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Medicina (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.70 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./feb. 2010

 

EDITORIAL

Mis primeros contactos con nuestra revista

Una autobiografía siempre se escribe con temor; en primer lugar, porque uno se descubre
públicamente, y pierde con ello algo de esa inasible identidad personal, y en segundo
lugar, porque la suspicacia del eventual lector busca lo que no se relata, y pierde con ello
algo de la oculta buena fe del biógrafo. Son las naturales trampas y defectos del género.

Juan Carlos Agulla (1928 - 2003)
Tiempos de cambio: testimonio de un sociólogo argentino
Buenos Aires: Editorial de Belgrano,1997

Al pasar de los años los recuerdos ocupan un espacio cada vez más importante en mi vida, tan es así que al alcanzar la novena década escribí mi autobiografía QUISE LO QUE HICE1 en la cual mi participación en el Comité de Redacción de Medicina (Buenos Aires) tiene una fuerte presencia. El objetivo de este ensayo es sintetizar los párrafos correspondientes a mis primeros contactos con la revista, insistiendo en que estos reflejan mis recuerdos -modestia aparte- a sabiendas que pueden no coincidir con los de mis compañeros en el Comité de Redacción.
Nuestra revista se fundó a fines de 1939 por iniciativa de Alfredo Lanari -a los 29 años- y mi primer contacto con ambos es singularmente anecdótico. En 1942 estaba trabajando en el Instituto de Fisiología con Bernardo Houssay, usufructuando de una Beca de la Federación Canadiense de Mujeres Universitarias donde, un día, un médico me increpó, exclamando: You´re the girl in the window! (¡Usted es la muchacha de la ventana!). Efectivamente, la ventana de mi pieza en una pensión de estudiantes daba sobre los fondos de la calle J.E. Uriburu y se enfrentaba con la de la calle Pasteur donde Alfredo Lanari corregía las pruebas de la revista Medicina (Buenos Aires) en un escritorio delante de un gran ventanal. Nos hicimos muy amigos y lo primero que me regaló fue una suscripción a su revista.
Un año después, antes de irme de Buenos Aires, Lanari me invitó a dicho departamento con el propósito de tomar mate, escuchar su nuevo disco del tango Uno -que se convirtió en mi favorito- y, en especial, traducir al castellano el editorial que tanto había insistido que yo escribiera. Cuando terminamos, el artículo apareció publicado2 bajo el título Acción de algunas hormonas esteroides sobre el riñón. Me había resultado difícil escribirlo: estaba basado en mis experimentos con desoxicorticosterona y, en particular, en los trabajos recientes de Hans Selye que trataban de la acción nefrotóxica de diversas hormonas en ratas. Este fue el primer editorial en castellano que publiqué, y el primero, además, de una larga serie durante mi estrecha relación con la revista.
Pasaron muchos años. Un día de 1967, en el Instituto de Investigaciones Hematológicas de la Academia Nacional de Medicina, donde estaba trabajando en la Sección Leucemia Experimental, durante mi cotidiana charla matutina con el Director, Alfredo Pavlosky, él me dijo: "Soy miembro fundador de la revista Medicina (Buenos Aires) y trato de colaborar con Alfredo Lanari, pero no puedo ir a las reuniones y no tengo tiempo ni especial habilidad para escribir, por lo que pienso renunciar al Comité de Redacción. Me gustaría mucho que usted me reemplazara. ¿Qué le parece?".
Me gustaba la idea y acepté. Comencé a ir a los encuentros semanales de los miércoles al mediodía y, poco a poco, me hice a ese ambiente más bien peculiar. Esto significó volver a encontrarme con Alfredo Lanari. Fue también el inicio de mi colaboración estrecha con la tarea editorial, estrictamente ad honorem, que implica sacar un número a la calle on time cada dos meses en forma ininterrumpida. Disfruté y sigo disfrutando de esas reuniones semanales, que hoy son parte importante de mi vida y fuente de sólidas amistades.
En aquel entonces, de los veinte integrantes del Comité de Redacción, unos seis a ocho asistíamos fielmente al encuentro semanal, el miércoles a mediodía, en el despacho del Director del Instituto de Investigaciones Médicas, Alfredo Lanari. Muy pronto me ocupé de los trabajos ya listos para ir a la
imprenta después de haber pasado por los dos jueces o referees, además de una amplia discusión en el seno del Comité de Redacción. En mi tarea de corrector reemplazaba a Alfredo Patalano quien desgraciadamente había fallecido a principio de 1968. Me gustaba esa tarea y dedicaba muchas horas preparando cada número con la ayuda del Sr. Della Torre, un corrector de pruebas a quien solía acompañar a la imprenta para dar el último vistazo. Diseñar un Número de la revista no es tan sencillo como parece. En aquel entonces, se componía e imprimía sobre plomo, primero en la Imprenta Coni y, después de su venta, en la de Zlotopioro. Si se corregía una palabra en la última prueba había que tratar de reemplazarla por una de similar número de letras. Todavía no había llegado la computadora.
