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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) v.68 n.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mar./abr. 2008

 

Miguel Escoto, médico astrólogo, alquimista y traductor

En el capítulo sobre medicina medieval del texto de Víctor Robinson1 se puede encontrar el siguiente párrafo: "A principios del siglo siguiente [el XIII] comienza a rondar la misteriosa figura de Miguel Scot (Escoto). Este maestro de la magia negra, originario de algún lugar de la frontera escocesa, llamaba a los espíritus por sus nombres verdaderos y éstos le contestaban, sabía confinar un demonio dentro de una botella; de un estornudo podía predecir el futuro; recibía revelaciones de un cabello o de una gota de fluido menstrual y leía graves portentos en la huella de una pisada dejada en el polvo. Si dudamos de la relación que puede haber entre este nigromante y la transmisión del conocimiento científico, recordemos que estamos en el siglo XIII y que Miguel Escoto, familiarizado con el árabe y el hebreo -los ángeles olvidaron de enseñarle griego- fue el primero en dar a la Europa medieval la biología de Aristóteles y los comentarios aristotélicos de Avicena y Averroes.
Roger Bacon, su crítico más severo, denunció que carecía de conocimientos lingüísticos y científicos y que la mayor parte de su trabajo lo había hecho Andrés el judío, pero admite sin embargo que el "Mago del Norte" izó la bandera de Aristóteles en el mundo latino. Puede parecer extraño que este crédulo hechicero, con la mente envuelta en sombras, pueda imaginarse a sí mismo como enemigo de la magia, pero el absurdo llega a sus límites cuando lo encontramos en el Sur como figura principal, en la corte europea más escéptica, que Federico II, en esencia un librepensador racionalista de corte moderno y una de las mentes más claras y agudas de la Edad Media, empleara a Miguel Escoto como su astrólogo y consejero científico.
Robinson sólo agrega que "Federico II dedicó versiones hebreas de Averroes a su asistente Miguel Scot y que se abrigaban esperanzas de que el Mesías pudiera volver durante su reinado"1.
Miguel Escoto no fue un nigromante y no hay que dejarse llevar por la leyenda que se formó a su alrededor aun en vida y después de muerto, leyenda que recogieron Dante, Boccaccio y Pico de la Mirándola, ni por las novelas del siglo XIX.
Cierto, la vida de Miguel Escoto es muy difícil de reconstruir pero consta que fue sacerdote y que tuvo la protección y el patrocinio de dos Papas, Honorio III y Gregorio IX, que lo juzgaron un erudito notable y virtuoso, y de los que obtuvo beneficios eclesiásticos. Ambos Papas influyeron en Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, para que obtuviera una posición en Inglaterra. Y se le ofreció el arzobispado de Cashel, en Irlanda, que Escoto no aceptó porque ignoraba el idioma. Pero obtuvo beneficios de menor jerarquía en Italia y consta que se le otorgaron hasta dos al mismo tiempo2.
Que tal personaje haya sido un nigromante y hechicero es absolutamente inverosímil. Gabriel Naud (1633) sintió la necesidad de asumir su defensa en una Apologie pour les grands personages faussement accusés de magie. Y conviene agregar que Roger Bacon, un detractor de Escoto, fue también rotulado de hechicero.
La primera fecha precisa en su vida es 1217, se encontraba entonces en Toledo, en la llamada Escuela de Traductores, finalizando la traducción de De sphera de al-Bitruji (Alpetragio). ¿Por qué Miguel Escoto tradujo un libro de astronomía? Si quería formarse como astrólogo o como médico astrólogo había que comenzar por las bases. Y el hecho es que estaba profundamente convencido de la historia natural aristotélica e insatisfecho del modelo de Tolomeo que prevalecía.
