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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.76 no.6 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2016

 

CARTA AL COMITÉ DE REDACCIÓN

Fraudes científicos

 

El excelente artículo "Consideraciones de los resultados científicos, una responsabilidad de los investigadores y de los medios de comunicación" del Dr. Eduardo De Vito me ha incitado a expresar algunas consideraciones sobre el fraude científico1.
Los fraudes existen desde que aparecieron los científicos, allá por el Iluminismo, en la Edad Moderna. En el siglo XVII apareció el flogisto que tendrían todos los cuerpos inflamables, los cuales pueden arder y oxidarse liberándose flogisto. Nunca nadie había conseguido aislar, medir, pesar, oler e identificar de alguna manera esa sustancia. Aparecieron sus defensores, como el médico alemán Georg Stahl (1660-1734), y sus seguidores, pero en el siglo XVIII el químico francés Antoine-Laurent de Lavoisier (1743-1794) demostró la inexistencia del flogisto2. La persistencia durante un siglo de la creencia en el flogisto atrasó los descubrimientos de la química.
Los motivos del fraude, tanto sean de la ciencia antropológica, astronomía, química, física, médica, paleontología, pueden ser hechos por científicos en forma voluntaria o involuntaria. Los segundos porque en la generalidad de los casos emplean Materiales y Métodos de una manera equivocada o errónea. Un análisis crítico de Materiales y Métodos3 es la clave de la investigación científica, para obtener resultados confiables. El científico que no acepta el error por sus trabajos demuestra poco rigor y hasta necedad. El que comete un fraude de manera voluntaria, es un ejemplo de inmoralidad para sus pares y la sociedad. Los trabajos científicos deben ser discutidos entre pares antes que hacerlos públicos. Los resultados falaces son incorporados como verdades por el conjunto de la sociedad, de ahí que pueden ser usados por charlatanes, curanderos, chamanes, comerciantes, empresas médicas,… en una crueldad fantasmagórica, ilusoria.
¿Por qué razón los científicos comenten fraudes voluntarios? ¿Cuáles son sus intereses? Son seres humanos y cualquiera de las debilidades del hombre pueden acosarlos y dejarlos ausentes de valores éticos. Pasaremos a enumerar los más comunes. El prestigio entre sus pares y en la sociedad; la fama; la codicia; subsidios para conseguir una infraestructura económica que les permita usar instrumental adecuado para las investigaciones, para que su personal gane sueldos dignos, solucionar problemas edilicios. Razones patrióticas, como es el caso del Hombre de Piltdown, en que su autor, Gerell Drawhorn, inglés, fraudulentamente creó un hombre primigenio que nació en Inglaterra, dándole supremacía nacional a ese hallazgo4.
Los hallazgos científicos y su divulgación en medicina son cosas distintas, ya que los problemas de salud son tan importantes como el oxígeno para respirar. El mantenimiento de la salud, evitar enfermedades y prevenirlas, los tratamientos y el pronóstico, son de interés de todos. En el libro de F. Pérgola y A. García Puga5 se deja constancia de una enorme cantidad de fraudes médicos en el siglo XX.
La difusión masiva de los conocimientos técnico- científicos en medicina, requiere de los periodistas ser idóneos en temas de ciencia médica, buscando en las revistas médicas con referato, como bien las llama De Vito1 que son las más confiables;que sepan distinguir lo falaz de las certidumbres (tarea algunas veces muy difícil); que tengan en cuenta, antes de propagarlos, los sesgos en que incurren algunos análisis estadísticos; que no den información de los distintos tratamientos nuevos, sin analizar los costos-beneficios y las reacciones adversas a la población; que recuerden que los médicos no deben tratar enfermedades sino al enfermo de carne y hueso, cuya complejidad está más allá que los 200 o 300 mg de colesterol. Cada paciente es un mundo y el médico debería conocerlo; que no alienten en las personas aquello que pueda alterar la relación paciente-médico. No olvidemos que la medicina asistencial está llena de incertidumbres, por más que no lo interpreten algunos periodistas, algunos científicos y sobre todo, algunos médicos. Recordar un axioma hipocrático: "Primero no dañar". Negar la importancia de los medios de comunicación masiva es una insensatez. Aceptar sin más esa importancia, sin someterla a una consideración crítica, es un acto de rendición moral y una irresponsabilidad cultural, como decíamos en el libro Ciencia y Cientificismo en Medicina6.

Arnaldo Mamianetti

e-mail: alcunos@yahoo.com.ar

Bibliografía

1. De Vito EL. Comunicación de los resultados científicos, una responsabilidad de los investigadores y de los medios de comunicación. Medicina (B Aires) 2016;76: 112-4.         [ Links ]

2. Lavoisier : Vida, pensamiento y Obra. Barcelona : Planeta DeAgostini, 2008.         [ Links ]

3. Rozlosnik J.A. Evaluación metodológica de los trabajos de investigación clínica. Medicina (B Aires) 1987; 57: 436-9.         [ Links ]

4. Aldinovi M. Historia universal de la infamia. Buenos Aires: Siglo XXI Editores; 2000; p 23.         [ Links ]

5. Pérgola F, García Puga A. Fraudes y mistificaciones en publicaciones argentinas en el siglo XX. Buenos Aires: Editorial Akadia; 2010.         [ Links ]

6. Mamianetti A. Ciencia y cientificismo en medicina. Sentido común y juicio crítico. Verdades e imposturas científicas. Apéndice. Buenos Aires: Edición del autor (Segunda Edición E-Book), 2014, p 102.         [ Links ]

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