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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680

Medicina (B. Aires) vol.71 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./feb. 2011

 

COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO

Autobombo. Hersch Coco Gerschenfeld. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2009. 280 pp

 

Autobombo es un fragmento truncado de una ejemplar autobiografía; truncada por la muerte del autor cuando todavía le quedaba una buena parte por contar. Es una autobiografía sin bombo. La personalidad de Gerschenfeld no se hubiera permitido el bombo y probablemente le hubiera molestado ser tomado como ejemplo. Quiera o no es un ejemplo, por no decir un personaje ejemplar, de una variedad de argentino hasta la médula, cuando le preguntaban de que país era decía "soy un judío porteño". Nacido en Polonia, en Lwow (Lemberg, en el Imperio Austro-Húngaro, Lvov, cuando rusa, Lviv, ahora en Ucrania), criado en Buenos Aires, primero en conventillos, luego en departamentos humildes, y finalmente en Parque Chacabuco, un barrio de casas baratas construidas durante la presidencia de Alvear. Estudió en escuelas del Estado, en el Colegio Nacional Rivadavia y en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Gerschenfeld creció en una familia de mujeres dominantes y presumidas, no eran unas rusas cualquiera, eran "rusas blancas", zaristas. Era el hijo menor de una madre batalladora capaz de mantener sola a la familia.
La autobiografía es un ejemplo de cómo se formaron algunas generaciones de médicos y científicos argentinos, los que se graduaron, sin pretender precisión, entre los años 1940 y 1960, algunos destacados por sus logros como Gerschenfeld. Es también ejemplo de una Argentina que se fue. Una Argentina con oportunidades de educación y sin sacrificios terribles para obtenerla casi gratis. Tampoco fácil, con profesores incompetentes, acomodados en los colegios nacionales y la universidad, anti-semitismo y chovinismo, velados o explícitos, e intolerancia política, dificultades que, ahora, nos parecen menores después de los violentos años de la última dictadura militar y los que la precedieron.
Gerschenfeld estuvo entreverado en la política desde el colegio secundario, perteneció, mientras pudo, a la Federación Juvenil Comunista. Herético y nada dócil, no aguantó la estupidez disciplinada y pasó, hasta el final, a ser un "izquierdista desviado", soñador consciente y escéptico de un utópico socialismo no autoritario.
Diez años, desde 1945 hasta 1955, desde el tercer año de la carrera de medicina hasta varios años después de recibido trabajó en el Hospital Fiorito de Avellaneda, en el Servicio de Guardia y en el Servicio de Anatomía Patológica cuyo jefe era Moisés Polak. En esos años se hizo de amigos entrañables, se hizo médico, patólogo, y consiguió una beca de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias para hacer su tesis. En 1952, casado ya, se concedió una "beca", con sus medios y la ayuda de familiares y amigos, para pagar el viaje, sobrevivir en París, y trabajar en el Institut du Radium (ahora Institut Curie) con el profesor Lacassagne. No le fue muy bien, fue una frustración elaborada, "fue positiva", sostiene. El profesor Lacassagne le dirigió la palabra tres veces. Volvió a Buenos Aires y al Hospital Fiorito con deseos de proseguir investigaciones empezadas. Imposible. Terminó alejándose del hospital, jamás de sus amigos, por la difícil relación con Polak, ejemplo de otra generación de médicos argentinos con infructuosos anhelos de científicos. Lo hizo con culpa, era una figura paterna que tuvo que sacarse de encima. Gerschenfeld confiesa en el libro que todavía tiene sueños donde se reconcilia con Polak.
Al alejarse del Hospital Fiorito se estableció como patólogo en el Hospital Israelita y puso su chapa en un laboratorio particular, su madre se puso contenta, ahora sí que parecía "mi otro hijo doctor" (el hermano mayor lo era). En 1955 las cosas cambiaron, en 1956 comenzó a trabajar en la cátedra de Fisiología con Houssay, luego en la de Histología y Embriología con De Robertis, se fue del Hospital Israelita, pasó a ser "Jefe general de Trabajos Prácticos" de la Cátedra de Histología y Embriología, elegido, según él mismo, por "su edad, mal carácter y voz estentórea". De 1956 a 1959 pasó definitivamente a la investigación a tiempo completo y se transformó en un investigador más cercano a lo convencional. La madre ahora hablaba de él como "el futuro premio Nobel". De nuevo a París en 1959, ahora el matrimonio con dos hijos, con beca del CONICET, a formarse como neurofisiólogo en el Institut Marey. Esta vez no fue una frustración, fueron buenos años. Aquí termina el libro.
Gerschenfeld volvió a Buenos Aires, los años que siguieron fueron productivos, pero en 1966 vino el golpe de Onganía. Gerschenfeld renunció, se fue a Harvard, no se halló en Estados Unidos, volvió a Francia y terminó allí su carrera con el más alto cargo en la jerarquía de la ciencia profesional de ese país.
La autobiografía está escrita con franqueza, sin pomposidad, sin adornos ni sensiblería; ocasionalmente brota
un exabrupto afectivo contenido que despierta nuestra simpatía. No tiene empacho en revelar pequeños orgullos, pequeñas miserias, vergüenzas, remordimientos y culpas. Nada cuesta ponerse en su lugar y comprender. Alguna vez exagera, nunca para elevarse sobre los demás. No debe haber sido tan malo como se pinta como "Jefe general de Trabajos Prácticos", el ogro de los estudiantes novatos. Años antes, cuando estaba en el Hospital Fiorito y actuaba de ayudante en un curso de patología dictado por Polak era amable, un docente que contagiaba entusiasmo, un buen consejero, y muy justo con las notas en los exámenes. Claro, eran muy pocos alumnos, todos lo querían y algunos lo admiraban.
Alguien, Leslie Stephen, escribió que algunas autobiografías nos dan una sombra de oculto placer al notar que una persona distinguida es como nosotros. Mejor decir: casi como nosotros, a veces mejor que nosotros.

Juan Antonio Barcat

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