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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) v.68 n.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./ago. 2008

 

El significado de la Carrera del Investigador del CONICET. Una visión personal

La dedicación integral o exclusiva es una
actitud mental o psicológica de consagración
a sus funciones de investigador, no es un
problema de trabajar cierto número de horas,
y luego dedicarse a otra tarea.

Bernardo A. Houssay (1887-1971)

La Carrera del Investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) se abrió en 1961 y al poco tiempo firmé el contrato de mi incorporación con el Dr. Bernardo Houssay quien me dijo: "Vous allez gagner une fortune" (va ganar una fortuna). Siempre me hablaba en francés. Tenía entonces una Beca de FUNDALEU (la primera de las muchas que otorgó) y efectivamente la diferencia era grande. Estos "sueldos dignos" como los llamaba Houssay no duraron mucho y fluctuaron al son de los altibajos del país. Pero el CONICET había profesionalizado la investigación convirtiéndola en una carrera.
En septiembre de 1992, la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia organizó un Seminario Internacional sobre Los sistemas de estímulos a los investigadores, en el Hotel Tequendama de Bogotá. El propósito del encuentro era analizar los distintos sistemas científicos desarrollados en diversos países con el objeto que Colciencias (su sistema científico) pudiera elegir el más favorable para Colombia. El entonces Presidente del CONICET, Dr. Raúl Matera, me pidió que lo representara en Bogotá y que explicara el modelo argentino. A esta reunión, asistieron investigadores de Méjico, Brasil, Chile, Venezuela, Cuba, además de colombianos residentes en España, Francia y Estados Unidos.
Me sentía muy motivada para exponer el funcionamiento del CONICET, al que siempre consideré mi institución madre, y para la ocasión preparé un manuscrito titulado La investigación científica en la Argentina del que transcribo los conceptos principales:
"La Argentina tiene una larga tradición en investigación científica gracias a la obra del Dr. Bernardo A. Houssay (1887-1971). Ya en 1911, desde las páginas de su tesis doctoral, bregaba por el apoyo institucional a la investigación. Luego, como Director del Instituto de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires, donde formó numerosos discípulos, fue imponiendo, poco a poco, el concepto de investigación con dedicación exclusiva, el full-time. En 1933 se fundó la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia. En 1947, Houssay fue galardonado con el premio Nobel de Medicina, el primero en Latinoamérica. Finalmente, en 1958, consiguió el apoyo del Estado para la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, como organismo dependiente de la Presidencia de la Nación. Esta fue sin dudas su obra primordial la que presidió hasta su muerte en 1971. En sus palabras, el CONICET tiene como misión: "promover, coordinar y orientar las investigaciones en el campo de las ciencias puras y aplicadas que sean necesarias para el país". Desde 1968, este organismo depende de la Secretaría de Estado de Ciencia y Tecnología, SECYT, la cual traza la política científica nacional. En la actualidad (1992), el Dr. Raúl Matera, a quien represento, está al frente de la SECYT y del CONICET.
En 1961 se abrió la Carrera del Investigador Científico, cuyo reglamento está inspirado en el sistema francés que rige el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). El CONICET permitía de esta manera a los investigadores gozar de una posición estable para dedicarse a su tema de elección. En palabras de su fundador: "la carrera del investigador tiene por fin completar la formación de investigadores auténticos y activos, posibilitando y favoreciendo la plena, permanente y progresiva consagración a la labor de investigación científica o técnica original y creadora de las personas con aptitud y vocación para la misma". Houssay siempre tomó como explícito que la investigación se hacía con dedicación exclusiva, full-time, como se suele decir, siguiendo su propio ejemplo.
Una comparación de la evolución de la Carrera del Investigador por disciplina entre 1971 y 1991 arroja datos interesantes. En 1971, primaban las Ciencias Exactas y las Ciencias Médicas, cada una con casi el 30% de los investigadores, mientras que las Ciencias Humanas ni alcanzaban el 10%. Veinte años más tarde, si bien las Ciencias Exactas mantenían el porcentaje alto, las Ciencias Médicas bajaban al 15% mientras que las Ciencias Humanas alcanzaban el 25%. La explicación es compleja: si bien puede haber influido la política científica trazada durante ese período, por el otro lado, debido a las remuneraciones cada vez más reducidas, muchos investigadores médicos optaron por la práctica privada.