Entre 1224 y 1227 estuvo al servicio de la corte papal y se le otorgaron varias prebendas simultáneas. Parece que también tuvo beneficios en Inglaterra y Escocia, pero que la jerarquía y las órdenes locales se opusieron. Por esa época conoció a Leonardo de Pisa y le revisó la primera versión del De abaci. Leonardo le agradeció dedicándole la segunda versión ampliada, llamándolo el "máximo filósofo". Es posible que la relación con Leonardo llevara a Miguel Escoto a la corte de Federico II, donde obtuvo la posición de Consejero en Astrología y Medicina del Emperador. Solo conocemos una única intervención médica con Federico: por un malestar indefinido le indicó baños en las termas de Pozzuoli que fueron exitosos. Sabemos que durante este período tradujo el Abreviatio de animalibus de Avicena que Federico utilizó para su libro De arte vanandi cum avibus, un texto de cetrería.
Salimbene de Parma (1221-1287) cuenta una anécdota según la que Federico II intentó poner a prueba a su consejero: le pidió que calculara la distancia entre el cielo, del cual el astrólogo hablaba frecuentemente, y el extremo de la aguja de un campanario. Escoto hizo un cálculo y puntualizó el resultado al Emperador. Luego de lo cual Federico hizo acortar un breve e inaparente tramo de la aguja. Pasado un tiempo volvió a cuestionar a Escoto y pedirle que calculara nuevamente la distancia del cielo porque lo había olvidado. El astrólogo hizo el cálculo y, sorprendido, contestó que el resultado no era el mismo: o el cielo había ascendido un palmo, o la iglesia había descendido. El Emperador abrazó a su consejero por haber hecho una estimación tan exacta. Es posible que se trate de una fábula como esta otra: Federico II le pidió a Escoto que dejara escrito y sellado por cual puerta del castillo saldría ese día, y entregara la nota a un tercero. Hizo entonces abrir un boquete en la muralla y salió por él. A su retorno abrió la esquela y leyó: "El Emperador saldrá por un nuevo camino". O Escoto era muy perspicaz o los cronistas muy imaginativos.
La cronología de los escritos de Miguel Escoto es muy difícil de establecer; las fechas corresponden generalmente al tiempo del prefacio o al momento de la dedicatoria o son manuscritos sin fecha alguna. Su principal obra original es el Liber introductorius dividido en tres secciones: el Liber quatuor distinctionem, el Liber particularis y el Liber de physiognomia et hominis procreatione. El libro está dedicado a Federico II y en un largo exordio, habla de San Francisco que había sido canonizado por Gregorio IX el 16 de julio de 1228. En ese momento Federico II estaba excomulgado por el mismo Papa. Así que Escoto era un clérigo al servicio de un Emperador excomulgado por no haber partido a la Sexta Cruzada. Por ese tiempo partió a Tierra Santa después de un largo retraso con un pequeño ejército y Gregorio IX, no solamente confirmó la excomunión, sino que ordenó una Cruzada contra el Emperador. Fue una Cruzada incruenta; Federico II tuvo más dificultades con los gobernantes cristianos de Chipre que con el Sultán de Egipto, Malik al-Kamil, nieto de Saladino, con quien previamente había intercambiado correspondencia y embajadores. De esta manera concertó un tratado por el cual obtenía el gobierno de Jerusalén, que conservaría las mezquitas, y se le entregaba además Nazaret, Sidón, Jaffa y Belén, junto a un corredor costero, asegurando el aflujo de peregrinos. Fue una razón adicional para que el Papa mantuviera la excomunión de Federico II. No hay evidencia de que Escoto participara de la Cruzada3.
En 1231 Escoto se encontraba en Bolonia y respondía redactando un Vaticinium a la pregunta del Podestá acerca del destino de las ciudades de la Liga Lombarda en guerra con Federico II. En el escrito anticipa el triunfo de éste. El Vaticinium está escrito en verso.
En ese mismo año el Papa Gregorio IX prohibió la lectura de los libros de Aristóteles y nombró a Guillermo de Auxerre, archidiácono de Beauvais, con el objeto de formar una Comisión para expurgar los textos de Aristóteles de doctrinas contrarias al dogma. De la Comisión formaba parte Esteban de Provins, que era amigo y patrocinador de Miguel Escoto, lo mismo que el Papa, lo que permitió que Miguel le dedicara sus traducciones de los Grandes Comentarios de Averroes del De anima y del De Coelo et terra aristotélicos4.
