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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.2 Bernal dic. 2010

 

ARGUMENTOS

La "casa grande" y la "Oeconomica" de la vieja Europa

Otto Brunner

Las modernas ciencias económicas tienen su centro en la economía nacional, la teoría de la economía de un pueblo, que ha desarrollado todo el aparato conceptual con el que ellas trabajan. Como una ciencia especial cerrada en sí misma, la economía nacional es una creación de la segunda mitad del siglo XVIII.1 Ciertamente, su prehistoria se remonta hasta la Antigüedad, concretamente hasta Aristóteles, y ya en la Escolástica tardía se encuentran importantes inicios. Pero ante todo fueron la teoría y la práctica del mercantilismo las que tuvieron para ella significación esencial. Pues es entonces cuando nace al mismo tiempo que el Estado nacional justamente aquella "economía de un pueblo", de la que luego se desarrolló la economía nacional, la teoría de la economía de un pueblo. Pero como sistema cerrado en sí, como ciencia especial autónoma descansa ella en el descubrimiento de la "circulación económica" de François Quesnay y en las teorías de Adam Smith. Su núcleo lo constituyen las leyes de la economía de mercado. Ella es esencialmente una teoría del "comercio", pero esto no en el sentido de que ella descuida las otras ramas de la actividad económica, sino en el sentido de que sus conceptos fundamentales se han formado para el mercado, el comercio, el intercambio. La teoría del valor de los precios tiene para ella permanente importancia central. También los teoremas fundamentales para la economía agraria, como la teoría de la renta de fincas o la ley de Thünen, se elaboraron desde la perspectiva de la relación de la agricultura con el mercado. Este pensamiento o noción del mercado era desconocido en los siglos anteriores. El mercantilismo primero colocó en el centro de su pensamiento preferentemente político-económico los "comercios", pero de allí no sacó aun las consecuencias teóricas decisivas, sino que más bien expuso sus nuevas concepciones en las formas tradicionales del pensamiento, del mismo modo en que la filosofía del siglo XVII buscaba nuevos caminos en los sistemas metafísicos tradicionales.
Quien busque antiguas teorías económicas podría inclinarse a suponerlas en los escritos antiguos y medievales que llevan el título de "Oeconomica". Su tradición va desde Jenofonte y Aristóteles pasando por la Escolástica medieval hasta llegar a la época moderna. Sin desarrollo interno durante mucho tiempo, la Oeconomica legó los conceptos fundamentales de la teoría de la casa a través de los siglos. En el siglo XVI se liga con la nueva teoría agraria que comienza a nacer sobre fundamentos antiguos. Aún en la era del mercantilismo hay una amplia literatura "económica", la llamada "literatura de los pater familias".2 Pero estos "economistas buenos" que en su ciencia no vieron otra cosa que "una doctrina moral para los padres de familia y las madres amas de casa, para los hijos y la servidumbre", como ha escrito de ellos justa pero algo peyorativamente un historiador de las doctrinas económicas,3 tratan efectivamente del padre de la familia, de la madre ama de casa y de los niños y de la servidumbre; ciertamente que dan una teoría de la economía doméstica y de la agricultura, inseparablemente entretejida con aquélla. La Oeconomica es literalmente la teoría del oikos, de la casa en el más amplio sentido de la "casa grande",4 para hablar como Wilhelm Heinrich Riehl, quien ha descrito esta configuración social que en parte sigue viviendo en la vida campesina, en el momento de su decadencia o de su desaparición. El mercantilista Johann Joachim Becher,5 quien desarrolló en un libro sus teorías "nacional-económicas" esenciales para nosotros, y que lleva el título Discurso político, elaboró también una vez el plan de una Oeconomica,6 que entre otros temas contenía un libro de oraciones y un libro de cocina, cosas que no se buscarían en ningún manual moderno de economía, pero que sin duda pertenecen al ámbito de la actividad de una casa. La Geórgica curiosa o Vida noble de campo y dominio (1682), de Wolf Helmhard von Hohberg, una obra capital de la literatura de los pater familias, se divide en doce libros. El primero de ellos describe la "finca", la estructura del señorío noble. El tratamiento de los oficios marginales como los molinos, los hornos de ladrillos, las canteras se extiende hasta convertirse en una exposición de la producción no agraria en salinas, minas e industria metalúrgica. El segundo libro tiene por objeto el comportamiento del padre de la casa, su relación con Dios, con la mujer, con los hijos. Aquí tiene su lugar el detallado tratamiento de la educación y de la formación noble. No menos detallado es el tratamiento de la relación con la servidumbre y con los súbditos campesinos. El libro se cerraba con reglas de conducta en caso de guerra y de epidemias de peste, una enumeración detallada de las estaciones y del clima y un calendario preciso de trabajo que indicaba para cada mes los trabajos en la casa, en el jardín y en el campo. El tercer libro está dedicado a la "madre de la casa" y abarca las tareas del ama de casa, de la mujer, la educación de los hijos, especialmente de las hijas, la cocina, el cocer pan, la conserva de carne, frutas y bebidas, una instrucción para la organización de una botica doméstica y una detallada exposición de la medicina humana, en la medida en que puede ser aplicada en la casa sin ayuda del médico. El cuarto libro trata la organización del viñedo y de las bodegas, luego el cultivo de frutas, el quinto y sexto el jardín o huerto de la cocina, de las plantas medicinales y de las flores, el séptimo el cultivo del campo con sus explotaciones marginales, como la cerveza, la destilería y la molinería, el octavo el cuidado de los caballos, el noveno el cuidado del ganado, las ovejas, los cerdos y las aves. En los dos libros se dan detalladas indicaciones sobre veterinaria. El libro décimo describe la cría de las abejas y del gusano de seda; el libro once, titulado "Placer del agua", trata la provisión de agua, los arroyos de los molinos, la pesca y cultivo de los peces, las aves acuáticas, y el capítulo final, los bosques y la caza.
Aquí se ha recogido un saber muy diverso y, según la división en ciencias que conocemos, muy dispar. Pues dice Hohberg en el prólogo: Nulla enim professio amplior quam oeconomia. Pero el principio organizador de estas masas de material, es decir, el de ser "Oeconomica", es claramente reconocible y se lo expresa en la introducción.
La Oeconomica como teoría del oikos abarca la totalidad de las relaciones y las actividades humanas en la casa, la relación de hombre y mujer, de padres e hijos, de señor de la casa y servidumbre (esclavos) y el cumplimiento de las tareas puestas en la economía doméstica y agraria. Con ello se ha delineado ya la actitud frente al comercio. Éste es necesario y permitido, en cuanto sirve de complemento a la autarquía de la casa, pero es reprobable en cuanto se convierte en fin en sí mismo, es decir en cuanto tiende a la adquisición de dinero en sí. A la Oeconomica se enfrenta la "Chrematistica".7 En la Chrematistica, no en la Oeconomica, se encuentra encerrada la prehistoria de la economía nacional, y ella se mantiene tan precaria porque de ella, en el fondo reprobable, no se desarrolla ninguna teoría, porque se la menciona ocasionalmente en la Ética y en la Política, cuando se discuten los límites de su permisividad.8
Así quedan las cosas hasta la era del mercantilismo. Las dilucidaciones de la escolástica tardía sobre la moneda, las rentas, los intereses y el precio justo desde Nicolás de Orême, que contienen los progresos más importantes en el camino hacia la economía nacional, pertenecen a este contexto. De contractibus licitis et illicitis es el título característico del muy difundido manual tardo-escolástico sobre estas cosas, de Konrad Summenhard.9
Debe haberse puesto en claro que no podemos hacer justicia a la Oeconomica si la confrontamos simplemente con la moderna ciencia económica. Precisamente hasta el siglo XVIII se entendió por "economía" una cosa diferente de lo que se entiende desde entonces. La Oeconomica de la vieja Europa aparece desde modernos puntos de vista como un complejo de doctrinas que pertenecen a la ética, a la sociología, a la pedagogía, a la medicina, a las diversas técnicas de la economía agraria y doméstica. Ella no es ni economía política ni teoría de la economía de empresas, ni tampoco simple teoría del presupuesto de la casa y del consumo. Hoy apenas estamos en condiciones de ver que tras ella se encuentra la unidad interna de la "casa" en la totalidad de su existencia. Así ha podido ocurrir que a tales Oeconomicas se las considerara como una especie de enciclopedia casera. Pero esta Oeconomica corresponde evidentemente a una manera de pensar vieja y, aún hoy, campesina. Cuando el campesino habla de su "explotación" [Wirtschaft, a la vez economía, N. del T.], se refiere al complejo total de su actividad doméstica y agraria, el oikos, que no es imaginable sin los que viven en ella, la mujer, los parientes de la familia que colaboran, la servidumbre. A eso se le puede contraponer un concepto que igualmente pertenece al lenguaje cotidiano extracientífico, que incluye todas las ramas de la economía urbana, los oficios y la industria, el comercio y el crédito, pero que excluye la agricultura. Aquí se enfrentan claramente el viejo concepto de economía que proviene de la casa y el reciente que parte del mercado. A eso corresponde la nueva tendencia de sustituir ampliamente el concepto de comercio por el de economía, la de rebautizar las escuelas de comercio, las cámaras de comercio, los ministerios de comercio en escuelas de economía, etc., a las que no pertenecen entonces las correspondientes instituciones agrarias.
El cambio de significado de la palabra economía se refleja claramente en su historia.10 Economía (Wirtschaft) deriva de dueño (Wirt), que originariamente no sólo designa al "productor consciente y utilizador de los bienes", sino que también significa "curador" (Pfleger), que pertenece a deber (Pflicht), cuidar, aplicarse en favor de alguien, que designa al posesor de la casa que ejerce, cuida y protege, el señor de la casa. Como dueño o patrono, el señor de la casa es propietario de la casa y de los correspondientes terrenos. La actividad de administrador y curador de los bienes materiales, ligada a la propiedad, se perfila de manera más fuerte paulatinamente. Pero recién en el siglo XVIII se incluye en la palabra patrono o dueño (Wirt) la significación del planifcar inteligente y el administrar racional. Totalmente análogo es el cambio de la palabra economía. También en este caso aparece en primer lugar la totalidad de la actividad en la casa: en el siglo XVIII se entiende economía como "llevar el presupuesto", como organismo autónomo, poniendo de relieve el trabajo planificado y racional, y de aquí se lo traspone a configuraciones más amplias, a la economía de un pueblo. Recién en el siglo XVIII la palabra "económico" adquiere el significado de ahorrativo, cuidadoso en el gasto; también la palabra economicidad aparece en esta época, pero recién a comienzos del siglo XX adquiere el sentido de rentabilidad.
