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Enfoques

versión On-line ISSN 1669-2721

Enfoques vol.24 no.1 Libertador San Martín ene./jul. 2012

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

DIOS, dioses y diositos. Una lectura de la primera parte del Popol Vuh en comparación con los primeros capítulos del Génesis


Milton Hernán Bentancor

Universidad de Caxias do Sul

Correspondencia.
Milton Bentancor: bentan68@gmail.com


Recibido: 16 de enero de 2011
Aceptado: 28 de junio de 2012

 


Resumen

En este artículo deseamos observar, desde el punto de vista literario, el relato de la Creación contado por los indígenas mayas-quichés en el Popol Vuh y compararlo con el relato bíblico del Génesis. Encontrar los puntos en común y las diferencias entre los dos textos nos llevará a observar la idea de la divinidad que los dos textos presentan, además de la cosmogonía mostrada y los estilos literarios utilizados en cada caso. Siendo que las diferencias son más, en cantidad y en profundidad, que las semejanzas, este análisis permitirá ahondar en la idea de la perfección y organización del Dios bíblico frente a la cercanía a la imperfección humana de los dioses americanos precolombinos.

Palabras clave: Literatura, Dios, Dioses, Relato de la Creación

Summary

In the following paper we want to observe, from a literary point of view, the story of Creation in the Popol Vuh told by the Mayas - Quiches indigenous and compare it with the biblical story of Genesis. Finding the commonalities and differences between both texts will approach us to the idea of divinity that they present. Besides, we will be able to see the cosmogony and the literary stiles used in each case. As there are more differences (in quantity and in depth) than similarities, this analysis will let us go deeper in the idea of perfection and organization of the biblical God, as opposed to the almost human imperfection of the pre - Columbian American gods.

Keywords: Literature, God, Gods, Story of Creation


 

INTRODUCCIÓN


El Popol Vuh1 (El libro de los consejos) de los mayas-quichés es fuente de profundas discusiones desde el punto de vista histórico, literario, religioso y cultural. Esto porque el texto en cuestión es la única obra que nos llegó completa desde los pueblos precolombinos, en este caso de la región de la actual Guatemala, y refleja las creencias y tradiciones de los indígenas antes de la llegada de los descubridores y colonizadores europeos.2 El problema se presenta porque la versión original, escrita en jeroglíficos, fue traducida (¿modificada?) por el fraile dominicano Francisco Jiménez a comienzos del siglo XVIII.

Las posiciones que se enfrentan en estas discusiones van desde un extremo que acepta el texto como una versión (más o menos cercana) a un original maya-quichéhasta otro que juzga la obra como una tarea absolutamente occidental, cristiana y española, usada para la cristianización de los indígenas.3
Sin querer entrar en esa discusión, demasiado extensa para los espacios y los tiempos de este artículo, vamos a aceptar -igual que la mayoría de los críticos- el corpus literario que llegó hasta nuestros días como una obra que refleja, en algunos aspectos básicos, la cosmogonía maya-quiché.4 Partiendo de este presupuesto vemos, en este texto amerindio, algunos conceptos relacionados con la creación del mundo que ganan algunas particularidades si los comparamos con los presentados en el relato de la creación de la Biblia.

Mucho más allá de la típica dicotomía de monoteísmo contra el politeísmo, queremos observar otros aspectos (desde el punto de vista literario) presentados en los dos relatos que nos permitan ver algunos detalles que nos parecen válidos para este trabajo.

LA DESPROLIJIDAD DE LOS DIOSES

En primer lugar, desde el punto de vista estrictamente literario, llama la atención, la desprolijidad con la que el relato maya-quiche se organiza. Llamamos desprolijidad a la característica del relato que nos lleva (como lectores) de un tiempo a otro, sin demasiadas interrupciones ni explicaciones. El punto de vista del narrador es claramente desde un presente a un pasado, desde lo que el lector original conocía hacia lo que la cultura y la creencia de los antepasados enseñaban.5

No vemos en este texto precolombino la intención literaria de "desconstrucción" que observamos en algunos autores del siglo XX, por ejemplo, varios escritores latinoamericanos pertenecientes al boom; sino un trazo propio de la obra que, entre otros elementos, no toma en consideración los aspectos temporales para el relato. Si observamos la cadencia, el ritmo, del relato del Génesis y comparamos los dos relatos cosmogónicos, el último presentará una estructura y una organización tan claras y metódicas que el relato amerindio se acerca a lo caótico.

