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Medicina (Buenos Aires)

Print version ISSN 0025-7680

Medicina (B. Aires) vol.74 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Apr. 2014

 

CARTA AL COMITÉ DE REDACCIÓN

Adiós Samuel Finkielman

 

Recuerdo un librito de tapas verdes con Finkielman como coautor sobre hipertensión arterial que consultamos siendo estudiantes; después lo conocí integrando un laboratorio reconocido en angiotensina e hipertensión arterial, con publicaciones en importantes revistas y en la formación de numerosos becarios. Ahora, ha muerto en el Instituto Lanari del que formaba parte desde 1960, y recuerdo y extrañaré:
El aroma del tabaco de su pipa, no siempre bien tolerado, y verlo comer un pedacito de pan guardado en su mano.
Su presencia en el consultorio atendiendo a sus pacientes a los que seguía desde hacía mucho tiempo, como en una conversación entre viejos conocidos.
Su gran cultura, su librito en el bolsillo del guardapolvo, la lectura del Buenos Aires Herald, sus recomendaciones literarias y su cautela ante las nuevas terapéuticas. Su participación en los ateneos anátomo-patológicos de los viernes, congresos y conferencias, en comidas compartidas Sus cambiantes fases, llevaron a que el Dr. Croxatto lo apodara "el mujik ilustrado" o "el mujik enojado", enojo que se desvanecía pronto. Su manera de analizar un tema, seguido de un silencio de pocos segundos y el preciso remate.
Verlo llegar al Lanari en el auto que conducía su esposa, siempre con saco abotonado, aun en pleno verano, su simpatía por San Lorenzo de Almagro y su casa llena de libros a la que me abrió sus puertas en numerosas ocasiones para compartir con otros amigos amables tertulias.
Sus comentarios escritos con preciosa caligrafía en los sobres de los manuscritos enviados a la revista Medicina y los consecuentes reclamos de la secretaria por esto. Para escribir, Finkielman rechazaba la máquina mecánica o eléctrica o la computadora y recién hacía pocos años que había comenzado a intimar con internet.
Una historia judía como las que solía contar. Oscurece, es tiempo de reunirse en el templo del pueblo y el rabino no aparece. La primera estrella está plena y los fieles nerviosos por su tardanza vuelven sobre los pasos que el rabino solía dar en su trayecto al templo hasta que escuchan su voz dentro de una casa, arrullando a un niño. Cuando le preguntaron por qué no había ido al templo contestó que los padres de la criatura habían salido presurosos hacia el templo y el niño lloraba cuando justo pasaba; era más importante consolar al niño que oficiar la ceremonia. No sé de dónde viene esa historia pero la reflexión es sabia.
Se fue Finkielman y con él una parte de la historia del Lanari y de la mía también. Chau Finki!

Basilio A. Kotsias

e-mail: kotsias@retina.ar

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