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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.16 no.1 Olavarría jun. 2015

 

ARTÍCULOS

Complejidad en montículos de la cuenca de la laguna Merín y análisis de redes sociales

 

Roberto Bracco Boksar, Hugo Inda y Laura del Puerto

Roberto Bracco Boksar. Laboratorio Datación 14C. Ministerio de Educación y Cultura-Facultad de Química, Universidad de la República. Instituto de Antropología, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. Centro Universitario Regional Este (CURE). Av. Gral. Flores 2124, Montevideo, Uruguay. E-mail: braccoboksar@montevideo.com.uy
Hugo Inda. Centro Universitario Regional Este (CURE), Universidad de la República. Av. Gral. Flores 2124, Montevideo, Uruguay. E-mail: hugoboss@paysandu.com
Laura del Puerto. CURE, Universidad de la República. Av. Gral. Flores 2124, Montevideo, Uruguay. E-mail: lau2phy@yahoo.com

Recibido 16 de septiembre 2012.
Aceptado
31 de marzo 2014


RESUMEN

En este artículo se analizan los ejes interpretativos que dominaron la arqueología de la cuenca de la Laguna Merín y se ensaya una aproximación desde el Análisis de Redes Sociales (ARS), con el objetivo de soslayar las limitaciones que imponen la arqueología de sitio y las interpretaciones analógicas y funcionales. La cuenca de la Laguna Merín fue el escenario, desde el Holoceno medio hasta el siglo diecisiete, de una de las modificaciones antrópicas más notables que experimentaron las llanuras de las latitudes medias sudamericanas durante el período prehispánico: miles de montículos fueron progresivamente construidos. A partir de 1980 se los percibe como evidencias de complejidad emergente. Posteriormente se los interpreta como monumentos indicadores de "sociedades intermedias" del "Período formativo temprano" o como pruebas de la "monumentalización del espacio" por parte de cazadores-colectores. Pero al constatarse que son la consecuencia de un proceso constructivo paulatino que involucra cientos/miles de años y que no hay en el registro regional otras pruebas de complejidad, quedó en evidencia una contradicción. La aproximación ensayada desde el ARS no aporta evidencias de complejidad, al menos con las connotaciones jerárquicas y evolutivas de las interpretaciones "monumentalistas". Los resultados obtenidos abren camino para explorar otras dimensiones de la complejidad que no han sido contempladas en forma explícita.

Palabras clave: Arqueología cuenca Laguna Merín; Montículos; Complejidad; Análisis de redes sociales.

ABSTRACT

The emergence of social complexity in the prehistoric mounds of Merin lagoon basin from a social network analysis perspective

This article analyzes the prevailing interpretations of Merín Lagoon basin archaeology and proposes an alternative approach from a social network analysis framework in order to overcome limitations imposed by site-based archaeology and functional-analogical thought. This region saw one of the most remarkable anthropogenic modifications in the South American plains: from the Middle Holocene until the seventieth century thousands of mounds were built. In Uruguayan archaeology from the late 1980s mounds were interpreted as indicators of emerging complexity, and subsequently considered evidence of "Early Formative intermediate societies" or even of the monumentalization of space by hunter-gatherers. However, radiocarbon dates show that the constructive process took place from centuries to millennia. This fact, coupled with the lack of other evidence of complexity, highlights the apparent contradiction in such interpretations. In contrast, a social network analysis approach does not produce evidence of complexity, particularly with respect to the hierarchical and evolutionary connotations of the "monumentalist" interpretations. Following current evidence, a new approach is developed that addresses dimensions of complexity not explicitly considered previously.

Keywords: Merín lagoon basin Archaeology; Mounds; Complexity; Social Network Analysis.


 

