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Relaciones

versión impresa ISSN 0325-2221versión On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.42 no.1 Buenos Aires jun. 2017

 

NOTA

LA PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGÍA (1930-1940)

THE WOMEN PARTICIPATIONIN THE FIRST YEARS OF SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGÍA (1930-1940)

 

Ana Carolina Arias

Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Archivo Histórico. E-mail: anacarolinaarias@yahoo.com.ar

Fecha de recepción: 29 de diciembre de 2016 Fecha de aceptación: 23 de mayo de 2017

 

INTRODUCCIÓN

La historia de la Antropología en la Argentina ha sido estudiada desde diferentes enfoques y aproximaciones, con un incremento de investigaciones en los últimos veinte años. Sin embargo, pocos trabajos se han ocupado de las intersecciones entre historia de la disciplina y género. En este artículo se presentan algunos lineamientos posibles para analizar los diferentes itinerarios femeninos y la participación de las mujeres en las ciencias antropológicas de la Argentina en la primera parte del siglo XX. En particular se enfoca en las décadas de 1930 y 1940, época en la que comienza a funcionar la Sociedad Argentina de Antropología (SAA), creada en 1936 y destinada a "intensificar" los estudios antropológicos del país. Se identifica la membresía femenina de esta asociación y los cargos ocupados por las mujeres en las instituciones científico-académicas relacionadas con estas disciplinas.

A partir de algunos trabajos realizados en la década de 1960, y sobre todo a partir de 1980, los estudios de historia de las mujeres empezaron a diversificarse y a cuestionar las formas en que la historia hasta entonces había dado cuenta de las diferencias de género. En los últimos años, los trabajos de mujeres y ciencia han considerado un amplio espectro de cuestiones: desde los aspectos institucionales de la participación femenina en las prácticas científicas, sus indicadores de productividad hasta aspectos contextúales, de contenidos y de la cultura científica de distintas áreas disciplinares. Aquí se retoman estos antecedentes para combinarlos con los aportes contemporáneos de historia de la ciencia y un marco metodológico que concibe a la práctica científica como una actividad colectiva y asociacionista, no exenta de confictos y competencias. Asimismo, se propone un cruce entre la historia de la ciencia y los estudios de género, buscando detectar hasta qué punto funcionaron ciertos estereotipos sobre las actividades femeninas en la organización de ciertas prácticas científicas y en las posibilidades de desarrollar una carrera científico-académica.

LAS MUJERES EN LA HISTORIA DE LA ANTROPOLOGÍA ARGENTINA

Los trabajos sobre la historia disciplinar han adoptado diferentes enfoques. Desde posiciones teóricas como la Sociología de la Ciencia, la Antropología de la Antropología o la Historia de la Ciencia, las investigaciones se han ocupado de analizar trayectorias de figuras o personalidades de labor significativa, de “grupos académicos” al interior de diferentes instituciones y de las instituciones mismas. También se han dedicado estudios a las diferentes “corrientes” teóricas que infuenciaron la Antropología en la Argentina, así como sus desarrollos locales.1 Este trabajo se enmarca en una línea de investigación que se nutre de los aportes y debates contemporáneos en la historia de la ciencia en la Argentina, los cuales han profundizado en el estudio de las prácticas concretas y de la cultura material que subyace al funcionamiento de las disciplinas científicas (Pegoraro 2003; Farro 2009; Podgorny 2009; Pupio 2011). Asimismo, se vincula a una historia que cuestiona y complejiza la tradicional separación entre “aficionados” y “profesionales”, atendiendo al papel de los intermediarios en las redes de recolección, compilación e intercambio de objetos e información.

Las figuras de la historia antropológica que han sido trabajadas tanto en relación con sus aportes teóricos y metodológicos como en sus posiciones institucionales son, en general, masculinas y las mujeres son mencionadas ocasionalmente. Sin embargo, la participación femenina en las ciencias antropológicas, si bien no ha sido mayoritaria, puede registrarse desde comienzos de siglo XX, con figuras como las de Julliane A. Dillenius (1884-1949).2 Elina González Acha de Correa Morales (1861-1942)3 y María Clotilde Bertolozzi4; quienes presentaron sus trabajos en el XVII Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Buenos Aires en 1910 (Barrancos 2000).