En 1968, Alfredo Pavlovsky cumplía sesenta años y se me ocurrió hacerle un homenaje en forma de un Suplemento de la revista Medicina (Buenos Aires). La idea fue aprobada por el Comité de Redacción y ése fue el primero de lo que después sería una larga serie de suplementos dedicados a diferentes temas. Con la ayuda de Nurit Saal, mi primera becaria, conseguimos que casi todos los médicos e investigadores del Instituto escribieran los 23 trabajos mientras 32 colaboradores firmaban la Introducción, que redactamos con Nurit, haciendo hincapié en que "nosotros rendimos un homenaje, no a sus sesenta años sino a sus tres veces veinte años". Pedí un prólogo a Alfredo Lanari, su gran amigo, quien escribió: "Alfredo Pavlovsky es un buen médico -qué mejor título- creó y dirige el más importante centro de hematología de nuestro país y es el alma de Fundaleu y de la Fundación de la Hemofilia…trabaja para el futuro y cree en él…Sus colaboradores encuentran el camino abierto y, aunque sea cierto que resulta arduo el transitarlo, deben reflexionar que quien abrió el camino fue Pavlovsky… La vejez no es meramente vivir un número de años; se es joven como lo son sus ideales, su entusiasmo y su desinterés; y se es tan viejo como su apatía, su escepticismo o su egoísmo". Así se hizo este Suplemento N° 1 del Volumen 38, 1968, de Medicina (Buenos Aires) de 176 páginas y financiado por Fundaleu (Fundación para combatir la leucemia) y Fundación de la Hemofilia, las dos fundaciones sostén del Instituto. Le entregué personalmente el primer ejemplar a Pavlovsky. No pudo esconder su emoción y su placer, parecía un niño con su primer juguete.
En 1974 se llevó a cabo en el Instituto de Investigaciones Hematológicas de la Academia Nacional de Medicina, nuestro Primer Simposio Internacional sobre Zoonosis y su posible relación con linfomas y leucemias humanas, dirigido por Alfredo Pavlovsky. Se invitó a muchos expertos extranjeros a los cuales yo les había pedido sus conferencias por escrito en vista a publicarlas en Medicina (Buenos Aires). Esto pudo concretarse en el Suplemento I del volumen 34, 1974, gracias a la ayuda económica de la OPS y de Fundaleu. En la primera hoja, por primera y única vez, figuran cinco fotografías de los asistentes al evento, lo que irritó a Alfredo Lanari: insistía en la clásica tapa gris y todo muy austero, nada de fotos. Escribí el Prólogo, donde decía: "El leitmotiv del Simposio fue dado por su Presidente, partiendo de la dificultad que existe en hacer un pronóstico frente a una linfopatía…Queda la sensación de que hubiera un factor desencadenante todavía por descubrirse... Específicamente, en cuanto a la etiología viral de los linfomas y leucemias, durante 66 años, investigadores en el campo de la oncología han tratado de confirmar en el hombre lo que en 1908 se descubrió para las aves: el virus causa de la leucemia. Esta larga, costosa y frustrante búsqueda de un virus humano ha dado escasos frutos. En cambio, en la escala zoológica, se ha encontrado el leucovirus tipo C desde el pez hasta los primates no humanos, habiéndose confirmado la etiología viral de la leucemia -conforme a los postulados de Koch- en ave, ratón, gato y recientemente en hamster, cobayo, conejo, cerdo, vaca y mono". Todavía no se habían descubierto los oncogenes. Los trabajos aparecieron in extenso y en ambos idiomas, castellano e inglés, lo que fue posible gracias a la colaboración de mis discípulos.
En 1980 se encabezó el primer número del año con un editorial titulado Medicina (Buenos Aires) a los 40 años. Me tomé la tarea de revisar el desenvolvimiento editorial año por año, construyendo una larga tabla con el número de páginas y su distribución por temas. Añadí una figura que graficaba el total de páginas y de trabajos originales publicados por año. Lo que llama la atención de ese esquema es que si bien la curva es francamente ascendente, está compuesta de acentuados altibajos, desde el menor rendimiento de 1960, hasta picos ascendentes muy llamativos en 1946, 1970, 1972 y 1977. El editorial concluía: "El desideratum sería que Medicina se convierta en el vehículo de los trabajos de investigación médica en la Argentina para difundirlos tanto en el país como en círculos internacionales. Los primeros largos pasos están dados y con el esfuerzo de todos será posible lograrlo". La motivación y la dedicación estrictamente ad honorem eran evidentes para todos los miembros de este singular Comité de Redacción donde todo se discutía con vehemencia y sin pelos en la lengua.
