Notas para advertir, entretener y relacionar lo nuevo con lo viejo. Son bienvenidos los comentarios a revmedbuenosaires@gmail.com, o a Basilio A. Kotsias, kotsias@yahoo.com
La hipocondría (trastorno de ansiedad por enfermedad) es la preocupación y el miedo de padecer una enfermedad por una particular interpretación de sensaciones o ínfimos signos corporales, un martirio para el que lo padece, los que lo rodean y la desilusión y/o enojo de los que pretenden su cura. El hipocon dríaco es un enfermo que se cree enfermo, y con una preocupación constante a sufrir una enfermedad grave o incluso morir. En la antigüedad, la hipocondría se atribuía a un aumento en la producción de bilis negra, secretada por el hipocondrio, y de allí su nombre que, aún hoy, persiste. El tema en abanico jocoso-trágico tiene su lugar en la historia de la medicina y es fuente de una de las mejores sátiras sobre enfermos y médicos como el Enfermo Imaginario de Moliere con Argan, su protagonista, o Hannah y sus hermanas, la película de Woody Allen interpretando a un desesperado neoyorquino sin paz con su salud.
La ilustración de la nota (https://www.britishmuseum.org/collection/object/P_1866-1114-623) es un grabado del inglés Thomas Rowlandson (1757-1827), singular descripción de los tormentos de un hipocondríaco, rodeado de ayudantes, mé dicos, escenas y espectros que lo señalan como próxima víctima de la muerte, dispuesta ya la letal flecha.
Un poco más del 3% de la población sufre de este trastorno de ansiedad particular que lleva a una discapacidad personal y a un gasto considerable para su atención1. Como estos casos están aumentando, así serán los costos en la salud. Su prevalencia aumentaría por el aislamiento social, la hipermedicalización a la que estamos sometidos, los cuadros de ansiedad y por las consultas por internet. Los tratamientos incluyen terapia conductual cognitiva, terapia anti-estrés, técnicas de meditación (mindful ness), entre otras2.
En sus comienzos se la consideraba una enfermedad que no existía pero que se la trataba como si lo fuese, una suerte de catch-22. Ahora podemos ver más luz en sus causas. Un poco nomás. Siempre hay una base física, aunque se escabulla de la tecnología; los trastornos mentales se basan en una anormal actividad de los componentes del sistema nervioso, como cambios en la actividad de regiones frontal y estriada, similar a los cuadros obsesivo-compulsivos por aumento en la actividad límbica3, a los que se agrega la posibilidad que sean víctimas de un desorden inmuno-inflamatorio que afecte la activi dad nerviosa. Una vez más las citoquinas en cantidad, tipo o ubicación y un desequilibrio de sustancias oxidantes serían algunos de los factores de las vicisitudes de los Arganes4. El tiempo dirá si estamos en la dirección correcta.
La hipocondría es una obsesión con algo que acecha agazapado y no debe descartarse la posibilidad de que una persona hipocondríaca esté “realmente” enferma. Los que la padecen no pueden evitarlo y son incapaces de salir de un ciclo casi operístico de miedo y tranquilidad. Sabemos de las dificultades que afrontan los médicos con estos pacientes, pero el mítico epitafio de un hipocondríaco “¿Ahora me creen?” no debe tomarse a la ligera. Hay que escucharlos y tener consideración de ellos.