INTRODUCCIÓN

¿Complejidad y/o registro complejo?
La cuenca de la laguna Merín se localiza entre 31º - 34º S y 52º - 54º W, en la vertiente atlántica sudamericana. Se extiende a lo largo de 54.000 km2; 30.000 km2 en la R.O. del Uruguay y 24.000 km2 en territorio de Brasil. Se ubica en una zona templada, con una fuerte influencia de la región subtropical. La proximidad atlántica determina una moderada amplitud térmica diaria y anual, como también un alto nivel relativo de humedad atmosférica. En el sector sur, la temperatura y la precipitación media anual son de 17º C y 1200 mm, respectivamente. Aunque no hay una estación lluviosa, se presenta un marcado contraste hídrico entre verano e invierno. En el sector uruguayo de la cuenca, en un paisaje de parches donde predominan los humedales, se presentan siete unidades ambientales principales: 1) sierra, 2) colinas y lomadas, 3) llanuras altas y medias, 4) palmar, 5) valles fluviales, 6) bañados (llanuras bajas) y 7) litoral atlántico (Probides 1999) (Figura 1). Los humedales conforman una franja de tierras bajas, temporaria o permanentemente inundadas, con una superficie aproximada de 500.000 hectáreas. Se trata de una compleja red de bañados, esteros y lagunas, paralelos a la costa atlántica en los departamentos de Rocha y Maldonado, con una importante interfase con otros ecosistemas (pradera, bosque serrano y fluvial, costa oceánica) (Bracco et al. 2008a). El área, de alta biodiversidad y excepcional productividad natural, es la mayor reserva genética de avifauna con que cuenta el país. Reptiles, anfibios, mamíferos y casi 150 especies de pájaros y aves acuáticas habitan los humedales y las zonas de contacto (monte, pradera y palmares). Los humedales albergan una importante fauna de mamíferos que incluye al carpincho Hidrochoerus hidrochaeris, la nutria Myocastor coypus, y una población residual de venado de campo Ozotocerus bezoarcticus (PROBIDES 1999). Se encuentran más de 30 especies de anfibios, así como cinco de reptiles, entre los cuales se cuenta el yacaré Caiman latirostis (aparentemente, ya desaparecido). Se ha reportado la existencia de 80 especies de peces, 30 de las cuales son importantes para
la pesca comercial o deportiva (Díaz Maynard 1996; Cracco et al. 2007). Desde el punto de vista florístico, deben mencionarse los montes indígenas de galería que acompañan la red fluvial, la vegetación psamófila costera, las plantas acuáticas características de los bañados y las casi 70.000 hectáreas cubiertas con palma butiá (Butia odorata) asociada a praderas (PROBIDES 1999; Cracco et al. 2007). La importancia internacional del área para la conservación de la biodiversidad ha sido reconocida mediante acuerdos y programas internacionales (Humedales de Importancia Internacional/ Convenio Ramsar y Reserva de Biósfera, Programa de la Unesco/ MAB).
Los montículos son el fenómeno arqueológico más característico y prevalente de la región. Su distribución excede los límites de la cuenca: se hallan desde el sur de la laguna de Los Patos hasta la laguna de Castillos. Asimismo, se encuentran en los ambientes de humedales de la cuenca alta y media del Río Negro (Figura 1 y 2). En el bajo Río Uruguay y Paraná hay estructuras morfológicamente similares (ver, entre otros, Castiñeira et al. 2013). Los montículos, estructuras monticulares, "cerritos de indios", "terremotos" o aterros (Arechavaleta 1892; Ferres 1927; Naue 1973; Schmitz, 1973, 1976, 1981; Copé 1991, entre otros) son construcciones de tierra con un esqueleto de gravilla y/o tierra cocida. Exhiben variaciones locales de forma, dimensión de plantas y altura. En el sureste del territorio de Uruguay dominan las plantas circulares con un diámetro en el rango de los 30 a 40 m. La altura es la dimensión más variable; de unos pocos decímetros hasta más de 7 m (Bracco et al. 2008a). Los montículos no se distribuyen al azar. Exhiben agrupamiento a diferentes escalas. El primer nivel de agrupamiento se presenta en los cursos medios y altos de la red hídrica y sobre las costas lagunares. En el sureste de Uruguay, la mayor concentración se encuentra en el área de Paso Barranca-India Muerta, donde también se hallan los montículos más altos (Figuras 1, 2 y 3). Aislados o formando grupos se localizan en las planicies y en lomadas al borde de las planicies. En esta segunda posición es donde se encuentran los grupos mayores, que alcanzan los 50 montículos (Campo Alto y Sierra de los Ajos). En las llanuras medias y bajas, los agrupamientos mayores se emplazan en las áreas que presentan mayor oferta ambiental. Al interior de los agrupamientos se observa que las distancias que separan los montículos frecuentemente se repiten. También al interior de los grupos y entre grupos se advierten disposiciones análogas de montículos (Bracco 2006; Bracco et al. 2008a).


Figura 1.
Sector sur de la cuenca de la laguna Merín. Se indican las principales unidades ambientales.


Figura 2.
Montículo del sitio PSL de la localidad de India Muerta-Paso Barranca. Su altura alcanza los 4 metros.


Figura 3.
Localidades de India Muerta-Paso Barranca y Sierra de los Ajos-Campo Alto. Se indican los sitios con montículos (pequeños círculos negros) y las unidades ambientales. Gris oscuro: sierra. Cuadriculado: palmar. Gris claro punteado: bañado.

El registro arqueológico de los montículos está compuesto principalmente por artefactos líticos tallados, óseos, cerámica, restos de fauna, macrorrestos vegetales (coquitos quemados de palmera, Butia odorata y Syagrus romanzoffianum) y enterramientos humanos. Además se hallan, aunque en número reducido, artefactos pulidos: molinos, manos y piedras con hoyuelos, entre otros (Copé 1991; Bracco 2006; Bracco et al. 2008a). La cerámica, en cortes de lámina delgada, exhibe desgrasante de arena cuarzosa y, menos frecuentemente, tiestos y valvas molidas. Las formas dominantes son globulares, cilíndricas y abiertas. La decoración es muy poco frecuente (Capdepont et al. 2002). Los investigadores brasileños asignan la cerámica de los aterros a la Tradición Vieira y Guaraní (Brochado 1969; Schmitz 1976; Schmitz et al. 1991; vide también Iriarte et al. 2000; Iriarte 2007). Los artefactos de hueso más comunes son punzones y puntas confeccionados a partir del metapodio de Ozotocerus bezoarticus (Pintos 2001). Los enterramientos humanos presentan gran diversidad y datan de los últimos 2500 años (Pintos y Bracco 1999; Bracco et al. 2008a). Para la serie recuperada en el sector sur de la cuenca, los hombres dominan en los enterramientos primarios, secundarios y múltiples. Mujeres y niños sólo están presentes en un 35% y 14% de los casos. Elementos interpretados como ofrendas funerarias han sido reportados en el 22% de las inhumaciones. Estos están constituidos principalmente por artefactos de piedra obtenidos por talla, picoteados o pulidos, valvas de moluscos, instrumentos de hueso, colmillos de lobo marino (Arctocephalus australis u Otaria flavescens) y mandíbulas de cánidos (Cabrera 1999; Pintos y Bracco 1999; Bracco et al. 2008a). El registro de silicofitolitos y granos de almidón evidencia un extenso uso de recursos vegetales silvestres y una adopción temprana del cultivo (maíz, cucúrbitas y porotos) entre el 3000 AP (Del Puerto e Inda 2005, 2008) y el 4500 AP (Iriarte 2007). El número de morteros y molinos procedentes de la región no es consistente con un procesamiento intensivo de granos. La cerámica tampoco es abundante y no se ha hallado ninguna otra posible evidencia de almacenamiento (Bracco 2006; Bracco et al. 2008a). Por otra parte, los primeros valores de C13 obtenidos de la fracción orgánica de restos óseos humanos no evidenciaron consumo de maíz (Fregeiro 1996; Bracco et al. 2000a). Análisis recientes hechos en la fracción orgánica (ä C13 entre -19,8 y -21,5‰) y en la fracción mineral (ä C13: entre -11,6 y -16, 6‰), componente proteico y energético de la dieta respectivamente (Harrison y Katzenberg 2003) respaldan aquellos pioneros análisis (Bracco et al. en preparación). Las fuentes etnohistóricas documentan para la región la presencia de sociedades cazadorasrecolectores (Cabrera y Femenías 1991; Cabrera 2000). Estas evidencias, junto con el registro arqueofaunístico y macrobotánico, indicarían que los grupos vinculados a los montículos desarrollaron estrategias de subsistencia centradas en la oferta faunística y florística que brinda el humedal junto con una horticultura sucedánea (López y Bracco 1992, 1994; Pintos 2000; Iriarte 2007; Bracco et al. 2008a). Desde los comienzos de la arqueología sistemática, a partir de las lecturas estratigráficas, se propuso que los montículos fueron construidos en diferentes etapas (Prieto et al. 1970; López 1992, 2000). Pero más de 100 dataciones radiocarbónicas señalan que los montículos no son la consecuencia de un único, ni tampoco de un número reducido de eventos constructivos. Indican que fueron elevados a lo largo de centurias y hasta milenios, como producto de un comportamiento recurrente, redundante y persistente a escala suprageneracional (Bracco y Ures 1999; Bracco et al. 2008a).
El resultado de dicho comportamiento demanda admitir una intencionalidad en la elevación, pero los tiempos de construcción no son consistentes con una estructura proyectada desde sus inicios. Las cronologías radiocarbónicas también han evidenciado una secuencia en la distribución de los sitios con montículos que se correlaciona con cambios ambientales (Bracco et al. 2005, 2011; Del Puerto e Inda 2008; Del Puerto 2011; del Puerto et al. 2013). Los fechados más tempranos señalan que el comportamiento de elevar los montículos comenzó en el área de India Muerta-Paso Barranca durante un período de transición de condiciones húmedas/cálidas a más frías/secas (ca 5.5-4.5 ka 14C AP) (Bracco et al. 2011; Del Puerto 2011). Al instalarse las condiciones más frías y secas se produjo un fuerte incremento en el número de montículos en dicha área (ca. 4.5-3.7 ka 14C AP). Después del 3000 a 14C AP en India Muerta- Paso Barranca, el número de estructuras que se elevan decrece dramáticamente. Hacia el 2000 a 14C AP se instalan nuevamente condiciones húmedas y cálidas, que coinciden con un incremento en el número de montículos que se elevan en las llanuras más próximas a las costas de la laguna Merín. Este cambio, concomitante con cambios climáticos y posiblemente también con cambios en el sistema hídrico local (Bracco et al. 2012), habría sido acompañado de una modificación en la estructura de los sitios. Los más tardíos se encuentran más separados entre sí, al tiempo que exhiben menor número y montículos más bajos (Bracco et al. 2011; Del Puerto 2011).