El cambio de significado que se presenta en el siglo XVIII no es una consecuencia del nacimiento de la economía nacional. Ya es reconocible en los primeros camaristas -así, por ejemplo, en el Diccionario económico de Zincke, de 1744. El cambio de sentido de la palabra economía en el lenguaje corriente y el nacimiento de la nueva ciencia económica parecen descansar en las mismas raíces, pero no son recíprocamente dependientes. Las dos cosas suponen la génesis de la "economía de un pueblo", economía política, en el Estado moderno.
La antigua Oeconomica europea es la teoría de la "economía" en sentido campesino, de la "casa grande". Lo que desde los griegos ha sido aprehendido teóricamente en el pensamiento europeo es una forma de pensar mucho más difundida que corresponde a la forma fundamental de todas las culturas campesinas: la casa, la economía doméstica como la configuración social fundamental de todas las culturas campesinas y campesino-nobles. Desde su nacimiento en el neolítico hasta entrado el siglo XIX el campesino fue el fundamento de la estructura social europea, y resultó poco afectado en su sustancia en estos siglos de cambios estructurales de las formas políticas de las altas capas sociales.
A diferencia de las demás formas económicas, también en la moderna economía dineraria altamente desarrollada la economía campesina posee la capacidad de mantenerse ampliamente alejada del entrelazamiento con el mercado, aunque por cierto no totalmente y sólo por un reducido lapso de tiempo. Pero con frecuencia esta capacidad bastó para superar las crisis económicas, fenómeno típico de la moderna economía dineraria. Este rasgo descansa en el hecho de que el campesino no considera su "hacienda" o su "economía" meramente como fuente de rendimientos de la que se deshace cuando ya no es rentable, sino también como fuente de trabajo. El campesino sigue trabajando aunque el rendimiento de su trabajo se halle por debajo de los jornales corrientes en el lugar, y con ello conserva también la base de su vida para el futuro. Aún hoy, si bien en medida diversa, la economía campesina sirve primeramente a la provisión del campesino. Producción y consumo se acoplan aquí. Finalmente, la economía campesina es una economía de carácter familiar, cuyo núcleo descansa en el trabajo no remunerado de los miembros de la familia. En situaciones de mercado desfavorables se reduce totalmente a ésta. Así, en épocas de crisis el campesino mantiene el fundamento de su existencia mediante la reducción del consumo y el aumento del trabajo de los miembros de la familia, por sacrificios "antieconómicos" o no rentables (desde el punto de vista de la rentabilidad) que por cierto sólo pueden soportarse durante un determinado tiempo.11 Estos principios de la "economía" campesina, válidos también en el presente (aunque van perdiendo importancia de década en década), tuvieron vigencia en siglos anteriores de manera mucho más fuerte, porque el sector campesino ligado a la economía dineraria era pequeño. Si suponemos, teóricamente, que la economía campesina es cerrada (lo que nunca ocurrió de hecho, aunque a veces pudo acercarse a la "economía de la casa" en el sentido de la teoría de las etapas económicas de Bücher), entonces resulta, en la terminología de Walter Eucken, el sistema de economía de la "economía simple dirigida centralmente", en la que el director de la economía determina la producción y el consumo y fija el plan económico.12 Pero esto supone que el director de la economía es algo más que un director de una economía en sentido moderno. Él tiene que ser dueño y patrono, señor de la casa, cuidador en el alto sentido de que puede disponer de los hombres unidos allí, de los medios de producción, de los bienes de consumo, puede regular al mismo tiempo la producción, el trabajo y el consumo. La economía campesina no es imaginable sin el trabajo gratuito de los miembros de la familia, sin el "dominio" del dueño, del señor de la casa, sobre la familia; ella existió necesariamente en la forma social de la "casa grande". Ella fue siempre una "economía" que encerraba las relaciones humanas en la casa, "economía" en el antiguo sentido del término.
En la Europa Occidental este carácter de la casa se presenta de manera especialmente clara. La casa es en la Edad Media y más tarde un elemento fundamental de la constitución en el sentido amplio de la palabra; es una liberata, en la que domina una paz especial, la paz de la casa.13 No sólo en la ciudad tiene valor para el ciudadano la frase domus sua pro munition habetur, también el campesino, en su casa, debe "estar tan seguro como el duque en su castillo", según dicen derechos campesinos. En un mundo que conoce una medida más o menos grande de autonomía y capacidad de ayudarse a sí mismo, se requiere el poder de dominio del señor de la casa, que protege a los que viven en paz en la casa y es responsable por ellos. De ahí que el señor de la casa, como lo muestran derechos urbanos y aldeanos, posee un amplio derecho de castigo sobre su gente y también sobre la servidumbre. La capacidad de acción independiente de las personas que viven en la casa se hallaba estrechamente reducida en el campo del derecho de familia y de bienes. Sólo el señor de la casa poseía derechos políticos. En la comunidad de la ciudad y de la aldea, la casa propia era presupuesto del ejercicio de los plenos derechos políticos. Por eso podían ser poseídos solamente por hombres, y en raras excepciones también por viudas que dirigían una casa.
Tengamos en cuenta que esta forma social de la "economía", de la "casa grande", sólo existía prácticamente bajo circunstancias agrarias, porque la forma de vida noble sólo constituía una economía campesina ampliada. Luego del surgimiento de la vida urbana en la alta Edad Media, entre un 70 y un 90% de la población seguía siendo campesina, si hacemos caso omiso de unas pocas regiones. Ahora la agricultura penetraba profundamente en la ciudad. También la población activa en el comercio y en los oficios vivía en la "casa grande", no conocía ninguna separación entre casa y taller. Pues los aprendices de la artesanía y los servidores del comercio vivían en la casa de su "patrón", lo mismo que la servidumbre campesina. Nada de eso es modificado por las formas capitalistas de economía de siglos anteriores, pues ellas se sirven casi totalmente del sistema de trabajo en las casas de los artesanos, es decir, descansan en la organización de la "industria en la casa", tanto en la ciudad como en el campo, y en la dependencia en que los pequeños talleres caseros se encuentran frente al comerciante. El sector en el que penetró de manera más decidida la separación de casa y taller fue el de la minería, pero en las ciudades, donde se ocupaba a un gran número de oficiales artesanos casados, que sin embargo trabajaban en parte en su propia "casa". En suma, tanto en la ciudad como en el campo sólo un muy reducido número debió conocer la separación de casa y taller. Bajo estas circunstancias, es del todo natural que la categoría de la "casa grande", de la "economía", dominara el pensamiento, y que la "Oeconomica" fuera la teoría de esta economía.
En el presente la situación es completamente diferente. En la economía urbana ha penetrado ampliamente la separación de casa y taller,14 y la población urbana, que en otro tiempo constituyó un 10 % del total de la población, ha alcanzado en los países fuertemente industrializados el 80 % y más. La agricultura de grandes regiones hoy está determinada por otras formas sociales, como los koljoces, o el farmer de origen norteamericano. Pero también allí donde existe un campesinado de viejo estilo, la mecanización creciente de las fincas de tamaño pequeño y mediano modifica su carácter. Aquí ha comenzado un cambio estructural interno cuyos profundos efectos no pueden subvalorarse. Desaparece la categoría de "la casa grande".
El poder de viejo estilo del dueño de casa había permanecido inmodificado hasta bien entrado el siglo XVIII. El Estado absoluto, que había concentrado en sus manos la protección de la paz y la policía, penetró en la casa, que en la estructura anterior era el grado más bajo de poder originario.15 De ahí que su polo contrario, el moderno derecho natural, trató de salvarlo de la intervención del Estado, considerándola como poder dado pre-estatal y por tanto "natural" (S. Pufendorf). Por fin, la paz de la casa fue integrada en los derechos fundamentales, los "derechos del hombre y el ciudadano", porque el Estado y su poder político sólo pueden penetrar en su esfera por orden judicial. Pero en las codificaciones jurídicas del Absolutismo ilustrado se observa ya un cambio profundo en la estructura de la casa.
Así, puede decirse de la legislación de José II que ella limitó esencialmente el "poder paternal, marital y señorial" (el último sobre la servidumbre) y "al mismo tiempo se aproximó a la libertad del individuo y a la ampliación de los derechos del gobierno".16 Aquí se encuentra un importante punto de partida de la inicial decadencia de la "casa grande".17"Pues -así se dice- las relaciones en las familias se aflojaron, y desapareció poco a poco la rigurosa educación de los tiempos anteriores. Lo que la casa podía construir, lo destruía la escuela. La mujer tenía un derecho casi ilimitado de disponer de sus haberes. La ley sólo conocía por nombre un poder paternal, y los criados se hallaban jurídicamente fuera de la familia." Así juzgaba hacia mediados del siglo XIX un conservador -que antes de la revolución del 48 había sido durante mucho tiempo juez- las consecuencias de la legislación del tardío siglo XVIII.18 Entonces esas consecuencias ya eran claramente visibles. Pues por las mismas fechas, W. H. Riehl describió la "casa grande" como una configuración en peligro, y Adalbert Stifter dilucidó en Estío tardío por qué el hacendado y las personas que vivían en su casa ya no comían en la misma mesa, y Gustav Freytag describió en Debe y haber el tipo de casa del comerciante, que estaba desapareciendo, en la que aún vivían los servidores solteros del comercio.
Este proceso se hace perceptible no solamente en el cambio de significado de la palabra economía, sino también en la penetración de la palabra familia en el lenguaje corriente. Es bastante llamativo para nuestra sensibilidad que la lengua alemana no tenga una palabra propia para una cosa tan evidente como la familia. Se hablaba precisamente de casa. La misma había significado originariamente la familia, derivada de famulus, y aún en el latín medieval familia puede designar la totalidad de la gente dependiente de una casa, de un burgo, de un castillo, de una hacienda real.19 Tan sólo en el siglo XVIII penetra la palabra familia en el lenguaje corriente y adquiere ese peculiar tono sentimental que le damos. Su presupuesto de ello es evidentemente la separación del pequeño núcleo familiar urbano de la totalidad de la casa. En la "casa grande", la ratio y el sentimiento se equilibraban en tensiones recurrentes, frecuentemente dolorosas. Con la separación de casa y taller, se contrapone a la "racionalidad" del taller la "sentimentalidad" de la familia. Aquí se perciben contextos de historia del espíritu que adquieren significación eminente concretamente desde el siglo XVIII.20 De un modo hasta entonces desconocido se enfrentan corrientes "racionales" e "irracionales". La historia de la economía política con su problemática de "teoría" e "historia" conoce muy bien el conflicto. En la contraposición conceptual que determina la sociología alemana desde Ferdinand Tönnies, es decir, "comunidad" y "sociedad", el taller o la empresa corresponde a la "sociedad" y la familia a la "comunidad". La "economía" campesina, la "casa grande", en general fue comunidad y sociedad al mismo tiempo.21