El Liber introductorius como el Liber particularis están estructurados de tal manera que aparecen incompletos. Su lectura indica una amplia formación clásica, bíblica y científica. Tiene un larguísimo exordio en el que hace una elocuente profesión de fe católica y de la aceptación incondicional de los dogmas de la Iglesia. Vagabundea luego en especulaciones etimológicas al estilo de San Isidoro de Sevilla, cosa generalizada entre los autores de la época. Dice por ejemplo que el mes de mayo está dedicado a la majestad de Júpiter pues proviene de majus, mayor, así como junio proviene de junior, menor. Incluye luego largas consideraciones astronómicas y astrológicas, haciendo remontar la astrología a Noé y afirma que fue llevada a Europa por Atlas, antes del nacimiento de Moisés, y refiere la adhesión de Zoroastro, los Reyes Magos, Virgilio y San Bernardo. Resulta penoso buscar referencias a la práctica médica general o a la medicina astrológica en particular. La impresión que se recoge, no ya de los escritos de Miguel Escoto sino en referencias muy posteriores, es que se trata del viejo arte hipocrático-galénico combinado con la idea de "pronóstico astral" y la oportunidad adecuada de instituir algún tratamiento que no difiere mayormente de los muy limitados recursos de los maestros de la medicina. Y Miguel Escoto no era, como se verá, ni crédulo ni entusiasta.
En el manuscrito hallado en Cambridge describe minuciosamente el hallazgo de dos fetos petrificados. Cuenta que en los primeros tres días de la creación Dios hizo el mundo, los astros, las estrellas y los tres órdenes angélicos, que son etéreos; en los siguientes tres días, las cosas sublunares visibles que representan mezclas de elementos como peces, pájaros y el hombre. Distingue dos formas de astrología, la supersticiosa y la legítima. Considera los métodos de adivinación como la necromancia, que está prohibida a los cristianos y establece la diferencia entre mathesis, conocimiento, y matesis adivinación por métodos prohibidos por la Iglesia y entre éstos la ya mencionada necromancia, a través de demonios que pueblan la luna, el aire, la tierra y las profundidades. Un mago es un experto en trucos y la adivinación puede hacerse por 28 procedimientos: augurios por el canto de los pájaros, por el cuerpo y la sangre de los muertos, la interpretación de los sueños, la aeromancia a través de truenos, cometas, estrellas fugaces y nubes. Agrega que la ciencia de los presagios es una ciencia experimental, e incluye la hidromancia y la invocación de demonios. También la alquimia puede tener un carácter mágico-experimental. En otro aspecto, cada astro está regido por un ángel.
Dice que el médico debe conocer las fases de la luna, introduciendo la astrología médica. La flebotomía está ilustrada por figuras y sostiene que no debe llevarse a cabo cuando la luna está en Géminis ni cuando el calor es extremo, salvo que la gravedad del enfermo lo requiera y se piense que habrá que repetirla. Del hecho que hay 14 articulaciones en los dedos de manos y pies deduce que la vida del hombre debiera llegar a los 140 años, pero que los pecados la reducen a 120. Observa empíricamente que las mujeres viven más que los hombres.
Considera que hay tantas medicinas como enfermedades y tiene el coraje de sostener que estas medicinas consisten en la virtud de las palabras, de las hierbas, de las piedras, de los ofertorios sacramentales en el altar, del imán, del hierro de las anclas marinas, de ungüentos y emplastos y de polvos. En algunos casos ni la medicina ni la astrología resultan útiles y, a pesar de la previa condena de las artes mágicas, arguye que cuando el médico no puede hacer nada por el paciente, recomienda consultar a una bruja o un hechicero.
