos trabajos nos acercan desde distintos ángulos a ese rico mundo de las fronteras dónde una multiplicidad de actores –y de problemas- aún restan ser abordados desde nuevas miradas así como con distintas fuentes que permitan ampliar el arco y gama de problemas y respuestas. Estos dos resultados de investigación comparten no sólo un espacio común sino que además nos permiten acercarnos a los mundos que existían detrás de las porciones controladas por un incipiente estado. Silvia Ratto desde una trama argumentativa convencional, respaldada con una amplia documentación inédita, sobre todo fuentes judiciales, aborda una multiplicidad de problemas sumamente rica; tan atractiva como la misma construcción del relato que nos acerca Mónica Bjerg. El punto mismo de la construcción del relato es un buen eje para presentar un balance de ambos trabajos. 
    En El mundo de Dorothea los actores históricos están mucho más presentes gracias a esa vívida narración, posible, en partes, gracias a la riqueza de las fuentes consultadas así como por esos golpes de intuición a los que el investigador recurre en más de una ocasión. En cambio La frontera bonaerense se nos aparece como en muchas ocasiones se da la discusión teórica en torno de la categoría misma de frontera; por momentos enriquecedoramente ilustrativa por los hechos que podemos conocer, pero los actores de la historia están, parafraseando a Carlos Mayo (6), como en filigrana y ese mismo hecho resta algo sumamente importante a los procesos históricos: la capacidad de agencia de los actores. Esta última cuestión, y su ausencia, es lo que notamos cuando Ratto hace referencia al mundo indígena. Sin embargo esa agencia si está presente al momento en que se analizan las sociedades “blancas” asentadas al norte del Salado.  
    Este problema puede ser atribuido a las lagunas documentales que existen para un análisis de las sociedades indígenas. Empero estimamos que si bien esto puede ser un escollo duro de salvar, no por ello debemos de alejarnos de la posibilidad de construir explicaciones sobre los hechos pasados. Una verdad de Perogrullo es que los actores mismos del drama de las fronteras no conocían el desenlace de la trama donde se encontraban actuando. Por ello es que si bien es necesario conocer el cuerpo documental pertinente a un problema de investigación, es también sumamente útil apelar a recursos heurísticos que alivianen la narrativa, ante la ausencia de algunos documentos, no por ello perdiendo rigor científico (7). 
    El mundo de Dorothea es un excelente trabajo tanto para el lector no avezado en la problemática de las fronteras así como una lectura introductoria para los alumnos del grado universitario ya que el juego entre lo micro y lo macro hacen posible re-pensar y discutir cuestiones netamente del oficio del historiador; en conjunto con esta lectura la investigación de Ratto es un buen complemento ya que el aporte empírico, así como algunas interpretaciones, brindan un balance óptimo entre ambos trabajos.

Notas

(1) Las limitaciones propias de una historiografía centrada sólo en el análisis del proceso de expansión sobre terrenos considerados vacíos es un problema que ha comenzado a ser superado, parcialmente, por la producción historiográfica. Esa producción es la que ha comenzado a acercarnos resultados de investigación tan atractivos como sustanciales son los interrogantes que podemos formularnos a partir de ellos. Entre los trabajos más representativos de esta renovación historiográfica podemos contar el reciente aporte de Carlos Mayo (2004), Porque la quiero tanto. Historia del amor en la sociedad rioplatense (1750-1860), Editorial Biblos, Buenos Aires; que vuelve sobre una problemática inexplorada aún.

(2) Un problema de investigación que espera ser abordado es aquel que nos brinde explicaciones sobre las distintas escalas que tenían las acciones indígenas contra las fronteras de quienes aparecían como sus rivales; aspecto que a su vez se encuentra vinculado con el problema de la preparación de las acciones armadas así como de los tiempos que se requerían para concretarlas. Sobre estos temas hemos esbozado algunas ideas en Paz, Carlos y Claudia Gotta (2003) “Tiempo, tiempos. Historia e historias. Proyecto de captación de las dinámicas sociales de la frontera”. Ponencia presentada en V Congreso Argentino Chileno de Intercambio Cultural. Comisión Nro. 4. Reflexiones sobre conceptos, tiempos y espacios de la frontera. San Juan 24 al 26 de abril de 2003; (2003b) “El análisis de las fronteras inter-étnicas. Una Historia de soluciones plagada de problemas”. Ponencia presentada en V Congreso Argentino Chileno de Intercambio Cultural. Comisión Nro. 13. La Historia Regional y la construcción de las fronteras como espacios sociales. San Juan 24 al 26 de abril de 2003. Por otra parte la “conflictividad” en si misma debe de ser repensada a los efectos de ver en los malones no solo formas de relación violenta entre dos, o más, sociedades, sino como mecanismos de presión hacia fuera de la sociedad indígena como hacia su interior mismo.