Sin embargo, la riqueza literaria del relato indígena es indiscutible. Justamente en esas características antes mencionadas -su desprolijidad, su caos- es donde reside su fuerza, su brillo, su color.  

En la lectura de los primeros fragmentos de ambos libros el lector siente como si estuviese siendo invitado a una cena de gala, perfectamente organizada y estructurada con el relato bíblico, al tiempo que en el relato americano el lector consigue entrar en la cocina, donde cada plato es preparado, donde están las ollas sucias, donde los ingredientes se desparramaron, se cayeron, quedaron abiertos.6

Esta realidad -diametralmente opuesta a la que presenta el relato bíblico- nos acerca a un elemento creador mucho más humano e imperfecto que el creador del Génesis. Mientras este último desarrolla su acción creadora desde la más absoluta objetividad y perfección, el elemento creador amerindio la desarrolla en medio de una serie de idas y venidas, de pruebas y errores, de intentos y discusiones que son impensables en el universo literario presentado por el relato bíblico de los orígenes.

Inicialmente, el silencio, el desorden y la oscuridad son elementos que igualan a los dos relatos. Mientras el Génesis resume el momento en apenas dos versículos, siendo el primero una introducción general al relato, sin explicaciones previas ni posteriores ("En el principio creó Dios los cielos y la tierra."; Génesis 1:1); el Popol Vuh se explaya en explicaciones y comentarios, comparaciones e ideas que van sumando palabras, frases y párrafos que llegarán a pintar un cuadro mucho más rico -literariamente hablando- que el creado por Moisés.7

Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma y en silencio; todo inmóvil, todo apacible y en reposo, y vacía la inmensidad del cielo. Esta es la primera historia, el primer relato. Aún no había un solo hombre, un solo animal. Ni pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cavernas, barrancas, plantas ni selvas. Solo estaba el mar ilimitado, en calma; y el espacio del cielo en toda su extensión.8

LA PALABRA Y LA LUZ, DE ORIGEN DIVINO

Delante del caos que es la tierra sin la presencia de la divinidad, los dos textos presentarán como solución la palabra y la luz, que tienen origen divino. En el caso del texto de los indígenas americanos, la luz -con tonalidades verdes y azules- será suficiente como percibir la presencia de los dioses. En el caso del relato bíblico, la luz es la primera manifestación del poder creativo de Dios. Así, la luz será consecuencia del poder que tiene la palabra divina quebrando el silencio reinante. "Y dijo Dios: '¡Que exista la luz!' Y la luz llegó a existir."9

En el texto amerindio, la luz es una característica divina y la palabra es otra, sin que tengan entre ellas ningún tipo de relación establecida; apenas comparten la fuente.

La palabra en el relato bíblico es poder creativo; en el relato maya-quiche es, inicialmente, medio de comunicación entre los dioses. Comunicación que se hace soberanamente imprescindible porque ellos -los dioses mayas- deberán ponerse de acuerdo para definir los pasos a dar en relación con la creación del mundo en general y del hombre en particular. 

Entonces llegó la palabra. Tepeu y Gucumatz vinieron juntos, en las tinieblas, en la noche. Se consultaron entre sí, meditaron y deliberaron; se pusieron de acuerdo y unieron su voluntad y su pensamiento. Y [cuando deliberaron] se hizo evidente que al despuntar el alba debía existir el hombre.10

Volvemos a la "cocina" de la creación. Vemos -o mejor, escuchamos- a los dioses conversar, discutir, definir entre ellos los pasos que darán para alcanzar, en el tiempo que se autodeterminaron ("[...] se hizo evidente que al despuntar el alba debía existir el hombre.") su objetivo: un ser que los adore y les preste reverencia.

