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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.79 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2019

 

EDITORIAL

El inglés en la comunicación científica

 

El lenguaje es parte fundamental de la cultura, legado de las naciones, y dentro de esa idea central tuvo lugar a fines de marzo pasado en la ciudad de Córdoba, Argentina, el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española. Entre los temas hubo uno que nos interesa en particular, el inglés como lengua internacional en la comunicación científica; en la sesión dedicada al tema participaron invitados de diferentes ramas de la ciencia1. Los editores de revistas científicas nacionales no fueron informados acerca de esa sesión.
Un resumen de las conclusiones fue publicada por el diario La Nación del día 2 de abril2. Los panelistas enfatizaron la necesidad de promover la publicación de trabajos científicos en castellano, apelando a la gran cantidad de hispanoparlantes en el mundo, unos 570 millones, y así facilitar la accesibilidad de los resultados a la comunidad en general. Debido a las características de la nota no hay referencias a la literatura existente en el tema y por eso mostramos un panorama más general sobre el problema y nos preguntamos si el idioma es la principal causa de la menor visibilidad de las revistas en castellano.
El tema no es nuevo. La revista MEDICINA publicó hace decenios editoriales y cartas referidas al idioma inglés en la comunicación científica3-5 y en los últimos años artículos con datos estadísticos acerca del uso del español y otros idiomas en los trabajos publicados (TP)6, 7.
Resumimos los datos de la base MEDLINE del Instituto Nacional de la Salud de los EE.UU.8, una de las más conocidas y utilizadas, con los resúmenes de unas 5500 revistas sobre un total de 65 000, en 40 idiomas. La primera figura muestra el número creciente de TP listados en los últimos decenios, llegando a casi 1.4 millones en 2018. La segunda figura resume los TP por cada 10 000 del total en idiomas castellano, francés, japonés, chino, portugués y alemán desde 1978 hasta 2018. Surge de inmediato la caída constante en el número de TP en en esos idiomas con el tiempo y el dominio aplastante del inglés en la comunicación científica, el 97% del total (año 2018). El corolario surge de inmediato, el inglés es la lingua franca de la ciencia y no se observa en el horizonte mediato un cambio de este paradigma. La tercera figura presenta la evolución del número de TP en castellano, menos del 1% del total. No obstante, en la mayoría de los países, aun los más desarrollados, se siguen editando revistas biomédicas en su lenguaje nativo. Al respecto nos detenemos en los datos del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICyT) dependiente del CONICET9 que seleccionó en Argentina 236 revistas en todas las ramas científicas por la calidad y cumplimiento de las normas editoriales en su denominado Núcleo Básico; entre ellas 37 pertenecientes a las ciencias biológicas y de la salud, 7 listadas en la base MEDLINE y 3 en la base Journal of Citation Reports10 con un factor de impacto (revistas indizadas). Estos son los datos crudos.
La solución para tan despareja situación es muy difícil por la ventaja innegable del inglés: su mayor visibilidad permite conocer los resultados obtenidos en cualquier país del mundo. No hay duda sobre esto, es lo que aspira un autor para ser leído por la mayor cantidad de lectores.

Sería ingenuo pedir a los científicos no hispano parlantes que traduzcan un trabajo en castellano. Es muy recomendable la publicación de los trabajos en castellano e inglés11, aunque con dificultades tales como el mayor costo en la edición del material, en forma electrónica (un hecho que se soslaya) y en papel, y el muy bajo porcentaje de nuestros estudiantes, profesionales y comunicadores que hablan inglés y mucho menos los capaces de escribir y revisar en ese idioma. Nuestra sociedad en general echa a mano numerosas palabras y frases en inglés en su lenguaje oral y escrito, pero lejos está de poder llegar a un escrito razonable y correcto, y por eso el énfasis en el aprendizaje del idioma inglés que aumenta el caudal cultural y resulta en efectividad práctica. Una salida para los no idóneos es apelar a los traductores especializados en cada área.
Dejando al inglés como la lengua de la comunicación científica pasamos a otro punto, el de la visibilidad de las revistas. Son muy pocas las revistas latinoamericanas indizadas en las bases más representativas, y ello con un factor de impacto de uno o menos. Una pregunta emergente es si la escasa visibilidad de las revistas nacionales se debe a la utilización del castellano. Al respecto no hay suficiente información definida. Un estudio demostró que en revistas de medicina interna el factor de impacto está asociado más al idioma inglés que al al país de origen12, mientras que en las revistas editadas en América Latina, no se observa en forma clara y significativa una diferencia entre las revistas publicadas en inglés, castellano o en los dos idiomas13, tampoco en las revistas editadas en España14, aunque hay excepciones.
Un factor que contribuye a la mayor visibilidad de las publicaciones es el denominado efecto San Mateo (o efecto Mateo), una adaptación de Robert Merton15 del versículo 13, capítulo 19 del Evangelio de San Mateo: “Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”. Así los autores, por comodidad o sencillez, tienden a citar bibliografía de alto factor de impacto mencionada en publicaciones muy reconocidas (a veces con la comodidad del hipervínculo de sus referencias) formando un círculo en el que las revistas muy reconocidas –todas en inglés– elevan su factor de impacto, una acumulación, a pesar de la existencia de cada vez más revistas16; en otras palabras el rico se vuelve más rico (esto puede adaptarse a otros ámbitos).
Agregando más vino a la copa casi llena, la prensa anuncia muy a menudo trabajos de las revistas más conocidas, mencionadas a su vez en páginas especializadas y que el divulgador utiliza. No es ingenuo, hace años que se ha comprobado que la mención de un artículo científico en un medio de prensa muy conocido aumenta el número de consultas y citas del mencionado artículo17. Como vemos, una copia de una copia de otra copia. También se ha sugerido una discriminación de los investigadores de los países centrales hacia los trabajos provenientes de países periféricos. No tenemos evidencia personal sobre este “primermundismo” aunque hay artículos que lo mencionan18. De todas maneras, esta idea no es descabellada desde que existe en casi todas las sociedades un etnocentrismo que se expresa como una desconfianza hacia países de menor desarrollo que el de ellas.