HISTORIA DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS MONTÍCULOS DE LA CUENCA DE LA LAGUNA MERÍN

En la interpretación de los montículos de la cuenca de la laguna Merín dominaron los sesgos de la arqueología de sitio, las asignaciones funcionales simples y los razonamientos analógicos, asociados a la aplicación de modelos desarrollados para otras regiones, omitiendo lo singular del registro. No se apuntó a contrastar hipótesis. Se persistió en la confirmación. Igualmente, a lo largo de su historia podemos discernir cuatro períodos.

I.- El período Germinal (fines del siglo XIX y comienzos del XX)
Sin omitir las distancias teórico-metodológicas, se debe reconocer que en este período inicial se bosquejaron las principales líneas interpretativas que dominarán por más de un siglo. Arechavaleta (1892) y Figueira (1892) propusieron que son túmulos, y priorizaron su función funeraria. Bauzá (1895), en una obra comprometida con la consolidación del Uruguay como Estado nación, los comparó con los mounds de las llanuras del Mississippi. En el primer tercio del siglo veinte la discusión se reanimó. Ferres cuestionó: "¿Y qué rara tribu sería esa que nos deja a través de los siglos las construcciones de sus cementerios sin que subsista el más mínimo indicio de sus poblados y viviendas?" (1927: 114). Inspirado principalmente en los trabajos de Torres (1911) para el Delta del Paraná, postuló que dichas construcciones en tierra son plataformas para ocupar zonas inundables.

II.- PRONAPA
En las décadas de 1960 y 1970 se desarrolló el Programa Nacional de Pesquisas Arqueológicas (PRONAPA) en Brasil. Enmarcadas en la arqueología histórica clasificatoria, las investigaciones se centraron en reconocer y ubicar cronológicamente los diferentes conjuntos artefactuales que permiten distinguir los períodos por los cuales transitaron las culturas prehistóricas de la región. Las principales técnicas aplicadas fueron la seriación cerámica y la tipología lítica (ver entre otros Schmitz 1973; Schmitz et al. 1991). La caracterización social o económica de los grupos respondía a esquemas difusionistas. Es así que sesenta años después, los investigadores brasileños, atendiendo a que se encuentran en los límites del "área marginal" y citando nuevamente a Torres (1911), reeditaron la interpretación de los montículos como campamentos de grupos cazadores-colectores-pescadores que elevaron el terreno para ocupar zonas inundables ricas en recursos naturales (Schmitz et al. 1991: 223). Se propuso que los montículos presentan dos componentes: uno precerámico y otro cerámico (Brochado 1969; Naue 1973; Schmitz 1973). En el primero (2500-2000 a 14C AP) se halla exclusivamente material lítico asignado a la tradición tecnológica Umbú (Schmitz 1981: 112). El componente cerámico (2000 a 14C AP - s. XVIII) se le asignó a la tradición Vieira, definida por Brochado (1969) y a la subtradición Corrugada de la tradición Tupí-guaraní. La cerámica fue concebida como consecuencia del contacto con grupos del norte (ver entre otros Copé 1991; Schmitz et al. 1991). También para ese entonces, a partir de la interpretación de que los montículos eran campamentos de grupos cazadorescolectores- pescadores, surge la idea de que los conjuntos de montículos (varios campamentos juntos) eran aldeas (Schorr 1975).