El orden y la perfección creadora del Dios del Génesis hacen que no tengamos sorpresas a lo largo del relato. Dios dice, y lo dicho se cumple con perfección; tanto que al final de cada jornada de creación se escuchan las palabras de satisfacción que así lo demuestran: "Y vio Dios que era bueno" (Génesis 1:12, 18, 25). La misma estructura literaria se repetirá a lo largo de los primeros cinco días de la creación: Dijo Dios. Así se hizo. Vio Dios que era bueno.

Ya en el Popol Vuh, el relato sigue caminos sustancialmente opuestos. Dioses, con nombres diferentes y una indefinición de género y especie comenzarán el proceso creativo. 

¿A QUIEN SE DEBE ADORAR?

La primera dificultad que se le presenta al lector del texto precolombino es que nunca quedará claro si Tepeu y Gucumatz son los dioses creadores, si ellos son los artífices de la creación pensada por otro dios/es más poderoso/s, como podría ser Hurakán, el Espíritu del Cielo o si ellos son los organizadores de una creación colectiva que involucra, no sólo a estos dioses ya mencionados, sino también a los antecesores de éstos que aparecerán en escena cuando la fuerza creadora y el trabajo de los primeros sean insuficientes.

De cualquier manera, ellos (Tepeu y Gucumatz) son los que usarán la palabra para crear la tierra, los vegetales, las montañas, los valles y los animales; que son el primer intento de creación de una criatura11 que cumpla el objetivo primordial de la creación desde la concepción maya-quiche: adorar a los dioses y honrarlos.

Quizás la pregunta sea ¿a qué dioses tienen que adorar? ¿A Hurakan, que parecería ser un deidad superior? ¿A Tepeu y Gucumatz que con el paso del relato se van desdibujando como dioses y van tomando la apariencia de divinidades menos importantes? ¿A todos los seres de orden celestial? ¿Por qué, si estos dos son divinidades menores, son los encargados de la creación del mundo? ¿Son los albañiles de un edificio creado por el Arquitecto del universo que no se "rebaja" a realizar la obra manual de la creación? La indefinición se mantendrá durante todo el relato y las preguntas se irán sumando, dejando varias lagunas sin completar y enriqueciendo las posibilidades de lectura.

Sin embargo, el objetivo es tan claro y tan contundente, que intentarán cumplirlo y alcanzarlo por medio de los animales, si éstos los alaban. No conseguirán más que graznidos y aullidos que no satisfacen a los dioses. En este momento parecería que "los dioses" que se satisfacen o no con la "adoración" que los animales son capaces de brindar no son otros que los ya mencionados (Tepeu y Gucumatz), aunque también se podría suponer una definición de este aspecto específico en manos de divinidades superiores -por identificarlas de alguna manera- que el texto no menciona, pero que serían los verdaderos receptores de la adoración y la honra.

Cambiemos nuestra palabra, porque no han podido adorarnos ni invocarnos. Tendrán sustento y alimento, pero sus moradas serán los barrancos y las selvas. Crearemos otros [seres] que nos obedezcan y nos adoren.12

Frente al primer intento fallido, a la primera equivocación, a la primera marca de no-perfección, deben partir hacia una segunda posibilidad, una segunda opción; van intentando, parecería que a través del método "prueba y error", crear el universo, más específicamente, el ser que los alabe.

Los dioses mayas-quichés se equivocan. No se acercan al ser humano en los mismos aspectos que los dioses del panteón greco-romano, pero son tan antropomórficos como aquellos en su capacidad de error. Tal como lo hará la criatura a lo largo de su existencia, la opción de "prueba-error-acierto" será el camino que recorrerán hasta alcanzar sus objetivos. No existe en ellos la perfección absoluta del Dios bíblico. En ellos, como en niños que descubren sus posibilidades, se observa la sorpresa al intentar acertar. Aciertos que fueron fáciles mientras los objetos "del paisaje" fueron creados: tierra, mar, montañas, valles. Pero ante la verdadera exigencia del ser inteligente que pueda compartir con ellos el don de la palabra, no para crear sino para adorarlos, las limitaciones -tan humanas- se suman. Solos, no lo consiguen.

