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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.27 no.1 Bernal  2023  Epub 06-Dic-2023

 

Reseña

La construcción de la imagen y otros estudios literarios

Judith Podlubne* 

* Universidad Nacional de Rosario / CONICET

Gramuglio, María Teresa. Paraná: eduner, 2023. 576p.

Hace exactamente una década, el mismo año en el que puso término a su actividad como docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario, María Teresa Gramuglio publicaba, por iniciativa de la Editorial Municipal de Rosario, su primer libro: Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina. Se había resistido a hacerlo de todos los modos posibles con una convicción de otro tiempo, del tiempo en el que el sentido de la actualidad y el rumbo de nuestras disciplinas se dirimían en el ágora acalorada de las revistas culturales y el libro se reservaba a la ilusión de ideas originales y perdurables. Hasta ese momento, Gramuglio había dado a conocer sus artículos en forma paulatina, sobre todo en la revista Punto de vista: una escuela crítica, estricta e insuperable para quienes nos formamos en las décadas de 1980 y 1990. Gramuglio siguió resistiéndose a la idea de que compiláramos sus escritos en volumen, incluso cuando Nacionalismo y cosmopolitismo estaba listo: “Nunca creí necesario reunir mis artículos en libros”, escribió en el Prefacio, para sorpresa de sus editores. Responsabilizaba de la decisión a los interlocutores que, sin llegar a persuadirla del todo, le habíamos insistido para que lo hiciera y habíamos contribuido a ese propósito. La única condición que debíamos respetar era la de la unidad temática: la congruencia interna fue un requisito innegociable. Ejercía sobre sí el prurito anti rejunte que su atención severa le había escuchado a Juan José Saer en 1984, cuando preparaban juntos la antología que los transformaría a ambos. Juan José Saer por Juan José Saer resultó una primera señal consagratoria para el escritor y el certificado de adelantada saeriana para Gramuglio. Lo cierto es que en 2013 fue ese prurito anti rejunte de cautelosa estirpe saeriana el que decidió que los ensayos sobre Saer no integraran Nacionalismo y cosmopolitismo, aun cuando hubiesen tenido legítimo derecho, dado que el “lugar de Saer” se localizaba para Gramuglio en el cruce entre “vanguardismo, cosmopolitismo y nacionalismo”.

Si retomo ahora esta circunstancia anecdótica -que mencioné en una ocasión en que Martín Prieto me invitó a presentar El lugar de Saer. Una poética de la narración, el segundo libro de Gramuglio, un libro que ella tampoco proyectó sino que la Editorial Municipal de Rosario le propuso y armó en 2017 a partir de una idea de Alberto Giordano-, es porque La construcción de la imagen y otros estudios literarios, el tercer libro de Gramuglio, el más ambicioso, el más extenso, el que recorre un período de publicación más amplio, desde 1980 a 2017, el que cumple una vez más con la regla de no haber sido concebido por su autora sino, en este caso, por Nora Avaro, muestra, en su variedad y abundancia, lo que ninguno de los otros había dejado en claro todavía: que nunca corrimos el riesgo de que un libro de Gramuglio se pareciera a un cajón de sastre. La primera impresión que produce la lectura de La construcción de la imagen y otros estudios literarios, editado con un cuidado admirable en la colección Aura de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (eduner), a cargo temporario de Avaro, es que la obra de Gramuglio, elaborada parsimoniosamente, a un ritmo continuo y con una exigencia crítica indeclinable, el tiempo largo de la escritura, se articuló desde el comienzo sobre dos o tres preocupaciones medulares, conectadas entre sí y solo identificables a posteriori, en el recorrido transversal por una producción que no se agota con la aparición de este libro. Son estas preocupaciones, centros móviles y porosos, más que líneas directrices, las que convocan y orientan la atención de Gramuglio hacia los escritores, las obras y los problemas de los que se ocupa y son, a su vez, los análisis escrupulosos que realiza de ellos, auténticas disecciones argumentativas, los que contribuyen a perfilarlas y enunciarlas con una nitidez y una precisión cada vez mayores. Me refiero a su inclinación hacia una perspectiva histórica de la literatura, a su interés persistente en los problemas propios de las historias literarias y, en inmediata relación con esto, a sus inquietudes sobre el vínculo, complejo y elusivo, entre estética y política y a sus reflexiones en torno a las “imágenes de escritor”, categoría que acuña en el célebre ensayo que le da nombre a este libro. Pero también aludo aquí a su preocupación sostenida por un enfoque comparatista de la literatura, un enfoque, consecuente con sus intereses historiográficos, puesto a prueba en su enseñanza de las literaturas argentina y europeas, así como también en sus investigaciones sobre el realismo y sobre los lazos entre nacionalismo y cosmopolitismo en nuestra cultura. La escritura de Gramuglio, un ejercicio que atraviesa más de cincuenta años, si contamos desde su iniciación a mediados de los años 1960 en la revista Setecientosmonos, se consolida en torno a esta serie de cuestiones que, además de distinguirla, se constituyen, entre otros motivos, gracias a su trabajo, en prioridades de la crítica literaria y cultural argentina del último tercio del siglo xx y comienzos del xxi.

