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Medicina (Buenos Aires)

Print version ISSN 0025-7680On-line version ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.64 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Mar./Apr. 2004

 

Historia del Instituto de Investigaciones Cardiológicas Alberto C. Taquini en su 60° aniversario

José Milei1, José María Trujillo2

1 Instituto de Investigaciones Cardiológicas Alberto C. Taquini, (ININCA, UBA -CONICET), Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires;
2 Cátedra de Historia de la Medicina, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires

Dirección postal: Dr. José Milei, Instituto de Investigaciones Cardiológicas Alberto C. Taquini, ININCA-UBA / CONICET, Marcelo T. de Alvear 2270, 1122 Buenos Aires, Argentina. Fax: (54-11) 4508-3888. e-mail: ininca@fmed.uba.edu.ar

Resumen
El Instituto de Investigaciones Cardiológicas (ININCA) está unido a la figura de quien fuera, desde su fundación, director por más de 50 años: Alberto C. Taquini. Allí se desarrolló (y se desarrolla) investigación y docencia. Se estudiaron, desde el inicio, la hipertensión arterial, la hipoxia y las adaptaciones hemodinámicas, la fisiología del riñón y los electrolitos, la pared arterial, el metabolismo cardíaco, la farmacología del miocardio y el papel regulador del sistema nervioso central en la circulación. Se relatan aquí, a través de notas autobiográficas de A.C. Taquini, los experimentos y las discusiones que culminaron con el descubrimiento de la hipertensina, las demostraciones experimentales sobre la renina, que constituyeron objeciones básicas a hipótesis entonces prevalentes, y también algunos juicios y pensamientos expresados por A.C.Taquini sobre el papel y el futuro de la ciencia, en nuestros países y en el primer mundo. Desde 1972 la labor del Instituto se centró casi exclusivamente en la investigación básica y pasó a asociarse al CONICET. Decía Taquini que la investigación científica es algo más que proyectar y producir. Es algo más que una factoría de conocimientos: es crear. El mejor ejemplo de ello son sus contribuciones a la ciencia, las de su grupo y de sus discípulos, y la continuidad del Instituto que sigue hoy en ese camino.

Palabras clave: Hipertensión; Angiotensina; Renina; Descubrimiento

Abstract
History of Instituto de Investigaciones Cardiológicas Alberto C. Taquini in its 60th anniversary. The Instituto de Investigaciones Cardiológicas (ININCA) was founded by Alberto C. Taquini in 1944 and directed by him during more than 50 years, until his death in 1998. The Institute was (and still is) dedicated to research in connection with CONICET (National Research Council) and to teaching within the Faculty of Medicine of the University of Buenos Aires. From the very beginning research was centered on hypertension, hypoxia and hemodynamic adaptations, renal physiology and electrolytes, arterial wall, cardiac metabolism, myocardial pharmacology and regulation of the circulation by the central nervous system. On the basis of Taquini’s autobiographical notes, the experiments are reported which eventually led to the discovery of hypertensin, angiotensin and their relation with renin, together with the discussions promoted by the diverse hypotheses proposed by both national and international groups of investigators as the mechanism of hypertension. Taquini also played an important role in promoting science at national levels including his role as the first Secretary of Science and Technology from 1968 to 1971. He believed that scientific research is something more than planning and producing, that it also involves creating knowledge. As such he made many contributions to science, formed many disciples, and directed an Institute which is demonstrating its continuity.

Key words: Hypertension; Renin; Angiotensin; Discovery

Ser investigador es y seguirá siendo una cuestión existencial. Las cosas están, son; pero si no se las detecta o interpreta son inexistenciales. El investigador las intuye, las deduce, las revela y les da existencia. Investigar en ciencia, con mayúscula, implica crear.
Alberto C. Taquini (1905-1998)

