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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680

Medicina (B. Aires) vol.71 no.5 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct. 2011

 

CARTA AL COMITÉ DE REDACCIÓN

¡Es el paciente, estúpido!

“El que está al timón no puede decidir de dónde
sopla el viento, ni con qué fuerza, pero sí puede
orientar la vela.
AMIN MAALOUF1

 

Ya entrados en el siglo XXI debemos asumir algunos supuestos. Los médicos “mayores”, algunos jefes o directores, otros fuera del sistema por condicionamientos temporales, se educaron en la segunda mitad del siglo XX. La palabra escrita, y sobre todo la palabra escrita en los libros, era el “texto” por excelencia. A este período histórico, con predominio de la palabra se lo denominó logosfera (logos = palabra).
Sin mayores certezas estadísticas, por otras experiencias, estimamos que la mitad de nuestros médicos son menores de 40 años, nacieron en la época informática, y de informática no tuvieron un aprendizaje formal, se adaptaron a presentaciones cada vez más “amigables” relacionadas con la cultura de Internet. Nacieron en la transición de una cultura de “logosfera” a una de “iconosfera” (icono = imagen), donde la cantidad de información abruma, sin permitirles tiempo para detenerse a pensar y en la que se valoriza más el flujo informático permanente, que el estetoscopio o el martillo de reflejos.
La llegada de esta generación a la medicina coexiste con un cambio cultural local y global. En la escuela de medicina aprendieron que la información para manejar crece exponencialmente por lo que, en general, declinaron librar batalla contra la acumulación. Las nuevas camadas han decidido no hacerse cargo de la responsabilidad de cernir la sobrecarga de información. Cedieron a la “nube” (computación en la nube, cloud computing) el contenido de la sabiduría.
El paradigma de un maestro indiscutible ya no existe; el sano cuestionamiento abandona la asimetría de la relación con el que más experiencia tiene. Cuando hablamos de experiencia, nos referimos a quienes la honraron con estudio y dedicación, no sólo con el paso del tiempo. La madurez no implica en todos los casos conocimiento. Todos tenemos ejemplos de quienes adquirieron madurez, pero no sabiduría. Los que tuvimos la suerte de convivir con maestros somos testigos de su ausencia.
Por más y mejores máquinas que tengamos, por nuevos elementos diagnósticos, la solución del problema del paciente, la percepción de su enfermedad y el monto de la ciencia que puede dar respuesta a su mal, sigue estando en el médico, en aquel sentado al borde de la cama que busca en su saber cuál es la dolencia del enfermo.
No obstante, parecería más rápido consultar en Google dos o tres palabras mágicas que le permitan navegar en la red y encontrar el diagnóstico menos pensado y más espectacular que, por lo menos, debe publicarse como Casuística, aunque no sea el correcto. El joven médico no puede discernir, dentro de una enorme memoria enciclopédica, sin formular las preguntas correctas, buscar y encontrar la información que necesita; seleccionarla, no por falta sino por exceso; valorarla, no toda la que encuentre es fiable; organizarla, darle una estructura, darle sentido e integrarla con la que poseía. Y, por último, aplicarla a nuestro sujeto: el paciente. ¿No es acaso común la aparición de resultados que no condicen con la situación clínica? ¿Existen tantos casos extraordinarios? ¿Cuál es la razón, el porqué, y el para qué de lo pedido?
El médico actual está, además, acuciado por la presión de la certidumbre. Debe cumplir con guías, seguir protocolos, demostrar evidencias. Cualquier desvío le puede ser reprochado. Por otro lado encuentra dudas en sus colegas mayores, no como muestras de desconocimiento sino, probablemente, por el aprendizaje vivido. Esto no quita a los médicos más antiguos la responsabilidad de manejar las nuevas tecnologías de la información.
“¡Es la economía, estúpido!” (“It's the economy, stupid!”), fue una frase utilizada durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992. Se popularizó y ha sido utilizada para destacar diversos aspectos que se consideran esenciales, incluso en la Medicina2-4. Es importante recordar a las nuevas generaciones que el centro es el paciente. Nos debemos a ellos. El saber difiere mucho del estar informado. De ninguna manera se deben desestimar los adelantos que ha generado la informática, pero sólo podrán ser concebidos en un ambiente de reflexión a la hora del diagnóstico.
Que el juicio crítico prevalezca…

Andrés M. Villa1, Alberto O. Orden2

1Sección Neuroinmunología y Electrofisiología, División Neurología, Hospital J. M. Ramos Mejía,
2Servicio de Reumatología y Autoinmunidad, Hospital Aeronáutico Central, Buenos Aires, Argentina
e-mail: avilla@fmed.uba.ar

1. Maalouf, A. Identidades asesinas. Madrid: Alianza, 2004, p 58.         [ Links ]

2. Wyse DG. It's health care delivery, stupid: implementing the New Canadian Cardiovascular Society atrial fibrillation treatment guidelines. Can J Cardiol 2011; 27: 14-8.         [ Links ]

3. Vaughn JA. It's the patient, stupid! Med Econ 2002; 79: 77-8.         [ Links ]

4. Sergent JS. It's the patient, stupid! Arthritis Rheum 1994; 37: 449-53.         [ Links ]

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