Ya hemos dicho que la "casa" y la "economía" contienen necesariamente un momento "señorial". Así no ha de sorprender que la Oeconomica desde Jenofonte y Aristóteles hasta la literatura de los pater familias sea una doctrina del señor de la casa, del pater familias.22 La capacidad de mandar, de modo que los subordinados obedecen con gusto y voluntariamente, es según el Oikonomikos de Jenofonte la cualidad más esencial del señor de la casa. Esa es aún la posición de la más moderna literatura de pater familias. En su Oeconomia ruralis et domestica (1593) dice Johann Coler que "el dueño de casa debe saber gobernar a su mujer, a sus hijos y a su servidumbre con gran modestia", y Wolf Helmhard von Hohberg tiene interés en su Georgica curiosa (1681) en "que el padre de la casa debe temer a Dios, juntarse con su esposa, educar a sus hijos, gobernar a sus sirvientes y subordinados y presidir su casa y economía cada mes".
A la Oeconomica sólo quiere Aristóteles integrar lo que pertenece al saber del señor de la casa, pero no cosas como el arte de la cocina, que es saber de esclavos, no de los señores. En Aristóteles encuentra también el acento del momento señorial su más clara expresión, en la fundamentación de la esclavitud en la desigualdad innata de los hombres.23 Evidentemente, no es casual que ella se encuentre en los trozos de la Políticaque tratan la Oeconomica. En toda la literatura política se la ha refutado recién en el Contrato social de Rousseau. También para el cristiano eran los hombres iguales ante Dios, pero no ante los prójimos. La esclavitud fue la más fuerte entre las relaciones de dominio existentes. Mientras no se la tocó, el principio de dominio en la vida social se mantuvo íntegro.24 Pero Aristóteles reconoce en la casa otras relaciones de dominio. Establece un paralelo entre las relaciones de dominio en la casa y las de la polis. "Despóticamente" domina el alma al cuerpo, el señor de la casa a los animales y a los esclavos; "prácticamente" domina la razón a las pasiones, el hombre a la mujer, el hombre de Estado a los súbditos.25
Todas las relaciones de dependencia en la casa se refieren al señor de la casa, que como cabeza directiva hace de todas ellas un todo. Para eso está capacitado solamente el hombre, que según Aristóteles es el único que posee las virtudes necesarias. La casa, oikos, es pues un todo que descansa en la desigualdad de sus miembros, que encajan en una unidad gracias al espíritu director del señor. Aquí se hace patente el verdadero sentido de la palabra "padre de la casa", que suena tan anodinamente pacato, especialmente cuando se habla de la "literatura de pater familias", tan frecuentemente escarnecida. Pero la palabra "padre de la casa" era conocida de todos en los siglos XVI y XVII a través de la traducción de la Biblia por Lutero. Aquí hay el oikodespotes del griego neotestamentario, que reproduce el pater familias de la Vulgata.26 Cuando se habla de "padre de la casa" hay que pensar en el oikodespotes helenístico, en el pater familias del derecho romano, en el "dueño" de las fuentes jurídicas medievales y de la temprana modernidad y no en el concepto "sentimental" de familia del siglo XVIII. Pues una reciente investigación27 ha dado por resultado que padre era originariamente un concepto del orden jurídico, para cuya determinación no bastaba ni el aspecto biológico ni el sentimental, y que en las lenguas indogermánicas la palabra designaba el carácter de padre como señor y dominador, un significado que fue puesto en peligro por la familia "con alma", cálidamente sentimental, desde la mitad del siglo XVII, hasta que en el presente "un todopoderoso y extremadamente antipaternal Padre Estado comienza a devorar al padre terrenal y celestial".28
Para la prehistoria de la teoría de la economía política la historia de la vieja Oeconomica europea presta sólo una muy modesta contribución. Pero ciertamente no es adecuado el considerarla como su fase "ingenua" o "precrítica",29 pues con ello no se muestra del todo su significación histórica. Pues la Oeconomica es justamente una doctrina de la "casa grande" y no sólo de la actividad "económica", en sentido moderno. Ella no puede ser considerada aisladamente, pues es sólo una esfera parcial en el sistema total de la "filosofía", en el sentido antiguo, medieval y de la modernidad temprana.30 Como se sabe, ésta se divide en Lógica, Metafísica, Física y Ética. La Ética abarca todo el campo de las ciencias del hombre y de la comunidad y se divide en los tres campos de la Ética en sentido riguroso, como teoría del hombre singular (en la Escolástica se la llamaba por eso monástica), en la Oeconomica, como doctrina de la casa, y, finalmente, en la Políticacomo teoría de la polis. Ninguna de estas tres ciencias griegas tiene una correspondencia en una ciencia moderna especial. Desde la perspectiva del presente ellas aparecen como un complejo de muy variados campos del saber, sin otra relación interna como no sea justamente aquel objeto exterior, que aquí se intenta aprehender en sus diversos aspectos. Este fenómeno lo encontramos en la Oeconomica. Como allí, debemos preguntar por el principio organizador que reúne las diversas doctrinas en una unidad interna. También en la Ética y en la Política aparece el principio de dominio, que construye o establece la unidad del objeto, dominio de la razón sobre los instintos en el individuo, dominio del dominador (hombre de Estado) en la polis. Así resulta entonces comprensible que en la política griega y en los dos siglos que le siguen las formas del Estado son idénticas a las formas de gobierno y dominio. Montesquieu las llama aún les trois gouvernements. Monarquía, aristocracia y democracia y las perversiones correspondientes, y finalmente el principio de la constitución mixta es el principio fundamental según el cual se dividieron durante mucho tiempo las "formas del Estado". Esos conceptos ya no significan nada para nosotros. Ya no hay aristocracias, la monarquía es una forma sin significado, y democracia es algo del todo diferente de lo que se da a entender en el pensamiento político antiguo. La democracia moderna quiere ser, según su idea (éste no es el lugar para elucidar su realidad) no "dominio de los hombres", sino "administración de cosas".31 Pero la antigua democracia es dominio del demos: de ahí que, según Aristóteles, como dominio de todos sobre todos no es posible sino en forma moderada. Pero también en su figura más radical ella es dominio de propietarios de esclavos, de "señores de casa" y finalmente de hombres. Aquí la mujer no puede poseer derechos políticos.
Este principio del dominio no se limita en el pensamiento antiguo en modo alguno al mundo humano, sino que también penetra el cosmos. El alma (psyche), que es al mismo tiempo el principio de la vida, da la vida al cuerpo, y con ello primeramente la unidad interna. La doctrina aristotélico-escolástica de "organismo" es fundamentalmente diferente del concepto moderno de organismo. En sentido antiguo, el organismo (corpus organicum) es por cierto capaz de vivir, pero no es aún vivo. Tan sólo gracias al alma recibe la vida, llega a ser viviente (vivum), organismo en el sentido actual. La vida es traída al cuerpo por el alma que lo domina, no es como en el pensamiento moderno un principio inmanente de propia e interna ley.32 En nuestro contexto es importante esta comprobación. Pues el pensamiento anterior aplica frecuentemente la llamada comparación de la organización. La polis es comparada, por ejemplo, con el cuerpo. Pero la base de la comparación es completamente distinta. Lo que el alma es en el cuerpo, lo es el dominador en el Estado, el padre de familia en la casa, el principio organizador que fundamenta la unidad.
Este pensamiento, empero, no reconoce solamente el alma de los hombres y de los animales, sino también almas de las plantas y de las estrellas. Pero por sobre el cosmos está el nus, como principio supremo que configura la unidad, como "motor inmóvil", como koiranos, según dice Aristóteles, que aquí aplica, no casualmente, una palabra homérica. Dios es el origen necesario del "movimiento", que forma la materia, la convierte en "forma". Dios es la "forma" del mundo, la entelequia vivificadora del todo. La identidad de los principios fundamentales de construcción hace imposible ver en el hombre un microcosmos, el reflejo del macrocosmos.
Este pensamiento presupone la ontología griega, en la que "lo general se condensa en sustancia de la forma, y, aprehensible en el concepto, es lo interior determinante y configurador de las cosas".33 De ahí que el hombre, la casa y el Estado o el cosmos se contemplen como un todo, y no se los analice como en las ciencias modernas. De ahí que este pensamiento tiende siempre a la forma ideal y mide con ella los fenómenos de hecho, es theoria, el "ver el ser propio". Ser y deber ser no se pueden separar aquí como en el pensamiento moderno, sino que se hallan estrechamente ligados. La Ética, la "filosofía práctica", es en esencia una teoría de las virtudes del hombre individual, del señor de la casa, del hombre de Estado. En la virtud depende hasta qué punto el hombre, la casa y el Estado están en capacidad de acercarse a su "esencia", a su ser verdadero. Pues para este pensamiento, el verdadero ser y el bien supremo son una cosa y constituyen el concepto de Dios de la filosofía antigua, el "monoteísmo metafísico" (Dilthey) de la Antigüedad.
Es una forma noble de pensamiento la que encontramos aquí. Ya en Homero se tropieza con la equiparación de "saber" y tener carácter. Es la posición directiva e imperativa del señor, su más clara racionalidad, que siempre tiene a la vista la configuración dominada por él y que la ve en su "esencialidad", a quien su posición de señor siempre da la posibilidad de que su "saber" se convierta en hechos; es una areté noble la que posibilita el dominio del hombre sobre su interior, casa y polis y que por eso contempla en la theoria análogamente la estructura del cosmos dominado por el nus, por Dios, que también determina la física y la metafísica, por lo cual su pensamiento es, análogamente al del actuar humano, un pensamiento "teleológico".34 La Oeconomica antigua tuvo influencia durante mucho tiempo, no solamente en la Europa occidental, sino también en Rusia35 y en los países islámicos.36
Para nosotros surge el problema de por qué este pensamiento griego pudo dominar completamente los dos siglos siguientes e incluso las épocas cristianas. Aquí se trata naturalmente no sólo del pensamiento aristotélico, que tan sólo más tarde, desde el siglo XII, comenzó a tener su plena efectividad, sino de todo el "monoteísmo metafísico" de la Antigüedad, que fue recogido por la filosofía cristiana, desde la Patrística, y continuado por la Escolástica. Con la recepción de Aristóteles se recibe entonces el sistema completamente desarrollado de la ciencia griega. El aristotelismo domina las universidades europeas hasta bien entrada la modernidad. La metafísica de Francisco Suárez conquistó en el siglo XVII no solamente las universidades católicas, sino también las protestantes. Tan sólo hacia 1700 termina el dominio del aristotelismo. Junto a él se encuentra permanentemente una corriente platónico-neoplatónica, de muy hondo efecto en la historia del espíritu, pero que ha nacido de los mismos fundamentos de la visión griega del mundo, pues el neoplatonismo es un platonismo "convertido" y fuertemente determinado aristotélicamente. Ernst Hoffmann caracterizó así esta herencia:

Este dogma filosófico de que un Absoluto, algo Divino es el principio incondicional determinante según el cual debemos organizar nuestra imagen del mundo y nuestra vida, y que este Absoluto, siendo él mismo inmóvil, comunica movimiento, es decir, crea por explicación o emanación primeramente un ámbito deiforme de primera dignidad, un reino de las ideas o un reino de los números o un reino de luz, y que por su mediación Dios habita en el mundo y en la variedad de sus obligadas configuraciones de todo el mundo, pero ante todo en nosotros mismos, en cuanto que lo divino arde como una chispa en la razón del hombre u opera en nosotros la más profunda unidad; esta dogmática es la que como herencia de la Antigüedad operó en el Cristianismo y en la Escolástica y la que dio a la humanidad occidental, más allá de la Edad Media y hasta los sistemas del racionalismo dogmático del siglo XVII, la armazón de su metafísica.37

Pero esta herencia es determinante no sólo para la metafísica, sino para toda la imagen científica del mundo de la "filosofía" penetrada por aquélla.
Nos aproximamos a la pregunta de su fundamentación social y de su vigencia duradera durante siglos de la manera más adecuada partiendo de su imagen del hombre, de su Ética, que, como ya hemos podido comprobar, determina también su física y su metafísica. Su concepto central es desde Homero hasta 1700 el de la virtud (areté, virtus). Ya hemos llamado la atención sobre el hecho de que la Ética, la Oeconomica y la Política culminan en una teoría de las virtudes del hombre, del señor de la casa y del hombre de Estado. Werner Jaeger, el historiador del concepto griego de cultura,38 de la Paideia, tituló el primer capítulo de su obra: "Nobleza y areté". Ésta es en Homero fuerza heroica y habilidad, y el adjetivo correspondiente, agathos, significa originariamente noble, valiente. Pero las dos palabras tienen también un sentido más general, ellas designan la actitud del hombre distinguido. Pero ya en Homero, frente al orgullo de nobleza, que mira con gusto la larga fila de los ilustres antepasados, se encontraba el conocimiento de que la preeminencia y la posición sólo se pueden afirmar con la virtud por la cual se logró el privilegio. Con ello se ha tocado un tema que se encuentra siempre desde la Antigüedad, en la Escolástica medieval, en la poesía de la cultura caballeresco-cortesana, en los humanistas y en el Barroco.
Para mostrar todo esto de manera completa, habría que presentar una historia de la paideia- humanitas, de las virtudes cardinales, y seguir su camino desde la polis griega pasando por la nobilitat romana hasta las imágenes nobles de los hombres de la cultura caballerescocortesana, del humanismo y de los tipos nacionales de nobleza de la temprana modernidad. Siempre encontramos la relación de nobleza y virtud (areté, virtus) y por cierto de manera tal, que sólo el hombre noble posee virtud, que ha nacido para ella, pero que ésta encierra la dura obligación de formarse para ella con severo esfuerzo.

Pues -así dice Enea Silvio Piccolomini en su Carta sobre la Educación al rey Ladislaus Posthumus- así como la disposición natural sin formación es ciega, así la formación sin el presupuesto de una correspondiente disposición natural es defectuosa. Pero las dos son de poco valor cuando falta el ejercicio. Las tres cosas juntas permiten lograr la perfección.