III. La irrupción de la "complejidad"
En 1987 se creó la "Comisión de Rescate Arqueológico de la Cuenca de la Laguna Merín" (CRALM) impulsada por el Ministerio de Educación y Cultura (Uruguay). Adscribiéndose al marco teórico de la Nueva Arqueología y buscando una identidad propia, los investigadores uruguayos acometieron contra el esquema brasileño. Se enfocaron en el registro funerario de los montículos y en la magnitud regional del fenómeno cultural. Se hizo hincapié en que los cientos de montículos (ahora estructuras funerarias) que se reconocían en la región no eran un registro esperable para grupos cazadores colectores dispersos, nómades, de alta movilidad y organizados en bandas (Femenías et al. 1991). Se advirtió que al haber extrapolado el cuadro de las culturas autóctonas -reconstruido a partir de fuentes escritas- de la segunda mitad del siglo XVIII y de comienzo del siglo XIX, al período histórico temprano y prehistórico tardío, se omitieron los profundos procesos de cambio cultural que se produjeron durante la etapa inicial de contacto (Cabrera y Femenías 1991; Cabrera 2000). A partir del análisis crítico de las fuentes históricas y de la nueva percepción del registro arqueológico, se concluyó que los grupos responsables de los montículos eran "más complejos" que los grupos originarios que habitaron la región desde la segunda mitad del siglo XVIII (Cabrera 2000). De esta forma, inicialmente, la complejidad se reconoció como una característica relativa, alcanzada por cazadores-colectores gracias a la alta productividad del medio (López y Bracco 1992, 1994). Estas nuevas líneas interpretativas contenían la temeridad del salto inductivo que conlleva la arqueología de sitio. Se tomó como paradigmático el sitio CH2D01, ubicado en el Bañado de San Miguel, excavado entre 1988 y 1993 (Figura 1) En sus dos montículos se hallaron múltiples enterramientos y el registro del área aledaña concordó con un área doméstica (Curbelo et al. 1990). Su estructura consolidó el eje interpretativo "funerario (sagrado)-doméstico", que posteriormente desembocaría en "sagrado-profano / público-privado". Luego de su irrupción, el concepto de complejidad derivó hacia su dimensión evolutiva, con dos vertientes. Por una parte, se percibió a las poblaciones vinculadas a los montículos como grupos transitando hacia, o ya instalados en, el período Formativo. Por otro lado, se vio a los montículos como la manifestación de un proceso de domesticación del paisaje. Este fue el inicio de la cuarta etapa.

IV. Formativo, arqueología del paisaje y aldeas
Esta etapa estuvo guiada principalmente por un eje analógico con dos vertientes. Una se basó en las similitudes morfológicas que presentan los montículos con otras construcciones en tierra extensamente distribuidas en los ambientes de humedales de América (Valle del Mississippi, desembocadura del Amazonas, etc.). A partir de lo ostensible de los montículos, la segunda se cimentó en su apreciación como monumentos. Tras los montículos aparecieron los "constructores de montículos". Por una parte, percibidos como transitando o habiendo alcanzado el Formativo (Andrade y López 1998; Durán y Bracco 2000; Iriarte 2007), y por otra, como responsables de una domesticación del paisaje basada en la construcción de monumentos que integran y componen espacios ceremoniales (López y Giannotti 1998; Gianotti 2000; López et al. 2001, entre otros). Estas dos versiones estuvieron fuertemente influidas por el pensamiento de Tom Dillehay y de Felipe Criado (Bracco et al. 2008a). El alto grado de compatibilidad de ambas aproximaciones desembocó en su hibridación (ver por ejemplo López y Gianotti 1998; López 2001). En un extremo de la primera vertiente se encuentra la propuesta de Iriarte, resultante de un programa de investigación desarrollado en el sitio de Los Ajos (Iriarte et al. 2004; Iriarte 2007). Para el autor, estamos frente a "sociedades complejas del Período formativo temprano". Su desarrollo habría surgido como consecuencia de un deterioro climático ocurrido durante el Holoceno medio, ca. 4000 AP, para luego transitar por dos períodos. Durante el período Monticular precerámico (4190-2930 a 14C AP) "los habitantes de Los Ajos comenzaron a vivir en una aldea circular constituida por áreas domésticas y públicas distintas caracterizadas por el emplazamiento de unidades residenciales alrededor de un área central denominada plaza" (Iriarte 2007: 144). Luego, en el período Montículo cerámico (3000-500 a 14C AP), como consecuencia de "una serie de cambios sociales y económicos significativos", los grandes conjuntos de montículos, como el sitio de Los Ajos, "constituyen aldeas-plazas planificadas que fueron construidas por grupos humanos que practicaban una economía mixta" (Iriarte 2007: 144). La transformación a nivel de registro se expresa por un cambio estratigráfico, interpretado como la remodelación de los montículos, asignada a una "formalización y diferenciación espacial" que concluye en una "aldea bien planificada" (Iriarte 2007: 156-159)1.

La impertinencia del registro
En el comienzo del milenio, a medida que las investigaciones incluyeron más sitios, se comenzaron a constatar hechos que contradicen los supuestos básicos de las interpretaciones desarrolladas a partir de 1990 (Bracco et al. 2008a). Los principales son: 1) sólo en un número muy reducido de situaciones las estructuras monticulares se ubican dentro de un espacio mayor arqueológicamente connotado (la distribución artefactual no supera su perímetro), poniendo en tela de juicio su interpretación como lugares acondicionados con una función específica dentro de un sitio mayor2; 2) en aquellos sitios donde la distribución artefactual sobrepasa los límites de los montículos, no se reconocen claras evidencias de áreas domésticas en ninguno de los dos espacios (e.g., fogones, postes, pisos de habitación, etc.). Su ausencia en los montículos había sido tomada como prueba de su función no doméstica (cf., Iriarte 2007, para el período precerámico); 3) No se identificaron en el registro arqueológico regional, más allá de los montículos, otros elementos diagnósticos de complejidad. No se hallaron evidencias de desarrollo tecnológico, redes de intercambio, producción de artefactos suntuarios, jerarquía social hereditaria, apropiación de mano de obra fuera de las unidades sociales definidas por descendencia, etc. (ver Bender 1981, 1985; Price y Brown 1985, entre otros); 4) Las cronologías, junto con la distribución espacial a escala regional, permiten inferir que cada montículo fue elevado a lo largo de centurias y hasta milenios, como producto de un comportamiento recurrente, redundante y persistente a escala suprageneracional, que no se produjo en forma aislada ni aleatoria, lo que evidencia un largo proceso de modificación del paisaje (Bracco et al. 2008a).