Como señala García (2006, 2011b), las mujeres están presentes en las actividades cientí-ficas desde los inicios de las distintas instituciones de enseñanza de las ciencias naturales en el país, tales como la Facultad/Museo de La Plata y la Escuela de Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Según la autora, la poca concurrencia de estudiantes en estas carreras pareció favorecer la situación femenina ya que pudieron obtener becas, distinciones y premios y accedieron también a puestos de colaboración y ayudantías en museos y oficinas de investigación del gobierno.

En cuanto a las ciencias antropológicas, es posible identificar, por un lado, a un grupo de estudiantes y egresadas de diferentes carreras universitarias que orientan sus intereses hacia estas temáticas. En general, provienen de los Profesorados ofrecidos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Las clases acercaban a los estudiantes a diferentes actividades como conferencias y charlas, permitiendo también el contacto con las colecciones y con el trabajo cotidiano de los pocos “especialistas” (García 2006, 2010, 2011b). Muchas estudiantes se desempeñaron como técnicas o asistentes en los museos, dedicándose a algunas tareas específicas como la ilustración científica. También colaboraron en algunas cátedras como adscriptas o ayudantes.5 Asimismo, varias de estas mujeres refuerzan su vinculación a los estudios antropológicos a través de sus contactos familiares, por ser hermanas, hijas o esposas de personal del museo o de espacios afnes a la disciplina.6

Por otro lado, al revisar la correspondencia institucional y otros documentos de la primera mitad de siglo XX en los archivos del Museo Etnográfico y del Museo de La Plata,7 es posible observar el papel de diferentes aficionadas y coleccionistas que ofrecieron en venta objetos, información y fotografías a los museos sudamericanos e intercambiaron opiniones y datos sobre las culturas arqueológicas y etnográficas.8 Como señala Pupio (2011), diversas coleccionistas y maestras intervinieron en la formación de colecciones y museos locales en el sur bonaerense durante las décadas de 1930-1950. Algunas de estas maestras actuaron como corresponsales e intermediarias entre los vecinos y los arqueólogos de las instituciones nacionales, como el Museo de La Plata. Así, las mujeres participaron, con distintos grados de compromiso y posición, en diferentes redes de intercambio de objetos e información, en la promoción de sitios o temas de investigación y en las tareas burocráticas que se generan en torno a las colecciones de los museos.

LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGÍA

Durante la primera mitad de siglo XX, la antropología argentina -así como otras disciplinas científicas- atraviesa diversos procesos de institucionalización y profesionalización. En las ciencias antropológicas en particular, al comenzar la década de 1930 se asiste a un recambio de quienes ocupaban los cargos docentes y científicos de las instituciones de Buenos Aires y La Plata (Podgorny 2004, García 2010). En 1936 se funda la primera corporación de antropólogos del país, la Sociedad Argentina de Antropología, conformada por “especialistas” en el tema.9 Según los registros, esta sociedad defne como “especialistas” a aquellas personas “que se dedican a la investigación en alguna de las ramas de la Antropología, como objeto principal de su actividad, y que además de haber producido obras meritorias, han seguido estas actividades con carácter profesional”. Quedó así conformada la primera corporación de antropólogos del país, luego de transcurridos más de veinticinco años de la propuesta inicial de creación de una sociedad semejante,10 sumándose a un conjunto de 68 asociaciones análogas existentes en el resto del mundo (Podgorny 2004). Como primer presidente de la SAA fue elegido Félix Outes, quien dirigía en ese momento el Museo Etnográfico; y como secretario, Eduardo Casanova, Jefe de la Sección de Arqueología del Museo Nacional de Historia Natural. La tesorería fue cubierta por Milcíades A. Vignati, Jefe del Departamento de Antropología y profesor de la materia homónima del Instituto del Museo en La Plata. Como director de publicaciones se nombró a José Imbelloni, profesor titular de Antropología y Etnografía de la UBA (en 1947 será director del Museo Etnográfico). Un año después se incorporaron al órgano directivo un vicepresidente y cinco vocales y se estableció una comisión a cargo de la dirección científica de todas las actividades de la Sociedad: comunicaciones, conferencias, excursiones y publicaciones (Podestá 2007). Entre las actividades de la Sociedad, se destacan las sesiones de comunicaciones, la organización de la “Semana de la antropología” y las publicaciones: la revista Relaciones y el Boletin.11