El Instituto de Investigaciones Cardiológicas (ININCA) se encuentra indisolublemente unido, en la memoria histórica, a la figura de quien fuera –desde su fundación– su director por más de cincuenta años: el Dr. Alberto Carlos Taquini. El Instituto fue inaugurado el 13 de junio de 1944, con el nombre de Centro de Investigaciones Cardiológicas Fundación Virginio F. Grego, en honor a quien tuvo la iniciativa de su creación. En efecto, en 1941, el empresario Virginio F. Grego, enterado de la inquietud de Taquini por la investigación científica, y conociendo las limitaciones insalvables con que aquél tropezaba en el Hospital Alvear (lugar donde había organizado un laboratorio de investigación cardiorrespiratoria, al regresar en 1940 de los Estados Unidos) ofreció construirle un instituto privado. Ponía dos condiciones: que la sede del mismo se ubicara en el predio del Hospital Escuela en construcción, y que el propio Taquini fuese designado director1. Aún se conserva la hoja en que el Dr. Taquini esbozó de su puño y letra el 23 de diciembre de 1943, el presupuesto original del ININCA.
     La nueva institución fue donada con cargo a la Universidad, a pedido de la Facultad y por consejo del Dr. Bernardo A. Houssay, a la sazón director del Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina, al cual se había reintegrado Taquini, abocado a estudiar –en un equipo que integraban Eduardo Braun Menéndez, Juan C. Fasciolo, Luis F. Leloir y Juan M. Muñoz– la patogenia de la hipertensión arterial (Figura 1). En el período que insumieron los trámites administrativos y la construcción y habilitación del edificio, el Instituto funcionó en un ala del segundo piso del Instituto de Fisiología (al parecer razones de carácter personal entre el Dr. José Arce –entonces Presidente de la Comisión encargada de construir el edificio de la Facultad– y el Dr. Carlos Saavedra Lamas –Rector de la Universidad–, retardaron la concreción de la obra)1.

Fig. 1.– Integrantes del grupo de investigadores argentinos cuya labor culminó con el descubrimiento de la angiotensina (año 1940). De izquierda a derecha, sentados: JC Fasciolo, JM Muñoz, BA Houssay y LF Leloir. De pie: AC Taquini y E Braun Menéndez.

     Creado específicamente para el desarrollo de la investigación en el campo de la cardiología, con el objeto de fomentar la docencia, la asistencia y sobre todo la interacción de la investigación básica con la clínica, el Instituto fue dirigido ininterrumpidamente por Taquini desde su creación hasta su muerte, acaecida en 1998, caso que creemos único en la historia de la investigación científica en el país. Desde el comienzo de sus actividades, y a lo largo de sus ya seis décadas de existencia, la institución ha aportado notorios avances en el área del conocimiento, aportes reconocidos tanto en el ámbito nacional como internacional2. A lo largo de todos esos años el doctor Taquini desarrolló, perseverantemente, una gran actividad de investigación y docencia, fundamentalmente en el campo de la hipertensión arterial. En palabras del Dr. Pedro Aramendía, al conmemorarse los 40 años del Instituto, en el mismo"han existido líneas de investigación, no sólo pregonadas sino seguidas con tesón, capacidad técnica y continuidad. Entre ellas podemos citar la hipertensión arterial, la hipoxia y las adaptaciones hemodinámicas. Desde este robusto tronco tricéfalo nacieron ramas igualmente recias y vigorosas con individualidad, como la fisiología del riñón y los electrolitos, el estudio de la pared arterial, del metabolismo cardíaco, de la farmacología del miocardio y del papel regulador del sistema nervioso central en la circulación"3.
     Es obvio entonces, que el Instituto está íntimamente ligado a la trayectoria de su inspirador y primer director. Es conveniente por lo tanto realizar una reseña biográfica de su trayectoria, poniendo el énfasis en aspectos y episodios no tan conocidos, vinculados especialmente a una autobiografía –presuntamente inédita–, rescatada de entre los manuscritos y textos de Taquini, al hacernos cargo del Instituto1, luego del concurso para su dirección, en el año 2001.

