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Revista argentina de sociología

versão On-line ISSN 1669-3248

Rev. argent. sociol. v.6 n.10 Buenos Aires maio/jun. 2008

 

Las memorias de los hechos socio-históricos en el curso de la vida

María Julieta Oddone y Gloria Lynch

Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de Luján

mjoddone@mail.retina.ar
María Julieta Oddone. Doctora en Antropología, Profesora Titular de la Universidad de Buenos Aires, Investigadora Independiente del CONICET/FLACSO.

glynch@mail.unlu.edu.ar
Gloria Lynch. Licenciada en Sociología, Profesora Adjunta de la Universidad Nacional de Luján.

Abstract

El tema de este artículo es la memoria histórica. En particular, analizamos cuáles son las condiciones para la formación de una memoria colectiva a nivel generacional y nacional.
Nos basamos en una investigación transnacional, cuyo trabajo de campo se realizó en el año 2004, en la Argentina y en Suiza. Se entrevistó a personas de ambos sexos, pertenecientes a cinco cohortes quinquenales. En este escrito focalizamos sobre los resultados de nuestro país.
Al interesarnos por el contenido histórico de las memorias, nos planteamos las siguientes preguntas: ¿cómo es el proceso de construcción de la memoria histórica generacional?, ¿podemos observar la existencia de una memoria común, transgeneracional, calificable de nacional?, ¿pueden coexistir una memoria nacional con memorias generacionales?
Los objetivos son: a) trazar las formas que adquiere la dimensión histórica al interior de la memoria colectiva y sus diferenciaciones generacionales, y b) describir la articulación entre percepción de los hechos, biografía personal y cambios societales.
Los supuestos que guiaron nuestro trabajo fueron: a) la memoria histórica colectiva de una generación comienza a conformarse durante la adolescencia y la juventud, y b) la memoria histórica de una generación es un proceso de construcción subjetivo que se desarrolla a lo largo de la vida.

Palabras clave: Curso de la vida; Cambios socio-históricos; Memoria histórica; Memoria colectiva nacional; Memoria colectiva generacional.

This paper deals with historical memory. It analyzes specifically the conditions for the creation for both a generational and national collective memory. Based on a transnational research carried out in 2004 in Argentina and Switzerland for which men and women from five quinquennial groups were interviewed, this work focuses on the results for Argentina.
The following questions guided the research on the historical content of memories: What is the building process of a generational historical memory like? Can we find a common, transgenerational memory that could be labeled as national? Can a national memory coexist with generational memories? Thus, the research goals are, on the one hand, to trace the contours of the historical dimension in collective memory and its generational differences. And second, to describe the ways in which personal biography, societal changes, and the individual’s perception of facts coalesce. This research was based on two tenets: a generation’s collective historical memory starts shaping itself between teenage and youth, and a generation’s historical memory is a subjective process of memory building developed over the course of a lifetime.

Keywords: Lifetime Course; Sociohistorical Change; Historical Memory; National Collective Memory; Generational Collective Memory.

Introducción

En este artículo nos referimos a la memoria histórica colectiva, entendiendo que ella diferencia a las diversas generaciones entre sí. En particular, analizamos cuáles son las condiciones para la formación de una memoria colectiva a nivel generacional y nacional1.
Nos basamos en una investigación transnacional2, cuyo trabajo de campo se realizó en el curso del año 2004 en la Argentina y en Suiza, dos países con marcadas diferencias sociopolíticas e históricas. Se entrevistó a personas de ambos sexos, pertenecientes a cinco cohortes quinquenales. En este artículo focalizamos, principalmente, sobre los resultados de nuestro país.
Al interesarnos por el contenido histórico de las memorias, nos planteamos las siguientes preguntas de investigación:

a) ¿Cómo es el proceso de construcción de la memoria histórica generacional?
b) ¿Podemos observar la existencia de una memoria común, transgeneracional, calificable de memoria colectiva nacional?

c) ¿Pueden coexistir una memoria nacional con memorias generacionales, dado que estas últimas poseen un referencial diferenciador basado en reminiscencias compartidas?

Teniendo en cuenta los interrogantes planteados, nos propusimos como objetivos:

a) Trazar las formas que adquiere la dimensión histórica al interior de la memoria colectiva en nuestro país y sus diferenciaciones generacionales.
b) Describir la articulación entre percepción de los hechos y cambios societales en el marco de las biografías, tomando en cuenta el momento de inserción del hecho/cambio en el transcurso de la vida y la naturaleza de su impacto.

Los supuestos que guiaron nuestro trabajo fueron:

a) La memoria histórica colectiva de una generación comienza a conformarse durante la adolescencia y la juventud, al ir recordando los hechos acaecidos durante esa etapa.
b) La memoria histórica colectiva de una generación es un proceso de construcción subjetiva que se desarrolla a lo largo de la vida, a partir de la revisión y la reinterpretación de los hechos ocurridos en el contexto nacional e internacional.

Aspectos teóricos

Este trabajo se articula en torno al enfoque del "curso de la vida", que se propone estudiar la coyuntura entre la historia y la biografía, la dinámica de los cambios y de los eventos propios de una sociedad determinada y las trayectorias de vida de los individuos que participan en esta historia.
"Curso de la vida" es un enfoque científico interdisciplinario que estudia el desarrollo de las vidas humanas y analiza e integra, en un marco teórico común, las interacciones y la interdependencia entre:

a) el desarrollo biológico y el psicológico del individuo;
b) los marcos socio-históricos en los cuales transcurre su vida, así como los modelos de cursos de vida que toda sociedad produce;
c) las trayectorias individuales de vida que se desarrollan en el marco de las obligaciones y las posibilidades delimitadas por a) y b) (Lalive d’Epinay et ál., 2005).