Una extraña fascinación de Escoto se relaciona con el número siete. De siete planetas, de siete metales, siete días en la semana y siete colores, distingue siete regiones del aire frente a las cuatro que considera Aristóteles en Meteora. Estas son el rocío, la nieve, el granizo, la lluvia, la miel, el láudano y el maná. Su láudano nada tiene que ver con la tintura de opio: es un humor del aire de Oriente que se deposita en las flores de la India junto con el rocío y es una "esencia" perfumada.
No cree Miguel Escoto que la fecha del nacimiento tenga importancia en la preparación de un horóscopo sino la que se debe aplicar es la de la concepción. De ahí la diferencia de carácter y destino de personas nacidas en el mismo día. Sostiene que para conocer el sexo del feto durante el embarazo hay que hacer un simple experimento de quiromancia: pedirle a la embarazada que muestre una mano; si extiende la derecha será varón y si extiende la izquierda, mujer. Una curiosa opinión es que el llanto de un niño recién nacido suena Oá en los varones y Oé en las mujeres, por Adán y Eva.
Se refiere a una cuarta parte del Liber particularis que contiene preguntas de Federico II y las problemas religiosos, filosóficos, astronómicos, meteorológicos y geológicos (volcanes, aguas subterráneas y termales). Muchas van sin respuesta. En otro aspecto es una recapitulación del Liber Introductorius más breve y erudita.
De physiognomia et hominis procreatione fue su obra más difundida y tuvo 18 ediciones después de la invención de la imprenta hasta el siglo XVI; la literatura referida al sexo fue siempre atractiva aun para profesores y doctores. Además de referirse a las relaciones sexuales, el embarazo, la embriología y la posibilidad de sobrevivencia de los sietemesinos, etc., analiza el significado de los rasgos del rostro, sus particularidades, según las tendencias, personalidad, actividad, salud o enfermedad; examina la actitud de los miembros y la postura, la forma del cuerpo, el estado de nutrición y la capacidad de movimiento. Existen formas de comportamiento, vestidos y conducta en la guerra y la paz y que afectan diferencias según el sexo, y también la salud, que son distintas en lombardos, eslavos, alemanes, griegos, mongoles, sarracenos, escoceses, judíos y egipcios. Es una disciplina que se supone se remonta a Aristóteles y alcanza el siglo XIX.
El Comentario a De Sphera de Sacrobosco es un breve texto de astronomía y astrología; no conocemos las técnicas astrológicas de Escoto: llama la atención sobre el zodíaco, los astros, el sol y la luna y proclama que no son causas de nuestros actos y destinos, que el hombre es libre y que sólo se trata de signos que pueden ser superados por la voluntad. De la misma manera que un círculo en la entrada de una taberna indica eso, una taberna; y se puede entrar a una taberna o pasar de largo5.
De alchimia y De sole et luna deben haber sido escritos, probablemente, cerca del período de residencia en Toledo y se presentan como estudios experimentales. Escoto examina los dos principios de Avicena para explicar la generación de los metales y de la materia del mundo. Sigue parte de sus respuestas del Liber particularis; estos dos principios son el mercurio y el azufre y no cree que la piedra filosofal sea necesaria ; en su lugar piensa en la posible eficacia de la tierra; asocia por lo tanto el mercurio y el azufre a hierro o plomo y los entierra esperando que la incubación produzca por un exceso de azufre, oro, y por un exceso de mercurio, plata. Por supuesto fracasó pero no culpa del fracaso al hecho de que el azufre y el mercurio comunes no sean el azufre y el mercurio de los alquimistas. Cree que lo que fracasó es la hipótesis. Adopta entonces los cuatro "espíritus" de Rhazes: mercurio, azufre, arsénico y amoníaco (sal de amonio). Nota entonces que logra obtener algo con el aspecto metálico del oro, su color y su brillo, si agrega una pequeñísima cantidad de oro, pero el resultado es fugaz e inconsistente Debe haber abandonado la alquimia y propuesto que la ciencia debería abocarse a obtener el Elixir, un principio que cura todas las enfermedades6.
