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Revista de la Asociación Geológica Argentina

versión impresa ISSN 0004-4822

Rev. Asoc. Geol. Argent. v.59 n.4 Buenos Aires oct./dic. 2004

 

En memoria de John Bell Hatcher (1861-1904) y las expediciones de la Universidad de Princeton a la Patagonia de 1896 a 1899.

Impresionado por los hallazgos de los hermanos Florentino y Carlos Ameghino, la prestigiosa Universidad de Princeton organizó a instancias de John Bell Hatcher tres expediciones científicas a la Patagonia. El mismo Hatcher se ocupó de conseguir el financiamiento para dichas expediciones.

Hatcher quien tiene el crédito de haber mejorado los métodos de campo para la recolección de fósiles, contaba con una gran experiencia en colectar restos de organismos extinguidos, entre ellos el renombrado dinosaurio Triceratopsis. Egresado de Yale en 1884, comenzó a trabajar con el prestigioso paleontólogo O.C. Marsh y efectuó extensas campañas en el centro oeste de Estados Unidos. Al sentir que sus oportunidades en Yale estaban limitadas por la férrea oposición de Marsh de permitir la publicación por parte de sus asistentes, Hatcher pasó a la Universidad de Princeton como curador de paleontología de vertebrados en 1893. En 1896 comenzó su primera expedición a la Patagonia, llegando a la desembocadura del río Gallegos el 30 de abril de ese año. Los preparativos de la excursión le demandaron cuarenta y cinco días y salió a recolectar fósiles el 16 de mayo. Durante todo el invierno de 1896 trabaja en las barrancas del río Gallegos y de la costa Atlántica, utilizando una carreta tirada por caballos. Después de reconocer el valle del río Cog o Coyle, remonta el río Chico y llega hasta Punta Arenas. Al comenzar el verano comienza a explorar el valle del río Santa Cruz y alcanza el lago Argentino, objetivo que no había podido alcanzar Darwin en 1834. Desde allí continúa por el valle del río Sheuen o Chalía y alcanza un gran valle al que da el nombre de cuenca del río Mayer. El 20 de mayo, casi un año después de haber llegado a Río Gallegos, da por terminada la primera expedición y regresa a Princeton.

Figura 1: Reproducción del perfil de Hatcher en los bancos de la Formación Santa Cruz en la desembocadura del río Cog o Coyle.

En noviembre de 1897 Hatcher inicia su segunda expedición a la Patagonia. El 12 de diciembre desembarca en Punta Arenas. Después de explorar las sedimentitas del río de las Minas cercano a esa ciudad, se dirige por tierra a Río Gallegos y comienza la exploración del río Chico de Santa Cruz hasta alcanzar el lago Pueyrredón, en busca de los estratos con Pyrotherium que Carlos Ameghino había situado en el valle del río Deseado. Explora el valle del río Gio y la región ubicada al sur del lago Buenos Aires. Su estado de salud le hace regresar a la costa para capear el invierno. El 23 de septiembre de 1898 parte de Punta Arenas para llegar al puerto de Nueva York después de 47 días de navegación.

La tercera expedición parte de Nueva York el 9 de diciembre de 1898 para llegar a Punta Arenas el 10 de enero de 1899. Desde allí se dirige a San Julián para emprender el viaje hacia el lago Pueyrredón. Explora las nacientes de los ríos Belgrano y Chico y nuevamente la cuenca del río Mayer. Embarca luego hacia Buenos Aires. Después de un corto viaje por la Mesopotamia y el Paraguay regresa a su hogar, donde llega el 16 de agosto de 1899.

Sus colecciones incluyen numerosos fósiles de invertebrados marinos y de mamíferos muy bien preservados, y también de fauna y flora típica de la Patagonia. Numerosos taxones provenientes de la Patagonia son de su autoría. El material recolectado durante sus tres expediciones sirvió como objeto de estudio para los investigadores de la Universidad de Princeton durante varios años. Hatcher se ocupó también de conseguir el financiamiento para publicar los resultados científicos que la Universidad reunió en gruesos volúmenes de los Informes de la Expedición de la Universidad de Princeton a la Patagonia, editados por W.B. Scott.

A su regreso a los Estados Unidos obtuvo el cargo de Curador de Paleontología de Vertebrados en el Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh. Dueño de una personalidad robusta, tuvo fuertes discusiones científicas epistolares con colegas norteamericanos y con Florentino Ameghino. Sin embargo la honestidad de su pensamiento científico asignó a cada contendiente el mérito de sus respectivos descubrimientos. J.B Hatcher falleció de fiebre tifoidea a la temprana edad de 42 años el 3 de julio de 1904.

A pesar de su perfil principalmente paleontológico, Hatcher contribuyó con sus observaciones entre otros temas, al conocimiento del basamento cristalino de la Patagonia Austral, los «pórfidos» aflorantes en Deseado y las cercanías de San Julián, las sedimentitas cretácicas del río Mayer, los bancos de edad terciaria continentales y marinos de Santa Cruz, los basaltos extrandinos, los principales rasgos de la estratigrafía glaciaria y el origen de los Rodados Patagónicos. Se deben también a él la primera mención de pisadas de dinosaurios en la Patagonia, la primera descripción geomorfológica de este sector austral y una detallada reconstrucción paleogeográfica del Terciario. Por desconocimiento de su obra, muchas de sus observaciones quedaron sin citar en trabajos posteriores.

La clara visión científica de Hatcher le permitió postular que Sudamérica estuvo conectada a la Antártida y a través de ella a Australia. Lo que en aquellos tiempos era nada más que una hipótesis, fue confirmado posteriormente con la evolución del conocimiento.

Este número 4 del volumen 59 de la Revista de la Asociación Geológica, dedicado a la Geología de la Patagonia está consagrado a rescatar la memoria de John Bell Hatcher y de las Expediciones Científicas a la Patagonia de la Universidad de Princeton. Hatcher no fue solo un pionero explorador de la Patagonia Austral, descubridor de ríos, lagos y montañas, sino también un eminente e inquieto geólogo y paleontólogo.

Miguel J. Haller
Editor invitado

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