En 1981 decidí editar un Suplemento de Medicina (Buenos Aires) para conmemorar las Bodas de Plata de nuestro Instituto. Allí se relataba cómo, en 1956, Mariano R. Castex, ex-Presidente de la Academia Nacional de Medicina, le había cedido el Instituto que ocupaba su predio a Alfredo Pavlosky. Veinticinco años más tarde, el Instituto de Investigaciones Hematológicas Mariano R. Castex (IIHEMA) se había posicionado como el principal centro de referencia tanto en hemofilia como en linfopatías. Me puse en campaña para conseguir los trabajos, convenciendo uno por uno a hematólogos clínicos y a investigadores para que me dieran el material. El resultado de este tour de force fue un Suplemento de 310 páginas compuesto de 52 trabajos distribuidos en seis Secciones: Leucemia y Linfomas, Inmunohematología, Citogenética, Leucemia Experimental, Coagulopatías. Cerraban el número siete editoriales. Para este trabajo, colaboraron 148 autores, incluyendo algunos que ya no se desempeñaban con nosotros, como Ezequiel Holmberg, Edgardo Carosella, Horacio Suárez y algún otro. El Suplemento fue financiado por la Fundación de la Hemofilia y, principalmente, por Fundaleu.
Con Santiago Pavlovsky estábamos a cargo de la Dirección del Instituto y escribimos el Prólogo, que concluía con estas palabras: "Sus colaboradores le ofrecen a Alfredo Pavlovsky este Suplemento en homenaje a la importante obra realizada durante este cuarto de siglo y con el deseo de que el Instituto siga progresando al par de los adelantos en hematología". Cuando le entregué el primer número que salía de la imprenta, dijo emocionado: "Este es el mejor regalo de toda mi vida, muchas gracias".
En un momento dado, a Lanari se le ocurrió rellenar con citas los espacios blancos al final de los distintos artículos, lo que hace que a partir del Volumen 35 de 1975, (ver pág. 70) nunca faltó la cita correspondiente; a lo largo de los años, con Juan Antonio Barcat nos ocupamos que se cumpliera este rito, por otra parte, muy apreciado por nuestros lectores.
El 23 de marzo de 1985 murió Alfredo Lanari. Fue una gran pérdida para su Instituto y para todos sus amigos, que éramos muchos. Personalmente, me abandonaba un gran amigo y una parte importante de mi pasado. La revista Medicina (Buenos Aires) dedicó un Número Especial en su memoria, el Número 2, 1985. Lo encabezan su retrato junto a su Curriculum Vitae, respetando lo que él mismo había confeccionado: los cuatro discursos pronunciados en el acto de sepelio: el de Manuel Sadosky, como Secretario de Ciencia y Técnica, el de Alberto Goñi, en calidad de Académico, el de Aquiles Roncoroni, en su carácter de Director del Instituto y el de Alberto Agrest, como amigo. Asimismo, en ese número recordatorio hay un editorial de Alberto Taquini, que yo le pedí expresamente, y uno de Agustín Caeiro. Ambos escriben como amigos de Lanari. Por su parte, Enrique Cottini redactó uno sobre Una experiencia pedagógica curricular (1970-1977): una valiosa y fugaz realización universitaria, conocida como "la escuelita". Mientras que el cuarto lo escribimos Claudia Lanari, su hija, Alfredo Molinolo y yo sobre Progesterona y tumores en modelos experimentales3. El tema de la progesterona y su efecto beneficioso en las fibromatogénesis agresivas era algo que entusiasmaba a Lanari desde 1943. Durante ese año, había visitado el laboratorio de Alejandro Lipschütz en Santiago de Chile -donde yo estaba disfrutando de una Beca Rockefeller- y había quedado impresionado por el beneficioso efecto de la progesterona al inhibir la fibromatogenesis producida en cobayos por la administración de estrógenos4: había dialogado largamente con Lipschütz. Ese número de la revista contiene además dos trabajos originales de Lanari sobre este efecto de la progesterona a nivel clínico al tratar varios pacientes con fibromatogenesis agresiva con progesterona5, 6. Claudia Lanari al recibirse de bióloga había confirmado, en mi laboratorio, el efecto antifibromatogénico de la progesterona en ratones pero por serendipismo había descubierto que los ratones hembra tratados a largo plazo con pellets de progesterona o medroxiprogesterona desarrollaban cáncer de mama; este resultado inesperado, objeto de su tesis de doctorado, es el origen de un modelo experimental que Claudia sigue desarrollando exitosamente.
Vale la pena rescatar las palabras de Roncoroni: ".. Lanari nunca apreció el camino en zig-zag de los oportunistas; sus ideas firmes, claras e independientes de toda orden superior no dificultaron en el Instituto un auténtico pluralismo sin declamaciones. Nunca aceptó subordinarse y por eso nunca fue demasiado apreciado en los estratos del poder. Al Instituto se ingresaba por capacidad técnica y compromiso con el trabajo; durante toda su administración albergó, sin reservas, a quienes no pensaban como él, fue por eso acerbamente criticado y hasta excluido...".
Era un número de Medicina (Buenos Aires) que le hubiera gustado a Alfredo. En poco tiempo, la Facultad de Medicina dictó una resolución añadiendo su nombre al Instituto, su indudable herencia, por lo que a partir de ese momento se lo conoce como "Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari", pronto transformado en "el Lanari".