El fundador y su trayectoria

El profesor Taquini nació en Buenos Aires el 6 de diciembre de 1905. Alternó su niñez entre su casa, en el barrio de Flores, con la casa quinta de su abuelo materno en Hurlingham. De sus vivencias infantiles en esta última provino, seguramente, su afición por el campo. Ya adolescente, su paso por el Colegio del Salvador contribuyó a fortalecer la disciplina y el respeto a las jerarquías que, según sus propias palabras,"nunca mostró fisuras ni aceptó licencias"1.
     Fue deportista múltiple y hábil danzarín. En 1926, siendo estudiante del tercer año de la carrera de medicina, se incorporó al Servicio del profesor Francisco C. Arrillaga en el Hospital Alvear. El razonamiento clínico de Arrillaga y su preferencia por la cardiología fueron los factores que definieron su orientación definitiva. En 1930 recibe su diploma de médico. Ya en 1929 comenzó a interesarse por la investigación clínica en el Hospital Alvear, ocupándose especialmente de los"cardíacos negros de Ayerza", mientras que en la Cátedra de Fisiología del Profesor Houssay los estudiaba desde el punto de vista fisiopatológico (décadas más tarde, su larga dedicación a este tema culminará en la publicación del libro El Corazón Pulmonar4).
     Serán justamente Arrillaga y Houssay a quienes Taquini considerará sus"grandes maestros de la medicina y de la ciencia", tal como lo expresara en el acto de su incorporación a la Academia Nacional de Medicina, en el año 19941.
     Los catorce años que siguen a su graduación –entre 1930 y 1943–, son considerados los más brillantes del Instituto de Fisiología, que había sido creado en 1919, en el antiguo edificio de la Facultad de Medicina, en la calle Córdoba. En esta etapa, que se debe considerar como"de excelencia" desde el punto de vista científico, pueden hallarse, además, los componentes que permiten calificarla como"lírica y romántica", desde el punto de vista humano2.
     En 1932, uno de los médicos investigadores del Instituto de Fisiología, Oscar Orías, regresó de los Estados Unidos, donde había trabajado con el destacado fisiólogo cardiovascular Carl J. Wiggers, e instaló en el Instituto un laboratorio para el registro gráfico de la actividad cardíaca. En él se realizaron estudios fundamentales sobre ruidos cardíacos, pulsos, curvas de presión en condiciones experimentales en el hombre sano y enfermo. Colaboraron con Oscar Orías, Antonio Battro, Pedro Cossio, Luis A. Solari, Roberto Vedoya y particularmente Eduardo Braun Menéndez y Taquini.
     La actividad cardíaca normal y patológica estudiada por vía esofágica aportó hechos de real interés teórico y práctico. La tesis de Taquini "Exploración del corazón por vía esofágica" recibió el Premio"Facultad de Medicina" en 19365.
     En el año 1937 se decidió crear la Sociedad Argentina de Cardiología. Se designó una comisión compuesta por los profesores Francisco Arrillaga, Rafael A. Bullrich, Mariano Castex, Bernardo Houssay, Tiburcio Padilla y Ernesto Merlo para seleccionar los 15 cardiólogos que debían ser los miembros fundadores. Taquini fue uno de los elegidos por unanimidad y pasó a integrar su primera comisión directiva6.