En el período 1936-37, la categoría de “socio activo” se reservaba a los llamados “especialistas”, los “interesados” podían asociarse como “adherentes”.12 En mayo de 1937 se publica el primer balance anual de la asociación y se propone la elaboración de un nuevo estatuto, con nuevas categorías de socios: honorarios, correspondientes, protectores, activos y estudiantes. A partir del nuevo estatuto, podrá ser “socio activo” cualquier persona que se interese por las actividades de la Sociedad (y que abone la respectiva cuota13), siendo los socios correspondientes personas o instituciones que se dediquen a la investigación antropológica. A los pocos “especialistas”, se suman así los “interesados” en estas disciplinas, incluidas varias mujeres que publican sus trabajos en la Revista Relaciones.14 La proporción de mujeres que se incorporan a esta asociación aumenta con el paso de los años, llegando a ser mayoría de socias estudiantes a partir del período 1938-39.15 Cabe recordar que en las primeras décadas del siglo XX, la mayoría de los alumnos de los cursos de antropología y arqueología, tanto en la Universidad de Buenos Aires (Buchbinder 1997) como en la de La Plata (a partir de 1920) pertenecían a las carreras de profesorado, con un alto porcentaje de mujeres (García 2010). La incorporación de socios puede observarse en la tabla 1, elaborada a partir de las comunicaciones publicadas por la Sociedad en el período 1936-1942.

Tabla 1. Socios incorporados a la Sociedad Argentina de Antropología entre 1937 y 1942

Período

Activos hombres

Activos mujeres

Estudiantes hombres

Estudiantes mujeres

1937-39

31

5

8

5

1938-39

9

1

1

3

1939-40

6

-

3

13

1940-41

8

1

9

17

1941-42

15

6

19

27

Interesa mencionar brevemente el caso de María de las Mercedes Constanzó (nacida en 1909), una de las primeras mujeres en ser parte de esta asociación, quien actuó como secretaria de esta durante varios años.16 Constanzó se graduó como Profesora de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1932 y se doctoró en Filosofía y Letras en 1940. Ese año obtiene un puesto como técnica del Museo Etnográfico. En 1946 asumió interinamente la dirección del Instituto de Antropología de la Universidad de Tucumán (en reemplazo de Enrique Palavecino) y fue relevada por Osvaldo Paulotti un año después. En 1946 y 1947 fue profesora de Prehistoria y Etnografía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán. También dictó clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y ejerció la docencia secundaria. Sus investigaciones se dedicaron a la antropología física, en línea con aquellos temas desarrollados por José Imbelloni, del cual fue asistente (Guber 2006; Arenas y Carrizo 2010; Perazzi 2014).

PALABRAS ALES

Al revisar las memorias de esta asociación, se observa que aumenta la cantidad de mujeres que se vinculan a ella a partir de los cambios en las categorías de socios, incluyéndose especialmente en aquellas que remiten a los “interesados” en las ciencias antropológicas y en gran número como socias estudiantes. Identificar la participación de las mujeres en la Sociedad Argentina de Antropología, que en general están ausentes en las historias disciplinares, permite refexionar sobre los actores, en general, que no ocuparon cargos importantes en las instituciones o que no fueron figuras destacadas de los grandes acontecimientos. Como se señaló, la historia de la antropología argentina está construida por genealogías de grandes personalidades –en general hombres–, quienes ocuparon los principales puestos en la academia y en los museos, entre otras instituciones importantes de la primera mitad de siglo XX. Las mujeres, sin embargo, han formado parte del desarrollo disciplinar, llevando adelante diversos tipos de tareas y con distintos grados de participación en las sociedades, instituciones y en otros espacios formativos y de sociabilidad.

Como señalan diversos autores, el desarrollo de las carreras académicas fue paulatino para las mujeres, quienes alcanzaron puestos de menor jerarquía que los hombres o accedieron ini-cialmente a ocupaciones cuyas tareas estaban relacionados con las características de una supuesta “naturaleza femenina” o consideradas como “trabajo de mujeres”, como las mediciones, el cálculo, la ilustración o el trabajo como secretarias, bibliotecarias o asistentes (Rossiter 1997; García 2011a). Esta división sexual de tareas actuó como mecanismo no explícito en la asignación de labores, relegando ciertas actividades específicas para las mujeres, que si bien eran tareas fundamentales contaban con menor reconocimiento en la producción de conocimientos.