El esfuerzo que debe hacerse para que los investigadores publiquen parte de sus investigaciones en revistas nacionales se enfrenta a incongruencias y un corsé aplicado a los investigadores por el sistema científico nacional. En primer lugar el Núcleo básico de las revistas, elaborado por el CAICyT no es tenido en cuenta en numerosas instituciones científicas nacionales, aunque algunas de ellas son la principal fuente de educación médica para residentes y médicos clínicos y se consideran como la primera opción para iniciarse en la publicación de sus investigaciones. En segundo lugar, a los investigadores se les exige publicaciones en revistas con alto factor de impacto que se traducen en una ventaja competitiva a la hora de las promociones, subsidios y becas. La posible salida de solicitar artículos de revisión, formato que junto a los trabajos originales se incluyen en el cálculo del factor de impacto, (no así editoriales o cartas) no es tomada en cuenta en las comisiones asesoras. La publicación en revistas de alto impacto facilita además la labor del revisor en estas instituciones ya que el trabajo, al ser ya evaluado en una revista muy calificada, actúa como una garantía de su rigor científico; aunque no siempre sea así. De allí el complejo problema que se enfrenta ya que el país, los propios investigadores y los editores, al no exigir la suficiente calidad en los manuscritos son en parte responsables de esta situación.
En conclusión, si los investigadores aspiran a publicar en revistas nacionales reconocidas deben primero contribuir a esto, porque ¿de qué otra manera se logra esta elevación del factor de impacto? Por otro lado, no se trata de defender nuestra lengua a ultranza apelando a nacionalismos que solo conducen al aislamiento, se trata de incorporar otro idioma a nuestra educación y así comunicarnos con el mundo. También hemos repasado los factores que influyen en la baja visibilidad de las revistas en castellano y que no es debida en forma exclusiva al idioma sino a un conjunto de razones que confluyen en un mismo resultado. No es fácil tarea, pero aceptar el problema es el primer paso para solucionarlo.

Basilio A. Kotsias

Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Universidad de Buenos Aires, Argentina
e-mail: kotsias@retina.ar

Bibliografía

1. VIII Congreso Internacional de la Lengua, Córdoba, Argentina, 2019. En: http://www.rae.es/sites/default/files/Cronograma_VIII_CILE_difusion_actualizado_21_01_2019.pdf); consultado abril 2019.         [ Links ]

2. La Nación. Buscan que se publiquen y difundan más trabajos científicos en español. 3 de abril, 2019.         [ Links ]

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4. Alonso HO. Hacia un idioma científico universal. Medicina (B Aires) 1978; 38: 122.         [ Links ]

5. Arrizurieta E, Martín R, Sánchez Avalos JC, Tartas N et al. El idioma de las publicaciones. Medicina (B Aires) 1978, 38: 121-2.         [ Links ]

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7. Kotsias BA. Las publicaciones científicas argentinas. Medicina (B Aires) 2013; 73: 597-600.         [ Links ]

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9. Consejo Nacional de Investigaciones científicas y Técnicas. En: https://www.conicet.gov.ar/caicyt/; consultado abril 2019.         [ Links ]

10. Web of Science. En: https://www.webofknowledge.com/; consultado abril 2019.         [ Links ]

11. Meneghini R, Packer AL. Is there science beyond English? Initiatives to increase the quality and visibility of non- English publications might help to break down language barriers in scientific communication. EMBO Rep 2007; 8: 112-6.         [ Links ]

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