Frente a esta incapacidad vuelven a surgir las preguntas que presentábamos unos párrafos antes, en relación al "nivel de deidad" que Tepeu y Gucumatz representan. ¿Ellos se equivocan porque son dioses menores? ¿Si fuera Hurakán quien estuviese realizando la obra creadora, se equivocaría igual o sería un proceso más perfecto? ¿Los errores que el texto nos informa, son los únicos? ¿Hubo más y el texto no los relató? ¿Estos errores son compartidos por todos los dioses mayas-quichés? La indefinición en el texto es tal, que no se encuentran respuestas específicas a estas preguntas ni a otras cuestiones que surgen con la lectura.

EL HOMBRE DE BARRO... OTRO INTENTO FALLIDO

En su cercanía esencial al ser humano, los dioses mayas-quichés necesitan ayuda. Convocarán a otros poderes (antecesores, dioses, animales que parecen más inteligentes que los creadores) para que colaboren con ellos. Intentan, juntos, crear un hombre de barro.

Las reminiscencias bíblicas son muy fuertes, pero los resultados de las lecturas son opuestos. Al tiempo que el hombre de barro bíblico es hecho con las manos de Dios, por lo tanto único y perfecto; el maya-quiché no consigue ni sostenerse ni andar.

El relato amerindio no especifica si los dioses intentaron crear al hombre con el poder de su palabra o si -tal como lo relata Moisés- se ensuciaron sus manos con el polvo de la tierra a fin de realizar la obra prima de la creación. De cualquier manera, lo que sí deja claro es que a través de la palabra o de una obra moldada, el hombre de barro de los dioses mayas-quichés no consigue satisfacer las necesidades de éstos.

Este punto nos parece esencial y básico en la lectura del Popol Vuh como obra de catequización española/cristiana/occidental. La presencia en el texto de un hombre de barro produce, como dijimos, reminiscencias bíblicas muy fuertes; pero justamente en los destinos opuestos que se presentan se abre la duda de la presencia tan clara de los sacerdotes en el proceso de la cristianización de los indígenas. Para los religiosos que llegaron a América el relato del hombre de barro era, además de verdadero, el único válido. Aceptar un texto que presente, como si fuese una parodia, el mismo concepto con un final tan diferente, no es el perfil que los conquistadores y catequistas españoles mostraron para con los aspectos culturales y religiosos de los indígenas. Para ejemplificar, sirva la siguiente cita:

El afán de erradicar la idolatría motivó a las autoridades eclesiásticas a quemar los libros en la región maya y en otras áreas de los pueblos autóctonos. Además, se decretó la prohibición de "canciones" y otras prácticas por el III Concilio Provincial Mexicano de 1585.13

Si los sacerdotes, como dice una línea de investigación, modificaron el texto original, en este punto fueron extremamente benevolentes con las creencias indígenas, como no lo fueron con -casi- nada más. Tanto es así que este libro es, en su conjunto, como se mencionó al inicio del presente artículo, el único que nos llegó organizado desde la antigüedad. El resto de la producción cultural y religiosa fue destruido por la incomprensión del colonizador.

Volviendo al estudio del texto. El Dios todopoderoso, que habla y crea con una seguridad absoluta podría, dentro del marco de la lógica del texto, apenas hablar y crear al ser humano. Hay, por motivos que cada lector puede imaginar, una decisión clara y categórica de crear al hombre de una manera diferente. El ser todopoderoso, el Dios bíblico, no necesita hacerlo así. Él podría continuar con su obra creadora desde el poder de su palabra. Elige otro camino. Un camino que lo acerca a su criatura. Criatura a la que no le exigirá nada; por el contrario, a quien le dará todo: un lugar para vivir, una actividad para desarrollar, un tiempo para encontrarse.

