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Anuario de investigaciones
versión On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2009
PSICOLOGÍA POLÍTICA Y ECONÓMIA
Perfil psicológico de la población que legitima al régimen populista
Psychological profile of the population that legitimates populist regime
Benbenaste, Narciso1; Etchezahar, Edgardo Daniel2; Petit, Luciano3
1 Benbenaste, Narciso; Doctor en Psicología (UBA). Profesor emérito. Especialidad psicología política y económica.
2 Etchezahar, Edgardo Daniel; Miembro del proyecto UBACyT P048 "El Perfil Psicológico de la Población y el Comportamiento Cívico-Político y Económico en los Estudiantes Universitarios Metropolitanos".
3 Petit, Luciano: idem 2
Resumen
El objetivo es mostrar una asociación entre las notas
propias de un discurso populista típico y los rasgos del
perfil psicológico de una población propensa a ser objeto
de ese discurso. El discurso es una dimensión decisiva
donde se forja el vínculo líder idealizado - Pueblo.
Ese vínculo resulta más estructurante para la práctica
política y social que las instituciones.
El método de trabajo se basa en los tipos ideales de
Max Weber no obstante los rasgos descritos del perfil
psicológico de la población se apoya en múltiples investigaciones
empíricas realizadas en el marco de los Proyectos
UBACyT desde 1998 y particularmente desde el
2002 a la fecha.
Palabras clave: Populismo; Líder - Pueblo; Perfil Psicológico; Corrupción
Abstract
The aim is to show an association between the notes of
a populist discourse and the typical features of the psychological
profile of a population likely to be the subject
of that discourse. The speech is a crucial dimension of
the populist regime. The link idealized leader - people
became more crucial for the practice of political institutions.
The working method is based on the ideal types of Max
Weber, however the features described in the psychological
profile of the population is based on multiple empirical
research carried out under the Project UBACyT
since 1998 and in particular since 2002.
Key words: Populism; Leader - Mass; Psychological Profile; Corruption
Introducción
En este trabajo se exponen los rasgos que conforman el
perfil psicológico de una población que se halla propensa
a legitimar un discurso político populista y consecuentemente
un régimen de ese tipo (Benbenaste, Etchezahar
& Del Río, 2008).
La metodología de trabajo se ajusta principalmente a
los tipos ideales de Max Weber. Sin embargo la descripción
tanto de las notas del discurso populista como de
los rasgos que conforman el perfil psicológico de la población
propensa a ser objeto de ese discurso se apoya
en múltiples investigaciones empíricas realizadas en el
marco UBACYT.
El presente es una continuación de otro presentado en
el Anuario del Instituto de Investigaciones de la Facultad
de Psicología en 2008.
En primer lugar, muy brevemente, describimos las notas
principales de un discurso político de tipo populista.
Luego, de un modo más amplio, hacemos lugar a una
enumeración y análisis de los rasgos regresivos que
configuran el perfil psicológico de una población que
tiene propensión a ser objeto del discurso populista.
1. EL DISCURSO POPULISTA
1.1. El Pueblo es el sujeto del Populismo
El objetivo básico del discurso del líder populista es conformar
a la población como una categoría política homogénea:
el Pueblo. En la categoría Pueblo, en el sentido
político, se halla implicada la de Líder carismático.
Un rasgo decisivo para que se conforme la categoría
Pueblo es el de homogeneidad. El grado de esa homogeneidad
denota una situación preexistente socialmente
precaria por parte de la población que devendrá en
Pueblo. Así la noción de Pueblo contiene a una población
proclive a ser determinada desde una representación
idealizada que le otorgue sentido a su vida cotidiana,
satisfacción de las necesidades básicas y licencia
hacia los placeres mundanos1.
1.2. Objeto de una gran Injusticia
En su discurso el líder declara que el Pueblo ha sido
objeto de una injusticia llevada a cabo por un enemigo
poderoso, habitualmente foráneo y con cómplices vernáculos.