En un poema de Enrique de Avranches, un cura itinerante que acompañaba a la corte de Federico II, escrito en 1236, se afirma que Miguel Escoto había muerto recientemente. Francisco Pipino (por el año 1300) cuenta que el astrólogo había previsto su propia muerte por el impacto de una pequeña piedra de 2 onzas sobre la cabeza. Se procuró entonces un protector metálico, una especie de casco, que llamaba cerebrerium. Sucedió así: un día, asistiendo a misa, en el momento de la elevación del sacramento, se descubrió y recibió el leve golpe de una piedra desprendida de la cúpula que lo hirió ligeramente en la cabeza. La piedra pesaba 2 onzas. Así que arregló sus asuntos y murió poco después. Miguel Escoto pudo haber muerto en Alemania o Italia. Pero hay dos sitios en las Islas Británicas que reclaman el lugar de su sepulcro, uno es Holme Cultrain en Cumberland; el otro es Melrose Abbey en Escocia. ¿Pudo haber retornado para morir?
Miguel Escoto fue una figura secundaria y, para muchos, irrelevante, y sus actos tuvieron una importancia muy limitada, aunque se considere que fue el primer médico alquimista en Occidente, cosa que podrían disputarle los egresados de la Escuela de Salerno. Pero dos de sus traducciones de los Grandes Comentarios de Averroes, sobre De coelo et terra y De anima de Aristóteles, conmovieron la época posterior a su muerte. Eran tiempos muy particulares, se consolidaban los estados como Francia e Inglaterra frente al régimen feudal; se acentuaba el conflicto entre el Papado y el Imperio, hubo una cruzada contra los herejes albigenses y se fundó la Inquisición. Florecieron las sociedades urbanas y se amplió el comercio creando una clase media enfrentando la feudal. Y se habían fundado las Universidades; en la de París ya se tuvo un atisbo de Aristóteles y en 1210 el canciller prohibió la lectura del estagirita, sin éxito.
La escolástica se enfrentaba en una discusión entre neoplatónicos realistas y peripatéticos nominalistas; una discusión que no hería el dogma de la Iglesia, pues se seguía el principio agustiniano: Noli foras ire; in te ipsum redi; in interiore homine abitat veritas ("No vayas afuera; busca dentro de ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad"). Pero sostener la eternidad del mundo contra la doctrina bíblica de la creación y que solamente el intelecto, agente impersonal, y no el alma individual sobrevive a la muerte, y el alma individual muere con el cuerpo, eso era escandaloso. Si no hay inmortalidad del alma de cada hombre o mujer pierden sentido la virtud y el pecado, la eficacia del arrepentimiento y la expiación y, sobre todo, la necesidad de la salvación y de un Salvador. Esta conmoción de la Universidad de París se llamó averroísmo latino, su adalid fue Sigerio de Brabante, y la escolástica se fue extinguiendo a pesar de Alberto Magno y de Tomás de Aquino, dejando una brecha por donde se filtraría la ciencia7.
Pero esto es otra historia. En esos tiempos Miguel Escoto, como muchos otros, suponía que la suya era una obra científica.

Samuel Finkielman

e-mail: sfinkielman@fibertel.com.ar

1. Robinson V. La medicina en la historia. Buenos Aires: Ediciones del Tridente, 1947, p 185.        [ Links ]

2. Maclean D. Scottish wizard who tutored the Pope. En: http//heritage.scotsman.com/myths.cfm?id=445512006; consultado el 06/03/2007.         [ Links ]

3. Suskind R. The Cruzades. New York: Ballantine Books, 1962, p 151-8.         [ Links ]

4. VII. Aristotle and the Church. En: http//maritain.nd.edu/jme/etext/aatcc07.htm; consultado el 17/08/2007.         [ Links ]

5. Thorndike L. Michael Scot (From The History of magic and experimental science, Vol. 4, London, Macmillan, 1923) Kessinger Publishing, 2003, p 307-37.        [ Links ]

6. Gérardin L. La alquimia. Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1975, p 110-11.        [ Links ]

7. Fisher HAL. A history of Europe. Vol 1. London & Glasgow, Collins, The Fontana Library, 1970, p 288-305.         [ Links ]

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