Respecto del/de los modelo(s) de curso de vida, puede(n) ser definido(s) como modelo(s) de currículum construido(s) por la sociedad y propuesto(s) a los individuos como principio organizador del desarrollo de su vida. Son sistemas de normas que generan, por un lado, los roles de edad y, por el otro, las transiciones asociadas con etapas típicas (Kohli, 1985; Lalive d’Epinay, 1994).
El enfoque del "curso de la vida" se fundamenta en los cinco principios de Glen Elder (Elder, 1998; Elder et ál., 2003):

a) Lifelong process: el desarrollo humano es un proceso que ocurre a lo largo de la vida, multi-dimensional y multi-direccional.
b) Time and place: el curso de vida de los individuos está incrustado ("embedded") en un tiempo histórico y en un espacio.
c) Human agency: los individuos construyen su propio curso de vida a través de opciones y acciones, en relación con las oportunidades y las obligaciones impuestas por el contexto.
d) Linked lives: las vidas humanas son vividas de manera interdependiente; por eso la trayectoria de un individuo impacta en la de los demás y es influenciada por la de su entorno.
e) Timing: el impacto de las transiciones y de los eventos (individuales o socio-históricos) varía según su ritmo en la vida de una persona, conforme al momento de la vida en que ocurra.

Se puede definir operativamente el enfoque del curso de la vida de la siguiente manera: "El curso de la vida se refiere a una secuencia de eventos y roles sociales, graduados por la edad, que están incrustados (embedded) en la estructura social y el cambio histórico" (Elder, 2001, en Blanco, 2003).
La noción de memoria colectiva hace referencia al conjunto de recuerdos más importantes compartidos por un grupo y a la transmisión entre generaciones del conocimiento de los eventos o cambios que modificaron la sociedad de manera importante.
La memoria colectiva es constructiva y no reproductiva, lo que significa que no es estable sino una recreación del pasado que se realiza desde las necesidades del presente. Está asociada a las experiencias vividas durante los años de formación de la identidad de una cohorte o generación. De esta manera, cada generación recuerda como importantes diferentes eventos o cambios.
Se entiende, entonces, que existe un efecto cohorte o de generación que se manifiesta, bien sobre el tipo de eventos que la gente recuerda, bien sobre la visión de conjunto de la historia (Deschamps, 2001).
El concepto "generación" se define como una creación social. Aparece cuando los eventos ocurren de manera tal que demarcan a una cohorte en
términos de conciencia "socio-histórica". "Cohorte", por su parte, significa el agregado de individuos que experimenta los mismos eventos durante el mismo intervalo de tiempo (Schuman y Scout, 2004). Entonces, las generaciones pueden ser definidas a partir del contexto y de los acontecimientos socio-históricos que les corresponde vivir.
Los estudios de Mannheinm (1930) sostienen que las personas recuerdan más los eventos colectivos importantes que vivieron entre la adolescencia y la temprana juventud, período en que se produce la "apertura al mundo" (hipótesis de la emergencia de la reminiscencia).
Las indagaciones acerca de las razones por las cuales esos hechos son considerados importantes indican que, respecto de los hechos lejanos, las razones se construyen en términos de memoria autobiográfica. Mientras que, respecto de los hechos recientes, hay una tendencia a asimilarlos o contrastarlos con las experiencias personales de juventud.
Sin embargo, hay eventos tan fuertes, capaces de modificar el "curso de la vida", que son considerados como importantes por personas que no eran adolescentes ni jóvenes en ese momento. Pero la idea (la memoria) sobre ese evento será diferente en las diferentes cohortes. Es decir que cada generación interpretará ese hecho en términos de su visión del mundo previamente desarrollada.
Halbwachs planteó las bases para una sociología de la memoria, en 1925, en el libro Les cadres sociaux de la mémoire. El tema lo ocupó hasta 1950, con su obra inconclusa "La mémoire collective". La hipótesis que atraviesa todos sus escritos es "que el tiempo y el espacio son construcciones sociales (representaciones colectivas) y que sólo son analizables siguiendo una aproximación sociológica".
En su teoría de la memoria colectiva se deja ver la influencia de la teoría de la memoria de Bergson, para quien la memoria emancipa a las personas de su experiencia cotidiana inmediata. En la memoria está el ser de la conciencia humana.
Ramos (1989) expone la teoría de la memoria colectiva de Halbwachs a partir de tres ideas centrales: 1) "Ser es perseverar", recordar es dotarse de continuidad e identidad escapando a la experiencia directa de lo inmediato y del constante presente de un acontecimiento tras otro. El ser construye y preserva la experiencia por medio de la continuidad y la identidad de la misma. 2) "Sólo es dado perseverar en el ser por medio de la memoria", se logra la continuidad y la identidad de la experiencia del ser por medio de la memoria, por medio de la capacidad humana de recordar. 3) "La memoria se construye socialmente o, dicho de otra manera, al recordar nos acogemos a un pasado producido y mantenido socialmente".