ANÁLISIS DE REDES SOCIALES Y MONTÍCULOS

Materiales y métodos
El ARS se presenta como un camino promisorio para sortear las limitaciones del inductivismo estrecho de la arqueología de sitio y de las aproximaciones analógicas o funcionales. Apunta a describir y estudiar las estructuras relacionales que surgen cuando diferentes organizaciones o individuos interaccionan, se comunican, colaboran, etc. En una red social, los elementos que se relacionan son los actores, y las relaciones entre ellos son denominadas lazos relacionales. La interacción dentro de las redes produce la emergencia de estructuras relacionales, que se manifiestan como patrones estructurales propios de cada red. Los patrones determinan oportunidades, limitaciones o prohibiciones que definen la capacidad de los actores para producir, acumular o intercambiar los recursos que circulan dentro de la red, y esto evidencia relaciones de complementariedad, poder y/o dependencia (ver entre otros Wellman y Berkowitz 1988; Wasserman y Faust 1994; Scott 2000; Hanneman y Riddle 2005; y especialmente Reynoso 2011 para el desarrollo histórico del ARS y el concepto de complejidad en antropología). A su vez, al ser el ARS una aproximación que conecta el nivel de los comportamientos individuales con la estructura que emerge de la interacción entre los actores sociales y el mundo material que ellos crean, se constituye en un instrumento metodológico muy apropiado para abordar dos extremos sobresalientes y singulares de la problemática: los propios montículos y las características de la estructura social que está en su base. Lo anterior permite analizar la complejidad desde una dimensión que admite definirla u operativizarla: la dimensión social. Desplaza del centro de la discusión a la analogía y a la función, traslada la interpretación del campo de las motivaciones hacia las condiciones estructurales del comportamiento social; conecta el mundo de los actores y sus productos con la estructura social. Los montículos, los agrupamientos de montículos y sus arreglos son estructuras y agrupamientos empíricos de fácil percepción. El concepto de "grupo"
como estructura empírica descubierta del ARS- no sólo da sentido social a la distinción de montículos aislados o agrupados, sino también a los agrupamientos de otras escalas y sus modalidades. Sumando la dimensión temporal, montículos y grupos pasan a ser la consecuencia, a lo largo de extensos períodos, de un comportamiento recurrente, redundante y persistente de actores con desigual cohesión y/o centralidad (vide infra), fijado por la copresencia y/o por la presencia de las consecuencias de su comportamiento (el propio montículo). Desde esta perspectiva, los sitios con montículos se transforman en la expresión material de un conjunto singular de relaciones que se establecieron entre los actores que los produjeron. Las relaciones integran cuatro niveles. El primero está determinado por la participación en la elevación de un montículo particular. El segundo se establece cuando la estructura es miembro de un conjunto en la escala en la cual se han definido los sitios (en adelante, conjuntos-sitios). El tercero incluye a los agrupamientos de conjuntos-sitios a escala de área. El último nivel contiene a todas las estructuras monticulares en su región de distribución.
El ARS "[.] se ha generalizado yendo más allá de las relaciones entre personas, pudiéndose aplicar a cualquiera unidades entre las cuales sea posible concebir algún tipo de interacción [.]" (Verd Pericás y Martí Olivé, 1999: 508). No obstante, se debe reconocer que el registro arqueológico de los montículos presenta diferencias con las redes vivas. La más notoria es la imposibilidad de reconocer el contenido, dirección, intensidad y frecuencia, que, junto con duración son las cinco características que se reconocen en los lazos relacionales (Mitchell 1969). La duración podemos asumir que está expresada parcialmente por el período en el cual los montículos integraron el contexto sistémico que los creó, usó y mantuvo como estructuras permanentes. Las cuatro primeras características de los lazos relacionales sólo han llegado a nosotros como distancias y ordenamientos entre montículos o agrupamientos en un espacio euclidiano.

Área de estudio
El análisis se centra en dos localidades arqueológicas situadas en el sector sur de la cuenca de la Laguna Merín: India Muerta-Paso Barranca y Sierra de los Ajos. Ambas son contiguas y se han enmarcado en un área de 45 × 20 km (900 km2), donde se relevaron 174 sitios con estructuras monticulares en ambientes de planicies y cuatro en lomadas y serranías (Figuras 1 y 3). La localidad de India Muerta-Paso Barranca incluye dos unidades ambientales: bañado y palmar. Es el espacio de llanuras del sector sur de la cuenca con mayor concentración de sitios con montículos y donde también se hallan los más altos. Las cronologías indican que la gran mayoría fue elevada entre el 4500 y el 2000 a 14C AP (Tabla 1) (Bracco et al. 2005, 2008a).
En esta localidad fue excavado el sitio PSL, situado en las nacientes del río San Luis (Bracco et al. 2000b). La localidad de Sierra de los Ajos está constituida por tres lomadas bajas que corresponden a las estribaciones más septentrionales de la sierra de los Ajos. Dos de ellas se encuentran rodeadas por bañado a su frente y lados. La tercera, Campo Alto, se presenta como una suave lomada enclavada en la zona de planicies. En esta localidad se encuentran los cuatro sitos con la mayor población de montículos: Los Ajos (n = 28), MD (n = 52), Mal Abrigo (n = 49) y Campo Alto (n = 57). Los más altos alcanzan los 3 m (Iriarte et al. 2000: Figura 6.1 y Figura 1, 3 y 4). Las cronologías indican que la gran mayoría fue elevada entre el 4500 y el 2000 a 14C AP (Tabla 1) (Bracco et al. 2005, 2008a; Iriarte 2007).