Como si hubiese existido un plan previo y calculado de publicación de su obra, Gramuglio llega a la summa crítica luego de dos volúmenes temáticos específicos y dos compilaciones importantes: la antología sobre Saer que mencioné arriba y El imperio realista, volumen 6 de la Historia crítica de la literatura argentina. La idea y la arquitectura de La construcción de la imagen, también la colección que lo recibe, tienden al compendio y la totalidad. Se trata, según lo informa el catálogo de eduner, de una colección destinada a autoras y autores contemporáneos que cuentan con una obra madura, ya consolidada. El prólogo de Nora Catelli, una interlocutora indispensable para la autora, conocedora impar de las razones y el estilo de esta obra, ratifica desde el título, “Las lecciones de Gramuglio”, el espíritu concluyente de esta compilación. Dividido en seis secciones de extensión variable y unidad evidente, reunidas bajo distintas cláusulas reconocibles de Gramuglio y separadas entre sí con carbonillas de Eduardo Favario, un amigo de su juventud vanguardista, el libro se cierra con un apartado autobiográfico, “Acá estoy, estos son los míos…”, compuesto a partir de una serie de entrevistas. Toda la edición es de un esmero notable. El índice traza un recorrido de lectura, meditado y opcional, que va desde los ensayos sobre narradores y poetas del siglo xx argentino (Marechal, Borges, Mastronardi, Ortiz) en los que Gramuglio explora las posibilidades de su noción de “imagen de escritor”, hasta los dedicados a algunos de los escritores europeos, en particular, franceses (Maupassant, Zola, Rimbaud) que integran la biblioteca transatlántica con la que lee desde siempre. El ensayo sobre Maupassant es, en términos cronológicos, el primero del volumen. Se percibe a lo largo de estas casi seiscientas páginas la soltura con que Gramuglio recurre a las lecturas, literarias, teóricas e historiográficas, europeas y norteamericanas, para plantear y perfilar sus argumentos, así como también la autoridad con que disputa a representantes conspicuos de esas culturas centrales, Pierre Bourdieu, Andreas Huyssen, por ejemplo, sus interpretaciones de las novelas de Flaubert, en particular, y de la tradición literaria europea en general. Como escribió Beatriz Sarlo y La construcción de la imagen refrenda: “María Teresa es una encrucijada excepcional de nacionalismo, criollismo y cosmopolitismo”. Al examinar los artículos de esta primera sección del libro, Catelli suma a ese rasgo conocido una impronta peculiar, todavía inadvertida en la escritura de Gramuglio: “una suerte de temeridad oblicua en la elección de sus objetos, elección que en apariencia -solo en apariencia- se presenta como ecuánime o, al menos, no confrontativa”. Los escritos sobre Ortiz y Mastronardi, así como también, aunque de otra manera, sus estudios sobre Marechal y Gálvez, fueron, advierte Catelli, “sacudidas inesperadas” a los hábitos lectores de su generación. Son textos, sigue Catelli, que se ocupan de autores reconocidos, aunque ausentes del escrutinio sistemático en el momento en el que ella interviene. Los destiempos de Gramuglio: una extemporaneidad que la muestra renuente a la “demanda académica de renovación incesante” y soberana en el derecho a insistir en sus preocupaciones para discutir con su presente a partir de ellas.

