En un artículo reciente Richard Horton¹, editor del Lancet, responde a las críticas del filósofo francés Bernard-Henri Lévy², quien en su reciente libro The Virus in the Age of Madness, se alarma por lo que considera el ascenso “del poder de la medicina” durante la pandemia de COVID.

Lévy es uno más de los críticos de la medicina y lo hace muy toscamente, con argumentos muy viejos, caídos en la obsolescencia por repetidos y agotados. Pero tiene su reputación en algunos círculos del poder en Francia². Evidentemente, Horton no lo ataca en forma directa ni personal en su artículo, como un inglés tranquilo y flemático, simplemente afirma no estar de acuerdo con Lévy en que ha habido un deliberado esfuerzo de los médicos para amplificar su “poder médico”, sino que, por el contrario, ahora es el momento para que el médico de la comunidad fortalezca su voz e influencia¹.

Yo creo que la medicina en particular y la ciencia en general han estado magníficas en esta agresión a la humanidad que es la pandemia. Ya sé: producida quizás por la propia humanidad. ¿Y quién dice que el ser humano es sensible, racional, y sabe lo que hace? Dejando de lado los arribistas, los delirantes y los ignorantes, y también algunos oportunistas y otros que se dejan manipular, los médicos, científicos y otros implicados han mostrado bastante unidad de criterio y mucha honestidad. Se buscó encaminar la investigación del agresor de manera sistemática en el mismo momento en que las cosas ocurrían con inusitada velocidad, las opiniones iniciales se corrigieron cuando nuevos datos obligaban, se avanzó a velocidad increíble en investigar al virus nuevo en plena batalla. Se luchó sin saber y se mejoró la lucha a medida que se fue sabiendo, ejecutando con fervor y entrega. Estamos con más de 200 vacunas en investigación, algunas en uso. Todo ha sido prueba y error, una gloriosa etapa para la ciencia. Mi respeto y reconocimiento para los que estuvieron en la trinchera, enfermándose, muriendo, y aún así investigando.