Con esa enunciación el líder produce cuatro
efectos: contribuir a la identidad -Pueblo es aquel conjunto
que ha sido objeto de una injusticia-; que el Pueblo
tenga una idealización negativa hacia el enemigo tan
intensa como poderoso aquel es representado; que con
un enemigo con alta idealización negativa el líder consigue, en esa medida, que se refuerce su idealización
positiva -ya que es él quien se encargará de combatir a
tamaño mal-; para lograr esa épica necesita de un apoyo
incondicional del Pueblo, la lealtad.
1.3. La Justicia Social
La redistribución no es un tema que caracteriza al populismo,
es función propia de un Estado moderno que se
realiza, en lo fundamental, a través del sistema impositivo.
Lo propio de la idea de redistribuir en el discurso populista
es que se la narra como condición suficiente para
la resolución de problemas, soslayando la de producir:
cada uno es parte de un todo que debe recibir, pero ninguno
es responsable por producir. Y, en particular, la reparación
de la Injusticia consiste en que el líder, usando
el Estado, sacará a los poderosos y dará a los pobres.
1.4. La exaltación nacional: el nacionalismo
El Estado - nación no es un dato demográfico primario,
por el contrario es históricamente un largo proceso de
reunión de formas menores como las tribus o las llamadas
etnias o sectores sociales escindidos entre sí2. Lo
progresivo del populismo es que busca amalgamar esos
sectores, escindidos o en oposición, en un todo más inclusivo3.
En ese cometido el tipo de Estado utilizado por
el líder es paternalista, protege a los pobres concediendo
cierta satisfacción de las necesidades básicas y al empresariado
afín al Régimen de la competencia del mercado
mundial (proteccionismo o su variante, subsidios).
El Estado es un instrumento al servicio del vínculo líder
- Pueblo sobre cuyo tendido se aglomera la nación4.
Con una nación sostenida sobre ese vínculo, las costumbres
y emociones que responden a valores tradicionales
tienden a una legitimación mayor que la mediación
de las instituciones. La identidad nacional se
mantiene desde la exaltación de lo emocional - semejante
por oposición a lo universal que implica incluir lo
diferente sin desestructurarse. La exaltación nacionalista
denuncia que la identidad nacional no es sólida.
1.5. El vínculo líder - Pueblo
La representación de haber sido víctima de un enemigo
poderoso con alta idealización negativa y de que el líder
devolverá lo que le pertenece por derecho natural,
coadyuva a que el Pueblo establezca una idealización
positiva de aquel. El posicionarse contra poderosos, en
un país considerado machista (Benbenaste, Etchezahar & Del Río, 2008) como Argentina, le genera al líder un
valor agregado emocional frente a gran parte de la población.
Así se forja un vínculo que no es un contrato, tal
como acontece entre el ciudadano con su representante,
sino un pacto: el líder debe dar sentido a la vida,
proteger y proveer a cambio de lealtad5. El vínculo del
Pueblo con el Líder tiene un carácter predominantemente,
en términos psicoanalíticos, de tipo libidinal,
desde ese tendido se instalan los significados políticos
para lo que el discurso es el andarivel por excelencia6.
1.6. Predominio de la Retórica
El discurso populista utiliza poca base empírica verificable
y, por el contrario, destaca la dimensión retórica del
lenguaje para generar la trama donde la representación
de los actores interaccionan. En esta trama novelada
todos los factores y vicisitudes son interpretables desde
un maniqueísmo: la representación de un enemigo foráneo
y poderoso que busca dañar la identidad nacional
por un lado y el vínculo de idealización positiva líder-pueblo
por otro.
1.7. Demagogia
La demagogia es un rasgo del discurso populista, se
inscribe sobre el alto predominio de la retórica en lugar
de los datos. El líder promete pero incorpora pocos datos
empíricos sobre su factibilidad7. La demagogia es
una de las formas de autoritarismo caracterizada por
desresponsabilizar a quienes son objeto del discurso a
cambio de promesas o prebendas.