“Historias de la literatura argentina” y “Estética y política” son las secciones programáticas de La construcción de la imagen y otros estudios literarios. Ambas reúnen varios de los artículos más propositivos (y citados) de Gramuglio, que son también aquellos en los que, con una lucidez extraordinaria y un estilo polémico atenuado (aunque a veces, no tanto), sienta posiciones categóricas que enriquecen los debates críticos. Cito solo dos ejemplos memorables cuyo alcance y eficacia, pienso ahora, parecen renovarse a propósito de nuestros activismos contemporáneos, a pesar de los innumerables cambios suscitados desde entonces. En 1986, a poco de la reapertura democrática en nuestro país, cuando los esfuerzos críticos apuntan a restablecer los lazos entre literatura y sociedad, entre literatura y política, Gramuglio advierte, apelando al recuerdo de una experiencia colectiva que la tuvo entre sus protagonistas, sobre las consecuencias dramáticas que pueden derivarse de una versión simplificada de esos vínculos: “[…] la mayoría de los artistas plásticos que hicieron Tucumán arde dejaron, momentánea o definitivamente, de pintar. Se podría decir que este dato revela una de las formas más extremas que puede adoptar la relación entre estética y política, que consiste en la absorción de la práctica estética por la función política”. Unos años después, en 1992, cuando el auge internacional del posmodernismo solivianta nuestras discusiones, Gramuglio calibra el optimismo progresista con que Después de la gran división, el libro de Huyssen, anuncia la buena nueva: “En el cambio de paradigma que definiría a la posmodernidad lo que cambia, podríamos decir, es la relación entre los términos, pero no los términos mismos con que se considera que el modernismo definió la cuestión” (p. 424). Y agrega, unas páginas más adelante: “Si desde el punto de vista estético los intercambios y préstamos entre el gran arte y la cultura de masas han producido y producen resultados artísticos y políticos excelentes, no es menos cierto que también generan hojarasca conformista como la catarata de kitsch que ahogó al romanticismo. Y, lo que es aún menos estimulante, tienden a confundir la cultura con el espectáculo, incurriendo en todas las formas posibles de manipulación: institucional, comercial y política” (p. 437). En los artículos de estos apartados, aunque no solo en ellos, pervive ese perfil de “francotiradora” con que Gramuglio se identificó alguna vez.

Las secciones centrales de La construcción de la imagen y otros estudios literarios, “El rigor de la crítica” y “Genealogía de lo nuevo”, dan cuenta de Gramuglio, lectora del presente, de los distintos presentes, simultáneos y sucesivos, en los que intervino y de las interlocuciones que la ayudaron a conceptualizarlos. Empiezo comentando “Genealogía de lo nuevo” por pura conveniencia retórica. Con excepción del cálido texto sobre Hugo Padeletti, escrito para la presentación de sus poemas reunidos y publicado luego en la revista Crisis, esta sección reúne las contribuciones sobre literatura argentina, en general sobre novela argentina (la excepción del texto sobre Padeletti es doble en este sentido), que la autora fue dando a conocer en Punto de vista. Congruente con la inclinación de Gramuglio hacia las continuidades, la sección pone de manifiesto su perspicacia para percibir y proponer series convincentes (las novelas escritas en el exilio, pero sobre la patria, las novelas de la dictadura militar, los nuevos narradores o los narradores de la posdictadura) y su sutileza para examinarlas atendiendo a las particularidades de las obras que las integran. En el ensayo que le da título, el apartado encuentra formulada la precaución, de ánimo adorniano, desde la que lee Gramuglio. “Tal vez lo nuevo hoy, en el arte, para demostrarse efectivamente como tal, requiera, paradójicamente, más que la celebración inmediata, la sanción del tiempo bajo la forma de aquello nuevo que por su fuerza es capaz de generar”. Me interesa recordar en este sentido que aquí se incluye la reseña temprana que Gramuglio dedica a Ema, la cautiva, de César Aira.