Así, este pensamiento se muestra en los dos siglos y más desde los griegos hasta el comienzo de la Ilustración como el pensamiento de un mundo de nobleza. Aquí comprendemos el concepto de "mundo de nobleza" muy ampliamente e incluimos también los estados-ciudades antiguos y medievales. Pero este mundo de nobleza descansa siempre sobre un fundamento campesino con su oikos.
Éste se derrumba a partir del siglo XVIII, lo que encuentra su expresión en el nacimiento de nuevas ciencias y en el cambio completo de nuestro lenguaje científico conceptual. En la segunda mitad del siglo XVIII concluye un proceso y es reconocible por doquier en sus efectos que en sus raíces se remonta mucho más atrás. Se trata aquí nada menos que del derrumbamiento de la imagen del hombre y del mundo, creada por los griegos, que había dominado hasta este tiempo, del derrumbamiento del pensamiento cosmológico, tanto en el ámbito del macrocosmos como en el del microcosmos, del "Urbs diis hominibusque communis", cuya filosofía era por eso "rerum divinarum humanarumque cognitio". Sólo en este contexto se puede entender el pensar en Ética, Oeconomica y Política y con ello también el poder espiritual que ejercieron sobre los espíritus los conceptos fundamentales de la vieja Oeconomica europea pese a su modesta posición tras las otras dos ciencias. Edgard Salin llamó al pensamiento antiguo sobre cosas económicas un pensamiento "metaeconómico"39 y remitió para la Antigüedad al poder de la polis y para el tiempo siguiente al de la Iglesia cristiana. Pero a los dos, a la polis y a la Iglesia, les es común el pensamiento cosmológico, el monoteísmo metafísico, la doctrina de las virtudes y el pensar sobre el hombre y la comunidad en el sistema de la "filosofía práctica" dividida en Ética, Oeconomica y Política.
En el cambio estructural profundo desde la mitad del siglo XVIII se encuentra el primer presupuesto del nacimiento de las modernas ciencias económicas. Se trata de un proceso de largo alcance retrospectivo, que conduce a la formación del "Estado" moderno y de la "sociedad" industrial. Sería necesario describirlo en todas sus consecuencias espirituales y sociales para aclarar estos presupuestos, lo que no puede hacerse en el marco de este esbozo. Pero cabe aludir a que no se trata de un simple "reflejo" de una estructura económica modificada en el pensamiento económico, sino de un proceso mucho más complejo. La vieja Oeconomica europea había afirmado durante dos siglos su dominio y también en épocas en las que había una economía dineraria altamente desarrollada, ya desde el desarrollo de la polis griega, pero ante todo bajo el principado romano y luego otra vez desde la alta Edad Media, que indudablemente hubiera podido proveer el material empírico de experiencias para una ciencia económica en el sentido posterior y para un pensamiento sobre estas cosas orientado de manera completamente diferente. Tampoco se puede considerar el nacimiento de la teoría económica sencillamente como reflejo del "alto capitalismo" y de la "revolución industrial" que surgen al mismo tiempo que ella, o de la relegación de la "casa grande", ligada con lo anterior. Pues la teoría económica surge en una época en la que comienzan a desenvolverse estas cosas y en la que sus consecuencias no son apenas previsibles. Éste fue el caso en la primera mitad del siglo XIX, y en el resto de la segunda mitad del siglo.40 Un hombre tan importante para el mundo moderno como Thomas Jefferson aún podía decir: "Those who labor in the earth are the chosen people of God". La relación de los husbandmen con las otras clases de ciudadanos le pareció a él la relación de las partes sanas con las enfermas. Deseaba que los Estados Unidos siguiera siendo un país agrario, cuyo workshop debería ser Europa.41 Aún Adam Smith tenía todavía la convicción de que la riqueza obtenida en el comercio y en la manufactura sólo dura si parte de ella se invierte en la tierra.42 Con el nacimiento de la economía política tenemos que confrontarnos con un aspecto parcial de un proceso de mucho mayor alcance.
Con el nacimiento de la teoría de la economía política decayó la vieja Oeconomica europea. En los primeros cameralistas, en el andamio entero de su ciencia del Estado o cameralista, junto a la ciencia de las finanzas y de la "policía", una muy amplia teoría de la administración que también abarca la ciencia mercantilista de los comercios, se encuentra la "Oeconomica" como "domesticología", como doctrina de los "bienes y asuntos de alimentación de las personas privadas". Pero con ello ya han desaparecido las relaciones interhumanas en la casa. Todavía se tiene en cuenta muy detalladamente la agricultura y su técnica. Pero entonces, en la época de los "economistas experimentales", comienzan a independizarse las ciencias agrarias, para luego, desde los Principios de la agricultura racional (1809-1812), de Albrecht Thaers, convertirse en una ciencia especial independiente, la ciencia de la técnica agraria. Además, para Thaers "la agricultura es un oficio que tiene por fin producir ganancias o adquirir dinero mediante la producción de sustancias vegetales". Aquí como en Adam Smith se ve la agricultura bajo el punto de vista de la Wealth of Nations, de la "economía política" como sociedad de intercambio. Pero para Thaers, la "Economía" es la designación de la teoría de la empresa agraria.43 Más tarde, Johann Heinrich von Thünen, apoyándose en Thaers y en Adam Smith, sentó los cimientos para el tratamiento de la agricultura en la moderna teoría de la economía política.
Así, la "Oeconomica" se reduce a una débil teoría del presupuesto de la pequeña familia urbana y luego muere. En último caso sigue teniendo eco algo del viejo tipo en los populares Consejos para la casa y la familia.
En el siglo XIX, el concepto de "casa grande" se perdió aun en las consideraciones históricas. Como veremos, fue reducido en la historia económica a la economía casera "cerrada" o degenera en simple colección anticuaria de material de los "monumentos domésticos" sin su contexto interno.44 Igualmente, después de que W. H. Riehl había descrito en 1854 la "casa grande en su libro La familia45 -él vio ciertamente sólo el aspecto "sentimental" y la llamó "una leyenda que se va"-, la etnología parece no haber comprendido esta forma de sociabilidad viva y humana,46 aunque ella se ha designado como "ciencia de la vida en órdenes tradicionales".47
Lancemos, de todos modos, la pregunta de si la vieja Oeconomica no tuvo sin embargo alguna influencia en la moderna teoría de la economía. Como sabemos, en los mercantilistas está la "ciencia del comercio" como parte de la Política todavía al lado de la "Oeconomica". De ahí que el mercantilista alemán más importante, Joachim Becher (1635-1682),48 parte siempre de la equiparación de Res publica y societas civilis. Pero en una época en la que el Estado moderno del Absolutismo con su aparato militar y burocrático está completamente formado, la "sociedad civil" aparece como una "populosa, sustanciosa comunidad". Un concepto de sociedad orientado hacia la población y la economía en un sentido que ahora tan sólo es posible llamar "civil" comienza a deslindarse del Estado. "Poblamiento" y "Comercios" están aquí en el centro del interés. La sociedad civil es "sociedad económica". Ella ya no se divide en los tres estamentos evidentes para la Edad Media, "natos, caballeros y eclesiásticos", junto a los que estaba, según frase de Freidank, como cuarta "vida" creada por el diablo, el usurero, es decir, la esfera de la crematística, sino en los estamentos de campesino, artesano y comerciante, que están formados según su función en el mercado. Becher tenía, lo mismo que otro mercantilista, Wilhelm von Schröder, comprensión indudable para la agricultura y trató de fomentarla con consejos prácticos; en esto lo que le importa esencialmente es una producción agrícola rica y barata, que debería posibilitar una rebaja de los jornales y de los precios de materias primas y con ello de los costos industriales de producción. Decisiva es para él la tarea de los comerciantes, los "comercios", el comercio, que se cuida de la distribución y que por eso establece la unión entre los tres estamentos, que es pues su "alma". Alma se entiende aquí en sentido tradicional como principio vivificante y organizador y dominante en el sentido de la tradición aristotélico-escolástica.49 Pero al mismo mundo pertenece la concepción peculiar de los conceptos de producción y consumo. Producción equivale para Becher a protoproducción, consumo lo equipara a la distribución, al comercio. Eso sólo se puede comprender a partir de la "casa". Para Becher, bajo el concepto de "campesino" cae toda la protoproducción o producción primaria, la agricultura, la ganadería, el cazador y los mineros. Eso coincide completamente con la opinión de la "Oeconomica" desde Aristóteles hasta la "literatura de los pater familias". Todavía en la Georgica curiosa de Wolf Helmhards von Hohberg se adjudica un amplio espacio a la minería junto a la agricultura, en tanto que el comercio y los oficios quedan al margen. Visto desde la casa, el comercio se justifica en tanto sirve al complemento de la casa organizada según el principio de la autarquía, es decir, en tanto sirve al consumo. De ahí la equiparación de comercio y consumo que tanto nos extraña. Aquí se ve claramente cómo sobrevive la vieja terminología, tomada de la Oeconomica, aunque esa terminología se refiere a otra cosa completamente distinta, a la relación con el mercado, que establece la unión entre los estamentos. Aún sigue operando el viejo lenguaje conceptual. Laboriosamente se intenta con su ayuda abrirse un nuevo camino. No habrá que subvalorar los peligros y las dificultades que surgen de ahí. Con el descubrimiento de la circulación económica, Quesnay y los fisiócratas dieron entonces el paso decisivo hacia un sistema doctrinal cerrado, la teoría de la economía política. Pero como se sabe, ellos adjudican "productividad" solamente a la producción primaria. Eso no se explicará solamente como reacción a la política económica del mercantilismo que fomenta en primera línea el comercio y los oficios, sino también por la supervivencia eficaz del pensamiento "económico" de viejo estilo, para el que fue evidente durante dos siglos esta equiparación.50
No ha de sorprender que la repercusión de la vieja Oeconomica europea se reduzca a los comienzos de la moderna teoría de la economía política.51 Más bien habría que suponer que tal es el caso en su configuración histórica, en la historia económica. Y eso es así. Ciertamente que en una manera especial que desfigura el problema propio, y que está condicionada por el género de la historia económica tradicional.
La teoría de la economía política se nos presenta desde el principio en una doble figura, como "teoría" y como "historia", ya en las objeciones que hizo el Abbé Galiani a los fisiócratas. 52 La disputa metodológica que surgió de allí y que sigue viviendo aún en el presente se arraiga en la peculiar estructura dualística de las modernas ciencias del espíritu, para las que racionalismo e historicismo son dos hermanos enemigos, que se atraen y rechazan recíprocamente, dos poderes vivos de fuerza extraordinaria. Pero también los intentos de superar esta discrepancia mediante la idea de la "evolución" y las teorías nacidas de ahí, de las "fases de la economía", y de los "estilos económicos", caben en este contexto.
"Historia económica"53 supone el concepto moderno de economía, la sociedad de intercambio separada del Estado y contrapuesta a él, y con ello los conceptos de las modernas ciencias de la economía. En su Wealth of Nations, Adam Smith no sólo fundamentó la teoría clásica de la economía política, sino que también sentó las bases de la historia económica en las partes de su obra capital dedicadas con considerable espacio a la historia. Pues según una certera formulación de Carl Brinkmann, la historia económica "tiene por objeto esencialmente la construcción, las transformaciones y la respectiva disolución de la economía de mercado".54 En este sentido es posible ciertamente la historia económica de todos los tiempos. Así, Fritz Heichelheim hizo del dinero y el capital crediticio el leit motiv de su Historia económica de la Antigüedad (1938). Sólo que su valor de conocimiento nos parece bastante diverso. Queda por responder la pregunta de si con ello se puede ganar siempre el acceso a preguntas centrales sobre la estructura social como lo ha pretendido la historia económica, al menos por algún tiempo. De hecho, pura historia económica puede escribirse solamente sobre la moderna sociedad económica en el mundo industrial. También ella es por cierto "historia social y económica", pues requiere la exposición de las configuraciones sociales que hacen la economía. Sólo que aquí la categoría de lo "social" corresponde a la sociedad moderna, que está frente al Estado, y a su ciencia, la "sociología". Esta más reciente sociedad económica está esencialmente determinada "económicamente" en el sentido moderno. De ahí que "historia económica general" se convierte aquí en una prehistoria de la sociedad industrial o del "capitalismo". Esto ocurre de manera especialmente clara en libros como El capitalismo moderno, de Werner Sombart,55 o de Max Weber (1923) y en la Historia económica (1935) de Heinrich Sieveking. Por el contrario, todas las exposiciones de la economía "precapitalista" requieren detalladas introducciones que ocupan frecuentemente un espacio considerable y que se ocupan significativamente con una cantidad de hechos extraeconómicos. Conocidas son las quejas de que estos libros exponen el orden jurídico y constitucional de la economía más que la vida económica misma. Pero al mismo tiempo se acepta que la historia agraria no se puede escribir sin estrecha unión con la historia constitucional.56 Sin la exposición de la constitución agraria no es posible una historia de la economía agraria. Aquí hay que traer a cuento la historia jurídica y constitucional. Y esto resulta precisamente de la estructura de un mundo que no está determinado por conceptos como "economía y sociedad", sino por conceptos como "dominio y cooperativa". Tampoco se puede escribir historia agraria sin una estrecha unión con la historia de la colonización, que por su parte conduce bastante más allá del ámbito de la estrecha historia económica.57 Pero conocemos el concepto de "casa grande", de la "economía" en el sentido campesino. Su estructura interna y su peculiar relación con la economía dineraria sólo pudo ser explorada con ayuda de los conceptos de las modernas ciencias económicas. Pero justamente la aplicación de estos conceptos también ha mostrado que ellos contienen un momento de dominio extraeconómico en el sentido moderno, sin cuyo efecto no hubiera sido posible el funcionamiento de toda la configuración. No se encontrará que hasta ahora este problema haya sido visto en toda su significación por la historia económica habitual, puesto que justamente se entendió economía sólo en el sentido moderno y por eso sólo pudo comprender una función parcial de la "casa grande".