2. LOS RASGOS REGRESIVOS DEL SUJETO PÚBLICO
Definimos rasgos regresivos8 como aquellos que siendo
normal en la infancia se perpetúan en la adultez de un
modo que dificulta la disposición racional del sujeto.
Lo que aquí nos interesa es la forma en que los rasgos
regresivos operan en el sujeto público y en particular en
su actitud como sujeto cívico-político y económico.
2.1. Tendencia a la Idealización (positiva y negativa)
En el plano político la tendencia a la idealización se expresa
en la disposición a priorizar un vínculo personalizado con un líder desconociendo las mediaciones institucionales.
Se deposita expectativa en lugar de una disposición al
vínculo contractual. Se espera de la voluntad del líder.
Antropomorfizar la presidencia, es decir creer que el
presidente es causa de todo lo bueno o de todo lo malo,
es un signo de esa idealización. Tal antropomorfización
es bastante generalizada en el mundo pero en los regímenes
populistas se halla acentuada.
Por ende ese perfil de población no está en condiciones
de pensar al Estado como instancia universalista de la
cual ser sujeto. La idealización positiva muestra una dificultad para responsabilizarse, uno de cuyos aspectos
constitutivos es la intolerancia a la frustración.
La propensión a la idealización positiva tiene como necesidad
complementaria otra hacia la idealización negativa.
Denota que en la medida que un sujeto sostiene su
identidad en un vínculo idealizado positivo conlleva la
necesidad de ubicar agresividad, aspecto de la condición
humana, en algún blanco -hay poca disposición
para la forma sublimada, por ejemplo como ingrediente
para el análisis u operatividad de la realidad-. Ese ejercicio
de la agresividad se hace sin culpa en tanto, justamente,
se halla legitimado por un líder o representación
idealizada positiva.
Una de las formas en que se detecta la necesidad de
esa representación idealizada negativa es la propensión
a aceptar, sin datos comprobatorios pertinentes, la
idea de un ajeno al ser nacional como causal de la mala
situación del nosotros.
En la vida cotidiana una de las conductas notorias donde
se expresa la necesidad de una idealización negativa
es propender a decir que nuestras frustraciones o
dificultades son culpa de un otro (de una instancia terrenal
o fatalista, el destino, etc.).
2.2. La expectativa paternalista de Estado
La representación de un Estado paternalista cabalga
sobre el supuesto que hay una riqueza disponible y que,
por existir, cada uno por derecho natural debe recibir.
Recibir o no, se lo espera de la buena o mala voluntad
del líder, lo que supone una no diferenciación entre Gobierno
y Estado. Esta indiferenciación implica poca tolerancia
a la frustración, esto es insuficiencia para ser
sujeto de mediaciones.
El paternalismo es una representación particularista del
Estado. No condice con la idea de Estado como instancia
universal, esto es dispositivo para crear y sostener
condiciones públicas en aras de la convivencia así como, en la medida de la riqueza, disponer recursos
para que la población pueda realizar un desarrollo históricamente
válido.
La representación de un Estado paternalista implica representarse
la sociedad como comunidad, de ser parte
de en vez de individuo responsable. Consecuentemente
el mercado aparece como lo extranjero a lo comunitario, lugar en el que habitan grandes grupos que ganan sólo
porque la mayoría pierde (rige un juego de suma cero).
Va de suyo la disposición a legitimar la intervención del
Estado sobre el mercado a nombre de impedir esa injusticia9.
En este tipo de sujeto hay una ambivalencia: por un lado
la fantasía de ser parte de, estar en comunidad -esto es
de lo compartido- y asegurador, por otra, se constata un
comportamiento inequívoco de ser sujetos del valor
mercantil. Esto último se manifiesta en la importancia
del consumo y la moda, aunque más no sea a través de
las identificaciones o el mirar cuando no da el poder
adquisitivo. Pero sobretodo en vivenciar como natural
-carencia del carácter histórico- del dinero como mediación
principal en el intercambio de la vida psicosocial.