El relato bíblico se demora -dentro de los enjutos límites propuestos por Moisés- para hablar del jardín del Edén, el paraíso entregado para que sirva de morada para el ser humano. También se ocupa del trabajo -según el texto, sin exigencias físicas- señalado a la primera pareja humana y, finalmente, Moisés separará un fragmento para hablar del tiempo sagrado separado por Dios para encontrarse con la criatura. En ningún momento se presenta la exigencia de la adoración o de la alabanza; en realidad, está más cerca de la idea de una divinidad que busca el contacto y la compañía de la criatura, más que la de un Dios que debe ser buscado.

El Dios bíblico es de un altruismo absoluto. Da todo lo que tiene. Da todo lo que el otro -su criatura- puede llegar a necesitar. Le da, incluso, la posibilidad de rechazarlo.

Los dioses del relato indígena rechazan a sus criaturas cuando éstas no consiguen cumplir con lo que ellos imaginaron que era su destino. Aconteció con los animales, acontece con el hombre de barro y acontecerá con el hombre de madera, el tercer intento.

LLEGÓ EL DILUVIO

La lógica del anónimo autor del Popol Vuh es muy fuerte, quizás reflejo de la lógica de todo el pueblo. Si el problema del hombre de barro era que no se podía sostener, se busca para el nuevo intento una materia prima, un material que sea firme, duro y que "naturalmente" se sostenga: la madera. Sin embargo, el intento es, nuevamente, fallido.

Andan, se multiplican, hablan. Pero no tienen memoria, por lo que no recuerdan a quiénes deben rendir loor y adorar. Serán obviamente rechazados. Es interesante que además de un nuevo error por parte de los dioses (o de los progenitores), además de un nuevo rechazo divino, además de la repetición de la desilusión, estos seres tendrán un destino sobre la faz de la tierra: sus descendientes serán los monos.

Este detalle nos abre un sesgo temporal en el que nos detendremos brevemente. Si el ser que adorara a los dioses tenía que ser creado antes que salga el sol, ¿cómo consiguieron los hombres de madera reproducirse? ¿Un milagro de las divinidades? Si tienen poder para hacer que los seres se reproduzcan, ¿por qué no lo usan para darles la inteligencia necesaria para que los adoren? La respuesta más obvia sugiere lo que habíamos anunciado al inicio del texto: el aspecto temporal es totalmente secundario en el relato amerindio y marca de la desprolijidad estructurante del mismo.

Definidamente, el tiempo que los dioses se autoseñalaron para cumplir con su misión creadora ha sido (desde el punto de vista de la lógica) sobrepasado. En realidad, el texto omite cualquier información específica sobre este aspecto, por lo que podríamos relativizarlo de tal modo que deje de ser un elemento primordial, como se suponía al inicio del relato, cuando parecía -de algún modo- importante. Decía el texto: "[...] se hizo evidente que al despuntar el alba debía existir el hombre". 

En un fragmento bastante interesante, por presentar un tono muy diferente al resto del texto, todos los elementos creados (en una versión cómica e indígena de la revolución de las cosas) los atacan y se vengan por el mal uso que estos hombres de madera les dieron. Las piedras de moler, cansadas de ser torturadas al obligarlas a que se pegasen entre ellas, aprovechan la revolución para pegarles a los hombres de madera. Los perros, hartos de ser maltratados, los muerden. Más allá de los aspectos cómicos que el fragmento presenta, llama la atención la humanización de los objetos y la liberalidad de los dioses para con éstos, en contraste con la rigidez con la actúan en relación a la criatura que los debería adorar. Quizás el alto destino marcado por la divinidad a las criaturas inteligentes les marca, también, su abandono cuando no llegan a satisfacer las normas señaladas.