Si la memoria se construye socialmente, los grupos sociales pueden mirarse en el espejo de la memoria y no sólo ver lo que fueron, sino lo que son. En otras palabras, muestran lo que son a través de la construcción de la memoria, de su memoria como grupo que constituye su identidad.
Halbwachs concibe el pasado como una reconstrucción que se hace en el presente y encuentra en él sus principios de selección y descripción. No hay, pues, pasado inmutable independiente de la experiencia presente..., sino un pasado siempre recomenzado y reconstruido, (de tal manera que) el presente es la meta en la que se desemboca y la perspectiva desde la que se puede reconstruir y relatar (el pasado). El pasado guarda muchos pasados y su reconstrucción puede llegar a ser múltiple. Podemos interesarnos, por ejemplo, por aquel pasado que las personas, en el transcurso de sus vidas, aprehenden por medio de la memoria. Las relaciones intratemporales dan continuidad a la experiencia -tanto pasada como cotidiana- y proveen de una identidad a los colectivos, donde el presente es clave para la comprensión e interpretación del pasado reconstruido en la memoria.
Lo que propone Halbwachs, siempre según Ramos, en la primera premisa "ser es perseverar (recordar)" es que:

"sin huir de un pasado temporalizado, pero concibiéndolo como paso de un presente en el que (y desde el que) lo rememoro, cuando lo reconstruyo con la memoria consigo unir el principio con el final, descubrir en lo ocurrido los orígenes de lo que ocurre ahora, descubrir lo ya pasado a la luz de lo que ahora ha resultado relevante" (Ramos, 1989).

Para Halbwachs, la memoria que proporciona estabilidad a la experiencia es memoria colectiva. La memoria ya no se concibe como individual e íntima, ya no es algo exclusivo y sólo dependiente de la persona. En su concepción, la memoria adquiere un carácter sociológico con bases durkheimianas y abandona el matiz psicológico que entiende al recuerdo como acto único de cada individuo. La memoria no es algo abstracto y esencialmente psíquico, es sobre todo un hecho social, aunque no se trata de una existencia anterior e independiente (externa) de la persona que la realiza. Ejerce una compulsión sobre el individuo y existe en la conciencia colectiva del grupo social. Por ello, centra su argumento en "el carácter socio-comunicativo de la construcción del pasado por medio de la memoria, en donde el pasado que la memoria reactualiza es una construcción social" (Ramos, 1989).
Halbwachs estructura el recuerdo a partir de tres componentes: a) algo ocurrido (experiencia), b) el sujeto que vivió y recuerda lo ocurrido, y c) otros sujetos que forman parte de la experiencia recordada. Entonces, si el recuerdo
se compone de estos tres elementos, los otros forman parte del componente social del recuerdo, en cuanto son actores sociales identificables y definibles como tales. De esta forma, el recuerdo pierde su carácter exclusivamente íntimo e individual. No es sólo la acción de la mente de un individuo aislado.
Es importante resaltar la distinción que Halbwachs hace entre lo que se recuerda y cómo se recuerda, afirmando que el carácter social de la memoria radica en el cómo. Vale decir que es sociológicamente significativo conocer cómo recordamos, analizar de qué modo se fija la experiencia y describir cómo es posteriormente reconstruida en forma de recuerdo. De este modo, no sólo los acontecimientos y personas recordadas forman parte de la memoria, también la manera en que se recuerda es parte constituyente de ella.
El pasado es algo que se ha vivido y constituye una experiencia fijada lingüísticamente en el proceso de una acción comunicativa y social: al ser la experiencia "la de alguien que comparte el mundo con otros, esos otros participan también en la memoria de lo ocurrido" (Ramos, 1989). Accedemos, así, a la idea de "memoria colectiva", según la cual "mis recuerdos coexisten con los recuerdos de los demás y esa coexistencia lleva a una tupida interpretación comunicativa de la que resulta un pasado que es producto de todos y de ninguno en particular" (Ramos, 1989).
La reconstrucción del pasado por medio de la memoria ocurre dentro de marcos que estabilizan y delimitan lo recordado. Dichos marcos -espacio y tiempo- son socialmente construidos. Siguiendo a Prigogine, puede decirse que no existe un tiempo único, aunque la cultura occidental imponga una concepción lineal del tiempo. Hay momentos en que los recuerdos aparecen más difusos, pues en ellos los marcos de espacio y tiempo se encuentran disociados. Sin embargo, para que la memoria actúe, los recuerdos y sus marcos deben encontrarse y unirse. Al evocar un espacio, siempre nos encontramos con un tiempo. Son estos marcos de espacio-tiempo y sus relaciones recíprocas las que proporcionan estabilidad y persistencia a la memoria.
Así, el espacio y el tiempo de los que nos habla Halbwachs son los de la experiencia o, dicho de otra manera, se diferencian tajantemente del espacio y el tiempo matemáticos que clásicamente ha supuesto la ciencia.
En la memoria se define un espacio-tiempo experiencial socialmente construido y compartido. Los marcos constituyen un punto de referencia que trasciende a los acontecimientos y a los hechos objetos de recuerdo. En el pensamiento de Halbwachs se afirma que si careciéramos de estos marcos que proporcionan estabilidad, si prescindiéramos de estos órdenes estructurados en los que ubicar los acontecimientos, la experiencia sería un flujo singular e
irrepetible que haría muy difícil, cuando no imposible, el trabajo reconstructivo de la memoria.
El espacio real y natural se constituye como espacio social en cuanto es un espacio de acción e interacción humana, cargado y configurado por significaciones sociales y símbolos socialmente compartidos. En este sentido, el espacio natural también llega a ser espacio social, pues los hombres y mujeres lo significan y recrean por medio de interpretaciones y categorizaciones lingüísticas. Así, evocar un espacio o un tiempo -o ambos a la vez- es evocar una realidad social cargada de significados, relaciones y acciones humanas. En síntesis, la memoria precisa de los marcos estables que le proporciona un complejo espacio-temporal que se construye socialmente.
Según Halbwachs, el soporte fundamental de toda identidad colectiva es su memoria, en cuanto reproduce y reconstruye dicha identidad. Lo que son los grupos y su vida social -pasada, presente y futura- se sustenta en su memoria. El pasado de la memoria es un pasado vivo; un pasado que encuentra su sentido y sus significados en el presente. Es el pasado de la experiencia directa o asociativa de los individuos. Al diferenciar la historia de la memoria, Halbwachs sostiene que los hechos del pasado son idealmente únicos, mientras que la memoria, al diversificarse en relación con los grupos sociales que la actualizan y perpetúan, adquiere un carácter plural. En la memoria están las prácticas sociales, su historicidad, complejidad, intersubjetividad y simbolismo. El hacer memoria es un ejercicio lingüístico y, por ello, social y cargado de sentido y de significados.
Paulina Osorio (2004) plantea que la memoria debe entenderse como un proceso social referido a procesos sociales, o sea que la memoria puede considerarse un metalenguaje, pues lo que se recoge en las memorias individuales son episodios sociales que se desarrollan en escenarios también sociales que poseen un carácter comunicativo. Por lo tanto, la memoria y el olvido integran un mismo proceso de construcción del pasado a partir del presente, por medio de determinadas prácticas sociales y comunicativas.
En palabras de Vázquez (2001):

