Prólogo²

La biblioteca pública de Mendoza, que se honra desde 1871 con el nombre de su ilustre fundador, el General Don José de San Martín, data del año 1814, y figura entre las primeras de nuestro país después de las de Córdoba y Buenos Aires.

Utilizáronse para su creación los elementos de una vieja biblioteca conventual, aumentados con donaciones que el ejemplo y el prestigio de San Martin obtuvieron del vecindario, reuniéndose un millar de volúmenes, caudal bibliográfico de importancia en aquella época, para una provincia mediterránea que, además, destinaba en aquellos momentos todos sus recursos y su energía á la formación del, después glorioso, Ejército de los Andes.

Pero, si la biblioteca de Córdoba tuvo para sostenerse el apoyo y la protección de sus cultos habitantes y de la universidad á que estaba anexa; si la de Buenos Aires contó con un bibliotecario como don Manuel Moreno y la protección decidida del ilustre don Bernardino Rivadavia, que supieron inspirarle vitalidad suficiente para conservarse y resistir á través de los luctuosos tiempos de la guerra civil y de la tiranía: la biblioteca pública de Mendoza, privada de la protección de su fundador y del apoyo de sus primeros colaboradores, no pudo escapar á un abandono propio de aquellos tiempos de desorganización, y, no sólo permanecieron abandonados sus volúmenes, sino que manos criminales la fueron despojando de sus mejores libros, dejándola reducida á un montón de obras truncas é incompletas.

Completó el mal el cataclismo que en 1861 redujo á escombros nuestra antigua ciudad, sepultando entre ruinas los restos de la biblioteca de San Martin: se salvaron muy pocos volúmenes.

El 24 de Mayo de 1871, siendo gobernador de la Provincia el progresista ciudadano don Arístides Villanueva, y bajo los auspicios de la sociedad «Amigos de la Instrucción Popular» de la que era digno presidente el señor Franklin Villanueva, tuvo lugar en los salones de la Superintendencia de Escuelas la inauguración de la nueva biblioteca pública, que se denominó San Martin, y á la que sirvieron de base los volúmenes salvados de la biblioteca de 1814. Por aquella época y bajo la presidencia de don Domingo F. Sarmiento, la República Argentina entraba de lleno en una vida de prosperidad intelectual. Bajo el impulso de la Comisión Protectora de las Bibliotecas Populares, éstas surgieron como por encanto y se multiplicaron en todo el país. Mendoza tuvo, fuera de la ya mencionada, la «Biblioteca Popular Progreso» y tuvieron bibliotecas los departamentos, de Belgrano, Junín, Las Heras, La Paz. Tales instituciones eran planta exótica todavía, y todas murieron al terminar la presidencia del que había sabido impulsar su creación.

Subsistió la biblioteca San Martin, pero su vida fué efímera: en diez años, del 71 al 80, sólo se habían leído 3426 volúmenes y sus existencias habían disminuido en más de doscientos.

De los años subsiguientes no es posible presentar estadística alguna, por carecer en absoluto de datos, lo cual no expresa mucho en favor de la marcha y progreso de la institución.

Sólo sabemos que á principios de 1904, época en que se hizo cargo de la Dirección General de Escuelas el doctor Emilio Jofré, había en los estantes de la Biblioteca 4812 volúmenes, de obras truncas muchos y deteriorados casi todos, no por el uso, sino por el polvo y la desidia de 30 años.

Dato único el de los 4812 volúmenes, pero suficiente para formar criterio: 2285 volúmenes de aumento en 35 años; 69 por año; 5 por mes! Y eso, á cambio de la desaparición ó deterioro de las pocas obras buenas que había en 1871. ¡Pobre memoria de San Martín!

En los casos graves hay que tomar resoluciones radicales, y tal fué la que adoptó la nueva administración escolar al darse cuenta del estado de la Biblioteca: la clausuró. Por otra parte, esa resolución no afectó los intereses de nadie: para el público pasó desapercibida la clausura, como desapercibida habla sido basta entonces la existencia de la institución.

Pero la Biblioteca, que á puertas abiertas vegetaba en el olvido, á puertas cerradas comenzó su obra de progreso: se revisaron minuciosamente sus existencias seleccionando lo que había de bueno y útil, se hicieron encuadernar varios centenares de volúmenes y se trató de llenar en lo posible los claros, adquiriendo en pocos meses 1294 volúmenes que fueron á enriquecer las diversas secciones con obras modernas y de mérito. Se buscó el concurso de los autores nacionales y varios de ellos contribuyeron con sus producciones. Hubo necesidad de hacer una nueva y más adecuada catalogación de las obras, se construyó una nueva estantería y se trasladó la Biblioteca al espacioso y cómodo local que actualmente ocupa.

El 5 de Julio de 1905, primer aniversario de la erección en esta ciudad del monumento al General San Martín, en la plaza de su nombre, un acto no menos solemne ni menos significativo reunía en este salón á las Autoridades locales y á lo más selecto de la intelectualidad de Mendoza. Se rendía nuevo tributo á la memoria del héroe resuscitando la Biblioteca que él fundara en 1814.

Desde entonces data la vida activa de esta biblioteca y en el breve espacio de tres años ha realizado progresos que hacemos constar con verdadera satisfacción.

Las existencias de la biblioteca que, como dijimos ya, eran en 1904 de 4812 volúmenes, alcanzan hoy á 9235, lo cual implica un aumento de 4423 volúmenes en cuatro años: 1106 por año.

El número de lectores, que en Junio de 1905 no pasó de 30, excede por lo general de 500 y alcanza á 1000 el número de volúmenes leídos ó consultados en cada mes, de manera que si supusiéramos que todos los libros se leyesen igualmente, al cabo de cada año no habría quedado uno solo sin aportar su contingente á la ilustración ó recreo de los concurrentes á la biblioteca. No sucede eso, sin embargo: el público de Mendoza tiene preferencias, y preferencias bien encaminadas: las obras históricas y literarias, representan un 60% del total de libros que se leen.

En 1905 la biblioteca recibía únicamente las publicaciones de la localidad: hoy recibe mensualmente 60 entre diarios, periódicos y revistas, contándose entre éstas las más importantes del país y extranjeras.

El presente catálogo, el más reciente de los esfuerzos de esta institución hacia su prosperidad, está muy lejos de tener pretensiones científicas y, como trabajo práctico, son muchas las imperfecciones de que seguramente adolece. Estamos seguros, sin embargo, de que será de gran utilidad: con respecto á los lectores, para que cada uno sepa con que elementos de ilustración y de recreo puede contar en la biblioteca y con respecto á las autoridades que deben velar por su conservación y progreso, para que vean las deficiencias y traten de subsanarlas.

Mendoza, Noviembre de 1908.