De ahí resultó una actitud equívoca frente a la economía propietaria y a la dineraria de siglos anteriores. Pues del hecho de que la economía dineraria no pudo determinar fundamentalmente la estructura social de la vieja Europa y que en el pensamiento "económico" de la antigua Europa sólo tenía una significación reducida, no puede sacarse la conclusión de que ella fue insignificante o primitiva. Se conoce la larga disputa sobre el carácter "moderno" o "primitivo" de la vida económica de la Antigüedad, la disputa de si la "economía de oikos" de la propiedad de hacendados estaba dirigida esencialmente hacia la autarquía o hacia la venta en el mercado, de si hubo formas "industriales" de los oficios. La disputa se ha aclarado hoy en lo esencial en el sentido de que en la Antigüedad hay que contar en ciertas épocas con una muy intensa economía de mercado, pero que ella no logró transformar decisivamente la estructura social ni influir fundamentalmente en el pensamiento social.58 La importante literatura griega y romana sobre lo agrario trata de la Villa, del gran establecimiento agrario orientado en fuerte medida a la venta en el mercado y que en parte tiende a la monocultura (vino y aceite), pero sigue siendo del todo una doctrina de la técnica agraria y de la "Oeconomica".59 Pues en la Antigüedad sólo se han podido comprobar huellas de un cálculo racional de los beneficios y del capital.60
Más perfiladamente se presenta esto con la penetración de la economía dineraria desde la alta Edad Media. En una época a la que precisamente se pudo atribuir una "economía mundial medieval",61 o más exactamente un comercio mundial, y en la que la filosofía moral de la Escolástica tardía se ocupó muy seriamente de los problemas planteados aquí, la "Oeconomica" no fue siquiera tocada por ella.
El comercio y la economía de mercado tuvieron de hecho en épocas muy tempranas una significación mucho mayor de la que entonces se quiso suponer. Cierto es que tan sólo en la sociedad industrial ellos se convirtieron en el momento portador de la estructura social, pero siempre existieron como un factor más o menos eficaz. Si con Brinkmann se concibe la "construcción, los cambios y la disolución de la economía de mercado" como el tema central de la historia económica, se estará forzado entonces a separar la moderna sociedad industrial del presente, para la que es constitutiva la economía de mercado, de una preindustrial en la que la economía de mercado tenía una significación diferente, y formar para las dos épocas diferentes configuraciones de la "historia económica". Para las épocas preindustriales, la historia económica como historia del mercado tendrá significación limitada, la cual ha de determinarse por su posición en una amplia "historia social". Aquí hay que entender historia social como la exposición de la estructura interna en general y no meramente en el sentido de la moderna sociedad económica.62
Pero bajo este punto de vista es posible concebir el decurso de una "historia económica general" como el camino que va desde una "economía natural" a una "economía dineraria",63 según los términos insuficientes, o como la sucesión de diversas fases de la economía o de los estilos económicos que deben conducir desde la economía cerrada de la casa hasta la economía de la ciudad y finalmente pasando por la economía de un pueblo o economía política hasta la economía mundial. La utilidad histórica de este esquema es limitada.64 No está en condiciones de exponer realmente ni la significación de la economía de mercado en la era preindustrial, ni de captar la diferencia esencial entre esta era y la moderna sociedad industrial. Así también ha resumido Hermann Schuhmacher todas las formas anteriores como "fases previas de la economía" política y las ha contrapuesto a ésta.65 Solamente cuando se han soltado del decurso histórico fases singulares de la economía y cuando se ha abandonado el esquema evolucionista y tratado como modelo teórico del género de la ley de Thünen, conservan éstas un cierto valor de conocimiento. Si el par de conceptos economía natural-economía dineraria y el esquema de las fases económicas no pueden ponerse como fondo del decurso real de la historia económica, sin embargo ellos reflejan claramente la contraposición o el contraste de un pensamiento económico que proviene de la casa y uno que proviene del mercado, y que se ha buscado conciliar mediante un decurso histórico concebido como "desarrollo".66 El concepto de oikos, que ha jugado un tan gran papel en las dilucidaciones sobre la naturaleza de la economía antigua desde Rodbertus y Bücher, la "economía cerrada de la casa" de Karl Bücher y sus sucesores, se muestra como una construcción modelo de limitada significación teórica. Ésta se encuentra como confi guración teóricamente autárquica en la cumbre de la secuencia de las fases económicas, en la que se amplía constantemente la periferia del ámbito del mercado. Esta sucesión seudohistórica de fases (o estilos) se ha acuñado naturalmente en vista del moderno concepto de economía orientado hacia el mercado.67 Pero orientada por la "conclusión", la "autarquía" de la casa, no está en condiciones de dar transparencia al problema totalmente diferente de la relación entre la economía campesina y la economía dineraria en la prehistoria y en la historia temprana. Pero ante todo, el oikos de la teoría de las fases de la economía no es el oikos de la Oeconomica europea antigua, sino que separa de todo el volumen de las relaciones y actividades interhumanas descritas por la Oeconomica sólo el momento negativo de la autarquía mayor o menor, sin ocuparse de sus presupuestos fundamentales en la estructura interna de la "casa grande". Pues la antigua Oeconomica y la doctrina agraria no hablaron tanto de una economía "cerrada" de la casa en el sentido de la teoría de las fases económicas, sino que más bien contrapusieron la legítima venta en el mercado, a veces muy importante, de sus propios productos, a la crematística, a la ganancia -rechazada por aquélla- del comercio intermediario y del préstamo de dinero. La mayor ganancia posible mediante el aprovechamiento de los productos agrícolas en el mercado es ya según Catón la meta de la economía romana de la hacienda.68
De manera totalmente análoga, Werner Sombart ha contrapuesto la "idea de la alimentación" de la era precapitalista al racional "instinto de adquisición" en el "capitalismo". Sin duda, la "idea de alimentación" domina, si bien limitadamente, en la esfera de la "casa grande" y emerge de ello fuertemente en el "pensamiento económico" de viejo estilo. Sólo que la "idea de la alimentación" no puede verse aislada para sí, como "espíritu" de la economía en sentido moderno, sino sólo en el contexto de la "casa grande" y sus presupuestos específicos. Por otra parte, la Oeconomica europea antigua nada nos dice precisamente sobre la historia económica como historia del mercado, porque ella no pertenece a la Oeconomica, sino a la Crematística, y tampoco dice nada sobre su significación y la mentalidad que la domina. Hoy ya no tenemos duda alguna de que en ella dominaba un fuerte "instinto de adquisición", que por cierto fue muy diferente del instinto "racional" de adquisición del capitalismo moderno. Sobre ello ha llamado la atención Max Weber.69 También su pensamiento se mueve en torno del carácter histórico irrepetible y único del capitalismo moderno y del moderno Estado burocrático. Así, para Weber también, y en cierto sentido y dentro de ciertos límites, "toda la historia económica es la historia del triunfo del racionalismo económico, construido sobre el cálculo".70 De aquellos fenómenos históricos se ha deducido el concepto de "racional", tan peculiar de Weber, al que él contrapone el concepto de "tradicional". Pero lo "tradicional" ciertamente aparece como una simple y negativa contrafigura frente a su concepto directivo filosófico-cultural y sociológico de lo "racional". Éste recibe un contenido histórico concreto en el marco de una historia económica, entre otras cosas tan sólo cuando en los siglos anteriores se parte del concepto de "casa grande" y no del concepto moderno de economía formado en vistas al mercado.
Finalmente me refiero al problema del "economicismo", al que no hay que adjudicar solamente determinadas direcciones en el marxismo, sino que también se presentó relevantemente en la ciencia "burguesa", aunque no haya sido plenamente consciente de sus consecuencias. En libros del tipo que constituye el Compendio de Schmoller, la ciencia económica se extiende hasta una especie de ciencia universal del hombre y de la sociedad. A eso corresponde que la teoría de la economía política en los decenios en torno a 1900 adquirió provisionalmente una especie de posición clave entre las ciencias del espíritu. Debemos a la "consideración económica de la historia" conocimientos altamente importantes y duraderamente valiosos. Pero desde hace mucho tiempo se ha refutado el "economicismo", en la medida en que pretendió la validez general de la "economía" como factor determinante de la "realidad social". En este contexto, no me parece carente de importancia la referencia a la Oeconomica europea antigua, a la economía en el sentido amplio antiguo, que necesariamente es, para decirlo con Edgar Salin, "metaeconómica".
Pues a las dos significaciones de la palabra economía se pueden contraponer correspondientemente concepciones de la historia fundamentalmente diferentes que pueden pretender el que se las designe como "económicas". Lo que da a entender la concepción económica de la historia, que se apoya en el concepto moderno de economía, es claro, y si no se quiere instaurar una confusión conceptual, sólo ella puede ser designada así. Pero sería del todo posible llamar "económica" a la imagen religiosa de la historia que dominó los siglos anteriores. Pues "Oeconomica" es también un término de la dogmática cristiana desde Tertuliano; se refiere al gobierno divino del mundo que determina la historia, el plan de la redención.71 Todavía en una obra capital de la literatura de paters familias del siglo XVII, la Georgica curiosa de Wolf Helmhards de Hohberg, se dice en la introducción que Dios "es el Señor de la casa, que es celestial y ama a los hombres, que nunca cesa de organizar y de gobernar la gran economía del mundo". Entonces se tenía plena conciencia de la relación entre "economía" divina y humana.
En el cambio de significación de la palabra "económico" que tenemos a la vista emerge una vez más en toda su profundidad el cambio histórico que conduce desde la Oeconomica europea antigua a las modernas ciencias económicas. Si la economía política del clasicismo tardío inglés, en John Stuart Mill, por ejemplo, en ocasiones ha pretendido ser Ética y Metafísica,72 eso muestra entonces que evidentemente no se ha podido prescindir de los fundamentos "metaeconómicos", si bien en formas típicamente sustitutivas. El liberalismo económico no se satisface con desarrollar una teoría de la economía de mercado, en lo que descansa su permanente valor científico. Su teoría de la armonía de los intereses se descubre como un pensamiento "subteológico",73 como un secularizado "plan de redención". Mucho más clara es la supervivencia de la "Oeconomia" en el sentido de la filosofía cristiana de la historia en los dos grandes movimientos contrarios a la economía política clásica, el socialismo y el historicismo. 74 Pues tras ellos se encuentra la radicalización de la imagen cristiana de la historia en forma de un "espiritualismo" y su tránsito siempre posible al otro extremo del "materialismo".75 De la escuela histórica de la economía política, que no logró alcanzar el alto rango del pensamiento histórico de su tiempo, emerge en Werner Sombart y en Max Weber, en disputa con el materialismo dialéctico de Marx y como contraposición espiritualista, la pregunta por el "espíritu de la economía" y conduce a la postulación de "estilos económicos", en los que ha de encontrar su "expresión" este "espíritu".76 Pero ante todo, dentro de las ciencias económicas se mantiene viva la antinomia de "teoría" e "historia". Tras este moderno planteamiento son claramente reconocibles las repercusiones de los dos grandes poderes espirituales de la vieja Europa, el antiguo pensamiento cosmológico y la imagen bíblicocristiana de la historia, en los que tenía su hogar la "Oeconomica" antigua europea.