Figura 4.
Arriba: sector oeste del conjunto-sitio de Los Ajos. Abajo: conjuntositio MD. Ambos en el extremo norte de sierra de Los Ajos, a 1500 metros uno del otro. Círculos negros indican montículos de más de dos metros de altura. Círculos negros vacíos, montículos de 1 a 2 metros. Círculos grises, montículos de menos de un metro.

Tabla 1. Listad o de fechados 14C para montículos de India Muerta-Paso Barranca y Sierra de los Ajos, sector sur de la cuenca de la laguna Merín (Base: Bracco et al. 2008a y 2008b).


El sitio Los Ajos fue excavado en dos oportunidades (Bracco 1993; Iriarte 2007). Método e información de base En el marco del ARS son utilizados dos índices basados en la centralidad: índice relativo de centralidad (IRC) e índice relativo de cohesión (IRCo). También se analiza el comportamiento de las distancias mínimas (DM) entre estructuras monticulares al interior de los sitios-conjuntos. En función del registro, la centralidad ha sido tomada en el sentido de proximidad (Freeman 1979). Paradigmáticamente, se la considera como "la propiedad por la cual un actor puede tener relaciones con otro a través de un pequeño número de pasos [.]" (Sanz Menéndez 2003: 28). La centralidad permite ver el nivel de integración de la red, analizando sus variaciones de densidad y de cohesión. Los sitios o estructuras monticulares más próximos entre sí mostrarán mayor centralidad, al igual que espacios de mayor densidad y cohesión. La variabilidad espacial de esta dimensión evidencia diferencias en la capacidad de administrar recursos entre los actores que ocupan diferentes lugares en el espacio. El IRC de un sitio-agrupamiento ha sido definido como RC(i) = Dj/Di, donde Di es la suma de las distancias desde un sitio a todos los demás. Dj es la suma de los Di de todos los sitios. El IRC de un montículo es la suma de las distancias de dicho montículo a los otros que conforman el conjunto-sitio, dividida la suma de las distancias de cada montículo a todos los otros del conjunto. El IRCo para un sitio ha sido definido como IRCo = (n/Dj(i))*1000, siendo n el número de estructuras monticulares que componen el conjunto-sitio. Los resultados del IRC de los conjuntos-sitios son analizados en función de su ubicación ambiental y del número y altura de los montículos que los componen. El IRC de los montículos se confronta con su altura. IRCo se ha utilizado para explorar cómo se comportan, en términos de agregación, conjuntos-sitios con diferente número de montículos. Las DM entre montículos fueron relevadas para observar modularidad dentro y entre los grupos (en el sentido de presencia de dimensión que convencionalmente se toma como unidad de medida, y, más en general, todo lo que sirve de norma o regla). En las situaciones en que la proximidad recíproca entre dos estructuras se manifiesta como las distancias menores para ambas, se tomó como segunda distancia, la menor a una tercera del grupo. Los datos de DM son agrupados en quintiles. Cada quintil se identifica con el valor medio del rango (marca de clase).
La información de ubicación y composición de los sitios se obtuvo a partir de fotos aéreas verticales (Servicio Geográfico Militar, Uruguay, vuelos
1966-68, escala 1:20.000), prospección directa (corroboración y levantamientos planialtiméticos) y análisis de imágenes satelitales (Google Earth, consultado 2009-2011). La información del sitio Mal Abrigo se tomó de Iriarte y colaboradores (2000). El plano regional de ubicación de los sitios se confeccionó utilizando como base las cartas topográficas, a escala 1:50.000, del Servicio Geográfico Militar. El error de ubicación de los conjuntos-sitios se ha estimado en menos de 20 m, siendo menor al diámetro promedio de los montículos (~40 m). Los planos de los conjuntos-sitios se confeccionaron con base en los relevamientos de campo, controlados por análisis de fotos aéreas e imágenes satelitales. En estos planos, el error de ubicación de los montículos se ha estimado en menos de 5 m. A partir del plano regional de los sitios se midieron las distancias para calcular sus IRC, IRCo. A partir de los planos de los conjuntos-sitios se midieron las distancias para los cálculos de IRC, IRCo de los montículos, como también las DM.

RESULTADOS

En la Figura 5 se presenta el IRC para los sitios del área de India Muerta Paso Barranca, incluyéndose los correspondientes al Sistema de los Ajos. El valor de IRC está indicado por el diámetro del círculo, cuyo centro corresponde a la ubicación de cada sitio relevado. Dentro de una red densa no se manifiestan conjuntos-sitios que se destaquen por una alta centralidad relativa. Sí se observa que los que se ubican en el sector oeste exhiben una centralidad mayor que los del sector este. Al observar la composición de los conjuntos-sitios no se advierte correlación entre el IRC y número y altura de los montículos que los componen, ni tampoco a la inversa. Esto es válido para los grupos de las planicies como para los grupos de las lomadas que cuentan con las poblaciones más altas.


Figura 5.
ICR en las localidades de India Muerta-Paso Barranca y Sierra de los Ajos-Campo Alto. El diámetro de los círculos es proporcional al ICR. Los círculos diferenciados por un punto central indican los conjuntos-sitios con más de diez montículos y/o montículos de más de cuatro metros de altura. Los grises oscuros corresponden a los que integran el quintil de ICR más alto.