Esta ambivalencia propia de ese universo poblacional
se resuelve como equilibrio psíquico al concebir al Estado
(en verdad al líder) como garante de esos dos aspectos,
ser parte de de una comunidad -una estructura no
mercantil- donde se asegura recibir una alícuota de dinero
para adquirir lo que el mercado ofrece. De esta forma,
el sujeto concibe al mercado como objeto de consumo
pero a la vez espera salvaguardarse de los riesgos de las
vicisitudes propias de la dinámica de competencia. La
intervención del Estado sobre el mercado para sofrenar
la arbitrariedad de grandes capitales a menudo es cierta
pero el quid es que ello se usa para recubrir la representación
que se quiere el consumo del mercado pero no el
esfuerzo de competir en el mercado.
Por último vale mostrar la manera en que esta expectativa
paternalista de Estado tiende a manifestarse en los
sectores empresarios por un lado y en la población de
menor nivel económico relativo por otro. En el sector
denominado empresariado nacional, la ideología, que
suele extenderse a buena parte de la clase media, es
que el Estado debe proteger a la producción nacional
contra la competencia del mercado mundial. Uno de los
argumentos para justificar el proteccionismo de las empresas
llamadas nacionales es que de no ser así, abriendo
la economía, se desencadenaría un desempleo generalizado.
Si los empresarios no emprenden y por el
contrario no consideran que en otros lugares del mundo
se puede estar haciendo lo mismo con mayor nivel de
productividad y por tanto a menores costos, el temor a
la competencia mundial tiene asidero.
En los sectores socio-económicos de menor poder adquisitivo
ese paternalismo se manifiesta, sobretodo, en
la demanda por un trabajo garantizado -lo que significa
que el ser "parte de" reemplaza a la productividad y donde
el mérito no es factor principal de progreso- cuandono un asistencialismo que se lo representa debe ser
recibido por derecho natural.
Ambas formas de paternalismo implican un Estado que
ni genera suficiente estabilidad jurídica y condiciones
para la inversión ni adecua la educación a una formación
moderna. De modo que sin ambas concreciones no
aparecen posibilidades laborales de mayor valor agregado
(Benbenaste, 2006) y por ende remuneraciones
más acorde al consumo de una calidad de vida contemporánea.
Sin esa posibilidad en el mercado, se cronifica
una dependencia del Estado, en rigor de la voluntad del
gobierno quién usa los recursos del Estado.
Queda también por resaltar que el redistribucionismo
dado desde un paternalismo de Estado, más en una
sociedad con alta excitación al consumo de placeres
inmediatistas, es un fuerte condicionante para que la
población siga sosteniendo un vínculo idealizado con el
líder.
2.3. Voluntarismo e Idealización
Como lo muestran una serie de trabajos empíricos que
realizamos en nuestro país, la población critica el uso
corrupto del Estado por parte de los políticos (Benbenaste,
2006). Se reclama menos corrupción pero ello no
obsta que el objetivo sea una mayor eficiencia en el Estado
pero para un ejercicio paternalista. Esa población
considera que los políticos desacreditados deben sustituirse
por otros no corruptos (Benbenaste, Etchezahar
& Del Río, 2008), lo que supone la existencia de tales
políticos ideales; pero a más, no se dice cómo sería posible
que sean reemplazados los políticos descalificados
ni se toma a consideración porque los nuevos no
recaerían en los mismos vicios. Se omite considerar
cuales cambios institucionales y como serán factibles,
de modo que, los eventualmente nuevos gobernantes,
puedan ser controlados o al menos no permanezcan
impunes si quisieran continuar con la práctica corrupta.
Este razonar es lo que puede denominarse un voluntarismo
idealizado.
2.4. Indiferenciación entre egoísmo económico y
egoísmo vulgar
Ahora bien la expectativa paternalista de Estado, la tendencia
a idealizar el vínculo con un líder y el voluntarismo
idealizado se nutren de otro rasgo, psíquicamente
aún más estructurante. Este rasgo es que la iniciativa
individual no aparece como un valor social arraigado
(Benbenaste, Etchezahar & Del Río, 2008). Una de las
facetas de la debilidad de la iniciativa individual como
valor social es la tendencia a asimilar la significación de
egoísmo en el sentido dado por la literatura económica
a la de un significado vulgar del término.