Y si esta situación no fuera suficiente, los dioses deciden poner fin a esta raza con un diluvio que, en lugar de ser de agua, es de resina. Más allá de la nueva reminiscencia bíblica (por más que la idea de un diluvio universal aparece en varias culturas antiguas) llaman la atención dos aspectos: (1) la lógica del pueblo maya-quiché, que entiende que un diluvio de resina sería más destructor que uno de agua; (2) las antropomórficas divinidades mayas-quichés se equivocaron nuevamente. 

Con nuestra mentalidad occidental, cristiana y culturalmente tan marcada por las enseñanzas bíblicas, pensar en un dios que se equivoca nos es muy extraño. Si se equivoca, no es Dios. Pensar en un dios que se equivoca dos veces, nos resulta casi imposible de entender y menos de aceptar.

FINALMENTE EL HOMBRE PERFECTO. DEMASIADO PERFECTO

Desde el punto de vista estrictamente literario, el texto entra en un extenso puente narrativo que llevará al lector -antes de cerrar la primera parte del libro- a conocer la historia de los tres soberbios, personajes que no son dioses pero el relato los coloca en una situación de superioridad esencial en relación con el hombre... que todavía no fue creado. Además de la incongruencia comparativa, estos tres soberbios se suman al ejército de personajes que no son humanos pero para quienes no tenemos elementos para clasificarlos dentro de un orden jerárquico, si lo hay, entre las divinidades.

Luego de este pasaje, el libro presentará a la primera pareja de hermanos semidioses que intentarán organizar el cosmos: Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.14 No lo consiguen. Serán derrotados por sus enemigos, los señores de Xibalbá, los señores de la muerte. El primero de los hermanos, a través de su saliva que caerá en la mano de una virgen, concebirá a los verdaderos héroes, Hunahpú e Ixbalanqué, que conseguirán la victoria donde sus padres habían sido derrotados.

Más personajes sobrenaturales, los señores de Xibalbá, Hun-Hunahpú, Xbaquiyalo, Hunahpú e Ixbalanqué; a todos ellos los imaginamos inferiores a los dioses -a cualesquiera de ellos- superiores a los humanos, pero sin definiciones precisas porque el texto no nos las ofrece. 

De cualquier modo, este universo sobrenatural, por lo menos sobrehumano, deja lugar a historias tan conocidas en el mundo occidental y cristiano, tales como la concepción virginal del salvador. En el texto bíblico, el relato de los Evangelios presentará la participación divina a través de un anuncio y la conocida historia de la Navidad. En el relato amerindio no será un dios quien realice el milagro de la concepción virginal, sino que esta quedará a cargo de uno de estos héroes (héroe derrotado, pero héroe al fin) que aprovechará la curiosidad femenina de una muchacha para escupirle la mano y transformarla en la madre del ser (en el relato indígena seres) que triunfarán sobre los señores de las tinieblas y la muerte, los temidos señores de Xibalbá.15

Cuando la historia de la creación del hombre parece que fue olvidada por el autor del relato, éste cierra el puente literario, retoma el punto -que parecía central y básico en el inicio- y cuenta la última y bien sucedida experiencia de creación de los mismos dioses (más sus nuevos colaboradores) que lo habían intentado en la primera sección del libro.

El proceso creativo final es diferente al inicial. Además de los Progenitores, los mismos que habían intentado hacerlo y se habían equivocado, aparecen nuevos personajes que ayudarán, cada uno a su manera, a realizar la obra final. 

"Yac [el zorro], Utiú [el coyote], Quel [la cotorra] y Hoh [el cuervo], trajeron la comida. Estos cuatro animales les avisaron de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas nacidas en Paxil y les indicaron el camino de Paxil".16

Animales pensantes (pero que según otros fragmentos de la obra no adoran; si lo hicieran, hubieran conseguido satisfacer las necesidades de los dioses) y plantas inteligentes se unen para otorgarle al ser humano su carne y su sangre. La materia prima de la obra creativa será el maíz, retomando el elemento básico de la alimentación del pueblo.17

Más allá de los aspectos económicos y sociales que presenta el texto amerindio al darle al maíz esta trascendencia original, volvemos a señalar la incongruencia que significa -para nuestra mente estructurada según los cánones del siglo XXI- que los dioses necesiten, reciban y acepten la ayuda de animales, seres que ellos mismos habían despreciado. 