"[estamos hablando de la memoria] en tanto que proceso y producto construido a través de las relaciones y prácticas sociales, donde el lenguaje y la comunicación ostentan un papel fundamental por ser proceso y producto de los significados compartidos por la acción conjunta de los seres humanos en cada momento histórico".

Es así que la conservación y la transmisión de la memoria encuentra su fundamento en el lenguaje, en la comunicación y en el grupo. El lenguaje le da forma, contenido y significados socialmente construidos a la memoria y su relato. La posibilidad que da el lenguaje para desplazarse por medio de formas lingüísticas a través del tiempo, acerca a los seres humanos al recuerdo y a la memoria desde una dimensión fractal3.
La importancia que reviste hacer memoria no estriba en la propia construcción del pasado sino en las prácticas desplegadas colectivamente a partir de esa construcción. El valor de la historia de vida y del relato de memoria de un colectivo no se agota en su historicidad sino, más bien, en el imaginario que él reviste, pues en el imaginario social la construcción del pasado adquiere su sentido hacia el futuro.
Como ya planteamos, la aproximación al estudio de la memoria puede ser entendida como una (re)construcción intersubjetiva y comunicativa. En esa (re)construcción es preciso tener en cuenta la relación que la memoria y el olvido sociales mantienen con el imaginario social, así como también que la memoria puede concebirse como discurso y práctica proyectados en el futuro.
Algunos científicos sociales coinciden en la afirmación de que la memoria, el recuerdo o cualquier acción o proceso que nos remita al pasado, son una acción del presente y que tienen más que ver con los presentes que con los tiempos pasados. Esta idea llega a ser central cuando estudiamos las memorias de diferentes cohortes, ya que cuando surge la memoria lo hace en un presente imbuido de valores y significados compartidos. Si el recordar es una acción del presente, entonces la memoria y su configuración son una realidad que responde más a intereses del presente que del pasado: "La memoria no es... una restitución anacrónica del pasado, sino que es una reconstrucción del presente realizada y actualizada a través del lenguaje y las prácticas sociales" (Vázquez, 2001). En la memoria y en el ejercicio de construir el pasado desde el presente se dibuja un cierto orden social.
Es por eso que el estudio de la memoria es importante para entender sus condiciones históricas de producción, para comprender las estrategias utilizadas en la configuración de la experiencia y dotarla de continuidad, para conocer los recursos de toda índole que intervienen en la construcción del pasado (y del presente, de lo que se es⁄) y para investigar la creación de la referencialidad. La memoria es deudora tanto del presente como del pasado. La sociedad no se instituye de una vez para siempre, sino que se materializa a cada instante (Vázquez, 2001).