Así sobre el significante "egoísmo" se solapan dos tipos
de significaciones, una, que puede denominarse "egoísmo
vulgar", y otra que podemos nombrar, en el sentido
de Adam Smith, "egoísmo económico". Esta segunda significación del egoísmo, sería lo que Smith (1997), y
desde ahí gran parte del pensamiento económico, ha
referido como la búsqueda de la maximización del beneficio
personal, visto como motor del desarrollo individual
a la vez que social. Definimos egoísmo vulgar a la
actitud de búsqueda de placeres inmediatistas como
objetivo principal de la vida asociado a una insensibilidad
sobre la suerte de los demás. En cambio egoísmo
en el sentido económico consiste en la búsqueda de
beneficio propio pero de modo que su logro es el resultado
de producir algo (bienes o servicios) que la sociedad
considera válidos. De manera más precisa se trata
de producir bienes o servicios que sean demandados.
Así tenemos que puede darse el caso, incluso frecuente
con la importancia creciente del sector servicios, que el
proceso de producción o capacitación necesite una alta
racionalidad pero generen bienes o servicios que propenden
a un sujeto irracional. Que este sujeto consumidor
de esos bienes o servicios no devenga un completo
egoísta vulgar es más que nada porque para obtener
dinero que le permita consumir debe trabajar y capacitarse
para conseguir empleo, fundar o mantener una
empresa. En comparación con el egoísmo vulgar el
egoísmo en el sentido económico implica un alto nivel
de inversión racional, cuyos componentes son:
• La no convalidación de la fuerza como modo de apropiación de la propiedad de unos a otros, o sea la juridicidad
de la propiedad privada y todos sus actos derivados10.
• El paso histórico del trueque a dinero es decir que resultado de una dinámica de intercambios cada vez
más frecuente y por ello precisada, que va conformando
una sincronización de precios relativos, un "sistema de precios".
• El sujeto debe realizar una doble actividad racional: por una parte para el proceso de producción de cierto
bien o para ofertar un determinado servicio. Por otra,
efecto del paso de los intercambios cada vez más generalizados
y cuantitativos entonces, una evaluación
tanto de costos como de oportunidades (competir)
con el objeto de obtener una diferencia entre lo que se
compra y se vende.
• Responsabilizarse. En la esfera de la circulación el sujeto que produce bienes o servicios se responsabiliza
por el resultado, por sus posibilidades de vender o no.
La tendencia a asimilar egoísmo económico a egoísmo
vulgar muestra una población para la que el beneficio
individual no es representado sinérgico al provecho social,
al contrario. Entonces se desconoce la racionalidad
de una con respecto a la otra acepción de egoísmo. Simultáneamente
que al menos hasta este momento histórico la motivación para querer trabajar más o mejorar
su productividad, es la ganancia -modalidad contemporánea
para ubicarse en la posición estructurante en los
intercambios psicosociales-. Como ya lo hicimos notar
ese tipo de sujeto habla de egoísta, en el sentido vulgar,
cuando se refiere a la búsqueda de riqueza del otro.
Esta asimilación de una significación abona al fundamento
subjetivo para otra representación, ya mencionada,
a saber que el mercado es un juego de suma cero.
2.5. La ideologización de la Envidia
Para Marx la ideología es una falsa conciencia (El Capital,
p.325)11. Lo ideológico o sea lo falso es que se esgrime
una justificación de pretensión universal de lo que
en rigor es el interés particular de un sector que llama
clase social. Una clase, poseedora de los medios de
producción, que para producir establece relaciones con
otra que sólo aporta su capacidad de trabajo. Luego de
los salarios y demás gastos de producción la primera se
apropia de un plus, una plusvalía, mediante la cual va
incrementando su capital.