El CONICET fue creado para apoyar a la Universidad y, de hecho, complementa el sueldo de los profesores que son miembros de la Carrera del Investigador, lo que hace que a veces (como en la actualidad, 1992) no aporte nada, ya que el salario en la Universidad supera la cifra correspondiente del CONICET. Del total de investigadores del CONICET, 71% trabajan en la Universidad. Los demás hacen investigación en los Institutos del mismo CONICET; estos eran pocos mientras vivió Houssay pero luego fueron proliferando hasta un total de 168 en 1990; de estos, 118 (70%) se encuentran dentro de alguna Universidad.
Como esta reunión es una de Estímulo a la Investigación, tratemos de analizar el pro y el contra del sistema que rige en la Argentina. No hay duda que la creación del CONICET cambió el panorama de la investigación y que en sus 34 años de existencia –que he podido seguir personalmente– son miles los investigadores que han salido beneficiados. La ventaja principal es la estabilidad que les brinda el sistema y que les permite dedicarse full-time a su trabajo. La contraparte tal vez sea que esta misma estabilidad, con el tiempo, quite mucho del impulso y de la competitividad que es parte obligatoria y estresante de los sistemas de subsidios o grants característicos de otros países, como los Estados Unidos y Canadá, por ejemplo. Además, nuestro sistema acarrea también la dificultad de remover a los investigadores con baja o nula creatividad y/o productividad. El Reglamento prevé que:
1) después de cuatro años en la Categoría Asistente sin merecer una promoción a Adjunto, o
2) después de dos informes bienales no aceptables, el investigador es dado de baja.
Sin embargo, por una razón u otra las decisiones se eternizan, y el sistema se anquilosa y se embotella.
En la actualidad, el problema más acuciante es el de las bajas remuneraciones de los becarios, investigadores y técnicos del CONICET. A través de los años, el sistema ha sufrido los altibajos económicos del país. Si bien en la década del 60 los sueldos eran  adecuados, desde 1989 distan mucho de serlo. Las preocupaciones consiguientes se traducen en la búsqueda de otras fuentes de ingreso con disminución de las horas de trabajo, y esto repercute fatalmente en el rendimiento. Más grave aún, esto estropea la atmósfera de alegría y placer que debe acompañar al trabajo creativo. La dedicación exclusiva, con largas horas de trabajo, es imprescindible para asegurar una producción óptima; es la columna vertebral de la investigación experimental y del CONICET, y en este momento está tambaleando y entiendo que debe hacerse lo posible para enderezarla cuanto antes –y espero que pueda ser pronto–consiguiéndose remuneraciones adecuadas para vivir decorosamente. Depende obviamente de que nuestro país le dé suficiente importancia a Investigación y Desarrollo dedicándole por lo menos el 1% de su PBI; en este momento alcanza sólo al 0.5%. Hay intención de seguir el ejemplo de Francia, donde el CNRS se está relacionando cada vez más con la industria, de tal manera que del 2.6% de su PBI que dedica a Ciencia y Desarrollo, la mitad viene de la industria.
Habiendo discutido el pro y el contra de nuestro sistema de apoyo a la investigación, conviene proponer formas de perfeccionarlo. Personalmente, daría las siguientes pautas: 1) poner como prioridad la excelencia que se traduce en originalidad, creatividad y productividad;
2) asegurar remuneraciones adecuadas para insistir en el cumplimiento del full-time;
3) usar criterios rígidos para la incorporación a la Carrera del Investigador, exigiendo la Tesis doctoral y asegurándose con una entrevista personal que el candidato tiene vocación para la investigación, lo que evitará el futuro estancamiento de los que no están verdaderamente motivados;
4) agilizar el sistema para poder remover a los investigadores que ya no producen;
5) asegurar la participación de investigadores idóneos en el Directorio y en las Comisiones Asesoras;
6) independizar el CONICET de los cambios políticos asegurando su continuidad a pesar de los cambios de gobierno.
Para terminar, es bueno recordar que el futuro de la investigación depende de la formación de nuestros jóvenes, lo que significa que los directores de investigación no deben escatimar esfuerzos. Como bien decía Houssay: ‘La juventud debe tener ideales elevados y pensar en alcanzar grandes cosas, porque si la vida rebaja siempre y no se logra sino una parte de lo que ansia, soñando muy alto alcanzaréis mucho más. Las conquistas del presente son sueños juveniles realizados y que alguna vez se tuvieron por imposibles. A la larga los idealistas en acción son los que triunfan’ ".
Muchos de los conceptos discutidos provenían del libro Escritos y discursos del Dr. Bernardo A. Houssay, compilado por Ariel Barrios Medina y Alejandro A. Paladini1, obra que refleja la idoneidad de Houssay en el tema en cuestión.