Como en el mito, en la memoria los tiempos pasado, presente y futuro se superponen, cruzan y, muchas veces, uno contiene el sentido del otro. Es decir, cada vez que hacemos memoria creamos el pasado, dado que el pasado posee un carácter abierto. Lo que sucede en el futuro transforma y modifica las visiones del pasado. El tiempo es así, un tiempo vivido, tiempo cargado de experiencia, tiempo que se repliega sobre sí mismo. El tiempo de la memoria puede ser concebido como un tiempo de dimensión fractal y caótico (Ricoeur, 1983).
En la memoria de las personas se encuentra su identidad, la construcción de su imaginario. En efecto, tan sólo existen explicaciones plausibles del pasado en relación con las circunstancias actuales y con el repertorio de relatos admisibles en nuestra sociedad; la simple circunstancia de nacer en un entorno sociocultural concreto implica la inmersión en una determinada forma de concebir (y categorizar lingüísticamente) la realidad (sea pasada, presente o futura) y disponer de todo un conjunto de nociones y conceptos que nos permiten dar cuenta de ese entorno. Conceptos y nociones que dan forma a una determinada visión del mundo que se (re)construye y transforma por medio del lenguaje.
Lo que narra la memoria siempre está ligado a contextos sociales y comunicacionales concretos, pues al hacer memoria los individuos no sólo recrean determinados acontecimientos sino que también los construyen sobre la base de relaciones y contextos concretos. Cuando las personas hacen memoria, lo que hacen es interpretar y construir la realidad de acuerdo con la socialización y el sistema normativo con que los individuos han guiado y guían sus vidas, aquel sistema de valores compartidos por todo un grupo o cohorte. El relato individual y los discursos pueden variar uno del otro; sin embargo, la importancia de esa diversidad radica en que "habla" de una identidad colectiva y de significados compartidos.
Siguiendo a Jelin (2002), se entiende por memoria una construcción que hacen los sujetos sobre el pasado vivido o transmitido, a partir de contextos específicos, marcados por el tiempo, el espacio y las relaciones sociales en que están insertos. El rasgo más conocido de la memoria es que constituye el soporte de la historia biográfica de los seres humanos. En efecto, a medida que la persona recuerda, se va dotando a sí misma de una identidad, al mismo tiempo que se atribuye una historia.
Aunque la memoria se considera una función psíquica individual, que se actualiza en personas concretas y prioritariamente de una forma interna, es también patrimonio de un grupo social. A su vez, es posible reconocer distintas memorias de acuerdo con los diferentes papeles y grupos sociales; no existe una sola memoria, siempre hay muchas memorias de un mismo suceso, pues
del análisis de diferentes actores surgen realidades simultáneas y contradictorias. La significación de los sucesos y de los hechos, por tanto, no es universal sino que está enraizada en el grupo al cual se pertenece. Las distintas memorias se constituyen desde diversos lugares sociales, desde distintas experiencias y diferentes identidades, significados y emociones. Con relación a una misma época, puede haber -y de hecho las hay- dos o más representaciones de los hechos que sean contradictorias y verosímiles.
Factores sociales de naturaleza simbólica determinan la memoria: lo inicialmente relevante y lo subsiguientemente recordado son, a cualquier edad, en cualquier grupo y en cualquier tema, las consecuencias de tendencias, intereses y hechos a los que la sociedad les ha concedido un determinado valor. La memoria se constituye, así, en uno de los elementos fundantes de la vida social. Es uno de los signos de la identidad grupal, una de las claves del sentimiento de pertenencia social y de la historia de los grupos (Jelin, 2002).
Todo el acervo cultural y los conocimientos que se adquieren día a día se conjugan en nuestra memoria. Las diversas prácticas cotidianas y acciones sociales en las que participan hombres y mujeres invocan de una u otra forma a la memoria del grupo. Si el pasado está en la memoria que construimos, memoria y pasado están imbuidos de los conocimientos que provienen de la socialización, las interacciones, las lecturas, la escolarización, los medios de comunicación, etc. Por ello la memoria de una persona nos puede mostrar la memoria de su cohorte, pues se construye sobre la base de un pasado y experiencias compartidas, generacionales.

Aspectos metodológicos

El estudio CEVI -Cambios y eventos en el curso de la vida- es resultado de una investigación internacional realizada en la Argentina y en Suiza. En este artículo presentamos resultados relativos a la percepción que tienen los entrevistados argentinos acerca de los eventos y cambios socio-históricos más importantes acontecidos en el curso de la vida y el análisis de los datos referidos a la conformación generacional de la memoria histórica.
El trabajo de campo se realizó durante el año 2004 en la Argentina (Ciudad y provincia de Buenos Aires) y en Suiza (cantón de Ginebra). Si bien la elección de los dos países resulta de las circunstancias y no de un plan preestablecido, sus diferencias socioeconómicas, políticas y culturales, sin hablar de su historia reciente, vuelven la comparación particularmente pertinente.

En la encuesta, las preguntas realizadas fueron: "Consideremos ahora los grandes eventos y cambios que se produjeron en su país y en el mundo en el curso de su vida. ¿Cuáles son los que más le impactaron?". El individuo encuestado debía describir cada evento (cuatro como máximo), situarlo en el tiempo y el espacio, indicar la edad que tenía al momento de ocurrir el hecho evocado y, finalmente, justificar la elección de cada uno de los eventos.
La encuesta fue realizada a través de una entrevista personal y el cuestionario -semiestructurado- podía ser completado por los encuestadores o por el entrevistado. La consigna era reunir en cada grupo de edad alrededor de cien encuestas, con una proporción similar de hombres y de mujeres. El diseño es cualitativo y la muestra, no probabilística, quedó conformada por 633 casos en Suiza y 572 en la Argentina4.
La muestra se estratificó en cinco grupos de edad quinquenales, cada uno separado de las demás por una década, abarcando el total de la vida adulta: 20-24, 35-39, 50-54, 65-69 y 75-84. Este recorte, que responde a una aproximación cronológica de posiciones típicas en el recorrido de vida, circunscribe, al mismo tiempo, cinco cohortes distintas, nacidas entre 1920-1924, 1935-1939, 1950-1954, 1965-1969 y 1980-1984.
Como hemos dicho anteriormente, las generaciones pueden ser definidas a partir del contexto y de los acontecimientos socio-históricos que les corresponde vivir y aparecen cuando los eventos ocurren de manera tal que demarcan a una cohorte en términos de conciencia socio-histórica.
Por "memoria histórica" entendemos la codificación selectiva de episodios socio-históricos. Hablamos de "memoria colectiva" cuando una fracción calificada de las personas se refiere a los mismos acontecimientos. Esta memoria colectiva es "generacional" cuando una fracción calificada de los miembros de una cohorte dada comparte la referencia a uno o varios episodios y se separa así de las otras cohortes. La memoria es "nacional" cuando una fracción calificada de los miembros de cada cohorte existente en un episodio histórico lo menciona. En ausencia de referencias en la literatura, decidimos hablar de fracción calificada cuando la mitad aproximadamente de las personas del conjunto considerado menciona un mismo cambio.

Memorias generacionales, memoria nacional...