Un equipo y un descubrimiento

En la década del 30 existía en el Instituto de Fisiología un interés creciente por el estudio de la hipertensión arterial. Prueba de ello es la presentación, en 1934, de la tesis –premiada– de Eduardo Braun Menéndez ("Influencia del diencéfalo y de la hipófisis sobre la presión arterial"7), dirigida por el propio Houssay. Es así que, para estudiar su fisiopatogenia, se forma el más importante equipo de investigación médica que haya existido en nuestro país. Alrededor de la figura de Houssay se nuclean Juan Carlos Fasciolo, J. M. Muñoz, Alberto C. Taquini, Eduardo Braun Menéndez y Luis Federico Leloir. Vale recordar que, precisamente, el motivo que dio origen al impulso dado por Houssay a sus colaboradores para iniciar las investigaciones en este tema, fue el lamentable fallecimiento de uno de sus discípulos –considerado por Houssay como uno entre"los mejores" de aquellos que tuvieron un fin prematuro–, el Dr. Juan Guglielmetti, afectado de hipertensión arterial maligna8.
     La década del ’30 había sido, en el plano internacional, testigo de una experiencia decisiva en la historia de la comprensión de los mecanismos patogénicos implicados en la hipertensión arterial: en 1934, Harry Goldblatt había demostrado que la constricción de la arteria renal de un solo riñón provocaba hipertensión arterial en el perro9.
     El grupo argentino, alertado de los trabajos de Goldblatt, trabajó intensamente el tema. Fasciolo lo expresó de la siguiente manera: "...injertamos el riñón isquemiado de perros hipertensos en normotensos. El resultado fue sorprendente. Cuando (....) la sangre de la vena renal llegaba a la yugular la presión arterial del perro receptor comenzaba a ascender gradualmente hasta alcanzar su máximo en unos 5 minutos. (....) Taquini compartió la posición de Volhard, que aceptaba la presencia de una sustancia vasoespástica en la hipertensión severa, que él llamaba pálida. Habló con Houssay al respecto y le propuso investigar si el efecto presor humoral hallado por ellos, era o no debido a una sustancia de acción vascular directa. El efecto vasoconstrictor de la sangre de la vena renal de perros con hipertensión arterial por isquemia  renal fue entonces investigado por Taquini. Recogía la sangre de la vena renal  en una solución de Ringer sin calcio y después de centrifugar y separar los glóbulos rojos, el líquido sobrenadante era ensayado sobre el preparado vascular del sapo (Método de Trendelenburg) (....) El Ringer que contenía el plasma de la vena renal del riñon isquemiado mostraba una intensa acción vasoconstrictora (....) Así quedó demostrado claramente que la sangre de la vena renal de riñones isquemiados de perros con hipertensión arterial aguda, contenía una sustancia presora y vasoconstrictora que no se encontraba presente en la vena renal normal. (....) Para entonces acababa de regresar de Londres Braun Menéndez, quien había estado trabajando durante un año con Lovatt Evans, en el metabolismo del músculo cardíaco"8.
     Veamos cómo interpretaba Taquini estos hechos después de varias décadas10:
     "Mi inquietud por la existencia de una hipotética substancia vasoactiva de origen renal nació oyendo y dialogando con Franz Volhard, bastante antes de que Golblatt publicara su trascendental experiencia. Esta inquietud, que más de una vez compartí con Houssay, explica mi participación, directa o indirecta, en la investigación del mecanismo renina-angiotensina realizada en el Instituto de Fisiología, desde su comienzo en 1937. Creo no equivocarme al pensar que, también en alguna medida, a ella se debe la orientación lineal que tuvieron todos los proyectos que culminaron con el descubrimiento de la hipertensina; creencia que implícitamente sugiere Irvine Page en su libro Hypertension Research: A Memoire 1920-1960, cuando al referirse a la publicación de este último hallazgo, en la que yo no figuro, dice:"Notablemente el nombre de Taquini no aparece...11. El hecho es que a fines de 1938, poco después de que, por sugerencia de Houssay, Leloir y Muñoz se incorporaran al tema para colaborar conmigo en la identificación de la sustancia vasoactiva, ya detectada12-14, me trasladé a Estados Unidos y Braun Menéndez, de regreso de su estada en Cambridge, tomó mi posta."Erróneo en el tiempo", como diría Borges, cuando ellos llegaron a identificarla yo estaba en Harvard.