Tomando una serie de conjuntos-sitios que exhiben un amplio rango en el número y altura de sus montículos, se constata que no hay una correlación entre valores de centralidad y altura de las estructuras individuales (Figura 6). En algunos casos se ve que los montículos altos están en lugares centrales, pero también se encuentran altos en zonas periféricas. Por otra parte, se observa que dos de los tres valores mayores de centralidad corresponden a grupos conformados por montículos de menos de 1,5 m de altura. En el tercer caso, sitio Estancia Mal Abrigo, con 13 montículos, ninguno de los cinco montículos más altos -que superan los 2 m- coincide con los de mayor centralidad (Figura 6h). En la Figura 7A se presenta el comportamiento del IRCo en función del número de estructuras para diferentes agrupamientos, y se advierte que, al aumentar el número de montículos, el índice de cohesión disminuye. Este comportamiento señalado por IRCo no es independiente del IRC, pero manifiesta en forma más clara un patrón de distribución agregativo, no jerárquico, con una expresión más laxa a medida que aumenta el número de montículos que componen los conjuntos-sitios. En la Figura 7B y 7C se presenta el comportamiento de las DM para dos series de siete conjuntos-sitios ubicados en planicies y lomadas. Se distingue, por una parte, que hay modas de DM para cada uno de los conjuntos-sitios, y por otra, que las DM o sus modas son similares entre ellos, tanto para los emplazados en planicies como lomadas. Igualmente, no se puede dejar de señalar que las modas tienen una amplia dispersión.


Figura 6.
ICR para diferentes conjuntos-sitios. Los montículos indicados por un círculo blanco central presentan una altura superior a los tres metros. La unidad del reticulado son metros.


Figura 7.
Arriba: relación de IRCo y número de montículos para diferentes conjuntos-sitios. Centro: distancias mínimas (DM) para montículos de diferentes conjuntos-sitios ubicados en la zona de planicie. Abajo: Distancias mínimas (DM) para montículos de tres conjuntos-sitios ubicados en la zona de sierra de los Ajos. En ambos casos las DM han sido tabuladas en intervalos de 20 metros y representadas por su marca de clase.

DISCUSIÓN

En primera instancia, el número, la densidad (proximidad) y contemporaneidad de los conjuntos-sitios en India Muerta-Paso Barranca dificulta interpretarlos como aldeas. Deberíamos de admitir que estamos frente a un fenómeno aldeano de magnitud desconocida en la prehistoria sudamericana. Aunque tomemos los conjuntos- sitios más importantes por número de montículos y altura, esto se mantiene. Al definir centralidad como la propiedad por la cual un actor puede tener relaciones con otro a través de un pequeño número de pasos, se infiere que la red no presenta disrupciones y que las relaciones, principalmente, estarían sujetas a la distancia física entre los actores. La inexistencia de grandes variaciones de centralidad es consistente con un espacio social sin mayores discontinuidades. Ello se refuerza al observarse que tampoco se percibe una correlación entre centralidad y el número y altura de los montículos que componen los conjuntos-sitios. El aumento de densidad o intensidad de las relaciones dadas por una mayor agregación de estructuras y por estructuras que probablemente se elevaron por períodos más prolongados, no produjo un cambio observable en las relaciones potenciales que pudieran mantener esos conjuntos-sitios con otros, es decir que no se dio el comportamiento esperado para lugares centrales. En principio, un comportamiento no esperable para monumentos que integran y componen espacios ceremoniales. Sin embargo, dentro de la relativa homogeneidad se verifica un suave agrupamiento de los IRC más altos en el sector oeste. Ello se hace más evidente al observar la distribución de los agrupamientos- sitios que corresponden al quintil más alto del IRC. Se ubican frente a las estribaciones septentrionales de la Sierra de los Ajos, aproximadamente en el baricentro de la unidad de bañado que involucra el área de estudio (Figura 5). Esto es coherente con la preferencia, para los emplazamientos, de los espacios de mayor productividad y una ocupación más intensa y recurrente; consistente con un forzante ambiental fácilmente interpretable en términos económicos.
Esta línea induce a conjeturar sobre algunos aspectos de la estrategia económica desarrollada. Reparando, por una parte, en que la variabilidad en la estructura de las redes está vinculada al flujo de insumos y, por otra, que la implantación de los montículos (implantación de la red) significaría una distorsión en la distribución de los recursos de mayor retorno (grandes y medianos mamíferos que comparten los mismos espacios) podemos suponer que su emplazamiento pudo haber
afectado beneficiosamente su distribución, al oficiar como puntos de concentración durante los períodos de inundación (ver por ejemplo las referencias para los guató del Pantanal en Schmidt [1942] y Oliveira [1995]). El aumento de los costos que significó elevar los montículos también se habría compensado con el beneficio que se obtuvo por el acercamiento a los recursos que no eran afectados por su implantación y cuya oferta es mayor en el centro del bañado y en las proximidades de los cursos. Por ejemplo, fauna menor, recursos vegetales, la fertilidad del suelo y la fauna ictícola o aquella que se concentra en las márgenes fluviales (e.g., reptiles, aves)3. Línea interpretativa no distante de la visión de los montículos como lugares elevados de campamento, pero más integrativa al observarlos como una estrategia de acondicionamiento del espacio que responde a múltiples actividades. Dado que los factores económicos y sociales no actúan de manera separada, estas ventajas pudieron haber favorecido el desarrollo de una mayor complejidad social. No obstante, los resultados del ARS no son consistentes con procesos jerárquicos o centralizados.
Dentro de los agrupamientos- sitios la ausencia de correlación entre altura y centralidad indicaría que los procesos que llevaron a que un montículo fuera emplazado en un lugar central o que se elevase más que otros responde a fenómenos independientes. De acuerdo con el modelo de crecimiento continuo, la mayor altura es consecuencia del aumento del efecto del comportamiento involucrado en la elevación, aumento de su asiduidad y/o recurrencia. En términos del ARS señala mayor intensidad, frecuencia o duración de los vínculos relacionales. A partir de la serie de estructuras monticulares datadas se observa que los ritmos y períodos de crecimiento muestran variaciones, lo cual no permite discriminar ninguna de las tres opciones (Bracco 2006; Bracco et al. 2008a). Los datos son consistentes con un proceso no fuertemente pautado, sujeto a una casuística de bajo grado taxativo, lejanos a los que desembocarían en "aldeas bien planificadas". En trabajos anteriores se ha señalado la falta de evidencias de estructuras de habitación permanentes o semipermanentes, la cual se ha tratado de sustituir con evidencias de actividades domésticas (Iriarte et al. 2004; Iriarte 2007; Cf. Bracco et al. 2008). Por otra parte, aunque se ha verificado la existencia de modas en las distancias mínimas entre estructuras, estas tampoco se correlacionan con altura.
Ello lleva a una conclusión similar: son parámetros que se manifiestan como independientes. La proximidad normalizada entre los actores involucrados en el crecimiento de las distintas estructuras no está vinculada con la altura. El comportamiento del IRCo respalda la inferencia de una red de bajo grado de integración, donde el aumento del número de actores no se sigue de un aumento del grado de integración. Esta línea de razonamiento también permite ensayar una explicación de los agrupamientos que se observan en las lomadas. El IRCo refuerza que estos exhiben densidades similares a los agrupamientos-sitios de las planicies. Los agrupamientos de las lomadas, a excepción del sitio Salaverry, integran montículos hasta de 3 m de altura, siendo el sitio MD el que presenta mayor promedio de alturas (Figura 4). Por lo cual, lo observable es que son poblaciones mayores, con IRCo y altura de sus componentes similares a los de las planicies y sin ordenamientos que evoquen "plazas" o que respondan a "recintos". El tamaño de la población sólo se acompaña con un cambio de emplazamiento, lo que permitiría interpretar que la concentración está vinculada con el uso de diferentes espacios. Aunque no se cuenta con pruebas directas, la distribución es consistente con un patrón de agregación/disgregación que involucra en forma alternada o complementaria las llanuras y las lomadas.