Presentamos a continuación los resultados correspondientes a la Argentina5. Comenzaremos exponiendo las características de la "memoria histórica" de los argentinos; seguidamente analizaremos la posibilidad de identificar tanto una "memoria colectiva nacional" como "memorias colectivas generacionales". Por último, completaremos nuestro trabajo interpretando los datos a la luz de la hipótesis de la "emergencia de la reminiscencia".
Con el fin de describir la "memoria histórica" tomamos como universo el total de eventos mencionados (1469) por los entrevistados6.
El análisis de los datos obtenidos indica que los hechos más mencionados por la cohorte nacida entre los años 1980-84 son los acontecimientos económicos y políticos relacionados con el gobierno de la Alianza (25% del total de menciones) y los atentados del 11 de septiembre de 2001 (13%). Otros atentados sangrientos, los perpetrados en Buenos Aires en 1992 contra la Embajada de Israel y en 1994 contra la AMIA, se encuentran, asimismo, entre los cinco hechos más mencionados. Es decir que esta generación entra en la vida adulta descubriendo la historia a partir de dos grandes catástrofes sociopolíticas, una internacional y otra nacional, ligadas a los efectos de la globalización.
Los hechos socio-históricos más mencionados por las otras cohortes se relacionan mayoritariamente con "la dictadura militar" vigente en el país entre los años 1976 y 1983. Las detenciones y desapariciones de personas, el miedo omnipresente en la vida cotidiana y la muerte inútil de jóvenes en la Guerra de Malvinas son los hechos más recordados por los entrevistados.
Algunas diferencias surgen al interior de las diferentes cohortes. En efecto, las consecuencias ocasionadas por la Guerra de Malvinas representan el 16% de los hechos mencionados por los miembros de la cohorte 1965-1969, mientras que los efectos represivos de la dictadura constituyen un 9% del total. En los otros tres grupos de edad, al contrario, predomina la referencia a la dictadura militar.
En resumen, la dictadura denominada Proceso de Reorganización Nacional y la Guerra de Malvinas7 ocupan un 25% del total de hechos mencionados
por el grupo que transita los treinta años, el 35% de los evocados por quienes tienen alrededor de cincuenta, un 24% de los de sesenta años y el 31% de los recordados por los que tienen ochenta.

CUADRO 1. Hechos socio-históricos más citados según grupo de edad. En porcentaje.

Sin embargo, esta memoria compartida de la dictadura militar va acompañada por diferencias intergeneracionales. Las cohortes 1965-1969 y 1950-1954 celebran el retorno de la democracia con la presidencia de Alfonsín (20% y 14% del total de menciones, respectivamente) pero también están marcadas por la crisis de 2001 (13% y 7%). Las dos cohortes más antiguas mencionan los dos primeros gobiernos de Perón y, también, la caída del segundo de ellos en 1955 (respectivamente, 15% y 16%).
La identificación de los hechos socio-históricos más mencionados por cada cohorte nos habla de la "memoria histórica" de los argentinos y nos brinda interesantes indicios acerca de la posibilidad de identificar la existencia de una "memoria colectiva nacional". Sin embargo, dicha constatación requiere de la utilización de otra unidad de análisis: las personas que mencionan un determinado acontecimiento8.

CUADRO 2. Personas que citan hechos socio-históricos según grupo de edad. En porcentaje.

La cohorte nacida entre los años 1980-1984 registra el impacto provocado por los atentados a las Torres Gemelas y los acontecimientos relacionados con ellos9. En efecto, el 31% de los jóvenes mencionan el 11 de septiembre de 2001 y el 14% la Guerra de Irak. Es decir que el 45% de las personas que tenían entre 20 y 24 años mencionan uno de estos dos hechos. Es importante destacar que uno de cada cinco recuerda los atentados ocurridos en nuestro país contra instituciones judías.
Sin embargo, es la crisis de 2001 la que convoca una mayor atención por parte de este grupo de edad, ya que el 57% hace referencia a acontecimientos y/o procesos relacionados con la recesión económica o la crisis social, política e institucional acontecida en ese momento histórico.

Los otros grupos generacionales han sido impactados, sobre todo, por la dictadura militar instaurada entre 1976 y 1983 y un acontecimiento conexo: la Guerra de Malvinas, declarada por la Junta Militar en abril de 1982. Sin embargo, pueden identificarse especificidades al interior de cada cohorte, lo que estaría indicando la presencia de una "memoria colectiva generacional" yuxtapuesta con una "memoria colectiva nacional".
El 41% de los miembros de la cohorte 1965-1969 cita a la Guerra de Malvinas. Recordemos, en este punto, que los ciudadanos reclutados para combatir en Malvinas pertenecían a las clases 63 y 64, es decir, la que había finalizado recientemente el Servicio Militar Obligatorio y la que se encontraba realizándolo. La dictadura militar en sí misma es mencionada por el 24% de los miembros de esta cohorte.
En las tres cohortes restantes la referencia directa a la dictadura militar supera la referencia a la Guerra de Malvinas. El 53% de las personas que tienen alrededor de 50 años mencionan el Proceso y el 44% la Guerra de Malvinas; en el grupo de los que están en los 60, las cifras son 40% y 26%, respectivamente, y entre los de más edad, 40% y 35%.
Sin embargo, esta memoria compartida de los "años de terrorismo de Estado" no impide que cada una de estas cuatro cohortes presente diferencias en función de sus propias referencias y experiencias históricas. El grupo etario que tenía entre 35 y 39 años al momento del relevamiento valoriza la recuperación de la democracia con la llegada a la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín en 1983 (recordemos, en este punto, que entre los factores que incidieron en forma determinante para la apertura democrática se encuentran las consecuencias de la Guerra de Malvinas). Este hecho también es recordado por el 38% de la cohorte de entre 50 y 54 años. Asimismo, ambas cohortes fueron marcadas por la crisis de 2001: el 34% del primer grupo y el 19% del segundo así lo indican. Alrededor del 40% de los miembros de las dos cohortes de más edad mencionan eventos relacionados con el primer y segundo gobierno de Perón.
En síntesis, nuestro estudio nos permite observar la presencia de una "memoria colectiva nacional", producto de los hechos relacionados con la dictadura militar (1976-1983) y con la Guerra de Malvinas (1982). Como hemos visto, esta memoria nacional se completa en cada cohorte con reminiscencias específicas de acontecimientos que les son propios: para las dos cohortes pos 1950 el retorno a la democracia y, en menor medida, la crisis de 2001; para las dos cohortes más antiguas el peronismo. La última cohorte (1980-1984) es
posterior a la dictadura10 y son los violentos acontecimientos más recientes los que parecen ser su marca distintiva.
La existencia de una "memoria colectiva nacional" es apoyada, asimismo, por los resultados del análisis de la relación entre los cambios socio-históricos de cada cohorte y la edad que las personas tenían al momento de ocurrir los hechos que mencionan.
Retomando la idea que sostiene que la memoria histórica colectiva de una generación comienza a conformarse durante la adolescencia y la juventud al ir recordando los acontecimientos acaecidos durante esa etapa, podemos observar que las memorias colectivas de tres cohortes (20-24, 35-39 y 50-54) muestran la emergencia del recuerdo de los hechos socio-históricos ocurridos entre los 14-24 años, mientras que en las generaciones mayores la historia vivenciada dispersa ese recuerdo.