(3) Sobre el punto de la toma de mujeres en las incursiones volver sobre Bechis, Martha (2002) “Ángulos y aristas de la guerra por las vacas en los comienzos del siglo XVIII: “Dibertimentos”, asesinatos y rivalidades jurisdiccionales” en Relaciones, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, tomo XXVII, pp. 9-29; así como la extensa documentación inédita que se encuentra en el Archivo General de la Nación (Argentina) en IX-1-5-3. Esta documentación además de ser sumamente valiosa sobre el punto que estamos tratando nos pone delante de las disensiones existentes entre las sociedades indígenas pampeanas.

(4) La problemática del valor de las mujeres, como valor de cambio, tanto entre sociedades indígenas así como de estos con los colonizadores se encuentra excelentemente analizado en Saignes, Thierry (1990) Ava y Karai. Ensayos sobre la frontera chiriguano (Siglos XVI-XX), La Paz, Hisbol; (2000) “Las zonas conflictivas: Fronteras iniciales de guerra” en Historia General de América Latina, Director de Volumen: Franklin Pease, Codirector: Frank Moya, Vol. II, Ediciones UNESCO / Editorial Trotta, Madrid, pp. 267-299. Para el espacio rioplantense Cfr. Paz, Carlos (2004) “Los circuitos económicos indígenas e hispano-criollos y su integración en el espacio chaqueño. Siglo XVIII.” Ponencia presentada en XIX Jornadas de Historia Económica. Mesa 4. Comercio, circulación y mercados. San Martín de los Andes. Neuquén. Argentina. 13 al 15 de octubre de 2004.

(5) Excepciones a esta mención lo constituyen el ya clásico trabajo de Wolf, Eric (1987), Europa y la gente sin Historia, México, FCE; así como los recientes trabajos de Arias, Fabián (2003) “La utilidad historiográfica de la onomástica Tehuelche Septentrional, en el ámbito de las Pampas, durante los siglos XVII-XVIII.” Ponencia presentada en IX Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia - Mesa Temática: Relaciones sociales en los espacios de frontera latinoamericanos. Siglos XVIII - XIX. Córdoba, 24 a 26 de septiembre de 2003; Jiménez, Juan Francisco (2002) Matrilinealidad versus patrilinealidad. La obra de Félix José de Augusta y la polémica acerca de la filiación entre los Reche Mapuche, Centro de Documentación Patagónica, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca; Paz, Carlos (2004) “El proceso histórico de conformación de una identidad común. La nación abipona en el siglo XVIII”, en Dávilo, Beatriz; Germain, Marina; Gotta, Claudia; Manavella, Analía y María Luisa Múgica (coords), Territorio, memoria y relato en la construcción de identidades colectivas, UNR Editora, Rosario, t. III, pp. 81-90; Vezub, Julio (2002) "La ´Secretaría de Valentín Sayhueque´. Correspondencia indígena, poder e identidad en el País de las Manzanas (1860-1883)", en Revista de Estudios Trasandinos, Mendoza, nº 7.

(6) Hacemos referencia a Vivir en la Frontera. La casa, la dieta, la pulpería, la escuela (1770-1870), Editorial Biblos, Colección Historias Americanas, Buenos Aires, 2000.

(7) Un buen ejemplo de este punto lo constituye Djenderedjian, Julio (2004) “Del saqueo corsario al regalo administrado. Circulación de bienes y ejercicios de la autoridad entre los abipones del Chaco oriental a lo largo del siglo XVIII”, Folia Histórica del Nordeste, Resistencia, Instituto de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Nordeste – Instituto de Investigaciones Neohistóricas, nº 15, pp. 175-195.

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