Si bien el interés de clase se hace pasar como si se tratara
del interés general de una sociedad (lo falso, ideológico,
según Marx), ese interés de clase particular, sí motoriza un desarrollo general para la sociedad. En una
población con propensión a legitimar al populismo la
ideologización, o una de las ideologizaciones, tiene
como sentido renegar que el sentimiento de envidia es
el motor principal de su postura política "en contra de".
Se lo aprecia cuando la población hace una valoración
negativa hacia quienes presentan conductas de búsqueda
de riqueza -al egoísmo económico se lo califica
de egoísmo vulgar- y, sin embargo, tiende a consumir lo
mismo que consumen los criticados. Se crítica a los poderosos,
los ricos, pero se desea consumir en ese mismo
nivel y tipo de bienes - lo que es factible, justamente,
sólo haciéndose ricos-.
Estos sujetos que critican se hallan modelados por el
mismo valor mercantil que rige las conductas de aquellos
otros que, por ello mismo, son criticados.
Lo común entre la falsa conciencia tal como Marx la define y la involucrada en la envidia como móvil del juicio
crítico de una población, es que hay un ocultamiento: en
un caso del interés particular de una clase, en el otro de
la motivación envidiosa. Lo diferente radica en lo siguiente:
• el interés particular de una clase no se dice, se oculta, pero sin embargo sí produce un desarrollo (desarrollo de mercado) general de la sociedad,
• en el caso de la ocultación de la envidia esa conducta
particularista ataca el desarrollo de mercado, aunque
sin embargo desea consumir sus productos.
2.6. Actitud Anómica: Psicología de una población
donde la Anomia no es percibida como dis-Valor
Sostenemos que los rasgos salientes que implicados
entre sí conforman el perfil psicológico predominante en
una población con una conducta anómica arraigada y
generalizada son:
a) El desarrollo individual representado como opuesto al
interés social;
b) tendencia a representarse la jerarquía como autoritarismo
esto es indiferenciar autoridad y autoritarismo;
c) la primarización de los vínculos secundarios;
d) el machismo12.
Esos cuatro rasgos tienen una marcada vigencia en la
práctica psicosocial cotidiana de la población que tiende
a legitimar el populismo, como es el caso de buena parte
de la argentina, lo que no significa en igual medida su
reconocimiento consciente13. La eficacia de tales rasgos
se debe a que operan desde niveles etarios tempranos
y, por lo tanto, hacen a la socialización básica de cada
miembro de la sociedad. A su turno ello se expresa en la
conducta del adulto lo que reverbera actuando como
efecto de ejemplaridad para las nuevas generaciones.
Pero este círculo vicioso se refuerza aún más puesto
que, a menudo, las conductas de los adultos no sólo
conciernen a la vida cotidiana informal sino que condiciona
a la legitimación de un tipo y funcionamiento de un
Estado paternalista.
3. Anomia y corrupción
La corrupción es el equivalente en el Estado de lo que
en la sociedad civil se nombra como anomia.
Para Aristóteles, lo virtuoso es el interés por lo público,
dice al respecto: "...cuando ese uno o la minoría o la
mayoría gobiernan atendiendo al bien común, esos regímenes
serán por necesidad rectos; y los que atienden
al interés particular del individuo o de la minoría o de la
mayoría, desviaciones (Aristóteles, 1995, p.120).
En línea con el pensamiento del gran estagirita definimos "corrupción como una forma de autoritarismo caracterizada
por el uso de lo público para intereses particularistas" (Benbenaste, 1999).
Asimismo vemos también la necesidad de distinguir dos
tipos de corrupción:
Una, es la derivada de la incidencia del valor mercantil
en la subjetividad de quien se halla en una posición de
gobernante o funcionario del Estado14.