Notas

1 E. Salin, Geschichte der Volkswirtschaftslehre, 4ª ed., Berna, 1951.         [ Links ]

2 O. Brunner, Adeliges Landleben und europäischer Geist. Leben und Werk Wolf Helmhards von Hohberg, 1612-1688, Salzburgo, 1949,         [ Links ] y la bibliografía indicada allí. Art. "Hausväterliteratur", en Handwörterbuch der Sozialwissenschaften 5, 1956, pp. 92 y s.         [ Links ] Rico material sobre este tema ofrece J. Hoffmann, Die "Hausväterliteratur" und die "Predigten über den christlichen Hausstand", Weinheim, 1959.         [ Links ]

3 E. Salin, op. cit., p. 62.

4 W. H. Riehl, Naturgeschichte des deutschen Volkes, ed. de G. Ipsen, Leipzig, 1935, pp. 197 y ss. (primero en el libro Die Familie).         [ Links ]

5 Herbert Hassinger, Johann Joachim Becher 1635-1682. Ein Beitrag z. Geschichte des Merkantilismus, Viena, 1951, pp. 66 y ss.         [ Links ]

6 O. Brunner, "Johann Joachim Bechers Entwurf einer 'Oeconomia ruralis et domestica'", en Sitzungsberichte d. Österreichischen Akademie der Wissenschaften, 226/3, Viena, 1949.         [ Links ]

7 J. Brake, Wirtschaften und Charakter in der antiken Bildung, Frankfurt, 1935.         [ Links ]

8 M. Salomon, Der Begriff der Gerechtigkeit bei Aristoteles, Leiden, 1937, pp. 145 y ss.         [ Links ]

9 J. Höffner, Wirtschaftsethik und Monopole im 15. u. 16. Jahrhundert, Jena, 1941, pp. 85 y ss.         [ Links ]

10 J. y W. Grimm, Deutsches Wörterbuch, véanse los artículos Wirt, Wirtschaft, etcétera. H. L. Stoltenberg, "Zur Geschichte des Wertes Wirtschaft", en Jbb. f. Nationalökonomie und Statistik 148, 1938, pp. 556 y ss.         [ Links ]

11 A. Tschajanoff, Die Lehre von der bauerlichen Wirtschaft, Berlín, 1923.         [ Links ] E. C. Sedlmayr, Die bäuerliche Landgutswirtschaft, Berlín, 1930.         [ Links ] M. Rumpf, "Natürliche Selbstgenügsamkeit und Geld in der alten Bauernwirtschaft", en Schmollers Jbb., 51/2, 1935.         [ Links ] lb., Deutsches Bauernleben (Das gemeine Volk I), Stuttgart, 1936. Ch. v. Reichenau, "Die Bäuerin", en Jbb. f. Nationalökonomie und Statistik 153, 1943.         [ Links ] J. Walleitner, Der Knecht. Volks-und Lebenskunde eines Berufstandes im Oberpinzgau, Salzburgo, 1947.         [ Links ] No ha de pasarse por alto que el carácter peculiar de la economía campesina no pudo ser descubierto por la vieja Oeconomica que le corresponde, sino sólo con los conceptos de las modernas ciencias económicas que parten de la sociedad de intercambio.

12 W. Eucken, Die Grundlagen der Nationalökonomie, 6ª ed., Gotinga, 1958.         [ Links ] A. Rüstow, "Zu den Grundlagen der Wirtschaftswissenschaft", en Rev. de la faculté des sciences économiques de l'université d'Istambul, 2, 1941, p. 136.         [ Links ]

13 E. Osenbrüggen, Der Hausfrieden, Erlangen, 1857.         [ Links ] Cf. F. Kaufmann, "Altdeutsche Genossenschaften", en Wörter und Sachen, 2, 1910, pp. 26 y ss.         [ Links ]

14 Sobre la situación actual cf. René König, "Soziologie der Familie", en A. Gehlen y H. Schelsky, Soziologie, Dusseldorf, 1955, pp.119 y ss.         [ Links ], y la descripción del lugar de la familia en la sociedad industrial norteamericana, en P. Drucker, Gessellschaft am Fliessband, Frankfurt, 1952, pp. 27 y ss.         [ Links ] H. R. Müller-Schwefe, Welt ohne Väter, Gedanke eines Christen zur Krise der Autorität, Hamburgo, 1962.         [ Links ] W. Haas, Lebent unten einem Dach. Die Familie damals und heute, Friburgo, 1963.         [ Links ] A Mitscherlich, Auf dem Weg zur vaterlosen Gesellschaft. Ideen, zur Sozialpsychologie, 2ª ed., Munich, 1963, 1967.         [ Links ] F. Oeter (comp.), Familie und Gesellschaft, Tubinga, 1966.         [ Links ]

15 Otto Brunner, Die Freiheitsrechte in der altständischen Gesellschaft, en el volumen alemán, del cual el presente es una selección. H. Conrad, Individuum und Gemeinschaft in der Privatrechtsordnung des 18. und beginnenden 19.         [ Links ]

16 J. Beidtel, en SB d. Ak. d. Wisssenschaften in Wien 7/8, 1854, p. 45.         [ Links ]

17 Para Francia cf. M. Reinhard, Histoire de la population mondiale, París, 1949, pp. 64 y ss. y 131 y ss.         [ Links ] Sobre la inicial transformación del campesinado desde el siglo XVIII, cf. G. L. C. Schmidt, Der schweizerische Bauer im Zeitalter des Frühkapitalismus, Zürich, 1932.         [ Links ] Cf. también C. Gebauer, "Studien z. Geschichte d. bürgerlichen Sittenreform d. 18. Jahrhunderts. Die Reform der häuslichen Erziehung", en Archiv für Kulturgeschichte, 20, 1930.         [ Links ]

18 J. Beidtel, Geschichte der österr. Staatsverwaltung 1, Innsbruck, 1896, p. 396.         [ Links ]

19 Sobre la escuela como "casa" del maestro H. Lange, Schulbau und Schulverfassung der frühen Neuzeit, Weinheim, 1967.         [ Links ]

20 M. Wieser, Der sentimentale Mensch, Gotha, 1924.         [ Links ] Cf. H. H. Muchow, Jugend und Zeitgeist, Hamburgo, 1962 (el libro trata principalmente la época entre 1770 y 1813.         [ Links ])

21 El concepto de "comunidad" que determina la teoría social alemana desde Adam Müller fue acuñado por Fr. v. Gentz en su traducción de E. Burke, Refl ections, donde traduce la palabra "partnership" en remodelación romántica. Cf. E. Lerch, "Gesellschaft" und "Gemeinschaft", en Vierteljahrschrift für Literaturwissenschaft und Geistesgeschichte,22, 1944, pp. 114 y ss.         [ Links ] F. Tönnies ha llamado la atención en su autobiografía sobre el hecho de que fue infl uido por Adam Müller.

22 La historia anterior de la Oeconomica está tratada detalladamente por S. Krüger, "Zum Verständnis der Oeconomica Konrads von Megenberg", en Deutsches Archiv für Geschichte des Mittelalters, 20, 1964, pp. 475 y ss.         [ Links ]

23 Aristóteles, Política, 1253b, 1254a.         [ Links ]

24 Sobre la supervivencia de la esclavitud en Europa, cf. Ch. Verlinden, Histoire de l'esclavage en Europa mediévale I, Gante, 1955.         [ Links ]

25 Política, 1254b.

26 Ev. s. Mateo, 20, 1.

27 J. Trier, "Vater. Versuch einer Etymologie", en Zeitschrift der Savinnystiftung für Rechtsgeschichte germ, Abt. 65, 1947, p. 232.         [ Links ]

28 J. Trier, op. cit., pp. 259 y s.

29 A. Voigt, Handwörterbuch der Staatswissenschaften, 4ª ed., Jena, 1928, p. 832.         [ Links ]

30 Sobre la supervivencia de la tradicional doctrina, cf. L. Baur, Dominicus Gundissalinus, De Divisione philophiae, Münster, 1903.         [ Links ]

31 Cf. L. Landshut en el Hamburger Jahrbuch für Wirtschafte-und Gesellschaftspolitik, 1, 1956, pp. 50 y s.         [ Links ]

32 A. Mitterer, Die Zeugung der Organismen, insbesondere des Menschen nach dem Weltbild des hl. Thomas von Aquino und dem der Gegenwart, Viena, 1947.         [ Links ] Sobre la génesis del concepto moderno de organismo, cf. E. Voegelin, Die Rassenidee in der Geistesgeschichte von Ray bis Carus, Berlín, 1933.         [ Links ]

33 N. Hartmann, Neue Wege der Ontologie, Stuttgart, 1942.         [ Links ]

34 Cf. E. Topitsch, "Kosmos und Herrschaft", en Wort und Wahrheit, 1955, p. 21.         [ Links ]

35 Cf. M. E. Duchesne, Le Domostroi, París, 1910.         [ Links ] Sobre este libro de casa como representante de una mentalidad conservadora y rusa tradicional, léase el diálogo al comienzo de La sonata a Kreutzer, de León Tolstoi.         [ Links ]

36 M. Plessner, Der Oikonomikos des Neupythagoräers Bryson und sein Einfl uss auf die islamische Wissenschaft, Heidelberg, 1928.         [ Links ] El Oikonomikos de Bryson fue traducido en Occidente al latín y al alemán.