En Bogotá, los colombianos residentes en Francia apoyaron el sistema del CONICET, similar al CNRS al que se habían acostumbrado. Por otro lado, los investigadores mejicanos describieron con todo detalle su sistema de apoyo a la investigación. Ese país cuenta con un CONACYT pero no con una Carrera del Investigador. En 1983 se instituyó un llamado Sistema Nacional de Investigadores, SNP, que consiste en un subsidio con sobresueldo en forma de premio a la dedicación y productividad que se otorga durante dos años. Los investigadores con sitio de trabajo en la universidad o en institutos privados se presentan de forma espontánea al CONACYT con declaración de dedicación exclusiva, producción científica en los dos últimos años y proyecto de investigación. Las solicitudes deben renovarse cada dos años y son juzgadas por comisiones ad hoc según la especialidad. Méjico prefirió este sistema al nuestro luego de haberlo estudiado en profundidad. Obtuvieron muy buenos resultados en los cuatro períodos que ya se habían cumplidos en 1992, tanto es así que Venezuela incorporó ese modelo a través de su CONICYT en 1990 creando el PPI, Proyecto para la Promoción de los Investigadores. Chile, por su parte, tiene un sistema parecido a través de su CONICYT. Brasil a su vez conformó su CNPq, en esencia, como lo hizo Estados Unidos con sus  grants, respectivos.
Al término de la reunión en Bogotá, Colombia se inclinó por el sistema mejicano.
. . .
Para los investigadores argentinos, en 1992, la prioridad era el aumento de sueldos y el otorgamiento de subsidios. El Dr. Raúl Matera creía que las remuneraciones de los investigadores eran inadecuadas y se empeñó en encontrar una solución al problema, insistiendo que si no la conseguía renunciaría a la Presidencia del CONICET y de la SECYT. Finalmente, logró su propósito de una forma muy interesante, dándole valor a los antecedentes de productividad. Así, hubo un aumento de sueldo por antigüedad calculada desde el primer año con publicaciones en revistas con arbitraje, seguida de una producción sostenida. Para algunos, el aumento de sueldo fue importante como en mi caso, por ejemplo, ya que tenía artículos publicados desde 1939 (a los 19 años2), por lo cual se me reconocieron 54 años de antigüedad –la cifra mayor aunque no tenía la mayor edad.
Pero los momentos difíciles han dejado un vicio terrible: no cumplir con el full-time, como la cosa más natural. En vida de Bernardo Houssay, y de Alfredo Lanari, no se podía concebir que no se cumpliera con la dedicación exclusiva. Muchos, especialmente médicos, en años anteriores salieron del sistema porque optaban por una mejor solución económica. Sin embargo, (en 1992) ya nadie dejaba el sistema y abundaban los empleos dobles. No era solamente  no cumplir con el Reglamento, sino también disminuir el rendimiento y la producción. Este vicio es muy difícil de revertir.
Luego del fallecimiento inesperado de Raúl Matera, en el CONICET le sucedieron presidentes que fueron duramente criticados por los investigadores, en primer lugar por no ser investigadores de la casa. Las cosas fueron mejorando poco a poco hasta que los científicos, divididos en cuatro áreas prioritarias, pudieron elegir su representante en el Directorio del CONICET y lograr que finalmente se seleccionara un Presidente que fuera miembro de la Carrera del Investigador con continuidad en el cargo, independientemente de los movimientos políticos del momento. Esto ha sido un logro muy importante.
Este año el CONICET cumple cincuenta años de funcionamiento ininterrumpido y se creó un Ministerio de Ciencia dándole más importancia a la investigación básica y aplicada. Los últimos seis años de Presidencia del Dr. Eduardo Charreau fueron muy exitosos, como puede apreciarse en sus discursos de Inauguración y de Despedida que se publicaron en nuestra revista3, 4. Un editorial de la revista Ciencia Hoy, apropiado para la ocasión, recuerda el aniversario; se titula Año de jubileo: cincuenta años de la creación del CONICET y sostiene que: "la entidad fue durante ese lapso  –y continúa siendo– la columna vertebral de la investigación científica, y hasta cierto punto tecnológica, argentina"5. Hoy el CONICET cuenta con 5200 investigadores, 5600 becarios y 2300 técnicos que forman una gran familia de profesionales de la ciencia. Celebremos estos cincuenta años soñando con un centenario todavía más exitoso.

Christiane Dosne Pasqualini

e-mail: chdosne@hotmail.com

1. Barrios Medina A, Paladini AA. Escritos y discursos del Dr. Bernardo A. Houssay. Buenos Aires: EUDEBA, 1989.        [ Links ]

2.  Pasqualini CD. Quise lo que hice. Autobiografía de una investigadora científica. Buenos Aires: Editorial LEVIATAN, 2007.        [ Links ]

3.  Charreau EH. Discurso del Dr. Charreau al asumir la presidencia del CONICET. Medicina (Buenos Aires) 2002; 62: 197-201.        [ Links ]

4.  Charreau  EH. Conmemoración del quincuagésimo aniversario del CONICET. Medicina (Buenos Aires) 2008; 68: 261-2.        [ Links ]

5.  Editorial. Año de jubileo: cincuenta años de la creación del CONICET. Ciencia Hoy 2008; 18: 4-6.        [ Links ]

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