Este tipo de sujeto de la corrupción es el que usa su
posición en la Política, o como funcionario del Estado,
para obtener más dinero que el legalmente le es adjudicado
por la sociedad. Este sujeto desea consumir y
comportarse de acuerdo a las pautas del Mercado más
allá de lo que permite su ingreso legal. Pero la resultante
nos da cuenta de que no produce ni compite como los
restantes actores sociales -empresarios o empleados que
se hallan en la dinámica del Mercado. En suma el
corrupto no es productivo ni para el Estado ni tampoco
se siente capaz de ingresar y sostenerse en la competencia
propia de la dinámica inherente al Mercado.
El otro tipo de corrupción estriba en la incidencia de la
práctica política y el Estado de formas precapitalistas
del Poder.
Esta segunda forma es predominante en países con
economías con poco desarrollo o que, respecto al curso
del desarrollo mundial, permanecen crónicamente en
un atraso relativo.
La forma de dependencia incondicional entre el líder o
Jefe y sus adeptos genera un vínculo sin mediaciones,
dualista, cuyos polos son lealtad o traición.
Cuando el líder accede al Estado incorpora, desde el
criterio de lealtad, a varios sujetos que, con frecuencia,
se hallan poco capacitados para ejercer la función.
Sin embargo lo que la mayoría considera corrupción es
la del primer tipo. Expresiones como la ineficiencia es
igual o peor que la corrupción, respuesta que hemos
registrado en las encuestas que venimos realizando en
Argentina desde 1999, indica que esta forma de corrupción
precapitalista no es frecuentemente percibida como
tal (Benbenaste, 2006).
La corrupción que denominamos precapitalista torna
improductivo al Estado y con ello se facilita su entrelazamiento
con la otra clase de corrupción antes descrita,
la derivada del valor mercantil. La corrupción socava la
calidad de las instituciones y con ello se condiciona la
improductividad general del país asimismo actúa como
efecto de mala ejemplaridad reforzando la actitud anómica
en la vida ciudadana.
Conclusiones
Este trabajo se presenta como un intento de elucidar de
que cuando en una cierta sociedad hay una continuidad
de determinado régimen político resulta necesario incorporar
el perfil psicológico de la población como dimensión
para explicar esa perpetuación. En el presente
trabajo presentamos el perfil de una población propensa
a ser objeto de un discurso populista.
El populismo expresa ese enclave histórico de un cierto
país en el que el Estado nación no acaba de consolidarse
y el vinculo líder idealizado -Pueblo es más estructurante
que las instituciones-15. Ese vínculo tiene un tipo
de discurso sustentado en la retórica y la demagogia. Y
es la vertebración de un Régimen que incluye indiferenciación
entre Gobierno - Estado y un redistribucionismo
centrado en la voluntad del líder en vez de un criterio
universal, la propaganda del líder usando recursos estatales
y la corrupción en particular la de tipo pre sociedad
de mercado.
El Régimen populista significa un tipo de control social
en tanto empobrece o no hace lugar al enriquecimiento
de las mediaciones históricamente vigentes. En esas
condiciones el Pueblo como sujeto del Régimen Populista
se comporta como sujeto de la necesidad que tiende
al paternalismo de Estado para su satisfacción y a la
identificación con el líder como modo de encontrar sentido
a la vida.
En el mundo contemporáneo ese sentido buscado en el
vínculo con un idealizado y ser agente en una narrativa
centrada en lo retórico que produce el líder tiene una
imprescindible complementariedad en conseguir la satisfacción
de necesidades incluyendo cada vez más las
de lo sensorio-sensual promovidas en el mercado.
Notas
1 En este sentido este vínculo líder carismático - Pueblo se halla
muy lejos del ascetismo religioso.
Quienes viven en países con menor desarrollo relativo miran la
televisión, los escaparates de comercios, a los famosos, personas
de mayor poder adquisitivo o a turistas extranjeros, que exhiben
objetos de moda o consumo para ellos sofisticados y, subsecuentemente,
desean lo que aparece como marcador de diferencias en
el reconocimiento de las relaciones psicosociales.
2 Que aún en varios países, por caso Bolivia en América del Sur, resuenan con intensidad y condicionan la conformación de un Estado-nación.
