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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versión On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.21 no.41 Buenos Aires oct. 2013

 

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

Telma Luzzani. Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica. Buenos Aires, Editorial Debate, 2012, 560 p.

 

Analistas desprevenidos, cuando no cómplices, afirman la irrelevancia de América Latina en los planes geoestratégicos del Imperio Americano. En esta rigurosa investigación, en la que contó con la colaboración de Emiliano Guido y Federico Luzzani, la autora apunta a desmontar dicha afirmación y a demostrar que, luego de la Guerra Fría, nunca como ahora, la creciente presencia militar de los Estados Unidos en la región constituye un rotundo mentís al aserto en cuestión. El control de los océanos, el dominio de zonas estratégicas y el acceso fluido a los abundantes recursos naturales de la región explican la agresividad imperial.

Luzzani nos propone un trazado histórico a lo largo del cual, a partir de fines del siglo XIX, los Estados Unidos iniciaron el establecimiento de una red de bases militares enhebrada por la lógica de la dominación imperial. Posteriormente, un incremento notable del número de bases se produjo durante la Segunda Guerra Mundial cuando la red que, en 1938 estaba integrada por 14 bases, pasó a tener 30.000 al finalizar el conflicto. El mantenimiento de los objetivos imperiales (abatir las barreras nacionales y los acuerdos bilaterales) se tornó imprescindible para concretar el ansiado "mercado universal". Pero la expansión comercial y militar consecuente tropezó con el crecimiento de la Unión Soviética y la emergencia de la Guerra Fría que impedía la concreción de aquel mercado y obligaba a un nuevo esquema estratégico ahora condicionado por la sofisticación del desarrollo tecnológico aeronáutico y espacial. Estados Unidos redujo a 2.000 las bases oficialmente abiertas, eliminando las bases intermedias pero acoplando a la CIA a muchas de las sobrevivientes. Si bien el Pentágono no tuvo oficialmente bases militares en la América Latina, tenía oficinas en todos los ministerios de Defensa y en la jefatura de casi todos los comandos de las fuerzas armadas de la región. De esta manera, las fortalezas pasaron a constituirse en los medios necesarios para alcanzar los objetivos vitales de garantizar el libre acceso a los recursos de otros países y asegurar la libre circulación de sus mercancías. Cabe recordar que el presidente Truman desarrolló un programa gubernamental para ayudar a los países subdesarrollados -entre ellos los latinoamericanos- cuyo Punto Cuarto apuntaba a proteger los recursos naturales estratégicos de dichos países frente a medidas que condujeran a su nacionalización.

En la post Guerra Fría, Estados Unidos se convirtió en "la primera potencia global en la historia", en condiciones de imponer, por fin, el capitalismo como el mejor sistema para la humanidad. Para ello rediseñó su esquema estratégico y adoptó un agresivo unilateralismo. A tal fin, la "amenaza comunista" fue reemplazada por supuestos nuevos peligros a combatir: el narcotráfico, el terrorismo, el flujo migratorio ilegal, los desastres naturales, etc. Por su parte, la retirada de los militares de la región de las funciones gubernamentales fue acompañada por el aumento de la "ayuda" militar norteamericana y el incremento de las bases militares bajo el control del Pentágono. 

El imperativo estadounidense de estrechar la vigilancia de sus territorios atravesó tres momentos: en 1989, para reforzar un punto de apoyo estratégico, el ejército norteamericano invadió a Panamá; el año siguiente, llevó a cabo el cierre de las bases propias en ese país, tuvo comienzo el Plan Colombia -la mayor intervención militar de los EE.UU. en la región-, y la apertura de tres nuevas bases, una de ellas en Sudamérica (Manta, Ecuador); en 2008, dispuso la reactivación de la IV Flota del Comando Sur para patrullar los océanos de la zona austral del continente; y, finalmente, en 2009 cerró la base de Manta y procedió a la apertura de nuevas bases en Colombia. De esta manera se desplegaba la expansión militar de los Estados Unidos en una región pacífica y desnuclearizada.

Por otra parte, el sistema de bases fue reestructurado: en lugar de las viejas fortificaciones militares -caras e impopulares- el Departamento de Defensa estadounidense optó por bases pequeñas, camufladas como inofensivas pero convertibles en verdaderas bases militares en pocas horas. Tras una minuciosa pesquisa, la autora identificó 72 bases militares de EE.UU. y la OTAN (entre ellas nuestras Malvinas) en distintos países de la región. Estos sitios de avanzada procuran asegurar el dominio militar en el espacio aéreo, marítimo y terrestre de la región, garantizar el acceso de las empresas norteamericanas a los mercados, controlar los recursos naturales y proporcionar negocios a la industria militar. Ello implica operaciones de espionaje como monitorear gobiernos, partidos políticos y organismos sudamericanos que en la óptica estadounidense pudieran significar un peligro para sus intereses.

Asimismo, Luzzani plantea los factores que, a su juicio, explican el avance militar norteamericano en la región. En primer lugar, el proceso de transformación que se desarrolla en América del Sur desde principios del nuevo siglo. Luego la debilidad relativa de EE.UU. y, finalmente, el crecimiento de China.

Desde fines del siglo XX, con el triunfo electoral de Chávez en Venezuela, la mayoría de los sudamericanos eligieron gobiernos que revalorizaban el rol del Estado y apuntaban al mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores sociales más desprotegidos. Al mismo tiempo impulsaron procesos de integración y alianzas heterodoxas que contrariaban a Washington. La creación del Unasur, formada por doce de los trece países del subcontinente, a juicio de Luzzani fue la de mayor significación histórica.

La crisis de la deuda en los EE.UU. y los apremios que parangonan su actual situación a la crisis de los años 30, explican su debilitamiento relativo. En contraste, China se convierte en el mayor desafío al poder imperial estadounidense.

Con estos antecedentes, comienza a delinearse la hipótesis más destacable del libro de Luzzani. China aparece ante los Estados Unidos como la potencia que podría disputarle el reparto del poder, como un rival cuya expansión comercial y financiera en América Latina amenaza a la potencia hegemónica, con lo que se configura un potencial conflicto entre ambas hacia el año 2016, año en que, según el Banco Mundial, China se convertirá en la primera potencia económica del mundo.

La obra incluye un apéndice documental sumamente valioso, en el que puede encontrarse la nueva doctrina militar brasileña para la defensa nacional  y un detalle de las personalidades entrevistadas, cuyas declaraciones son harto esclarecedoras. Con este bagaje no hay lugar para la distracción y, menos aun, para mentar la irrelevancia latinoamericana dentro de las ambiciones imperiales. Suscribir esta idea a contramano de los hechos es una expresión del carácter colonizado de la subjetividad y una invitación a bajar la guardia frente al avance imperial. 

Ricardo Vicente