     Con Braun Menéndez, Fasciolo, Leloir, Muñoz trabajamos juntos entre 1940 y 1943, año en que por solidaridad con Houssay dejé el Instituto de Fisiología. Guardo de ese período un recuerdo gratificante. Período generoso en ideas, en esfuerzos y en logros".
     En 1938 la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (entidad formada en el año 1933, con la presidencia de Houssay, a quien acompañaban, entre otros, Alfredo Sordelli, Venancio Deulofeu y Raúl Wernicke) le adjudicó a Taquini una beca externa para perfeccionar su formación en los Estados Unidos. Fue designado Research Fellow de la Universidad de Harvard, y en tal carácter trabajó en el Laboratorio de Cardiología del Massachusetts General Hospital y en el Fatigue Laboratory con Paul D. White y Bruce Dill, respectivamente. En su autobiografía Taquini dice:"Durante mi permanencia allí, realicé varios trabajos y participé en Congresos, entre ellos el anual de la American Heart Association, en el que presenté mi experiencia en la hipertensión por isquemia renal completa que había hecho aquí"1.
     Veamos un poco más en detalle estas actividades, testimonio de las cuales es la conferencia dictada por Taquini en la Einthoven Lecture, presumiblemente inédita aún en castellano10: en primer lugar, participa de la Reunión Anual de la American Society for Clinical Inves-tigation y en la de la Association of Medical Physicians. Luego, en la reunión científica de la American Heart Association (AHA), es incorporado al programa por invitación y participa junto a Goldblatt en la presentación de su trabajo"Liberación de sustancia hipertensora en el riñón totalmente isquemiado"14. Su presentación en el meeting de la AHA es rápidamente publicada, al año siguiente, por el American Heart Journal15. Allí relataba cómo la inyección de sangre venosa proveniente de un riñón totalmente isquémico, ocasionaba un aumento en la presión arterial en el perro no hipertenso. En esa misma reunión, según el relato que hace en las ya referidas Personal Memories, Taquini objeta la interpretación de Page y sus colaboradores, quienes creían que la sustancia presora era la renina. Sólo Goldblatt toma sus comentarios en consideración, y lo invita, al finalizar la sesión, a detenerse en su laboratorio en el camino de regreso a Boston, para poder así analizar el problema más detenidamente10.
     Al poner ahora nuestra atención sobre este trabajo, es posible valorar, en perspectiva histórica, la decisiva participación de Taquini en el camino abierto por la Escuela Fisiológica Argentina en cuanto a la hipertensión, ya que le cupo a él comprobar y proponer la presencia de una sustancia presora –distinta de la renina– en la sangre de animales con hipertensión de origen renal. Este hito fue reconocido por el propio Houssay, al mencionar, en la conferencia Braun Menéndez de 1969, que Taquini"comprobó que en la hipertensión arterial por isquemia del riñón, la sangre que salía de este órgano contenía una substancia vasoconstrictora"16. El artículo es previo al trabajo definitivo de Braun Menéndez, Leloir, Muñoz y Fasciolo17 y la sustancia presente en la sangre del animal de experimentación era, obviamente, la ANGIOTENSINA, o mejor dicho, la HIPERTENSINA, como fue denominada luego por la escuela argentina. Como lo explican Basso y Terragno, la denominación de Angiotensina –término "híbrido" que resulta de la combinación de angiotonina con hipertensina– fue el resultado de una decisión consensuada entre Braun Menéndez y Page, en un encuentro de ambos en los EE.UU.18
     En la segunda edición del clásico libro"Fisiología Humana"19, Braun Menéndez explica las diferencias de interpretación de los dos grupos de la siguiente manera:
     "Por otro camino, Page y sus colaboradores llegaron casi simultáneamente a las mismas conclusiones. En 193811 habían comprobado que las preparaciones purificadas de renina ya no producían vasoconstricción al ser perfundidas en sistemas vasculares aislados (oreja de conejo o cola de perro) y que la actividad vasocons-trictora se recuperaba por la adición de una proteína del plasma a la que dieron el nombre de renin-activator (activador de la renina). Luego, Page y Helmer12 descubrieron que de la interacción de la renina y del renin-activator se engendraba una nueva substancia de acción presora y vasoconstrictora que denominaron angiotonina".