Como era lógico, en el Comité de Redacción de Medicina (Buenos Aires) sentimos mucho su ausencia porque había sido el alma de la revista que había fundado cuarenta y cinco años antes. Se cerraba una primera etapa. Amadeo Barousse lo reemplazó y yo fue su secretaría, y con los demás miembros iniciamos una nueva etapa continuando el asiduo trabajo que consiste en mantener la ininterrumpida publicación de nuestra revista -lo que a veces no fue fácil.
La tecnología había avanzado y la informática pronto reemplazó el plomo lo que nos condujo eventualmente al Estudio SIGMA en 1988. En 1987, se decidió reemplazar la tapa gris por una reproducción de cuadros de artistas nacionales. La iniciativa fue de la Dra María Isabel Berría quien nos guió por los salones del Museo Nacional de Bellas Artes para elegirlos y contactar al fotógrafo. Era con mucho placer que nos encontrábamos en el Museo con Juan Antonio Barcat, Enrique Cottini y a veces Amadeo Barousse. El primer cuadro fue uno de Fernando Fader encabezando el N° 1 del Tomo 47 de 1987, seguido de otro de Martín A. Mallharro y luego de Alfredo Guttero, y siguieron muchos otros.También se decidió cambiar anualmente el color de base de la Tapa. Además, reemplazamos la impresión en plomo pasando a la informática, corrigiendo la última prueba sobre "vegetales" (papel calco) que se adaptan directamente a la máquina impresora. Se compartía el trabajo editorial entre los miembros activos del Comité de Redacción en reuniones semanales que se caracterizaban por su tono exuberante y ambiente divertido.
Podría seguir contando, pero me doy cuenta que inconscientemente lo escrito se ha transformado en un doble homenaje a Alfredo Lanari y Alfredo Pavlovsky, 25 y 26 años después de sus respectivas desapariciones, un doble homenaje muy merecido.
Resta concluir con una apreciación del estado actual de nuestra revista. Como ejemplo de su valor a nivel nacional va el ofrecimiento de Aventis que se concretó en un libro titulado Medicina y Cultura7 que contiene 91 Editoriales de nuestra revista. No hay duda que estamos librados a los trabajos que nos mandan los autores en forma espontánea con excepción de algunas solicitudes de revisiones o de editoriales. Cuando me incorporé al Comité de Redacción, hace ya 42 años, traté de entusiasmar a los investigadores básicos a mandarnos trabajos, y muchos de los del Instituto de Pavlovsky y de mi laboratorio publicaron en Medicina (Buenos Aires): hemos llegado a publicar anualmente hasta un 33% de trabajos experimentales, como se menciona en el primer número del 2000 al cumplir 60 años de existencia8, pero esta proporción ha disminuido enormemente debido al énfasis sobre el discutible Factor de Impacto9-11 que acompaña la era de Publish or Perish. Sin embargo, yo sigo insistiendo que lo ideal sería que después de cuatro o cinco trabajos en el exterior, nuestros investigadores nos manden una Comunicación Breve o un Artículo Especial para registrar sus logros a nivel nacional. Pero el desideratum es difícil de alcanzar.
Se vislumbra un futuro principalmente on line y quien sabe hasta cuando podremos tener el número bimestral en papel en nuestras manos para disfrutar de su lectura. Se sabe que la investigación siempre prioriza al descubrimiento y busca la innovación productiva por más que toda adaptación resulte dificultosa......el progreso no se detiene y se instala indefectiblemente.