37 E. Hoffmann, Platonismus und Mystik im Altertum, Heidelberg, 1934-1935, pp. 46 y s.         [ Links ]

38 W. Jaeger, Paideia, Die Formung des griechischen Menschen, Berlín, 1936-1944-1947. (Hay trad. castellana en FCE de México.         [ Links ])

39 E. Salin, op. cit., p. 11.

40 H. Herkner, "Die wirtschaftlich-sozialen Bewegungen von der Mitte des 18. Jahrhunderts bis in die zweite Hälfte des 19. Jahrhunderts", en Propyläen-Weltgeschichte 7, 1929, pp. 329 y ss.         [ Links ]

41 S. K. Padover, Democracy by Thomas Jefferson, Nueva York, 1937, pp. 107 y s.         [ Links ]

42 Adam Smith, La riqueza de las naciones (trad. esp. en FCE, México).         [ Links ] De manera semejante, L. B. Alberti, Della famiglia, hacia 1434 (ed. alemana con intr. de Fritz Schalk, Zürich, 1962, p. 250: Vom Hauswesen).         [ Links ]

43 Sobre el desarrollo más reciente, cf. L. Drescher, Agrarökonomie und Agrarsoziologie, Jena, 1937.         [ Links ] S. v. Frauendorfer, Agrarwirtschaftliche Forschung und Agrarpolitik in Italien vom 18. Jahrhundert bis zur Gegenwart, Berlín, 1942.         [ Links ]

44 H. Heyne, Fünf Bücher deutscher Hausaltertümer, Leipzig, 1899-1903.         [ Links ] A. Schultz, Das häusliche Leben der europäischen Kulturvölker vom Mittelalter bis in die zweite Hälfte des 18. Jahrhunderts, Munich, 1903.         [ Links ] Schultz opina que la vida del pasado se ha hecho completamente extraña para el presente, y será necesario darse por satisfecho con el conocimiento de que esos tiempos pasados se los podrá conocer "sólo por las cosas exteriores".

45 Cf. nota 4.

46 A. Haberlandt, Die Deutsche Volkskunde, Eine Grundlegung nach Geschichte und Methode, Halle, 1935.         [ Links ]

47 L. Schmidt, Volkskunde als Geisteswissenschaft, Viena, 1948, p. 13.         [ Links ]

48 Sobre Becher véanse las notas 5 y 6.

49 Sería de interés saber hasta dónde se remonta esta teoría del comercio como "alma" de la sociedad. Ya se encuentra en todo caso en Calvino.

50 E. Salin, op. cit., pp. 69 y s.

51 Me parece que se requiere un nuevo examen de la muy debatida cuestión de si la doctrina del valor del trabajo se puede concebir como resonancia del pensamiento antiguo en la economía clásica y hoy aun en el marxismo.

52 E. Salin, op. cit., p. 76.

53 Sobre el tema que sigue cf. Otto Brunner, "Zum Problem der Sozial-und Wirtschaftsgeschichte", en Zeitschrift für Nationalökonomie, 7, 1936, pp. 671 y s.         [ Links ]

54 C. Brinkmann, Finanzarchiv N. F. 1, 1933, p. 46.         [ Links ] Cf. sobre eso Th. Mayer, "Haupttatsachen der wirtschaftsgeschichtlichen Entwicklung", en Vierteljahrschrift für Sozial-und Wirtschaftsgeschichte, 22, 1929, pp. 360 y ss.         [ Links ] E. Savoy, L'Agriculture à travers les ages. Histoire des faits, des institutions et des doctrines économiques et sociales, París, 1935.         [ Links ]

55 Cf. Otto Hintze, "Der moderne Kapitalismus als historisches Individuum. Ein kritischer Bericht über Sombarts Werk", en Gesammelte Abhandlungen, 2: Soziologie und Geschichte, ed. de G. Oestreich, Gotinga, 1964, pp. 37 y ss.         [ Links ]

56 J. Kulischer, Allgemeine Wirtschaftsgeschichte 1, Munich, 1928.         [ Links ]

57 Así comienza la Cambridge Economic History 1: The Agrarian Life of the Middle Ages, Cambridge, 1942, con una contribución de R. Koebner, "The Settlement and Colonisation of Europe".

58 F. Heichelheim, Wirtschaftsgeschichte des Altertums, Leiden, 1938.         [ Links ]

59 G. Carl, "Die Agrarlehre Columellas", en Vierteljarhrschrift für Sozial-und Wirtschaftsgeschichte, 19, 1926, pp. 1 y ss.         [ Links ]

60 G. Mickwitz, "Zum Problem der Betriebsführung in der antiken Wirtschaft", en la revista citada en la nota anterior, N° 32, 1939, p. 24

61 F. Rörig, Mittelalterliche Weltwirtschaft, Blüte und Ende einer Wirtschaftsperiode, Jena, 1933.         [ Links ]

62 Cf. O. Brunner, "Das Problem einer europäischen Sozial-geschichte", en el volumen alemán del que éste es una selección.

63 A. Dopsch, Naturalwirtschaft und Geldwirtschaft in der Weltgeschichte, Viena, 1930.         [ Links ] Cf. sobre eso E. F. Heckseher, "Naturalwirtschaft und Geldwirtschaft in der Geschichte", en la revista citada en nota 59, 23, 1930, pp. 445 y ss.

64 W. Eucken, Die Grundlagen der Nationalökonomie, 6ª ed., Gotinga, 1950.         [ Links ] Cuando Eucken quiere colocar en lugar de las fases o estilos de la economía la descripción de "órdenes económicos" históricos concretos, entonces sigue quedando abierta la pregunta para la era preindustrial de si el concepto de "orden económico" formado en el concepto moderno de economía es utilizable, o si no hay que preguntar más radicalmente por los factores de los "órdenes" antiguos, entre los que entre otras cosas se trabajó económicamente.

65 H. Schuhmacher, Die Wirtschaft in Leben und Lehren, Leipzig, 1943, pp. 273 y ss.         [ Links ]

66 Cf. la crítica de A. Rüstow a la aplicación de la teoría de las fases económicas en la versión de A. Spiethoff por E. Heichelheim en su "Wirtschaftsgeschichte des Altertums", en Revue de la faculté des sciences économiques de l'université d'Istambul, 2, 1941, p. 150.         [ Links ]

67 Cf. nota 62.

68 E. Salin, op. cit., pp. 29 y ss.

69 M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie 1, Tubinga, 1920, pp. 4 y ss.         [ Links ]

70 M. Weber, Wirtschaftsgeschichte, Munich, 1928, p. 15.         [ Links ] Sobre eso, O. Brunner, en el volumen alemán del que ésta es una selección, p. 71.

71 A. Harnack, Dogmengeschichte, 5ª ed., Tubinga, 1914, p. 81.         [ Links ] Sobre "Oeconomia" como designación de un actuar político por motivos de adecuación a una fi nalidad en Bizancio, cf. W. Ohnsorge, Das Zweikaiserproblem, Hildesheim, 1947, p. 13.         [ Links ]

72 E. Salin, op. cit., pp. 98 y ss.

73 A. Rüstow, op. cit., pp. 105 y ss.

74 E. Salin, op. cit., pp. 101 y ss. H. Freyer, Die Bewertung der Wirtschaft im philosophischen Denken des 19. Jahrhunderts, 2ª ed., Leipzig, 1939.         [ Links ]

75 E. Seeberg, Menschwerdung und Geschichte, Berlín, 1939, pp. 63 y ss.         [ Links ] E. Cassirer, "Naturalistische und humanistische Begründung der Kulturphilosophie", en Göteborgs k. Vetenskaps-och Vitterhets-Samhälle Handlingar V/A/7, Nº 3, Gotemburgo, 1939.         [ Links ] Cf. más arriba en el art. "Pensamiento histórico occidental", la parte sobre Otto von Freising.

76 Recientemente A. Müller-Armagk, Genealogie der Wirtschaftsstile. Die geistesgeschichtlichen Ursprünge der Staats und Wirtschaftsformen bis zum Ausgang des 18. Jahrhunderts, Stuttgart, 1941.         [ Links ] Del mismo, "Zur Metaphysik d. Kulturstile", en Z. f. d. ges. Staatswissenschaft, 105, 1948, pp. 24 y ss.         [ Links ] Ahora en: Religion und Wirtschaft, Stuttgart, 1959. Sobre eso: O. v. Zwiedinek-Südenhorts, "Weltansenauung und Wirtschaft. Kritisches und Positives zu Müller-Armagks Genealogie der Wirtschaftsstile", en Sitzungsberichte der Bayer. Akademie d. Wissenschaften, phil. hist., Abt., 1942/2.         [ Links ]

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