GRÁFICO 1. Personas que mencionan al menos un HSH ocurrido en los distintos grupos etarios según grupo de edad. En porcentaje.

El gráfico anterior muestra el porcentaje de personas de cada grupo etario que mencionó al menos un acontecimiento ocurrido cuando tenía entre 0 y 4 años, entre 5 y 9 años, etc.
La línea que representa a la cohorte de aquellos que en 2004 tenían entre 35 y 39 años muestra dos momentos en los que se concentran los HSH mencionados: uno entre los 15 y los 20 años (edad que tenían estas personas durante la dictadura, la Guerra de Malvinas y la recuperación democrática) y otro entre los 30 y los 35 años.

CUADRO 3. Edad que tenían los individuos de la cohorte 1965/1969 al momento de suceder los HSH mencionados.

El grupo de entre 50 y 54 años, por su parte, concentra las menciones en acontecimientos ocurridos cuando tenían entre 15 y 30 años, alcanzando el punto máximo en los 25 años. Esa es la edad que tenían al momento de la dictadura, la Guerra de Malvinas y la recuperación de la democracia. Se destaca, en esta cohorte, el recuerdo del tercer gobierno de Perón (fallecido en 1974), que comenzó en 1973 y finalizó en 1976 con el golpe militar del Gral. Videla.

CUADRO 4. Edad que tenían los individuos de la cohorte 1950/1954 al momento de suceder los HSH mencionados.

El grupo de entre 65 y 69 años presenta tres puntos de concentración: entre los 40 y 50 años, entre los 15 y los 20 años y, finalmente, entre los 60 y 65 años.

CUADRO 5. Edad que tenían los individuos de la cohorte 1935/1939 al momento de suceder los HSH mencionados.

En el último grupo de edad, los picos se producen entre los 50 y los 60 años (Proceso/Guerra de Malvinas) y entre los 15 y los 20 años (coincidentes con la edad que estas personas tenían durante los dos primeros gobiernos peronistas).

CUADRO 6. Edad que tenían los individuos de la cohorte 1920/1924 al momento de suceder los HSH mencionados.

En síntesis, como se desprende de la lectura de los cuadros anteriores, la mayoría de los hechos socio-históricos mencionados son de carácter nacional. Las memorias colectivas de tres cohortes muestran la emergencia del recuerdo de los hechos históricos ocurridos entre los 14 y los 24 años, pero en las generaciones mayores el tipo de cambios vivenciados opaca ese recuerdo (dictadura militar y crisis de 2001).