Luego de todo el esfuerzo conjunto realizado, el hombre es creado. Consiguen el objetivo trazado. El texto amerindio lo relata así:

Estos son los nombres de los primeros creados y formados. [...] Así se llamaban nuestras primeras madres, nuestros primeros padres. Ellos fueron hechos y formados. No tuvieron madre ni padre; solamente se les llamó varones. No fueron procreados por la mujer, fueron engendrados por el Creador, el Hacedor, los Progenitores. Sólo el poder [sobrenatural] de los Progenitores, el Creador, el Hacedor, Tepeu y Gucumatz fueron creados y formados.18

El texto literario les otorga a los dioses la autoría del prodigio que hizo surgir el hombre. Los mismos que habían fallado en los intentos anteriores en este momento reciben las ayudas ciertas y concluyen su obra. Esta conclusión se consigue por un trabajo mancomunado, una tarea conjunta, quizás con la intención de dejar clara la idea del trabajo grupal, de la vida en comunidad, tan cara a la cultura maya-quiché.

Cuatro seres nacen, dos hombres y dos mujeres. El primero de ellos es el rey que estableció el linaje quiché: Balam Quitzé. Todo el aspecto mítico, típico en las culturas indígenas, se presenta en este momento del texto. Así como Manco Cápac y Mama Ocllo en la cultura incaica, la presencia de Balam Quitzé acerca al pueblo, en este caso el quiché, a un origen divino. No porque su fundador haya sido un hijo del dios Sol, sino porque es el primer hombre creado por los dioses, en una posible lectura: el hijo de los dioses.

Pero el relato de la creación en la cosmogonía amerindia no llega a su fin. Tenemos un capítulo más. Un capítulo al que, nuevamente, podemos acercar el relato bíblico.

Según el texto de Moisés, en la argumentación de la serpiente, el intento de seducción y tentación (Génesis capítulo 3) fue para que los ojos de Adán y Eva se abrieran y pudieran "ser como Dios, conocedores del bien y del mal." (Génesis 3:4). Más allá de todos los aspectos teológicos que esta declaración ofrece, llamamos la atención al concepto de "abrir los ojos". La idea de mayor conocimiento, de más inteligencia, de más capacidad se esconde detrás de la insinuación del tentador en el relato bíblico.

En el Popol Vuh se presenta la idea y la acción contraria. Los mismos dioses que crean al ser humano lo limitan, le cortan su inteligencia, le cercenan su capacidad. La razón que dan para esta actitud es entender que si no lo hacen, los hombres podrían ser tan inteligentes como la divinidad, tener su mismo conocimiento, parecerse demasiado con los creadores.

Terminaron por conocer todo y mirar en los cuatro rincones y en los cuatro puntos [cardinales] del cielo y de la tierra. Pero el Creador y el Hacedor escucharon esto con disgusto. -No está bien lo que dicen nuestras criaturas, los seres que hemos formado. Conocen todo, lo grande y lo pequeño -dijeron. Y por lo tanto deliberaron de nuevo:  -¿Qué haremos con ellos? ¡Que su vista solo llegue a las cosas cercanas! ¡Que no vean más que una parte de la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿No son acaso más que criaturas y obras nuestras? También ellos serán como dioses si no engendran y se multiplican, cuando llegue el alba, cuando el sol ilumine. Solo deshagamos un poco lo que quisimos hacer. No está bien lo que ocurre. ¿Acaso se igualarán con sus creadores, que extendemos nuestro conocimiento a todo lo lejos, que todo lo sabemos y todo lo vemos?19

"Serán como dioses" o "para que no sea como los dioses", lo cierto es que en los dos relatos se muestra una transformación, para peor, al tiempo (literariamente se podría suponer poco) de haber sido creados. Por decisión humana (en el relato bíblico) o por decisión divina (en el relato amerindio) lo cierto es que el ser humano pierde algunas de sus primeras características y se debe conformar, a futuro, con las limitaciones impuestas por esta nueva realidad que lo enmarca, de alguna manera lo mutila y lo desmerece.