Este trabajo pretende contribuir a una construcción más compleja de la historia disciplinar. Para ello, se pueden destacar algunos problemas que emergen de este breve recorrido y que requieren de investigaciones mayores: por un lado, la división sexual de tareas y sus implicancias en la organización jerárquica del trabajo científico. Esto conlleva a identificar las concepciones de género que pueden haber llegado a modelar tanto la organización como la producción de algunos contenidos de estas disciplinas. Por otro lado, sería importante comparar lo ocurrido con la membresía femenina en la Sociedad Argentina de Antropología con otras sociedades contemporáneas, como la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (fundada en 1922, véase nota 4) y la Sociedad Científica Argentina. También se podría cruzar esta información con las exposiciones realizadas por mujeres en eventos científicos significativos, como el Primer Congreso Feminista Internacional realizado en Buenos Aires en 1910. La participación femenina en diferentes asociaciones y espacios de sociabilidad científico-académica constituye un tema pendiente en la historia disciplinar, donde además de analizar las tareas y cargos se deben considerar las redes personales y familiares mediante las cuales se posicionaron las mujeres. Aquí solo se presenta un esbozo de una tarea mayor, que pretende analizar en profundidad las posibilidades de ciertas mujeres para acceder a puestos y cargos jerárquicos, así como el acceso a espacios formativos y ámbitos de sociabilidad científica vinculados a las ciencias antropológicas en la primera mitad de siglo XX en la Argentina.

García Mosquera de Bergna en 1941, quien luego realizaría su doctorado como tesista de dicho profesor. Junto a Vignati también trabajaron como ayudantes de laboratorio María Esther (Lilia) Cháves de Azcona y Eva Eberle de Gilardoni entre 1938 y 1944 (Soprano, 2009).

Así lo demuestra la trayectoria de María Delia Millán, quien trabajó junto a su marido Enrique Pala-vecino en el relevamiento y estudio de las lenguas de la Región Chaqueña, donde realizaron trabajo de campo en conjunto entre 1927 y 1949. Otro ejemplo lo constituye Cristina Correa Morales de Aparicio (1897-1984), hija de la citada Elina Gonzáles Acha de Correa Morales. Entre sus diversas actividades y cargos públicos, presidió la Fundación que llevó el nombre de su esposo –con quien colaboró durante treinta años– Francisco de Aparicio (1892-1951), para ayudar al conocimiento de la arqueología y de la geografía.

Como se desprende de los antecedentes, los espacios donde se desarrolló la Antropología en la Argentina se localizaron en diferentes provincias, como Tucumán, Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe. En todas ellas se encuentra la participación femenina, sin embargo, este trabajo –por cuestiones de extensión propias de la sección– se focaliza en la documentación relevada en las ciudades de Buenos Aires y La Plata.

Entre otras, la coleccionista santafesina María Amelia Larguía de Crouzeilles (1870-1952) tuvo un papel destacado en la recolección de materiales y en la promoción de sitios arqueológicos de su región. Otro tipo de experiencia es la de la austríaca Wanda Hanke (1893-1958), “exploradora” que recorrió diversas regiones de Sudamérica. Alrededor de 1938 y 1942, Hanke se desempeñó como proveedora de colecciones y fotografías y reunió información sobre distintos grupos indígenas sudamericanos para el Museo de La Plata y otras instituciones, utilizando las conexiones dadas por científicos y diplomáticos alemanes y las redes consulares.

La Sociedad continúa en actividad en el presente, aunque con algunas discontinuidades. A partir de 1945 se producen ciertos cambios a nivel universitario y cesan la mayoría de las actividades de la Sociedad, que se reorganiza en 1955.

La propuesta fue realizada durante el Congreso Científico Americano celebrado en Buenos Aires en 1910 (Podgorny 2004).

El primer número de la revista aparece en 1937, los siguientes en los años 1940, 1942 y 1944. Se retoma en 1970 y se publica hasta el presente con números por lo general anuales. El Boletín se publica entre 1942 y 1963, de forma continua en sus primeros años (hasta 1945) y con un único ejemplar en el año 1963.