     Taquini aprovecha su tiempo y publica en los Estados Unidos entre otros trabajos –durante el año 1940–"El pulso esofágico en condiciones normales y anormales"20,"Los estudios fonocardiográficos de la enfermedad reumática mitral temprana"21,"Observaciones del aparato cardiovascular en la miastenia gravis"22. Durante su permanencia en los Estados Unidos, se familiarizó con temas y métodos para el estudio de la función cardiopulmonar, que años más tarde desarrolló ampliamente en el Instituto. Con rigurosidad llamativa toma apuntes tras apuntes, visita laboratorios como el de Carl J. Wiggers, y recoge experiencia1. Al término de su beca, la Fundación Rockefeller le otorga un subsidio para equipar un laboratorio completo para continuar sus investigaciones en la función cardiopulmonar.
     Volvemos entonces, ahora, al punto que dio inicio a esta reseña: el regreso de Taquini y la inauguración del que sería"su" Instituto. A través de la trayectoria enunciada, podemos entender que el mismo encarna las mejores tradiciones de la escuela de Houssay, donde se formó junto con otros"pilares" de la investigación biomédica argentina. Culminación del trabajo de ese equipo sobre el tema fue el libro"Hipertensión arterial nefrógena"23. El propio Taquini insiste en el espíritu de desinteresada colaboración que los animaba, ilustrando la ausencia de estériles competitividades a través de la decisión de adoptar el orden alfabético de autores en la firma de artículos y el libro mencionado. Menciona luego la divergencia de sus miembros en el camino de la investigación. En el Instituto a su cargo, proseguirá trabajando intensamente junto a Fasciolo, "tratando de demostrar la participación del sistema renina-angiotensina en la hipertensión humana y experimental"10. El primer grupo de trabajo se completó al principio con Jorge R. E. Suárez y Bernardo Losada.
     "Hacerlo fue mi objetivo prioritario, cuando, en 1944 me hice cargo del Centro de Investigaciones Cardioló-gicas, en el que todavía estoy. Lo alcancé en 1947, año en que, por primera vez, pudimos demostrar la presencia de renina en el plasma de sujetos y perros con presión arterial normal y de hipertensos esenciales y perros con hipertensión nefrógena crónica y probar que su concentración en unos y en otros es semejante"24.
     Este hallazgo crucial –sorpresa y desilusión a la vez– que luego fue plenamente confirmado, significó la primera y definitiva objeción a la hipótesis que en ese momento prevalecía: que el aumento de resistencia periférica de los hipertensos esenciales se debiese a un incremento de la angiotensina circulante.
     Experiencias subsiguientes permitieron demostrar que el pinzamiento de las arterias renales produce un inmediato aumento de la concentración de renina en el riñón y en el plasma, pero que en ambos, se reduce a medida que la presión asciende y se normaliza cuando la misma alcanza el nivel alto definitivo25, 26.
     Como síntesis final de esta etapa, en el relato que presentó en el Simposio de la Macy's Foundation realizado en EE.UU. en 1961 concluyó:"la renina juega un rol en el ascenso de la presión arterial cuando se interfiere con el flujo de sangre y la presión de perfusión en el riñón...
     Pero otros mecanismos, tales como cambios....en la estructura vascular... parecen responsables del mantenimiento de la hipertensión crónica..."27.
     Desde 1972 la labor del Instituto se centró casi exclusivamente en la investigación básica. En ese año, sin dejar de depender de la Facultad de Medicina, pasó a ser asociado al CONICET por un convenio suscripto entre dicho organismo y la Universidad de Buenos Aires.
     Así, el ININCA encarnó la continuación, por parte del Prof. Taquini, de la mejor tradición en investigación cardiológica de nuestro país, evidenciada, entre otras cosas, por el ya mencionado descubrimiento de la angiotensina en 1939, evento científico que bien podría haber merecido un Premio Nobel, mucho más si lo evaluamos con la perspectiva actual. Desde la misma, podemos comprender la enorme trascendencia que ha tenido, indagando en los mecanismos subyacentes a la elevación de la presión arterial en el ser humano, y abriendo en consecuencia un camino de extraordinaria utilidad en las líneas de investigación farmacológica que permitieron el hallazgo de medicamentos que logran en buena medida un control adecuado de la hipertensión arterial.