“El rigor de la crítica” es quizás el segmento más entrañable del libro, en tanto nuclea los escritos que la autora dedica a la obra de sus colegas próximos, a sus compañeros y pares, pero también a sus mayores y maestros: Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Aníbal Ford, Eduardo Romano, entre los primeros, Juan Carlos Portantiero, Adolfo Prieto, Susana Zanetti, entre los segundos. El conjunto ofrece, desde la óptica punzante de Gramuglio, una vista general y diacrónica de los principales asuntos y debates que atraviesan el pensamiento crítico argentino entre comienzos de la década de 1980 y la actualidad: la relación literatura y sociedad, la relectura de las vanguardias de 1960, el lugar constitutivo del otro en la cultura argentina, las tensiones entre alta cultura y cultura popular y masiva, las formas del realismo, el desplazamiento desde una concepción de la literatura como práctica potencialmente crítica y liberadora hacia una crítica de la literatura como institución de control, el comparatismo como método para el estudio de las literaturas argentina y latinoamericanas. De la cuestión comparatista, se ocupa el ensayo que Gramuglio escribe en homenaje a Zanetti, en 2017, el último del libro en términos cronológicos. Es un texto singular, por las conclusiones a las que llega, pero también, y sobre todo, por los gestos argumentativos y afectivos que despliega al enunciarlas. A partir de la lectura de un corpus breve, nueve artículos de Zanetti, organizados en torno al célebre ensayo sobre religaciones, Gramuglio extiende la turbulenta conversación que ambas mantuvieron durante años. Su admiración hacia ella, hacia sus distintas actividades y hacia la ambición y la solvencia de investigaciones no disminuye con el registro de las asperezas y las críticas demoledoras de Zanetti ni de las escaramuzas y encontronazos que se suscitaron entre ambas. Gramuglio lamenta que Zanetti se rehusara a las posibilidades de sus hipótesis comparatistas y desestimara los instrumentos que este método podría ofrecerle al estudio de la literatura latinoamericana. A cambio de esa intransigencia, y quizás como un modo de repararla, el ejercicio de relectura que propone de sus textos, convierte a Zanetti en una precursora del comparatismo latinoamericano. Cito a Gramuglio: “En nuestras frecuentes discusiones, Zanetti se resistía a mis propuestas sobre el comparatismo y hasta decía desconfiar de él, pero, a mi modo de ver, esta investigación formidable que es su trabajo sobre religaciones resulta un claro exponente de comparatismo, aun cuando se lo piense implícito o no asumido como tal”. Con esta conclusión, Gramuglio gana la pulseada, pero preserva para la amiga el lugar del magisterio. Como si, muerta Susana, María Teresa encontrara la forma de no quedarse con la última palabra, incluso teniéndola, y le dijera: “la razón estaba de mi lado, entre otros motivos, porque tus textos me la habían enseñado”. Además de su sensibilidad crítica y de su nobleza intelectual, este ensayo pone en escena, con un cuidado particular, ese uso discreto y oscilatorio de la primera persona que Catelli detecta y contabiliza entre las lecciones de Gramuglio: un uso tenue y precavido, un “yo”, un “nosotros” que, a su vez, no deja de hacerse visible, de modo insistente y, en ocasiones, tajante.

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