En este período solo se registran diez socios activos, todos hombres, y veintiún socios adherentes, de los cuales siete son mujeres: María de las Mercedes Constanzó, Elina Gonzáles Acha de Correa Morales, Eva Iribarne, Elena S. de Kliman, Ada I. Pastore, Ana Biró de Stern y María Elena Villagra Cobanera. La cuota de los socios activos era de diez pesos anuales, se recibían sin cargo las publicaciones de la Sociedad (la Revista Relaciones y el Boletín) y se podía concurrir a todos los actos que esta organizara. Las mujeres que publican en los primeros números de la revista Relaciones son pocas: en el primer tomo, publicado en 1937, de un total de diecisiete artículos solo uno corresponde a una mujer (Eva Iribarne). El segundo tomo (1940) está dedicado a la discusión sobre los hallazgos arqueológicos de los hermanos Wagner en Santiago del Estero, donde un conjunto de “especialistas” dan a conocer su opinión sobre el tema, ninguna mujer forma parte de dicho grupo. En el tercer tomo (1942), de dieciséis trabajos publicados, dos pertenecen a mujeres: Berta Elena Vidal de Battini y María de las Mercedes Constanzó.

De acuerdo al estatuto, podrían ser socios estudiantes los alumnos de los institutos superiores en los que se impartiera enseñanza relacionada con la Antropología. Estos no pagaban cuota, recibían el Boletin y podían asistir a los actos organizados por la asociación.

Como se dijo, el primer secretario fue E. Casanova. A fnes de 1937 es electo para este puesto Jorge Cranwell, quien renuncia en mayo de 1938 y es reemplazado por Eva Iribarne. Iribarne es electa para el siguiente período (1938-39), pero renuncia por tener que ausentarse del país en junio de 1939; su lugar es ocupado por Alberto Salas. Salas continúa como secretario hasta noviembre de 1940, cuando solicita licencia por seis meses y se designa a Constanzó, quien continúa hasta el año 1943. En agosto de ese año presenta su renuncia y es reemplazada por María Elena Villagra Cobanera. En 1944, Constanzó vuelve a encargarse de la secretaría.

NOTAS

1    Para una revisión más exhaustiva de los estudios recientes en el campo de la Historia de la Antropología argentina, veáse Name (2015).

2    Dillenius presentó en 1911 su tesis titulada Craneometría Comparativa de los antiguos habitantes de la Isla y del Pukara de Tilkara, trabajo que fue precedido por dos publicaciones y una comunicación en el Congreso Internacional de Americanistas en 1910. Sus investigaciones contaron con el apoyo y la dirección del profesor de antropología, Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938), con quien contrajo matrimonio en 1913. A partir de ese momento, Dillenius ya no publica trabajos propios, pero lejos de terminar su carrera profesional, mantuvo sus actividades científicas como colaboradora en los estudios de su marido, al igual que las esposas de otros antropólogos y algunos científicos de la época (Barrancos 2000; García 2006).

3    Se formó como maestra en la Escuela Normal de Profesoras, desde 1907 dictó cátedra de Geografía y Ciencias Naturales en el Liceo Nacional de Señoritas Nº 1 y realizó trabajos de investigación sobre estos temas. En 1922 fundó la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA). Efectuó cursos para embalsamar aves y coleccionar insectos con Eduardo L. Holmberg y se vinculó de distintas formas al Museo Público de Buenos Aires. Escribió diferentes obras de investigación y de divulgación, entre ellos libros de geografía para la enseñanza primaria y recibió premiaciones internacionales por esta labor. Participó en sociedades nacionales e internacionales, y fue la primera mujer miembro de la Sociedad Geográfica de Berlín en 1924. También formó parte de la Sociedad de Americanistas de París, de la Sociedad Geográfica de Würzburg (Alemania) y de la Sociedad de Mujeres Geógrafas de Washington, entre otras (Curto y Lascano 2014).

4    Nació en Salta en 1880 y egresó como maestra normal, se mudó a Buenos Aires donde realizó estudios superiores en la Facultad de Filosofía Letras (Universidad de Buenos Aires). Su obra es, en general, más cercana a lo literario, aunque estuvo vinculada a ciertos intereses antropológicos sobre los habitantes de su región y a la recopilación de tradiciones orales salteñas (Barrancos 2000).

5    Por ejemplo, María Elena Villagra de Cobanera fue ayudante alumna de la cátedra de Milcíades Alejo Vignati en el Museo de La Plata, entre 1936 y 1947. En la misma cátedra fue ayudante alumna Manuela

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