Christiane Dosne Pasqualini

e-mail: chdosne@hotmail.com

1. Pasqualini CD. Quise lo que hice. Autobiografía de una investigadora científica. Buenos Aires: Editorial Leviatán, 2007, 416 pp        [ Links ]

2. Dosne C. Acción de algunas hormonas esteroides sobre el riñón. Medicina (Buenos Aires) 1943; 3: 509-11        [ Links ]

3. Lanari C, Molinolo AA, Pasqualini CD: Progesterona y tumores en modelos experimentales. Medicina (Buenos Aires) 1985; 45: 202-204        [ Links ]

4. Lipschütz A. Bases endócrinas de la tumorigenesis epitelial y conjuntiva de la esfera genital femenina. Medicina (Buenos Aires) 1942; 2: 404-5.        [ Links ]

5. Lanari A. Sorprendente efecto del tratamiento con progesterona de tumores desmoides (fibromatosis agresiva). Medicina (Buenos Aires) 1985; 45: 105-9.        [ Links ]

6. Lanari A. Fibrosis y cirrosis en el conejo por acción del dietilestilbestrol y su inhibión por la progesterona. Medicina (Buenos Aires) 1985; 45: 110-6.        [ Links ]

7. Medicina y Cultura. Los Editoriales de Medicina (Buenos Aires). Buenos Aires: Biblioteca Médica Aventis, 2001.        [ Links ]

8. Pasqualini CD, Kotsias BA. Pasado y presente de Medicina (Buenos Aires) 2000; 60: 1-7.        [ Links ]

9. Amin M, Mabe MA. Impact factors: use and abuse. Medicina (Buenos Aires) 2003; 63: 347-54.        [ Links ]

10. Puche RC. El real valor de los factores de impacto. Medicina (Buenos Aires) 2003; 63: 355-7.        [ Links ]

11. Pasqualini CD. Priorizar la creatividad sobre el factor de impacto. Medicina (Buenos Aires) 2003; 63: 358-60.        [ Links ]

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