La evolución de un maestro y su legado

Su larga trayectoria incluyó, además de la dirección del ININCA, la sucesiva titularidad de las cátedras de Clínica Médica (1952-1956) y Fisiología (1961-1970) en la Universidad de Buenos Aires, en la cual alcanzó el profesorado emérito; la presidencia de numerosas sociedades nacionales e internacionales; la reiterada presencia como conferencista en las principales universidades de nuestro país, así como de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa; la dirección o membresía del comité de redacción de numerosas revistas argentinas y del extranjero, así como su nombramiento como profesor, doctor y miembro honorario de diversas universidades, academias e instituciones científicas nacionales y extranjeras. Publicó más de trescientos trabajos científicos originales y cinco libros, la revista Medicina (Buenos Aires) lo contó como miembro fundador y la Sociedad Argentina de Investigación Clínica como su primer presidente. Fue el primer Secretario de Estado de Ciencia y Técnica de la República Argentina, entre 1968 y 1971.
     En los últimos años de su vida, luego de haber transitado el largo camino reseñado, realizó consideraciones"diagnósticas" del estado de situación de la ciencia y la educación universitaria. Son elocuentes algunos párrafos extraídos del artículo «Educación y ciencia (para responder al futuro)». Reflexionando sobre la –ahora larga– crisis de la educación superior y el sector científico en nuestro país, advertía que"no es un problema sólo nuestro. Más o menos aparente es un mal que sufren todos los países del mundo, aun los más adelantados. En efecto, cualquiera que por propia experiencia esté al tanto de la marcha de la educación superior y de la investigación científica en países de avanzada sabe que, a pesar de lo aparente, también en ellos una y otra están transitando una crisis a la que todavía no se le ha encontrado una salida satisfactoria. Aun más, que la multiplicación de los conocimientos, la diversificación en las áreas del saber, los arrolladores avances en la automatización y la informática y el crecimiento exponencial de la información, están llevando a muchos a plantear si por el camino que se anda se les podrá o no encontrar solución definitiva o si –como personalmente pienso- los sistemas vigentes ya han cumplido su ciclo y lo que se necesita, porque viene, no es una remodelación o perfeccionamiento de lo existente sino una cosa nueva, distinta"28.
     Estos conceptos revelan una penetrante visión del problema, con el anuncio de un cambio que todavía no alcanzamos a percibir en su totalidad, aunque las actuales demandas de cambios curriculares y de la función de la investigación en el ámbito universitario muestran la vigencia plena de estas ideas. Antes, al comenzar ese artículo, Taquini expresaba el"quiebre en el equilibrio político, social y económico imperante en el mundo" y el"cambio cualitativo en las expectativas, usos y costumbres de los individuos" que produjo la revolución científico-técnica. Enfatizando la condición social de la educación superior y de la investigación científica consideraba que la puntualización de"falencias conceptuales, estructurales, operativas, etc., de nuestros sistemas específicos" vinculados con estos temas, es buena"y hasta loable", y "además necesaria para generar una acción efectiva y solidaria en rubros en que la sociedad, en su totalidad, está involucrada".
     Finalmente, el doctor Taquini expresaría allí –tal como lo hiciera en el párrafo elegido como epígrafe al comienzo de este trabajo– que la investigación científica es"algo más que proyectar y producir. Es algo más que una factoría de conocimientos. Es crear". Expresando su creencia de la síntesis de trabajo y espíritu que encarna la investigación científica, concluía diciendo que la"investigación pura (....) porque debe ser creativa y tener como estímulo esencial la búsqueda de respuesta a lo intuido y como finalidad el conocimiento por sí mismo, debe ser libre; porque nutre la educación y la cultura, debe ser de excelencia y tener como hogar, por antonomasia, la universidad; porque genera una de las reservas más valiosas que puede tener una nación, debe estar generosamente sostenida por el Estado"28.
     No podemos dejar de mencionar a las personalidades que han pasado por el Instituto: León de Soldati, Jorge R. E. Suárez, Bernardo Lozada, Manuel García Campo, Antonio Battro, José M. González Fernández, Hugo Chiodi, Mario Villamil, Jorge Verdaguer, Reynaldo Donaldson, Enrique S. Ballina, Fernando Tricerri, Alceo Barrios, Benjamín Furman, Robinson H.E. D'Aiutolo, Tulio A. Capris, Fidel O. Donato, Abel Bengolea, Sandor Plesh, Alberto Agrest, Alberto J. Fernández Moores, Pedro Blaquier, Alberto C. Taquini (h), Pedro Aramendia, José D. Fermoso, Aquiles Roncoroni, Jorge de la Riva, Patricio Garrahan, Carlos Nijensohn, E.O.B. de Winckler, Arturo Bollini, Víctor Vallmitjana, Nidia Basso, Nesmo Yeyati, Carlos E. Rubianes, Daniel Jofré, Adolfo Cosentino,  María Amelia Enero, Carlos María Taquini, Roberto Mercier, Axel Kaumann, Miguel Angel Cannata, Carlos Adrogué, Alfredo Raimondi, B.F. Massell, Bernard J. Walsh, T. Cocke, R.S. Schwab, Bruce Dill, A. Graybield, Alberto Hurtado, Edward F. Bland, Domingo M. Aviado, Alicia Fourcade, Alfredo Bello, Alberto Gallo y Norberto Terragno y a sus dos fieles colaboradores, María Julia Cora y Guillermo Castiglione. Con la premisa de continuar la tarea y el ideario de su inspirador y creador, al cumplirse 60 años de su fundación, el ININCA prosigue hoy día el trabajo cotidiano.

Agradecimientos: Los autores desean expresar su más profundo agradecimiento al Dr. Alberto C.Taquini (h) por sus valiosos aportes y comentarios a este trabajo y al Dr. Alfredo Kohn Loncarica por sus comprensivas críticas a este humilde ensayo histórico, y las valiosas sugerencias de la Dra. C. Dosne Pasqualini. Asimismo, agradecen a Laboratorios Bagó por hacerse cargo de los costos de publicación.

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Recibido: 29-10-2003
Aceptado: 28-11-2003

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