3 Por ejemplo una tribu se representa a las otras como amenaza y esto, en general, cuanto más primarios son los conglomerados.
4 Por el contrario el Estado de organización republicana no se sostiene en un vínculo emocional como pivote de la política sino en un contrato que supone las autoridades electas deben gobernar bajo la ley, es decir, no ya para sus electores sino para todos los ciudadanos.
5 En estas condiciones la categoría Pueblo es semejante a la noción de Masa. Un trabajo señero sobre el vínculo líder-masa es el de Freud en Psicología de las masas y análisis del yo. Este trabajo tiene como uno de sus antecedentes el de Gustave le Bon, Psicología de las Masas, publicado en Paris en 1895.
6 En cuanto a las condiciones sociales para la emergencia moderna de esa clase de vínculo, una referencia es el trabajo de W. Kornhauser (1969): Aspectos políticos de la sociedad de masas.
7 La demagogia es consustancial al imperio de lo verosímil sobre lo verdadero. Es un ingrediente propio de todo discurso político pero se hace notoria con mayor facilidad en el discurso populista.
8 Desde la perspectiva psicoanalítica la regresión se define como "la vuelta a etapas de la personalidad ya superadas por el sujeto, vuelta que implica el afán por formas de satisfacción de la libido más primitivas que las que utilizaba el sujeto antes de la regresión -por ejemplo, a las que corresponden a las fases oral, anal o fálica-" (Echegoyen, 2002).
9 Por un lado pueden observarse la ley antimonopolio o un diseño impositivo menos regresivo u otras medidas sostenidas legalmente. Por otro, de sentido particularista, cuando el Gobierno, usando en el discurso la expresión Estado, quita o sanciona desde su voluntad. Este último proceder conlleva restar libertad de mercado siendo el objetivo centralizar poder en aras de una posición estructurante absoluta sobre la vida política y social.
10 En la teoría del derecho natural, toda persona adquiere sus derechos naturales al nacer, estos serían por tanto inherentes y se fundamentarían en la dignidad de la persona, derechos que una sociedad jurídicamente organizada deberá siempre respetar en el funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho.
11 En Marx, el término es usado con el significado de "falsa conciencia", (Falsche Bewutseins) y lo aplica a los sistemas filosóficos, jurídicos, políticos y religiosos, en la medida en que considera que no se basan en la realidad, sino en ilusiones sobre la realidad. La superestructura ideológica la constituyen, pues, el conjunto de las ideas, creencias, costumbres, etc., plasmadas en las formas de la cultura, la religión, la filosofía, etc., en la medida que justifican como "natural" el modo de producción del que derivan y cuya realidad enmascaran.
12 Los cuatro rasgos han sido conceptualizados y ejemplificados en Psicología de la Anomia, Benbenaste, N.; Etchezahar, E. y Del Río, M. (2008).
13 De ahí que en esta clase de indagatoria la observación es una técnica destacada.
14 Definimos "valor mercantil" como la interiorización del dinero, es decir del mercado. En la sociedad contemporánea el dinero ha devenido no sólo medida para los intercambios entre cosas o trabajo sino mediatizador de las relaciones entre los sujetos, de su manera de tratarse. La tendencia intrínseca del mercado es convertir a todos los objetos y sujetos como partes de un mismo intercambio cuantificado, esto es en intercambio de compra y venta. Entonces el dinero, lo mercantil, es un "valor" no sólo en el sentido tradicional de la economía sino en el sentido psicosocial del término.
15 La idealización del líder consiste en la esperanza que desde su voluntad las demandas de la población tendrán satisfacción, mientras que a la vez, castigará al poderoso presunto causante de la insatisfacción. Esa idealización depende en mucho de lo que se recibe en relación a las expectativas.
Referencias bibliográficas
1- Aristóteles (1995). Política. Buenos Aires - Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]
2- Benbenaste, N. (1999). Democracia Mercantil. Buenos Aires: EUDEBA. [ Links ]
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Fecha de recepción: 23 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 30 de septiembre de 2009