COMENTARIO FINAL

Cuando observamos, desde nuestra mentalidad occidental y cristiana las características del Dios bíblico y las de los seres divinos amerindios, no tenemos ningún inconveniente en aceptar al primero como un Dios "de verdad", tal como lo imaginamos, después de tantos siglos de creencias, capaz de todo, sin margen de error, haciendo todo lo que desea, como lo desea y cuando lo desea, sin alteraciones, sin dudas. En contraposición, las divinidades del Popol Vuh no se parecen a la idea de los dioses perfectos que nos imaginamos y construimos con el paso de los siglos, son tan similares a nosotros (en sus dudas, en sus discusiones, en sus necesidades) que nos es difícil aceptarlos como verdaderas divinidades. Quizás, aprendices de dios; posiblemente, diositos. 

 

NOTAS

1 Miguel Ángel Asturias y J. M. González de Mendoza (Trads.), Popol Vuh o Libro del Consejo de los Indios Quiché. 2ª ed. (Buenos Aires: Editorial Losada, S.A., 1969).         [ Links ]

2 Laurette Sejournet, Pensamiento y religión en el México antiguo (México-Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1957).         [ Links ]

3 Entre otros, ver el texto de la doctora Otilia Cortez, de la State University of New York, Oswego: "Intertextualidad y paralelismo entre el Popol Vuh y La Biblia". En: Espéculo. Revista de estudios literarios 14, nº 40 (2008); disponible en http://www.ucm.es/info/especulo/numero40/popolbi.html; Internet.         [ Links ]

Ramón Luis Acevedo, "El Popol Vuh y la novela centroamericana contemporánea". Repertorio Americano 6, nº 3 (1980).         [ Links ]

5 Jan Vansina, La tradición oral (Barcelona: Editorial Labor, 1966).         [ Links ]

6 René García Mejía, "Teatro guatemalteco: época indígena". Conjunto. Revista de Teatro Latinoamericano, número antológico (1993): 60-73.         [ Links ]

7 Adrián Recinos (Trad.). Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché (México: Fondo de Cultura Económica, 1995; 25ª reimpresión).         [ Links ]

8 POPOL VUH Mitos y leyendas del pueblo quiché (Montevideo: Ediciones del Nuevo Mundo, 1993), 31.         [ Links ]

9 Génesis 1:3

10 POPOL VUH, Mitos y leyendas del pueblo quiché, 31.

11 Eduardo Galeano, Memoria del fuego. I. Los Nacimientos (México: Siglo Veintiuno Editores, 1995).         [ Links ]

12 POPOL VUH, Mitos y leyendas del pueblo quiché, 33.

13 Carlos Lenkersdorf, La cosmovisión maya (México: Ce-Ácatl, 1999).         [ Links ]

14 Isabel Rubbo de Licandro y Yllaney Antunez, Aproximaciones al Popol Vuh (Montevideo: Editorial Técnica, 1989).         [ Links ]

15 Manuel Galich, "Puedelotodo vencido el Gran Gukup-Cakish. Minipieza sobre un mito del Popol Vuh. Explicaciones". Conjunto. Revista de Teatro Latinoamericano, número antológico (1993):74-85.         [ Links ]

16 POPOL VUH, Mitos y leyendas del pueblo quiché, 93.

17 Nahum Megged, "Hombres de maíz y el nacimiento de la conciencia". Hispamérica. Revista de Literatura 27, nº 51 (1998).         [ Links ]

18 POPOL VUH, Mitos y leyendas del pueblo quiché, 94.

19 POPOL VUH, Mitos y leyendas del pueblo quiché, 95.

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