Conclusión

La noción de memoria histórica parece ser pertinente como principio organizador de conjuntos generacionales. En la Argentina observamos la existencia de una memoria colectiva nacional basada en la dolorosa experiencia de los "años de terrorismo de Estado" (1976-1983). Pero, sobre esta base compartida, la memoria de cada cohorte se enriquece con episodios históricos que les son propios.
La memoria colectiva argentina se sustenta en la experiencia de un período histórico dramático, de consecuencias profundas sobre el desarrollo de las vidas de los individuos. En comparación, los datos suizos indican que el hecho que dio lugar a una memoria colectiva nacional fue la Segunda Guerra Mundial. En efecto, para las dos cohortes testigos de esa época constituye el elemento principal de su memoria. Sobre la base de estos dos casos nacionales, pareciera que una memoria nacional, por lo tanto transgeneracional, se constituye cuando acontecimientos dramáticos afectan duraderamente a toda la población, ya sea precarizando la vida cotidiana tanto desde el punto de vista material como cultural (dictadura de 1976-1983, Segunda Guerra Mundial), o afectando el sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional (Guerra de Malvinas).
Respecto de la selección mnemónica de los episodios que realizaron los ciudadanos argentinos, ella indica que el referente está constituido esencialmente (80%) por episodios nacionales. Por el contrario, los hechos nacionales ocupan sólo el 13% del referente suizo. Que los contenidos de las memorias sean radicalmente diferentes de un país al otro no sorprende, en vistas de su alejamiento geográfico, del contraste ofrecido por su historia y de su posicionamiento respectivo en el sistema económico mundial. Sin embargo, ambos países están implicados en un metasistema que el proceso de globalización amplifica y extiende a todos los sectores de la actividad humana. El único episodio compartido aquí y allá se desprende efectivamente del proceso de globalización, tanto por sus características trágicas como por la mediatización del que fue objeto. Se trata de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que parecen haber fomentado una memoria colectiva internacional en la generación de los jóvenes.
Pero antes de llegar a cualquier conclusión habrá que dejar pasar el tiempo para que se efectúe el trabajo del olvido y poder conocer así su lugar definitivo. Tanto más en la medida en que uno de los resultados más sorprendentes del estudio es el impacto diferencial del 11 de septiembre de 2001. En Suiza, el 58% de los miembros del grupo más joven lo mencionan, y después, a medida que aumenta la edad de los grupos, este porcentaje disminuye: 39%, 19%, 12% y 4%. En la Argentina, las cifras son 31%, 7%, 12%, 6% y 5%. Observemos, también,
que estos resultados parecerían plantear la tesis según la cual los cambios que tienen mayor impacto en la memoria son los que se producen durante la adolescencia y el comienzo de la vida adulta (Schuman y Scott, 1989).
En efecto, nuestro estudio brinda evidencias a favor de la hipótesis acerca de la conformación de la memoria colectiva generacional a partir de los recuerdos de hechos socio-históricos ocurridos en la adolescencia y en la adultez joven; sin embargo, existen eventos que por su magnitud o duración y por su gravitación en la vida cotidiana de los individuos tienen un impacto transgeneracional en la memoria colectiva.
La situación descrita amerita la realización de nuevas investigaciones, destinadas a contribuir a la comprensión del funcionamiento de la selección mnemónica según los contextos nacionales y el estadio individual en el proceso de envejecimiento.
De todas maneras, a partir de lo estudiado hasta el momento, es posible plantear las siguientes conclusiones: en primer lugar, de acuerdo con la tesis de Mannheim, la memoria histórica es un principio poderoso de diferenciación generacional; luego, acontecimientos de tipo particular pueden llevar a la formación de una memoria colectiva nacional; finalmente, siguiendo a Halbwachs, es el "marco espacial temporal", por lo tanto el entorno socio-histórico en el que las vidas se despliegan, el que fija el contenido y la coloración afectiva de las memorias colectivas.

Notas

1. Entendemos la memoria generacional como la memoria de episodios socio-históricos compartida por la mayoría de los miembros de un grupo de edad, y la memoria nacional como aquella compartida por la mayoría de las personas de un país, independientemente de su edad.

2. El estudio CEVI -Cambios y eventos en el curso de la vida- tiene como objetivos estudiar la articulación entre la historia y la biografía, la dinámica de los cambios y eventos propios de una sociedad determinada y las trayectorias de vida de los individuos que participan en esta historia. Equipo responsable: C. Lalive d’Epinay y S. Cavalli (Suiza), L. Gastrón, M. J. Oddone y G. Lynch (Argentina).

3. La teoría del caos ofrece una percepción del tiempo según la cual sería una figura de dimensión fractal: en cada una de sus partes está contenido el todo, asemejando racimos de pequeñas discontinuidades compuestos, a su vez, por otros racimos.

4. En la Argentina se realizaron menos entrevistas en el grupo de octogenarios; ello explica la diferencia en la cantidad de casos de la muestra de ambos países.

5. El trabajo "Generaciones y memoria histórica" (2007), de C. Lalive D’Epinay y S. Cavalli, presenta un análisis comparativo entre Suiza y la Argentina.

6. Del total de 572 entrevistados, 550 consideraron que hubo al menos un hecho socio-histórico con impacto en su vida, siendo el promedio de 2,65 menciones por persona. Es interesante observar que si bien el período histórico al que refieren los entrevistados se alarga a medida que las cohortes envejecen, no se constata una relación entre la edad y la cantidad de eventos citados.

7. Recordemos que la Guerra de Malvinas fue declarada en 1982, durante el Proceso. La hemos considerado como un evento específico por la envergadura de su impacto.

8. Las cifras que se presentan a continuación son el resultado de calcular el porcentaje entre la cantidad de menciones que un determinado hecho posee en una determinada cohorte y el total de personas entrevistadas pertenecientes a esa misma cohorte.

9. En Suiza, la cohorte más reciente constituye la "generación del 11 de septiembre". Entra en la vida adulta con una conciencia histórica marcada a fuego por uno de los acontecimientos más dramáticos -y más mediatizados- de la mundialización. La cohorte que se formó en la segunda mitad de los años sesenta podría ser la "generación del derrumbe del comunismo" como bloque geopolítico que dividía Europa y como mito ideológico. Sufre también masivamente la onda de shock de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York. Los miembros de la cohorte de mediados de siglo (1950-1954) están fuertemente marcados por acontecimientos de los años sesenta, pero su elección se dispersa en varios episodios. Planteamos, sin embargo, la hipótesis de que un hilo conductor vincula estos acontecimientos, la idea coloreada de utopía y de sueño de un mundo diferente, lo que permitiría hablar de una "generación de los años sesenta" o "de la utopía". La cohorte 1935-1939 nos parece que señala la transición entre la Segunda Guerra Mundial, en su infancia, y los Treinta Años Gloriosos que enmarcan el desarrollo de su vida de adulto. Finalmente, la cohorte 1920-1924 constituye en Suiza el núcleo de la "generación de la Mov" (Lalive d´Epinay y Cavalli, 2007).

10. Algunos de los miembros de esa cohorte no habían nacido y otros sólo podían tener tres años de edad al momento del retorno a la democracia.

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Aceptado: 27 de marzo de 2008.

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