CONCLUSIONES

La aproximación ensayada no muestra grandes variaciones de centralidad en la distribución espacial de los sitios con estructuras monticulares. Dicha uniformidad puede interpretarse como el indicador de un espacio social sin grandes discontinuidades. Las diferencias menores de centralidad manifiestas entre el sector este y oeste de la localidad de India Muerta-Paso Barranca son consistentes con un hábito de emplazamiento que responde a estrategias de una economía de apropiación. La intrusión que significó el emplazamiento de los montículos en esos ambientes pudo haber sido altamente beneficiosa. Los montículos no ocupados durante los frecuentes períodos de creciente bien pueden haber funcionado como puntos de concentración de fauna y de flora; por ende, lugares propicios para la caza y colecta. Asimismo, su ocupación habría significado un beneficio en tanto se aumentó la accesibilidad a los recursos que no son afectados por su implantación y cuya oferta es mayor en el centro del bañado y en las proximidades de los cursos. Comportamiento similar ha sido reportado para los guató, constructores de túmulos del Pantanal (Oliveira 1995). La constatación de que altura y centralidad son parámetros independientes, junto con el comportamiento del IRCo -que señala que el aumento del número de actores no se acompaña de un aumento del grado de integración- y la verificación de que tampoco se correlacionan con altura las modas de las DM entre estructuras, es consistente con un comportamiento laxamente pautado, sujeto a una casuística de bajo grado taxativo. Este comportamiento contrasta con el grado de prescripción que se observa en la elección de los emplazamientos que, como ya se ha señalado, puede ser vinculado a cuestiones económicas.
Más allá de los problemas generados por el carácter difuso con el que se han manejado los conceptos de jerarquía y complejidad en la prehistoria de la cuenca de la laguna Merín, la aproximación desde el marco del ARS no aporta evidencias de complejidad, al menos con las connotaciones jerárquicas y evolutivas de las interpretaciones antecedentes. Atendiendo las limitaciones inherentes a la prueba negativa igualmente se observa que la conclusión es consistente con otras basadas en otras líneas de evidencias (ausencia de cambios tecnológicos y/o tecnologías elaboradas, almacenamiento, redes de intercambio, jerarquía social, etc.) (Bracco et al. 2008a, 2008b). No obstante, teniendo en cuenta que el concepto de complejidad es compuesto y que involucra múltiples aspectos que permiten definir distintos tipos de complejidad (McShea 1996) los resultados del ARS abren camino para explorar otras dimensiones de la complejidad que no han sido contempladas en forma explícita. Por ejemplo, la existencia de una complejidad diferenciativa, con importante grado de distinción entre partes e interacciones, pero con ausencia de una estructura jerárquica marcada (McShea 1996). El incremento en este tipo de complejidad podría explicar la modularidad observada y, por ende, la simplificación en el ordenamiento de las partes (Barrientos 2011). A modo de reflexión final, se señalan tres puntos como relevantes, más allá de la consistencia de las conclusiones con interpretaciones previas. En primer lugar, la potencialidad que muestra el ARS para ensayar nuevas aproximaciones metodológicas, soslayando las limitaciones inherentes a la arqueología de sitio. En segundo lugar, permite trascender las interpretaciones funcionales y/o por analogía que campearon la arqueología de los montículos, dando un contexto interpretativo menos superficial. En tercer lugar, en campos donde la polémica tiende a instalarse en forma crónica a partir de posturas confirmatorias, el ARS aumenta los horizontes de contrastación.

Notas

1 Una periodización similar basada en la interpretación de un cambio en la escala y modalidad constructiva, coincidente con la aparición de cerámica, ya había sido propuesta a partir del sitio de Los Indios por López (2000: 279). Para los montículos del área de Paso Barrancas la presencia del "cambio estratigráfico" fue observada por Bauzá a fines del siglo XIX (1895: 132). En el sitio PSL no se asocia con la aparición de cerámica y 6 dataciones 14C a partir de carbón lo ubican 700 años antes de la fecha que se asigna para el inicio del período Montículo cerámico (Bracco et. al. 2008a).

2 La alternativa de explicarlos como sitios con una función funeraria exclusiva pierde factibilidad cuando se advierte que en la región los sitios arqueológicos sin montículos son menos del 1%.

3 Análisis arqueofaunísticos y arqueobotánicos han evidenciado una marcada tendencia de cambio en las estrategias de subsistencia de los "constructores de cerritos", denotada por el aumento en la riqueza y diversidad de recursos explotados en los componentes más tardíos. Estos incluyen, además del complejo cérvido-butiá, pequeños mamíferos, reptiles y peces, así como una gran variedad de recursos vegetales (Pintos 2000; Capdepont y Pintos 2006; Del Puerto e Inda 2008

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